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CAMBRIDGE La agonia del pensamiento politico occidental Ta Editado por la Organizacion Editorial de la Universidad de Cambridge The Pitt Building, Trumpington Street, Cambridge, CB2 1RP 40 West 20th Street, NewYork, NY 10011-4211, USA 10 Stamford Road, Oakleigh, Melbourne 3166, Australia Apartado de Correos 10.536, 28080 Madrid, Espafia Titulo inglés original: Western political theory inthe face of the future por Cambridge University Press 1979, 1993 y © Cambridge University Press 1979, 1993 Primera edicion espaiiola La agonia del pensamiento politico occidental por Cambridge University Press 1996 Traduccién espafiola © Cambridge University Press 1996 Impreso en Gran Bretafia por Cambridge University Press Este libro se ha registrado en el catdlogo dela British Library Library of Congress cataloging in publication data en tramite ISBN 0 S21 55566 3 enristica TAG Prefacio [xi] 1 Lateoriademocratica [1 2 Elliberalismo [46 3_Elnacionalismo [90 4 Revolucion? [130 5 Conclusi6n (1992) [192 Indice alfabético [219] Copyrighted material Prologo a la edicion de 1993 Fue escrito este libro en 1977, con el fin de centrar la atencién —y calmar, si era posible— la lancinante sospecha de que yo y mis con- temporaneos no entendemos realmente la politica. Pese a toda la pretendida seguridad y a la facil caida en el fariseismo de muchos de nuestros juicios sobre el tema, encontraba cada vez mas dificil creer que la mayor parte de estos juicios se basaran en algo que ofreciera alguna fiabilidad, o incluso que, tomados en su conjunto, tuvieran algun sentido. Cuando en 1979 publiqué el libro, era desagradablemente consciente de hasta qué punto habia fracasado en mi intento de calmar aquella sospecha. La pregunta que me planteaba era bastante sencilla. ;Hasta qué punto una determinada gama de creencias —las concepciones de la politica que se han desarrollado en el mundo occidental a lo largo de los ultimos dos milenios y medio— ha permitido a quienes las sustentaban entender el mundo en el que vivian y el futuro que tenian por delante? Han cambiado muchas cosas de 1977. Pero la pregunta en si no ha perdido nada de su caracter pertinente, ni de su urgencia. Para entender la politica tenemos todavia que saber qué resulta razonable que queramos, y por qué cosas resulta razo- nable que nos preocupemos; cémo es en estos momentos el mundo humano, y por qué es como es, y como podriamos actuar para alcanzar lo que queremos procurarnos y las cosas que nos pre- ocupan. Esto es lo que la teoria politica intenta mostrarnos. ;Hasta qué punto estd bien equipada para semejante tarea? Prologo a la edicion de 1993 He cambiado unas cuantas alusiones de la primer edicién cuyo desfasamiento seria hoy discordante, y he afiadido algunas referen- cias nuevas para conveniencia del lector. He suprimido, aqui y alla, una serie de pronombres masculinos que (para mi) hoy resultan ofensivos. Pero, con una destacada excepcién (la nota 34 de la pag. 161), no me ha parecido honorable ajustar el balance de los juicios intelectuales que se establecian en su guisa inicial, con la esperanza de hacerlo més atractivo retrospectivamente. En vez de ello, he afiadido una nueva Conclusién que trata de dar mayor dureza al apremio de esta cuestién y ofrecer una respuesta mas franca y mas clara. En el breve espacio que ocupa da esta Conclusién la respuesta ala pregunta que inicialmente formulé y que quisiera haber ofreci- do cuando el libro hizo su primera aparicién. Puesto que el libro aparece ahora en un nuevo formato, quisiera expresar mi gratitud, por la generosa hospitalidad que me brindan, a Jack Goody y Geoffrey Hawthorn, los directores de esta serie de Temas en las Ciencias Sociales, donde originalmente se present6; a Patricia Williams por los animos que me ha dado a lo largo de los afios, y a Richard Fisher y Josie Dixon por lanzar el libro una vez mas. También quisiera dejar constancia de que muchas de las cosas que he aprendido desde 1977 las he aprendido de mi amigo y colega Istvan Hont. Prefacio Este libro plantea una pregunta sencilla, puede que ingenua en rigor. ;Poseen todavia, las tradiciones de la comprensién de la politica que se han desarrollado en Europa durante los dos ultimos milenios y medio, capacidad residual suficiente como para orien- tarnos ante el mundo tal como lo tenemos hoy ante nosotros? R.R. Palmer, “Notes on the Use of the Word ‘Democracy’ 1789-1799", Political Science Quarterly, LXVII, 2 de junio 1953, 203-26. “ Véase p.e}. Emmanuel Joseph Sieyés, What is theThird Estate? (trad. M. Blondel), Londres 1963, en especial la pag. 104: “Por pensar solamente en términos de buena salud social, qué clase de sociedad es aquélla en la que se pierde casta si se trabaja? ;Dénde consumir es honorable y producir es vil?” y la pag. 177: “La palabra casta es la apropiada. Se define con ella a una clase de hombres que, aunque carezcan de funciones y de utilidad, disfrutan de privilegios que se atribuyen a su persona por el mero hecho del nacimiento. Se trata en verdad de una nacién aparte.” Véase asimismo J. Q.C. Mackrell, The Attack on “Feudalism” in Eighteenth Century France, Londres 1973. Respecto alo tardio dela fecha en la que este asalto se organizé politicamente en algo que pueda a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica quieu: cualquier tedrico politico competente podria habérselo dicho antes incluso de que empezaran. Este rechazo de la viabilidad de la democracia como forma politica resumia bastante bien el consenso entre los intelectuales europeos, que se remontaba, cuanto menos, al principado de Augusto. El consenso desaparecid, no obstante, con sorprendente rapidez, en la misma Europa, entre 1776 y 1850. Una vez mas podemos referirnos a un solo ejemplo. Un joven aristocrata francés, Alexis de Tocqueville, profundo admirador de Montesquieu, visitaba Inglaterra por vez primera en 1833, un ao mas o menos después de volver de su viaje por América, viaje que inmortalizaria unos afios ms tarde, en 1835 y 1840, al publicar el mas impresionante estudio interpretativo de los Estados Unidos, que probablemente siga siendo el mds importante estudio de los valores democraticos que jamas se haya escrito. Cuando dejé Londres a comienzos de 1833 intentaba Tocqueville resumir sus impresiones y evaluar la posibilidad de que Inglaterra acabase, ano tardar, sucumbiendo a la revolucién. En términos generales pensd que no seria asi. Pero estaba convencido de que la aristocracia inglesa, por una serie de razones, acabaria por hundirse. “La primera”, decia, “es consecuencia del movimiento gener- al comin a la humanidad que se da en nuestra época en todo el mundo. El siglo es primordialmente democratico. La democracia es como una marea que sube; sdlo retrocede para volver con mayor fuerza, y pronto se comprueba que, con todas sus fluctuaciones, no hace sino ganar terreno. El futuro inmediato de la sociedad europea es completamente democratico; esto no puede dudarse en modo alguno. Asi, el pueblo comun, en Inglaterra, est comenzando a pensar que también él puede tomar parte en el gobierno. La clase situada inmediatamente por encima de él, pero que aun no ha 13 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental cultura de todos los demas sitios eran costumbres salvajes, material propio de antropélogos, si es que los chinos hubieran dado por supuesto que los salvajes tenian el suficiente interés intrinseco como para merecer ser estudiados. En general, las palabras europeas resultaban excepcionalmente dificiles de traducir al chino. La tnica palabra que realiz6 perfectamente su transito desde la Atenas del sigloV (a.C.) hasta la China del siglo XIX y que hallé diafana com- prensién a su llegada fue la palabra “barbaro”. Para los chinos, los europeos eran el paradigma de la barbarie, y los espinosos proble- mas que suponia aprender a tratar con ellos se abordaban en cursos de estudios barbaros. El 6 de octubre de 1897, Ch’i Cha’o, destacado mandarin que trataba de conseguir influencia politica en la corte y que era un profundo y diligente estudioso de los barbaros,** pu- blicé un articulo en un periédico de Shanghai, Chinese Progress (titulo de por si desagradablemente cercano a una contradiccién). “Cuando los ciclos del mundo estan a punto de entrar en un periodo de paz universal”, decia, “no es algo que se limite a Occidente, ni algo que China pueda evitar. S¢ que en menos de cien afios, los cinco continentes estaran bajo el gobierno del pueblo, y nuestra China no podra continuar inalterable. Es una ley de las cosas que nadie puede contravenir.” “Entre los occidentales ha sido largo el ciclo de los gober- nantes multiples y breve el del soberano nico; en cuanto a China, el ciclo de los gobernantes multiples fue breve, y el del soberano ‘nico fue largo...en el futuro, todos los paises se convertiran en democracias.”* 2% -Véase Levenson, Liang Ch’i-Ch'ao; Hao Chang, and Intellectual Transition in China 1890-1907, Cambridge, Massachusetts 1971; Philip C. Huang, Liang Ch'i-Ch’ao and Modern Chinese Liberalism, Seattle 1972. 28 Don C. Price, Russia and the Roots of the Chinese Revolution, 1896-1911, Cambridge, Massachusetts 1974, pigs. 26-7, 229-30. La teoria democratica Y casi ha sido asi, tan sdlo ochenta afios después, aunque cada pais haya experimentado esta transformacion a su manera. Pero por qué ha sido asi?Y al experimentar esta conversi6n, jen qué se han convertido exactamente? En esencia hay dos razones bastante sencillas para esta trans- formacién. O quiza sea mis preciso hablar de una sola razon que puede expresarse de dos modos diferentes. La primera de estas dos formulaciones la expresaba con acierto el joven Marx en su comen- tario critico a la teoria del Estado moderno que proponia Hegel, y que no era especialmente democratica. ”, dice Karl Marx, “es la resolucién del miste- rio de todas las constituciones. Se retrotrae aqui...la constitucion a su base real: el hombre de carne y hueso, la gente real, y se establece como su propia obra. Aparece la constitucion como lo que real- mente es: el producto de la libre accién de los hombres. La resolucion del misterio de todas las constituciones. Se da por supuesto que el demos de la teoria democratica moderna es el conjunto del pueblo, o al menos la parte adulta de la poblacién. Y los Estados modernos prefieren proclamar que es en verdad el pueblo en su totalidad, o sin duda la gran mayoria, el que realmente tiene el poder en ellos, pues no pueden pensar un mejor titulo para gobernar sobre el pueblo que la libre decisién del 2© Karl Marx, Critique of Hegel’s Philosophy of Right (tr.A. Jolin & J.O’Malley, ed. J O'Malley), Cambridge 1970, pigs. 29-30. Véase también Op.it., pig. 30: “La democracia es la esencia de toda constitucién politica, el hombre socializado bajo la forma de una particular constitucién del Estado. Est en relacién con otras constituciones como el género con sus especies... La democracia es la humane existencia, mientras que en todas las demas formas politicas tiene el hombre tinicamente existencia legal”, y la pag. 31: “todas las formas del Estado tienen por verdad a la democracia, y por tal raz6n son falsas, en la medida en que no son democriticas.” 17 La agonia del pensamiento politico occidental pueblo mismo. Y si la proclamacién fuese realmente valida, no habria razon para suponer que yerran en esta conviccion. La segunda forma de expresar esta sencilla idea trata de explicar, no la prevalencia actual de la verborrea democritica, sino, antes bien, la transicién del pasado al presente: el paso desde su vir- tual ausencia hasta su actual predominio abrumador. La causa de esta transicién del lenguaje politico se entiende asi pues como un amplio cambio general en la cultura humana, cambio que va de la sociedad premoderna a la moderna. Es el proceso al que Max Weber, siguiendo a Schiller, bautizara como “desencanto del Mundo”.”” A primera vista, el lenguaje politico moderno es racional, universal, ajeno a la supersticién, tal vez un tanto mecAnico. El lenguaje politico premoderno era local, supersticioso, quiz4 mas denso afectivamente y mas inmediato. La transicion fue un triunfo de la racionalidad sobre el sentimiento difuso. Por citar de nuevo a Marx: “la resolucién de un misterio” A la primera de estas dos interrogantes podemos ofrecer una respuesta sencilla y bastante alentadora. En términos verbales, todos somos demécratas hoy dia, porque deberiamos serlo de manera diafana. La teoria democratica es la jerga publica del mundo moderno, y la jerga es el medio verbal de la hipocresia, y la hipocresia, el tributo que el vicio paga a la virtud. Todos los Estados de hoy profesan ser democracias, porque la democracia es lo que hace virtuoso a un Estado. Pero ,qué es la democracia? ZY en qué se han convertido casi todos los Estados modernos, en virtud de su autoproclamacién como democracias? También aqui 2 Max Weber, The Protestant Ethic and Spirit of Capitalism (tr. Talcott Parsons), ed. de bols. Nueva York 1958, pags. 105, 221-2. 18 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica como algo malo una total negacién de la democracia. Pero los que se llamasen a si mismos demécratas lo habrian lamentado a buen seguro, y la mejor manera en que podemos iniciar nuestras consi- deraciones de los componentes positivos de la teoria democratica sera mediante una breve exposicién de lo que si habria sido una verdadera democracia segtin su sentir. La manera convencional de marcar esta distincién, por lo menos a partir del siglo XVIII, consiste en contrastar la democracia directa, el tipo antiguo de democracia, con la democracia representativa, la va- tiedad moderna, lo que en si puede antojarse bastante anodino. Podemos ser representados ante los tribunales por abogados 0 en los tratos comerciales mediante apoderados a quienes hemos autorizado para que actuen en nuestro nombre. ;Y por qué no en la politica?*° ;Y no podria ser la democracia representativa en muchos aspectos una mejora respecto a la democracia directa? ;Quién no prefiere que, en una causa complicada, le represente ante los tribunales un abogado experto de su elecci6n, en vez de tener que confiar, sin mas ayuda, en la propia capacidad y unas meras nociones legales rudimentarias? Pensamientos como estos acudieron sin duda a la mente de Tom Paine, por ejemplo, cuando se puso a defender a los revolucionarios franceses contra las burlas de Burke: “La simple democracia”, afirma, “era el gobierno de la sociedad por si misma, sin ayuda de medios secundarios [;pers- pectiva un poco semejante quiza a la desaparicién del Estado por caducidad?]. Injertando la representaci6n en la Democracia lle- gamosa un sistema de Gobierno capaz de abarcar y confederar todos los diversos intereses y cualquier extension del territorio y magni- 2 Véase Hanna F Pitkin, The Concept of Representation, ed. de bols. Berkeley, California 1972, cap. 6: “Representing as‘ Acting For':The Analogies”. 21 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica wnicamente a los varones adultos, casi todos con una sélida ascen- dencia ateniense.** Pero si el régimen democratico de Atenas tenia un cuerpo de ciudadanos estrecho de acuerdo con las normas mo- dernas, era democratico en sus instituciones politicas hasta un punto que los ciudadanos de un Estado moderno encontrarian dificil incluso de comprender. Demograficamente, el demos ateniense no era de hecho ni la mitad de la poblacion de Atenas. Ni siquiera la cuarta parte. Pero, a diferencia de lo que ocurre con el demos de los Estados modernos, formalistamente ampliado, no constituye ningtin huero eufemismo afirmar que el demos ateniense gobernaba, tenia en sus manos el poder politico de Atenas y lo ejercia con sus acciones. Los Estados modernos tienen casi todos una legislatura y todos tienen un ejecuti- vo que ejerce el control directo sobre fuerzas profesionales de coer- cién, y la mayorfa de ellos tienen un tercer cuerpo, un electorado que, a intervalos de algunos afios, confiere mediante su actuacién alguna pretendida medida de legitimidad a las camaras legislativas y al ejecutivo. Estos rituales, alli donde todavia se observan, no carecen de significado, y en algunos lugares incluso contribuyen a decidir quiénes van a constituir el poder legislativo 0 el ejecutivo. Pero resulta un poco forzado decir de ellas que constituyen ejemplos de ejercicio del poder politico. En los tiempos de la Ley Septenal, Jean- ° CE.los estudios que se citan en la nota 29 anterior. Respecto a la cambiante composicién del demos ateniense y los distintos criterios sobre la ciudadania en los que se basaba, véase C. Hignett, A History of the Athenian Constitution to the End ofthe Fifth Century BC, Oxford 1952, pags. 79, 84, 98, 117-23, 133-4, 136-7 y 232. En relacién con la definicién general de ciudadania en la sociedad griega, véase Aristoteles, Politics, Lib. III, 1, 2 y 5 (Aristotle's Politics III & IV, trad. Richard Robinson, Oxford 1962, pags. 1-6 y 15-17). Una exposicién iluminadora de qué es exactamente lo que implicaba en la prictica la ciudadania puede verse en M. I. Finley, “The Freedom of the Citizen in the Greek World”, TAAANTA, VII, 1975/76, pags. 1-23. 25 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica para constituir un auténtico punto focal moral para la vida de sus miembros, y en la que podria educarse a sus ciudadanos de modo tal que se antepusiera el bien de la comunidad al de las ventajas indivi- duales. Una comunidad semejante, reconocia el propio Rousseau con bastante claridad, ya no era viable en la ecologia geopolitica y militar de la Europa del siglo XVIII.” Unos ochenta aiios mas tarde, Karl Marx veia esta fisura moral entre el individuo y la comunidad como algo que impedia el desa- trollo de una sociedad politica integrada. Pero tenia una teoria mas sencilla y alentadora respecto a cémo se habia producido tal fisura: ‘una teoria que proclamaba mostrar cémo podia repararse. El modo de produccién capitalista, que habia ensanchado la fisura hasta el maximo y que enfrentaba a cada individuo, existencial y espiritual- mente, con todos los demas, haciendo que se lanzaran los indivi- duos unos contra otros con impulso asesino, habia empezadoa crear su antitesis politica, moral y, a su debido tiempo, econdémica: la nueva comunidad, moralmente solidaria, de la clase obrera indus- trial. La situacién objetiva del proletariado obligaba a éste a hacerse comunista.** Vista retrospectivamente, ha resistido bastante bien el paso del tiempo la tesis marxista segiin la cual han sido el modo de ‘7 Véase p.ej. Du Contrat Social, Lib. 1, cap. 9 n.; Lib. III, cap. 4, cap. 15, Political Writings, ed. Vaughan, Il, pigs. 38n, 72-4, 95-8 (cf., sin embargo, la nota de Vaughan en las pags. 134-5) y la carta de Rousseau al Marqués de Mirabeau, del 26 de julio de 1767, Political Writings, II, 159-62. Hablar de la Utopia como una solucién al problema de la legitimidad quiza sea, en todo caso, utilizar un término demasiado fuerte; véase Shklar, Men and Citizens. ** Véase esta formulacién clasica en el Manifiesto Comunista (Manifesto of the Communist Party) (1848), Karl Marx & Friedrich Engels, Collected Works, Vol. 6, Londres 1976, esp. las pigs. 487—506.También The German Ideology (1845-46), Collected Works, Vol. 5, Londres 1976, esp. las pags. 48-54, y los Economic and Philosophical Manuscripts (1844), Collected Works, Vol. 3, Londres 1975, esp. las pags. 296-7. 33 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica cos que sean intrinsecos de la sociedad capitalista. Pero existen todavia muchos exponentes de la opinién segin la cual la demo- cracia capitalista, no sdlo es la nica democracia que hasta ahora tenemos, sino que es también la mejor democracia que probable- mente tengamos nunca, y mas atin: que seamos capaces de conser- var durante algun tiempo. La teoria democratica capitalista (la lamaremos asi provisionalmente) acepta los Estados, como los ha aceptado siempre, mas o menos tal como los encuentra. Acepta que el gobierno es necesario, conveniente, y da por supuesto que siem- pre lo vaaser. Aun cuando no sienta un afecto muy explicito por el poder del Estado, tampoco le hace demasiados melindres, dando por hecho que, puesto que de verdad es conveniente, dificilmente puede decirse en serio que sea un mal. Los Estados modernos, no cabe duda, se gobiernan mucho mis intensamente que los Estados europeos de comienzos del siglo XIX, y el sentimiento respecto a la gama de peligros politicos potenciales de los que es conveniente guardarse, se ha ampliado de apreciable manera desde la época de James Mill. Pero, en términos generales, sigue siendo cierto que la teoria democratica capitalista acepta las democracias capitalistas tal como las encuentra: faute de mieux. Es decir: las toma como instrumentos imperfectos para evitar males mayores. Podemos observar de manera cémoda esta modes- ta trayectoria de acomodacién confrontando los argumentos del racional de la postura de Mill en William Thomas, “James Mill’s Politics: The Essay on Government and the Movement for Reform”, The Historical Journal, XII, 2, junio 1969, pigs. 24-84. Véase asimismo la subsiguiente controversia con ‘Wendell R. Carr, Historical Journal, XIV, 3, septiembre 1971, 553-80; Vol. XIV, 4, diciembre 1971, 735-50; Vol. XV, 2, junio 1972, 315-20. Un filésofo moderno que realiza un audaz esfuerzo por mantener tal hipétesis es Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Oxford 1974. 37 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica teoria psicolégica, no sociologica. Las versiones modernas mas prominentes de la teoria democratica capitalista son por lo general menos parcas sociolégicamente. Joseph Schumpeter, por ejemplo, afirma en su Capitalism, Socialism and Democracy que una exposicién de la polftica democratica moderna en términos de decisiones racionales individuales de los ciudadanos seria deliberadamente oscurantista, y en su lugar presenta un modelo alternativo en el que politicos profesionales, agrupados en partidos organizados que funcionan como empresas participantes en un mercado, compiten por el favor de los votantes a intervalos prolongados, y los concu- rrentes que tienen éxito rigen el Estado (con bastante pocos motivos de distraccién) durante los periodos intermedios. Las democracias se distinguen de las no democracias por el modo en que adquieren a sus gobernantes; no por la clase de poder que los gobernantes tienen mientras ejercen como tales.** Una segunda modificaci6n de la teoria democratica capitalista, que procede principalmente de América, aun cuando tenga en parte sus raices en Tocqueville, no se limita a hacer hincapié en los mecanismos formales por los que se elige a los gobernantes, sino que —en contraste con los dispositivos politicos de los Estados comunistas, y sobre todo de los fascistas— lo hace en la libertad de que gozan un sinfin de grupos para asociarse y fomentar sus intereses politicos.*? Robert Dahl, por ejemplo, define a los Estados Unidos como un pais que presenta un ®@ Joseph Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy, Londres 1943, esp. el cap. XXII. © No existe todavia ninguna historia intelectual que arroje mucha luz sobre el desarrollo de esta corriente de pensamiento y de sentimiento, y quienes la rechazan, en gran parte, la han identificado como un movimiento ideolégico diferenciado. Entre sus figuras principales se contarian Daniel Bell, Seymour Martin Lipset, Robert Dahl, William Kornhauser, David ‘Truman y, desde algunos puntos de vista, el socidlogo Talcott Parsons. Como ejemplo de critica puede verse Henry S. Kariel, The Decline of American 41 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La teoria democratica accién, legales o de otro tipo, de combatir las posibilidades de que otros Jo malgobiernen o que lo comprometan en reprensibles aventuras politicas en el exterior por tiempo prolongado. ¥ menos aiin se nos impide democratizar el ejercicio del poder por debajo del nivel estatal. En la mayoria de las instituciones subordinadas de la sociedad moderna (sino en todas), sea esta sociedad capitalista o no, siguen siendo sobremanera abundantes las oportunidades de democratizacién de una indole inequivocamente beneficiosa. (Aun cuando hay muchos contextos en los que sigue siendo extraordinariamente dificil aprovechar esas oportunidades.) Una organizacién democritica de una institucién no es aquélla que suprime la autoridad de la capacidad, el conocimiento y el saber hacer, sino que es, sencillamente, una organizacién en la que esa autoridad se ve forzada persistentemente a demostrar su eficacia a los interesados, en unos términos que éstos puedan comprender y a la que, en virtud de esa obligacién, se hace responder ante ellos. Este tipo de dispositivos no son siempre agradables para la autoridad, ni resulta ‘econémica su aplicacién en cuanto al tiempo que la gente tiene que emplear para que funcionen. Puede verse una vigorosa afirmacién reciente de la fuerza y el valor de este proyecto (no siempre convincente) en Roberto Mangabeira Unger, False Necessity, Cambridge 1987. 45 2 El liberalismo “No generalices en exceso, te ruego, en estas simpatias y esta ternura. Recuerda que cada vida es un problema sui generis, un problema que no es tuyo, sino de otro, y date por satisfecha con la terrible algebra del tuyo propio.” Henry James, carta a Grace Norton 1883 (citado por Leon Edel, Henry James: ‘The Conquest of London, Londres 1962, pig. 505). El liberalismo es un tema mucho menos nitidamente delimitado que el de la teoria democratica, y en consecuencia mucho mis difi- cil de debatir con un alto grado de claridad. Si nos paramos a con- siderar la teoria democratica, es natural que empecemos por centrar nuestra atencién en una paradoja central: que en teoria todos nos hemos vuelto democratas justamente en la etapa histori- ca en la que ha devenido virtualmente imposible que, en la practi- ca, sigamos organizando nuestra vida social de un modo democritico. Puede que no esté a nuestro alcance resolver esta paradoja. Pero al menos —como observara el Dr. Johnson respecto a la perspectiva de ser ahorcado en un plazo de quince dias—' puede servirnos para que nuestra mente se concentre a las mil maravillas. En contraste con ello, en el caso del liberalismo no resulta evidente en modo alguno que haya algo en lo que podamos centrar la mente. Hasta los mas salvajes criticos de esta doctrina (por lo James Boswell, The Life of Samuel Johnson LLD, Londres 1906, Vol. 2, pag 123. 46 El liberalismo menos si exceptuamos a Nietzsche)’ se muestran fundamen- talmente indecisos respecto a si la misién a la que ellos se sienten llamados consiste en destruir el liberalismo o en consumarlo; respecto a si lo que el liberalismo ofrece es un criterio para la orga- nizacién de la vida colectiva humana plagado de inapropiados escripulos o un genuino proyecto de liberacién humana al que simplemente le ocurre que los mecanismos que propone para alcan- zar su objetivo no son adecuados. En politica, esta ambivalencia tiene bastante importancia, puesto que supone una indecisién entre la opinién de que los liberales estan moralmente corrompi- dos y otra opinién menos incendiaria, segin la cual lo unico que pasa es que incurren en ingenuidad sociologica. ‘Una segunda dificultad importante que incide en el andlisis del liberalismo reside en la extremada imprecision del término para definir aquello a lo que se refiere. Por diversos motivos, buenos, malos e indiferentes, podemos estar en desacuerdo respecto a cuales son las condiciones necesarias y suficientes para ser democrata. Pero, al menos, nadie va a discutir que ser democrata es un valor politico fundamental. Sin embargo, en el caso del liberalismo, la cuesti6n resulta mucho menos clara. Por lo menos en el sentido en el que lo emplean quienes se describen a si mismos como tales, ser li- beral suele ser una cuestién de amplia devocién cultural y no una cuesti6n politica en absoluto. No es, en todo caso, una cuestién que 2 Lacritica de Nietzsche al liberalismo esta dispersa por toda su obra. Una ditil introduccién al tema la ofrece J. P. Stern, Nietzsche, ed. de bols. Londres 1978. Quizd el texto mis clarificador al respecto sea Més alla de bien y del mal (cf. Friedrich Nietzsche, Beyond Good and Evil, trad. de R. Hollingdale, ed. de bols. Harmondsworth 1973). También R. J. Hollingdale (ed.) A Nietasche Reader, ed. de bols, Harmondsworth 1977, ofrece una interesante seleccién de pasajes del conjunto dela obra nietzscheana: véanse en especial las pigs. 71-124, 149-66, 197-205. 47 La agonia del pensamiento politico occidental haga referencia a los grandes temas organizativos de la politica. Si el valor primordial del talante de los liberales es la tolerancia, su prin- cipal valor politico quiza sea una antipatia fundamental por la autori- dad en cualquiera de sus formas. La antitesis del liberalismo no es sin duda el socialismo, por mds que los economistas partidarios a ultranza del laissez-faire, como Friedman’ o Hayek, quieran con- vencernos de que es asi. Quiza nos acerquemos mas a un punto de partida util proponiendo dos antitesis diferentes del liberalismo, antitesis que dan al propio término sentidos ligeramente distintos: el primero seria el de conservadurismo y el segundo el de autocracia. Es propio del talante liberal la escasa consideracién por el pasa- do. Es evidente que los liberales se niegan a ver en el pasado un punto focal de valor al que se reconoce autoridad. Para ellos, la tradicién es sospechosa, y al menos durante un tiempo estaban predispuestos a creer en la realidad del progreso. En la Querella* entre Antiguos y Modernos que se desarrollé en el siglo XVII, los liberales estuvieron firmemente alineados con los Modernos. Naturalmente que se ali- nearon con ellos; en esencia porque en aquel momento la mo- dernidad estaba firmemente de su parte. Pero, con el paso del tiempo, + ‘Tanto Friedman como Hayek han escrito prolificamente. La esencia de la identificacién que establecen del liberalismo y del socialismo puede verse en Milton Friedman (8& Rose D. Friedman), Capitalism and Freedom, ed. de bols Chicago 1963, y F.A. Hayek, New Studies in Philosophy, Politics, Economics and the History of leas, Londres 1978, pags 3-162, 179-90. ‘Véanse los detalles de esta Querella en J. B. Bury, The Idea of Progress, ed. de bols. NuevaYork 1955, caps. IV-VI; John Passmore, The Perfectibility of Man, ed. de bols. Londres 1972, cap. X: JS. Spink, French FreeThought from Gassendi toVoltaire, Londres 1960; Richard F. Jones, Ancients and Moderns: A Study of the Rise of the Scientific ‘Movement in Seventeenth-century England, 2* ed., St Louis, Missouri 1961; Paul Hazard, Le Crise de la conscience européenne 1680-1715, Paris 1961. Otro de los textos clisicos al respecto es el de Bernard le Bovier de Fontenelle, Digression sur les anciens et les modernes, editada con Entretiens sur la pluralité des mondes, por Robert Shackleton, Oxford 1955. 48 El liberalismo ésta resulté ser una aliada un tanto traicionera. El momento decisivo sobrevino sobre todo con la Revolucién Francesa, una revolucién que se hizo en nombre de los valores liberales: Libertad, Igualdad, Razon, y en contra de la tradicion y de los privilegios arbitrarios. Pero fue también, qué duda cabe, una revolucién que culminé en sangre y terror y que acabé en autocracia militar. Después de 1793 y de la dictadura jacobina impuesta por el Comité de Salud Publica bajo Robespierre, los liberales ya no encontraban facil confiar en el futuro ni considerar que los valores conservadores, sin paliativos, incurrian en el error. Viendo cémo los oponentes revolucionarios de estos valores habian concebido mal el significado de los valores li- berales de libertad y raz6n, ademas de haber malinterpretado las ca- racteristicas fundamentales de la naturaleza humana, y viendo en la autocracia revolucionaria una negacién fundamental de los valores liberales y un légico resultado de la mala interpretacién revolu- cionaria de las demandas de la libertad y de la raz6n, los Liberales empezaron a encontrar mas méritos en la tradicion y en el pasado. En sus Memoirs, Alexis de Tocqueville expone cual fue la misién politica que desempefié en la revolucién que hubo en Francia en 1848, como habria hecho cualquier buen Liberal: la defensa de la causa de “la libertad y de la dignidad de la humanidad”. Pero también se refiere a si mismo con una frase que hasta Burke habria suscrito con satisfaccion, al decir que trat6 de “proteger las viejas leyes de la Sociedad frente a los innovadores”.> En el siglo XVIII, un liberal 5 Alexis deTocqueville, Recollections, trad. de A. Texeira de Mattos, ed. de bols. NuevaYork 1959, pig. 116 (“con ayuda,” prosigue, “de la nueva fuerza que el principio republicano podria prestar al gobierno; hacer que la voluntad manifiesta del pueblo francés triunfe sobre las pasiones y los deseos de los obreros de Paris; conquistar la demagogia con la democracia”. Aun cuando se podria discutir largamente sobre los términos en los que se expone, hay que decir que se trataba de un programa con futuro). 49 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book El liberalismo anotar explicitamente antes de iniciar la exposicién histérica del desarrollo del liberalismo y de su destino. Esta categoria es, en cier- ta forma, la mds esquiva de todas las citadas. En rigor, ni siquiera esta claro cual deba ser la forma verbal correcta bajo la que debe considerarse. El liberalismo, dicese a veces, es una forma de indivi- dualismo.? Los pensadores liberales tratan de entender la sociedad, el Estado y la economia como la suma de las acciones de los individuos. De hecho, han desarrollado incluso una ideologia intelectual profesional sistematica para su practica, a la que se conoce como individualismo metodolégico,'° método que insiste en que ésta es la unica forma, no basada en la supersticién, en la que es posi- ble entender esas entidades: que literalmente no hay nada mas que entender que la existencia de meros individuos. En su politica, los liberales defienden con tenacidad los derechos individuales, y al menos en sus preferencias culturales manifiestas, valoran muy mucho el desarrollo de la individualidad, lo cuidan sobremanera. Las dimensiones de este compromiso para con el individuo son extraordinariamente varias: van desde juicios de caracter biolégico y socioldgico, hasta juicios morales y culturales. No todas ellas enca- jan bien en el conjunto. El gusto valorativo del habla inglesa actual siente claramente mayor simpatia por unas que por otras. En cuan- to valor puramente cultural, el individualismo, al menos en los cir- culos cultivados, cuenta con un grado de lealtad francamente fuerte. Tener individualidad es algo que distingue: un logro per- sonal, o quiz4 un feliz accidente biolégico. Por el contrario, carecer de individualidad es ser anodino, ser del monton. En el colegio, por ejemplo, los nifios sienten muchas veces una tremenda * Steven Lukes, Individualism, Oxford 1973, ofrece una concepcién general, breve ¢ interesante, de esta tradicin de pensamiento y de forma de sentir. © Véase John O'Neill (ed.), Modes of Individualism and Collectivism, Londres 1973. 53 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book El liberalismo éste un liberalismo cuyas propiedades politicas se han explorado adecuadamente desde el siglo XVIII, y tanto sus méritos como sus desfiguraciones estan bastante claros. Es el liberalismo de las democracias pluralistas del mundo occidental, de los Estados que otorgan a sus intelectuales la licencia para ejercitar en publico su ingenio y su imaginacin sobre el sentido de la existencia politica. Los dominios histéricos de esta rama del liberalismo han quedado circunscritos a Europa (en gran medida a Europa occidental) y ala diaspora europea en Norteamérica y en los Antipodas. Su destino puede que esté unido al del modo de produccién capitalista, inven- cién econémica que ha estado muy cerca de conquistar el globo, Universe, ed. de bols. Nueva York 1958; Charles Webster, The Great Instauration: Science, Medicine and Reform 1626-1660, Londres 1975; William Leiss, The Domination of Nature, Nueva York 1972; Roy S. Porter, The Making of Geology: Earth ‘Science in Britain 1660-1815, Cambridge 1977; C. B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism, Oxford 1962. Incluso las més agudas presentaciones del proceso en sus formas socialmente més difundidas tienen dificultad en transcender la imagen del alborear de lo evidente (nuestra racionalidad) en gran parte bajo su propio peso. Véase especialmente la excelente obra de Keith Thomas, Religion and the Decline of, Magic; Studies in Popular Beliefs in Sixteenth- and Seventeenth-Century England, ed. de bols. Harmondsworth 1973 y “An Anthropology of Religion and Magic II”, Journal of Inter-disciplinary History, VI, 1, verano 1975, 91-109, y cf. Jeanne Favret-Saada, Les Mots, la mort, les sorts; la sorcellerie dans le Bocage, Paris 1977. Dos estimulantes intentos de analizar las relaciones entre la organizacién econémica y social y el desarrollo de las formas de Estado en Europa en el curso de la (prolongada) transicién del feudalismo al capitalismo los ofrecen Immanuel Wallerstein, The ModernWorld System ed. de bols. Londres 1974, y sobre todo Perry Anderson, Passages from Antiquity to Feudalism, and Lineages of the Absolutist State, Londres 1974. Una critica penetrante de cada uno de estos autores puede verse en las recensiones de Theda Skocpol, American Journal of Sociology, LXXXII, marzo 1977, 1075-90, y (junto con Mary Fulbrook), Journal of Development Studies, XIII, 3, abril 1977, 290-5. Véase asimismo Peter Gourevitch, “The International System and Regime Formation”, Comparative Politics, X, 3, abril 1978, 419-38. 57 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book El liberalismo Eljuicio negativo sobre el liberalismo (por ejemplo, el del profesor Macpherson) veria la transicién de Locke a John Stuart Mill como el paso, desde la seguridad ingenua de la sociedad del capitalismo temprano, hasta un desasosiego sensitivo mis refinado, una inci- piente conciencia de las limitaciones morales inherentes a la sociedad capitalista, su estrechez de miras, su sérdido instrumen- talismo y su corruptora psicologia social. Locke, al aparecer en temprana etapa de la ideologia capitalista, s6lo podia ver el impo- nente acrecentamiento de la libertad humana que estas institu- ciones son capaces de engendrar. Pero Mill, al aparecer mas tarde, pudo sentir con mayor claridad el pesado costo para la capacidad humana de libre autodesarrollo que las mismas traian consigo. La sociedad capitalista, pudo comprobar Mill, mientras Locke no podia verlo, fomentaba un estrecho individualismo egoista a expensas de la individualidad libre, inventiva y generosa.'* Pero el hecho es que Locke parece haber cobijado unos valores bas- tante diferentes y haber tenido in mente unos fines bastante distintos. Si la obra de Locke representa una filosofia liberal comprensiva, formulada en una etapa relativamente temprana de la historia de la ideologia liberal (razon, tolerancia, gobierno por consentimiento y conocimiento, incluso conocimiento moral, firmemente basado en la experiencia sensorial), es importante que nos preguntemos qué fue exactamente lo que condujo a Locke a poner su confianza en estos valores, y cuales eran las premisas, culturales y humanas, de tal adhesion. ;Ocurre efectivamente, como por ejemplo afirma Macpherson, que Locke pone su confianza esencialmente en la sufi- ciencia moral de la produccién capitalista de mercado?!” ;Es la \© Macpherson, Possessive Individualism, caps. I y VI, y C. B. Macpherson, Democratic ‘Theory: Essays in Retrieval, Oxford 1973, caps. I-III. "7 Macpherson, Possessive Individualism, pigs. 194-262. 61 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your 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Hasta qué punto estas proyecciones pecan de exceso de optimismo, incluso dentro de sus propios términos, determinados en alguna medida por una visién con anteojeras, es una cuestién rigurosamente técnica, una cuestién sobre la que tinicamente los economistas poseen la capacidad técnica para intentar siquiera reflexionar con seriedad, por no hablar ya de pronunciarse con seguridad en publico. Pero de lo que uno puede estar seguro, incluso sin poseer esas capacidades técnicas, es de hasta qué punto son angostos estos términos y cuan groseramente carecen de una vision moralmente coherente de los intereses de la especie en su conjunto. No hay sencillamente una visién capitalista plausible de un futuro moralmente posible para los seres humanos, ni siquiera en los términos mas escuetamente utilitarios, segiin los cuales cada cual valdria por uno, y ninguno por mas de uno, del mismo modo que no puede haber ninguna vision moralmente aprobatoria del orden mundial existente que no se base en un pronunciado grado de astigmatismo o miopia morales. Es bien sabido que también el socialismo tiene no pequeiia dificultad en mantener ante su presente un rostro moral muy feliz. Pero, a diferencia del capitalismo, nunca ha cejado en sus esfuerzos por unir la teoria con la practica, por trazar grandes proyectos sobre el futuro. Tiene desde luego la menor dificultad en hacerlo alli donde su efecto practico es minimo. En cuanto lenguaje de pura intencién moral, resulta tan edificante como quepa desear. Ahora bien, puesto que tiene el compromiso oficial de despreciar la intencién moral pura, esto no supone gran consuelo. E incluso en cuanto lenguaje de intencién moral pura, pueden suscitarse bastantes dudas en cuanto a su éxito en evitar la prevaricacién, e incluso la 133 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book {Revolucién? que se producian en el imperio ruso,'? que insisten en la estricta continuidad entre la revolucién permanente de comienzos de 1850 y la empresa bolchevique de Octubre de 1917.'3 La hermenéutica de textos tan sagrados y con tantas consecuencias practicas como éstos tiene por fuerza que ser tan intrincada como incendiaria, y no “por accidente” no existe, en consecuencia, un solo estudio del desarrollo (0 estasis) del pensamiento de Marx sobre estas cues- tiones en cuyas conclusiones pueda confiarse ni remotamente.'* Pero en resumen se tiene una impresién bastante clara de que ambas tradiciones de interpretacion, la socialdemécrata y la leni- nista, estan forzando la licencia interpretativa sobre este tema. Los leninistas exageran de manera palmaria las expectativas que Marx 2 -Véanse sobre todo A. Walicki, The Controversy over Capitalism. Studies in the Social Philosophy of the Russian Populists, Oxford 1969, en especial las pags. 179-94, y Baruch Knei-Paz, The Social and Political Thought of Leon Trotsky, Oxford 1978, Apéndice, pigs. 585-98. Véanse p.ej. Neil Harding, Lenin’ Political Thought, Vol. 1, Theory and Practice in the Democratic Revolution, ed. de bols. Londres 1977, sobre todo las pags. 105, 11-15. (Elestudio de Harding, cuidado e interesante, presenta una convincente vision del desarrollo del pensamiento de Lenin, pero es mucho menor su autoridad en la vision implicita que ofrece de la concepcién de la accién politica que sustentaba el propio Marx y de la adecuada division del trabajo entre intelectuales y proletarios dentro de esta concepcién); Robin Blackburn (ed.), Revolution and Class Struggle:a reader in Marxist politics, ed. de bols. Londres 1977, sobre todo las aportaciones que hacen el editor y Ernest Mandel, pags. 9-135; Georg Lukécs, Lenin: A Study on the Unity of his Thought, trad. de N. Jacobs, ed. de bols. Londres 1972 (un estudio que en la prictica sirve bastante bien para poner de relieve la amplitud de la diferencia que existe entre la politica de Lenin ylade Marx). Esto no significa que no se haya escrito tiltimamente un considerable volumen de trabajos sobre la interpretacién de la politica de Marx. Véanse, por ejemplo, Ralph Miliband, Marxism and Politics, Londres 1977; R.N. Hunt, Political Ideas of Marx and Engels; Hal Draper, Karl Marx’s Theory of Revolution. Part I. State and Bureaucracy, 2 vols., Nueva York 1977, y Alan Gilbert, Marx's Politics: Communists and Citizens; Londres 1981. 139 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental por qué no habia de mostrarse tan apremiado a recurrir a defen- sores ideolégicos como lo habian estado los derechos residuales del feudalismo en 1789? Toda forma de sociedad existente, sabia Marx tan bien como lo supieran Maquiavelo o Hobbes, estaba integrada, y era preservada, en ultima instancia en virtud de la fuerza. Pero cabia confiar en que, a no tardar, el absurdo moral de la sociedad capitalista, que ponia de manifiesto cada vez mas palmariamente su propia dinamica interna, agotaria la fuerza de quienes la protegian y aumentaria la de quienes sufrian por causa de ella. Viendo (con bastante exactitud) que la fuerza guardaba al crimen politico y social, no se echaba Marx atras ante el uso contra él de la fuerza necesaria. La accion politica revolucionaria era la accién, en justa guerra civil, de los socialmente ofendidos. Todo esto se ajusta bastante bien a la apologia marxista estan- dar, aun cuando esté expresado en términos que ni mucho menos harian felices a los marxistas. ;Dénde sobreviene el error? La accién politica revolucionaria, la practica de la guerra civil justa, no es sino un precario intento (como ha de serlo toda guerra supues- tamente justa) de sintetizar violencia y justicia. Debido a las cir- cunstancias en las que caracteristicamente se desarrollan las guerras civiles, ensaya esta sintesis de una manera particularmente ambiciosa y en un terreno sobremanera desfavorable, define el telos de la revolucién, excediéndose en la ambicién, como Utopia, y despliega el esplendor moral de este destino, al que intenta (0 al menos proclama) ir, para disculpar lo que, en la practica, no suele ser mas que asesinar y a veces asesinar a muy gran escala. Ademis, la raz6n por la que los asesinatos a tan gran escala se muestran necesarios con tanta frecuencia (o al menos su perpetracién se muestra como un hecho) tiene una relacién bastante profunda con las razones por las que la Utopia no consigue establecerse. Y las 144 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book ¢Revolucién? insignificante en la actualidad.) Pero hoy en dia, aun cuando la moralizacién se lograse de modo no ilusorio y no fuera meramente el resultado de fomentar creencias falsas, como triunfo —la con- struccién de una isla moral en medio de un océano amoral— resulta ya demasiado pobre desde un punto de vista moral, y seria con mucho demasiado tarde desde un punto de vista practico. Pues la comunidad practica en la que ya vivimos es una comunidad mundial, una comunidad de aplastantes desigualdades en su desa- rrollo econémico y de divisiones politicas que la convierten en una serie estrafalaria de heredades feudales. Civilizar uno solo de estos sefiorios en medio de un mundo feudal —podria tratarse de Canada, o de Inglaterra— es de por si un digno proyecto. Pero nadie lo con- fundiria con el establecimiento de una comunidad moral viable. Hace aproximadamente siglo y medio bosquejé Karl Marx por vez primera, en el manuscrito de La ideologia alemana,?5 una imagen de la creacién del planeta como marco unico para la accién de la especie humana y apunto intemporalmente a la posibilidad de construir en ese marco una verdadera comunidad de la especie. Cierto que ofrecié una definicién un tanto precipitada de los cons- tructores de tal comunidad al asignar tal papel al proletariado, colectivo al que Marx consideraba que la ineluctable dinamica del desarrollo capitalista habia arrancado las supersticiones. El proceso que conducirifa a este punto purificaria el oro librandolo de la esco- ria y desembocaria en una civilizacién desarrollada y en el poder de la especie, dejando al proletariado la condicién de orgulloso poseedor del oro. La visién de Marx (quiz una metéfora demasia- do concreta; por lo menos el suefio de Marx) de una comunidad 28 Karl Marx y Friedrich Engels, The German Ideology (1845-46), Marx & Engels, Collected Works, Vol. Y, Londres, sobre todo las pags. 46-54. 153 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book ¢Revolucién? culpa.”* Pues el estado de animo que esta vision del mundo tiende a evocar es un equivalente internacional de la proclamacion un tanto est6lida que hiciera Blanqui en relacién con su pais: “Lo que existe es malo. Hay que sustituirlo por otra cosa.”*® Las consecuencias politicas de este talante, como ocurrié en el caso de Blanqui, son un tanto maniqueas. Si es evidente la base de la que se parte para sefialar a las Fuerzas de lasTinieblas, es poco mas que desiderativo el criterio con el que se indican cuales han de ser las Fuerzas de la Luz. Todos somos temperamentalmente maniqueos a nuestro modo. Separamos el bien del mal en gran medida a nuestro antojo y nos adherimos a estas arbitrarias identificaciones con el fervor de los conversos. La politica maniquea posee la fuerza de la certeza, pero esta llena de peligros. Una vision maniquea estrecha es inhe- rentemente casual respecto a las posibilidades causales y se centra demasiado en el ejercicio de la voluntad moral. Llama sin miramientos a hombres y mujeres para que tensen sus nervios, hagan hervir su sangre, y se lancen a una lucha a muerte. Esa vision ha perseguido a la historia intelectual del rechazo moral del capitalismo durante bastante mas de un siglo. El rechazo de un presente intolerable en favor de un futuro predeciblemente mejor y mas seguro (aunque sospechosamente carente de propiedades descritas in extenso) se hallaba en el nucleo politico del odio apasionado que Marx profesaba a la sociedad y al Estado »* Cf John Dunn (ed.). West African States: Failure and Promise, ed. de bols. Cambridge 1978, en especial la Introduccién y la Conclusién debidas al director de la edicién, y la Conclusién del trabajo debido a Donal Cruise O'Brien; John Dunn & Richard Rathbone (eds.), Contemporary West African States, Cambridge 1989, »® Cita tomada de Alan B. Spitzer, The Revolutionary Theories of Louis Auguste Blangui, Nueva York 1957, pag. 135 (corresponde a las declaraciones hechas a un entrevistador del periédico TheTimes, aparecidas el 27 de abril de 1879). 187 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book ¢Revolucién? por supuesto, en un punto cualquiera de la historia, que ese mundo estaba, 0 esta, inscrito indeleblemente en la logica del pasado y en la del presente. La propia vision ambivalente que Marx tenia del proletariado en cuanto agente histérico nunca proporcioné bases plausibles para tal optimismo. Que las victimas de la opresion capitalista, aplastadas sin esperanza, consiguieran formar una Fraternidad de la Venganza*? eficaz era razonablemente de esperar, si es que no era una prediccién con base sélida. Pero que, con los recursos de esa experiencia, Ilegaran a construir un mundo social mejor, nunca se articulé ni siquiera como esperanza que merezca ser tenida por razonable. Lo mejor que cabe decir de esa concep- cién es que los supuestos de los que partia eran profundamente democraticos, mérito que sefialadamente no la acompaiié en su primer transito a una sociedad en la que la inmensa mayoria de la poblacién estaba en realidad constituida por campesinos.** Lo peor que de ella puede decirse es, quiza, que ha conferido a la teoria 33 Cf. Friedrich Engels, The Condition of the Working Class in England (1845), Marx & Engels, Collected Works, Vol. IV, Londres 1975, pags. 295-583, en especial las, pigs. 581-3; Marx & Engels, Manifesto ofthe Communist Party (1848), Collected Works, Vol.VI, Londres 1976, pags. 477-519. + Véase sobre todo Moshe Lewin, Russian Peasants and Soviet Power: A Study of Collectivization, trad. Irene Nove, ed. de bols. Londres 1968, y Political Undercurrents in Soviet Economic Debates, ed. de bols. Londres 1975, asi como Teodor Shanin, The Awkward Class Political Sociology of Peasantry in a Developing Society, Russie 1910-1925, Oxford 1972. Los componentes democraticos del maoismo (y el valor prictico que a la postre puedan llegar a tener para el pueblo chino) estén en intima relacién con el abandono en la prictica, por parte de esta doctrina, en un estadio muy temprano de la vision segiin la cual el proletariado tenia la capacidad de hacer la historia de China o poseia alguna clase de titulo preferente para gozar de los frutos de la revolucion china una vez consumada ésta. (En la primera edicién, el juicio dela revolucién china implicito era un desalentador testimonio del extraordinario éxito desinformativo del gobierno chino en Occidente por aquellos afios.) 161 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book (Revolucion? légica.*! Es palmaria la imprudencia de esta forma de ver las cosas. Pues, si se arrumba toda comprensién causal de la naturaleza humana, ;por qué hemos de esperar que sélo las posibilidades légicas mas agradables sean las que actualicen su potencialidad? ;Por qué no hemos de suponer, antes bien, que aquello en lo que como seres humanos tenemos sélidas razones inductivas para creer es que, tanto social como politicamente, el futuro, como el presente y como. el pasado, estar dotado de suficientes motivos y focos de inquietud que provoquen la angustia racional? No puede aceptarse por la inteligencia que, en una teoria social y politica, las propiedades de la naturaleza humana puedan entrar y salir de la inteligibilidad y la susceptibilidad a la valoracién y al cdlculo racional como dialéctica- mente se les antoje conveniente a sus exponentes. Si el marxismo ha de realizar su vision emancipadora original y ayudarnos a construir un orden social menos opresivo para determinadas poblaciones y para la especie en su totalidad, tiene que descartar sin reservas esta licencia epistémica de evasién, tiene que admitir su incapacidad para transcender las capacidades de visién y previsién social, desalentadoramente miopes e irremediablemente inseguras, que comparten los seres humanos, y de las que dependen para, en alguna medida, conseguir la cooperacién fiable y amistosa. Ver la debilidad crucial del marxismo en estos términos es en parte seguir el Ilamamiento que hace Stuart Hampshire a considerar el socialismo no como una cruda ideologia politica predicada sobre una fantasia de ciencia natural, sino como un programa moral co- tregido o informado por las ciencias humanas.‘* Aun cuando no * Aveces se arrojan dudas hegelianas incluso sobre la aplicabilidad de esta limitacién. * stuart Hampshire, “Epflogo”, Kolakowski & Hampshire (eds.), The Socialist Idea, pigs. 247-9, Véanse también las pigs. 36-44. 167 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental Ja afrenta? Si en todo lo demas somos como vosotros, también en eso seremos semejantes... La villania que me ensefidis a cometer sabré ejecutarla, y serd dificil, pero mejoraré vuestra ensefanza. Identificar al otro como agente humano responsable puede ser una necesaria condicién para otorgarle respeto; pero es también una base necesaria para considerarle con resentimiento.’* Mutua com- prension no implica necesariamente aplauso mutuo. Negarse a reconocer el hecho de la pertenencia a una especie comin es en verdad irracional.*? Pero negarse a reconocer que implica inhibi- cion drdstica alguna de nuestros deseos en favor de los intereses de otros es irracional unicamente si esperamos que los demas ejerciten esa drastica inhibicién en nuestro favor. Esta negativa es en si totalmente racional. Lo que ocurre es que, moralmente, es poco edificante. Incluirnos a nosotros mismos dentro del mismo marco de comprensidn que a los demas es una condicién de la racionalidad. Dejar de otorgar a nuestros propios intereses un mis alto grado de prioridad que el que otorgamos a los intereses ajenos, es un logro moral. Lo que posibilita el mutuo entendimiento entre los seres humanos (hasta el punto en que tal entendimiento es posible) es precisamente la inclusién de nuestro propio yo en el mismo marco en el que entendemos la condicién de los otros. Por decirlo con las palabras de Herder: “El grado de profundidad de los sentimientos 51 William Shakespeare, The Merchant of Venice, Acto III, Escena 1 5 Un tratamiento clisico del tema lo ofrece P.F. Strawson, “Freedom and Resentment” en PF Strawson (ed. , Studies in the Philosophy of Thought and Action, ed. de bols. Londres 1968, pags. 71-96. © Un interesante conflicto de opiniones acerca de lo que implica esta consideracién puede verse en los libros de Thomas Nagel, The Possibility of Altruism, Oxford 1970, y Gilbert Harman, The Nature of Morality: An Introduction to Ethics, ed. de bols. Nueva York 1977. 172 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book {Revolucién? concepci6n esta ultima que, en su descaro, apenas transciende la provinciana vision de Justus Méser en 1790: “En mi opinion, los derechos del hombre consisten en la autorizacién para tomar po- sesién de todo cuanto no esté ya ocupado por otro, y en defender lo que de ese modo se ha adquirido.”** Es compatible el socialismo siquiera con una forma de gobierno que rinda cuentas, con un orden politico en el que los gobernantes tengan que responder de manera efectiva ante los gobernados? ;O es el intento de combinar una mayor igualdad social con una cierta democratizacién real de la autoridad politica un simple intento de violar lo que Alexis de Tocqueville llamara “las viejas leyes de la sociedad”? Es cierto sin duda que la viejas leyes de la sociedad suelen reiterarse en la teoria sdlo cuando esta resultando dificil defenderlas en la practica.Y también es instructivo observar la cre- ciente expresién de duda respecto a si, de hecho, el mantenimiento del capitalismo en s{ es compatible siquiera con el grado de demo- cracia que en la actualidad gozamos en Gran Bretafia. (El profesor Hayek, por ejemplo, junto con un cierto nimero de figuras de la derecha con menos coherencia intelectual, se deslizaba claramente hacia atr4s, remontandose a las conclusiones sobre el tema a las que legara Henry Ireton.)°'Tal como hemos observado antes, podemos estar bastante seguros de que en rigor no somos capaces de go- bernar nuestras propias sociedades, por no hablar ya de gobernar 8 Citado a través de Meinecke, Historism, pig. 285. Alexis de Tocqueville, Recollections, trad. de A. Texeira de Mattos, ed. de bols. Nueva York 1959, pag. 116. * Véase, por ejemplo, Hayek, New Studies, pigs. 105-18, 152-62, 304-8 (en especial la pig. 308), y cf. la carta que dirigié a TheTimes, 3 de agosto de 1978. Respecto a la postura de Ireton, pueden verse los debates Putney (A.S.P. Woodhouse (ed.), Puritanism and Liberty, Londres 1938, sobre todo las pags. 26-7 y 53-5). 177 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental Robert Nozick,® y que se le garantizase que no encontraria en ade- lante mas que sensaciones agradables, es algo tan ilusorio de espe- rar como seria ignominioso elegirlo. El segundo es que el vector de este destino colectivo es el psiquismo individual, campo de elec- ci6n, infinitamente capaz de elegir para mal e infinitamente capaz de esforzarse por algo mejor, y por ello en necesaria e incesante guerra dentro de si mismo. La doctrina politica explicita de Platén es sin duda franca- mente grotesca, con su aseveracién eminentemente sensata de que el poder sdlo puede confiarse en las manos de los gravemente dig- nos de confianza moral, y su alegacién eminentemente absurda de quiénes debe suponerse que son precisamente estas personas gravemente dignas de confianza moral. E incluso si esta psicologia moral fuese mas confortablemente plausible de lo que tendemos a encontrarla —de forma que los que mis saben fuesen verdadera- mente los mejores y los mas fiables moralmente— nos resulta imposible tomarnos en serio, aun cuando evitaramos sucumbir al mas abyecto de los relativismos, una concepcién tan groseramente restringida de qué es lo que necesitan saber quienes tienen el poder en sus manos. Si sdlo el mejor de los entendimientos morales humanos podria ser adecuado para dirigir moralmente el poder humano, tnicamente la mejor de las comprensiones causales prac- ticas humanas seria adecuada para dirigir ese poder en la practica.Y © La finalidad teérica para la que Nozick intenta que sirva su experimento noético consiste en resaltar la prioridad del deseo humano de actuar sobre el deseo humano de conseguir experiencias aceptables. (Véase Nozick, Anarchy, tate and Utopia, pags. 425.) No esti claro que esa concepcién de la naturaleza humana deba asumirse obligatoriamente desde el punto de vista epistémico. Pero no cabe duda de que Nozick hace que parezca moralmente apropiada: y si es apropiada al nivel individual, también lo serial nivel social. 184 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental que estaba exagerando ese caracter novedoso, del mismo modo que cuando, en el verano de 1933, Adolf Hitler anunciaba al pueblo alemdn que: “Ha concluido la €poca de la felicidad personal”,’> estaba sobreestimando en gran manera su grado de obsolescencia. Lo cierto es que la expansién de la produccién capitalista después de la II Guerra Mundial ha hecho que la profecia hitleriana (a pesar del notable esfuerzo que el propio Hitler hizo para convertirla en realidad) parezca sencillamente absurda. Ahora bien, si se concibe el tiempo de sofiar de la sociedad capitalista como la conciencia de tener derecho a experiencias agradables, sin una concepcién moralmente racional que incluya un catdélogo de obligaciones anejo a tal derecho, es cuando menos razonable dar por supuesto que el suefio no va a durar eternamente. Nunca ha habido, ni nunca podria haber habido, una concep- cién de la sociedad capitalista que, a la vez que reconozca por entero sus propiedades facticas en cualquier caso, la presente como un orden moralmente racional. Por el hecho de haber sido siempre moralmente vulnerable, también lo ha sido politicamente. Ha esta- do expuesta al desafio impugnador, de manera permanente desde el interior de sus propias fronteras y, ahora, en creciente medida, desde el exterior de ellas. Durante mucho tiempo ha respondido a esos desafios con notable éxito, e incluso ahora muestra en muchos escenarios una impresionante capacidad, politica y militar, de valerse por si misma. Seria estipido sin duda suponer, como persistentemente han esperado los marxistas, que su capacidad politica o militar de protegerse a si misma vaya a quebrarse de manera subita y decisiva. Pero no seria menos estupido presumir 78 Citado por Joachim C. Fest, Hitler, trad. de R. & C. Winston, ed. de bols. Harmondsworth 1977. pag, 621. 190 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book Conclusién (1992) inevitablemente la sustentabilidad de todo sistema de gobierno comunista instalado en un pais en gran parte industrial que se viera obligado a competir militarmente con el poder militar concentrado que hacian posible las economias capitalistas, mas fuertes. No hay raz6n alguna por la que el consiguiente hundimiento de la competitividad militar hubiera de mejorar, en vez de erosion- ar, la prudencia estratégica y la fragilidad politica del liderazgo soviético, y no existia garantia estructural previa de que el cese de la dominacion soviética en la Europa oriental y la subsecuente desintegracién de la propia URSS seria relativamente pacifica, en vez de producirse en medio de un baifio de sangre, de que la Union Soviética no seguirfa el camino de Yugoslavia. La capacidad de juicio y la decisién politicas siguen prestando la contribucién final y decisiva al modo en el que se desarrolla la historia humana. Aunque es desde luego muy frecuente que lo hagan en la direccién menos alentadora. Pero ahora que esta contribucion ha sido hecha, se ha hecho mucho mis facil juzgar hasta qué punto los seres humanos saben hoy en dia lo que estan haciendo en politica, y en qué medida las ambiciosas tradiciones del pensamiento que tratan de organizar su comprensién captan efectivamente las principales propiedades de nuestra dificil situacién actual. En la primera edicién del presente libro poniamos de relieve una serie de anomalias dentro de las modernas formas occidentales de comprender los valores politicos, y haciamos hincapié en la laguna que separa las exigencias de estos valores politicos y los juicios sobre la causalidad politica y econémica, en lo que es posible y practicable en los Estados y las economias modernos. Ninguna de estas anomalias han desapa- recido, y la laguna en cuestién, si acaso, se ha agrandado de manera perceptible. 195 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book Conclusién (1992) mundo, presente o futura, sobre la misma base y por los mismos medios en que se ha producido desde que Adam Smith tomara la pluma. Esta noticia es peor para aquéllos para quienes el progreso no ha resultado hasta ahora muy alentador, que para los habitantes de los paises de la OCDE. Pero sus consecuencias politicas no son faciles de prever —considérense los antecedentes de la Guerra del Golfo— y podrian resultar, no s6lo temendamente feos, sino tam- bién bastante peligrosos, incluso para paises que, de momento, gozan de una excesiva prosperidad. Podemos tener la seguridad de que el futuro material y el futuro politico del mundo estaran estrechamente vinculados uno al otro, puesto que ambos ejercen una reciproca influencia, fuerte y cercana.'? Una poderosa corriente en el pensamiento politico occi- dental, con especial importancia en el estudio de las relaciones internacionales, parte del supuesto de que, para todos los fines practicos, es la lucha por la riqueza y por el poder la que determi- nara el futuro humano, y que en esa lucha, los factores morales 0 espirituales tendran pocas consecuencias perdurables, si es que tienen alguna. En si, ésta parece una visién con la cabeza clara y agradablemente desengajiada. Pero es demasiado enérgica para ser del todo convincente. Ver la importancia causal en politica de las percepciones y los sentimientos morales y espirituales no es nece- sariamente verlos de una manera sentimental. La forma en que los seres humanos ven y sienten las cosas es en si un hecho del poder, y por tanto constituye un constrefiimiento en la lucha misma por la riqueza y el poder, o un recurso dentro de esa lucha. (No es necesario, por ejemplo, aceptar la autoridad del Cordn para recono- cer la potencia politica que en algunos escenarios tiene hoy el " Cf. Dunn (ed.), Economic Limits to Modern Politics. 199 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book Conclusion (1992) Soviética lo que dotaria a ésta para conducir a la especie humana con confianza hacia el futuro. Sin embargo, una perspectiva historica menos apresurada tendria que centrarse en otros aspectos de la forma constitucional: sobre todo en la caracteristica que ésta comparte con su forma oponente, drasticamente desacreditada. Si una vez mas nos pre- guntamos cual sea la raz6n exacta por la que es el nombre griego de demokratia, introducido de manera bastante casual, el que expresa la unica base creible sobre la que puede basarse la legitimidad de la autoridad politica en el mundo moderno, la respuesta breve que podemos darnos es que, en realidad, todavia no lo sabemos. Son muy pocos los teéricos politicos modernos que parecen haberse percatado siquiera de lo extraordinario de este hecho.’? Relacionar el demos con el Estado mediante elecciones sumamente intermi- tentes no es algo que ningun pensador del siglo XVIII considerase que equiparaba a ambos, como en gran parte hacia la democracia antigua.”* Entre la politica antigua y la moderna, tal como ha insis- tido en afirmar Benjamin Constant, existe un lapso categérico.’* Los antiguos podian ser democratas; pero los modernos tan solo podian, con una mayor o menor dosis de autoengaiio, jugar a serlo, e inevitablemente destruian su libertad personal al hacerlo, si es que se tomaban demasiado en serio su charada. 23 Cf John Dunn (ed.), Democracy: The Unfinished Journey (Oxford 1992), sobre todo la Conclusién del editor. % Bernard Manin, Elective Aristocracy: An Essay on the Character of Modern Democracy (Cambridge 1993), Respecto a la equiparacion antigua, véanse sobre todo la viveza de las pruebas (aunque no de todos los juicios interpretativos) que presenta Mogens H. Hansen, The Athenian Democracy in the Age of Demesthenes (Oxford 1991) Benjamin Constant, Political Writings, ed. y trad. de Biancamaria Fontana (Cambridge 1988), sobre todo las pigs. 309-28, y Fontana, Benjamin Constant and the Post-revolutionary Mind (New Haven 1991). ws 205 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book La agonia del pensamiento politico occidental mis, sobre la base de unas cuantas ideas simples, un despliegue de un sistema de comercio mundial relativamente abierto en ausencia de una sola economia nacional (o imperial) dominante,” del mismo modo que la OCDE es capaz de predecir un gran aumento de la riqueza humana por todo el planeta una vez que se termine con éxito la ronda Uruguay del GATT.** No hay nada que sorprenda a los realistas en los brotes del crimen organizado que se producen por todo el mundo, la difusién del terrorismo, o la espiral de masacres étnicas y subémicas. La cuestién mas importante que hay que plantear a la teoria politica occidental en el momento actual no se refiere, sin embargo, a su capacidad explicativa, ni al talante abierto con el que recibe las malas noticias. De lo que se trata es de hasta qué punto la teoria politica occidental contiene los recursos necesarios para mostrarnos cémo hacer que el futuro sea menos sombrio. Y aqui, los fundamentos de la esperanza no son ni mucho menos excesivos. Lo cual no quiere decir que no haya ninguno. Una razon para la esperanza*® consiste simplemente en la escala de la reorga- nizacidn practica en convenios humanos que se tendran que con- seguir establecer y poner en practica mediante la decisién politica, la cooperacién y el conflicto, si se quiere que el mundo resulte ha- bitable para la mayoria de los seres humanos que trataran de vivir en él de aqui a un siglo. En estos momentos en los que la produccién y el habitat humano presentan una interrelacion tan estrecha y tan dinamica, comprender cuales son las consecuencias fisicas, quimi- * Comparese Robert O, Keohane, After Hegemony (Princeton 1984) con Robert Gilpin, The Political Economy of International Relations (Princeton 1987). 4 Aunque son lo suficientemente prudentes como para no predecir su terminacién. 35 Pero ef. Unger, False Ne ity. 212 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book Conclusin (1992) tenemos los mas apremiantes motivos para, por lo menos, inten- tarlo, Para conservar el mundo que todavia nos queda, necesitamos categéricamente mucha mayor prudencia, tal como los pensadores politicos conservadores siempre han insistido. Pero la prudencia no es una virtud que se interprete a si misma. Puede tener el senti- do (y en el pasado se ha intentado muchas veces que tenga ese sen- tido) de una defensa estrecha, a ultranza y engafiosa sin vacilacién, de la seguridad fisica de los Estados y de quienes mandan en ellos, sin parar en mientes en cuanto a los costos que hayan tenido que soportar sus propios stibditos a cargo de esa defensa, 0 los que hayan hecho pagar a poblaciones extranjeras. Puede sugerir —y en el pasado se ha intentado a menudo que sugiera— lo recomendable de adherirse estrechamente a las practicas existentes (por muy descaradamente injustas o absurdas que sean), o de reducir al mi- nimo riesgos de por si menores, de incomodidad o desventaja, que nosotros podamos correr, aunque ello haya supuesto imponer a otros costos prohibitivos. La aportacién que el presidente Bush hizo ala Cumbre de Rio fue toda una leccién objetiva de prudencia entendida de esta manera. Pero no es necesario que la prudencia se entienda asi. Una concepcién actual de la prudencia, cognoscitiva- mente més exigente y humanamente menos indulgente, la alejaria con firmeza de toda afinidad electiva con las cbmodas rutinas de los politicos profesionales (0 incluso de los burécratas de carrera) que pululan hoy por Washington, Londres, Tokio, Nueva Delhi o Beijing. La definiria en términos de una previsién a largo plazo y de una amplia y sobria comprensi6n de los intereses que comparten todos los seres humanos, sin ocultar en modo alguno la amplia gama de intereses que siempre dividiran a unos de otros. La teoria politica occidental no puede hoy decirnos como definir una prudencia menos supersticiosa y mas democritica para 217 a You have elther reached a page that is unavailable for viewing or reached your viewing lil far this book indice alfabético Abramsky, C. 138 Adams, John 188 Adkins, A.W. H. 94 Africa 119 Agincourt 110 Alba, Duque de 114 Alcibiades 27 Alejandro Magno 84 Alemania 94, 110, 113, 118-20, 123, 146, 157-8, 190, 207, 214 algonquinos 91 Amin, Samir 105 anarquismo 79, 83 Ancien Regime 9, 14,79, 142 Anderson, Perry 56, 65, 134 Antiguos y Modernos 48 Antillas 38, 39 Aris, R. 118 aristocracia 9, 13,79 Aristoteles 25 armamento/armas nuclear/es 194, 197 Aron, Raymond 78 Ashcraft, Richard 70 Atenas 16, 20-9 Australia 28-9 Avineri,S. 51, 113, 121, 138 Ayers, Michael 64 Aylmer, G.E. 2 Baldry, H.C. 15 Balibar, E. 77, 163 Bannockburn 110 Barnard, F. M. 94, 126 Barry, Brian 81, 155, 202 Becker, Carl 93 Beetham, D. 94, 149, 189 behaviourismo (conductismo) 170 Beijing (Pekin) 217 Belfast 114 Bell, D. 41 Bentham, Jeremy 36, 66-9, 85-7, 107, 186 Berlin, Isaiah 94, 124 Bernstein, Richard J. 125 Birmania 156 Blackburn, R. 139 Blanning,T. 119 Blanqui, Auguste 157 Boswell, James 10, 46 Bouvines 110 Bracher, K. 122 219 indice alfabético Bracken, Paul 194 Bruhat, J. 137 Brunschwig, H. 119 Brus, W. 194 Brzezinski, Z. 194 Buchez, P. 189 Bullock, A. 122 Burke, Edmund 21, 49, 126, 149 Burns, J. H. 8, 87 burocracia 23-5 Burtt, E.A. 56 Bury, J.B. 48 Bush, George 42 capitalismo 14, 33-7, 41, 56-70, 104, 116-17, 123, 132-3, 140-50, 154-65, 176, 185, 191, 192-206, 215-218 Capp, B.& Carcassonne, E. 79 Carlos I, el Rey 4 Carr, E.H. 104 Carr, W.R. 37 Cassirer, E. 72 CEE 198, 214 ciencias naturales 56, 67-9, 72, 87 ciencias humanas 163-85 Revolucién Cientifica 56 Claeys, Gregory 22 Clark, S.R. 100 Coleridge, S.T. 85 Collins, H. 138 Comuna 138 comunismo 33-5,41,58, 135-9, 220 165, 194-7 conductismo 170 Constant, Benjamin 205 contrafactico 168 Cornford, F. 185 Cristianismo/cristiandad 32, 64-5, 71-4, 88, 96-7, 112, 125, 135 Cromwell, Oliver 5, 109 Cruise O’Brien, Donal 157 Cuba 148 Cutler, A. 141 Chaliand, G. 158 Chang, Hao 16 China 15-16, 31, 107-8, 136, 161, 207 Church, W. F. 64 Dahl, Robert 38, 41-2 Dakin, D. 11 Daniels, N. 82 Deakin, F122 Debates Putney 7, 11 democracia |—45, 67, 101, 116, 130, 148, 177-9, 185, 205-6 democracia directa (participativa) 20-8, 42-4, 162 democracia representativa 20-4, 117-19, 205-6 Deng Hsiao-Ping 1, 203 Denitch, B. 178 derecho, burgués 64-5, 85-6 natural 8, 86-8, 93 tirdnico 177 indice alfabético Dijsksterhuis, E. 56 Dilema del Prisionero 155 Didgenes el Cinico 84 Didgenes Laercio 84 Dios 64-6, 69-70, 100, 151 Drake, Sir Francis 109 Draper, H. 34, 139 Dréze, J. 210 Droz, J. 119 Dudley, D. 84 Duncan, el Rey 170 Dunn, John 6, 19, 63-6, 83, 106, 132, 136, 147-8, 157, 170, 173, 186, 193, 197-9, 214, 216 ecologia 200 Elster, Jon 141, 165, 204 Engels, Friedrich $8, 91, 131, 161 Epstein, K. 118 Estados Unidos 13, 22-3, 41-4, 78-80, 93, 114, 207, 214 Estrin, S. 204 Fairbank, J.K. 15, 108 fascismo 41,91, 93, 122 Fayret-Saada, Jeanne $7 feminismo 208 Fest, J. 34, 122, 190 Feuerbach, L. 131 Feyerabend, P. 76 Fichte, J. 120 Findlay, J. N. 76 Finley, M. I. 20, 25, 27 Fitzhardinge, L. F.29 Fleischmann, E. 84 Florencia 111 Fontana, Biancamaria 43, 204 Fontenelle, B. 48 Forbes, Duncan 51 Ford, FL. 11,79 Foxe, John 109 Francia 214 Franklin, Julian 60, 65 Freud, S. 51 Friedman, Milton 48 Fukuyama, F. 196, 203, 206 Fulbrook, M. SZ Gadamer, H.-G. 125 Gamble, Andrew 88 Garton Ash, T. 206 GATT 212 Gay, Peter 11, 50 Geiss. 120 Genguis Jan 92 Geras, N. 132 Gestapo 113 Ghana 156 Giddens, Anthony 125, 149 Gilbert, Alan 139 Gilpin, Robert 212 Goethe, J. W. 188 Goldsmith, M. 69 Gorbachov, Mijail | Gouldner, A.W. 42 Gourevitch, P.36 Gray, John N. 81-2 Grecia 9, 10, 15, 40 indice alfabético Greene, Donald 10 Gregorio XL, el Papa 111 Grell, O. P65, 203 Guerra del Golfo 199 Guizot, FE. 58 Habermas, J. 125, 168 Halévy, E. 36 Haller, William 109 Hampsher-Monk, LZ Hampshire, Stuart 168 Hansen, Mogens H. 26, 205 Harding, N. 139, 158 Hare, R.M. 75-6 Harman, G. 172, 175 Hart, H. L.A. 87 Haupt, G.91 Hawthorn, Geoffrey viii, xi, 169 Hayek, F.A. 48, 81, 88, 176 Hazard, P 48 Hegel, G.W.F. 17, 32, 51, 56, 76, 90, 94, 113, 121 Herder, J. 94, 120, 124, 126, 122=3 Herédoto 27 Hesse, Mary 168 Hignett, C. 25 Hill, Christopher 7, 10, 11 Himmelfarb, Gertrude 68 Hindess, B. 141 Hirst, B 141 historicismo 94-8, 124-7 Hitler, Adolf 34, 92, 122, 166, 120 Hobbes, Thomas 2-3, 38, 69-70, 81, 144, 174 222 Hollingdale, R. 47 Hollis, Martin 73 Hont, Istvan viii, 186 Hookway, Christopher 62, 173 Horacio 111 Huang, PC. 16 Hughes, William Morris 29 Hume, David 81, 100, 182 Hundert, E. xi Hunt, R.N. 34 Hurst Castle 4 Hussain, A. 141 individualismo 34, 53-89, 99 Inglis, K.S. 28-9 Internacional, II 91 Ireton, Henry 7, 177 iroqués 91 Irwin,T. 99 Isabel I, la Reina 109 isegoria 27 Islam 199-200 Israel, John 108 Italia 214 jacobinos 49, 162 James, Henry 46 James, Susan 77, 163 Japén 108, 198, 207, 214 Jaurés, Jean 91 Johnson, Samuel 10, 46, 130 Jones, A. H.M. 20, 26 Jones, R. F. 48 July, R. 120 indice alfabético Kampuchea 114, 115, 207 Kant, I. 71-5, 83 Kariel, H. 41-2 Kato, Takashi 214 Kaufmann, W. 76 Kelly,G.A. 119 Keohane, N. O. 12 Keohane, R. O. 200, 212 Klerk, Presidente de 1 Knei-Paz, B. 139 Kolakowski, Leszek 67, 134 Kornhauser, W. 41 Koyré, A. 56 Krieger, L. 118 Kuhn,.T.S. 76 Lakatos, 1.76 Lampedusa, Giuseppe di 215 Laski, K, 194 Laslett, Peter 39, 76, 109 Le Grand, J. 204 Lefebvre, G. 143 Lefranc, P96 Leibniz. G.W. 5 Leiss, W. 52 Leites, Edmund Z lenguaje 173 Lenin, I. 91, 139, 158, 204 Leslie, Charles 6 levellers (niveladores) 7-10, 52 Levenson, J.R. 16 Lewin, M. 158, 161, 178 Lewis, D. 169 Liang Ch’i-Ch’ao 16 liberalismo 46-89, 203-4 Lichtheim, George 134, 138, 162 Liebknecht, Karl 149-50 Lipset, S. M. 38, 41, 42 Lively, J. 151 Locke, John 6, 31, 39, 60-6, 71, 81, 100, 106, 109, 117 Londres 21Z Los Angeles 42 Lowith, K. 84 Lowy, M. 137 Lucas, C. 10 Luis XIV 64 Lukics, G. 56, 139, 143, 162 Lukes, Steven 42, 53, 169, 179 Luxemburg, Rosa 132, 149-50 Lyons, D. 36 Lyttleton, A. 122 McGuire, J. M. 96 Machiavelli, Niccolo (Maquiavelo) 2, 111-12, 144, 151 Macintyre, Alasdair 168, 170 Mack, M. P68 Mackie, J. 175 Mackrell, J.9 MacLellan, D. 158, 165 MacNeill, J. 198 Macpherson, C.B. Z, 19, 57,61, 117 Maier, Charles S. 122 Maistre, Joseph de 91, 151 Major, John I Manchuria 108 223 Indice alfabético Mandel, E. 139 Mandela, Nelson | Manin, B, 205 Mao Zedong (MaoTse-Tung) 1, 130, 166, 189 maoismo 161 Marcuse, H. 119 Marlowe, Christopher 1 Marshall,T. H. 88 Marx, Karl 14, 17, 18, 24, 30-4, 40, 58, 63, 76-7, 88, 121, 127-9, 131, 134-45, 153-4, 158, 161, 165, 178, 183 marxismo 58, 122-3, 127-9, 134-45, 148, 160-7, 173, 190 Meinecke, F. 94, 118, 173, 177, 188 mercado mundial 14, 105, 110, 117, 128, 138, 163-4 Metzger, Thomas A. 204 Milenkovitch, D. 178 Miliband, R. 139 Mill, James 36-40, 67-9, 79 Mill, John Stuart 23, 60-1, 67-8, 71,79, 84-7 Miller, David 82 Mirabeau, Marqués de 33 Mobutu, el Presidente 120 Moene, K. 204 Momigliano, A. 15, 27 Mommsen, W.J. 149 monarquia 1-7, 15, 64-5 Montesquieu 12, 13,78 Mésser, Justus 177 Musgrave, A. 76 Mussolini, B. 122 nacionalismo 90-129 Nagel, Thomas 83, 172, 202, 210 Napoleén 114 nazi, partido, régimen 34-5, 91-3, 122 Neale, J. E. 109 Nelson, Jeffrey 6 Nettl, J.P. 132 Neumann, F. 122 Nietzsche, F. 47, 66 Nigeria 102 Nolte, E. 122 Nove, A. 194 Nozick, Robert 37, 76,82, 176, 184 OCDE 198-9, 210, 212 O'Connor, J. 148 O'Neill, J. 53 Okin, Susan M. 208 Overton, Richard 52 Paine, Thomas 21-3, 35, 143 Palmer, R.R.9, 119 Pangle,T. 204 Parekh, B. 87 Paret, P 119 Parsons, Talcott 4] Passmore, J. 48, 100 Pateman, C. 44 Paterson, R. W. 84 Pelezynski, Z. 84, 121 indice alfabético Persépolis 1 Petegorsky, D. 8 Pettit, P. 169 Pike, D. 114 Pipes, R. 104 Pitkin, Hanna 21 Plamenatz, J.P. 43, 118 Plant, Raymond 76 Platon 27-8, 94, 99, 180-1, 200 pluralismo 41-2, 59, 78-83 Pois, R. 118 Pole, J.R. 23 Ponchaud, F. 114 Popper, Karl 81 Porter, Roy 57 Price, D.C. L6 progreso 48-50 proletariado 127, 139, 153, 160-3, 179 propiedad 60-3 Prusia 119 Przeworski, Adam 165, 204 Pufendorf, S. 93 Pulantzas, N. 122 Putnam, Hilary 77, 168 Quine, WV. 0.76 Quinta Monarquia & Rainborough, Coronel 7=8 Raleigh, Sir Walter 95-6 ranters (vociferantes) 8 Rapoport, A. 103, 155 Rathbone, Richard 157. Rattansi, PM. 96 Rawls, John 76, 81-2, 93, 202 raz6n 49-52, 60, 71-6, 90, 99, 180-2 Reagan, Ronald 42 Reill, PH. 118 Reiss, H. 74 relativismo ético 93-5, 98-9, 110 Renan, Ernest 111 revolucién 130-91 Revolucién Francesa: de 1789 21-2, 49, 136, 137-8, 142, 144, 162 de 1848 49, 138 Richter, Melvin 78 Rio de Janeiro, Cumbre de 201, 216, 218 Riviere, C. 158 Robertson, A. F. 156 Robespierre 49 Rohillas 188 Roma 15, 122 Rosenberg, H. 119 Rothkrug, L. 64 Rousseau, Jean-Jacques 25—6, 29-34, 71-2, 74 Roux-Lavergne, P. 189 Rowen, H. H. 64 Runciman, W.G. 94 Rusia, URSS 54, 92, 104, 110, 122-3, 136, 195, 204-5 Ryan, Alan 23, 68, 84 Sabine, G.H.8 225 La obra de John Dunn demuestra que las principales tradiciones de pensamiento de las que han surgido los valores politicos del Occidente moderno presentan todas ellas, a la luz de la reciente historia mundial, incoherencias y fallos en aspectos de crucial importancia. Esta edicién pone de relieve los radicgles cambios que han sobrevenido en los desafios ante los que se encuentra el mundo, tras el hundimiento de la Unién Soviética y el final de la Guerra Fria. Hace hincapié en la estrecha relacion que une ala economia global con la ecologia en la que se sustenta nuestra vida, y en los problemas que ello plantea para la supervivencia de la civilizaciOn. “El autor muestra convincentemente, de una manera nueva, por qué la teoria politica es en estos momentos un tema de gran trascendencia politica. Es un libro breve, de inmensa erudicin, ntral.” idadosamente organizado en torno a un argumento Alasdair Macintyre LONDON Review oF Books Junn escribe como Mozart.” TRIBUNE .una sinopsis critica, cargada de gran erudici6n, del estado en que se encuentra el pensamiento politico en nuestros dias. Es un ibro rico y sutil, con una argumentaci6n poderosa, y repleto de illantes observaciones hechas con desenvoltura.” POLITICAL STuDIES ISBN 0-521-55566-3 CAMBRIDGE UNIVERSITY PRESS 05 555661 9 °780521

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