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Fragmento de D Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores de Federico Garca Lorca

Rosita: (Arrodillada delante de ella.) Me he acostumbrado a vivir muchos aos fuera de m, pensando en cosas que estaban muy lejos, y ahora que estas cosas ya no existen sigo dando vueltas y ms vueltas por un sitio fro, buscando una salida que no he de encontrar nunca. Yo lo saba todo. Saba que se haba casado; ya se encarg un alma caritativa de decrmelo, y he estado recibiendo sus cartas con una ilusin llena de sollozos que aun a m misma me asombraba. Si la gente no hubiera hablado; si vosotras no lo hubierais sabido; si no lo hubiera sabido nadie ms que yo, sus cartas y su mentira hubieran alimentado mi ilusin como el primer ao de su ausencia. Pero lo saban todos y yo me encontraba sealada por un dedo que haca ridcula mi modestia de prometida y daba un aire grotesco a mi abanico de soltera. Cada ao que pasaba era como una prenda ntima que arrancaran de mi cuerpo. Y hoy se casa una amiga y otra y otra, y maana tiene un hijo y crece, y viene a ensearme sus notas de examen, y hacen casas nuevas y canciones nuevas, y yo igual, con el mismo temblor, igual; yo, lo mismo que antes, cortando el mismo clavel, viendo las mismas nubes; y un da bajo al paseo y me doy cuenta de que no conozco a nadie; muchachas y muchachos me dejan atrs porque me canso, y uno dice: "Ah est la solterona"; y otro, hermoso, con la cabeza rizada, que comenta: "A esa ya no hay quien le clave el diente." Y yo lo oigo y no puedo gritar, sino vamos adelante, con la boca llena de veneno y con unas ganas enormes de huir, de quitarme los zapatos, de descansar y no moverme ms, nunca, de mi rincn.

Cuando se abre en la maana roja como sangre est. La tarde la pone blanca con blanco de espuma y sal. Y cuando llega la noche se comienza a deshojar.

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