Sei sulla pagina 1di 52
R. Schnackenburg, biblista de renombre internacional, ha dedicado toda su vida a la investigacién critica del nuevo testa- mento y de la figura historica de Jesus. En este libro da su respuesta personal a la pregunta por la actualidad del Hijo de Dios: Jestis es un amigo, un amigo para imi, para otros, para todos los humanos. En la primera parte del libro analiza criti- camente algunas imagenes actuales de la persona de Jestis: cfue Jesus un re- volucionario social, inspirador de la ac- tual lucha politica? gun moralista rigido, un eritico de fa religién convencional y, en consecuencia, reivindicador de los alejados de la Iglesia? cun esenio de ‘Qumran? gel producto de un mito? En la segunda parte del libro, presenta su vision y experiencia personal de la figura y la significacién permanente de desis. Biblioteca de Estudios Biblicos minor AMISTAD CON JESUS Rudolf Schnackenburg L ZR 2 > Zz ° 5 Biblioteca de Estudios Biblicos minor: 1 2 a 4 5 G. Swocker-, Schnelle Inroduccién ala exdgess del NT E Schweizer, Jes, pardbola de Dios BR. Schnaekenburg, Amistad con Jess G. SicckerI. Maier, Nuevo testamento~ Judatamo antigua Nocabulariogriego del nuevo testamento Rudolf Schnackenburg __AMISTAD | oss Ediciones Sigueme Salamanca 1998 ‘Tadujo Manuel Olasagasti Gaztelumendi sobre el original alemén Freundschaft mit Jesus © Verlag Herder, Freiburg im Breisgau, 1995 © Buiciones Sigueme, S.A., 1998 Apartado 332 - E-37080 Salamanca/Espaia ISBN: 84.301-1340-1 Depisito legal: S. 1085-1998 Printed in Spain Imprime: Graticas Varon, 8. Poligono Bt Montalvo - Salamanca 1998 Contenido Introduccién I DIVERSAS IMAGENES DE JESUS 1. Jesus revolucionari.. 2, Jesus esenio... 43, Jess crucificado, mas no resucitado a nueva vida 1 JESUS, NUESTRO AMIGO: UNA IMAGEN FASCINANTE 1. El regalo de la amistad. Estima de la amistad ‘Amistad con Jesis 23 29 39 4“ 33 ‘Amistad en lo cotidiano. 2 “Amistad en las persecuciones y sufrimientos an... 61 ‘Amistad con Jests en la enfermedad y Ia debilidad... 64 La amistad segain Juan y Pablo sence OF Suan Bautista seston 67 Los hermanos de Betania.. oe Paro y el disefpulo amado. o Marfa Magdalena, n Grupos de amistad en las comunidades josnicas .... 73. La amistad como unién con Cristo y en Cristo. 15 Jesis, ejemplo bumano 83 Pobreza Celibato Entrega Servicial nu ‘Duras palabras contra la ceguera y la resistencia... 92 ‘Mis que un modelo humano ... 94 La llamada a la opcion 7 5. Jest, best amigo nnn 103 Introduccién. Quin fue Jestis de Nazaret y qué es hoy para noso- tros, emo orienta nuestra vida y hacia qué meta nos leva, son preguntas que me han ocupado constante- ‘mente. Como cientffico he indagado primero el fend- meno hist6rico de Jests, he investigado sus dichos y hechos con arreglo a las normas estrictas del método hist6rico-critico, Este método no desemboca necesaria- ‘mente en la imagen de la dogmatica teol6gica de Jesis ‘como Hijo de Dios, mesfas y redentor que libré a los hombres del pecado y la muerte; pero la exploracién cientifica es obligada y conduce a una imagen critica y clarificadora de Jestis. Al mismo tiempo, el debate per- manente sobre la identidad de Jestis y su proyecto es irrenunciable para todos los que reflexionan sobre la fe, ya que es el modo de detectar y analizar nuevas fa- cetas en la persona de Jesucristo. Cuando preguntamos, mas alld de la problemética a, quién es Jesucristo hoy para nosotros, no ros referimos tanto al aspecto cognitivo, abordable in- telectualmente, como a la influencia que ejerce Jess en las almas y los corazones de los seres humanos. Por- ‘que hay diversas irradiaciones en la persona de Jest cristo: una irradiacién objetiva en el dmbito de la his- toria y de las ideas, hasta alcanzar Ia filosofia, la an- tropologta y la cosmologia; y una irradiacién subjetiva en la esfera del semtir y el querer y en la busqueda de sentido por el hombre individual. Los conocimientos objetivos y los sentimientos subjetivos conducirén fi- nalmente a un juicio global sobre Jesucristo y a una imagen de Jestis que cumpla los dos postulados: el erf- -o-racional y el emocional. Tal imagen mantendra el, {justo equilibrio entre la raz6n y Ia vivencia. Este breve escrito que he compuesto en mi fase de vejez y enfermedad se limita a recoger la irradiaciGn de Jesuctisto en la vivencia y el sentimiento humano, y va destinado especialmente a las generaciones mas jOve- nes, que tratan de formarse su propia imagen de Jests. Me pregunto cémo puede convertirse la imagen de Je- sueristo en una imagen atractiva, fascinante para nues- tra juventud. Miltiples encuentros y experiencias, en respuesta a cesta pregunta, me han persuadido de que es preciso acercarse a Jestis como amigo de los seres humanos, ‘como amigo personal de cada uno. La amistad es un Ambito de experiencias humanas polifacético, carzado de emotividad y basado en la frfa raz6n al mismo tiempo, y creo que también en el caso de Jestis podemos hablar de esa amistad con él, pode- ‘mos buscarla y encontrarla. Partiendo de esta posibili- 10 dad, considero Ia amistad con Jesis como un faro en el horizonte oscuro de nuestra época ero s6lo es posible definir a Jestis como amigo si distinguimos esta imagen de otras imagenes difundi- das; es lo que haremos en la primera parte del escrito. Una de esas imagenes, muy relevante hoy, es Ia de Je- siis erevolucionario». La idea de lo «revolucionario» en Jestis se ha modifieado mucho en Tos stimos dece- nios. Si antes se entendié esta faceta en sentido polf £0 0 incluso bélico, hoy se interpreta més en una linea social. Se destacan, para corroborarlo, sus principios morales subversivos, su critica de la cultura y, cabe afadir, de Ia Iglesia, a juzgar por sus ataques’a los uardianes religiosos y alos més fieles observantes de la ley judfa. Aungue los tiempos y las circunstancias han cambiado, hay actualmente situaciones en el cam- po religioso que hubieran provocado sin duda la ira de Jesés. Si se enfrent6 en su tiempo a.un judafsmo estre~ cho y esclerotizado, hoy se enfrentarfa a una Iglesia an- quilosada y ajena a la vida, que se ampara en su nom- bre, pero taiciona su intencién. Sobre este fondo se comprende la idea de un Jest «cevolucionario» que reclama una Iglesia diferente a actual y capaz de atraer a todos los eristianos que se ‘muestran eritcos con ella. Pero ese Jestis «revolucio- nario» es perfectamente compatible con la imagen de Jesis como amigo. ‘Una imagen dstintaofrecen los que ven a Jess tan préximo a la comunidad de Qumrén que parece ser un Imiembro oculto de esta secta judfa. Frente a ciertas pu- blicaciones sensacionalistas sobre el «esis esenion, u tendremos que examinar también esta imagen, aunque tno hay pruebas consistentes en favor de tal interpreta- cin y es evidente la diferencia entre el Jestis amigo de todos los humanos y el Jesis esenio. Esté, por iltimo, la tesis de Gerd Lidemann segtin la cual Jestis erucificado no resucit6; la ereencia en la resurreccién nacié de ciertas visiones de sus seguido- res. Esta tesis ha armado mucho revuelo; se trata de tuna idea que no es nueva, pero que parece plausible a muchos contemporéneos y puede destruir la relacién amistosa con Jestis. Estas tentativas de explicacién ra- cional no tocan el nticleo de nuestra relacién con Jests, sino que constituyen el escollo para esa relacién viva eon él que nosotros vamos a presentar desde la idea de amistad con Jests Después de acotar estas imagenes insuficientes, desarrollamos en la segunda parte del escrito el tema de la amistad con Tests a base de textos biblicos que permiten dibujar, como esperamos, una imagen fas- cinante de é1. Si leemos los pasajes biblicos donde Je- sis habla de amistad: amistad en Ia vida cotidiana, entre vecinos, en la mesa y en la fiesta, en situaciones apuradas, podemos contemplar diversos aspectos de la amistad, La amistad debe acreditarse también en las perseeu- ciones y en los suftimientos, y Jestis advierte a los dis- cipulos el destino de muerte que les aguarda en sinto- fa con su propia entrega de Ia vida, EI martrio es un hecho presente en todos los siglos, y Jess promete a los mantires participar en su vida junto a Dios. También cen la enfermedad y en la desgracia, la amistad con Je- 2 ss se convierte en una fuerza que supera toda amargu- 1a, el hastio de la vida y Ia desesperacién, Los escritos jodnicos representan una escuela singu- lar de amistad y de amor amistoso; por eso prestaremos una atenci6n especial a sus textos. Sobrepasan a veces cl dmbito de lo que lamamos amistad y se adentran en el pensamiento mistico. Jestis es aguf mucho mas que ‘un modelo humano; nos introduce a través de su amis- tad en Ia comunién con Dios, nos hace participar en la vvida divina. En Juan, como también en Pablo, ser amigo de Cris- to es «hacerse uno con» él, «un solo ser en» él, Esta ‘mensién mas profunda de la amistad que descubrimos por Ia infusién del Espfritu santo, emerge en nosotros cuando tomamos en serio la amistad que Cristo nos brinda, Recibimos la invitacién a trabar amistad con él, y hay que tener el valor de aceptarla para comprendet Ja profundidad y la dicha de la fe cristina. A eso quiere animar este pequeiio libro. 2B DIVERSAS IMAGENES DE JESUS Desde los comienzos del cristianismo, la pregunta «quién fue Jestis de Nazaret», el profeta aparecido en cl pequefio pafs de Palestina a principios de nuestra cera, que arrastré a grandes masas del pueblo judio, pe- 0 que encontré también fuerte resistencia én grupos es the Zealots, Manchester 1960). : _ Las arguments adiidos en Favor de eta tess son siempre os miro a expulsion de Tos merealres tempt, ua aclon vista de Tesi obvnment con tpoyo dens ttl, pars apoderase del tempo 9 prolamar con estate rebelon cons romano tatoos fas de low esctulos Simon Cane neo) ued tambien Judas carts onetn 9 se as en el prendiminto de ese ignas soe Gis, como Le 2, 0: qu no tnga d,s dasa mano y se ome una pada o ME 10,54 oo penis qu he vidos ema p en a ert no he Wenig sentra ar sin expadas Ls paar is refer tex interpreta esas enema, de enti Simbtic (et Le 12,513), como nstucelones dee tas de ess Steen gue fdas estas trdfones fs ton aba por lo change despes dl ata 1 24 C. —fecha de ta destruccién de Jerusalén por el empe- rador romano Tito— en una Ifnea apologético-pacifista ‘Todos estos argumentos han sido refutados hace tiempo, centre otros por O, Cullman en su libro «Jesis y los re- volucionarios de su tiempo» (Jesus und die Revolu- tionére seiner Zeit, Tubingen 1970), y por M. Hengel en «Fue Jesis revolucionario?» (War Jesus revolutiondr?, Stuttgart 1970). Esta tesis sobre una sublevacién vio- Tenta de los seguidores de Jestis 0 sobre una accién po- Iivica apenas es defendida hoy en la investigacién. Pero {no tuvo Jestis algo de revolucionario que lo lev6 a enfrentarse con los grupos dominantes del ju- dafsmo? No se puede negar que Jests critic duramen- te la prictica cultual de los sumos sacerdotes en el tem- plo de Jerusalén. Probablemente fue ésta a causa del proceso ante el sanedrin, Los sumos sacerdotes acusa- ron también a Jesis ante el tribunal romano de haber atacado el recinto del templo, custodiado por Roma. De este modo convertian la acusacién de profanador del templo en acusacién de rebelde politico empefiado en sacudir el yugo romano. Esta teorfa explica en forma plausible la condena de Jestis por la justicia romana (cf. cl trabajo de K. Muller, «Posibilidad y ejecucién de la pena capital en el proceso contra Jestis» [Méglichkeit und Vollzug jiddischer kapitalgerichtsbarkeit im Pro- zess gegen Jesus von Nazareth, en K, Kertelge, ed., Der Prozess gegen Jesus. Historische Riickfragen und theo- logische Deutung, Freiburg 1988]). A tenor de la mis- ‘ma, Jestis no era un rebelde politico, sino que fue acu- sado de tal por los sumos sacerdotes ante Pilato, quien Io hizo ejecutar finalmente como «tey de los judios». 25 La expulsién de los mercaderes del templo es una ciidn simblica, pero fue interpretada por los sumos sa- ccerdotes saduceos como un ataque contra el templo, 1o ue les dio ocasién para implicar a Jestis en un proceso ante la justicia romana. La actitud critica de Jestis ante cl templo constituye un rasgo de su conducta que cabe calificar, con ojos judfos, de «revolucionario», no en un sentido politico 0 militar sino religioso: Jestis se en- frent6 criticamente a los grupos judfos dominantes, con sus précticasrituales y su observancia estricta de la ley. No es casualidad que la imagen de un Jestis «revo- lucionario» haya resurgido en nuestro tiempo con las revueltas estudiantiles de 1968. El movimiento guerri- Hero en favor de los pobres, oprimidos y maltratados de América Latina implicé a muchos cristianos, entre ellos algunos sacerdotes que justificaban su colabora- cci6n invocando al evangelio. Ast, el sacerdote colom- biano Camilo Torres tomé las armas, fue suspendido por la Iglesia y perdié la vida el afio 1966 en un cchogue con las tropas gubernamentales. Su idea del ‘compromiso en favor de los oprimidos inclufa la lucha armada. Sin embargo, Jestis no predicé la violencia ni el asesinato; buscaba una liberacién no violenta, la via {que seguiré Mahatma Gandhi en la 6poca moderna. Sus motivos para rescatar a fa gente de su miseria eran de naturaleza religiosa, como lo serén también en Mahat- ‘ma Gandhi. Jestis esperaba la liberacién de las capas indigentes del pueblo por el poder de Dios, y se pre- sent6 con su mensaje sobre el futuro reino de Dios. Co- mo Zacarias en el «Benedictus», anuncié la liberacion 26 de Ia pobreza y las penalidades, pero sin violencia. ‘«Dios nos ha salvado de nuestros enemigos y de la ma- no de todas los que nos odian.... Nos ha concedido que, libres de temor, arrancados de Ia mano de los enemi- ‘205, le sirvamos con santidad y rectitud todos nuestros tas» (Le 1, 71-75). Hay un cierto tono «subversive» cen estas palabras, lo mismo que en el « Magnificat»: «Su braz0 interviene con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada» (Le 1, 51-53) Encontramos asf una Iinea que podemos calificar de revolucionaria: Jess no fue un rebelde politico sino un reformador social. Se pronuncié contra los potentados y los ricos, y quiso imponer un orden social diferente, zno con violencia sino por via de conviceién. Proclamé una revolucién de los corazones. Esta intencién apare~ ‘ce a menudo en el mensaje de Jestis, comenzando por las bienaventuranzas de los pobres y las malaventuran- zas de los ricos, y siguiendo con la dura invitacion a abandonarlo todo para imitar su conducta de humildad ¥ pobreza. Aunque estos textos son conocidos, solemos ‘desviar Ia atencién de ellos en lugar de asumitlos' ‘Jestis proclamé realmente una «opeién por los po- bres» y la «implanté en los corazones». La «opei6n por los pobres» ha pasado a primer plano con Ia teologia latinoamericana de la liberaci6n y demuestra que tam- bién en nuestro tiempo hay una fuerte demanda de un 1. CELL. SchotrofF-W. Stegemann,Jestis de Nazaret, espe +anza de los pobre, Salamanca 1981. 27 ‘nuevo orden econémico y social. Se tiende a buscar orientaciGn en el mensaje de Jestis. En este sentido yo estimo que la imagen de un Jestis «revolucionario» gue siendo hoy relevante, pero més en la esfera del ‘cambio social que en la del cambio politico. Una ojeada a Ia bibliografia permite observar tam- bign el intento de insertar a Jestis, como un revolucio- nario social, en las circunstancias de la época moderna, especialmente por parte del movimiento socialista. Al- gunos precursores de la liberacién de la clase trabajado- ra apostaron por esta imagen de Jests; asf Karl Kautzky, ‘que encontr6 un amplio eco entre los trabajadores, en el «proletariado», con su libro «Origenes y fundamentos del cristianismo» (Der Ursprung des Christentums, eine historische Untersuchung, Stuttgart 1908; tad. cast Salamanca 1974); y Max Maurenbrecher con su obra «De Nazaret al Gélgota» (Von Nazareth nach Golgotha, 1909). Estos libros promovieron en su tiempo la lucha de clases. Se trata de una revolucién inspirada en esis que ha perdido ya fuerza, debido en parte al desarrollo social y a la situacién de bienestar alcanzado por los tra- bajadores. Los problemas sociales, especialmente el pa- 10 en [os sitimos afios, siguen en pie; también persiste el contraste entre los que sirven y los que mandan, los ri cos y los pobres necesitados de apoyo. Asf, el Jest re- volucionario social es también un reto para la gente aburguesada de la Iglesia: estoy convencido de que mu- ‘chos siguen percibiendo la voz de Testis que acusa a los ricos ¢ invita a los pobres. Es el trasfondo de nuestro tema «esis, amigo mio y amigo de todos los hombres». 28 2. Jestis esenio En Jos ttimos aiios ha dado mucho que hablar la te sis de que Jesis estuvo relacionado con la comunidad csenia de Qumrén, mantuvo contactos con ella, com- partié sus ideas y persiguié unos objetivos similares a los de esa comunidad. De ello deriva una imagen de Je- sis muy diferente a la que nos presentan los evange- Tios. La tesis concluye que Jestis fue un personaje to- talmente distinto del que nos es familiar, y que su mo- vimiento en los inicios del cristianismo debe contem- plarse desde una nueva éptica ‘Tampoco esta tesis sobre «Jess esenio» es una no- vedad, Ya K. H. Venturini la defendié a su manera en la obra «Historia natural del gran profeta de Nazaret» (Natiirliche Geschichte des grossen Propheten von Na- zareth, 1800/1802). El aiio 1970, Johannes Lehmann despert6 gran interés con una serie radiofnica de la 29 Silddeutsche Rundfunk y con un debate en ta emisora de Ia Iglesia bajo el titulo «E! misterio del rabf J. [le- sish» (Das Geheimnis des Rabbi J.). Segin J. Leh- mann, el misterio del rabf J. (= Jest) se desvela una vez conocida su integracién en la comunidad esenia, «que inspiré su doctrina, Para fundamentar esta tesis, el autor recurrié a los escritos de Qumrin, ya publicados en su mayoria. Difundi6 sus ideas con el libro «Repor- taje sobre Jests. Protocolo de una falsificacin» (Je- sus-Report. Protokoll einer Verfalschung, Dusseldorf 1970). Estas ideas suscitaron polémicas como la que refleja el escrito «Rabi J. Un debate en torno al repor- taje de Lehmann sobre Jestis» (Rabbi J. Eine Ausein- andersetzung mit Johannes Lehmanns Jesus-Report, Warzburg 1970). Entonces logré impedir, junto con mis alumnos Karlheinz Miller y Gerhard Dautzenberg, que el error continuara propagandose como consecuen cia de esas interpretaciones de la figura de Jess. Sin embargo, veinte aftos después se ha repetido el juego, activado por la publicidad, a otro nivel y con mucha ‘mayor resonancia, Los periodistas Michael Baigent y Richard Leigh publicaron a principios de los afios 90, con gran apara- to propagandistico, Ia obra «estis, materia reservada. Los rollos de Qumran y la verdad sobre el cristianismo primitivos (Verschlusssache Jesus. Die Qumranrollen und die Wahrheit tiber das frithe Christentum, Min- cchen 1991), que pronto Ileg6a ser un bestseller en Ale- ‘mania, El libro iba a invalidar, en opinin de los auto- res, todos los conocimientos anteriores sobre Jess y 30 tendria el efecto de una carga explosiva; ademés, una cireunstancia externa como fue la publicacién de otros textos qumrénicos, entre ellos el rollo del templo halla- do en la cueva 11, y otros fragmentos més 0 menos ex- tensos, sirvieron de refuerzo a sus posiciones. Desde este trasfondo, los dos autores sostuvieron la tesis sen- sacionalista de que existfan unos textos de gran tras- cendencia que estaban retenidos por una conjura del ‘Vaticano (de ahi el titulo: «ests, materia reservada»); esos textos daban una imagen muy diferente del cris- tianismo primitivo. La utilizacién de los textos qumra- nicos tendria como consecuencia la necesidad de rees- cribir en forma nueva la historia de Jess y del cristia- rnismo primitivo. El libro aborda tres dreas temsticas: nuevas informaciones sobre los rolios de Qumran; des- ‘cubrimiento de una conjura en el Vaticano; una imagen revolucionaria de Tess, de Ia que da fe especialmente Pablo. Los autores invocan para sus tesis a Robert Ei- seman, profesor de California State University, que hhabfa publicado un libro con el titulo «El descubri- miento de los rollos del mar Muerto» (The Dead Sea Scrolls uncovered), donde presenta, traduce e interpre- ta cincuenta documentos capitales de los recientes ha azgos. Estos fragmentos demostraban, segtin los auto- res, el caracter protocristiano de todo el cuerpo textual dde Qumrén. La verdad es que todos los textos rezuma- ban la mentalidad de ese grupo judo, y no hay uno so- lo que se pueda explicar en linea cristiana. La «conjure» del Vaticano es una ridicula inven- ci6n, ya que los dominicos de Ia célebre Ecole Biblique et Archéologique de Jerusalén, objetos de sospecha, no 31 estaban en condiciones (ni querfan), en el Ambito de la investigacién internacional, para retener determinados textos supuestamente explosivos. La interpretaci6n de los textos que hacen los dos au- tores es también infundada. Por ejemplo, atribuyen un papel especial a Santiago, ef hermano del Seftor; Bai- ‘gent y Leigh lo identifican con el «maestro de justicia» ‘de Qumran y lo consideran como gufa del movimiento libertario judio. Suponen que este Santiago residfa en ‘Qumran y fue elevado a la dignidad de «anti sumo sa- cerdote», Afiaden que el sanedrin judto intents sofocar la sedici6n por la fuerza. Entonces aparecié en escena ‘un judfo Hamado Saulo, que pronto se percat6 de que Jos martirios solo servfan para reforzar el movimiento de liberacién. En vista de ello, Pablo fingié convertir- se y se infiltr6 en el grupo directivo, Con su interpreta- cidn de Jesis y de su muerte sacrificial lleg6 a crear luna nueva religidn. Las autoridades romanas se limita- ron a escenificar un arresto ficticio de Pablo. El cris- tianismo primitivo, por tanto, habfa sido un movimien- to revolucionario de liberacién que fue reinterpretado cn los evangelios. Hasta aqui, a grandes rasgos, la in- texpretacién de los dos autores Baigent y Leigh, que exponen asf otra variante de la génesis revolucionaria del cristianismo. ‘Todas estas posiciones han sido refutadas desde ha- ‘ce mucho tiempo. Se ha constatado que los textos qum- rnicos no son de origen cristiano, y que todas las iden- ficaciones de personajes del cristianismo primitivo ‘con personajes de Qumran son producto de la pura fan- tasia. Toda Ia trama viene a ser, como sefialé Klaus 32 Berger, profesor en Heidelberg, una novela policfaca ‘que transcurre en dos tiempos: el del cristianismo pri- mitivo y el de la conjura moderna. La tnica cuestién que cabe aclarar es el grado de afinidad que pueden te- ner los textos qumrénicos con los evangelios, y las si- militudes existentes entre la comunidad de Qumrén y el cristianismo primitivo. Un profundo conocedor de la poca, Joseph A. Fitzmyer, ha publicado un libro con el titulo «Qumran. La respuesta» (Qumran. Die Antwort, Stuttgart 1993). La obra «Jesus, Qumran y el Vaticano» Gesus, Qumran und der Vatikan, Giessen-Freiburg i Br. 1993), de Otto Betz, uno de los pioneros de la in- vestigacién alemana de Qumrén, y de su discfpulo Rai- ner Riesner, oftece también las aclaraciones necesa- rias. ‘Atin més delirante que Jesiis, materia reservada es €l libro de la profesora australiana Barbara Thiering, «estis de Qumrén, Su vida reescrita» (Jesus von Qum- ran. Sein Leben, neu geschrieben, Gitersioh 1993). La autora quiere demostrar que Jestis procedta de Ia co- ‘munidad de Qumarén y su vida adquirié un perfil total- mente distinto cuando fue narrada en el nuevo testa- mento. Especialmente imaginativa es su tesis de que Jestis no murié en la cruz; quedé desvanecido por una bbebida estupefaciente, pero las gentes de Qumran con- siguieron reanimarlo, Se habfa casado con Marfa Mag- dalena y tuvo una hija y dos hijos con ella; después de su reanimacién vivid unos teinta afios, se divorcié de su esposa y se cas6 con una griega llamada Lidia, ven- dedora de pirpura en Filipos, de la que hace mencién Hech 16, 14s. 33 Se trata de meras afirmaciones sin ninguna base do- cumental. La muerte aparente de Jestis —una «teor‘ay no del todo nueva— queda ya excluida por la autoridad de historiadores romanos que hablan de su ajusticia- miento. Las especulaciones de Ia sefiora Thiering sobre la supuesta relacién amorosa de Jestis con Marfa Mag- dalena, su separacién y nuevo casamiento con Lidia, reeogen otras cortientes acordes con el gusto actual. No deja de ser extratio que una editorial de prestigio pueda ofrecer este libro a sus lectores, Pero la disputa sobre el carécter esenio del movi- ‘miento jesuatico se da también entre investigadores se- rios, y esto me mueve a precisar mas la cuesti6n. Aun- que esta claro que Jestls no fue miembro de la comuni dad qumrénica, cabe preguntar si compartié algunas ideas afines. Hoy se presume incluso, de acuerdo con algunos hallazgos recientes, que determinados textos de Qumrén entraron a formar parte del nuevo testa. mento. {Cusndo surgieron los escritos de Qumran? ‘Suele datarse su origen en el espacio de tiempo que co- tre desde el siglo IW antes de Cristo hasta la destruc- cin de Qumran durante la guerra judta, el aho 68 d.C. Con tal supuesto es posible que algunos escritos qum- rénicos surgieran simulténeamente con los evangelios © sus precedentes. El papirdlogo espatiol O'Callaghan cree poder identificar 17 fragmentos con otros tantos textos del nuevo testamento; asf, 7Q 5 con Mc 6, 525, Segtin eso, el evangelio de Marcos aparecié pronto, en los aos 40. Pero la idemificacién de esos pequetios fragmentos es dudosa; lo tinico cierto es que no esté demostrado que los textos neotestamentarios dependan de los escritos de Qumrin. 34 Hay en cambio otra tesis més solida. ¢Hubo un barrio esenio en Jerusalén? Después de las excavacio- res arqueoldgicas efectuadas en la zona suroccidental de Jerusalén se creyé haber descubierto ese barrio cerca de la actual Basilica de 1a Dormicién de los be- nedictinos, préxima a lo que fue el cendculo segiin la tradicién. En favor de esta tesis se han pronunciado in- vestigadores catdlicos, el arqueslogo Bargil Pixner OSB y el exegeta Eugen Ruckstuhl. No excluyen que Jess hubiese celebrado 1a altima cena en este local ‘esenio y con el rito esenio. Entonces habria que modi- ficar el tiempo, el lugar y las circunstancias de la wlti- ma cena. La cronologia del proceso de Jestis y de la se- ‘mana de pasién tendria que ser asimismo diferente. En definitiva, no se puede negara posibilidad de un asen- tamiento esenio en Jerusalén; pero no se ha demostra- do su existencia. EI nuevo testamento contiene ciertas indicaciones ‘que cabe relacionar con los esenios. Hech 6, 7 refiere ‘que un gran niimero de sacerdotes acogié décilmente la fe; podria aludir a sacerdotes esenios convertidos a la fe de Cristo; pero también esto es incierto. La literatu- ra rabinica tampoco hace mencién de los esenios, sin duda porque después de la destruccién de Qumrén el afjo 68 d. C. no representaron nada para el judaismo, Sobre los esenios como grupo influyente en el judais- mo de la época sabemos algo a través del historiador judfo Flavio Josefo y de Plinio el Viejo, que en su Na- turalis Historia sefala que habyan vivido en la zona su- perior de En-Gedi, cerca del mar Muerto; el vocablo toponimico s6lo designa el asentamiento de Qumrén. 35 Por dltimo, el filésofo de la religin judfa Filén (ca. 25 .C. hasta 40 d. C.) dejé escrito algo sobre los esenios: se distingufan del resto del pueblo y llevaban una vida ascética, estrictamente reglamentada. Sobre contactos y rasgos afines del movimiento je~ sudtico con los esenios de Qumrén tuvo lugar un sim- posio en Graz el afio 1993, Walter Kirschliger, de Lu- cerna, especialista del nuevo testamento, abordé el te- ma «Qumran y los primeros cristianos». Lo que une a Ja comunidad qumrénica con Jesis es, a su juicio, el origen comiin en el judafsmo. Hubo en el judafsmo de la época diversas corrientes y grupos que coincidfan en el modo de entender la vida judfa, la ford y las prome- sas escatolégicas, pero con claras diferencias. Entre ellos estaban los fariseos, observantes estrictos de la ley; los saduceos, ficles 2 antiguas tradiciones; los ze- lotas, que aspiraban a una liberacién del yugo romano con recurso a Ia violencia; e israelitas de mentalidad sacerdotal, entre los cuales se contaba la comunidad de Qumrén con su adhesién al sacerdocio sadoquita. El ‘movimiento penitencial surgido con Juan Bautista re- presenta un cierto enlace con el movimiento jesudtico; pero Juan Bautista no puede ser adscrito plenamente a Ja comunidad de Qumran. EI bautismo para el perdén de los pecados administrado por é1 para evitar el casti- 10 de Dios diferta de los numerosos bafios de purifica- cidn que se practicaban en Qumran. Jess mantuvo una estrecha relaci6n con el predicador del Jordan, Io tuvo cen gran estima y se hizo bautizar por él; pero mares distancias con si mensaje sobre la llegada del reino de Dios. Los baiios de inmersi6n en Qunriin y sus égapes 36 rmuestran ciertas analogfas con el bautismo y Ia cena ‘eucaristica; pero se trata de ritos distintos. Tampoco hay que olvidar las diferencias entre Qumran, Jesds y 1a Iglesia primitiva. La principal es la diversa mentalidad de las personas que buscan Ia sal- vacién de Dios. Segin la regla comunitaria de 1QS 1, 9s, los miembros de la comunidad deben amar a todos los hijos de la luz y odiar a todos los hijos de las tini blas, dando a cada uno su merecido. Qumrin anuncia al Dios del castigo; Jestis, al Dios del amor y la mise- ricordia, que es salvador y amigo de todos los seres hu- manos. Un personaje importante en Qumrén es el llamado «maestro de justicia», enmarcado en medios sacerdota- les, al que cabe considerar como principal fundador de 1a comunidad de Qumran. Si comparamos lo que sabe- ‘mos de este «maestro de justicia» con la vida y obra de Jesdis, llama la atencién ‘una particularidad: fas nume- rosas curaciones de enfermos realizadas por Jests. Qumrén no admitia en la comunidad a invalidos o mu- tilados; reclamaba un pueblo puro y santo. Jestis se ‘ocupé de los miserables y los pecadores. «No necesitan ‘médico los sanos, sino los enfermos», dice (Me 2, 17). Hay muchas otras diferencias, referidas a la interpreta~ cidn de la ley y ala practica religiosa. No se puede afit- mar que en Qumrin todo fuese distinto, pero sf que cexisten tan notables diferencias entre este grupo judfo y el cristianismo, que no es posible equiparar ambos ‘movimientos religiosos. Si colocamos a Jestis en la re- ticula de los grupos religiosos judfos, queda patente lo propio y peculiar. El Jestis «esenio» es producto de una 37 cconsideracién hist6rica angosta y equivocada, y el mo- Vimiento jesuatico interpretado a su luz no concuerda con el cristianismo original atestiguado en los escritos del nuevo testamento. El contraste con Ia comunidad de Qumrén puede dejar més clara la vision de Jests, amigo nuestro y de todos los seres humanos. 38 3. Jestis crucificado, mas no resucitado a nueva vida Analicemos otra interpretacién de la persona de Je~ sucristo, muy difundida desde la ilustracién, virulenta ¥ que ha conmocionado siempre Ia fe hasta nuestro -mpo. Los partidarios de esta interpretacién afirman que no consta que el Jestis ajusticiado en la cruz resu- citara y se apareciera a los discfpulos. Reconocen que se trata de una creencia constatable en los primeros textos disponibles, pero que no resiste un examen his- t6rico ni un andlisis riguroso de los documentos. Esta critica racionalista puede encontrar eco todavia hoy, y destruir asf las bases de la fe eristiana, Porque la rest- rreccién de Jess es realmente el fundamento de la fe viva en Jesucristo, el Sefior muerto que después de re- sucitar vive de un modo nuevo, el que pudo decir: «Mi- rad que yo estoy con vosotros cada dia, hasta el fin del 39 mundo» (Mt 28, 20). El apéstol Pablo escribe alos co- tintios, reavios a aceptar la fe en su propia resurrec- cién: «Si no hay resurreccién de muertos, tampoco Cristo ha resucitado, y si Cristo no ha resucitado, en- tonces nuestra predicacién no tiene contenido, ni Vues- {ra fe tampoco» (1 Cor 15, 13s); y en otto pasaje: «Si los muertos no resucitan, tampoco ha resucitado Cris- to, y si Cristo no ha resucitado, vuestra fees ilusoria y segs con vuestros pecados» (15, 16s); 0: «Si solar mente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos os més desgraciados de os hombres» 5, 19). La fe en Ia resurreccién tiene una importancia exis- tencial para el cristiano. Tlumina la vida tercena y le da direccién, argumento y sentido. Si abandonamos esta fe, se rompe el vinculo entre nosotros y Jess. La resu- rreccién de Jess es el contenido nuclear de nuestra fe y la nota irrenuneiable de nuestra condicién cristiana. ero este artfculo de la fe ha sido siempre cuestionado desde Ia lustraci6n hasta hoy, Hace poco ha aparecido un libro de un tedlogo evangélico: Gerd Lidemann, «La resurreccidn de Jess. Historia, experiencia, teolo- sia» (Die Auferstehung Jesu. Historie, Erfahrung, Theo- logie, Stutigart 1994). El autor se propone investigar ‘de nuevo toda la problematica, en particular los testi monios del nuevo testamento, y Hega a esta conelu- sion: «Si el viernes santo acabé mudo y sumido en la oscuridad, y ala hoguera encendida por Jess siguis el frio glacial, no mucho después de la muerte del Macs- tro en Ia cruz y del regreso de los disefpulos a Galilea florecis inesperadamente una nueva primavera. No sa- 40 ‘bemos cudndo ocurri6 exactamente esto... Pero no mu- ‘cho después del viernes santo, Cefas vio y oy6 a Jess, vivo, y este suceso desat6 una reaccién en cadena» (p. 210). Asi, toda la fe pascual nace de una visin de Si- ‘mén Pedro que desencadena otras visiones. «La prime- ra vision de Cefas fue realmente ‘contagiosa’ y le si- guieron inmediatamente otras» (ibid.) Hay que reconocerle a G. Lildemann el extremo ri- gor y el sentido critico en todas las cuestiones que planican los textos del nuevo testament sobre la resu- rreccién de Jesis y sobre los testigos de esa resurrec- cin. También es comprensible que legue a la referida conclusién. Pero la reduccién de la fe pascual a unas visiones —aparte su explicacién concreta— resulta ofensiva para todos los que creen en Jesucristo, el cru- cificado y resucitado, Habra que ver ademés si todos Jos andlisis del autor en este libro (p. 50-208) son igualmente s6lidos y convincentes; por ejemplo, cl andlisis del anuncio de Ia resurreccign junto al sepulero vacfo (p. 141-153). Sin embargo, las dificultades hist6- ricas deben tomarse en serio. Parece, pues, que no que- da nada cierto, nada constatable hist6ricamente. S6lo la fe puede resolver los relatos oscuros que rayan en lo legendario o incluso contradictorio, Por eso precisamente sorprende mas el final de Ia ‘obra, Lidemann formula la pregunta: {podemos atin set cristianos? En su respuesta defiende la idea de que todas las explicaciones histéricas y teolégicas que se han ofrecido en favor de la resurreccién de Jess son «mera maniobra apologética frente a la historia» (p. 216). Sin embargo, cl autor no quiere, por eso, decit 4 adi6s ala fecristiana, y dice: «A Ia pregunta ‘podemos ain ser cristianos?" hay que contestar, felizmente, con un si» (p. 219). Se apoya en el hombre Jests que en- ccontramos y nos interpela en los evangelios. «El hom- bre Jestis es la fuerza objetiva que constituye el funda- mento permanente de las experiencias de un cristiano. Jestis prende, doblega, levanta y anima, me ama a tra- vés de todos los estratos de la tradici6n. Es el motivo ppara creer» (p. 220). La opeién de fe recae, pues, en el Jestis histérico, no en el Cristo resucitado. Esta conclusién suena bien, pero hay que preguntar ‘eémo podemos encontramos con este Cristo que sigue vivo: «Debemos atenemnos al Jestishist6rico, pero po- demos ereer que sigue ahora vivo junto a nosotros» (ibid.).¥ e6mo alcanzamos esta fe de que él esté jun- to a nosotros? Solo podemos hacerlo si creemos con la Islesia primitiva que el Jestis hist6rico pervive entre nosotros en virtud de su resurreccién y elevacion a Dios. Es una falsa alternativa la que se plantea en estos términos: adherirse al Jesishist6rico 0 adherirse al Re~ sucitado. Para los primeros cristianos, ambos estén un dos inseparablemente. Estaban convencidos de que gra- cias a la resurreccién de Jesds alcanzaban un acceso real, una verdadera comprensiGn del Jess que pas6 por lattierra. Por eso los discipulos, al bajar del monte de la transfiguracién, reciben la consigna de no contar a na- die lo que han visto «hasta que el Hijo del hombre ha- yaresucitado de la muerte» (Mc 9, 9). Una vez cumpl do el destino de Jestis, pueden hablar de lo que é! dijo hizo en la tierra. Solo es posible comprender ese des- tino si Dios resuct6 al «Hijo del hombre» crucificado. 2 Pero preguntemos atin més concretamente a prop6- sito de las tesis de G. Lildemann: ,qué decir de las «vi- siones> de Pedro y los otros testigos de la resurrec- ‘cin? Las «visiones» son el intento mis difundido de explicar en términos populares aquello que los relatos de «apariciones» atestiguan o describen como expe- riencia de los disefpulos 0 de las mujeres que fueron al sepulero (Marfa Magdalena). E! Resucitado se «mai fest6» (en griego, ophthe), expresién que puede signi- ficar «fue visto», «fue hecho visible» (por Dios) 0 «se hizo visible». Este hacerse visible se interpreta hoy co- ‘mo visi6n. La expresiOn «ver» al Resucitado es fre- evente en los textos Un 20, 18; 20, 6.23a; 1 Cor 9, 1); pero jen qué consistis ese «ver»? fue un ver fisico? {fueron intuiciones surgidas en cl alma (visiones psi- égenas) que permiten captar lo anhelado o ensofado con certeza interna, como realidad? fueron ensuefios nacidos de circunstancias externas o de reflexiones que se impusieron como experiencias realistas? El término «wvisién» es demasiado confuso y ambiguo para poder cexplicar el significado de las «apariciones» de Jest Fue un ver sui generis que los evangelistas tuvieron di- ficultad en expresar” Pero los te6logos eriticos hablan hace tiempo de «visiones» con una ingenuidad que deja intacta la pro- blemética de estas «visiones», Ya David Friedrich Strauss recurrié a esta explicacién en su obra Vida de Jestis (1835-1836). Afirma que frases como «ver» al 2. Para Ia cuestién de las visiones, cf. H. Kessler, La resu- rreciéin de Jesis, Salamanca 1989, 179-193. B Resucitado, «encontrarse con» él o «percibirlo» cons- tituyen un Tenguaje mitico, el ropaje pseudo-hist6rico de unas ideas del cristianismo primitivo, concretamen- te de la supervivencia y presencia de Jest. Para Ru- dolf Bultmann, que postulé resueltamente la desmito- logizacién, las experiencias de los discipulos descritas cen términos visionarios son mera «expresién del signi- ficado de la cruz». La interpretacién de Eugen Drewer- ‘mann, basada en la psicologta profunda, habla también de expresiones que brotan de los arquetipos del alma y que hay que entender simbdlicamente, Sefala que en cada ser humano hay un anhelo insaciable de supervi- vencia, como atestiguan las esperanzas y promesas de las diversas religiones, sobre todo en Egipto. Afiade que, dentro del cristianismo, esta fe tuvo expresién en la persona de Jesucristo. Los relatos neotestamentarios de apariciones son meras claves de ese anhelo del hom- bre por una vida eterna, es decir, expresiones cifradas de lo que nos dice la persona de Jess. Drewermann tiene fe en la superviveneia humana y por eso cree las palabras de Jestis; pero no postula la resurreccién cor- poral del Resucitado. Esto Io considera una leyenda, pero con una verdad de fondo: hay algo en nosotros que nos hace estar seguros de nuestra inmortalidad. Sf, los testimonios de los discipulos que creen haber visto vivo al Jess muerto pierden valor y quedan anu- lados, incluso son superfluos, porque eso que quieren atestiguar, la presencia constante de Jests, es indiscu- tible. G. Lildemann intenta despojar de su credibilidad histérica todos los relatos, incluidos los del sepulero “4 vacfo y Ia visita de las mujeres al sepulero, el encuen- tro de los discipulos de Ematis con el Resucitado, la aparicién de Jests a Pedro y todas las otras apaticis res, Lo que queda de estos relatos son las visiones de aquellos que segufan convencidos de Ia presencia de Jesiis, comenzando por Pedro. Sefiala, no obstante: ‘En este sumario hist6rico que hemos ofrecido de Ia ‘mds antigua creencia cristiana en la resurrecci6n, habra ue retocar sin duda algunos puntos. Esto obedece, no s6lo al material relativamente escaso que proporcionan las fuentes, sino también a la naturaleza de los sucesos mismos» (212). Pero Lildemann estima que no hay «la- ‘gunas» en los acontecimientos de la fe pascual profe- sada por el cristianismo primitivo, «El entusiasmo reli- zgioso se abre un camino que lleva en sf su propia dind- mica. El relato mas antiguo del cristianismo primitivo discurre de acuerdo con su propia l6gica...(ibid.). Esta explicacién de las apariciones del Resucitado como simples visiones parece tan natural y plausible que no podemos ocultar los efectos de este género de Publicaciones, Un Jestis que fue crucificado, pero que no resueit6 a nueva vida, ejerce gran atraccién en el hombre escéptico actual, de mentalidad objetiva y fria. Ahora bien todo el que estudie atentamente los testi- ‘monios neotestamentarios rechazaré esta explicacién porque no resiste un examen histérico-critico ni se ajusta ala imagen de Jesucristo que refleja todo el nue- vo testamento, Este es el momento de presentar otra imagen de Je~ sis, vélida también para nuestro tiempo y que explica Ia adhesi6n ininterrumpida a su persona en buena par- cy te del pueblo creyente, esa gran corriente de fe y de aaa T amor que ain perdura. Para ello desarrollaremos en la segunda parte una idea que se desprende tanto de la Ingen bstrca de Jesus com de su influencia JESUS, NUESTRO AMIGO: ore canto Tots, nero amigo, el amigo de eh Net touon oe sre humans UNA IMAGEN FASCINANTE 6 1, El regalo de la amistad La amistad es un don valioso que nos hace la vida Es una de las experiencias mas gratificantes y deseadas cen cada etapa de la existencia, Ya los nifios quieren ga- narse un amigo © amiga, quieren tener compafieros de juego con los que poder estar juntos, planear, discutir y emprender cosas. Las amistades de infancia pueden perdurar; se recuerdan alo largo de la vida. La amistad puede intensificarse en la juventud, pero también pue~ de cambiar. El chico se inclina hacia la chica, y vi versa, Nacen unas relaciones estrechas, los amigos de- sean estar juntos, busean la proximidad y el trato fnti- mo. La relacién con el otro sexo se refuerza y conduce muchas veces al amor juvenil. Apenas hay adolescen- tes que no quieran tener un amigo o amiga. En la edad adulta remiten quiebran muchas veces antiguas amis- tades, pero se anudan otras que pueden acompafiar to- dala vida. 9 La amistad, dentro de la variedad de sus formas, es algo maravilloso y grato. Las personas mayores se afe- tran a las amistades adquiridas en la vida, Las mantie- nen en medio de la oscuridad y Ia soledad. La amistad capacita al ser humano para la reciprocidad y la con- fianza, para abrirse a otras personas y patticipar en sus alegrias y sufrimientos, esperanzas y temores, Exitos y fracasos. La experiencia de la amisiad es una verdade- ra suerte. Estima de la amistad Los griegos son consideradas como el pueblo cli sico de la amistad, Fildsofos y poetas, compafieros de lucha y de mesa, alegres bebedores y graves interlocu- tores hacen grandes elogios de la amistad. La amistad satisface la demanda de felicidad y produce esa alegria pura que se eleva sobre la tierra, un «destello del Eli- seo». Los amigos quieren tenerlo todo en comiin, com- partir y vivir juntos. Estos aspectos asoman constante- ‘mente en la nocién griega de la amistad. La lengua hebrea carece de un vocablo propio para designar al «amigo»: habla del vecino, del cercano, de! ‘compatiero. Pero el antiguo testamento conoce también {a amistad homana. Un ejemplo relevante es la amistad entre David y Jonatén, hijo de Sati, que se describe en 1 Sam 18ss, El rey Saiil se enemist6 con David por en- vidia y celos, e intents liquidarlo; pero Jonatan apre- ciaba a David: «Hizo un pacto con David porque lo ‘queria como a si mismo» (18, 3). Alert6 a David sobre 50 las asechanzas del rey y hablé también con Sati en fa- vor de David. Cuando David tuvo que huir, Jonatén ‘cuids de su seguridad. Esta amistad muestra que entre amigos debe reinar la franqueza y la confianza. Algo parecido leemos de Moisés, con el que Dios hablaba en el periodo de reve- lacién «cara a cara, como hablan los hombres entre si» (Ex 33, 11); Ia traduceién griega dice: «como un hom- bre habla con su amigo». A medida que el pensamien- to y el sentimiento griegos penetran en Israel, aparece més la palabra «amistad». Asf, no es extrafio que el li- bro tardio del Eclesiastico haga un encendido elogio de Ta amistad. Un amigo fiel es apoyo seguro, cel que lo encuentra, encuentra un tesoro;, ‘un amigo fiel no tiene precio, no se puede ponderar su valor» . El parroco bapista Georgi P. Vin, pore. tudo duramente con todas familia, dijo alos jucces tn la declaracion final del proceso de 1966: tees no nos taen agu por ladroneso bandolros. Hoy, eo moc impo de Pilato, es acuxado Cristo el Redentor Immpera de nuevo la uri y el escanio, I calumny Ta prepotenca. Pero el calla y mira los peeaores Gon Infinite compaston». Leemos en el alegto final de un ingeniero on- denado a tres fos de trabjos forzados: No, no po. dis matar laf En vano intents encarclar 4 Crist. El unto desu pasion continia en nosowos,salvados por en venes eristanos de Siberia eseibfan los hema nosy hermanas de occident: «Slo hay un eilo azul inmensamente grande sobre nosotros sobre vosou, Un cielo donde est nuestro amigo Jest y donde pron: to'908encontaremos a sus pes Hasta ese enclentro en el ciclo, amigos!» (dela revista pro frambus, Co. lonia). 1a amistad con Jess durante e interminable peor do dearest trabajos foreados, de soledad te i sults or parte de los ateos, da ia fuerza necesara pa rarest, lacertea de unfo sobre la indiferenca el escamio Ta mofa, come observa también hoy en Tos lgares donde’ ya no queda ningon margen part 63 Cristo y la Iglesia. La amistad con Jestis sigue siendo una llama ardiente que despierta entusiasmo y arranca el compromiso por Ia causa de la fe, el servicio a los que sufren y Ia entrega de la propia persona Amistad con Jesis en la enfermedad y ta debilidad No son tan s6lo las adversidades y persecueiones externas las que exigen una amistad Fiel Con Jess as ta in entrega dela vida, sino también las enfermedades, sufrimientos y pruebas que padecemos a lo largo de huestra vida. Aqui es donde hay que demostrar nor- ‘malmente nuestra amistad con Jess, El que yace en el Techo de dolor, el que sient Ia amenaza de vn mal in- curable, se preguntard cémo seguir adelante, cuando y ‘smo lo llamaré Dios; preguntas obsesivas que lo ase- dian y ensombrecen su vida. Entonces, ademés de ge- mir y buscar la ayuda de Dios, podré disputar con él como Job: «Estoy hastiado de la vida; daté libre curso ‘las ques, desahoganda Ia amargura de mi alma, Pe- diré a Dios: no me condenes, hazme saber qué tienes contra min Job 10, 1-2). «No he de vivir por siempre: dgjame, que mis dfas son un soplo» 7. 16). Job lucha on los designios divinos, no concibe que Dios lo eas- tigue tan duramente a él, siempre tan justo y tan fiet servidor, A pesar de todo, se dablega fialmente ante el poder y la sabiduria de Dios. No encuentra respuesta al Surimiento de los justos. Pensamientos como los del paciente Job pueden asaltara cualquier persona visita 4a por el dolor y la enfermedad grave, y yo comprendo of que a veces se desee la muerte. Pero debemos decimos cen todas las pruebas: si Dios te mantiene en vida, es {que tiene sentido; sigue adelante y que se cumpla la vo- luntad de Dios, Pero jeémo podemos encontrar consuelo en los su- frimientos externos e internos? El nuevo testamento ros da la respuesta: también Jestis, el Hijo de Dios, acept6 el suftimientos, afirmé el camino de la cruz y dijo @ Dios en la hora de las mas densas tinieblas: ‘Aparta de mf este céliz! Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres ti» (Me 14, 36). Mirando al Padre (abba), aguanta el trance de la angustia mortal. Ya el ejemplo de Jess es un gran estimulo y un consuelo, porque Dios salvé al Crucificado y lo resuci- %6 a una nueva vida. Este pensamiento tan familiar nos iluminaré con nueva luz si vemos a Fests como un ami- 0 nuestro que nos acompafa en el camino del sufti- miento y Ia agonia. En los momentos de gran apuro y agobio puedo dirigirme a él y pedirle fuerza y confor- ‘midad, El esté cerca de nosotros y nos Hleva a través de toda la oscuridad y desesperacidn. Jess es un buen ‘amigo que nos comprende y conforta interiormente. iCuantas veces he vivido esto junto al lecho de una Persona creyente unida a Cristo! También es una gran ayuda la de aquellos que, movidos por la amistad con Jesiis, asisten hasta el final alos que sufren y agonizan, y les hacen sentir su cercania y amistad. Jests, mi ami- ‘go, es la ayuda en todas las situaciones humanas, espe- cialmente cuando uno no encuentra ya orientaci6n ni salida, 6 2. La amistad segtin Juan y Pablo El evangelio de Juan puede indicarnos cémo ve y valora Jests 1a amistad. El cuarto evangelista asumi6 la idea helenistica de amistad y la transfiri6 al 4mbito cristiano. Juan Bautista Jess lama una vez amigo a Juan Bautista, al que ‘acudié en un principio para hacerto testigo suyo. Sus rimeros discipulos procedtan del grupo de disefpulos de Juan, y aunque se produjo una disputa de éstos con tun judo a propésito del rito de purificacién, el Bautis- ta mantuvo desinteresadamente la amistad con Jestis, Se consider6 como el amigo que conduce a los hom- bres hacia Jests, recurriendo a la imagen del amigo del novio que presenta a éste la novia, El amigo se alegra o7 de que el novio haya encontrado a su novia —que agut es la comunidad de salvaci6n— Juan no es el mess, pero ayuda a reunir la comunidad de salvaci6n, Ahora {que los hombres acuden a Jest, su gozo es grande. Ca- mina detras de Jess, el mesias, y puede alegrarsesin- ceramente de su éxito. Dice con humildad: «A él toca ‘rece, a mi menguar» (3, 30). Jess aprecié sobremanera esta amistad del Bautis- ta, como lo confirma un dicho de la fuente de los gia «03s digo que de los nacidos de mujer ninguno es més ‘grande que Juan, aunque el més pequefio en el reino de Dios es mis grande que éb> (Mt II, 11 / Le 7, 28) Los hermanos de Betania La amistad nace del amor. Un lazo de amor unié a Jesils con los hermanos que vivian en Betania, cerca de Jerusalén, en cuya casa Jesis se hospedaba a menudo. Jestis era muy amigo de Marta, de su hermana y de Lazaro» (Jn 11, 5). Cuando Lézaro enfermé gravemen- te, las hermanas Io hicieron saber a Jests: «Sefior, tu amigo estd enfermo>. Parece al pronto extrafio que Je- stis no acuda presuroso al lecho de dolor de Lézaro y se demore «dos dias donde estaba» (11, 6). Entretanto muere Lézaro. El comportamiento de Jestis apenas puede explicarse si no es diciendo que se propone rea- lizar un milagro aén mayor con su amigo: una resu- rrecei6n, Jests dice: «Esta enfermedad no es de muer- te, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glotificado por ella» (11, 4), 68 La resurreccién de Lézaro, al margen de cémo se explique, constituye para Juan una prueba del poder de Jestis sobre la muerte, un hecho profundamente simbé- lico. Jestis Hora ante el sepulero de Létzaro, y los judi ‘os comentan: «{Mirad cuanto lo queria!» (11, 35s). La istoria narrada muy gréficamente, incluso dramética- ‘mente, es una manifestaciGn del poder de Jess para dar vida, no s6lo vida fisica sino etema y divina, que sobrevive a la muerte, Es significative que esta ma- nifestacién se haga a unos hermanos de Betania que creen y aman. Marta es la creyente que acoge con fe profunda las palabras de Jestis; Marfa, la amante deso- Jada que lamenta la muerte de su hermano (11, 33); L&- zaro, la persona en quien se realiza el milagro de la re- surreceién, simbolo de la plenitud de vida. Pero el mi- agro es también un signo del amor de Jest a los tres hermanos. En la uncién posterior de Betania, Maria se ‘comporta come la amante que wnge a Jest con wn per fume de mucho valor, anticipando el rito del sepelio (12, 1-8). Las diversas tradiciones sobre los hermanos de Betania se condensan en una historia de amistad y amor de Jestis. La fe y el amor son las premisas para una amistad verdadera y profunda, Pedro y el discipulo amado La amistad con Jess puede adoptar diversas for- mas, como indica la relacin de Jestis con dos personas, relevantes en el evangelio de Juan: Simén Pedro y el «disefpulo preferido de Jess». Pedro, uno de los pri- 6 meros clegidos por Jests, quiere darlo todo por él, in- ‘cluso la vida (13, 37); pero se engafia al no tener en cuenta su debilidad humana. En Ta hora de la prueba niega a Jesis tres veces (18, 178.25-27). Con esta es- cena previa a la pasion hay que comparar aquella otra que transcurre después de la resurreccién de Jests: cuando el Resucitado se aparece junto al lago de Ge- nesaret, pregunta al diseipulo: «Simén, hijo de Jonés, {ume amas mas que éstos?». Pedro responde: «Sefio, td Sabes que te quiero». Jestis repite la pregunta dos veces mas. Pedro se entristece porque Jestis Ie pregunta por tercera vez si le quiere (21, 17). Recuerda su negacién, pero siente también que Jestis lo perdona y sigue brin- ‘déndole su amor. Jests le anuncia el futuro: «Cuando eras joven, ti mismo te cefiias ¢ ibas adonde querias; ppero cuando llegues a viejo, extenderds tus manos y otro te cefiiré y te Hevard adonde td no quieras» (21, 18). El evangelista hace notar que Jess aludfa asf a la ‘muerte con que iba a glorificar a Dios. Esta relacién del apéstol Pedro con Jesis refleja una historia conmovedora de amistad con Jests. La voca- cién del discipulo principal puede fracasar por la debi- lidad del hombre Pedro. Pero Jestis no lo deja caer. Al final confirma a Pedro en su ministerio: «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (21, 15-17). Jests ratifica su amor y amistad al discfpulo que le habia si- do infiel. El otro discipulo, cuyo nombre silencia el evange- lista, «el discipulo preferido de Jestis», es probable- mente un hombre de Jerusalén que presencié la cruci~ fixign y muerte de Jess (19, 34), Parece que su amis- 70 tad con Jess no se rompi6 nunca. Era el confidente, el ue en la ltima cena se apoy6 en el pecho de Jesis (13, 21; 21, 20) y al que éste confi6 un secreto. Este discpulo preferido fue probablemente el dirigente de todo el citculo joénico. Fue una amistad profunda ii ciada por Jests, a Ia que hizo honor el disefpulo. Los dos amigos de Jest, Pedro y el discipulo amado, ocu- pan un puesto a su lado, y cada uno es Hamado a un servicio especial. El discipulo preferido por Jestis es para la comunidad joénica el prototipo del diseipulo amante, el amigo inguebrantable al que Jess se confi, Hay diversas clases de amistad: una amistad que se manifesta en la plena coincidencia con el amigo, hay otra amistad que eonoce tensiones, pero se manticne. A la primera forma de amistad hay que asignar la relacin del diseipulo amado con Jests; y ala segunda, la rela- ign conflictiva de Pedro. Jestis acept6 a ambos en su diversidad. La amistad con Jesis es una escuela de amor. Aunque Pedro sélo llegé a creer en el Resucita- do con posterioridad, su amor a Jess no es menos pro- fundo. En la aparicién junto al lago, cuando Pedro oye decir al discipulo amado «es el Sefior», se despojé de su tinica exterior y salt6 al agua para alcanzar al Sefior 1,7). El relato contiene otras ideas subyacentes, sobre 1o- do para la comunidad de disetpulos que reconocen al Resucitado por el milagro de la pesca y comen luego com él, Pero en estas narraciones cargadas de simbolis- ‘mo, Pedro y el discipulo amado tienen su propio papel El grupo de amigos de Jest se organiza y pasa a ser la comunidad josnica 7 Marfa Magdalena Hay otro personaje con especial relevancia en los, episodios de pascua: Marfa Magdalena. Es la gran amante que permanece junto a la cruz con otras muje- res (19, 25) y despues de la muerte de Jests no quiere separarse de su Sefior. Busca el cadver de Jests y, al no encontrarlo, va corriendo adonde estn Simén Pedro y el discipulo amado y les refiere consternada que se han Hevado del sepulero al Sefior (20, 1s). Mientras los discfpulos «se volvian a casa», Marfa Magdalena , y a ague- los que los acogian. Diotrefes atacaba duramente al -eanciano» y expulsaba de la comunidad a sus amigos G In 10). BI eanciano» anima a Gayo a seguit ejer- ciendo la hospitalidad con los misioneros itinerantes A final de la carta habla de los amigos que le eran fie~ les, «Te saludan los amigos. Saluda a los amigos uno por uno» (3 Jn 15). ” La amistad entre hermanos de fe parece algo obvi pero no siempre es una realidad. Los verdaderos ami {208 estén unidos y apoyan a todos los que necesitan su ayuda, Su accién debe estar regida por las enseftanzas de Jestis. También en la Iglesia actual hay servidores estrechos de miras; pero la magnanimidad y el amor pa- ra con todos son la sefial de que se ha comprendido bien la misién y el mensaje de Jests. Es tradiciGn que Jess censuré a los discfpulos por impedir a alguien expulsar ‘demonios en su nombre. Jesis les dijo: «No se lo impi- déis, porque nadie que haga un milagro usando mi nombre puede a continuacién hablar mal de mf. Pues el {que no esté contra nosotros, esté por nosotros» (Mc 9, 38-40). Este dicho puede valer como un principio ecu- ‘ménico. Jess aprucba todo lo que sea hacer el bien. En las comunidades jodnicas, Ia amistad con Jess ppasa a ser una amistad personal. El autor espera poder ver pronto a los amigos y hablar «cara a cara» con ellos. La amistad con Cristo lleva a la amistad recfpro- ca. Asf, el exegeta Jurgen Roloff, en su nueva e impre- sionante obra «La Iglesia en el nuevo testamento» (Die Kirche im Neuen Testament, Gottingen 1993), titula significativamente la seccién josnica «la comunidad de Tos amigos de Jesis» La amistad como unién con Cristo y en Cristo EI que quiera entender Ia amistad con Jestis en su ddimensién més profunda debe asimilar un pensamiento ‘que aparece tanto en Pablo como en Juan: Ia amistad 5 con Jess es una unién interna con el Cristo paciente y resucitado y una adhesin al Espiritu santo que nos es infundido y nos hace hijos de Dios. Pablo sabe que los suftimientos aceptados por servi a Cristo le hacen par- ticipar existencialmente en su pasién y muerte. «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos, aporados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero ino nos rematan; pa- seamos continuamente en nuestro cuerpo el suplicio de Jests, para que también la vida de Jests se transparen- teen nuestro cuerpo» (2 Cor 4, 8-10). En los apuros, persecuciones y sufrimientos Pablo s¢ hace uno con Jesis, que tuvo que recorrer el camino {gpero de Ia cruz. Pero se ve implicado en este sufri- ‘miento con Cristo para participar también en su rest rreccién. «Quiero conocerle a él el poder de su rest rrecci6n y Ia comunién en sus padecimientos; reprodu- cir en mi su muerte» Fp 3, 10), Se ha hablado de «mistica de Ia pasion» a propésito de esta unin con Cristo en el sufrimiento, «Mistica» es un concepto ambiguo y oscuro, pero expresa la unin mas intima y vivencial con Cristo, el amigo pre- sente y vivo del alma. Nos fundimos en cierto modo con este amigo, de suerte gue su sentir se hace nuestro, ¥ nuestro sentir, suyo. No todos los amigos de Jesu: cristo alcanzan este grado; para ello hay que pasar por las vicisitudes y graves vejaciones que el apéstol Pablo describe a menudo en sus eatdlogos de sufrimientos. Pablo estuvo a menudo en prisidn, fue apaleado, corrié peligros de muerte. «Cinco veces recibt de los judios 6 los euarenta azotes menos uno, tres veces he sido apa- leado; una vez me han apedreado, he tenido tres nau- fragios y pasé una noche y un dfa en el agua» (2 Cor 11, 23-25). El que participa en la pasién y muerte de Jess obtiene la fuerza necesaria para soportar estas dduras pruebas. Todos podemos aleanzar en alguna me~ dida este «hacerse uno» con Cristo y su destino, ‘«Hacerse uno con» Cristo equivale a «ser en» Cris- to, Pablo dice a este respecto: «Con Cristo quedé cruci ficado y ya no vivo yo, vive en mi Cristo; y mi vivir hu- ‘mano de ahora es un vivir de la fe en el Hijo de Dios, ‘que me amé y se entreg6 por mf» (Gal 2, 19s). EI Apés- tol se sabe amado personalmente por Cristo, que se en- ‘eg6 por él. Si preguntamos cémo es posible hacerse uno con Cristo y en Cristo, Ia respuesta viene del Espf- fitu santo. «El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones por el Espirit santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5). Al estar seguros del amor de Dios, logramos ‘una nueva relacién con Dios, nuestro Padre. Llegamos ‘set hijos suyos y nos liberamos de toda servidumbre. Pero jcémo alcanzamos esta relacién filial y esta conciencia de nuestra filiacién? Por medio del Espiritu santo que clama en nosotros: «jAbba, Padre!» (Gal 4, 6), Esta voz del Espiritu en nosotros To entiende Pablo en sentido realista: «Recibisteis un Espiritu que os ha- ce hijos y que nos permite gritar: ;Abba! Padre! Ese ‘mismo Espiritu le asegura a nuestro espfritu que somos hijos de Dios» (Rom 8, 15s). Sélo en la oracién pode- ‘mos llegar a estas experiencia del Espiritu, En la oracién personal y comunitaria podemos per- cibir la presencia del Espiritu. Pero a personas como 7 nosotros, tan distrafdos por las preocupaciones cotidia- znas y por pensamientos incontfolables, la oracién im- pregnada por el Espiritu no nos resulta nada fécil, Pa- blo también lo sabe: «Nosotros no sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir, pero el Espiritu en perso- nna intercede por nosotros con gemidos sin palabras, Y Dios, que escruta los corazones, conoce Ia intencién del Espfritu, porque éste intercede por los consagrados ‘como Dios quiere» (Rom 8, 263). Son experiencias de ‘oracién que Pablo mismo hizo y con las que quiere ani- mar a todos los cristianos a orar debidamente, Para ello ¢ preciso crecr en el Espiritu que mora en nuestros co- razones y completa lo que falta a nuestra oracién. ‘Nuestra oracién es como un gemido, pero un gemido que el Espiritu santo acoge y que Dios comprende, El espfritu humano y el Espiritu divino se unen en un len- uaje inteligible para el Dios que eseruta los corazo- hes, aunque slo sea un balbuceo y un suspiro. Cabe llamar a esto oracién mistica, que incluye la reflexién callada, la inmersi6n en el amor de Dios y Ia entrega al Espiritu santo. De este modo han orado todos los gran- des santos, pero también muchas «almas pequefias» co- mo Teresa del Nifio Jestis, que descubrié en Jestis a su hermano y amigo. Si buscamos la amistad con Jestis, este modo de rar es un camino para alcanzarla, camino que todos, también los j6venes, pueden recorrer en medio de Ia agitacién de nuestro tiempo, de la sequedad y aridez de ‘nuestro espirtu, para encontrar de nuevo la fuente de vida y la luz de la alegria. Porque en Dios esta «la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz» (Sal 36, 10). 8 ‘Tras esta cala en a oracién de Pablo volvamos al, cevangelio de Juan, que presenta en otra perspectiva nuestra unidad con Cristo, nuestra inmersién en Dios por medio de él Juan Io reduce todo al amor de Dios ‘manifestado en Jesueristo. «Tanto amé Dios al mundo que dio a su Hijo tnico para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (In 3, 16). Je- sis nos revela el amor de Dios, principio de vida. To- do lo que oy6 a su Padre lo revel6 a sus amigos (15, 15), y todo se resume en el amor con que Dios quiere atraer al mundo que se le resiste. La revelacién del Hi- jo nos implica en la unidad de amor del Hijo con el Pa- dre, Sélo a Jess debemos esta acogida en el torrente del amor de Dios. Por eso puede decir Jess con la imagen grifica de la vid y los sarmientos: «Yo soy la vid y mi Padre es el vifiador», Por su palabra nos unimos a él. «Permaneced tunidos a mf, como yo lo estoy a vosotros. El que per- ‘manece unido a mi como yo lo estoy a él, produce mu- cho fruto, porque sin mf no podéis hacer nada» (15, 4. 5). Asf se manifiesta la gloria del Padre, y él nos dard todo To que le pidamos (15, 7). ‘Se habla aqui, como en Pablo, de a escucha de nuestra oracién, La escucha se realiza por intercesién ddl Espiritu santo, que lleva nuestras plegarias a Dios, y gracias a nuestra unién con Jests, que nos promete un fruto abundante, También en Juan es el Espiritu san. to el que posiilita esta fecundidad, fruto del amor. En cl discurso de despedida, Jestis dice a sus discfpulos: ‘«Yo le pediré al Padre que os dé otro abogado que es- 18 siempre con vosotros: el Espfritu de verdad. El mun- 79 do no puede recibirlo porque no lo percibe ni lo cono- ce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive ya on vosotros y esti entre vosotros» (14, 163) Detengimonos a pensar lo que significan estas pa- labras de la Biblia para nuestra oracién, La oracién de amistad con Jess, practicada ya por la referida comu- niidad de san Egidio, es una oracién hecha «en» el Es- piritu santo y que por su medio llega al Padre. Nuestra amistad y unién con Jestis no se logra por nuestras fuerzas y nuestra splica humana, sino por la fuerza del Espiritu que nos llega de la vid, que es Cristo. Quiero animar a todos a hacer esta oracién. Cuando oramos en a comunidad de san Egidio, tenemos presente sobre todo a los enfermos y los que suften, los ancianos y los solitarios, Ios necesitados y pobres. En los encuentros ‘ecuménicos, donde nos solidarizamos con las otras co- unidades religiosas, oramos especialmente por Ia paz en el mundo, por la superacién del egofsmo de grupo y del odio, por la desaparicign de la violencia y la opre- sidn de todo géneto. Es un encargo de Jest, que habl6 del odio y la persecucién del mundo incrédulo, pero aseguré a sus amigos: «En el mundo tendréis afliccién; pero jdnimo!, que yo he vencido al mundo» (16, 33). Asf podremos tener paz en medio de un mundo dividi- do. «Ahora estéis tristes, pero cuando volvéis a verme os alegraréis, y esa alegria vuestra no os Ia quitaré na- die» (16, 22). Estas palabras de despedida de Jestis a sus fieles disefpulos anticipan la alegria que sentiran en el reencuentro con el Resucitado. La oracién que hacemos al Padre en unién con Je~ sis produce, en efecto, una profunda alegria interior. 80. Las personas que expresan su amistad con Jestis me- diante las obras de amor y el recogimiento de la ora- cién son personas alegres y serenas. En la extensa oraci6n al Padre denominada «oracién sacerdotal» (In 17), Jestis resume todo Io que quiere ensefiar alos «suyos» de cara a la tarea que han de rea- lizar y al futuro que les aguarda. «He manifestado tu nombre a los hombres que té me has dado toméndolos del mundo» (17, 6). Se refiere a sus amigos, que cono- cieron su origen divino, Pide que permanezcan unidos a ély al Padre. Es una oraci6n nacida de la solicitud por todos los creyentes. El los ha protegido y ninguno de ellos se perdid, salvo el «hijo de perdici6n, el trai- dor, para que se cumpla la Eseritura (17, 12). Como Je- ss, también los discipulos sentirén el odio del mundo. No los quiere sacar del mundo; al contrario, los envia al mundo (17, 18) y s6lo pide que sean preservados de! mal, Por ellos se consagra al Padre, se sacrifica con su centrega a la muerte. Jestis pide especialmente esto: que sean uno, como el Padre esté en el Hijo y el Hijo en el Padre. Ellos también pueden ser uno en él: «yo en ellos y tien mb» (17, 21). Permanecer en Jesis significa guardar sus precep- tos, Este es el amor reciproco. «Si guardéis mis man- damientos, permaneceréis en mi amor, como yo he ‘guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco fen su amor» (15, 10). «Este es el mandamiento mfo: que 0s améis unos a otros como yo os he amado» (15, 12). El amor de Jestis a sus amigos debe continuar y demostrarse en el amor recfproco. 81 {Se pueden ensefiar hoy estas ideas sublimes? Sf, desde luego, pero a condicién de lograr una imagen de Jesucristo que combine los rasgos del Jestis histérico ‘con los del Jess glorioso, Toda su vida fue una «pro- existencia», una vida para los otros, sacrificada en fa- vvor de los demés. No hay que considerar a Jestis como tun «superstar», pero sf como un personaje tnico, extra- ordinario. Las numerosas imégenes desviadas 0 fanta- siosas hoy en boga no pueden desfigurar y apagar el verdadera rostro de Jesucristo que encontramos en los evangelios. ;Qué decir sobre la afirmacién de que Jestis ‘no murié realmente, sino que fue curado y devuelto ala vvida por esenios de Qumrén, o que se ¢as6 con Marfa ‘Magdalena y tuvo hijos con ella? Pura fantasfa de auto- res aetuales, incapaces de entender a Jestis en sus duras exigencias, nacidas del amor. Quieren ver a Jestis como hombre ordinario y le aribuyen unas relaciones amoro- sas de las que nada consta en los evangelios. La imagen real de Jests es muy diferente; es a ima- ‘gen del gran amigo de los humanos que cura enfermos, ¥y se preocupa de los pobres, denuncia a los grandes y poderosos y va a la muerte por su mensaje sobre Ia Ile- ‘gada del réino de Dios. Con este espfritu le han segui- do innumerables personas, se han entregado y consu- mido movidas por el amor. Han vivido la amistad con Jesis, fruto del Espiritu santo, y ese gozo interior que produce el soguimiento de Jestis. La amistad y unién ‘con Cristo es una vivencia nueva de amor y entrega a los demés y por tanto de gozo, una vivencia que puede cconfortar a todos, especialmente a los jévenes, en un tiempo escéptico y a veces triste como el nuestro. 82 3. Jestis, ejemplo humano Estamos poco habituados a ver a Jestis como un. hombre que vivié entre sus semejantes y quiso ense- flarles la verdadera humanidad y solidaridad. La piedad cattica ha visto a Jess, més que nada, como el Hijo de Dios humanado, el «Dios que nos redimié en la cruz». La dogmética presentaba también a Jests sobre todo como el Hijo de Dios que obr6 milagros en la tie- rra. Karl Adam, el te6logo de Tubinga, impresiond a los fieles en su consideracién de Cristo como hermano nuestro (Cristo, nuestro hermano, Barcelona 71978). Cristo no debe'aparecer slo como Redentor que se sienta a la derecha del Padre, sino como aliado muestro, el primogénito entre muchos hermanos. De otro modo su Fostro humano, su amor universal, su proximidad, se volatilizan, Porque si confesamos a Jess como Dios y hombre, debemos tomar en serio su humanidad. Si lo 83 ‘vemos principalmente como juez de nuestras acciones al que habremos de rendir cuentas, Ia religi6n del amor —sefiala Karl Adam— se convierte en una religién de temor, como ocurre a veces en la arquitectura sagrada: «Para manifestar externamente la distancia interior res- pecto al Dios santo, ocultaron el altar de la vista del pueblo, al principio mediante simples cortinas, més tarde con un panel adomado con imigenes (iconosta- sio). El sacrificio del altar aparecfa fundamentalmente como misterio estremecedor (mysterium tremendum). El momento embelesador del misterio (fascinosum), sin estar ausente, era poco perceptible» (p. 63). ‘Aeesta visi6n opuso Karl Adam la humanidad de Je sis. La divinidad no es lo nico y, para nuestra época secularizada, no es lo urgente en la imagen de Jests. Lo fascinante de él es la aparicién de lo divino en lo hhumano. Jestis se hizo hermano nuestro. Esta imagen de Jesis es la que reflejan todos los, cevangelios y resalta en la Carta a fos hebreos. Cristo no dada en llamar hermanos a los hombres y decir: «Con- taré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré> (Heb 2, 11s). «Por eso tenfa que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote com- pasivo y fidedigno y expiar asf los pecados del pueblo» Q, 1). Jestis acept6 a todos los hombres como hermanos y hermanas. Hizo de ellos sus amigos. ;Cémo lo vieron los disefpulos en su ejemplaridad humana? Les impre- sion6 su entrega servicial a los demés. Jesis trat6 con especial amor y amistad a los despreciados y margina- ry dos, Fue censurado por ello: «Este es amigo de publi- ccanos y pecadores» (Le 7, 34); pero Jestis no cede. De- fiende a la prostituta que en un banguete le reg6 los pies con sus lgrimas y los ungi6 con perfume, y afea Ia actitud de Sim6n, el anfitri6n (Le 7, 44-47). Narra la parabola del padre amoroso que acoge sin reservas al hijo prodigo y le restituye los derechos filiales (Le 15, 16-32), con gran disgusto del hermano mayor, que re- ‘cuerda su vida licenciosa y no quiere participar en la alegria por el regreso del «prédigo». Jess se alegra ‘con Dios por todos los que vuelven y experimentan de nuevo el amor del Pade. El trato de Jests con todas las personas, aun las més despreciadas, queda patente cuando se sienta a la mesa con los publicanos, considerados como pecadores por ‘sus frecuentes abusos y su inobservancia de la ley ju- dia (Mc 2, 13-17). La actitud basica de Jests se revela enel dicho: «No son los sanos los que necesitan médi- 0, sino los enfermos». Ademas de los enfermos de cuerpo, Jess sana a los oprimidos anfmicamente, a los conmocionados por dentro y torturados por su con- ciencia, como los malhechores erucificados con él (Le 23, 40-83), ‘Hay muchos ejemplos de Ia misericordia de Jest con los pequefios, postrados por Ia enfermedad y el do- Tor. Llama ehija» a la mujer que padece flujos de san- ‘gre y se siente impura y separada de la comunidad, la acoge como miembro pleno del pueblo consagrado y la libra de su enfermedad (Me 5,25-34). En tiempo de Je- sis habfa no pocas personas enajenadas y anémalas, ‘cuyo mal se atribufa a la posesién diabstica y a in- 85 fluencias de los malos espiritus. Marcos describe deta- Hadamente un caso, en 5, 1-20, sobre un hombre de conducta agresiva que vivia fuera de poblado, en cue- vas y sepuleros. Sali6 al encuentro de Jestis y le curé de su dolencia: «Vieron al endemoniado sentado, ves- tido y en su juicio» (5, 15). Marcos describe la escena cconforme a las ideas de la época; pero en el fondo es tuna curaci6n que muestra a Jestis como terapeuta su- perior aun en los cuadros elinicos mas graves. Este re- Tato s6lo se puede explicar por la compasién que Jess sentia hacia las personas torturadas. ‘También es impresionante el episodio del nifto ¢ léptico que en sus ataques cafa al suelo, echaba espu- ‘marajos, rechinaba los dientes y quedaba rigido (Mc 9, 14-27). El afligido padre pidié ayuda a Jest: «Si algo puedes, ten Listima de nosotros y ayddanos». La gente crefa ya que el nif iba a morir; pero Jestis «lo levant6 toméndolo de la mano, y el nifio se puso en pie» (9, 265). No captamos bien el sentido de este relato si lo en- tendemos tinicamente como un milagro que Jests obra ccon arreglo al esquema antiguo del «hombre divino», Los evangelios indican claramente los méviles de ay ‘da humanitaria y de misericordia que impulsan a Jess ‘en sus acciones milagrosas. La ciencia admite hoy las curaciones y exorcismos de Testis que los relatos evangélicos atestiguan con profusién, Gerd Theisen declara en su obra critica ‘«Relatos de milagros en el cristianismo primitivo» (Ur- christliche Wundergeschichten, Gitersioh 1974): «Es indudable que Jestis obré milagros, cur6 enfermos y 86 arroj6 demonios. Pero los relatos de milagros dan una forma superlativa a estos sucesos hist6ricos» (p. 274). «Como taumaturgo apocaliptico, Jestis es un caso sin- gular en la historia de las religiones» (ibid) Los discfpulos de Jestis compartieron con él el ca- risma de los milagros, Jess los eligi6 «para que fueran sus compaiieros y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios» (Me 3, 14s). Vivid dos o tres aflos con ellos; quiso tenerlos a su lado como acompa- iiantes y personas de confianza. Debjan ser testigos de sus curaciones en el pueblo, pero también de otros pro- digios, como el apaciguamiento de la tormenta en el la- 200 la multiplicacién de los panes. El grupo de los Do- ce, simbolo del pueblo de las doce tribus en su forma perfecta bajo Ia soberania de Dios, constaba de hom- bres de diversa procedencia y vocacién: pescadores del lago de Genesaret; un zelota llamado Simén; un hom- bre llamado Judas, probablemente de Judea, que més tarde lo traicion6. A todos ellos los tomé como acom- paantes y mensajeros. Tan estrecha convivencia les permitié sin duda conocer a Jestis en su temperamento humano. ‘También convocé a mujeres. Ellas cuidaban en par- te de su sustento y el de los discipulos (Le 8, 2-3). Se form6 asf un efrculo de amigos y amigas que permane- ia su lado hasta el final. Las mujeres estuvieron jun- toa la cruz, presenciaron la agonta de Jess y cuidaron del sepelio. Jestis fue, asf, un hombre entre fos humanos. Comis, y bebié con ellos, camin6 con ellos y compartié el du- ro lecho con ellos. A veces no debi6 de ser una vida fa 87 cil. Porque Jesis dice a uno que quiere seguirle: «Las zorras tienen madrigueras y los pajaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Le 9, 58). ‘Veamos concretamente de qué manera fue Jestis un ‘modelo humano para sus discipulos y amigos. Como rasgo fundamental podemos considerar su servicio des- interesado, que no exclufa a nadie. Lo que Jestis exigis a sus discfpulos y esper6 de ellos, lo realiz6 é1 mismo cen su vida. Pobreza Jestis exhorta una vez a sus disefpulos: «Dejaos de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren boquetes y roban. Acumulad riquezas en el cielo, don- de ni polilla ni carcoma las echan a perder, donde los ladrones no abren boquetes ni roban» (Mt 6, 19). Je- sis habla a menudo de dinero y de bienes de fortuna, «

Potrebbero piacerti anche