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“Cómo me gustaría decir tu nombre y que todos sepan lo

que hiciste para que sientas vergüenza. Educado, buen


mozo y con dinero. Nada te faltaba. Sólo conciencia.”
………………………………………………………………………
Ayer regresó mi madre de ese
encuentro. Durante toda la
semana previa nos había
hablado con entusiasmo a mi
hermana y a mí de lo estupendo
que sería trabajar con aquel
político, pero por sobre todo
porque él había desafiado las
reglas de su partido por hacer
las cosas correctamente. Era la
esperanza de salir de este
víacrusis de desempleo.
Traía una cara que demostraba
todo su desengaño. Pero esta
mañana, sin querer, escuché
cuando le decía a mi hermana
–quien también está en busca
de trabajo- que no se haga
muchas ilusiones, porque
quizá para poder conseguir un
puesto le pedirían pagar el
derecho de pernada.
Como no sabía qué era eso, fui a
un ciber y en wiki hallé la
respuesta. Era la violación que
sufrían las mujeres –junto con los
varones impotentes ante el
ultraje- de permitir que los
señores feudales se acostaran
con ellas en la noche de bodas. Y
no era una cuestión meramente
sexual, era una forma de pisotear
la dignidad del pueblo, una forma
legal de pagar un tributo a los
degenerados de turno, un
avasallamiento a la institución del
matrimonio y a todos los valores
humanos.
¿Cómo era posible que esto
suceda en pleno siglo 21? ¿Qué
buscaría un hombre con una
mujer adulta, incluso con dos
hijos paridos? ¿Omnipotencia?
¿Saberse superior? ¿Disfrutar
con el hecho de rebajar a una
mujer? ¿No piensa en la familia
que está detrás de ella? ¿Y en la
suya? ¿Qué diría su esposa si
supiera de su comportamiento?
Seguro que no lo creería. Y como
de costumbre, culparían a la
mujer, en este caso a mi madre,
“por habérselo buscado”.
Pero mi madre sólo fue a procurar
una forma digna de mantener a su
familia. Y salió igual de pobre. O
no, salió aún más rica. Salió con la
frente en alto y quizá con un poco
menos de dinero porque tuvo que
pagar su pasaje para esa
tragicomedia. Pero no pagó el
“derecho” que le pedían. ¿No
pensó ese hombre en qué cara
pondría su madre o su hermana si
otro le hiciera esa misma
proposición?
Es evidente que no.
Son cosas de la política, digo. Total
todos hacen los mismo. Pero no.
No es cierto. Son unos pocos que
se aprovechan de su condición
para desatar su lascivia.

Hoy mi hermana también tiene una


entrevista de trabajo. Quizá los
patrones no sean como los
políticos y consiga el lugar que se
merece. Porque desde chica ella se
esforzó, por ejemplo, más que yo.
Sus notas siempre fueron
sobresalientes y en vez de salir a
fiestas se quedaba a estudiar, para
el día de mañana ser mejor. Eso
siempre le decía mamá, que “si
procurás vas a salir adelante”.
La esclavitud es cosa del
pasado, al igual que otras
bárbaras costumbres
impuestas a la fuerza por
los señores de turno.
Hoy no se puede concebir
este tipo de actitudes. No.
Hoy existen instituciones
que defienden a las
mujeres, a los niños, a los
indígenas … existe la
justicia para castigar a los
abusadores y a los que se
valen de su poder para
cometer ultrajes.
Anoche muy tarde regresó mi
hermana. Vino desarreglada y
eso me extrañó porque al salir
se había esmerado en su
aspecto.
Lloró toda la noche. Y cuando
vino mamá … lloraron juntas
hasta que se durmieron. Yo por
si acaso me escondí en la
cocina, pero las oía murmurar y
a mamá que le decía que este
mundo era de los cerdos.
¿Por qué habrá dicho eso? ¿Será que mi hermana
consiguió un trabajo de cuidadora de chanchos? No me
animo a preguntarle.

Me da miedo la respuesta.
¿CUÁNTAS CLASES DE PERNADAS AÚN SUBSISTEN?
-Al pagar una coima para que un compatriota cumpla con el
deber por el que ya se le paga y no realiza.
-Al estrangular el derecho de vida, de realización plena de
los compatriotas, a través de una economía supra egoísta.
-Al negar oportunidades a los jóvenes.
-Al acordar la suerte de los compatriotas entre cuatro
paredes.
-Al dejarse adular los gobernantes por los cortesanos que
los rodean, encegueciéndolos con falsedad.

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