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Del mismo autor en La balsa de la Medusa: 31. R. Warning (ed.), R. Ingarden, EV. Voditka, H. G. Gadamer, M. Riffaterre, S. Fisch, H.R. Jauss: Estética de la recepcién Hans Robert Jauss Las transformaciones de lo moderno Estudios sobre las etapas de la modernidad estética La balsa de la Medusa, 76 Coleccién dirigida por Valeriano Bozal Tirulo original: Studien sum Epochenwandel der dsthetischen Moderne “© Suhrkamp Verlag, Frankfurcam Main, 1989 © de la presente edicién, Visor Distribuciones, S. A., 1995 ‘Tomés Bretén, 55 - 28045 Madtid ISBN: 8477745765 Depésito legal: M-21.605-1995 Visor Fotocomposicién Impreso en Espatia - Printed in Spain Graficas Rogar, S. A. Fuenlabrada (Madrid) Indice La arqueologia de la modernidad de Jean Starobinski * late como anata, El cambio entico deputs e789 Revisién del Coloquio Arte social y arte industrial El recurso de Baudelaire a la alegorta ... E a la Obra de los pasjer El umbral de 1912: Zone y Landi rue Christine, de Gui- aume Apollinaire Un Robespierre una nueva recepeit 10. Italo Calvino: Si una nache de invierno un viajero, Infor sme sobre una estética postmodern un 25. 6 93 105 135 143, 161 Prélogo 1Los trabajos que siguen han sido recopilados en este volumen co- in de anteriores meditaciones mias acerca de la historia de la modernidad desde Ja Tustracién hasta el presente. Dos amplios trabajos: Mitos del comienzo (I) y Arte como anti-naturaleza (IV) se ocu- pan de la cuestién, planteada en la IustraciOn, de las relaciones entre historia, naturaleza y estética; manifestan motivos de una ancropologfa hist6rica aparecida en tomo a 1750, que ha dado lugar a un cambio de horizonte de la experiencia estética. Todos los tadas en el contexto de los deb todo como respuesta a cuestiones que me han sido plantead: ‘mo una secuencia pretendida de un plan homogéneo de tr: su reelaboracién y ampliacién, dejan traslucir la situacién heterogénca por los que pido disculpas al lector. Por ello, haciendo de la necesidad sistemética una virvud hermenéutica, puede muy bien justificarse la idea de que es caracteristico de la teorfa estética no rechazar el dislogo hhermenéutico, que abre perspectivas en la experiencia aristica de su tiempo, que dificilmente serian accesibles @ una investigacién monol6- gica. En esa medida parece necesario que esboce ahora los debates a los que se refiere cada texto. La serie de los tra cortesponde con la serie de las fechas de su apaticiSn, sino con la orde- sumbrales de época, tal como se expone en el segundo de yo tema es el espacio global de lo moderno. do lentamente hasta su disolucién por la historizaci6n com ' Después de que el arte de la antigiiedad se cor ° Literasurgerchichte ab Provokation, Pesala, 1970, cap Gods Gost: Fa lterarra como provecacid, Barcelona. Peninsula, ciencia en la alteridad de su manifestaci6n histérica, y con ello pesdiese Accsta reciente Querelle de antiguosy medernos, entre su exclusivo caricter modélico, cualquier obra y cualquier época artisti- gistes, que equiparaba la modemnidad con la época de la ca del pasado pudo ser considerada como «clésica» y ejemplar para ua qué la continuacién de mi reflexién histérica’. Se concreté en ideal de form: ia, en la medida en la que era capaz. de unificar cidn al XII Coloquio sobre Poética y hermenéutica, y explicaba el mndnica de la antigie- ‘problema hermenéutico de la percepcién de los comienzos histéricos ~la diferencia entre umbral de época y conciencis de época~ en conexiéi con I reflexion histérca de Reinhart Koselleck, para quia la condiciéa} fundamental dela experiencia histérica y d€ Tx Coimprension reconstrac- [17 tora radica en la asimetria entre expectativa y experiencia’. Le correspon-j cde as{ a a experiencia estética el papel de wadelantadon, y evo no sélo en ll modernidad: los conceptos epocales ~como «Edad Media» y «Renaci- mientor~ fueron establecidos en primer término como conceptos més 0 -menosliteratios y extéticos, antes de ser reclaboradas en sentido més ge- neral y cientfico en tn largo proceso. Con el acontecimiento de 1789 y nas es perceptible la discrepancia entre espacio ce- abierto de expec Zipio de un progresivo a po de valider de las épocas attistcas, los esilosy las escuela Bs un proceso en el que el arte ss para de s{ mismo continuamente, en el que la pretensidn de la novedad| sucumbe a una puja permanente, y en el que la estética de la novedad| ‘econémico-politico como el estético caen en el re descubre [o bello transitorio frente a lo bello eterno, y, sin embargo, ca diente acelerada. No obstante, sigue estando sa experiencia temporal ¢ da modernidad proclamada se convierte inevitablemente en| historica, especificamente te las artes, bajo el principio de la ansigiiedad. formacién retrospectiva de épocas: la y trascendencia de un La modernidad estética vuelta sobre sf misma tiene como conse- ‘suceso no se deduce de su transicién de alo nuevo, sino sélo ‘cuencia que las distancias temporales se reducen a generaciones, déca- yes muy distinto~ de aquello que constituye su consecuencia, das, afios, en un répido cambio de lo nuevo en vic disectoras aparecen primero sucesivamente, y lueg si ea Discurses como alienacién fundamental de la vida social, s6lo se reco- Asi pudo decitse del tiempo posterior al romanticismo (dltimo noce retrospectivamence desde Ia posiciéa de Adorno, de manera que t=): elo que diferencia el arte de la modernidad de todas las épocas | nara, y desde entonces determina la comprensién mundana dela me- precedentes es la pérdida de una unidad epocalv*. Le critica actual a la dernidad. No son los contemporineos de Baudelaire, sino Mallarmé modernidad estériea apunta a ese paroxismo: con la ezeciente conden- Valéry, de una generacién posterior, los que reconocieron que su re- nnuncia a lo romintico fiandaba una nueva época de lo moderno, pro- } quisiera superar, a saber, no sélo crea futuro mediante te sino cteciente «muscizacién» y, pese a todo, abandono del uca- | rcter de obligacién de lo nuevos. v orprendenteejermpla de Bl dice fifo de tnd Epochenschelle, ed. R. rang und Asthetisiecung. Uber Unvesbindlich vend Jnnovason XII. Congreso Amn de Sosa, et, W. XUL: Epochenbegrff pp. 414-430, ep. pp. 416.418.420.428, Ahi poden 1987, p. 564, 12 1B ducto de su subrayado antinatutalismo. También permanecié oculto a los mds agudos contemporsneos la aportacién estévica de las vanguardias en torno a 1912, James Joyce, Virginia Woolf, Ezra Pound y Marcel Proust, «on si nuevo umbral de experiencia, cose dela que s6lo hubo conciencia ‘cuando en la multiplicidad. heterogénea de escuclas compericivas y en el paroxismo de manifistos rapidamente cnvejecidos, aparecié retrospectiva- ‘mente [a unidad epocal de una modernidad clésicasy la articulacin de ‘esa nueva conciencia de época ocurre desde la posicién postmoderna. hha de entenderse el arte de la modemnidad después del romanticis- ‘mo como una época en el sentido del espirita objetivo hegeliano, esta pérdida de unidad epocal no excluye de ninguna manera que el horizonte cde experiencia de nuestra modemidad se remonte a determinadas épocas ddl pasado y quede condicionado por su experiencia la cual se articula en las artes en umbrakes bien marcados, de manera que la autocomprensién de cada nuevo petiodo necesita una reflexion retrospectiva. Si el principio de nuestra modernidad se fij6 a mediados del siglo xvi, estética del romanticismo, en la década posterior a 1848 ( que corresponden a fa época «a caballo» de Koselleck) y, inalmente, en Jos afos previos ala primera guerra mundial, tales desplazamientos en el hotizonte abierto de la modernidad no son ciertamente posturss arbitra: sas, sino hallargos histéricos, Exigen ser econstruidos en la relaci6n her- menéutica de umbral de época y conciencia de época. En este sentido, los trabajos siguientes se refieren a cinco umbtales. de éo0ca: Mitos del co- y Ls anqueologia de la modernidad de Starobinski (1) al um- bral de 1750. El arte como anti-nanuraleza (IV), y Arte social y arte indus- ial (Val umbral de 1789. La apelacion de Baudelaire ala alegoria (VD) y Hilla y axa la Obra de los Pasajes de Walter Benjamin (VI) al ummbal de 1848, Guillaume Apollinaire (VIM) y Cuadernos de Pasal Valéry (IX) al tumbral de 1912; alo Calbino (X) al umbral de 1967. Quisiera afiadir algo més ala reciente Querella entre modernismo y antimodernismo. Con relacién a Jirgen Habermas: no hay para mi, ra- regat al antimodernisio politico la tess del postmodernis- de que la modernidad que rechaza no es un proyecto inaca- bado, sino acabado, puesto que tanto para Calvino es «postmodernos» la Tustracién sigue siendo en as un proyecto inacabado, Con relacién a Hermann Lubbe, ya di smi respuesta en el Congreso de Filosofia: cuando hoy dia se pone en ccuestidn mas que nunca el prvilegio de lo nuevo, cuando se afirma que hay que fundamentar no la conservacién de la tr 10 su modi- ficacién, cuando la esalvaci6n del pasado» vale como iilima conclusién de la sabiduria, debe recordar bien el historiador de la literatura que siempre ha sido el papel imprescindible de la experiencia estética (y hoy 4 debe seguir siendo su oportunidad), fundamentar expectativas para ‘mostrar lo que en el horizonte del tiempo hay todavia de cognoscible, deseable, aun cuando no pueda ser justifiable de igual ma- yo el carécter de obligacién del arte de nuestra tltima que solamente puede impugnarse si se confunde sw mo- El segundo trabajo llega hasta el supuesto umbral de la postmoder- nidad, cuyo carécter de época suele ser impugnado. Como lo atestigué el Congreso sobre Adorno de 1983, en circulos politicas de la Teorfa ccitica se impugné la pretensién de que un movimiento, autodefinido por su caticter de poss pudiera optar a la scriedad de una nu iencia de época. Lo que primero se dio a conocer come algo so en el plano litera cambio de estilo en la tica ideoldgica a’una antimodernidad politica y a una antilustracién neoconservadora, al servicio de las necesidades de la cultura de masas, cn apariencia estéticas, pero en realidad controladas por los «medias». Pero también fe impugnada la postmodcmidad en circulos de la teorfa estética como tun apelativo que aparentemente caracterizaba sobre todo lad, por decirlo con el termino usado por Habermas conciencia de época, su critica a la forma de racionalidad de la moderni- dad y su afirmacién de que las normas estéticas creadas a comienzos del > Tradition and Sennoation (nora 4, p_ 404 en mi conference: «Aus Al mach New? ). Dela poseciory numerosa literatura, stalemos: PormeoderarSttigion des Vor ‘Bin biter Bericht von Burghas Scbmide Dasmstadt-Neuvied, 1985, y Die wn- “olen Vranf. Moderne vere Patadern ed O. Kaper. . Rejen, Mal, 1987 (NF 358). 15 8 siglo XX se habian acabado, tenia razén histérica de ser o sélo haba de se como una sobrevaloracién de un grupo elitist. i tess de 1983 se limitaba ala comprobacién de que a proclamada postmodemidad atin no era capaz de articular Ia novedad sobrevenida ex: tun horizonte normativo de expectativas, a partir dela propia experiencia, Peto que, ent su critica al paradigma agotado de sus predecesores, hacia aflorar a la conciencia la dima gran época de fa modernidad estéica ‘como algo ya pasado, Un horizonte cerrado de experiencia mundana se | enfrenta a un horizonte atin abierto de expecraivas estéticas y politicas. 'UEn Jos afos siguientes la postmodernidad ha logrado inequtvocamente, ‘como objeto de una discusién, ya no ociosa, entre defer tores, el derecho a ser reconocida como época en la de las artes. El rechazo postmoderno del funcionalismo y el constructiv Tenguafe de la arquitect se amuncia en todo el mundo en edificios de un nuewo “eclecticismo tualizado”, tolerante con el omato, con una fuerza selectiva de reactive: ci6n de las huellas del pasador, con el predominio de espacios interpreta- bles individualmence en funcidn de su valor de uso. Manifestaciones ‘equivalentes en la pintura o en la misica han sido seriamente analizadas. A su lado esta la coyuncura de una estética y una semiética de la incereex- tualidad, que conquista nuevas dimensiones de comprensié sbandono de la obra de are autosuficiente. Més all de la ‘modemnidad: gun contexto global’, Se trataban los problemas globales de Ia ecologia, la energla nucleas el desarme, fendmenos que, con la amena- za de destruccién del mundo moderno, suscitan la conciencia de una nueva época, que, desde el punto de vista esttico, se ha manifestado pri- ‘mero en la novela postmoderna de Latinoamérica, y desde infalible de que se ha impuesto una nueva época cs la ppugna por fechar anticipadamente sus inicios, afirmando que codas las ° Ch Jencks: Di Sprache der posomademan Arbiter (1987). Vera coneapondiats ‘lore osfca de A. Weller: Zar Dial vom Moderc end Pestmaderne = Ver~ unfit nach Adorno, Panic, 1985, esp. p. 115 5. (ad. ca. de JL Aramegu: So- tre la dice de mederidad y estmaderniad. Lert de la rei deput de Adare, Madd, Vuor, 1993). Posmodeme~ cin globaler Kontre, bajo 'adzecion de Rebere Weimann en Bad Stuct, diciembre 1988. innovaciones ya podian contar con antecesores. Con lo que se descono- ce la hermenéutica de las razones por i s6lo es reconocible a partir del giro produci- ior. Esto vale especialmente en el caso de Jorge con razén es considerado una de las figuras Funda- Ja postmodemnidad liceraria. Claramente se pueden desou- su obra criterios decisivos de una postmodernidad estética", que sélo -y no pot azar~ son normativos veinticinco afos despus. Por eso he clegido como paradigma de una estética postmodema plenamente desartollada ¢ interpretable teéricamente, un autor que ciertamente supone a Borges, pero que continia considerablemente sus esbov0s. Se trata de Italo C. vigjero (1979). Polémico y docto poeta, creador de escrituras plurals, Calvino ha concentrado ampliamente en esa obra programas y teore- mas, formulados irénica y poéticamente, que estaban de moda The Literature of Exhaustion (1967) de Johe Barth, (pese a que explici- famente nunca se ha confesado Calvino incusso en el «movimiento» imbio desde la proclantada muerte del sujet a la experiencia de la ampliacién de la conciencia; el abandono de unal obra de arte aurénoma y una poética autorreferencial a favor de unal @ apertura de la artes en un mundo altamente industealizado y sus nue vos medios; la libérrima disposicién-cle todas las culeurss pasadas (cin la extensi6n del interés estético a la recepciéa y a efecto; , no en iim término, una mezcla desp y cultura de masas que aprovecha la ficcin, tstico como medio de comunicacién, frente mundo tecnificado. 7 EI motivo que llev6 al trabajo «Mios del comienzo» fe una inv{- tacida a escribir sobre fos mitos del progseso en el siglo XVLI" consciente entonces de que el mito cultural especifico de la época de la lustracién habfa de ser determinado con més precision en Ja linea de sus nuevos intereses: el sentido de la historia humana ya no habla de "Ver sobre eo del ator: Dis Thorie der Rxsption ~ Rickshaw athe wnerbannte sid, Constanca, 1987 (Diseutos dela Universidad de Conan, v 7 ie radiofSica en Ia Radio de Flee: Sehwrach My ~ atonal oder er secitrte Verne (3-11-88) pablicada en Mache der Mochor~ Olnmache der Versa sa. Kemper, Franlefae, 1989. 7 buscarse mirando a su fin providencial o elegido, sino en su origen na- tural y en los comienzos de la cultura humana. La historia natural pos- tulada del hombre Hlevaba al cambio desde una antigua episteme teold- gica a una mod 3 se presentaba acompafiada de representaciones miticas acerca de una naturaleza del hombre originaria que brotaban de la necesidad de reencontrar la perdida pureza y pl tud del comienzo, una necesidad que la revolucién de 1789, celebrac como el nuevo comienzo de la historia, parecia llenar. Mi reflexién ha encontrado en el libro Beginnings (1975) de Edward W. Said un texto paralelo que continda la historia del problema de los comienzos donde yo me detuve. Pueden valer, pues, ls tesis de Said como un comple- «re origen y comicnzo, entre lo no dis- ponible y lo disponi de que origen (origin) en cuan- to condicién del comienzo (begining), nombra-la instancia heteréno- . de un absoluro del que se excluye la accién auténoma y izada, pero s6lo con la conciencia de que todo comienzo huma- Visto historicamente, este proceso instaura la formacién de un nuevo mito cultural de los comienzos en la lugar de un texto primero, zak en la novela burguesa en fa que el autor atribuye a la ficeién auto- suficiente la aucoridad del comienzo, usurpando el papel del padre (p. 213), y, no en diltimo lugar, en Vico, con el que empieza el moder- zo pensamiento acerca del comienzo, el largo debate sobre el origen del lenguaje y la cultura. El cambio de este paradigma se produjo en el si- glo XIX, y en el XX condujo, con el movimiento estructuralista, a rechs- zas, con el logocentrismo, todo pensamiento acerca del origen (p. 316), liberando el saber moderno de cualquier referencia mitica al origen y el telos de la historia, y a su, hasta ahora, término medio, el sujeto auto- suficiente. La exposici6n de Said arroja la mAs viva luz sobre el reciente desa- rrollo, mostrendo cémo el problema del origen y el comienzo es real- ‘mente el punto de partida y el foco comin del pensamiento de autores Strauss y Barthes, Piaget y Bénvéniste (sin contar con Niewsche y Hei- degger). La premisa de Foucault, segin la cual se ha sustraido de’ modo incondicional a la conciencia pensante su origen en la historia y'en el Tenguaje, de modo que todo conocimiento y comprensién sélo aleanza to que ya ha comenzado (le déja commencbr 283), ha obstruido, segin Sai la visién inversa de los anrores del XVII que expe 18 en el redescubrimicnto de sus origenes. La razén I ign formadora de mitos era para Vico el don 357), la fuerza no Iterable de ciclos Scienza Nuova, peto no un que Said atribuye a as etimo- Ia poesla griega y la pos ig temente verifcados. El primado de la investigacin de las fuentes flo- légicas, que creyé encontrar precisamente en la poesia primitiva el co- rmienzo notmativo de la identidad nacional, se quebré a principios del siglo xx por obra de la estilistica. A su nuevo interés por el andliss for- mal y la estética inmanente de la obra, corresponde el gico observado por Said en los autores vanguardistas, quienes, desde Mallasmé, pusie- ron en cuesti6n el hasta entonces concepto evidente de texto ~su teleo- logia ya implicita en la idea de comienzo- y vieron el problema de la cesctitura en la reflexién acerca de la resistencia de lo que no estd dispo- nible en lz . El ikimo giro de la experiencia estéica habria sido, segin Said la asuncién de un escepticismo in suscita la siguiente critica: «Acepran su destino existencial del lenguaje, cuyo modo de ser es despiadadamente relacional: las palabras obtienen su significado no de su valor intrinseco sino de un doble sistema metaférico y metonimico que liga las palabras encre sf y ‘que garantiza su en oposicién a su permanencia exen- ta... La significaci6n se dispersa y desparrama sisteméticamente a lo lar- 0 y profundo de la cadena hablada y escrita, pero es virtualmente in- Comprensible en un punto dado de la cadena, puesto que el lenguaje nunca estd presente totalmente y a fa vez» (p, 319). Después de que muriese la squimera del origen» (Nietzsche) y de que del sentido se revelase inane, s6lo queda dererminar las les del poder (p. 320). Asi termina lo que empez6 en la Thustracién con 19 la protesta contra la auroridad de un origen heterénomo, con la acepta- cién de un supuesto destino inexorable que nos hace prsioneros de un pio ni.fin, Esta transformacién del debate, no confesada, es la consecuencia de una grave infravaloracién de la fuerza racional del comienzo (p. 320), una critica importante que recu- pera del pensamiento de la Hustracién la verdad negada segtin la cual el lenguaje era y es desde el comienzo ~¢ incluso en su mal uso— instru- ‘mento de comunicacién. El trabajo «Arce como anti-naturaleza» fue una contribucién a una serie de lecciones del Studium Generale de Constanza sobre «El cambio modemo del concepto de naturaleza»". Después, en un cielo de confe- 30 sobre «Consecuencias de la revolucién francesa, a Alemania. fracaso de la raz6n politica de realizar, en una formacién esttica sin cozeciones, el estado de los libres ¢ iguales. Cuando ela legislacién estéticay y el postulado de tuna saueva mitologias” se revelaron imposibles, se siguid el giro hacia Ia filosofia natural romantica, hacia lo otro de la Ia fuerza sal- vadora de la raaén inconsciente de la nacuraleza. La estética roméntica de la naturaleza cay6 en un progresivo desencanto en el proceso de un retorno de lo reprimido: el impulso natural, no ideal, destructor y dila- Pidados, ques reproduce incesantemente, Concide esto coa una ant- curre que al fracaso del giro roméntico snto de la modernidad postroméntica de de In eee, Los orgenes deep enemlsead pot modernidad hay que buscarlos ~tal es mi en Sade y De Maistre, en Chateaubriand y Hegel; culmina el pro- ceso en el Suerio parisiense de Baudels jn de un mundo artistico vaciado de la naturaleza orgénica. lacién del arte moderno » Endl le inverno de 1986-87, publicado como vo. 13 del Bible de Constance HD. Weber, Constanza, 1989. El ciclo de conferencis de 1988 apareis cen Subrhaap, ed, H.Kiaus: Foon der Franainechom Revolution, Fear, 1989. resents cama ~ Rementiche Nerpbilnphic~ Pycaenle, Coo a 20 como antinaturaleza se realiza en el doble proceso de una despotencia- cidade fa naturaleza ofsmica y un descentramiento del sujeto humano que alcanza su limite en Valéry. Pero este radical defensor de una poéti- a constractivista puso esto en cuestién en 1913, cuando hizo consistir su giro biogrifico en el werror» de susttuirel ser de la naturaleza por el hacer. La revsi6n de este error es al punto de partida de una filosofla de la historia de la nacuraleza, que de nuevo renace al final de la mo- dernidad y que se despliega hoy dia entre los polos opuestos de la vieja esperanza en s antimoderna (aunque n0 € , més amplia ‘exposicién, Podria empezar con Rilke cuando en su Worpswede comen- 26 actualizar estéticamente la esublime indiferencia de la naturaleza», la gran tranquilidad de las cosas, el (p. 54). sss padres para bido tna sociedad entre padres ¢ hijos.. que en todo tiempo el hombre hha vivido en algin tipo de sociedad, y que en todo ti hecho al- exige {p. 69) y no se encuentra ningiin pucblo en el a los hombres la asociacién de la naturaleza y del amor (p. 71), se {quiere sdlo un sencillo fundamento para explicar la posterior evolucién de grandes formaciones de la sociedad humana, el crecimiento de Ja poblacién de laterra: «Sis por lo ante verdadero que bre, tiene que ser sefior y dueio de la gual derecho ala vida y el erecim de alimenear en Ia misma pro} ‘humano es capaz de aumenca cexro es verdad, también serk certo que la raz6n es la mayor ayuda del hombre, con la que mantiene su vida, y sin la cual slo una minima parte de los hombres podrian go- zat de los grandee bienes de la naturaleza (p. 56). * Come ba mostado G. Buck (Autoconseraciin ¢ hsroriidads en: Post ud Hlomencutit Vp. 29 &) en a tecepién slemana por Reimatus y Schlset, pret dads a vaducido por indeerminacido, nents que otos importante autores la eolo- fzan de nuevo (en cuunto perccionancen) a Bl camino de la historia humana es circunstanciado, no finalista, progresa con los pasos lentos de la raz6n capaz de autoperfeccién, con Jo que grandes descubrimientos como el uso del fuego «se debieron oa tuna feliz casualidad o a un error feliz, porque a menudo ambos facrores ‘ocasionan la dicha del hombre» (p. 168). En tales términos analiza Reconoce el punto decisivo de i ‘cuanto a su implicacién como causa de la depravaci ‘no parece sino que pasé largo tiempo antes de que en el mundo se apropiasen de dererminadas posesiones, especialmente de bienesinmue- bes, incluso mucho ances de que hubiera necesidad de lyes.. Las leyes zo empezaron antes de que los vicios sembrasen con frecuencia lain ‘quietud en las sociedadess (pp. 101-103). [Los caracteres fundamentales del estado de naturaleza de Rousseau, hombre», su resumen asume rasgos claramente miticos: za natural, salud, escasez de necesidades, e el hombre salvaje de una enfermedades del dnimo que son la verdadera desgracia del hombre ra- ional (p.51). corto ello afade Kraft el sentimiento por la belleza de la naturale- 22, lo que no podia clevarse el hombre natural de Rousseau. Al sentido estético reduce el amor del salvaje por su patria, que siempre existe ‘aunque sea un tertitorio inhéspito: epaiges en los que reinaba un invier- no insoportable, que incluso hacia romperse las piedras, tenfan belleza 2 los ojos de esas gentes que no valoraban en absoluto zonas més agra- ables, porque estaban en su patriae (p. 76) En este exmen critico del hipotético estado de naturalera se desli- za subrepticiamente el mito de la felicidad inicial de la humanidad. No se desvancce ni cuando Kraft le contrapo: por Rousseau, entre existencia natural y social, permanece irresuelta 43 cuando observa: aque el defecto de nuestros estados consiste en que nos hhemos apartado demasiado de lo natural, y el defecto de los suyos en hhaberlo seguido demasiado», y se conforma con los hombres deberfan desear de manera mds rac medio entre los pueblos salvajes y los nuestros sserla quizas un pésimo medio hacer més perfecta la humanidad extir- ‘pando todos los defeetos Iumanas. Un hombre coralmente racional por decirlo asi, casi insensible, seia quizds por una parte una criatuca tan extra, como por Ia otra parte otro solamente sensible... ambos en tuna cirta proporeién conforman un hombre perfecto» (pp. 61-62). 4) La critica de Wieland al segundo Discurso rousseatiniano dice asf: no hay nada tan extrafio como el que Rousseau no haya encontra- do nada mas natural en el primer hombre que la insociabilidad, aun- que etal estado animalesco que él atribuye a nuestros orfgenes» no se ha hallado en ninguno de los pueblos salvaje (p. 134s). La tesis contraria de Wieland dice: fandamenta de toda derecho: Bl primero de los cinco tratados aparecidos entre 1769 y 1777 ex- ppone esta tesis con el revestimiento de una leyenda supuestamente me- jicana: la de Koxkoxy Kikequetzel. Esta primera de las sconcribuciones a Ja historia natural del hombre moraly es el més importante de los micos literarios del comienzo que legé la Ilustracién. Representa que los pa- dees originarios de los mejicanas sobreviven separados al diluvio uni- versal. Koxkox, que, en contraposicin a los pensierosi de todas diciones europeas, no tiene idea de los medios necesarios para st la soledad (p. 12}, combate este mal insoportable hablando ‘consigo mismo, Encuentra tun papagayo y se entretiene en ensefirle a hablar. De las conversaciones con el papagayo, «que al menos eran tan gracio- sas ¢ interesantes como la mayoria de las conversiciones dela sociedad actual, deduce el fil6sofo mejicano que comenta la leyenda, nada me- nos que «el comienzo de la vida social de su naciéne (p. 16). En esta ver~ 44 sién del origen del lenguaje aparece entonces la Eva ‘ransfiere Koxkox el nombre del te fuera devorado por una serpiente: «y cia azarosa ha decidido cosas mas importantes: (p. 22) El primer encuentro de Adan y Eva (@ la que encuentra dormida caffavetal), la mutua atraccién de sexos (eKoxkox no sabia lo tuna muchacha ni Kikequeczel lo que era un muchacho», p. «mattimonio paradisfaco» esponténeamente contraido, la sindo- » del pastorco, al descub le su choza, el cuidado de invento del canto y la d sentimiento de «simpatias como rasgo esencial Rousseau como Swift, el segundo misintropo famoso, ddesconocieron completamente. Para Wieland este sentimiento de patia que obliga al hombre a amarse a s{ mismo en otro hombre no es «plenitud de nosotros mismos» puede ser cum patético» (p. de Rousseau el concepto de perfcti- bilidad, para superar la etrénea contraposicién de naturaleza y dice) con un nuevo concepto no utilizado por Rousseau Es el lealista de «formacién»: - «El hombre, tal como se desiza dela mano pléstice de la navuraleza 1 es sino capacidad. Tiene que desarollarse a si mismo, formuse a sf ‘mismo, darse los ikimas toques que le dan brillo y gracia en resumen, debe en cierta medida ser sa propio sepundo creador (p. 60). Por otra parte, el mito literatio del eomienzo mejicano del género humano, de Wieland, muestra que «un estado tan envidiable sélo era posible en una tinica y pequefia familia (p. 86). No hay aqui un pri- mer poste indicador que tenga que llevar alos hombres por el espinoso camino dela historia sino la apaticién de un tercero que pone fin a las alegrias inocentes de una vejez infantil ¢ informa que los hombres no estén hechos para seguir siendo nifios (p. 117). Al final «Concribucién historia natural del hombre morale de Wieland impugna el argu- ‘mento principal de Rousseau segtin el cual el progreso de la historia da tantos pases para el perfeccionamiento del individuo como para la de- 45 tamente lo.conttatio, quetido Jean-fac- es en grandes sociedades es muchas veces lus, pero fomenta evidentemente la perfeccién de la epecie (p. 280), Ast adelanta Wieland una de las premisas de la Idea de una historia general desde el punto de vista cosmopolita de Kant, unque en el marco de una flosofia cil dente con los ricordi de Vico, aunque con una perspectiva nueva ¥ op- ado con relacidn a los siglos de oro 0 je interno de la naturaleza» en la serie de Ia ascensién y decadencia de todos los pueblos «constituye en dtimo término una | apenas perceptible» (p. 326 8) Lo que tal expectativa pueda significar para la aparece en otro lugar. En Ia aclaracién manidads, que empieza con el snd reconocer para sociedad corrompida dele “«Exxzemo refinamiento de las bellas artes, del gusto y del modo de ‘vida son al mismo tiempo consecuencia y causa de la opulencia y desen- freno de ls coseurnbres. Van socavando cl Estado hasta que se desploma Pero cuando esto ocurre en una parte de la tera y en.un momento en el gue al mismo tiempo se construyen el conjunto de las ciencias y artes se levanta con una forma y const compara haciendo posible con tal experiencia que se ainen de 2 toda probabilidad, muchos de ls que esto leen seri rst de la nites del género huma- iad del hombre maduro, un Meiazr, 9. 50. ep. p. 253. 57 alon ciclico de la naturaleza, que amenazaba con arrebatar el futuro al procs linea, progesio ¢ eveible de la Revluién, Cuando consagrar los nuevos nombres de los meses al recuerdo de ‘momentos de la época, atoria de los Estados Generales y la fundacién de fa Rept 3poner, mediante un calendario, el pasado a los acontecimien de una revolucién no completada, no dejaba apertura alguna y et nizaba el estado actual de las cosas legar a ser el calendatio de la rs2én decimal, con su ho- fue superado por otro fuuro politico? VI Penpectivas I. Quiso defenderse de la fuerza a que buscaba modificar el mundo, rehusando el derecho histéi los mitos del progreso, ys después, a los nuevos mi de la civilizacién ciudadana y el fin de Ja humanidad, Si se contempla desde esta perspectiva la conocida prognosis hegeliana del «fin del pe- Sogn Meinae, pp. 43-54 58 rece la pena recordar que ya Jacob Taubes del fin del arte, sino del fin de la al menos virtualmente (en el storia de Kojéve tras la RevoluciSn francesa), la separacién del «mun turaleza y de la explotacién turaleza y el ho ‘No obstante, cuestién en la que el final de frente a los mitos del fin, aparece a mediados del pres, de doganr vires y ep anaes. Con xa famosa afi dio Bandelaire su significacién moderna a la categoria elo ingenuo, que por la misma época Ruskin pedi pata la pin le ene de I pace depend de que sesh 859), en: ovr ed. la Pade, Pais sno dele vida madema, Murcia, Co atkins The Blames of Deng, cad Seo tt Pound Hermon (1969, p97. 59 fica para la estérica de la ppoesfa y la pintura modemnas, es algo de lo que no necesito ocuparme aqui de nuevo™. Basta con aportar el paso que las vanguardias, antes y después de la primera guctra mundial, dieron, pasando de lo estético 2 el nuevo comienzo de te. En el escrito programético de Balla y Depero La reconseruccién fisrurista del universo (1915) se proclama: femos realizar esta fusién com altura de s{ mismo lo recreamos nuevamente. Alo invisible, lo inasible, lo imponderable ¢ imperceptible daremos carne y ht Ta fusién de todas las artes con el fin de dor obra total de arte, y elevar el arte a la forma de vide por excelencia es el tencia del mundos", y recae sin sospecharlo en el intent zacién de la metafisica del eterno retorno, cuya forma pol siglo X0X la erevoluci6n permanente» is de que la gran revolucién ro quedaba certada imiento tinico, sino que se pro- hasta que se crea una sicuacién que hace imposible En lugar del mito del nuevo comienzo de la historia aparece el nuevo Ver soe esta el capital sobte Ia Aithrt en mi Ashe Bifbrune und ler p. 42 5 152 5.5 sobre a esconcepralizacén del nisa- abe Ramthortrche Rflesonen i Frenkel, Manche, 1987 (cap. TV de exe iba), Gitade segin: Der Beng sum Gesamstunsteert ed. H. Sozemann, Aarau Fran fue, 198, p. 268. °s Ver sabre ext ©, Marquatde Gremtkuns rh und Idemitaessptom (o0t2 ST, p. Seguin Kool (not 38), © Karl Mace 1850, son Ko © Dar 18, Brave ds LonisBongpare (1852), MEW. 8, p. 117 60 puds confirms expresamente Georges Soi allen sus Reflexiones sobre la violenci itiva, a la que convocé al proletariado como el que rerorna, Pues Sorel ( establecié la equivalencia entre el comienzo radical de la «gran catéstro- at ala humanidad a su origen olvidado. EL al dela moderidad necesita evident Pat- bién de un reaseguro. Lo buscé ¥ encontré en los mitos del comienzo de la lluscracién, testimoniando asf su inextinguible fuerza imaginaria. 6 | | | 2 El proceso literario de la modernidad desde Rousseau hasta Adorno I ‘Un fantasma recorre Europa, el fantasma de la postmodernidad, so rerumen nuestro discurso. Pues hoy dia nuevos poderes, anto en Esta- dos Unidos como en Europa, (vanguardias estéticas contraculturales, socidlogos conservadores que apelan a la tradiciSn, flésofos conversos que se alzan contra el logocentrismo, ¢ tui quant) se han aliado en nombre den ser més desemejantes tanto los cabecillas como las tendencias de esta jnnoble alianca. Apenas pazecen vener en comin el prefijo pas, enfitica- mente afiadido « la designacin de una postura que se supone actual. Co- mera el baile la ashi ya antes de 1939 con las lcciones de Kojtve observa que el post desplara al rans util tragedia, dela cultura, dl formalism...) como nuevo conmutador., Tan- to el pesteapitaliomo como su oponente el pestconsuniome, se remititian ala ae spree en a dscsinscilfgica dex odcahmu in tppecheher Oba. cn deeb 2 09 _postecisencia de lo ya envejecido? El postesructualismo reconoce en De- itida a su padre espicioual (Léeriture et la diffrence y De la grammatologie apatecieron en 1967), quien, en Amética, desencadené la ola del decons- ‘ructivismo que ain perdura, Un postmodernismo literario aparece a me- idades americanas denunciando provo- por thab Hassan como POSTinodernISMO (sic) en la revista New Literary History, que extiende la etiqueta de Postismo™a to- das las artes (empezando por la arquitectura), racficando ast el giro iniia- do como el uml experiencia esérca de una nueva época a un debate sobre la herencia y el dest ‘que sé, fue Hermann Liibbe quien en 1972 atacé al «Nuevo Movimiento de la Juventud» como neomarxista en el iltimo rade, Jo que le condujo, ly los llamadon desde en- rio sino en lop aadjecto de esa tesis con el non orla an: que de Italia se quiso prolongar la conmadi plas ultra merafbrico de la transnanguard: ‘modo Idgico s6lo podia ser legitimada por una po véase el sepino de conferences de la Universidad de G isaac dela meta porcomeeeniste ee encuentra en Adorn, Minima of Echausion (1967) yen The iograia en Ameribascuien 22 ( frame para no contundie con el Posione, moviento parte, la postmodernidad que, en tanto que iquidar la herencia de la vanguatdia, no es otra 0 Ja falsa conciencia de la verdadera modernidads en lugar de ello preconiza srando que cuentre en la su fuerza impulsora, y le Kbgica de ‘eso: ano hay ricuales de lucha, no hay teatro de autorrepresentacién, sino una verdadera atmésfera postpatriareal que se impones*. llegado el tiempo de tomar en serio el post- imo, de identificatlo histéricamente y de investgar sien esa singular de- ‘nominacién que recubre fenémenos tan variados hay algo nuevo, todavia indeterminado, que anuncia la conciencia titubeante del comienzo de ua nueva época. Si por fantasma entendemos un reaparecido —revenant el regreso del mucrto o del reprimido, es ésta una caraceritica que no se da en lo postmodern. El proceso de la experiencia estética en la historia de la literatura y el arte europens esti siempre ordenado >» sepregindolo del canon del pasado, Porcso a entera cultura europea se presenta como una continuada Quere- Ue des Anciens et des Modernes, y no de modo azatoso sino por una interna ‘configuracién histérica, incluso antes de que en los ctstianos el téemino madernus (versus antigua), inaugurando la con ‘uaposicion cfcica de lo antiguo y lo nuevo, Se presenta la cultura europea ‘como una lucha interminable, siempte renovada eqtre viejo y nuevo estilo, entre épocas artisticas diferentes y en el proceso de la modernidad acelera- da.con el cambio de una vanguardia por otra. Par el contrat, parece que cn las manifestaciones actuales de lo postmodesno, si es que en realidad se tsata del umbral de una nueva era, bay por primera vex en la historia del 09) ag dos Discs de Rowse. ‘modernismo estético la conciencia de una ruptura entre lo {que no se puede articular mediante la categoria de la ‘Ciertamente existe el precedente de un comienzo que anuncia a la conciencia de los contemporineos de modo enfitico un post diferente cde todo lo anterior: Ja cesura hist6rica del post Chrisum nasun, la supe- in de todo el pasado en el nuevo mensaje de Cristo". Este modelo protocristiano de cambio epocal que entiende el paso de lo viejo 2 lo hhuewo como una conversién que exige el rechazo riguroso de lo ante- tion, extiende su pathos de iniciacin a toda la experiencia histérica del rea crstiana, ya se trate del acto simbélico de proclamacién ‘yo en la Reforma (tesis de Lutero), de los manifiestos de movi i ade Scki E Schlege! jento buscan legitimar el derecho de Jo nuevo sobre lo pasado por un nuevo testam propiacién de cierta antigtedad, Sélo f siglo 20 han abandonado todo tipo legitimacién mediante lo anti- fo, y patece que esa es de nuevo la cruz de los que se reclaman post- | MModcnnos. Ya ao funciona aqut el modelo posecristiano, pues fala ala post idad el acontecimiento fundamental y le figura decisiva a la {ue se temitan ls diferentes declaraciones de muerte de los afios sesen- far muerte de la literatura, del are, de la estética. El nuevo modelo es la espera a corto plazo, y casi apocaliptica, en el umbral de la postmoder- nidad, de una autoconciencia insegura, cuyos sinvomas son fos mat- lamentos de Casandra sobre la irreparable degradacién de la expe- Fiencia en un mundo altamente tecnificado ¢ «ingobernable> y sobre le inevitable destruccién de la naturaleza acién de los s{ntomas de este fin de stele en , detris de los mitologemas del is inminente de la sociedad industrial y de la ostentacién de smo que reivindica el arte modemno, hay un hecho nuclear que fe impone a la mirada critica: en el seno de la conciencia, todavia indi- visa, de la anidad epocal del siglo XX, se produce una progresiva separa- il pasado. Parece que Jo nuevo que comienza no ¢s susceptible de lado como experiencia, pero que lo viejo que se separa s captable en su figura evanescence. Es precisamente la efperiencia estét- ala que puede iluminar este cambio de horizonte. Los autores que en torno « el arte representativo, «realstar 0 bel ° Tesi provcadora de J. Taubes sl eae pur Chri al ania deen bocs en's tfc ene ete ste pemodemidad Ee ud Aang es Tas 84 Dap 78 66 y el arte, aparecen hoy como los «clésicos diferentes que faesen los programas de las van- en este movimiento, tanto los precursores co- ‘mo los realizadores del mismo se nos muestran retrospectivames se a la creciente discrepancia entre horizonte de expe y experiencia histrica, formando una unidad de una época cerrada que nos permite reconocer y delimicar en su alteridad un mundo comin acompaftado de la correspondiente autoconcepcién, una eepisteme» en el sentido de Foucaul spoca literaria moderna de los experimen- tos de autores come Apollinaire y Pound, Proust y Joyce, Breche y Bec kkert, que culmina un proceso que va del Ulises al Finnegans Wake, y que, de modo ejemplar consticuye el nom plus ulira del teatro 0 de la prosa narrativa con Fin de paveida y el Nouveau roman, u Las consideraciones que siguen retoman a historia conceptual de Ja modemnidad y de lo moderno en el punto en el que en un trabajo ‘mio de 1965 creia ver la tltima gran etapa de la Querelle des anciens et des madernes la estética baudelaireana de la modernidad y su idea cen- ttal de lo belo efimero™. Fue al final del romanticismo cuando se pro- duce el abandono de una tradicién secular en la ruptura con el histori- cismo y cl platonismo lacente de las bellas artes. Poliicamente esta modemidad escética se sida en el horizonce de la nueva experiencia de la era industrial dela sociedad postrevolucionaria. La obra péstumma de Waiter Benjamin, la Obra de los Pasjes documenta esta transicin his- térica que tiene lugar en el Segundo Impetio, de modo monumental. <> Es una vision ya casi canénica del comienzo de nuestra modernidad, a” de Adomo y Horkheimer “) burguea con su separa | ia conciencia de una é 8 cin de narursleze y civilizacién ha prod alienacién fundamental de la vida social y ha abierto el camino del pro- raz6n instrumental qué smo tiempo una regre- que el dominio de la naturaleza extrahumana se page con rechazo de la naturaleza en el hombre. Son tesis famosas que hacen inaplazable que nuestra comprensién epocal de la modemnidad no se si- tiie a mediados del siglo XIX, sino ya antes a mediados del xvin. La » Vernots 10, 545, 7 naria y en qué sintomas se ha recon agra literatia de su tematizacidn, vista desde la debacle trumental en que estamos y desde el abismo infranqueable producido entre vanguardismo estético y cultura de masas? Segunda pregunta: puede el proceso litrario de la modernidad, desde la autonomia axio- Togica del arte en el siglo xvimt hasta el intento de disolucién del arte en la praxis vial del 06 iluminar el cambio de horizonte de la experiencia histérica, si se lo intexpreta como el intento siempre renovado de hacer frente a la progresiva alienacién de la sociedad burguesa y ala cosifiea- cién universal de la vide moderna? mt bid, p. 48 Sue ej adn el cap bre Rowse y Goeth de io Aabesice Erabrang und lterarche Hermencail rae PP ic er a atcey bomen lve Mai Tas 1986 El diagnéstico del primer Discurso sobre su propio tiempo explica Ja cosificacién creciente del mundo moderno por la escisién entre raleza y cvilizacién, es deci gente se decerioran parad6jicamente en la medida en la que la ciencia y el arce progresan a las cumbres aleanzadas por Ia Mustracién, La mirada retiospectiva que Rousseau lanza en su segundo Discurso al Exar de na- sre como inicio hiporético de la historia del hombre, ibera a la natu- saleza del hombre y traslada sus cargas a la sociedad en su conjunto, la ‘ual, con las instituciones que se da ~propiedad, dominio, di trab propia creacién, es decir, el resultado de su hi producto extrafio. La pregunta que de aqut se sigue, y que hace época, se puede , pese a sus diversas variances: zeémo puede el hombre del mundo moderno, frente a su existencia fn tanto que homme civil, volver a encontrar la totalidad pei jommme na ste, y con ello la oportunidad de ser feliz? A ral cuestiéa, Rousseat in- tensa dar tres soluciones diferentes: en el Einili, mediante el proyecto de una seducacién naturaly pata eli ‘excluido de fa sociedad; Contrata socal (también de 1762), mediante el proyecto de cons- iucién de un estado fandado en una igualdad efectiva para el sujeto aus surge del solo génénay en a Neene Heloise (1767) mediane ‘comunidad de amor de una pareja primordial para el pequetio circu lo de almas sensibles. a ee ‘No voy a tratar aqui in exten de las analogias y diferencias de la critica de Rousseau y de la dialéctica de Adorno. Suponen una inver- nen Rousseau de a reflexidn filos6fica que Adorno ha situado como premisa de su teoria critica, y luego realizado de modo soberbio. El ele- mento fundamental de la erltica de la te todo en su conviccién de ser el que se ‘cculta a tdos los dems, y, en segundo lugar en la cuestién de ela cultu- 2 como ideologia» (MM 22), es decit, en Ia idea presentada ya Rousseau y formulada después por Adorno de este modo: «la cultura ién de una sociedad digna del hombre, que no existe; simula as condiciones matetiles sobre las que se levanta lo humano, y, mediante el consuclo y apaciguamiento que proporciona, sirve para mantener la existencia en las malas condiciones que la determina» (MM 22). En su prefacio al Narcixe de 1753, Rousseau explica las te- timonio que anticipa la cuestidn que se plantea Adorno: si « de I la cultura..no ocupa desde siempre un lugar Rousseau confiese que él mismo, seduci- 3 do por los prejuicios de su tiempo, no siempre ha pensad nccesité mucho tiempo para, con mucha observacién y re cuenta de la gran ailusién» en que habla caido, pese al dl saber ilustrado que admiraba™. Bs una ilusién tan artes recubren «con un barnlze los vicios de dejan como algo bello su simulacro pil Ese esimulacro piblico de la virtud, traducido al Jenguaje actual serfa la acegueray o la afalsa concienciay. Es cierto que siempre ha tido en la erica moralista de la cultura el tema de la mentira cons te; pero lo terrible del descubrimiento de Rousseau es que ni la mala {uos, ni el poder de os ricos, ni el pecado otigi- i el eamor propio» desenmascarado por La Ro- Id como el oculto imptlso de Ja naturaleza para explicar por qué «nuestras virtudes no son sin dos»®, Dado el mal en el mundo moderno, la cul fencia, no compete al hombre, ni a su Siempre iguales, ni a su actividad racional proléptica, «sistemas de la sociedad moderna (y no es casual que tal concepto adquiera ahora ss agudeza polémica): no es lo particular, sino ~para decirlo con el més breve aforismo de Adorno- «el todo lo que es falsor (MM 29). Filésofos y predicadores ~y Rousseau se refiere asf retrospectivamente a s{ mismo han visto y lamentado el mal, pero él ha descubierto la causa escondida y anunciado la verdad ‘consoladora: «todos los vicios no pertenecen al hombre, sino més bien al hombre mal gobemado ‘Coneluis, a partir de este consuel configurar, mediante una revolucién px bernada, es algo que, como se sabe, Rousseau. Los tres caminos de reforma —el Enilio, el Consrato socal y a Nuena Heloise que propone, se i ue a Iegado el tiempo de re- ina sociedad tan mal go- aci6n, sentimiento-r2z6n, aque planceé el ideal de que Kant, segin la fSrmu- la de Eric Weil, ”. Sila solucién de la Filosofia kantiana, vistas sus consecuencias, ha lustracién de Adorno y del incento de sal- tiva en sus Minima Moralia, 0, si se quie- lustracién, dos siglos antes y de modo no di pero nunca nombrado, predécesor. ico, su mis famoso, v «Parece maduro el momento para que realmente haya una revoli- iin exttica, mediante la que lo objetivo sea elemento dominante de la a estética del hombre moderno», asi reza el postulado con el que de E Schlegel Sobre ef estudio de la poesla griega, ro- 1796%, Si se afiaden a este escrito los trabajos de Schiller hechos en la misma época, las Cartas sobre la educacin esética y Sobre la poesta ingenua y sentimental, junto con el lamado Mas anti- (gvo programa del Idealismo alemdn, se habré documentado un cambio dde época del que puede decirse que proctamé la ierupcién de una nue- ‘ya modernidad con una decisién y antelacién como nunca se habia he- cho en el seno de la conciencia estética, estableciendo al mismo tiempo sus categorfas. ¥ ello como respuesta a la desilusién qn wmediata planteada por la Revolucién europea que abarca ain Si bien ahora se postula lo nuevo antes de que apatezca, inesperado (como corresponde & que no es algo meramente accides ues, més ligad no es lo objetivo, yminar en la cultura mo- artificial que alo natural. ema, algo, a Después de 1968, la pretensién usbpica de esta revolucin estética, Ja emancipacién completa def arte como autonomia estética, el progra- ma de una formacién estética en Ia perspectiva de un Estado estético que permitiera el ideal de la igualdad, y, por Jo tanto, la culeura ideais- ta de la época burguesa en su conjunto, todo esto ha sido sometido a tun proceso de ral manera que hoy ~tanto si se comparte como si se re- oculta una carencia de tensién creadore, no tiende a dificacin de la convencién y el orden social. Fl principio del pla- cer no significa lo mismo para la clase feudal descendente y para la bur- guesia ascendente: epara ol burgués, el placer no entrafia la renuncia a tun deber, a una tarea; es un acceso a una posesién mediante la que el eerés dominante por los bienes de este mundo» otras partes, se confirma la ampliacidn artstica y ién entre la obra y el receptor: el si- elo de las Iuces es una época en la que, més que nunca, el mundo cerra- do de la produccién y el consumo de lo bello se abre al receptor de las artes Es algo que confitma la critica del arte 2 la que tiene acceso el pi- igen también las publicaciones de las fa entonces tinica instancia del jui 0 ilustrado» a quien se invita a mani ea divisoria entre lo antiguo ceptiblemente, es prédi lo nuevo, que avanza imper- la historia de re nto arcidico, pero despierca tambien la duda de si la famosa sen- cillez de la vida del campo puede disfrutarse sin el regusto de la menti- va. La miscria de la existencia campesina hace su entrada con Ja pintura de Tigpolo, Greuze 0 Fragonard, pero ya el humo de las fébricas hace ver inequivocamente que ef hombre se encuentra en estado de guetra ala naturaleza. La naturaleza libre © intacta queda fuera de motive de la época por Goldsmith y Gray, y hasta por el Goethe de Werther. La tormenta del lago en el eptlogo de Pablo y Virginia es el al- imo idilio del siglo. En su lugar aparece la utopia que proyecta en el fucuro la felicidad de un mundo reconciliado, y tambien la acticud sen ‘imental roméntica que busca el acorde raleza en la reflexién in Ya hemos hablado lo wgStico» por historiadores y amances del arte. En la pintu- del siglo abundan las escenas de muerte; sin embargo, en el a epicdad jacobinay, de David), yen su Brurus, parece epocal de la revoluci6n descubre de nuevo la muerte tad aque describe mag- de la Roma de fin de siglo, con influencia sobre toda Europa con sus extlos opuestos del barroco y el rococé (el lamado «clasicismo de Wei- ta a la antighedad era mucho Surgfa de una deci fe ¥ una eleccién reflexiva de la razén, da que emprendia en las artes lo que con las instituciones politicas: parecia ac comienzo que buscase, politicamente, un: paiblica roman: que un peri6dico cambio simbiosis prstina de la naturaleza y arte. Con ello se observa en el neo- dlasicismo una clara linea de delimitacién que va desde Fissli a Winc- Kelman (7 a Goethe): en su eritica al concepto apolineo de la belleza ideal, dei lado luminoso del arte griego, exige una atencién al lado os- curo reprimido, que Goethe rechaza como portavor de la razén clésica, para acabar, sin embargo, en el pandemonium de su Segundo Fausto, 1 neoclasicis- exorcizando su propia sombra. En el pun mo, la busqueda de lo bello originatio, cl arte, se cambia en el conocimiento de la alteidad de lo antiguo, en Je conciencia histricamente agudizada de que la verdad que una vez se abrié a los antiguos en lo bello, sélo se presenta a los modemos en el exculcura 0 que la pintura de partir de esa imp hiidad: el lirismo de la conciencia escindida, del recuerdo y del presente petdidos (ER, p. 92). ‘No es casual que las Iincas de fuga de este nuevo horizonte de las artes confluyan, segin esta consideracién, en la sincronia de revolucionatios, pero que en ellos encuentren su fin 0 sean. por nuevos modelos y notmas estéticas. Se confirma ast brillantemente Ie hipétesis de trabajo de Starobinski, expuesta en esas dos obras, a dia- cexénica y natrativa La invencién de la libertad, y la sincxénica y estrac~ tural Los emblemas de la razén, que hace de complemento: ol ao 1789 trae consigo una rupcura de époce no sblo en ica de Eu ropa sino también en el estilo la act 1a epasién de aca- bat» y su cortelato psicohistérico ela ps se cevelan ast como el mévil comtin de la acc aunque los revolucionarios eran cualqt 10s no fesen muy partidarios de los jacobinos (la erevo fixe una respuesta su manifes olitica y de la actividad estética, fa una apuesta temeraria proponer lo contra aria y artistica encontré su fin con el Antiguo Régimen y. que los ‘momentos innovadores, que con frecuencia en el dominio de las bellas artes se aprecian de modo sélo retrospectivo, han de ser buscados en el cambio latence de sistema de normas estétcas, como signo de wn nuc- vv comienzo. Scarobinski gané tal apuesta, se debe ante todo a su macs- omética, que, ala vista de Ja escasez de testi 1 | | franceses del afio 1789, echd mano de las obras literarias y artis ruptura sucesos histéricos mundiales. Asi puede mostrarse la misma apariencia dk los tiempos, ilumindndose matuamene, desde clcento del waar mntecimiento de un dia que pasa, pero que quiere hacer ce En Goo dienes dees feats de nolo ¢ ay balo elmer qe fp cl cambio de ahead abc a or de at pure conesiones izo descubrir pronto que el lenguaje de los principios escondia siempre al poder dele incest La incetaetacin blendtec exig ntcrgar los signos de Jos tiempos de modo «psicohistérico», para reconocer en plia difusi6n, porque actéan en el plano de lo preconsciente, en el que la ineprecén de lo dado yl crescién de une nue realidad son as inseparables, El desideratum de captar y exponer los cambios en Ia historia dé las artes de modo no sélo narrativo, sino también sincrOnico, ha sido los ds ikimoedecnis una pretesin de caidas ls eras mis significarivas y renovadoras, pero, pot lo que veo, ¢ lo ha logra- do Jean Starcbink, aunque'no se le a reconoeido. Sa paredigma su- pera.a las metodologias influyentes en el paso que va de los postulados os ala aplicacién real, por su tesis de que la consideracién diacré- ica siempre tiene que incluira la sincrénica, si se quiere penetrar en el plano de la constitucién de sentidos: Incluso la lucha abierta entre se- temética del «cddigo» cultui ino que llama en su ayuda a le 103 wermenéutica histérica y critica para comprender las «sefiales de un 10» de modo emblematico, es decir, como signos que interpretan io ya dado yal mismo tiempo dan lugar una nueva raided. Proceder asf exige por otra parte apropiarse de la vieja maxima hermenéutica,se- spin la cual una descripcién presuneamente objetiva, supone neceseria- mente el instrumento subjetivo de la pregunta y la respuesta, y que ‘nuevos conocimientos surgen de cuestiones todavia no planteadas. Esto Jo muestra del modo més claro el tiltimo capitulo de los Emblemas de la razin con su nueva interpretacién de la Flaata mégica. Lo que se juega centre las tres parejas y el conflicto entre luz y oscuridad que se resuelve cen el nuevo espiritu de la raz6n ilustrada, soluciona también la cuestidn politica de eémo puede ser humanizada la fue ccuestién s6lo hoy reconocibl al amy zonte de 1787 20 e un nada por la mediacién de wa lusracion europea, con la te francesa como su época culminante, no es para Jean Starobinski ni el pals imaginario de suefios revolucionarios ni el fantasma de los miedos neoconservadores, sino un «proyecto inacabado», que coloca su prehistoria de nuestra modernidad al lado de las empresas paralelas de Adorno, Benjamin y Habermas, sin aque baste alabar una obra que en el fondo se ignora 4 El arte como anti-naturaleza, El cambio estético después de 1789 & Odo Marquard en su (60? aniversaio. 1 «Si fuera cierto el hecho, si ftera cierto el caso extraordinatio de que da legislacin politica se ha trasladado a la raz6n, de que el hombre se res- como fin por s{ mismo, de que la ley ha ascendido al trono y libertad es el fundamento de la construccién del Estado, en ese caso dirfa adiés para siempre a las Musas y dedicarfa toda mi actvi- dad a la mas soberama de todas las obras de arte, la monarquia de la ra- in. Pero ese hecho es més que dudoso. Estey tan lejos de creer en el Ia ejecucidn de Luis XVI, dela p inmediato de la dictadura de Robespiere. Esta famosa carta es notable de las altas expeccasivas con las que smanes habfan saludado los sucesos de 1789 como cesura de la historia mundial y cambio. de época por excelencia, como «la aurora del espicitu rejuvenecidos, Testimonia también que tal ‘experiencia ~eel placer juvenil de la nueva épocay fue vista desde el lado aleindn como un cambio en el reine dela de la flosofia, Segin * En: Die franasine Revlaton i Spiegel der deucben Literatur, eC. Teg, ranklur, 1975, pp. 260-270, aqu p. 264 *G, W, E Hegel: Enaphlpadie der philawphichen Wivenscbafen, Obeas (Suhr. amp), V8, Feanklue, 1970, p. 12 fad’ cast de Y Maury: Excclepedis de ‘es ceca: fies, La Habana, Tnsteato del Libro, 105, las conocidas palabras de Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la fio soffa, dos pueblos han apo cambio de época: el alemn y e i és, «En Alemania, este principio ha avanzado como pensati ‘ui, concepto; en Francia, como tealidach?. Pensa praxis coinciden en la esperanza de que Ja revolu completar lo que la revolucién material inici, y esto tanto més cuanto ica de la historia, al eambiar por la forma jurtdica de la libertad, naufragé en el Pero la carta de Schiller es testimonio de tun re do traduce la aporia de la raz6n politica en el sigui tiene que empezar creando ciudadanos para la cot fa constitucién 2 los ciudadanos». Es esta la de que puedan ser libress'. Hay, pues, que encont este dilema que ev la de la coaccién es (chay que obligar a los hombres a que sean libres», de Rousseau) y la id autogena del individuo. Sin puede ser «un asunto de la preferentemente de Ja cultura estéricas ter sin necesitar al estado es el camino tado extético, que un afio después describird en las Cartas sobre la edu- ‘bn estésica del hombre (1794), Su esperanza cn una revolucion la funds Schiller en la confianaa en la fuerza las coacciones y dependen idea no tiene que parecer hoy tan extraia si se piensa en el pri ia educacién extética, Puesto que no puede ser forzada, sino que des- sa en el aprendizaje y la aceptacion libres, y pot ello el desarrollo de la personalidad no debe buscarse (como en el modelo del Zmilio de Rousseau) en una educacién natural alejada de la sociedad, tiene que encontrarse en la libre colaboracién del juego (e io asi puede la belleza proporcionar un candcter sociabl). lo que en la solucin de Schiller hay a primera la cultura eseética, el trato con la belleza de las ates li bres que el estado racional pleno economizarfa como Ja «mds exquisita de las obtas de artes, debe servir precisamente para formar a los ciuda- danos no ilustrados. El reparto ideal de poder entce pensamiento y 2c- ‘in, teorla y praxis, adquiere aqui una nueva configuracién. Es'la opo- sicién entre lo politico y lo estético Ia que debe ser resuelra’en un Antonio Bloma: El hombre “Sega H. Marcuse: De 106 proceso de formacién, mediante una erevolucién Eiempo de la Revaluci sma época la cumbre écica que surge de un ni- Francesa como el mandato de la hora. Lo que de ahi se de- duce lo ha expuesto de modo espectacular Odo Merquard en su libro reciente, aunque redactado hace treinta afios: Idealismo inascendental, fi- losofta roméntica de la naturaleza, prcoandlss. Es un proceso de autori- zacién progresiva del no-yo lo otro de la raz6n- como consecuencia dela despotenciacién de la filosofia trascendental, en el que se dibujan tres fases: la vuelta a la estética, la vuelta, tras su fracaso, a la filosofia, la naturaleza en la figura tética responde al fracaso de la revolucién politica: «cuando duce a la realidad molest, y su filosofia a la negaciéa storia, el arte constituye para el fl6sofo lo més elevado» (Sche- ling), porque le abre lo mis sagrado*, La cita de Schelling muestra por » Ba lugar de ello surge aqul por ver my ‘entre arte comprometide y arte auténomo, come dice B Stinwachs. Ver: Bpoohenbewuasein und Kanstrabmang Manchen, . .87 s: La pranisacsica dels afos del revolcin frances ex ola soba dels onvulsones palticas, sociales y econémicas,o al servicio delat tndencns clues re voluconaras que encuentran ane todo ou exprsion en el nuevo programs de fornacin, sociales los y fiestas de ls neva sociedad, 7, en el dmbito de as formas aes, en hiwoapy qué en Alemania se atribuye a la Estética, experiencia reflexiva del arte, cl lugar preferente en la filosofia, y2 desde la rercera crftica Kantian: ‘no interpreta el arte para comprenider el arte, sino para comprender el mundo. Y no interpreta al artista pera compres comprender al hombres (p. 136). Después de Kant ha tica, sobre todo con Schelling, losofia de cso se ha exigido demasiado & la naturaleza. Descubrié en do histérico-politico, y 4 que presencia consciente de lo inconsciente, necesita del arte para po- der actualizarse y set expetimentada en su ser otro. La Filosofla de la Jeva de Schelling se convierce asi en Estética de la nacuraleza, que otorge al arte la nueva determinacién de no imitar ya ala naturale- ma presencia histérica (p. 169). El cambio hacia una flosofia de la naturaleza para salvarse del pesi- ‘mismo histdrico se compré mediante una presuposicién optimista. Se nsciente, la experiencia estética de la a. Negaba la carencia de finalid: a naturaleza que se autorreproduce su indiferencia frente al indivi duo y ante el destino del biem y del mal. «¢Qué es la vida del hombre si se le quita lo que el arte le ha dado? Un espectéculo continuo de destruc- cién, escribia Schiller a Kérner: «Encuentro tal pensamienso especial- ‘mente profundo, pues si se prescinde en la vida de lo que sirve a la belle- lo queda la necesidad» (p. 202). El retorno del impulso natural sgravita sobre la roméntica de la naturaleza, Se impone progresivo, cuando Ia esttica se reduce a una wisién de la realidac uraleza pierde cl cardcter de fendmeno estético, pierde los atributos de (Odo Marquard ha investigado este desencantamiento de la narurale- za romantica, especialmente en las manifestacionesliteratias de una esté- 108 tica moderna del fracaso, de lo sublime y de la ironia, por ejemplo en Schopenhauer y Nietasche, lo filésofos de una filosofa descncantada de Ja naturaeza impulsiva, Sin embargo, ha dejado de atender a una tenden- cia opuesta que yo quisiera acarar en la siguientes consideraciones. La poesia que hace consistir su postura en el fracaso de la vuelta ala natura- Jeza misma (como puede mostrarse en fos modelos fundamentales en la , es posible una mezcla con otros seres 0 cosas (p-418), ys después, eobjetivismo», junto con simpersonalidads, caracteriza el ejer- cicio maximo que puede conseguir la conciencia poética: «esa imperso- nalidad, ese objetivismo del que he hablado y que no es més que el de- sarrollo excesivo del espiritu poético» (p. 421). El movimiento de la aistesis \irica corre, pues, andlogo al proceso de la embriaguez del ha- chis, pero no reconduce 2 un estado natural dado previamente ni a una nacuraleza roméntica global: sublima més bien la enaturaleza antigua» cen una «naturaleza nuevay (p. 418) xe no es un puente entee la aparienc sino un modo de la percepcidn estética realzada artficialmente («noies, después de todo y pese a la energia accidental de sus sensaciones, més ‘que el mismo hombre aumentado», p. 437), yel ate, en tanto que pro- , porque dependen de las vivencias de ‘© del retorno involuntario de la vide vivida de Proust lo proyects re segundo poema de Speen cae el yo cable de cosificacién. La escena ext mueble de cajonesy.. se transforma en la escena interior riste cerebro», de donde, en un audaz procedi- mismo se pone como Ver sabre exo, Hes (no 2) y Jas (n002 11), p. 153 ae abe des plea Is, Arhtnhe rf. ralparks en Schrife Pranure, 1955, v1, p. 492. spreacién ques panel, D, alegorfa det pasado congelado y de una indiferencia infiniea. Gerhad Hess ha interpretado como sigue la tiltima fase de la cafda: «Entonces clyose opone a camente puede considerarlo como ‘materia viviente’. Como bl granito en el desierco, como esfinge olvidada, ha perdido incluso el “in de le salvacién. La monotonta se ha congelado»™. A lo que creo que se ‘puede afiadir que en la imagen iiltima se llevan hasta el Final dos mieos seculares, la Esfinge y Mnemon. La esfinge, guardiana de la verdad culta, se ha convertido en erecuerdo para nadie», en alegoria del clvi- do. No canta como la estatua de Mnemon de Tebas al salir el sol, sino a ‘de manera que se hace alegoria de ala Bellerav y realiza su como expresaba un poema anterior de Baudelaire: «yo seino en cl azul como una esfinge incomprendida»™. Si, segin a fSrmula inolvi- dable de Walter Benjamin, ela mirada del alegorista que aborda la ciu- dad es la mirada del alienados*, mientras que la mirada del alegorista ‘medieval buscaba y encontraba tras las apariencias del mundo la patria de lo imperecedero, el poeta modemo es recompensado con la poeste por la pérdida de la patvia trascendente: en la composicién de un poe- ma que prescribe su propio proceso aparece al final lo proc poesia de la poesiae, que encuentra en si i bién puede mantenerse para si misma. retain en Toward an Aetbte of Recep ique yo he replicad en Reading de Man sion, Minnesota Pres, 1982, p. 2 eating, Minnesota Pres, 1989, p. 202 5 159 7 Huella y aura: Observaciones sobre la Obra de los Pasajes de Walter Benjamin* la nos apoderamos de la casas en el aura ella nos domina. (M 16a, 4) I Si el lector de la Obra de los pasajest puede reivindicar el derecho a conectar sus reflexiones con un lugar privilegiado, eso es lo que preten- dden hacer estas consideraciones sobre shuella y auray. La forma aforisti- «a que se impone, en este caso como en otros, une, en su concisién preguane 7 9a pee istca, la sorpresa de una intuicién des- lumbrante con fa agudeza de una definicién que, en tanto que cvinci- dentia oppositorum plantea la pleniud de su «imagen di és Como una nueva interrogacién que como una respuesta. Por lo que yo sé, no ha basado Benjamin explicitamente sus intuiciones capitales so- historia y la actualidad del siglo XIX en centre huella y aura. En sus esbozos sobre el conte- nido social de la huella, como ei sus propuestas sobre una teoria del aura, falta precisamente, me parece, la contraposicién, aqui implicita. ‘Mas ain, se puede uno preguntar si no proceden de ahi algunas contra- * Publicado en: Arrociel re indi (come el cap. VD. 161 icciones observables en las tesis de Benjamin, que exigirfan las propuestas interrampicas. ‘La manifestacién de la huella esté ligada especialmente al flaneur, que Benjamin ha caracterizado precisamente como una figura epocal del siglo xxx. Si el paseante, su predecesor del XVi0, habia descubierto la naturaleza libre como un paisaje estcico, el flanewr descubte ahora su ‘mundo contrapuesto y alienado: wa ciudad se le enfrenta como su poso dialéctico, Se le abre como paisaje, lo rodea como una habitacién» (M 1,4). La muchedumbre de la gran ciudad es el elemento vital del /la- laberinto y asilo, elixir embriagador y campo que se ejercita su mirada fisiogné- n zen, el caricter de los rostrosy), s€ perciben las huellas que deja lo secreto en la vida publica, preludiando asi la figura del detective (M 139,2). Se trata de la experiencia moderna dde lo andnimo, ya iniciada desde 1789, que crece en las masas de la rerarid en Benjamin, sino tam! is, quien, en su articulo innovador Pari spreta, hisérica y socialmente le di de aventuras en la moderna novela polictaca, llamando bye el modelo de éxito de los Mobicans de Parity la seadiuc tle novelesca de los pieles rojas de Cooper a Ja wsabana de la gran cit- dads. La recepcién de Poe llevada a cabo por Baudelaire, que Benjamin valora ampliamence (WA. 1, 2, 544 5), supone Ia recepcidn de Cooper por Balzac, S. Dumas, E. Sue y otros autores de la novela negra, en la ‘que se constituye la copografla mitolégica de Paris, sla Babilonia mo- demna> en torno a 1840: ca la ciudad interminable se opone el héroe le- gendatio destinado a conquistarlar* Bl esquema de Caillois coincide con el proyecto de Benjamin en su Obra de los Pasajer: disefias una eprotohistotia del siglo xX», ent como arqueologla mitica de la modernidad?. Peto, « diferencia de Ben- > El proyeco de sus independiente pal de infleencia, su condicionamiento socal, su fanein de mito por teacin con nuevas de la kistosia dele ident y de le evelcidn del mei ‘este 4 un eatlogo de cuestione,andlogae alas brices de Beoj observa (N 162 jamin, vio Caillois la génesis del nuevo mito de la ciudad en la activi- dad de la imaginacién que renuncia a la autonomia estética ~el aura del arve idealista— para, en la huella de una «traduccién legendaria de la vi- da exceriore (Baudelaire), apoderarse de nuevo de la realidad alienadat. El capitulo «Del herofsmo de la vida moderna», en el Sali de 1846, de Baudelaire, testimonia a este respecto el recono: radical, que separa @ los nuevos héroes de una ‘nay —Ia aristocracia escondida de los Vautrin, Rastignac derrotismo de sus predecesores roménticos, René, Adol mann, y su energia impregnada de dolor césmico. Ber por el contrario, seguir sobre todo la huella de Baudelaire en la figure del flaneur, en la que se encarna la nueva experiencia de las masas de fa gran ciudad: «La multitud en Baudelaire. Se pone como un velo ante e rnalmente, en el laberinto de la ciudad, el laberinto mas nuevo ¢ inace- bable. Mediante ella se asocian a la imagen de la ciudad movimientos cx6nicos hasta ahora desconocidos» (M 16, 3). Sin embargo, la demos- tracidn del objetivo ideolégico, segiin el cual una nueva y aparente del alma de las mercancias» (WA 1.2, $59) se ha apoderado Jr algo quc hizo caer a Benjamin, en el desarrollo del capi- el flaneur (WA 1.2, 537 s), en contradicciones evidences. ratado en las Fleurs du Mal (habtia mas de Baudelaize «la alienacién de la vida de la gran ciudad, “Thi, p. 648 (com slain a Le Pine de eve modern 163 La afirmacién de Benjamin, de que el léneur rompe id es6lo aparentemente>, cl alma de las mercanefas, hay que basarla sélo en una sustitucién ale- gorica del préjimo por la mercancia (WA 1, 2, 561). Estd ademés en iccibn con la afirmacién posterior de que Baudelaire, a diferen- cia de Hugo, debe haber guardado el umbral «que separa 569). Puede sostenerse con seriedad qu ia social depositada en la multituds (WA tarde se dice en Sobre algunos temas en Bas lire, «no le podemos seguir» cuando «iguala el ‘hombre de la multicud’ con el tipo de fléneum» (WA 1, 2, 627)? Lo que distinguc al flineur de Jaire del simple min no es solo que «como hombre de la multi- ud» permanece a soberana distancia de la muchedumbre de la gran ciudad (cel observador es un principe que govs siempre de su inocen-

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