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El Cachorro y el Tigre
A QUIEN ALIMENTAS
Entre los encuentros de esos das tambin los hay insidiosos. "Un doctor
de la Ley se levant y dijo para tentarle: Maestro, qu debo hacer para
conseguir la vida eterna?"(Lc). La misma pregunta que el joven rico,
pero sin su ingenuidad. Jess, que lee en los corazones, le contesta con
la ley que l bien conoca: "Qu est escrito en la Ley? Cmo lees? Y
ste le respondi: Amars al Seor tu Dios con todo tu corazn y con
toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prjimo
como a ti mismo. Y le dijo: Has respondido bien: haz esto y vivirs. Pero
l, queriendo justificarse, dijo a Jess: Y quin es mi prjimo?" Todo est
escrito, pero resulta difcil entender y se suceden las interpretaciones,
algunas deforman el fondo, ponen limitaciones y existe el peligro de no
vivir lo ms importante de la ley y lo que da sentido a todas las dems
prescripciones: amar a Dios plenamente, y a los hombres con ese mismo
amor.
Y la pregunta, que haba tenido su inicio en la insidia, va a ser ocasin
de una de las ms bellas enseanzas de Jess dicha en forma de
parbola: "Un hombre bajaba de Jerusaln a Jeric y cay en manos de
unos salteadores que, despus de haberle despojado, le cubrieron de
heridas y se marcharon, dejndolo medio muerto. Bajaba casualmente
por el mismo camino un sacerdote; y, vindole, pas de largo. Asimismo,
un levita, llegando cerca de aquel lugar, lo vio y pas de largo. Pero un
samaritano que iba de camino lleg hasta l, y al verlo se movi a
compasin, y acercndose vend sus heridas echando en ellas aceite y
vino; lo hizo subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada y
l mismo lo cuid. Al da siguiente, sacando dos denarios, se los dio al
posadero y le dijo: Cuida de l, y lo que gastes de ms te lo dar a mi
vuelta. Cul de estos tres te parece que fue el prjimo de aquel que
cay en manos de los salteadores? El le dijo: El que tuvo misericordia
con l. Pues anda, le dijo entonces Jess, y haz t lo mismo" (Lc)