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CANCILLERÍA

Ética y política exterior,


un nuevo
 paradigma
Hay valores fundamentales en el buen desempeño
del servicio diplomático, donde la veracidad es una
condición indispensable, junto con observar una
probidad personal, profesional, institucional y social,
en una sociedad en la que somos convocados a servir.
David Muñoz Condell
Cientista Social. Doctor en Estudios
Sociales Latinoamericanos.

H
ablar de cambios y de transformaciones culturales no es tarea fácil.
Los cambios societales no se limitan sólo a la esfera económica,
abarcan también lo social, lo político, lo religioso y lo cultural.
En verdad, parece que estamos en el fin de un tipo de sociedad
y en el albor de otra, que se esta instalando en el nuevo milenio.
Lo claro es que estamos en un cambio de época y de grandes proporciones.
Estas transformaciones de lo social, que han sido vertiginosas y radicales,
han traído también una modificación de “paradigmas”. Es decir, un cambio
en los referentes de la vida, de lo cotidiano, del cómo organizamos, nos
estructuramos en nuestros planteamientos éticos y morales.
Teniendo como marco referencial lo anterior, la “polis” o la ciudad es la base
nutriente de esta interacción social. De ahí que la principal preocupación
de un ciudadano es la política, es decir, todo lo que tiene que ver con la
urbe, con lo cotidiano. Ello da a las personas identidad, arraigo, sentido
de ser y de tener. En rigor, toda ética, en última instancia, es ética política,
pues se funda en la ética vivencial de las personas. Allí está la base de toda
trascendencia y de sentido al servicio público.
Por tanto, al hablar de ética y política exterior se hace necesario recordar que
la ética se relaciona con la búsqueda del bien común: el bien mío y del otro
-y de los otros- con quienes con-vivimos en comunidad.
Es precisamente éste el sentido en que apunta el filósofo Humberto Giannini,
quien dice que la experiencia moral y la reflexión ética se sustentan sobre el
diálogo. “Nos importan los otros. Este es el meollo del asunto...Un sujeto,
fuera de de la relación dialogal, resulta una hipótesis inverificable”.
La veracidad en la diplomacia
En la función diplomática la veracidad es condición indispensable en la
realización de lo humano en cuanto autorreferencia (sólo en la verdad puede
una persona conocerse o reconocerse por lo que realmente es) y en cuanto
ser relacional (sólo la autenticidad veraz puede haber comunicación entre
personas). Por consiguiente, el “ethos” de la veracidad constituye una exigencia
ética de testimoniar la verdad en la acción como condición de posibilidad

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