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3. El célera: ,es s6lo una metéfora? Durante las décadas de 1970 y 1980 la antropologfa social ha tomado escasamente en cuenta las consecuencias ideol6gicas, epistemoldgi- cas, sociales y politicas generadas por la constante expansién de las teorias, interpretaciones y, sobre todo, intervenciones biolégicas s0- bre el campo de la subjetividad, la sociedad, la cultura y, por supues- to, del proceso de salud/enfermedad/atencién, lo eval contrasta con la importancia dada a algunos de estos procesos entre 1930 y 1950. Durante la primera crisis analizada (1930-1940), la antropolo- fa produjo respecto de la cuestién racial un modelo explicativo se- atin el cual la cultura y sus individuos eran explicables bdsicamente por la cultura, por Ia dimensién simbélica. Esta concepcién se con- Virtié.en hegeménica y no s6lo en antropologfa. Pero toda una serie 4e investigaciones y propuestas explicativas reimpulsadas desde los cincuenta fueron poniendo cada vez mas en duda dicha interpreta- ci6n antropol6gica. El notorio silencio de la mayoria de la produc- cin de nuestra disciplina sobre dichos trabajos, salvo respecto de la sociobiologia, expresa, a nuestro juicio, no s6lo el peso de las orien- taciones dominantes, sino las limitaciones o tal vez el desinterés para cenfrentar este problema, Tanto las teorfas de la préetica, del discurso como de la intencionalidad siguen desarrollsndose como si la inge- nierfa genética no existiera, como si el sida fuera exclusivamente un problema cultural, como si el c6lera fuera solamente una metéfora. ‘Més atin, las tendencias multiculturalistas y poscolonialistas han te- nido la capacidad inusitada de cuestionar reiteradamente el racismo sin reflexionar sobre los avances constantes de las orientaciones y pricticas biologicistas en la vida cotidiana, pese a las reiteradas in- parte negada de la cultora 174___ terpretaciones biorraciales sobre la incidencia del alcoholismo en los indios americanos 0 del sida en los nativos africanos. La polémica desatada a finales de Ia década de 1980 en torno a la interpretacién biorracial del sida en las sociedades africanas' se redujo a unos esca- s0s antrop6logos sin interesar demasiado a la producciGn general de nuestra disciplina, El retorno de lo biolégico y la omisién de lo racial Durante los affos cincuenta, y a través de varios campos, se desarro~ Ilan de forma sostenida investigaciones y explicaciones que hallan en lo biolégico la causa basica del comportamiento humano. ‘Las investigaciones etolégicas dedicadas a estudiar el compor- tamiento de diferentes especies animales gener6 toda una serie de ex- plicaciones respecto de las conductas del ser humano y especialmente sobre su naturaleza agresiva y competitiva, Desde los sesenta asistimos ‘aun ineremento constante de investigaciones biol6gicas, bioguimicas y genéticas sobre las causas y desarrollos de toda una variedad de ‘comportamientos y padecimientos humanos. Asi, la esquizofrenia, las adicciones en general o Ia hiperkinesis infantil, pasan a ser expli- cados por causas de este tipo. Toda una serie de enfermedades res- pecto de las cuales se venfa planteando una causalidad biosocial, ‘como pueden ser determinadas formas cancerfgenas o ciertas enfer- medades ocupacionales, tienden cada vez més a ser reducidas a ex- plicaciones biolégicas. El Proyecto Genoma Humano y su vertigino~ 0 desciframiento a mediados del affo 2000 constituye la expresién ccientifica, econémico-productiva y simbélica més notoria de este proceso? 1. Lapotémica se origins a partic de una interprertacin biologicista que remiteex- pitctamente la causalidad y desuvllo de sida afctoresbiolgicos con cars impi- iciones racitas. Veanse Rushton y Bogaert (1985), Rhuston (1990), Leslie (1990), ‘Owen (1980), McEwan (1990), Recordemos que durante e3os mismos aos srgieron {iterpsctacioves racists sobre la ineidencia del sida en la poblaci6n negra norteame- ricana y en lahat Fe Mientras la reflexiGn antropol6gia niega 0 reduce el papel de la dimensi6n eco- ‘Fomico police, los usos posibles del genoma humano la colocan en el centro de Is Problema, dado que seestn desrvollandointensasdiscusiones respect de Guic- eG etlo mamta? ITS) Pero ademés durante este lapso se impulsa el papel de las tecno- logfas biol6gicas como decisivas no s6lo para la curacién y preven- ccidn de enfermedades y comportamientos «desviados», sino para in- tervenir en aspectos decisivos de la produccién y reproduccién humana, Las propuestas y técnicas biol6gicas pasan a ser determi nantes respecto del control y/o planificacién de la natalidad, asf como ppara posibilitar la reproduccién «artificial» (fecundidad in vitro), la posibilidad de escoger el sexo del hijo antes de que nazca, la clona- ‘cin aprobada por ahora s6lo para la produccién de embriones huma- nos con fines terapéuticos especificos, 1a posibilidad del cambio de sexo a través de varias tecnologias biomédicas complementarias, la ;posibilidad de modificar el cuerpo con objetivos de demorar la vejez y prolongar Ia juventud o de recuperar la apariencia de sujeto/objeto sexual, ‘A.su vez, las investigaciones biol6gicas, més alld de que gene“. ren explicaciones causales, producen de forma creciente tecnologias ‘que actéan sobre los comportamientos individuales y colectivos ya sea como medio de control de sujetos considerados enfermos menta- les, 0 sobre todo de los comportamientos «normales» ejercidos en la vida cotidiana. Se incrementa continuamente la produccién y consu- mo de medicamentos contra el dolor, el suftimiento, el insomnio, asi ‘como de férmacos consumidos para poder funcionar cotidianamente en el trabajo, en el ocio, en la desocupacién asf como en espacios pi- blicos de relaciones sociales como en espacios privados de relaciones sexuales. Cada vez més sujetos necesitan consumir drogas generadas por la biomedicina para afrontar conflictos como duelos, separacio- nes 0 enfermedades. Las causas biol6gicas vuelven a ser utilizadas desde finales de los sesenta para explicar la persistencia de la pobreza, el fracaso edu- cativo y los comportamientos violentos. Entre la década de 1950 y la ts conrolarn fos wos industries y comeriles de los descurimienos,polémica ‘ue desgriciadamente nclye stun eseavondmero de investigadores, pes a maya {cia como fanonrion ypofesionalesprecupaos por ense uit fonds par ace ica in reteacion de nveigciones sobre problema con alte demandas or pte Geos conjenton socials Es portansreconocer que as nea de investiga gus me mplrn srn n g een o ns apie pone ee tenciro ls inverores Desh gus a investiactn genti serdimpulsaa hacia Droblemes como is enfermedad de Alseimer ol enteilidad marcling, que pen fenerans la rena corto par, 176 __aparte negada de i cultura actualidad se ha buscado reiteradamente la causalidad biol6gica de la violencia, fenémeno que se expresa en los diferentes mbitos de la vida cotidiana, desde las agresiones intrafamiliares hasta su actual de- sarrollo en Ios estadios de fiitbol, pasando por el incremento de los homicidios en pafses como Colombia y Brasil. La investigacién bio- médica desarrolla intermitentemente explicaciones depositadas en al- guna parte del cerebro humano o en determinados aspectos genéticos que coinciden en detectar los suetos violentos sobre todo en las cla- ses subaltemnas: «En la diltima década hemos podido comprobar la reciente insistencia en los argumentos deterministas biol6gicos; en atribuir a disfunciones cerebrales de los individuos todos los proble- ‘mas sociales, desde las violencias en las calles, pasando por la pobre ‘educacin en las escuelas hasta los sentimientos de falta de sentido de Ia Vida que padece la mayoria de las amas de casa de mediana edad» (Lewontin er al, 1991 [1984], p. 203). {El biologicismo supone la explicacién del comportamiento hu- rlano, incluido sus padeceres, por estructuras innatas; para el socio- biGlogo Wilson (1974), la religién, la competencia, la cooperaci6n, la dominacién masculina, la agresi6n, son genéticas. Toda una serie de bidlogos en los afios sesenta y setenta recuperan la idea de la existen- ccia de una «naturaleza humana» que fuera cuestionada entre las déca- das de 1930 y 1950 especialmente por los antropélogos, y que es re- tomada por una parte de los et6logos. Eibl-Eiberfelat (197) sostiene cen la década de 1970 que el comportamiento humano est al menos {en parte pre-programado biol6gicamente. Y si bien este y otros auto- res incluyen el papel de los factores sociales, los mismos aparecen ‘como epifenoménicos y/o no decisivos. La recurrente discusién entre medio ambiente y herencia que parecfa zanjada en los cincuenta a fa- vor de los procesos socioculturales o de una articulacién entre lo cul- tural y lo biol6gico, es reinstalada una vez més a partir de propuestas biologicistas. En los ochenta reaparecen en la produccién antropol6- gica teorfas biol6gicas, previamente descartadas, que explican diver- sas instituciones humanas a través de la dimensi6n biol6gica (Cromk, 1991)? 3, La chebiltacién de Ia teaia de Westermack sobre Ia aversin sexual innata que ‘exist entre personas que viven continuamente juntas, simbolizon mi opini, el - ‘tomo de las explicacionesbiologicistas dentro de la antropologi, Véase Wolf (1993). lodlera: jes slo una metéfora? 17 Pero ademés de 1o seftalado, el incremento constante y sosteni- 4 de explicaciones eentradas en lo biolégico nos preocupa porque el 4 [biologicismo constitaye el nicleo manifiesto en torno al cual se lepi- iman, al menos en parte, las concepciones y acciones racistas, que si- ‘guen estando presentes, reaparecen o comienzan a desarrollarse du- rante los setenta en numerosos contextos tanto de paises centrales como periféricos. Ahora bien, respecto de estos y otros procesos no se generé, desde la década de 1950 hasta la actualidad, una actividad significa- tiva de investigaci6n y reflexi6n socioantropol6gica. Ya a finales de Jos sesenta, en tn simposio organizado por la Asociacién Estadouni dense para el Desarrollo de la Ciencia, M. Mead (1969) conclufa que Jos antrop6logos sociales no parecen demasiado informados ni preo- cupados por la cuestiGn racial, sefialando ademés que la informacién cientifica utilizada por los antrop6logos en los sesenta era mucho me- nor y de inferior calidad que la utilizada en las décadas de 1930 y 1940, Actualmente podriamos concluir lo mismo, lo cual no significa asumir que respecto de los avances de las explicaciones y acciones biologicistas no existan ertticas, investigaciones y reflexiones, pe en su mayorfa no proceden del campo antropolégico, sino de los bis logos, de los genetistas, de los psicSlogos, de los investigadores inte- resados en la educaci6n. En los tltimos afios algunos autores latino- americanos han subrayado el escaso interés desarrollado sobre Ia problemética racista en la antropologéa regional (Castellanos, 2000). ‘Sin embargo, esta trayectoria contrasta con un desarrollo disci- plinario que incluye cada vez mas la enfermedad y su atencién como objetivos de estudio, y que dard lugar en los sesenta a la constitucién de Ia antropologfa médica como rama especializada de nuestra disci- plina. Durante los cincuenta se intent6 recuperar Ia unidad de la an- tropologfa inclusive por uno de los Iideres te6ricos del desarrollo de como biol6gicos, as{ como a través de un enfoque holistico que supe raba las tendencias factoriales dominantes en la mayorfa de las disci- plinas, de tal manera que el andlisis antropolégico del proceso de sa- Ind/enfermedad/atencién debia incluir la dimensién biol6gica, el medio ambiente fisico, la estructura social y la dimensién cultural (Caudill, 1958). No obstante, esta propuesta sin embargo no se desa- 178 La pane negada dela cultura sroll6 en éstos términos, sino a través de la diferenciacién entre dis- ciplinas en términos de antropologfa social y antropologfa biolégica, yy dentro de la primera en términos de las orientaciones centradas en lo simbélico o en lo econdmico-politico por una parte y las que pro- ponen una perspectiva ecoldgico-cultural que incluye Ia dimensién biolégica por otra. De tal manera que pese al desarrollo de Ia antro- pologfa médica, persiste y se acentia en las principales corrientes te- Gricas el escaso interés por el papel de la dimensién biol6gica, por la articulacién entre lo cultural y lo biolégico y pot la significacién de la constante expansién de las explicaciones biologicistas 0 de las re- acciones de los conjuntos sociales respecto de las mismas. Esta situacién se observa en la falta de interés de los antropélo- ¢g0s sobre diversos procesos sociales vinculados a esta problemética pero cuya expresién son exclusivamente sociales, como son los casos del desarrollo del movimiento religioso creacionista y el ineremen- to del rechazo a las concepciones evolucionistas por sectores de la so- ciedad norteamericana, que consiguieron modificar el contenido de los textos de ensefianza secundaria, lo cual dio lugar a una reaccién ¢ intensa labor de difusi6n a favor del evolucionismo, que fue impulsa- 4a casi exclusivamente por cientificos y profesionales dedicados a las cciencias naturales, con muy escasa participacién de los antropélogos sociales, que no se preocuparon por estos procesos ni siquiera en tér- minos de su desarrollo como movimientos sociales antievolucionistas y ereacionistas (Scott, 1997). Pero esta situacién no s6lo se da en Estados Unidos, sino tam- ‘ign en paises del tercer mundo donde dominan determinadas ten- dencias musulmanas, pero también cristianas que se oponen a la evo- lucién en nombre de la religi6n. Este desinterés no s6lo se expresa en el plano de tas investigaciones, sino a nivel docente, dado que lai formacién y discusin sobre el evolucionismo biolégico y cultural han disminuido o directamente han desaparecido del currfculum for- ativo de los antrop6logos. El silencio antropol6gico es al menos interesante, dado que la instrumentacién ideol6gica y social de las explicaciones sociocultu- rales y biol6gicss y, sobre todo, su continua aplicacién priictica, obe- dece en gran medida @ nuevas situaciones sociales, como el fenome- nal incremento de la migracién «clandestina» a los pafses capitalistas centrales, pero también a situaciones que evidencian la persistencia y Blobter: jes s6lo una metéfora? Jano soluci6n de viejos problemas sociales. Una serie de movimien- tos y procesos desarrollados en este lapso potencian la recuperacién del biologicismo y también del racismo; asf, en Estados Unidos toda una serie de hechos como el fracaso de la lucha contra la pobreza y la continua produccién de pobres, y de pobres que en su mayorfa son negros, hispanos y/o amerindios; el incremento de las «patologias y desviaciones sociales» (homicidios, adicciones); el fracaso de la es- colarizacién observado en particular en pobres y grupos étnicos; la cemergencia combativa de grupos hasta entonces caracterizados por la pasividad social (en particular negros y mujeres), etc., favorece la re- cuperaci6n de explicaciones y acciones racistas, méxime cuando se hace evidente que las medidas aplicadas no solucionan el problema de la pobreza, de la violencia, ni de las adicciones a medio 0 a largo plazo: «La expansi6n del pensamiento y del argumento determinista biol6gico en los tempranos setenta fue precisamente una Tespuesta a las demandas militantes cada vez més dificiles de atender (...] Para cada militancia hay una explicacién biol6gica apropiadamente con- feccionada que Ia priva de su legitimidad» (Lewontin et al, 1991 [1984], p. 36; S. Rose, 1979 [1976]). El desarrollo del determinismo biol6gico ya sea referido a la raza o al sexo fue impulsado por el sur- gimiento de Ia «nueva derecha» en Estados Unidos durante los ochen- ta (Morgan, 1993), Pero es necesario subrayar que la recuperacién de explicaciones ¢ intervenciones biolégicas no s6lo obedece a estas instancias, sino que deben ser articuladas con otras que responden a objetivos dife- rentes aunque complementarios. Ya hemos sefialado que determina- das formas de vida inciden en el desarrollo e implementacién de tec- nologias biomédicas, y favorecen el surgimiento de explicaciones y ««soluciones» biolégicas. Los nuevos usos del tiempo personal por la pareja hombre/mujer o por uno de sus miembros, estrechamente vin- culados al desarrollo de determinados estilos de vida, favorece cada ‘vez més la no tolerancia de la denominada hiperactividad o de otros comportamientos de los hijos; asf como las limitaciones no sélo eco- rn6micas sino sociales tienden a una creciente exclusién de los ancia- nos del medio doméstico. Paralelamente, la necesidad de las institu- ciones hospitalarias, en especial geridtricas y de salud mental, de reducir costos y de organizar mejor los controles burocréticos sobre Jos pacientes impulsan funcionalmente no sélo la formulaciGn de ex- SSS ea plicaciones biologicistas, sino sobre todo el uso de précticas farma- colégicas de control, basadas en Ia aplicacin de tranquilizantes tanto ‘A nifios y ancianos como a enfermos mentales. Ms atin, segtn algu- nos autores, una de las consecuencias paradéjicas de la despsiquiatri- zacién hospitalaria en varios paises, ha sido el incremento del consu- mo farmacol6gico a nivel de a vida cotidiana. En otras palabras, toda una serie de procesos distmiles y aparentemente no relacionados, y desarrollados tanto a nivel de institucfones como de microgrupos, se potencian para favorecer el uso de tecnologfas biolégicas. % [Tales procesos refuerzan el papel no sélo de las interpretaciones bioldgicas de la enfermedad, sino de la biomedicina, incluyendo el descubrimiento por antropélogos, sociélogos y literatos de que en torno a las enfermedades se constituyen algunas de las principales metéforas de la sociedad, al menos de la sociedad occidental, lo cual fue analizado para un amplio espectro de padecimientos que van del aleoholismo al sida, pasado por la tuberculosis y el dolor crénico. Y es esta potencialidad metaférica que tienen los padecimientos para los sujetos y grupos lo que debe ser reflexionado para reconocer las consecuencias que puede tener Ia biomedicalizacién de la enfer- rmedad. Desde fines del siglo xix se ha propuesto que los nativos ame- ricanos tienen una predisposicidn biolégica que favorece el desarrollo del alcoholismo, y esta propuesta se ha reiterado a lo largo del siglo 2c pese a que también reiteradamente las propias investigaciones biomé- dicas reconocen que no pueden demostrarlo. Durante la década de 11990 especialistas en alcoholismo y cirrosis (Narro et al., 1999) han propuesto que la cirosis hepética ince en forma diferencil en gra- pos indfgenas mexicanos debido a causas de tipo biol6gico y del tipo de bebida alcohélica consumida (pulque), aun cuando hasta ahora s6lo constituye una inferencia epidemiolégica de tipo estadistico Pero més alla de que esta afirmacién sea o no correcta, lo que ime preocupa es la formulacién de explicaciones téenicas que pueden reforzar estigmatizaciones racistas. Subrayo que la cuestién no radi- ca en negaru ocultar los hechos, sino en evidenciarlos y no s6lo atra- vés de conjeturas que hasta ahora no pueden demostrarlo, En este como en otros casos, y més alld de Ia intencionalidad de los autores, cl saber biomédico parece no reparar en que la formulacién de este tipo de interpretaciones pueden ser usadas con objetivos racistas in- clusive por el propio personal de salud. Blodlera: es slo una metéfora? 181 La enfermedad y le biomedicina constantemente son utilizadas para tesignificar procesos econémico-politicos en témminos de enfer- medad, de tal manera que desde Ia desnutricién imperante en varias regiones de Brasil, y especialmente en el noreste (Sheper-Hughes, 1997), hasta la masa ereciente de personas que no tienen vivienda donde vivir en Estados Unidos, tienden a ser analizados y a encontrar «soluciones» no en términos socioeconémicos, sino en términos de problemas de salud, inclusive de salud mental, que en el caso de los sujetos «sin vivienda» aparece relacionado con el proceso de deshos- pitalizacin psiquiétrica (Mathieu, 1993). ‘Uno de los procesos interstciales mas opacados através del cual, podemos observar la expansidn de la biomedicalizaciGn es el que con- cieme al continuo aumento de la esperanza de vida en précticamente todas las sociedades, pero especialmente en las capitalistas desarro- ladas, as como al incremento constante de sujetos que padecen en- fermedades, invalid. 0 adicciones erénicas o cronificadas. De sujetos ceuyos padecimientos son detectados a edades cada vez mas tempranas, por lo cual se ampla constantemente una poblacn earacterizada por vivir la mayor parte de su vida con un determinado padecimiento. Dé tal manera que un sujeto que a os quince aos le detectan diabetes de sarrollard su vida a través de su enfermedad, lo cual significa no s6lo? que algunas de sus actividades deberén reorganizarse en orno a su pa-| decer, sino que éste es parte de su manera normal de «estar en el mun-) do» y/o de su identidad como sujeto. Pero este estar en el mundo no} s6l0 normaliza lo patol6gico como parte de Ia vida —hasta posible- | mente despatologizarlo— sino que normaliza el. uso de medicamentos | y tatamicntos que en su mayorfa proceden del saber biomédico y de Inindusra quinico-farmacétice por lo menos pata algunos sectors sociales, que en determinados paises tanto centrales como periféricos | son los mayoritaios, Este tipo de procesos, que es parte sustantiva de | la Vida de los sujetos y grupos, normaliza la biomedicalizacién como Parte de los saberes y experiencias cotidianas Ahora bien, este avance mis 0 menos silencioso y silenciado del biologicismo en la vida cotidiana es correlativo del paso a primer pla- no en las ciencias sociales de las concepeiones construccionistas que radicalizaron las propuestas elaboradas parcialmente por el cultura- lismo norteamericano entre 1920 y 1950, para sostener que toda ca- racteristca humana, ineluidos el euerpo, el sexo, la enfermedad, las 182__ Lapartenegada deta cu {emociones o la raza constituyen construcciones sociales. ELconsirug. cionismo cuestiona al biologicismo, al establecer que todo procese, { por més biolégico que sea, constituye siempre una construccién so. cial en la medida en que es utilizado por los grupos y sujetos huma. nos, de tal manera que la infancia o la vejez pueden remitir ala di ‘mensién biolégica, pero se definen a través de los usos y significados Esta concepci6n que es inherente a las principales maneras an ‘topoldgicas de entender la cultura, se articulard durante los sesentay setenta con procesos como la critica a la psiquiatria, la descripcién de las funciones de la ciencia, o el espectro de tendencias feministas, para proponer que el cuerpo, el sexo 0 la enfermedad son «construc. cciones» y que los estudios sobre éstos y otros campos no s6lo son construceiones sino que contribuyen a «construir» los padeceres 0 los ‘cuerpos, de tal manera que todo deviene construeci. Esta orientaci6n se observa especialmente en la critica respecto del saber biomédico, y especialmente del proceso de medicalizacién, ue expresa la biologizacién y patologizacién no sélo de los padeci mientos, sino de toda una variedad de comportamientos; més atin, gran parte de los diagnésticos y tratamientos son observados como instrumentos a través de los cuales los médicos construyen profesio- nalmente los padecimientos basicamente a partir de indicadores bio- I6gicos, y desde esta perspectiva el saber médico es considerado si- multéneamente como una construccién social y como un constructor técnico de padeceres. Se «descubre» que el saber biomédico desarrolla desde media- dos del siglo x1x explicaciones y técnicas que normalizan cientifica- ‘mente la discriminacién de sujetos y grupos sociales en términos bio- {6gicos, justificando la intervencién biomédica. Las concepciones y {écnicas eugenésicas, as{ como las esterilizaciones, son parte, desde finales del siglo xtx, de un saber biomédico que fue aplicado inicial- ‘mente a la poblacién de los paises de mayor desarrollo capitalista. En el caso norteamericano la primera ley eugenésica data de 1907, y la esterilizacién eugenésica fue permitida hasta 1994, afio en el cual la esterilizaciGn forzada era todavia legal en dieciocho estados respecto de locos, débiles mentales y violadores. Este «descubrimiento» se dio previamente en las décadas de 1940 y 1950, para ser olvidado y vol- ver a reaparecer durante los ochenta. 183 ‘ester: jo slo una metsfora? —_ ‘sin embargo, la intense critica al saber biomédico desarrollada especialmente entre los sesenta y 1os ochenta, y que era referids no félo sus funciones de control sociale ideol6gico y a la biomedicali- gacién de la vida cotidiana, sino también a su ineficacia respecto de toda una serie de procesos de salud/enfermedad/atencién, no modifi- 5 demasiado las tendencias dominantes del saber biomédico, que por tl contrario, desde los ochenta reajusta su saber casi exclusivamente en tomo a la dimensin biol6gica, después de que durante un lapso trat6 de articularlo con otras dimensiones que vuelven a ser excluidas (Menéndez, 1978 y 1990b). Es importante subrayar que el desarrollo paralelo del biologi- cismo, del construccionismo y de la critica a ta biomedicalizacién no condujo a la constitucién de un campo conjunto de discusién te6- rica e ideol6gica sobre aspects decisivos que los implicaban mu- tuamente y respecto de los cuales habfan elaborado orientaciones antagénicas.* Esta carencia es ms notoria porque varios de los pro- ‘cesos enumerados, en particular los relacionados con la situacién de la mujer y de los grupos étnicos, implicaban la necesidad de desa- rrollar investigaciones y reflexiones sobre la relaci6n entre lo cultu- ral y lo biol6gico, méxime cuando desde la sociobiologia y otras, tendencias surgian argumentos negativos respecto de las reivindica- ciones planteadas por las mujeres, los grupos étnicos y otros actores sociales, No obstante, debe reconocerse que hay una diferencia sustanti- vva entre la trayectoria de los estudios sobre la mujer y los referidos @ los grupos étnicos, pues mientras que éstos précticamente continua~ ron utilizando con escasas modificaciones el enfoque antropolégico dominante respecto de la relaci6n entre lo cultural y 1o biol6gico, los estudios sobre el género femenino, en particular los desarrollados desde la antropologfa, impulsaron desde finales de los sesenta inves- 4. Dentro de las cienciasantropolégicss, y especialmente de la antropologta méili- ‘case gener6a finales de los ochentay comien2ns de los noventa un debate entre I an- twopologia médica erties, as corrientesinterpretativas y las bioculturales en el cual las dos primera evestionaban la oricntacin bilogicista de as tendencias ecocultura- eas emo dominio de una orienting no ao fgnor el context sional ‘ico dentro de c iropologta desarollasu quchacer, sino el uso politico de la Investigacion bioldgica, El debate se caracteriz6 no obstante por el desarrollo de pro: [puestas convergentes. Véanse Armelagos el. (1992), Blakey (1987): Leatherman et {1 (1993), Morgan (1993); Singer (1989 y 1993); Willey (1992 y 1993) 184. — La parte negada dels cultura tigaciones, reflexiones y acciones sobre el papel de lo biolégico en la situacién de subordinacién femenina, produciendo interpretaciones que colocaban en el aparato reproductivo femenino la marca de la ‘opresién, y proponfan acciones sociales y personales para revertir las consecuencias de esa impronta biolégica (Firestone, 1970; Rose y Hanner, 1979). En consecuencia, durante los sesenta y setenta la discusién so- bre la relaci6n naturaleza/cultura se convirti6 en uno de los ejes de reflexién te6rica ¢ ideol6gica de los estudios antropol6gicos del g6. nero, teniendo como trasfondo la masa de material antropol6gico y psicol6gico producida entre los treinta y los cincuenta, en particular por el culturalismo norteamericano articulado con propuestas psicoa- naliticas, existencialistas y marxistas. La postura inicial tendi6 a asumir Ia existencia de diferencias biol6gicas, pero consideradas como no decisivas, centrando la expli- cacién de la opresi6n en los procesos econémicos, sociales y cultura- les, Junto a ésta, otras interpretaciones cuestionaron la importancia de las diferencias biol6gicas, hasta incluso negatlas, proponiendo como sus ejes explicativos el poder, 1o econémico o lo psicolégico. Desde los ‘ochenta encontramos una visién bastante homogénea, que iré abando= ‘nando hasta casi climinar la discusién sobre lo cultural y lo biol6gico, de tal manera que en Ia actualidad domina plenamente la idea de que zo hay una naturaleza femenina, sino que lo femenino constituye una construccién exclusivamente cultural ° Un segundo aspecto a subrayar es que esta discusién se dio bé- sicamente en la antropologfa norteamericana, y muy escasamente en las antropologias europeas, aun cuando feministas norteamerica nas asumieran como centrales las propuestas de Sartre, Gramsci o de Beauvoir. En el caso de los estudios de género en América Latina précti- camente no se generaron investigaciones y s6lo escasas reflexiones sobre esta problemética, ya que se utilizaron las interpretaciones y ‘tendencias dominantes en Estados Unidos, es decir, no se dio real- mente una elaboracién propia sobre las relaciones entre lo cultural y Io biologi lobler: jos sblo una metifors? 185 De etnicidades y destizamientos racistas ero respecto de los grupos étnicos no tenemos nada similar, pese a aque durante los sesenta y setenta, junto con la emergencia y movi zaciones de los grupos étnicos subalternos, surgen sectores sociales que se asumen como racistas o etnorracistas, que generalmente no suelen set reconocidos y/o incluidos por los que reflexionan sobre las etnicidades y sobre las «diferencias», cuyas elaboraciones se centran sobre la identidad étnica 0 nacional, escindidas de las propuestas o de tos deslizamientos étnico-raciales. Si bien ulteriormente cientfficos sociales ¢ historiadores analizarén el denominado «racismo cultural», y especialmente toda una serie de estudios culturales recuperaré la discusién sobre el racismo, la referirén casi exclusivamente al racis- mo «blanco» y escindido de las relaciones organizadas en torno a la etnicidad y mucho més de los avances del biologicismo. Estas ausencias contrastan con toda una serie de procesos orga- nizados en torno a las relaciones interétnicas y entre nacionalidades ‘que dieron, y siguen dando, lugar a situaciones caracterizadas en nu- rmerosos casos por la extrema violencia traducida en masacres e in- cluso etnocidios —en varios casos silenciados—, en las cuales el ‘cuerpo del otto fue y es cosificado politica, racial, étnica y/o religio- ‘samen. Si bien algunos de estos conflictos se expresan bésicamente a través de las dimensiones ideol6gico-politica y econ6mico-politica (El Salvador, Camboya), en la mayoria los conflictos y masacres se expresan a través de problematicas étnicas, religiosas 0 nacionales (Palestina, Ruanda, Burundi, Uganda, Surafrica, Kurdistan, Indone- sia, Bosnia, Kosovo, Chechenia, Afganistén, Irlanda). Més atin, algu- ‘nos conflictos cuyas caracteristicas a nivel manifiesto aparecen como politicos, evidencian, sin embargo, que Ia mayorfa de la poblacién asesinada, torturada y vejada es la de origen indigena, como es el caso de Guatemala. Respecto de al menos algunos de estos conflictos se ha pretendido que no constituyen fenémenos de tipo racista, pese a ue una parte establece en la préctica una diferencia radical e incom- patible con el otto, traducida en las politicas de «limpieza étnica» propiciadas por algunos de estos movimientos. Pero ademis en este perfodo se desarrollan recurrentes episodios de violencia racial en varios paises europeos y en Estados Unidos res- pecto de poblacién inmigrante de América Latina, de Asia y de Afi 186 —__aparte negada de a cuts ca, que se expresan no sélo a través de actos mas o menos aislados, sino de polticas estatales, como en Estados Unidos, donde los mas al- tos porcentajes de detenidos en prisiones, y en particular los sujetos condenados a muerte por la justicia civil, pertenecen a «minorias étni- cas», es decir, negros, hispanos y amerindios. Actualmente, los negros y los hispanos constituyen el 56 por 100 de los condenados a muerte y €1.42 por 100 de los ejecutados, y estos porcentajes se estén incremen- tando, ya que durante 1998 y 1999 el 75 por 100 de las peticiones de penas de muerte han sido para miembros de estas minorfas, especial- ‘mente para los negros. Esto debe correlacionarse con el incremento de Ja denominada «brutalidad policial» que durante los ochenta y noven- ta se ha centrado en las minorias étnicas, y tal vez con el hecho de que €1 98 por 100 de los jueces en Estados Unidos son blancos. Correlativamente surgen grapos, movimientos o partidos politi- cos centrados en lo étnico, en lo nacional o en lo racial, y en varios de ellos observamos una sintesis de elementos culturales, politicos y ra- ‘cistas que se expresan en organizaciones politicas con alta expresion enelelectorado de Austria, Bélgica, Italia, Suiza o Ia actual Rusia’ ‘Varios procesos expresan el desarrollo o mantenimiento de préc- ticas racistas; en las ditimas guerras de «baja intensidad» desarrolla- das por Estados Unidos el mayor porcentaje de soldados muertos nor- teamericanos corresponden a minorias étnicas, observandose una especial mortalidad de hispanos; en el tercer mundo y especialmente en América Latina ciertas précticas de control de la natalidad se ejer- cen preferentemente en mujeres amerindias y negras en parte a través de esterilizaciones aplicadas sin consentimiento. Todos estos episo- dios evidencian la continuidad de précticas racistas 0 si se prefiere de etnocentrismo técnico, qué aparecen normalizadas, en un caso, por instituciones militares y, en otto, por instituciones médicas. Diversos autores sostienen que dichos grupos no sélo pertene- cen a minorias étnicas, sino también a los estratos marginales y de- pauperados de la sociedad; y si bien gran parte de estas situaciones operan fenoménicamente en términos étnico-racistas, no son com- prensibles sino se las articula con las condiciones de desigualdad y 5. Esto no supone reducr esta situacién a los pases capitalists centrales, dado que ‘sumimos que una parte de las tendencias etniistas desarrolladas en elteeer mundo, fexplicta oa través do sus pricica, desarrllan attudes y representaciones de tipo leslra 08 Slo una metéfora? 187 subalternidad socioeconémica. Por lo cual considero necesario reto- mar el andlisis de las diferencias en términos de articulacién clase/ra- ‘aletnia, ya que si bien es una articulacién reconocida, no contamos con explicaciones satisfactorias respecto de los procesos de exclu- si6n/inclusién que operan entre condiciones étnicas y de clase en los diversos contexts latinoamericanos. ‘A principios del 2000 el Instituto de Investigaciones Aplicadas (PEA) de Brasil inform6 que los trabajadores negros ganan la mitad del salario percibido por los blancos, pues mientras que éstos obtie- nen una media mensual de 403 délares, los negros s6lo reciben 187 délares. La continuidad de esta situacién, pese al desuso del concep- to de clase, se evidencia desde Ia década de 1960 hasta la actualidad a través de los resultados de las investigaciones sobre la pobreza, imarginalidad y deprivacién econ6mica y cultural desarrollados en los afios sesenta y setenta, asf como de los trabajos referidos a la infra- clase (underclass) desarrollados especialmente en los afios ochenta yy noventa, en los Estados Unidos segiin los cuales son las minorfas Ginicas, y especialmente la poblacién negra, las que estén en peores condiciones socioeconémicas, y 1as que desarrolian la menor particl- pacién politica (Fassin, 1996). La informacién epidemiol6gica, especialmente la producida por la salud publica de Estados Unidos, se caracteriza por utilizar la cate- gorfa raza para describir y codificar las enfermedades y 1a mortali- ‘dad, evidenciando que son los grupos raciales negro, hispano y, sobre todo, amerindio los que tienen las mds altas tasas de mortalidad y rmorbilidad, y las menores esperanzas de vida. Esto opera préctica- mente en todos los campos, desde las investigaciones sobre alcoho- lismo donde se observa que en la poblacién amerindia las tasas de mortalidad de los principales padecimientos relacionados con el con- sumo de alcohol duplican y hasta cuadruplican las tasas de la pobla- cin blanca en términos de mortalidad (Menéndez, 1990b), hasta los ‘trabajos sobre contaminacién ambiental que comicnzan a mostrar desde finales de los setenta que las minorias raciales son las més ex- puestas a la poluci6n, legando a la conclusién que la raza constituye el criterio més significativo para predecir la relacién entre condicio- nes de vida, morbimortalidad y toxicidad del medio ambiente, lo cual conduce a algunos autores a hablar de «racismo ambiental» (Gross- ‘man, 1993), 188 La pare negada de la coltura La existencia de esta informacién en la salud piblica de Estados Unidos, es debido a que ha utilizado el indicador raza para describir y analizar los padecimientos, pero procesos similares operan en otros paises, aun cuando permanecen «ocultos» por la falta de informacién, No obstante, una creciente masa de investigacién antropol6gica ha {do dando cuenta de esta situacin en las comunidades indigenas y ru- rales en diversos contextos incluido el mexicano (Mendoza, 1994, Menéndez, 1984; Nervi, 1999; Ortega, 1999). El racismo cotidiano'ha sido un fenémeno normalizado en Amé- rica Latina, y puede ser observado en los recientes episodios de vio- lencia racial hacia bolivianos desarrollados en la provincia de Buenos Aires, asf como en los céinticos antisemitas y exhibici6n de sfmbolos nazis por ciertas «hinchadas» de fitbol en Argentina. Pero el racismo no sélo adquiere cartacteristicas fisicas y simbélicas como las sefia- ladas, sino que se expresa a través de ciertos comportamientos obser- vados sobre todo en sociedades de América Latina cuya poblacién ‘mayoritaria es de origen amerindio. En pafses como México los me- dios de comunicacién se caracterizan por proponer casi exclusiva- ‘mente modelos racistas, donde las actrices y los actores sobre todo los protagonistas 0 las y los modelos que venden publicidad a través de sus cuerpos son inevitablemente blancas y blancos. Bsto ocurre in- cluso cuando tos actores centrales representan personajes de clase baja incluidas tas empleadas domésticas cuyos rasgos rubios 0 glie- ros contrastan con los de la masa del personal doméstico del pafs. ‘Més atin, a trayectoria del cine mexicano evidencia el ineremento de este tipo de exclusiones, dado que especialmente durante los cuaren- tay cincuenta, una parte significativa de los actores protagonistas, tanto mujeres como varones, evidencian rasgos indigenas, lo cual Practicamente desaparecerd del cine actual. % {Estos procesos expresan valores colectives colocados en la blancura de la piel y que se evidencia a través de toda una variedad de comportamientos que han sido hist6ricamente detectados pero esca~ samente analizados en su significacién racista en términos de hege- monfa/subalternidad, como por ejemplo Ia tendencia de las madres a bblanquear la piel de sus hijos, préctica también desarrollada por los adolescentes, especialmente mujeres, y para la cual no sélo contamos con técnicas populares/tradicionales de «blanqueamiento» que pue- den adquirirse en los mercados populares, sino que en los siltimos loblers: es slo una metéfora? 189 atfos se han incrementado a nivel de los medios de comunicacién, y ‘especialmente el televisivo, los programas de publicidad que prome- ten a través de aplicaciones cuténeas o de la ingestién de ciertas sus- tancias «aclarar tu piel més alld del tono genético de origen», es de- cir, disminuir el tono oscuro de la piel, a través de productos que fundamentan su eficacia en la tecnologfa cientifica con que son ela- borados. Sin embargo, los antropélogos dedicados a las etnicidades en té ‘minos de diferencia siguen anclados en el estudio de determinados as- pectos simb6licos incluso cuando tratan fenémenos vinculados al po- der, ya que si bien especialmente en Estados Unidos algunos incluyen el papel que manifiesta o larvadamente cumplen las representaciones y pricticas de tipo racista o étnico-racista, las analizan de forma uni- lateral, ignorando los procesos de deslizamientos étnicos hacia el ra- ccismo. Una parte de estos estudios opera como si la descripeién de ciertas précticas, que evidencian el peso de las relaciones de hegemo- nfa/subalternidad, cuestionaran la identidad étnica, mientras que otra analiza lo étnico 0 ciertas identidades nacionales como si se dieran en un vacfo de posibilidades de ser encausadas hacia posturas expresa- mente racistas, hacia actividades no sélo de masacres y etnocidios, sino de prejuicios discriminatorios, odios, agresiones éinico-raciales cn la vida cotidiana, y esto a su vez basado en la negacin del racismo ‘como hecho normalizado en la vida cotidiana. Més atin, esta negacién forma parte de la normalizacién cultural del racismo, en la cual en ‘América Latina se potencian las versiones oficiales y las representa- ciones y précticas sociales que prevalecen en Ia sociedad civil. Lo importante a recuperar es que no s6lo la discusién sobre la relacién entre lo cultural y 1o biol6gico o Ia informacién actualizada so- ‘bre la dimensién biol6gica no son incluidas en sus reflexiones por los ‘multiculturalistas y/o los etnicistas, sino que los procesos de racismo {ntersticial construidos en las relaciones de hegemonia/subalternidad no parecen interesar a la mayorfa de las tendencias antropolégicas. En nuestra disciplina los intereses especificos se han reorientado ha- cia la etnicidad y hacia el multiculturalismo en términos de funda mentar su diferencia, su identidad o su hibridaci6n, lo cual nos parece interesante, pero la mayorfa de los especialistas en estas problemati- ‘cas no parecen reparar demasiado en el trénsito potencial que opera entre lo étnico y lo racial, y que puede convertir en odio racial lo que 190 durante un tiempo fue sélo identidad o pertenencia étnica. Lo que ‘més subrayan algunos autores desde los ochenta y, sobre todo, duran- te los noventa es el «nuevo» papel que desemperta la cultura como mecanismo racista, y subrayo lo de nuevo por la revisién que hare- ‘mos més adelante. En esta actitud antropolégica influyen fundamentalmente dos tendencias: la primera organizada en la produccién antropol6gica du- ante 1920-1950 y que desarroll6 una concepeién del ser humano ‘como constituido exclusivamente a través de la cultura, lo cual fue por otra parte asumido por el conjunto de los sectores socialistas y/o marxistas: «La nueva izquierda briténica y estadounidense posterior 21968 ha mostrado una tendencia a considerar la naturaleza humana ‘como casi infinitamente pléstica, a negar la biologfa y a reconocer ‘inicamente la construcci6n social. El desamparo de la infancia, el do- lor existencial de la locura, las debilidades de la vejez, todo fue tras- mutado a meras etiquetas que reflejaban las desigualdades en el po- der. Pero esta negacién de lo biolégico es tan contraria a la verdadera experiencia vivida que ha hecho a la gente més vulnerable ideol6gi- camente al llamamiento al “sentido comiin” del determinismo biol6- ico reemergente» (Lewontin et al., 1991, pp. 22-23). Esta concepcién, como hemos analizado recurrentemente, Se ex- ;presa en una antropologia que hasta fechas recientes ha podido des- cribir y analizar la enfermedad y la muerte casi exclusivamente en términos simbélicos y précticamente sin referencias a la mortalidad, al dolor o las consecuencias de la enfermedad en el sujeto y en su s0- ciedad (Menéndez, 1981, 1990a, 1997a y 1997c). Pero lo que me in- teresa subrayar es que tanto el multiculturalismo como gran parte del construccionismo manejaran estas probleméticas sin incluir los refe- rentes racistas y biologicistas que eran centrales para los culturalistas que construyeron el paradigma antropolégico respecto de la relacién biol6gico/cultural entre los veinte y Ios cuarenta. Pero ademas tenemos una segunda tendencia desarrollada desde Jos sesenta, que frecuentemente ha legitimado el etnicismo radical a través de considerar que el racismo es una creacién unilateral de la s0- ciedad occidental («blanca»), contra la cual valdrian todos los medios de enfrentamiento, incluidos los «raciales», de tal manera que deter- ‘minadas acciones que van desde el asesinato individual o masivo de ‘«extranjeros» hasta Ia violacién de mujeres —recordemos los escri- La parte negada de Ia cultury See tos y acciones de E. Cleaver durante los sesenta— aparecen legitima- os por ideologfas que al menos en parte constituyen reacciones con- {ra la sociedad blanca dominante. Estas propuestas, que legitimaron Javiolencia antioccidental como respuesta y «superaci6n» de la situa- ci6n colonial, fueron desarrolladas por el fanonismo, algunas tenden- cias del movimiento negro norteamericano de los cincuenta y sesenta y ulteriormente por algunos fundamentalismos politico-religiosos de jos setenta y ochenta, y se expresan actualmente a través de algunas tendencias de los estudios de etnicidad y paradéjicamente de varios de los interesados en procesos multiculturales donde el racismo es re- ducido a «racismo caucésico». Asi, para autores como Mc Laren el ra- cismo blanco es parte nuclear de la ideologia dominante en Estados Unidos, operando de forma consciente pero, sobre todo, «inconscien- te», ya que aparece como un comportamiento normalizado tanto para tos «blancos» como para los restantes grupos, por lo cual: «En vez. de acentuar la importancia de la diversidad y de la inclusién, como hace le mayoria de los multiculturalistas, deberfa hacerse mas énfasis en el papel que ha tenido la construccién social y politica de la supremacia bianca» (1998, p. 8). Para autores como McLaren, una vez erradicada Ja supremacfa blanca desaparecerfa todo racismo, confundiendo color dea piel con dominacién capitalista y también con otros tipos de do- minaciones. Una parte del multiculturalismo y del poscolonialismo centran su discurso en la eliminacién de la supremacfa blanca como exprte- siGn bsica del colonialismo y de la hegemonia occidental, por lo cual para algunos autores serfa secundaria la orientacién esencialista 0 hi- bridista que adquieren los diferentes tipos de cuestionamientos, dado ue el objetivo es la eliminacién de la hegemonia de la sociedad oc- cidental, de Ia cual el racismo blanco aparece como su componente ‘mis significativo, articulado con el sexismo, la homofobia y toda una serie de exclusiones a diferentes sectores sociales. ‘Sin negar el papel central, y lo subrayo, de la expansién colonial, en acl desarrollo del racismo (Menéndez, 1968, 1969 y 1971; Rivas, 1973), sin desconacer el papel de las concepciones y précticas étnicas violentas como mecanismo para legitimar la propia identidad dete~ riotada y posibilitar el autodesarrollo, a reduecin de todo racismo al racismo blanco y la interpretacién de toda actitud etnicista radical ex- clusivamente como diferencia cultural, limita la comprensién de los 192__ parte negads deta eutaeg diferentes procesos a través de los cuales se expresan estas précticay de exclusién fisica y simbélica, méxime cuando en dichos andlisis ¢] sistema capitalista no aparece o es reducido a sistema cultural y/o q «capital simbélico». Toda una serie de episodios actuales, desde el gol. ppe de estado dado en Fidji a mediados del afio 2000 por un sector de Ja poblacién nativa para excluir del poder politico a toda otra minoria, «étnican, especialmente a la hindi, y establecer constitucionalmente «que s6lo los originarios de Fidji pueden gobernar dicho pats, hasta gl exterminio de entre 500.000 y 800.000 tutsis y hutus moderados rea- lizada por los hutus en Ruanda en 1994, evidencian la persistenc ‘ylo desarrollo de relaciones étnico-racistas que si bien estan relacio~ nnadas con el proceso colonialista no pueden ser reducidas exclusive ‘mente al mismo. Méxime cuando casi siempre las acciones de «lim- pieza étnica» utilizan sfmbolos de identidad cultural, como podemos ‘observar en las acciones desarrolladas por los dayak de Borneo (In- donesia) desde 1997 hasta la actualidad contra inmigrantes de las is- las cercanas pertenecientes a otros grupos étnicos. En sus acciones antiinmigrantes los dayak no s6lo se visten y pintan con signos tradi- ccionales de su cultura, sino que suelen cortar las cabezas de algunos inmigrantes para exhibirlas en desfiles, as{ como desarrollan actos de canibalismo ritual, todo lo cual remite a principios de identidad y de justificacién étnica de sus acciones. Debe asumirse que las limpiezas Gtnicas que se realizan en nombre de la raza, de la religiGn, de la eco- nom{a 0 del significado de la tierra, constituyen siempre «limpiezas culturales» o politico-culturales; de ahi que no fue s6lo un acto de ci- nismo que los serbiobosnios denominaran «limpieza cultural» a sus actividades genocidas antimusulmanas, sino una explicita referencia de sus acciones a la identidad cultural. En la interpretacién de estos procesos domina una tendencia que sostiene que el etnicismo radical, el racismo y/o el nacionalismo de- sarrollados en paises asiéticos, afticanos o latinoamericanos son una consecuencia exclusiva del colonialismo, es decir, reacciones ajenas aa verdadera identidad de los grupos locales del tercer mundo. Pero sin negar el peso de la situacién colonial, ésta no puede explicar por sf sola las exterminaciones y masacres o las exclusiones de un sector de la poblacién que en nombre de la religiGn o de la etnia se genera- ron antes y después del sistema colonial, previa y ulteriormente a la constitucién del concepto de raza y de las ideologfas racistas y de las lcéler: jes s6louna metsfora?) _________ 193 cuales han sido una expresién continua las persecusiones contra los judios en diferentes dmbitos europeos, asidticos, africanos y america nos previos, y por supuesto coetineamente, al desarrollo del sistema capitalista. Que unas construcciones ideol6gicas se legitimaran en la religién y otras en la ciencia no deben hacernos olvidar que ambas constituyen construcciones ideolégico-culturales que pueden tener efectos de discriminacién, dominacién y exterminio. Reducir el racismo a una sola sociedad, al papel del estado y/o a Jas clases dominantes limita la compresién de esta problemética, ya {que si bien el racismo puede ser impulsado intencional o funcional- ‘mente por determinados estados y grupos dominantes, debe asumirse {que dicho proceso condiuce a que al menos una parte de los grupos su- balternos asuman el racismo como parte de su propia identidad posi- tiva o negativa y frecuentemente a nivel no consciente, o si se prefie- re, de inconsciente cultural. Debemos reconocer que los racismos se desarrollan hist6ricamente, y que en el proceso hist6rico se van cons- tituyendo las representaciones y précticas del conjunto de los secto- res sociales y no s6lo de los sectores dominantes. Reducir el racismo s6lo a los grupos hegeménicos supone, por una parte, desconocer que dichos grupos buscan expandir su ideologia a los grupos subalternos ¥, Por otra, que dicho proceso se desarrolla en funcién de toda una va- riedad de relaciones desarrolladas dentro de relaciones de hegemo- ifa/subalternidad que van desde la reproduccién de las ideologias ra- cistas hasta su enfrentamiento, de tal manera que pueden gestarse representaciones y précticas racistas tanto en los grupos hegeménicos como en los subalternos. Pero ademés, y es lo central para nosotros, Ios grupos sociales donde actualmente observamos problemas en las relaciones étnicas, de género o centradas en la religién son grupos caracterizados por sus modificaciones hist6ricas; su «diferencia» actual si bien constituye ‘una continuidad respecto del pasado precolonial o preimperialista no 8 idéntica a la subjetividad precolonial y/o preimperialista. La ahis- toricidad esencialista, explicitada no, sigue proponiendo la posibi lidad de un sujeto social que persiste casi idéntico a s{ mismo, pese a los procesos econémico-politicos e ideol6gicos dentro de los cuales ‘constituye su subjetividad. Posiblemente hayan sido los estudios de género femenino los que ms han cuestionado esta visi6n culturalista (racista) a partir de ana- 19g La pate nega deta cutaca lizar la situacién de las mujeres, evidenciando la incongruencia de ‘considerar la agresién ejercida hacia la mujer en ciertos grupos étni- 0s o religiosos como un proceso, que aun implicando la muerte tem- prana de la mujer, aparece legitimado culturalmente, de tal modo que ¢ observada como un proceso simbélico cuya legitimidad remite al punto de vista del actor; mientras que la violencia antifemenina ob- servada en contextos urbanos con mayorfa de poblaciGn mestiza es considerada negativa. De tal manera que para ciertas tendencias tedricas la legitima- cin o deslegitimacién de un proceso no pasa por sus consecuencias, por més graves que sean, sino por su referencia a lo simbélico enten- dido como legitimador de la verdad cultural. Sin negar la significa- ci6n de la sociedad occidental en el impulso del racismo —y del se- xismo y de la homofobia—, reducirlo s6lo a la misma simplifica una problemética que incluye otro tipo de complejidades imposible de- ducir al maniqueismo con que algunos multiculturalistas y/o etn tas pretenden analizarlo, La cuesti6n no consiste en negar el racismo yy el etnocentrismo de la denominada sociedad occidental, sino asu- mia que toda sociedad puede generar representaciones y précticas ra- cistas como parte de su propia dinémica sociocultural. El desarrollo desde mediados de los ochenta de andlisis que reco- nocen la existencia de un racismo cultural en varios paises europeos, segtin los cuales la xenofobia no refiere ahora a criterios biorraciales sino a criterios culturales, posiblita redescubrir que el nicleo del pro- bblema no reside en los criterios utilizados, sino en el sentido dado a éstos asf como en las fuerzas sociales que los impulsan, més allé de que apelen a lo biol6gico, a lo religioso 0 a lo étnico. Esto, como ve- rremos luego, no niega la existencia de especiticidades, sino que cues- tiona el uso de una mirada unidireccional respecto de los procesos de xenofobia. El escaso interés por la dimensién biol6gica y por el etnorracis- ‘mo contrasta también con la recuperaci6n del «cuerpo» como catego- rfa central de la antropologta desde los afios setenta, donde observa- ‘mos que Ia linea dominante tiende a ver el cuerpo como un cuerpo cexclusivamente culturalizado, y sin casi referencias a lo biol6gico y/o alo racial incluso en los que, especialmente desde la fenomenologéa, proponen una unicidad biocultural del cuerpo, o si se prefiere, una no- ci6n de cultura corporizada. Recupera la postura elaborada por el cul- Bletler:jes6louna mets? 195 turalismo norteamericano entre los veinte y los cincuenta, que fue quien fundament6 la idea de cuerpo culturalizado, pero, y esto esté frecuentemente ausente en Ia actualidad, una parte del relativismo cul- tural construy6 o al menos resignificé dicha concepci6n justamente a de una lucha no s6lo académica sino ideol6gica contra el biolo- gicismo y el racismo, Se suele olvidar que pocos atios despues de que R, Benedict publicara el texto que en cierta medida fundamen el re- lativismo cultural norteamericano (1934), no s6lo se empefié en una lucha contra el racismo que la llev6 a la carcel, sino que produjo un notable texto sobre el racismo (1941) que es complementario del tex- to anterior, aunque las lecturas culturalistas actuales tienden a recupe- rar el primero y a olvidarse consistentemente del segundo, Esta carencia de reflexién actual me preocupa por el potencial deslizamiento de lo étnico, de lo corporal, de lo biol6gico hacia lo ra- cial, como ya ocurri6 dentro de la antropologia y, sobre todo, dentro de los conjuntos sociales incluidos los subalternos entre las décadas de 1920 y 1940, cuando se desarrollaron las concepciones étnicorra- ciales més radicales y se acufiaron conceptos como «ethnos» entendi- do como unidad biocultural y utiizado con objerlvos racistas por unt parte de la antropologia europea, pero también por otras antropolo- ‘g{as como la japonesa entre las décadas de 1920 y 1940 (Marshall, 1993 [1969). El cuerpo y sus bondades Por lo tanto, los procesos y tendencias analizados deben ser relaciona- dos con el notable desarrollo de las investigaciones sobre el «cuerpo» El cuerpo fue redescubierto a partir de los afios sesenta en términos de su papel en la vida cotidiana y en particular como preocupacién cen- tral de lo que serfan los estudios de género, y a partir de los setenta cobré importancia en las ciencias antropol6gicas a través de toda una variedad de problemas especialmente los referidos al proceso de sa- Ind/enfermedad/atenci6n, para convertirse en los ochenta en una de las categorias centrales de la antropologfa norteamericana.. El descubrimiento del cuerpo a nivel de la vida cotidiana se de- sarrolla de forma aparentemente contradictoria: por una parte, se re- [jg ease eee eee ae lesen: jess6lounametifon? 07 ccupera el cuerpo en términos de salud, belleza, negaciGn del enveje- cimiento y hasta de la muerte. Esta revaloracién del cuerpo se da en a préctica en términos de la afirmacién de la presencia individual de los sujetos. Por otra parte emerge una continua devaluacién del cuerpo en diferentes campos, y asf se observa la pérdida de importancia a nivel simbélico y econémico del cuerpo en el proceso productivo espe- y la mayorfa de sus expresiones biol6gicas son expresi6n de una cultura determinada (Stein, 1985 y 1990) 0, como he sefialado reiteradamen- {e, 10s usos del alcohol incluido el alcohotismo es lo que los sujetos y ‘grupos hacen con el alcohol en una sociedad determinada, y no s6lo To que el alcohol hace con los sujetos y grupos sociales (Menéndez, 19900). , Las descripciones en términos cognitivistas, 0 no, de las repre~ sentaciones y précticas que los grupos étnicos tenfan de su fisiologia y anatomifa, las continuas etnografias sobre medicina tradicional y so- ire enfermedad mental que propondrian términos como psicosis étni cas, sindromes culturalmente delimitados o sindromes estilizados tienden a proponer como idea dominante la existencia de anatomias, fisiologias y padecimientos locales, lo cual esté ya elaborado en los trabajos de R. Benedict de mediados de los treinta. Los aportes mas recientes centrados en el cuerpo ademas de sus descripciones etno- _sficas de problemas particulares, lo que hacen es sobre todo exten- der estas concepciones a sociedades «desarrolladas» y al sistema mé- dico occidental o a los sistemas de otras sociedades complejas como Ja japonesa o la hinds. Pero la concepcién de que la realidad, incluido el proceso de salud/enfermedad/atenci6n, se define a partir de los significados da- dos por cada cultura y que, en consecuencia, toda enfermedad se ex- presa localmente, estaba claramente desarrollada por toda una serie de autores que como Hallowell sostenfan a principios de los cuaren- ta que: «Los fenémenos celestes y meteorolégicos o las plantas y animales del habitat del hombre nunca estén separados de los concep- tos y creencias que sobre ellos tiene una cultura particular. La actitud del hombre hacia los mismos es funcién de la realidad definida cul- turalmente y no en términos de su mera existencia fisica. Los obje~ tos fisicos del medio s6lo penetran en el orden de Ia realidad del hombre como funcién y normas especificas de una cultura» (citado pot Kluckhohn y Mowrer, 1944, p. 13). Es la cultura la que constru- ye los significados a través de los cuales los sujetos se relacionan on los objetos «naturales», que en esa medida pasan a ser productos culturales. /~ _ Desde nuestra perspectiva, las propuestas fenomenol6gicas ac. 206. La parte nepada de acuta tuales reiteran algunas de estas formas de pensar, especialmente lag desarrolladas por Benedict, Hallowell 0 M. Mead y, por supuesto de Durkheim. Considero que la diferencia més importante entre los anti- guos y los nuevos culturalistas no radica en la manera de pensar Ia, ‘unidad biocultural, sino en el papel dado al sujeto en el desarrollo de esta unicidad, pues mientras que para autores como Csordas, Del Vecchio Good o Kleinman el individuo es el agente de la unicidad biocultural através de su trayectoria de vida, para Benedict o Mead lo decisivo es el patrén cultural de comportamiento y para los durkhei- ‘mianos el orden simbélico, Pero a partir de recordar, como hemos se- fialado reiteradamente, que algunas tendencias del culturalismo nor- teamericano recuperaban el papel del sujeto como ninguna otra corriente antropélogica del perfodo lo hiciera, de tal manera que el ‘nuevo culturalismo fenomenolégico constituye también en este as- pecto una continuidad respecto de Benedict, Hallowell o Mead més alld de su propio registro geneal6gico. ~ Por consiguiente, no es la concepcién de unicidad biocultural lo que los diferencia, sino el papel diferencial dado al sujeto, de tal ma- nera que si bien para autores como Csordas (1994b) la nocién de «es- tar en el mundo» es la decisiva para explicar la unidad biocultural, cha nocién en sus narraciones refiere a la dinémica de un individuo més que a la de una cultura, de un individuo que, como ya vimos, puede incluso modificar la cultura en sus procesos y estructuras més sagradas. Desde esta perspectiva es importante reconocer que este tipo de propuestas posibilita el trénsito hacia una antropologia de las précticas, pero reducida al papel del individuo y donde se pierde u ‘opacan las dinémicas culturales colectivas. Por otra parte, algunas de estas concepciones no fueron s6lo de~ sarrolladas por la antropologia, ya que diferentes escuelas sociol6gi- cas, de psicologfa social y psiquistricas habfan ido gestando conclu- siones similares. Esto fue trabajado especialmente respecto de la enfermedad mental y de la desviacién social, as{ como a través del andlisis de las funciones de la biomedicina, que analizan en términos de construcciones socioideolégicas, impulsando conceptos como proceso de medicalizacién y proceso de psiquiatrizacién que tratan de dar cuenta de la incidencia de la biomedicina en la cura y el con~ trol de los sujetos. Més atin, fueron los antipsiquiatras los que més 207 oslo: jes slo una metsora? —_ radicalizaron estas propuestas al sostener que toda enfermedad men- {alo al menos una mayorfa de ellas son «inventadas» por la psiquia- tria médica (Conrad y Schneider, 1980; Menéndez, 1979). Desde testa perspectiva es ctrioso que Ia mayorfa de los antropologos que trabajan actualmente estas teméticas, sobre todo en sus criticas a las funciones de la biomedicina y a la construccién de la enfermedad, jneluidos los usos del cuerpo, hagan minimas o ninguna referencia a este tipo de estudios que Ilegaron previamente a conclusiones simi fares a las suyas en la mayoria de los aspectos sefialados. Esta omisién respecto de 1a importancia de la dimensi6n social 1 de los procesos econémico-politicos sobre la produecién y cons- truccidn de los cuerpos y sus padecimientos, la observamos especial- ‘mente por los antrop6logos que trabajan dentro de lineas fenomeno- egicas. Este olvido es més Ilamativo debido a la existencia de discipli- nas, como Ia medicina social ¢ inclusive una parte de la sociologia ‘médica, que venfan subrayando desde los treinta el papel de los pro- cees0s econémicos y sociales sobre la morbimortalidad, especialmen- teen términos de distribuctn clasista del proceso de salud/ente dad/atencién, Partiendo de propuestas comunes con la antropologia respecto de que toda enfermedad expresa el medio social donde se origina y desarrolla, la medicina social propuso que si bien el céncer constitu- ‘ye un proceso biol6gico, la mayorfa de sus causas son sociales como puede ser el céncer de pulmén en fumadores, el cdncer de labio y len- gua en consumidores de infusiones muy calientes, o diversas varie- ddades de cfncer relacionados con actividades laborales (trabajo con amianto). Las consecuencias biolégicas expresarfan situaciones so- ciales y no s6lo simbélicas; el hecho de que la enfermedad incluya vulnerabilidades individuales tanto de tipo psicol6gico como biolégi- co no reduce la significaci6n de las condiciones sociales. Estas corrientes han evidenciado que no s6lo hay una distribu- cién desigual de la mortalidad o la enfermedad segin la clase social 0 los tipos de ocupacién, sino también una distribucién del envejeci- ‘miento, de la expresin corporal de una vejez.diferencial. Han eviden- ciado que el cuerpo del trabajador —que fue uno de los campos mis investigados— es modificado, o si se prefiere, constituido dentro de ‘un proceso laboral que transforma 0 construye sus dedos, sus manos, 208. La parte negada de ta caltra sus piernas, su t6rax, su espalda o su disposicién corporal. Aunque la ™mayoria de los autores incluidos en esta tendencia no lo analizaron ast, algunas de sus descripciones posibilitan reforzar las propuestas sim. bélicas sobre el cuerpo y la enfermedad, dado que el cuerpo del traba, Jador expresa no sé6lo el proceso productivo, sino los padecimientos generados por el mismo. Lo social no puede ser separado del proceso biol6gico de enfermar. La mayorfa de los antropélogos que trabajan con la categoria cuerpo desde perspectivas fenomenolégicas, por més que proponen superar el dualismo cuerpo/mente cultural/biolégico, producen sin embargo investigaciones y reflexiones en las que se excluye la di- mensién socioecondmica, 0 es referida a experiencias en las cuales se evita dar cuenta de la experiencia laboral en los cuerpos.* No obstan- te, debe reconocerse que el desarrollo de la antropologia médica ert. tica desde los setenta ha dado lugar ala inclusién de esta dimensi6n dentro de nuestra disciplina, estableciendo una continuidad con los studios desarrollados por la medicina social y otras corrientes en los sesenta y setenta. La no inclusiGu de eata dimensi6n por las corrientes fenomeno- 6gicas constituye en cierta medida una reaccién respecto de corrien- tes marxistas y no marxistas caracterizadas por su mecanicismo, bio- logicismo y aculturalismo, lo cual es todavia observable en trabajos producidos incluso por la antropologia médica ertica, pero ello ha conducido a dejar de lado una de las dimensiones donde no s6lo se observan procesos cotidianos de construceién social de los cuerpos, sino una de las posibilidades tedrico-practicas de superacién del dua- lism. Ahora bien, gran parte de estas concepciones eran también do- ‘minantes en el pensamiento alemén, que ademds tempranamente re- fiere esta interpretacién no s6lo a los grupos étnicos no occidentales, sino a todas las culturas incluida la cultura occidental. La expresién ‘is difundida de esta propuesta fue la «decadencia de Occidente» de Spengler (1993 [1918]) para quien no s6lo la miisica, la religion y la plstica son productos culturales, sino también los productos cientifi- cos, generando para demostrarlo un andlisis de la matemiética y de la 6 _Lamayorade os wabjossocolicsy anropligcns sobre el cuerpo ignoran ‘0 minimizan la dimensi6n clasista. ae on lcéler: es s6lo una metéfont? “209 fisica que influy6 notablemente a una parte de los fisicos te6ricos " alemanes. Para Spengler, como para muchos antropslogos del cuerpo actuales, no existe una fisica o una biologfa, sino muchas y diferen- tes, que corresponden a culturas particulares. Toda concepcién sobre a naturaleza, por cientifica que sea, no existe en términos de una ciencia nica comtin a todos los hombres, sino que expresa el saber deuna cultura espectfica sobre la naturaleza (Forman, 1984); y no ol- vyidemos que Spengler junto con Nietzsche, articulados con Boas y la teor‘a de la Gestalt, son las principales influencias tedricas de R. Be~ nedict. ‘La propuesta de Spengler expresaba algunas de las tendencias constantes del pensamiento alemén, que discrepaban de determinadas concepciones dominantes en la ciencia «occidental», y especialmen- te dentro de la biomedicina. Desde esta perspectiva, debemos recor- dar que dentro del campo biomédico, especialmente en los pafses de Europa Central, se desarrollaron y mantuvieron concepciones mé cas hasta la actualidad que se diferencian en aspectos técnicos y epis- temol6gicos de la biomedicina hegeménica. La medicina naturista, la balneoterapia, la homeopatfa o el sistema krull constituyen algunos de estos desarrollos. Pero ademés el psicoanslisis, las psiquiatrias di- némicas y la psiquiatrfa fenomenolégica que surgieron desde la bio- medicina cuestionan toda una variedad de sus aspectos centrales. A finales de los treinta conctufa F. Alexander: «Vista hist6ricamente la aparicién del psicoandlisis puede ser considerada como uno de los primeros signos de reaccién en contra del desarrollo tan paralizante ‘que caracteri26 a la medicina de la segunda mitad del siglo xbx; una reacci6n contra la negacién del hecho biolégico fundamental de que 1 organismo es una unidad y que las funciones de sus partes s6lo pueden ser entendidas desde el punto de vista del sistema en su con- Junto» (Alexander, 1962 [1939], p. 32), y agregaba que el psicoandli- sis justamente evidenci6 en su préctica la unidad cuerpo/mente: «El estudio psicoanalitico de pacientes revel6 que, bajo la influencia de trastornos emocionales permanentes, pueden producirse trastornos orgénicos crénicos ... Freud demostré ademas que cuando una emo- ci6n no puede ser expresada y canalizada a través de cursos normales puede llegar a ser el origen de trastomos crénicos psiquicos y fisicos» (Alexander, 1962, p. 37). Bs justamente a partir del encuentro entre psicoandlisis y de~ 219 La pate nega dla cutara terminadas corrientes de investigacién biol6gicas que surgiré en log veinte la medicina psicosomatica, que en el campo especfficamente. psiquidtrico tendré como principal influencia las propuestas freu- dianas. or otra parte, en el desarrollo de la perspectiva psicosomitica intervinieron sociGlogos y antropélogos a partir de la utilizacién de ‘marcos referenciales comunes de orientacién psicoanaltica, que posi- bilitaba tanto @ los cientificos sociales como a los médicos superar el ‘dualismo cuerpo/mente, aun cuando, como sefiala M. Mead, la medi ccna psicosomética s6lo trataba de integrar cuerpo/mente, mientras que desde la perspectiva antropolégica serfa decisivo incluir la di- ‘mensién sociocultural: «El presupuesto de que todo cuerpo humano esté moldeado por la cultura en la que el individuo se ha socializado no sélo a través de la dieta, de la exposicién a enfermedades infecto- contagiosas, de enfermedades ocupacionales, catéstrofes y experien- cias trauméticas, sino también socializado a través de las normas y isciplinas de una cultura especifica debe ser vinculado al enfoque psicosomético», agregando: «En los tiltimos quince aos la investiga- cién médica ha demostrado que los trastornos cardiacos, las fracturas, cl asma, la hipertensién arterial, 1a anorexia, la migrafia,etc., no pue- den ser explicadas s6lo por procesos biol6gicos, sino que deben set re- lacionados con la conducta y personalidad en sentido global» (1947, ‘pp. 63-64). Pero la medicina psicosomética se reduce a articular cuer- po/mente, dejando de lado la cultura «cuya comprensién es decisiva para el conocimiento del cuadro psicosomético individual» (Mead, 1947, p. 74). ‘Subrayo estas conclusiones de Mead porque se correlacionan con algunas de las tendencias desarrolladas por la antropologia ale- ‘mana entre 1920 y1940, as{ como con los trabajos interpretativos del ‘cuerpo y del padecimiento gestados por la antropologia norteameri- cana de los ochenta y noventa. Ahora bien, fue dentro del pensamiento centroeuropeo, y espe- cialmente en Alemania, donde se desarrollaron desde finales del siglo xnx el psicoanilisis, Ia psiquiatria dindmica, la psiquiatrfa fenomeno- logica, la medicina psicosomatica y toda una serie de corrientes te6- ricas y metodolégicas en psicologfa, biologia y antropologia que pro- pusieron una visién holistica, que tuvo notoria significacién te6rica y aplicada durante los veinte y treinta, Estas tendencias no s6lo cues~ losera es slo una metéfora? tionaron el mecanicismo y elementalismo de la ciencia dominante, sino que produjeron conceptos que trataron de incluir 0 al menos pen- sar la vida tanto animal como humana en términos de totalidad. Uno de esos conceptos fue el de «mundo» que desde Von Uexkull hasta Lorenz constituird una de las categorfas centrales de la biologia ale- ‘mana, segcin la cual todo animal constituye una unidad no s6lo en sf sino con su medio, ya que el medio aparece como parte intrfnseca del sqnundo> animal; no incluirlo limitarfa 0 directamente imposibilitarfa comprender el comportamiento animal, que s6lo puede ser entendido através de su medio particular: «Uno de los errores fundamentales de Jas antiguas teorfas biol6gicas, psicol6gicas y antropol6gicas consis- te en haber considerado al mundo siempre de forma identica para to- das las formas de vida». Uexkiill (1921) fue quizé el primero que trat6 de demostrar que cada animal tiene su propio mundo, cualitati- ‘vamente especifico, concebido de tal manera que forma con el animal una unidad completa. ‘Una de las tareas ms importantes de la biologia moderna con- siste en determinar «la estructura del mundo especifico para cada grupo de animales» (Werner, 1965, p. 299 [c., 1930)).’ En conse- cuencia, gran parte del pensamiento alemén, y especialmente el his- toricismo, iba a desarrollar la idea de que el medio «natural» del hombre es la cultura, la cual es parte intrfnseca de su estar en el mun- do, pero una cultura ligada inexorablemente a la «sangre y el suelo»; do af Ia propuesta de «regreso a la tierra» y de colocar en el campe- sino los valores centrales de la nacionalidad. El pensamiento y la ciencia alemana se caracterizaron durante este lapso por desarrollar la idea de totalidad y unidad frente al dua- lismo cartesiano, ola intuicién frente al andlisis, y por cuestionar el ‘mecanicismo y especialmente el principio de causalidad, al cual opo- nen conceptos como propésito, meta y valor. Con diversos matices y diferencias esta tendencia se expresa en fisica (Schrédinger), en bio- 17. Wernerutilizaré el concepto de mundo para desribir yanalizar los wamundos del hombre primitivor, que ses sobre todo un mundo de conducta, un mundo en el cual todo es visto como un gesto, por asf decirofisionémicamente, y onde todo, ya sea ‘eferente alas personas o alos objeos, existe en accidn. No es un mundo de conoci- Imientos, sina de heehos; no es esttico sino dindmico; noes terico, sino pragmtico» (1965, p- 315). Debe subrayarse que los primeros trabajos de este autor fueron dess- rrollados en Alemania a partir de los aos vente. 212__ ayant negada de acts logfa (Goldstein), en filosofia (Heidegger), en biomedicina (Von Weizsacker), en psicologéa (Kholler), en educacién (Spranger) y en précticamente todas las disciplinas En el caso de la antropologia tenemos diversos autores, desde Jos que plantean Ia unidad cuerpo/alma (biol6gico-cultural) a través de concepciones biorraciales (Gunther) hasta los que cuestionan esta mirada biologicista y colocan la unidad en la accién humana y cuya principal expresién son los trabajos de Gehilen. A mediados de los treinta, este autor considera que la concepcién dualista cuerpo/alma o cuerpo/alma/espfritu sigue siendo dominante, por lo que propone considerar al hombre en términos de accién, entendida como la act vvidad destinada a modificar la naturaleza con fines ttiles para el hom- bre. Parte de la nocién del hombre como ser carenciado biol6gic: mente y «abierto al mundo», cuya naturaleza es por definicién cultural, ya que, para Gehlen, el hombre tiene una predisposicién na- tural y hereditaria que requiere de la cultura para funcionar, y a su vez Ja cultura se construye a partir de esas predisposiciones. En conse- cuencia, la cultura humana implica a Ia naturaleza y su biologia ala cultura, Como él sefiala: «En todo caso, se puede decir que el hombre, expuesto como el animal a la naturaleza agreste, con su fisico y su de- ficiencia instintiva congénitos, serfaen todas las circunstancias inep- to para la vida, Pero esas deficiencias estin compensadas por su ca- pacidad para transformar la naturaleza inculta y cualquier ambiente natural de manera que se torne itil para su vida. Su postura erecta, su ‘mano, su capacidad tnica de aprender, la flexibilidad de sus movi- ‘mientos, su inteligencia, su objetividad, la “apertura” de sus sentidos poco potentes, pero no limitados solamente a lo importante por los instintos; todo eso, que puede considerarse un sistema, una conexién, capacita al hombre para elaborar racionalmente las condiciones natu- rales existentes en cada caso... » (1993, p. 33), y agrega: «Cuando se habla de la acci6n, excluimos todo dualismo. La divisién del proceso en corporal y animico no aportaria nada, y describirlo s6lo servieia de obstéculo [..] La accién es de por s{ un movimiento efelico complejo ue se conecta a través de las cosas del mundo exterior y Ia conduct se modifica segtin los resultados que avisan de vuelta. Como todo tra- bajo humano [...] tenemos ahi una base que nos permite meditar sobre el hombre sin caer en formas dualistas» (1993, p. 34). Gehien desarrolla una critica radical a las concepeiones domi 213 sl célera: 228 slo una metéfors? nantes sobre la unidad cuerpo/alma en Alemania, asi como a las teo- ras de los instintos y de los impulsos basicos, a través de un marco {e6rico que propone que los impulsos se constituyen en la accién hu- ‘mana espectfica. Fn lugar de proponer una naturaleza humana, parte de las condiciones de existencia de los seres humanos encontrando en Ja praxis un rasgo diferencial bésico (Gehlen, 1987, p. 36). Estas y otras propuestas tan cercanas al concepto marxista de praxis, pero también al culturalismo antropol6gico norteamericano, ‘como reconoce el propio autor, fue publicada por primera vez en 1940 en la Alemania nazi, y expresa justamente el desarrollo de toda una serie de tendencias centradas en la unidad biocultural, que inten- taron desde diferentes disciplinas superar el dualismo.' Esta diversi- dad puede observarse respecto de una concepcién bastante difundida en Europa, segin la cual el proceso civilizatorio incidfa en las condi- ciones bioculturales de los grupos, de tal manera que para autores ‘como Elias (1987 [1936}) dicho proceso tendfa positivamente a redu- cir las acciones de violencia; mientras que para investigadores como Gehlen o Lorenz la civilizacién generaba un proceso de domestica- cin que reducfa el papel de determinadas tendencias humanas consi deradas valiosas, especialmente las conductas agresivas, lo cual po- dfa tener consecuencias negativas. Pero mientras Gehlen en 1940 reconoce el papel de las instituciones para superar las consecuencias negativas de la domesticacién, Lorenz en el mismo affo llega a con- clusiones diferentes, dado que considera que «la domesticacién redu- cela tendencia natural a rechazar los tipos degenerados de la especie, por lo cual es necesario intervenir sobre esta tendencia. Lorenz en plena campatia de exterminio nazi propone que la seleccién de carac- terfsticas como el heroismo o la utilidad social pueden ser desarrolla- as por instituciones humanas al haber disminuido los procesos natu- rales de seleccién. El ideal racial como base del estado alemén puede hacer mucho al respecto» (Lewontin, 1980, p. 350). ese a que la propuesta holistica y Ia eritica a las explicaciones dualistas se dieron en todas las ramas del saber en los paises de Europa Central, fue en el campo médico donde se generaron més 8. Es interesante observar que, sobre todo en obras ulteriores, Geen (1993 [1986), ‘ecupera ls apores de a antropologia cultural nrteamericana, especialmente los de Benedict y de Mead. 214. ‘La parte negada de a ultra propuestas criticas y alternativas. En general trataron de recuperar la unicidad del sujeto enfermo incluyendo la situacionalidad y ja biograffa del mismo para explicar la constitucién del padecimiento y para proponer vias de solucién. Durante el periodo 1920-1940 die versos autores referirén la unidad del sujeto a la articulacién psi que/cuerpo, incluyendo algunos investigadores que a través de la biografia, de la situacién, del mundo del sujeto incluirfan algunos aspectos socioculturales, especialmente los referidos a la dimensién religiosa. No es casual que varios psiquiatras (Muller-Eckhard, Haf- ner, Gebsattell, Machel, Maeder, etc.) que trabajaron durante ese lapso y durante la década de 1950 dieran un papel decisivo a los a pectos religiosos (Koberle, 1965 [1958]), que unos expresan en tér- ‘minos de religiosidad en sf (Muller-Eckhardt) y otros en términos culturales referidos especialmente a a relacién médico/paciente (Maeder, 1965 [1958)). En paises europeos de lengua alemana se desarrollé una biome- icina que inclufa, de diferente manera, elementos culturales, inclusi- ve a través de aspectos étnico-raciales, que intentaron articular lo de~ mandado por M. Mead, es decir la relacién cuerpofpsique/cultura, pero que los desarrollos ulteriores fueron eliminando o marginando no sélo por razones de tipo cientifico, sino sobre todo para diferen- ciarse ideolégicamente de las consecuencias generadas por algunas de estas propuestas durante el perfodo nazi. Relativismo cultural y biologfas locales La ciencia alemana en casi todas sus ramas, y especialmente en bio- medicina, se caracterizaré por cuestionar varios de los principios centrale de Ia epistemologtfa cientffica dominante, a partir no s6lo de teflexiones sino de investigaciones. En el caso especial de la bio- medicina’ se hace evidente la influencia de la filosofia de la vida», 9, _Debe subrayarse que durante los sglos xvi yx0x se desarollaron propwestss ho istics dentro dela medicina académica elaborada en varios pases europeos, que en cl eazo de la medicina romsntcaalemana propuso y aplics profesionalmente una con ‘epeid del hombre como unidad biocultual, cuyo nicleo integrador estaba colocado fenel eespriti>. Véase Gode von Aesch (1947). 215 loSler: jes s6lo una metéfora? del vitalismo y de la fenomenologfa, y es dentro de estas tendencias aque, por ejemplo, Von Weizsaker construye especialmente durante tos treinta una orientaci6n que denominé antropologta médica de no- table influencia en Alemania, 1a cual considera al sujeto humano ‘como una tnidad, colocando el niicleo del trabajo médico «en la ex- periencia que el paciente tiene de su enfermedad, y entendiendo al paciente a través de la comprensi6n del significado simbdlico y préc- tico de la enfermedad, es decir, lo que la antropologia actual llama ‘illness narrative”» (Harrington, 1996, pp. 195-196). Estos y la mayoria de los puntos de partida de la ciencia alema- 1a, tan similares a los desarrollados actualmente por las antropologtas interpretativas norteamericanas y especialmente por los estudiosos del cuerpo y Ia enfermedad (Csordas, 1994a; Csordas y Kleinman, 1990; Good, 1994) iban a ser aplicados en términos étnico-racistas por la biomedicina en la Alemania nazi y no s6lo por los médicos de los ‘campos de concentracién. En dicha biomedicina lo holistico, Ia priori- dad de la préctica, la unidad cuerpo/alma/cultura, el hombre abierto al ‘mundo, Ia experiencia del cuerpo como sintesis tanto del sujeto enfer- mo como del sujeto sano, ec. iban a ser pensados y ulilizados ideol6- gica, profesional y técnicamente a través de categorias 6tnico-racistas. Esta biomedicina asumié que la concepcién holistica y unificada de la realidad era caracteristica de la forma de ser aria, mientras que el me- canicismo y el principio de causalidad eran propios del ser judfo, lo cual se tradujo en una legislacién que establecia que los médicos arios s6lo debian atender a los arios y los judfos s6lo a los judfos, basado en lnexistencia, como dirfamos hoy, de biologfas y sistemas médicos lo- cales y étnicos diferenciales, lo cual fue asumido y aplicado por la pro- fesién médica. Académica y juridicamente esta concepeién del mun- do permitié dentro y fuera de los campos de concentracién realizar investigaciones cientificas in vivo con sujetos de origen judio, gitano ‘eslavo que posibilit6 notorios avances cientificos respecto de deter- minados tipos de tifus, de gangrenas 0 de problemas hepéticos, asi ‘como el desarrollo de las més sofisticadas técnicas de esterilizaci6n desarrolladas hasta entonces, experimentaciones que concluyeron con Ja muerte de la mayoria los sujetos seleceionados ideolégica y cienti- ficamente para realizar este tipo de investigacién (Menéndez, 1971). La mayorfa de los temas y problemas sobre el cuerpo, sobre el dualismo, sobre la ciencia como etnociencia o sobre las biologfas lo- 216___Laparte negada de ts cat cales que aborda una parte de Ia antropologia actual fueron desarroe lados radicalmente dentro de la ciencia alemana entre 1920 y 1949, yy en menor medida por una parte de Ia antropologia norteamericang_ del mismo perfodo como ya hemos sefialado. El pensamiento antro- polégico intent6 superar la dualidad biol6gico/cultural a través de dos orientaciones bésicas: una que coloc6 el acento explicativo en los ele. mentos simbélicos de tal manera que lo biol6gico constituye una suerte de punto de referencia a partir del cual cada cultura establece una realidad particular, como fue la desarrollada por el culturalismo norteamericano y por la mayoria de las antropologias actuales del cuerpo, y otra que parte de la existencia de una unidad biocultural que también se desarrolla a nivel de entidades locales y que fue impulsa- da radicalmente bajo el nazismo y ha sido recuperada ambiguamente 4 posiblement sin sabetlo por algunas propuesas del antroplogia interpretativa actual. Gran parte del pensamiento alemén y los historicismos en par- ticular impulsaron la concepcién de que toda produccién humana, incluida la cientffica, es una creacién cultural, y que incluso la «di- ‘mensi6n biol6gica» podta ser constituida culturalmente, tal como la ‘manipulacién genética actual lo evidencia, en la medida en que la asu- ‘mamos como una técnica cultural y no s6lo como saber cientifieo. Esta idea que antropélogos como Rabinow (1992) consideran de re- ciente aparicién, no s6lo fue desarrollada por el pensamiento cen- tro/europeo entre los veinte y los cuarenta, sino que forma parte de 50 que llaman «concepcién del mundo féustica» a través de la cual algunos autores caracterizaron a casi todo el pensamiento occidental. La posibilidad de la constitucién y 0 reconstitucién de sujetos a par- tir de la produccién cientifica entendida como produccién cultural esté a la base de esta manera de pensar. Pero lo que me interesa subrayar es que estas concepciones, que inicialmente en su mayorfa no fueron impulsadas a través de concep- cones racistas, que se desarrollaron a partir de un cuestionamiento a determinadas concepciones biologicistas, y que incluso fue desarro- Iada en Alemania por cientificos y pensadores de origen judio, fue orientada hacia usos étnico-racistas, lo cual no parece ser reflexiona- do por los antropslogos actuales, que en su recuperacién de teoriasy autores que trabajaron estas problemiticas entre los veinte y los cua- renta desarrollan una apropiacién descontextualizada. La casi total i cblere: es s6lo una metifora?’ —_______247 dad de los cientificos alemanes, incluidos algunos de sus principales te6ricos, como Von Uexkilll en ecologia, Lorenz. en etologia 0 Von ‘Weiszacker en medicina, desarrollaron y aplicaron explicaciones y/o pricticas racistas pese a constituir en el caso de los seftalados no s6lo algunos de los més prestigiosos cientificos, sino investigadores que ‘en su obra previa no aparecian propuestas de tipo racista."® Aqui Ia ‘uesti6n radica nuevamente en reconocer la adhesién al racismo de la mayorfa de la ciencia alemana, a partir de varios procesos, entre los cuales subrayamos la construccién de un pensamiento centrado en la discusi6n y «superacién» de la relacién cuerpo/mente dominante en Jamedicina occidental. Pero sobre todo en el desarrollo de tendencias historicistas y existencialistas que examinaban Ia particularidad, 1a diferencia, la especificidad cultural no s6lo de la cultura sino de los cuerpos, y que establecfan Ta base técnica e ideol6gica para convertir la particularidad hist6rica en particularidad biolégica, méxime cuan- do esta diltima estaba fundamentada tedricamente por el propio histo- ricismo. Desde esta perspectiva no puede entenderse el énfasis que, du- rante los afios cuarenta y cincuenta, Sartre y otros autores colocan en el papel del sujeto, en su situacionalidad o, en la responsabilidad, en laaccién, asf como en la falsa conciencia, si no se las refiere no tan- toa su mandarinismo intelectual, como sostiene Bourdieu, sino ala experiencia vivida bajo el fascismo, a la experiencia de control total estatal, y en particular a la experiencia de la actitud racista y colabo- 10. Yacitames et respaldo de Lorenz alas politica racitss de estado; a su ver, Von Ucskil, en la segunda edici6n de su libro Staasbologia (1933), aregaré un eaptulo sobre el peligro de la razas extranjeras y la lgitimidad del estado para eliminarlas. Peto ademés uno de los ms respetados médicos dela posguerra y considerado un ‘imboloantifascsta como Von Weiszacker,siendo profesor en Heidelberg, sstuvo en 1933 en apoyo del nazismo que «Slo una politica papular de destruccign, no s6lo es reventiva sino creativay (Mu 1989, p 102), Mas a, segn Harrington, en 1986 se presenté documentacién de que Von Weizacker cuando fue director de la cli- nica nearol6gica dela Universidad de Breslau (Polonia) entre 1941 y 1945 aplicé una politica de eutanasia a nitos de razas windeseables» (1996, pp. 198-199). Debe aso- Imiseen toda su significacién que éstas no slo fueron conducts individuals, sino la ‘manera de actuar del cuerpo cientfico alemén. Cuando la Sociedad Cientfica él em perador Guillermo (aetualmenteInetuto Max-Planck) recibis en abil de 1933 una ciccular para que los directores de insttucodejaran cesentes asus colaboradores de ‘origen judo, slo un director de instituto, el profesor Haber, rechaz6 la orden y te- ‘nuni6 a su carg. Todos los dems, ncluids los directores jus, scataron estas de- isiones racists (Mulle-Hill, 1985). 218___a parte negaa deta clturg racionista desarrollada por gran parte de la poblacién europea. Hay en la actual recuperaci6n antropol6gica del cuerpo una despolitiza cin y desideologizacién que ignora la trayectoria, la experiencia y 1a ‘genealogia de muchos de los autores y teorfas que utiliza, y atin mas de los que olvida, y sobre todo respecto de la relacién de las «narra vvas» y del «cuerpo» de esos autores en el contexto cultural y econé- ico politico dentto del cual produjeron y aplicaron sus conceptos y teorfas. Llama en consecuencia la atencién, maxime por el desarrollo de procesos actuales ya sefialados y cuya evidencia iltima al menos para Europa es hasta ahora Kosovo, la carencia de reflexién sobre el po- tencial deslizamiento de las concepciones etnocientificas, etnicistas, étnicas hacia representaciones y précticas racistas; la no reflexién so- bre la posible répida resignificacién y reorientacién de conceptos no s6lo por los antropélogos del cuerpo, sino por fuerzas sociales e ideo- 6gicas que se apropian de ellos, como ocurri6, por ejemplo, con el concepto de «mundo», que fue orientado en numerosas direcciones © incluso en términos politicos de «espacio vital» para justificar la ex- pansi6n alemana durante los treinta y cuarenta. Considero que toda una serie de antropélogos, en su mayoria norteamericanos, que plantearon entre los afios treinta y los cuarenta Ja unidad mente/cuerpo/cultura, pero que colocaron el acento en lo ‘simbélico o en Jo psicocultural y en el relativismo cultural, lo hicie- ron en gran medida por convivir con propuestas antropol6gicas y po- Iiticas que partiendo de premisas como las ya seftaladas derivaron ha- cia el racismo y el etnorracismo. Desde esta perspectiva, la cuestién no radica tanto en desconocer ciertas historias antropoldgicas més 0 ‘menos olvidadas, sino saber cémo y para qué fueron usadas cientffi- ca, ideol6gica y politicamente. Por io tanto, no negamos que toda cul- tura por definiciOn es etnocéntrica, lo que no es lo mismo que negar el papel que puede cumplir el relativismo critico como «control» de los usos del etnocentrismo, tal como fue utilizado por una parte de los culturalistas durante los trenta y cuarenta, as{ como también con sus uusos neoliberales basados en la «diferencia». ‘Cuando Geertz analiza el creciente antirrelativismo desarrolla- do desde finales de los ochenta dentro de nuestra disciplina, sub ‘yando que se expresa sobre todo a través de la recuperacién de anti- {guos conceptos como «naturaleza humana» y concluyendo que lors: 26 solo una metfora? 219 actualmente en cualquier rama de la antropologfa «encontramos al- ‘gin ejemplo del retorno a una concepcién donde todo se reduce a los genes, ala naturaleza de la especie, a la arquitectura del cerebro, ala constitucién psicosexual» (1996, p. 111), y todo ello en nombre de ‘una universalidad que reduce o niega la alteridad, esta reconociendo el retorno de explicaciones centradas en lo biol6gico que pretenden dems de ser objetivas y, que segsin el propio Geertz, tratan de «co- locar la moral més alld de la cultura, Pero el lamento de este autor no resuelve ni evita el desarrollo de este tipo de explicaciones, y no lo resuelve no solo técticamente sino tampoco en términos te6ricos, en ‘gran medida porque su propia propuesta tebrico/metodol6gica contri- ‘buy6 a su legitimacién al reducir la moral a la cultura como verdad. Se necesitaria recuperar nuevamente la dimensién ideol6gica en tan- to ideologfa, y no s6lo como sistema cultural como propuso y difun- di6 Geertz (1971 y 1987), a partir de reimpulsar el andlisis sobre las relaciones cultura/verdad/ideologta que no remita la verdad exclusi- vamente a la cultura como intencional o funcionalmente sostiene una parte de los interpretativos, o solamente a la ciencia como propone tuna parte de los antropologos antirrelativistas, sobre todo porque cuando de raza, de etnias y/o de biologfa se habla debe pensarse en las fuerzas sociales de muy diferente tipo que pueden hacerse cargo de cllas a partir de sus propios objetivos, necesidades y transacciones. Frecuentemente tengo la impresién de que al menos algunos antrop6logos piensan que los conceptos, las categorfas, las teorfas y, por supuesto, la informacién producida sélo son utilizados académi- camente y/o que no existe relacin entre saber académico y saber de los conjuntos sociales, de tal manera que los refieren exclusivamen- tea los discursos disciplinarios, excluyéndolos de los procesos de apropiacién que orientan sus contenidos hacia objetivos productivos, ideolégicos, politicos ademés de académicos. Por lo tanto debemos asumir que el relativismo y el etnocentrismo son categorfas acadé- ‘micas que también son utilizadas social y politicamente, lo cual no suele ser pensado por la antropologta respecto del espectro de con- secuencias que pueden desarrollarse, dado que afirmar la diferencia yel derecho a la misma supone procesos politicos para obtener el re- ‘conocimiento de la diferencia, pero sobre todo para posibilitar las formas de ser diferente, lo cual implica no s6lo «negociaciones» sino Tuchas, 220__taparte negada de fa cultura En los affos cuarenta y cincuenta se dio una amplia y profunda discusin dentro de las ciencias sociales y especialmente dentro de la antropologfa norteamericana en torno al relativismo cultural y ala existencia o no de valores (hoy diriamos derechos) universales. Es en este lapso cuando antropélogos relativistas como Kluckhohn, Mur- dock o Linton pasaron de afirmar la relatividad a conciliarla o subal- tetnizarla alos valores universales. Las principales erfticas sefialaban que el relativismo podfa justificar casi todo tipo de comportamientos, incluidos erfmenes masivos, a partir de considerarlos comportamien. tos culturales y en funcién de la neutralidad valorativa que dicha po- sicién potencialmente incluye. Congruentemente con ello, el relati- vismo posibilita reducir los compromisos normativos y morales exclusivamente a la propia sociedad. Esta discusién se dio en diferentes campos, pero especialmente ‘en el campo educativo, donde existfan dos tendencias, una que soste- nfa de forma explicita o técita que Ia educacién debfa estar al servicio de una comunidad determinada, de establecer en el nitio los valores, de su comunidad para contribuir no s6lo a desarrollar conocimientos sino identidades: «Ast en cientos de areas rurales y urbanas nortea- ‘mericanas, la filosoffa que orienta el sistema escolar busca en primer término socializar al nifio dentro de la estructura econémica, social, religiosa y ética, a través de la técita aceptacién de los habitos, las costumbres y las creencias practicadas y fomentadas por los sectores més poderosos y organizados de la poblacién local» (Brameld, 1957, p. 21), Es respecto de esta posicién qué se desarrolla otra propuesta que articula concepciones relativistas y universalistas no slo a partir de una critica a las experiencias norteamericanas, sino también a las consecuencias de las politicas educativas aplicadas por el nazismo. ‘Nuestro andlisis del relativismo refiere por supuesto a la pro duccién antropoldgica, que puede dar lugar frecuentemente a juegos intelectuales interesantes e incluso fascinantes, pero juegos al fin; pero también concieme a la apropiacién y a veces expropiacién de las teorfas por parte de determinados grupos sociales. Desde esta pers- pectiva, las reflexiones sobre las biologtas locales, sobre las ciencias ‘como etnociencias, 0 sobre los etnicismos exclusivistas, més alld de la correccién 0 no correccién cientifica con que estin elaborados, pueden ser derivados hacia posiciones y acciones racistas o antirra- lots jeslouma medion? 2 cistas que al menos en parte se fundamentan y son avaladas por estos juegos. Llama la atencién que la mayoria de las investigaciones an- tropol6gicas sobre el cuerpo no incluyan la problematica del racismo y del etnorracismo y, sobre todo, del papel y del peso del biologicis- ‘mo como dimensién practico-ideol6gica de la vida cotidiana. Lo sefialado no supone negar la validez, realidad y significacién de lo étnico, ni negar la existencia normalizada del etnocentrismo, ni confundir etnocentrismo y racismo, sino asumir que lo étnico refiere ‘8 procesos dindmicos y no a etiquetas simbélicas transhistéricas, cuya orientacién ideoldgica y préctica dependerd de las condiciones que se desarrollan en los contextos especificos, incluides las fuerzas sociales que orienten la situacién en términos de etnicidades subordi- nadas, de propuestas contrahegeménicas o de usos racistas de subor- dinaci6n y hegemonfa, No debe olvidarse que el racismo, al igual que el etnicismo, basa su accin en la identidad, en una comunidad o grupo de pertenencia, ‘en a oposici6n y/o diferenciacién con un otro; més atin, el racismo es Ja tendencia que més radicaliza y necesita a existencia de un otro. En consecuencla, noes la busqueda y/o afirmacion de la identidad lo que diferencia al racismo del etnicismo, sino que la diferencia debe bus- carse en lo que los grupos hacen con la afirmacién de la identidad. Es obvio, pues, que no todo etnicismo o particularismo concluye en ra- cismo, ni supone que To étnico corresponda a una base biol6gica unt- vyoca y constante, sino que lo que me interesa subrayar es la apelacién al racismo 0 a la diferencia étnico-racista que potencialmente impli- ‘cael deslizamiento hacia la afirmaciGn radical de determinadas dife- rencias culturales. Al respecto debemos reconocer que la mayoria de los etnicis- ‘mos y etnonacionalismos actuales asumidos culturalmente y, sobre todo, idcol6gicamente, tienen como objetivo reivindicar en términos de accién la identidad amenazada, subordinada o excluida, lo cual constituye tn proceso necesario en el caso de las identidades oprimi das, pero asumiendo que en los procesos concretos pueden generarse Propuestas y actividades de etnicismo radical o de tipo racista, cons- twuidas y utilizadas por los diferentes grupos sociales que requieren de la «diferencia» en sus méltiples expresiones, para afirmar su ‘dentidad o para estigmatizar, para cuestionar su subalternidad 0 para excluir, 222. ‘Laporte negada de la cultura En funcién de lo que venimos sefialando puede argilirse que el racismo no tiene mucho que ver con andlisis académicos, con demos. trar cientificamente que existen 0 no razas, sino con la funci6n ideo- 16gica, cultural 0 econémico-politica que el racismo cumple. Mas atin, reiteradamente se demuestra cientificamente que no hay razas superiores ni inferiores, que los seres humanos tenemos una identidad ‘genética casi total, que la raza como entidad biolégica no constituye ‘un elemento de diferenciacién a nivel de los sujetos y de los grupos, sino que su uso simbélico es el que establece las que la cuesti6n central no radica en seguir haciendo investigaciones ue reiteradamente Ilegan a las mismas conclusiones. Esto en parte es correcto, pero supone una lectura unilateral y esencialista del racismo ‘que, como hemos sefialado, ignora el continuo retomo y construccién {de biologicismos y/o racismos intersticiales en la vida cotidiana, la ‘épida conversién en diversos contextos de lo étnico en racismo, asf como e! uso de explicaciones biologicistas como legitimador de iden- tidades y précticas sociales," por lo cual debemos asumir que existen cconstantes riesgos de deslizamiento ideolégico que, en determinados ‘momentos, pueden legitimar diferencias, pero también exclustones, asf como el sentido de subalternidad o hegemonfa de las mismas. Mé- xime cuando dichos saberes biologizados forman potencialmente par- te del conjunto de representaciones y practicas que entre otras cosas se expresan a través del racismo cultural. El racismo puede y debiera ser cuestionado a través de criterios de verdad/falsedad surgidos de la investigacién cientifica, pero esa critica no evita su constante emergencia y desarrollo porque los ra- cismos han evidenciado que pese a los resultados de las investigacio- nes biol6gicas, psicolégicas y antropol6gicas que reiteradamente se- jialan su falsedad, los mismos siguen desarrolléndose a través de un amplio espectro de relaciones y procesos econémicos, sociales y cul- turales. Lo decisivo respecto de los racismos —como respecto de la mayorfa de los problemas sociales— no radica en investigar y evi- 11, Ena lucha por la propa identidad algunos sectores del movimiento feministay dei movimiento gry encuentran en lo biolégico na justficacion de su diferencia «ne tural, fundamentindola en investigacionesgendticas y biomédicas. Esto, si bien pve- fe favorecer la legitimidad de su identidad, posibilita en determinados contextos de ipo racista que justamente fundamen lodlera: jes s6lo una metfora?) 003 denciar lo incorrecto 0 falso de sus propuestas, sino enfrentarlo so- cial, cultural, politica, y por supuesto cientificamente especialmente ‘en Ia vida cotidiana, dado que los racismos aparecen como una de las posibilidades constantes a través de la cual se expresan determinadas relaciones de poder, de dominacién y de subalternidad. Estos deslizamientos han sido constantes y en determinados pe~ sfodos y paises no s6lo fueron parte de la vida cotidiana, sgicas sobre aspectos que trata la actual antropologia del cuerpo, la cual habla de biologias locales, de etnociencias o del cuerpo como unidad biocultural, pero sin reflexionar sobre Ias implicaciones te6- ricas y, sobre todo, no académicas de estas elaboraciones antropo- l6gicas. La despolitizacién y desideologizacién de los anélisis an- tropol6gicos ha conducido a impulsar conceptos e interpretaciones desconectadas de los usos que éstos tuvieron y de su significacién ‘en un pasado no tan lejano. Considero que las ausencias y olvidos de teorfas y précticas como las resefiadas para el lapso 1930 y 1940, asi como utilizar los ‘marcos teoricos desarrollados por una variedad de tilésofos alemanes como Dilthey, Heidegger o Cassirer, pero ignorando la investigacién, teorizacién y aplicacién biomédica, psiquidtrica y, por supuesto, an- tropolégica desarrollada en el mismo lapso, permite a los antropélo- 03, sobre todo a los interpretativos, discutir y utilizar conceptos en tun alto nivel de abstracci6n filos6fica, al «desconocer» no s6lo el uso profesional y téenico, sino el proceso de politizacién del conocimien- 10 y las implicaciones sociales ¢ ideol6gico-politicas que tuvieron va- rias de las categorias e interpretaciones que estén usando, una parte de las cuales, como dice Hauschild (1997), no pueden ser separadas de las consecuencias genocidas generadas por las politicas del estado alemén en las décadas de 1930 y 1940, Las reiteradas criticas que las ciencias sociales han desarrollado desde los sesenta a una biomedicina caracterizada por la objetividad, el mecanicismo o el manejo de la dualidad cuerpo/alma, se hicieron en su casi totalidad a partir de desconocer, 0 al menos no recordar, que no s6lo el pensamiento social y filoséfico alemén, sino algunas de las principales corrientes de la biomedicicina alemana, cuestionaron ex- presamente esas ceracteristicas, que articularon pasiva o activamente con las propuestas ideol6gico-cientificas impulsadas por el nazismo. 224. La parte negada dela catara Tiende a olvidarse que la concepcién de la unidad cuerpo/mente (o ccuerpo/espfritu) era, a través de muy diferentes perspectivas, uno de Jos nticleos distintivos del pensamiento alemén durante este lapso, ero ademés los nacionalsocialistas trataron de fundamentar ung tradici6n médica especfficamente germana, tomando como prototipg a Paracelso, de quien solfan citar la frase: «Cada pafs desarrolla su propia enfermedad, sus propias medicinas y sus propios curadoress, Es decir, que al menos una parte de la biomedicina no tuvo que espe- rar a los antropélogos para cuestionar el dualismo dominante en la cconcepcién y trato del paciente 0 en proponer una visi6n holistica res- pecto del proceso de enfermar, pero estos descubrimientos se dieron asimismo en parte a través de concepciones técnico-cientificas, de profesionales y de sujetos que asumieron consciente y/o funcional- ‘mente el nazismo. Esto, por supuesto, no supone concluir que no debe cestudiarse la relacién entre lo cultural y lo biol6gico o tratar de supe- rar la dualidad cuerpo/mente, ni macho menos pensar que hay una re- lacién mecénica entre produccién de conocimiento y usos politicos e ideol6gicos, sino que supone asumir que el saber, practicamente todo saber, tiende a ser utilizado a través de fuerzas sociales que se hacen cargo del mismo, y que ello muy frecuentemente cuenta con Ia acep- tacién intencional o funcional de los propios investigadores, sobre todo cuando asumen su quehacer en términos profesionales, En sfntesis, la antropologia ha investigado la enfermedad, el do- Jor, el cuerpo de forma intensa desde la década de 1970 y ha desarro- ado enfoques que proponen nuevas interpretaciones sobre estas temé- ticas, as{ como superar la escisién entre lo cultural y Io biol6gico 0 entre cuerpo/mente que caracteriza el enfoque del modelo biomédico hegeménico (Menéndez, 1978 y 1990). Estas propuestas antropol6gi- cas se desarrollaron dentro de un incremento constante no sélo de ex- plicaciones biol6gicas, sino sobre todo de précticas devenidas de Ia in- ‘vestigacién biomédica que inciden cada vez més en la vida cotidiana. Las propuestas de superacién de la escicién entre lo cultural y lo biol6gico ha retomado la concepcién dominante elaborada por nues- {ra disciplina entre 1930 y 1950 que coloca el acento de la unificacién del cuerpo o de la enfermedad en los aspectos simbélicos, culturali- zando lo biol6gico y reflexionando escasamente sobre la creciente in- fluencia de las concepciones y productos devenidos de la investiga- cién biolégica sobre la vida cotidiana. Blodler: jes Glounametifoa? 25 Los usos sociales y cientfficos de las diferencias Los procesos sefialados evidencian no s6lo la escasa reflexién res- pecto de la relacién entre lo cultural y 1o biol6gico, sino también de su vinculaci6n con una de las problemticas que mas se desarrollaron dentro de las ciencias sociales a partir de los setenta, Ia de la «dife- renciao. La recuperacién de la diferencia constituye un tema de estudio académico y, sobre todo, un objetivo de determinados sujetos socia- les, y se expresa a través de un amplio espectro de concepciones {deol6gico-te6ricas que reducimos esqueméticamente a dos. Por una parte, aquellas que impulsan una concepeién multicultural de la di ferencia, que asumen la importancia de afirmar cada diferencia parti- cular, pero como base de posibles transacciones entre los diferentes sujetos sociales y no como medio de imposicién de una forma cultu- ral determinada. Y que son los autores que hablan de hibridacién, de nuevo mestizaje; que cuestionan los esencialismos étnicos, de género oreligiosos, y que basan la posibilidad de una sociedad igualitaria en el desarrollo y permisividad de las diterencias. Por otra parte estén Jos que impulsan la diferencia en términos esencialistas y que pueden adquirir formas culturales,racistas 0 etnorracistas, y que también par- ten de asumir la importancia de la diferencia, pero entendida como diferencia radical, irreductible e incompatible. Cada grupo afirma su diferencia a partir de caracterfsticas distintivas que son parte de la identidad de este grupo y que limita 0 directamente imposibilita todo proceso de integracién més 0 menos unificada. Estas propuestas tien- den a fundamentar la existencia de «el» blanco, de «el» indio, de «el» negro, y también de la cultura africana 0 de la cultura occidental como identidades més o menos cerradas en si mismas. Si bien estas propuestas polares, y las expresiones intermedias, presentan elementos diferenciales, se caracterizan por determinadas ‘coincidencias de las cuales las mas importantes son la escasez. de ané- lisis sobre los deslizamientos hacia el racismo y el papel de las dife- rencias étnicas, religiosas, sexuales, etc., en la constituci6n de otros estigmatizados dentro de los distintos sistemas sociales, incluida la sociedad capitalista. La escasez de este tipo de reflexiones adquiere caracteristicas preocupantes porque no slo la observamos en tendencias antropol6- a biolégicas y de las précticas racistas. ‘Autores como Baudrillard, Savater o Touraine, més allé de eu variantes personales, coinciden en proponer que la raza en términos biol6gicos no es ya un argumento importante en el establecimienta y anilisis de las diferencias sociales dominantes, por lo menos en las. sociedades desarrolladas: «HYa terminado Ia alteridad bruta la alteri- dad dura, lade la raza, a de la locura, la de la miseria, la de Ta muer- te. La alteridad, como todo lo demas, ha caido bajo la ley del merce. do, de la oferta y Ia demanda. Se ha convertido en un producto escaso» (Baudrillard, 1991, p. 134). ara Balibar (1988), Stolcke (1995) 0 Touraine (1997), las ac- ciones y/o movimientos xen6fobos actuales en Europa ya no apelan a la raza sino a la identidad cultura, y se basan en las diferencias e compatibilidades y no en la inferioridad de los otros; y en la misma Iiuea Savate, ew una serie de aticulos periodfsticus publicados re- cientemente en Espatia, concluye que la xenofobia actual no tiene nada que ver con las concepciones nazifascistas. Sin embargo, estas afirmaciones contrastan con dos hechos: en primer lugar, como reconocen algunos de estos autores, porque las di- ferencias culturales proponen los mismos criterios que las diferencias racistas, es decir, la propuesta de una cultura (raza) pura, no mezcla da, que excluye y/o estigmatiza al otro cultural, que establece la in- compatibilidad de formas de vida y de cultura; y, en segundo lugar, con el continuo ineremento de episodios xen6fobos caracterizados por su agresividad fisica y/o simbélica en contextos europeos, de Es- tados Unidos y de pafses periféricos durante los ochenta y noventa. Estos episodios incluyen actividades antijudias que van desde atentados que generaron decenas de muertos en Argentina hasta la violacién de sepuleros en Suecia, pasando por las reiteradas negacio- nes de Ia existencia del cholocausto>, de episodios racistas contra gi- tanos en Hungefa y la Repiblica Checa, de las agresiones de diverso tipo a inmigrantes ltinoamericanos en Estados Unidos, que incluyen Ja cacerfa hasta heritlos o matarlos, de inmigrantes mexicanos por ‘grupos del sur de Estados Unidos o de la ereacién por la prensa inter- 227 pl oblera es slo una metéfora? nacional y especialmente por la norteamericana de estereotipos racis- tas contra determinados grupos musulmanes, en particular los pales- tinos, Los actos xen6fobos agresivos se van constituyendo en hechos ‘otidianos, experimentando un notorio incremento en paises como ‘Alemania, donde durante el afio 2000 el gobierno registré 15.951 ac- {os xen6fobos, lo cual supone un aumento del 60 por 100 respecto de Jos ocurridos en 1999. Esto condujo a reconocer al canciller aleman {que no solo el gobierno, los politicos, los intelectuales sino el con- junto de la sociedad habfa ignorado la importancia creciente de esta problemética Considero que toda una serie de actos xenéfobos si bien funcio- naban en la vida cotidiana, es decir, estaban normalizados, no adqui- rfan sin embargo los niveles de agresividad y de visibilidad pablica ue comienzan a tener en la actualidad. De abt que el racismo desa~ rrollado en los estadios de fiftbol, adquiere un nivel distinto de signi ficacién en casos como el del presidente del club italiano Verona quien informa pablicamente que no puede contratar jugadores negros porque una parte de los aficionados del club se oponen, lo que junto ‘co vos episodios condujo ala Federacién Internacional de as Aso- ciaciones de Fétbol (FIFA) a convocar una reunién internacional en 1 2000 para analizar y encontrar soluciones al incremento del racis- mo en el ftbol. El racismo en el futbol expresa el desarrollo de procesos més generales que operan en diferentes aspectos de la vida cotidiana de forma normalizada y que se evidencia més en el caso del fatbol, pues adquiere calidad de «espectéculo». Pero més alld de estos y otros epi- sodios en los cuales se expresan no s6lo la diferencia cultural, sino practicas e ideologtas racistas, considero que las interpretaciones de Jos autores sefialados son parte de una manera reiterada de centrar el andlisis de la diferencia exclusivamente en lo simbélico, de excluir Io econémico-politico, de reducir la realidad social a las representacio- nes ¢ ignorar el papel de las précticas, asf como en retomar una inter- pretacién trivializada del nazismo que caracterizé en su momento a ‘numerosos intelectuales europeos y norteamericanos, trivializacién {que reaparece una vez més al concluir que la raza ya no es un indica- dor, y que lo relevante es la diferencia cultural, oividando que lo ra- cial fue usado por los nazis como parte de sus concepciones ideol6gi- co-politicas e ideol6gico-culturales, y no al revés. Mas atin, considero 208_________ apa nega ct que al menos algunas de las conclusiones sobre el racismo cultural actual se estén generando a partir del andlisis de los discursos de log partidos politicos y/o de los tedricos ¢ ideblogos del culturalismo ra cista, pero no de las précticas de los conjuntos sociales, dado que una parte de las mismas funcionan como précticas racistas. El andlisis de la trayectoria académica y politica de las teorfas, de las ideologias y de las representaciones sociales racistas en Ale. mania evidencia no s6lo un uso ideol6gico-constante, sino una con- tinua adecuacién a los objetivos politicos y/o a las necesidades eco- n6micas, sociales o demogréficas del estado alemén, al menos en las décadas de 1930 y 1940. Esto se pone de manifiesto en varios aspec- tos, y en particular en la disputa te6rico-ideol6gica sobre la «raza su. perior dada en el interior del movimiento nazi, donde un sector la refiere exclusivamente a la raza nérdica, mientras otros incluyen las razas alpina y mediterrénea, disputa que permite observar el papel de los procesos econdmicos, politicos, pero también de identidad cultu- ral a nivel regional y local, dado que la validez de cada una de estas razas est dada por concepciones culturales y politicas, tal como puede ser observado en la disputa generada entre los antrépologos. sicos y etnélogos durante este periodo. Pero este cardcter ideol6gi- co-politico adquiere un carécter mas transparente a partir del desa- rrollo de la segunda guerra mundial, cuando la necesidad de mano de obra para la guerra y para la produccién industrial y agraria se tra- duce en la creciente disminucién de las investigaciones médicas antropoldgicas sobre la herencia biol6gica, en la paulatina desapari- cién de pruebas fisicas y de la elaboracién de érboles genealégicos ‘que aseguren el cardcter «ario», y sobre todo en la cada vez menor cexigencia respecto de la pureza racial de los alemanes y no alema- nes, credndose instituciones que posibilitan la «infiltraci6n racial» y el mestizaje.” 12, En 1944, 100.000 alemanes mueren en combate y 1.700,000 som tomadospri- sionetos o conscerados desaparecdos; al final dela guerra se estima que 16,000,000 4e varones germanos estin fuera de sus hogares. Correativamente millones de traba- adores extanjeros son levados 2 Alemania para sostene la induszia y la produceida ‘agricola. Esto favorece una permisividad racial cada ver mayer, expresada en la bds- ‘queda de «sangre alemana oculta»en los paises ocupados que conduce a que millones {be polacos sean redefinidos como slemanes o ala institucionaizacion dela sespost {del eadsver» que oficializa desde principis de Ia guerra el casamiento de una mujer alemana con su novio muerto en guerra (Conte y Essner, 1995). pl cdlert ges s6lo una metéfora? 209 sen funci6n de estos procesos que el aspecto que mas me inte- esa subrayar es que el avance de las representaciones y pricticas bio- Iogicistas, asf como los destizamientos racistas y étnico-racistas son cen gran medida posibles debido a la presencia normalizada en la vida cotidiana de lo que denomino «biologicismo y racismo intersticia- les». La expansién, uso y/o la utilidad de explicaciones y productos devenidos de la investigacién biolégica no deben ser negados, y no es Jo que proponemos, sino que considero necesario describir y analizar Ia constitucién de maneras de pensar y actuar por los conjuntos so- ciales que no s6lo usan saberes devenidos de Ia investigacién biol6- gica, sino que lo biolégico se constituye en normalizador cultural de una variedad de representaciones y précticas sociales que pueden, en determinados momentos y procesos, legitimar comportamientos ra- cistas partir de la normalizacién y legitimidad alcanzadas. Es desde esta perspectiva que hemos enumerado algunos aspec- tos donde no s6lo las explicaciones (representaciones), sino sobre to- do los productos y técnicas biolégicos son parte de la vida cotidia- na, en aspectos decisivos y recurrentes como el amor, la tristeza, el trabajo, el cansancio, Ia enfermedad. Desde esta perspectiva debe asumirse que, si bien a nivel reflexivo el racismo puede aparecer nado y considerado como una ideologia negativa, las repre- sentaciones y précticas biologicistas pueden formar parte del sistema cultural ideol6gico, legitimando y normalizando determinadas acti- vvidades racistas de forma no consciente. Como en tantos otros aspec- tos observamos que dentro del mundo académico, especialmente el antropol6gico, se discute ampliamente sobre culturalismo (multi) y et- nicismo, mientras que los saberes bioldgicos se constituyen mas 0 menos silenciosamente en algunas de nuestras representaciones y pricticas sociales cotidianas. Este saber biologizado debe ser articulado con la produccién y reproducci6n de relaciones desiguales, selectivas y/o diseriminatorias en la vida cotidiana, asf como con el desarrollo de una ideologia que ve en la eficiencia, en la competencia, en determinados simbolos de estatus, en os niveles de ingreso los indicadores basicos de la calidad de los sujetos, de tal manera que los logros o las permanencias 0 cai- das en la pobreza serén remitidas a las diferencias individuales, a las «

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