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TEORTIAS LA CRITICA MARXISTA DE LA MODERNIDAD! Michael Lowy EL ROMANTICISMO CONTRA LA MO- DERNIDAD CAPITALISTA Los primeros criticos de la sociedad burguesa moderna de la civilizacién capita- lista creada por la Revolucién Industrial fueron —mas de medio siglo antes de Marx— los poetas y escritores romanticos. El Romanticismo nacié en la segunda mi- tad del siglo XVIII, pero nunca dejé de ser un componente esencial de la cultura mo- derna hasta nuestros dias. Lo que habitual- mente se llama Movimiento Romatico en las artes y letras, sobre todo a comienzos del siglo XIX, es s6lo una de sus miltiples y diversas manifestaciones. En cuanto Weltanschauung, es decir, visién global del mundo, estilo de pensamiento, estructura de sensibilidad fundamental, puede encon- trarse no solamente en obras de poetas y ¢s- critores creadores de un universo fantastico ¢ imaginario como Novalis, E.T. Hoff- ‘mann y los surrealistas, sino también en las novelas de auténticos realistas como Bal- zac, Dickens y Thomas Mann, no solamen- te entre artistas como Delacroix o pintores Pre-Rafaelitas, sino también entre econo- mistas como Sismoni o socidlogos como Ténnies. Se puede definir la vision romantica del mundo como una critica generalizada de la civilizacién industrial (burguesa) mo- derna en nombre de ciertos valores sociales y culturales precapitalistas. La referencia a "Marx, Engels, Uber Kunst und Literatur, Ber- un pasado (real o imaginario) no significa necesariamente que ella tenga una orienta- clén regresiva o reaccionaria. Puede ser también muy revolucionaria como puede ser reaccionaria. Las dos tendencias se hi- cieron presentes en el Romanticismo desde sus origenes hasta nuestros dias: basta ver os contempordneos Burke y Rousseau, Co- leridge y Blake, Balzac y Fourier, Carlyle y William Morris, Heidegger y Marcuse. A veces el conservador y el revolucionario coinciden en el mismo pensador como en el caso de Georges Sorel. La primera ola anticapitalista romanti- ca era la respuesta a la Revolucion Indus- trial y a sus consecuencias econémicas, sociales y culturales durante et siglo XIX. Pero el interés y la pertinencia de su critica de la sociedad industrial y del trabajo in- dustrial estn iejos de ser sélo histéricos. Esta critica no se relaciona solamente con los aspectos especificos, abusos e injusticias especificos de este primer periodo —como por ejemplo a pauperizacién absoluta de os obreros, el trabajo infantil, el laissez faire salvaje, las jornadas de catorce horas— sino con las caracteristicas mas ge- nerales, esenciales y permanentes de la civi- lizacién (industrial/capitalista). moderna, desde el fin del siglo XVIII hasta nuestros dias. La critica roméntica muy pocas veces fue sistemdtica o explicita y tampoco se re- fiere directamente al capitalismo como tal. tin, Verlag Bruno Henschel, 1948, p. 231. Ecologia Politica - 87 [eo a Ly En la sociologia y filosofia social alemanas del fin del siglo XIX existen ciertas tentati- vas de sistematizacién: en ellas existen la oposicién entre Kultur, un conjunto de v lores sociales, morales y culturales tradicio- - nales, y Zivilisation, desarrollo econémico, material y ténico moderno —frio y “sin al- ma”; 0 la oposicién entre Gemeinschaft (la comunidad orginica) y la Gesellschaft, agregado mecénico y artificial de indivi- duos alrededor de fines utilitarios. El rasgo central de la civilizacién in- dustrial (burguesa) que el Romanticismo anticapitalista critica no es la explotacién de los obreros 0 la desiguaidad social — aunque estos aspectos sean a veces denun- clados, especialmente por la izquierda roméntica— sino la cuantificacién de la vi- da, es decir 1a dominacién total del valor (cuantitativo) de intercambio, los célculos frias del precio y utilidades, las leyes del mercado, sobre el conjunto de! tejido so- cial, Todas las otras caracteristicas negati- vas de la sociedad moderna son percibidas intuitivamente por los romAnticos como productos de esa fuente crucial y decisiva de corrupcién: por ejemplo, la religion del dios Dinero (lo que Carlyle llama “el Mam- monismo"), la decadencia de todos los va- lores cualitativos —sociales, religiosos, Gticos, culturales 0 estéticos—, la disolu- cién de todos los lazos humanos cualitati- vos, la muerte de la imaginacién, la uniformizacién tediosa de la vida, la rela- cién puramente “‘utilitari cuantitativamente calculable— de los seres humanos entre si, y con la naturaleza. El envenenamiento de la vida social por el nero, y del medio ambiente por el smog in- dustrial, son percibidos por muchos Toménticos como fenémenos paralelos, consecuencia de la misma raiz perversa. MARX: LA CRITICA DIALECTICA DE LA MODERNIDAD Aparentemente, Marx nada tenia que ver con el Romanticismo, Rechazé como “‘reaccionario" cualquier suefio de volver 2 Marx, Le Capital, vol, 1, Paris, Garnier- 88 - Ecologia Politica « & Mies al artesanado o a otros modos precapitalis- tas de produccién. Celebré el papel histéri- camente progresista del capitalismo industrial, no solamente al desarrollar las fuerzas productivas a una escala gigantesca y sin precedentes, sino también al crear la universalidad, la unidad de la economia mundial —una precondicién esencial para 1a futura humanidad socialista. Alabé tam- bign la modernidad capitalista por haber puesto a descubierto la explotacién en las sociedades precapitalistas, pero este elogio esconde una punta de ironfa: al introducir formas mds brutales, més abiertas y cinicas de explotacién, el modo capitalista de pro- duccién favorecia el desarrollo de la cons- ciencia y de la lucha de clases de los oprimidos. El anticapitalismo de Marx no tiene por blanco la negacién abstracta de la civilizacién industrial (burguesa) moderna, sino mds bien su Aufhebung, es decir si- multdneamente su abolicién, la conserva- cién de sus logros mds importantes, y su superacién por un modo de produccién su- perior (el socialismo). Su enfoque es dialéctico: considera el capitalismo como un sistema que “trans- forma cada progreso econémico en una ca- lamidad piblica”.? Es cuando analiza las calamidades sociales resultantes de la civili- 2acién capitalista moderna (y cuando se in- teresa por las comunidades precapitalistas) que él comparte, por lo menos en alguna medida, la tradicién romantica. Tanto Marx como Engels tenian en gran estima ciertos criticos roménticos de! capitalismo industrial, con quienes te- nian una deuda intelectual innegable. Su obra fue significativamente influenciada no solamente por los economistas romdnticos ‘como Sismondi —frecuentemente confron- tado y comparado con Ricardo en los escri- tos econémicos de Marx— o el populista ruso Nikolai Danielson, con quien inter- cambiaron correspondencia durante veinte aftos, sino también por escritores como Dickens y Balzac, por filésofos sociales co- ‘mo Carlyle, por historiadores de la antigua comunidad como Maurer, Niebuhr y Morgan— sin mencionar los socialistas ro- Flammarion, 1969, p. 350. manticos como Fourier, Leroux 0 Moses Hess. El interés de Marx y Engels por las co- munidades rurales primitivas —desde la Gens griega hasta a la vieja Mark germéni- ca y la obschichina rusa~ resulta de su conviccién de que estas formaciones anti- guas incorporaban cualidades sociales per- didas por las civilizaciones modernas, cualidades que prefiguran ciertos aspectos de una Futura sociedad comunista, En una carta a Engels del 25 de marzo de 1868, Marx explicaba simulténeamente la seme- janza y la diferencia entre su concepcién de la historia y la del romanticismo tradicio- nal: mientras ta reaccién romantica a-la Mustracién tomaba una forma medieval, la nueva reaccién —compartida por los socia- listas y por los eruditos como Maurer— consiste en remontar més alld de la Edad Media hacia una era primitiva de cada na- cién, es decir hacia viejas comunidades ualitarias.> De hecho, la nostalgia por las formas de vida medievales esté lejos de ser la dnica forma de Romanticismo: las socie- dades primitivas y las comunidades rurales tradicionales sirvieron de referencia a as criticas romanticas de la civilizacién, desde Rousseau hasta los populistas rusos; Marx y Engels mantenfan lazos con esta tenden- cia en el seno de la tradicién romantica. La critica de Marx a la civilizacién in- dustrial/capitalista no se restringe a la pro- piedad privada de los medios de produc- cién: ¢s mucho més amplia, radical y pro- funda. Es el conjunto del modo existente de produccién industrial y el conjumto de la sociedad burguesa moderna que él cuestio- na —con argumentos y actitudes muchas veces similares a las de los romédnticos. De hecho, el Romanticismo es una de las fuen- tes olvidadas de Marx, una fuente que es también tan importante para su trabajo co- mo el neohegelianismo aleman o el materia- lismo francés. La critica de la cuantificaci6n de ta vi- 3 Mare-Engels, Ausgewhite Briefe, Berlin, Dietz Verlag, 1953, p. 233. Acerca de la relacién Marx y Maurer y Morgan, ver L. Krader, Exhnologie und Anthropologie bei Marx, Frankfurt, Verlag Ullscin, 1976. . ‘Mars, Nationel-Oekonomie und Philosophie, da en la sociedad industrial (burguesa) ocu- pa un lugar central en los escritos de juventud de Marx, especialmente en los Manuscritas de 1844. Segin este texto, el poder del dinero es tan grande en el capita- lismo que le permite destruir y disolver to- das las ‘‘cualidades humanas y naturales", sometiéndolas a su propia medida pura- mente cuantitativa: “la cantidad de dinero deviene cada vez més su nica caracteristica poderosa; en la medida en que ella reduce cada entidad a su propia abstracci6n, se re- duce a si misma a su propio movimiento co- mo entidad cuantitativa’’. El intercambio entre cualidades humanas concretas — amor por amor, confianza por confianza— s sustituido por el intercambio abstracto del dinero por una mercancia. E] mismo trabajador es reducido a una condicién de mercancia, la mercancia humana (Mens- chenware), tornandose un ser condenado, “fisica y espiritualmente deshumanizado (ertmenschtes)” , forzado a vivir en las ca- vernas modernas peores que las primitivas por estar “‘envenenadas por el soplo pesti- lente de la civilizacién’’. Asi como un co- merciante de piedras preciosas ‘‘solamente ve su valor mercantil, y no la belleza o la naturaleza particular de las piedras™, asi también los individuos en la sociedad capi- talista pierden su sensibilidad material y es- piritual y en su lugar ponen el sentido ‘exclusivo de la posesién. En una palabra: el ser, la libre expresién de la riqueza de la vi- da por las actividades sociales y culturales, es crecientemente sacrificado al haber, ala acumulacién del dinero, mercancias y capital.* Estos temas de los escritos de juventud son menos explicitos en EY Capital, pero aun asi presentes: por ejemplo en el pasaje ido donde Marx compara el izacién capitalista moderna, que esté tinicamente interesada en la pro- duccién cada vez mayor de mercancias y la acumulacién del capital —es decir en la 1848, in Fruhschifen, ed. Landshut, Stuttgart, Kro> ner Veriag, 1953, p. 240,243,255, 299, 301, 303. Ver tambien las paginas del Manifesto que describen c6- ro ef capitalismo ahoga todos los valores antiguos “en las aguas heladas del célculo egoista™. Ecologia Politica - 89 “‘cantidad y el valor de intercambio” — con ¢f espiritu de la antigiiedad clasica que se basa “‘exclusivamente en la cualidad y el valor de uso’’.S El principal objeto de E! Capital es evi- dentemente la explotacién del trabajo, la extraccién de la plusvalia por los propieta- rios capitalistas de los medios de produc- cién. Pero contiene también una critica radical de la propia naturaleza del trabajo industrial moderno. En su acta de acusa- cién contra el cardcter deshumanizador del trabajo industrial/capitalista, El Capital es atin més explicito que los Manuscritos de 1844, y hay indudablemente un lazo entre esta critica y las de los romanticos, ‘Obviamente Marx no suefla, como los roménticos, en restablecer el artesanado medieval, sin embargo entiende el trabajo industrial moderno, como una forma social y culturalmente degradada en relacién alas cualidades humanas del trabajo precapita- lista: “Los conocimientos, la inteligencia y luntad que despliegan el campesino y el artesano independientes"” se pierden en- tre los obreros parcelarios de la industria moderna. Al analizar esta degradacién, Marx lama la atenci6n en primer lugar so- bre la divisién del trabajo, que ‘‘estropea al ‘trabajador y lo transforma en algo mons- truoso activando el desarrollo ficticio de su shabilidad para el detalle, sacrificando toda una gama de disposiciones ¢ instintos pro- ductores’’; en este contexto se refiere al ro- mintico conservador (tory) David Urquhart: “‘Subdividir un hombre, es ejecutarlo, si él merecié una sentencia de muerte; ¢s asesinarlo si él no la merece. La sub- division del trabajo es un asesinato de tun pueblo”. En lo que se refiere a la maqui- na, en cuanto tal un elemento de progreso, en el actual modo de produccién deviene una maldicién para el obrero: saca todo el interés al trabajo y “reduce toda la activi- dad libre del cuerpo y del espiritu"®. Gracias a la maquina capitalista, e! trabajo “‘devie- ne una tortura’” porque —y aqui Marx cita 1 libro de Engels, La condicién de la clase obrera inglesa— se reduce a ‘‘una fastidio- sa uniformidad de una labor sinfin... siem- 5 Marx, Le Capito, p. 269. 90 - Ecologia Politica pre la misma” que ‘se parece al suplicio de Sisifo; como una piedra, el peso del trabajo recae siempre y sin piedad sobre el trabaja- dor agotado". El obrero se transforma en apéndice vivo de un mecanismo de muerte, obligado a trabajar con Ia “‘regularidad de una pieza de maquina’. En el sistema in- dustrial moderno, toda la organizacién del Proceso de trabajo aplasta la vitalidad, la Tibertad y la independencia del trabajador. A este cuadro bastante sombrio afade la descripcién de las condiciones materiales en las cuales se realiza el trabajo: sin espacio, sin luz o aire, ruido ensordecedor, atmésfe- Ta impregnada de polvo, mutilaciones y ho- micidios por las maquinas, y una infinidad de enfermedades resultantes de la “‘patolo- gia industrial”’.6 En una palabra, las cuali- dades naturales y culturales del obrero como ser humano son sacrificadas por el capital con fines puramente cuantitativos de producir mas mercancias y obtener mas ‘ganancias. Laconcepcién marxista del socialismo ‘esté intimamente ligada a esta critica radi- cal de la civilizacin moderna indus- /eapitalista. Implica un cambio cua- titativo, una nueva cultura social, un nue- vo modo de vida, un tipo de civilizacién diferente que restablecera el papel de las “‘cualidades sociales y naturales” dela vida humana, y el papel del valor de uso en el proceso de produccién. Ello exige la eman- cipacién del trabajo, no solamente por la “‘expropiacién de los expropiadores” y el control del proceso de produccién por los Productores asociados, sino también por una transformacién completa de la natura- leza del propio trabajo. 4Cémo alcanzar este objetivo? Marx analiza esta problematica sobre todo en los Grundrisse (1857-58). En su opinién, en la ‘comunidad socialista, el progreso técnico y el maquinismo reducirdn drdsticamente el tiempo de “trabajo necesario” —el trabajo exigido para satisfacer las necesidades fun- damentales de la comunidad. La mayor par- te del tiempo cotidiano quedard libre para Jo que é! llama, siguiendo a Fourier, traba- Jo atractivo; es decir un trabajo realmente li- Ibid. pp. 259, 266, 268, 304, 306. 5 fk he bre, un trabajo que es la autorrealizacion del individuo. Ese trabajo, esa produccién —tanto material como espiritual— no es simplemente un juego (y aqui Marx se aleja de Fourier), sino que puede exigir el mas grande de los esfuerzos y seriedad: Marx menciona como ejemplo la composicién musical.” Seria totalmente errado inducir de ¢s- tas notas que Marx era un romantico: él de- be mucho més a {a Filosofia de la Tlustracién y a la Economia Politica Clasica que a los criticos romanticos de la cién moderna. Pero éstos le ayudaro: percibir los limites y las contradicciones de aquélla. En un pasaje muy revelador de los Manuscritos de 1844, Marx se refiere a la contradiccion entre los viejos propietarios terratenientes y los nuevos capitalistas, ex- presada en la polémica entre los autores ro- ménticos (Justus Méser, Sismondi) y los economistas politicos (Ricardo, Mill): “‘es- |_ ta oposicién es extremadamente agria y ca- da campo afirma la verdad acerca del otro”.* De igual manera, es un tema recu- rrente en sus uiltimos escritos econémicos la afirmacién de que Sismondi es capaz de ver las limitaciones de Ricardo, y viceversa. Las ideas del propio Marx no eran ro- ‘mamticas, ni utilitaristas, sino una tentativa de Aufhebung dialéctica de ambas, en una vvisién del mundo nueva, critica y revolucio- naria. Ni apologético de la modernidad burguesa, ni ciego a sus logros, Marx tenfa por blanco una forma superior de organiza- cién social, que integrara no s6lo los avan- ces téenicos de la sociedad moderna sino también algunas de las cualidades humanas de las comunidades precapitalistas —y so- bre todo que abriera un campo nuevo e ili- mitado al desarrollo y enriquecimiento de la vida humana. SOCIALISMO Y MODERNIDAD DES- PUES DE MARX Después de la desaparicién de Marx, la tendencia dominante en el marsismo fue la 7 Marx. Grundrisse der Kritik der Politischen * Oekonomie, Berlin, Dietz Verlag. 1953. pp. 592-600. 8 Marx, Frihschriften, p. 248, que, retomando una sola dimensién de la herencia marxista, resulté en un culto acri- tico del progreso, de! industrialismo, det maquinismo, del Fordismo y de! Tayloris- mo. El estalinismo, con su productivismo enajenante y su obsesién por la industria pesada, es una triste caricatura de este tipo de “corriente fria”” en el marxismo (para emplear la terminologia de Ernst Bloch). Pero existe también una “‘corriente ca- liente™, cuya critica radical y “globalizan- te" de la civilizacién moderna se nutre tanto en Marx como en la tradicién roman- tica anticapitalista. Este tipo de ‘'socialis- mo roméntico” subraya la ruptura y la discontinuidad esencial entre la utopia so- cialista —como modo de vida y trabajo cualitativamente diferente— y la moderni- dad industrial presente, sin ocultar al mis- mo tiempo su nostalgia por ciertas formas sociales y culturales precapitalistas. Es claro que este socialismo “‘antimo- dernista”” no esté inmunizado contra las tentaciones unilaterales. Su fuerza y su de- bilidad pueden ser ilustradas por la obra de uno de sus primeros representantes, Wi- liam Morris. Inicialmente poeta y artista roméntico, miembro de la Fraternidad Pre- rafaelita, Morris se adhiere al movimiento socialista durante el wltimo cuarto del siglo XIX. Su critica cortante y acerada de la so- ciedad capitalista/industrial debe tanto ala ideologia romantica de Ruskin como a Marx. Al referirse a John Ruskin en un ar- ticulo intitulado ““Cémo me volvi socialis- ta’? (1894), Morris escribe: “+A través de él (Marx) aprendi a dar forma a mi descon- tento, que —confieso— no era vago en ab- soluto. Ademés del deseo de producir cosas bellas, la pasion dominante de mi vida era lizacién es, para William Morris, ‘el traba- jo imitil”, es decir la produccién para el mercado mundial, lo mas barato posible, de una “‘cantidad jitada de tonterias indtles"’. Las mercancias son hechas “para ‘ser vendidas y no para ser utilizadas’’; los propictarios de las mdquinas son indiferea- ° William Morris, Political Writings, ed. por A.L. Morton, Londres, Lawrence and Wishart, 1977, 1979, p. 243. Ecologia Politica - 91 » &e Boa! Boa Re tes a su calidad, en la medida que pueden encontrar compradores para ellas,!® El ;omercialismo” acabé con el arte popu- lar, que existia y florecia en todas las for- mas de produccién anteriores a la expansién del sistema de la manufactura capitalista; destruyé todo el placer, toda la variedad y toda la imaginacién en el traba- Jo. Morris esté intimamente convencido que no hay “ninguna necesidad para todo esto, excepto la necesidad de moler (grin- ding) los beneficios de las empresas con la vida de seres humanos”."" No obstante, Morris no se opone al maquinismo como tal. En su utopia socia- lista’Noticias de ninguna parte (1890) des- cribe un sistema de produccién donde “todo el trabajo manual desagradable se realizaria con las méquinas muy perfeccio- nadas; y para todo trabajo manual agrada- ble ninguna maquina seria utilizada’*. AL igual que Marx, Mortis cuenta con el pro- gfes0 técnico para emancipar al obrero del trabajo aburrido y liberar el tiempo para ef trabajo agradable y creativo. Y se inspira en Fourier para anunciar la esperanza de que el trabajo se volvera, en una comuni- dad socialista, ‘‘un placer sensual conscien- te" semejante a la actividad del artista." Como su amigo John Ruskin, Morris consideraba el arte no como un lujo sino ‘como una dimensién esencial de la vida hu- mana. El arte era todo lo hecho por perso- nas libres que sentian placer en su trabajo. En su utopia roméntico-socialista la mayo- tia de bienes titiles son productos manuales y implican una cualidad artistica, como el artesanado clasico; no poseen otra retribu- cién que la creacién misma, y no son vendi- dos ni comprados (el dinero no existiria) sino son gratuitamente cedidos a aquellos que los deseen o tienen necesidad de ellos. Marx se refirié muchas veces a los ro- ménticos —hasta a los que apreciaba como Sismondi— como a “reaccionarios’*. Hu- 19 William Morris, News from Nowhere (1890), Londres, Lawrence and Wishart, 1977, p. 276-279... 1 William Morris, «Useful Work Versus Useless Toil” (1884), in Political Writings, p. 102-103. "William Morris, News from Nowhere, pp. 274.215, 280. 1 La ideologia patriareal no esié necesariamente 92 - Ecologia Politica bo sin duda momentos regresivos o conser- vadores en la mayoria de los roménticos. Hasta en un socialista romdntico como Wi- liam Morris quien participé activamente en el movimiento obrero inglés creando la Liga Socialista, se puede encontrar un as- ecto patriarcal y regresivo, que se mani fiesta en su actitud negativa hacia fo que él llama con ironia “este problema de la emancipacién de la mujer en el siglo XIX", como también en su vision fundamental- mente conservadora de la divisién sexual del trabajo: el cuidado de los nifios y los trabajos domésticos estén presentes en su utopia como actividades exclusivamente fe- meninas.!? Elegimos William Mortis como ejem- plo, pero seria un grave error conclt el marxismo roméntico de la moderna es un fenémeno del siglo XIX. En Inglaterra, por ejemplo, Morris parecié ol- vidado durante decenios, pero en el decurso de los Gitimos treinia aftos, autores marxis- tas cercanos a la tradicién roméritica como Raymond Williams y E.P. Thompson {autor de un libro excepcional sobre Wi- liam Morris) poseen un vasto piblico més alld de los limites del campus universitario: E.P. Thompson es uno de los principales dirigentes ¢ idedlogos del amplio movi- miento pacifista y antinuclear de In- slaterra. El centro principal de elaboracién de este tipo de marxismo durante el siglo XX fue Alemania. Cada uno a su modo, Rosa Luxemburgo, G. Lukacs, Ernst Bloch y la Escuela de Francfort (especialmente W. Benjamin y Marcuse) integraron en sus in- terpretaciones del marxismo elementos de la tradicién roméntica, A través de Her- bert Marcuse, esta critica marxista semi- roméntica de la civilizacién moderna tu- vo un profundo impacto en la Alemania contemporinea y en los Estados Unidos, influenciando no solamente la, Nueva 12- ‘elacionada con la vision del mundo romantica. Tam- bién se puede encontrar entre los racionalistas y los positvistas (como en el caso del propio Augusto Com- te). Adcmis existen escritores sensibles al combate por ‘a emancipacién de las mujeres entre los socialisas ro- iminticos desde Fourier hasta Marcuse. quierda y el movimiento estudiantil de los aftos 60, sino también (de una manera més difusa e indirecta) los movimientos sociales mis recientes como el ecoldgico, el feminis- tay el pacifista. Por consiguiente, lejos de ser una ideologia anacrénica del siglo pasa- do, la “‘cottiente célida"” del marxismo al- canzé su marea alta precisamente en nuestra época especialmente en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos —es decir en los paises donde la civilizacién capitalista moderna alcanzé su desarrollo mas puro, sistematico y despiadado. Una de las razones que explica este re- novado interés es, sin duda, la naturaleza poco atrayente del despotismo industrial burocratico (no-capitalista) de Europa del Este (y de Asia), que pudo dificilmente apa- ecer como una alternativa a las desgracias de la sociedad burguesa moderna —y tanio mas cuanto que sus dirigentes trataron de imitar la tecnocracia y el productivismo oc- cidentales. La crisis actual de estas socieda- des demuestra claramente lo que los marxistas opositores constataban ya en los afios 30 (a propésito de la URSS estalinis- ta): este tipo de sistema postcapitalista autoritario, fundado sobre la economia del orden, Ja industrializacion exagerada, y la dictadura del aparato burocratico, se en- cuentra ain muy lejos del socialismo —es decir de un nuevo modo de produccién y de vida, donde los productores asociados son los maestros del proceso de produccién, una sociedad basada en la mas amplia de- mocracia y en la autogestién econémica y politica. Contrariamente a lo que afirman en una bella voz unisona, la prens: ral, los economistas burgueses, los gobiernos occi- dentales, y una parte de la antigua nomen- klatura, la modernidad capitalista —es ‘decir la economia de mercado y el sistema de beneficios empresariales— no es la unica alternativa posible a las catdstrofes del des- Potismo industrial y de la planificacién bu- rocratica (el pretendido “‘socialismo real"), Tertium datur, existe una otra via: la de la democracia socialista —es decir la autoges- tidn generalizada (de la base hasta la cipu- Ja), fa planificacién democratica por la propia sociedad, determinando libremente, después de un debate pluralista y abierto, las principales opciones econémicas, las prioridades de inversién, las grandes lineas de la politica econémica. Es la unica via que permite tener en cuenta las necesidades sociales reales (en términos de valor de uso) y la preservacién del equilibrio ecoldgico. Es la solucién que los numerosos movi- mientos alternativos reclaman, ecosocialis- tas y otros, nacidos en Europa del Este en Jos tiltimos meses, que rechazan tanto el to- talitarismo burocrético de los regimenes caidos como el capitalismo occidental. ‘También, contrariamente a lo que afir- ‘man numerosos economistas y dirigentes (tanto de la nomenklatura como de la opo- - sicin liberal) en los paises det Este, no hay un azo directo y légico entre moderniza- cién econémica mercantil y democracia po- litica, entre liberalismo econémico y libertad politica, La China de Deng Xiao Ping —el hombre de las “cuatro moderni- zaciones” pragmiticas y de la apertura al ca- pital occidental —ha dado un desmentido extraordinario a esta doctrina. El ejemplo chino también muestra que si las reformas mercantiles pueden solucionar transitoria- ‘mente ciertos problemas creados por la pla- nificacién burocratica, ellas crean problemas nuevos, tan graves como los an- teriores: desempleo, éxodo rural, corrup- cién, alza de precios, desigualdades sociales recientes, regresin de los servicios socia- les, criminalidad creciente, sumision de la economia a los capitales imperialistas y a las imposiciones de los bancos internacio- nales. Son fenémenos que empiezan ya a aparecer también en ciertos paises de Euro- pa del Este, y que amenazan producir una “latinoamericanizacién” de sus economias y sociedades. América Latina es ademas un buen ejemplo de! hecho de que la moderni- zacién capitalista es perfectamente compa- tiblé con las formas de estado mds autoritarias y dictatoriales... Hoy més que nunca, el marxismo debe ser “Ia critica despiadada de lo que existe". Pero no hay respuesta completa para los problemas de la transicién al socialismo: 4Cémo ir mds alld de la modernidad indus- trial y conservar sus logros?; zeémo combi- nar la democracia representativa y la democracia directa, la planificacién demo- crética con las supervivencias inevitables Ecologia Politica - 93 del mercado?; ;e6mo conciliar el creci- Nadie puede pretender poseer el monopolio miento econémico con los imperativos eco- _—_de ‘la verdad: Estas cuestiones y muchas Iégicos de la preservacién de la naturaleza? otras exigen un debate pluralista y abierto.* (*) Este articulo fue inicialmente presentado en _rique Urbano, del Centro de Estudios Rurales Andi- luna reunign sobre ‘'Modernidad y Port-Modernidad nos Bartolomé de las Casas, Cusco, Peri, febrero ‘enos Andes” organizada (con cierta ironia) por Hen- 1990. 9 - Ecologia Politica UNA NOTA SOBRE LAS “CONDICIONES DE PRODUCCION” URBANAS Mario Pianta ‘Se puede encontrar un punto de parti- da del marxismo ecolégico en la contradic- cidn entre las relaciones y las fuerzas de produccién capitalistas por un lado, y las condiciones de produccién capitalistas por el otro lado.' En Jos tltimos aftos, en los studios urbanos y regionales, se ha em- pleado frecuentemente el concepto de con- diciones de produccién para relacionar la aparicién de estructuras sociales y espaci les con el proceso de produccién. Se ha vis- to el suministro de “‘condiciones generales de produccién’” suficientes como una fun- cién especifica del Estado.? Ei concepto de “condiciones de produccién’” ha servido para explicar diversas actividades y politi- cas estatales, desde la organizacién de lai fraestructura_y los servicios hasta la planificacin, clave durante la posguerra para el crecimiento, la crisis y Ia reestruc- turacién de la produccién capitalista en Europa y los Estados Unidos. En los estu- dios urbanos, las condiciones de produc- cién son las del ambiente urbano, y se estudian las contradicciones y la politica iblica en este nivel. El andlisis ecomarxis- ta extiende el concepto al ambiente natural y a las contradicciones sociales y politicas {que pertenecen a la relacién del capital con ' James O'Connor en este niimero de Ecologia Politica. En un trabajo anterior O'Conner empled Ia terminologia “et capital social” y “gastos sociales" (The Fiscal Crisis of the State, New York: St. Martin's Press, 1973). 2M, Folin, “The Production of the General lanaturaleza. A pesar de las diferencias evi- dentes entre los espacios construidos por los seres humanos y los ecosistemas natura- les, se puede encontrar ciertos parecidos en la manera en que la produccién capitalista solicita y emplea tales condiciones y en los constantes conflictos acerca de quién debe- ria controlarlas, cémo s¢ debe controlarlas y para qué fin. El concepto marxista original de las “condiciones generales” subrayd su rela- cién con el proceso productivo: “la revolu- cién en el modo de produccién industrial y agricola hizo necesaria una revolucién en las condiciones generales del proceso social productivo, es decir, en los medios de co- ‘municacién y transporte". E] Estado pro- Porcioné mucha de esta infraestructura. No obstante, lo importante de las condicio- nes generales ¢s su relacién con la produc- cidn capitalista. La intervencién del Estado modifica la forma en que se proporcionan estas condiciones generales, que son activi- dades que no dan ganancias llevadas a cabo fuera de los circuitos de! capital. La infraestructura publica es el primer y principal ejemplo de las “‘condiciones ge- nerales". Folin, estudiando su funcion en el proceso productivo, criticé tas categorias Conditions of Social Reproduction and the Role of the State", en Harlos y Lebas, eds., City, Class, and Capital (Londres, Arnold, 1981), pag. 3 Karl Marg, Capital, 1 (Hammondsworth: Pen sguin, 1976), pig. 505. Ecologia Politica - 95 Be. Bae mm tradicionales de “‘obras puiblicas” y “‘capi- tal social fijo”. Sefialé que esas categorias “no pueden explicar suficientemente el im- pacto que la transformacién del espacio ha tenido sobre el desarrollo econdmico”.* : En contraste, al usar el concepto de “condiciones generales”” es posible analizar el papel que tiene la provisién de la infraes- tructura, tanto en relacién con las funcio- nes econémicas generales del Estado como con el proceso de produccién capitalista. Hirsch, quien analiz6 la dindmica de las condiciones generales, ha subrayado esta conexién: “‘el cambio en las peculiaridades materiales de la produccién que resultaron de las transformaciones tecnolégicas del proceso laboral, lleva historicamente a {...] que las condiciones generales de produc- cién tiendan a expansionarse.””* El resulta- do de este proceso ha sido la importancia creciente —al crecer ta socializacion de produccién— de las condiciones materiales generales del proceso productivo y repro- ductivo que se han de producir o reestable- cer socialmente,$ sobre todo la infraestruc- tura por parte del Estado. El concepto de ‘‘condiciones genera- les” se ha extendido de diversos modos pa- ra incluir las nuevas actividades en el capitalismo moderno. Hirsch distinguié “entre las condiciones de produccién mate- riales generales en su sentido mds limitado, por ejemplo, carreteras y canales, y las con- diciones de produccién generales que para et capital estén incorporadas en la fuerza laboral (por ejemplo, la sanidad), a ense- fianza y también la investigacién en su sen- tido més amplio.”” De manera semejante, Mandel distin- guid entre “las precondiciones generales- técnicas del actual proceso productivo (medios de transporte y. comunicacién, correos, etc., las precondiciones gene- rales.sociales de este mismo proceso de Produccién, [...] y la reproduccién conti- nua de esas formas del trabajo intelectual 4M. Folin, “Public Enterprise, Public Works, ‘Sociat Fixed Capital" International Journal of Urban ‘ond Regional Research, 3, 3, 1979, pig. 136. 5 J, Hitsch, “The State Aparatus and Social Re- production", en Holloway y Piccioto, eds., State and Capital (Londres, Arnold, 1978), pig. 92. 96 - Ecologia Politica |\4a al lf 4 que son imprescindibles para la produccién econémica.""* Lojkine ha extendido el concepto de “condiciones generales”’ a esos factores tan importantes para la reproduccién global de formaciones capitalistas desarrolladas. Son los medios de consumo colectivo, que red- nen los medios de circulacién material (es decir los medios de comunicaci6n y trans- porte), y la concentracién espacial de los medios de produccién y reproduccién de formaciones sociales capitalistas.» Desde esta perspectiva, las condiciones generales consisten en, primero, las condiciones de produccién, como en el caso de la infraes- (ructura material implicada directamente en el proceso productivo (por ejemplo, las carreteras y los ferrocarriles, etc.). Su sumi- nistro por el Estado reduce la inversién vada necesaria (y la composicién organica del capital), y de este modo permite aumen- tar la tasa de beneficio. Segundo, las condi- ciones generales son condiciones para la reproduccién de la fuerza laboral, to que tiene consecuencias indirectas sobre el pro- ceso productivo, Aqui la intervencién esta- tal es el resultado de la creciente socializacién de las actividades de repro- duccién, por ejemplo mas afios de ensefian- za_y formacién, mejores servicios sanitarios, etc. Tercero, el suministro de las condiciones generales caracteriza en gran parte a la ciudad, que esta formada cada vez més por la intervencién estatal al pro- porcionar la infraestructura material y las actividades para la reproduccién de la fuer- za laboral. La forma especifica de la aglo- meracién de fa ciudad en las sociedades capitalistas es en si misma un elemento im- portante de las condiciones de produccién para actividades de “mando” y terciarias. ‘Como observé Lojkine, la ciudad capitalis- ta se caracteriza por una concentracién cre- ciente de los medios de consumo colectivos y por una “manera specifica de aglomera- cién del conjunto de los medios de produc- 93. Lojkine, Le Marxisme, 1’Etar et la question urbaine (Paris: Presses Universitaires de France, 126). cin (del capital y de ta fuerza laboral) que en si mismo se convertiré en cada vez mas determinante para el desarrollo econémi- co." Folin explicd que el concepto de “condiciones generales" se refiere a la ‘‘ac- tividad infraestructural y al conjunto de fe- némenos de la ciudad con Ia intencién de aclarar la funcién especifica del entorno ya urbanizado y edifieado dentro del proceso Productivo y reproductivo del capital so- cial.’""" Lojkine ha desarrollado més esta perspectiva. Comenzando con la hipétesis de que “las formas de urbanizacién son, més que nada, las formas de la divisién so- cial (y territorial) del trabajo,”"!? subrayo que la ciudad no es de ninguna manera un fenémeno auténomo, con leyes de desarro- lo distintas de las leyes de la acumulacién capitalista; no es posible disociar la ciudad de la tendencia del capital a aumentar la productividad de la fuerza laboral sociali- zando las condiciones generales de produc- cién, de las cuales la urbanizacién es un componente imprescindible.'> Las condiciones de produccién en el capitalismo no siempre se proporcionan fé- cilmente ni siempre ayudan a la acumula- cion; més bien la forma especifica que toman es el resultado de las relaciones y conflictos sociales concretos. Hirsch sos- ‘tuvo que proporcionar las condiciones ge- nerales de produccién es una funcién basi- ca del Estado, subrayé ademas que de eso no cabe inferir cudl sera, concretamente Ja infraestructura proporcionada por el Es- tado, ni tampoco si el aparato del Estado la proporcionaré. De eso Hirsch concluyé que «intentar definir la infraestructura enume- rativa y concluyentemente no tiene sentido ya que las condiciones generales que el Es- tado proporciona dependen de! desarrollo histérico especifico de los procesos econd- micos y sociales y del equil zas de clase” De este modo existe la posibilidad para que se desarrollen contradicciones entre Es- tado y capital, entre las esferas econémica y politica, y entre las politicas estarales y las necesidades especificas del desarrollo eco- némico. Corito explicé Hirsch, «ya que es- tas condiciones sociales generales de produccién, no se adaptan automaticamen- tea la acumulacién de capital, la crisis esta- la cuando el proceso de acumulacién llega esa barrera. De hecho, en la crisis se rede- finen estos limites y se reorganizan las con- diciones de produccién generales.»'> De este modo, el desarrollo de la politica esta tal es el resultado combinado del proceso de acumulacién capitalista jumo con la conyuntura especifica de las fuerzas socia- les y politicas. Por tanto el desarrollo de las «condiciones de produccién generales» se relaciona con el desarrollo de las relaciones sociales y sus contradicciones. . Parece evidente que muchas de las cuestiones planteadas por los estudios so- bre el entorno urbanizado y edificado como condicién de produccién, son igualmente importantes para la extensién del concepto de condiciones de produccién a la naturale- za.'* En concreto, los conflictos sobre a definicién, el desarrollo y el control de las condiciones de produccién, son comunes a los espacios naturales y @ los construidos por el ser humano, y el Estado tiene una funcién de regulacién clave en ambos ca- sos. Los instrumentos politicos empleados en Ja regulacién estatal son semejantes, si no exactamente idénticos: planificacién, e! establecimiento de normas (para la sanidad piiblica y las emisiones téxicas), la inver- sién estatal (la eliminacién de aguas resi- duales y residuos téxicos). En realidad, al observar los problemas desde e! punto de vista de la politica territorial, la atencién y la intervencién actual en la naturaleza es mas © menos una extensién directa y una actualizaci6n de las formas anteriores de proporcionar las «condiciones de produc- ciéno por el Estado en el ambiente urbano, con los mismo objetivas (por ejemplo, una fuerza laboral sana y productiva), y con la misma necesidad por parte de la gente de luchar para obtener y hacer cumplir mejo- res condiciones. Ecologia Potitca - 97 aa Lo que a menudo es radicalmente dis- tinto es la escala de la cuestién. Mientras la mayoria de las condiciones de produccién que suministra el entorno urbanizado y edi ficado son locales, muchas de las condicio- nes de la naturaleza son globales (el ozono, elcalentamiento de la atmésfera, etc.) 0 in- ternacionales (la UIuvia acida, la contamina- cién del Rhin, etc.), planteando nuevos problemas ya que no hay ningin «Estado» que pueda actuar tomo regulador de tales formas de degradacién ambiental.” Ambos tipos de condiciones de pro- duccién, las construidas por el ser humano y las naturales, también son semejantes en relacion con Ia intencién de ta derecha de li- mitar la funcién del Estado y desarrollar formas (0 pseudo-formas) de regulacién a través del mercado. Después de la privati- zacién de los servicios piiblicos en Gran "7 O'Connor, en Capitalism, Nature, Socialism, 1, 1988, p. 23 y sig. \M, Pianta y M. Renner, “The State System ‘and the Consequences for Environmental Degrada- 98 - Ecologia Politica Bretafta y en los Estados Unidos, la cons- truccién privada de carreteras de peaje, del ttinel anglofrancés y varios proyectos seme- jantes en los Estados Unidos,"* existe aho- ra un debate cada vez mas intenso sobre la “ecologia de mercadon, con propuestas de {os gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretafa para dejar la proteccién ambiental a los mecanismos del mercado, desde la compra y venta de los derechos de contami- nacién hasta la fijacién de precios para bie- nes y servicios ambientales.'” No cabe duda que la naturaleza se ha incorporado a las condiciones actuales de la produccién capitalista global, y que las tuchas sobre la calidad y la conservacion del ambiente ya son tan criticas desde el punto de vista politico ‘como las luchas urbanas sobre las condicio- nes de produccién locales durante los afios setenta, - tion”, IPRA Newsletter, 27, 1, 1989. 18 “Fifteen Miles -That'll be $1.50", Business Week, 21 de Agosio, 1989, pag. 30; “Growth Can be Green”, The Economist, 6 de Agosto, 1989, pig. 12.

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