Sei sulla pagina 1di 27
LA LOGICA ee E a CIENTIFIC KARL R. POPPER STRUCTURA Y FUNCION tedios Los derechos para la versién castellana de la obra The Logic of Scientific Discovery publicada por Rourtepce, de Londres, son propiedad de EDITORIAL TECNOS, S.A. Traduccién: VICTOR SANCHEZ DE ZAVALA Disefio de cubierta: Tomés Barbado y Joaquin Gallego 1. edicién, 1962 142 reimpresién, 2004 ylo multas, ademas de las corres- pondientes indemnizaciones por daiios y perjuicios, para quienes reprodu- jeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pablicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artistica o cientifica, o su transformacién, inter- pretacién o ejecucién artistica fijada en cualquier tipo de soporte o comu- nicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacién. © Kar R. Popper, 1934, 1959 © EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S. A.), 2003 Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madrid ISBN: 84-309-0711-4 Depésito Legal: M-6.486-2004 Printed in Spain. Impreso en Espaiia por Efca, S.A. A MI ESPOSA, 1a quien se debe que haya renacido este libro. Prefacio de la primera edicién (1934) La sospecha de que el hombre, por fin, ha resuelto sus problemas mis recaleitrantes... proporeiona menguado solaz al gustador de Ia filosofia: pues Jo que no puede dejar de temer es que ésta nunea Hegue lo suficientemente lejos como para proponer un auténtico problema. M. Scrtuick (1930). Por mi parte, sostengo Ia opinién exactamente opuesta y afirmo que siempre que una disputa se ha deseneadenado durante cierto tiempo, espe- cialmente en filosofia, en el fondo no se trataba nunca de un mero pro- blema acerca de palabras, sino de un auténtico problema acerca de cosas. I. Kanr (1786). El cientifico que se ocupa con una investigacién determinada, di- gamos de fisica. puede atacar su problema de modo directo: puede di. rigirse inmediatamente al coraz6n del asunto, esto es, al corazon de una estructura organizada. Pues existe ya una estructura de las doctrinas cientifieas; y, con ella, una situacién de los problemas que tiene aceptacién general. Esta es la raz6n por la que puede dejar a otros la tarea de encajar su colaboracion en el marco general del conoci- iniento cientifico. El filésofo se encuentra en muy distinta posicién. No se enfrenta con una estructura organizada, sino mas bien con algo que se asemeja a. un monton de ruinas (aunque tal vez con un tesoro sepultado debajo). No puede apelar a una sitnacién de los problemas que realmente sea de aceptacién general, pues quizd el unico hecho aceptado por todos es que no existe tal cosa. En realidad, la cuestién de si la filosofia Ilegara nunca a proponer un auténtico problema reaparece una y otra vez en los circulos filoséficos. A pesar de ello, todavia hay algunos que creen que la filosofia puede proponer auténticos problemas acerca de cosas, y que, por tanto, siguen confiando en discutirlos, y en haber acabado con los deprimentes monélogos que hoy pasan por discusiones filoséficas. Y si por ventura se encuentran incapaces de aceptar ninguno de los credos cxistentes, lo timico que pueden hacer es empezar de nuevo desde el principio. Viena, oforio de 1934. No hay nada més necesario para el hombre de ciencia que la historia de ésta y la légica de la investiga- cién... La forma de descubrir los errores, el uso de hipdtesis y de la imaginacion, el modo de someter a contraste. Lorp Acton facio de la edicién inglesa (1958) En mi antiguo prefacio de 1934 traté de exponer —demasiado su- cintamente, temo— mi actitud con respecto a la situacion entonces dominante en la filosofia, y especialmente para con la filosofia lin- gilistica y la escuela de analistas del lenguaje de aquel entonces. En este nuevo prefacio pretendo exponer mi actitud frente a la situa- eion actual y acerca de las dos escuelas principales de analistas del lenguaje de nuestros dias. Lo mismo entonces que ahora, los analistas que digo tienen gran importancia para mi: no sélo como contrin- cantes, sino como aliados —en cuanto que parecen ser casi los tinios filésofos que conservan vivas algunas de las tradiciones de la filosofia racional. Los analistas del lenguaje creen que no existen auténticos proble- mas filoséficos; 0 que los problemas de la filosofia, si es que hay alguno, son problemas del uso lingiiistico 0 del sentido de las pala- bras. Creo, sin embargo, que, al menos, existe un problema filoséfico por el que se interesan todos los hombres que reflexionan: es el de la cosmologia, el problema de entender el mundo —incluidos nosotros Y¥ nuestro conocimiento como parte de él. Creo que toda la ciencia es cosmologia, y, en mi caso, el iinico interés de la filosofia, no menos que el de la cieneia, reside en las aportaciones que ha hecho a aquélla; en todo caso, tanto la filosofia como la ciencia perderian todo su atrac- tivo para mi si abandonasen tal empresa. Reconozco que entender las funciones de nuestro lenguaje es una parte importante de ésta, pero no lo es acabar con nuestros problemas presenténdolos como meros «rompecabezas» lingiiisticos, Se analistas del Tengua @ se consideran a si mismos como los que i 0 metodo privativo de la filosofia. A mi entender estan ates, Be yo creo en las siguientes tesis, 08 filosofos son tan libres como cualesqui: emplear cualquier método en Ia bisqueda de la verded. Ne hay oy pent propio de la filosofia. 0 Bie uicro proponer ahora también la siguiente segunda tesi el - Heme central de la epistemologia ha sido siempre, y sigue see lel aumento del conocimiento. Y el mejor modo de estudi L aumento del conocimiento es estudiar el del conocimiento cientifico No pienso que el estudio del aumento del conocimiento pueda Lene Prefacio de la edicién inglesa 17 plazarse por el estudio de los usos lingiiistieos, ni por el de los siste- mas lingiiisticos. Y con todo, estoy completamente dispuesto a admitir que existe un método al que podria Hamarse «el tinico método de la filosofian. Pero no es caracteristieo solamente de ésta, sino que es, mas bien, el tinico método de toda discusién racional, y, por ello, tanto de las ciencias de la Naturaleza como de la filosofia: me refiero al de enun- ciar claramente los propios problemas y de cxaminar criticamente las diversas soluciones propuestas. He escrito en cursiva las palabras «discusién racional» y «eritica- mente» con objeto de subrayar que hago equivalentes la actitud ra- cional y laactitud critica. Aludo a que s solucién a un problema deberiamos esforzarnos todo lo que pudiése- mos por, echar abajo nuestra solucién, en lugar de defenderla; des- graciadamente, este precepto se Heva a la practica por pocos de en- tre nosotros; pero, por fortuna, otros aducen las eritieas en lugar nuestro si dejamos de hacerlo por nosotros mismos. Mas la eritica sera fecunda tinicamente si enunciamos nuestro problema todo lo clara- mente que podamos y presentamos nuestra solucion en una forma suficientemente definida; es decir, que pueda diseutirse critica mente, No niego que algo a lo que podria Hamarse candlisis légieo» sea eapaz de desempenar un papel en el proceso citado de aclarar y escu- drifiar los problemas y las soluciones que hemos planteado y pro- mpre que proponemos una puesto; de modo que no asevero que los métodos del canilisis Iégico» y del canilisis del lenguaje» carezean neeesariamente de valor. Mi esis es, mas hien, que estos métodos estiin lejos de ser los inicos que puede emplear ventajosamente un filésofo, y que en modo alguno son caracteristicos de la filosofia: no lo son mas que cualquier otro método de indagacion cientifica 0 racional. Podria preguntarse quizd qué otros «métodos» puede utilizar un filésofo. Mi respuesta es que, aunque hay un niimero indefinido de «métodos» diferentes, no tengo ningiin interés cn enumerarlos: me da lo mismo el método que pueda emplear un fildésofo (0 cualquier otra persona), con tal de que se Jas haya con un problema interesan- te y de que trate sinceramente de resolverlo. Entre los muchos métodos que puede usar —que dependeran siem- pre, desde luego, del problema que se tenga entre manos— me pare- ee que hay uno digno de ser mencionado (y que es una variante del método histérico, que actualmente no esta de moda): consiste sim- plemente en intentar averiguar qué han pensado y dicho otros acerca del problema en cuestién, por qué han tenido que afrontarlo, eémo lo han formulado y cémo han tratado de resolverlo. Esto me parece muy importante, porque es parte del método general de la discusion racional: si ignoramos lo- que otros piensan, 0 lo que han pensado, ésta tiene que acabar, aun cuando cada uno de nosotros continue tan contento hablandose a si mismo. Algunos filésofos han hecho una yirtud del hablarse a si mismos, tal vez porque piensan que no hay 18 La légica de la investigacién cientifica nadie con quien merezca la pena de hablar. Pero temo que la cos- tumbre de filosofar en este plano algo eminente sea un sintoma de la decadencia de la discusién racional ; sin duda alguna, Dios se habla principalmente a Si mismo porque no tiene a nadie a quien valga la pena de hablar; pero un filésofo deberia saber que no es mas diyino que los demas hombres. Hay varias interesantes razones historicas de la ereencia, tan ex- tendida, de que el llamado canilisis lingiiistico» es el verdadero mé- todo de la filosofia. Una de ellas es la creencia, exacta, de que las paradojas légicas —como la del mentiroso («en este momento no estoy diciendo la verdad») y las encontradas por Russell, Richard y otros—necesitan Pi su solucién el método del analisis lingiiistico, con su famosa distincién entre expresiones lingiiisticas con sentido («bien formadas») y carentes de sentido. Con esta creencia exacta se combina luego la equivocada de que los problemas tradicionales de la filosofia habrian surgido de un intento de resolver paradojas filoséficas, cuya estructu- ra seria analoga a la de las paradojas légicas, de suerte que la distin- cién entre hablar con sentido y sin sentido habria de tener, asimismo, una importancia central para la filosofia. Puede ponerse de mani- fiesto muy facilmente que esta creencia es errénea, e incluso por me- dio del analisis légico: pues éste revela que cierto tipo caracteristico de reflexividad o autorreferencia, que esta presente en todas las pa- radojas légicas, no se encuentra en las llamadas paradojas filosoficas, ni siquiera en las antinomias kantianas. Parece, sin embargo, que la principal razén que ha habido para exaltar el método del analisis logico ha sido la siguiente. Se tenia la sensacién de que era necesario remplazar el llamado «nuevo ca- mino de las ideas» de Locke, Berkeley y Hume —es decir, el método psicoldgico (0, mejor, pseudopsicoldgico) de analizar nuestras ideas y su origen en los sentidos— por un método mas «objetivo» y menos genético; la de que deberiamos analizar palabras y sus usos y senti- dos en lugar de «ideas», «concepciones» 0 «nociones»: que habri mos de analizar proposiciones 0 enunciados en vez de «pensamien- tos», «creencias» o «juicios». Admito gustoso que esta sustitucién del «nuevo camino de las ideas» de Locke por un «nuevo camino de las palabras» constituia un progreso y que se necesitaba urgentemente. Es perfectamente comprensible que los que antes habian visto en el «nueyo camino de las ideas» el unico método de la filosofia se hayan conyertido a la ereencia de que lo es el «nuevo camino de las palabras». Yo disiento enérgicamente de esta desafiadora creencia, pero haré nada mas dos comentarios eriticos sobre ella. En primer término, nunca deberia haberse tomado el «nuevo camino de las ideas» por el método principal de la filosofia, no digamos por el unico: incluso Locke lo introdujo meramente como un método para tratar ciertas cuestiones preliminares (preliminares para la ciencia de la ética), y tanto Berkeley como Hume lo emplearon, ante todo, como arma para batir a sus adversarios. Su propia interpretacién del mun- do —el mundo de las cosas y de los hombres—, que estaban deseosos Prefacio de la edicién inglesa 19 de comunicarnos, nunca se basé en dicho método: ni Berkeley apo- yé en él sus opiniones religiosas ni Hume su determinismo ni sus teorias politicas. Pero la objecién mas grave que opongo a la creencia de que, ya el cnuevo camino de las ideas», ya el «nuevo camino de las palabras», sea el método principal de la epistemologia —o quizd, incluso, de la filosofia — es la siguiente: i Cabe abordar el problema de la epistemologia por dos lados dis- tintos: 1) como el problema del condcimiento del sentido comin w or- dinario, y 2) como el del conocimiento cientifico. Los filésofos que se inclinan al primer enfoque piensan —con toda razén— que el eo- nocimiento cientifico sélo puede ser una ampliacién del eorrespon- diente al sentido comin; y también —equivocadamente— que este ul- timo es el mas facil de analizar. De esta forma, tales filésofos se ponen a remplazar el «nuevo camino de las ideas» por un anilisis del lenguaje ordinario, 0 sea, de aquél en que se formula el conoci- miento de sentido comin; y en lugar de analizar Ia visidn, 1a percep- tidn, el conocimiento o la creencia, analizan las expresiones «veo», apereibo>, «conozco», cereo» 0 «ine parece probable», o quizé la pax Jabra «quizd>. i i Pues bien, yo responderia como sigue a los que tienden. a este modo de abordar la teoria del conocimiento. Aunque estoy de ‘acuer- do en que el conocimiento cientifico no es sino un desarrollo del or- Ginario o de sentido comim, sostengo que los problemas més impor- tantes y mas atractivos de la epistemologia han de ser completamente invisibles para los que se limitan al anilisis del conocimiento ‘iltimae mente citado o de su expresién en el lenguaje ordinario. Quiero mencionar ahora tinicamente un ejemplo del tipo de pro- blemas a que me refiero: el del aumento de nuestros conocimientos. Basta una ligera reflexi6n para convencerse de que la mayoria de los problemas que se encuentran en conexién con dicho aumento han de trascender, necesariamente, todo estudio que permanezea confinado en el conocimiento de sentido comin, frente al conocimiento cien- lifico: pues la manera mas importante de aumentar aquél es, pre- cisamente, volviéndose conocimiento cientifico. Y, ademas, parece evi- dente que el aumento de este ultimo es el caso mas importante y mas interesante del aumento de los conocimientos, ‘A este respecto deberia recordarse que casi todos los problemas de Ja epistemologia tradicional estin relacionados con el aumento de Jos conocimientos. Me siento inclinado a decir incluso mas: desde Platon a Descartes, Leibniz, Kant, Duhem y Poincaré, y desde Bacon, Hobbes y Locke a Hume, Mill y Russell, la teoria, del conocimiento se ha inspirado en la confianza de que nos permitiria, no solamente fonocer mas y més acerca del conocimiento, sino contribuir al avance del mismo —esto es, del conocimiento cientifico—. (Entre los gran- les fildsofos la viniea excepcidn a esta regla de que puedo acordarme fs la de Berkeley.) La mayoria de los filsofos que ereen que el mé- todo caracteristico de la filosofia es el anilisis del lenguaje ordinario parecen haber perdido aquel optimismo admirable que inspiraba la 20 La légica de la investigacién cientifica tradicién racionalista: su actitud semeja ser de resignacion, si no de desesperanza; no solamente abandonan el progreso de los conocimien- tos a los cientificos, sino que definen la filosofia de modo tal que, por su misma definicién, se hace incapaz de aportar nada a nuestro eonocimiento del mundo. La automutilacién que exige esta definicién de filosofia, tan sorprendentemente persuasiva, no me atrae. No exis- te una esencia de la filosofia, algo que pudiera destilarse y conden- sarse en una definicién: todas las de la palabra «filosofiay podran tener tan sélo el caracter de una convencién, de un acuerdo; y,.en todo caso, no yeo mérito alguno en la propuesta arbitraria de definir dicha palabra de modo que impida a todo estudioso de la filosofia el que intente contribuir, qua filésofo, al avance de nuestro conoci- miento del mundo. Asimismo, me resulta paraddjico que los fildsofos que estin orgu- Mosos de especializarse en el estudio de los lenguajes ordinarios crean —no obstante tal cosa— que saben lo suficiente acerca de la cosmo- logia para estar seguros de que ésta es de esencia tan rente a la filosofia que esta tiltima jamas podra aportar nada a aquélla. Y, cier- tamente, se equivocan: pues es un hecho real que las ideas pura- mente metafisicas —y, por tanto, filoséficas— han tenido la maxima importancia para la cosmologia. Desde Tales a Einstein, desde el ato- mismo antiguo a la especulacién cartesiana sobre la materia, desde las especulaciones de Gilbert, Newton, Leibniz y Boscovich acerca de las fuerzas a las de Faraday y Einstein en torno a los campos de fuer- zas, las ideas metafisicas han sefialado el camino. Estas son, expuestas brevemente, mis razones para creer que, in- eluso dentro de la provincia de la epistemologia, el primer enfoque que he mencionado —es decir, el analisis del conocimiento analizan- do el lenguaje ordinario— es demasiado estrecho, y que forzosamente han de escaparsele los problemas mas interesantes. Pero estoy muy lejos de encontrarme de acuerdo con todos aque- Nos filésofos que se declaran a favor del otro modo de abordar la epistemologia, o aquél que sigue el camino de un anilisis del conocimiento cientifico. Con objeto de explicar mas facilmente en qué cosas estoy de acuerdo y en qué no, voy a dividirlos en dos grupos: go asi como las ovejas y los cabritos. El primer grupo esta formado por los que tienen por meta estu- diar «el lenguaje de la ciencia» y que han escogido como método filosdfico la construccién de modelos artificiales de lenguajes: esto es, la construccién de los que creen ser modelos del «lenguaje de la ciencia». El segundo grupo no se limita a estudiar el lenguaje de la cien- cia —ni ningtin otro lenguaje—, ni posee un método filosdfico ya es cogido. Sus miembros filosofan de muchos modos diferentes, pues se encuentran con muchos problemas distintos que pretenden resolver; y acogen con gusto cualquier método cuando consideran que puede ayudarles a ver mas claramente sus problemas, 0 a der con una solu- cién, aunque sea provisional. Me ocuparé primero de los que han elegido el método de cons- Prefacio de la edicién inglesa 21 truir modelos artificiales del lenguaje de la ciencia. Desde un punto de vista histérico, también ellos parten del «nuevo camino de las ideas»: también remplazan el método (pseudo-) psicolégico del «nuevo camino» antiguo por el anélisis lingiiistieo. Pero, debido quiz a los consuelos espirituales que proporciona la esperanza en un conoci- miento que sea cexacto», «preciso» o «formalizado», han elegido como objeto de su anilisis lingiifstico «el lenguaje de la ciencia», en vex del lenguaje ordinario. Mas, por desdicha, al parecer no existe seme- jante «lenguaje de la ciencia», por lo cual se les hace necesario cons- truir uno; sin embargo, la construccién de un modelo a tamaio na- tural y que funcione del lenguaje de la ciencia —un modelo en que pudiera manejarse una verdadera ciencia, como Ia fisica— resulta ser algo dificultosa en la practica: y, por tal razén, los encontramos em- barcados en la construccién de complicadisimos modelos que funcio- nan, pero en miniatura —de enormes sistemas de diminutos chirim- bolos. En mi opinién, este grupo de filésofos toma lo peor de ambos mundos. Y debido a su método de construir modelos lingiiisticos en miniatura, se les escapan asimismo los problemas més apasionantes de la teoria del conocimiento, esto es, los relacionados con su progreso ; pues lo intrineado del artefacto no esta en proporcién con su eficacia, y en la practica no hay teoria cientifica de ningin interés que pueda expresarse por medio de tan inmensos sistemas de minucias. Estos mo- delos carecen de importancia para la ciencia y para el sentido comin. En realidad, los modelos del «lenguaje de la cienciay que cons- truyen estos filésofos no tienen nada que ver con el lenguaje de la ciencia moderna, como puede verse teniendo en cuenta las observa- ciones que siguen, que se refieren a los tres modelos lingiiisticos mas conocidos (a ellos aluden las notas 13 y 15 del apéndice *VII y la nota *2 del apartado 38). Al primero le faltan, incluso, los medios para expresar la identidad, y, en consecuencia, no puede representar igualdad alguna: de modo que no contiene ni siquicra la aritmética mas primitiva, El segundo funciona tnicamente con tal de que no le afiadamos los medios de demostrar los teoremas corrientes de la aritmética: por ejemplo, el teorema de Euclides de que no existe un numero primo que sea mayor que cualquier otro, y hasta el principio de que todo numero tiene un sucesivo, En el tercero —el mis desarrollado y famoso de todos— tampoco pueden formularse las matematicas; y —lo que es atin mas interesante— tampoco pueden expiesarse en él propiedades mensurables de ningiin tipo. Debido a estas razones, y a muchas otras, estos tres modelos lingiiisticos son demasiado pobres para ser ttiles en ciencia alguna; y —desde lue- go— son esencialmente mas pobres que los lenguajes ordinarios, in- clusive los mas primitivos. Los autores de estos modelos los han impuesto las limitaciones mencionadas simplemente porque, de otro modo, las soluciones que proponian a sus problemas no hubieran sido eficaces. Es facil demos- trar este hecho, y esta demostracién la han ofrecido, en parte, los mismos autores. No obstante lo cual, todos parecen plantear las si- 22 La légica de la investigacién cientifica guientes pretensiones: a) que sus métodos son capaces, en una u otra forma, de resolver problemas de la teoria del conocimiento cientifico, © sea, dicho de otro modo, que son aplicables a la ciencia (mientras que, en realidad, sélo son aplicables con precision a un discurso de tipo extremadamente primitivo), y b) que son «exactos» 0 «precisos». Est claro que no es posible mantener ambas pretensiones. Asi pues, el método de construir modelos lingiiisticos artificiales no es eapaz de abordar los problemas del aumento de los conocimien- tos, menos atin que lo seria el de analizar los lenguajes ordinarios —y ello meramente porque tales modelos son mas pobres que estos ultimos—, Como resultado de su pobreza nos ofrecen sélo el modelo mas tosco y mas engaiioso del aumento del conocimiento: el de un montén de enunciados de observacion que se acumulan progresiva- mente. Volvamonos ahora al tercer grupo de epistemélogos, a los que no se entregan por anticipado ingan método filoséfico, los que en los trabajos epistemolégicos utilizan el andlisis de los problemas cienti- ficos, de las teorias, de los procedimientos y —lo que es mas impor- tante— de las discusiones cientificas. Este grupo pretende que entre sus antepasados se encuentran casi todos los grandes filésofos occi- dentales (incluso puede reclamar para si a Berkeley, a pesar de haber sido —en cierto sentido muy importante —un enemigo de la misma idea de conocimiento cientifico racional, euyo adelanto temia): sus representantes mas ilustres durante los ultimos doscientos afios han sido Kant, Whewell, Mill, Peirce, Duhem, Poincaré, Meyerson, Rus- sell y Whitehead —este ultimo, al menos, en algunas de sus fases—. La mayoria de los pertenecientes a este grupo estarian conformes con la idea de que el conocimiento cientifico es el resultado del aumento del de sentido comin: pues es algo asi como el conocimiento de sen- tido comin, en grande; sus problemas son los de éste, pero amplia- dos —por ejemplo, sustituye el problema de Hume de la «ereencia ra- zonable» por el de las razones para aceptar o rechazar las teorias cientifieas—, Y, puesto que tenemos muchos informes detallados de las diseusiones concernientes al problema de si habria que aceptar teorias tales como la de Newton, la de Maxwell o la de Einstein, po- demos mirar estas discusiones como si fuese a través de un microsco- pio que nos permitiera estudiar en detalle, y de un modo objetivo, algunos de los problemas mas importantes de la «ereencia razonabley, Este enfoque de los problemas de la epistemologia se desentiende (como también los otros dos mencionados) del método pseudopsicol6é- gico o «subjetivo» del nuevo camino de las ideas (método todavia em- pleado por Kant). Nos sugiere que no sdlo analicemos las discusiones cientifieas, sino también las situaciones problematicas de la cienc y de este modo nos puede ayudar, asimismo, a comprender la historia del pensamiento cientifico. He intentado hacer ver que los problemas epistemolégicos tradi- cionales mas importantes —los que guardan relacién con el aumento de los conocimientos— trascienden los dos métodos usuales de and- Prefacio de Ia edicién inglesa 23 lisis lingiifstico, y exigen un analisis del conocimiento cientifieo. Defen- der un dogma mis es, sin em! lo iltimo que quisiera hacer: inclu- so el andlisis de la ciencia—la «filosofia de la cienciay—amenaza con- vertirse en una moda, en una especialidad ; mas los filésofos no deben ser especialistas. Por mi parte, me interesan la ciencia y la filosofia exclusivamente porque quisiera saber algo del enigma del mundo en que vivimos y del otro enigma del conocimiento humano de este mun- do. Y creo que sélo un renacer del interés por estos secretos puede salvar las ciencias y la filosofia de una especializacién estrecha y de una fe obscurantista en la destreza singular del especialista y en su conocimiento y autoridad personales: fe que se amolda tan perfecta- mente a nuestra época cpostrracionalistay y «posteritica», orgullosa- mente dedicada a destruir la tradicién de una filosofia racional, y el pensamiento racional mismo. Penn, BuckincHamsuine, primavera de 1958. RECONOCIMIENTO Quiero dar las gracias aqui a Mr. David G. Nicholls por haberme comunicado el admirable pasaje por él descubierto entre los Acton Manuscripts de la Library of Cambridge University (Add. Mss. 5011 : 266), y que he reproducido en la pagina 15. Penn, BucKINCHAMSHIRE, verano de 1959, PRIMERA PARTE Introduccién a la légica de la ciencia CAPITULO PRIMERO Panorama de algunos problemas fundamentales El hombre de ciencia, ya sea teérico o experimental, propone enun- ciados —o sistemas de enunciados— y los contrasta paso a paso. En particular, en el campo de las ciencias empiricas construye hipétesis —o sistemas de teorias— y las contrasta con la experiencia por medio de observaciones y experimentos. Seguin mi opinion, la tarea de la légica de la investigacién cienti- fica —o légiea del conocimiento— es ofrecer un ai jis légico de tal modo de proceder: esto es, analizar el método de las ciencias em- piricas. Pero, zcudles son estos «métodos de las ciencias empiricas»? Y, 4a qué cosa Hamamos cciencia empirica»? ‘1. Et PRoBLEMA DE LA INDUCCION De acuerdo con una tesis que tiene gran aceptacién —y a la que nos opondremos en este libro—, las ciencias empiricas pueden carac- terizarse por el hecho de que emplean los llamados «métodos induc- tivos»: segiin esta tesis, la légica de la investigacién cientifica seria idéntica a la légica inductiva, es decir, al andlisis logico de tales mé- todos inductivos. Es corriente Hamar cinductivay a una inferencia cuando pasa de ‘enunciados singulares (Iamados, a veces, enunciados «particulares»), tales como descripciones de los resultados de observaciones 0 expe- rimentos, a enunciados universales, tales como hipétesis o teorias. Ahora bien, desde un punto de vista légico dista mucho de ser obyio que estemos justificados al inferir enunciados uniyersales par- tiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su numero; pues cualquier conclusién que saquemos de este modo corre siempre el riesgo de resultar un dia falsa: asi, cualquiera que sea el’mimero de ejemplares de cisnes blancos que hayamos observado, no esta justifi- cada la conclusién de que todos los cisnes sean blancos. Se conoce con el nombre del problema de la induccién la cues- tién acerca de si estan justificadas las inferencias inductivas, o de bajo qué condiciones lo estan. El problema de la induccién puede formularse, asimismo, como Ta cuestién sobre cémo establecer la verdad de los enunciados uni- versales basados en la experiencia —como son las hipétesis y los sis- 28 La légica de la investigacién cientifica temas tedricos de las ciencias empiricas—. Pues muchos creen que la verdad de estos enunciados se «sabe por experiencia»; sin embar- go, es claro que todo informe en que se da cuenta de una experiencia —o de una observacién, o del resultado de un experimento— no pue- de ser originariamente un enunciado universal, sino sélo un enuncia- do singular. Por lo tanto, quien dice que sabemos por experiencia la verdad de un enunciado universal suele querer decir que la verdad de dicho enunciado puede reducirse, de cierta forma, a la verdad de otros enunciados —éstos singulares— que son verdaderos segiin sabe- mos por experiencia; lo cual equivale a decir que los enunciados uni- versales estan basados en inferencias inductivas. Asi pues, la pregunta acerea de si hay leyes naturales cuya verdad nos conste viene a ser otro modo de preguntar si las inferencias inductivas estan justi das légicamente. Mas si queremos encontrar un modo de justificar las inferencias induetivas, hemos de intentar, en primer término, establecer un prin- cipio de induccién. Semejante principio seria un enunciado con euya ayuda pudiéramos presentar dichas inferencias de una forma légica- mente aceptable. A los ojos de los mantenedores de la légica induc- tiva, la importancia de un principio de induccién para el método cientifico es maxima: «...este principio —dice Reichenbach— deter- mina la verdad de las teorias cientificas; eliminarlo de‘la ciencia significaria nada menos que privar a ésta de la posibilidad de deci- dir sobre la verdad o falsedad de sus teorias; es evidente que sin él la ciencia perderia el derecho de distinguir sus teorias de las crea- ciones fantasticas y arbitrarias de la imaginacién del poeta» *. Pero tal principio de induccién no puede ser una verdad pura- mente légica, como una tautologia o un enunciado analitico. En rea- lidad, si existiera un principio de induccién puramente légico no ha- bria problema de la induccién; pues, en tal caso, seria menester con- siderar todas las inferencias inductivas como transformaciones pura- mente légieas, 0 tautolégicas, exactamente lo mismo que ocurre con las inferencias de la légica deductiva. Por tanto, el principio de in- duccién tiene que ser un enunciado sinté! : esto es, uno cuya neg: cién no sea contradictoria, siro légicamente posible. Surge, pues, la cuestién acerca de por qué habria que aceptar semejante principio, y de como podemos justificar racionalmente su aceptacién. Algunas personas que creen en la légica inductiva se precipitan a sefialar, con Reichenbach, que «la totalidad de la ciencia acepta sin reservas el principio de induecién, y que nadie puede tampoco dudar de este principio en la vida corriente»*. No obstante, aun su- poniendo que fuese asi —después de todo, «la totalidad de la cien- ciay podria estar en un error— yo seguiria afirmando que es super- fluo todo principio de induccién, y que Meva forzosamente a incohe- rencias (incompatibilidades) légicas. ' H. Reicrennacn, Erkenntnis 1, 1930, pig. 186. (Cf. también las pags. 64 y sig.) *Cf. los comentarios dé Russell acerca de Hume, que he citado en el apar todo *2 de mi Postscript. > Reicuennacn, ibi 67. Panorama de algunos problemas fundamentales 29 A partir de la obra de Hume ** deberia haberse visto claramente que aparecen con facilidad incoherencias cuando se admite el prin- jo de induccién; y también que dificilmente pueden evitarse (si s que es posible tal cosa): ya que, a su vez, el principio de induccion tiene que ser un enunciado universal. Asi pues, si intentamos afir- mar que sabemos por experiencia que es verdadero, reaparecen de nuevo justamente los mismos problemas que motivaron su introduc- cién: para justificarlo tenemos que utilizar inferencias inductivas; para justificar éstas hemos de suponer un principio de induccién de orden superior, y asi sucesivamente. Por tanto, eae por su hase el intento de fundamentar el principio de induccién en la experiencia, ya que Ileva, inevitablemente, a una regresin infinita. Kant traté de escapar a esta dificultad admitiendo que el princi- pio de induceién (que él Hamaba «principio de causacién universal») "era «valido @ priori». Pero, a mi entender, no tuvo éxito en su inge- niosa tentativa de dar una justificacién a priori de los enunciados _ sintéticos. Por mi parte, considero que las diversas dificultades que acabo de esbozar de la légica inductiva son insuperables. Y me temo que lo mismo ocurre con la doctrina, tan corriente hoy, de que las infe- rencias inductivas, aun no siendo «estrictamente yalidas», pueden al- canzar cierto grado de «seguridad» o de «probabilidad». Esta doc- trina sostiene que las inferencias inductivas son cinferencias proba- bles» *. «Hemos descrito —dice Reichenbach— el principio de induc- cién como el medio por el que la ciencia decide sobre la verdad. Para ser més exactos, deberiamos decir que sirve para decidir sobre la probabilidad: pues no le es dado a la ciencia llegar a la yerdad ni a la falsedad..., mas los enanciados cientificos pueden aleanzar tnica- mente grados continuos de probabilidad, cuyos limites superior e in- ferior, inaleanzables, son la verdad y la falsedad» ‘, Por el momento, puedo hacer caso omiso del hecho de que los ereyentes en la légica inductiva alimentan una idea de la probabili- dad que rechazaré luego por sumamente inoportuna para sus propios fines (véase, mas adelante, el apartado 80). Puedo hacer tal cosa, por- que con recurrir a la probabilidad ni siquiera se rozan las dificulta- des mencionadas: pues si ha de asignarse cierto grado de probabili- dad a los enunciados que se basan en inferencias inductivas, tal pro- ceder tendra que justificarse invyocando un nuevo principio de induccién, modificado convenientemente; el cual habra de justificarse a su vez, etc. Ati més: no se gana nada si el mismo principio de induccién no se toma como «verdadero», sino como meramente «pro- bable». En resumen: la légica de la inferencia probable o «légica Los pasajes decisivos de Hume se citan en el apédice *VII (texto correspon- diente « las notas 4, 5 y 6); véase también, mas adelante, la nota 2 del apartado 81. * Cf J. M. Keynes, A Treatise on Probability (1921); 0. Kitee, Vorlesungen fiber Logik (ed. por Selz, 1923); Retcrenaacn (que emplea el término «implicacio- nes probabilisticas»), Axiomatike der Wahrscheinlichkeitsrechnung, Mathem. - Zeitschr, 34 (1932), y otros lugares. * Reicuennacn, Erkenntnis 1, 1930, pag. 186. 30 La légica de la investigacién cientifica de la probabilidad», como todas las demas formas de la légica induc- tiva, conduce, bien a una regresién infinita, bien a la doctrina del apriorismo *?. La teorfa que desarrollaremos en las paginas que siguen se opone directamente a todos los intentos de apoyarse en las ideas de una légica inductiva. Podria describirsela como la teoria del método de- ductivo de contrastar**, 0 como la opinién de que una hipotesis sélo puede contrastarse empiricamente —y wnicamente después de que ha sido formulada. Para poder desarrollar esta tesis (que podria Hamarse «deducti- vismo», por contraposicién al «inductivismo» °) es necesario que pon- ga en claro primero la distincién entre la psicologia del conocimiento, que trata de hechos empiricos, y la légica del conocimiento, que se occupa exclusivamente de relaciones légicas. Pues la creencia en una logica inductiva se debe, en gran parte, a una confusion de los pro- blemas psicolégicos con los epistemolégicos; y quiza sea convenient: advertir, de paso, que esta confusién origina dificultades no slo en la légiea del conocimiento, sino en su psicologia también. 2. ELIMINACION DEL PsIcoLocisMo He dicho més arriba que el trabajo del cientifico consiste en pro- poner teorias y en contri La etapa inicial, el acto de concebir o inventar una teoria, no me parece que exija un anilisis Iégico ni sea susceptible de él. La cues- tién acerea de cémo se le ocurre una idea nueva a una persona —ya sea un tema musical, un conflicto dramatico o una teoria cientifica— puede ser de gran interés para la psicologia empirica, pero carece de importancia para el anilisis légico del conocimiento cientifico. “ Véanse también el capitulo X —especialmente, la nota 2 apartado 81— mas completa y el capitulo *11 del Postscript, en los que se hallard una exposi de esta critica. ** Se habra observado ya que empleamos las expresiones contraste, contrastacién, contrastar, someter a contraste, etc., para traducir los términos ingleses test, testing, to test, etc. Los autores de habla inglesa —incluyendo al de esta obra— utilizan tam- bign to contrast, pero puede verterse sin dificultad —e incluso més conforme a su sentido— por contraponer 0 contraponerse, (N. del T.) * Lirnic (en Induktion und Deduktion, 1865) fue probablemente el primero que rechazé el método inductivo desde el punto de vista de la ciencia natural: su ataque se dirigia contra Bacon. Durem (en La Théorie physique, son objet et sa structure, 1906; vers. ingl. por P. P. Wiener, The Aim and Structure of Physical Theory, 1954) ha mantenido tesis marcadamente deductivistas. (* Pero en el libro de Duhem se en- cuentran también tesis inductivistas, por ejemplo, en el cap. II de la primera parte, en el que se nos dice que con sélo experimentacién, induccién y generalizacion se hha Hegado a Ia ley de la refraccién de Descartes: ef. Ia trad. ingl., pag. 455.) Véanse, asimismo, V. Krart, Die Grundformen der wissenschaftlichen Methoden, 1925, y Carnar, Erkenntnis 2, 1932, pag. 440. Ponorama de algunos problemas fundamentales 31 Este no se interesa por cuestiones de hecho (el quid facti? de Kant), sino tnicamente por cuestiones de justificacién o valides (el quid juris? kantiano); sus preguntas son del tipo siguiente: ;puede jus- tificarse un enunciado?; en caso afirmativo, ;de qué modo?; ; contrastable?; ;depende légicamente de otros enunciados?; 0 los contradice quiza? Para que un enunciado pueda ser examinado logi- camente de esta forma tiene que habérsenos propuesto anies: alguien debe haberlo formulado y habérnoslo entregado para su examen 16 gico. En consecuencia, distinguiré netamente entre cl proceso de con- cebir una idea nueva y los métodos y resultados de su examen l6gico. En cuanto a la tarea de la légiea del conocimicnto —que he contra- puesto a la psicologia del mismo—, me basaré en el supuesto de que consiste pura y exclusivamente en la investigacién de los métodos em- leados en las contrastaciones sistematicas a que debe someterse toda idea nueva antes de que se la pueda sostener scriamente. Algunos objetaran, tal vez, que seria mas pertinente considerar como ocupacién propia de Ja epistemologia la fabricacién de lo que se ha Mamado una «reconstruccién racional» de los pasos que han Hevado al cientifico al descubrimiento, a encontrar una nueva yerdad, Pero la cuestion se conyierte entonces en: zqué es, exactamente, lo que queremos reconstruir? Si lo que se trata de reconstruir son los proce- sos que tienen lugar durante el estimulo y formacién de inspiraciones, me niego a aceptar semejante cosa como tarea de la légica del cono- cimiento: tales procesos son asunto de la psicologia empirica, pero dificilmente de la logica, Otra cosa es que queramos reconstruir ra- cionalmente las evntrastaciones subsiguientes, mediante las que se pue- de descubrir que cierta inspiracién fue un descubrimiento, 0 se puede reconocer como un cenocimiento. En la medida en que el cientifico juzga criticamente, modifica o desecha su propia inspiracién, pode- mos considerar —si asi nos place— que el analisis metodoldgico em- rendido en esta obra es una especie de «reconstruccién racional» de los procesos intelectuales correspondientes. Pero esta reconstruceién no habra de describir tales procesos segiin acontecen realmente: silo puede dar un esqueleto légico del procedimiento de contrastar. Y tal yez esto es todo lo que quieren decir los que hablan de una «recons- truceién racionaly de los medios por los que adquirimos conoci mientos. Ocurre que los razonamientos expuestos en este libro son entera: mente independientes de este problema. Sin embargo, mi opinién del unto —valga lo que valiere— es que no existe, en absoluto, un mé- todo légico de tener nuevas ideas, ni una reconstruccién Idgica de este proceso. Puede expresarse mi parecer diciendo que todo descu- brimiento contiene «un elemento irracional» o «una int a crea- dora» en el sentido de Bergson. Einstein habla de un modo parecido de la cbtisqueda de aquellas leyes sumamente universales... a partir de fas cuales puede obtenerse wna imagen del mundo por pura de- duccién. No existe una senda légica —dice— que encamine a estas... 32 La légica de la investigacién cientifica leyes. Sélo pueden alcanzarse por la intuicién, apoyuda en algo ast como una introyeccién (‘Einfiihlung’) de los objetos de la expe- rienciay *, | CONTRASTACION DEDUCTIVA DE TEORIAS De acuerdo con la tesis que hemos de proponer aqui, el método de contrastar criticamente las teorias y de escogerlas, teniendo en cuenta los resultados obtenidos en su contraste, procede siempre del modo que indicamos a continuacién, Una vez presentada a titulo provisio- nal una nueva idea, atin no justificada en absoluto —sea una antici- pacion, una hipétesis, un sistema tedrico o lo que se quiera—, se extraen conclusiones de ella por medio de una deduccién légica; estas conclusiones se comparan entre si y con otros enunciados perti nentes, con objeto de hallar las relaciones légicas (tales como equiva- lencia, deductibilidad, compatibilidad o incompatibilidad, ete.) que existan entre ellas. Si queremos, podemos distinguir cuatro procedimientos de llevar a cabo la contrastacién de una teoria. En primer lugar, se encuentra la comparacién logica de las conclusiones unas con otras: con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema. Después, esta el estudio de la forma légica de la teoria, con objeto de determinar su cardcter: si es una teoria empirica —cientifica— 0 si, por ejem- plo, es tautolégica. En tercer término, tenemos la comparacién con otras teorias, que tiene por principal mira la de averiguar si la teoria examinada constituiria un adelanto cientifico en caso de que sobrevi- viera a las diferentes contrastaciones a que la sometemos. Y final- mente, viene el contrastarla por medio de la aplicacién empirica de las conclusiones que pueden deducirse de ell: Lo que se pretende con el ultimo tipo de contraste mencionado es descubrir hasta qué punto satisfarén las nuevas consecuencias de la teoria —sea cual fuere la novedad de sus asertos— a los requerimientos de la practica, ya provengan éstos de experimentos puramente cientifi- cos o de aplicaciones tecnoldgicas practicas. También en este caso el pro- cedimiento de contrastar resulta ser deductivo; vedmoslo. Con ayuda de otros enuaciados anteriormente aceptados se deducen de la teoria a contrastar ciertos enunciados singulares —que podremos denominar «predicciones»- en especial, predicciones que sean facilmente con- trastables o aplicables. Se eligen entre estos enunciados los que no sean deductibles de la teoria vigente, y, mas en particular, los que se en- + Comunicacién en el sesenta cumpleafios de Max Planck. El pasaje citado comien- za con las palabras: «La tarea suprema del fisico es la biisqueda de aquellas. leyes sumamente universalesy, ete. (citado segin A. Einste1n, Mein Weltbild, 1934, pig. 168; traduccién ingl. por A. Harris, The World as I see It, 1935, pag. 125). En Lte- BIG, op. cit., se hallan con anterioridad ideas parecidas; ef. también Macxt, Principien der Warmelehre (1896), pags. 443 y sigs. *La palabra alemana «Einfiihlungy es di- ficil de traducir; Harris vierte: «sympathetic understanding of experience» (compren- sién sim-pética de la experiencia). Panorama de algunos problemas fundamentales 33 aentren en contradiccién con ella, A continuacién tratamos de deci- dir en lo que se refiere a estos enunciados deducidos (y @ otros), com- randolos con los resultados de las aplicaciones practieas y de expe- rimentos. Si la decision es positiva, esto es, si las conclusiones singu- res resultan ser aceptables, o verificadas, la teoria a que nos referi- nos ha pasado con éxito las contrastaciones (por esta vez): no hemos neontrado razones para desecharla. Pero si la decisién es negativa, sea, si las conelusiones han sido falsadas**, esta falsacién revela e la teoria de la que se han deducido légicamente es también fals: Conviene observar que una decisién positiva puede apoyar a la oria examinada sélo temporalmente, pues otras decisiones negativas bsiguientes pueden siempre derrocarla. Durante el tiempo en que a teoria resiste contrastaciones exigentes y minuciosas, y en que no a deja anticuada otra teoria en la evolucién del progreso cientifico, demos decir que ha «demostrado su temple» 0 que esta «corro- rada» ** por la experiencia. En el procedimiento que acabamos de eshozar no aparece nada e pueda asemejarse a la légica inductiva. En ningin momento he imido que podamos pasar por un razonamiento de la verdad de nunciados singulares a la verdad de teorias. No he supuesto un solo nstante que, en virtud de unas conclusiones «verificadas», pueda es- lecerse que unas teorias sean «verdaderas», ni siquiera meramente obables». En este libro pretendo dar un andlisis mas detallado de los mé- dos de contrastacién deductiva; e intentaré mostrar que todos los oblemas que se suelen Hamar «epistemoldgicos» pueden tratarse ntro del marco de dicho analisis. En particular, los problemas a que la lugar la légica inductiva pueden eliminarse sin dar origen a otros juevos en su lugar. EL PROBLEMA DE LA DEMARCACION _ Entre las muchas objeciones que pueden hacerse contra las tesis que he propuesto ahora mismo, la mas importante es, quiza, la si- jiente: al rechazar el método de la induceién —podria decirse— privo a la ciencia empirica de lo que parece ser su caracteristica mas mportante; esto quiere decir que hago desaparecer las barreras que ** Empleamos el verbo falsar y sus derivados (falsable, falsacién, falsador, ete.) version de to falsify y los suyos (falsifiable, falsification, falsifier, etc.): pues to falsificar como falsear tienen en castellano un sentido perfectamente vivo, que ‘aria incesantes malentendidos si se empleasen aqui para traducir to falsify (que autor emplea exclusivamente en el sentido de «poner de manifiesto que algo es era falso»). Falsar es un término téenico del juego del tresillo, al cual podemos lar de este otro contenido semantico sin grave riesgo, al parecer; por otra parte, @ es inexistente en la historia del idioma con significado préximo al que aqui le mos: ef. Benceo, Vida de Santo Domingo de Silos, 114 c, Milagros de Nuestra Se- flora, 91 c; Historia troyana polimétrica, poema X, 151 (N. del T.). *\ Acerca de este término, véanse la nota *1 antes del apartado 79 y el aparta ‘lo #29 de mi Postscript. 34 La légica de la investigacién cientifica separan la ciencia de la especulacién metafisica. Mi respuesta a esta objecién es que mi principal razén para rechazar la légica inductiva es precisamente que no proporciona un rasgo discriminador apropia- do del carécter empirico, no metafisico, de un sistema teérico; 0, en otras palabras, que no proporciona un «criterio de demarcacién» apropiado. Llamo problema de la demarcacién’ al de encontrar un eriterio que nos permita distinguir entre las ciencias empiricas, por un lado, y los sistemas «metafisicos», por otro. Hume conocié este problema e intenté resolverlo*; con Kant se convirtié en el problema central de la teoria del conocimiento. Si, siguiendo a Kant, Ilamamos «problema de Hume» al de la induccién, deberiamos designar al problema de la demarcacién como «proble- ma de Kant». De estos dos problemas —que son fuente de casi todos los demas de la teoria del conocimiento— el de la demarcacién es, segiin en- tiendo, el mas fundamental. En realidad, la razén principal por la que los epistemélogos con inclinaciones empiristas tienden a prender su fe en el «método de la induccién», parece ser que la constituye su ereencia de que éste es el amico método que puede proporcionar un criterio de demarcacién apropiado: esto se aplica, especialmente, a los empiristas que siguen las banderas del «positivismo». Los antiguos positivistas estaban dispuestos a admitir inicamente como cientificos o legitimos aquellos conceptos (0 bien nociones, 0 ideas) que, como ellos decian, derivaban de la experiencia; 0 sea, aquellos conceptos que ellos creian légicamente reducibles a elemen- tos de la experiencia sensorial, tales como sensaciones (0 datos sensi- bles), impresiones, percepciones, recuerdos visuales 0 auditivos, ete. Los positivistas modernos son capaces de ver con mayor claridad que la ciencia no es un sistema de conceptos, sino mas bien un sistema de enunciados **. En consecuencia, estan dispuestos a admitir inicamen- te como cientificos o legitimos los enunciados que son reducibles a enunciados elementales (0 «atémicos») de experiencia —a «juicios de percepeién», «proposiciones atémicas», «clausulas protocolarias» * Acerea de esto (y, asimismo, de lo tratado en los apartados 1 a 6 y 13 24), compérese mi nota: Erkenntnis 3, 1933, pig. 426; *la incluyo aqui, traducida, for- mando el apéndice *1. * Cf. la iiltima frase de su Enquiry Concerning Human Understanding. *Com- parese con el préximo pirrafo y Ia alusién @ los epistemélogos, por ejemplo, la cita de Reichenbach del texto correspondiente a la nota 1 del apartado 1. * Veo ahora que cuando eseribi este texto sobreestim* a los «positivistas. mo- dernos». Deberia haber recordado que, @ este respecto, el prometedor comienzo del Tractatus de Wittgenstein —cEl mundo es la totalidad de los hechos, no de las co- sasy— queda anulado por su final, en el que ataca a la persona que «no habia dado significado a ciertos signos de sus proposiciones». Véase también mi Open Society and ite Enemies, cap. 11, apartado II [vers. cast. de E. Livst, Le sociedad abierta y sus enemigos, Paidés, Buenos Aires. 1957, pags. 230 y sig. (T.)], asi como el ca- pitulo *I de mi Postscript, especialmente los apartados *11 (nota 5), *24 (los cinco Uiltimos pérrafos) y *25. Panorama de algunos problemas fundamentales 35 © como los quieran Hamar **—. No cabe duda de que el criterio de demarcacién implicado de este modo se identifica con la légica in- ductiva que piden. Desde el momento en que rechazo la Iégica inductiva he de recha- zar también todos estos intentos de resolver el problema de la demar- eacién: con lo cual este problema aumenta de importancia en el pre- gente estudio. El hallazgo de un criterio de demarcacién aceptable tiene que ser una tarea crucial de cualquier epistemologia que no -acepte la légica inductiva. Los positivistas suelen interpretar el problema de la demarcacién un modo naturalista: como si fuese un problema de la ciencia na- al. En lugar de considerar que se encuentran ante la tarea de pro- er una conyencién apropiada, creen que tienen que descubrir una rencia —que existiria, por decirlo asi, en la naturaleza de las co- entre la ciencia empirica por una parte y la metafisica por otra. tan constantemente de demostrar que la metafisica, por su misma ‘aleza, no es sino un parloteo absurdo —c«sofisteria e ilusién», 0 dice Hume, que deberiamos «arrojar al fuego» **. Pero si con las expresiones «absurdo» o «carente de sentido» no mos expresar otra cosa, por definicién, que «no perteneciente ciencia empirica», en tal caso la caracterizacién de la metafisica 0 un absurdo carente de sentido sera trivial: pues a la metafisica la define normalmente como no empirica. Pero —naturalmente— los itivistas ereen que pueden decir de la metafisica muchas otras co- ademas de que sus enunciados son no empiricos. Las expresiones irdo» y «carente de sentido» comportan una evaluacién peyora- (y se pretende que la comporten); y, sin duda alguna, lo que positivistas tratan realmente de conseguir no es tanto una demar- én acertada como derribar definitivamente* y aniquilar la me- ica. Como quiera que sea, nos encontramos con que cada vez que istas han intentado decir con mayor claridad lo que sig- iba «con sentido» la tentativa conducia al mismo resultado: a definicién de «clausula con sentido» (en contraposicién a «pseudo- la sin sentido») que simplemente reitera el criterio de demar- ién de su Logica inductiva. Esto «se hace patente» con gran claridad en el caso de Wittgens- oe Be tase (o creccnanne ean eae Cuando inventé el nuevo nombre lo bisicon (0 «proposicién bisica»: véanse, mas abajo, los apartades 7 y 28), BIG als porges ‘necoctiba tn SSas Tao Sarpuas Sel Seamics sees tae perceptivo; pero, desgraciadamente, lo adoptaron pronto otras personas, y Io transmitir ji querido para de significado habia B Ce: tamblin mi Postecript, apartade °29.0 97 aed Hume, por tanto, condené su propia Enquiry en la tiltima pagina, de igual que Wittgenstein, mas tarde, ha condenado su propio Tractatus en la ultima 1. (Véase la nota 2 al apartado 10.) Cannar, Erkenntnis 2, 1932, pigs. 219 y sigs. Anteriormente, Mill habia usado «carente de sentido» de forma analoga, *sin duda alguna bajo Ia influencio 3 ef. también los Early Essays on Social Philosophy de Comre, ed. por D. Hutton, 1911, citados en mi Open Society, nota 51 del capitulo 11. 36 La Logica de la investigacién cientifica tein, segin el cual toda proposicién con sentido tiene que ser légica- mente reducible‘ a proposiciones clementales (o «atomicas»), que caracteriza como deseripciones o «imagenes de la realidad» ° (carac- terizacién, por cierto, que ha de cubrir todas las proposiciones con sentido). Podemos darnos cuenta de que el criterio de sentido de Wittgenstein coincide con el criterio de demarcacion de los induc- tivistas, sin mas que remplazar las palabras ccientifica» o «legitimay por «con sentido», Y es precisamente al Iegar al problema de la in- duceién donde se derrumba este intento de resolyer el problema de Ja demarcacién: los positivistas, en sus ansias de aniquilar la meta- fisica, aniquilan juntamente con ella la ciencia natural. Pues tampo- co las leyes cientificas pueden reducirse légicamente a enunciados elementales de experiencia. Si se aplicase con absoluta coherencia, el criterio de sentido de Wittgenstein rechazaria por carentes de sentido aquellas leyes naturales cuya busqueda, como dice Einstein °, es «la tarea suprema del fisico»: nunca podrian aceptarse como enunciados auténticos 0 legitimos. La tentativa wittgensteiniana de desenmascarar el problema de la induccién como un pseudoproblema vacio, ha sido ex- presada por Schlick * con las siguientes palabras: «El problema de la induceién consiste en preguntar por la justificacién ldgica de los enunciados universales acerca de la realidad... Reconocemos, con Hu- me, que no existe semejante justificacién légica: no puede haber ninguna, por el simple hecho de que no son auténticos enunciados» *. Esto hace ver que el criterio inductivista de demareacién no con- sigue trazar una linea divisoria entre los sistemas cientificos y les me- tafisicos, y por qué ha de asignar a unos y otros el mismo estatuto: < Wirrcensrem, Tractatus Logico-Philosophicus (1918 y 1922), Proposicién. 5. vers. cast. de E. Trenno GatvAn, Revista de Occidente, Madrid, 1957 (T.)]. “Esto se eaeribié en 1934, y, por tanto, me refiero exclusivamente, como es natural, Tractatus («se hace patente es una de sus expresiones favoritas). ® WITTCENSTEIN, op. cit., Proposiciones 4.01, 4.03 y 2.221. * Cf. Ia nota 1 del apartado 2. “4 Schlick atribuyé a Wittgenstein Ia idea de tratar las leyes cientificas como pseudoproposiciones, con lo cual se resolvia el problema de Ia induceién. (Cf. mi Open Society, notas 46 y 51 y sig. del capitulo 11.) Pero, en realidad, es mucho més an- tigua? forma parte de la tradicién instrumentalist que puede hacerse remontar a Ber Keley e incluso més atrés. [Véanse, por ejemplo, mi trabajo «Three Views Concerning Huan Knowledgen, en Contemporary British Philosophy, 1956, y «A Note on Ber- keley as a Precursor of Mach», en The British Journal for the Philosophy of Science, IV. 4, 1953, pags. 26 y sigs., reimpreso en mi Conjectures and Kefutations, 19595 se encontrarin otras referencias en la nota *1 que precede al apartado 12 (pag. 57), En mi Postscript trato asimismo este problema: apartados *11 2 *14 y *19 2 *26-1 7 'Scurick, Naturwissenschaften 19, 1931, pig. 156 (la eursiva es mia). En lo que se refiere a las Jeyes naturales, Schlick eseribe (pig. 151): «Se ha hecho notar qMienudo que, estrictamente, no podemos hablar nunca de una verificacién absoluta de una ley, pues hacemos siempre —por decirlo asi— la salvedad de que puede Ser modificada a la vista de nuevas experiencias. Si puedi ir, entre paréntesis Ser ontinda Schlick—, algunas palabras acerca de esta situacién I6gica, el hecho men- Goando arriba significa que una ley natural no tiene, en principio, el cardcter de clomfnuneiado, sino que es més bien una prescripcién para la formacién de enunci Ydoss, *(No eabe duda de que se pretendia incluir en «formacién» la transformacién ¥ la deduccidn.) Seblick atribuia esta teoria a una comunicacién personal de Wit genstein, Véase también el apartado *12 de mi Posteript. Panorama de algunos problemas fundamentales 37 pues el veredicto del dogma positivista del sentido es que ambos son sistemas de pseudoaserciones sin sentido. Asi pues, en lugar de des- castar radicalmente la metafisiea de las ciencias empiricas, el posi tivismo Ieva a una invasién del campo cientifico por aquélla*. Frente a estas estratagemas antimetafisicas —antimetafisicas en 1 intencién, claro esta— no considero que haya de ocuparme en derri: bar la metafisiea, sino, en vez de semejante cosa, en formular una ‘earacterizacién apropiada de la ciencia empirica, o en definir los conceptos de «ciencia empirica» y de «metafisicay de tal manera que, ante un sistema dado de enunciados, seamos capaces de decir si es nto o no de la ciencia empirica el estudiarlo mas de cerca. Mi criterio de demarcacién, por tanto, ha de considerarse como propuesta para un acuerdo o convencién, En cuanto a si tal con- eién es apropiada o no lo es, las opiniones pueden diferir; mas lo es posible una discusién razonable de estas cuestiones entre par. que tienen cierta finalidad comin a la vista. Por supuesto que la cién de tal finalidad tiene que ser, en Ultima instancia, objeto una decisién que vaya més alla de toda argumentacién racional *°. Por tanto, quienquiera que plantee un sistema de enunciados ab- lutamente ciertos, irrevocablemente verdaderos °, como finalidad de ciencia, es seguro que rechazara las propuestas que voy a hacer i. Y lo mismo haran quienes yen «la esencia de la ciencia... en su nidad», que consideran reside en su «earacter de totalidad» y en ayerdad y esencialidad reales» ®. Dificilmente estaran dispuestos otorgar esta dignidad a la fisica teérica moderna, en la que tanto ras personas como yo vemos la realizacién més completa hasta la tha de lo que yo Iamo «ciencia empiricay. Las metas de la ciencia a las que me refiero son otras. No trato justificarlas, sin embargo, presentandolas como el blanco yerda- ro o esencial de la ciencia, lo cual serviria tinicamente para pertur- r la cuestién y significaria una recaida en el dogmatismo posi ita. No aleanzo a ver mas que una sola via para argumentar racio- mente en apoyo de mis propuestas: la de analizar sus consecuen- légicas —sefialar su fertilidad, o sea, su poder de elucidar los pro- lemas de la teoria del conocimiento. Asi pues, admito abiertamente que para Iegar a mis propuestas he guiado, en ultima instancia, por juicios de valor y por predi- nes. Mas espero que sean aceptables para todos los que no sélo recian el rigor légico, sino la libertad de dogmatismos; para quie- 8 buscan la aplicabilidad practica, pero se sienten atraidos atin en * Cf. el apartado 78 (por ej ce ; €l apartado 78 (por ejemplo, Ia nota 1). * Véanse también mi Open Soci M6, 51 y 52 del capitulo 11, y' mi trabajo «The Demareation fase soa Hetaphysicsn,entregado en enero de 1955 para el tomo dedicado a Carnap (ain ubliado) de a Library of Living Philosophers ed. por P. A. Seutiuee “reo que siempre es posible una discusién razonable entre in mre que He entre partes interesadas rs y dispuestas a prestarse atencién mutuamente (ef. mi Open Society, Esta es Ia tesis de Dingler; ef. nota 1 del a 3 ef. el apartado 19, * Tesis de O, Spann (Kategorienlehre, 1924). 38 La légica de la investigacién cientifica mayor medida por la aventura de Ia ciencia y por los descubrimien- tos que una y otra vez nos enfrentan con cuestiones nuevas e inespe- radas, que nos desafian a ensayar respuestas nuevas ¢ insospechadas. El hecho de que ciertos juicios de valor hayan influido en mis propuestas no quiere decir que esté cometiendo el error de que he acusado a los positivistas —el de intentar el asesinato de la metafisi- ca por medio de nombres infamantes—. Ni siquiera Hego a afirmai que la metafisica carezea de valor para la ciencia empirica. Pues no puede negarse que, asi como ha habido ideas metafisicas que han pues- to una barrera al avyance de la ciencia, han existido otras —tal el atomismo especulativo— que la han ayudado. Y si miramos el asunto desde un Angulo psicolégico, me siento inclinado a pensar que la inyestigacion cientifica es imposible sin fe en algunas ideas de una indole puramente especulativa (y, a veces, sumamente brumosas): fe desprovista enteramente de garantias desde el punto de vista de la ciencia, y que —en esta misma medida— es «metafisica» ". Una vez que he hecho estas advertencias, sigo considerando que la primera tarea de la légica del conocimiento es proponer un con- cepto de ciencia empirica con objeto de Megar a un uso lingiiistico —actualmente algo incierto— lo mas definido posible, y a fin de trazar una linea de demarcacién clara entre la ciencia y las ideas meta cas —aun cuando dichas ideas puedan haber favorecido el avance de Ja ciencia a lo largo de toda su historia. 5. LA EXPERIENCIA COMO METODO La tarea de formular una definicién aceptable de la idea de cien- cia empirica no esta exenta de dificultades. Algunas de ellas surgen del hecho de que tienen que existir muchos sistemas tedricos cuya estructura légica sea muy parecida a la del sistema aceptado en un momento determinado como sistema de la ciencia empirica. En oca- siones se describe esta situacién diciendo que existen muchisimos «mundos légicamente posibles» —posiblemente un numero infinito de ellos—. Y, con todo, se pretende que el sistema Iamado «ciencia empiricay represente tinicamente un mundo: el «mundo real» o «mundo de nuestra experiencia» **. Con objeto de precisar un poco mas esta afirmacién, podemos dis- tinguir tres requisitos que nuestro sistema teérico empirico tendra que satisfacer. Primero, ha de ser sintético, de suerte que pueda repre- sentar un mundo no contradictorio, posible; en segundo lugar, debe satisfacer el criterio de demarcacion (cf. los apartados 6 y 21), es decir, no sera metafisico, sino representaré un mundo de experiencia Cf. también: PLANK, Positivismus und reale Aussenwelt (1931), y EINsTEIN, «Die Religiosititt der Forschung», en Mein Weltbild (1934), pag. 43; trad. ingl. por ‘A. Hannis, The World as I see It (1935), pags. 23 y sigs. * Véanse, asimismo, el apartado 85 y mi Postscript. "Cf. ell apéndice *X, Panorama de algunos problemas fundamentales 39 posible; em tercer termino, es menester que sea un sistema que se distinga —de alguna manera— de otros sistemas semejantes por ser el que represente nuestro mundo de experiencia. Mas, ;cémo ha de distinguirse el sistema que represente nuestro mundo de experiencia? He aqui la respuesta: por el hecho de que se le ha sometido a contraste y ha resistido las contrastaciones. Esto quiere decir que se le ha de distinguir aplicandole el método deduc- tivo que pretendo analizar y describir. Segiin esta opinién, la «experiencia» resulta ser un método dis- tintivo mediante el cual un sistema tedrico puede distinguirse de otros: con lo cual la ciencia empirica se caracteriza —al parecer— no solo por su forma légica, sino por su método de distincién. (Desde luego, ésta es también la opinion de los inductivistas, que intentan caracterizar la ciencia empirica por su empleo del método inductivo.) Por tanto, puede deseribirse la teoria del conocimiento, cuya ta- rea es el analisis del método o del proceder peculiar de la ciencia em- pirica, como una teoria del método empirico —una teoria de lo que normalmente se llama experiencia. 6. LA FALSABILIDAD COMO CRITERIO DE DEMARCACION El criterio de demarcacién inherente a la légica inductiva —esto es, el dogma positivista del significado o sentido [en ingl., meaning ]— equivale a exigir que todos los enunciados de la ciencia empirica (0, todos los enuneiados «con sentido») sean susceptibles de una de- cision definitiva con respecto a su verdad y a su falsedad; podemos decir que tienen que ser «decidibles de modo concluyente. Esto quie- re decir que han de tener una forma tal que sea Iégicamente posible tanto verificarlos como falsarlos. Asi, diee Schlick: «...un auténtico enunciado tiene que ser susceptible de verificacién concluyente»? ; y Waismann eseribe, atin con mayor claridad: «Si no es posible de- terminar si un enunciado es verdadero, entonces carece enteramente de sentido: pues el sentido de un enunciado es el método de su ve- rifieacién» *. ‘Ahora bien; en mi opinién, no existe nada que pueda Hamarse induccién *". Por tanto, sera légicamente inadmisible la inferencia de teorias a partir de enunciados singulares que estén «verificados por la experiencia» (cualquiera que sea lo que esto quiera decir). Asi pues, las teorias no son nunca verificables empiricamente. Si quere- mos evitar el error positivista de que nuestro eriterio de demarcacién elimine los emas te6ricos de la ciencia natural **, debemos elegir u1ick, Naturwissenschaften 19, 1931, pag. 150. Waismann, Erkenntnis 1, 1930, pag. 229. No me refiero aqui, desde luego, a la Hamada ainduccién matematicay; lo jego es que exista nada que pueda Ilamarse induccién en lo que se denominan jas inductivas»: que existan «procedimientos induetivos» o «inferencias in- ductivas». * En su Logical Syntax (1937, pags. 321 y sig.), Carnap admitia que se trataba de un error (y mencionaba mis criticas); y todavia avanzé més en este sentido en 40 La légica de la investigacién cientifica un criterio que nos permita admitir en el dominio de la ciencia empi- rica incluso enunciados que no puedan verificarse. Pero, ciertamente. silo admitiré un sistema entre los cientificos © empiricos si es susceptible de ser contrastado por la experiencia. Estas consideraciones nos sugieren cue el eriterio de demarcacién que hemos de adoptar no es el de la verifieabilidad, sino el de la falsabi- lidad de los sistemas *'. Dicho de ot19 modo: no exigiré que un siste- ma cientifico pueda ser seleccionade, de una vez para siempre. en un sentido positivo; pero si que sea susceptible de seleccién en un sen- tido negativo por medio de contrastes » pruebas empi posible refutar por la experiencia un s'stema cientifico empirico*. (Asi, el enunciado «llovera o no llovera aqui manana» no se con- siderara empirico, por el simple hecho de que no puede ser refutado; mientras que a este otro, «llovera aqui manana», debe considerarsele empirico.) Pueden hacerse varias objeciones al criterio de demareacién que acabamos de proponer. En primer lugar, puede muy bien parecer que toda sugerencia de que la ciencia —que, segiin se admite, nos proporciona informaciones positivas— haya de caracterizarse por sa- tisfacer una exigencia ncgativa, como es la de refutabilidad. se enca mina en una dircecién falsa. Sin embargo, haré ver (en los apar- tados 31 a 46) que esta objecion earece de peso, pues el volumen de informacion positiva que un enunciado cientifico comporta es tanto il es que choque —debido a su cardeter légico— con enunciados singulares posibles. (No en yano Mamamos «leyes» a las leyes de la Naturaleza: cuanto mas prohiben mas dicen.) Puede también hacerse de nuevo un intento de volver contra mi mi propia critica del criterio inductivista de demareacién: pues po- dria parecer que eabe suscitar objeciones contra la falsabilidad como criterio de demarcacion analogas a Jas que yo he suseitado contra la icabilidad. s: ha de ser mayor euanto m: y and Meaning. donde reconociés el hecho de que las leyes unives son solamente «conyenientes» para la ciencia, sino incluso «esenciales» (Philosophy of Science 4, 1937. pag. Pero en su obra inductivista Logical Foundations of Probability (1950) vuelve a una posicién muy semejante a la que aqui criticamos: al encontrar que las leyes universiles tienen probabilidad cero (pig. 571) se ve obligado fa decir (pag. 575) que, aunque no cs necesariv expulsarlas de la ciencia, ésta puede manejarselas perfectamente sin cllas. ** Obsérvese que propongo la falsabilidad como criterio de demarcacién, pero no de sentido. Adviértase, ademas, que anteriormente (en el apartado 4) he criticado enérgicamente el empleo de la idea de sentido como criterio de demarcacién, y que aco el dogma del sentido, ain mas enérgiczmente, en el apartado 9. Por tanto, es un puro mito (aunque gran miimero de refutaciones de mi teoria estén basadas en él) decir que haya propuesto jamais la falsabilidad como critcrio de sentido. La falsabilidad separa dos tipos de enunciados perfectamente dotados de sentido, los fal- sables y los no falsables: traza una linea deniro del Ienguaje con sentido. no alrededor de él. Véanse también el apéndice *I y el capitulo *1 de mi Postscript, especialmente los apartados *17 y *19. +" En otros autores se encuentran ideas andlogas: por ejemplo, en Frank. Die Kausalitit und ihre Grenzen (1931), capitulo T, § 10 (pags. 15 y sig.), y en Dusts- tay, Die Definition (3." ed. 1931), pags, 100 y sig. (Cf. asimismo, mas arriba, la nota 1 del apartado 4.) Panorama de algunos problemas fundamentales 41 Este ataque no me alteraria. Mi propuesta esta basada en una asimetria entre la verificabilidad y la falsabilidad: asimetria que se deriva de la forma légica de los enunciados universales **. Pues éstos no son jamas deductibles de enunciados singulares, pero si pueden estar en contradiceién con estos ultimos. En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas (valiéndose del modus tollens de la logica clasica) es posible argiiir de la verdad de enunciados sin- gulares la falsedad de enunciados universales. Una argumentacién de esta indole, que Ieva a la falsedad de enunciados universales, es el iinico tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve, como si dijéramos, en cdireccién inductivay: esto es, de enunciados sin- gulares a universales. Mas grave puede parecer una tercera objecién. Podria decirse que,” incluso admitiendo.la asimetria, sigue siendo imposible —por varias razones— falsar de un modo concluyente un sistema teérico: pues jiempre es posible encontrar una’ via de escape de la falsacién, por ,jemplo, mediante la introduccién ad hoc de una hipétesis auxiliar 0 por cambio ad hoc de una definicién; se puede, incluso, sin caer incoherencia légica, adoptar la posicién de negarse a admitir cual- ier experiencia falsadora. Se reconoce que los cientificos no suelen proceder de este modo, pero el procedimiento aludido siempre es 16- jicamente posible; y puede pretenderse que este hecho conyierte en idoso —por lo menos— el valor légico del criterio de demarcacién ie he propuesto. Me veo obligado a admitir que esta critica es justa; pero no ne- ito, por ello, retirar mi propuesta de adoptar Ia falsabilidad como iterio de demarcacién. Pues voy a proponer (en los apartados 20 y iguientes) que se caracterice el método empirico de tal forma que cluya precisamente aquellas vias de eludir !a falsaci6n que mi ima- nario critico sefiala insistentemente, con toda razén, como logic: ente posibles. De acuerdo con mi propuesta, lo que caracteriza método empirico es su manera de exponer a falsacién el sistema ha de contrastarse: justamente de todos los modos imaginables. meta no es salvarles la vida a los sistemas insostenibles, sino, por contrario, elegir el que comparativamente sea mas apto, sometiendo a dos a la més Aspera lucha por la supervivenc El criterio de demarcacién propuesto nos conduce a una solucién 1 problema de Hume de la induccién, 0 sea, el problema de la vali- dez de las leyes naturales. Su raiz se encuentra en la aparente contr: diccién existente entre lo que podria Hamarse «la tesis fundamental del empirismo» —la de que sdlo la experiencia puede decidir acerca de la verdad o la falsedad de los enunciados cientificos— y la inadmi- sibilidad de los razonamientos inductivos, de la que se dio cuenta Hume. Esta contradiccién surge wnicamente si se supone que todos Jos enunciados cientificos empiricos han de ser «decidibles de modo eoncluyente», esto es, que, en principio, tanto su verificacién como ** Me ocupo ahora mis a fondo de esta asimetria en el apartado *22 de mi Postscript. 42 La légica de la investigacién cientifica su falsacién han de ser posibles. Si renunciamos a esta exigencia y ad- mitimos como enunciados empiricos también los que sean decidibles en un solo sentido —decidibles unilateralmente, 0, mas en particular, falsables— y puedan ser contrastados mediante ensayos sistematicos de falsacién, desaparece 1a contradiccién: el método de falsacién no presupone la inferencia inductiva, sino tnicamente las transforma- ciones tautoldgicas de la logica deductiva, cuya validez no se pone en tela de juicio*. 7. Et PROBLEMA DE LA @BASE EMPIRICA» Para que la falsabilidad pueda aplicarse de algin modo como cri- terio de demarcacién deben tenerse a mano enunciados singulares que puedan servir como premisas en las inferencias falsadoras. Por tanto, nuestro criterio aparece como algo que solamente desplaza el pro- blema —que nos retrotrae de la cuestién del caracter empirico de las teorias a la del caracter empirico de los enunciados singulares. Pero incluso en este caso se ha conseguido algo. Pues en la prac- tiea de la investigacién cientifica la demarcacién presenta, a veces, una urgencia inmediata en lo que se refiere a los sistemas tedricos, mientras que rara vez se suscitan dudas acerca de la condicién empi- rica de los enunciados singulares. Es cierto que se tienen errores de ob- servacién, y que dan origen a enunciados singulares falsos, pero un cientifico casi nunca se encuentra en el trance de describir un enun- ciado singular como no empirico o metafisico. Por tanto, los problemas de la base empirica —esto es, los con- cernientes al caracter empirieo de enunciados singulares y a su con- trastacién— desempeiian un papel en la légica de la ciencia algo di- ferente del representado por la mayoria de los demas problemas de que habremos de ocuparnos. Pues gran parte de éstos se encuentran en relacion estrecha con la practica de la investigacién, mientras que el problema de la base empirica pertenece casi exclusivamente a la teoria del conocimiento. Me ocuparé de ellos, sin embargo, ya que dan lugar a muchos puntos obscuros: lo cual ocurre, especialmente, con las relaciones entre experiencias perceptivas y enunciados bési- * cos. (Llamo cenunciado basicon 0 «proposicién basicay a un enun- ciado que puede servir de premisa en una falsacién empirica: breve- mente dicho, a la enunciacién de un hecho singular.) Se ha considerado con frecuencia que las experiencias perceptivas proporcionan algo asi como una justificacién de los enunciados basi- cos: se ha mantenido que estos enunciados estén «basados sobre» tales experiencias, que mediante éstas se cmanifiesta por inspeccién» la verdad de aquéllos, 0 que dicha verdad se hace «patente» en las expe- riencias mencionadas, ete. Todas estas expresiones muestran una ten- * Acerca de esta cuestién, véase también mi trabajo mencionado en Ia nota 1 del apartado 4, * que ahora esta incluido aqui en el apéndice *1, y, asimismo, mi Postscript, especialmente el apartado *2, Panorama de algunos problemas fundamentales 43 dencia perfectamente razonable a subrayar la estrecha conexién exis- tente entre los enunciados basicos y nuestras experiencias perceptivas. Con todo, se tenia la impresién (exacta) de que los enunciados sélo pueden justificarse légicamente mediante otros enunciados: por ello, la conexin entre las percepciones y los enunciados permanecia obs- a, y era deserita por expresiones de analoga obscuridad que no claraban nada, sino que resbalaban sobre las dificultades 0, en el mejor de los casos, las sefialaban fantastnalmente con metaforas. También en este caso puede encontrarse una solucién, segtin creo, i separamos claramente los aspectos psicolégicos del problema de los légicos y metodolégicos. Hemos de distinguir, por una parte, nuestras ixperiencias subjetivas © auestros sentimientos de conviceién, que no ieden jamas justificar enuneiado alguno (aun cuando pueden ser bjeto de investigacién psicoldgica), y, por otra, las relaciones légicas pbjetivas existentes entre los diversos sistemas de enunciados cienti- cos y en el interior de cada uno de ellos. En los apartados 25 a 30 trataremos con algun detalle los proble- as referentes a la base empirica. Por el momento, he de yolyerme cia el problema de la objetividad cientifica, pues los términos «ob- etivo» y «subjetivon que acabo de utilizar necesitan aclaracién. ICA ¥ CONVICCION SUBSETIVA 8. OpserivipaD -crE! i Las palabras «objetivo» y «subjetivo» son términos filoséficos car- Jos de una pesada herencia de usos contradictorios y de discusio- ‘nes interminables y nunca concluyentes. El empleo que hago de los términos «objetivo» y «subjetiver no es muy into del kantiano. Kant utiliza la palabra «objetivo» para “indicar que el conocimiento cientifico ha de ser justificable, indepen- dientemente de los caprichos de nadie: una justificacién es «objeti- Ya» si en principio puede ser contrastada y comprendida por cualquier persona. «Si algo es valido —escribe— para quienquiera que esté en uso de razén, entonces su fundamento es objetivo y suficiente» *. Ahora bien; yo mantengo que las teorias cientificas no son nunca enteramente justificables o. verificables, pero que son, no obstante, contrastables. Diré, por tanto, que la objetividad de los enunciados cientificos deseansa en el hecho de que pueden contrastarse intersub- jetivamente **. + Kritik der reinen Vernunjt, Methodenlehre, 2. Haupstiick, 3. Abschnitt (2.* ed., a 848; trad. ingl. por N. Kemp Smuts, 1933: Critique of Pure Reason, The faseendental Doctrine of Method, capitulo II, , pag. 645) [vers. east. de J. vet Penoso y F. L. Atvanez, 1952 (4. ed.): Critica de la razén pura (Sopena ‘Argentina, Buenos Aires), Teoria trascendental del método, capitulo Il, seecién 3.', pagina 192 del t. 11 (T.)]. Desde que eseribi estas palabras he generalizado esta formulacién: pues la controstacién intersubjetiva es meramente un aspecto muy importante de la idea més general de la critica intersubjetiva, 0, dicho de otro modo, de la idea de la regulacién Facional mutua por medio del debate eritico, Esta idea més general, que he tratada 44 La légica de la investigacién cientifica Kant aplica la palabra «subjetivo» a nuestros sentimientos de con- viecién (de mayor 0 menor grado) *. El examen de eémo aparecen éstos es asunto de la psicologia: pueden surgir, por ejemplo, «segan leyes de la asociacién»*; también pueden servir razones objetivas como «causas subjetivas del juzgar»*, desde el momento en que re- flexionamos sobre ellas y nos convencemos de su congruencia. Quiza fue Kant el primero en darse cuenta de que la objetividad de los enunciados se encuentra en estrecha conexién con la construc- cién de teorfas —es decir, con el empleo de hipétesis y de enuncia- dos universales—. Sélo cuando se da la recurrencia de ciertos acon- tecimientos de acuerdo con reglas o regularidades —y asi sucede con los experimentos repetibles— pueden ser contrastadas nuestras ob- servaciones por cualquiera (en principio). Ni siquiera tomamos muy en serio nuéstras observaciones, ni las aceptamos como cientificas, hasta que las hemos repetido y contrastado. Slo merced a tales repe- ticiones podemos convencernos de que no nos encontramos con una mera «coincidencia» aislada, sino con acontecimientos que, debido a su regularidad y reproductibilidad, son, en principio, contrastables intersubjetivamente *. Todo fisico experimental conoce esos sorprendentes € inexplica- bles «efectos» aparentes, que tal vez pueden, incluso, ser reproducidos en su laboratorio durante cierto tiempo, pero que finalmente desapa- recen sin dejar rastro. Por supuesto, ningun fisico diria en tales ca- sos que habia hecho un descubrimiento cientifico (aun cuando puede jntentar una nueva puesta a punto de sus experimentos con objeto de hacer reproducible el efecto). En realidad, puede definirse el efecto fisico cientificamente signifieative como aquél que cualquiera puede reproducir con regularidad sin mas que Ievar a cabo el experiniento apropiado del modo preserito. Ningiin fisico serio osaria publicar, en concepto de descubrimiento cientifico, ningtin «efecto oculto» (como con cierta extensién en mi Open Society and its Enemies, capitulos 23 y 24, y en mi Poverty of Historicism [traduccién castellana por P. Scuwartz, La miseria del his- toricismo, Taurus, Madrid, 1961 (T.)]. apartado 32, se somete a estudio también en mi Postscript, en particular, en los capitulos *1, *I1, y *VI. > Ibid. .* CE. Kritik der reinen Vernunjt, Trascendentale Elementarlehre, § 19 (2." ed., pagina 142; trad. ingl. por N. Kemp Swirnt, 1933, Critique of Pure Reason, Tras: coadental Doctrine of Elements, § 19, pag. 159). [vers. esp. cit, pag. 136 del t. I Is (TIM 6 Kritik der reinen Vernunjt, Methodentchre, 2, Haupstiick, 3. Abschnitt (22 ed., pig. 849; vers. ingl., capitulo II, seccién 32, pig. 646 [trad. cast. cit., pi- gina 193 del t. II (T.)]. * Kant se dio cuenta de que de la objetividad que se ha requerido para los enun- ciados cientificos ‘se sigue que deben ser contrastables intersubjetivamente en cual- quier momento, ¥ que han de tener, por tanto, la forma de leyes universales 0 teorias. Expresé tal descubrimiento, de modo poco claro, por medio de su «principio de suce- sidn temporal de acuerdo eon la ley de causalidad» (principio que crey6 podia de- mostrar @ priori por medio del razonamiento que hemos indicado). Yo no postulo semejante principio (ef. el apartado 12); pero estoy de acuerdo en que los enunciados tientificos, puesto que deben ser constrastables intersubjetivamente, hap de tener siem- pre el cardcter de hipdtesis universales, * Yéase también In nota *1 del apartado 12, Panorama de algunos problemas fundamentales 45 propongo Iamarlo) de esta indole, es decir, para euya reproduceién no pudiese dar instrucciones. Semejante «deseubrimiento» se rechazi ria mds que de prisa por quimérico, simplemente porque las tent: tivas de contrastarlo Mevarian a resultados negativos®. (De ello se sigue que cualquier controversia sobre la cuestién de si ocurren en absoluto acontecimientos que en principio sean irrepetibles y tnicos no puede decidirse por la ciencia: se trataria de una controyersia metafisica.) Podemos volver ahora a un aserto planteado en el apartado ante- rior: a mi tesis de que una experiencia subjetiva, 0 un sentimiento ‘de conviccién, nunca pueden justificar un enunciado cientifico; y de ‘que semejantes experiencias y convieciones no pueden desempefiar en la ciencia otro papel que el de objeto de una indagacién empirica sicolégica). Por intenso que sea un sentimiento de conyiccién nunca dra justificar un enunciado. Por tanto, puedo estar absolutamen- convencido de la verdad de un enunciado, seguro de la evidencia mis percepciones, abrumado por la intensidad de mi experiencia: ede parecerme absurda toda duda. Pero, gaporta, acaso, todo ello la mas leve razén a la ciencia para aceptar mis enunciados? ; Puede ‘ustificarse ningiin enunciado por el hecho de que K. R. P. esté abso- tamente convencido de su verdad? La tmica respuesta posible ¢ no, y cualquiera otra seria incompatible con la idea de la obj jdad cientifica. Incluso el hecho —para mi tan firmemente estable- ido— de que estoy experimentando un sentimiento de conviecién, no ede aparecer en el campo de-la ciencia objetiva mas que en forma le hipétesis psicolégica; la cual, naturalmente, pide un contraste o omprobacién intersubjetivo: a partir de la conjetura de que yo ten- ‘este sentimiento de conviccién, el psiedlogo puede deducir, valién- se de teorias psicolégicas y de otra indole, ciertas predicciones acer- de mi conducta —que pueden confirmarse o refutarse mediante ntrastaciones experimentales—. Pero, desde el punto de vista epis- molégico, earece enteramente de importancia que mi sentimiento de onyiccién haya sido fuerte o débil, que haya procedido de una im- resion poderosa o incluso irresistible de certeza indudable (0 «evie lenciay), 0 simplemente de una insegura sospecha: nada de todo esto lesempeiia el menor papel en la cuestion de eémo pueden justificarse enunciados cientificos. Las consideraciones del tipo que acabo de hacer no nos proporcio- pliografia de Ia fisiea se encuentran varios ejemplos de informes pre~ jor investigadores serios sobre la a n-de efectos que no podian ser dos a voluntad, ya que otras contrastaciones posteriores habian Ievado a re- os. Un ejemplo muy conocido, y reciente, es e} resultado positive —que bido explicacién— del experimento de Michelson, resultado observado por Her (1921-1926) en Mount Wilson, después de haber reproducido él mismo (asi ‘fomo Morley) el resultado negative de Michelson. Pero, puesto que otras contrasta- felones posteriores volvieron a dar resultados negatives, es costumbre considerar que os decisivos son estos tltimos, y explicar las observaciones divergentes de Miller como ledebidas causas de error desconocidas». * Véase también el apartado 22, en especial Ja nota 46 La légica de la investigacién cientifiea nan, desde luego, una respuesta para el problema de la base empirica; pero, al menos, nos ayudan a caer en la cuenta de su dificultad prin- cipal. Al exigir que haya objetividad, tanto en los enunciados basicos como en cualesquiera otros enunciados cientificos, nos privamos de todos los medios légicos por cuyo medio pudiéramos haber esperado reducir la verdad de los enunciados cientificos a nuestras experien- cias, Ain mas: nos vedamos todo conceder un rango privilegiado a los enunciados que formulan experiencias, como son los que deseriben nuestras percepeiones (y a los que, a veces, se llama «elausulas pro- tocolarias»): pueden aparecer en la ciencia tnicamente como enun- ciados psicolégicos, lo cual quiere decir como hipétesis de un tipo cuyo nivel de contrastacién intersubjetiva no es, ciertamente, muy ele- vado (teniendo en cuenta el estado actual de la psicologia). Cualquiera que sea la respuesta que demos finalmente a la cues- tién de la base empirica, una cosa tiene que quedar clara: si persis- timos en pedir que los enunciados cientificos sean objetivos, entonces aquéllos que pertenecen a la base empirica de la ciencia tienen que ser también objetivos, es decir, contrastables intersubjetivamente. Pero la contrastabilidad intersubjetiva implica siempre que, a partir de los enunciados que se han de someter a contraste, puedan deducirse otros también contrastables. Por tanto, si los enunciados basicos han de ser contrastables intersubjetivamente a su vez, no puede haber enun- ciados tltimos en la ciencia: no pueden existir en la ciencia enuncia- dos ltimos que no puedan ser contrastados, y, en consecuencia, nin- guno que no pueda —en principio— ser refutado al falsar algunas de las conclusiones que sea posible deducir de él. De este modo Ilegamos a la siguiente tesis. Los sistemas tedricos se contrastan deduciendo de ellos enunciados de un nivel de univer- salidad mas bajo; éstos, puesto que han de ser contrastables inter- subjetivamente, tienen que poderse contrastar de manera andloga —y asi ad infinitum. Podria pensarse que esta tesis lleva a una regresién infinita, y que, por tanto, es insostenible. En el apartado 1, al ecriticar la induccién, opuse la objecién de que Ievaria a un regreso infinito; y puede muy bien parecerle ahora al lector que la misma objecién exactamente puede invocarse contra el procedimiento de contrastacién deductiva que defiendo a mi vez. Sin embargo, no ocurre asi. El método deduc- tivo de contrastar no puede estatuir ni justificar los enunciados que se contrastan, ni se pretende que lo haga; de modo que no hay peli- gro de una regresién infinita. Pero ha de admitirse que la situacion sobre la que acabo de llamar la atencién —la contrastabilidad ad in- finitum y la ausencia de enunciados ltimos que no necesitasen ser contrastados— crea, ciertamente, un problema. Pues es evidente que, de hecho, las contrastaciones no pueden prolongarse ad infinitum: mas tarde 0 mas temprano hemos de detenernos. Sin discutir ahora el problema en detalle, quiero tinicamente sefialar que la circunstan- cia de que las contrastaciones no puedan continuar indefinidamente no choca con mi peticién de que todo enunciado cientifico sea con- Panorama de algunos problemas fundamentales 47 able. Pues no pido que sea preciso haber contrastado realmente enunciado cientifico antes de aceptarlo: sélo requiero que cada de estos enunciados sea susceptible de contrastacién; dicho de modo: me niego a admitir la tesis de que en la ciencia existan ciados cuya verdad hayamos de aceptar resignadamente, por la le razén de no parecer posible —por razones légicas— someter- a contraste. CAPITULO SEGUNDO Sobre el problema de una teoria del método cientifico De acuerdo con la propuesta que he hecho més arriba, la epistey mn cientifica— deberia idently ida en que trasciende el analisis puramente légico de las relaciones exits tentes entre enunciados cientificos, la teoria del método se ocupa dé del modo & habérselas con los enunciados cientificos. Y tales decisiones depend@ mologia —o, la légica de la investigac ficarse con la teoria del método cientifico. Ahora bien; en la me Ia eleccién de los métodos, o sea, de las decisiones acere: ran, a su vez, como es natural, de la meta que elijamos (entre numero de metas posibles). La decisién que he de proponer para @ tablecer reglas adecuadas relativas a lo que Iamo el «método emf rico» esta unida estrechamente a mi criterio de demare: propongo que se adopten aquellas reglas que nos den la s que los enunciados cientificos seran contrastables, es decir, de que # ran falsables. 9. Por QUE SON INDISPENSABLES LAS DECISIONES METODOLOGICAS 4Qué son las reglas del método cientifico, y por qué las necesll mos? ;Puede existir una teoria de tales reglas, una metodologia? El modo de contestar a estas preguntas dependera, en gran MW dida, de la actitud que se tenga con respecto a la vistas, y con ellos todos los que consideran la cienci un sistema de enunciados que satisface determinados criterios logit —como los de tener sentido 0 ser verificables—, daran una respuesil Muy distinta seré la que presenten los que tienden a pe (c hago) que la caracteristica distintiva de los enunciados cientifieos side en que son susceptibles de revisidn (es decir, en el hee pueden ser sometidos a critica y remplazados por otros mejores) que consideran que su tarea consiste en analizar la pecul apacl del progreso de la ciencia, y el modo caracteristico en que situaciones cruciales— se lleva a ticos contrapuestos. Estoy enteramente dispuesto a admitir que h andlisis puramente logico de las teorias, que no tenga en cuenta 0 de 4 ncia. Losi empirica Com mo yi bo una eleccién entre sistemas 18 y necesidad de | Sobre el problema-de una teoria del método cientifico 49 © cambian y se desarrollan. Pero este tipo de anélisis no una luz sobre aquellos aspectos de las ciencias empiricas jienos, tanto estimo. El sistema de la mecanica clasica, pon- @aso, puede ser «cientifico» en grado maximo, si se quiere; lo sostienen dogmaticamente —quiza en la creencia do her defender un sistema que ha tenido tantos éxitos mien- Megue a refutar de un modo concluyente— se encuentran puesto de aquella actitud critica que, a mi modo de ver, lida para un cientifico. En realidad, no es posible jamas i refutacién concluyente de una teoria, ya que siempre B que los resultados experimentales no son dignos de “que las pretendidas diserepancias entre aquéllos y la teo- Mente aparentes y desaparecerén con el progreso de nues- lin de los hechos. {En la polémica contra Einstein se han éntemente ambos argumentos para apoyar la mecanica ‘otros andlogos abundan en el campo de las ciencias so- Insiste en pedir demostraciones estrictas (0 refutaciones Jus ciencias empiricas, nunca se sacaré provecho de la fe caeré en la cuenta gracias a ella de lo equivocado i © formal de sus enunciados, no seremos capaces de WMbito aquella forma tan difundida de metafisica que MY wna teoria cientifica anticuada al rango de verdad yazones en que me baso para proponer que se ca- Heia empirica por sus métodos, o sea, por nuestra ma- imn0s con los sistemas cientificos, por lo que hacemos fie a ellos les hacemos. Asi pues, trataré de determinar We prefiere, las normas) por las que se guia el cienti- tiga o cuando descubre algo —en el sentido a que lendo. INTO NATURALISTA DE LA TEORIA DEL METODO wrrollar en alguna medida las indieaciones hechas Dilerior sobre la diferencia entre mi postura y la de Te desagrada Ja idea de que fuera del campo de la Mpositivay puedan existir problemas con_ sentido S#erin preciso abordar con una auténtica teoria filo 6 pensar que deheria existir una verdadera teoria HMM Al texto Ins palabras entre paréntesis co refutaciones estric- tin duda, implic lo que se acaba de decir («no es posible id concluyente de una teoria»), y b) porque mis pala- #6 Kin cesar, como si yo sostuviese un criterio (ain mas: un Me demarcacién) basado en una doctrina de falsabilidad «com- 50 La légica de la investigacién cientifica del conocimiento, una epistemologia 0 metodologia *'. No quiere ver en los problemas filossficos planteados mas que «p3eudoproblemas> © «rompecabezas». Ahora bien; este deseo suyo —que, digamos de pasada, no lo cxpresa como un deseo ni como una propuesta, sino como el enunciado de un hecho **— puede satisfacerse siempre; pues no hay nada més féeil que «desenmascarary un problema tratandole de «carente de sentido» 0 de «pseudoproblema»: basta con limitarse ‘a un sentido convenientemente estrecho de «sentido», y en seguida se ve uno obligado a decir de cualquier cuestién incémoda que se es in- capaz de encontrarle el menor sentido. Aun mas: si se admite que tinicamente los problemas de la ciencia natural tienen sentido *, todo debate acerca del concepto de «sentido» se convierte también en algo carente de sentido 2. Una vez que ha subido al trono el dogma del sen- tido queda elevado para siempre por encima de los combates; ya no es posible atacarlo; se ha hechy {empleando las propias palabras de Wittgenstein) cinatacable y definitivo» *, La cuestién disput: ‘cerca de si existe la filosofia, o de si tiene derecho a existir, es casi tan antigua como ella misma. Una y otra vez surgen movimientos filoséficos completamente nuevos que acaban por desenmascarar los antiguos problemas filos6ficos —mostrando que son pseudoproblemas— y por contraponer a los perversos absurdos de la filosofia el buen sentido de la ciencia coherente, positiva, empiri Y una y otra vez los despreciados defensores de la «filosofia tradicio- nal» tratan de explicar a los jefes del ultimo asalto positivista que el problema principal de la filosofia es el analisis critico de la apelacién a la autoridad de la «experiencia» ‘ —justamente de esa «experien- cia» que el ultimo descubridor del positivismo siempre da, burdamen- te, por supuesta—. Pero a tales objeciones el positivista contesta sdlo encogiéndose de hombros: no significan nada para él, pues no perte- necen a la ciencia empirica, que es lo tinico que hay dotado de sen- tido. Para él la cexperienciay es un programa, no un problema (ex- cepto como objeto de estudio de la psicologia empirica). * Durante los dos afios anteriores a la primera publicacién de este libro, los miembros del Circulo de Viena acostumbraban a criticar mis ideas diciendo que una teoria del método que no sea ni una ciencia empirica ni pura légica es imposible (en 1948 Wittgenstein mantenia atin esta opinién; ef. mi trabajo «The Nature of Philosophical Problems», en The British Journal for the Philosophy of Science 3. 1952, nota de Ia pag. 128): todo lo que se encuentre fuera de estos dos campos ha de ser un completo absurdo. Mas tarde acostumbraron a criticarlas asiéndose « la eyenda de que yo habia propuesto remplazar el criterio de verificabilidad por ua cnterio —de. sentido— de falsabilidad. Véase mi Postscript, especialmente los apar- tados #19 a #22. © Algunos positivistas han cambiado més tarde de actitud a este respecto; véa- se, més adelante, Ia nota 6. Pwirrcenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, Proposiciin 6.53. 2 Al final del Tractatus (en el que explica el concepto de sentido), Wittgenstein escribe: «Mis proposiciones elucidan en cuanto que quien me comprende acaba yor reconocer que son jee i 3” WirtceNsTEIN, op. cit., al final del prefacio. + H. Gomrerz (Weltanschauungslehre I, 1905, pég. 35) escribe: «Si considere- mos lo infinitamente problemitico que es el concepto de experiencia ... podemos muy bien vernos obligados a creer que ... a su respecto, la afirmacién entusiasta es mucho menos apropinda ... que la critica més cuidadosa y reservada...>. Sobre el problema de una teoria del método cientifico 51 No espero que los positivistas estén dispuestos a responder de modo distinto que el mencionado, a mis propios intentos de analizar la «ex- periencia», que interpreto como el método de la ciencia empirica, ya que, en su concepto, existen tinicamente dos clases de enunciados: las tautologias légicas y los enunciados empiricos. Si la metodologia no es légica, concluiran, tiene que ser una rama de una ciencia empirica: por ejemplo, de la ciencia del comportamiento de los cientificos cuan- do estan trabajando. Esta concepcién, segin la cual la metodologia es, a su vez, una ciencia empirica —el estudio del comportamiento real de los cienti- ficos, o de los procedimientos efectivamente empleados en la «cien- ciav—, puede designarse con la palabra «naturalistay. La metodologia naturalista (llamada en ocasiones «teoria inductiva de la ciencia»*) tiene su valor, sin duda: una persona que estudie la légica de la cien- cia puede muy bien interesarse por ella y sacar grandes ensefianzas. Pero lo que yo llamo metodologia no debe tomarse por una ciencia empirica. No creo que sea posible decidir, empleando los métodos de una ciencia empirica, cuestiones tan disputadas como la de si la cien- cia emplea realmente 0 no un principio de induecién. Y mis dudas erecen cuando recuerdo que siempre sera un asunto a resolver por una convencién o una decision el de a qué cosa hemos de lamar una «cienciay o el de a quién hemos de calificar de «cientifico». Me parece que deberiamos tratar las cuestiones de este género de un modo diferente. Asi, por ejemplo, podemos considerar dos sistemas distintos de reglas metodoldgiecas: uno, dotado de un principio de in- duccién, y otro, sin él, Podemos examinar entonces si este principio, una vez introducido, puede aplicarse sin dar Ingar a incoherencias © incompatibilidades, si nos es de utilidad, y —per fin—- si realmente lo necesitamos. Ha sido una indagacién de este tipo la que me ha con- ducido a preseindir del principio de induecién: no me he basado en que no se emplee, de hecho, semejante principio en la ciencia, sino en que no lo considero necesario, no nos sirve de nada e incluso da ori- gen a incoherencias, Por tanto, rechazo la tesis naturalista: carece de visién critica; los que la sostienen no se percatan de que, por mas que crean haber des- cubierto un hecho, no han pasado de proponer una convencién®; y Physik und Hypothesis, Versuch einer induktiven Wissenschaftslehre andlogamente, V. Krart, Die Grundformen der Wissenschajtlichen Metho- den (1925 +” (Aiiadida en 1934, en Ia correccién de prucbas.) He mantenido durante muchos fafios la tesis, presentada aqui sélo brevemente, de que es asunto a resolver por una decisin a qué se ha de Hamar «un auténtico enunciado» y a qué «un pseudoenunciado sin sentido» (y, asimismo, la tesis de que también es materia de decision la exclusién do In metafisica). Sin embargo, la critica que aqui hago del positivismo (y de la tesis fhaturalista) ya no se aplica —segtin me parece— al libro de Cannar Logische Syntax der Sprache (1934), en cl que también adopta el punto de vista de que todas estas ‘cuestiones descansan en decisiones (es el «principio de tolerancia»). Segin el prefacio do la obra de Carnap, Wittgenstein ha propugnado durante afios una opinién seme- Jante en sus obras inéditas. (* Pero véase, més arriba, la nota *1.) La Logische Syntax, Wo Canwar, se publicd mientras se corregian las prucbas del presente libro; Iamento no haber tenido ocasin de estudiarla en el texto. 52 La légica de la investigacion cientifica —por ello— se convierte con facilidad en un dogma. Esta critica de la posicién naturalista no se aplica tan sdlo a su eriterio de sentido, sino, asimismo, a su concepto de la ciencia y —en consecuencia— a su con- cepto del método empirico. 11. Las REGLAS METODOLOGICAS COMO CONVENCIONES te obra consideramos las reglas metodolégicas como a aE podriamos describir diciendo que son las reglas de juego de la ciencia empirica. Difieren de las reglas de la légica pura al estilo de como lo hacen las reglas del ajedrez, que pocos con- siderarian ser una parte de la ldgica pura: teniendo en co ee ésta regula las transformaciones de las formulas lingitisticas, el saul tado de un estudio de las reglas del ajedrez podria Mamarse quizd «la logica del ajedrez» ; pero dificilmente «légica», sin mas (anélogamen- te, el resultado de un estudio de las reglas de juego de la eleteia —esto es, de la investigacion one i— podria denominarse «la 16- i ii ‘igacién cientifica»). ‘oe Se aay saaplos sencillos de reglas metodolégicas, que ee taran para hacer ver que ie bastante Ree ere colocar ‘un estudio égil ismo nivel que otro puramente légico: Be eT aah PAE a Gienkiat en ried p ie: no se acaba nunca. Cual- quicra que decide un dia que los enunciados cientificos no requieren ninguna contrastacion ulterior y que pueden considerarse definitiva- mente verificados, se retira del juego. 2. No se eliminara una hipétesis propuesta y contrastada, y que haya demostrado su temple *', si no se presentan” buenas razones» para ello, Ejemplos de cbuenas razones»: sustitucién de la hipétesis por otra mas contrastable, falsacién de una de las consecuencias de la hipétesis. (Analizaremos mas adelante a fondo la nocién de «mas le». de aaah nos permiten darnos cuenta del aspecto que presentan las reglas metodologicas. No cabe duda de que son muy diferentes de las reglas que ordinariamente se Haman «légicas cuando es posible que la légica establezea criterios para decidir si enunciado es contrastable, s ningtin caso se ocupa sobre si nadie se or contrastarlo. ‘ eeteaa atbrtls 6 traté de definir la ciencia empirica mediante el criterio de falsabilidad; pero como me vi obl ado a admitir que cier- tas objeciones estaban en lo justo, prometi afiadir un suplemento me: todolégico a mi definicién. Exactamente lo mismo que es posible de- finir el ajedrez por medio de sus reglas peculiares, Ja ciencia empirica puede definirse por medio de sus reglas metodoldgicas (que estable- ceremos sistematicamente). Daremos, en primer lugar, una regla su- En lo que se refiere a Ia traduccién de «sich bewihren» por «demostrar su temple» [en ingl., to prove one’s metile], véase Ia primera nota a pio de pégina del capitulo X (La corroboracién). Sobre el problema de una teoria del método cientifico 53 Prema, que sirve a modo de norma para las decisiones que hayan de tomarse sobre las demas reglas, y que —por tanto— es una regla de tipo més elevado: es la que dice que las demas reglas del procedi- miento cientifico han de ser tales que no protejan a ningun enunciado de la falsacién. Asi pues, las reglas metodolégicas se hallan en estrecha conexién tanto con otras reglas de la misma indole como con nuestro criterio de demarcacién. Pero dicha conexién no es estrictamente deductiva 0 légica*: resulta, mas bien, del hecho de que las reglas estén cons- truidas con la finalidad de asegurar que pueda aplicarse nuestro eri- terio de demarcacién; y, por ello, se formulan y aceptan de confor. midad con una regla practica de orden superior. He dado mas arriba —cf, Ia regla 1— un ejemplo de tal proceder: las teorias que decidi« mos no someter a ninguna contrastacién mas ya no seran falsables. Esta conexién sistematica entre las reglas es lo que permite que ha- blemos con propiedad de una teoria del método. Admitamos que las aserciones de esta teoria son, en su mayoria, como ensefian nuestros ejemplos, convenciones de indole harto obvia: en la metodologia no son de esperar verdades profundas; pero, a pesar de ello, pueden ayu- darnos, en muchos casos, a aclarar la situacién légica, e incluso a re- solver algunos problemas de gran aleance que hasta el momento so habian mostrado refractarios a toda solucién —por ejemplo, el de decidir, acerea de un enunciado probabilitario, si deberia aceptarse © rechazarse (cf. el apartado 68). ha puesto en duda con frecuencia que los diversos problemas de la teoria del conocimiento se encuentren en relacién sistematica mutua alguna, asi como que puedan ser tratados sistemdticamente ; espero poder demostrar en este libro que tales dudas no estan justi- ficadas. La cuestion tiene cierta importancia: la Gnica razon que ten- g0 para proponer mi criterio de demareacién es que es fecundo, © sea, que es posible aclarar y explicar muchas cuestiones valiéndose de él. «Las definiciones son dogmas; sélo las conclusiones pueden otorgarnos alguna perspectiva nueva», dice Menger ?. Lo cual, cierta- mente, es verdad en lo que respecta a la defini «ciencia ‘élo a partir de las consecuencias de mi definicién de cien- cia empiriea, y de las decisiones metodologieas que dependen de esta definicién, podra ver el cientifico en qué medida esta de acuerdo con sv. idea intuitiva de la meta de sus trabajos *?, También el filésofo admitira que mi definicién es util tnicamente en caso de que pueda aceptar sus consecuencias. Hemos de confirmar. le que éstas nos permiten encontrar incoherencias e impropiedades en otras teorias del conocimiento anteriores, y remontarnos a los su- puestos fundamentales y convenciones de que proceden; pero también hemos de confirmarle que nuestras propias propuestas no estén ame- nazadas por dificultades andlogas. Este método de encontrar y resol- Cf. K. Mencer, Moral, Wille und Weltgestaltung (1934), pags. 58 y sigs. K. Mencer, Dimensionstheorie (1928), pig. 76. Véase también el apartado *15, «La finalidad de Ia cienciay, de mi Postscript. 54 La Logica de la investigacién cientifica ver contradicciones se aplica igualmente dentro de la ciencia misma, pero tiene particular importancia en Ja teoria del conocimiento. Si es que existe algiin método por el que las convenciones metodolégicas puedan justificarse y demostrar su valor, es éste precisamente *. En cuanto a si los filésofos consideraran que estas investigaciones metodoldgicas pertenecen a la filosofia, me temo que es muy dudoso; pero, realmente, la cosa no tiene gran importancia. Con todo, tal vez merezca la pena de mencionar a este respecto que no pocas doctrinas metafisicas —y por tanto, sin disputa, filoséfieas— podrian interpre- tarse como tipicas hipéstasis de reglas metodoldgicas. Tenemos un ejemplo de tal situacin en lo que se lama cel principio de causali- dad>, del cual nos ocuparemos en el préximo apartado; y nos hemos encontrado ya con otro ejemplo de lo mismo: el problema de la ob- jetividad. Pues podemos interpretar también el requisito de objeti- vidad cientifica como una regla metodolégica: la de que solamente puedan ingresar en la ciencia los enunciados que sean contrastables intersubjetivamente (véanse los apartados 8, 20, 27 y otros). Verda- deramente, bien podria decirse que la mayoria de los problemas de la filosofia teérica, y los mas interesantes, pueden reinterpretarse de este modo como problemas referentes al método. he a un segundo término el método critico —o, si Jialéeticor— de resolver contradieciones, pues me ocupo en el intento mmetodolégicos practicos de mi tesis. En una obra atin inédita hhe tratado de seguir Ia ruta critica, y de mostrar que tanto los problemas de la i de la moderna (de Hume a Russell y Whi- de la demarcacién: esto r SEGUNDA PARTE Algunos componentes estructurales de una teoria de la experiencia CAPITULO TERCERO Teorias Las ciencias empiricas son sistemas de teorias; y la légica del co- nocimiento cientifico, por tanto, pucde describirse como una teoria de teorias, Las teorias cientifieas son enunciados universales; son, como todas las representaciones, sistemas de signos o simbolos. Por ello, no erco que sirva de gran cosa expresar la diferencia entre teorias universales y enunciados singulares diciendo que estos tltimos son «concretos» mientras que las teorias son meramente formulas simbélicas 0 esque- mas simbélicos: pues exactamente lo mismo puede decirse hasta de los enunciados mas «concretos» *". Las teorias son redes que lanzamos para apresar aquello que Ma- mamos «el mundo»: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tra- tamos de que la malla sea cada vez mis fina. 12. CAUSALIMAD, EXPLICACION Y DEDUCCIGN DE PREDICCIONES Dar una explicacién causal de un acontecimiento quiere decir de- ducir un enunciado que lo describe a partir de las siguientes premisas deductivas: una o varias leyes universales y ciertos enunciados singu- lares —las condiciones iniciales—. Por ejemplo, podemos decir que Aludo aqui criticemente a una tesis que he descrito posteriormente como «instrumentalismo», y que estaba representada en Viena por Mach, Wittgenstein y Schlick (cf. las notas *4 y 7 del apartado 4 y la nota 5 del apartado 27): segiin ella, luna teoria no es otra cosa que una herramienta o instrumento para predecir. La he analizado y criticado en mis trabajos «A Note on Berkeley as a Precursor of Mach», en Brit. Journ. Philos. Science 6, 1953, pags. 26 y sigs.; «Three Views Concerning Human Knowledgen, en Contemporary British Philosophy, 111, 1956, ed. por H. D. Le- Wis, pags. 355 y sigs. y mas a fondo en mi Postscript, apartados *11 a *15 y *19 4 #26, Brevemente expuesto, mi punto de vista es que nuestro lenguaje habitual esta Meno de tcorias, que Ievamos a cabo toda observacién a la luz de teorias, que el juicio inductivista es lo tinico que leva a muchos a creer que podria existir un nguaje fenoménico, libre de teorias y distinguible de un «lenguaje tedricon; y, fi- nalmente, que el tedrico se interesa por Ia explicacién como tal, es decir, por las teo- ias explicativas contrastables: las aplicaciones y las predieciones le interesan sola- ‘mente por razones tedricas —porque pueden emplearse como medios para contrastar Ins teorias—. (Véase también el nuevo apéndice *X,) 38. La légica de la investigacién cientifica hemos dado una explicacién causal de la rotura de un trozo determi- nado de hilo si hemos averiguado que éste tenia una resistencia a la traccién de 1 libra y que se le habia aplicado un peso de 2 libras. Cuando analizamos esta explicacién causal encontramos en ella diver- sas partes constitutivas. Por un lado, tenemos la hipétesis: «Siempre que se cargue un hilo con un peso superior al que caracteriza la resis- tencia a la traccién del mismo, se rompera»: enunciado cuyo tipo es el de una ley universal de la Naturaleza. Por otra parte, nos encon- tramos con enunciados singulares (en este caso, dos) que son apli bles al acontecimiento determinado que nos ocupa: «La caraeteristica de peso de este hilo es 1 libra» y «El peso aplicado a este hilo ha sido de 2 libras» **. Henos aqui, pues, con dos clases diferentes de enunciados; pero tanto una como otra son ingredientes necesarios de una explicacién causal completa. Las dos clases son: 1) enunciados universales, es de- cir, hipétesis que tienen el caracter de leyes naturales, y 2) enuncia- dos singulares, que se aplican al acontecimiento concreto de que se trate, y que llamaré «condiciones iniciales». Deducimos el enunciado singular «este hilo se rompera» de enunciados universales conjunta- mente con condiciones iniciales; y diremos de aquel enunciado que es una prediccién determinada o singular *. Las condiciones iniciales deseriben lo que se suele lamar la «cau- sa» del acontecimiento en cuestion (asi, la «causa» de que se rompiera el hilo fue que se habia aplicado una carga de 2 libras a un hilo que tenia una resistenci la traccién de 1 libra); y la prediccién describe lo que denominamos corrientemente el «efect». Pero evi- taré ambos términos. Por regla general, en fisica se restringe el uso de la expresién cexplicacién causal» al caso especial en que las leyes universales tienen la forma de leyes de «accién por contacto» —o, de un modo mis preciso, a la accién a una distancia que tiende a cero, que se formula por medio de ecuaciones diferenciales. Mas no asu- miremos aqui tal restriecién; y aun més: no haré ninguna afirma- cion general sobre la aplicabilidad universal de este método deduc- tivo de explicacion teérica: asi, pues, no afirmaré ningim «principio de causalidad» (0 «principio de eausacién universal»). El «principio de causalidad» consiste en la afirmacién de que todo acontecimiento, cualquiera que sea, puede explicarse causalmente, o sea, que puede deducirse causalmente. Segin el modo en que se in- * ‘Tendriamos un anilisis més claro de este ejemplo —un anilisis en el que se distinguirian dos leyes y dos condiciones iniciales— del siguiente modo: «Para todo hilo de una estructura dada E (determinada por su material, grosor, ete.) existe un peso caracteristico p tal que el hilo se romperd si se cuclga de él un peso superior & p». Para todo hilo de estructura Es, el peso caracteristico pr vale 1 libra. Estas, son Ias dos leyes universales. Y las dos condiciones iniciales son: «Este es un hilo ide estructura Ey», y «El peso que se aplica a este hilo vale 2 libras». * El término «prediceiény, tal como Io utilizo aqui, abarca también enunciados acerca de hechos pasados («dicciones retrospectivas») incluso enunciados «dad que queremos explicar («explicandan); cf. mi Poverty of Historicism (1945), pagi- na 133 de la ed. de 1957 [version cast. cit, pags. 162 y sig-(T.)], y el Postscript, apartado *15. Teorias 59 terprete la palabra «puede» de esta asercién, el principio sera tauto- légico (analitieo) o se tratara de una asercion acerca de la realidad (sintético). Pues si «puede» quiere decir que siempre es posible 1é- gicamente construir una explicacién causal, entonces la afirmacién hecha arriba es tautolégica, ya que para una prediccién cualquiera podemos siempre encontrar enunciados universales y condiciones ini- ciales a partir de los cuales sea deductible. (Cuestién muy distinta es la de si semejantes enunciados universales han sido contrastados y co- rroborados en otros casos, naturalmente.) Pero si lo que se quiere expresar con «puede» es que el mundo esta regido por leyes estrictas, esto es, que esta construido de tal modo que todo acontecimiento de- terminado es un ejemplo de una regularidad universal o ley, no cabe* duda de que entonces la asercién a que nos referimos es sintética; y, en este caso, no es falsable, como se vera mas adelante, en el aparta- do 78. Por consiguiente, ni adoptaré ni rechazaré el «principio de causalidad»: me contentaré simplemente con excluirlo de la esfera de Ia ciencia, en concepto de «metafisicor. He de proponer, sin embargo, una regla metodoldgica que se co- rresponde tan exactamente con el «principio de causalidad», que éste podria considerarse como la versién metafisica de la primera. Se trata de la simple regla de que no abandonaremos la bisqueda de leyes universales y de un sistema teérico coherente, ni cesaremos en nues- tros intentos de explicar causalmente todo tipo de acontecimientos que podamos describir': esta regla guia al investigador cientifico en su tarea. No aceptaremos aqui la opinion de que los ultimos descu- brimientos de Ia fisica exigen que se renuncie a tal regla, o de que Ia fisica ha Hegado ahora a determinar que no va a ninguna parte el + La idea de considerar el principio de causalidad como expresién de una regla © de una decisién se debe a H. Gompenz, Das Problem der Willensfreiheit (1907). Cf. Scuuicx, Die Kausalitiit in der gegenwartigen Physik, Naturwissenschaften 19, 1931, pag. 154. Me parece que es conveniente indicar de modo mis explicito que la decisién de er es corbteniee ecu "hans ca a alee Os com os adopta su finalidad propia —o la finalidad de Ja ciencia teérica—. Tal finalidad es Ta de encontrar teorias explicativas (si es posible, verdaderas); es decir, teorias que describan ciertas propiedades estructurales del mundo que nos permitan deducir, va- ligndonos de condiciones iniciales, los efectos que se trata de explicar. En el presente apartado se pretendia explicar, si bien sélo muy someramente, lo que queremos decir al hablar de una explicacién causal; en el apéndice *X y en mi Postscript, aparta- do *15, se encontraran exposiciones algo mis completas. Ciertos positivistas 0 «instru: ‘mentalistas» han adoptado mi explicacion de la explicacién, pues han visto en aquélla tun intento de explicar ésta eliminandola —han creido que consistia en afirmar que Jas teorias explicativas no son mds que premisas para la deduccién de predieciones—. Por tanto, quiero dejar bien claro que, a mi parecer, el interés que tiene la erplicacién —esto es, el descubrimiento de teorias explicativas— para el cientifico teérico es irre- ducible al interés teenolégico-practico de la deduccién de predicciones. El tedrico se interesa por Ins predicciones, por otra parte, lo cual es comprensible, pues esta inte- resado en el problema de si sus teorias son verdaderas 0 no; 0, dicho de otro modo, To interesa contrastar sus teorias, tratar de averiguar si no se puede mostrar que sean falsas, Véase también el apéndice *X, nota 4 y texto correspondiente, 60 La légica de la investigacién cientifica continuar buscando leyes, al menos en cierto campo*; nos ocupare- mos de esta cuestién en el apartado 78 **. 13. UNIVERSALIDADES ESTRICTA Y NUMERICA Podemos distinguir dos tipos de enunciados sintéticos universales : los «estrictamente universales» y los «numéricamente universales». Hasta ahora estaba refiriéndome a los enunciados estrictamente univer- sales siempre que hablaba de enunciados universales: de teorias o de leyes naturales. Los numéricamente universales son equivalentes, en realidad, a ciertos enunciados singulares, 0 a una conyuncién** de és- tos: los clasificaremos, por tanto, como enunciados singulares. Comparense, por ejemplo, los dos enunciados siguientes: a) De todo oscilador arménico es verdad que su energia nunca es inferior a cierta eantidad (a saber, hv/2), y b) De todo ser humano que viva ahora sobre la tierra, es verdad que su estatura nunca excede de cierta cantidad (digamos, 8 pies aoe La légica formal (incluida la légica simbélica), que se ocupa tinica- mente de la teoria de la deduccién, trata igualmente a estos dos enun- ciados como universales (implicaciones «formales» o «generales») *. A mi entender, sin embargo, es necesario subrayar la diferencia exis- tente entre ellos: el enunciado a) pretende ser verdadero para cuales- quiera lugar y tiempo; en cambio el enunciado b) se refiere exclusi- vamente a una clase finita de elementos concretos dentro de una regién espacio-temporal finita e individual (0 particular); los enunciados de este segurido tipo son tales, que se los puede remplazar por una con- yuncién de enunciados singulares, pues —dado un tiempo suficiente— pueden enumerarse todos los elementos de la clase (finita) a que se refieren. Por ello hablamos, en casos como este tiltimo, de «universa- lidad numérica». Por el contrario, el enunciado a) referente a los osci- ladores no puede remplazarse por la conyuncién de un mimero finito de 2 ScHx1ck, por ejemplo, sustenta la opinién a que aqui me opongo: op. cit, pa sina 155, «...ceta impontilided [se etd refiriendo a la, imposibilidad de. prediceién “exacta mantenida por Heisenberg] ... quiere decir que es imposible tratar de encontrar semejante formula». (Cf. también la nota 1 del apartado 78.) * Pero véanse ahora los capitulos *IV a *VI de mi Postscript. _ ** Una eonyuncién es Ia asercién simultinea de varias proposiciones, como se indigg (paral exeo de dos) en el spartado 18 (del T-). *** Unos 25. metros (IN. : rate * La légica clisica eae modo anilogo Ia légica simbélica 0 «logistican) distin- gue entre enunciados universales, particulares y singulares. Enunciado universal es el que se refiere a todos los elementos de una clase determinada; particular es el que Io hace a algunos de los elementos de ella, y singular el que hace mencién de un elemento dado, un individuo. Esta clasificacién no esté basada en razones concer- nientes a la légica del conocimiento, sino que fue elaborada con vistas a la téenica de Ia inferencia. Por ello, no podemos identificar nuestros cenunciados universales» ni con los que Hevan el mismo nombre en Ia légica clisica ni con las implicaciones «formales» o «generales» de la logistica (cf. la nota 6 del apartado 14). * Constiltens¢ ahora también el apéndice *X y mi Postscript, en especial el apartado *15, Teorias 61 enunciados singulares acerea de una regién determinada espacio-tempo- ral; 0, mas bien, podria remplazarse de tal modo solamente en el su- puesto de que el mundo estuviese limitado én el tiempo y de que en él existiera un nimero finito de osciladores. Ahora bien; no asumimos ningin supuesto de esta indole, y, en particular, no lo hacemos al defi- nir el concepto de fisica, sino que consideramos todo enunciado del tipo a) como un enunciado total, es decir, como un enunciado uni- versal acerca de un numero ilimitado de individuos: es claro que al interpretarlo de este modo no puede ser remplazado por una con- yuncién de un numero finito de enunciados singulares. Utilizo el concepto de enunciado estrictamente universal (0 «enun- ciado total») de modo que se opone enteramente a la tesis de que todo enunciado sintético universal ha de ser traducible, en principio, por una conyuncién de un mimero finito de enunciados singulares, Quie- nes se adhieren a esta tesis* insisten en que no es posible verificar Jamas los que yo lamo «enunciados estrictamente universales», y, por ello, los rechazan, bien apoyandose en su criterio de sentido —que exige la verificabilidad—, bien en otra consideracién andloga. Se advierte claramente que, partiendo de semejante concepto de las leyes naturales —que borra la diferencia entre enunciados singu- Jares y universales—, parece resolverse el problema de la induccién: mesto que, sin duda alguna, podrian ser perfectamente admisibles las inferencias desde enunciados singulares a enunciados s6lo numé- ricamente universales. Pero vemos con no menor claridad que esta lucién nolo es del problema metodolégico de la induccién; pues la verifieaci6n de una ley natural podria tinicamente Ilevarse a cabo de un modo empirico si se examinara cada acontecimiento singular al que podria aplicarse la ley y se encontrara que cada uno de ellos ocurre realmente conforme a ella: lo cual constituye, no cabe duda, una tarea imposible de realizar. En todo caso, no es posible solventar por medio de un razonamien- to la cuestién de si las leyes de Ja ciencia son universales en sentido estricto o en sentido numérico: es una de aquellas cuestiones que pueden sélo resolverse mediante un acuerdo 0 una convencién. Y en vista de la situacién metodoldgica acabada de mencionar, tengo por util y fecundo el considerar las leyes naturales como enunciados sin- léticos y estrictamente universales (cenunciados totales») ; lo cual equi- yale a considerarlos enunciados no verificables que se pueden po- ner en la forma: «De todo punto del espacio y el tiempo (0 de toda region del espacio y el tiempo), es verdad que...». Por el contrario, Mamaré enunciados «especificos» 0 ésingulares» a los que se refieren solamente a ciertas regiones finitas del espacio y el tiempo. Aplicaremos Gnicamente a los enunciados sintéticos la distincién entre estrictamente universales y s6lo numéricamente universales (que constituyen no mas que un tipo de enunciados singulares). No quiero * Ct, por e: ind Mathematii plo, F. Karmann, “Bemerkungen zum Grundlagenstreit in Logik Erkenntnis 2, 1931, pag. 274. A serie de articulos recogidos en est ot tituye una exposicién de las opinion Biblioteca de la Universidad de la Ciénega del cas de K. R. Popper, més sistematica de IMO OT vista pudiera parecer, dada la estructu 000436 autor, uno de los filosofos de ‘la cienc audaces de nuestro siglo, asi CoME.UNO ue ws preerus criticos cualificados de la filosofia de la ciencia del positivismo légico, expone aqui algunas de las claves fundamentales de su pensamiento. El punto de partida de su epistemologia es el realismo. del sentido comin, realismo critico por cuanto que afir- ma constantemente —en contradel mito del marco tedri- co— la necesidad de poner ‘en ‘tela de juicio el propio punto de partida. Sin embargo, el autor rechaza la teoria del conocimiento del sentido comin que concibe el co- nocimiento como un proceso:pasivo —teoria del cubo—, consistente en acumular ilos datos directamente reci- bidos a través de los sentidos, parasituar en su lugar una concepcién activa del conocer —‘teoria del reflector—, necesariamente ligada a expectativas previas; de modo analogo a como ocurre en el proceso de la evolucién biolégica. Tanto la evolucién como el.desarrollo del conocimien- tovexigen una estructura innata genéticamente a priori —aunque no valida a priori— ‘quessuministra el material de partida que la seleccién natural o la critica racional han-de modificar para producir el siguiente estadio de desarrollo. Desde esta perspectiva, se lleva a cabo la critica al inductivismo, poniendo en tela de juicio el carcter definitivo de toda pretensién de conocer, abo- “gando por una critica continua y sin fronteras de todas sus instancias, que no son mas que conjeturas provisio- nales. ISBN 84-309-0711-4 ll a 9°788430"907113" 1211015

Potrebbero piacerti anche