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Este documento narra la lucha nocturna de un joven llamado Héctor contra un mosquito que lo picó repetidamente mientras dormía. Héctor despierta enojado y busca al mosquito por toda su habitación, tratando de aplastarlo con las manos o golpeándolo con una revista. Luego de una batalla que desordena su cuarto, Héctor finalmente mata al mosquito al estamparlo contra la pared con la revista. Triunfante pero cansado, apaga la luz y se duerme, dejando los
Descrizione originale:
Titolo originale
Junto Al Crucifijo de Plata, Justo Arriba de Su Cama
Este documento narra la lucha nocturna de un joven llamado Héctor contra un mosquito que lo picó repetidamente mientras dormía. Héctor despierta enojado y busca al mosquito por toda su habitación, tratando de aplastarlo con las manos o golpeándolo con una revista. Luego de una batalla que desordena su cuarto, Héctor finalmente mata al mosquito al estamparlo contra la pared con la revista. Triunfante pero cansado, apaga la luz y se duerme, dejando los
Este documento narra la lucha nocturna de un joven llamado Héctor contra un mosquito que lo picó repetidamente mientras dormía. Héctor despierta enojado y busca al mosquito por toda su habitación, tratando de aplastarlo con las manos o golpeándolo con una revista. Luego de una batalla que desordena su cuarto, Héctor finalmente mata al mosquito al estamparlo contra la pared con la revista. Triunfante pero cansado, apaga la luz y se duerme, dejando los
JUNTO AL CRUCIFIJO DE PLATA, JUSTO ARRIBA DE SU CAMA
-Demonios! Las dos y cacho de la madrugada, sin sueo y picoteando de cabo a
rabo coment el joven Hctor a s mismo mientras miraba a su vctima destripada. En verdad haba sido el mosquito ms escurridizo, agresivo y traicionero con el que se haba enfrentado en sus quince aos de existencia. -Permteme decirte, pinche minidrcula, que la lucha contigo fue la ms dura que jams me haya dado un bicho como t y, por qu no decirlo?, tambin la ms entretenida aunque Aunque al final siempre gano yo! Entiendes?! se acerc y le grit al manchn de mosco embarrado junto al crucifijo de plata, justo arriba de su cama Aplastados, o los agarro y les arranco alas y patas una por una, envenenados por DDT o simplemente los expulso de mi cuarto, pero a fin de cuentas los vencidos son ustedes Ustedes mugrosos moscos! le grit a los restos del difunto insecto y se volvi a sentar, recordando la gran pelea de la noche En eeeesta esquina, con 58 kilogramos de peso y 1.67 centmetros de estatura Hctor el humano! En eeeesta otra con un centmetro de longitud, alado y escurridizo el mosquito! Suenan en el reloj las dos de la maana, todo es silencio y tranquilidad en la habitacin de Hctor Brcena en el 375 de la calle Galeana. El reflejo de la luna sobre el Cristo de plata era el nico destello luminoso que alumbraba el cuarto. Hctor dorma sonriente (quizs un sueo ertico, de esos que se tienen a los quince aos), un zumbido inund el odo del bello durmiente, que no hizo ms que girar su cuerpo y seguir durmiendo. Reinaba de nuevo el silencio cuando sbitamente reapareci el mosco zumbn y le picote la oreja derecha. El agredido tir un manotazo ahuyenta bichos, gesticul molestia y sigui acostado (tal vez ya sin el sueo cachondo). El insecto volaba por toda la recmara, entre la ropa del closet y por debajo del escritorio, paraba aqu y paraba all; planeaba el segundo ataque a su proveedor de sangre. Despeg de la lmpara y rond la cabeza de Hctor dos veces, se elev un poco ms y descendi en picada con destino fijo en el cuello del joven Brcena. Top con carne y clav su aguda trompa; succionaba ya cuando el ofendido despert encolerizado y se incorpor. Se dio una palmada en la herida pero el agresor haba hudo ya. Rascndose y maldiciendo prendi la luz para buscar a su retador. -Dnde ests cabroncito? Orita vas a ver. habl mientras recorra la habitacin escudriando en todos los rincones y con las manos listas para aplaudirle los sesos (tendra acaso?) al odioso moscucho. No lo encontraba y decidi quedar quieto un rato para observar, se par en su cama y mir el techo tiroleado el escondite perfecto -pens l- pero aun as te encontrar. Tir manotazos y aplausos, vociferaciones y amenazas al viento, ms fue intil. La diminuta criatura se perdi entre las sombras y luces de la habitacin-ring. Rasc Hctor su nueva roncha y buscaba arriba y abajo, senta comezn. Buscaba y rascaba, rascaba y buscaba, rascaba y rascaba y rascaba Qu maldita comezn! En una corazonada repentina mir en su clset y ah estaba el bastardo. Posado sobre un sweater de lana, como buscando mimetizarse con las fibrillas de la prenda. Hijo de la chingada, ya hasta gordito se ve!-pens Hctor y elimin toda posibilidad de que fuera algn otro mosco. Se acerc un poco, sin perderlo de vista y con extrema cautela. Alz lentamente los brazos y los fue juntando, se encogi un poco, humedeci sus labios con la lengua, agudiz la vista y en un ultrarpido movimiento produjo un estruendoso clap con sus palmas. En su rostro se dibuj una sonrisa de triunfo y cinismo fatal. Despeg sus manos y la sonrisa se le escurri amarga hasta caer y reventarse en el suelo el murcielaguillo no estaba! Permaneci un momento mirando sus palmas enrojecidas por el aplauso y trataba de imaginar por dnde se le haba escapado la presa. Una conocida sensacin de molestia lo penetr por el cuello, debajo de la nuca. Tir un zarpazo pero se fue en blanco. Volte rascndose y lo vio volando en crculos alrededor del foco. Est deslumbrado, ora s me lo chingo! pens y subi a su cama, lo sigui con la vista y aplaudi una, dos, tres veces. Las tres fallidas. La tercera fue la ms cercana y slo consigui descontrolar un poco su vuelo con el vientecillo que provoc el movimiento. Una vez ms se perdi de vista, vol y se escondi por ah, en algn lado. Hctor se sinti derrotado y apag la luz; tendra que recurrir al viejo truco de dormir tapado de pies a cabeza, como un taco humano. Empezaba a conciliar el sueo cuando el zuum zuuuum se escuch bajo las cobijas, en el interior del taco (Cmo!?) Sinti un piquete en el muslo izquierdo y comenzaron los manotazos, aplausos, patadas y mentadas de mosquita madre. Sbana y cobija fueron a dar al piso, Hctor se incorpor y qued sentado en la cama, mir el vaso con agua en su bur, tena sed, aparte de sueo, frustracin, comezn y encabronamiento. Despeinado, en calzoncillos y con los ojos a medio cerrar intent alcanzar el vaso. El insecto aprovech esto y recet un trampero piquete en el antebrazo. Hctor encogi el brazo en un rpido movimiento instintivo y tir el vaso con agua al suelo. Sus converse de lona con estampado de calaveras quedaron empapados y el joven pens que quizs s debera de hacer caso a su madre y no dejar sus tenis ah tirados. La ira se apoder del picoteado adolescente que de inmediato encendi la luz y se dispuso a pelear, pero esta vez con refuerzos. Levant un poco el colchn y tom una de sus playboy, se percat de que era la edicin especial de playmates y opt por cambiarla para no maltratar su material masturbatorio preferido. Tom una de las ms viejas, la enroll un poco y se puso en guardia. Sinti comezn y al rascarse la espalda baja descubri una nueva roncha, el murcielaguillo lo haba atacado a la mala mientras buscaba su arma. Rasc y rasc hasta irritar la piel. El agresivo mosco zumb por la oreja de Hctor y la playboy busc a su presa pero el diminuto insecto vol en busca de refugio, tras l se abalanz el joven, lanz revistazos, azot uno en la pared, derrib del escritorio la lmpara y el lapicero. El ruidajal aquel despert al seor y a la seora Brcena, que desde su cuarto gritaron un amodorrado Qu pasa? El joven Brcena segua tratando de acabar con la existencia del picador volador y slo respondi un agitado nada!. Recorrieron uno tras otro la recmara entera; uno tirando revistazos y el otro huyendo y picando en los descuidos del primero, desordenando lo que a su paso se interpona. Al cabo de unos minutos, quizs por cansancio o tal vez por descuido, se pos el sanguinario mosco en la pared. El rostro de Hctor Brcena Talavera se deform hasta tomar facciones demenciales y maquiavlicas, se haba convertido en un Mr. Hyde de quince aos. Apret en su mano la playboy, pel los dientes, los apret hasta rechinar y en un lance felino estamp a las viejas encueradas contra el yeso. Pens un poco, normaliz su respiracin y de un jaln quit la revista J! Una mancha de su propia sangre y restos de mosquito apareci ante la vista del enronchado joven. Una risilla casi muda y guard su revista bajo el colchn, as sin limpiarla, le haba costado demasiado trabajo el asesinato como para eliminar los rastros de la victoria y olvidar el asunto. No seor! Ahora cada vez que le echara un vistazo a la edicin especial de playmates recordara la gran batalla. Cansado pero triunfante el joven mir por ltima vez a su vctima y apag la luz. Recogi la ropa de cama, se tap y pens en los restos apachurrados que adornaban la pared de su habitacin, junto al crucifijo de plata, justo arriba de su cama.