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fa Roy A. Rappoport Evidentemente, esta sugerencia tiene implicaciones para los futuros anilisis antropolégicos sobre el sacrificio de animales, y deberdn lie- vvarse a cabo tests fsiol6gicos apropiados siempre que sea posible; hasta entonces esta formulacién permanecers a nivel de hip6tesis, De todos modos hay que decir que existen razones més que suficientes ara pensar que l2 regulacién ritual del consumo de came de cerdo entre los tsembaga realiza una importante contribucién a una dieta «ve mancene Is poblacion adecuadamente sana a un ao nivel de actividad. Los LIMITES DEL SISTEMA Hasta aqui hemos intentado especificar las exigencias trdficas de los tsembags, los mecanismos a través de los cuales las satisfcen y los efectos que tales mecanismos tienen sobre el medio ambiente en el que se producen. Ahora intentaremos llevar a cabo un cileulo de la capacidad de sustentaci6n del terrtorio tsembaga, es decir el néemero maximo de personas y cerdos que éste podria sustentar durante un periodo de tiempo indefinido, sirviéndose de los mecanismos antes descritos, sin que se produjera cambio alguno en las cantidades de ali- _mentos ingeridas por cada tsembaga y sin que se agotara el medio am- Diente, Estas estimaciones deben ser realizadas para que podamos exa- sinar el papel del ciclo ritual en la regulacién de las relaciones de los tsembaga con los componentes no humanos de su medio ambiente inmediato o territorial. Hay que dejar bien claro que las cifras de la capacidad de susten- tacién que ofrecemos aqui no constituyen necesariamente una apro- ximacién al niimero de personas que podrian sobrevivir en el terri- torio tsembaga. Las estimaciones de esta capacidad de sustentacién tal como se usa Ja expresin en antropologia’, no proporcionan ne~ cesariamente este tipo de informacién. Se trata, mas bien, de una aproximacién al nimero de organismos que pueden obtener sustento ‘en una zona dada sin que se producca una degradacién del medio am- biente. De hecho, las poblaciones pueden estar limitadas, y a menu- do lo estin, por factores ambientales que se tornan significativos, en * Bn ecologi animal, la expresisn eapacidad de snstentacin se usa en wa seatido igermente diferente para levis al atmero miso de animales de w po par ler que puoden cbrevviren un fea (Andrewarth, 1961, 154), Este mimeo ex ‘en fancién de los procesos que limitan realmente el tamaio dela poblacién. Tales fc ‘ores no incleyen necesariamente la degradacign del medio ambicae. Relaciones con el medio ambiente ” este sentido, por debajo de la capacidad de sustentaci6n. Las epide- imias y los depredadores que dependen de la densidad pueden ser ci- tados como ejemplo, Habsia que tener presente, asimismo, que la ley del minimo de Liebig y la ley de tolerancia de Shelford pueden ope- rar a niveles situados por debajo de lo necesario para degradar el me- dio ambiente. Una cifra de capacidad de sustentacién indica el ni- ‘mero de miembros de una especie que pueden sobrevivir en los limi- tes de una zona dada, so si las fronteras establecides por otros fac- tores no han sido superadas con niveles de poblacin inferiores y si Ia poblaci6n se ha visto limitada por su suministro alimenticio bruto, esto es, por la produccién de biomasa utilizable en la zona que aqué- lla explota. Es imposible saber silos limites probables de Ja poblacién tsem- aga han sido fijados 0 no por la productividad de su territorio o por otros factores. Con todo, un cfleulo de la capacidad de susten- tacién nos permite aproximarnos a los niveles en los que las variables, ‘se tornan destractivas en el ecosistera tsembaga. Dificultades relativas a la capacidad de sustentacién Las ventajas que se derivan del céleulo de la capacidad de susventa- cin no deben ocultarnos las dificultades, tanto conceptuales como ‘metodoldgicas, que se esconden tras la sencillez del concepto. Algu- 1n0s de los problemas que hemos hallado en los datos de los tsemba ‘ga son analizados en el apéndice 10, pero es conveniente llamar aqui Ja atenci6n sobre algunos de los mas generales 1. Tanto los problemas conceptuales como los metodolégicos se ppresentan a través del concepto de degradacién ambiental. Si toma- mos este concepto en el sentido de reducci6n de la productividad (me- dida por la cantidad de biomasa producida en el seno de una zona ‘specifica durante un periodo de tiempo determinado) o disminucién de la organizacién (complejidad y orden) del sistema ecologico, en- tonces es probable que la mera sustitucién de una comunidad de cli- ‘max por una comunidad basada en plantas cultivadas represente una degradacién ambiental. En la mayoria de los casos, las comunidades caltivadas son de estructura més simple que las comunidades de cli- ‘max a las que sustituyen, y hay poderosas razones para creet que Su productividad es habitualmente menor (Allee et al., 1949, pp. 478 55. 507; Odum, 1959, p. 76). Las comunidades de climax climéticas 0 i Roy A. Rappaport edaficas representan adaptaciones Sptimas a sus habitats abi6ticos y solamente a través de la alteracién del hibitat abiético (por ejemplo, a través del regadio o de la aplicacién de fertilizantes) pueden las co” munidades dominadas por el hombre superarlas en productividad. -Ademés, se da el caso de que la comunidad cultivada, casi sin ex. cepcién, es menos estable que la comunidad de climax. La comuni- dad de climax, jumto con su habitat, consticuye un sistema autorre- gulado. Como tal, durard largos periodos de tiempo a menos que se vvea sometido a agentes tales como un cambio climatico, una eatés trofe o la intervencién de ciertos organismos, como el hombre agei- ccultor o los pardsitos de las plantas. La comunidad caltvada, por el contrario, no es per se un sistema autorregulado. Muchas de las es- ppecies vegetales que éste incluye pueden no tener la capacidad de pro- agarse requieren proteccién contra los competidores, tales como Ja maleza y los arboles de desarrollo secundario, que suelen estar tan bien adaptados como aquéllas, o incluso mejor, a las condiciones lo- cales del huerto y del campo o a las condiciones generales de la re- in. La conservacién de la comunidad cultivada, como la de toda comunidad, depende del funcionamiento constante de sus especies dominantes. Sin embargo, parece que el papel del hombre es menos seguro que el de los arboles del estrato «A» que dominan la pluvii= silva. Pero degrade o no el cultivo el medio ambiente en un sentido absoluto, hay que recordar que, desde el Neolitico, el hombre no ha sido ante todo un miembro de las asociaciones del climax; es, més bien, una forma de vida que prospera principalmente en los ecosis- ‘temas sumamente modificados que él mismo domina. Para el hom- bre no es una preocupacién directa el que la productividad de tales ecosistemas sea inferior a la de las comunidades climaticas a las que sustituye. La cantidad de biomasa utilizable que le proporcionan es mucho mayor. Para el hombre es mas importante la inestabilidad del ecosistema cultivado. Por un lado, existe la posibilidad de una reafirmacién de a sucesién que conduce a la climax climética o edéfica caracteristica dela regién. Aunque esto no debe ser considerado como una degra- dacién en sentido absoluto, el resultado del Proceso en cuestion es ue, al menos temporaimente, hay menos tierra utilizable para el cul- tivo. Es probable también que deba ser empleada una gran cantidad de trabajo afin de recuperar esas tierras para el cultivo. Por otro lado, existe la posibilidad, aun mis probable, de una degradacién absoluta ukerior que Hleve ala instauraciOn de una «climax degenerada», como Relaciones com el medio ambiente * los prados antropogénicos que se encuentran en ciertas partes de Rube Gaines done antes Boren bosques y huertos. Aun cuan- do los huertos establecidos en estos prados dan buenos rendimientos sélo lo hacen si se aplican técnicas especiales, que son muy costosas en términos de trabajo. : ‘A [a luz de tales consideraciones, en un anélisis del medio am- biente de los grupos humnanos deberiamos distinguir entre

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