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De hecho, en las sociedades modernas las reglas han cambiado tanto, que en
muchos casos es ahora la mujer la que lleva el pan a casa y este factor, ligado a
muchos otros, han afectado el entorno doméstico de la mayoría de los
trabajadores convirtiendo “el hogar” en un lugar al que muchos prefieren no ir.
¿Qué pasa cuando el empleado llega a casa?… ¿Cómo nos afecta nuestro trabajo
una vez estamos en el hogar?…Hasta donde la negatividad, el estrés y la
sobrecarga laboral transforman nuestras conductas y minan nuestras ganas de
volver a casa por saber que encontraremos más de lo mismo.
Poco a poco nos hemos llenado de cargas mentales que muchas veces no
podemos conciliar (como antes) una vez estábamos en casa. Nos hemos dado
cuenta de que las complicaciones diarias tienen una extensión precisamente
allí… Cosas tan sencillas como: Sacar la basura, hacer la colada, limpiar,
planchar, cambiar las sábanas, etc.… Se han convertido en un problema, ya que
muchas parejas trabajan todo el día afuera y no quieren llegar a casa
precisamente a seguir “trabajando”.
Parejas que tienen cada vez menos tiempo para dedicarle a sus hijos y que casi
no pueden con el cuidado de la relación afectiva, han convertido a los hogares
modernos en un hervidero de divorcios y de separaciones a punto de estallar.
Provocan con cada vez más frecuencia que lo cónyuges decidan quedarse “un
poquito más” en el trabajo tratando de retrasar la llegada al hogar.
CONSECUENCIAS EXTRALABORALES
Las repercusiones que ha traído este problema son bien conocidas por todos,
pues viviendo en cualquier sociedad occidental es imposible escapar de ellas.
Peleas, estrés, conflictos familiares, son el pan nuestro de cada día. Los
problemas cotidianos se han duplicado abriendo dos frentes, el laboral y el
familiar; este hecho está mermando nuestra capacidad de aceptación de tantas
situaciones estresantes al mismo tiempo y poco a poco se ha convertido en un
problema psicológico (aún no identificado) que dentro de poco tendrá
seguramente algún nombre de estos que “dan miedo” y que muy probablemente
empezará con la palabra “síndrome”…
Tantas exigencias sociales representan una carga mental y física muy difícil de
soportar para cualquier persona y la convivencia en pareja sólo ha empeorado el
hecho de que estamos demasiado estresados por nuestras responsabilidades
laborales que apenas podemos pensar en las domésticas. Así que no es
sorprendente entonces, que la tasa de divorcios y separaciones continúe
subiendo cada año sin que ninguna medida social, gubernamental ó incluso
religiosa haya podido ponerle freno. Pues casarse o vivir en pareja no ha resuelto
el problema latente que significa lidiar con la conflictividad en la que actualmente
vivimos.