Sei sulla pagina 1di 14

Voces contra el muro.

ST 97 (2009) 733-745

Fábricas del llanto.


Telares de la lágrima

«Allí, abajo la cárcel, la fábrica del llanto,


el telar de la lágrima que no ha de ser estéril,
el casco de los odios y de las esperanzas,
fabrican, tejen, hunden».
(MIGUEL HERNÁNDEZ1)

Cuando empecé a ir a la cárcel, predominaban los hombres adultos.


Desde entonces, la población penal se ha rejuvenecido y hecho más fe-
menina. Ambos cambios tienen que ver con tres hechos: droga, cam-
bio social de la mujer y las autodenominadas «presas políticas» («te-
rroristas»). Los delitos de toda la vida (lindes, herencias, robos, ven-
ganzas, celos o infidelidades, peleas tras borracheras...) eran de adul-
tos: «Caballito», viejo descuidero del metro, me decía que «hasta los
ladrones hemos perdido la vergüenza». Los gitanos que antes delin-
quían en propiedad o violencia ya no son meros traficantes; consumen
ferozmente.
Dejaré que mis amigas hablen del antes, del durante y del después
de la cárcel.

1. Miguel HERNÁNDEZ, «Las cárceles», en El hombre acecha (1937-1939), [Obra


poética completa], Ed. Zero, Bilbao 1976, p. 362.
sal terrae
734 VOCES CONTRA EL MURO

I. Antes: Vidas que desembocan en las cárceles


como los ríos en la mar

Hay internas variadas. Me limito a las del círculo más inescapable (de-
sestructuración familiar, pobreza cultural, pobreza real, violencia pa-
decida, drogas, amistades peligrosas...). Delito como huida de todas las
carencias, y cárcel como destino fatal. Hay entornos que no quiero
nombrar para no herir a vecinos honrados, pero todas ellas saben de las
Barranquillas, las Palmeras, las tres mil, las siete Calles, las Cortes, la
Palmilla, etc.
Esto es tan así que, con este guión aprendido, las presas, gitanas in-
cluidas, me tenían por gran echador de buenaventura. Les tomo la pal-
ma de la mano y con variantes, arriba o abajo, les puedo decir:
«Pareces un animal acorralado, pues me entregas tu mano con re-
celo. No te voy a hacer nada. Veo mucha gente que no te ha tratado
bien. Eres mejor por dentro que por fuera. Te defiendes con la misma
violencia con la que te marcaron. La línea del cariño está muy rota. ¿La
ves? Hubo una persona que te trató con cariño, pero poco podía hacer
por ti. Pierdes pie cuando recibes mensajes de cariño, de ternura. No te
sabes manejar. ¿Quién ha cuidado de ti sin pedir nada? La línea de la
vida está rota por líneas inesperadas y bruscas. Nada era tranquilo pa-
ra ti. De las personas que más se debían a ti podía venir la amenaza, el
castigo. Llegó un día en que te buscaste la vida en la calle, que al po-
co tiempo se te puso chunga. Amigos que lo parecían te hundieron, to-
mando de ti lo que les interesaba... Así hasta llegar aquí...».
Un ejemplo entre otros. «Crecer con viento contrario»
«¡Hola! ¡Me encanta verlo todas las semanas, me hace reír, me
siento protegida y feliz hablando con usted!
»Vivíamos en una casa abandonada. Yo, la más pequeñita de varias
hermanas y un hermano paralítico. Nos metieron en un internado de
monjas; nos sacaban cuando les daba la gana. Dos hermanas se engan-
charon a la droga y se prostituían; lógico, mi papá se “endrogaba” con
el dinero que les quitaba. Salíamos contentas por ver a la mamá; mi pa-
dre, borracho y con cocaína. Se nos caía la noche, no aguantábamos
del hambre; veíamos un bar, y una de nosotras pedía un bocata. Dor-
míamos con cartones en el suelo; un frío terrible, juntitos nos dábamos
calorcito. Mi mamá con la pensión alquiló una casita y no pasábamos
frío, y nos daba alegría, porque nunca habíamos tenido casa.
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 735

»Un día, padre dice: “¿Por qué no te echas conmigo?”. “Vale”. Me


quedé dormidita. Mi papá me bajó la braguita y me penetró. Iba a chi-
llar. Me tapó la boca. Me asfixiaba, ¡mucho daño! Abrió la puerta mi
mamá y le vio encima mía. ¡Buá! Chillaba como loca: “Por Dios, ¿qué
haces? ¡Loco! ¡Deja a la niña!”. Yo no decía nada, llorando y tocándo-
me. Mis hermanas veían cómo saltaba de dolor. Mi mamá me dijo:
“Ven, hija, ¿qué te ha hecho?”. Cuando iba a hablar, viene padre: “A
que no te hecho nada malo?”. Hice un gesto negando. Mi madre: “¡Ja-
más estéis solas con el papa”.
»Padre pegaba y daba puñaladas a mi madre en las piernas delante
de nosotras. Si llorábamos, también nos daba con “el palo”. Me decía:
“Venga, hijo (me gustaban las cosas de niño), pide lo que quieras, que
tu padre lo paga, que estás hecho un mozo”. Diez añitos. Otro día, me
dice: “Espera en el coche, que no tardo”. Espera que te espera, pen-
sando cosas raras. Me bajo del coche por el camino de piedras grandes
y lo veo ¡con tres mujeres haciendo el amor! Me vio, pero no dijo na-
da, ni yo a mi madre por miedo.
»Dormíamos en el coche. Comíamos de los cubos de basura. Mi
papá se inyectaba heroína y enganchó a mi pobre madre. Ella no que-
ría, pero le pegaba. ¡Se la ponía el desgraciado! Llevaba a mi madre a
prostituirla, pero mi madre sólo les robaba la cartera. Nosotras en el
coche, esperando, con una tristeza en nuestras caras y muertas de ham-
bre. Mi mamá, enganchada del todo, nos metió otra vez en las monjas.
Un día, viene la mayor, llorando: “Se ha muerto la mamá”. Era el día
de mi comunión, muy feliz, esperaba que mi mamá me viera, pero ¡cla-
ro!, cómo iba a venir si falleció ese mismo día. Yo quería que me vis-
tieran de marinerito, no con vestidito blanco con cinturón rosa. ¡El día
en que murió mi mamá hice la primera comunión!
»Las monjitas me buscaron unos papás: “Aquí están tus papás,
dales un besito”. Me acerco y les doy los besitos. Yo no quería. Apa-
rece mi padre chillando como loco: “¡Mi hija, ahora mismo, o sos abro
la cabeza de arriba abajo! ¡Os saco las tripas por la boca!”. Los seño-
res desaparecieron.
»Mis hermanas hacían la calle; mi hermano en el carrito; y mi
padre borracho y con sida. Me llevaron a otro colegio. Allí me dieron
500 pesetas para comprar folios; pero compré tabaco con mi novio y
no íbamos a clase. Nos escapamos varias veces, hasta que un primo fir-
mó y nos llevó a su casa. ¡Ay, si supiera lo cruel que iba a vivir en esa
sal terrae
736 VOCES CONTRA EL MURO

casa! Era un barrio de prostitutas, negros y marroquíes que venden dro-


ga, maricones medio desnudos. Yo veía a mis hermanas “trabajando”,
a mi padre tirado por las calles.
»Vino lo peor: tenía que pillar droga superlejos. Mis hermanas tra-
bajaban para él. Si no hacíamos lo que mandaba, nos metía una paliza
increíble. Como yo parecía más niño y traía droga, me trataba mejor.
La nevera –hambrientas– no la podíamos tocar. Iba donde mi tía: “Tía
estamos desmayadas de hambre”. Decía: “Haz lo que tus hermanas”.
Aguantamos un año como esclavas. “¡Vámonos de este pozo!”. Nos
fuimos. Olíamos a perros muertos y, echando todo el frasco de colonia,
“entodavía” el olor no se iba. En una fuente nos aseamos y cambiamos:
parecía el príncipe de España con un chándal y un jersey. Yo feliz al ver
a mis hermanas alegres, aunque tenía heridas en la cabeza de tantos
piojos, y una en el pie de tanto arrascarme. Al quitarme el calcetín,
“Bua, ¡qué dolor que pasé!”. Mis hermanas soplándome. La costra se
levantó entera. Mis hermanas parecían de Bosnia. Cuando llegamos
donde la otra hermana, encendió velas, porque era chabola. Nos hin-
chamos de carne y coca-cola, que hacía un año no probábamos. En
nuestros ojos había felicidad y paz, que es lo más bonito. Nos com-
praron ropa, colonia y un líquido que no dejó un piojo ¡Buá! Yo iba to-
dos los días a curarme el pie.
»Un día, mi cuñado robó y lo metieron en la cárcel. Otro, viene el
terror de la casa, mi padre. ¡Con el odio que le teníamos! Teníamos que
ir a pedir para su cerveza, y si llegábamos tarde, ¡buá!, nos pegaba.
Dormíamos una noche, y de repente una de mis hermanas, sale co-
rriendo de la cama y se tapa la cabeza. ¡Buá!, el cerdo de mi padre que
le tocaba sus pechos.
»Me escapé con mi novio, tres días durmiendo por las calles. No es-
taba muy enamorado de mí, pero no podía echarse atrás, porque, una vez
que te escapas con una mujer, ya es tu mujer. Llegó mi padre. “¡A mi hi-
ja no te la llevas!”. Le digo a mi chico: “¡Me quedo contigo!”. Él dice:
“Vamos al bar a beber”. Mi padre: “Venga, yerno, ¿qué quieres tomar?”.
Ya era mi marido, y yo su mujer, aunque estaba a tiempo porque no me
había acostado con él. Se emborracharon los dos. Me quedé embaraza-
da. Un día, vi a mi hermana en la cama con mi padre. Mi hermana dice:
“¿No sabes que el papá es mi marido y nos vamos a casar?”. Buá.
»Empezó mi mala vida con mi marido. Por celos, no veas las pali-
zas que me daba. Tenía que ir a robar con él; si no, me pegaba aun em-
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 737

barazada. Me dio una paliza tan grande que, si no voy al hospital, pier-
do a mi hija. Me acostumbré a las palizas. Me dice: “Acompáñame a
pillar droga”. Yo: “No; me dan miedo los poblados”. “Como no ven-
gas, te mato a palos”. Tenía 14 años. Me dijo: “Prueba esto, que está
muy bueno, y te sentirás como uno moto”. Lo probé y me gustó. Sus
palabras: “A que está rico ¿eh, cariño?”. Digo: “La verdad que sí, muy
amargo, pero una sensación de estar en una nube”. Entonces tuve a mi
hija; la dejaba a mi hermana, y a robar. Un día me dolían las piernas
con calambres. Le digo: “Cariño no puedo levantarme, no sé lo que me
pasa”. Me dice “quédate en la cama, no tardo”. Vino con heroína, nos
la fumamos los dos, y como nueva. Me dice: “Eso era mono; y víste-
te, que vamos a robar. Si no fumas heroína, te repite”·. Robar, comprar
droga, así todos los días. Estaba muy harta, y una noche que no quise
acostarme con él porque estaba cansada, me cogió por los pelos, me ti-
ró al suelo y me pisoteó la cabeza. Me sacó fuera. Me bajó los panta-
lones; era puro invierno. Me lo hizo a la fuerza, me ató las dos manos
y los dos pies abiertos. Un daño increíble. Cuando terminó, me dice:
“Si chillas, no te suelto hasta mañana”. “Te lo juro”. ¡Buá!
»Entró en la cárcel, ocho años; salió a los 27. Una vez vino mi her-
mana con el periódico: “R.B.H. violador, cuidado con él, es peligroso”.
Le dije: “¿Esto qué significa?”. “Te lo voy a contar”. Me contó una de
vaqueros. Lo pensé: “Las fatigas que estoy pasando no quiero que las
pase mi hija”. Me fui al Servicio de Menores. Dije: “Ayúdenme. Mi
marido, me quiere matar”. Me dicen: “Vamos donde no te pueda en-
contrar”. Cuando subíamos las escaleras, me topo con él. “¡Dame la ni-
ña puta, perra desgraciada, chivata!”. Vino la Policía. La niña, aterro-
rizada: “Yo quiero ir con la mamá”. Desde el coche de la policía le di-
je adiós con la mano. Chillaba: “Perra, chivata, puta”. Quería a mi ma-
rido y le escribí con mis señas. Quería olvidarlo, pero era incapaz.
»Un día, me dicen: “Está tu marido fuera. ¿Vas a permitir que te
vea?”. Contenta digo: “Sólo quiero que vea a mi hija”. Él con los ojos
me decía: “¿Por qué me has hecho daño si te amo?”. Mis ojos decían:
“Te quiero con locura”. Se puso de rodillas: “Te lo juro por mi padre-
cito que ya no vuelvo a la droga y no te pongo la mano encima”. Yo:
“Me lo tienes que demostrar con el tiempo”. Él: “Déjame coger a mi
hija”. La niña se puso muy contenta. Me dio una foto con los dos rién-
donos con la niña y la colgué en mi cabecera. Amenazó a la Directora:
“Como no me deje verla, ahora mismo le pincho con este cuchillo”.
sal terrae
738 VOCES CONTRA EL MURO

Ella, muerta de miedo: “Espera cinco minutos”. Llamó a la policía, pe-


ro ya se había marchado. Lo detuvieron. No temía ni al juez. Un día
me dio la locura y me fui al tren; no tenía ni cinco. Vino el señor que
pica los billetes: “Jovencita su billete”. Le digo: “Mire, han tenido un
accidente mis padres”. Pasó una hora, y se acerca uno de unos 30 y me
dice: “¿De dónde eres?”. “De XX, pero me he escapado de un Centro”.
En NN me estaba esperando la policía, que me dijo: “Anda, vete, pero
que no te vean”. Llegué donde estaba mi hombre. ¡Menuda alegría al
verme! No me dejaba de dar besos y va y me pega un tortazo: “¡Bueno,
ya vienen los palos!”. Me dice: “Eres una chivata y una paya”.
»Pedía con la niña, y al robo con él. Yo ya no me drogaba. Nos co-
gían, nos soltaban. Me metió otra vez en la heroína como venganza:
“Sé que no me vas a ver a la cárcel, pues te dejo enganchada pa’l res-
to de tu vida”. ¡Es un perro desgraciao! ¡Buá! Me dejó bien engancha-
da: todos los días, cocaína y heroína. Pedía para la droga. Un día una
chavala me dice: “Te vienes a trabajar conmigo; ganas un montón de
dinero”. Nos fuimos de prostitutas. Yo ya sabía lo que era eso, porque
mi padre me puso en un “putiblu” de carretera; con mi amiga era un
pisito. Tenía 18 años y cara de niñata. Me acostaba con hombres; me
daba igual raza, color, mientras me pagaran la droga. Un día, fumando
en el poblado, conocí a un joven inyectándoselo, y verlo me dio esca-
lofríos. Me dice: “Eres muy joven para estar fumando”. Total, me fui
con él. Me daba droga. Me compró unos pantalones vaqueros pegados
al cuerpo, un niki por la barriguita y una chaqueta de “eskai”. Era abo-
gado. Íbamos de Hotel en Hotel de cinco estrellas. Yo alucinaba; gua-
pa, con mi pelo negro y largo y con un chico precioso, alto, moreno,
ojos marrones, de unos 34 años. Había pisado la cárcel. Estuve con él
5 meses. No me hacía prostituirme ni ir a robar. Pagaba todo. Un cuen-
to feliz del que no quería salir. Desapareció...
»¡De prostituta, me han pasado casos! No me pagaban o me deja-
ban tirada, o un marroquí me quería llevar a su casa. ¡Bua!, yo cogía el
volante para que parara. ¡Ay, madre! Paró el coche, me cogió de los pe-
los y me quería tirar por un puente. Un señor de una gasolinera me lle-
vaba adonde quería si me usaba guarramente. No quería, pero, ¡claro!,
El hijo de... En el coche le dije que me pondriera (sic) la calefacción.
¡Qué mal!
»Cumplí 18 años, y contenta por hacer lo que quisiera. Conocí a un
gitano de cuarenta o más. Su madre me pregunta: “¿Te gusta el
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 739

Curri?”; yo: “Sí”. A él: “¿Quieres ajuntarte con esa niña?”. Dice: “Sí,
pero si ella quiere”. “Pues, venga, poner una cama de matrimonio y
limpiar la habitación”. Era muy celoso: ¡hasta de su sobrino de 11 añi-
tos! Me llama, y detrás de su brazo una goma naranja de bombona de
gas. ¡Qué paliza! ¡Madre mía! Lo dejé. Estaba solita.
»Pasaban los días, y me encuentro a un chico con las piernas invá-
lidas que me invitaba a cocaína para que estuviera con él. Otros me
querían para robar. Dos entretenían a la dependienta, y una se escon-
día agachada detrás de nosotras; cuando salía la dependienta, la de de-
trás se metía al mostrador, y para salir nos íbamos a otro lado para que
la chica estuviera de espaldas. No me daban la mitad del dinero, pero
por no estar en las calles pasando frío, me callaba. Un día tras otro, otro
día tras otro, robando hasta que nos cogieron presas. ¡Qué vida la mía!
¡Buá!».

II. Dentro de la fábrica del llanto: calamidades sin cuento

1. Reencuentro milagroso
«Mamá, estoy encantada de haberte localizado, no me lo puedo creer.
¡Tanto tiempo! Estoy contentísima. Espero verte pronto. Estoy pagan-
do condena de un “segurata” que se enfrentó conmigo en el Metro y le
saqué un cuchillo para defenderme. El Juez me ha metido un año y tres
meses. No se pasa nada bien, pero me alegra la esperanza de encon-
trarme contigo. ¡Qué contenta de saber de ti para podernos reencontrar
pronto! ¡Más de veinte años sin saber de ti, cuando nos dejaste a los
tres hijos...! Tenía tus señas, pero dormía en la calle, y de noche me
quitaron la bolsa. Me quitaron mis hijos por estar tan metida en la dro-
ga. Ahora no tomo. El cura me vio muy triste en Nochebuena y me di-
ce: “¿No tienes a nadie?, ¿y tu madre?”. Le conté. Le dije tu nombre y
el país en el que estabas. Lo demás lo sabes tú, porque te han encon-
trado sus hermanos. Ven cuando saliese, así podríamos hacer y desha-
cer juntas sin que nadie nos controle. Mamá necesito dinero que me
prestes para comprarme utensilios de higiene personal. Soy indigente.
Te lo devuelvo cuando salga”.
sal terrae
740 VOCES CONTRA EL MURO

2. Desastre
«¡Dios te vendiga (sic)! Me trajeron de “cunda” a toda ostia (sic); salí
el Domingo, y el Lunes tenía juicio. Doi (sic) gracias a nuestro Dios
porque salí asuerta. La otra cosa buena es que el 29 tengo “un familiar”
con mi madre. ¡Tengo muchas ganas de abrazarla! Lo estoy pasando
muy mal, porque me he encerrado en una cosa de depresión que me
molesta hasta la luz de la ventana. Esta “jente” al enterarse y saber que
yevo tanto tiempo en primer grado, pues no te digo, vino la sicóloga,
el sikiatra, la asistenta, la educadora. Todos visitándome y haciéndome
tanta pregunta me pusieron más nerviosa. El día de antes me había cor-
tado el brazo. Lo que me pasa es muy “rraro”, pero la sikiatra dice que
me estoi escondiendo de la vida. ¡Pa no esconderse! Sólo salgo de mi
chabolo para la ducha. Pa que no “chine” miran por la rejilla. Yo me
moskeo. En los recuentos me ponen de pie por si llevo algo... Que dios
me vendiga a mi madre y me dure asta que salga. Que no se me valla
estando yo akí, porque me volvería loca. A lo mejor me muero antes,
porque tengo 170 de defensas».

3. Enrolladas
«Yo sé que me pasa esto porque soy pecadora y estoy con una mujer,
pero yo me pienso que por eso Dios no me puede dejar de su mano.
Tengo fe, y él lo sabe muy bien. ¿Me voy a condenar después de toda
la mala vida que he llevado? Tú sabes que huir de la soledad atormen-
ta mucho y es muy difícil de calmar. Tú me dices que he estado ya con
muchos malos “royos” y que vienen a mí porque mi madre me envía
dinero. Es verdad, pero yo no aguanto tanta soledad. Lo malo es que
se lo he dicho a mis hijas de 10 y 12, y dicen que las olvide, que no
quieren saber de mí. Tienen razón. Soy una “ruinera” y lo que toco lo
mato. Por eso, será que tus palabras amables aquí me valen más que
los regalos más bonitos cuando estaba en la calle. De verdad, todo se
me hace muy cuesta arriba. ¡Tanto sufrir...!».

4. Cundas
«¿Sabe lo que me hicieron en la cunda? No me dieron bolsa con agua
y el bocadillo para el camino. De dinero, me dejaron sin un centavo,
que yo tenía 110 euros en mi peculio. Los de aquí se movieron y me lo
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 741

han mandado. La guardia civil se portó muy amable. Pero allí me jo-
dieron asta última hora. En el furgón estuve devolviendo todo. Ayer me
comunicaron que había llegado otra carta tuya, pero que no me la da-
rían porque contenía salutaciones de conocidos... Tampoco me entre-
garán las fotos. Lástima. Es la tercera vez que ocurre. Me obligan a es-
cribirte sólo de mí misma. Me meto en mí misma para resistir. Hace
dos años que mi contacto físico con la gente (aparte de algún ligero ro-
ce casual y los sueños) se limita a tus visitas. Y, fíjate, bajo con miedo
al rato de patio. ¡Tanta dureza entre nosotras! ¿Sabes? Me doy cuenta
que las chicas que llegan sensibles corren el peligro, con una larga es-
tancia en la cárcel, de volverse amargadas, rencorosas, cerradas, resig-
nadas y egoístas».

5. Espacio
«Me hunde darme cuenta de lo desconsolador que es el espacio donde
vivo: ¡esa tapia de cemento de ocho metros! Ningún espacio verde
¡Talaron el pino que teníamos en el patio con pájaros anidando y dan-
do vida! Nos dijeron que era para dormir; sería el descanso eterno.
Tanta puerta de acero, tanta ventana enrejada. Los ruidos me matan.
No sólo los golpes de los cerrojos, sino los gritos y los insultos más
brutales de las compañeras (¡vaya nombre!) a lo más sagrado. Los
muertos están en todas las bocas. La cárcel es muy aburrida, ¿a quién
le puede gustar pasarse los días clavados en la pared?... Aburrimiento
y monotonía infinitos con una sola preocupación: que el tiempo pase
deprisa. Cuando tacho un día del calendario que me regalaste, lo hago
como si fuese la garra de un animal. Ese vacío se convierte a veces en
un estado en el que todo parece perder sentido, todo es inútil, vano, ab-
surdo y desesperadamente triste. Ya no sé ni llorar. Miento: ayer lloré
como una niña, desde mayo de 1997, en que me retorcía de dolor y me
negaron la visita del médico. Pegué tal puñetazo en la pared que me la
he lesionado y duele».

6. Tiempo
«Se me echa encima una especie de desesperación al ver que el tiem-
po pasa, que todo el mundo lo malgasta igual que yo: tele todo el día,
comerme el coco con mis malos rollos y los de mi familia. Comer, dor-
sal terrae
742 VOCES CONTRA EL MURO

mir y ver pasar las moscas. ¡Menos mal que hay muchas! Las talegue-
ras de toda la vida me dicen que cuanto más se acerca el final, más len-
ta y difícil se hace la estancia. ¡Es verdad, me quedan ocho meses, y el
candelario (sic) se ha parado! Lo bueno de tus visitas es que parten el
tiempo. Me acuerdo del Principito porque los días de la semana los lle-
no con que vas a venir (tú dices que te esperamos por los cigarros y ca-
ramelos, pero sabes que no es verdad). Los días que siguen, te traigo
al recuerdo muchas veces porque eres de bellos colores. No te moles-
tes, pero yo te veo con alma de niño –por tu alegría contagiosa–, aun-
que en el coco tienes mucha cosa dentro».

7. No están todos los que son


«Soy de un país del Este, ingeniera, y he llegado a este Centro desde
la cárcel... que tú conoces. Ya me voy avanzando en español. En el tras-
lado me ha surgido un problema. Yo había entregado 8 alianzas de oro
y una cruz colgante de oro con las cenizas de mis padres, que murie-
ron conmigo, de 10 años, en un accidente de coche en el que me salvé.
¡Al perderles, empezaron mis miserias! También volaron el carnet de
identidad y de conducir y un llavero de metal en forma de botas. El
funcionario de ingresos de XX me pidió el original del justificante de
la entrega, pero no me lo habían dado, aunque tengo la fotocopia.
Estoy muy preocupada por la posibilidad de perder estos objetos de
gran valor afectivo (y no sólo afectivo). ¿Cómo recuperarlos? No sé
qué hacer. No me fío de mi abogado, por verle más interesado en mi
bolsa que en mi caso. ¡Ayúdame!».

8. Verdad
«El mundo aquí parece más verdadero que el de fuera. Aquí las cosas
y las personas se revelan en su verdadera substancia (¿se dice así?)
Desaparece la mentira y la hipocresía. La tuya y la de los demás. Yo en
la calle me decía: si no doy el timo de la estampita, lo van a dar otros...
Las trampas que te han traído aquí aparecen al desnudo, y en sueños
oigo como carcajadas sobre todas mis fachadas. (Tú me dices que me
estoy siempre mirando al espejo y vistiendo ropitas). ¡Es verdad! Ayer
pensé esto: cuanto más solitaria estoy, tanto menos sola me siento, por-
que al menos estoy conmigo misma después de tantos años de huirme
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 743

con droga y aventuras. Recuerdo una canción que empezaba así: “Soy
solitario, pero no estoy solo”. ¡Qué cosa! Crezco por dentro y me de-
rrumbo por fuera... Una funcionaria me llama “sudaca”».

9. Arrepentimiento
«La cárcel nos malea, y muchas empeoramos. Me ayudaría que me
ayudasen a hacer algo con mis sentimientos de culpa, porque son muy
míos y me gritan cambio. Los barrotes son duros; pero ¡anda que la
propia conciencia de lo que hiciste y que ya no tiene remedio...! Tú me
dijiste que eso en Yeserías lo llamaban “barrenar”. Estas instituciones
pasan de estos sentimientos –de haber hecho llorar tanto a tu madre,
antes y ahora, de tener a los hijos abandonados, de no saber a cuántas
personas has matado con tu puta droga. Cuando a veces me leen trozos
de la Biblia, siento como que acarician mi alma. Estoy llorando. ¡Dios
mío, qué cosas!».

10. Abogados y otros apoyos


«Estoy en difícil situación con mi abogado. Lo buscó mi marido pen-
sando que yo conseguiría el dinero. Me tocó decirle que dejara mi ca-
so, pero no quiere dejarlo hasta que yo le dé 3.000 euros que no tengo.
Me dijo que se los tenía que dar o, si no, que me fuera haciendo a la
idea de que tenía que pagar 14 años de condena. Mi esposo se encuen-
tra también en prisión. ¿Qué debo hacer? Mi amiga me dice que su
causa ya pasó a Sala y que a su abogada ni la conoce ni ha venido a
ninguna diligencia. Está muy preocupada... Claro, como es indigente...
Me siento sin fuerzas. Me pediste que mirara las cosas que animan. Las
cartas son lo único que uno tiene aquí, las leo diez veces, les doy mil
vueltas, y cada detalle te llena de ilusión o te atormenta: Uno toma
conciencia de su desamparo: ¡escríbeme cartas amables! Aquí basta
con una pequeñez para que a una le mejore el humor: una palabra ama-
ble, un poco de interés del prójimo, la vista de un árbol. A falta de cual-
quier cosa bella, de experiencias sentimentales positivas, uno está se-
diento y se deja impresionar hasta por una película de la tele: esa ama-
bilidad, buena disposición, sabiduría y delicadeza, el hecho de que las
personas no se humillan ni se ofendan, y de que su comportamiento
tiene algún sentido, visto desde aquí, le exalta a uno fuera de lo nor-
sal terrae
744 VOCES CONTRA EL MURO

mal. Me ayudan hasta las catástrofes para no quejarme de mi destino:


hambre, guerra, incendios. Me ayudan mucho las buenas funcionarias
–más de las que pensamos– con su trato paciente, educado, o en el mo-
do en que esperan para ir a la ducha, ¡Ah! Me ayuda los que venís de
voluntarios, porque habláis de otras cosas. Nosotras sólo nos podemos
contar tristezas...».

III. Ya soy libre; y ahora, ¿qué?

Cogida en el aeropuerto
«Como sabes, soy brasileira, peruana cogida con droga en el aero-
puerto. Me dijo el Director, cuando ya sólo me quedaban 4 meses, que
la cárcel se encargaba de llevarme al aeropuerto y devolverme a mi
país, pues no nos podemos quedar en España. Ya sabes el horror que a
mí me producía volver a los mismos desastres y amistades que me tra-
jeron aquí. Te lo anuncié que en el primer permiso de seis días me es-
capaba. Ya lo he hecho. Estoy en “fuga y captura”. Creía que sabía lo
duro que era eso, porque conviví con una así. Me decías que no lo hi-
ciera. Tenías razón, sin papeles, voy por la calle temiendo que me ven-
ga un policía y qué. Me coloqué con la señora que tú me buscaste, y
cuando supo que venía de la cárcel y que tú no se lo habías dicho, de-
jó de pagarme. No sé si sabes que bebe a todas horas. ¡Que le aprove-
che mi dinero! En la cárcel estuve deprimida desde el principio, y al
salir, vivo en un estado de neurosis obsesiva; me siento peor que antes.
Soy incapaz de sentir alegría, y mis angustias son más frecuentes».

Ya voy saliendo
«Cada día me encuentro un poco mejor, ya voy para adelante, despa-
cio, despacio. Me ayuda el que las monjas de esta residencia saben lo
mío y me han colocado en la cocina, donde aprendo todo lo que pue-
do. Como me aconsejaste, estoy trabajando mi persona y procuro po-
nerme optimista ante todo y olvidar todo lo pasado. Todavía no lo
consigo, pero estoy segura –sabes lo luchona que soy– que algún día
no muy lejano lo conseguiré... Sé que no puedo perdonarme nada; no
tengo tierra firme que pisar, un paso en falso me llevaría al precipi-
sal terrae
FÁBRICAS DEL LLANTO. TELARES DE LA LÁGRIMA 745

cio... Sueño con ayudar a drogatas a salir del cuelgue. Mi experiencia


les valdría». (Me lo escribió el 19 de Marzo de 1989. El 26, una mon-
ja me comunica que ha muerto de sobredosis. Había perdido el hábi-
to y calculó mal...).

Cometí un error. Basta


«Recuperé a mis hijas. Lo de atrás, atrás queda. Tengo trabajo, y me
han ayudado mucho en la ONG... Asisto a cursos de informática. De
aquel hombre trato de olvidar hasta el nombre. Lucho con todas mis
fuerzas, con lo mucho aprendido en el dolor y el fracaso. La cárcel, a
mi me enseñó... a huir de ella».

sal terrae
ST
EDITORIAL

Apartado 77 39080 Santander ESPAÑA

VEDAD
NO

NOTKER WOLF
Los Mandamientos
Provocación y orientación
para la vida

176 págs.
P.V.P.: 12,00 €

Los Diez Mandamientos han contribuido a configurar no sólo la histo-


ria judía y cristiana, sino también la Ilustración y las constituciones de
las democracias modernas. En los últimos años, este código, uno de los
más antiguos, ha cobrado una sorprendente actualidad, pero no como
un conjunto de normas restrictivas, sino como guía para una conviven-
cia justa y pacífica. Es cierto que a lo largo de la historia se ha abusado
de ellos y han sido utilizados para sostener sistemas inhumanos; pero
deberían servir como «marco de referencia» que garantice la libertad y
los derechos civiles de todos y de cada uno.

Potrebbero piacerti anche