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GILBERTO FREYRE CASA-GRANDE Y SENZALA Kae = PROLOGO “nuestra maxima tarea deberia ser el combate contra todas las formas de pensa- amiento reaccionario”. ANTONIO CANDIDO GULBERTO FREYRE tiene una caracteristica con la que simpatizo mucho. Como yo, él se gusta terriblemente a si mismo. Sabotea “los elogios como si fueran bombones”. Siendo éste su modo natural de ser, se orquestdé en totno suyo un culto que preside feliz ¢ insaciable, A pesar de que es mds elogiado que nadie, es él quien més se clogia, comenzando sus libros con detalladas apreclacio- nes sobre sus grandezas y noticias circunstanciadas de cada asombro que va provocando por el mundo. Y¥ no necesitaba ser asi. Al fin de cuentas, no es sdlo Gilberto el que se admira. Todos Io admiramos. Algunos de nosotros superlativamente. El ma- yor estilista brasilefio nos dice con su estilo lo que ya de por si bastarfa para forzar nuestra admiracién. Mestre Anisio, el pensador mds agudo de este pais, nos pide que le anticipemos a Gilberto la grandeza que el futuro ha de reconocerle, porque todos nos convertimos en mas brasilefios con su obra, Fernando de Azevedo, hablando en nombre de !a sociclogia, casi repite a Ani- sio al decirnos que todos le debemos un poco de lo que somos y mucho de le que sabenros. Pero no es solamente eso. Es muche més, ditla Gilberto, y ejemplificaria: Barthes no se consuela de que Francia no tenga su intérprete gilbertiano para sus primeros siglos de formacién. Un tal Briggs, pasmado de asombro, nos dice que Casa-Grande y Senzala no sélo es una revelacién pata los brasilefios acerca de lo que ellos son, sino todo un triunfo universal. Una docta comisién no sé de qué Hega a afirmar que Gilberto ya guia a la hu- manidad entera en la brisqueda de un sentido y de un objetivo. Abro el prdlogo con estas palabras porque, aunque muy a disgusto, tengo que entrar en la comparsa de los alabadores. Gilberto Freyre ha escrito, sin dada, la obra mds importante de la cultura brasilefia. Efectivamenie, CG y $ es el més gtande de los libros brasilefios y el mds brasilefio de los libros que hemos escrito. ¢Por qué? Siempre me intrigd y atin me intriga que Gilberto Freyre, siendo tan reaccionatio en el plano politico —-en su tiltima declara- ix cidén llega a decir que la censura de prensa es, en general, beneficiosa y que en los Estados Unidos Ia censura es més tigurosa que en cualquier otro pais del mundo—, haya podido escribir ese libro generoso, tolerante, fuerte y bello. Creo que podriamos prescindir de cualquiera de nuestros ensayos y no- velas, aun cuando fuese lo mejor que hayamos escrito. Peto no pasatiamos sin CG y S sin ser diferentes. En cierta medida GF fundé Brasil en ef plano cultural tal como Cervantes lo hizo con Espafia, Camoens con Portugal, Tolstoi con Rusia, Sartre con Francia. Es cierto que hubo, en nuestro caso coma en los deméas, algunos gestos antes —el Aleijadinho, entre unos po- cos—, otros después —Brasilia, de Oscar—, pero, sin lugar a dudas, entre ellos est4 el de Gilberto. ¢Por qué? Casa-Grande y Senzala es una hazafia de la cultura brasiletia. Después de todo esto debemos, quizds, repetir que asi fue vista, por otra parte, desde los dias de su aparicién. Jorge Amado nos habla de eso muy expresivamente. Para él la legada de CG » S fue una explosion de deslumbramiento. Desde algunos afios antes, observa, venian surgiendo las primeras novelas regio- nales que buseaban laboriosamente restablecer la verdad acerca de la vida social brasilefia, falsificada por la literatura tradicionalista. Pero un libro de estudios de Brasil, que fuera legible, bien escrito como Case-Grande y Senzala, era una cosa nunca vista. Para Jorge Amado, sin embargo, lo mds sorprendente era ver surgir en ese medio provinciano que tecitaba a Bilac y detestaba a Portinari, a un hombre de estudios universitarios en el extran- jero que frecuentaba los candomblés, gustaba de la buena comida bahiana y conocia la cachaza fina. Un hombre avido de vivir y de refr, que sentia placer en admirar y gusto en alabar. El nos ensefiaba, dice Jorge Amado que sélo viviendo se puede aprender la ciencia de los libros. Astrogildo Pereira, el principal critico marxista de letras y de ideas, se- fiala que Casa-Grande y Senzala ocurrié en 1933 como algo explosivo, insé- lito, realmente nuevo, rompiendo afios y afios de rutina y repeticiones. Sus principales novedades serfan: fa de un libra de ciencias escrito en un len- guaje literaria de acento inusitado, en un lenguaje atrevidamente nuevo pero muy nuestro; un libro que daba categoria literaria a muchas palabras vulga- ves; y, sobre todo, un libra que tenia como protagonista central no a los hé- roes oficiales sino ala masa anénima, Es verdad que no todos fueron elogios en aquellos dias de deslumbra- tmiento y maravilla. ¥ no podia serlo porque el vigor mismo y sobre todo el estilo acre de CG » S§ provocd en mucha gente verdaderas crisis de exaspera- cién. Principalmente por las expresiones consideradas desde siempre como aroseras, obscenas, irreverentes y muchas otras cosas tenidas como negativas. Es comprensible que fuera as{ para un piblico lector acostumbrado a la po- bre lengua que se escribfa entonces en Brasil, y habituado a alabar y a tomar en serio a Hiteratos académicos tan bobos como vetustos. Estas incompatibi- lidades ofendian y rasgufaban sensibilidades académicas e hirieron a mu- chas almas bien formadas. No podia ser de otro modo si en un pasaje GF x nos ilustra sobre la mala costumbre portuguesa de jurar —por los pendejos de la Virgen. En otra, habla de picotear, antigua costumbre brasilefia de in- tercambio de esposas entre los amigos. En ambos casos, por supuesto, siem- pre asentado en la mejor documentacidn. Lo cierto es que a mi y a todos CG y 5 nos ensefid muchas cosas que ne- cesitamos comenzar a enumerar. Principalmente nos ensefid a reconciliatnos con nuestra ascendencia lusitana y negra, de la que todos nos avergonzdba- mos un poco; a él le debemos haber comenzado a aceptar como dignifican- te antepasado a ese pueblo al que nos acostumbramos a vet e identificar con el inmigrante que hacia de burro de carga, empujando carritos de feria o el comerciante ptdspero y mezquino en que se transfiguraba después de enriquecerse. A Gilberto le debemos, sobre todo, el haber aprendido a reco- nocer en la cara de cada uno de nosotros o en la de nuestros tos y primos —-si no con orgullo, al menos con tranquilidad—, una bocaza carnosa, cabe- Nos ensortijados o esas fornidas narizotas de indiscutible procedencia afri- cana y servil. Frente a esta evidencia la cuestién que se plantea es saber cOmo pudo el nifio hidalgo de Ios Freyre, ef muchachito angléfilo de Recife, el mozo elitista que viaja a los Estados Unidos queriendo convertirse en protestante para ser més norteamericano, el oficial de gabinete de un gobernador reaccio- nario, cémo pudo, aparentemente tan poco apto para esta hazafia, engendrar la visién amplia y bella de la vida colonial brasilefia que es CG y S. El he- cho es asombroso, pero como es innegable tenemos que convivir con él y explicatlo o por lo menos, si es posible, comprenderlo. Para empezar debemos darnos cuenta de que a la postura aristocratica y derechista no corresponde necesariamente una inteligencia corta de las co- sas, una sensibilidad embotada de las vivencias. La inteligencia y la ilustra- cién, al igual que la finesse, son otros tantos atributos de Ja riqueza y de la hidalguia, como fa belleza de las damas y los buenos modos de los damos. Lo cierto es que el hidalgote GF ayudé como nadie a que Brasil tomara conciencia de sus cualidades, principalmente de las nobles, a veces con de- masiado pintoresqnismo, pero viéndolas siempre como cosas enttafiablerente nuestras, como carne de nuestra carne, vinieran de donde viniesen. Tal vez también por esto Gilberto ha ayudado como nadie a Brasil a aceptarse tal cual es, sin vergiienza de sus origenes, reconociendo sus aptitudes para me- jorar en el futuro todo fo humano. A Gilberto le agrada decir que es un escritor situado en el tiempo y en el espacio aun cuando pueda descubrir el pasado y el futuro y pasear por toda la tierba. Asi es efectivamente. Escribe sobre su casa sefiorial en el ba- trio de los Apipucos, en Recife, como un nieto de sefiores de ingenio, un blanco seguro de su hidalguia; ast como Euclides —la observacién es de Gil- berto— escribe como un amerindio, un cabocio, Gilberto escribié como un neo-lusitano, coma un dominador. Ninguno de Jos dos es tan sdlo una cosa u otra, bien lo sabemos. Pero ésas son las figuras que asumen, con las que am- bos se hermanan y se identifican. Sus libros son elogios de ellas. XE Me apresuro a seiialar sin embargo, que es muy dificil generalizar sobre Gilberto. Cada vez que nos parece haberlo atrapado en la red se nos escapa por los agujeros como si fuera wna jalea. Es asi como, abandonando mi ante. rior generalizaciéa, tengo aqui, dos lineas mds adelante, que rectificarla, que sombreatla: Gilberto, en realidad, ni siquiera es el viejo sabio de Apipucos, ni es nadie porque, como Macunaima, él es todas nosotros. Tal vez sea ése su rasgo més caracter{stico y en esto reside su gran deuda con la anttopo- logia. Ser antropdlogo le permitié a Gilberto salir de si sin dejar de ser é mismo para ingresar al coro de Jos otros y ver el mundo con los ojos de ellos. Se trata de un caso de apropiacién del otro en una operacién parecida a la posesién meditimnica. En esa capacidad mimética de ser muchos, sin dejar de ser él, es donde se asienta el secreto que le permitid escribir Casa- Grande y Senzala, A través de sus centenares de paginas, Gilberto es sucesi- vamente seforial, blanco, cristiano, adulto, maduro, sin dejar de ser lo opues- to en los siguientes pasos, al vestirse o sentirse esclavo, hereje, indio, nifio, mujer, afeminado. Las dualidades no se agotan alli sino que se extienden en las de padre-e-hijo, sefior-y-esclavo, mujer-y-marido, devoto-y-santo, civi- lizado-y-salvaje, que Gilberto va encarnando para mostrarse al derecho y al revés, pdgina tras pagina, linea tras linea, T EL ESCRITOR GrrBerTo FReyRE inicia Casa-Grande y Senzaia diciendo sencillamente: en octubre de 1930 me acurrid la aventura del exilie, A partir de esta afirma- cién insdlita en un libro de esa clase, deja escapar, aparentemente sin inten- cién, que en Lisboa se familiarizé no sdlo con las bibliotecas, archivos y mu- seos sino también con fos sabores nuevos del vino Oporto, det bacalao y de los duces que dej6 con nostalgia. Esta es una buena muestra de su manera personalisima, oblicua y hasta mimosa de actuar como cientifico, afirman- dose al mismo tiempo como escritor literario, ;¥ qué escritor! Y es siempre el escritor, el estilista, quien dirige lo escrito. Casi siempre con fidelidad a la ciencia, tensando y trabajando el lenguaje pata obligarlo a servir al contenido, pero vigilindolo mucho mds de lo que se permitirfa cualquier escritor que fueta simplemente ensayista o tan sdlo cientifico. Es cierto que muchas veces el lector atento queda con la impresién de que se lo engafia, como sucede cuando Gilberto decide demostrar sus tesis mediante la negacién, como en el siguiente caso: No es que el portugués se hubiera XII encontrado en ef 1500 con nua raza de gente débil y blanda, incapaz de un esfuerza mayor gue el de cazar pajaritos con arco y flecha. Nada de eso. La sospecha de una treta aumenta mds atin cuando, en el calor de lz ar- gumentacién, decide concederle al negro cualidades y defectos que podrian azribuirsele igualmente al indio. Asf es cuando presenta al lector, encandi- lado por su estilo pirotécnico, un indio que se muere de nostalgia, o envuelto en una tristera de introvertido, y un negro pleno de energia joven, firme, vigorosa y exuberante de extroversién y vivacidad, ¢Quién sirve a quién en ese festival del estilo? En algunos pasajes —detasiados, para los pru- dentes— los largos parrafos de Gilberto Freyre saltan como chispas, ilumi- nando paginas de depurado anidlisis, o amenizando razonamientos sutilmente elaborados, A veces es puta coqueteria del escritor, quien, incapaz de resis- tirse al pellizcén de su ptopio demonio artistico, interrumpe la frase severa para pedir: perdone el lector los muchos e inevitables Go. * iQué escritor luso-brasilefio no se sintié torturado por la cacofonfa de esos inevitables fo, tan caracteristicos de nuestto idioma? En otra parte GF califica de brasilei- rinba da silva ** a la arquitectura de las casas grandes. Aqui, probablemente, el cardcter dudoso del juicio —Portugal estd Ileno de magnificas casonas rurales con galerfas, en el mismo estilo y de mejor calidad, ademas de mu- cho més antiguas— es lo que hace afirmar eso a Gilberto con tanto énfasis y gtacia. No es seguro que esta forma de componer se justifique mucho en el terreno de la ciencia, pero no hay ninguna duda de que es excelente en el terreno literario. Lo que irtita a muchos ctiticos y molesta a otros tantos es justamente esa calidad literaria de los textos: son las concesiones que el hombre de cien- cia hace al escritor, pocas veces de manera traicionera, pero siempre con el efecto extravagante de tratat las cuestiones més serias del modo mds di- vertido. Después de trabajar laboriosamente, no es taro que logre dar contorno y color, catdeter ¢ individualided a sus tipos y figuras, pero en muchos pa- sajes exagera, se excede, fantasca con una liberalidad artistica que ningin escritor mistico se permitiria. Al presentar al protagonista central de CG y S, el colonizador lusitano, GF comienza con un tono suave, contrast4ndolo con Jos otros dos impetialistas, contempordneos suyos. Ei lusitano seria un es- paftal sin el ardor guerrero ni la ortodoxia; un inglés sin las duras lineas puritanas, La cosa es que signe avanzando, vivaz, oponiendo Ja marca his- torica siniestta que la Jeyenda negra le impuso al espatiol, ia mala y triste fama que gané el portugués, de inepto, estépide, salaz. Gilberto contintia contrastando ja imagen vertical, austera, quijotesca, brava, y basta angulo- samente gética del castellano, con la figura horizontal del portugués, acha- tada, redonda, lena de gordura, Concluye el esbozo diciendo del Insitano que es buidizo y rastrero: un don Juan de senzala. * La silaba final ao corresponds al dw espaiiol, pero es mas frecuente aan su uso el TT. eo el idioma portugués.— N. *© Expresién equivalente a brasilenisima, tipica del Brasil— N-. del T, XL Pero Gilberto Freyre no se detiene ahi en sus libertades. Avanza riendo, bromeando, con un gracejo de negrito que desconcierta al lector brasilefio acostumbrado a la pobre dieta de la esctitura retérica y sosa que se lela en- tonces como literaria, Algunos perfiles por él trazados son primorosas cari- catutas de figuras vetustas: del filésofo Faria Brito, tan alabado por la de- techa catélica, Gilberto escribe que al fracasar en la politica republicana se refugid, con su frac negro y sus bigotes tristes, en las indagaciones de la fila- sofia, Jamas una biograffa dird tanto y retratard tan bien al pobre fildsofo, Protestando por Ja falta, en Brasil, de diarios, cartas, autobiografias, confesiones y otros documentos personales tan abundantes en el mundo in. glés, GF apunta, primero, que ef confesionario absorbid los secretos persona- les y de familia, anulando en los hombres, y principalmente en las mujeres, este deseo de revelarse a los demas... Después se consuela, no metédico o circunspecto como hatia otro, pero con evidente tono de burla, diciendo: ex compensacin, la Inquisicion abrié sobre nuestra vida intima de la era colo- nial, sobre las alcobas con camas, que en general parecen haber sido de cue- ro, crujiendo bajo las presiones de los adulterios y de los furiosos coitos; sobre los aposentos y los cuartos de santos; sobre las relaciones de blancos con esclavas— su ojo enorme, indagador, ¢Cémo no advertir el gozo del autor en tales parrafos y al mismo tiempo el gusto literario, el buen gusto de esos textos? Es verdad que toda la esencia cientifica de semejantes afirmaciones po- dria ser comunicada severa y friamente siguiendo el gusto de tantos ensa- yistas desabridos y tontos. Pero una reduccién semejante mataria en Gil- berto lo que Jo hace asi y lo que lo mantendrd vivo en la cultura brasilefia, que es su talento de escritor. Incluso creo que no existe precedente de nin- gin estudicso que haya rechazado tan vehementemente como Gilberto lo que todos consideran el lenguaje apropiado, la terminologia especializada, la expresién adecuada, o sea ese parlar sombrio y solemne, generalmente pe- sadisimo, que los cientificos escriben, 0 a lo sumo esa lengua elegante, ima- ginativa, discretamente poética que algunos de ellos usan en algunos textos muy especiales. Gilberto, empero, va mucho mds allé de tado eso, escribiendo con un lenguaje capaz de estremecer incluso a sensibilidades literarias. No es por nada que muchos han dicho que su libro, de tan burdo, seria més por- nografia que sociologia; otros protestaron diciendo que tal descuido de len- guaje no estaba de acuerdo con los proclamados propésitos de respetabili- dad intelectual, Lo cierto es que GF se empecina en ritmos disolutos, en arcaismos pre- ciosos que PLANICIE > =z _ NORDESTE 2 > FLORESTA TROPICAL Areas culturales de América. Grafico basado en A. L. Kroeber. ‘os}d Opungas jap wuyyg ‘pZans0y7 oluedby yep apuei®-esey te WvaNwt fa vies OLNIWIAYS «2 OF YINVIS (Oonawyn wid } VYO3NYON OHNIONS OG ZONWYED-¥WS¥D ‘omd opungas jap weld ‘e%emsopy oruadal [ep apuesd-ssey audi ee mer E OLN ANI AYd sb OF WIN Id loonawyn wid) WOINYON GHNGONZ Cd FON¥YO-YSW> eet i f Azevedo Amaral, op. cit. @0 Hastdria da Colontzacio Portuguesa do Brasil, Intceduccién, I, pag. 315. 81 Morais Sarmento, Dom Pedro I ¢ sa Epoca, Porto, 1924. 62 Ordenacaes Filipinas, L. V., tie. Hi. 63 Mendes Correia, A mova Antropalogta Criminal, Porto, 1931. 44 Gama Barros, op. ¢ét., Il. Fragmento citado por Mendes Correia, op. eat. 45 Mendes Correia, op. eit. En el estudio del ilustre antrapélogo se cican otros asiladas privilegiados: Monforte de Rio Livre, Segura, Nondal, Marvio, Miranda, Penha, Garcia y Caminha, que fue “asilado de maritimes huidos”. 86 Carta de Duarte Coelho al Rey en Histdria da Colonizacdo Portuguesa do Brasil, cit. . 8? Jornal de Timon, Obras de Joao Francisco Lisboa, edicién de Luis Carlos Pe- reisa de Castro y Dr. A. Henriques Leal, Sac Luis do Maranhao, 1864. 88 Paulo Prado, Retrate do Brasil, Sao Paulo, 1928. 89 Paula Prado, op. cif. 70 Paulo Prado, op. cit. 71 Roy Nash, The Conquest of Brazil, cit, 72 Bl clericalismo de los padres de la Compaiia chocé con la Oligarquia que se formé en Pernambuco en torno de la figura de Duarte Coelho y de su cunado, el pa- triarca Jerénimo de Albuquerque. Choed también con el patriarcalismo de Ramalho, 73 Manuel Bomfim, O Brasil na América, Rio de Janeiro, 1929. 74 Oliveira Viana, Evolucdéo do povo brasileiro, Sic Paulo, 1933. En uno de los estudios criticos publicados en su libro Cobra de Vidrio, So Paulo, 1944, el Sr. Sérgio Buacque de Holanda dice respecto al autor dei presente ensayo, es decir, respecto a sus @ 87 puntos de vista en relacién con la colonizacién agratia del Brasil por los portugueses: “Cuando el autor (de Cara-Grande e Senzala) critica, por ejemplo, al Sr. Sérgio Millies, por la afirmacién de que el pottugués no se aficionaba mucho al trabajo de la derta, pienso que la razén estd con el Sr. Sétgio Millie, no con el Sr. Gilberto Freyre (‘'Pan- lusismo”, Cobra de Vidrio, p. 74). Creemos que la “afirmacién” a que se refiere el Sr, Sérgio Buarque de Holanda es fa alusién hecha en nota al trabajo Uma cultura ameacada: luso-brasileire, Recife, 1940, bag. 82: “El autor no cree que el desapego al “trabajo duro de la tierra” por parie del colonizador portugués haya sido completo en el Brasil, ni que, establecido (como hecho) ese desapego absolute, esté demostrado el ningun gusto del colonizador por- tugués del Brasil por el trabajo lento, cucinario, constructor. Ese gusto existid junto con el espirira de aventura. Y la explicacién racial, en el sentido biolégico de “racial”, no le parece al autor una explicacién adecuada, ni Para cse ni para ningun hecho de naturaleza principalmente social y culeural’, Sobre el asunto véase también nuestro Cantinente e Hba, conferencia leida en Porte Alegre en 1940, Rio, 1943. La verdad cs que presentando en ese ensayo, que data de 1933, al pormgués como al primero cnere los colonizadores modernos en desplazar la base de Ja colonizacién tropical de ta pura “extraccién de riqueza mineral, vegetal o animal” a la “creacién local de riqueza"’, siempre tuvimos el cuidado de acentuar que riqueza fue la creada por ellos en el Brasil, “a costa dei trabajo esclave, cocada, por tanto, de aquella perversién del instinto cconémico que desvié temprano al portugués de producir valotes para explorarlos, transportarlos o adquirirlos” (pags. 104-105). Es mas: “muchos de Ios colonos que aqui se convirticron en grandes Propietarios ryrales no sentian ningati amor por Ia tierra ni gusto por su cultive™ (pag. 116). La relacién de! desamor del portugués (cambién en Portugal y principalmente en el Brasil) por la tierra, el cultivo, el trabajo agricola (tal como ese trabajo ha sido estima- do en otros paises}, con el sistema econémico ¢ industrial de ia esclavitad, nos parece evidente. Esa relacian la percibio, aunque vagamentc, C, A. Taunay al observar, a co- Mmienzos del siglo XIX, que debido al Pequena mimero de coionos portugueses dispues- tos en el Brasil a los “oficios manuales, no sélo de minerfa y agricultura, sino de casi todas las profesiones, como las del servicio urbano”, esos oficios y servicios pasaron 3 ser desempefados y prestados pot esclavos “tesultands de all una inveterada costumbre, una opinion casi invencible, en cuanto al deshonor del trabajo manual, particularmente del campo ..", Manual do Agricultor Brasileiro, Rio de Janeiro, 1839, pgs. 125-126 Casi lo mismo venia sucediendo, segan cl mismo observadar, con emigzantes de orres paises, admitidos en cl Brasil desde 1808: “Vienen negociantes, artistas, administra- dores, oficiales de oficios, jefes de establecimientos, pero ninguna o muy pocos jorna- ieros para la agrieultuta, mineria y otros rudos servicios manuales”’, pap. 127. Asi, la presencia de esos otros curopcos no habia producido hasta mil ochocicntos treinta y tan tos “resultados excensivos para modificar el sistema de produccién", C. A, Taunay, en- tretanto, admitia el relative éxito en la agricultura de algunos grupos de colonos cu- ropeds introducides al Brasil por el gobierno portugues y despucs por el brasileno, y aqui localizados; destaquemos el hecho despreciado por tal obscrvador, cn dceas menos oprimidas o menes direcramente influidas por cl sistema de produccién y de trabajo do- minante, que cra fa esclavitud. CA. Taunay, por otra parte, no deseaca ere hecho significative: el de que los nativos de las Azores, tanto en su tierra de ofigen como en sus principales drcas de colonizacion en el Brasil, hombres mas libres que otros porns guescs de ja influencia del trabajo csclavo, fucran en América buenos colonas de tipo agrario y pastoril, en cuyos descendientes se desarrollaria mayor amor a la tierra y al trabajo y a la vida de campo que cn Ja mayoria de los descendientes de grandes sehures de esclaves, por un lado, y de esclavos, por atro, También segun el criterio bajo cl cual hemos procurade, desde 1953, en este en- sayO y en otras trabajos, estudiar el proceso y las condiciones de la colonizacién portu- guesa del Brasil, por tanto tiempo y atin hoy objeto de gencralizaciones que coinciden cn presenrar al colonizador lusirano como incapaz de iniciativa o esfucrzo agricola, véanse los estudios de Péricles Madurcira de Pinho, Ferdamentos de Organizacdo Corporativa das Profissoes Rurais, Rio, 1941; Vitor Viana, Formarijo Econdmica do Brasil, Rio, 1922, Almir de Andrade, Formacao da Sociologea Brasileira, Rio, 1941; Luis Sousa Go- ines, 4 Evolucdo Ecomémica do Brasil e seus Principai; Patores, Rio, 1941; y Afonso Arinos de Melo Franco, Sintere da Histéria Econémica do Bras, Rio, 1938. Retirién- dose a !a divergencia de criterios entre otros autores y el mio, inclusive cl Sr. Sérgio 88 Buarque de Holanda, escribe el Sr. P. Madureisa de Pinho: “Nos parece que la divergen- cia nada tiene de esencial y lo que pretende Gilberto Freyre es apenas resaltar qué no fue absolueo el desapego del porcugués a la agriculeara” (Fandamentos de la Organiza cidn Corporativa de tas Profesiones Ruvales, at. pag. 9). A tal punto no fue absoluro que los portugueses fundaron én el Brasil, sobre bases principalmente agrarias, la ma- yor civilizacién moderna de los tdpicos, volviéndose también labradores nocables en otras partes de América. Fn cuanto al Se. Luis de Sousa Gomes, concuerda con Vitor Viana en qué los por- tugueses y sus descendientes en el Brasil, “desanimados por la riqueza facil’, tuvieron que “tratar de ta explotacién, del cultivo de la tierra y de fa extraccidn de maderas. Len- tamente evolucioné la colonizaciéa en los primeros ticmpos, pero ya a mediados del siglo XVII, Adam Smith podia decic que el Brasil, con sus 600.000 habicantes, era la colonia mis populosa de América. Y ¢s que los aventurcros, les que aqui venian a bus- car fortuna en las piedras preciosas y el oro, penetraban cn el sertén profundamente iban sin querer colonizande”. Basado principalmente en Vitor Viana, el Sr. Luis Sousa Gomes piensa que ef portugués en el Brasil “vencié por el trabajo y !a renacidad™ (La Evelucion Econdmica def Brasil y ss principales factores, cit, pags. 8-9). Sc pucde admitir que cf portugués en cl Brasil hizo agriculruca como Mr. Jourdain hacia prosa; pero la verdad ¢s que aqui se desenvolvié con ci negro y 1a mujer india como elementos auxiliares, constitmyendo una considerable organizacién agraria. 73 Carta de Américo Vespucio, cit, por Capistrano de Abreu, O Descobrimento do Brasil, Rio de Jancira, 1922. 76"[ ..] tierra [ ..] muy Mena de grandes arboles dc punta a punta {.. ] aguas {.. ] sin fin". Carta de Pero o Pedro Vaz de Caminha, publicada por Manuel Aires de Casal, Coragrafia Brasiliea, 2" edician, temo I, pag. 19, Rio de Janeiro, 1845 Alberto Rangel, Ramos e Perspectives, Ris, 1914. En su O Homen ¢ 0 Brejo, Rio de Janeiro, 1945, el Sr. Alberto Ribeiro Lamego, en intecesantes paginas de catacterizacién del paisaje y de la formacién social de la subécea campesina, escribe: “Nada de pequefios rios [ -.]. Lo que tenemos en Campos es una vasta planici¢ de aluviones pantanosos”, (pag. 161). Habiendo escrito en pagina ante- rior acerca de la impertancia que reconoce tuvicran los rios pequefics en la formacién social del norte (area del axicar), de acuerdo con la sugestién aparccida en este en- sayo (1933) y cn nuestro Nordeste, Rio, 1937, pag. 45, y que merccié la arencién y ta aprobacién del gcdgrafo Picrre Monbeig: “Es cn esto, sobre toda, que la civilizacién azucareta del Norte dificre de la campista [...]. Toda la formacién de este gran mi- cleo meridional se dio exactamente sobre la planicic baja y marginal a um graa rio”, (pag. 160). Campos fue asi una de las excepcioncs del mapa que tal vez s¢ pueda trazar del Brasil para indicar las rclaciones de la organizacién agratio-patriarcal con los rios grandes y los pequenos. A nutstro modo de ver, en esas relaciones sobresalian como valores los rios pequefos y medios, en contraste con los grandes o enormes. Ese contraste puede ser observado cn Bahia encre el rio San Francisco, tio grande y casi hostil a la organizacién agracia y pacriaccal, y los rios medios y pequerios junto a los cuales mejor se desarrollé, alii como en otras partes del Brasil, la misma organizacion. Una viva impresiéo de ese contraste nos la transmite, sin preocupacién de generalizacién cientifica pero con gran conocimiento directo de las subareas bahianas, Durval Vieira de Aguiar, en sus Deserécoes Préticas da Provincia da Babia, Bahia, 1888. Y con criteria al_mismo tiempo cigntifico y practico, esta misma situacién cs descrita y analizada por Teodoro Sampaio en trabajo basado en notas de 1879 y pubticado por primera vez en el libro titulado O Reo Sado Francisco e a Chapada Diamantina, cn Bahia, en 1938. El logenicro Sampaio reconoce alli que el rio San Francisco es “un oasis en el desierco” por cl refugio oftecido « tas poblaciones asoladas por las sequias de los sertones desde Bahia hasta Ceara, desde Pernambuco hasta Piaui. Pero asi resume sus observacionés sobre cl estilo de vida de la mayor parte de Ja poblacién que conccié en 1879, instalada my precaria- mente a las margenes det clo: “No se ve agricultura alguna ni trabajo permanence [ ..). Las habitaciones son aqui pequenas y bajas debido a la falta de madera, empleandose por esta razén hasta el mendecars, ayo tronco mas grueso proporciona un tablado blan- co que s¢ aprovecha en puertas y en el pobre mobiliario utilizado. Todas Jas casas misan hacia las calles, donde ¢! comercio es frecuente y no rato, y estén distantes del rio a causa de Jas creciences”, {pag. 68). La misma precaricdad se observa en ja clase de eco- nomia y en cl tipo de habitacién que hasta hoy aparece en las margenes del Amazonas 89 y sus afluentes. Nadie retcaté mejor esa precariedad que Euclides da Cunha al fijar las cazacteristicas de] cauchero: “Ese vivir oscilante da a todo cuanto practica, en Ja tierra que desbasta y aborrece, un cardcter provisorio, desde la casa que conscruye en diez dias paca durar cinco anos, hasta las mas afeccuosas relaciones que a veces duran aifios y él desteuye en un dia” (Amazonia, A Margem da Histaria, Porto, 1909, pag. 95). De- bido a la agriculura inscalada a las orillas de los rics pequefios, que fue principalmente ta de las casas-grandes, fue posible desarrallar en cl Brasil sendiciones de relativa per- manencia. Anteponiendo la generalizacién cientifica a esas consideraciones de orden Frictico, Alberto Rangel escribe, en Jas vigorosas paginas de su ensayo Aspectos Gerais do Brasil (Rumos e Petspectivas, $0 Paulo, 1934), que “la vastisima regidn del Nordeste bra- silefia no ofrece nada ms valioso, desde el punto de vista hidrogrifico, que jos lagos ¥ lagunas de Pochi a Maceid, éstos depésitos inagorables del marisco surer#, el rio San Francisco, que 5 el rey de Ja hidrologia brasilefia, y el fronterizo y caso Parnaiba”, pagina 170). Alberto Rangel se refiete apenas a los “bravos riachos” dei Brasil otiental (pag. 171), sin fijarse en Ja importancia de los rios pequefios o medics junto a les cuales se hallaban cafaverales, ingenios de azicar ¥ Gasas-grandes que, con todos los defecios de su Organizacién econdémica y social, fueton la base menos precaria de la economia de la sociedad y Ia cultuca brasilerias del siglo XVI al XIX, la principal condicién para el desarroflo de caracteristicas nacionales o geacral del Brasil. Este fue, durante el mismo perfodo, expandide o ensanchado por los bandeirantes a través de los rios grandes del ceneto, asi como por los vaqueros y aventurcros, a cravés de los tios grandes del nordeste y los igarapés amazdnicos. Esfuerzo admirable e¢! de esos expansionistas, que cred, sin embargo, para el brasileno, les problemas de desajuste entre el drea econdémica y el area politica, sefialados por J. F. Normano (Brazil, a Study of Economics Types, Chapel Hill, 1935) y, posteriormente, por cl entonces coronel Inicio José Verfssima 1 Problemas do Reagrupamento das Nossas Pobulacoes, Politica, Sio Paulo, N% 2, 1945). Son pro- blemas que s6lo hoy hemos procurado estudiar y cuya solucion parece exigir, entre otros cuidados, el de ta substitucién en el fempo y cl espacio no sélo de la antigua casa. grande, civilizadora pero hoy arcaica, sino de la palboca, del mucambo y del barracto del cauchero por un tipo de casa pequena o media que, adoptando caracteristicas desarrolla- das por esas habitaciones pioneras en sighes de adaptacién de residencias del hombre agratio o del aventurero al medio trapical o subtropical, contribuya con otres elementos de cultura ya brasilefia a Ja extension del arca econémica del Brasil, hasta hacerla co- tresponder con su rea politica. 78 Pedro Dantas, “Perspectivas", Revista Nova, N° 4, Sdo Paulo, 1931. Sobre este asunto véase también J. F. Normano, Brazil, 2 Stedy of Economie Types, Chapel Hill, 1935, € Isaiah Bowman, The Pioneer Fringe, New York, 1931, En relacién con paisajes pioneras del Brasil que representan un como ajustamiento de la frontera econdmica a la frontera geogratica, véanse “A Paisagem do: Niicleo Colonial Barto de Antonina’ y otros estudios incluidos en la obra del profesor Pierre Monbeig, Exsaios de Geagrafia Humana Brasileira, Sig Paulo, 1940. 79 Sdo Paulo fue probablemente el nucleo brasiletio de peblacién mas coloreado de sangre semita. Pues no Iegaron hasta allé los tentaculos del Santo Oficio, que se fijara amenazadoramente sobre Bahia y Pernambuco, faltando tan sélo hacer jas hogueras. A esa circunstancia acostumbcaba acribuir Capistrano de Abreu, en conversaciones, segin nos informa Paulo Prado, su inmo y¥ constante amigo, el hecho de que Jos cristiancs nuevos lo tuvieran como su punto preferido. “De hecho, ningtin otro sitio poblade del tetritorio colonial ofrecia mayor acogida a la inmigracién judia”, escribe Paulo Prado en Pawlistica, 2a. edicién, Rio, 1934. ¥ agrega: “En Sao Paulo no los perseguia esc for. midable instrumento de la Inquisicién, que nunca lego a Ja Capitania del Sur". Sobre la infilteacién israelita en cl Brasil, léase el ensayo de Solidénio Leite Filho Os Judezs no Berasti, Rio de Janeiro, 1923. Sobre este asunto véase también el casi desconecida Essai Historique sur la Colonie de Surinam... le tout redigé sur des Piécas Auihentiques x Joustes & mis en Ordre par les Regens & Représentens de la dite Nation Juive Porte gaise, & Paramaribo, 1788, donde se dice que “ces Juifs done rencontrane au Brésil leurs fréres . .coux da Brésil éoient Ja plupart des gens de condition & trés versés dans Je commerce & I'agriculture . .” 80 Alberto Torres, O Problema Nacional Brasileira, cit. Véase también del mismo autor A Oxganizasia Nacional, Rio, 1914. 90 81 Azevedo Amaral, Exsaios Brastletros, cit. 82 Horace Say, Histoire des Relations Commerciates entre la France et le Brésl, Paris, 1839. 83 M. Bonfim, O Brasil na Histéria, Rio de Janeiro, 1931. 84 Para contcadecir Ja afirmacion de Euclides da Cunha, Bomfim s¢ basa en docu- mentos paulistas (testamentos, inventarios, egidos, etc.}, de grande y valiosa cantidad, cuya publicacién ordendé ef anciguo presidente del Estado de Sao Paulo, St. Washington Luis, y que sirvieron al profesor Aledneara Machado para organizar un libro tan intere- sante como ¢s su Vids ¢ Morte do Bandeirantes, Sio Paulo, 1930, como también sirvie- ton a Afonso Taunay para el estudio definitive de las banderas. Documentos pernam- bucanos minuciosamente examinados por nosotros en Ja seccidn de manuscritos de la Biblioteca Piblica del Estado y en Ja Coleccién del Instituto Arqueolégico, Histético y Geogratico de Pernambuco, confirman la impugnacién de M. Bonfim. Nos referimos 4 los libros de Sesmarias, donde estan registradas concesiones de tierras pernambucanas @ paulistas, per haber colaborado con los nuestros en “campatias concra los negros levan- tados de Palmares”. El caso de Jéao Pais de Mendonga Arraide y de su padre Cristdbal de Mendoca Actaide ‘Registro de Sermarias ¢ Datas de Terzas, 1689-1730, ms. na Bi- blioceca Publica del Estado de Pernambuco), y el de Pascoal Leite de Mendonga, “Capitio de Infanteria dos Pauliseas", a quien cl Capitan General de Pernambuco concede en 1702 “tes Ieguas de tierra en cuadras de las conquistadas a Palmares”, donde estuvo “el Ingenio de Cristobal Dias en fas riberas del Setuba" (Coleccién de manuseritos del Inst. Arq, His. y Geog. de Pernambuco). 85 El Padre Simao de Vasconcelos en su Cronica de Companhia de Jeius do Evado y de que Obsaram seus Filbos nesta Parte do Novo Mundo, pig. 41, 2a. edicidn, Rio, 1864, dice del Padre Leonardo Nunes que era tal [a prisa con que corria los lugares “que vinicron a ponerie por nombre, en la lengua del Brasil, “Abaté bebé’, esto es, “padre que vuela”. ¥ en la introduccién a ia misma crdnica, el Candénigo Fernandes Pinheiro escribe de los primeros misioneros que se dirfa tienen “resuelto el don de la abicuidad”. Varnhagen observa que, viajando continuamente, los misioneros fueron “es- tableciendo mas frecuencia en jas noticias y relaciones de unas villas con otras’. Sc puede generalizar diciendo que todos los padres del Brasil eran padres que vo- laban. Algunos de ellos, es cierto, viajando en mallas colgadas a espaldas de Jos tndios: eran éstos los que volaban, 86 Para Jodo Ribeiro, que ve sienypre tan clara ios hechos y cendencias de nuestro desarrollo histérico, en el Brasil el “‘pacticularismo local [ ..] se distingue f ..] por el espiritu superior de unionisme { ..}" (Histéria do Brasil, curso superior, Rio de Ja- neiro, 1900). Como dice M. Bonfim, ci mismo Euclides da Cunha se contradice en la idea de que el Brasil es una serie de “agrupamientos s¢parados entre si”, cuando descaca en Os Sertoer la imporcancia del sertancro, el mismo de las zonas septentrionales de Minas a Goias, a Piaui, a los extremos de Maranhio y Ceara, por el Occidente y Norte, y fas serranias de los labrantfos bahianos por el este. 37 HLM. Stephens, The Stary of Portugal, New York, 1891. Para un conocimien- to mas profunde det asunto, véase el trahajo de H. Schiffer, Gesebichie von Portsgal, Hamburgo, 18356-1854, del cual existe traduccién pormguesa. $8 H. Handelmann, Histéria do Brasil, trad, Rio, 1931. 89 Oliveira Lima, A Nova Lesitinia, en Historia da Colonizacan Portuguesa do Brasil, cit, [1 297. No creemos que la gente de origen anglosajén dominante en la formacion de los Estados Unidos haya revelado, o revele hoy, las mismas disposiciones confraternizadoras que el portuguds en el Brasil, en relacién con emigrantcs de otros origenes ¥ con sus respectivas culrucas. Por lo menos en telacién con los negros y los judios, y sus respec- tivas caltnras, ¢xceptuando ¢l aspecto ostensiblemente religioso, creemos que !a actitud portuguesa en el Brasil y desde el inicio de la colonizacién, fue més confrarernizadora que la de los angloamericanos. Entre éstos, sdlo recicntemente esta siendo admitido el pluralismo de cultura por los individuos o grupos de visién mds amplia ¢ ideas mas avanzadas, al lado del verdadero amerieanismo, durante mucho tiempo rigidamente unio- nista) Uno de los mas autorizades estudiosos de! asunte pregunta, en un ensayo socio- légico: “May it nor be thac in our zeal to make the many ‘one’ we have given undue emphasis to the oneness of American life and culture and have failed to recognize or appreciate adequately the contributions of the ‘many’?”. (Francis Brown, “The Con- teibution of the Immigrant”, en Our Racial and National Minoritées, org. por Francis 91 J. Brown y Joseph Slabey Roucek, New York, 1957, pag. 758). Lo que entre los an- gloamericanos es tcoria reciente ("a new theory”), como destaca el profesar E, George Payne en la misma obra, en cstudio tieulado “Education and Cultural Pluralism”), en fa América portuguesa es una vieja practica en la que se revela que Ja xenofobia qunca fue casgo sobresalicnte del caraceer portugués. Sobre este asunto véase nuestra O Mundo qte o Portugués Criow, Rio, 1940. 80 Véase Riwer von Schiffer, Brasiliea als Unabhaengiges Reich, Altona, 1824. Esa como cuarentena de herejes es referida y comentada por Tristao de Ataide, “En 1813 se indagaba sobre las creencias’ retigiosas y cl pasaporte. Hoy se indaga sobre el pasa. porte, el cquipaje, las creencias polfticas, las coseumbres Privadas, el estado de salud (Estudios, 1* serie, Rio, 1927). Acerca de los frailes y padres que velaban en los puertos por la ortodoxia catélica de Ia colonia, a veces con una suavidad que falta a los moder fos inspectores de salud y funcionarios de policia de inmigracion, ver también “Certain Notes of the Voyage to Brazil with the Minion of London {.- ] in the Year 1580 Written by Thomas Grigs Purser of the Same Ship", en The Principal Navigations Voyages Traffiques & Discoveries of the English Nation { ..} by Richard Hakluyr, vol. VII, pag. 13-44, Londres, 1927. "1 Pedro de Azevedo, Of Primeiros Donatdrios, Histéria da Colonizagio Portuguesa do Brasil, cit., III, pég. 194. 42 En el Brasil, el inerédulo Fusrel de Cou'anges, todavia mas que cn Francia, después de la Revolucién dividida en dos, la negra y Ja roja, se sentiria cn el deber de ser catdélico por nacionalismo. Ora fue la actitud de Oliveira lima, quien, a falza de on ideal religieso mas ardiente, se declaré una vez “catélico histérico”, 53 Esto sin contar [os numeroses colonos de otras partes de la Peninsela Ibérica, aqui confundidos con los de origen portugués, Entre ottos, los Buenos, Camargo, Aguirre, Lara y Ordofies, Freyte, Bonilha. Ni los colonos de origen hebreo incorporados a la comunidad catélica. *2 Silvio Romero, op. ett. % Alfredo Ellis Jinior, Raca de Gigantes, Sao Paulo, 1926 % Dailogos das Grandezes do Brasil, pag. 33, Ria de Jancico, 1930. En sugestive trabajo (Novos Ensaios, 2da. setie, Recife, 1945), Jodo Peretti destaca que Brandénic, ca sug Didlogos das Grandexas do Brasil, ya sugeria en el siglo XVI el desarrollo de la riqueza azucarera del Brasil, “fa moda de los mercadcres de Holanda, que se consti- tufan a su propio costo y gaste en sociedades, poniendo, unos mds ores menos, sein el mucho o poco dincre que tuvieran”, esto ¢s, acentia Jodo Perewi, por medio de “una Organizacién econdémica atin independiente del Estado”, pag. 86, Esa organizacién, de algtia modo, parece haber existido en el Brasil, formada Por ncgociantes judios, lo que tal vex se explique por las ventajas que aportaba a los plantadores de cana de azticar el hecho de haber tenido Pernambuco, en él siglo XVI, la “abundancia de judios” com- ptobada por Redolfo Garcia CIntraducio”, Primeira Visitacio do Santo Oficio en Per nambuco), Jodo Peretti y otres estudiosos de la cconom{a brasilenia durante aquel siglo, y “una mayor tolerancia por parte de los celadores de las creencias catélicas que en otras partes del Brasil” (Joao Peretti, op. cit., pag. 29). Debe notatse que para Joao Peretti, ef Bento Teixeira, autor de Prosopopéia, ol Pri- mer pocma compuesto cn él Brasil, habria sido una expresidn de vida sefinada o de Pasaviempo tempranamente creada cn el pais por una cconomia azucarera (“no es €] mismo Bento Teixeira implicado en tas “Demunciacies”, Barlién ¢ Outros Bnsaios, Recife 1941 y Novos Ensaios, 2da. Serie, Recife, 1945. 97 Se refiere el cronista (op. cit.) a frucas, Icgumbres y carne de buey. 98 F.P. Armitage, Diet and Race, Londres, 1922. E. ¥. McCollum y Nina Simmonds, The Newer Knowledge of Nutrition - The Use of Foods for the Preservation of Vitality and Health, New York, 1929. ®® Guenther, Das Anélitz Brastliens, cit. 100 En el interesante articulo “Fundamentos cicmtificos de la alimencacién racional en los climas calientes", Brasil Médico, Rio de Janeiro, afio XLV, N° 40, se ocupa del asunto el meédico Siaval Lins. Segin é!, el brasileao manticne un régimen alimenticio inadaptado al clima. “Abusa de los dulces [ ..} en pleno verano, cuando tede convida a defenderse det calor, abusa de platos grasientos y a veces también de bebidas alco- hdlicas [...] abusa de fos liquidos en las comidas, sin reparac que mientras mas bebe mas suda {.. ] gusta de comidas adobadas {.. ] casi no consume legumbres”, “Las eonsecuencias de tantos errores —agrega el higienista— se esta haciendo sentic desde 92 hace mucho tiempo. Nuesrras dientes son debiles y viven eatiados por falta de calcio, esto es, de vegetales .. Sufren también “la piel, los rifones, el estomago”. Sinval Lins destaca la “‘pereza post-alimenticia del brasilefto, atribuyéndola tanto a “aurointoxica- clon tesultante del abuso de nitrogenades o de la presién del vientre, tan banal entre nosottos por falta de vegetales y frutas en Ja alimentacién ..", “la fatiga de que tanta gente sé queja

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