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MATHIAS ENARD
Habladles de batallas, de reyes y elefantes Título original: Parle-
leur de batailles, de rois et d’éléphants © 2011, Robert Juan-Cantavella, por
la traducción ISBN: 978-84-397-2394-3
Depósito legal: B-21.277-2011
Primera edición: mayo de 2011
Segunda edición: mayo de 2011
Digitalización: JJJM y slstc 2013
fb2: slstc 2013
MATHIAS ENARD
Así pues, todas esas pieles, todos esos panni de lana, esos rollos
de satén de Bérgamo y terciopelo florentino, los barriles y las cajas
desembarcaron después de Miguel Ángel el 13 de mayo de 1506.
Una hora antes, al doblar la punta del palacio, el artista vio la
basílica de Santa Sofía, un gigante de anchas espaldas, un Atlas que
lleva su cúpula hasta los confines del mundo conocido. Durante las
maniobras de atraque, observó la actividad del puerto, vio cómo
descargaban el aceite de Mitilene, los jabones de Trípoli, el arroz de
Egipto, los higos secos de Esmirna, la sal y el plomo, la plata, los
ladrillos y la madera para las obras; recorrió con la vista las pendientes
de la ciudad, vislumbró el antiguo serrallo, los minaretes de una
mezquita que se elevaban por encima de la colina; miró sobre todo la
orilla de enfrente, las murallas de la fortaleza de Gálata, al otro lado
del Cuerno de Oro, ese estuario que tan poco se parece a la
desembocadura del Tíber. Así que es allí, un poco más lejos, donde se
supone que hay que construir un puente. La distancia que hay que
salvar es gigantesca. ¿Cuántos arcos harán falta? ¿Qué profundidad
puede tener ese brazo de mar?
Miguel Ángel y su bagaje se instalan en una pequeña habitación
en el primer piso de los almacenes del mercader florentino Maringhi.
Han pensado que preferiría alojarse en casa de un compatriota. Su
drogmán griego vive en un cuchitril justo al lado. La habitación en la
que Michelangelo Buonarroti abre su equipaje da a una crujía de
hermosos arcos de piedra; una fila doble de ventanas, muy altas, casi
pegadas al techo, distribuye una luz que parece venir de ninguna
parte, difractada por las persianas de madera. Una cama y una mesa de
castaño, un baúl tallado en nogal, dos lámparas de aceite y un pesado
candelabro circular de hierro en el techo, eso es todo.
Una pequeña puerta conduce a un cuarto de baño embaldosado
con loza multicolor que a Miguel Ángel le trae sin cuidado, pues nunca
se lava.
Buonarroto:
He recibido tu carta y te entiendo. Perdona que ya no te escriba
más, has de saber que estoy hasta arriba de trabajo. Voy a dedicarme a
él noche y día para acabar rápidamente mi faena y reunirme contigo lo
antes posible.
Pienso en Giovan Simone y en el dinero; con la ayuda de Dios
muy pronto daré con una solución.
De momento, puedes ir a ver a Aldobrandini para pedirle un
adelanto por la daga. No quedará decepcionado. Nunca se ha visto una
daga tan hermosa, te lo juro.
Reza por mí,
Tu Michelagnolo
Mesihi se ha callado.
Ha sacrificado su amor una última vez, sin esperar nada a
cambio.
Ha defendido a ese franco contra su enemiga, lo ha salvado, y eso
es lo que cuenta. Poco importa si al salvarlo lo ha perdido para
siempre.
Quién sabe si lo olvidará, en las tabernas de Tahtakale, en los
brazos de los efebos y las cantantes con ojos de huríes que vendrán a
masajear sus muslos. En la belleza de la poesía y la caligrafía.
A menudo llora. Solo la llegada de la noche y los excesos logra
reconfortarlo un poco.
Notas