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Este documento resume un libro de Enrique Krauze titulado "La presidencia imperial" que analiza el sistema político mexicano entre 1940 y 1996 a través de biografías de los presidentes. Krauze argumenta que el sistema puede verse como una "empresa" donde cada presidente representa un tipo de empresario. El documento también explora las raíces históricas del sistema en las tradiciones coloniales españolas y cómo alcanzó estabilidad emulando al anterior régimen porfiriano.
Este documento resume un libro de Enrique Krauze titulado "La presidencia imperial" que analiza el sistema político mexicano entre 1940 y 1996 a través de biografías de los presidentes. Krauze argumenta que el sistema puede verse como una "empresa" donde cada presidente representa un tipo de empresario. El documento también explora las raíces históricas del sistema en las tradiciones coloniales españolas y cómo alcanzó estabilidad emulando al anterior régimen porfiriano.
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Este documento resume un libro de Enrique Krauze titulado "La presidencia imperial" que analiza el sistema político mexicano entre 1940 y 1996 a través de biografías de los presidentes. Krauze argumenta que el sistema puede verse como una "empresa" donde cada presidente representa un tipo de empresario. El documento también explora las raíces históricas del sistema en las tradiciones coloniales españolas y cómo alcanzó estabilidad emulando al anterior régimen porfiriano.
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(1940-1996), Mxico, Tusquets Editores, 1997 Rafael Rojas Algunos escritores espEioles nada inseguros de su nacionalismo, como Guillermo de Torre y Jos Orte- ga y Gasset, sealaban a mediados de este siglo el escaso desarrollo del g- nero biogrfico en la cultiu-a hispa- noamericana. Ortega, por ejemplo, sumaba la falta de biografas y me- morias en la literatura espaola a su obsesivo contrapimteo cultural entre Espaa y Francia. No porque tuviera en alta estima dicho gnero, sino por todo lo contreuio: lo biogrfico, a su entender, denotaba un "sntoma de complacencia Einte la vida personal" o lo que Charles Lindholm llama "una estetizacin del carisma". As como Inglaterra era el pas de las biogra- fas, Francia, segn Ortega, era el pas donde se haban escrito ms me- morias. En los ltimos aos, Sylvia Mo- Uoy y Miguel Garca-Posada han in- sistido en que aquellos juicios, por lo que se refiere a la literatura confesio- nal o de memoriEis, eran algo exage- rados. El gnero autobiogrfico en Hispanoamrica, desde el Libro de la vida de Santa Teresa de Jesiis hasta la Autobiografa de Federico Snchez de Jorge Semprn, pasando por las Memorias de Rubn Daro y Confieso que he vivido de Pablo Neruda, ha sido bastante ft-ecuentado. Sin em- bargo, en lo que atae a la escritura biogrfica, la observacin sigue sien- do vlida. No slo se escriben en cais- tellano menos biografas que en fran- cs o en ingls, sino que los mejores bigrafos de grandes personajes de la historia de Espaa y Amrica Latina son, por lo generad, ft-anceses, italia- nos y, sobre todo, ingleses y nortea- mericanos. Ah estn los ejemplos re- cientes del Felipe IIde Henry Kamen, el Franco de Paul Presten, el Bolvar de Gerhard Masur y el Jurez de Brian Hamnett. Esa importancia de la biografa en las literaturas norteamericana e inglesa est relacionada con la tradi- cin poltica y filosfica uiglosajona. Por el hecho de experimentar esos pases un orden institucional estable, 565 Rafael Rojas la moral, la religin y la cultura se involucran ms en la vida privada de las personas. Adems de que, como observaba De Tocqueville, la demo- cracia trae consigo una suerte de uni- formidad cultural que exige la mitifi- cacin de caracteres emblemticos. En este sentido, la nocin de charac- ter, que diftmdieron Thomas Carlyle en On Hroes, Hero-Worship, and the Heroic in History (1841) y Ralph Wal- do Emerson en Representative Men (1849), implicaba algo ms que el simple carisma, es decir, implicaba, ante todo, un don o una virtud que converta a ciertos hombres en figu- ras ejemplares. Para Carlyle, por ejemplo, los hroes eran, fundamen- talmente, grandes estadistas como Federico el Grande y Oliver Crom- well. Sin embargo, para Emerson, quien segua de cerca el principio pla- tnico de la anEdoga entre persona y comunidad, el "hombre repre- sentativo" era lo mismo un filsofo, como Montaigne; un mstico, como Swedenborg; un escritor, Shakespea- re, o im poltico, como Napolen. En medio de ese menosprecio por la biografa que an persiste en la cultura hispanoamericana, contrasta la obra de Enrique Krauze. Aexcep- cin de muy pocos textos, como su colaboracin en uno de los tomos de la Historia de la Revolucin Mexica- na que coordin don Luis Gonzlez, la historiografa de Krauze ha sido fimdamentalmente biogrfica: Cau- dillos culturales de la Revolucin Me- xicana, Biografa intelectual de Da- niel Coso Villegas, Siglo de caudillos y Biografa del poder. A estas obras habra que agregar, claro est, sus ensayos de crtica poKtica, como Por una democracia sin adjetivos o Tiem- po contado. Curiosamente, esas dos hneas paralelas de su escritura pare- cen converger ahora en La presiden- cia imperial, ya que este libro es, a la vez, una biografa y ima crtica del sistema poltico mexiceino. En cierto modo, la obra de Krau- ze ha sido la protesta solitaria contra ima paradoja: la historia de Mxico gira, como pocas, alrededor de sus hroes y antihroes, de sus caudillos y caciques; sin embargo, por lo gene- ral, no es narrada biogrficamente. Mxico, como l dice, es un pms carly- leano, pero sin Carlyles. Lo cual no deja de ser una exageracin que lleva implcito un guio nacionalista, ya que los "grandes hombres" mexicemos difcilmente encajarian en el ancho molde de Federico de Prusia, Schiller, John Sterling, Samuel Johnson y otros hroes de Carlyle. En todo caso, las biograifas de ICrauze, a diferencia de las de Plutarco, Carlyle y Emer- son, no se basan en el sympathos, no siempre son positivas, ni siquiera neutrales; en ellas hay lugar para el juicio moral que permite la distancia del pasado e incluso para la desapro- bacin. Tal vez por esa susceptibili- dad moral que distingue su escritura, Krauze es un historiador que puede narrar el presente. Aunque La presidencia impe- rial cierra una triloga, iniciada con Siglo de caudillos y continuada en Biografa del poder, se diferencia de stas por ser, adems de una serie de biografas de los presidentes de Mxi- co entre 1940 y 1997, una biogreifa del sistema poltico mexicano. No po- 566 Enrique Krauze, La presidencia imperial da ser de otra manera. El maestro ms visible de Krauze, Daniel Coso Villegas, lo expuso con la mayor cla- ridad: las "dos piezas centrales" de ese sistema han sido el presidente de la repblica y el pEirtido oficial. El engranaje entre ambos crea un apa- rato poltico que finciona como un Deus ex machina y que ofi-ece una va institucional al carisma de cada pre- sidente. El "estilo personal de gober- nar", segn don Daniel, no es ms que el proceso por el cual la biografa del presidente se convierte en una cifra del destino de la nacin. As, la ana- loga platnica entre el poltico y su ciudad se cxunple a cabalidad en el Mxico posrevolucionario. Cmo se escribe, pues, la bio- grafa de una maquinaria? Al pare- cer, el secreto se halla en el ensayo preliminar "El Estado mexicano: fuentes de su legitimidad". Aqu Krauze observa cmo ciertas formas ancestrales del Estado colonial per- sisten en el subsuelo de la memoria y reencarnan en la formacin del siste- ma poltico mexicano. La poltica de Calles, el creador del sistema, es una nueva versin del reformismo borb- nico (anticlerical, capitalista, buro- crtico); en cambio, la de Crdenas, que es quien lo consolida, puede verse como una vuelta al tomismo de los Habsburgo (corporativo, paternalis- ta, carismtico). Se trata de una osci- lacin entre las herencias de los si- glos XVII y XVIII que viene marcando la vida poltica mexicana desde el si- glo XIX. De alguna manera, los hbera- les de la Reforma y de la Repblica Restaurada habran rescatado la fiso- noma del Estado borbnico; as como el porfiriato fie, al decir de Andrs Molina Enrquez, un restablecimien- to del pacto con los cuerpos del mti- guo rgimen, que a la vez se cuid de no desechar el perfil modernista del hberalismo. Ese liberalismo conservador, esa mixtura entre lo borbn y lo habs- burgo, hizo del rgimen de Porfirio Daz el primer momento de estabili- dad despus de la Independencia. De modo muy similar, a partir de 1928 se abre un nuevo periodo de normali- dad institucional que contrasta con el caos revolucionario que sigui a 1911. La maquinaria empezaba a fiuicio- nar. Y ya para 1940 y, sobre todo, 1946, su funcionamiento Uega, en pa- labras de Daniel Coso Villegas, a "un grado de perfeccin increble". Justo en ese momento "la poltica mexicana se vuelve un misterio poco menos que impenetrable". Es el lapso en que, como dice Krauze, el sistema se con- vierte en una empresa civil con Ma- nuel va Camacho y Miguel Alemn. Luego, del "empresario" (Alemn) el sistema pasa a manos del "contador" (Ruiz Cortines), de ste al "gerente de relaciones pbhcas" (Lpez Mateos) y, por ltimo, al "abogado penal" (Daz Ordaz). La biografa de esa em- presa que es el sistema poltico mexi- cano se presenta, entonces, como la suma biogrfica de sus empresarios- presidentes. El nuevo rgimen, nacido de la Revolucin, comienza a ser estable cuando ms se asemeja al Euitiguo, es decir, al porfiriato. Por segunda vez, en la historia moderna de Mxico se detiene la gravitacin pendular hacia los Habsbm-go y los Borbones y se 567 Rafael Rojas alcanza una suerte de acuerdo dins- tico dentro de la familia revoluciona- ria. Ajuicio de Krauze, dicho acuerdo experimentar dos rupturas, una desde afuera, que ftie el movimiento estudiantil de 1968, y otra desde adentro: la escisin de la clase polti- ca durante los sexenios de Jos Lpez Portillo y Miguel de la Madrid. Apartir de ah la empresa se aproxima pegrosamente a la quie- bra. Surge entonces su salvador, Car- los Salinas de Gortari, nuevo Daz, nuevo Calles, que intentar refor- marla y, sobre todo, refundarla a su medida. Pero hay una demanda, cada vez ms elocuente y mayoritaria, que los nuevos empresarios se resisten a satisfacer, ya que su satisfaccin exi- gira el reconocimiento del colapso del sistema: la democracia. La empresa es, pues, algo ms que una metfora. Esta emaloga, que Krauze toma de Gabriel Zaid, favore- ce la narrativa biogrfica. La biogra- fa de cada presidente es la narracin de su especfica virtud empresarial y va acompaada de las biografas de las instituciones y los actores que gi- ran a su alrededor. En este sentido, se trata de un libro que narra la vida de una comunidad poltica, el tiempo que media entre el nacimiento y la muerte de un Estado. De ah que el acercamiento a la morfologa de Ri- card Morse le sea tan til a Krauze a la hora de localizar lais referencias histricas de la Revolucin Mexicana; referencias ms bien inconscientes que, como los modelos estatales de los Habsburgo y los Borbones, de los li- beredes y los porfiristas, se han sedi- mentado en la memoria poltica y ga- rantizan una legitimidad profionda e inefable a la nueva Ute del poder. En otros libros de Krauze ya se percibe esta aficin por la morfologa histrica. En Siglo de caudillos, por ejemplo, es notable la apUcacin de un principio morfolgico de carcter cultural, bastante cercano a la histo- riografa de Spengler y Toynbee. Las vidas de Hidalgo y Morelos, Iturbide y Santa Anna, Jurez y Daz son na- rradas desde la distincin entre los mundos culturales del criollo, el indio y el mestizo. En Biografa del poder se nota algo parecido, pero en relacin con el sustrato religioso de la expe- riencia revolucionaria: Madero es el "elegido por la providencia", Zapata suea con un "paraso recobrado", Vi- lla es un "bandido redentor" que "a hierro muere", Crdenas encama la figura del "general misionero". Estos arquetipos sociales y religiosos, al igual que los modelos del Estado co- lonial, son formas que reaparecen una y otra vez en la historia, imge- nes del pasado que gravitan sobre el escenario del presente. Otra de esas formas es la del imaginario imperial que persiste en la cultura poltica mexicana desde el siglo XIX. Aunque Krauze no lo desa- rrolla plenamente en este libro, se es, tal vez, el legado ritual que ms le deben los presidentes del Mxico pos- revolucionario a Porfirio Daz. En el siglo XIX la verdadera discordia, en cuanto a formas de gobierno, no fue entre repblica y monarqua, sino entre repblica e imperio. Todos los monarquistas mexicanos y no pocos republicanos fueron polticos impe- riales. Era demasiado el peso de la 568 Enrique Krauze, La presidencia imperial memoria de aquel imperio azteca que, despus de cuatro siglos, haba recobrado su independencia. Apesar de los fracasos de Iturbide y Maximi- liano, la aureola imperial pudo encar- nar, con ms comodidad, en las presi- dencias de Antonio Lpez de Santa Anna y Porfirio Daz. Por el hecho de haber sido los pohticos ms cercanos a la democracia, los hberales de la Repblica Restaurada y Francisco I. Madero ueron los nicos que le imprimieron una atmsfera republi- cana a la institucin presidencial. Personajes que viven bajo el peso de su memoria son los protago- nistas de la historia de Mxico y de los libros de Enrique Krauze. Hroes de una tragedia. En el enlace entre mor- fologa y biografa Enrique Krauze pa- rece haber hallado una frmula ideal para escribir esa historia trgica. Pero l mismo reconoce que, con el fin, ya tangible, de esa "empresa teatral" que ha sido el sistema poltico mexicano sobreviene el fin de la escritura biogr- fica y morfolgica "En la democracia concluye Krauze, la biografa de Mxico comenzara a ser la biografa de todos. La democracia pondra piinto final a la biografa del poder." Es acaso la democracia el abandono del dictum de la tradicin, un hberarse totalmen- te del pasado, la ingravidez, el reino del olvido, la utopa del tiempo? sta es la seria pregunta que sorprender al lector en las pginas finales de La presidencia imperial. 569