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POEMA IX
Entonces Gisel perdi la esperanza.
Levanto los pocos pedacitos de cielo
que an quedaban esparcidos en el suelo opaco.
La maana se dibuj sin estelas.
Grit su nombre por entre los desteidos pliegues
de la tarde desierta
que en medio de grises desparejos
solo le ofreci un horizonte envejecido.
Entonces un silencio blanco como arena
se col por los costados sonoros
de su alma desnuda, ahora quieta.
Indiferente al canto
y a la rosa.
POEMA XXII
El lamento de Pedro
No pudo alejar la tristeza de la hora,
no apart la amargura del momento.
Sus manos temblorosas ahora rojas, estn vacas,
inmunes al canto ya no brillan ni acompaan.
Despabila su memoria.
En la noche abierta hasta la mdula,
teje retazos de recuerdos,
de distancias rotas,
de silencios quietos, pero vivos.
Mira en el almendral de su pasado,
sondea despacio sus vestigios inermes,
delatados en este msero presente
de vergenza, angustia
y llanto.