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Se nos está olvidando vivir


Por ANGELA MARULANDA, Autora y Educadora Familiar

A pesar de que vivimos en la era del jet, el celular, el


microondas, los cajeros automáticos, la Internet, etc., es decir,
rodeados de miles de innovaciones para ahorrar tiempo, pocas
son las personas que no andan a la carrera y agobiadas porque
no les alcanza el tiempo para nada. Parece que estar
constantemente de prisa se convirtió en un "modus vivendi", a
tal punto que muchas personas se sienten culpables cuando se
toman unos minutos para descansar aunque estén exhaustas.

Pero, qué nos ha llevado a montarnos en esta especie de avión


ultra sónico en el que todos viajamos incómodos pero nadie se
puede bajar? Nos ha llevado el inmediatismo al que nos han
acostumbrado las soluciones instantáneas que nos ofrece la
publicidad y las historias del cine o la TV; la creencia de que "el
tiempo es oro" que nos ha convencido de que cada minuto del
día debe ser productivo ; el cultivo del ego que nos anima a
trabajar más para poseer más y aparentar más; la idea de que
tener mucho equivale a ser más felices que pregona la cultura
consumista y nos empuja a producir y gastar sin descansar.

Lo cruel es que en esta loca carrera finalmente logramos estirar


el tiempo para hacerlo todo menos vivir, si por vivir entendemos
compartir, reír, pasear, conversar, jugar, gozar o soñar.

El impacto que esta forma de vida tiene en la familia es funesto.


Al andar a la carrera vivimos como "volando por instrumentos",
es decir, concentrados en todo lo urgente por hacer, pero
desconectados de lo que somos y sentimos. Y al no estar
conectados con nuestros sentimientos es imposible establecer
sólidos vínculos afectivos con nuestros seres queridos. Así,
nuestras relaciones familiares se limitan a contactos
superficiales, carentes de calidez, que por su trivialidad se
desbaratan con cualquier tormenta.

El tiempo no puede seguir siendo nuestro enemigo. Lo


necesitamos para formar la familia que soñamos tener. Hace
falta tiempo para establecer lazos profundos con nuestro
cónyuge porque éstos se tejen en los momentos compartidos sin
más propósito que estar juntos; tiempo para ganarnos la
confianza de nuestros hijos porque saben que sí estaremos a su
lado cuando nos necesiten; tiempo para cultivar una buena
comunicación porque estamos allí para que nos cuenten sus
pesares cuando desean compartirlos; tiempo para formar su
conciencia porque estamos tan presentes que nuestro proceder
les muestra qué está bien y qué está mal; tiempo para
alimentarles una fe sólida porque pueden ver cómo confiamos en
Dios y así ellos también confiar en sus designios.

Vivir a la vida a la carrera atropella las relaciones. La


impaciencia, producto del afán por ganarle la carrera al reloj,
impide que tratemos a nuestros hijos con el afecto que merecen.
Hacer muchas cosas alimenta el ego pero deja morir de hambre
el corazón. Llena la agenda pero destrozan la familia.

Si el tiempo es oro no lo desperdiciemos haciendo muchas cosas


para comprar el amor de nuestra familia, el cual obtendremos
gratis si dedicamos más tiempo a disfrutar de los hijos y ocupar
el primer lugar en su corazón.

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Taller - Angela Marulanda http://www.angelamarulanda.com/articulos/art17.htm
angela@angelamarulanda.com

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