Sei sulla pagina 1di 8

Marcas de Marie Langer

Carlos Basch y Ricardo Bruno


“Se ruega cerrar los ojos”.
Sigmund Freud (1900a)

Puntuación

Marie Langer(4) publica en los primeros números de la Rev.


de psicoanálisis (1). En 1944 sale “Algunas aportaciones a
la psicología de la menstruación” (12) y en 1945,
“Problemas psicológicos de la lactancia” (13). La psicología
ya en el título, en una época más bien de colaboración con
la medicina. Incluso, plantea un desarrollo psicoanalítico a
partir de Freud:
“Según Freud, la relación más exenta de odio que
pueda existir entre seres humanos es el amor maternal
hacia el hijo varón.”
Creemos que se puede extender esta afirmación
también a la relación madre-hija en lo que concierne a la
época que abarca el embarazo y el período de lactancia”
(12, p. 213).
¿Por qué la relación con la hija, también, estaría exenta
de odio? ¿Por qué durante ese período? Porque mientras
esté en el vientre o mientras mame, la niña será
transitoriamente como un varón lo es definitivamente.
Esquemáticamente, mujer más pecho = varón más o
menos pecho.
Si así fuera, entonces pecho = falo.
Freud había intentado articular la paranoia en la mujer
con lo desmesurado de la demanda de la niña a la madre.
La madre no la ha dotado de pene. Langer la atribuye, en
cambio, a la representación inconsciente de haber sido
dañada por la leche mala de una madre agresiva. La suya y
la de Freud son versiones imaginarias de los sustitutos
fálicos. Pero no dan lo mismo. Freud (1923e) había
distinguido entre primacía genital y primacía del falo.
Volvamos a la paranoia femenina. De las analistas
mujeres Freud acepta que, en la fase más temprana, la
dependencia de la niña a su madre es distinta de la del
varón (1931b). La niña sale de esa fase con dos reproches
dirigidos a la madre. El primero es haberla traído al mundo
como mujer o -como dice Freud- de no haberla dotado de
un órgano genital completo.
“Un segundo reproche, que no arranca tan atrás en el
tiempo, resulta un tanto sorprendente [...]”
No nos resulta sorprendente, hoy, que Freud, hablando
de la niña, necesite ocuparse de los dos sexos e incluso de
las “condiciones culturales”.
“Un segundo reproche [... ] es el de que la madre no le
ha dado a la niña suficiente leche, el de que no la
amamantó bastante”.
A partir de una afirmación freudiana (2), Marie Langer,
sustituyendo el pene del niño por la teta de la madre, había
intentado un corolario. Consideró, como hemos dicho, que
también la niña vivirá un idilio con la madre... hasta el
destete. ¿Un amamantamiento suficientemente bueno?
¿Corto o largo? ¿Con qué medida? Freud no está seguro:
“No estoy seguro, sin embargo, de que analizando
niños que han sido amamantados tan prolongadamente
como los de los pueblos primitivos no nos encontraríamos
también con idéntica queja [...]”
Y concluye:
“[ ...] tan inmensa es la voracidad de la libido infantil”.
En los ejemplos clínicos que acompañan y cierran esos
artículos (12-13) de los años '40, la analista, a fuer de
clínica, no deja de mostrar en las complejidades de la
relación de esas mujeres con sus madres, lo fallido, la
inadecuación, el deseo. Como adelantamos, la
representación inconsciente de haber sido dañadas por la
leche mala de una madre agresiva estorba el idilio. Pero
¿cuánto hay de enfermizo y cuánto de estructural en la
agresividad de la madre?
¿Lo agresivo o lo inconmesurable? Freud había tomado,
de las analistas mujeres, la peculiaridad de la ligazón-
madre de la niña, para decirla a su manera. En el
continente negro ese explorador no se amilana y sigue
pensando psicoanalíticamente. En esa ligazón persiste,
ilegible, una fase prehistórica, al modo en que persiste en lo
griego lo minoico-micénico. Hay un nexo particularmente
íntimo entre la sexualidad femenina y la etiología de la
histeria. Y la paranoia femenina (3) . Hay, para cada sexo,
una secuencia castración-Edipo específica... Freud explora,
articula, pone en juego todos sus recursos.
¿Y lo inconmensurable? Freud había nombrado
“complejo de castración” a una inadecuación entre el ser
del hijo, varón o niña, y el deseo materno. La inadecuación
es estructural en tanto uno de los términos es inescrutable.
Pero no por inescrutable el deseo materno es del todo
inarticulable, allí donde deja intuir su negrura. ¿Y dónde
mejor que en la prehistoria femenina? La vaga prehistoria y
lo real del cuerpo. Por cierto, esa anatomía no favorece la
consolidación de la equivalencia fálica.
Langer, en estos artículos, parece considerar posible
una unidad de medida: la maternidad. Una medida tal
apaciguaría la agresividad de lo inconmensurable midiendo
sin resto, por vía de la ecuación imaginaria embarazo=falo
y pecho=falo.
Pero la imposibilidad se cuela por la ventana. Se
reinstala como corte de la leche a partir de la
menstruación, que opera como retorno de la diferencia
entre falo y castración. En términos de Marie Langer, entre
leche buena y leche mala, entre antes y después de las
reglas.
Del más allá de la significación fálica -esbozado por
Freud como “continente negro”- habrá un atisbo en nuestra
autora, gracias a la teoría kleiniana de la envidia, en este
caso envidia de la niña pequeña a la madre, una vez que la
sangre menstrual “ha tornado en mala leche a la leche
buena de la madre cariñosa de la primera infancia”(18) .

Voces
“Piensa morir en Buenos Aires,
junto a sus hijos varones.” F.
Ulloa (17)

“Vino a Buenos Aires dos meses


antes, a morir junto a sus hijos
varones.” Fidias Cesio (5)

“no te moriste Mimí no te


morirás nunca” E. Pavlovsky
(16)

Esta segunda parte era la primera cuando, en diciembre de


1987, decidimos postergar la publicación. Había muerto
Marie Langer, y nos sorprendió su muerte, eso que la
enfermedad anunciaba. Ulloa, Cesio, Pavlovsky, entre otros,
escribieron los obituarios.
Por segunda vez publicaríamos un trabajo textual sobre
textos de un psicoanalista muerto. Por primera, sobre los de
una mujer. ¿Qué nos detenía? Con Enrique Pichon-Rivière
nos había resultado llevadera esa infidelidad que es una
escritura y llegamos a un (provisorio) punto final, manera
literaria de cerrar unos párpados, por queridos que sean
(19). Pero ella tenía ojos celestes, ojos inolvidables. Todos
los recordaban.
En los “pasillos” habíamos oído hablar mucho de Marie
Langer. Nos pusimos a leer su autobiografía (14), en busca,
no de los hechos reales, sino de un relato. Y nos
encontramos con una historia de militante por los derechos
de la mujer, por los de todo humano, que leímos con
ahínco, con interés, con distanciamiento. En ese clima,
fuimos y volvimos a los dos textos puntuados más arriba.
Por cierto, esto es tributario de una trabajo de Lacan
sobre el padre, sobre los padres: el freudiano padre de la
horda, padre real vivo en el inconsciente; el padre muerto
de la ley simbólica. Sin embargo, la disyunción maternidad
o sexo es estructural, ni evolutiva ni patológica, por más
que varíe con la edad, por más que a veces dé tanto
trabajo. Como pudo verlo, marcarlo, Freud en su psicología
de la vida amorosa (1910h, 1912d, 1918a). Eso permaneció
allí, “en souffrance”, ante los ojos de generaciones de
analistas (entre ellos, los argentinos; entre ellos, la autora
de Maternidad y sexo), que no atinaron a dar cuenta de lo
irreductible de la disyunción en sus horizontes
“integradores”.
“[...] es el caso que mi vuelta a la política comienza
exactamente con la muerte de mi marido en 1965” (14, p.
86).
La tentación es trazar un itinerario, desde y hacia la
política, con el psicoanálisis más como interregno que como
eje. El psicoanálisis, en todo caso, ocupó muchos años (casi
treinta) de esta vida. En ellos Marie Langer desempeñó
todos los roles posibles para un analista: analizó, supervisó,
enseñó, ejerció funciones directivas. En su juventud, en
Austria, había intentado juntar marxismo y psicoanálisis
(20)… hasta que llegó la orden de arriba.
“En Berlín Hitler ya estaba en el poder, la Gestapo
aprehendió a Edith Jacobson después de seguir a uno de
sus pacientes. Para proteger al psicoanálisis y a sus
pacientes se reunió la plana mayor en torno a Herr
Professor, como llamaban todos a Freud, y dictaminó que
ningún analista podía militar en ningún partido clandestino,
ni, menos aun, tratar a personas que lo estuvieran
haciendo” (14, p. 55).
Marie Glas entonces eligió otra lucha. Ella y Max
Langer, su segundo marido, se marcharon a España, a
integrarse en la causa republicana.
“Leticia Buonaparte, la madre del gran Napoleón [...],
durante sus embarazos acompañaba a su esposo en las
guerras de liberación [...]” (12, p. 217).
“Cuando tenía cuatro años (soy la menor de dos hijas y,
según mi madre, debí haber sido varón) estalló la primera
guerra mundial [...] y mi padre tuvo que ir al frente [...;]
creo haber disimulado mi deseo de acompañarlo a la guerra
[...]. Las mujeres no iban al frente” (14, p. 3).

A Fidias Cesio le cuesta llegar al lugar donde se vela a


Marie Glas de Langer. No encuentra rápido la dirección; se
pierde (y nosotros recordamos, al leer esto, al Freud que se
pierde por las callejuelas de Roma). En el velatorio, en ese
momento, hay poca gente. Fernando Ulloa es de esos
pocos. “Un amigo de Mimí a lo largo de los últimos años”,
dice de él Cesio en el obituario (5). De sí mismo dice que
fue paciente de Marie Langer entre 1948 y 1956 (21)
Paciente, amigo y contertulio, “porque así eran las
costumbres entonces”. Ulloa comparte con Cesio algo de
sus conversaciones postreras con Marie Langer, y hasta
parece acomodar su diálogo al colega de más edad, que
después escribirá:
“Lamenté profundamente no haber tenido la
oportunidad de conversar con ella [M.L.] y contarle mis
ideas acerca de la muerte...”
Eduardo Pavlovsky (16) publica su obituario en Página
1
12. En prosa desbordada, sin puntos ni comas, se pregunta
francamente cuál será el hijo preferido. ¿Él? ¿Hernán
Kesselman? ¿Armando Bauleo? “Vieja zorra nos hizo el
mismo cuento a todos.”
1
Diario contestario de la Argentina, propiedad de la empresa multimedios
Clarín.
En marzo de 1988, en Psyche, un texto de Fernando
Ulloa (17) hace doblar las campanas por Mimí y reflexiona
sobre la muerte. También Freud -evoca- murió con las botas
puestas.
En abril, en la Rev. de psicoanálisis, Cesio escribe el
obituario:
“El consultorio [de M.L.] tenía la ‘magia’ que dan las
transferencias primordiales. El humo del cigarrillo y el olor a
tabaco -era una fumadora inveterada- agregaban misterio a
su presencia ‘extranjera’. En cuanto a la técnica, cumplía
con el encuadre que consideramos ‘clásico’: puntual, cuatro
sesiones por semana de cincuenta minutos y horarios fijos;
interpretaba en pocas oportunidades” (p. 222).
Como historiador del movimiento psicoanalítico de
América latina (4), Cesio poco había dicho de las
costumbres de entonces, que el obituario sí acentúa, y del
sistema de renovación de autoridades, que Maríe Langer
describe así:
“Cuando en 1959 pude revalidar mi título de médica en
Mendoza, adquirí mi legalidad plena junto con la posibilidad
de ser presidente de la Asociación [Psicoanalítica
Argentina], lo que por derecho me hubiera correspondido
desde mucho antes porque los fundadores (4) nos
turnábamos en la presidencia y sólo después dejamos la
oportunidad a los más jóvenes. [...] Tenía que. callarme mi
marxismo2; me callaba la crítica a determinado estilo de
vida hipomaníaco, derrochador, exhibicionista, me callaba
sobre los abusos de transferencia que hacía la gente de la
APA...” (14, p. 82)
Pero -si es que salimos- volvamos a la transferencia y a
la necrológica escrita por Cesio a la vez como, deudo y
como psicoanalista. “Magia”... “Extranjera”... “Clásico”... Él
les ha puesto las comillas. Magia y misterio. Una
transferencia primordial. En tanto la transferencia es por
antonomasia el destino de lo primordial (pues lo primordial,
sin transferencia, sería por completo inefable), poner por
escrito que una transferencia es primordial es redundante
pero no innecesario, si escuchamos en su resonar que algo
no ha sido escrito, que hay algo cuya escritura pende. (“No
te moriste Mimí no te morirás nunca” (16), “Hay restos pero
está viva mi analista”) La escritura -¿se podría decir más
2
De algún modo su marxismo era callado o un marxismo sin Marx. Repetimos
que en Maternidad y sexo no hay ninguna cita de Marx.
claramente?- de que algo (¿restos?) no se podrá pagar,
pensar (en la economía fálica de la representación), para
poder cerrar los ojos y decir está muerta mi analista y no
clamar ya por su inmortalidad.
Paciente, analista, historiador, ¿cómo no hablaría Cesio
de herencias?
“En la ‘familia' psicoanalítica, es notable la `herencia'
que dejan los analistas didácticos, en particular los
pioneros, sobre todo en sus analizados, aunque también es
fundamental en sus supervisados y alumnos.”
De una herencia “notable”, algo va notando y
anotando:
“[ ...] en la obra de todos nosotros es evidente la
influencia de su pensamiento, en particular su preocupación
dominante por los temas de la transferencia y la técnica
psicoanalítica (p. 223).
Su principal contribución fue la que recibimos
directamente en el intenso intercambio que tuvo lugar
entre nosotros y que, a nuestra vez, transmitimos a los que
nos siguen” (p. 223 n.).
En la versión de Cesio, la principal contribución de
Marie Langer es directa, y la transferencia es mágica,
misteriosa, primordial.
Si los “intensos intercambios” son inefables no se
transmiten sin pérdida. Tan sólo se los puede aludir. Lo que
se transmite es una deuda que ninguna unidad de medida
fálica puede colmar (en lo que se transmite de un escrito,
en lo que se escribe de un análisis). Ni niña (más) pecho, ni
niño (más o menos) pecho. Hay que correrse de las voces,
del pasillo o del despacho del predilecto, para que haya
transmisión, para que una deuda se acredite en lo
simbólico.

Resumen

Este breve ensayo es el tercero de una serie dedicada a


puntuar textos pioneros del psicoanálisis argentino. Los
autores -que no conocieron personalmente a Maríe Langer-
ofrecen al lector un ejercicio de lectura, una “puntuación”.
Así este breve ensayo es un “informe de lectura”, género
específico, distinto del comentario, la opinión, la crítica, la
semblanza, y sobre todo distinto de la visión panorámica,
generalizadora.
Marie Langer murió en 1987, y esta revista [la revista
de la APA] publicó su obituario, escrito por Fidias Cesio.

Bibliografía
1. En esa revista publicó 29 artículos, entre 1944 y 1970.
2. “El amor de la madre hacia el hijo varón es lo menos ambivalente
que pedir se pueda.”
3. “Angustia de ser devorada por la madre” (1931 d). Sobre paranoia,
véase: Basch, Carlos: “Mujeres freudianas”, presentado en las
Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1991.
4. Cesio, Fidias: Historia
5. Cesio, Fidias: obituario de Marie Langer, Rev. de psicoanálisis, vol.
XLV, 1987.
6. Freud, Sigmund (1900a)
7. Freud, Sigmund (1910h)
8. Freud, Sigmund (1912d)
9. Freud, Sigmund (1918a)
10. Freud, Sigmund (1923e)
11. Freud, Sigmund (1931b)
12. Langer, Marie: “Algunas aportaciones a la psicología de la
menstruación”, Rev. de psicoanálisis, vol. II, 2, 1944.
13. Langer, Marie “Problemas psicológicos de la lactancia”, Rev. de
psicoanálisis, vol. III, 2, 1945.
14. Langer, Marie: Maternidad y sexo.
15. Langer, Marie: Autobiografía.
16. Pavlovsky, Eduardo.
17. Ulloa, Francisco.
18. Con los matemas de la sexuación el “continente negro” avisorado
por Freud en la sexualidad femenina se convierte en “geografía”.
19. Es cierto que aquel hombre -genio y figura- casi invitaba a la
destitución del personaje, a la del Pichón de consumo masivo. ¿No
ostentaba en público cánulas y esparadrapos con la misma
temeridad -y acaso con la misma suerte- con que arremetía contra
lo siniestro, con que provocaba, increpándola, a la castración,
intuida como “víbora mechante”?
20. En Maternidad y sexo (1951) no hay ninguna cita de Marx. Véase
(14, p. 82).
21. Es decir, los años fundacionales del psicoanálisis en la Argentina.

Potrebbero piacerti anche