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CERÁMICA

La mamá de Ana María hace unas lindas fuentes de cerámica.


-Hacer una de esas fuentes es lo más fácil que hay- les dijo un día Ana
María a sus amigas- Se toma un poco de greda, se le da la forma, se deja
secar, después se pasa una piedrecita, se la lleva al horno, y listo.
Mañana les voy a traer un fuente hecha por mí.
Cuando llegó a su casa, le pidió a su mamá que le diera un poco
de greda y empezó a hacer la fuente. Al poco rato le dijo:
-Esto que me va saliendo no me parece una fuente, parece plato hondo;
mejor hago un plato.
Poco después, Asna María pensaba: “Esto tampoco me parece
una fuente mejor hago una torta”
Al día siguiente, todas sus amigas le preguntaron por la fuente.
-Es muy aburrido hacer fuentes- dijo Ana María-Mucho más entretenido
es hacer tortas de barro. Miren qué linda me quedó esta que hice ayer.

EL SASTRECILLO VALIENTE

Había una vez un sastrecillo que cosía en un tercer piso frente a


una ventana. A pesar de que no era muy afamado, soñaba con llegar a
ser el sastre del rey.
Trabajaba mucho desde la mañana hasta la noche.
Un buen día mientras se hallaba trabajando de buen humor, oyó que
alguien decía: "Mermelada, deliciosa mermelada, ¿quién compra mi
mermelada?". Al sastrecillo se le hacía agua la boca y gritó, ¡Eh mujer,
suba aquí, quiero comprar su mercancía!.
La mujer era una gorda a quien le costó mucho llegar al tercer
piso. El sastrecillo le hizo abrir todos los frascos de mermelada, hasta
que escogió una de grosellas, que se veía deliciosa. Le pagó a la mujer,
quien se fue refunfuñando, y se dispuso a saborearla para lo que untó
con ella una rebanada de pan.
EL GALLO PUNTUAL

Este es la historia del gallo Puntual, el cual era el


encargado de despertar a todo el pueblo con su canto ki-qui- ri –
qui al salir el sol, en donde los grandes se iban a trabajar y los
niños a estudiar.
Pero un día el gallo no canto y el pueblo no despertó, todos
se asombraron por lo sucedido se reunieron para ver lo que había
pasado y fueron a ver al gallo.
Se dirigieron todos juntos a la casa del gallo y se
encontraron que Puntual estaba dormido. Tito preocupado porque
el gallo no canto se le ocurrió una genial idea de comprar una caja
que contenía un reloj que su sonido es TIC – TAC
Entonces Tito fue a donde los demás a mostrarle el reloj
que compro para el gallo Puntual y se lo dejo al lado de su cama
mientras dormía.
Al otro día el reloj sonó muy fuerte con su sonido TIC-
TAC y el gallo Puntual del asustó canto y canto y la gente se
despertó.

EL BURRITO FLOJO

Comodín era un burro perezoso y rezongón: no le gustaba


trabajar. Un día, su amo le ató una carga de sal y lo levó al pueblo. Era
verano y hacía mucho calor. Comodín rezongaba, pues se sentía
cansado.
Antes de llegar al pueblo, tomó el camino del río y se metió en él
para refrescarse. Al salir del agua, ¡qué grande fue su sorpresa! Su carga
había disminuido. “Siempre me meteré al río para alivianar mi carga”,
pensó el burro.
A la semana siguiente, su amo lo cargó con sacos de esponjas y se
dirigieron al pueblo. A pesar de que su carga era liviana, el burro pensó
en cómo alivianarla aún más, y nuevamente se metió al río. Al salir
¡grande fue su sorpresa! Su carga, en vez de alivianarse, pesaba el
doble.
LA PERRITA DALMATA

Detrás de las rejas, Llanca guiñó sus pálidos ojos


verdeazules, mirando alejarse a su dueña Doña
Susana Torrealba, Apenas ella se perdió de vista,
la perra dálmata se sentó, lengüeteando
las finas
y suaves manchas color chocolate oscuro de su piel.

Luego dio vueltas en torno a su prisión, olió el aire


y dijo para sí:
“La isla Robinson no es el mundo. Hoy saldré para
el lado de la ciudad donde hay un olor sabroso y
olfatearé a mi gusto el mercado, el muelle y el río.

LA CASA DE LA TORTUGA

A un niño le regalaron una tortuga chiquitita.-Le voy a hacer


una casa -dijo el niño Buscó un cajón y le hizo una puerta.
Adentro puso pasto verde y un montón de paja.
Aquí mi tortuguita va a vivir feliz, pensaba nuestro
amigo. Entonces fue a buscar la tortuga. La encontré
durmiendo, totalmente escondida dentro de su caparazón.
La tortuga tenía casa propia –dijo el niño—y no me había
dado cuenta. Dejaré la casita que hice para cuando me regalen
un animal que no tenga casa propia
.

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