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Westchester, Nueva York.- Mientras los febriles cerebros de Wall Street se jalan
los moños, sin acertar porqué diablos sus decamillones de la noche a la mañana se
convierten en quintillones, la 181 Street, el área que alberga la colmena de
comercios en el Alto Manhattan dominicano, cuenta sus ganancias… Y no es para
menos.
Las boutiques, las sastrerías, las joyerías, tiendas de regalos, calzado, camisas
de seda de Armany, y maletas Louis Buitron han hecho su 16 de agosto, con el
sunami de invitados especiales a la retoma de posesión presidencial en Quisqueya.
Es más, algunos proveedores hasta recurren a las magias del mercado negro para no
defraudar a esta súbita clientela, que no se anda con regateos, y que pregunta por
las mejores y exclusivas fragancias europeas, lo último en sombreros y tocados,
pero lo ultimito de Yves Saint Laurent y De la Renta, aunque fuera pirateado.
Pero las copiadoras no dan abasto, los printers chillan, no con propuestas que
apuntalen las fortalezas de la millonada de dominicanos aquí, y reduzcan sus
debilidades, pues no hay tiempo en lo que queda para la rejura sino el de pulir
las mentiras de los resumés desempolvados, exagerar un poquito aquí, otro allá, y
añadir algunas proezas laborales inventadas que penetren la máscara de hielo de
quienes escogen a los próximos papeadores – comedores, sería más apropiado.
Tienen mucha salida, sobre todo en Washington Heights, el Brugal de mallita -lo
haces, resuelves o te vas -, el Ponche Crema de Oro, las prendas de ámbar, el
orégano criollo y hasta la muy cacareada "pela", que no falta en la dieta nocturna
de cuarentones y cincuentones.