Sei sulla pagina 1di 14
CONCILIUM Revista internacional de Teologia SEPARATA del n° 160 Diciembre 1980 E. Dussel: PUEBLA: RELACIONES ENTRE ETICA CRISTIANA Y ECONOMIA PUEBLA: RELACIONES ENTRE ETICA CRISTIANA Y ECONOMIA Analizaremos algunos aspectos de las relaciones existentes entre ética cristiana y economfa en los documentos finales de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en 1979 en Puebla de los Angeles (México). I. ETICA CRISTIANA Y ECONOMIA De manera introductoria debemos aclarar, aunque sea muy resumi- damente, el contenido que le daremos a los dos términos de la relacién: ética cristiana y economia !, 1. Lo ético, Se piensa frecuentemente que lo ético consiste esen- cialmente en principios, normas, leyes, valores. Sin embargo, el lugar real de lo ético es la praxis misma, y es ética no porque se adecte a normas, cumpla valores 0 realice virtudes, sino por algo que es anterior y més importante, Se dice praxis a una accién que se dirige a otra persona (poiesis, también en griego, se dirige a la naturaleza), Robinson Crusoe, en tanto estaba solo en su isla, no cumplia praxis alguna, sino sélo actos productivos (poiesis). La praxis erética (un beso), pedagégica (una leccién), politica (el voto en la asamblea) y religiosa (la adoracién al Absoluto) son actos précticos. La praxis es el Jugar de lo ético. Lo ético es un aspecto o determinacién real de la praxis interpersonal. Lo ético de la praxis es justamente, y fuera de su contenido concreto (que sea un beso, una clase, una eleccién, una oracién), /a manera como llego al otro como otro, a la persona como persona. Lo ético es el cémo trato, respeto, manipulo, uso, sirvo... al otro en cuanto tal. La cuestién es ahora poder determinar cudndo una praxis es ética- ' Véase mi obra De Medellin a Puebla (1968-1979) (México 1979), asi como mi articulo Condiciones de la produccién e interpretacién del Documen- to de Puebla: «Servir» 81 (1979) 267-282. Sobre la «econémica», véase mi atticulo Arte cristiano del oprimido en América Latina: «Concilium» 152 (1980) 215-220, y en Filosofia de la liberacién, 4.3. Relaciones entre ética cristiana y economia 577 mente positiva o buena y cudndo negativa o perversa, El juicio acerca de la praxis, sobre la praxis, no es la esencia de lo ético, sino un mo- mento segundo, teflejo, accidental. De todas maneras, el pensamiento claésico enunciaba como ctiterio préctico universal «obra el bien». Pero tal criterio es tan abstracto (ya que cada uno, cada sistema, etcé- tera, piensa que el «bien» es su propio proyecto: hasta el proyecto de dominacién es el bien para el dominador), Kant pensé que el «toma Ja persona como un fin y no como un medio» era un criterio vdlido. Sin embargo, un masoquista puede tomar la persona del dominador come un fin y no por ello la praxis es buena, Parece que el criterio absoluto (vélido para toda situacién posible), pero al mismo tiempo concreto e histérico (siempre es éste alguien, pero en cada momento puede ser otro), es: «Libera al oprimido, al pobre», Este criterio, en todo sistema y relacién humana, enfrenta a la dominacién del hombre- hombre y obra en favor del dominado. Este criterio ético es absoluto, el més ctitico, el mds bondadoso. La accién liberadora del oprimido es la accién que mide toda otra accién como éticamente buena, Por el con- trario, «domina al otro, obra tu proyecto por su mediacién», es el cri- terio de la perversidad, de Ja maldad. Seria largo explicar la cuestién*. 2. Etica cristiana, La praxis cristiana tiene motivos mucho més radicales que la bondad humana para cumplir el criterio ético absoluto. En Puebla se dice: «Hombres capaces de forjar historia segin la praxis de Jestis» (P 178, B 279)3. En efecto, la accién ética cristiana o, mejor, ? Esta cuestién es la problemdtica de fondo de mi obra Etica Jiles6fice latinoamericana, cuyos tomos IV y V han aparecido recientemente ( 1979-1980). Véase igualmente la obra de divulgacién Ethic and theo! Be of liberation (1978). * P es la numeracién del Documento Final de Puebla tal como emané de los obispos. B es la numeracién del texto definitivo que se edité en Bo- gotd. La concordancia es la siguiente (ya que citaremos a partir de P): P B Pp B P B P B 8 16 52 93 262 = 278-284 906 1142 14 21-23 58 98 263 385 911 1147 17 28 62 = 102 307 432 917 1152 18 29 73° 127-130 312 437 919 1154 19 30 84 = 147-148 332 © 460 920 1156 23 ee 101 185-186 338 = 466 925 1160 25 105 190-191 343° 472 973 1213 26 fas 111 = 198 364 493 981 1221 27 146 246 367 496 984 1224 29 3458 160 261 379° 507 993 1232 378 E. Dussel la praxis cristiana es aquella que guardando la analogia se relaciona con el otro como Jesucristo lo hiciera en su situacidn histérica concreta, La praxis queda definida por aquello de que «se despojé de su rango y tomé la condicién de esclavo» (Flp 2,7, citado en Puebla en tres oca- siones: P 213, 585, 905). El tomar la posicién del dominado en el esclavismo, el pobre, el siervo, es el punto de partida de la praxis cristiana, de Ja ética cristiana. Siendo «uno entre tantos» (Flp 2,7) dominados, pobres, se entiende el sentido global de la praxis de Jestis: «El Espiritu del Sefior estd sobre mf, porque él me ha ungido para evangelizar a los pobres» (Le 4,18; Is 61,1, el texto biblico més citado en Puebla, seis veces, entre ellas en P 224, 262, 905, 906, etc.). La pobreza subjetiva (no poseer para ser libres), la lucha contra la po- breza objetiva (de los pobres) enmarca la praxis ética cristiana frente a la praxis fetichista (P 364ss) de los que construyen el reino de este mundo, Por supuesto que no hay pobre sin rico. Que la pobreza del pobre es el efecto del pecado del rico: la desposesién del fruto de su trabajo *, y que aun el «pobre segién el Espiritu (y no «el pobre en la intencion») no existe si no existe un rico, un pecador, un dominador ante el cual dicho pobre debe soportar la humillacién, la persecucién, el dolor por ‘sus hermanos: los pobres, Si no hubiera ricos no habria dominadores, no habrfa pecadotes, no estarfamos en el tiempo de la historia, sino en el tiempo del reino ya-tealizado, més alld de la parusia. 3. Lo econémico, Ya hemos indicado recientemente > que lo eco- némico, en su sentido antropoldgico y teolégico més profundo, hace a las relaciones practicas (erética, pedagégica, politica, teligiosa) y pro- P B P B P B P B 30 59-62 162 263 406 545-546 ©1008 ~=— 1247 31 63 178 279 407 547-548 10191258 33 67 210 313 410 551 1021 1260 35 64 211 314 411 552 1025 1264 38 70 213° 316 579,737 1026 1265 40 72-75 224 327 585 744 1028 1268 42 79 225 328 623 782 1035 1276 46 83 226 = 329 833 ©1029 1039 1279 49 85-86 227 330 897 1134 50 90-91 234 338 905 1141 ‘ Véase mi articulo The Kingdom of God and the poor: «International Review of Mission» 270 (1979) 115-130. * Véase mi trabajo reciente sobre el Arte cristiano del oprimido, cit. supra. Relaciones entre ética cristiana y econormta 579 ductivas (el trabajo que transforma la naturaleza pata cumplir las necesidades humanas) reales. Es decir: la mera relacién préctica (un beso) es abstracta, puntual, no institucién todavia, si no estd medida del regalo, la casa, que hacen de la relacién erética la de una pareja. La telacién econémica es aquella relacién préctico-productiva por la que las personas se relacionan pot medio del producto del trabajo, o las cosas se relacionan a través de sus productores. Por ello, regalar algo a alguien, o comprar o robat son relaciones econémicas, El culto a Dios es la econémica teologal (por la que se ofrece el pan, el cuerpo del mértir, el Otro absoluto). Lo ético se encuentra en la esencia de lo econémico, porque se trata, en tltima instancia, en el tipo o aspecto, de Ja relacién que se establece entre dos personas en cuanto productores de ciertos productos que se distribuyen, intercambian y consumen en distintas proporciones: segin sea el tipo de relaciones prdcticas preestablecidas. Si el indoeuropeo domina por sus armas de hierro y su caballo a las culturas agrarias de la Mesopotamia y las reduce a la esclavitud, esta esclavitud se hace real cuando el dominador (la clase a la que pertenecia, por ejemplo, Aristételes) se apropia del fruto del trabajo del dominado, El apropiar- se del fruto del esclavo es injusto, es malo no en s{ mismo (tomar el trigo y guardarlo en la despensa), sino por la dominacién constitutiva y previa de la relacién sefior-esclavo. El momento practico (relacién hombre-hombre) se torna real en lo econémico; pero lo ético de lo econémico procede de Ja relacién practica constitutiva. Si el vatén do- mina a la mujer en la sociedad machista, la casa del hogar es la prisi6n de la mujer y su trabajo es explotado por el varén. 4, Efica cristiana y economia, La praxis cristiana de liberacién del oprimido, porque el pobre es Cristo, moviliza en su ensencia concreta, histérica, material, Jas relaciones econémicas en cuanto tales. La exigen- cia «jtuve hambre y me dieron de comer!» (Mt 25,35; citado en P 111) es de estricta esencia econémica: dar a alguien algo producto del traba- jo. Pero dar de comer al pobre, al oprimido (porque es pobre tiene hambre), dar a ese dominado de comer es subvertir el sistema, sus es- tructuras, sus mecanismos, sus instituciones (todos ellos términos usados en Puebla, como veremos). La ética cristiana, la praxis imitativa de la de Cristo se sitta en Ia relacién misma de los agentes (entre el que cambia, regala, compra, roba, etc., «algo» a alguien) y la afitma o niega, Ja confirma o cambia desde el criterio absoluto: «jLibera al pobre, al oprimido!». La ética cristiana es antifetichista de la absolutizacién de la praxis de dominacién, y por ello atea de tal idolatria: el creerse Dios, La 580 E. Dussel economfa cristiana (0 el tipo de relaciones entre personas a través del ptoducto de sus trabajos regido por la praxis cristiana) hace real a la ética cristiana, la hace histérica, concreta, institucional, material. No hablamos del materialismo cosmolégico o dogmético (P 210 o 406) ni del materialismo préctico 0 consumista (P 211, etc.), sino de un ade- cuado y cristianamente compatible materialismo productivo (en el sen- tido de que el producto material del trabajo es una referencia ineludible Pata juzgar por ultimo toda accidn histérica: es el sentido sacramental © ciiltico, littitgico, de la naturaleza como teatro de la accién transfor- mante del trabajo). La econémica cristiana cumple, es evidente, una funcién de denun- cia profética (P 234, 833, 897, 973, 1068, etc.), La Hamada «doctrina social» de la Iglesia pudo ser el conjunto de denuncias que se efectuaron desde posiciones definidas en un momento de la historia contra excesos del capitalismo (pero no contra su esencia) y contra la esencia del so- cialismo (tal como era entendido desde el capitalismo), Pero la eco- nOmica cristiana, que no es un sistema ni una «tercera via», es sdlo el «foco intencional» que puede juzgar un sistema econémico dado desde la ética cristiana; es decir, las relaciones de los agentes a través del producto de sus trabajos, O, mejor, es la praxis-productiva 0 econémica del cristiano que imita analégicamente la praxis econdmica de Jestis: «Al que quiera ponerte pleito para quitarte la tunica, déjale también la capa» (Mt 5,40). Esta praxis, como puede observarse, indica que la légica de los sistemas econémicos no es el critetio absoluto de la eco- némica cristiana, sino que, por el contrario, la accién econémica incluye siempre un momento critico profético de utopia, de desorden, de bis- queda de un orden de relaciones materiales entre las personas por medio del producto de sus trabajos mds justo, Toda relacién econémica o pro- ductiva histérica es juzgada desde la relacién de las personas en el reino, donde las relaciones entre las personas consisten en la econdmica per- fecta, es decir, en su desaparicién como puro culto o litirgica del Cordeto al Padre, II. EYICA CRISTIANA EN PUEBLA En una Conferencia como Ja de Puebla eran inevitables las confron- taciones, posiciones diversas («dolorosas tensiones», P 62; «tensiones y conflictos», P 146; 579; 623), De lo que frecuentemente no se tiene * El artfculo citado en nota 1, en «Servir» (México). Se llega a decir que «esta situacién social no ha dejado de acarrear tensiones en el interior de Ia Iglesia» (P 50), Relaciones entre ética cristiana y economia 581 conciencia es del origen de las diferencias: las diversas situaciones u op- ciones prdcticas reales (por ejemplo, con respecto a las clases sociales). De todas maneras, tomaremos la que pata nosotros es Ja estructura esencial de lo mejor de Puebla, aunque después mostraremos otras posiciones (en III,2 y IV,1). 1, Pecado social, estructural, institucional: sus mecanismos. Llama Ja atencidn la aceptacién, por parte de todos los participantes de Puebla, del pecado como una realidad estructural (P 8, 19, 325 —«estructura de pecado» es un enunciado pontificio en Zapopan—, 981, 984, 993, eteétera), institucional (P 25, 1020, etc.), con mecanismos (P 19, 38, etc.), que constituye sistemas (P 51 en especial: «sistema de peca- do»). El pecado asi entendido incluye el mero pecado individual (P 38, 40, 101ss, 226, 227, etc.). Pero lo més importante es que dicho pecado histérico 0 social es considerado como causa, es decir, el pecado tiene efecto: «En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situacién de pecado social... situacién de inhumana pobreza... Al analizar més a fondo esta situacién, descubrimos que esta pobreza no es una etapa transitoria (B: casual), sino que es el producto de situaciones y estruc- turas econémicas, sociales y polfticas... aunque haya otras causas de la miseriay (P 17-18). Se relaciona el pecado con 1a pobreza y se des- cubre a esta Ultima como su efecto: causa estructural, efecto estruc- tural. Es una ética cristiana que ha superado el individualismo subje- tivista y que avanza en un realismo histérico o social objetivo, estruc- tural, La subjetividad se genera y coimplica el mecanismo de las es- tructuras institucionales, En Puebla se podria decir que ha desaparecido el ego absoluto que se afirma bueno o malo desde su horizonte indi- vidual. Siempre es juzgado desde sus papeles, funciones, comporta- mientos histéricos, sociales, econémicos, politicos’, 2. Opcién por los pobres, Tampoco ningtin grupo, aunque estu- viera subjetivamente en contra, pudo eludir la opcién fundamental en favor de los oprimidos y los pobres (cf., entre las decenas de veces que se repite esta opcida, «el compromiso de la Iglesia con los pobres y los oprimidos», P 911). Esta «clara y profética opcién preferencial y solidaria por los pobres» (P 897) sitta a Puebla en la linea funda- mental de Medellin y es, dentro de la historia de los documentos epis- copales de la Iglesia, una novedad incémoda para las Iglesias ricas («Veamos, a la luz de la fe, como un escindalo y una contradiccién con el ser cristiano la creciente brecha entre ricos y pobres... pecado social 7 Hasta se habla despectivamente de que « os pretendidamente am- paran sus actitudes con una subjetiva profesién de fe cristiana» (P 26 c). 582 E. Dussel de gravedad tanto mayor por darse en pafses que se llaman catélicos Y que tienen capacidad de poder cambiar»; P 17). Como no hay pobre sin rico, y como la pobreza es estructural, ins- titucional, social, y como se sitéa en el plano de la desposesién del producto del trabajo de uno con respecto al otro (nivel econémico en- tonces, cf. III,1), esta opcién ética no es subjetiva, individualista, mo- ralista. Es una opcién ética histérica, social, objetiva, colectiva: «A la actitud personal del pecado... corresponde siempre sobre el plano de Jas relaciones interpersonales... la lucha entre grupos, clases sociales y pueblos»; P 225), Es decir: optar por el pobre es optar en una lucha de grupos, clases, pueblos. Es entrar en la historia, en toda la historia. Es asumir globalmente la esencia del cristianismo. 3. Los pobres como «pueblo». Pero hay més: el pobre es enten- dido como sujeto colectivo, con capacidad organizativa y de autocon- ciencia histérica, combativa, liberadora. El pobre no es este individuo solamente, sino los indigenas, afroamericanos, campesinos, obreros, marginados, desempleados (P 20); son los «intereses de los sectores populares mayoritarios» (P 26); «es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia» (P 49); «los pueblos pobres» (P 73); «Jestis de Nazaret nacié y vivié pobre en medio de su pueblo» (P 105), etc, El pobre es parte de una clase («la Iglesia ha intensificado su compromiso en los sectores —aqui se evita la palabra clase— desposefdos... Esta intensificacién les causa a algunos la impresién de que ella deja de lado a las clases pudientes»; P 84); pero ser parte de un pueblo es todavia un concepto més rico, més histérico, mds real. Y en América Latina, por la evangelizacién de hace ya cerca de medio milenio, el pobre es «pueblo de Dios»: «EI clamor del pueblo latinoamericano... en deman- da de justicia, pueblo profundamente religioso, pueblo que coloca en Dios toda su confianza» (P 52). Claro que habrd que evitar una interpretacién «populista» (que al hablar de «pueblo» incluye las clases dominantes en el proyecto de un capitalismo nacional hegemonizado por la burguesfa que se autodeno- minarfa parte del «pueblo») y situar la categoria «pueblo» en un contex- to de liberacién no sdélo nacional, sino fundamentalmente social: la liberacién de las clases oprimidas. 4. La «Iglesia popular». Porque la pobreza no es sélo la situacién individual de una persona causada por casualidad biogréfica, sino que es un pueblo desposeido histérica y estructuralmente, la opcién de la Iglesia por ellos no puede ser simplemente la «ayuda» de los ticos, la «limosna» de los buenos, la decisién moralista y subjetiva de algunos, Relaciones entre ética cristiana y economia 583 sino el compromiso de la Iglesia con ese pueblo: como Iglesia popular, asumiendo «la condicién de esclavo» (Flp 2,7), «acampé® entre nos- otros» (Jn 1,14), En Puebla se expresa que «esta visién de la Iglesia, como pueblo histérico y socialmente estructurado... La Iglesia, como pueblo histérico e institucional representa la estructura més amplia...» (P 160). Por ello, «el problema de la Iglesia popular, que nace del pueblo o del Espiritu Santo (B 263 elimina esta aclaracién), presenta diversos aspectos. Si se entiende como la Iglesia que busca encarnarse en los medios populares del continente y que, por lo mismo, surge de la respuesta de la fe que esos grupos dan al Sefior...» (P 162), en ese caso la experiencia es valida. Es decir: el compromiso ético cristiano tiene como punto de partida un «modelo» de Iglesia, un «modelo» que existe en las practicas proféticas de numerosos cristianos: de las grandes mayorfas que son pueblo oprimido por nacimiento, estructuralmente; de caracterizados grupos que optan por el pueblo para vivir en medio de él y luchar por él, que asumen sus intereses como posicién de clase oprimida, pobre, desposefida. Iglesia misionera, luz ética en América Latina, aun en Nicaragua, en El Salvador con un monsefior Arnulfo Romero, mértir y héroe de la Iglesia popular. III. CRITICA ECONOMICA EN PUEBLA Las mismas prdcticas cristianas proféticas, por exigencias éticas, se transforman en denuncia contra el «sistema econémico» (P 33, 35, etc.), interpretado no como mictoeconomia (la empresa, por ejemplo), sino como macroeconom(a estructural e histérica. Queremos indicar sélo al- gunos aspectos en el reducido espacio de este articulo, : 1. El pecado fundamentalmente como injusticia econdmica. El pe- cado en Puebla, y no ya como en otras épocas, no se sitda esencial- mente en el nivel de la sexualidad, del horizonte individual prctico, sino que su méxima gravedad se sitda en el nivel histérico, estructural, econémico. Ya en el «Mensaje a los Pueblos de América Latina» se enuncia: «Creemos que la revisién del comportamiento religioso y moral de los hombres debe reflejarse en el dmbito del proceso politico y econémico de nuestros paises, sin distincién de clases, a aceptar * «Acampé», «puso su tienda», de skene, sekinah del hebreo del Antiguo Testamento (Ex 33,7). Si hemos citado nuestros propios trabajos ¢s en honor a la brevedad, para no extender demasiado este corto articulo, que por corto puede traicionar el pensamiento del autor. 584 E. Dussel y asumir la causa de los pobres, como si estuviesen aceptando y asu- miendo su propia causa, la causa misma de Cristo. ‘Todo lo que hiciereis a uno de estos mis hermanos, por humildes que sean, es como si a mi mismo se hiciera’ (Mt 25,40)». De otra manera: «Son muchas las causas de esta situacién de injusticia, pero en Ja rafz de todas se encuentra el pecado tanto en su aspecto personal como en las estructuras injustas» (P 1019). O también: «No podemos contentarnos con una meta descripcién de los hechos, queremos conocer sus rafces mds profundas... La vigencia de sistemas econémicos que no consideran al hombre como centro de la sociedad y no realizan los cambios profundos y necesarios hacia una sociedad justa... Sin entrar a determinar el cardcter técnico de esas rafces, vemos que en lo més profundo de ellas existe un mis- terio del pecado...» (P 31-38). Es decir: el pecado (praxis de dominacién fetichista) se expresa masivamente en Puebla como injusticia en el plano de la produccién, distribucién, intercambio y consumo de los bienes; bienes de los cuales los pobres y oprimidos son desposefdos por «las estructuras sociales politicas y econémicas injustas» (P 920), por «los mecanismos genera- dores de esta pobreza» (P 925), El «no robards» (Dt 5,19) se muestra en Puebla como el modo privilegiado, primero del «no tendrds otros dioses rivales mios» (Dt 5,7), con sentido histérico, estructural, politico, 2. Soluciones desarrollistas, terceristas. En Puebla hay distintas opciones en cuanto a Ia lucha contra la pobreza y la injusticia institu- cionalizada, estructural. Una posicién muy firme en la III Conferencia fue Ja desarrollista: «El avance econémico significativo que ha experimentado el con- tinente demuestra que seria posible desarraigar la extrema pobreza y mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo» (P 14), Si se piensa desatraigar la «extrema» pobreza (terminologfa tam- bién usada por la Trilateral Commission), no quiere decir que se desarraigard la pobreza. Se dejard al pobre en un «estado de subsis- tencia», De todos modos, se piensa que en el sistema capitalista de- pendiente es «posible» desarraigar la pobreza; que por ello la extrema Relaciones entre ética cristiana y economia 585 pobreza no es institucional, estructural o intrinseca a los mecanismos del capitalismo, sino un fruto eventual, casual, posible de evitar, Este optimismo intracapitalista determina la opcién desarrollista, presente _ en Puebla no sdélo en soluciones econémicas, sino también cristolégicas (un Cristo «reformista»), eclesioldgicas (una Iglesia que denuncia, pero desde una posicién pequefio-burguesa: no critica la esencia del capi- talismo, sino sus excesos. Como el pequefio burgués, que envidia el capital del gran burgués, no critica el capital en cuanto tal, sino que otro lo tenga y en gran cantidad), La posicién «tercerista» (ni capitalista ni socialista: una «tercera via» cristiana) se hizo muy presente en Puebla, en parte por el meca- nismo de redaccién, Hubo cuatro redacciones, entre cada una de ellas se podian introducir modificaciones (modos). Si una Comisién adoptaba un texto ctitico contra el capitalismo, en el momento de las modificacio- nes otro grupo proponia una critica al socialismo (cf. P 23, 25, 26, 29, 30, 42, 50, 51, 58, 312, especialmente 402-406, 409, etc.). Se nos dice: «Ante esta realidad, la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los opuestos sistemas, pata optar sdlo por el hombre... Para esta accién audaz y creativa, el cristianismo fortalecerd su identidad en los valores originales de la antropologia cristiana» (P 410-411). En esta doctrina el cristianismo aportarfa un modelo histérico pro- pio (gla democracia cristiana, que hoy en El Salvador apoya una Junta que martiriza al pueblo de Jos pobres?); es un modelo de nueva cristian- dad que compromete a la Iglesia en «aventuras» capitalistas reformis- tas, que empajia su imagen pata la evangelizacién, ya que, por desgracia, frecuentemente es «la imagen de la Iglesia como aliada a los poderes de este mundo» (P 46). Ademés, como puede observarse, «optar sélo por el hombre» exige de inmediato la pregunta: ¢por el hombre opri- mido u opresor? En este nivel se encuentra, aproximadamente, la «en- sefianza social» (P 343-350), y una visién culturalista que diagnostica la necesidad de apoyar el paso de una «cultura agraria» a una moderni- zacién de la «civilizacién urbano-industrial» (P 307), no considerando las condiciones de posibilidad reales de tal paso con autonomia y no con aumento de dependencia y subdesarrollo. 3. Critica estructural del sistema econémico. Pero en Puebla se puede descubrir facilmente otra opcién, Si es verdad que hay que «es- timular la elaboracién de alternativas viables» (P 993), no hay que ocultar que «han fracasado las amplias esperanzas del desarrollo» (P 1021), y por ello es necesario abrir «las puertas a soluciones alterna- 38 586 E. Dussel tivas de la sociedad de consumo» (P 917). Estas alternativas, utdpicas para algunos, nica salida para los que se encuentran sumidos en la miseria estructural, tienden a mostrar més negativamente la realidad actual al optar radicalmente por los pobres: «Esta opcién exigida por la realidad escandalosa de América Latina debe evar a establecer una convivencia humana digna y fraterna y a constituir una sociedad justa y libre» (P 919), En esta posicién el cristiano no ofrece una alternativa propia (como Jestis no ofrecié ninguna opcién con contenido politico © econémico preciso), como la democracia cristiana, pero en cambio muestra la incompatibilidad del capitalismo dependiente latinoameri- cano con las exigencias del evangelio y abre el camino pata nuevas alternativas no reformistas, sino auténticamente nuevas: «La economia de libre mercado vigente como sistema en nuestro continente y legi- timado por ideologias liberales ha acrecentado la distancia entre ticos y pobres por anteponer el capital al trabajo» (P 26). «Una frfa tecno- ctacia aplica modelos de desarrollo que exigen de los sectores més pobres un costo social realmente inhumano, tanto més injusto cuanto que no se hace compartir por todos» (P 27). En fin, para estos sectores, Ja revolucién nicaragiiense, por ejemplo, es un signo de que la historia avanza y que para el Sefior de la liberacién todavia David puede vencer a Goliat, IV. ALGUNOS TEMAS ETICO-ECONOMICOS EN PUEBLA A manera de ejemplo, trataremos resumidamente algunas cuestiones ético-econémicas tratadas en Puebla, 1. Industrialismo desarrollista. Hay textos que, como ya hemos indicado, se inclinan por una modetnizacién dentro del capitalismo dependiente (sin nombrarlo y dando la impresién de no conocer su existencia): «Estamos en una situacién de urgencia, El cambio de una sociedad agraria a una urbanizacién e industrializacién...» (P 332), «una civilizacién urbano-industrial» (P 338). Aunque se tiene concien- cia de «los efectos desvastadores de una industrializacién descontrolada y de una urbanizacién que va tomando proporciones alarmantes» (P 367), es més bien por el lado de la ecologia donde se recaban causas y soluciones. Pero hay una ceguera en ver como causa de la industria- lizacién inadecuada Ia necesidad fetichista de la expansién y el lucro del capital. El sistema capitalista no puede poner a disposicién de los paises subdesarrollados una industria adecuada para su grado de des- arrollo y segin las necesidades de las grandes mayorfas populares. Por el contrario, exigidas por la Iégica del capital, las industrias son para Relaciones entre ética cristiana y economia 587 exportar a los paises del centro (se explota el bajo salario del obrero de la periferia) o para las clases dominantes de los pafses pobres (una minorfa que puede adquirir productos que permiten buen indice de ganancia). La industrializacién y la urbanizacién son subproductos del capitalismo imperial y dependiente; pero se evita cuidadosamente hablar sobre la cuestién. Es un reformismo intracapitalista, 2. Dependencia econdmica. Por el contrario, también se encuen- tran en Puebla claros textos que se oponen a la opcién tedrica y practica anterior, que muestran la existencia de la dependencia estructural: «El hecho de la dependencia econémica, tecnolégica, politica y cultural; la presencia de conglomerados multinacionales que muchas veces (ecudndo no?, preguntamos nosotros) velan por sus propios intereses a costa del bien del pais» (P 36). Se critica frecuentemente «el desequilibrio socio- polftico a nivel nacional e internacional» (P 1026 c), «el desequilibrio de la sociedad internacional» (P 1035). Esto significa que Puebla tiene ya una visién econémica critica en la que se comprende que el orden internacional es uno y que la riqueza de unos es la causa de la pobreza de ottos, y por ello se da «la creciente brecha entre ricos y pobres» (P 17). Claro es que Ja lucha contra la dependencia puede estar hegemoni- zada por una burguesfa nacional que tiene como competencia a Ja bur. guesia de los paises desarrollados del centro. Este proceso de liberacién seria «populista» (ya que, apoyado por el pueblo, es, sin embargo, ca- pitalista). Por el contrario, la lucha por Ia liberacién contra Ja depen- dencia hegemonizada por las clases populares se dirige contra el capi- talismo mismo y se lanza a la construccién de una sociedad poscapitalis- ta. Ambas posiciones se encuentran expresadas en Puebla, De todas maneras, la pobreza como fruto del pecado se interpreta como una «explotacién causada por los sistemas de organizacién de la economfa y de la politica internacional: el subdesarrollo del hemisferio puede agravarse y hasta hacerse permanente» (P 1026). 3. Penetracién de las transnacionales. La dependencia del capita- lismo central se organiza en el presente por la expansién de Jas transna- cionales, Se critica «el poderfo de empresas multinacionales (que) se sobrepone al ejercicio de la soberanfa de las naciones y al pleno, domi- nio de sus recursos naturales» (P 1025). Por ello, «cada nacién (tiene derecho) a defender y promover sus propios intereses frente a Jas em- presas transnacionales, haciéndose necesaria la elaboracién a nivel internacional de un estatuto que regule las actividades de dichas em- presas» (P 1035). Esto significarfa lograr «un nuevo orden internacional ‘acorde con los valores humanos de solidaridad y de justicia» (P 1039). 588 E. Dussel 4. Estado militarista de capitalismo dependiente. La presién de Jas masas ha sido tan significativa en América Latina desde Ia década del sesenta —y la Iglesia popular ha acompaiiado y hasta impulsado dicho proceso, con sus héroes y médrtires—, que el desarrollo de un modelo de capitalismo dependiente sdélo puede Ievarlo a cabo un Es- tado represor del pueblo, que tiene al ejército por su sujeto ejecutor. La ideologia de este Estado de represién se ha denominado de «seguri- dad nacional». En Puebla, la condenacién de los regimenes militares puestos en sus lugares por influencia norteamericana y en beneficio de las transnacionales y las burguesfas nacionales dependientes, al mismo tiempo que la exigencia de respetar los derechos humanos, cobré répida unanimidad (excepto ciertos episcopados del cono Sur, como el argen- tino, donde algunos obispos se negaron a dicha condena). Es asi que «la teorfa de la seguridad nacional pone al individuo al servicio ilimi- tado de Ja supuesta guerra total contra la amenaza del comunismo» (P 211). Se la nombra y condena en P 379, y hasta se dice que «pre- tende justificarse en ciertos paises de América Latina como doctrina defensora de la civilizacién occidental y cristiana, (pero) desarrolla un sistema represivo en concordancia con su concepto de guerra perma- nente» (P 407). No faltan, sin embargo, posiciones militaristas (P 1008), que tienen més esperanza en una evangelizacién de los militares (y, por ende, del sujeto efectivo del poder en América Latina) que del pueblo de los pobres. 5. Defensa de los derechos econdmicos de los oprimidos. Es intere- sante indicar, por ltimo, que Puebla se declara en favor de la defensa de los derechos fundamentales» (P 1028ss) «frente a la situacién de pecado», El derecho a la vida, al trabajo (derecho fundamental muchas veces olvidado y que el capitalismo dependiente no puede ya garantizar con su desempleo estructural), a la vivienda, a la salud, al desarrollo. Derecho que tienen los emigrantes por pobreza, por razones politicas, de asilo, de refugio, de amnistfa. Derechos ante la tortura, de que se respete la persona, en especial de movimientos populares. En fin, Puebla aboga en las angustias del pueblo contra «la represién siste- mética o selectiva, acompafiada de delacién, violacién, apremios des- proporcionados, torturas, exilios» (P 23). ‘La causa de tales acciones no es el sadismo psicoldgico, sino que es «ptoducto de situaciones y estructuras econémicas, sociales y politicas que originan ese estado de pobreza» (P 19); pobreza, hambre que mo- viliza los pueblos a su liberacién. E. DusseL

Potrebbero piacerti anche