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· ANDREA CARANDINI

HISTORIAS EN
LA TIERRA
Manual de excavación arqueológica
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

La traducción española de Starie dalla terra. Manuale di scava archeaLa-


gica aparece, aparentemente, con algunos años de retraso ya que la primera
edición italiana vio la luz en 1981. En realidad, el lector se halla frente a la
traducción de una nueva edición, de 1991, ampliamente renovada y que con-
llevó no sólo una actualización de sus contenidos, sino el volver a escribir el
original, la eliminación de los apéndices finales de la primera edición y la in-
corporación de una serie de nuevos textos del autor. l También hay que tener
en cuenta que la primera versión de esta obra no es desconocida para los ar-
queólogos de nuestro país, más bien al contrario: muchos somos quienes la
leímos hace ya bastantes años en su versión original. Pero también es cierto
que la riqueza y profundidad de las reflexiones del autor y, especialmente, su
perfecto uso de la lengua italiana -Carandini no utiliza un italiano fácil, sino
que hace gala de un dominio extremadamente culto del mismo- dificultan
al lector extranjero que no tenga un óptimo conocimiento del idioma de
Dante la comprensión total, en profundidad, de los conceptos en este texto
expresados. 2
A través de las páginas de este libro se da respuesta a todos o casi todos
Ouedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo los temas sobre los que el investigador se interroga al afrontar el trabajo de
IlIs sa nciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
campo y por ello su lectura, necesaria para los estudiantes universitarios, es,
111 'oio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribu-
i n de eje mplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. en mi opinión, imprescindible para aquellos arqueólogos que no se plantean
muchas preguntas, que no dudan, y se convierte en especialmente recomen-
'('(tu lo original: dada para aquellos, por suerte cada vez menos, que ven en la arqueología de
ST RlE DALLA TERRA campo y en las cuestiones estratigráficas un mero divertimento que, aunque
Mal/ l/ale di scavo archeologico
a veces pueda ser útil, poco afecta a los verdaderos problemas de la «Histo-
ubi erta: Enrie Satué ria».
llu 'tración de la cubierta: Templo de los Castores y Macellum, Nápoles. Muestra del Proyecto Este manual, que es fruto de y, al mismo tiempo, incorpora las experien-
~ ub ea en el Museo Nacional de Nápoles. Reconstrucción del Proyecto Eubea (Campi Flegrei, cias y los progresos de la arqueología anglosajona, se enriquece gracias a la
1990, y Eubea, 1990). Contracubierta: dibujo de Gia ncarlo Moscara. experiencia personal del autor al que, aparte de otros méritos, hay que reco-
Dibujos de GIANCARLO MOSCARA
( 199 1 Y 1996: Gi ulio E inaudi editore s.p.a., Turín
( 1997 de la trad ucción castellana para España y América:
RÍTlCA (Grijalbo Mondadori, S. A.), Aragó, 385, 08013 Barcelona 1. Esta segunda edición ha sido publicada recientemente, en un formato más económico,
I BN : 84-7423-764-5 en la colección «Biblioteca Studio» (número 25) de Einaudi, Turín, 1996.
Depósito lcgal: B. 1.282-1997 2. Los errores en el título de este manual (Sloria della terra, Storie della terra en vez de Sto-
1mi rcso cn España rie dalla terra), observados en diversas referencias al mismo en I ~ hihli "o r of{o O"~""" ' -
1- .. _ __ _
I997.- HUROPE, S. L., Recared, 2, 08005 Barcelona
V III 1lI STOi{ IA S 1:lN LA T I ' RRA l ' I«)l ,O( () A I.A I!D I '1 )N nS I'ANO I.A

nocerle el de haber creado una verdadera escuela que ha revolucionado la que afronta también aspectos tun 'necesarios com la intefJ retación ti ' los
arqueología italiana. La simple comparación entre la edición de 1981 y la de indicios y la reconstrucción de las dive rsas histori as. Histori as cuyos pocos in-
1991 permite observar cómo, durante la década de los ochenta, una parte de la dicios, contenidos en los estratos, tan sólo pueden ca ptarse a partir de un a ex-
arqueología italiana, aglutinada en torno a Carandini y al departamento de ar- cavación metodológicamente correcta y de una justa lectura de la secuen ia
queología de la Universidad de Siena y más tarde al de la Universidad de Pisa, estratigráfica. Carandini ilustra un modo concreto de pensar la arqueolo fa ,
ha sido capaz de desarrollar muchos de los aspectos metodológicos que, en un modo de reflexionar sobre las cosas y, en la parte fin al del libro, expon
1981, habían sido sólo meramente esbozados. A esta labor progresiva, fru- con gran profundidad los fundamentos intelectuales de este nuevo mod d '
to de un intenso debate teórico -aún en curso- 3 y de una experimentación afrontar el estudio de los restos del pasado. La estratigrafía arqueológica y 1"
constante en el trabajo de campo, hay que sumar algo tan importante como cultura de los indicios constituyen, para el autor, una unidad.?
el haber luchado para que la arqueología oficial -siempre con tendencia al Para comprender en su justa medida el texto de Andrea Carandini , el
inmovilismo- incorporase a sus procedimientos los resultados obtenidos lector español debe ser consciente de algunas de las muchas diferencias qu
por la práctica. Los progresos de la interdisciplinaria escuela de Carandini, existen entre el panorama arqueológico italiano y el de nuestro país. Deseo
quien actualmente es catedrático de la Universidad de Roma «La Sapienza», por ello, someramente, ilustrar mi opinión -por lo tanto, subjetiva- sobre
se reflejan en una rica serie de publicaciones que se hallan incorporadas en algunos de los aspectos que distinguen la arqueología española de la italiana.
la bibliografía final de este volumen. 4 En esta ocasión creo que debe desta- En lo que respecta a la administración del patrimonio arqueológico hay que
carse, por su carácter de ejemplo de aplicación de los presupuestos expues- tener en cuenta que la realidad italiana es, por ahora, muy distinta de la es-
tos por el autor en la primera edición (1981) de Storie dalla terra , la publica- pañola. La competencia exclusiva, de derecho y de hecho, del Ministero per
ción de sus excavaciones en la villa romana de Settefinestre. 5 Sin duda alguna i Beni Culturali e Ambientali contrasta claramente con la estructura del lla-
dicha experiencia de trabajo de campo contribuyó a la gestación de la edición mado Estado de las Autonomías y con la capacidad normativa y ejecutiva d
(1991) que ahora se traduce al español y cuya aplicación práctica se ha ma- las diecisiete regiones y nacionalidades españolas en materia de cultuf'l y.
terializado en las excavaciones realizadas por Carandini y su equipo en la consecuentemente, en el campo de la gestión y protección del patrimonio él l'
ladera septentrional del Palatino; la inminente publicación de esta nueva ex- queológico. La omnipresencia de las soprintendenze archeologiche, est ru '
cavación experimental, de gran importancia para el conocimiento de los orí- turas estatales de ámbito regional adscritas al ministerio,8 tiene defenso r 's
genes de Roma, sin duda perfeccionará y completará, desde una óptica me- detractores 9 pero, sin duda alguna, contrasta con la realidad española por '1
todológica, los contenidos de este manua1. 6 reconocimiento social, en tanto que autoridad en la materia, de que dispon '
Pero la verdadera aportación de este libro consiste en no ser solamente la figura del soprintendente y, en muchos casos, por su prestigio científico. lu
un manual de excavación arqueológica. El lector se halla frente a un texto Pero, al margen de lo dicho, el elemento más significativo es la existenci a de
un Estado central que gestiona directamente su patrimonio y que dispon e d
3. Un reciente congreso celebrado en Roma (I materiali residui nello scavo archeologico, instrumentos para coordinar aspectos tan 'importantes como el inventario del
Roma, 16-IlI-1996), fue un excelente ejemplo de cómo aquella arqueología italiana que se sien- patrimonio arqueológico (Istituto Centrale per il Catalogo e la Documenta-
te discípula de Carandini, sigue debatiendo acerca de los más diversos aspectos relativos a la
co mprensión de los procesos de formación de los depósitos estratigráficos, del valor de los ma- 7. Ilustran esta cuestión los tres ensayos finales (<<Lo ordinario y lo importante» I «Proce-
teriales arqueológicos estratificados y de los caminos que deben seguirse para llegar a su co- der hacia atrás» I «Análisis de lo sumergido»), incorporados en la edición italiana de 199 1.
rrecta interpretación. La masiva participación de los integrantes de los equipos, italianos y ex- 8. En algunas regiones como el Lacio coexisten diversas soprintendenze arqucológicas
tranjeros, que excavan en Roma contrastaba con importantes ausencias de un sector del mundo (Lacio, Etruria Meridional, Roma, Ostia) mientras que en las regiones autónomas (Sicilia, VH -
universitario, más interesado en una arqueología que.podríamos definir tradicional. lle de Aosta ... ) las competencias son regionales.
4. Véa nse además las obras recientes de Franco Cambi y Nicola Terrenato, lntroduzione 9. El monopolio casi total que sobre la arqueología de un determinado territorio ejerc ' 11
all'archeologia dei paesaggi, «La Nuova Italia Scientifica», Roma, 1994, y de Tiziano Mannoni ciertos soprintendenti es justamente criticado por aquellos profesionales, muchas veces prov ',
y E nrico Giannichedda, Archeologia della produzione, «Biblioteca Studio», 36, Einaudi, Tu- nientes de la universidad, que ven como se les niega el acceso a determinados conjuntos de mil
rín, 1996. Los autores de este último e interesante libro pertenecen a un instituto de la Univer- teriales, cerrados bajo llave incluso durante decenios, o se les impide con falsas excusas interv '-
sidad de Génova, significativamente llamado «Instituto de Historia de la Cultura Material de nir en ciertos yacimientos.
Génova». 10. Si tomamos como ejemplo la ciudad de Roma, veremos que al frente de las soprinlell -
5. Andrea Carandini, ed., Settefinestre. Una vil/a schiavistica nel/'Etruria romana, Móde- denze arqueológicas de la antigua Urbs se encuentran Adriano La Regina (Ministerio) y E ug -
na, 1985, 2 v. Reflejo de las expectativas despertadas en España por la publicación de esta obra nio La Rocca (Ayuntamiento) . La figura equivalente en la estructura administrativa espafio la
fue el seminario «Estrategia i Analisi Estratigrafica en l' Arqueología del anys 80», impartido por sería un jefe del Servicio de Arqueología de una Comunidad Autónoma. Salvo pocas - poquf.
Andrea Carandini en la Universidad de Lleida (Estudi General de Lleida) en 1985. simas- excepciones estos puestos se hallan ocupados por funcionarios con incipientes ca rre ras
6. Andrea Carandini, ed., Palatium e Sacra Via 1, monografía del Bollettino di Archeolo- en el campo de la investigación, en ningún caso catedráticos, y cuyas opiniones tienen poca in-
gia, Roma (en prensa). cidencia en la sociedad.
x HISTORIAS EN LA TIERRA PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA XI

zione). Este instituto fue el que, en colaboración con el equipo de Carandini, la investigación. De la misma manera que Nino Lamboglia tuvo que sufrir los
elaboró los diversos tipos de fichas de registro que, desde 1984, utilizan todas duros ataques que personajes como Giuseppe Lugli -el hombre de la técni -
las administraciones italianas. En España, el Ministerio de Cultura -ahora ca edilicia- hacían al método estratigráfico, Andrea Carandini y los repre-
ya englobado en un nuevo Ministerio de Educación y Cultura- ha dejado sentantes de su escuela han sido objeto de críticas por parte de aquellos que
desde hace mucho tiempo de ejercer buena parte de las pocas pero necesa- creen que la obsesión por la metodología lleva a olvidar los objetivos finales
rias competencias que le reserva la Ley del Patrimonio Histórico Español de una intervención arqueológica o por aquellos que dan más valor al cono-
(Ley 16/1985) y, en el ejemplo concreto del inventario, no existe una verda- cimiento de las fuentes clásicas que a la utilización de una adecuada meto-
dera colaboración y complementación entre las diversas Comunidades Autó- dología en el trabajo de campo. Una correcta lectura de este libro permite
nomas para catalogar nuestro patrimonio arqueológico.ll La realidad de la observar como Carandini defiende la realización de excavaciones metodoló-
gestión del patrimonio arqueológico hispánico es muy heterogénea y existen gicamente correctas sin por ello menospreciar, más bien lo contrario, ni a los
grandes diferencias entre los planteamientos y las medidas adoptadas por las autores clásicos ni a las otras muchas fuentes de información histórica. A pe-
diversas comunidades. Destaca en este panorama la labor desarrollada por la sar de ello, los detractores de la llamémosle «cultura material» han llegado a
Junta de Andalucía -en mi opinión, la única región española que cuenta acusar al propio Carandini -creo que injustamente- de haber traicionado
desde hace más de diez años con una verdadera política de patrimonio- a la a Ranuccio Bianchi Bandinelli, el gran maestro de una generación de impor-
que Carandini dedica las únicas referencias a nuestro país en este manual.J2 tantes arqueólogos italianos -incluido el propio autor de este libro-o Ca-
Sirva como ejemplo de lo dicho el Programa Especial de Arqueología Urba- randini y su escuela no han despreciado en nada la tradición de estudios so-
na, promovido por la Junta de Andalucía en colaboración con las universi- bre lo bello de la antigüedad, simplemente los han complementado con el
dades de dicha comunidad, para el que se ha diseñado y desarrollado un sis- estudio y el análisis de lo menos bello, de lo cotidiano, incluso de lo sórdido
tema de documentación específico. 13 pero igualmente importante para la comprensión del pasado, para la com-
Otro factor de diversidad entre los ~unbientes arqueológicos italianos y prensión de las historias conservadas en la tierra.
españoles reside en el elevado espíritu crítico y la predisposición al debate de Sin embargo, la propensión a la crítica y al debate de nuestros colegas ita-
la comunidad científica italiana. Uno de los primeros preceptos que la uni- lianos, tan positiva en ámbitos científicos, se convierte en un factor negativo
versidad de aquel país inculca al estudiante de arqueología es el escepticismo cuando las discusiones se centran en aspectos de tipo práctico u organiza ti-
y el espíritu crítico con el que debe analizar todas las noticias que se le trans- vo. Pongamos un ejemplo. A pesar de lo mucho que -creo- se ha discuti-
mitan. No basta que un insigne profesor dictamine que la interpretación de do al respecto, todavía no se ha encontrado una fórmula para articular unos
un determinado número de indicios sea x: debe demostrarlo.l 4 Esta situación mecanismos de coordinación entre el mundo de la gestión del patrimonio ar-
generalizada es la causa del rico debate científico, a veces exagerado, exis- queológico, representado por las soprintendenze, y los estamentos universi-
tente en Italia y cuyos resultados son altamente positivos para el mundo de tarios que, a parte de sus tareas docentes, se dedican fundamentalmente a la
investigación: la colaboración generalizada entre los profesionales de ambos
campos de actividad representaría un avance importante en el buen gobier-
11 . Pienso que, sin menoscabar las competencias de las diversas Comunidades Autóno-
mllS, el Ministerio debería promover, como hacía en los años ochenta, foros de discusión enca-
no del extraordinario patrimonio arqueológico italiano. 15
min ados a la coordinación de criterios y líneas de actuación. A propósito de los inventarios: A. Contrasta con esta realidad el poco debate existente en España 16 y que,
.Iimeno Martínez, J. del Val Recio y J. J. Fernández Moreno, eds., Inventarios y cartas arqueo- en el caso que nos ocupa, explica la escasez de una crítica metodológica o que
lógicas (So ria 1991), Valladolid, 1993; AA.VV., Catalogación del Patrimonio Histórico , Instituto las sucesivas ediciones italianas de Storie dalla terra no hayan sido objeto d '
Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de Andalucía, Sevilla, 1996. Véase también M.A. Que-
rol y B. Mart ínez, La gestión del Patrimonio Arqueológico en España, Alianza Editorial, Ma-
dri d, 1996. 15. Evidentemente se dan algunas excepciones, debidas a la existencia de una buena relu-
12. Véa nse los trabajos de Fernando Molina y Fernando Contreras en la bibliografía final ción a nivel personal. En la propia ciudad de Roma, por ejemplo, no existe un marco institucio-
ti • este volumen. A propósito de la opinión de Carandini sobre la situación de la arqueología en nal en el que los representantes (ministeriales y municipales) de la gestión del patrimoni o nr-
And alucía, que en este libro califica de «Paraíso científico e institucional.. .», véase también La queológico, de la universidad y del mundo de la investigación puedan debatir conjuntament e los
lal/rea non f a l'archeologo (Ta vola rotonda, Roma, 8 maggio 1992), Padus s.c.a. , Padua, 1993, es- problemas que afectan al patrimonio arqueológico de la capital del Imperio.
pecialmente las intervenciones de A . Carandini (pp. 106-107) Y X. Dupré (p. 108). 16. <<Arqritica nace como consecuencia de una reflexión sobre el panorama de las publicu-
13. Fe rn ando Molina et al. , «Un sistema de información arqueológica para Andalucía», en ciones arqueológicas en España, que advierte dos hechos claros: por un lado, la escasa atención
(¡falogación del Patrimonio Histórico, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, Junta de que las revistas especializadas dedican a la recensión ... Por otro lado, la fa lta de crítica en las
Andalucfa, Sevilla, 1996, pp. 76-85. escasas publicaciones que se consagran a esta parcela tan importa nte de la divulgación cientrn-
14. Q ui en haya tenido la oportunidad de enseñar una excavación a un arqueólogo ita liano ca ... Ante el patente vacío de la discusión arqueológica española .. .», Editori al de Arqritica, 1,
r 'co rda rá un a serie int ermin able de preguntas que pueden llegar a sorprender. En realidad no Madrid, 1991. Una buena prueba de lo dicho ha sido el fracaso editori al de A rq;itica que no 1111
... . ..... ... _ .... ,.,1 ...... 1 ......... t; .... ;; ......... .... ..... u; .... .....
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recensiones -al menos yo las desconozco- en revistas españolas especiali- peración científica,20 reunieron en los meses de verano, en un marco medil '-
zadas. Tenemos que aceptar que, en el campo de la arqueología clásica y me- rráneo de excepción, a arqueólogos españoles, italianos, franceses y de olr s
dieval, la escasa bibliografía peninsular sobre aspectos metodológicos gene- países. El Istituto Internazionale di Studi Liguri, organismo desde el que
rada a partir de la generalización en el uso del llamado método Harris se Lamboglia realizaba su intensa labor, fue desde 1947 una de las institucione
limita a la difusión del mismo, sin aportaciones críticas y, mucho menos, me- organizadoras. Martín Almagro Basch, director del curso de Ampurias junto
todológicas. 17 El panorama arqueológico hispánico no ha sido ni es especial- con Lluís Pericot durante veinte años, rendía homenaje, años más tarde, a la
mente rico en trabajos de tipo teórico o metodológico y, si nos referimos con- aportación de Lamboglia a dichos cursos y explicaba cómo sus preocupacio-
cretamente a manuales de excavación, resulta claro que los únicos textos nes por la estratigrafía y por la tipología hicieron mella en los asistentes a Jos
autóctonos que el arqueólogo español ha podido utilizar son la Introducción mismos;21 fruto de ello fue el primer estudio de una estratigrafía ampuritana ,
al estudio de la prehistoria y de la arqueología de campo de Martín Almagro publicado por Almagro y Lamboglia. 22 El propio Lamboglia, a partir de eSla
y la aportación de Manuel Riu al manual de arqueología medieval de Michel experiencia hispánica, realizó otros sondeos estratigráficos en otros yaci-
de Bouard. 18 Ambas obras dan su justa importancia a las cuestiones estrati- mientos españoles. 23 Aquellos cursos ampuritanos estaban plenamente aso-
gráficas, siguiendo aquella línea que empezó a abrirse camino en nuestra pe- ciados al concepto de cata estratigráfica y buena muestra de ello era el énfa-
nínsula en el período de la posguerra partiendo de dos hechos concretos: la sis que se ponía en las crónicas de los mismos, al indicar el lugar en el que se
apertura en Madrid de una sede del Instituto Arqueológico Alemán (1945) y había hecho la cata y quién había sido el director de la misma. 24 Recuerdo
la participación de Nino Lamboglia en los cursos de Ampurias (1947). que cuando asistí por primera vez al curso, en 1973, todavía se mantenía lo
Desconozco, aunque sería interesante investigar al respecto, cuáles fue- que entonces ya era sólo un ritual: el primer día se procedía a la elección de
ron las repercusiones en España de la publicación en 1954 de la primera edi- los puntos en los que se abrirían las diversas catas estratigráficas. Lo limita-
ción de Archaeology from the Earth de sir Mortimer Wheeler, traducido al do y puntual de las mismas, hacía que los resultados de dichas excavaciones
castellano en 1961. 19 Pero creo no equivocarme al pensar que el llamado mé- fuesen también limitados y no contribuyesen a un progreso en el conoci-
todo Wheeler empezó a difundirse en nuestro país filtrado por la experien- miento de la evolución de la antigua ciudad. Las características de los cursos,
cia y enriquecido por las aportaciones personales de Nino Lamboglia, a con profesores invitados que impartían sus lecciones teóricas por la tarde y
quien Carandini define como poswheeleriano. La presencia de Lamboglia, con alumnos de muchas universidades españolas y algunas extranjeras,25 pro-
durante más de veinte años, en Ampurias hizo que dicho yacimiento, por las movieron en gran manera que lo que de nuevo se hacía en Ampurias se di-
especiales características de los cursos allí organizados, se convirtiera en el fundiese rápidamente por todo el territorio peninsular. 26
núcleo de irradiación de una nueva preocupación por el valor de los estratos
en la excavación arqueológica y, también, por la importancia de los estudios
tipológicos cerámicos como instrumento para el mejor conocimiento de la 20. Son los mismos años en los que, en Roma, se crean la Associazione Internazionale di
cronología a atribuir a la formación de dichos estratos. Los cursos de Ampu- Archeologia Classica (1945) y la Unione Internazionale degli Istituti di Archeologia, Storia e
Storia dell 'Arte in Roma (1946). Massimo Pallottino, en Speculum Mundi. Roma cenlro inlel'-
rias, nacidos en el momento en que Europa quería olvidar su trágico pasado nazionale di ricerche umanisliche, Roma, 1992, pp. 9-13 Y47-52.
inmediato y en el que se volvían a poner en marcha los mecanismos de coo- 21. Martín Almagro Basch, «El recuerdo desde España del profesor Nino Lamboglia», Ri-
vista di Studi Liguri, 43, Bordighera, 1977, pp. 17 ss.
22. Martín Almagro Basch y Nino Lamboglia, «La estratigrafía del decumano A de Am-
17. Víctor M. Fernández Martínez, Teoría y método de la arqueología, Editorial Síntesis, purias», Ampul'ias, XXI, Barcelona, 1959, pp. 1 ss.
Madrid, 1989; Martí Mas Comella, «La aplicación del método Harris», en Gisella Ripoll, ed., Ar- 23. La excavación estratigráfica realizada por Lamboglia, con la colaboración de José Sán-
queología, hoy, Madrid, ] 992, pp. 61 ss.; Germán Prieto Vázquez, «Sobre el Método Harris de ex- chez Real, en el relleno interno de la muralla republicana de Tarraco, a principios de los allos
cavación arqueológica», en Carpetania, pp. 145 ss.; Juan Zozaya, «Aproximación a una metodo- cincuenta, suministró las pruebas definitivas de la plena romanidad del recinto defensivo d •
.1ogía de la arqueología medieva!>" en Actas delI Congreso de Arqueología Medieval Española aquella ciudad, demostrando la validez de la tesis de Joan Serra Vilaró. Nino Lamboglia, <<JI pro-
(Huesca 1985), Zaragoza, 1986, 1, pp. 67 ss. Especialmente interesante el prólogo a Miquel Barceló blema delle mura e delle origini di Tarragona», Miscelánea Arqueológica, 1, Barcelona, 1974, pp.
et al., Arqueología medieval. En las afueras del «medievalismo», Crítica, Barcelona, 1988, pp. 9 ss. 397 ss.
Una situación similar a la española se da también en Portugal: Amilcar Guerra, «Escavar? .. Sim 24. Véase, por ejemplo, «Crónica de los Cursos Internacionales de Prehistoria y Arqueo-
Obrigado! a resposta de Harris», en Almadan, O, Almada, 1982, pp. 8-10; «Alguns aspectos de logía en Ampurias», Miscelánea Arqueológica, 1, Barcelona, 1974, p. XVIll.
urna escava¡;;ao: método, técnica e registo», en Almadan, 2, Almada, 1984, pp. 8-10; Métodos e Téc- 25. En los años sesenta, el propio Andrea Carandini participó como alumno.
nicas de escava¡:ao: contribuitos para um debate, «Clio/Arqueologia», 2 (en prensa). 26. Un buen ejemplo en Joan Maluquer, El yacimiento hallstáttico de Cortes de Navarra.
18. Martín Almagro Basch, Introducción al estudio de la prehistoria y de la arqueología de Estudio crítico, «Excavaciones en Navarra», 4 y 6, Institución Príncipe de Viana, Pamplona, .1954
campo, Barcelona, 1960; Michel de Bouard y Manuel Riu, Manual de arqueología medieval. De y 1958 (en especial el tomo segundo), y J oan Maluquer, Cata estratigráfica en el poblado de «La
la prospección a la historia, Barcelona, 1977. Pedrera» en Vallfogona de Balaguer, Lérida, «Publicaciones Eventuales», 2, Universidad de Bar-
19. Mortimer Wheeler, Arqueología de campo, México, 1961. celona, Barcelona, 1960. .
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La instalación en España del D eutsches Archeologisches Institut, con la rom ana de Vilauba e n l 979 2V e inmediatamente en las excavaciones del v ' 'i-
apertura de una sede en Madrid, creo que no incidió, en los primeros años, no conjunto ampuritano. E l mismo año, gracias a la participación del britc-
en la difusión en nuestro país del valor del análisis estratigráfico. Pero sí es nico Phil Banks, Juan Zozaya aplicaba el nuevo método en el yacimiento m '-
cierto que, en un segundo momento, cuando las excavaciones del Instituto se die val de Gormaz. 30
extendieron por diversas zonas de la península y empezó a publicarse Ma- Los primeros años de la década de los ochenta, marcan el período en el
drider Mitteilungen (1960), buena parte de la comunidad arqueológica hispá- que una parte de la arqueología española, el sector más dinámico y sensible
nica quiso emular la pulcritud de las excavaciones «de los alemanes», exca- , a los progresos metodológicos, asistió a la aparición de los conceptos de dia-
vaciones en las que se aplicaba el método Wheeler y en cuyas publicaciones grama estratigráfico (Harris Matrix) y de excavación en extensión (Op en
se podían observar secciones y cortes estratigráficos dibujados con gran ma- Area) y en el que, especialmente, se vivió una especie de fiebre que, en al lI -
estría. No se trata aquí de hablar de la influencia, claramente positiva, que en nos ambientes arqueológicos, llevaba a una multiplicación de fichas. 31 Quien
la arqueología española ha tenido el Instituto Arqueológico Alemán; deseo tenía acceso a la ficha tipo de un yacimiento determinado, la copiaba inme-
solamente destacar que, durante muchos años, sus excavaciones y, especial- diatamente, modificándola en su formato, para adaptarla a las necesidade de
mente, sus publicaciones han sido un modelo a seguir.27 su excavación. Estos primeros reflejos de la revolución que, en los sistemas
La arqueología clásica española de los años setenta, en lo que a exca- de registro arqueológico, se había producido en otros países europeos, estu-
vaciones arqueológicas se refiere, era, en parte, fruto de estas influencias y vieron, afortunadamente, acompañados por un proceso serio de implan ta-
continuaba su evolución perfeccionándose en la aplicación del método Whee- ción del llamado sistema Harris en una parte significativa de las excavacio-
ler/Lamboglia y rellenando los más o menos caóticos diarios de excavación. nes que se realizaban en nuestro país. Aparecieron publicadas las primeras
La arqueología urbana apenas había hecho acto de presencia y, en conse- intervenciones en las que se habían utilizado fichas de registro, se habían rea-
cuencia, no se habían producido aquellos cambios que, en otros países, esta- lizado diagramas estratigráficos y habían sido planteadas bajo los criterios d
ban poniendo en cuestión la utilidad del método vigente. La verdad es que la excavación en extensión, siendo pionera en este sentido la publicación de las
poco se ha escrito en España acerca de la introducción y difusión en nuestro excavaciones realizadas en 1982 en el conjunto forense de Ampurias, ya i-
país del uso de los nuevos sistemas de registro de datos arqueológicos com- miento que había recuperado ya para usos oficiales y científicos su topónimo
pletados con la elaboración del diagrama estratigráfico de Harris. 28 Pero todo catalán: Empúries. 32 De nuevo esta vez, los ya citados cursos de Ampuri as,
parece indicar que, paralelamente a cuanto había ocurrido, años antes, con el sirvieron de instrumento de difusión del nuevo método que, al mismo ti 111 -
método Wheeler/Lamboglia, introducido en España a través de Ampurias de po, se difundía también en el centro de la península y que, a partir de expe-
la mano de un italiano (Nino Lamboglia), fue de nuevo gracias a la expe- riencias en yacimientos de época medieval, arraigaba en el País Vasco en la
riencia italiana (excavación de Andrea Carandini en Settefinestre) que el segunda mitad de la década de los ochenta. 33
método Harris llegó a la península a través de Ampurias, esta vez gracias a Pero esta conversión al «harrisianismo» adolecía de una falta de refle-
un británico (Simon J. Keay) que había participado en la excavación de Set-
tefinestre. Recordando aquellos carteles que bajo la dictadura llenaban las
29. Assumpta Roure, «La primera experiencia amb l'escola anglesa: Vilauba», en Harri.\·
carreteras de la provincia de Girona y que rezaban «Ampurias puerta de Matrix. Sistemes de registre.. ., 1, pp. 19 ss.; AA.VV., La vil·la romana de Vilauba (Camós), «S -
griegos y romanos en España» podríamos decir que Ampurias también fue la rie Monogriífica», 8, Girona, 1988, pp. 12-13.
puerta de entrada de los métodos Wheeler/Lamboglia y Harris/Carandini en 30. Phil Banks y Juan Zozaya, «Excavations in the Caliphal Fortress of Gormaz (Sori a),
la península ibérica. Para ser exactos, la primera excavación española en la 1979-1981: a summary», en Papers in Iberian archaeology, «B.A.R, International Series», 193,
1984, pp. 674 ss.; Juan Zozaya, «Evolución de un yacimiento: el castillo de Gormaz (Sori a)>>, 1\
que se utilizaron fichas de registro arqueológico fue la excavación de la villa André Bazzana, ed., Castrum 3, Guerre, fortification et habitat dans le monde m éditerranéell (1I/
moyen iige (Madrid, 24-27 novembre 1985), Madrid-Roma, 1988, pp. 173 ss.
31. Una parte del colectivo profesional, desinteresada en los progresos metodológicos 'lpli-
27. Una visión de los cincuenta años del Instituto Arqueológico Alemán en España en cados al trabajo de campo, sigue todavía pensando que «excavar en extensión» significa a(cClllr
José María Luzón, «Arqueología alemana en España y Portugal. Una visión retrospectiva», Ma- grandes superficies de un yacimiento.
drider Mitteilungen, 36, Maguncia, 1995, pp. 1 ss. 32. AA.VV., El Fórum roma d'Empúries, Barcelona, 1984; véase especialmente el aparta-
28. Véase el prólogo de Emili Junyent a Edward C. Harris, Principios de estratigrafía ar- do dedicado a metodología y al sistema de registro utilizado, pp. 25 ss.
queológica, Crítica, Barcelona, 1991, pp. VII ss.; en lo que respecta a Cataluña, véase Isabel G. 33. Mercedes Urteaga, que había colaborado con el Department of Urban Archaeology del
Trócoli y Rafel Sospedra, eds., Harris Matrix. Sistemes de registre en arqueologia / Recording Sys- Museo de Londres, fue quien lo introdujo en Euskadi; generalizándose a partir del Curso de Ar-
tems in Archaeology, «Col. El Fil d'Ariadna. Historia», 9, Publicacions de l'Estudi General de queología de Intervención (San Sebastián, 1987). Años más tarde (1991), el propio Edward .
Lleida, Lleida, 1992, 2 vols. Mi gratitud por las informaciones faci litadas en relación a esta cues- Harris participaría en las <<Jornadas Internacionales Arqueología de Intervención», celebradas
tión por Luis Caballero (Madrid), Alberto López (Barcelona), Fernando Molina (Granada), Ju- también en San Sebastián: AA.VV., Jornadas Internacionales Arqueología de Intervención , 0 -
lio Núñez (Vitoria), Raquel Vilasa (Coimbra) y Juan Zozaya (Madrid). bierno Vasco, Bilbao, 1992, 508 pp.
XV I IIIS'I' RIAS I ~ N I,A 'l' lI l RRA V II

xión y de una puesta en común de experiencias. Una primera iniciativa en di- i:Iunqu rructífera existencia, el TED'A desarroll un programa ex hau 'livo
cho sentido fue la reunión sobre «Nous metodes de registre i analisi de da- de organización del archivo de datos y aplicó un a metodología coherenle. La
des en arqueologia classica», celebrada en Tarragona en 1983, que contó con experimentación y la reflexión permitieron, también, hacer contribuciones
una nutrida participación. 34 Años más tarde (1989), un seminario celebrado en este último campo.37
en Girona, dio como resultado una excelente publicación que, entre otros El segundo episodio digno de mención es el relativo a la aportación es-
muchos méritos, incluye una valoración de la aplicación de los nuevos plan- pañola a la llamada «Arqueología de la Arquitectura» o aplicación del m -
teamientos en diversos yacimientos peninsulares -básicamente en Cata- todo estratigráfico a la lectura de paramentos. Esta nueva faceta del aná lisis
luña-, un artículo del propio Harris y una prepublicación de la segunda arqueológico, desarrollada en Italia a partir de mediados de la década de los
edición, a cargo de Craig Spence, del Site Manual del Departamento de Ar- ochenta,38 se halla, en la actualidad, en plena fase de expansión. Expansi n
queología Urbana del Museo de Londres. 35 que se refleja en la aparición de nuevas líneas de investigación (análisis es-
Para finalizar esta mi modesta contribución destinada a aclarar al lector tratigráfico de los alzados, estudio de técnicas constructivas, mensiocrono-
cuál es el contexto en el que debe enmarearse la publicación en España del logía, reconstrucción de ciclos productivos ... ) y en la individualización de
libro que tiene en sus manos, deseo detenerme, brevemente, en dos episodios distintas metodologías para cada una de dichas líneas. 39 La contribución es-
dignos de mención. pañola a esta nueva disciplina arqueológica,40 que no se ha limitado a la apli-
En 1986, el Ayuntamiento de Tarragona creó el Taller Escola d'Arqueo- cación práctica de sus presupuestos, se refleja en trabajos como Leer el
logia (TED'A). Este hecho representó para la arqueología española la pri- documento construido,41 en el que se puede observar la solidez de plantea-
mera experiencia en la que un numeroso e interdisciplinar equipo afrontaba mientos, la validez metodológica y los excelentes resultados obtenidos por
el estudio del pasado de una ciudad - Tarragona- a través, básicamente, de
intervenciones arqueológicas que, en muchos casos, eran generadas por la
propia dinámica de la ciudad. Se creaba pues un primer gran equipo de ar- 37. TED' A, «Registro inform ático y arqueología urb ana», en actas del congreso Arc/¡eo-
logia e Informatica (Roma, 3-5 marzo /988), Roma, 1988, pp. 177 ss.; «Arqueología y Restaura -
queología urbana que, en sus planteamientos y en su organización, recogía la ción», en Conservation-Restauration des biens culture/s. Traitement des supports. Travau.x illter-
rica experiencia británica y francesa. No pretendo aquí extenderme sobre las disciplinaires (Paris, 2-4 novembre 1989), París, 1989, pp. 91 ss.; Xavi er Dupré Rave ntós, «La
características de este centro -sería difícil en mi caso mantenerme en los lí- organización de los archivos arqueológicos: la experiencia del TED' A», en Interbentzio Arkeo-
mites de la objetividad-,36 pero deseo destacar que, a lo largo de su corta logia. Jornadas Internacionales Arqueología de Intervención (San Sebastián, diciembre de 199/).
Bilbao, 1992, pp. 279 ss.; Joaquín Ruiz de Arbulo, «El registre de dades en l'a rqueologia urba-
na: l' experiencia del TED'A», en Harris Matrix. Sistemes de registre .. ., 1, pp. 41 ss.
34. Esta reunión se organizó de forma improvisada y no ha sido ni será jamás publicada. 38. Véase, en la bibliografía final de este libro, los trabajos de Oian Pietro Brogiolo, Tizia-
A este mismo período corresponde la aparición de la traducción española de Archeologia e cul- no Mannoni y Roberto Parenti, e ntre otros.
tura materiale, la primera obra de Carandini traducida a nuestro idioma: Andrea Carandini, Ar- 39. Oian Pietro Brogiolo, «Prospettive per l'archeologia dell 'a rchitettura», A rcheologia
queología y cultura material, Mitre, Barcelona, 1984. dell'Architettura, 1 (suplemento a Archeologia Medievale, XXII) Florencia, 1996, pp. 11 ss. E n
35. Isabel G. Trócoli y Rafel Sospedra, eds., Harris Matrix. Sistemes de registre en arqueo- esta misma monografía véase una interesante contribución de un jove n arqueólogo español:
logia / Recording Systems in Archaeology, «Col. El Fil d'Ariadna. Historia», 9, Publicacions de Juan Antonio Quirós, «Produzione di laterizi nella provincia di Pistoia e nalla Toscana medic-
l'Estudi General de Lleida, Lleida, 1992, 2 vols. Todas las contribuciones a esta reunión se ha- vale e postmedievale», pp. 41 ss.
llan publicadas en catalán y en inglés. Aprovechando su presencia en nuestro país, Edward C. 40. Diversos son los equipos de investigación que se ocupan de esta disciplina: Luis Caba-
Harris fue entrevistado por Isabel G. Trócoli y Joaquín Ruiz de Arbulo para la Revista de Ar- llero en el Centro de Estudios Históricos del CSIC (Madrid); Antoni González y A lberto Lópcz
queología (109, mayo de 1990, pp. 56-58). en el Servei del Patrimoni Arquitectónic Local (Barcelona) y Agustín Azcarate y J ulio Núñ ez c n
36. A propósito de las características y objetivos del centro, véase Taller Escala d'Arqueo- la Universidad del País Vasco (Vitoria).
logia, 1987-1990, Tarragona, 1990; Xavier Dupré Raventós, «El Taller Escola d'Arqueologia 41. Luis Caballero y Pablo Latorre, eds., Leer el documento construido, número monográ-
(TED'A) de Tarragona», en actas de las I Jornades sobre la situació professional en l'arqueolo- fico de Informes de la Construcción, n.o 435 (enero-febrero), CSIC, Madrid, 1995. A destacar
gia (Barcelona, 1987), CoHegi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofía i Lletres i en Cien- tambié n: Luis Caballero, «El método arqueológico en la comprensión del edificio (sustrato y c -
cies de Catalunya, Barcelona, 1992, pp. 201 ss.; «La ricerca scientifica come strumento di tutela tructura) >>, en Curso de mecánica y tecnología de los edificios antiguos, Colegio Oficial de Ar-
dei beni archeologici: l'esperienza di Tarragona» (actas del congreso Roma e le capitali europe- quitectos de Madrid, Madrid, 1987, pp. 13 ss.; Antoni Oonzález, «Por una metodología de la in-
ee dell'archeologia, Roma, 12/15-6-1991), en Eutopia, 1.2, Roma, 1992, pp. 43 ss.; «Organizzazio- te rvención en el patrimonio arquitectónico (El monumen to como documento y como objct
ne dell'archeologia in ambito urbano: il Taller Escala d'Arqueologia (TED'A) in Tarragona arquitectónico)>>, en Monumentos y Proyecto. Jornadas sobre criterios de intervención en el Pa-
(Spagna» >, Ocnus, 2, Universitil degli Studi di Bologna, Bolonia, 1994, pp. 53 ss. Valoraciones trimonio Arquitectónico, Ministerio de Cultura, Madrid, 1987, pp. 37 ss.; Agustín Azcáratc,
crfticas cn Joscp M. Nolla «El TED'A i l'arqueologia urbana a Catalunya», Revista d 'A rqueolo- «Aportaciones al debate sobre la arquitectura prerrománica peninsular: la iglesia de San Romá n
¡¡ill de /J()IICllt, 1, LIcida, 1991, pp. 326 ss.; Simon J. Keay, «New light on the colonia Iulia Urbs de Tobillas (Alava)>> , Archivo Español de Arqueología, 68, Madrid, 1995, pp. 188 ss.; Alberto
'li'iul1lplllllis '1'1111'11 '0 (Tarragona) during the late empire», Journal of Roman Archaeology, 4, López, ed., Investigacions arqueológiques i histófiques al Bergueda (1I). Sant Lloren{: de Pedret
Mkhil\lIlI , 11)01 1, pp, . H7 ss.; armcn Aranegui y Vicente Lerma, «Archéologie urbaine: évolu- prop Baga. Sant Quirze de Pedret, «Quaderns Científics i Tecnics», 6, Servei del Patrimoni Ar-
1 1111 11 ' 0'0' 111 0' do 111 , 111 11110 11 \ 11 I\spnp,nc», Nouvelles de I'Archéologie, 55, París, 1994, pp. 30 ss. quitectonic Local, Barcelona, 1995.
X VIII III S'\'( I ~ IA S EN LA '1'1 ' R R A

los arqueólogos, y tambié n arquitectos, que en nuestro país dedican sus es-
fuerzos a la comprensión de la evolución histórica de edificios.
Estoy convencido que la lectura de Historias en la tierra. Manual de ex-
cavación arqueológica, ayudará a resolver muchas dudas a quienes dedican
sus esfuerzos a recuperar el pasado mediante, pero no solo, el trabajo de cam-
po. También servirá para que -creo haber entendido que este es uno de los
objetivos de Andrea Carandini- los jóvenes arqueólogos y los estudiantes
de arqueología asimilen las muchas y magistrales lecciones contenidas en las
páginas de este libro que -el lector se dará cuenta de ello- es mucho más PREFACIO
que un manual de excavación arqueológica. De ellos también se espera que
reflexionen sobre los numerosos temas planteados y se cuestionen acerca de
importantes problemas como -por poner un ejemplo- el hecho que, mien- Estratigrafía y técnica de excavación
tras en cualquier ciencia «seria» los avances metodológicos son inmediata-
mente aplicados o criticados en publicaciones especializadas; en arqueología, Este libro es, en su primera parte, un manual de estratigrafía arqueológi-
ciertos colectivos profesionales pueden permitirse el lujo y la veleidad de no ca (el adjetivo es necesario para distinguirla de la geológica, que ha sido su
aplicar a sus trabajos los nuevos métodos de investigación sin ni tan siquiera creadora). En él se trata de la filología y del método histórico aplicados al
exponer las razones que les han inducido a una tal decisión. Si la publicación mundo de los objetos. La crítica de las cosas se fundamenta en los principios
de este libro contribuye a mejorar algunas de las situaciones aquí brevemen- que permiten la excavación de monumentos sumergidos en la tierra o en el
te expuestas, la arqueología española estará en deuda con su autor. mar, la lectura en profundidad de los que están a la vista yen uso y permit
relacionar entre sí las partes cubiertas y las descubiertas de cualquier edifi-
Xavier Dupré Raventós cio, tumba u otro tipo de estructura. Estas páginas no contienen una histori a
concreta, pero explican cómo se pueden llegar a narrar muchas historia de-
Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC) sentrañando el universo material.
Noviembre de 1996 Los principios de la estratigrafía han sido inventados por una tradici n
de estudios reciente, principalmente de nuestro siglo, que ha alcanzado su
punto culminante en la arqueología británica de la última generación. Adop-
té por primera vez el método de excavación británico en Cartago en 1973 y
lo apliqué en Italia en la excavación de Settefinestre desde 1976 (Carandini
et al., 1983; Carandini, 1985a). Una primera edición de este manual se publi-
có en 1981 (Carandini, 1981), contemporáneamente a la traducción del ele
Barker (Barker, 1977) y antes ele que se desarrollase en Italia una verdadera
«arqueología urbana». Esta segunda edición es una reelaboración completa
y una actualización de la anterior, fruto de contaminaciones entre experien-
cias del mundo septentrional y del Mediterráneo (de Italia al África septen-
trional) que ha durado más de quince años (mis experiencias de excavación
anteriores, entre la segunda mitad de los años sesenta y los primeros setenta,
se guiaban por el método de N. L~mboglia, entonces el mejor que había 11
Italia pero que ahora debe considerarse superado).
Ahora puedo tener en cuenta las primeras experiencias de arqueologfa
urbana en Italia (pp. 23, 30), la edición de la excavación de Settefinestre, qu '
ha permitido comprobar los enunciados originales y que representa a su vez
un primer manual en lengua italiana de cómo se puede publicar una excava-
ción, la excavación casi acabada de la vertiente septentrional del Palatino,
uno de los lugares estratigráficamente más complejos (siglos VIII a. c.-xvI
d.C.): en consecuencia, un campo perfecto para una ulterior precisión meto-
2 III S'I'()IW\S l /N l A '1'1I ! 1{i{A PR . FA('I ) 3

doJógica , y, finalmente , los últimos avan ces de la propia arqueología británi- La exposición de las reglas del juego estratigráfico, acompañada por fi-
ca que sigue todavía en la vanguardia, J lector perdonará las abundantes ci- guras concebidas por mí y realizadas por G. Moscara, ahora revisadas y am-
tas relativas a nuestro grupo de investigación, por ejemplo a la edición de la pliadas, ofrece una guía lógica a los problemas de la estratificación. Cada
excavación de Settefinestre, necesarias por la voluntad de mantenernos en el guía constituye una traición a la realidad concreta y como cualquier abstrac-
ámbito de una propuesta orgánica de formas y de procedimientos estratigrá- ción de la práctica presupone una tolerancia al menos provisional con la teo-
ficos, Este manual no incluye una historia de las excavaciones ni de sus mé- ría, que se convierte frecuentemente en brújula indispensable para orientar-
todos, pero sí la exposición de una tradición metodológica, que tiene sus orí- se cuando nos hallamos inmersos en el laberinto de las cosas. No he incluido
genes en Gran Bretaña y que está conquistando Francia e Italia. gráficos ilustrativos de estratigrafías reales, para lo que invito a consultar
Mientras tanto, el clima cultural ha cambiado en Italia. En 1981 la ar- otras publicaciones y, en particular, la edición de la excavación de Settefi-
queología de campo moderna comenzaba a desarrollarse con dificultades. nestre, que constituye la verdadera ilustración de este manual en lo que res-
Hoy, en cambio, se halla oficialmente aceptada (pienso en el sistema de ca- pecta a cosas concretas.
talogación de los bienes arqueológicos finalmente elaborado por el Instituto Para poder extraer excavando el máximo de información y para poder
central del catálogo) y se difunde cada vez más, elevando notablemente el ni- comparar los resultados de diferentes excavaciones se requiere un mínimo
vel de estos estudios en las diferentes regiones e incluso en Roma, gracias a común denominador en el método que se usará en el trabajo de campo, por
los programas de la Soprintendenza arqueológica estatal, ideados por A. La debajo del cual se está fuera del procedimiento útil para la reconstrucción
Regina. Se han iniciado incluso las excavaciones en los Foros imperiales, an- histórica y se entra a formar parte de lo que, hasta hace poco, era el grupo de
tes bloqueadas por un enfrentamiento ideológico, ahora menos furibundo los destructores de la documentación arqueológica depositada en el territo-
(aunque no desvanecido) gracias a una conciencia más difusa de las necesi- rio, grupo en el que había que incluir no sólo a los excavadores clandestinos,
dades urbanísticas de la capital y de la nueva memoria que la actual arqueo- sino también a los propios arqueólogos. Se trata, por lo tanto, de identificar
logía urbana se halla en grado de ofrecer. reglas de conducta para aplicar en la excavación, de forma más sistemática o
El libro conserva algunas limitaciones presentes ya en el texto original. concisa según las circunstancias, para individualizar el mayor número posible
Es un manual válido para los hábitats rurales y urbanos y algo menos útil de acciones naturales y humanas, de acumulación o de sustracción, intencio-
para las estructuras o los restos submarinos (Gianfrotta-Pomey, 1981) y para nadas o casuales. Para ello es necesario analizar tales acciones en el orden
las necrópolis. Dedica, voluntariamente, mayor atención a los estratos que a inverso a aquel en que se han producido, como ocurre en el juego de los pa-
los bienes muebles y a los restos paleoecológicos contenidos en aquéllos. Ha lillos chinos. Por otro lado, sin reglas no se crea una verdadera comunidad
sido escrito por un arqueólogo clásico (no por un geoarqueólogo), por lo que científica, que es la premisa esencial para cualquier avance serio en la inves-
es válido para la Antigüedad y también para la protohistoria, la Baja Edad tigación. El talento se muestra cada vez menos enemigo de la norma, espe-
Media y la época moderna, pero es insuficiente para la prehistoria y quizás cialmente en un trabajo que es también manual. ¿Quizás no es el excavador
también para la Alta Edad Media. De hecho, son diferentes las circunstan- un artesano al servicio de la memoria?
cias en las que la actividad humana es la principal generadora de la estratifi-
cación de aquellas en las que, al contrario, la naturaleza es la que desempe-
ña el papel primordial. En estas últimas el estudio de las sedimentaciones, de Estratigrafía y cultura de los indicios
las erosiones, de los transportes y de las pedogénesis es esencial. Por otro
lado, la ciencia de la historia no podrá jamás reducirse a la ciencia de la tie- Pero la excavación implica no sólo desmontar sino también remontar, es
rra. Pondría incluso en guardia a los jóvenes arqueólogos protohistóricos, decir, la construcción de una historia en las tres dimensiones del espacio, lo
clásicos y pos clásicos contra el peligro de descuidar los estudios tradicionales que no es un hecho exclusivamente instrumental o una cuestión de mera téc-
para dedicarse desmesuradamente a los cambios biogenéticos. Con toda mi nica estratigráfica. Por otro lado, cada técnica se relaciona con una cultura
admiración por este tipo de estudios, tengo que admitir una limitación: cam- particular, con un sistema de pensamiento más amplio. La estratigrafía es
biaría tres geoarqueólogos por un historiador del arte o de la arquitectura además un método científico bastante joven respecto a la tradición humanis-
cautivado por la estratigrafía. ta de la arqueología histórico-anticuaria e histórico-artística. Es natural que,
La primera edición concluía con apéndices, debidos a otros autores, so- en el intento de acreditarse, incluso ante las resistencias de quien la querría
bre materias específicas o afines al tema principal, materias que aquí se subalterna, la estratigrafía vaya en busca de las disciplinas hermanas consoli-
han suprimido porque merecen por sí solas un manual: de la topografía, dadas, de su propio contexto ideal. Se trata de parecidos en las formas y de
al dibujo, la tipología, la ecología, la geología y la restauración arqueoló- contactos reales que unen los diversos conocimientos indiciarios hijos de la
gicos. sintomatología médica (Ginzburg, 1979). Por dicha razón, el libro contiene
4 IIIST O HII\ S I ,N 1,1\ ' I'II ! RRI\ I'R ' )'' i\(' )O

en su segunda parte tres ensayos dedicados a argumentos de carácter más siempre cosa de italianos y de spaghetttlrtli del espíritu; algo sin nada <.1 '
general. Se trata también en este caso de reflexiones abstractas, pero que alemán. En esta esfera [alemana] la ética prevalece sobre la estética o más
surgen de experiencias de campo y se refieren a cuestiones muy concretas, exactamente en ella se sopesan dos conceptos, por lo que a lo feo se dedica
¿Cómo reflexionar sobre Longhi o Bianchi Bandinelli describiendo un alma- honor, amor y cuidado».3 Incluso una fealdad o una patología pueden repre-
cén de la Roma imperial, cómo analizar el método de Sherlock Holmes en- se ntar una verdad. Más allá de la estética de las cosas hay una ética de los
trando en las casas de los cónsules de la República y cómo entender el signi- co ntextos.
ficado de las metáforas arqueológicas de Freud entre los lagartos de las Si el pasado nos parece todavía vivo es también porque el tiempo de h
fortificaciones palatinas? La narración histórica requiere fluidez más que historia puede siempre encarnarse de nuevo en el espacio de las cosas y así
excursus metodológicos, Pero no siempre conviene renunciar al género me- retomar alguna forma de existencia terrenal. No se trata tanto dé extra r
todológico, por muy imperfecto que éste sea, convencidos de que «la perfec- pensamientos de los objetos, como piensan algunos historiadores sólo litera -
ción del filosofar está en haber superado la forma provisional de la "teoría" tos. La fábrica de las cosas es de hecho uno de los modos en que los pensa-
abstracta y en pensar la filosofía de los hechos particulares narrando la his- mientos y los sentimientos humanos alcanzan autónomamente a expresarse,
toria, la historia pensada»,l materializarse y conservarse. Dar prioridad al mundo de lo escrito respecto
Tras haber expuesto las reglas para el desciframiento del universo de los al de la materia elaborada (Momigliano, 1962) o viceversa, estar abiertos a lo
objetos, ha llegado el momento de encontrar alguna incertidumbre. ¿Qué es bello y ciegos ante lo feo o al contrario, son unilateralidades que nos quitan
la arqueología? Quizás su secreto reside en la superficie que la separa de las lo mejor de la vida, es decir, la compenetrabilidad entre los diferentes len-
otras disciplinas indiciarias, que con ella jamás se habían realmente compa- guajes que se derivan de nuestras diversas percepciones.
rado: desde la historia del arte, a la investigación y al psicoanálisis. El estu- Casi todo el pensamiento del siglo XIX, de matriz liberal o marxista, no
dio vienés de Freud -pero no su casa, que estaba en el mismo piso- se mos- supo impedirse jerarquizar. Pero la cultura que podemos llamar de la mecá-
traba como un gabinete de maravillas arqueológicas clásicas y orientales. El nica del es y de los quanta siente y razona de forma diversa, difundida en
paciente se tumbaba bajo una reproducción del templo de Ramsés JI en Abu nuestra cultura, si bien con un retraso de dos generaciones sobre los descu -
Simbel, mientras el analista se sentaba en el sillón vigilado por un retrato ro- brimientos del primer cuarto de siglo (Pais, 1986). Sólo rozando el año 2000
mano. En aquellas habitaciones no había ningún objeto medieval o moderno se tiene la sensación de vivir plenamente el espíritu del siglo xx y la nueva
porque allí la cuestión era sumergirse en los tiempos antiguos y omnipresen- perspectiva nos obliga a considerar las obras del ingenio y del esfuerzo bajo
tes de las civilizaciones y de los inconscientes. una nueva luz.
Aclaradas las relaciones de parentesco entre los diferentes conocimien- Este libro debe mucho a Riccardo Francovich, Daniele Manacorda,
tos indiciarios, se perfilan nuevas colaboraciones culturales que podrían con- Maura Medri, Emanuele Papi, Nicola Terrenato y a los otros arqueólogos
tribuir a recobrar y preservar la materia de nuestro patrimonio cultural. En- con los que trabajo. No habría nacido nunca sin la curiosidad de Salvatore
tre estos diversos conocimientos la arqueología, siendo como es curiosa de Settis y de Walter Barberis.
lo bello y de lo feo, ávida del placer estético y del histórico, representa un
puente entre los diferentes mundos del arte, del trabajo y de la naturaleza. A.c.
Es quizás la disciplina más isomorfa a la vida, en la que el orden y el desor- Julio de 1991
den surgen y mueren continuamente, como pasa, por cierto, en la estratifica- \
ción.
Los hechos y las cosas de la vida, nuestro primer objeto de indagación,
son en sí mismos inertes y opacos como las piedras,2 pero mientras que sola-
mente la escritura literaria puede dar un toque final de liviandad, también la
reconstrucción histórica, que no es una reproducción, sino una reinvención
verosímil y formal de la realidad, puede aportar ligereza a la gravedad.
Allí donde se halla confinada sólo la belleza segmentada de los valores
del contexto, como en tantas colecciones de museos, la admiración por lo su-
blime inerte se acompaña frecuentemente con un sentimiento de tristeza. En
este querer aislar la belleza y el lujo del tejido polimorfo de la existencia, los
italianos han superado a cualquier otro pueblo, con todas las ventajas y tam-
bién las distorsiones que tal inclinación conlleva: «la belleza para mí ha sido
ESTRATIGRAFÍA
Y TÉCNICA DE LA EXCAVACIÓN

El estudio de la antigüedad debe saber hacer hablar


a los documentos arqueológicos, desde las estatuas y los
arcos de triunfo hasta los más humildes fragmentos ce-
rámicos, su elocuente lenguaje. Y a los jóvenes se les
debe enseñar no ya a dirimir con Mommsen la paleoet-
nología como «ciencia de los analfabetos» o a insultar
junto con algunos seguidores italianos de Mommsen a
los «buscadores de cerámica», sino a integrar el análisis
de la tradición con el estudio de las tumbas y de las es-
taciones.

GAETANO DE SANcns

Dado que existen infinitos modos desordenados las


cosas irán siempre hacia la confusión. - No me veis en
realidad sino que veis un montón de información sobre
mí. - Las cosas pueden entrar en el mundo de la co-
municación sólo por medio de informes. - El número
de diferencias potenciales en un objeto es infinito. -
Sólo poquísimas se convierten en diferencias eficaces,
en informaciones. - La información está concentrada
en los contornos. - El claroscuro es una cosa óptima,
pero los hombres sabios ven los contornos y por esto los
trazan.

G. BATESON
INTRODUCCIÓN

Una conquista moderna

En las culturas campesinas el hombre aparece todavía relativamente uni-


do a la madre tierra. Mira al subsuelo con ingenuo y ancestral respeto pero al
mismo tiempo lo profana arrebatándole sus tesoros escondidos. Desde me-
diados del siglo VIII a.c., en las ciudades griegas en formación se descubren y
se veneran tumbas principescas de época anterior como si fueran de héroes
(Berard, 1982). Durante la purificación de Delos en el 426 a.c. , lo que conlle-
vó la remoción de todas las tumbas existentes, se descubrió que la mitad de las
mismas eran carias por el tipo de armas y por la forma de enterrar, entonces
todavía en uso en dicha población anatólica (Tucídides, 1.8.1). Al volver a Co-
rinto un siglo después de su destrucción, los romanos saquearon su necrópolis
recuperando terracotas y bronces con los que llenaron Roma (Estrabón,
VIII.6.23). Desde la época homérica los descubrimientos casuales o la bús-
queda de objetos preciosos han sido las únicas formas de una arqueología em-
brionaria (Manacorda, 1988; Pucci, 1988). Las excavaciones en Miseno y en
Sanguigna de Fabrizio del Dongo, en La cartuja de Parma, reflejo de las del
propio Stendhal en Italia, todavía forman parte, aunque nos hallemos en la se-
gunda generación del siglo XIX, de esta misma mentalidad.
Con el desarrollo de la industrialización y el predominio de la ciudad so-
bre el campo el hombre se aparta de la tierra y puede moverse hacia un libre
conocimiento del subsuelo, así como de las cimas montañosas (el alpinismo
es tan joven como la arqueología). Las actividades productivas hieren la tie-
rra cada vez con mayor profundidad y la investigación científica desvela los
secretos más impenetrables de las cosas. La sección de un terreno se con-
vierte en imagen habitual y por todas partes emergen los restos de los hom-
bres más antiguos. Solamente a partir de mediados del siglo pasado los pocos
milenios de historia que la Biblia avaramente nos concedía se han dilata-
do en un tiempo inabarcable. Algún fanático religioso protesta todavía hoy,
como ocurre en Jerusalén, contra la profanación arqueológica de las tumbas
de los antepasados, así como en Roma lo hacen los amantes de la belleza, por
temor a las heridas infligidas por la excavación al paisaje urbano conservado.
Es como el retraerse ante la disección de un cuerpo, las extravagancias del
alma o la rareza de los elementos. Al encerrarse en los viejos ritos y recorri-
12 HISTORIAS EN LA TIERRA INTRODUCCIÓN 13

dos mentales afloran, en el contexto frenéticamente analítico de nuestra épo- Cuestiones disciplinarias
ca, formas de sentir propias de pasadas y más espontáneas culturas. «Vene-
rar» e «indagar» son formas diversas y rivales de amar la tierra en la que se La arqueología de la excavación se basa en principios peculiares y autó-
vive. E l arqueólogo estratígrafo, fruto típico de la modernidad, inspecciona nomos que sólo en un segundo momento se relacionan con los otros modos
cajones del mundo jamás abiertos, queriendo saber de los muertos más de más tradicionales de entender esta disciplina, como el histórico-anticuario y
cuanto ellos supieron o dejaron entender que sabían de su propia vida. Re- el histórico-artístico. No se puede leer un epígrafe romano sin conocer el la-
sucitar el pasado, no sólo en su palabra sino también en su apariencia -«me- tín, ni una obra de arte sin estar familiarizado con las imágenes. De la misma
jor un a cosa vista que cien relatadas»-, ya no es la perversión de pocos es- manera no se puede indagar en el subsuelo sin conocer las reglas de la estra-
pecialistas sino la tendencia de una época, que mientras aún se esfuerza en tigrafía. Esto parece obvio pero mientras que interpretar mal un texto o el
seguir al progreso llora siempre con mayor amargura los paraísos que ha per- estilo de un pliegue desacredita a un investigador, destruir una estratificación
dido. La sensación de haber estropeado el mundo, que lo mejor de la vida so- todavía no ha creado problemas de conciencia o retrasado la carrera de na-
bre la tierra haya ya pasado, ha desarrollado la capacidad de razonar hacia die. Esta situación deriva del hecho de que tras la idea corriente de interdis-
atrás, refiriéndose a los primeros dolores, a los primeros autores, a los estra- ciplinariedad se esconden todavía saberes que predominan sobre otros y que
tos más antiguos de la existencia. En la sociedad en la que los viejos son más las filologías nobles, descubiertas ya en el Renacimiento, quieren continuar
numerosos que los jóvenes se desarrolla una atención nueva hacia desencan- mandando sobre las innobles de formación más reciente. Por otro lado, so-
tos y ruinas. La Ciudad Prohibida de Pekín resurge espléndida en la proyec- mos cada vez más conscientes de que la calidad de un muro o de una tierra
ción cinematográfica y el palacio del Louvre, el mayor museo del mundo, no y la naturaleza de una semilla poco tienen que ver directamente con el tradi-
se ha olvidado de excavar ningún detalle del París subyacente, exponiéndo- cional método histórico y de que todas las fuentes, sean literarias o estrati-
lo como museo del mismo museo. He aquí un rasgo típico de esta nuestra gráficas, tienen igual dignidad, aunque no igual linaje, porque facilitan datos
época. de género diverso, en el buen uso de los cuales existe un mismo deber. Bajo
esta perspectiva las diferentes filologías aparecen como lenguas diversas, que
no pueden estar subordinadas las unas a las otras, ni ser unificadas en un úni-
Proceder hacia atrás co idioma, pero si comparadas y traducidas las unas en las otras. Las compa-
raciones y las versiones son operaciones delicadas en las que hay siempre
Una casa debe ser continuamente objeto de mantenimiento si se quiere algo que ganar y también que perder.
conservarla, al igual que se sustituyen las células de un organismo, de lo con-
U·ario inicia su degradación. Las rocas duras y los castillos fortificados tien-
dcn a convertirse en polvo (hay plantas que saben nutrirse de cal descal- Preguntas y respuestas
zando los ladrillos de los muros) . Metrópolis enteras duermen ahora bajo
·lImpos de trigo. La tierra lo gana todo y es de la tierra que el arqueólogo es- Las pregunta~ que siempre preceden y acompañan a una excavación
trutfgrafo fundamentalmente se ocupa, como si fuera un campesino de la his- -la tabula rasa es siempre imposible e indeseable- deberían nacer no sólo
toria. Mirando haciendas y fábricas con los techos hundidos sobre restos de del diálogo entre el historiador excavador y las fuentes literarias o arqueoló-
ut \nsilios él aprende los procedimientos de la ruina, como la vida clara y gicas ya conocidas, es decir, ajenas a la investigación de campo, sino también
nlUlti(orme tiende naturalmente hacia una única dura oscuridad. Observar del coloquio directo con las estructuras, el terreno y los objetos de la exca-
I;IS razones progresivas de un hundimiento no es difícil, porque se trata en vación en curso. Sería necesario por tanto que el estratígrafo supiera silenciar
'ualquier caso de proceder hacia delante, que es la dirección de la vida a la de vez en cuando su elaborada memoria histórica para poder captar las im-
quc estamos acostumbrados. Arduo es al contrario seguir el camino inverso, previsibles novedades que cualquier porción de terreno guarda en su inte-
'8 decir, penetrar en las espigas de trigo para reconstruir en la imaginación rior. Mucha documentación estratigráfica ha sido destruida desenterrando
la ciudad destruida subyacente, porque la ruina oblitera y cubre los frag- porque no respondía a las cuestiones planteadas previamente y desde fuera
mentos de todo lo todavía conservado, de tal modo que el investigador está de la excavación. Evidencias más tardías han sido sacrificadas para alcanzar
ob li gado a descender de forma antinatural, hacia atrás, en lo desconocido. con rapidez aquellas subyacentes, testimonios evidentes han hecho descartar
Pero para utilizar la destrucción a favor de la reconstrucción hay que agudi- aquellos más recónditos y documentos juzgados más importantes han lleva-
za r el ingenio, como quien ha perdido un objeto y debe volver a reconstruir do a la destrucción de otros considerados menospreciables. En la arqueo-
In jornada en tiempos y lugares invertidos. Por dicho motivo hay que desa- logía del territorio debería, en cambio, interesar cualquier cosa que pudiera
rrnl!llr r.1 ¡¡rlr. clp. t ll p'" tr llticrrllfíll I"'nr-An f·r-;¡rcp " cAlA lln ~ nllnllf"lf'\c<:l nr('\o-r~tTl~("iAn rl p 1!l in" p <::t'¡o~("'¡t\n nnf'irl:::1
14 I II ST O RI AS I~N LA TII :R I ~A INTRODUCCIÓ N 15

consentir ace lerar la excavación en algunas circunstancias más obvias pa- la posibilidad de dar una form a al movimiento casual de la vida, de trans-
ra poder recoger mejor otras más insólitas y llegar así a conocer a fondo formar la tierra en un libro.
la estratificación, en toda su duración. Toda excavación tiene de hecho una
limitación de tiempo y de medios, por lo que debe recuperar el máximo de
información posible. Cuanto más amplio sea el espectro de las fuentes to- Construcción, ruina y estratificación
madas en consideración a partir de la propia excavación, más amplio el de
las cuestiones históricas, mejor se conducirá la investigación y con mayor El modo en que la vida se transforma por el abandono y acaba bajo tie-
riqueza aparecerá, al final , la reconstrucción histórico-monumental. No exis- rra es una de las curiosidades principales del arqueólogo. Las construcciones
te una cuestión histórica, por muy fundamental que sea, que pueda justificar se hacen de aportaciones y sustracciones de materiales que se suceden pe-
el abandono del procedimiento estratigráfico. La fase de contextualización riódicamente en el tiempo interfiriendo las unas en las otras en una misma
de una excavación en el conjunto más amplio de los conocimientos adquiri- porción de espacio. Así es la vida en el mundo de los objetos. Las construc-
dos es esencial para una buena reconstrucción científica, pero dicha fase ciones acaban sepultadas e inmovilizadas en el terreno. Esta es la condición
resulta mucho más eficaz cuanto menos ha interferido en la fase que lógica- final de las cosas en su muerte. Pero ¿cómo se ha desarrollado la agonía y la
mente la precede, la de la comprensión de la estratigrafía. El latín y las len- descomposición de un edificio? A veces las construcciones acaban bajo tie-
guas románicas permiten una mejor comprensión del italiano, solamente a rra momificadas y, por lo tanto, casi intactas, como Pompeya bajo la erup-
partir del momento en que se ha estudiado su gramática peculiar. De lo con- ción. Otras veces sufren diversos grados de alteración y de homogeneización,
trario se comparan confusiones en vez de cosas diversas. La especialización, por deterioro físico y alteración de las relaciones espaciales, hasta convertir-
más que un mal necesario, es el presupuesto de cualquier saber general de se en difícilmente comprensibles o incluso perderse totalmente. Esto ocurre
tipo moderno. Cuanto más amplio, profundo y sistemático haya sido el aná- cuando el edificio es abandonado y permanece expuesto a la intemperie, caso
lisis de los detalles, tanto más ardua pero también rica será la construcción en el que se produce la transición de la condición de construcción a la de de-
de la síntesis capaz de comprenderlos. Preparado para multiplicar las pre- posición. Erosiones, acumulaciones y transformaciones, debidas a fuerzas na-
guntas, el estratígrafo avanzará y rechazará las respuestas a medida que la turales y humanas, alteran el edificio tal como era en su última fase de vida.
evidencia las convierta en más o menos plausibles, evitando introducir su Si entramos en una granja, en una fábrica o en una manzana de casas aban-
propia subjetividad antes de que los datos más objetivos hayan sido comple- donadas podremos observar los diversos estadios de esta ruina progresiva.
tamente aprovechados. Nada hay más instructivo que conocer estos procedimientos de deterioro en
curso por razone~ de introspección arquitectónica y estratigráfica. Cada rup-
tura es un nuevo punto de vista sobre las peculiaridades secretas de un mo-
Calidad y cantidad numento (Carandini, 1989d).

Si lo escrito y las imágenes no son ya los únicos lugares del valor his-
tórico, entonces resulta claro que no se excava para encontrar estatuas ni Deberes del excavador
papiros, es decir, para colonizar lo subterráneo con nuestros conocimientos
inveterados. La excavación enriquece cualitativamente la evidencia, acer- La primera obligación del excavador no es la de contar agradablemente
cándose cada vez más a la vida pretérita. El subsuelo no es sólo una reser- una historia sobre la base de impresiones e indicios dispersos, sino la de es-
va de sobresuelo sumergido que sacar a la luz, así como un alma no es sólo tablecer, sobre el fondo del relato en formación y más allá del aparente de-
un armario que forzar. En la ruina y en la tierra las cosas se degradan en sorden e impenetrabilidad de la estratificación, la secuencia de las acciones
modos particulares, que son distintos de los destinos de los edificios con- y de las actividades naturales y humanas acumuladas en la estratificación ,
servados todavía en uso. Lo «enterrado» es más bien «lo enterrado». Al dentro de unos determinados espacio y tiempo, primero individualmente se-
descender entre los contextos estratificados la evidencia frágil, latente, in- paradas y después puestas en relación entre sí. Se trata de relaciones de con-
coherente y heterogénea se revela de forma sorprendente y más dÍfícil- tigüidad entre las unidades que permiten determinar la secuencia cronológi-
mente integrable en nuestros conocimientos habituales de aquello que es ya ca relativa. Serán después los materiales contenidos en los estratos los que
literaria, artística y anticuariamente conocido. Se trata de saber manejar permitirán pasar del tiempo relativo al absoluto. Dos estratos, uno encim a
sustancias pesadas y opacas, que se levantan al plano aéreo del conoci- del otro, implican que el superior se ha formado después del subyacente y
miento, con todos los riesgos de empobrecimiento e imprecisión que se co- esto es cierto aunque la cerámica contenida en los mismos indique lo contra-
rren cuando se quiere traducir un texto o una dimensión, pero también con rio. Aclarada y periodizada la secuencia estratigráfica pueden finalm ente
16 III S'f'O RI AS l i N L A ' J'IIJRR A 17

emerger los acontecimientos. El relato secundario deviene entonces prota- exploradores que señalaban en los mapas islas apenas divisadas. Pe ro el mun -
gonista, pero siempre dentro de los ámbitos razonables de la secuencia, que do de las estructuras y de los objetos es muy variable, sin una anatomía Ci -
constituye el imprescindible cañamazo. Historias obtenidas apresuradamen- ja, por lo que es imposible ser especialista de las manufacturas de todas la .
te de montones de materiales desorganizados en el espacio y en el tiempo épocas y de todos los lugares. Esto no significa, gracias a la universalidad del
constituyen proyecciones sobre aquella pobre evidencia de otras experien- método estratigráfico, que en la excavación de un lugar pluriestratificado el
cias ya conocidas, en busca de una ulterior confirmación. De aquí no provie- director deba irse sustituyendo en función de las épocas que se encuentren al
nen historias originales y sinceramente dirigidas hacia la verdad. Cuántas ex- descender. Es en el laboratorio, contemporánea o posteriormente a la exca-
cavaciones y sus respectivas publicaciones, con unas pobres metodologías vación, donde deben confluir las competencias de los diferentes especialistas
topográfica, estratigráfica y tipológica, se han visto sacrificadas a las necesi- llamados a intervenir.! Conocemos excavaciones bien dirigidas por estratÍ-
dades repetitivas de los demasiado desenvueltos hacedores de historias. No grafos que no eran especialistas de los contextos explorados. No conocemos,
existen fases preparatorias e instrumentales de la investigación subordinadas en cambio, excavaciones bien dirigidas por historiadores, historiadores del
a otras más nobles y determinantes, siendo cada fase de la investigación pre- arte y anticuarios especialistas de aquellos contextos pero ignorantes del mé-
supuesto de la siguiente. Un excavador analfabeto es tan parcial como un todo estratigráfico. Las peores destrucciones se deben a la presunción inver-
historiador que no sabe leer el mundo de los objetos (léase el pasaje de De sa. Pienso en el joven H. Hurst que había destacado como un óptimo exca-
Sanctis en el epígrafe). Los riesgos de preparaciones unilaterales y mera- vador en Gloucester y había sido sabiamente nombrado director de la misión
mente tecnicistas se van multiplicando hoy en día en cada uno de los campos arqueológica británica en Cartago, aunque no estaba particularmente fami-
de la investigación científica. Pero no se escapa a la paradoja de la moderni- liarizado con la cerámica, el arte y la arquitectura norteafricanas. Los gran-
dad , por la que cuanto más se estudia una cosa más ignorante uno se con- des resultados de su excavación se debieron sin duda a su capacidad de cap-
vierte en los campos limítrofes, escondiendo las propias carencias detrás de tar los problemas fundamentales del yacimiento, pero quizás también al
las de los demás. Ya no serán las relaciones jerárquicas, globales o superfi- parcial desconocimiento de aquellos lugares y de las preguntas de los inves-
ciales, las que reconduzcan la angosta técnica de las disciplinas en el álveo tigadores de la tradición poscolonial franco-italiana y a su familiaridad con la
unitario de la cultura histórica, sino más bien el respeto recíproco entre los arqueología provincial de la Europa septentrional, habituada a buscar forti-
saberes especializados y la habilidad de convertirlos el uno en el otro en ficaciones, edificios de madera, muros expoliados y otras realidades que muy
los modos y momentos más apropiados. poco habían interesado a los viejos amantes de aquellas materias (Hurst-
Roskams, 1984). Si hubiese sido un topógrafo de Roma, un etruscólogo o un
especialista de historia arcaica habría investigado de forma diversa las ver-
Un juego universal tientes septentrionales del Palatino, condicionado por mis intereses prece-
dentes, mientras que en las condiciones en las que me hallaba pude excavar
En su aspecto más físico la excavación sigue procedimientos válidos para con mayor ingenuidad aquella colina como si hubiese sido un oppidum cual-
cada lugar y tiempo (lo que muy difícilmente sucede en la investigación his- quiera. Fue así como alcancé a encontrar las trazas de lo que me pareció era
tórica tradicional). Las características de una fosa , por las que su corte en los la fortificación ritual palatina y quizás también las de su pomerium, lo que en
estratos precedentes es siempre anterior a su relleno, son válidas en Roma, los círculos especializados más acreditados resulta todavía de buen gusto
en Pekín, bajo los Flavios y bajo los Ming. Por esto la arqueología estrati- cuestionar.
gráfica no ve los yacimientos como una selección de bellos restos, sino como
una concatenación continua de acontecimientos en espacios y tiempos deter-
minados, mientras otras ópticas arqueológicas focalizan más bien sobre cul- Objetividad y subjetividad
turas y lugares concretos. Se crean de este modo la Etruria etrusca, la Mag-
na Grecia griega, etc. (Carandini, 1985b). El desarrollo, reciente en Italia, de No debe creerse, no obstante, que la construcción de la secuencia estra-
la arqueología urbana (pp. 20, 30) ha reforzado el punto de vista de la con- tigráfica sea una actividad científica completamente objetiva y exacta. La es-
tinuidad diacrónica, propio de la cultura estratigráfica. El arqueólogo estra- tratigrafía no es la estratificación. El procedimiento de extraer acciones y sus
tígrafo aparece cada vez más como un tipólogo de las intervenciones natu- relaciones de una estratificación es, al menos en teoría, interminabl~, p~qrque
rales y humanas en un monumento y una especie de iconógrafo de sus con- un viento más fuerte transporta partículas más pesadas que pueqen fo.rmát~i
secuencias sobre el terreno. Es un servidor del mundo de las cosas más que estrato diferente del anterior, compuesto por partículas similares pero n1ás /é~..',
del de las disciplinas académicas. Para él es importante identificar, describir ligeras, porque un estrato de relleno puede distinguirse según se · baya for- ' \
y poner en relación estas intervenciones antes de comprenderlas, como los mado utilizando una carretilla o una pala y una palada repleta puede distin- ., , ,\
18 III ST O RIAS ' N LA TI ERRA 19

guirse de una escasa, y así indefinidamente. Incluso un hecho tan concre- Augusto en el Palatino, bien conservada bajo el relleno del palacio diO él
to como la unidad estratigráfica, es decir, una sola acción de la naturaleza o de Domiciano, sólo se ha podido excavar muy lentamente y por desgracia to-
del hombre, puede convertirse en algo ulterior o diversamente divisible, se- davía sabemos poco de lo que se esconde debajo de la misma, por culpa de
gún el grado y el tipo de análisis que se haya querido escoger. De hecho, po- los importantes trabajos de restauración a los que ha sido sometida y que han
demos individualizar sólo lo que nos parece reconocible y diferente, pero la absorbido gran parte de los medios disponibles. En la excavación de la ver-
propia capacidad de reconocer depende de la de saber captar diferencias y tiente septentrional del Palatino, en cambio, hemos conseguido alcanzar sin
de la potencia de los instrumentos que se haya querido adoptar para obser- mucha dificultad los niveles del siglo VIII a.e. y el suelo virgen de aquella c -
var los fenómenos. Excavar con inteligencia significa ser conscientes de esta lina por el mal estado de conservación de los edificios más tardíos y de su de-
relatividad, de este abismo que se abre siempre bajo nuestros pies, y al mis- coración, motivado por el incendio neroniano y por las excavaciones de épo-
mo tiempo superar el espanto que provoca escogiendo dónde separar en ca moderna. En dichas condiciones, privilegiadas desde el punto de vista de
aquel desorden y dónde impedir continuar separando. El buen excavador la estratigrafía y desafortunadas desde el de la restauración, ha sido fácil re-
permanece siempre perplejo ante las piezas (las unidades estratigráficas) en mover alguna preparación, cloaca y muro, además de los normales estratos
las que divide el subsuelo. Las percibe como unidades, de lo contrario no las de tierra, para llegar a leer hasta el primer capítulo de aquel enclave (Terre-
distinguiría y no basaría en ellas su construcción científica, pero al mismo nato, 1988). La arqueología de excavación aspira a conocer, donde ello es po-
tiempo no se cansa de escrutarlas para comprender el secreto de su forma- sible, la secuencia estratigráfica total y para un área lo más amplia posible,
ción, y si descubre diferencias, alternancias, preponderancias y secuencias con el fin de reconstruir la historia de un barrio entero. Pero para leer una
que le parecen significativas, le asalta la duda: «¿estamos en el mismo estra- estratificación se necesita mucho más tiempo que para leer un libro. Las lo-
to o ante uno nuevo?». Se halla contradictoriamente empujado a englobar y sas son más pesadas e impenetrables que las páginas. La excavación es, por
neutralizar aquellas diferencias divisadas en el estrato considerado y al mis- lo tanto, un proceso largo y arduo, y sólo la documentación analítica de las
mo tiempo tiende a separarlas como algo ajeno, creando así otros estratos. unidades estratigráficas y su recomposición en la reconstrucción ideal pue-
En este vaivén entre divisible e indivisible el arqueólogo reconoce su tor- den reparar el daño de la destrucción que aquélla inevitablemente conlleva.
mento, sin darse cuenta quizás de que se trata del mismo de cualquier otra Así la excavación traduce forzada e irreversiblemente la pesadez de los ma-
disciplina. ¿Los estratos existen y el excavador los reconoce con mayor o me- teriales y de la tierra en la ligereza de las palabras, de los dibujos y de las fo-
nor exactitud, o es el excavador quien inventa sus estratos? Quizás sean cier- tografías. Por otro lado, sin esta transformación la estratificación sería sólo
tos ambos puntos de vista. La virtud está en el término medio y en éste está silencio y oscuridad, existiendo para nosotros solamente en potencia.
la unidad estratigráfica. «Perplejamente convencidos» y «lentamente apresu-
rados» son los mejores estados de ánimo con los que podemos intentar trans-
formar la opaca estratificación en una clara estratigrafía. Monumentos e indicios (

Ingenuamente se podría pensar que sólo pueden ser interpretados con un


Destrucción y documentación cierto grado de verosimilitud los grandes monumentos y que los frágiles in-
dicios están condenados a la incomprensión. ¿Qué decir de los restos de mu-
Cada fuente debe ser usada con análogas exigencias pero con distinto ros aparecidos a lo largo de la vertiente oriental del Foro y que han sido
grado de rigor, una lectura errónea no daña un texto, ni una mirada falaz des- interpretados como la basílica Emilia, mientras la hasta ahora así identifica-
gasta una imagen, pero una excavación equivocada o una remoción destru- da sería, en cambio, la basílica Pauli? (Steinby, 1988). De la antigüedad queda
yen para siempre la evidencia enterrada. Equivale a quemar las páginas del todo, pero en diversos estados de conservación. Limitarse sólo a interpretar,
único ejemplar existente de un libro inmediatamente después de su lectura. especialmente en el centro de Roma, los edificios con plantas claras y sig-
¿Qué quedaría del mismo sin una transcripción o, al menos, un resumen fi- nificativos alzados significa seguir las vías de la suerte en vez de las de la to-
dedigno? No se puede levantar un estrato, la preparación de un pavimento, pografía. Rechazar la toma en consideración de los pequeños indicios sería
una cloaca o un muro sin destruirlos. Sólo revestimientos significativos como como para un detective interesarse solamente por aquellos homicidios de los
mosaicos, frescos y estucos merecen las complicadas y costosas extracciones que se dispusiera casualmente de la película. No se trata de descartar las tra-
no destructivas realizadas por los restauradores. Cuanto mejor es el estado zas frágiles, sino de utilizarlas en interpretaciones provisionales, útiles hasta
de conservación de una fase de un monumento, más difícil se convierte el que no se dispone de otras mejores. La vieja arqueología monumental no
descender a las fases precedentes subyacentes. No se puede ver una cosa cu- puede aceptar este relativismo, al no haberse todavía implicado en los cam-
bierta por otra sin extraerla y, si resulta incoherente, destruirla. La casa de bios de la moderna hermenéutica, por lo que continúa creyendo ingenua-
20 III S'J'OIHA S UN I ,A 'l'lI i RR A IN'I'RODUCCI )N

mente en la simple objetividad de lo real. Desgraciadamente, los propios mo- Un monumento puede ser tom ado legítimamente e n con ide raci n d '::;-
numentos de Roma, entre los menos conocidos y publicados de todo el mun- de el punto de vista histórico-anticuario, prefiriendo la tradición literaria
do romano, demuestran que la conspicuidad volumétrica no siempre es la (textos, inscripciones, monedas) a la lectura analítica de la realidad material.
causa de los mejores estudios y de las interpretaciones más seguras. Lo que ada óptica consiste de hecho en privilegiar un aspecto respecto a otro y sólo
aparece más evidente puede revelarse especialmente oscuro, como bien en- el ojo de Dios sabe ver cada cosa de forma ilimitada. Por dicho motivo, tam-
tiende Dupin en La carta robada de Poe, tanto mejor escondida cuanto más bién es respetable tomar en consideración un monumento desde el único
ampliamente expuesta. Las dificultades de la escasa conservación agudizan el punto de vista de su decoración arquitectónica. Mosaicos, pinturas, capiteles,
ingenio y obligan a aprovechar cualquier minucia, como sabe hacer el listo arquitrabes y estucos tienen sus tipologías, su historia interna, que es esencial
mercader, mientras las fastuosas ruinas tienden a relajar a quien las observa, para comprender la mentalidad de los constructores de aquellos edificios. Lo
como las rentas enflaquecen al señor, a no ser que se las trate con el mismo mismo puede decirse de las técnicas edilicias, a través de las cuales podemos
rigor aprendido al indagar el más pobre de los indicios. Tampoco se puede comprender los diversos modos de trabajar de los albañiles antiguos. Estos
distinguir entre indicios significativos e insignificantes, desde el momento son los diversos estratos de piel y de músculos del esqueleto arquitectónico,
que el más insignificante detalle unido a otros puede llegar a constituir un sin los cuales un edificio antiguo no podría existir. Otro punto de vista es el
elemento importante (de otra opinión es Giuliani, 1990). Cada gran monu- estratigráfico, que identifica las diversas partes de las que se compone una
mento está siempre formado por un cúmulo de detalles y solamente el reco- construcción (estratos de tierra y sus correspondientes materiales) para po-
rrido lógico a través de cada uno de ellos puede permitir su comprensión glo- nerlas a todas en relación temporal entre sí. Existe finalmente la óptica que
bal. Ha sido a través de los pequeños y desagradables síntomas de las investiga el esqueleto de un monumento, su lógica estructural y su estática.
enfermedades que se ha comprendido el funcionamiento del cuerpo huma- Solamente la toma en consideración conjunta de todos estos puntos de
no, funcionamiento que el hermoso físico del atleta no revela. Es gracias a los vista, sin considerar aquella en que se está más especializado como la más im-
pequeños lapsus que puede entenderse el funcionamiento del cerebro. El an- portante, permite esperar acercarse a la verdad de un monumento. Sería por
ticuarismo monumental sólo puede ser demasiado prudente o imprudente en otro lado deshonesto no reconocer que nuestra arqueología está especial-
demasía. La arqueología estratigráfica puede ser, en cambio, prudentísima y mente rezagada en lo que respecta a los dos últimos puntos de vista (el es-
audaz al mismo tiempo, desde el momento en que el abandono de una hipó- tratigráfico y el estructural), porque el estratigráfico es un conocimiento re-
tesis no impide la presentación filológica de un monumento que solamente ciente sin una gran tradición y porque el estructural es un saber tan antiguo
aquélla sabe plenamente comprender. Ya no hay pues razón de inhibirnos el como el hombre pero lamentablemente olvidado por culpa del predominio
deseo de historia y la necesidad de interpretación si ponemos a los demás en del cemento armado, que ha sustituido a todos los sistemas tradicionales de
condición de contradecirnos a través de nuestro propio análisis y si acepta- construir. Para recuperar los conocimientos de un capataz antiguo, mejor que
mos que nuestras verdades sean en gran parte sólo probables y provisionales el ingeniero moderno y sus cálculos, sirven documentos y tratados sobre este
(Carandini, 1989b). tema, a partir de época medieval. De nada serviría la experiencia en la obra
sin la comprensión estratigráfica, esto es tan cierto que los monumentos de
época moderna históricamente comprendidos y publicados se cuentan con
Regreso a la arquitectura los dedos de una mano, aunque no falten arquitectos restauradores e histo-
riadores de la arquitectura que los hayan estudiado. Al mismo tiempo nin-
La verdad es que los arqueólogos, siguiendo las huellas de los historia- guna relación estratigráfica, por esencial que sea, es capaz de explicar por
dores del arte (al menos desde Longhi en adelante), han traicionado a la qué una construcción permanece en pie o se derrumba. Bienvenidos sean
arquitectura. Es bastante raro que en una facultad de letras se enseñe de por lo tanto los estudios histórico-anticuarios, iconográficos y tipológicos de
forma satisfactoria «Dibujo y análisis de monumentos» o «Historia de la ar- cualquier tipo, pero la lectura histórico-estructural de un monumento no
quitectura». A pesar de ello todas las disciplinas arqueológicas en muchas puede prescindir de las lógicas estratigráficas ni de las estáticas. 2
ocasiones se ocupan de edificios antiguos y deben prepararse para poder
afrontar los problemas que éstos plantean, a partir de las enseñanzas funda-
mentales de la arqueología clásica y medieval. No se trata de enfatizar ex- ¿Dejar de excavar?
clusivamente el lado técnico o ingenierístico o de exaltar solamente lo histó-
rico-artístico y cultural. Más bien el problema consiste en combinar del modo Hay quien piensa, especialmente entre los historiadores del arte, que no
más satisfactorio la precisión cuantitativa de las cuatro dimensiones espacio- se debería excavar más, limitándose a conservar y conocer lo que se halla a
temporales con la precisión cualitativa de la investigación histórica. la vista. Es como decirle a alguien: «reordena tu memoria y no aprendas
22 III ST RIA S UN LA TI ' RRA

más». Conservar una biblioteca significa estudiar en ella, reordenarla, incre-


mentarla y no limitarse a quitar el polvo de los estantes. La excavación es la sional es el del compromiso inevitable, al no poder haber dos cosas en elmi H-
premisa necesaria de cualquier estudio y restauración de lo visible y conoci- mo lugar y no siendo la materia transparente. Por otro lado, no todas las ex-
do. Solamente sometiendo un edificio a análisis antes de su conservación, se cavaciones deberían ser conservadas abiertas. Los sondeos pueden rellenar-
entiende ya su última fase de vida e inmediatamente afloran, entrelazadas en se, los muros repicados para ser analizados pueden ser de nuevo revocados
una misma porción de espacio, sus fases precedentes y las construcciones que (al menos en los edificios aún en uso) y el resultado de las investigaciones
lo han precedido en aquel lugar. Mientras en superficie las construcciones puede ser difundido mediante textos, gráficos, fotografías y maquetas. Los ar-
aparecen diferenciadas unas de otras, en el subsuelo esto no ocurre y todo queólogos frecuentemente tienden a sobrevalorar lo que han encontrado y
está fragmentariamente preservado en un formidable enredo. Por otro lado, someten estructuras ínfimas a inútiles y costosas restauraciones, dejando mu-
un edificio sólo es comprensible si se halla inscrito en la serie de sus períodos chas veces importantes restos sin atención ni explicaciones. La protección
de existencia y en el contexto de las otras construcciones que le han precedi- cognoscitiva (en la que al conocimiento no sigue la conservación material de
do y seguido en su mismo espacio. No existe una capa de rebozado o una su- las estructuras) tiene sus riesgos pero también sus ventajas. Ha permitido a
perficie pavimental en la que uno puede legítimamente pararse y decir: «no Londres, ciudad en la que se practica ampliamente, el conocimiento sistemá-
quiero saber más». La investigación es como una desmalladura que avanza y tico de casi un tercio de la ciudad antigua, hecho sin paralelo. El frenesí por
que no se sabe dónde acabará. Dejar de excavar significaría dejar de conocer el palimpsesto tiene tan poco sentido como la fe en la inviolabilidad de los
la actualidad del mundo material, en sus contextos. ¿Qué sentido tiene para suelos. Era de justicia excavar la Piazza della Signoria de Florencia. Para le-
nosotros una ruina entendida acumulativamente y, por lo tanto, superficial- gitimar una excavación basta sólo la información histórica que mediante ella
mente? El objeto que tenemos delante no es jamás uno solo, pues siempre se se obtiene, y no tiene sentido pretender resultados espectaculares desde la
halla compuesto por una pluralidad de cosas conectadas de forma diversa y óptica histórico-artística. Ha sido también correcta la pretensión de conser-
comprendidas en poco espacio, como los tejidos de un organismo. Tocar un var en cierta forma visibles los restos por medio de soluciones subterráneas.
eslabón significa hallarse inmediatamente ante toda la cadena a la que éste Ha sido un error, en cambio, prolongar excesivamente las investigaciones,
pertenece. A no ser que uno se conforme con bellos paisajes, ruinas bordea- desdeñar el contacto con el público y prever la posibilidad de una visión
das de acaritos y fachadas venerables en una visión encantada que se teme al- transparente del subsuelo, porque aquella plaza es un lugar que no puede
terar. Desgraciadamente las carrozas del grand tour ya han salido todas. La aceptar acciones comunes y soluciones incongruentes. Al no tratarse de una
excavación es inevitable por ser uno de los modos de conocimiento de la mo- excavación cualquiera, era necesario establecer acuerdos de cooperación con
dernidad, la cual, si se vive plenamente, hace al encanto amigo del desen- otras instituciones con competencias diferenciadas para elevar el nivel de la
canto, que el estilo mane de lo prosaico y a la iconografía buena compañera investigación y ampliar las posibilidades de consenso. Debía haber sido una
de la anatomía y de la apariencia, entendida con todo lo que esconde. Así, verdadera «excavación urbana», en el sentido actual del término (p. 30). Al
explicación y fantasía alcanzan a convivir por primera vez. supervalorar el resultado de la intervención arqueológica, sin tomar en cuen-
ta los aspectos estéticos, arquitectónicos y urbanísticos, se corre el riesgo de
desencadenar reacciones negativas, que luego resultan difíciles de frenar. Di-
Excavación y ahorro ferente es el caso de los foros imperiales en Roma, excavados sólo en parte
(respecto a las propias intenciones de los años treinta) y que esperan salir de
Si se quiere conocer todo hay que excavarlo todo, por lo que cada evi- sus estrechas fosas para confluir en el amplio paisaje del Capitolio, del Pala-
dencia resulta devorada por propio deseo de comprenderla. Donde antes tino, del Foro romano y del «Paseo arqueológico». Esta es la única creación
había estratigrafía predominaría el vacío incontrastable. Sin embargo, la con- de la Roma umbertina verdaderamente bella (Lanciani, 1876-1913), univer-
gruencia y lo placentero de los testimonios no siempre permiten esta des- salmente acogida como una gran conquista a favor del conocimiento y del
trucción impune para el saber. Resulta inútil destruir estructuras si no hay paisaje arqueológico urbano, que tras esta legitimización debemos completar
una estratificación importante para inspeccionar, así como es absurdo demo- con coherencia y prudencia en sus presupuestos.
\.
ler muros cuyas cimentaciones hubieran cortado toda la estratificación. Se
trata de escoger, caso por caso, si debe prevalecer la lógica de la excavación
(porque lo más importante está debajo) o la de la valorización (porque lo Méritos de una generación
más importante ya ha sido descubierto). Pero el ahorro detrae conocimiento
y el conocimiento supone la eliminación del ahorro. En este campo rara- Cada generación conoce sus propios méritos, mientras que la generación
mente se puede realizar una elección unívoca. El reino del espacio tridimen- precedente tiende a infravalorarlos, sosteniendo que la siguiente se ha limi-
tado a derribar puertas abiertas. La arqueología no se ha desarrollado gra-
24 HISTORIAS E N LA TI E RRA
INTRODUCCIÓN 25

dualmente, sino en fases , especialmente en países como Italia donde, entre ha acabado. ¡Qué tranquila debe ser la vida para quien considera que todo
las dos guerras, el trabajo de campo decayó significativamente. Esto ha difi- es obvio, previsible y dado de una vez por todas! ¿Sabremos nosotros enten-
cultado la comprensión entre los que se formaron entre los años treinta y los der las quejas ya existentes de los más jóvenes mejor de cuanto hemos sido
sesenta y los que lo hicieron entre los setenta y los noventa. La primera de capaces de tolerar el descrédito de los mayores? Los jóvenes que nacen mo-
estas dos generaciones es la que en Europa ha generalizado el descubri- destos nacen ya viejos, porque la potencia creativa del que se embarca por
miento de la estratigrafía, que se remonta a finales del siglo pasado, y que ha primera vez en la vida no puede dejar de enorgullecer a quien la posee y no
visto en Italia los primeros arqueólogos de campo verdaderamente moder- irritar a quien se halla más allá del ocaso. Pero las iras de los adultos hacia
nos, como Lamboglia y Bernabo Brea: figuras, junto a pocas más, tan ejem- los jóvenes, frecuentemente justificadas, no deberían llegar nunca a neutrali-
plares como aisladas en un mar de escasa competencia. La segunda genera- zar sus méritos. Vengarse de la inteligencia es como castigar la vida. La mo-
ción es la que ha asistido y participado en aquel enorme desarrollo y difusión destia se aprende con los años.
en todos los sentidos de la disciplina que los más conservadores se obsti-
nan en negar.
De oscuro y personal pequeño artesanado, cuyos secretos conocía sola-
mente quien lo .practicaba, la arqueología se ha convertido en los últimos de-
cenios en un gran juego universal, con sus reglas y sus conocimientos, sus
prácticas y sus teorías, su ciencia y su profesionalidad. Esta maduración no se
puede comprender en términos de continuidad, como todo desarrollo huma-
no que pasa por estadios muy diversos: infancia, adolescencia, juventud ...
Hoy en día, también en Italia, la arqueología ha madurado gracias a incom-
prensiones y esfuerzos dolorosos. El cambio de mentalidad con la época an-
terior, especialmente en el centro de la península y sobre todo en Roma (en
el norte estaba Lamboglia y en el sur Bernabo Brea), era verdaderamente
enorme. Para superarlo era necesaria una sacudida.
Los jóvenes que han participado en la transformación, penalizados por el
aislamiento y el retraso en su carrera, han sido algunas veces intempestivos y
presuntuosos (el clima todavía era el del 68), pero han tenido el mérito de
traer Europa a Italia en lo que respecta a la arqueología de campo, impor-
tando nuevas técnicas, adaptándolas y replanteándoselas desde el punto de
vista cultural. Sus teorías, ideas y conciencias han sido consideradas por los
defensores del pasado como pura ideología. Sus escritos sobre la historia de
la historiografía arqueológica, los primeros que han arrojado luz sobre la era
fascista y la posguerra, han generado escándalo y se han tomado como un
ataque a la nación. Las simpatías por la arqueología británica han desperta-
do resentimientos contra la pérfida Albión. Los nuevos descubrimientos han
sido considerados como banalidades. Y, sin embargo, aquellos jóvenes no
han negado jamás los méritos de la generación precedente, incluso la han va-
lorado en lo posible, para fundar sobre dichos principios las bases de su más
moderna arqueología.
¿Qué sentido puede tener un manual de excavación para los que piensan
que cada monumento debería ser excavado a su manera? Proliferaban los
manuales de excavación más allá de los Alpes. Éramos tan buenos que ni uno
solo ha sido escrito por nosotros. Historias en la tierra es, por lo tanto, uno de
los muchos resultados de aquella segunda generación, harta del desorden sin
genio como norma de investigación. Quiere explicar las razones de dicha ge-
neración, valorizarla y defenderla, porque el ataque en su contra todavía no
1. HISTORIA Y PRINCIPIOS
DE LA ESTRATIGRAFÍA

Geología y arqueología

La estratigrafía arqueológica, inicialmente y durante un cierto tiempo, se


ha servido de los principios de la estratigrafía geológica. Esto ha ocurrido con
especial intensidad en aquel centro del poder mundial que era Gran Bretaña
en el siglo pasado e incluso en la primera mitad del presente siglo. Siguiendo
las huellas de los estudios promovidos por los investigadores de la tierra, e -
pecialmente de Charles Lyell, que en 1830 publicó sus Principies of Geology,
aparecía en 1865 Prehistoric Times de J. Lubbock, el primer libro en la línea
de la moderna arqueología. Desde la segunda mitad del siglo pasado los (l r-
queólogos europeos habían comenzado a fechar los estratos de origen antró-
pico con las manufacturas, así como los geólogos habían fechado , desde el i-
glo XVIII, los estratos de origen natural con los fósiles contenidos en los
mismos.
En Italia este aspecto más científico de la arqueología se desarrolló con
retraso. Tras una breve y rápidamente truncada temporada positivista, inspi-
rada en la cultura del otro lado de los Alpes, floreció el idealismo, que no
supo valorar adecuadamente, por ejemplo, todo lo que los museos londinen-
ses habían ido recogiendo y sometiendo a tipologías desde época victoriana:
desde los objetos naturales a las manufacturas de todo tipo y especie (Ca-
randini, 1979a; Peroni, 1976-1977). Las colecciones de nuestros museos re-
flejan todavía hoy una cultura sustancialmente premoderna. Nuestras revis-
tas científicas, aun siendo meritorias en otros aspectos, tienen una impronta
análoga, como por ejemplo el Annuario della Scuola Italiana di Atene, qu
pone en primer plano los estudios de carácter histórico-científico e histórico-
anticuario y recoge los informes de las excavaciones en la parte final y su-
bordinada a los «Aui». Compárese con el paralelo Annual of the British
School of Athens, en el que los trabajos de campo constituyen el objeto prin-
cipal de la revista (véanse, por ejemplo, las excavaciones ejemplares en la
vieja Esmirna: Nicholls, 1958-1959).
No es fácil explicar las causas de este retraso en Italia, siendo todavía ra-
ros (por el riesgo que implican para la propia carrera) los estud.ios sobre la
28 HISTORIAS EN LA TIERRA 111 STU IW\ I'I(IN( 'II'I OS DE LA ES'I'RATIGRAl'fi\ },t)

historia de la historiografía arqueológica contemporánea en lo que respecta LrucLuras arquitectónicas aparecen, excepto en dos ocasione (Ma iuri , 1<)7. ,
a las actividades de campo.1 Téngase en cuenta que el primer congreso na- figuras 28, 56), completamente liberadas de los estratos, por lo que las rela -
cional celebrado en Italia (en Siena) sobre Come l'archeologo opera sul cam- ciones entre muros, estratos y materiales se han perdido. EsLe y otros defec-
po. Per un minimo comune denominatore nei metodi dell'archeologia degli in- tos de la arqueología de excavación italiana y mediterránea explican la des-
sediamenti fue en 1981, el mismo año en que apareció la primera edición de confianza sustancial en este ámbito geográfico hacia la estratigrafía, por lo
Storie dalla terra, el primer manual de arqueología estratigráfica escrito por que hasta hace pocos años ha prevalecido la datación de los monumentos a
un arqueólogo italiano, por muy extraño que parezca. 2 través de las técnicas edilicias (Lugli, 1957) en vez de utilizar los materiales
Desde un primer momento las estratificaciones en los yacimientos huma- procedentes de los estratos. Dos casos ejemplifican este modo de ver. El pri-
nos debieron presentarse más complejas que las producidas por los agentes mero es el de G. Lugli, quien a las justas críticas de N. Lamboglia (la pol6-
naturales, al menos por el carácter incoherente y frágil de los estratos acumu- mica había surgido a raíz de la datación del teatro de Ventimiglia) respondía
lados por los hombres respecto a las sólidas sedimentaciones rocosas. Tam- despreciando sin duda el método estratigráfico: «con dos cacharros [Lam-
bién las manufacturas humanas debieron parecer menos constantes y extra- boglia] hace la historia del monumento» (Lamboglia, 1958; Lugli, 1959).3 E l
vagantes respecto a la evolución regular de los vegetales y de los animales, al segundo caso es el de P. Romanelli, quien en los años sesenta todavía res-
menos por la ausencia de todo tipo de selección natural y por la presencia de pondía a R. Meiggs (1960), incluso demasiado airosamente crítico con las la-
los cambiantes gustos del hombre, que sustituye un objeto más elemental por bores de excavación en Ostia entre 1938 y 1942, defendiendo que en Ostia las
otro más perfeccionado y otras veces hace lo contrario por amor a la tradición. excavaciones estratigráficas no eran posibles o eran mucho menos determi -
A pesar de ello, los arqueólogos se han dado cuenta con notable retraso que nantes que en otros lugares (Romanelli, 1961). Incluso M. Pallottino (1963)
su ciencia era por diversas razones diferente de la de los geólogos (Harris, se alineó poco después contra la «sobrevaloración» de la estratigrafía (él pro-
1979). Pero aquel mimetismo casi a la letra, con un siglo de retraso, de lo que movió las excavaciones de necrópolis más que las de hábitats). Entre finales
daneses, norteamericanos e ingleses habían ido descubriendo sobre la historia de los años cincuenta e inicios de los sesenta la arqueología oficial italiana
de la tierra no fue inútil para la arqueología de campo, que conservó un nexo era contraria o no veía con buenos ojos el nuevo método (Manacorda, 1982b).
esencial con el paradigma de los indicios. En tal clima desfavorable se excavaron en Ostia (desde 1966) las Termas de l
La mejor arqueología de la primera mitad de nuestro siglo pertenece to- Nuotatore (Carandini-Panella, 1968-1977). Recuerdo todavía las acusacion es
davía a la primera época del saber estratigráfico moderno. Alcanza su vérti- que se nos hicieron (no sólo por parte de los arqueólogos más ancianos) de
ce con M. Wheeler (1954) y K. M. Kenyon (1956), cuyos trabajos se concen- excesiva minuciosidad y de extrema lentitud en la distinción de estratos y en
traron entre los años treinta y cincuenta. En los años veinte la excavación la clasificación de los materiales. Pero con el paso de los años aquellas pu-
podía consistir todavía en desenterrar, como indican los principios metodo- blicaciones se han convertido en puntos de referencia de la arqueología ro-
lógicos de L. Woolley publicados en 1930 y reeditados a principios de los cin- mana en el Mediterráneo y nadie plantearía ahora las reservas de entonces.
cuenta con la siguiente y significativa nota del autor: «me he ocupado aquí de La defensa de la cultura estratigráfica fue en aquellos años especialmente di -
principios y éstos cambian poco o nada». Las excavaciones en Oriente esta- fícil, más de lo que los jóvenes puedan imaginar.
ban especialmente mal dirigidas, funcionaban a base de propinas (baksheesh) Este desfase en la arqueología de campo se originó en Italia entre las dos
y era ya una conquista si el arqueólogo se ocupaba de plantas de edificios guerras mundiales. Antes la situación era diferente. Piénsese en el Museo E t-
además de los objetos muebles (Woolley, 1954). La primera arqueología es- nográfico creado por L. Pigorini en el Collegio Romano (más tarde traslada-
tratigráfica no nace pues en las ciudades soleadas de Oriente y del Medite- do al Eur por el Ministero dei Beni culturali que, mientras tanto, ocupó el
rráneo, sino en los grises centros fortificados prerromanos de Inglaterra, para San Michele, la mejor sede para un nuevo museo arqueológico de la ciudad) ,
ser exportada a todas partes, como ha ocurrido con el método Wheeler, rá- en el Bullettino di Paletnologia Italiana , en el que desde 1882 aparecían sec-
pidamente divulgado y adoptado a nivel internacional. Marcó una época la ciones de yacimientos, en las investigaciones pioneras de P. Orsi y en los in-
excavación en los años treinta de Maiden Castle (Wheeler, 1943). En las sec- formes de excavación de G. Boni y de algunos más publicados en las Notizie
ciones de este Hillfort las unidades estratigráficas aparecen perfectamente degli Scavi de los tres primeros lustros de este siglo (Boni, 1900, 1913) Y qu e
definidas y numeradas, incluso para certificar la procedencia de los materia- se interrumpieron (D1Errico-Panto, 1985). La imagen de la base de la Co-
les. Esto ocurría por primera vez, es decir, que aquellas secciones marcaron lumna Trajana seccionada, con las cimentaciones y los respectivos estratos
una época y crearon escuela, lo que desgraciadamente no ocurrió con el son- (Boni, 1907), representa un magnífico prólogo sin continuidad y una acusa -
deo de Boni en el Comicio, a los pies del Capitolio (Boni, 1900). ción a las destrucciones y remociones de las que después Roma fue escena-
En estas sutilezas de importancia fundamental no pensaba en cambio A. rio preferido. Esta regresión de la arqueología es una realidad que se inicia
Maiuri (1938), el gran excavador de Pompeya. En sus publicaciones, las es- antes del fascismo (implicando al propio G. Boni, de quien se conocen am -
30 IIISTO RI AS N LA TI E RRA 111 TR IA Y J'RIN('II'I ()S I )I ¡ 1,/\ I!STI{A'I'I RAFIA •I

plias excavaciones sin publicar y que consistieron en desenterrar restos: Ca-


randini et al., 1986) Y se extiende casi hasta nuestros días (condicionando la ~/
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mentalidad de quienes, tan sólo partidarios de la arqueología histórico-artís-
tica y monumental, todavía rechazan la estratigráfica considerándola como
un componente puramente técnico y secundario de esta disciplina).
No es una casualidad que la recuperación de la arqueología estratigráfi-
ca tenga lugar en Italia una generación más tarde, discretamente y en una
zona marginal de la península, con las excavaciones de N. Lamboglia en Al-
bintirnilium (Ventimiglia), en los años 1939-1940, y las de L. Bernabo Brea
F IGURA 1. Erosión, movimiento, deposición.
en las Arene Candide, cerca de Finale Ligure, en los años 1940-1942. Ambos
están influenciados por la arqueología de más allá de los Alpes y por la pa-
leontología italiana, especialmente de la escuela florentina , a la que se debe
el mérito de la primera excavación sistemática del paleolítico superior italia- decir, la transición del análisis de la secuencia estratigráfica a la síntesis del
no, publicada por G. A. Blanc en 1920 (Bietti, 1990). La excavación de Ven- discurso histórico. El método estratigráfico, entendido en un sentido amplio,
timiglia (Lamboglia, 1950) es la primera de época clásica que puede compe- es todavía un campo de investigación en expansión y el Museo de Londres
tir con las de Wheeler -si bien Lamboglia nunca siguió dicho método, en aún es un punto de referencia fundamental (Site manual, 1990).
realidad se convirtió en un poswheeleriano ante litteram- , y la de las Arene
Candide (Bernabo Brea, 1946) es la primera que, con iguales características,
se ocupó de nuestra prehistoria menos remota. Estas dos excavaciones ligu- Estratificación en general
res, ambas publicadas en Bordighera, dedicaban una especial atención a las
secciones, algo natural para aquella época, dibujadas además con criterios Todas las formas de estratificación, geológicas o arqueológicas, son el re-
gráficos muy parecidos (Lamboglia, 1950, figura 2; Bernabo Brea, 1946, figu- sultado de 1) erosión/destrucción, 2) movimiento/transporte, 3) deposición/
ra 4). acumulación (figura 1). Pero mientras que la estratificación geológica se
Tan sólo durante la última generación la arqueología estratigráfica ha debe exclusivamente a fuerzas naturales, la arqueológica es el resultado de
conseguido emanciparse de la geología y de la paleontología para autodefi- fuerzas naturales y humanas, separadas o combinadas entre sí, por lo que
nirse como una disciplina histórica específica. Esta última revolución ha te- erosión, movimiento y deposición se entremezclan con obras de destrucción,
nido lugar, una vez más, en Inglaterra, donde ya a finales de los cincuenta se transporte y acumulación o construcción (figura 2). El fenómeno de la estra-
comenzaba a superar el método de M. Wheeler y se inventaban nuevos prin- tificación tiene siempre, por lo tanto, una doble faz, presuponiendo siempre
cipios y prácticas, que se afirmaron a lo largo de los setenta y que todavía son la ruina del equilibrio anterior y la formación de uno nuevo. Una cabaña im-
sustancialmente válidos. Pensemos en las excavaciones de S. S. Frere (1971- plica un corte de leña, un muro de tierra la excavación de unas arcillas y un
1983) en Verulamium, de B. Cunliffe (1971a, 1971b, 1975-1976) en Fishbour- muro de piedra una cantera (figura 3).
ne y en Porchester, de M. Biddle (1975) en Winchester y de P. Barker (1975, En la naturaleza se dan erosiones, abrasiones, desprendimientos y depo-
1980) en Wroxeter, sólo por citar los más famosos de aquel afortunado mo- siciones, aluviones, caídas de detritus, morrenas, dunas y deslizamientos, y to-
mento.
Entre la segunda mitad de los años setenta y los ochenta los nuevos mé-
todos británicos cruzaron el canal de la Mancha estableciéndose desde el
Louvre al Palatino. De las excavaciones en Cartago y en Settefinestre en
Etruria se ha hablado ya en el prefacio (p. 1) Yotras similares también se po-
drían citar, incluso de época medieval (Francovich, 1986; Francovich-Paren-
ti, 1987). Después llegó la experiencia de las excavaciones urbanas en Italia,
decisiva para el progreso de estos estudios en nuestro país.4
En estos últimos años los procedimientos de excavación no han hecho
grandes progresos. Los temas sobre los que la arqueología británica está aho-
ra trabajando se refieren a otros aspectos, como el uso de los ordenadores, la FIGURA 2. Alternancia de estratos de origen natural (con trama) y antrópico (en
pllk'() . 'ologfa, la arq ueometría y los sistemas de archivo y de publicación, es blanco).
32 HI STO RIA S 12N LA TI RRA III ST() IW\ JlI I N(' IJlI OS DE LA . TRATIGRAFfA

FIGURA 4. 3 Y 5: superpuestos; 2: acción de corte (la separación de 3 implica su re-


numeración) ; 2: resultado del corte (la separación de 5 implica su renumeración) ;
2: comienza a llenarse; 2: está rellenado por 1. Para la numeración, cf. figuras 55-63.

2
2.

FIGURA 5. La superficie de 2, aunque frecuentada y, por lo tanto, al menos mínima-


mente alterada o consumida, no muestra sustanciales transformaciones en el curso de
su vida, antes de la formación de 1.
FIGURA 3. Destrucción y construcción.

dos ellos conllevan desplazamientos de materiales. Por dicho motivo, las cir-
cunstancias estratigráficas de los yacimientos ubicados en colinas o en mon-
tañas son diferentes de las de los yacimientos en llanuras sedimentarias, por-
que cambian, por ejemplo, los criterios interpretativos en lo relativo a la a b e
deposición de los materiales. El flujo de las aguas superficiales arrastra los d e
materiales hacia abajo y las cerámicas aparecen rodadas (Mannoni, 1970).
Se conocen también modificaciones de materiales preexistentes sin que FIGURA 6. La superficie de 2 ha sido frecuentada y su volumen ha disminuido sensi-
se hayan desplazado, debidas a compresiones, cocciones, perturbaciones bio- blemente durante su vida, antes de la formación de 1, pero de forma tan uniforme que
genéticas y metabolismo inducido. 5 El análisis de una estratificación presu- resulta irreconocible.
pone siempre el análisis de los procesos naturales y/o antrópicos que la han
determinado, con el fin de reconocer las condiciones históricas y paleoam-
bientales que han provocado su formación. la documentación estratigráfica e imaginar incluso lo que, habiendo existido,
La formación de una estratificación tiene lugar por ciclos, es decir, a tra- no ha llegado a convertirse en una estratificación positiva.
vés de períodos de actividad y de menor actividad o de pausa. Durante las Una acción de erosión/destrucción nunca conlleva un estrato, pero sí una
pausas pueden acaecer muchos fenómenos, pero no procesos de crecimiento falta de estrato o de estratos (el dato material ha sido desplazado a otro lu-
de la estratificación. La acción está representada por los estratos, y la pausa gar) que podemos denominar interfacies o superficie en sí. La superficie que
por las superficies de los estratos. Dichas superficies son películas intangibles no presupone un estrato representa la acción de erosión/destrucción y tam-
a las que los geólogos han llamado interfacies y representan el período (que bién la vida de la superficie misma (figura 4). Por todo ello resulta funda -
puede ser muy corto) de exposición de un estrato, es decir, el lapso de tiem- mental saber distinguir en cualquier estratificación los estratos de las superfi-
po transcurrido entre un estrato formado y uno que comienza a formarse en- cies de estrato y de las superficies en sí.
cima del primero, algo así como su vida. Unas veces el resultado de las acciones de erosión/destrucción y de trans-
Una acción de deposición/acumulación conlleva siempre un estrato (el formación es tan mínimo o uniforme que no se reconoce fácilmente (Arnol-
dato material) y su superficie o interfacies (el dato inmaterial). Generalmen- dus Huyzenveld-Maetzke, 1988), mientras que otras veces es evidente y sig-
te se presta mayor atención al primero que al segundo, pero se trata de un nificativo y debe ser documentado (figuras 5-7). Los estratos, sus superficies
error, porque la reconstrucción histórica debe tener en cuenta las lagunas de y las superficies en sí pueden ser a su vez objeto de acciones de deposi-
34 HI STO RI A E N LA T IE RR A III S1' R IA Y I' ION( 'II ' IOS I) ll I ,A Il STRA1'1 RArtA

FIGURA 7. La superficie de 6 ha sido frecuentada y su volumen se ha alterado en


vida, antes de la formación de 1, por los cortes 4 y 5, perfectamente identificables,
posteriormente rellenados por 2 y 3. F IGURA 11. Superficies de estratos horizontales y verticales.

FIGURA 8. 5 Y7 han sido cortados por 4, más tarde rellenados por 3; posteriormente
se ha efectuado el segundo corte 2, después rellenado por 1.

F IGURA 12. Perímetro y relieve de la superficie de un estrato con curvas de nivel aco-
tadas.

4 -100 ".c.
6 200 (J.C .

FIGURA 9. Diversas cuencas de deposición, naturales y artificiales, contienen distin-


tas estratificaciones (a y b).
FIGURA 13. 1 es posterior a 2, a pesar de que los materiales indiquen lo contrario, ya
que en este caso deben considerarse materiales residuales procedentes de 4 = 5 y de
6 = 7.

Para determinar si una realidad estratigráfica concreta es de origen natu-


ralo antrópico hay que tener presente: 1) el tipo de material estratificado; 2)
el modo en que ha sido erosionado o excavado; 3) el modo en que ha sido des-
plazado o transportado; 4) el modo en que ha sido depositado o acumulado.
FIGURA 10. Diversas formas de depósito, natural y artificial. Las características principales de un estrato son las siguientes. 1) El es-
trato posee una superficie, que puede ser horizontal, inclinada o vertical (fi-
gura 11). 2) La superficie de un estrato está delimitada por un perímetro y po-
ción/acumulación y de erosión/destrucción (figura 8). Esto puede suceder du- see un relieve que puede representarse con curvas de nivel acotadas (figura
rante su formación, durante su vida y también después de ella. 12). 3) Del relieve de-J.a superficie de un estrato, combinado con el de los es-
Los estratos se acumulan en un área determinada que se llama cuenca de tratos subyacentes y adyacentes, se obtiene su volumen (figura 68). 4) Todo
deposición, formada normalmente por una depresión natural o artificial y estrato tiene una propia posición topográfica en las tres dimensiones espa-
también por un espacio cerrado por muros o terraplenes. Cuencas diferentes ciales. 5) Todo estrato tiene una propia posición estratigráfica, es decir, una
presuponen estratigrafías diversas (figura 9). La forma de la deposición de- propia posición relativa en el tiempo en relación a los otros estratos, posición
pende de los materiales depositados y del tipo de fuerza ejercida por la na- que se obtiene de las relaciones entre las superficies o las interfacies y no d
turaleza o por el hombre al moverlos (figuras 10,21-23). los materiales en él contenidos (figura 13). 6) Todo estrato tiene una propia
36 HISTO RIA S BN LA T I ' RR A 11 1 TOI{ I A I' ION( 'I PIUS I) I! LA I3STRAT IG RA FfA 37

FIGURA 14, (a) Material residual de otro estrato más antiguo (triángulo); (b) mate-
rial coetáneo a la formación del estrato (círculo); (c) material de intrusión proceden-
te de otro estrato más tardío (rectángulo).
FIGURA 16. Secciones vistas revelan una continuidad original interrumpida en un se-
gundo momento.

2
FIGURA 15. Secuencia estratigráfica de un muro. Si no se numera y distingue la trin-
chera de fundación 7 de los estratos 4 y 5 que la rellenan, el conjunto resultante pue-
de ser considerado anterior al cimiento 6 (lo que es cierto para 7 pero no para 4 y 5) FIGURA 17, Una estratigrafía geológica invertida.
o posterior (lo que es cierto para 4 y 5 pero no para 7),

en condiciones sedimentarias son las siguientes: 1) ley de la originaria su-


perposición, por la que el estrato más alto es también el más reciente, bajo
cronología absoluta, que se establece en función del material datable más el presupuesto de que los estratos no hayan sido alterados y se hallen en su
moderno contenido en sí mismo y que le es coetáneo, siempre que no se tra- forma de yacer original; 2) ley de la originaria horizontalidad, por la que los
te de un residuo o de una intrusión (figura 14), y gracias a la cronología ab- estratos que se han formado bajo el agua tienen generalmente superficies
soiuta de los estratos que le preceden y le siguen en la sucesión estratigráfi- horizontales; las superficies de estrato inclinadas comportan modificaciones
ca (pp. 153 ss.). sucesivas de su ubicación primitiva; 3) ley de la originaria continuidad, por
Es justo recordar que los geólogos siempre han reconocido las superficies la que los estratos no tienen bordes visibles; en el caso de existir se deben
de los estratos (llamándoles interfacies), mientras que los arqueólogos sólo a sucesivas acciones de erosión (figura 16); 4) ley de la sucesión faunística,
en los últimos años las han tomado sistemáticamente en consideración (Ha- por la que los estratos se fechan en función de los fósiles que contienen;
rris, 1979). Antes de que esto acaeciera no se podía transformar integral- ello conlleva que los estratos desplazados o invertidos se fechan más bien
mente una estratificación en una secuencia estratigráfica y, por lo tanto, en por los fósiles que contienen que por su superposición en la estratificación
una estratigrafía (figura 15). (figura 17).
Al igual que la estratigrafía geológica, la arqueológica se basa en princi-
pios aplicables en cu~lquir.r parte, ya que ~onciernen al aspecto fí~ico de las
Estratos naturales y antrópicos acciones humanas, y este sIgue a la regulandad de la naturaleza mas que a la
irrepetibilidad de la historia. Esta es la razón por la que en arqueología es-
Con el danés Steno, el inglés Smith y los escoceses Hutton y Lyell tratigráfica las distinciones disciplinarias acaban por revestir un significado
(1830), que vivieron entre los siglos XVIII Y XIX, la geología ha adquirido las relativo. El excavador es un especialista en estratigrafía en sentido general,
nociones fundamentales necesarias para establecer las estratigrafías de la capaz de actuar en los más diversos contextos, al estar las relaciones estrati-
tierra: fósiles, estratos, interfacies, relación fósiles-estratos y datación de los gráficas determinadas por la contigüidad entre las superficies o interfacies y
estratos con los fósiles (a partir de la evolución de las especies) . Las leyes no por los materiales contenidos en los estratos (figura 13), de forma contra-
que permiten reconstruir la secuencia de los estratos rocosos depositados ria a lo que ocurre en geología por la ley de la sucesión faunística. Esta dife-
III STO RI A I' ll INC' II' I()S . LA ESTR AT IGRAFfA . <)
38 HI STO RIA E N LA T II2 RR A

6
FIGURA 20. En el estrato natural 1 se hallan contenidas huellas de la presencia hu-
mana: 1.1. y 1.2. (1.1. parece más reciente que 1.2. porque se encuentra a una cota más
FIGURA 18. Los estratos arqueológicos de tierra no pueden ser invertidos: 1 y 2 son
elevada).
estratos nuevos respecto a 4 = 5 Y 6 = 7.

puntos de vista la creación de estratificación por parte del hombre se parece


o difiere, en mayor o menor grado, de la generada por las fuerzas naturales.

Donde la naturaleza prevalece sobre el hombre, como en las excavaciones


prehistóricas (por ejemplo en los yacimientos paleolíticos al aire libre), se ha-
lla a nivel de estrato lo que se encuentra a nivel de territorio (sobre las exca-
vaciones del paleolítico, véase Bietti, 1990). Las evidencias de la vida humana
aparecen aisladas entre sí, como sumergidas en la uniformidad del estrato na-
tural. Al no poderse establecer relaciones estratigráficas entre estas evidencias
aisladas es imposible la reconstrucción de una secuencia estratigráfica en sen-
FIGURA 19. La estratigrafía de un yacimiento es como una isla en el mar de la estra- tido estricto, es decir, basada en las relaciones físicas entre los diversos resul-
tigrafía natural. tados de las acciones humanas combinados entre sí. La sucesión relativa en el
tiempo puede, en dichos casos, solamente obtenerse a partir de la posición tri-
dimensional de dichas evidencias en el contexto del estrato natural. Aunque
dicho estrato aparezca homogéneo, al menos a simple vista , se puede haber
rencia entre estratigrafía geológica y arqueológica se debe a la naturaleza in- ido acumulando durante un período de tiempo muy largo y en circunstancias
coherente de los estratos de tierra que, aunque hayan sido excavados o in- no siempre idénticas. De ello se deduce que las porciones horizontales, artifi-
vertidos, siempre forman nuevos estratos, al margen de la cronología de los cialmente establecidas, más altas de dicho estrato son, con toda probabilidad,
materiales en ellos contenidos (figura 18). La historicidad de nuestro sub- más modernas que aquellas situadas más abajo. En la condición de una real o
suelo consiste en esta constante posibilidad de que un estrato se transforme aparente incapacidad para distinguir, típica de los grandes fenómenos natura-
en otro y en la actitud humana de crear continuamente estructuras verticales les, faltando evidentes relaciones espacio-temporales, la posición tridimensio-
capaces de multiplicar las cuencas de deposición y de infringir la horizontali- nal de cada una de las evidencias en el contexto del estrato adquiere una
dad de las deposiciones, que es una característica de la estratificación natu- importancia fundamental , convirtiéndose en el único débil criterio de discri-
minación en el ámbito de la deposición uniforme de los materiales. En dicho
ral. El comportamiento de los estratos coherentes es diferente. Se dan casos caso las evidencias humanas acaban por convertirse en subconjuntos de la se-
en los que estratos constructivos pueden transformarse y presentarse como cuencia estratigráfica natural (figuras 20 y 28; Cremaschi, 1990). Incluso en
estratos rocosos, como por ejemplo en el derrumbe de estructuras en opus épocas históricas se pueden dar condiciones estratigráficas vagamente análo-
caementicium. gas, por ejemplo en época alto-medieval, cuando en las antiguas ciudades ya
Si pensamos en los yacimientos arqueológicos urbanos y rurales, veremos no funcionan las cloacas y los espacios públicos se ven invadidos por estratos
que se presentan como islas estratigráficas humanas en un mar de estratos de barro que acaban por albergar las míseras cabañas de aquellos que todavía
naturales. En los alrededores o en el fondo de un yacimiento hallamos siem- no habían abandopado el yacimiento (Ward Perkins, 1981). Se pueden dar
pre la estratificación obra de la naturaleza (figura 19). Desde este punto de también estratos de ocupación de época protohistórica considerablemente ho-
vista, subrayar la originalidad de los procesos de sedimentación en los yaci- mogéneos, en los que la distribución de micro estructuras (como los hogares) y
mientos arqueológicos respecto a los naturales entraña el riesgo de separar de materiales acaba por ser más significativa que la distinción de estratos, di-
fícilmente documentables.
aquello que en realidad se muestra de forma continua y, por lo tanto, de ais-
lar el yacimiento arqueológico de su contexto ambiental. Por dicho motivo,
Allí donde, en cambio, las acciones humanas se intensifican y entrelazan,
algunos especialistas en estratigrafía consideran que la actividad antrópica
superponiéndose y estableciendo sus propias cuencas de deposición, como en
genera estratificación al igual que cualquier agente sedimentario y geomórfi-
las primeras formas de vida concentrada y continua, la estratificación natural
ca (Brogiolo-Cremaschi-Gelichi, 1988; Cremaschi, 1990). Según los diversos
40 HISTORIAS EN LA T IE RRA HI STO RI A Y PR INCIPIOS DE LA E T RATIGRA ·IA 41

FIGURA 21. Con las primeras formas de vida concentrada en un yacimiento prevale-
cen los estratos artificiales sobre los naturales.
FIGURA 23. Formación de estratos artificiales (en época preindustrial).

FIGURA 22. Formación de estratos naturales.

queda al margen del yacimiento y acaba por jugar un papel subalterno. Des-
de este punto de vista la ciudad se presenta como un conjunto intensamente FIGURA 24. Formación de estratos artificiales (en época industrial).
interrelacionado de acciones humanas que excluye fundamentalmente el
predominio de la naturaleza dentro de sus límites. Las estructuras verticales
construidas por el hombre (fosos, terraplenes, empalizadas y muros) estable- dad de la estratigrafía arqueológica se debe pues a la concentración de la
cen conjuntos estratigráficos completamente artificiales, fortificados, no sólo vida en un lugar determinado y a la capacidad de dividir y de transformar
contra el enemigo, sino también contra la lluvia y los torrentes (figura 21) . que posee la alta energía que el hombre sabe generar incluso cuando sólo usa
Los diferentes modos de actuar de la naturaleza y del hombre pueden sus propias manos.
comprenderse en términos de energía. La naturaleza emplea normalmente Incluso en los estratos homogéneos producidos por las bajas energías na-
energías bastante más bajas que las usadas por el hombre incluso cuando uti- turales o en otras condiciones particulares antrópicas (acumulaciones lentas
liza sólo el pico y la pala. Las precipitaciones, los cursos de agua y los vien- en cabañas en las que se vive sin limpiar o renovar) pueden darse cambios,
tos desplazan poco a poco y con poca fuerza partículas mínimas. Así se for- más o menos graduales, debidos a variaciones de energía de los agentes. Fre-
man los estratos homogéneos de los que se ha hablado (figura 22). Con sus cuentemente, al no ,alcanzar a captarlos a simple vista, es necesario analizar-
músculos y herramientas el hombre transforma situaciones precedentes, los con mayor profundidad para descubrir las variaciones de fuerza que han
transporta materiales pesados, construye monumentos que, una vez abando- permitido el transporte seleccionado de partículas más o menos grandes. De
nados, se hunden formando grandiosas ruinas, e incluso éstas son la expre- tal forma se hace posible articular, a partir de pequeños cambios de energía,
sión de la alta energía atesorada en aquellas construcciones y, por lo tanto, se lo que en un principio no se podía distinguir. La capacidad de análisis de la
convierten en monumentos de monumentos (figura 23) . Por no hablar de las visión y, por lo tanto, de la reconstrucción estratigráfica depende de la po-
convulsiones que el hombre llega a producir con sus máquinas y sus artefac- tencia del ojo indagador. Nos quedamos atónitos cuando indagamos la natu-
tos, desde los diques a los rascacielos (figura 24), cuya fuerza es casi similar raleza al microscopio y descubrimos formas que nunca habríamos sospecha-
a la de la naturaleza cuando se desencadena en un cataclismo. La compleji- do. De aquí deriva la necesidad de excavar dichos estratos con evidencias de
42 HISTORIA S E N LA T IE RRA

vida humana procediendo por finos niveles artificiales y tomando de los mis-
mos muestras de tierra para analizar en el laboratorio.
Se piensa siempre en el hombre como productor de instrumentos, obras
de arte y arquitecturas. Con menor frecuencia se le considera también como
excavador o constructor, creador de cuencas de deposición y acumulador de
estratificaciones. Por lo tanto, no sorprende que las unidades estratigráficas
por él producidas sean, en muchos aspectos, diferentes de las naturales, espe-
cialmente porque reflejan su complicada forma de proyectar y sus imprevisi-
bles motivaciones. Existe sin duda una relación entre complejidad cultural y 2. DE LA ESTRATIFICACIÓN
productiva. La relativa sencillez de las manufacturas y de los yacimientos
prehistóricos se corresponde perfectamente con un mundo que no escribe y, A LA ESTRATIGRAFÍA
viceversa, la creación de las obras de arte y de los monumentos refleja fiel-
mente un mundo que sabe escribir. Desde este punto de vista la documenta-
ción escrita se muestra como el complemento natural de la rica producción ESTRATEGIAS y MÉTODOS DE EXCAVACIÓN
artesanal y manufacturada de una sociedad de época histórica. La contrapo-
sición entre escritura y materia trabajada no tiene pues ningún sentido, ya Prospecciones
que cada una de estas dos fuentes puede expresar mejor lo que la otra a du-
ras penas consigue susurrar. De la misma forma que la mente no sustituye al Mientras el arqueólogo connaisseur se recrea en encontrar confirma-
cuerpo humano, lo escrito no sustituye a lo manufacturado. Estratificaciones ciones y negaciones indagando en múltiples lugares y tejiendo horizontal-
y archivos son dos expresiones de una misma faz. mente su trama de conjeturas, el arqueólogo que quiere trabajar sistemáti-
Hasta ahora se ha reflexionado bastante poco acerca de los diferentes ti- camente en el campo se comporta de forma diversa. Quiere descender hacia
pos de estratificación. En las épocas prehistórica y protohistórica e incluso en niveles cada vez más detallados para comprender, en el marco de la norma
otras más tardías, como la altomedieval, puede predominar o manifestarse histórica más general o fuera de ella, el aspecto local, individual y concreto
conspicua mente la estratificación de origen natural o de carácter homogé- de un único contexto que frecuentemente confirma, pero con mayor fre-
neo. En las otras épocas prevalece, en cambio, la estratificación arqueológi- cuencia desmiente, las certezas existentes en las grandes síntesis. Las tenden-
ca compleja. En la época industrial el desarrollo de la mecanización, de la cias y las cesuras históricas fundamentales no son ajenas a quien está traba-
limpieza urbana y de la protección de los monumentos ha modificado el ca- jando en algo tan concreto como un yacimiento y su territorio. Éstas se
rácter de la estratificación, a veces complicándola aún más y a veces simpli- presentan al topógrafo y al estratígrafo de forma mucho más viva y diversifi-
ficándola hasta el extremo. Este libro trata, sobre todo, de la estratigrafía ar- cada que en las fuentes literarias, las cuales, leídas sin una contrastación con
queológica de la época preindustrial, cuando acaba el predominio del campo, los monumentos, difícilmente pueden ser comprobadas y pueden llevar a vi-
se establece un antagonismo entre éste y la ciudad y no se ha llegado todavía siones falaces como, por ejemplo, aquella según la cual el mundo clásico po-
al dominio incuestionable de ésta (Carandini, 1979b). Se intentará indivi- dría ser considerado como algo sustancialmente unitario, desde Homero a
dualizar los principios que permiten leer la estratificación creada artesanal- san Agustín (Carandini, 1988a, pp. 323 ss.). Las dinámicas y las crisis históri-
mente por el hombre. Existen una serie de constantes en su comportamien- cas adquieren perfiles más difuminados y conjuntos más individuales a me-
to sobre el terreno que deben conocerse si se quiere afrontar de forma dida que uno se acerca a tocar tierra desde el empíreo del mundo escrito con-
metódica el conocimiento de la tierra y de las materias plasmadas por el siderado en sí mismo.
hombre. Las reglas de la estratigrafía son, en esta especie de descenso a los No se trata aquí de enfrentarse a los problemas de la investigación topo-
infiernos, nuestro único Virgilio. gráfica, que lógicamente precede a la de la excavación, ya que éstos merecen
un manual propio. 1 Pero una vez que dicha investigación haya suficiente-
mente avanzado hacia una unidad geomorfológica, que el paisaje agrario o
urbano haya sido comprendido en grandes períodos y que los yacimientos se
hayan comparado entre sí para dibujar una primera tipología de los yaci-
mientos, se podrá entrar más en el detalle escogiendo al menos una unidad
topográfica para cada tipo de yacimiento que sea objeto de excavación. Na-
turalmente, la relación topografía-excavación puede variar. Se puede imagi-
44 !-II ST RIA S UN I~ A '1'IIl RRA I ~ LA I! S' I'I{¡\' I'II "I( '¡\( ' I( N ¡\ LA · STRAT I G I ~A¡.'rA 4.

nar un proyecto eminentemente topográfico que prevea también sondeos, o


un proyecto eminentemente de excavación que prevea también una investiga-
ción topográfica de la zona circundante. Si no existe la posibilidad de con-
trolar una cierta extensión topográfica los datos obtenidos de la estratificación
quedan aislados y sin ninguna posibilidad de generalización. La investiga-
ción topográfica valoriza al máximo una excavación al contextualizarla a ni-
vel territorial y, por lo tanto, multiplicar su relevancia científica. Se puede
comparar al topógrafo con el médico, que ausculta al paciente para determi- FIGURA 25. Desarrollo diferenciado de los cereales ante la presencia de muros y fo-
nar la enfermedad por medio de los síntomas más diversos, y al excavador sos enterrados (Webster, 1964, figura 1).
con el cirujano, que, a partir de la diagnosis médica, actúa en un determina-
do punto del cuerpo. Pero incluso la labor del médico es cada vez menos sub-
jetiva gracias a la contribución de diversos tipos de análisür'no destructivos, y ticas del suelo (un suelo ácido no conserva, por ejemplo, los restos orgáni-
al topógrafo no le queda otra alternativa que no sea reducir la importancia cos). Para medir previamente la potencialidad arqueológica de una estratifi-
del olfato en favor de una investigación más precisa. cación (el único dato objetivo sobre el que se puede basar una programación
El primer objetivo de la investigación topográfica es el de identificar el de la investigación) y calibrar la estrategia a seguir en la excavación podemos
mayor número posible de yacimientos y recorridos (o unidades topográficas) ayudarnos con sondeos, trincheras y calicatas, o con análisis no destructivos
para describirlos de forma adecuada, al igual que el primer objetivo del ex- como el estudio de la documentación iconográfica, gráfica, escrita y relativa
cavador es el de identificar y documentar el mayor número de unidades es- a investigaciones anteriores, como la interpretación de las fotografías aéreas,
tratigráficas. En segundo lugar, el topógrafo debe intentar conectar entre sí las prospecciones (con recogida de materiales en la superficie cuadriculada
las diversas unidades topográficas con el fin de reconstruir conjuntos de ya- del yacimiento), los cambios en la vegetación debidos a la presencia de es-
cimientos y de recorridos para cada uno de los períodos históricos, exacta- tructuras subterráneas (figura 25), la elaboración de plantas con curvas de ni-
mente como el excavador debe agrupar en actividades las simples unidades vel, las prospecciones geofísicas y los análisis químicos (Carver, 1983, 1986-
estratigráficas consecutivas. En tercer lugar, el topógrafo debe hacer planos 1989; Barker, 1986). Algunos de estos análisis se realizan desde hace años: a
de paisajes agrarios o urbanos reconstruidos por períodos y por territorios, al principios del siglo XVII, en Richborough, Camden observaba los cambios en
igual que el estratígrafo debe elaborar gráficos reconstructivos del monu- la vegetación (Daniel, 1976). Otros han sido adoptados sólo recientemente,
mento o del conjunto arqueológico en función de sus fases y de la configura- como los experimentados en York (Carver, 1991b; d . también Clark, 1990).
ción de sus estructuras. Existe un punto en el que la labor del excavador, la del topógrafo y la del
Si nos limitamos a identificar con precisión yacimientos y unidades estra- paleoecólogo coinciden materialmente. El primero debería unir la estratifi-
tigráficas compilamos listas de datos útiles sobre todo desde el punto de vista cación artificial con la natural que la rodea. Los segundos deberían recons-
«patrimonial» y de la protección. Si nos contentamos con esbozar síntesis te- truir la configuración de los terrenos en las diversas épocas históricas: caídas
rritoriales y urbanas basándonos en una documentación escasa y parcial, co- de detritus y aluviones plasman y alteran continuamente el suelo, por lo que
rremos el riesgo de subordinar aquellos pocos datos a preguntas y respuestas sin su estudio no se puede saber si un vacío de yacimientos es real o se debe
preestablecidas, por lo que no disponemos de comprobaciones, negaciones y a que dichos agentes naturales han enterrado o erosionado aquellos hábitats.
verdaderos enriquecimientos de los conocimientos previos. Se trataría pues de En dichos casos, se puede recurrir, allí donde termina el yacimiento y co-
superar este anticuarismo territorial para llegar a reconstruir históricamente mienza el campo circundante, a lo que puede llamarse una trinchera paleoe-
fragmentos de paisajes urbanos y rurales (Carandini, 1989f). Un planteamien- cológica, eXperimentada en Italia con éxito a los pies de la colina de Settefi-
to correcto presupondría una elección razonada y realista del área en la que se nestre (Carandini, 1985a, 1*, pp. 40 ss.). Una excavación mecánica permitió
pretende actuar, un análisis formal de la misma que permita establecer series sacar a la luz y documentar allí un perfil de la estratificación del Valle d'O-
de acontecimientos y sus mutuas relaciones y, finalmente, una síntesis que no ro, en cuyo centro se halla la colina de Settefinestre, útil para comprender los
fuera arbitraria, sino el resultado de datos concretos y de hipótesis planteadas modos y los tiempos de la formación de los terrenos. La excavación manual
en contacto con el terreno, considerado éste de forma arqueológicamente sis- de un sector de la sección, con la ubicación tridimensional de los materiales
temática y no selectiva. -como debe realizarse en presencia de estratos naturales-, permitió datar
Es necesario escoger de forma responsable los puntos en los que excavar. su sucesión. Esencial para datar es la presencia de manufacturas en los es-
Deben tenerse en cuenta el tipo y la rareza del yacimiento, el estado de con- tratos, por lo que una trinchera de este tipo debe siempre excavarse junto a
servación de la estratificación, su profundidad y complejidad, las caracterís- un yacimiento (figuras 26-28).
46 H1STOR lAS - N LA TI ERRA D - LA ESTRA'I"IFI 'A( 'ION A LA n S'I"RATI RA ·fA 47

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FIGURA 26. Trinchera paleoecológica a los pies de un yacimiento.

FIGURA 29. Excavación siguiendo los muros y sus negativas consecuencias.

Forma de la excavación

Se dice que la peor estrategia o forma de una excavación es la de buscar


muros y seguir su trazado. A pesar de ello, es lícito hacerlo si las crestas de los
mismos sólo están cubiertas por el humus y si este tipo de excavación se limi-
ta a este primer estrato. De lo contrario, el daño es irreparable ya que se pier-
den las unidades estratigráficas y sus relaciones con el propio muro (figura 29).
Por desgracia, fotografías de este bárbaro procedimiento se encuentran en las
propias Notizie degli Scavi y son el fruto de una falta total de directrices en di-
cho sentido en Italia. De hecho, en el Ministero dei Beni Culturali hay un Ins-
tituto central del catálogo y un Instituto central para la restauración, pero no
existe un instituto para la topografía, la estratigrafía, la arqueometría o la pa-
FIGURA 27. Trinchera paleoecológica excavada con máquina y, en parte, a mano. leoecología, a pesar de que serían necesarios (Carandini, 1986a).
Varios son los modos según los cuales el arqueólogo puede plantear su
excavación superando el humus: una trinchera larga y estrecha, un sondeo,
una serie de sondeos regulares y cuadrangulares (sistema Wheeler) y una
gran área (sistema Barker).
CINTA
Las trincheras representan la forma más antigua de excavación: «los
PE 20,.. obreros cortaban la llanura con una larga trinchera de ocho pies de profun-
didad y lo más estrecha posible» (excavación en Sanguigna dirigida por Fa-
brizio del Dongo en La Cartuja de Parma de Stendhal). Hoy en día, las trin-
cheras sólo se 'consideran útiles para las estructuras lineales: muros, fosos y
calles. Pero incluso en dichos casos los datos obtenidos sólo se refieren a las
propias trincheras y son difícilmente generalizables, especialmente en los de-
talles, a todo el recorrido de la estructura hipotética. Poco más allá de la ex-
cavación, la calle podría haber sido ocupada por edificios o pavimentada en
forma diversa y las fortificaciones podrían haberse hecho de forma comple-
tamente diferente. Por dicha razón, las estructuras halladas en dos sectores a
FIGURA 28. Trinchera paleoecológica, en parte excavada a mano, con ubicación tri- los pies de la vertiente septentrional del Palatino, interpretadas como muros
dimensional de los materiales numerados progresivamente mediante carteles (siste- con fosos (Carandini, 1989a, 1990a, 1990b), merecen ser objeto de ulteriores
ma usado en Settefinestre: Carandini, 1985a, 1 **, figuras 20-30). excavaciones que incrementen o disminuyan el grado de verosimilitud de su
HIST R1AS EN LA T I - RRA DE LA ESTRATIFICACIÓN A LA ESTRATIGRAFÍA 49
48
d

FIGURA 30. Excavación en forma de trinchera de una fortificación.


FIGURA 32. Sondeos cuadrados dispuestos regularmente y separados por testigos
(sistema Wheeler).

La multiplicación sistemática de sondeos regulares separados por testigos


combina la exigencia de no abandonar el sondeo con la de excavar en exten-
sión (figura 32). La idea fue elaborada por Wheeler (1954) y Kenyon (1956).
No se trata aquí de explicar este tipo de excavación, bien ilustrada por sus in-
ventores, perfeccionadores y epígonos (Alexander, 1970; Joukowsky, 1980).
Si bien representó una etapa fundamental de la arqueología de campo y el
inicio de las excavaciones modernas en Europa, en Oriente y en América,
G G este tipo de excavación tiene también sus limitaciones. Dicho método no se
utilizó bien ni con gran difusión en Italia, sea porque presuponía una exca-
vación estratigráfica cuidadosa y la perfecta regularidad y verticalidad de los
FIGURA 31. Sondeos preliminares en una villa romana (V) , con ~atio (C), jardin~s cortes (gran inconveniente para quien está acostumbrado a desenterrar), sea
(G), celdas para los esclavos (CS), pocilga (P) y granero (GR). Ejemplo de Settef¡- por la difusión del método de N. Lamboglia, que superaba tales geometrías
nestre (Ca¡;.andini, 1985a, 1*, figura 139). en la intervención limitando la difusión del sistema en Italia, Francia, Espa-
ña e, indirectamente, en el África septentrional. Lamboglia nunca formalizó
su método pero suplió dicho vacío con sus cursos en Ventimiglia, Roma y
interpretación. Las ventajas de la trinchera ~onsis~en en qu~ permiten pla~­ Ampurias, seguidos apasionadamente por los jóvenes de entonces (Carandi-
tear rápidamente un problema y obtener de mmedlato los pnmeros datos (fI- ni, 1985c).
A la luz de las experiencias de excavación más avanzadas de la última
gura 30). . ... , . ., generación, desarrolladas en la propia patria de Wheeler, el sistema de
Los sondeos pueden proporcIOnar mdlcaclOnes utIles en relac~on a la po-
tencialidad del yacimiento. Situados en función de una estrategia conc~eta multiplicar los sondeos regulares con precisión militar ya no puede con-
pueden dar respuesta a problemas topográficos fundame~tales, tanto a m.vel siderarse aconsejable. Esto no significa que quien todavía lo practica n
de ciudad como de monumento. En lo que respecta a la cmdad y a su penfe- pueda llevar a cabo un buen trabajo. Significa solamente que se puede ex-
ria, pueden ofrecer informaciones relativas a la regularidad de la ocupaci~n, cavar mejor y con mayor eficacia de otra forma. Tampoco puede consid -
a las fortificaciones, a las necrópolis, a los barrios suburbanos, a la centu.na- rarse que el método Wheeler represente una fase de formación indispensa-
ción y a los yacimientos rurales (Carandini et al..' .1983). En lo que se ref¡~re ble para el arqueólogo militante, de hecho, muchos arqueólogos excavan
a un único monumento, los sondeos pueden faclhtar datos sobre las relacIO- hoy perfectamente sin haberlo experimentado jamás. Es fácilmente com-
nes entre las estructuras principales y las técnicas edilicias (figura 31). Tanto prensible, por otro lado, que el arqueólogo habituado a trabajar bajo la
los sondeos como las trincheras pueden ser de utilidad en las labores de pro- protección de los vecinos cortes del sondeo pueda sentirse perdido en
tección. Pero cuanto más articulada en sondeos se halla la excavación, más la excavación de grandes áreas abiertas y tenga dificultades para aceptar
difíciles se convierten los alzados planimétricos, la correlación de las dife- este nuevo planteamiento (quien escribe ha conocido esta sensación en
rentes unidades estratigráficas de los diversos sondeos y la comprensión del Cartago).
Hagamos una relación np lrw ,.... .. ;n~;~ ~ l - - -' _ c .
yacimiento.
50 HISTORIAS EN LA TI RRA DE LA I!S'I'I{A'III ' I( 'Al 1( N A I,A nSTRATIG RAF(A . I

FIGURA 33. (a) Secciones con testigos preestablecidos que eventualmente pueden
quitarse (sistema Wheeler). (bl-3) Sección acumulativa con testigos provisionales y
móviles (sistema Barker).
FIGURA 35. Un mismo estrato o una fila de agujeros para postes separados y par-
cialmente tapados por los testigos resultan más difíciles de comprender (crítica al sis-

¡S! tema Wheeler).

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101
! !

FIGURA 34. Bajo los testigos se esconden sorpresas incluso cuando, a ambos lados, la
estratificación parece regular y sencilla (crítica al sistema Wheeler).

1) El testigo preestablecido, acabando muchas veces por hallarse en una po-


sición no deseada, puede ser removido con dificultad pero no desplazado, FIGURA 36. La visión en sección de lo que se ha excavado no corresponde a la visión
especialmente en el marco de un rígido sistema de sondeos (figura 33), en planta de lo que hay que excavar (crítica al sistema Wheeler).
mientras que el sistema de la sección acumulativa (pp. 109 ss.) hace inútil
la presencia de testigos y permite desplazar o añadir secciones en cual-
quier punto y momento de la excavación. poder ser examinadas con facilidad, en planimetrías de grandes áreas,
2) Los testigos impiden documentar las relaciones estratigráficas existentes como en un laboratorio al aire libre.
en su interior y sólo permiten establecer relaciones hipotéticas entre son- 4) La visión constante en sección, facilitada por los testigos, es de poca utili-
deo y sondeo, las cuales, de hecho, podrían revelarse erróneas. La exca- dad durante la excavación al poder observarse en la pared 10 que ya se ha
vación de los testigos en una segunda fase es difícil tanto para la identifi- excavado y no lo que todavía hay que excavar y que podría configurarse
cación de las unidades estratigráficas y de sus relaciones como para su de forma completamente diversa poco más allá (figura 36). Por otro lado,
documentación en planta (figura 34). Conservando los testigos regulares el diagrama de la secuencia estratigráfica elaborado sobre el terreno per-
no se llega a construir una secuencia estratigráfica continua para una gran mite un control mucho más riguroso y lógico que las visiones selectivas
superficie de intervención. que ofrecen los cortes (pp. 82 ss.).
3) Los testigos impiden la visión de conjunto de las unidades estratigráficas 5) Encerrado en el cuadrado que se le ha asignado, el excavador actúa den-
en planta y aumentan las dificultades a la hora de distinguirlas y docu- tro de unos límites artificiales en vez de hacerlo en conformidad con las
mentarlas, compartimentando de forma mecánica la excavación. Unos superficies de las unidades estratigráficas. En función de la velocidad a la
mismos estratos pueden ser separados y numerados varias veces compli- que avanza se haBa además en situaciones estratigráficas diversas de las
cando inútilmente 10 que en la realidad es bastante sencillo. Muchas rea- de sus vecinos, encerrados en los sondeos contiguos, por 10 que resulta di-
lidades que podrían comprenderse si se tomasen en consideración de fícil conducir la excavación de forma paralela y por fases (figura 37).
forma unitaria, dándoles una ojeada, se quedan sin comprender y fre- 6) Cuando a los testigos preestablecidos se añaden los que subyacen en mu-
cuentemente se excavan mal. La visión reducida del conjunto hace que ros y en cloacas no excavados (figura 38) y que aguantan las obras de pro-
sea, por ejemplo, más complicada la comprensión de agujeros de postes tección (figura 39), la excavación se reduce significativamente, las relacio-
alineados o de muros (figura 35). Los hombres normalmente viven sobre nes estratigráficas se comprenden cada vez menos debido a las frecuentes
superficies y no sobre secciones, por ello son las superficies las que deben interrupciones y la excavación se paraliza.
52 JlI STO RI AS EN LA T I E RRA D' A ESTRA'J' II I ICA('1 N A LA . T RAT I RAFIA 53
7) Cuanto más numerosos son los testigos y su excavación, más se retrasa la
investigación y se multiplican las posibilidades de intrusiones, es decir, la
caída e incorporación en un estrato más antiguo de materiales provenien-
tes de estratos más tardíos.2

Hasta hace poco el arqueólogo ha deseado rodearse, por exceso de pru-


dencia, de demasiados apoyos (diafragmas y testigos), haciéndose ilusiones
de poder volver hacia atrás o de poder prever lo que deberá afrontar al ex-
FIGURA 37. Diferentes niveles debidos a distintos ritmos de excavación en cada uno cavar. Pero la excavación es una operación irrepetible, irreversible y sólo de
de los sondeos (crítica al sistema Wheeler) . forma muy limitada previsible, al no existir en un yacimiento arqueológico
un lugar físico idéntico a otro. E l excavador acaba pues encerrado entre in-
numerables partes no excavadas que le impiden la visión de lo que él temía
no poder ver o de lo que debería haber visto para poder actuar coherente-
mente. Más que unos bastones para poder caminar, involuntariamente se ha
puesto bastones entre las ruedas. Tras un adecuado aprendizaje en excava-
ciones bien dirigidas, el arqueólogo consigue generalmente llevar a cabo su
labor contando con sus propios medios, como cualquier artesano. Quien des-
a
pués de tal aprendizaje no alcance todavía dichos resultados, será mejor que
se abstenga de excavar e investigue en los fondos de los museos, donde se
pueden hacer, aún en nuestros días, descubrimientos excepcionales (como el
frontón griego reutilizado en el templo de Apolo Sosiano de Roma, brillan-
b temente recuperado y reconstruido por E. La Rocca). Desgraciadamente ar-
queólogos no capacitados para la excavación e historiadores y filólogos no
arqueólogos se obstinan en promover excavaciones, a pesar de que la máxi-
ma virtud de un científico debería ser la de conocer sus propios límites. Para
excavar bien es necesaria una preparación de carácter profesional.
En lo que respecta a la forma de la excavación hay que plantearse una
e estrategia flexible por zonas, que permita conciliar el rigor estratigráfico con
la visión amplia de los fenómenos indagados, mediante la cual captar siste-
38. (a) Excavación de un muro; (b) excavación de la trinchera de expolio de
F IGURA
mas de estructuras y de estratos de tierra lo más complejos y continuos po-
un muro; (c) muro sin excavar, con el correspondiente testigo para su estabilidad.
sible. Las grandes remociones de tierra (metropolitanas y coloniales) han
destruido un número incalculable de unidades estratigráficas pero, en com-
pensación, han descubierto barrios enteros de ciudades antiguas. La excava-
ción en grandes áreas que aquí se propone quiere conservar de las citadas re-
mociones la idea de que un edificio o un conjunto de edificios se llegan a
comprender investigándolos en su totalidad en vez de sondearlos -por bien
que se haga- parcialmente, pero quiere al mismo tiempo actuar con un con-
trol estratigráfico tan riguroso como el que puede darse, con mayor facilidad,
en un sondeo. G. Boni conseguía excavar mediante sondeos estratigráficos,
pero cuando se ponía frente a grandes áreas desenterraba y enterraba de
nuevo, como hizo en la ladera septentrional del Palatino, lo que obliga a re-
dimensionar su papel de precursor (Carandini et al., 1986). En el fondo , se
F IGURA 39. Los testigos para sostener los muros se suman a los testigos preestable- trata de la gran excavación del siglo pasado, al estilo de Lanciani o al de Piu-
cidos, lo que reduce de forma considerable el espacio de la excavación (crítica al sis- Rivers, filtrada por la experiencia de los métodos Wheeler y Lamboglia y cul-
tema Wheeler) . minada con la gran excavación abierta, sin testigos, adoptada por los equipos
54 IlI ST O ltl AS EN LA T I " RR A DE LA ''' I'I{¡\' I'I FI( ' A( 'InN A I,A I!STRATIG RAr fA 55

FIGURA 40. Sondeos arqueológicos más antiguos en un área de excavación más re-
ciente.

arqueológicos de las principales ciudades británicas y, por lo tanto, con el mé-


todo Barker. Al final de esta evolución metodológica la atención se desplaza FIGU RA 41. La excavación y los materiales que produce forman las unidades estrati-
desde 10 que se ve en los cortes del sondeo (en sección) a lo que se ve en la gráficas más recientes del lugar (en algunos casos puede ser útil separar la tierra, las
superficie de la excavación (en planta). Las planimetrías acotadas de cada piedras, los ladrillos y la tierra ya cribada).
unidad estratigráfica permiten la reconstrucción de una sección a posteriori
en el punto deseado. Además se dispone de las secciones en los cortes (pp.
111 ss.) y de las añadidas o acumulativas (pp. 109 ss.), a las que no se trata de
renunciar. Por lo tanto, ya no es necesario concentrar preferentemente la do-
cumentación en las secciones.
La forma de la excavación, es decir, el modo de cortar verticalmente el
terreno, deja claras evidencias. Muchas excavaciones sucesivas a intervencio-
nes más antiguas han revelado la forma de investigar de sus predecesores. En
Roma, y en otras muchas ciudades, el inicio de una excavación consiste siem-
fOSA
pre en el vaciado de los rellenos debidos a intervenciones precedentes, obra
de arqueólogos o de cavadores. Sus cortes verticales deben ser considerados . r .
como verdaderas unidades estratigráficas de la nueva zona de excavación. In- '" (1, _ • "

cluso nuestros propios cortes no son más que las unidades más modernas del ", , ) .
" , l.
yacimiento (figura 40). Identificar los cortes de las viejas intervenciones y ex-
cavar los correspondientes niveles de relleno es un modo insólito y eficaz de
retomar cuestiones arqueológicas no resueltas y de escribir de forma bastan-
te concreta la historia de las excavaciones, teniendo en cuenta que en los in- FIGURA 42. Identificación y excavación de fosas agrícolas.
formes publicados los cortes en el terreno no aparecen nunca documentados'
(Carandini et al., 1986). En Pompeya, Maiuri hacía sondeos limitados que
dan información sobre las fases constructivas anteriores a los inicios de la reconocer) y a veces más dispersa y superficial (por lo tanto, más difícil de
época imperial, pero que no permiten reconstruir la planta de estos edificios identificar). No sólo existen yacimientos, acueductos y carreteras, sino tam-
más antiguos. Pero, al contrario que Boni, generalmente aquél ubicaba su es- bién pequeños núcleos de habitación, campos, fosos y bosques. Se ha desarro-
trategia de excavación (Maiuri, 1973). Una planta de las unidades estratigrá- llado una arqueología de los campos que prevé la remoción mecánica del te-
ficas creadas al excavar no debería faltar en ninguna publicación de una ex- rreno superficial siguiendo un único nivel artificial y la documentación del
cavación (figuras 40, 41; Carandini, 1985a, 1**, figura 6). sistema de fosos, que se excavan sólo en parte para fecharlos y relacionarlos
Al concentrar la atención en los yacimientos no debe olvidarse que el entre sí (figura 42) . En Inglaterra, con tal finalidad se han aprovechado los tra -
hombre modifica todo el territorio y su paisaje, ocurre solamente que su in- bajos, realizados con palas mecánicas, que preceden a la apertura de nuevas
tervención es a veces más concentrada y profunda (por lo tanto, más fácil de graveras. La necesaria eliminación del humus en varias hectáreas, realizada
56 HI STORIA S EN A T I ' RR A I E LA US'I'R A' I'IFI ('A(' I( N A I .A IiS'I'ltA'I'1 ¡RAFIA 7

en colaboración con los arqueólogos, ha permitido descubrir amplios tramos tratigráficas, reservando el término «contexto» a aquellos grupos de unidéldes
de paisajes antiguos, con fosos, carreteras, recintos, casas de campo y pueblos, estratigráficas que constituyen conjuntos de acciones, o las actividades, los
que a continuación se excavan selectivamente. 3 La excavación en grandes grupos de actividades y los acontecimientos, a considerar dentro de determi -
áreas se ha revelado también útil para la recuperación de jardines y campos nadas fases y períodos (pp. 139 ss.).
de cultivo (pp. 209 ss.). Se ha ido desarrollando también una arqueología de Así como muchas veces cada estrato parece ulteriormente divisible en
los bosques, que partiendo del análisis de amplios sectores de la vegetación ac- porciones más pequeñas de materia, también la energía o la acción que en él
tual reconstruye la del pasado: los oleastros, por ejemplo, permiten presu- se ha materializado se puede dividir ulteriormente en segmentos más peque-
poner la existencia de antiguos olivares (Carandini, 1985a, 1*, pp. 36 ss., figu- ños de actos, por lo que podemos imaginar una o más porciones de materia
ras 16-17). para un solo acto o una porción de materia para uno o más modos de hacer.
Un estrato de derrumbe está formado generalmente por un cúmulo de pie-
dras y por la tierra que en un segundo momento se ha infiltrado trans-
Procedimiento de la excavación formando la composición del propio estrato, pero aunque se trate de dos
porciones de material y de dos acciones el arqueólogo las considera conven-
Más importante que la forma es el método o procedimiento de la exca- cionalmente como un único estrato y una sola acción (Arnoldus Huyzenveld-
vación. Por procedimiento se entiende el modo de identificar, de definir (con Maetzke, 1988). Existen, por lo tanto, estratos que en su interior son palimp-
números) y de excavar cada una de las porciones de material coherente ses tos cronológicos, espaciales y de comportamiento, pero la construcción
(como los muros) o incoherente (como la tierra) que llamamos estratos y de arqueológica no puede tomar en cuenta, más allá de un cierto límite, esta ili-
documentar cortes y remociones de estratos (de lo que trataremos seguida- mitada divisibilidad de la materia y de los actos, esta procesualidad sin lí-
mente: pp, 77 ss.). Al contrario que la forma, el proceder o procedimiento no mites, debiendo llegar en cualquier caso a definir los «ladrillos» con los que
deja rastro en el terreno y puede comprenderse solamente a partir de la pu- dicha construcción ha sido realizada. Está obligada a reconocer el valor rela-
blicación. Se puede realizar una labor útil a través de formas de excavación tivo de la identificación de estas realidades, individualización que depende
ya superadas, pero no existe una forma de excavación correcta que pueda del tipo de información (físico-química, biológica o antropológica) que de di-
subsanar los daños derivados de un erróneo proceder en la excavación. En chas realidades se espera obtener, por lo que en teoría se pueden imaginar
estratos de origen natural y en algún otro caso raro conviene excavar por ni- diversos tipos de estratigrafía para una misma estratificación, en función de
veles artificiales o planos, indicando la posición tridimensional de las eviden- los intereses del observador (De Guio, 1988). Estas realidades materiales bá-
cias de vida o de los materiales (pp. 36 ss. y 45 ss.). Allí donde la homoge- sicas que no podemos dejar de identificar al separar la tierra son las unida-
neidad parece haber cancelado cualquier superficie visible sólo se pueden des estratigráficas que, de ahora en adelante y por razones de tipo práctico,
fijar puntos en el espacio, como hacen los navegantes en alta mar. Un estra- consideraremos de forma convencional que corresponden a otras tantas uni-
to de origen antrópico que tenga una gran potencia, al no poder excavarse dades del hacer o unidades de acción. Estas son, al mismo tiempo, realida-
todo a la vez, se puede dividir en estratos horizontales, lo cual no es necesa- des objetivas y resultado de nuestro análisis o clasificación del terreno. Hay
rio documentar porque se trata de una subdivisión por motivos prácticos. quien considera el subsuelo como un universo unitario, que sólo el arqueó-
Fuera de dichas excepciones, la excavación arqueológica debe realizarse logo articula en porciones distintas, no jerárquicas y no intersecantes entre sí,
siempre por estratos y superficies reales, nunca por planos abstractos (una cuya suma coincide con todo aquel universo. En dicho caso, las unidades de
excepción, cf. pp. 74-75, figura 70c), y siguiendo el orden inverso a aquel se- la estratificación no serían más que las decisiones analíticas del excavador
gún el cual se han formado, como debe hacerse en cualquier tipo de recons- (De Guia, 1988). Pero este es un punto de vista extremo. Al igual que se pue-
trucción por indicios. de considerar extremista contraponer el concepto relativo de unidad estrati-
Al tener que reconocer en el terreno realidades diversas como muros, re- gráfica con el de procesualidad en la formación de un estrato. Sean los que
vestimientos arquitectónicos, pavimentos, estratos de tierra y superficies de sean los progresos en el campo del conocimiento de los secretos que inter-
destrucción, es necesario encontrar un término general que las abarque a to- vienen en la formación de los estratos, la estratigrafía siempre se .b!ls.af!r n
das. Los arqueólogos ingleses han llegado a llamarlas contextos, pero el tér- unidades y a éstas jamás se les podrá dar menos importancia que·:i)l'asJfj.~
mino no es el adecuado, desde el momento en que estratos y superficies son multiplicidades que existen en su interior y que parecen co?traélecirlas,.} f-;;.,..
las unidades elementales de la excavación, las acciones mínimas identifica- que unas presuponen a las otras. ',""
bles o que se ha querido identificar, por lo que es contradictorio definirlas Desde el momento en que las unidades estratigráficas y sus superficie~
con un término que significa conjunto, pluralidad de elementos o de accio- mantienen una relación de contigüidad, superpuestas físicamente las unas a
nes. Es aconsejable, por lo tanto, llamar a aquellas realidades unidades es- las otras, para excavarlas en el orden inverso a aquel en que se han formado
58 HISTORIAS EN LA TIERRA DE LA IlS' I'R¡\' I'II .'I( 'A( 'ION A I,A IlS'I'RATI RArlA . ()

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FIGURA 43. Si se excava 1 y luego 2 todo va bien. Pero si se excava primero 2, 1 cae
sobre 2 mezclándose con él y contaminándolo (a no ser que se apuntale 1...).

FIGURA 46. (a) Para identificar las relaciones de superposición física entre los estra-
tos 1 y 2 hay que incidir en planta con la trowel en el límite entre 1 y 2. Entonces se
ve que 1 sigue por debajo de 2, que, por lo tanto, lo cubre. (b) Puede ocurrir que se
FIGURA 44. 1,2 Y4 cubren pero no están cubiertos por otros estratos, por lo que pue- incida de forma errónea, hacia el estrato cubierto. Hay que repetir la operación en la
den ser excavados; luego le toca el turno a 6 y a 7; después a 8 y, finalmente, a 9 (3, 5 dirección adecuada, que es la inversa.
y 10 no son excava bIes porque son interfacies intangibles o superficies en sí).

* 3 * "
________ 1 _____________ • 5
a b
FIG~RA 45~ Superfic!es sucias; superficies limpias; superficies distintas (pero que to-
davla no se han relaCIOnado entre sí gracias a las superposiciones físicas). FIGURA 47. En la estratificación arqueológica una pieza recuperada a una cota más
baja (cuadrado) puede pertenecer a un estrato más reciente que aquel al que perte-
nece una pieza (asterisco) recuperada a una cota superior. La posición tridimensional
de los materiales no tiene aquí ningún significado (contrariamente a lo que ocurre en
--:-el. único que permite evitar confusiones (figura 43)- es necesario seguir la la estratificación natural con vestigios de presencia humana) .
sIgUIente regla: «solamente se pueden excavar las unidades que no se hallan
ni tan sólo p~rcialmente, "cubiertas" (desde el punto de vista estratigráfico)
por otras uOldades estratigráficas» (pp. 120 ss.). Pero mientras es relativa- jidos de una preparación anatómica. Incluso los muros deben descarnarse
me~te fácil identificar en sección las unidades que no cubren y que no están para purificarlos de la tierra. Tras haber distinguido las superficies de los di -
cubIe~tas por ~t:~s (figura 44) -por dicho motivo en el pasado se privilegió versos estratos, con la punta de un paletín o trowel (figura 143) hay que es-
este tlpo de VISlOn y de documentación-, resulta más difícil hacerlo hori- tablecer las relaciones entre los estratos a partir de sus superposiciones físi -
zontalmente en planta y cuando se excavan grandes superficies. Esta es una cas, determmar su cronología relativa y, finalmente, el orden en que deben
d~ las mayores dificultades con las que se encuentra uno que está apren- ser excavados y comprendidos (figura 46) .
dIendo. Hay que saber distinguir los estratos por su consistencia, su color su Para los materiales contenidos en los estratos no es tan importante su po-
composición y por lo que contienen. Pero estas características sólo pueden sición tridimensional en el seno de los mismos, como la segura adscripción al
ser observadas por un ojo experimentado, tras haber limpiado perfectamen- estrato del que proceden. La excavación por niveles crea, desde este punto
te las superficies de los estratos (figura 45) y en las condiciones justas de hu- de vista, grandes confusiones, al presuponer -erróneamente en una excava-
medad (en el Mediterráneo nos obstinamos en excavar durante los meses ción arqueológica- que lo que se halla más abajo es más antiguo que lo que
más calurosos por temor a la lluvia, que es la mejor amiga del estratígrafo). está por encima - lo que puede ser, en cambio, cierto en una estratificación
Las superficies de los estratos deben mostrarse de forma clara, como los te- de origen natural (figura 47).
61
o I-IIS1' Rl/\ ' GN L/\ TIERRA D . LA GSTR/\TII IIC/\ 'I ÓN /\ L/\ CSTRATIG RArfA

Resulta fundamental, a parte de la procedencia de un estrato preciso, la


posición tridimensional en el interior del propio estrato de los materiales de
construcción, de la decoración arquitectónica y de las esculturas caídas, que
no forman un estrato pero han sido englobados en uno: clavos, parhileras, te-
jas, terracotas arquitectónicas, columnas, capiteles, estatuas y otros materia-
A~"¡¡A e
les. Su ubicación en el espacio tridimensional no tiene en este caso un valor
PlEP~A
estratigráfico, sino más bien topográfico, para la reconstrucción del edificio
excavado. Lo mismo se puede decir para otros bienes muebles útiles para re- _l::::ll::zb==,=====:D...Ll...-_ a
construir la utilización de los espacios internos de un edificio y, por lo tanto,
su función: concentraciones de materiales que disminuyen el grado de ho-
mogeneidad del estrato al que pertenecen o pequeños restos que pasan por d
alto en las limpiezas domésticas, cuya distribución puede indicar el períme-
tro dentro del cual se han desarrollado ciertas actividades laborales o do-
mésticas (Leroi Gourhan, 1974; para una representación gráfica del proble-
e
ma a través de ordenador, véase Molina González el al., 1986; cf. también pp. b

186 ss. y figuras 153-154). Para documentar la posición de los materiales es


necesaria una cuadrícula (p. 102), pero no hace falta ni es aconsejable exca- FIGURA 48. Secuencia del derrumbe de un techo, muros y estucos pintados. De un
var por cuadrículas, por ejemplo de un metro, porque dicho proceder acaba- dibujo de E. Fentress (Carandini-Settis, 1979, panel 44).
ría por dar a la superficie de la excavación el aspecto de un tablero de aje-
drez y la retícula proyectada sobre el suelo dificultaría la visión de los límites
irregulares de los diversos estratos.
Existen, por otro lado, estratos poco homogéneos hasta el punto de que
pueden identificarse a simple vista las diversas fases de su formación. Se tra-
ta de los estratos que no se puede decir que incluyan materiales porque es-
tán exclusivamente formados por materiales, independientemente de que
sean grandes o pequeños, como por ejemplo los estratos formados por el de-
rrumbe de bóvedas de mortero de calo de estucos pintados.

Centremos nuestra atención sobre estos últimos, aunque lo que sigue 8 b


puede ser válido también para otros casos análogos (figura 48). Los estucos
pintados que nos interesa restaurar caen por placas que acaban por formar mi- FIGURA 49. El estrato 1 contiene conjuntos de estucos pintados caídos y tres mate-
croestratos en el seno del estrato de derrumbe. Dichos microestratos estable- riales cerámicos. Si una vez acabada la excavación los conjuntos se restauran y se co-
cen relaciones estratigráficas entre sí, motivo por el que es posible reconstruir locan revistiendo el muro 4, se desplazan de la unidad estratigráfica 1 a la 2, de for-
la cronología relativa de su caída. De ahí la necesidad de excavar los conjun- ma que en la caja del estrato 1 sólo quedan los tres fragmentos cerámicos.
tos de derrumbe microestratigráficamente. Ante este caso la excavación por
niveles o cuadrículas también es perjudicial para la sucesiva restauración de
las pinturas. Se debe descubrir la superficie de las placas, documentándolas seno del' estrato, las placas de estuco se numeran progresivamente y cada pla-
y excavándolas una tras otra como si se tratara de estratos normales. Trans- ca (relativamente coherente o incoherente) se subdivide en subplacas corres-
portados sin que se pierdan las conexiones originales entre los fragmentos, pondientes a las cajas en las que la subplaca se coloca. 4
restaurados y en algunos casos vueltos a poner en su lugar, estos materiales
especiales pueden ser separados del estrato de derrumbe en el que se han A veces se oye decir que no se ha podido excavar estratigráficamente
hallado para pasar a formar parte de la unidad estratigráfica de revestimiento
a la que en origen pertenecían. Este es un caso de transmigración de materia- porque el terreno estaba «alterado», pero la a~te~a~ión -sea la que sea- no
les de un estrato horizontal de derrumbe a uno vertical de revestimiento (fi- justifica jamás el abandono del método estratlgrafIco, d~do. que cada un~ de
gura 49). En la excavación de Settefinestre, E. Fentress elaboró un método las acciones de alteración puede ser identificada y constItUIr a su v~z umda-
para excavar los estratos de estucos pintados caídos, método por el que, en el des estratigráficas. Nada puede, por lo tanto, escapar a las reglas del Juego es-
62 III STORIA S I_N LA '1'I I2 RRA D ~ LA I ~ S' m l\' l'lI ' l( 'A(' I()N A A 13 TR ATI RA r fA 63

ración casi exclusivamente histórico-anticuaria e histórico-artística, en cual-


quier caso preferentemente literaria y poco habituada al territorio y al terre-
no, de los inspectores de las soprintendenze,* debida a la unilateralidad en
sentido tradicional de la preparación facilitada por las universidades y a la di-
8
ficultad que tienen las administraciones responsables de la tutela a colaborar
4
12 con aquéllas. Sólo un cirujano que sabe realizar una determinada operación
en el bien dotado quirófano de un hospital urbano sería capaz de culminar
con éxito la misma intervención apresuradamente en una sala de un hospital

b o ruraI.5
En Italia hay una tendencia a hacer sondeos aquí y allá, en función de un
difundido espíritu de protección del patrimonio que, aunque sea burocráti-
camente correcto y ventajoso (cada inspector tiene su pequeña excavación,
etc.), se ha revelado completamente improductivo. Sin duda sería mucho más
útil excavar sólo en dos de cada diez yacimientos, haciendo veloces sondeos
FIGURA 50. (a) Excavación analítica (1,2 Y4 abandono, 3 y 5 roderas, 6 enlosado, 7
en los restantes, que excavar parcialmente los diez, pero ello implicaría que
massicciata, 8-15 estratos de preparación, 16 abandono, 17-18 tumba); (b) excavación
sintética (1 abandono, 2 y 3 roderas, 4 calle enlosada, 5 abandono, 6-7 tumba). los funcionarios y los universitarios fueran capaces de colaborar entre sí y,
posiblemente, unos con otros. La elección de las prioridades debería hallar-
se, en cierto modo, en relación con las cuestiones historiográficas planteadas
a nivel internacional y debería realizarse conjuntamente por las soprinten-
tratigráfico y no hay justificaciones posibles para eludirlo. Las intervenciones denze, las universidades y las regiones (sobre las dificultades en dicho sen-
a base de cuadrículas o de niveles artificiales confieren la forma de la ele- tido, cf. pp. 163 ss.). Una lista previa de cuestiones científicas no estaría libre
gancia estratigráfica a lo que son puras remociones de tierra. Hay que sa- de peligros, pero ayudaría a programar y a marginar las intervenciones aisla-
ber navegar entre los estratos siguiendo las reglas establecidas por las olas de das, ajenas a un proyecto y a un interrogante histórico, que todavía carac-
dicho mar. Quien quiera evitar los vaivenes de la barca deberá renunciar al terizan la situación actual. El único camino posible para aunar protección e
viaje. investigación es escoger y programar: qué debe excavarse totalmente, qué
parcialmente, dónde hacer sondeos, dónde no se debe excavar y qué debe
dejarse para futuras excavaciones (p. 65).
Excavación experimental, de urgencia y el público No existe un lugar igual a otro. La anatomía de los yacimientos humanos
no se repite como la de los animales. Por dicho motivo resulta difícil, pero
La excavación experimental, en la que se desarrollan las metodologías posible, jerarquizar las intervenciones, porque incluso las particularidades
científicas, sirve de referencia para medir la información que se pierde en las arqueológicas pueden encuadrarse en tipologías y no faltan repeticiones y si-
excavaciones realizadas con prisas y ofrece un modelo para recordar cuándo metrías arquitectónicas en los edificios que permitan reducir de forma inteli-
se está obligado a simplificar el procedimiento por motivos de urgencia. Sólo gente las intervenciones (figuras 51-53) .
se puede simplificar lo que previamente parece más complejo y se conoce.
En teoría la excavación de protección debería facilitar una menor cantidad En el congreso de Siena de 1981 sobre Come l'archeologo opera sul cam-
de información, pero no debería ser una operación diversa desde el punto de po (p. 37), T. Mannoni ilustró el modelo estratégico para las intervenciones de
vista cualitativo. El problema reside en saber resumir procedimientos modé- protección utilizado entonces en Liguria por la Soprintendenza, el Instituto de
licos consiguiendo, al mismo tiempo, recoger los datos principales de cons- historia de la cultura material y los entes locales. Este modelo se articulaba en
trucciones, vida, reutilización, expolio, destrucción, abandono, presencia es- tres niveles.
porádica y reocupación de un determinado yacimiento. Es lo contrario que En el primer nivel estaba la arqueología de superficie o la excavación de
urgencia. Además de la obvia documentación horizontal (prospección, fotoin-
seleccionar sin un criterio, creyendo que lo que se deja de lado sólo son de- terpretación, etc.), se usaba también la documentación vertical (prospecciones
talles inútiles. Muchas veces es precisamente en algunas minucias donde se
esconde lo esencial de una estratificación (figura 50). Para enfrentarse a ex-
cavaciones que podríamos llamar de urgencia, el arqueólogo debería ser * Profesionales cuyas competencias corresponden a las que en España tienen los arqueó-
excepcionalmente experto, lo que difícilmente sucede por culpa de la prepa- logos territoriales o provinciales. Véase el Prefacio a la edición española, pp. IX-X. (N. del t.)
64 IIIS'I'O HI AS UN I.A '1'lI lR lt A 1 ' LA HS'I'I {A'I'II'i ( 'A ( 'ION A I ,A I \STR A'I'I G RAF fA 6.

FIGURA 51. Una habitación excavada por cuadros alternos (se obtienen dos seccio-
nes normales entre sí).

FI GU RA 54. Imagen ideal de una excavaclon urbana entendida como laboratorio


abierto al público (obsérvese la entrada, el recorrido, los paneles explicativos y la sala
didáctica).

tales, realizadas en puntos amenazados por intervenciones modernas. Para di-


chas excavaciones hay que tener una notable capacidad de previsión. Deben
llevarse a cabo estratigráficamente. Respecto a las excavaciones programadas
(véase el nivel sucesivo), éstas tienen la desventaja de que deben realizarse
dentro de un plazo determinado.
En el tercer nivel se hallaban las excavaciones programadas , para realizar
en general en yacimientos abandonados. Son la sede ideal para las excavacio-
nes experimentales. En estas y en otras excavaciones, como en los policlínicas,
FIGURA 52. Un conjunto regular puede ser excavado por cuadros, como si se tratase deberían formarse profesionalmente los jóvenes arqueólogos y ponerse al día
de una sola habitación (figura 51). Ejemplo sacado de la pocilga de Settefinestre (Ca- los menos jóvenes.
randini, 1985a, 1**, figura 284). En los tres niveles propuestos se observa una interesante variación en la
dosificación de investigación y de protección, pero la investigación está pre-
sente en todos ellos. 6

Sea cual sea la naturaleza de la excavación, experimental o de urgencia,


deben siempre eliminarse los recintos que la hagan impenetrable a la visión
exterior. Las excavaciones urbanas, especialmente, deben ser visibles y, en
grandes líneas, comprensibles para los transeúntes. Las excavaciones gene-
ran incomodidades, deben ser objeto de consenso más que de debate y no
FIGURA 53. Un complejo simétrico puede excavarse en su mitad, de forma que se co- tienen otra finalidad que la de ampliar, profundizar y preservar la memoria
nozca al menos una habitación de cada tipo. Ejemplo sacado del peristilo de Settefi-
colectiva mejorando la vida en la ciudad. En Inglaterra se ha consolidado la
nestre (Carandini, 1985a, 1 **, figura 95).
costumbre de abrir las excavaciones a los visitantes, de hacerles pagar una
entrada (que ayuda a costear las investigaciones), de distribuirles folletos , de
geofísicas, calicatas, remociones de humus, limpiezas, excavaciones de urgen- preparar recorridos con paneles explicativos que remiten a números ubica-
cia no estratigráficas, etc.). Un caso interesante a este respecto es el de la Tal-
dos en la excavación visibles desde lejos, de preparar puntos de audición con
bot Street de Worcester (Barker, 1977, figuras 44-45), donde a causa de una
nueva construcción se excavó mecánicamente una trinchera detrás de la mu- grabaciones explicativas de corta duración accionables mediante un botón,
ralla de la ciudad, trinchera cuya sección se limpió y dibujó caracterizando to- de organizar pequeñas exposiciones con audiovisuales y de prever la venta de
dos sus estratos por fases (cf. también p. 113; figura 107). libros y recuerdos de la excavación (figura 54). Ha comenzado a hacerse tam-
En el segundo nivel estaban las excavaciones preventivas, parciales o to- bién en Italia (piénsese, por ejemplo, en los paneles que se han expuesto en
66 III ~T IO I\S li N LI\ T I ' RR I\ D . LI\ E5'1"RI\'I'II II("I\ '1 N 1\ LI\ I2S'l'R ATI R AfIA 67

Roma e n diversas excavaciones de la Soprintendenza arqueológica). Pero a


dichas actividades debería dar continuidad un museo histórico-topográfico
en el que presentar maquetas cOillas reconstrucciones de las estructuras ar-
0=8
quitectónicas, si fuera posible a tamaño natural. Desde esta óptica resulta FIGURA 55. Relación «igual a» (una fosa ha separado en las unidades 3 y 4 un estra-
ejemplar la excavación de Coppergate en York, en un principio visitada por to originalmente unitario).
un millón de personas y a la que ha seguido el Viking Centre con la recons-
trucción de una parte de la York vikinga y de su excavación, visitado por casi
un millón de personas al año.? El concepto es el de implicar al público en el
problema básico de la reconstrucción arqueológica, utilizando incluso me-
dios espectaculares. Pero en Italia se está todavía lejos de todo esto, prevale-
ciendo aún la idea de que los restos materiales antiguos hablan por sí solos y
que explicaciones y reconstrucciones son de mal gusto y restan encanto a los 2
originales, lo que no es cierto si las explicaciones se hacen de forma adecua-
da y en la justa medida. Colecciones de ruinas como nuestras áreas arqueo-
lógicas y colecciones de objetos como nuestros museos, no pueden ser, a fi-
nales de este siglo, el único modo de presentar el pasado. FIGURA 56. Relación «se une a» (dos muros que forman un ángulo han sido cons-
truidos juntos sin que uno se apoye en el otro).

LAS UNIDADES D E LA EXCAVACIÓN

Identificar acciones y sus relaciones

Pasar de la tierra por excavar a la tierra excavada significa pasar de una GJI
realidad en origen inerte, indistinta y desconocida a su representación divi-
dida en partes, relacionada en el espacio y en el tiempo. Las partes son las
que consideramos las acciones básicas materialmente reconocibles y recono-
cidas, es decir, las unidades estratigráficas (p. 57). Una acción o una unidad
o
FIGURA 57. Relación «cubre/ cubierto pon>(el estrato 1 cubre parcialmente a12, por
estratigráfica se convierte en interpretable sólo cuando se inserta en el siste-
lo que tiene que haberse formado con posterioridad al 2).
ma de relaciones que la une a las otras. Dichas relaciones se presentan en un
primer momento como relaciones físicas que pueden ser reconducidas sim-
plificándolas y abstrayéndolas en relaciones relativas en el tiempo dentro de
una secuencia estratigráfica. En primer lugar vemos el «cubre/cubierto» y só-
lo a continuación comprendemos el «después y el antes» que le siguen.
Las relaciones estratigráficas captadas en su aspecto físico son las si-
guientes. 1) Relaciones de contemporaneidad: «igual a» y «se une a» (figuras
55, 56). 2) Relaciones de sucesión en el tiempo: «cubre/cubierto por», «se
apoya en/se le apoya», «corta/cortado por», «rellena/rellenado por» (figuras 1
57-60). 3) Existen finalmente casos de relación inexistente, por la que en au-
sencia de una contigüidad física la relación en el tiempo entre dos acciones
puede ser solamente intuida escogiendo a ojo lo más verosímil en función de o
las oportunidades brindadas por la secuencia estratigráfica (figura 61).
En este último caso nos hallamos fuera de las relaciones estratigráficas en
sentido estricto y dentro de las relaciones de las llamadas correlaciones in- FIGURA 58. Relación «se apoya en/ se le apoya» (el muro 1 se ha apoyado al 2 in-
terpretativas, relaciones que, bien mirado, pudiendo verse fuertemente con- mediatamente después de su construcción o en un momento de su vida, por lo que es
dicionadas por las características físicas de las unidades estratigráficas y casi en cualquier caso más tardío).
68 III ST RI AS nN LA T lI lR RA DE LA IlST I{A'I'II ' I( 'A('1 N A LA EST RATIG R AF fA 69

[J
I ¿Jlf 3~ oI
0=G a o
FIGU RA 59. Relación «corta/ cortado pon>(la fosa 2 ha cortado los estratos 3 = 4, que,
por lo tanto, son anteriores).

FIGURA 63. (a) Numeración equivocada. (b) Numeración correcta. La identificación


entre las dos partes separadas de una sola unidad original (3 = 4) se reconstruye des-
pués de haberlas numerado, excavado y documentado separadamente, como si se tra-
tase de dos unidades distintas.

FIGURA60. Relación «rellena/ rellenado pon>(el estrato 1 ha rellenado la fosa 2, que,


por lo tanto, es anterior).

o
~qY?~ eh:•...
oI
..,?
I

"I
I I
O"
"
®0J)rf}
D
2 3 ~ .....

o
4 4
FIGURA 64. Algunos ejemplos de las infinitas relaciones topográficas posibles.
I
5 5 :5
I I
6 6 l enredadas en una aleatoriedad circunscrita por las relaciones estratigráficas
estrictas, pueden incluirse también en las relaciones estratigráficas entendi-
FIGURA 61. Ejemplos de diversas correlaciones entre la unidad 3 y las 2, 4 Y5 en un das en un sentido amplio (figura 62; pp. 140 ss.).
diagrama estratigráfico. Ha llegado quizás el momento de aclarar las diferencias existentes entre
relaciones estratigráficas y relaciones topográficas. La relación estratigráfica
en sentido estricto sólo se da sustancialmente en un caso: el de la sucesión tem-
1 poral (del tipo «cubre/cubierto por»). La relación de contemporaneidad, en
cambio, consiste fundamentalmente en una relación de identidad restablecida
entre partes distintas de una sola unidad original, separada después por otras
acciones sucesivas (figura 63), por lo que debe considerarse, al igual que en el
caso de la relación inexistente, como una relación estratigráfica sui generis.
Así pues, mientras la relación estratigráfica estricta es tan sólo una, es de-
cir, «cubre/cubierto por» = «después/antes», las relaciones topográficas son
configuraciones espaciales potencialmente infinitas (figura 64) . Por dicho
FIGU RA 62. Faltan relaciones físicas entre los estratos 3 y 4, pero dadas sus caracte- motivo al editar una excavación, la documentación de las relaciones estrati-
rísticas de estratos de derrumbe muy similares y apoyándose ambos sobre los pavi- gráficas puede ser integral o bastante amplia, mientras que la de las relacio-
mentos análogos 5 y 6 Y sobre el propio muro 7, se puede suponer una correlación nes topográficas no puede ser más que el resultado de una drástica selección,
crono lógica entre los estratos 3 y 4 Yotra entre 5 y 6. aunque responda a una lógica explicativa concreta (pp. 116 ss.).
70 III ST RI AS EN LA 'l'1I2RRA O ' LA I ! S"I' I ~A' I ' II ,'I('A( 'IÓN A LA LiSTRATIG RAr(A 71

E n la excavación se establecen relaciones espaciales (topográficas) y Estratos: volúmenes, superficies y tipos


temporales (estratigráficas) entre las diferentes partes de materia en las que
se han concretado las acciones y de las que queremos reconstruir su configu- La materia objeto de excavación es discontinua, mostrándose unas veces
ración espacial y su secuencia cronológica. Una excavación correcta se deno- más homogénea y otras más diversificada. Excavar correctamente significa
mina estratigráfica y no topográfico-estratigráfica, porque una excavación no captar los planos regulares e irregulares que separan estas homogeneidades
estratigráfica puede ofrecer también representaciones topográficas, aunque relativas y diversas, como si tuvieran menor resistencia o parcial exfoliación
escogidas arbitrariamente fuera de la secuencia cronológica es decir sin ha- respecto de la compactabilidad de la materia estratificada, para poder sepa-
ber sido filtradas por las relaciones estratigráficas -piénses~ en los g~abados rarla netamente en partes. No es suficiente distinguir una zona de transición
de tema arqueológico de Piranesi o los dibujos de ruinas de la École des Be- más o menos gruesa entre las varias indivisibilidades, aunque en algún caso
aux Arts, entre finales del siglo XVlII y principios de nuestro siglo-, mientras también puede darse. Hay que distinguir, sea como sea, un plano de distin-
que una excavación estratigráfica presupone siempre representaciones topo- ción o de cambio principal si se quiere avanzar en la excavación. Las dudas
gráficas seleccionadas en relación con las necesidades de la reconstrucción a este respecto son altamente perjudiciales. Las zonas de materia relativa-
científica y, por lo tanto, de las relaciones estratigráficas y de su periodiza- mente homogéneas y las zonas de transición constituyen los estratos, y los
ción. E n síntesis, una excavación no estratigráfica se mueve en tres dimen- planos de cambio sus interfacies o superficies. A veces se interviene allí don-
siones, mientras que la estratigráfica lo hace en cuatro dimensiones; es la de la separación se muestra implícita y lo que debe hacerse es actuar decidi-
cuarta dimensión -el tiempo-la que especialmente distingue a un tipo de damente y distinguirla. E n tal caso, el reconocimiento del plano de distinción
excavación del otro. es sencillo, como cuando se quiere separar el polvo de la superficie brillante
La arqueología monumental, en cambio, era esencialmente topográfica. de una mesa. Otras veces el reconocimiento del límite es más complejo, por
Sólo se ocupaba de grandes monumentos relativamente bien conservados, de la presencia de una zona de transición, debida a un cambio general de las ca-
los que quería recuperar su configuración global o, al menos, la de su fase racterísticas de la estratificación que se interpone entre dos homogeneidades
constructiva «principal» (pp. 18 ss.). No se preocupaba de las acciones indi- relativas, poniéndolas en crisis (figura 65). Sean cuales sean las característi-
viduales ni de las unidades estratigráficas, como el pintor que abandona los cas del límite, debidas a menor intensidad o lentitud en el proceso de acu-
detalles en busca del efecto de conjunto, porque no estaba verdaderamente mulación, de corte o de erosión, sea cual sea el tipo de transición, de mayor
interesada en captar el desarrollo cronológico, que sólo se puede restablecer o menor grosor, y sea cual sea la diferencia entre los estratos en contacto, la
correctamente prestando atención a cada momento y dándole una importan- excavación no se autodivide y, por lo tanto, es el excavador quien la divide
cia similar a la que cada fotograma tiene en una secuencia cinematográfica. en función de la realidad objetiva y de la información que de ella quiere ob-
Una película proyectada en una pantalla proporciona una visión continua y
nítida de la realidad, precisamente gracias a la fatigosa y aparentemente ob-
sesiva labor de filmar el mínimo movimiento y enfocar todas las cosas, visión
cubierta por el efecto realista de la globalidad (algo parecido a lo que ocurre
en las vistas de Canaletto). Opuesta es, en cambio, la óptica del impresionis-
"'w"
INTWAC/ESI. Z~: =::::::: ::::]
J
ta, sustancialmente antiarqueológica, porque sacrifica los detalles al efecto EHK.ATOZ ____________ _

global, entendido más bien como una sensación. -- ------- ----


-------------
Cada avance en el conocimiento presupone la capacidad del pensamien-
a
to de dividir el mundo en partes y la de recomponerlo por tipologías y con-
textos, superando en la síntesis la meticulosidad del análisis. El método es-
======== ]
tratigráfico se parece al modo en que se nos muestra la realidad y al modo en
que la mente llega a comprenderla. Su fuerza descriptiva e interpretativa re-
side en su isomorfismo con la vida, sólo que, tratándose de una reconstruc-
/Nm:::,:::~~~~=:··::.~~=:~:
...._
. ....-.... .- ....-.....
)]
ción a posteriori de la existencia, ha perdido la pesadez de la vida adquirien-
do la ligereza contenida en el arte del relato.
Es,rr.ATO 2
. . . . . . . . . . .. .
•• • • • • • • • • • ••

FIGURA 65. Distinción de los estratos: (a) sencilla; (b) compleja (la flecha indica el
plano de cambio, el paréntesis la zona de transición y el corchete las zonas de homo-
geneidad y la entidad total de los estratos).
72 III STO RI i\S ' N LA T IE RR A DE Li\ IlS' I'I (i\' I'II ' I( 'i\ ' J()N i\ 1.1\ HS'J' Ri\'J'IG Ri\rfi\ 7.
HOMO~ENEIPAP ~ELATlVA PE ESPACIO
YPE TIEMPO

FIGURA 66. El volumen de un estrato se caracteriza por una relativa homogeneidad


y por la superficie o interfacies de la distinción.

FIGURA 67. Posición estratigráficamente intercambiable (por lo tanto, equivalente)


e
de los materiales de un estrato.
FIGURA 68. (a) La distinción de los estratos posteriores y la forma del estrato 3 vie-
nen dadas por su interfacies, mientras que su volumen está comprendido entre su in-
terfacies y parte de las de los estratos 4 y 5. (b) La formación del volumen del estra-
to 3 está comprendida entre la superficie del estrato 4 y su propia superficie y ha
tener (Arnoldus Huyzenvel-Maetzke, 1988; De Guio, 1988). Esto no quiere durado aproximadamente un día (31 de diciembre de 1980). (e) La vida del estrato 3
decir que las divisiones sean siempre subjetivamente arbitrarias. está comprendida entre su interfacies y la formación del volumen de 2 y ha durado
Los estratos aparecen, por lo tanto, desde el punto de vista estratigráfico, aproximadamente un día (2 de enero de 1981).
como porciones de materia relativamente homogénea e indivisible (figura 66),
por lo que componentes como los materiales arqueológicos son equivalentes
y su posición se convierte en intercambiable en el seno de aquéllos. La opor- La capacidad que tiene un estrato de tierra de ser distinguido de aquellos
tunidad de determinar la posición tridimensional de algunos materiales espe- que lo cubren y su propia forma vienen determinadas por la interfacies o su-
ciales dentro de un estrato, para comprender mejor la naturaleza del mismo o perficie, mientras que su volumen se halla comprendido entre dicha superfi-
para reconstruir la arquitectura de un edificio o el uso de sus salas, no se ha- cie y la de los estratos que éste cubre físicamente (figura 68a). El tiempo de
lla en contradicción con lo dicho, que se refería, más que a la estratigrafía, a la formación de un estrato es posterior a la superficie del estrato más tardío
dinámica de la formación de un estrato o a la reconstrucción de un monumen- de los que cubre y anterior a su propia superficie (figura 68b). El tiempo de
to, cuestiones, estas últimas, eminentemente topográficas. El volumen de un la vida de un estrato es posterior a su superficie y anterior al inicio de la for-
estrato puede pues compararse a una bolsa relativamente homogénea, en el mación del volumen del estrato más antiguo de los que lo cubren físicamen-
sentido de que la posición de los objetos que se hallan en su interior es estra- te (figura 68c). El estrato puede pues ser considerado como un ser vivo. Se
tigráficamente equivalente, como la de la calderilla en un portamonedas. El puede hablar de su formación como de una gestación. Un estrato en forma-
interior de dicha bolsa es, por lo tanto, pobre de espacio y de tiempo signifi- ción todavía no ha creado su superficie, que sería como su piel, pero puede
cativos (desde el punto de vista estratigráfico), mientras que su interfacies o ya sufrir malformaciones como ocurre con las patologías en los fetos. Com-
superficie está constituida por una película plenamente distinguible en el es- pletada su superficie, el estrato ha culminado su fase prenatal. Después está
pacio y en el tiempo. Lo que importa no es la disposición de la calderilla en el su vida, más o menos larga y afectada por rebajes y destrucciones. Llega fi -
portamonedas, sino el hecho de que ésta no salga para pasar, quizás, a otro nalmente la muerte cuando el estrato es cubierto, total o parcialmente, por
monedero (figura 67). Pero si tomamos en consideración los estratos desde el estratos más modernos, aunque ulteriores daños pueden producirse tras la
punto de vista de la geoarqueología, en especial donde prevalecen los proce- muerte, durante su sepultura. Dos estratos mezclados entre sí pierden sus
sos naturales (yacimientos paleolíticos al aire libre, estratos de hábitat y de superficies originarias para adquirir una nueva, que configura un nuevo es-
abandono de tipo especial, etc.), en dichos casos incluso la realidad interior del trato (figura 69). En la superficie de un estrato de tierra se concentra buena
estrato es significativa, ya que puede permitir elaborar un diagnóstico de los parte de su identidad. Cada estrato de tierra tiene una sola superficie, la su-
procesos de erosión, sedimentación y pedogénesis que la han originado (Cre- perior, desde el momento en que la inferior coincide con la superior de lo
maschi, 1990), pero se trata de un significado que no supera los límites del es- estratos que han sido físicamente cubiertos por éste (figura 68a). Podríamos
trato y no los cuestiona, motivo por el que ha sido identificado como tal, ni decir que un estrato de tierra horizontal se parece a un lenguado, que vive
afecta a las relaciones ni a la secuencia estratigráfica. plano en el fondo del mar, con su piel que se mimetiza con la arena y los dos
D E LA - TRATl r lC ACI N A LA ESTRATI RA rfA
75
74 HI S'J' RIA S E N LA TI E RRA

a
-------:;----_
~.Á.!. ~
.... --- b
~ 3

FIGURA 69. Mezclados y desplazados los estratos 1 y 2 pierden sus superficies y, por
lo tanto, su identidad y se homogeneizan en el nuevo estrato 3, identificable gracias a
su superficie.
e
ojos hacia arriba, mientras su mitad inferior está limitada por una membra- FIGURA 70. (a) Las tres piezas dispuestas entre los estratos 1 y 3 pueden atribuir~e al
na clara que no es una verdadera epidermis. volumen del estrato 1 y, también, (b) a la vida y/o abandono ?el estra~o 3 y, en ~IC?O
La metáfora del «nacimiento, vida y muerte» de un estrato no debe to- caso, determinan, incluso en ausencia de la tierra, el estrato intermediO 2. (c) ~I p~e­
marse, como ya hemos visto, como una verdad absoluta, pues éste puede ser zas correspondientes a la vida y/o al abandono del estrato ~ (por ~o tanto, on~Inana­
objeto de alteraciones (aportaciones, remociones, traslados y modificaciones mente, de un teórico estrato 2) han sido englobadas por aplso~amlento en el nlve~ su-
físico-químicas) en cualquier momento sucesivo a una primera aportación de perior del estrato 3, este último deberá ser excavado en ~os niveles: 3a (que contiene
materia y, por lo tanto, incluso durante su formación. Los ciclos de deposi- las piezas del estrato teórico 2) y 3b (la parte no contaminada de 3).
ción y de posdeposición no tienen que ser sucesivos en el tiempo y pueden
combinarse entre sí: un topo no espera para cavar su madriguera a que un es-
trato haya acabado de formarse, como ocurre frecuentemente en el humus.
Desde esta óptica el suelo no debe verse como algo estático, sino como una
realidad en continua transformación a causa de los procesos de alteración de
posdeposición causados por la fauna, la flora, el hielo/deshielo, los movi- a
mientos de materiales en pendientes debidos a la gravedad, la expansión/con-
tracción de las arcillas, los gases del suelo, el viento, los fenómenos artesia-
nos, el crecimiento y rotura de cristales, la resolución y precipitación de sales
en el suelo, los fenómenos telúricos, las formas de degradación/cambio del es-
tado físico-químico, la erosión natural, el corte/remoción por parte del hom- f
d
bre y el paso de animales y hombres (De Guio, 1988).
Los materiales que aparecen sobre la superficie de un estrato y bajo el vo- FIGURA 71. Tipos de estrato (unidades estratigráficas positivas): (a) .horizontal; (b-f)
lumen del que se le superpone son, con frecuencia, de difícil interpretación. Se verticales (rellenos unitarios de fosas, montones, terraplenes, empalizadas y muros).
pueden atribuir al estrato superior con la ventaja de no contaminar con mate-
riales posiblemente más tardíos el inferior, como pasa con las intrusiones.
También se pueden atribuir a la vida y/o al abandono del estrato inferior y sim-
bolizar, en sí mismos, una especie de unidad estratigráfica sin tierra. A veces Hasta ahora hemos hablado de estratos horizontales y concret~mente de
los materiales correspondientes a la vida y/o al abandono se superponen y los que son incoherentes Yestán formados mayo.ritariamente por tIerra. p~~o
quedan englobados en el nivel superior de un estrato que ha cumplido las fun- si un estrato es cualquier acumulación de matena, debemos aceptar t~,mble,n
ciones de un pavimento de tierra batida (pp. 186 ss.). En tal caso, lo más pru- la existencia de estratos más o menos coherentes y, por lo tanto, tamblen m~s
dente sería excavar el estrato en dos niveles, el primero con una limpieza enér- o menos verticales: rellenos unitarios de fosas, monto~es, terrapl~n~s, empah-
gica de la parte superior del volumen y el segundo retirando la parte más baja zadas y muros (figura 71). Estos últimos con sus propias car~ctenstlc~s. Cuan-
(por lo tanto, no contaminada) del volumen del estrato (figura 70). Este es uno do se trata de muros, generalmente son compactos com? ?ledras y. tle~en en
de los casos raros en los que un estrato arqueológico debe ser excavado en dos los lados bordes expuestos que no interrumpen una ongmal. ~o.ntmUldad al
niveles por motivos que no son meramente prácticos, porque es uno de los po- ser superficies originales del estrato (figura 11). ~u volumen dlÍlCllmente pue-
cos casos en que dos acciones radicalmente diferentes pueden confundirse en de ser homogéneo dada la distribución diferenciada de sus componentes en-
lo que parece una sola unidad estratigráfica, que no se puede dividir en dos es- tre cimentaciones Y alzado, núcleo y paramento, adorno, adentellado y pa-
tratos por la homogeneidad física de su composición. nel, etc.
76 HI TO RIA S EN LA TI ERRA
O " L A ESTR A'J'1 Jo'I('A('1 N A L A ESTRATIG RA Jo'IA 77

EsnATIV~AFIA
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ESTRATO!' : -
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r:L:=.:....-: __--..:.-:-.. :
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=====:::_ -- - -- -Emmz [ - - - - - - -
a b e
A
FIGURA73. La estratificación (a) puede interpretarse de forma más homogénea (b)
b o menos homogénea, hasta el punto de identificar una distinción (e).

Superficies en sí

Tenemos tendencia a creer que las piezas en las que desmontamos el sub-
suelo son solamente aquellas bolsadas de relativa indistinción que constitu-
yen los estratos con sus volúmenes y sus superficies. Se trata de un error por-
FIGURAn. (a) ~n estrato se deposita en la depresión A; (b) los muros de una casa que conocemos acciones materialmente reconocibles que no son estratos. De
deter~man la cavIdad B en la que se depositan estratos; (c) en las cavidades A y B se hecho, tanto el hombre como la naturaleza, aparte de depositar y acumular,
deposItan .otros estratos que modifican su forma ; (d) la cavidad B está saturada y erosionan, gastan, desmontan, expolian y destruyen. La propia excavación es
queda oblIterada por un estrato de la depresión A, que está también casi llena y por una de estas actividades. Podemos definir estas acciones como negativas, y
lo tanto, cercana a la obliteración. '
son tan importantes como las positivas, que reconocemos con mayor facili-
dad. Una empalizada es tan importante como un terraplén.
Para el excavador la dificultad reside en el hecho de que cada remoción
de material se hace evidente mediante la ausencia del mismo, habiéndose
Cuanto más altos, continuos y compactos son los estratos verticales en convertido el volumen de estratificación removido en una o más unidades es-
m~y.or gr~do tienen la particularidad de formar cuencas de depósito est;ati- tratigráficas en otro lugar, y lo que ya no está no se puede tocar, excavar ni
graÍlco (~I~ura 9), a~ contrario de lo que ocurre con los horizontales que pue- limpiar pero sí identificar, dibujar y fotografiar. Al limpiar la «superficie» de
den modIÍlcar u oblIterar cuencas de depósito, pero generalmente no forman un estrato se extrae en realidad el nivel inferior del volumen del estrato su-
otras cuencas nuevas (figura 72).
perior o se raspa ligeramente la capa superior del volumen del estrato inf~ ­
Aclaradas las características y la tipología de los estratos se ve clara la rior, por lo que, en realidad, nunca se limpia una superficie, se pone en eVI-
razón por la que hay que separar los depósitos siguiendo su 'superficie. En dencia por el contacto correctamente identificado entre los dos volúmenes de
ella se ~once~t:a, de he.cho, su ~lano de separación de los estratos superiores, dos estratos. Dichas superficies negativas son, por lo tanto, un no ser en cuan-
su cO~Ílgu~acIOn espacIal y su tIempo de vida; en dos palabras: su fisonomía to a su volumen, una laguna de la estratificación, interfacies o superficies en
y su hIstona ..Resulta también obvio el motivo por el que hay que evitar cor- sí, donde las diferentes superficies (el «techo» y el «lecho») confluyen en una
tar o con~amInar aquellas bolsas de homogeneidad relativa que son sus volú- única superficie de discontinuidad (De Guio, 1988).
menes. FI?a.lmente~ s.e entiende la diferencia entre excavar y desenterrar, ya Estas superficies de unidades estratigráficas negativas deben distinguirse
que esta ultIma actIvIdad no es más que una caza de objetos aislados de los de las superficies de las unidades estratigráficas positivas, de las que ya he-
volúmenes y de las superficies en las que se hallan estratigráficamente archi- mos hablado. Estas últimas sirven para distinguir en el espacio y en el tiem-
vados, destruidos mediante este absurdo ejercicio venatorio.
po los volúmenes de los estratos y constituyen un aspecto de su esen~ia, dado
Podemos excavar el volumen más o menos homogéneo de los estratos que mantienen sus mismas relaciones estratigráficas, por lo que no tIene sen-
?ando, de fo~ma subjetiva, mayor o menor importancia a las desigualdades tido numerar ~l volumen y la superficie de un estrato, ya que esta última no
Intern~s. de dIcha homogeneidad (figura 73), pero no podemos excavar sus constituye una verdadera unidad estratigráfica. Las transformaciones sin des-
super~IcIes. Estas películas intangibles en las que reside gran parte del valor plazamiento o aportación de materia, debidas a compresión, cocción o qui-
espacIO-temporal implícito en la estratificación tan sólo se pueden reconocer mismo inducido, tampoco modifican la secuencia de la estratigrafía, por lo
y. d~cumentar. Se presentan como intersticios a través de los cuales el cono- que resulta absurdo distinguirlas como unidades estratigráficas, aunque sir-
cIml~nt? penetra en lo profundo, al igual que las raíces que siguen las dis- van para comprender la génesis y la historia de los estratos que las han su-
contInUIdades y las menores resistencias para penetrar en el subsuelo. frido (Leonardi, 1982).
78 IIlS"J'O RI I\S UN LA T IGRRA D E LA ES'I' I ~A' I'II I I (' A( ' I( N A LA P.STRATI RArfA

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FIGURA 74. Tipos de superficies en sí (unidades estratigráficas negativas): verticales FIGURA 76. Unidades estratigráficas negativas verticales (a-b) y horizontales (c-d)
(a-e) y horizontales (d-e) . Si el desgaste o el rebaje de un estrato horizontal (d) es destruyen unidades estratigráficas negativas verticales (a-b) y horizontales (c-d) .
completo y uniforme puede resultar difícil de reconocer (figura 6).

,- - --
-:.:.::::-
cales son las fosas, los fosos y los propios cortes de una excavación arqueo-
lógica (figura 74). Horizontales son las erosiones y las remociones a nivel de
estratos horizontales (figura 75d) y los arrasamientos o destrucciones de es-
tratos verticales, como las crestas de los muros (figura 75e). Las unidades es-
tratigráficas negativas verticales (figuras 75a-c) pueden destruir a su vez uni -
dades estratigráficas positivas horizontales y verticales (figura 75) y unidades
estratigráficas negativas verticales y horizontales (figura 76).
Debemos recordar que además de las unidades estratigráficas positivas y
negativas, debidas a la sedimentación y a la erosión, se dan también, en ca-
sos de superficies expuestas, obliteraciones de los caracteres sedimentarios
por obra de los procesos pedogenéticos (Cremaschi, 1990).

Numerar las acciones


FIGURA 75. Unidades estratigráficas negativas verticales (B, e, D , F) Y horizontales
(A, E , G) destruyen unidades estratigráficas positivas verticales (B-G) y horizontales
Se ha dicho que excavar significa dividir en partes, pero ¿dónde está la
(A). división y dónde la parte? El muy abstracto concepto de unidad estratigráfi-
ca traspasa las características precisas de una simple acción que se ha ma-
terializado (muro, agujero de poste, etc.) y ayuda así a concentrarse en las
relaciones entre las unidades, que si no quedarían en un segundo plano res-
Las superficies de unidades estratigráficas negativas se hallan en cambio pecto a la seductora e ilimitada configuración topográfica de lo real. El con-
repletas de información propia, tienen una validez en sí mismas, desde el mo- cepto de unidad estratigráfica tiende pues a reducir las diferentes acciones y
mento que mantienen relaciones estratigráficas propias, que nada tienen que sus relaciones en e~ espacio al mismo grado de abstracción de las relacion es
ver con las de los estratos que las delimitan. Este último tipo de superficies estratigráficas, es decir, de la cronología relativa. Lo que equivale a reducir
son, por lo tanto, unidades estratigráficas (aunque negativas) a todos los un muro o una cloaca al mismo nivel de sencillez de un antes y un después.
efectos y deben reconocerse, numerarse y documentarse adecuadamente si Para ello es necesario pasar de la identificación topográfica de una acción a
se quiere reconstruir la secuencia estratigráfica íntegramente. su identificación numérica. El muro se convierte en el número 1.003 y la cloa-
Se puede establecer una tipología de las unidades estratigráficas negati- ca en el número 1.027, para poder llegar a pensar y a decir con facilidad que
vas que, al igual que las positivas, pueden ser verticales y horizontales. Verti- 1.027 corta a 1.003 y, por lo tanto, es posterior.
80 l/1ST RIA S " N LA TIERRA
D LA I, STRATI FI A ' 1 N /\ L/\ i\STR/\TIGRAFr/\ HI

Al numerar las unidades estratigráficas se debe evitar lo siguicnte. 1)


Prevcr series separadas de númerOS y/o de letras para diversos tipos de uni -
dades, por ejemplo una para estratos y otra para muros y demás estructuras
(hubo un tiempo que en Gran Bretaña y en Italia se d.istinguían los layer!; =
«estratos» de las features = «elementos», en la actuahdad todos ellos ~om­
prendid por el concepto de context = «unidad estratigráfica» ~. 2) InclUl~ en
la seric numérica de las unidades estratigráficas númerOS relatIvos a conJun -
tos de unidades o actividades, como las habitaciones, etc., que deben perte-
necer a otra serie; en el caso que se quiera indicar a qué actividad o a qué
CAPA UNA PE LAS VE
grupo de actividades pertenece una unidad estratigráfica se pueden agrupar
PE6E ENVMEliAUE números de diferentes series separados par un punto: 1.1.1. = grupo de ac-
CON NIÍMEliO$ AKA6U
tividad 1, actividad 1, unidad estratigráfica 1 (pp. 139 ss.). 3) Usar letras de
cualqui cr tipo, porque son numéricamente demasiado l~mitad~s, o nú~eros
FIGURA 77. Tipología de las unidades estratigráficas (UE). romanos, porque son demasiado complicados. 4) Combmar nu~eros a~a~es
o rom a nos con letras, porque dicha combinación establece una Jerarqu~a m-
terpretaliva, operación en sí misma legítima, pero que debe real~zarse md~­
pendicntemente y después de la identificación numérica de las d~versas Ulll-
dades; una de las pocas excepciones es la de las letras a y b ocaslOnalmente
añadidas al número de un pavimento de tierra batida que se va a excavar en
FIGURA 78. Hay tres soluciones gráficas para numerar el estrato 68: (a) solución a dos niveles para evitar intrusiones de materiales relativos ~ la. vida y/o. al
descartar por reiterativa; (b) solución para las secciones; (c) solución para las plantas. abandono, englobados por acción de las pisadas en la p:opla tterra batIda
(pp. 74-75). 5) Reutilizar un número ya atribuido a una ulll.da~ canc~lada ; I~s
núme ros suprimidos deben permanecer como tales. 6) Atnbulf el mIsmo nu-
merO a partes separadas de una misma unidad originaria (figura 6~). 7) Ha-
Los arqueólogos han comenzado a numerar regularmente los estratos des-
cer coincidir premeditadamente una serie numérica con la suces.Ión estra-
de los años treinta, pero todavía son muchos los estratos sin numerar en las ex-
tigráfica; los números se atribuyen de hecho .sin .un orden establec~do, a me-
trañas secciones publicadas, incluso recientemente, en las Notizie degli Scavi
dida que se identifican las unidades. Este cnteno no ha SI~O segmdo en lo
(entre ellas las, por otro lado bien dibujadas, de la excavación de P irgos en el
dibujos ilustrativos que acompañan a este texto por. la nece~ld~d. de ha~er ex-
Supplemento II!I de 1970), por lo que este criterio se puede considerar en Ita-
plícito de forma inmediata el orden de la sec~encIa ~strattgraftca, ~vIt~~do
lia de nueva adquisición. Todavía parecía más raro numerar los muros, mien-
tener que añadir a cada imagen el correspondiente dIagrama estratt.graftco.
tras que muchas veces se han numerado en las plantas las habitaciones de un
8) D ar dos veces el mismo número o renumerar. 9) Numerar una ullldad es-
edificio, operación justa pero que no suple la falta de numeración de los mu-
tratigráfica negativa con el número de la unidad más moderna. cort~da por
ros, ya que las habitaciones no son unidades estratigráficas, sino conjuntos de
aqué lla, asociado al de la unidad más antigua que la rellena (Gahbert~',1989) ,
éstas y, en consecuencia, actividades ya interpretadas (pp. 145 ss.). Tan sólo re-
porque de hacerlo así no sería posible numerar durante la excavaClOn una
cientemente se ha comenzado a numerar las superficies en sí de las unidades
fosa antes de haberla vaciado completamente yeso es algo que se hace de
estratigráficas negativas: fosas, fosos, rebajes de estratos y arrasamientos de
forma gradual en el caso de unidades muy profundas o que puede no llegar
mUros. ~a experiencia enseña que es justo uniformarse a la nOrma siguiente:
a realizarse como sucede frecuentemente con los pozos.
Una at~nción_especial debe dedicarse al punto 4, dado que dicho errar ~e
«toda uOldad estratigráfica positiva o negativa, horizontal o vertical, natural o
artificial, casual o intencionada, además de ser identificada, relacionada con
remonta al propio origen de la arqueología estratigráfica moderna en Ital~a
las demás y documentada, debe ser numerada en una única serie progresiva de
números árabes, sin que sea necesario que el orden de la serie numérica co- Y, en concreto , a la excavación de Ventimiglia (Lamboglia, 1950). Lambogha d
había elaborado un sistema mediante el cual se numeraban los estratos e
rresponda al orden de la secuencia estratigráfica». Se pueden ilustrar los dife-
aquel yacimiento teniendo en cuenta una periodización previa~e?te esta-
rentes tipos de unidades estratigráficas a numerar en un diagrama (figura 77).
blecida, por lo que un determinado número romano correspondta slempr~ a
En sección se atribuye el número que indica un estrato a su volumen, mientras
que en planta éste aparece sobre su superficie (figura 78). un período histórico concreto de la ciudad y eran las letras que acompana-
ban a dichos númerOS romanos las que indicaban los diferentes estratos. El
82 HI ST RIA S EN LA T IERRA o~ LA I ~S' I"I{ i\' I"II " I ( ' A( 'ION 1\ I.A IlS'I'RI\'I'1 ¡RAFIA

defecto de este método consiste en la confusión a priori del análisis con la


síntesis. Hay que convertir, en cambio, en algo sencillo y flexible la identifi-
cación de las unidades estratigráficas eliminando cualquier tipo de agrupa-
ción o de periodización previo. El arte de excavar y de interpretar una exca-
vación reside en no introducir los aspectos más subjetivos y de síntesis antes
de que el análisis más objetivo haya evidenciado ya todos los datos y, por lo
tanto, las aportaciones que puede ofrecer al relato (pp. 139 ss.). Además
Lamboglia numeraba sólo los estratos, como era normal en aquella época, y
no los cortes en los mismos ni tampoco los muros, pero estos últimos los in-
dicaba con letras. Otro sistema de numeración se adoptó en la excavación de F IGURA 79. La sección ilustra diacrónicamente una secuencia estratigráfica a lo lar-
Frattesina di Fratta Polesine (Bietti Sestieri, 1980). go de un solo plano vertical: las plantas ilustran sincrónicamente un período o una de
La tradición británica pretendía que el número de las unidades estrati- sus fases. Los puntos de interrogación indican las lagunas en la documentación, tanto
gráficas se representara dentro de un círculo para distinguirlo de otros tipos en planta como en sección.
de numeraciones; pero ello no es necesario porque son más bien las otras nu-
meraciones las que deben distinguirse de la serie numérica principal, como
por ejemplo la de los materiales especiales (small finds) , cuyo número puede rn I I
representarse, por ejemplo, dentro de un triángulo.
La numeración de las unidades estratigráficas de un monumento en gran
[I]=m
a [TI
I cp mI
parte excavado puede articularse por medio de dos series numéricas, la pri- e
mera relativa a las partes del monumento que se hallan ya a la vista y la se- b
gunda a la posible excavación del mismo. Pero desde un punto de vista es- FIGU RA 80. (a) Relación de igualdad (1 y 2 representan la misma unidad); (b) rela-
trictamente lógico deberían identificarse todas las unidades estratigráficas, a ción en el tiempo (la unidad 2 bajo la unidad 1 significa que la precede en el tiempo) ;
la vista y por excavar, en una única serie de números (p. 91). Los responsa- (c) correlaciones (las unidades 1 y 2 puestas a un mismo nivel se consideran contem-
bles de diferentes sectores de una misma área de excavación pueden utilizar poráneas).
también una misma serie numérica. Para no correr el riesgo de utilizar más
de una vez el mismo número, basta con prenumerar las fichas que se van a
utilizar (estas son las opciones escogidas en la excavación en la vertiente sep- este fin. De hecho, las secciones y las plantas seleccionan siempre un aspec-
tentrional del Palatino). Otra posible solución es la de asignar a cada sondeo to diacrónico o sincrónico de la realidad que se quiere representar y no per-
o sector un conjunto de números predeterminados, del 1 al 999, del 1.000 al miten la visión global de todas las unidades estratigráficas, de sus relaciones
1.999, etc. Al primer responsable que agota los 999 números se le pone a dis- y correlaciones esenciales, la única que permite controlar de forma sintética
posición un nuevo millar de números. toda la estratificación traducida en estratigrafía (figura 79).
Se ha dicho que el propio sondeo o área de excavación constituye una Una representación global de la estratigrafía no puede ser topográfica, es
unidad estratigráfica negativa, por lo que se le podría reservar el número decir, realista, sino solamente estratigráfica, es decir, reducida a la única di-
cero, al que debería corresponder una ficha de documentación, del tipo de la mensión del tiempo relativo, lo que conlleva el paso del verismo al simbolis-
SAS (pp. 91 ss.). En dicho caso el número uno correspondería al humus. mo, como por ejemplo un diagrama en el que aparezcan todas las unidades es-
Para el registro de las unidades estratigráficas, véase la p. 161 ss. tratigráficas reducidas a números. En el diagrama dichos números se inscriben
en un rectángulo y las relaciones esenciales que se establecen entre ellos se re-
presentan por líneas de conexión entre los rectángulos que contienen los nú-
Secuencia estratigráfica meros. Este diagrama se parece a un árbol genealógico (figura 80) en el que las
tres dimensiones de la topografía, intraducibles en la bidimensionalidad del
La excavación presupone la articulación del pesado subsuelo en partes papel, pueden ser introducidas reduciéndolas a la bidimensionalidad cronoló-
discrecionales y su recomposición en un modelo que le devuelva su sentido gica de un «antes» y de un «después», y, por lo tanto, a la cuarta dimensión del
unitario original, pero impregnado por el perfume de la interpretación. Sin tiempo, la cual se puede representar en una hoja aunque recurriendo en algu-
reconstrucción nos perderíamos en el maremagno de las unidades estratigrá- nos casos a la solución gráfica de los «puentes» (p. 86).
ficas. No hay representación espacial que pueda servir de forma exhaustiva a A esta solución se ha llegado, sólo en tiempos recientes, después de un
H4 I I! I ,A I! S'I'I(A'III ,'I( 'A( 'I )N A I.A I!S'I'I(¡\'I'IURA I,' fA
III S'I'() IU AS I\N I ,A 'l' I I\ RI~A

largo esfuerz . f"re nte a la necesidad de c ntrolar las ce rca c.l ' di "j', mil
I I unidades estratigráficas identificadas en la excavación de la Low'l' 13l'Ook
2 3 Street, en Winchester, sin tener que consultar miles de fichas y de n fi ·OS , 11.
e. Harris inventó en 1973 el matrix o diagrama estratigráfico (liarris, 11)7\) ,
FIGURA 81. (a) La unidad 1 precede estratigráficamente a la 2 ya la 3 (se baja por las Se trata de la mayor conquista de la arqueología estratigráfica con l ' l11pon
líneas de 1 a 2 y a 3), que no mantienen entre sí ninguna relación estratigráfica propia- nea (en 1972, había aparecido en Londres el volumen de J. Hayes I .all' 1<11
mente dicha (no se puede subir ni desplazarse lateralmente de 2 a 3 o viceversa). man Pottery, que facilitaba los mejores fósiles directores para dalar 'sl rulo,
para más de medio milenio de historia romana). Las sucesivas críticas plO
4 6 4 6 puestas alternativas al matrix, aunque útiles, no han conseguido c.l 'Vtdll UI 111

FIGURA 82.
H H
5 "7

La unidad 4 estratigráficamente es más tardía que la 5 y la 7. La unidad


importancia del descubrimiento ni perfeccionar sustancialmente las solll -jo
nes prácticas (Carver, 1983-1990). Con el diagrama estratigráfico de Il arris s-
cierra definitivamente a principios de los setenta la fase wheeleria na iniciada
en Maiden Castle en 1934 y la lambogliana iniciada en Ventimiglia en 19 8,
y se abre la de la arqueología de campo de nuestros días, que pronto alcan-
7 tiene una relación estratigráfica directa con la 4, demostrada por las dos líneas que
separadamente conectan la unidad 4 con la 5 y la 7, lo que sirve para ilustrar que nin- zará los veinte años de vida.
guna relación estratigráfica directa conecta la unidad 6 con la 5 (al no poderse desde Las reglas necesarias para construir un diagrama estratigráfico son las
6 subir a 4 para después bajar a 5), como podría erróneamente pensarse si el diagra- siguientes. 1) La relación estratigráfica entre dos unidades se expre a co n
ma se hubiese hecho en forma de H: véase la segunda solución propuesta (en la que líneas de conexión entre sus dos números; dicha relación se sigue sólo re-
de 6 se baja a 5, lo que implica una relación inexistente entre ambas unidades). corriendo las líneas de arriba hacia abajo y nunca al contrario (figura 81),
2) Las conexiones en forma de H son equívocas, y expresan relacion s \ 11 -
I trecruzadas que no existen (figura 82). 3) Contrariamente a lo que ocurr ' ell

I
4-
bq
I
I
t5
geología, la secuencia estratigráfica arqueológica no puede equiparars . al 01
den físico de la estratificación, por lo que hay que evitar transferir inm 'di I
tamente las relaciones físicas al diagrama (figura 83). Por lo que lo s' ti .
ben expresar las relaciones esenciales entre las unidades, descartando In -as
de conexión redundantes. Esto se obtiene aplicando rigurosamente la le tll'
FIGURA 83. Si bien existe una relación física de superposición entre la unidad 2 y la la sucesión estratigráfica: «la relación esencial de cualquier unidad estrati '1' 1-
5, la línea que las conecta directamente es reiterativa, dado que esta misma relación fica a) con las más antiguas o b) con las más recientes es: a) en el primer cas
se halla ya indicada por la línea que pasa por la unidad 3, que en la secuencia asume la relación entre la unidad estratigráfica en cuestión y la unidad estra tigrá fi -
una posición intermedia entre ambas unidades.
ca más tardía de todas las más antiguas; b) en el segundo caso la relación en-
r -- - - - - - T - - --...,
tre la unidad estratigráfica en cuestión y la unidad estratigráfica más anti 'Uf)
, ' de todas las más recientes» (Harris, 1979; figura 84). 4) Al construir el dia -

:ti ¡ ¡
1
I
2
grama hay que estudiar la disposición más conveniente de las diversas ra mas
para evitar inútiles mezclas de líneas (figura 85). El orden ideal sería el qu '
hace corresponder la serie de ramas de la secuencia de izquierda a dere hu

n
r- - -- --- - --- - ------ -------- - - - - --- - -- - - -- - - -- --.,--- - - --, ! l

I
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6

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6 1
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1
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~ - - - - - - - - - ~ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ ____ ___ 1 _________ __ __ JI
1\ I n
b
a I
'J
I
4
b
9
I
+
I

FIGURA 84. La ley de la sucesión estratigráfica permite pasar de la estratigrafía (a)


al diagrama estratigráfico (b) en su versión reiterativa, por lo tanto, equivocada, y en FIGURA 85. Diagrama estratigráfico: (a) mal dispuesto; (b) bien dispuesto (las uni-
su versión correcta, simplificada. dades 7 y 8 se han invertido).
III S' I'()H IAS I I N I ,A ' l'II ! ltRA
1) 12 I, A HS' I'I{A' I'II "I( ' A(' 1 N A I ,A I3STRATI(; Ri\ 11fi\ H7
I I
121 128 12? 122
~
12'1 1n~
132
1.1

135
I
a
F IGURA 86. La línea que va de la unidad 129 a la 134 pasa por debajo (indicándolo
con un semicírculo) de la línea que une las unidades 130 y 135, por lo que se evita que
la unidad 129 aparezca en relación directa, de hecho inexistente, con la unidad 135.

con la de una visita guiada al monumento que tenga una propia lógica, fase
por fase. Pero en un yacimiento complicado ocurre inevitablemente que, in-
cluso después de haber estudiado las mejores disposiciones de las ramas del
árbol estratigráfico, un cierto número de unidades estratigráficas se hallen
m
W
\ 6 \
entrelazadas de forma tan compleja que hace inadecuada la representación
bidimensional del diagrama. En dicho caso, es necesario servirse de una so- 1 1
9 10
lución que sugiera un elemento tridimensional, lo que se obtiene introdu-
ciendo en el diagrama semicírculos de conexión o puentes, que permiten a las
líneas horizontales cruzarse con otras verticales evitando, gracias a esta es-
1'12
I
pecie de «paso subterráneo», cruzarlas perpendicularmente y crear relacio- r I
nes inexistentes a los niveles estratigráficos subyacentes (figura 86). En cual- 13 , I
1+
I b
quier caso, es necesario reducir los puentes a lo estrictamente imprescindible 15"
para obtener un diagrama claro. 5) Al final del diagrama deberían aparecer e
dos siglas: FE = Final de la excavación), que indica el punto 'en el que la ex- F IGU RA 87. (a) Sección; (b) axonometría desgajada de la sección; (c) diagrama es-
cavación ha debido interrumpirse; o FEA = Final de la excavación arqueo- tratigráfico de la sección.
lógica, que significa que se ha llegado a lo que en lenguaje convencional se
llama la tierra «virgen».
La utilidad del diagrama estratigráfico se puede comprender aplicándo- edificio o a un conjunto de edificios, se adjunta finalmente a la docume nta-
lo tan sólo al dibujo de una sección (figura 87), pero resulta todavía más evi- ción global de la excavación, es decir, a la ficha SAE.
dente si incluimos en él todas las unidades estratigráficas, aparezcan o no en El diagrama elaborado durante la excavación indica el orden seglln ' 1
las secciones y las plantas del período. cual deben excavarse las unidades estratigráficas (figura 88), pone en cvi.
La elaboración del diagrama estratigráfico corre paralela a la excavación. dencia eventuales incongruencias y errores cuando todavía se está a ti cmpo
Más exactamente sigue a la identificación con la trowel de las relaciones en- de subsanarlos y ayuda a programar la investigación. Desde este pun to el '
tre las unidades estratigráficas (figura 46) previa a la propia excavación, si vista sustituye la función que anteriormente cumplían los testigos. Pero ' 11
bien finalizada ésta debe ser recontrolada. Al final de cada jornada hay que vez de ocultar las relaciones estratigráficas las pone todas en evidencia el '
verificar y reorganizar el diagrama para continuarlo al día siguiente. Una vez (orma simultánea.
en el laboratorio se debe proceder a unificar los diversos diagramas del área E n el caso de un edificio de una sola planta puede valer la pena subdivi-
de excavación, inicialmente elaborados por los responsables de los diversos dir el conjunto objeto de análisis en conjuntos más funcionales y limi tados
sectores. El diagrama global del área de excavación, correspondiente a un como las habitaciones. Pero ante un edificio de diversas plantas puede resul -
tar conveniente plantear el análisis articulándolo por paredes. Con la combi-
88 IIIST RIAS ,N LA TI RRA

a
FIGURA 88. (a) Se identifican con la trowellas relaciones de superposición física en- 3. LA DOCUMENTACIÓN
tre las unidades estratigráficas que se han diferenciado en superficie; (b) se elabora el
diagrama que indica el orden bajo el cual excavar dichas unidades (1 ,3, 6 Y8 pueden
ser excavadas simultáneamente en primer lugar, después le llega el turno a 5 y, final- LAS FICHAS
mente, a 10).
Fichas de las unidades estratigráficas y de sus materiales
nación de los alzados se obtiene en este caso un alzado general interior que Después de haber identificado y numerado las unidades estratigráfica y
puede relacionarse con el exterior por medio de las aperturas. Más tarde se- de haber establecido sus relaciones estratigráficas es necesario describirl a ,
rán los pavimentos los que conecten las cuatro paredes de los alzados de de- Resulta difícil decir si la descripción debe preceder a la redacción del dia-
talle (Francovich-Parenti, 1988, p. 278, figuras 14-15). La estratigrafía de los grama estratigráfico o viceversa, al ser una presupuesto de la otra. n una
edificios tiene algunas características propias en lo relativo al «cubre/cubier- época no lejana se describían las unidades estratigráficas en el «diario d ' 'X
to», las correlaciones y la repetibilidad de los experimentos estratigráficos, cavación». Esto se realizaba sin un orden preciso ni unas normas Conc,. ' tus,
características que deberían identificarse y describirse mejor. por lo que las noticias se acumulaban de forma parcial y arbitraria. A 'lulIl
A continuación veremos cómo el diagrama desarrolla una función de mente, la descripción se recoge en fichas preestablecidas en las qu s pI' I

guía esencial en todas las operaciones de síntesis que siguen a la excavación, vén los apartados que hay que rellenar y después completar y contr léll' Iras
del estudio de los materiales a la determinación de las actividades o de los haber documentado gráficamente la unidad, al menos con una planta acota
grupos de actividades a la periodización y a la elaboración de las plantas da (pp. 116 ss.), tras haberla excavado. Sin una documen~ación objetiva,. '1
compuestas o de período, que son el presupuesto fundamental de las recons- diario de excavación puede servir como máximo para regIstrar las refleXIO-
trucciones finales. nes interpretativas y estratégicas de la dirección de la excavación. Las ficha s
son para el método Barker-Harris lo que el diario de excavación era para
el de Wheeler-Lamboglia.
Quien escribe ha introducido en Italia, a partir de 1976, las primeras fi -
chas de sondeo o área de excavación, de unidad estratigráfica, de unidad s-
tratigráfica de revestimiento y de unidad topográfica. 1 Las fichas fueron pre-
sentadas, discutidas y mejoradas por una comisión creada en el seno d .1
Instituto central del catálogo, en la que estaba presente el equipo de SeU fl-
nestre, y también en el congreso de Siena Come l'archeologo opera sul ca/~/ .
po de 1981 (Carandini, 1981, pp. 103 ss.). El Instituto central del catál?go dl,o
a conocer a continuación las Norme per la redazione delta scheda dt sagglO
stratigrafico (SAE) (Parise Badoni-Ruggeri, 1984) ~ las norm.as p ~ra la r ".
dacción de las otras fichas relativas a aquélla, de umdad estratIgráfica (U '),
de unidad estratigráfica de revestimiento (UER) y las tablas para los mat '.
riales de las unidades estratigráficas (TMA). El mismo Instituto difundió a
continuación la Strutturazione dei dati delte schede del catalogo. Beni archeo·
logici immobili e territoriali (Parise Badoni-Ruggeri, 1988), donde aparecían
también las fichas correspondientes a la investigación topográfica, que com-
i)O III S')'()IHA S Il N LA TI E RRA 11t)( ' I } MI ~ NTAC I N 91

pletaban así el sistema de fichas principales necesarias para la arqueología de


campo.
La jerarquía con la que dichas fichas fueron concebidas es la siguiente. Á11.EA I
De las fichas de Yacimiento (SI) dependen por un lado (sector topográfico)
la ficha de Conjunto arqueológico (CA), de la que dependen las de Monu-
mento arqueológico (MA) y de Monumento arqueológico-hija (MAH), y por
el otro (sector estratigráfico), la ficha de Sondeo arqueológico estratigráfico
(SAE); de ambas partes (sectores topográfico y estratigráfico) dependen las
fichas de Unidad estratigráfica (UE), de Unidad estratigráfica mural (UEM)
y de Unidad estratigráfica de revestimiento (UER); de estas últimas dependen . <...~ •. ::>/).

finalmente las Tablas de los materiales (TMA), la ficha de Material arqueoló-


gico (RA) y la ficha para la Numismática (N). Las fichas de SI, CA, MA Y FIGURA 89. Sondeos y áreas de excavación dentro de las diversas zonas en las que S'
MAH deberían estar descritas en manuales de topografía y de dibujo ar- ha subdividido el yacimiento.
queológico, lo que se echa verdaderamente en falta. En este sistema la ficha
MA representa el documento en el que se deben describir las unidades to-
pográficas o de yacimiento halladas en la investigación topográfica y la lec- blicaciones arqueológicas, que deberían estar mejor coordinadas a nivel na-
tura estratigráfica de un monumento no excavado. Esto conlleva que para un cional. Dicha actitud conlleva una absurda separación entre catalogación y
mismo monumento las unidades estratigráficas observadas, pero no excava- edición que consiente perpetuar de forma temporalmente ilimitada la ' «pro-
das, sigan una numeración especial y formen parte de la ficha MA, mientras piedades» institucionales y privadas de bienes arqueológicos, y que imp n '
que las excavadas tengan otra numeración y consten en la ficha SAE. Para límite a la libertad de investigar, y el culto a lo inédito, mientras que cada v ''/,
resolver esta dicotomía de la documentación, debida al sistema informático somos más conscientes de que los comentarios que se pueden hacer <.1 ' UIl
utilizado, hay que hacer referencia a las fichas SAE en la MA. Queda, por monumento son potencialmente infinitos, por lo que hay que redefinir ' lli'tl
otro lado, que las unidades estratigráficas relativas a un solo monumento, debe ser el papel de la primera publicación de cada uno de ellos.
leídas en alzado o excavadas, pertenecen a nivel ideal a un único conjunto El manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo <.l e I ,()I!
por lo que, en principio, podrían numerarse dentro de una única serie numé- dres presenta fichas todavía no incluidas en el sistema del Instituto c ' 11lral
rica (p. 82 ). del catálogo y que deben tomarse en consideración para completarlo: la fi ha
El hecho de que el Instituto central del catálogo haya sabido captar la de unidad estratigráfica lígnea, la de unidad estratigráfica de deposición fu -
novedad de la arqueología experimental, coordinar los resultados de las neraria y aquellas para muestras paleoambientales (Site manual, 1990).
mejores experiencias de excavación y llegar, antes de 1988, a un sistema re- El sistema de fichado se debería poder actualizar y difundir teniendo 11
lativamente orgánico de fichas topográficas, estratigráficas y tipológicas, lo cuenta las investigaciones de vanguardia italianas y extranjeras. La cristaliza-
que no tiene paralelo en las otras parcelas de los bienes culturales, artísti- ción podría ser el límite de un fichado entendido de forma demasiado buro-
cos, arquitectónicos y etnoantropológicos, es sin duda algo verdaderamente crática y el sistema informático debería garantizar una ductilidad razonabl e.
relevante. Las fichas aumentarán, se mejorarán y se completarán. Faltan al- Al relacionar las voces de las fichas del Instituto central del catálog s'
gunas fichas y estamos especialmente retrasados en el campo del glosario y indican los títulos de los párrafos, de los campos y, sólo en algunos cas 5, <.1 '
en el del dibujo arqueológico. Pero las fichas disponibles son más que sufi- los subcampos; para los cuales se remite a las normas anteriormente citadas.
cientes para considerar cerrado, al menos para la administración central de
los bienes arqueológicos, el período de desfase, que ha durado unas dos ge-
neraciones, de la arqueología italiana en el sector de la arqueología de cam- Ficha de sondeo arqueológico (SAE)
po. Hay que esperar que los arqueólogos que excavan estén a la altura de
este conjunto de fichas, se adapten a ellas de forma inmediata y compren- Las voces previstas son las siguientes:
dan su importancia . Los años ochenta han sido fundamentales a este res-
pect y abren sin duda las puertas a la arqueología de campo del próximo 1. Códigos de catalogación: 1.1. Ficha SAE, 1.2. Código unívoco, 1.3. nli-
mileni . dad que ficha, 1.4. Entidad competente.
Tolalrn 'nt n' alivo s, en cambio, el hecho de que el Instituto central 2. Referencia a otras fichas: 2.1. Localizaciones (2.1.1. Localización geográfi -
((l" 'al lOA) s' ti sint r se del final de toda catalogación, es decir, de las pu- ca, 2.1.2. Centro histórico, 2.1.3. Zona urbana [figura 89], 2.1.4. Sector ur-
IIISTOIU/\ S I: N 1./\ TIERR/\ 1./\ I)()('\ IMI \NT/\('I()N

3. Referencia a olras jI·ltas.


4. Localización: 4.l. Hab itación, 4.2. Sector, 4.3 . Cuad rícul a, 4.4. )hj 'lo,
5. Cronología: 5.1. Relaciones estratigráficas, 5.2. ronología gen ri ' H, .. .1.
Cronología específica, 5.4. Período o fase estratigráfica, 5.5. ' 1' 111 ' 1l1 0H
que fechan.
6. Datos técnicos: 6.1. Medidas, 6.2. Cotas, 6.3. Estado de conse rva i<ÍIl , (v I.
Fiabilidad estratigráfica.
7. Descripción del estrato/Datos analíticos: 7.1. Criterios de disl inci 11 , 7, ,
Modo de formación, 7.3. Componentes, 7.4. Consistencia, 7.5. ('o lor, '1 .h,
FIGURA ~O. El s~c.tor 1 del sondeo 12 realizado en la zona B no se ha completado, Descripción, 7.7. Interpretación, 7.8. Materiales presentes, 7.9. Mu ' SIIll H,
por motivos clentlflcos o prácticos, mientras que se ha avanzado en el sector 2. 7.10. Flotación, 7.11. Cribado, 7.12. Análisis en laboratorio, 7.13 bs ' IV!l
ciones.
8. Documentación: 8.1. Documentación fotográfica, 8.2. Documentaci n 'r,
bano, 2.1.5. IGM (NT. Mapa del Istituto Geografico Militare), 2.1.6. Par- fica, 8.3. Videodisco, 8.4. Bibliografía específica, 8.5. Referencia a viejas fi
cela catastral, 2.1.7. Datos de excavación: Entidad responsable, Entidad fi- chas, 8.6. Redactor, 8.7. Funcionario responsable, 8.8. Revisión e informa-
nancladora, Autor de la excavación, Fecha de la excavación, Colabora- tización, 8.9. Fecha de registro, 8.10. Actualización.
dor/es de excavación, Bibliografía).
3. Objetos: 3.1. Sondeo, 3.2. Habitación, 3.3. Sector (figura 90), 3.4. Cuadrí-
cula. Nos parece adecuado hacer algunos comentarios y proponer algunas
mejoras. En la voz Unidad estratigráfica (1) habría que precisar si es «p< -
4. Cronología: 4.1. Cronología genérica, 4.2. Cronología específica, 4.3. Cri-
ten o de datación. sitiva» o «negativa». Las subvoces relativas a las Relaciones estratigráfi ' (lS
5. o.atos téc~ico~: 5.1. Posición del sondeo, 5.2. Medidas, 5.3. Cota, 5.4. Con- (5.1.) deberían ser, para la secuencia física: «se une a», «se apoya a/s' le
diCiones fmalIzada la excavación, 5.5. Restauraciones a realizar, 5.6. Pro- apoya», «cubre/cubierto por», «corta/cortado por», «rellena/rellenado I)()I )I,
puesta de excavaciones a realizar. Y para la secuencia estratigráfica: «igual a», «comparable a», «más HUI il'lI I
6. Dat~~ analí~icos: 6.1. Geomorfología, 6.2. Geología, 6.3. Pedología, 6.4. Si- que» (precisar la UE más antigua de las más tardías) y «más tardfa qlll' ''
tuaclOn agncola y natural, 6.5. Uso actual del terreno, 6.6. Investigaciones (precisar la UE más tardía de las más antiguas). La voz Período o I'mw l':'
precedentes, 6.7. Motivo de la excavación, 6.8. Observaciones acerca del tratigráfica (5.4.) debería contemplar también el número de actividad () d '1
método, 6.9. Interpretación, 6.10. Secuencia cultural, 6.11. Observaciones. grupo de actividades. En cuanto a las cotas (6.2) en la ficha de Londr 's SL'
7. Datos administrativos: 7.1. Situación jurídica, 7.2. Condicionantes existen- ha previsto, en la cara posterior, una tabla y un espacio para croqui relati
tes, 7.3. Uso actual, 7.4. Propuestas para la protección y la revalorización. vos a las cotas y, por delante, un pequeño rectángulo en el que poner unfl
8. Documenta~ión:. 8.1. Documentación fotográfica (8.1.1. Tipo, 8.1.2. Orga-
x cuando las cotas se han tomado en relación al nivel del mar y se han in-
Olsmo/propletano, 8.1.3. Colocación, 8.1.4. Número de negativo, 8.1.5.
A~t?r, 8.1.6. Fe~ha, 8.1.7. Cota, 8.1.8. Bibliografía), 8.2. Documentación
dicado en la planta de la unidad estratigráfica (p. 116 ). En los Datos 'Ina -
grafl~a, (8.2.1. TipO, 8.2.2. Escala, 8.2.3. Organismo/propietario, 8.2.4. Co- líticos (7) se deberían indicar también los instrumentos utilizados en la ex-
locaCión, 8.2.5. Número de inventario, 8.2.6. Autor, 8.2.7. Fecha, 8.2.8. Bi- cavación. En relación a los Componentes (7.3), las voces previstas panl
bliografía), 8.3. Representación gráfica del matrix (diagrama estratigráfi- describir la unidad estratigráfica positiva en la ficha de Londres so n: l.
co), 8.4. Videodisco, 8.5. Bibliografía específica, 8.6. Referencia a viejas Consistencia, 2. Color, 3. Composición/dimensión de las partículas (por <.: n
fichas, 8.7. Elaboración, 8.8. Funcionario responsable, 8.9. Revisión e in- cima del 10 por 100), 4. Inclusiones (por debajo del 10 por 100), 5. roso!'
formatización, 8.10. Fecha de registro, 8.11 . Actualización. y extensión, 6. Otros comentarios. Para describir la unidad estratigráfi '"
negativa las voces son: 1. Forma en planta, 2. Ángulos, 3. Dimensiones/pro
fundidad, 4. Borde (arriba), 5. Lados, 6. Borde (en el fondo) , 7. Fondo, H.
Ficha de unidad estratigráfica (VE) Orientación, 9. Inclinación del eje, 10. Modificaciones de la forma ori ,inal ,
11. Estratos que rellenan, 12. Otros comentarios. En Londres se ofr c' In
Las voces previstas son las siguientes: siguiente guía para la descripción de la composición de un estrato: «frota
entre el pulgar y los dedos el sedimento mojado. ¿El sedimento es predo-
1. Unidad estratigráfica. minantemente arenoso y granuloso? 1. No. ¿El sedimento se pega C0l110 léI
2. Códigos de catalogación: 2.1. Código unívoco, 2.2. Entidad que ficha, 2.3. plastilina? 1.1. Sí. ¿El sedimento es muy viscoso y difícil de deformar? 1.1.1.
Entidad competente. Sí = Arcilla. 1.1.2. No. ¿El sedimento se rompe netamente con facilid ad?
III S'I'()IHAS I!N LA TIERRA I ,A I)( )( 'IIMnNTA '1 N 95

1.1.1.1. No !\ rcillo li/llosa. 1.1.1.2. Sí = Arcilla arenosa. 1.2. No. ¿El sedi- elabo ració n, 8.9. ~ lementos decorativos de las caras vistas, 8.10. Descrip-
mento tiene una consiste ncia lisa como la seda? 1.2.1. No = Limo arenoso . ción, 8.11. Inscripcio nes, 8.12. Escudos, emblemas, etc., 8.13. Interpreta-
1.2.2. Sí. ¿El sedimento tie ne también una consistencia viscosa? 1.2.2.1. Sí = ción , 8.14. Muestras, 8.15. Análisis de laboratorio, 8.16. Observaciones.
Limo arcilloso. 1.2.2.2. No = Limo. 2. Sí. ¿El sedimento mancha los dedos? 9. Documentación: 9.1. Documentación fotográfica, 9.2. Documentación grá-
fica, 9.3. Videodisco, 9.4. Bibliografía específica, 9.5. Paralelos bibliográ-
2.1. Sí. ¿El sedimento adquiere la forma de una bola adherente? 2.1.1. Sí =
ficos, 9.6. Referencia a viejas fichas, 9.7. Redactor, 9.8. Funcionario res-
Arena arcillosa. 2.1.2. No = Arena limosa. 2.2. No. ¿Los granos de arena ponsable, 9.9. Revisión e informatización, 9.10. Fecha de registro, 9.11.
son iguales o mayores que los de azúcar? 2.2.1. Sí = Arena gruesa. 2.2.2. No. Actualización.
¿Los granos de arena son como los de la arena marina o de las dunas?
2.2.2.1. Sí = Arena mediana. 2.2.2.2. No = Arena fina». La ficha tiene que hacer referencia a una tipología de materiales y de téc-
Hay que tomar seriamente en consideración las observaciones hechas a nicas constructivas previamente establecida (Lugli, 1957; Brogiolo, 1988; Pa-
la ficha de VE por Balista et al. (1988), aunque el tipo de documentación for~ renti, 1988b). No debe olvidarse la descripción de las cimentaciones «en trin-
malizada que éstos proponen es complicado, difícil y largo, por lo que hurta chera», «vistas», etc. y del tipo de alzado que se deduce también de los
mucho tiempo a la propia excavación. Nos parece justo profundizar en la lec- estratos de degradación y de derrumbe. Es importante indicar el resegui-
tura analítica de los fenómenos sedimentarios y pedogenéticos (una de las miento de las juntas. Véase también la ficha de UEM elaborada por R. Pa-
lIlayores carencias actuales de la arqueología de excavación), pero hacer hin- renti (Francovich-Parenti, 1988, p. 253).
'upi é de forma demasiado unilateral en esta dirección corre el riesgo de ha-
. ' r olvidar que es el abc estratigráfico elemental el que frecuentemente se ol-
vida en las excavaciones y que un exceso de tecnicismo en dicha línea puede Ficha de unidad estratigráfica de revestimiento (VER)
desmotivar a los excavadores o distraerles de los otros aspectos del conoci-
miento que también son importantes para la comprensión de la excavación. Si se excava un estrato formado por estucos caídos, deberán describirse
Una nueva propuesta de ficha de UE para la prehistoria ha sido planteada sus características globales en la ficha de VE, acompañada con la descripción,
por Galiberti (1989). Sin negar la utilidad de dichas contribuciones, la nece- en un cuaderno o ficha específica, de las diversas placas de estuco pintado
sidad de separar la arqueología prehistórica de la histórica es algo más la- caído.
tente en el Mediterráneo que al otro lado de los Alpes y este interés en mar- Esta descripción se articula según las voces siguientes, elaboradas por E.
car las diferencias perjudica, a veces, a las dos. Fentress para la excavación de Settefinestre (Fentress-Filippi-Paoletti, 1981;
Fentress,1982).
Ficho de unidad estratigráfica mural (VEM) 1. Conjunto (número árabe).
2. Coherente/incoherente (subrayar).
Las voces previstas son las siguientes: 3. Bandejas de subconjunto (números romanos en minúscula de las bandejas
utilizadas para colocar los subconjuntos en los que se ha subdividido el
l. Unidad estratigráfica mural. conjunto para comodidad en su transporte).
2. Códigos de catalogación: 2.1. Código unívoco, 2.2. Organismo que ficha, 4. Bandejas de fragmentos esporádicos del conjunto (número total).
2.3. Organismo competente. 5. Cara arriba/abajo (subrayar).
3. Referencia a otras fichas. 6. Cubre /cubierto por (relaciones físicas de los conjuntos entre sí).
4. Localización: 4.1. Habitación, 4.2. Sector, 4.3. Cuadrícula. 7. Pared (indicar la pared Norte, Sur, Este u Oeste a la que probablemente
5. Objeto. el conjunto pertenecía).
6. Cronología: 6.1. Relaciones estratigráficas, 6.2. Cronología genérica, 6.3. 8. Bandejas de esporádicos (numeradas aparte con números romanos en mi-
núscula porque no se pueden asociar a ningún conjunto coherente o inco-
Cronología específica, 6.4. Período o fase estratigráfica, 6.5. Elementos
que fechan. herente) .
7. Datos técnicos: 7.1. Medidas, 7.2. Cotas, 7.3. Orientación, 7.4. Estado de
co nservación, 7.5. Restauraciones modernas, 7.6. Fiabilidad estratigráfica.
H. D/'scripción de la estructura/Datos analíticos: 8.1. Tipología de la estructu- Para esta parte, cf. pp. 60 ss. Mientras que la ficha de VE resulta en par-
ru , 8.2. Técnica constructiva, 8.3. Material constructivo que la forma , 8.4. te insuficiente para la descripción de estratos cuyo interior deba excavarse
Mili 'ria l o l1structivo que la une, 8.5. Configuración del paramento, 8.6. micro estratigráficamente (como en el caso de estucos pintados caídos), es del
Sis! ' nltl d ' co nstrucción, 8.7. Signos de cantera o de obra, 8.8. Trazas de la todo inadecuada para la descripción de unidades estratigráficas de revesti-
III S' I'()IO/\S I ~ N 1, /\ T " l l ~R/\ I ,A I H)j '\ IMIIN I'/\( ' I()N 1)7

mi e nto arc.¡uil ecl )ni 'o in si/u (UER) O restauradas y reconstituibles in situ 2. Posición (verti 'u l, dia ollul, horiwnta l).
(pavimentos que no sea n ele tierra, pinturas y estucos). De ahí la necesidad 3. Orientación.
de elaborar una fi cha de VER con la aportación fundamental de M. de Vos 4. Sección (con espacio para el dibujo, en el que se indica n incluso los ti '.
talles naturales de la madera, corteza, anillos de crecimiento, milo, IIU ·
(en Carandini, 1981, pp. 325 ss.).
dos, etc.).
Las voces previstas son las siguientes: 5. Estado de conservación.
6. Dimensiones (inmediatamente después del hallazgo).
1. Unidad estratigráfica de revestimiento. 7. Tipo de elaboración (tronco escuadrado, cortado en dos mitades, en ClI lI
2. Códigos de catalogación: 2.1 . Código unívoco, 2.2. Organismo que ficha , tro partes, serrado de forma radial o paralela).
2.3. Organismo responsable. 8. Trazas de elaboración.
3. Estructura del complejo: 3.1. Referencia vertical. 9. Juntas y anclajes.
4. Referencia a otras fichas . 10. Signos intencionados o grafitos.
5. Localizaciones: 5.1. Localización geográfica (colocación) , 5.2. Coloca- 11. Otras observaciones (variaciones de color y otras trazas) .
ción específica, 5.3. Inventario del Museo o de la Soprintendenza, 5.4. 12. Método de la documentación (en relación a las condiciones de la made-
Localización geográfica (del hallazgo), 5.5. Modalidad del hallazgo, 5.6. ra, si se ha dibujado y fotografiado antes o después de la excavación,
Habitación, 5.7. Sector, 5.8. Cuadrícula, 5.9. Datos de excavación. etc.).
6. Objeto: 6.1. Definición (6.1.1. Pared, 6.1.2. Pavimento, 6.1.3. Techo). 13. Reutilizaciones (trazas de usos precedentes).
7. Cronología: 7.1. Relaciones estratigráficas, 7.2. Cronología genérica, 7.3. 14. Diagrama estratigráfico.
Cronología específica, 7.4. Fase estilística, 7.5. Período o fase estratigrá- 15. Interpretación: referencia a un edificio, a un medio de transporte o a otra
fica, 7.6. Elementos que fechan. cosa (y a las correspondientes fichas de DE).
8. Datos técnicos: 8.1. Medidas, 8.2. Perfiles/ángulos, 8.3. Estado de conser- 16. Documentación.
vación, 8.4. Restauraciones modernas, 8.5. Fiabilidad estratigráfica. 17. Cotas (indicadas en el reverso) .
9. Descripción de la estructura/Datos analíticos: 9.1. Estratos preparatorios 18. Muestras.
(9.1.1. Número del estrato, 9.1.2. Grosor, 9.1.3. Color, 9.1.4. Componen-
tes inorgánicos, 9.1.5. Componentes orgánicos, 9.1.6. Dibujos guía, 9.1.7. En el sistema londinense el edificio o el medio de transporte de mad ' fH
Improntas posteriores), 9.2. Superficie, 9.3. Relación entre el revesti- deberían ilustrarse en conjunto en una ficha de UE que debería hacer r .1' .
miento y la estructura arquitectónica, 9.4. Descripción y/o esquema de- rencia a cada uno de los elementos de madera, y describir cada uno en su co-
corativo, 9.5. Inscripciones, 9.6. Interpretación/Noticias histórico-críticas,
9.7. Dibujos, 9.8. Muestras, 9.9. Análisis de laboratorio, 9.10. Observacio-
rrespondiente ficha de UEL (Site manual, 1990). Una correcta descripci ón d .
nes.
las maderas implica disponer de un glosario de carpintería (sobre las diver-
lO. Documentación: 10.1 Documentación fotográfica, 10.2. Documentación sas formas de serrar un tronco de árbol, d. ibid., 1990 y Donati, 1990, figura
gráfica, 10.3. Videodisco, 10.4. Manuscritos, 10.5. Bibliografía específica, 39, de donde hemos sacado la figura 157c).
10.6. Paralelos bibliográficos, 10.7. Exposiciones, 10.8. Referencia a vie- La numeración de los diversos tipos de unidades estratigráficas (U ,
jas fichas, 10.9. Redactor, 10.10. Funcionario responsable, 10.11. Revisión UEM, UER, UEL) debe ser una sola. Las fichas anuladas deben conser-
e informatización, 10.12. Fecha de registro, 10.13. Actualización. varse. Las unidades identificadas en sección pero no durante la excavación,
o no excavadas pero en parte visibles, pueden describirse en las ficha s pr -
cisando las circunstancias de su identificación. Antes de rellenar cada ficha
Ficha de unidad estratigráfica lígnea (UEL) habría que indicar en el correspondiente registro: 1) el número de la unidad,
2) su definición, 3) a qué sector de la excavación se refiere, 4) la fecha, 5)
Una ficha para la madera todavía no ha sido elaborada por el Instituto la firma del responsable. Las fichas deberían conservarse en un clasifica-
central del catálogo. La madera se conserva en los terrenos embebidos de dor por orden numérico, en el que poderlas controlar y consultar fácilm n-
agua y, por lo tanto, anaeróbicos. En Inglaterra esta situación se da frecuen- te. La copias de las fichas pueden organizarse de otra forma (por sondeos
temente, como en los casos ya famosos de York y de Londres. o sectores) para uso de los responsables de los diferentes sectores de la x-
La fi cha en uso en Londres, además del número de la unidad y los códi- cavación. Para rellenar las fichas hay que escribir con letra clara y utili -
lOS ele catA logación, prevé las siguientes voces: zar una terminología estándar para facilitar la memorización e informati7.a-
ción de los datos. Para ello hay que elaborar un glosario. Un intento en
l. Tipo (v iga horizontal , palo , elemento de unión, mesa, viga de coronación, este sentido se hizo en el marco del proyecto «Eubea» relativo a la catalo-
'Nl n 'H, ' l e.). gación de los bienes arqueológicos de Nápoles y de los Campos Flegreos. 2
III S'I'()I{IAS LN 1,/\ '1'1BRRA I,A I)O( '\ JMilN'I'A( 'I ON 99
.Es urgente la e laboración de una norma tiva e n dicho sentido por parte del Tablas de materiales (TMA)
Instituto central de l catá logo.
Los materiales localizados durante la prospección, en la excava i n y los
conservados en los almacenes, quizás sin una procedencia precisa pero aso-
Ficha de unidad estratigráfica de deposición funeraria (VED) ciables a tipos bien conocidos, se describen en las tablas de mate rial S ar-
queológicos (TMA) preparadas por el Instituto central del catálogo.
Una ficha para las deposiciones funerarias no ha sido todavía elaborada Las voces previstas son las siguientes:
por el Instituto central del catálogo.
En Londres se usa una ficha para el contenedor funerario (Site manual, 1. Tabla de materiales.
1990), la cual, además del número de la unidad y los códigos de catalogación, 2. Códigos de catalogación: 2.1. Código unívoco, 2.2. Organismo que fi hft ,
prevé las siguientes voces: 2.3. Organismo responsable.
3. Referencia a otras fichas.
1. Unidades que rellenan el corte de la tumba. 4. Localizaciones: 4.1. Localización geográfica (colocación), 4.2. Coloca-
2. Corte de la tumba. ción específica, 4.3. Inventario del Museo o de la Soprintendenza, 4.4.
3. Esqueleto. Localización geográfica (del hallazgo) , 4.5. Modalidad del hallazgo, 4.6.
4. Forma, dimensiones y características del contenedor funerario. Datos de excavación.
5. Descripción y diagrama estratigráfico (del que debe excluirse el número 5. Objeto: 5.1. Objeto (5.1.1. Definición del material, 5.1.2. ClaselVarie-
del esqueleto). dad/Representación, 5.1.3. Producción, 5.104. Forma, 5.1.5. Definición ,
6. Estado de conservación. 5.1.6. Tipo).
7. Tratamiento conservativo. 6. Cronología: 6.1. Cronología genérica, 6.2. Cronología específica.
8. Documentación. 7. Datos técnicos: 7.1. Material y técnica (7.1.1. Técnica de elabora 'í n,
9. Cotas (en el reverso). 7.1.2. Superficie externa [tratamiento], 7.1.3. Superficie externa I 0 101'1.
10. Materiales (en relación con el contenedor: clavos y otros materiales a in- 7.1.4. Superficie interna [tratamiento], 7.1.5. Superficie interna I '01011 .
cluir en la planta). 7.1.6. Pasta), 7.2. Decoración (7.2.1. Definición/Molduras, 7.2.2. T ' n l(' II,
11. Muestras. 7.2.3. Posición, 7.2.4. Descripción).
8. Datos cuantitativos: 8.1. Ejemplares enteros (8.1.1. Número [total1, 8. 1, ,
En Londres se usa también una ficha para esqueletos humanos (Broth- Diámetro del borde, 8.1.3. Diámetro del fondo, 8.1.4. Altura, 8. 1.5. P ' NO
total, 8.1.6. Inventario), 8.2. Ejemplares reconstruidos (8.2.1. Núm ro
well, 1972; Site manual, 1990) que incluye, además del número de la unidad
[total], 8.2.2. Diámetro del borde, 8.2.3. Diámetro del fondo , 8.2.4. A ltu-
y los códigos de catalogación, las siguientes voces: ra, 8.2.5. Porcentaje de circunferencia, 8.2.6. Peso total, 8.2.7. Inventario),
8.3. Fragmentos (8.3.1. Parte conservada, 8.3.2. Número, 8.3.3. Pes,
1. Tipo de tumba. 8.3.4. Diámetro del borde, 8.3.5. Porcentaje de circunferencia, 8.3.6. J n-
2. Corte de la tumba. ventario).
3. Contenedor funerario. 9. Datos analíticos: 9.1. Datos epigráficos, 9.2. Análisis de laboratorio, 9.3.
4. Gráfico del esqueleto (colorear los huesos conservados). Observaciones.
5. Cotas (cráneo, sacro, pies). 10. Documentación: 10.1. Documentación fotográfica, 10.2. Documentací n
6. Orientación. gráfica, 10.3. Paralelos bibliográficos, IDA. Referencia a' viejas fichas,
7. Posición del esqueleto. 10.5. Redactor, 10.6 Funcionario responsable, 10.7. Revisión e in for mati-
8. Estado de conservación. zación, 10.8. Actualización.
9. Descripción (medidas, posición de las extremidades, patologías, etc.).
10. Relaciones físicas.
11. Diagrama estratigráfico (sólo si no hay contenedor funerario, ya que la Para cuestiones de método en el estudio de los materiales, véase e l volu -
posición estratigráfica es idéntica a la de este último). men segundo de la edición de la excavación de Settefinestre (Ricci, 1985).
12. Calidad de la excavación y de la recogida de materiales. Es aconsejable redactar para cada estrato una ficha de síntesis relativa a
13. Tratamiento conservativo. los materiales, que tenga en la parte frontal la lista de las clases y, detrás, e l
14. Materiales asociados con el esqueleto (precisando también cómo se han
detalle de las producciones, formas y tipos .
recogido).
Existen incluso fichas relativas a la distribución espacial de los materia-
les, como la que forma parte del sistema de documentación del Departa-
l (lO III S' I( )I{ I i\S l /N I i\ ' I'II ~ RI ~A
LA DO ' M IJNTI\('I N L01
me nto de Prchi ·to ria d ' la Univ ' fsid ud dc ranada (R egistro A rqueológico ,
1986). Ficha de las muestras paleoambientales (FMP)

U na fich a para las muestras de suelo todavía no se ha elaborado por par-


Ficha de material arqueológico (RA) te del Instituto central del catálogo.
La que se usa en Londres (Site manual, 1990), además del número de
Los materiales únicos o especiales y los tipos de las diversas clasificacio- unidad estratigráfica y de muestra (a numerar en un registro especial) y de
nes de los productos en serie se describen en fichas de bien arqueológico los códigos de catalogación, prevé las voces siguientes.
mue ble elaboradas por el Instituto central del catálogo (Papaldo-Ruggeri-
ignore, 1988). Se trata de las fichas de material arqueológico (RA) y nu- 1. Porcentaje de todo el estrato.
mismático (N). 2. Medidas y cantidad en litros (un cubo = más o menos 15 litros).
3. Recogida de la muestra (en planta o en sección).
Para la ficha RA las voces previstas son las siguientes:
4. Grado de contaminación.
5. Inclusiones (huesos, cerámica, madera, materiales orgánicos, etc.).
1. Códigos de catalogación: 1.1. Tipo de ficha, 1.2. Código unívoco, 1.3. Or-
6. Carácter del estrato.
ganismo que ficha , 1.4. Organismo responsable.
7. Cronología del estrato.
2. Estructura global: 2.1. Referencia vertical, 2.2. Referencia horizontal.
8. Motivo de la muestra (comprendidas las cuestiones más concretas).
3. Localización: 3.1. Localización geográfica/Ubicación de la colección, 3.2.
9. Croquis para localizar la posición de la muestra.
Colocación específica, 3.3. Ubicación original, 3.4. Referencia a la ficha
del contenedor, 3.5. Tipo de colocación, 3.6. Inventario del Museo o de
la Soprintendenza, 3.7. Localización geográfica/Lugar de procedencia, Una ficha para cada material o muestra paleoambiental con el fin de ob-
3.8. Colocación específica, 3.9. Fecha, 3.10. Localización geográfica/Lu-
tener identificaciones o precisar cronologías (C14, dendrocronología, etc.) no
gar donde se conserva, 3.11. IGM, 3.12. Parcela catastral, 3.13. Modali-
dad del hallazgo, 3.14. Datos de excavación, 3.15. Referencia a la ficha ha sido todavía elaborada por el Instituto central del catálogo. Se usa, en cam-
del contenedor, 3.16. Área geográfico-cultural, 3.17. Referencia a objetos bio, en el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres. 3
del mismo contexto.
4. Objeto: 4.1. Objeto (4.1.1. Definición, 4.1.2. Detalle definición tipológica,
4.1.3. Denominación/Dedicación, 4.1.4. Clase/Producción), 4.2. Cantidad, Los GRÁFICOS Y LAS FOTOGRAFÍAS
4.3. Tema, 4.4. Relación con obra original final , 4.5. Reutilización.
5. Cronología: 5.1. Cronología genérica, 5.2. Cronología específica, 5.3. Medidas tridimensionales
Fase estilística, 5.4. Período o fase estratigráfica.
6. Definición cultural: 6.1. Autor, 6.2. Contexto cultural, 6.3. Localización Para elaborar secciones y plantas es necesario disponer de puntos segu-
geográfica, 6.4. Área geográfico-cultural de ejecución.
ros en el espacio en los que anclar la representación dibujada de la realidad.
7. Datos técnicos: 7.1. Material y técnica, 7.2. Medidas, 7.3. Estado de con-
servación, 7.4. Exámenes del objeto, 7.5. Restauraciones. Se podría creer que la fotogrametría puede sustituir los dibujos tradicionales
8. Datos analíticos: 8.1. Descripción, 8.2. Inscripciones, 8.3. Escudos, emble- pero no es así (Caciagli, 1981, pp. 351 ss.). El dibujo arqueológic~ ,se ca~ac.te­
mas y marcas, 8.4. Noticias histórico-críticas. riza por la ventaja inigualable de ser una mezcla de representaclOn obJetlva
9. Datos administrativos: 9.1. Compra, 9.2. Condición jurídica, 9.3. Notifica- y de selección e interpretación subjetiva de la realidad; pensemos en el alza-
ciones, 9.4. Enajenaciones, 9.5. Exportaciones. do de un muro, en el que aparezcan las superficies subrayadas y se hayan.co-
10. Documentación: 10.1. Fotografías adjuntas, 10.2. Fotografías existentes, loreado los diversos materiales constructivos y los diferentes morteros (fIgu-
10.3. Radiografías, 10.4. Diapositivas, 10.5. Documentación gráfica, 10.6. ra 109). El dibujo arqueológico no es una imagen más o menos realista de la
Videodisco, 10.7. Fuentes manuscritas, 10.8. Bibliografía específica, 10.9. realidad, sino una representación más o menos realista de la realidad inter-
Paralelos bibliográficos, 10.10. Exposiciones, 10.11. Referencia a viejas fi- pretada en sus componentes y en las relaciones entre los mismos. Se trata
chas, 10.12. Redactor, 10.13. Funcionario responsable, 10.14. Revisión e
pues de un dibujo más científico que artístico o documental, que debe adap-
informatización, 10.15. Fecha de registro, 10.16. Actualización.
tarse a las necesidades de la estratigrafía. Por dicho motivo gran parte de la
Para no alargarnos no ilustramos la ficha numismática (N) elaborada si- documentación gráfica no debería delegarse en dibujantes o arquitectos,
guiendo la ficha RA y añadiendo los «campos» específicos. Por ahora es iné- siendo los arqueólogos capacitados para dibujar con exactitud y también con
dita pero se puede consultar en el Instituto central del catálogo. inteligencia los que deberían elaborarla. De lo contrario el dibujo se super-
pone, desde fuera, a la excavación en vez de enraizarse en ella y ser la re-
l A I )()('UM I ! N' I'A ' IÓN 10.\
102 III S' I'OI{IAS I \N I ,A TIERRA

.. ~ ' /1 ! U EXCAVAC/ON

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16 100 200

FIGURA 92. Teoría del sistema de coordenadas. (a) Punto teórico de origen (O/O) . (b)
FIGU RA 91. Sistema de triangulación a partir de piquetas situadas en los bordes del Falso punto de origen, seleccionado con el fin de tener en la excavación secuencias de
área de excavación (las líneas discontinuas indican algunas mediciones de control). números en las centenas y en las decenas para las abscisas y las ordenadas (120/200)
para evitar posibles confusiones (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).
presentación de su proceder. En aquellos casos en los que no puedan evitar-
se los dibujantes externos, éstos deben conocer las reglas del juego estrati-
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gráfico. Ya no se trata de imitar a los dibujantes del siglo XIX o de principios I ( "t¿VETA$
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de este siglo, que con hábiles trazos intentaban hacer las plantas más atracti- I
. . . .. .. . . •• ;: ./ VA~/LLA$

vas y perspicuas. Se trata más bien de conjugar el aspecto arquitectónico con


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el estratigráfico, sin temer que los detalles analíticos del segundo puedan 2}O -i
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fragmentar la organicidad de visión sintética del primero. No faltan especia- I


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listas que trabajen en esta línea como M. Medri y R. Parenti (Medri, 1981 y '1
I
1988; Parenti, 1988a; pp. 20-21 Y 119-120). Especialmente urgente sería dis- 210 -1
I
... . . . ... . .... . ... .
poner de un manual arquitectónico-estratigráfico de dibujo arqueológico I
d e
(para un dibujo de tipo arquitectónico, cf. Giuliani, 1976). Aquí sólo pode- L - -r - - T -- T - -r - -,~ ~~~~
mos dar algunas indicaciones de carácter general.
% 1511 !JO 170

FIGURA 93. Una aplicación del sistema de coordenadas a un área de excavación. Las
E n una excavación se pueden usar tanto la técnica del dibujo indirecto, piquetas (d) se han colocado alrededor de la excavación a intervalos de un metro y
que se sirve de instrumentos ópticos, como el dibujo directo, que se sirve de las varillas metálicas (e) en la excavación a intervalos de dos o cuatro metros. 135/2 7
medidas tomadas con dobles cintas métricas aplicando el sistema de la trian- indica un punto y también, precedido por M (M 135/237), el ángulo suroeste de un
gulación (figura 91). Dicho sistema consiste en individualizar la posición de metro cuadrado (a). 147.51/2388.49 indica un centímetro cuadrado (b) . Una sec i n
un punto en el espacio partiendo de la posición de dos puntos ya conocidos. puede, por lo tanto, identificarse indicando los dos puntos que delimitan la Hnea ti '
~ J ideal reside en la combinación de ambas técnicas: la primera válida para sección (c) (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).
el encuadramiento general y la segunda para la documentación de detalle.
U n modo sencillo para establecer un sistema de referencia para las me- se obtiene imaginando el área de la excavación colocada asimétrica m ' ni '
didas tomadas en horizontal en la excavación es el de crear una cuadrícula respecto a las coordenadas, de tal manera, por ejemplo, que en el eje de las
del yacimiento. Se pueden así identificar los puntos a definir en el espacio abscisas tengamos valores cercanos a 200 m y en el de las ordenadas valor 's
por medio de coordenadas. Imaginemos una excavación orientada norte-sur. cercanos a 100 m (figura 92). Las subdivisiones de los ejes se indican colo-
Se escoge al suroeste de la excavación un punto de origen O/O que se halle cando alrededor de la excavación una serie de piquetas a intervalos regular 's
fu era de la misma y que servirá solamente como punto abstracto de referen- de 1 a 5 metros, según las necesidades. En el interior de la excavación las in-
cia . Partiendo de dicho punto se establece un sistema de coordenadas sobre tersecciones de las coordenadas se evidencian con varillas metálicas. Pique-
la excavación, de forma que los ejes se dispongan paralelamente a los ejes tas y varillas tienen que estar marcadas con sus propias coordenadas, indican-
principal . del yacimiento a excavar. Para evitar confusiones los valores en do primero el este y luego el norte (figura 93). Con dicho sistema un metro
I s ejes, alred dar y dentro de la excavación, tienen que ser diferentes. Esto
IOI!. !II N'I'( )!(¡A N ¡iN LA 'I'II ! !( !(A
l A 1)(){ 'llMHN'I'A IÓN 10.

r iCU RA 94. Parrilla para dibujar las plantas en la excavación (Barker, 1977, figu-
ra 50) .

'uadrado o un punto en la excavación se pueden identificar con la sola refe-


rencia a las coordenadas. Si se añade su cota, cada punto está perfectamente FIGURA 95. El nivel óptico.
lo alizado en el espacio tridimensional.
Con el sistema de coordenadas indicadas en el terreno se pueden utilizar
parrillas de un metro de lado y subdivididas en cuadrados de 20 centímetros
de lado (figura 94). Las parrillas facilitan el dibujo rápido de cualquier deta-
lle sobre película sin necesidad de tomar nuevas medidas (es decir, aojo),
desde el momento que, a escala 1:20, 20 cm corresponden a los lados de los
cuadrados del papel milimetrado. El marco de la parrilla puede ser de made-
ra o metal y las divisiones internas de hilo de nylon. La parrilla se debe utili-
zar bien nivelada, motivo por el que debería apoyarse en varillas móviles que
permitieran mantener su horizontalidad incluso en superficies desiguales,
evi tando las piedras sobresalientes de los estratos (Biddle-Kjolbye Biddle,
1969). Con el sistema de coordenadas los posibles errores no se suman, como
puede ocurrir con la triangulación, porque el error en un cuadrado se descu- FIGURA 96. La mira y quien la sostiene vistos desde el nivel óptico. La medida que
bre inmediatamente al pasar al siguiente. También es posible utilizar la trian- se lee en la mira es 162,5 cm.
ulación en el marco del sistema de coordenadas.
En lo relativo a las medidas verticales, se escoge un punto fijo fuera de
lA xcavación y se le considera como cota cero e, inmediatamente, se calcu- cima o por debajo del punto cero. Cuando el punto a acotar se halla fuera
la la relación entre dicho punto y el nivel del mar. Para medir la cota de un de la visión del instrumento, por estar demasiado alto respecto de éste, s •
punto de la excavación tan sólo se necesita un nivel óptico estacionado (fi- puede utilizar la mira invertida, haciendo coincidir su cero con el punt a
gura 95) y una mira. La primera operación consiste en medir la altura de acotar y sumando en vez de restar a la altura del instrumento la medida le-
estación del instrumento respecto al punto cero. En la práctica se coloca el ída sobre el punto a acotar (figura 97).
nivel óptico donde resulta más cómodo para poder observar, simultánea-
mente, los puntos de los que se debe calcular la cota y el punto cero. Su-
cesivamente se dirige la visual a la mira colocada en el punto cero y se lee En el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres las
la medida que coincide con la altura del instrumento (figura 96). Se des- cotas se indican en la parte posterior de la ficha de unidad estratigráfica, pre-
cisando la cota del punto cero respecto al nivel del mar, el valor de su lectura
plaza la mira sobre el punto a medir y se lee la nueva medida. Para esta-
en la mira y la suma de ambos valores, de la que se obtiene la altura del ins-
blecer la relación altimétrica entre ambos puntos hay que restar a la altura trumento sobre el nivel del mar. A continuación hay una lista, con numeración
del instrumento la medida leída en el punto a acotar. Así se obtienen cotas progresiva, de las lecturas de los puntos acotados, lecturas que se rest~n de la
negativas o positivas en función de que los puntos estén colocados por en- altura del instrumento para obtener la cota de los puntos sobre el nIvel del
106 1II I\'I'( )I{l AS JI.N I.A T " l l ~ R A I. A 1)()('lIM l l N I 'A ( 'I()N L07
d
ca y serie y se coloree un determi nad ti po de material con el mismo núme-
ro de lápiz.

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Secciones y alzados

Las secciones son cortes o roturas a través de la estratificación que per-


miten apreciar la dimensión vertical del yacimiento de la forma en que se ha
ido acumulando a través del tiempo. Muestran secuencias de unidades estra-
tigráficas, al contrario de las plantas que ilustran momentos específicos y, me-
diante éstos, períodos de un determinado monumento.
Los métodos de Wheeler y de Lamboglia no se preocupaban de la docu-
mentación de las unidades que no quedaban cortadas por una sección. La
r lGU RA 97. Uso del nivel óptico y de la mira para tomar cotas. (a) Punto cero: + 120
sección había sido elevada a la categoría de reina de la documentación, pero
cm (a ltura del instrumento). (b) Punto a tomar: 120 cm (altura del instrumento) - 220 el método de las grandes áreas ha redimensionado su importancia compen-
cm (medida leída sobre el punto a tomar) = - 100 cm (cota del punto). (c) Punto a to- sándola con la de la planta, hasta entonces infravalorada (Barker, 1977 y
mar: 120 cm (altura del instrumento) - 90 cm (medida leída sobre el punto a tomar) 1986).
= + 30 cm (cota del punto). (d) Punto a tomar: 120 cm (altura del instrumento) + 350 Hasta los años veinte en Inglaterra y los cuarenta, o quizás más, en Ita-
cm (medida leída sobre el punto a tomar con la mira invertida) = 470 cm (cota del lia, las secciones eran, en primer lugar, cortes arquitectónicos, dibujados al
pun to) . acabar la excavación, o sea perfiles de estructuras o ilustraciones de situa-
ciones topográficas y arquitectónicas (Maiuri, 1973) y no imágenes del con-
junto de la estratificación, o sea de muros y de estratos tomados en cuenta
mar. Cuando las cotas sobre el nivel del mar se calculan y se trasladan a las también a través de sus relaciones recíprocas.
plantas de unidad estratigráfica ello se indica en la voz relativa a las cotas, que El uso de la sección se difundió de forma preferente para los cortes en
se halla en la parte posterior de la ficha de unidad estratigráfica. los que se documentaban estratos horizontales, normalmente aislados de las
correspondientes estructuras constructivas, por lo que parecían estrechos po-
Los dibujos (secciones, alzados y plantas) se pueden numerar progresi- zos estratigráficos, casi calicatas. Estos análisis angostos y profundos del te-
va mente en una sola serie, o en dos series, sin un orden especial, y escogien- rreno pueden ser útiles en geología, campo en el que la superposición física
do una serie para las plantas (colocando antes del número la letra P) y otra coincide en general con la secuencia cronológica, y para valorar la potencia
para las secciones y alzados (colocando antes del número la letra S). En Lon- arqueológica de un yacimiento, pero son completamente inadecuados para
dre , tanto las plantas como las secciones de una unidad estratigráfica llevan documentar las estratificaciones arqueológicas complejas que no presentan,
el número de ésta, lo que facilita mucho su localización. Por otro lado, con- como es de todos conocido, superposiciones regulares. Cuanto más limitada
viene indicar en el dibujo el lugar, el año, el número del sondeo o del área, es la sección, más se alcanza la ilusión de hallarse ante una estratificación ho-
la escala, la fecha, el autor del dibujo y, a veces, el diagrama estratigráfico. rizontal y de poseer, por lo tanto, la llave para la comprensión de la estrati-
Pa ra los dibujos que no corresponden a una sola unidad estratigráfica todos grafía del yacimiento. Dichas secciones profundas y estrechas son hijas de
estos datos deben anotarse en un registro de la documentación gráfica para una arqueología de campo dubitativa, que frente a las grandes remociones
no dar dos veces el mismo número y para disponer de una lista completa de de tierra tradicionales reacciona atrincherándose en labores teóricamente
la documentación. Este registro corresponde, evidentemente, al registro de correctas pero tan limitadas que hacen que sus resultados carezcan de valor
las fichas de unidad estratigráfica (p. 160 ss.) y al registro de los materiales sig- real (figura 98).
nificativos (pp. 118, 212). Cada excavación debería tener su propio estilo de De la ausencia de secciones o de las secciones reducidísimas hay que pa-
documentación con criterios gráficos uniformes. Piedras, ímbrices, tejas y la- sar a las amplias y profundas, repletas de unidades estratigráficas interrela-
drillos deben dibujarse de forma realista y a escala, pero esto no puede ha- cionadas entre sí que son la verdadera imagen de las cuencas estratigráficas
cerse con el mortero y con otros componentes menores de un estrato, que de- creadas por el hombre, especialmente desde que vive en grandes centros ha-
ben distinguirse con símbolos gráficos (Carandini, 1985a, 1*, figura 7). El uso bitados. 4
de lápices de colores es aconsejable siempre que se utilicen de la misma mar- La sección sirve para evidenciar las relaciones físicas de la estratificación
IOH III ... IIII( I ¡\S I, N A TIl.lRRA LA DOCUMENTACIÓN 109
~ _- - _ ... .::.,. \('11 .' -5 ... 8
--- ó \--_-w--t-- -.,- --t---- ---,,...--; - --_
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- - - - ---- ---_~ _ _ _4_
-------
~IGURA 98. La excavación y la sección «a pozo» simplifican la estratigrafía oscure-
ciendo la complejidad de la realidad (en línea discontinua). FIGURA 100. (a-e) Excavación incorrecta según la imagen de la sección (las unidad's
2 y 4 se mezclan).

b
b'

FIGURA 101. (A-F) Excavación correcta según la planta (la sección de los estratos en
curso de excavación se indica con un punteado).

FIGU,RA 99 .. Dos secciones paralelas de un limón ofrecen dos imágenes diversas en-
tre SI. Lo mIsmo ocurre en una estratificación.
los estratos antes de ser excavados y no el volumen de los mismos. La v nla-
ja consistía en disponer de un sistema dúctil de secciones que los te ti os d .
Wheeler impedían obtener, el riesgo estaba en la multiplicación de s 'ion 's,
a lo larg? de un determinado plano vertical, cuya posición en el espacio tie- De hecho éstas nunca eran suficientes porque las unidades estrati 'r:'tfi 'liS
ne que figurar en planta. Inmediatamente después de dicho plano la situa- que no pa~aban por una sección no quedaban reflejadas en la docum nla 'io ll
ción puede cambiar incluso de forma drástica (figura 99). En este sentido se detallada. Al tener que realizar muchas secciones, la excavación se re tI'a ~mhll
puede afirmar que la sección ofrece una visión muy selectiva de una estrati- sin que a cambio se obtuviera una documentación analítica de todas las ulli
ficación pero capaz de ilustrar su complejidad y su profundidad.5 La sección dades estratigráficas. Por este y por otros motivos el método de Lambo ,Iin
representa a sí misma y poco más. Por lo tanto, considerar la sección como la no llegó a superar el nivel alcanzado por la mejor arqueología de camp d '1
mejor guía para una correcta actuación en la excavación tiene poco senti- período comprendido entre las dos grandes guerras europeas. A pesar dc eH ,
do, porque se excava inmerso en un espacio tridimensional y la sección sólo quien aprendió de él las primeras nociones en una época claramente c n~ra ­
comprende dos dimensiones. Solamente la planta acotada consigue, en cier- ria a la cultura estratigráfica, no le estará jamás suficientemente agrad Ido
ta forma, sugerir las tres dimensiones dentro de la limitación bidimensional (Carandini, 1985c y 1987a).
del papel, por lo que parece más isomorfa a la estratificación y a su excava- Si se colocan en planta, se acotan y se fichan todas las unidades 'strill i-
ción. También por este motivo el excavador debe excavar como si fuese un gráficas ya no es necesario multiplicar las secciones. Son suficicnl S las ti ' 1
helicóptero que aterriza verticalmente y no como un avión que vuela en ho- perímetro de la excavación y alguna otra más especialmente si nifi 'UlivlI ,
rizontal (figuras 100, 101). que se puede obtener quizás de las propias plantas acotadas de las unidad ..
. Allí donde predominan los intereses sedimentarios y pedológicos la sec- estratigráficas, siempre que las cotas se hayan tomado frecucnt m ' lil e y 1
CIÓ~ es.la base de la documentación (Balista et al., 1988; Brogiolo-Cremaschi- guiendo una serie de alineaciones preferenciales.
Gehchl, 1988; Cremaschi, 1990), por lo que la preferencia por un tipo de do- Conocemos diferentes tipos de secciones: acumulativa, e ll el ('01'11', IJ(tI
cumentación gráfica depende también de las características de la excavación sional e interpretada (de la móvil ya hemos hablado).
y de los intereses preferentes de los excavadores.
Lamboglia dio un paso adelante respecto a la rígida cuadrícula wheele- Secciones acumulativas. Pueden ser de una sola unidad
riana al evitar realizar sondeos demasiado pequeños y al disponer secciones de una habitación, de un sondeo o de un área de excavaci q (fi tIT
móviles a lo largo de los puntos cruciales de la excavación. Las cotas se to- En este último caso se presenta como una sección en el cor,tt;: afiadi 111 ' 11 ,' 1
maban a partir de unas gomas elásticas colocadas a nivel por encima de la ex- interior de la excavación. Se trata de excavar cada estrato a forma r)ar ' 11'11
cavación. De tal manera se obtenía solamente el perfil de las superficies de hasta la línea de ser.r.ión () p n rlM ~ n~+~n _ 1___ . _ • • l .
11() III STO RIA S EN LA TI E RR A l A 1)()( 'I JMJlN·I'ACI N II1

b c

FIGURA 102. Secciones acumulativas de unidades, habitaciones y sondeos o áreas de


excavación. En (a) y (b) la excavación se ha planteado también por cuadros alternos. FIGURA 104. Cartelitos con los números de los estratos, sujetados con clavos, en las
superficies de los estratos, en planta y en sección.

obstante, el humus tiene que ser acotado para poder añadir su perfil a las se -
ciones que se planteen sucesivamente.
a b e
Secciones en los cortes. Las secciones en los cortes son primordiall11l'll
FIGURA 103. El testigo estrecho y temporal no es una solución aconsejable. te las de los cortes del sondeo o del área de excavación y, ocasionalmeot " III S
de algunos testigos. Deberían dibujarse a medida que avanza la excava i n
compararse, al final, con lo que se ve de forma global en el corte. Para g HII¡\I'
dos líneas de sección, como se hace en la excavación por cuadrículas. Des- tiempo muchas veces se dibujan al acabar la excavación, pero puede succd ' 1'
pués de haber dibujado el estrato según el perfil de su superficie y según que la lluvia u otros incidentes hayan dañado su superficie. Puede ser útil ' 1
las características internas de su volumen (lo que no se podía hacer en la uso de cartelitos, con los números de los estratos, fijados durante la excava-
sección móvil), se excava la parte restante del estrato de tal manera que de- ción en las s~perficies de las correspondientes unidades estratigráficas (figu-
saparece materialmente la línea de sección. Con este sistema se pueden ob- ra 104). En Gran Bretaña se utilizan los «white water proof labels with 00
tener pequeñas o grandes secciones en el corte que se superponen pero que hale». La visión de conjunto del corte puede revelar a posteriori unidades es-
no dejan trazas físicas, sin tener que dejar permanentemente franjas estre- tratigráficas o relaciones entre sí mismas no vistas o mal interpretadas du-
chas o anchas de tierra que interrumpen la continuidad de la información rante la excavación. En tal caso, se pueden numerar las unidades estratigrá-
estratigráfica. Los testigos, aunque sean largos, estrechos y se quiten rápi- ficas no identificadas, rellenar sus correspondientes fichas de UE y corregir
damente, complican de forma significativa las labores de excavación (figu- las que se habían ya redactado (sin anular las indicaciones primitivas y f '.
ra 103). chando las correcciones). Las modificaciones deben aparecer en el dibuj o fi -
Las ventajas de la sección acumulativa consisten en ser al mismo tiempo nal de la sección. No hay que olvidarse de actualizados cartelitos qu e ce rti·
como una sección en el corte y una móvil, en que puede ser planteada, des- fican la procedencia de los materiales.
viada o abolida en cualquier momento y en que conlleva una perfecta co-
rrespondencia entre planta y sección. Su defensor es Barker (1977) que, jus- Secciones ocasionales. Se trata de secciones que aparecen en el co!'t .
tamente, recomienda hacerlas con el nivel óptico, ya que las gomas elásticas pero que no han sido planteadas por el excavador. Se deben al vaciado de ano
del sistema tradicional fácilmente se destensan. tiguas destrucciones o a cortes modernos de estratificaciones precedentes.
Las secciones sólo se pueden plantear después de haber alcanzado el pri- Este es el caso que se da cuando se excava el relleno de una fosa o de una
mer estrato de abandono, expolio o destrucción y, por lo tanto, las crestas de trinchera cuyas paredes, si se limpian con atención, son indicadores precio-
algunos muros. Plantear secciones sobre el humus es hacerlo a ciegas. No sos de porciones de tierra no excavada (figura 105). En la estratificación que
11 2 III S' I'() I( I S ¡IN 1.1\ ' 1'I IlRRi\ 1 A 1H)( " IM¡lN' I'i\( '1( N I IJ

2
4 4
s s
6 6

F IGURA 105. Pared de una fosa excavada incorrectamente, a la izquierda, y correc-


tamente, a la derecha. Solamente a la derecha puede aparecer la sección que muestra
los estratos 3-6 cortados por 2.

F IGURA 107. La excavación de una gran trinchera para una cloaca urbana pone a la
vista una sección ocasional.

Secciones interpretadas. La sección interpretada puede ser útil n li


versas circunstancias, para simplificar secciones complicadas de ca ra H Il'
construir mentalmente lo ocurrid06 o para elaborar secciones simplifi 'U dll,
de realidades complicadas, documentadas en intervenciones de ur' ' 1\ ·jll
FIGURA 106. Trincheras entrecruzadas de expolio de muros mostrando secciones oca- (Barker, 1977, figuras 44-45) .
sionales que permiten conocer, al menos parcialmente, la estratificación del lugar, sin En ocasiones las secciones pueden resultar demasiado complicadas y r '.
necesidad de excavarla. pletas de unidades estratigráficas, por lo que puede considerarse adecuado
desdoblarlas en dos dibujos: uno más veraz en lo referente al volumen de los
estratos y el otro más esquemático e interpretativo, solamente con los núme-
aparece en el corte y que no se tiene intención de excavar es conveniente nu- ros de las unidades estratigráficas y algunos pies de figura explicativos (Ba r-
merar las unidades, rellenando las correspondientes fichas de UE y dibujan- ker, 1977, figura 16).
úo us secciones con el fin de hacer una especie de excavación sin excavar (fi- Frente a un corte con estratos relativos a diversos períodos se puede co n-
ura 106). siderar útil representar, junto a la sección detallada, otra articulada en fun -
E n ocasiones los medios mecánicos que se utilizan para hacer trinche- ción de grupos de estratos caracterizados con una trama o con un color pa ra
ra o en áreas al aire libre dejan a la vista secciones de notable interés. Di- cada período. Un dibujo de este tipo permite una visión interpretada del 0 11 -
chas secciones deberían dibujarse e interpretarse y se les debería sacar el junto de la estratificación, que puede ser eficaz para los más variado niv '1 's
máximo rendimiento desde un punto de vista científico. Este autor vio hace de comunicación y que puede perfectamente acompañarse con la sección r ,-
años en Cagliari una gran trinchera excavada mecánicamente y con cortes constructiva en la que se debe basar.? La sección interpretada corre pond "
especialmente nítidos a lo largo de una calle perpendicular al puerto. Se po- en cuanto al nivel de elaboración, al de las plantas compuestas.
dían distinguir el antiguo muelle, las murallas, una zona de respeto y final-
mente las casas, pero allí no había ningún arqueólogo para dibujar la sec- Criterios gráficos. Se aconseja evitar el dibujo de las secciones llamado
ción, probablemente una de las más representativas que jamás se podrá realista, es decir, con matices entre los diferentes estratos que en realidad no
obtener de dicha ciudad (figura 107). Lamentablemente sólo en raras oca- aportan nada a su definición. La estratificación no está constituida sólo por
siones las obras de iniciativa privada o pública se utilizan para incrementar el volumen de los estratos, por sus composiciones pluriformes, sino tambi 11
el conocimiento histórico de un yacimiento, desde la prehistoria hasta la por sus superficies y por las superficies en sí que no pueden representa rs'
edad moderna. más que con líneas continuas. Por otro lado, lo que cuenta en una sección a r-
11 4 III S'I'OR I AS I~N LA 'l' 1I': RI ~A I .A 1)()(,I JM l i N'I'i\( '1 N 11.

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FIGURA 108. Diversos modos de dibujar una sección. (a) Las superficies no se indi- 1
can con líneas. (b) Sólo se indican con líneas las superficies de las unidades estrati- 1
gráficas negativas. (e) Se indican con líneas todas las superficies. (d) Se indican con lí- d e F
neas todas las superficies y las de las unidades estratigráficas negativas con un trazo
más grueso. F IGU RA 109. Interpretación de la secuencia estratigráfica de una pared. (a) l muro
l está hecho en opus incertum (siglo 11 a.c.). (b) El muro 2, en opus reliculalwn. (fi .
nales del siglo I a.c.), se apoya en ell. (e) Los muros 1 y 2 son cortados para abrir la
queológica son las relaciones entre las diferentes superficies, ya que de ellas puerta 3 (época flavia). (d) Los muros 1-3 se arruinan formándose las superficies 4 y
se puede obtener la secuencia física de la estratificación. De ahí la necesidad 5 (siglo v d.C.). (e) El muro 6, de pequeños sillares de piedra calcárea, se superpone
de dibujar con precisión los contornos de los estratos. Hay que determinar a los muros 1 y 2, restaurando la pared pero dándole mayor altura (siglo X II d.C.). (f)
mediante la excavación dónde acaba un estrato y dónde comienza el si- El muro 6 se abandona y se forma la superficie 7 (siglo XVI d.C.).
guiente. Tal decisión debe tener un paralelismo gráfico en las líneas que per-
miten reconocer las superficies de la unidad estratigráfica en sección. Los es-
tratos tienen una individualidad propia y nosotros no podemos renunciar a estratos de tierra, o que no han sido nunca completamente englobados ' 11
separarlos mediante la excavación. La sección no es el retrato fisonómico el subsuelo por haber permanecido siempre en uso. Las pinturas y los ·s
sino la documentación de una estratigrafía en un plano vertical, no como se tucos que revisten el cuerpo de una construcción crean la ilusión de (¡U ' s'
muestra sino como se ha comprendido: objetiva y al mismo tiempo impreg- trate de un monumento unitario, pero con sólo quitar ese piadoso v ' lo di
nada de interpretación. Wheeler y Lamboglia hacían bien al separar con lí- cha unidad se desmorona frente a la aparición de lagunas, roturas, tapiH los.
neas continuas los límites de los estratos. La solución de indicar solamente subdivisiones y suturas, que son las heridas que normalmente el tiempo in
con líneas las superficies de las unidades negativas (Harris, 1979, figura 15) (iere a los edificios. Transformar estas alteraciones de cimentaciones, bod '
es visualmente desafortunada, al igual que aquella antinaturalista de indicar gas, muros, puertas, ventanas, techos, revestimientos, bóvedas y cubiertas
con una línea más delgada las superficies de los estratos y con una más grue- en una explicación de toda la construcción por fases es el objetivo de la cs·
sa las superficies en sí (figura 108). tratigrafía de los alzados (algunos ejemplos significativos en Francovich-
Cada excavación debe adoptar una simbología para caracterizar la com- Parenti, 1988). Esta lectura estratigráfica hay que acompañarla con la estra·
posición y las inclusiones de los diversos estratos que resultaría difícil de ha- tigrafía de excavación, por debajo de los pavimentos de la planta baja o
cer de forma realista, como humus, estructura constructiva seccionada, arci- de aquellos de los pisos superiores que puedan esconder estratos, como I s
lla, arena, tierra mezclada con mortero, cenizas, tierra, preparación de pared, refuerzos de las bóvedas (Bonora, 1979). La manzana de casas existente e n-
pavimento de mosaico, pavimento en spicatum, pavimento de cal y fragmen- cima de la Cripta de Balbo, sin inquilinos, permite combinar ambos g n ' .
tos de cerámica, batido de cal, preparación de pavimento, firme de piedras y ros de estratigrafía con el objetivo de la restauración. Impresiona ver exc(I-
argamasa, m9ftero Yfragmentos de opus caementicium, estucos, carbón, pie- var hacia arriba liberando de los estucos las paredes medievales y mod mas
dras, desechos.8 y ver reaparecer las torres medievales que en dichos muros se oculta ban,
En el DepartamentQ de Arqueología Urbana del Museo de Londres las Por desgracia gran parte de los palacios y de las iglesias de Italia se est u-
secciones se dibujan a escala 1:10, indicando los puntos cardinales y las coor- dian sólo de forma superficial por historiadores del arte y de la arquit · '-
denadas espaciales en los extremos de la línea de sección. Pero no hay que tura que, sólo en raras ocasiones, son expertos en estratigrafía. Por di ho
respetar siempre dicha escala, corrientemente se utiliza la 1:20. Resulta có- motivo, las restauraciones de edificios adolecen frecuentemente de un aná-
modo que la escala de las secciones se corresponda con la de las plantas. lisis previo. Tampoco es que se trate de dejar los monumentos en un es ta-
do de palimpsesto más propio de una ruina que de un edificio vivido. Pero
Alzados. El método estratigráfico sirve para leer el subsuelo pero una cosa es una nueva capa de pintura que hace de envoltorio a una es-
también para comprender los monumentos ya excavados, liberados de sus tructura sustancialmente desconocida, y otra es una nueva capa de pintura
11 6 III S' I'ORIAS HN I.A '1'1 l RRA 1 1\ I H)( 'I IM I! NTI\('I N 11 7

que r cubre un obje to fin almente comprendido en sus diversas partes (Ca-
randini, L987b; Francovich-Parenti, 1988).
E l dibujo en alzado de una pared supone, además de la sección de los
muros perpendiculares a la misma, el dibujo piedra a piedra o ladrillo a la-
drillo del muro de fondo , distinguiendo los diferentes tipos de mortero. Sólo
en algunos casos es correcto utilizar convenciones gráficas que simbolicen di-
ferentes tipos de técnicas constructivas. Líneas bien evidenciadas deberían
definir el contorno de cada una de las unidades constructivas delimitando las
superficies originales y de distribución, verticales y horizontales. Con colo-
res diferentes se pueden indicar en el dibujo los diversos tipos de materiales
utilizados (piedra calcárea, arenisca, ladrillo, mortero, estuco, etc.). Para no
deformar demasiado un buen dibujo con líneas marcadas de superficies y
números de unidad resulta útil prever, junto al dibujo realista, dibujos es 1
quemáticos que acentúen los aspectos estratigráficos e interpretativos (figu-
ra 109), como en la iglesia de San Osvaldo en Gloucester (Carver, 1987, fi-
gura 31; Rodwell, 1981). También se pueden hacer alzados de cada una de las
fases o de los períodos, como los realizados por M. Serlorenzi para Santa Lu-
cia in Selci en Roma (figura I-VI).
La fotogrametría ayuda a realizar y completar este tipo de documenta-
ción. Pero nada podrá jamás sustituir la paciente labor de análisis y de razo-
namiento en contacto directo con las estructuras. Para que una idea (una uni-
dad de información) pueda infiltrarse en una imagen hay que dibujarla.
La decoración arquitectónica debería estudiarse en relación con la lectu-
o
ra estratigráfica de las preparaciones de los pavimentos y de los muros. Por ,., 7PS- JiJI.XII
1
~---j-----II
10

desgracia esto no se ha podido llevar a cabo ni en Pompeya, donde la merito-


ria documentación fotográfica de los mosaicos y de las pinturas -urgente por
la rapidez con la que dichos revestimientos se degradan- se halla todavía es-
ci ndida de la documentación de las estructuras constructivas (Pompei, 1990).

PLanimetrías

PLantas de Las unidades estratigráficas. Parece evidente que deba elabo-


rarse de cada unidad estratigráfica la correspondiente planta acotada y que 130

dichas plantas formen parte de la documentación analítica normal de toda


excavación estratigráfica. A pesar de ello todavía sobrevive la idea de que las
plantas tengan que corresponder solamente a los estratos verticales (como VI 1786·17>8

los muros), a una selección de los estratos horizontales (como los pavimen-
tos decorados) y a un grupo concreto de superficies en sí (como las tumbas). F IGURAS I-VI. Roma, Santa Lucia in Selci, Alzado de período de M. Serlorcnzi. Jill
Esta óptica discriminatoria ha llevado a elaborar planimetrías con muros ses 1-VII.
descarnados y sin fundamento, con excepción de las habitaciones con mosai-
cos u otros pavimentos de lujo. Pero según la visión de la arqueología estra-
tigráfica, un estrato de tierra, una fosa o cualquier otro tipo de unidad estrati-
gráfica tienen el mismo derecho de aparecer en una planta que un muro, un
pavimento de mármol o una tumba.
II H III S' I'O I(Ii\ S ¡IN 1./\ ' I'I I! I(RA 1 i\ I )()( 'UM I !N' I'AC'IÓN 11 9

Antes de excavar una unidad estratigráfica hay que dibujar en planta el


contorno de su superficie, ligá ndola a estructuras murales ya dibujadas y/o a + +
la retícula del sistema de coordenadas (pp. 101 ss.). En este segundo caso,
pueden utilizarse hojas previamente impresas que, además de las intersec-
ciones de las coordenadas, prevean en su parte inferior una serie de casillas
que se deberán rellenar. Esto no excluye, naturalmente, que pueda conside- + +
rarse conveniente representar algunos estratos, no sólo en su calidad de su-
perficies, sino también por las características materiales de la parte superior
visible de sus volúmenes (pavimentos decorados, estratos de ocupación con
distribución significativa de los materiales, etc.). El borde de la unidad se in- +
dica con una línea continua, mientras que posibles superficies de destrucción
que hayan afectado al estrato se deben indicar con una línea discontinua. Si P/
la visión de una superficie queda interrumpida por el límite de la excavación, I
'ste último se indica con punto-línea-punto (pp. 125 ss.). Además de rellenar \ +
\
las diversas voces previstas en las casillas de la hoja impresa no hay que 01-
viciarse de dar los números de las coordenadas a una de las intersecciones de
la retícula para poder situar la planta en el espacio. La planta debe incluir un
número adecuado de cotas que se trasladan al dibujo a partir de la ficha de + +
unidad estratigráfica. El punto acotado se indica con un triángulo con el vér-
tice hacia abajo. A mayor desnivel de la superficie, tanto mayor debe ser el
número de puntos acotados. Éstos sirven también, más tarde, para poder re-
construir secciones. En una planta no puede aparecer más de una unidad a + + ... + + ...
no ser que diversas unidades colindantes se hallen en la misma posición es- la~~I:4 123 OJSUVACfONH
~
#=
PIS"JOPE ¡¿· T
tratigráfica. Puede indicarse la posición de los materiales arqueológicos sig- tONaDL tí.4-E
1123 1
nificativos por sí mismos o por su distribución preferente (Registro arqueo- FECHA 1ofT· B9
E>CALA 7:2 0 I.HQJ
lógico, 1986). Los materiales significativos dibujados en planta tienen que INH/TVCJ6N (EXCAVAÚÓN

estar numerados con cifras árabes insertas en triángulos, para no confundir-


las con las de las unidades estratigráficas, y deben recopilarse en un listado FIGURA 110. Hoja preimpresa para plantas y secciones a utilizar en áreas de excava-
en el correspondiente registro de los materiales significativos. ción con cuadrícula (modelo en uso en el Departamento de Arqueología Urbana del
Museo de Londres).
Las hojas impresas por el Departamento de Arqueología Urbana del Mu-
seo de Londres, que en su parte posterior tienen una cuadrícula milimetrada ciones). Las voces que aparecen en la parte inferior de la hoja son: dibujo de,
para secciones y plantas, se han concebido de este modo. Tienen unas dimen- control, fecha y yacimiento. La intersección inferior-izquierda (suroeste) debe
siones de 29 X 32 cm y un espacio reservado para el dibujo, de 25 x 25 cm, contener los datos de las coordenadas. En esta misma parte de la hoja, dos lí-
que en cada uno de sus lados está limitado por seis pequeñas cruces colocadas neas verticales y dos horizontales determinan nueve cuadrados de los que hay
a 5 cm de distancia para la intersección de las coordenadas. Trabajando a es- que indicar con una x el central, correspondiente a la hoja en cuestión, y los
cala 1:20 los cuadrados de 5 X 5 cm corresponden a una superficie real de 1 X adyacentes si por ellos se extiende la misma unidad estratigráfica, documen-
1 m que se hace corresponder con el sistema de coordenadas implantado en la tada en otras hojas. En el espacio destinado al diagrama estratigráfico sólo
zona de excavación. Si una unidad estratigráfica se extiende hacia otros cua- se indican las unidades excavadas y ya dibujadas en el mismo cuadrado. En el
drados limítrofes (más de 10 cm), ésta se dibuja en otras hojas correspondien- espacio destinado a observaciones se indican ocasionales símbolos especiales
tes a los cuadrados citados. Encima de triángulos invertidos se indican las co- utilizados para caracterizar el dibujo u otras eventualidades. El número de
tas sobre el nivel del mar que se registran también en la ficha de unidad planta/unidad se repite en la hoja, arriba a la derecha, para facilitar su locali-
estratigráfica. Las plantas (y las secciones) tienen el mismo número de la uni- zación en el clasificador (figura 110).
dad estratigráfica a la que corresponden. No hay necesidad de indicar el nor-
te, porque el sistema de coordenadas está ya orientado con el norte arriba. La Plantas compuestas o de período. Tarea esencial del arqueólogo exca-
escala se indica solamente cuando no es la habitual 1:20 (o 1:10 para las sec- vador, la tercera en importancia tras la identificación de las unidades estrati-
120 III STOR IAS tl N LA T I . RRA I A I )()( ', 1M Il N'I'A( 'IÓN 12 1

gráficas y la construcción de la secuencia estratigráfica por períodos, es la de


dar cuenta del aspecto topográfico del monumento. Dicho fin no se puede al-
... 2
canzar sólo con las plantas y las secciones de cada una de las unidades estra-
tigráficas.
Las mejores plantas de hace años destacaban más por el realismo y la
"
precisión del dibujo que por el rigor de los principios en los que se inspira-
ban. En el siglo pasado y a principios del presente siglo las plantas ilustraban
la situación en un momento determinado de la excavación, muchas veces se
sombreaban para obtener un rudimentario efecto axonométrico y las carac-
terizaciones adolecían de leyendas explicativas. En el mejor de los casos se
trataba de plantas arquitectónicas y no arqueológicas, en las que el arte de-
tallado del dibujo prevalecía por encima de las reglas del juego estratigráfi- F IGURA 111. Cinco estratos vistos en transparencia. Solo el estrato 1 cubre y no es
co. Este tipo de plantas se realizan todavía y son ejemplo de una tradición cubierto. La vida del estrato 1 es la que data la planta.
ininterrumpida (Giuliani-Verduchi, 1987). Teniendo que reconstruir la Roma
de los Tarquinios entre el Aventino y el Esquilino, con el fin de hacer una
maqueta para una exposición inaugurada en Roma en 1990, recibí algunas
críticas porque reproducía no sólo los edificios construidos ex novo por los plantas de las unidades estratigráficas, coetáneamente en uso en un mismo
Tarquinios, sino también aquellos más antiguos que habían reutilizado, como período, que se quieren componer entre sí y mostrarlas juntas en un a única
obviamente era mi obligación. En la maqueta de toda Roma, a cargo del co- imagen planimétrica. Las otras plantas de unidades estratigráficas se el 'jan
misario científico de la exposición, no aparecían los edificios anteriores al pe- aparte y pueden aparecer o no en otras plantas compuestas o de perrodo. I L'
ríodo considerado y entonces en uso, había sólo una selección de los edificios ahí la idea de la planta compuesta, en el sentido de que se compon ' U ' VII
construidos por los Tarquinios (no estaba, por ejemplo, el Circo Máximo), rias plantas de unidades estratigráficas conectadas entre sí según la ló li ' 11 lI l'
con grandes incongruencias cronológicas, como la presencia simultánea de la historia del monumento al que pertenecen. En una planta de este tipo tllI
los templos de Fortuna y Mater Matuta y los de Saturno y de los Cástores porcentaje elevado de las superficies de las unidades estratigráficas lo tipa
que, en cambio, se excluían mutuamente (Carandini, 1990a; las maquetas se recen parcialmente, ya que se hallan en parte cubiertas por otras uniuélu ·s,
hallan ahora en el Museo della Civilta Romana de Roma). Esto indica que Tan sólo la unidad más reciente de todo el conjunto sin duda alguna apar '¡; ,
las plantas por períodos es un concepto que en Italia todavía no está sufi- en su totalidad. La fecha de esta última marca también la fecha de la plan-
cientemente claro ni difundido. ta, en el sentido de que su cronología más real coincide siempre con el período
La propia idea de planta se ha ido precisando gracias a las excavaciones de vida de la unidad más reciente contenida en la planta, aunque la propia
en grandes áreas. Ésta aparece como documentación de conjuntos de super- planta puede ilustrar unidades estratigráficas formadas en un marco crono-
ficies de unidades estratigráficas construidas, vividas, reutilizadas, expoliadas, lógico precedente y reutilizadas durante ese mismo período (figura 111).
destruidas y abandonadas dentro de unos determinados períodos de tiempo, Al no poder verse completamente en estas plantas los contornos de las
es decir, una planta compuesta de superficies de un mismo período. En teo- superficies de las diversas unidades, no se pueden deducir de ellas las rela-
ría podríamos tener tantas secciones como planos verticales fuésemos ca- ciones estratigráficas ni las secuencias, lo que sí permite la sección que, en di -
paces de imaginar en el área de una excavación. En teoría podríamos tener cha ventaja, justifica su razón de ser. Mientras la validez y la duración el ItI
tantas plantas compuestas o de período como unidades estratigráficas identi- planta está limitada por una sola unidad estratigráfica (la más mod rna ),
ficadas. Por lo tanto, las plantas podrían considerarse como una serie de fo- aunque en aquélla se representen parcialmente otras unidades de la misl1H1
togramas (unidad por unidad) que ilustraran sucesivamente la acumulación fase, la sección tiene la validez y la duración de todas las unidades en ella r '
de la estratificación a través del tiempo. Pero al igual que no se pueden di- presentadas y, por lo tanto, también de todos los períodos de la estrati farra.
bujar todas las secciones imaginables, tampoco se pueden dibujar todas las Lo que antes era importante en una planta era el cuidado y la prccisi 11
plantas de una excavación. El dibujo animado de la secuencia de las diversas del detalle más que la lógica del dibujo. Aparecían muros de diversas ras ·S,
acciones materiales se puede hacer una vez, con fines experimentales o di- adosados y superpuestos en los modos más diversos (figura 112). E n elich s
dácticos, pero no más. Se debe pues escoger el momento a representar si- casos, más que de plantas arqueológicas se trataba de repertorios gráficos d '
guiendo rigurosos principios pero no arbitrariamente, como siempre se ha estratos verticales, en parte útiles pero inaceptables como documentaci n
hecho. Escoger razonadamente la planimetría significa extraer las diversas planimétrica básica de la excavación. En aquellas plantas se veían complejos
122 III S'I O I\ IM I I' N 1 1\ '1'1I !IOtA 1.1\ I )()( " JMI l N'I'1\ ('1 N 123

Pl G URA 113. Dos fases sucesivas de un mismo edificio. El estrato 5 ha cubierto y, por
lo ta nto, borrado los muros de la habitación 1, mientras que se apoya en los de la habi-
tación 4 que constituyen un añadido a los muros de la precedente habitación 2, inme-
diatamente anterior a la formación del estrato 5. La representación de los estratos ho-
rizontales impide materialmente la elaboración de plantas diacrónicas acumulativas.

e =

F IG UR A 112. Tres grupos de tres fases constructivas sucesivas, representadas de for-


+i
ma acumulativa al final de cada serie. Dichos edificios, constituidos por la suma de to-
das sus fases, históricamente no han coexistido jamás a excepción hecha de la visión
que de ellos tiene el arqueólogo una vez acabada la excavación.
¡- ~

amasijos de estructuras que frecuentemente representaban realidades que ~ ~ g;:~


nunca habían existido históricamente y que eran simplemente el resultado de F IGU RA 114. Dos muros superpuestos en una planta diacrónica pueden interpretar-
la suma de muros de diferentes períodos. Lo que el arqueólogo veía al fina- se de tres formas diversas (un muro se superpone a otro, o lo corta, o dos muros se
lizar la excavación, una vez eliminados los estratos de tierra y conservadas las apoyan en un tercero).
eslructuras, se presentaba como el resultado de la investigación. Este tipo de
dibuj os se realizaban porque sólo los muros, que por su forma larga y estre-
cha se podían añadir y superponer fácilmente, tenían derecho a aparecer en jugar un papel de síntesis didáctica de los principales acontecimientos cons-
planta. Una vez establecido que todas las unidades tienen derecho a ser re- tructivos que se han sucedido en el tiempo, pero en los casos más complica-
presentadas en planta, este tipo de plantas absurdas ya no se pueden repetir. dos resultan incomprensibles incluso para el arqueólogo que no esté familia-
Los estratos horizontales cancelan con su propia extensión los muros oblite- rizado con dicha excavación. En la excavación de la vertiente norte del
rados de las fases precedentes, obligando así a razonar histórica y no ya glo- Palatino, al final se elaboró una planta global de las estructuras a escala 1:20,
balmente (figura 113). Por otro lado, incluso las superposiciones de muros en hojas separadas, que fueron reducidas y conectadas entre sí a escala 1:50.
acababan por ocultar importantes realidades, aunque fuese por poco, hasta el Las plantas de estrato, al igual que las secciones a escala 1:20, se realizan bien
punto que no se podía deducir de aquellas plantas si un muro cortaba o se su- triangulando desde las estructuras, bien utilizando la cuadrícula, especial-
perponía a uno precedente, o si dos muros se apoyaban en un tercero (figu- mente útil cuando las estructuras son poco accesibles por estar lejos, más pro-
ra 114). fundas o invisibles por no haberse descubierto todavía. Cada estructura mu-
Aunque este tipo de plantas diacrónicas y arbitrariamente selectivas no ral que se excava se borra del dibujo a lápiz de la planta de interfase y se
tienen sentido en el campo de la documentación científica, pueden resultar traslada a plantas de estructuras articuladas en grandes períodos cronológi-
de utilidad para fines prácticos siempre que los muros de las diferentes fases cos. El espacio que de este modo queda libre en la planta de interfase sirve
se caractericen de forma diversa. Las plantas de final de excavación pueden para insertar posibles nuevas estructuras subyacentes, por lo que dicha plan-
ser una base útil para elaborar las plantas compuestas y, también, para inter- ta es siempre un espejo real y actualizado de la excavación. El contorno es-
venciones de restauración o valorización de la excavación. También pueden quemático de los diversos muros se dibuja inmediatamente después de que
124 III S'I'OIW\ S I!N I.A 'l'IHRRA l. II()( 'UMJI,N'I'ACIÓN 12.
$Ecc ,6N
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'¡ANTA PE'
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'LANTA PE 2 PLANTA PE 3

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PLANTA COM'UE$TA F IGURA 116. En la planta compuesta las superficies de destrucción deben repres ' 11 -
tarse tal como son, sin substituirlas por punteados integradores o interpretativos. (a)

8ÉJ
'E~'OPO /2
Sección. (b-e l) Plantas. (e 2) Versión tradicional y errónea de e l.

ticamente documentadas y la planta reconstructiva con sus recorridos. ~s


F IGURA 115. Elaboración de una planta compuesta o de período (la elección de un aconsejable que esta última se elabore a una escala no muy alta, ya que m ,-
ejemplo elemental sirve para que se comprenda el procedimiento aunque no su utili- rece reflejar un determinado número de detalles cuya visión debe ser lobA l."
dad, utilidad que se pone en evidencia ante estratigrafías más complicadas).
Criterios gráficos. Si queremos pasar de la planta con diversas fa fl 's ti '
la excavación o de las excavaciones terminadas -de la que el ejemplo 11111.
aparezcan, pero su caracterización no se realiza hasta que les llega su «tur- famoso son las láminas de la Forma Urbis de Lanciani (1893-1898)- fl 111,
no» en la secuencia estratigráfica de la excavación. plantas compuestas por períodos o fases, si queremos pasar pues de la r '1''' .
Así se evitan los bordes de planta superpuestos a la planta general de las sentación narcisista del resultado final de la labor del arqueólogo a plHninl .
estructuras, que siempre creaban problemas de lectura. En el caso de estruc- trías lo más objetivas posible de las diversas fases en las que se puede p 'rio
turas que no se excavan, es suficiente la planta 1:50 (esta forma de proceder dizar un monumento, un barrio o una ciudad, hay que traducir la planl fl
ha sido experimentada por N. Terrenato y M. Serlorenzi). arquitectónica del estado real de las cosas en plantas repletas de gramática
Solamente en contextos especialmente sencillos se pueden elaborar las estratigráfica, es decir, susceptibles de aunar la representación crítica de las
plantas compuestas directamente en la excavación, ya que en los restantes unidades, fase a fase , período a período.
casos se aconseja reconstruirlas en el laboratorio. El punto de partida es el Es necesario establecer una filología de los elementos inmuebles que 11 ' -
diagrama estratigráfico por períodos, ya que a un determinado número de gue a concretarse en criterios gráficos específicos. La propuesta que pr S n-
períodos y fases principales debe corresponder igual número de plantas com- tamos se basa en la experiencia adquirida en las excavaciones británicas e ila-
puestas, así como a un determinado número de unidades estratigráficas pre- lianas en Cartago (Hurst-Roskams, 1984; Carandini el al., 1983), en la edi i n
sentes en el diagrama para un período o fase debe corresponder igual núme- de la excavación de Settefinestre (Carandini, 1985a, 1*, pp. 26 ss., figura 6;
ro de plantas de unidad a tener en cuenta al elaborar la planta de dicho 1**, passim) y en una reflexión sintética y crítica sobre ambas y tambi n so-
período o fase (figura 115; Harris, 1979, figura 29). Evidentemente, en las bre la experiencia adquirida en la excavación de la vertiente septentrional
plantas no aparecen las unidades estratigráficas que se hallan completamen- del Palatino por M. Medri (Medri, 1988).
te cubiertas por otras unidades que se les superponen.
La planta compuesta es un documento filológico con aparato crítico pero Unidades estratigráficas de otra fase. No están en las plantas compuesl as H
no todavía una reconstrucción, motivo por el que las superficies de las uni- no ser que tapen o hayan destruido unidades de la fase, apareciendo en Inl
dades presentes en aquélla deben aparecer en su estado de conservación real caso como una sombra vacía en los límites no originales de las unidades d ' la
sin haber sido completadas con líneas discontinuas fruto de la interpretación fase tapadas o destruidas.
(figura 116). La planta compuesta representa un punto intermedio entre la Unidades estratigráficas de la fase. Muros, mosaicos, enlosados, etc., se ca-
planta final de la excavación o de las diversas unidades estratigráficas analí- racterizan de forma naturalista en su estado de conservación, con cotas ab' -
126 Ifl S'I'OIHAS I !N I.A T ll mRA I .A 1)()( 'l lM IIN'I'A(' IÓN 17

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PLANTA COMPUES·
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FIGURA 118. Alzado y plantas compuestas de muros de tres fases constructiva ; con

--r-Tur --[:1";-["-
~
línea discontinua las estructuras reutilizadas (Medri, 1988, figura 3).
L I I
B
FIGURA 117. Diferentes tipos de hachures según el perfil de la unidad estratigráfica
negativa (indicaciones del Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Lon-
dres).
~;§;I-.,-----;-- LINEA PE SECCiÓN
.
PE LA PLANIMEU/A
+
-1-- PE~fovo IV

3¡4
PEK/OPO 111

1~lii- --:h--PE~fOPOII
1 ALZAPO 1,1
lutas sobre el nivel del mar (indicadas sobre triángulos con el vértice hacia 6 PE~iopo 1
abajo) y números de unidad estratigráfica (precedidos, si es necesario, por el
número de sondeo o área seguido de un punto). Los muros y los paramentos
determinan unidades funcionales o habitaciones que tienen un número propio
(precedido por la letra A), que debe indicarse en el Registro de las habitacio-
nes. Los muros existentes bajo el plano de sección, por lo tanto vistos de for-
ma virtual, se caracterizan de forma naturalista para documentar la técnica
constructiva a nivel de su coronamiento. En realidad estas crestas de muros
~:::::~::~~~~~~ ~
- 1
PLANTA COMPUE$-
TA PEL PE~iopo 11
PLANTA COMPUEJ.
TA VE! pa/ovo 111
son superficies de destrucción, que deberían ilustrarse en otra fase, ya que la
superficie original de un muro es la que se hallaba a nivel del techo. Pero si-
guiendo este criterio nos hallaríamos ante la paradoja de representar de for- FIGURA 119. Alzado y plantas compuestas de muros de dos fases constructivas; con

ma realista los muros sólo en su fase de obliteración, por lo que hay que re- línea discontinua los muros reutilizados (Medri, 1988, figura 4).
presentar la técnica en la fase de construcción, dejando para la obliteración
solamente el límite sin caracterizar de las correspondientes interfacies de des-
trucción. Los muros conservados en alzado por encima del plano de sección y, un punteado irregular en el interior. Líneas continuas representan los trmil 'S
por lo tanto, seccionados por éste se pueden representar con una línea conti- originales de las unidades. Si están interrumpidas por los límites de la 'x ' UVII
nua para los paramentos, ya que el núcleo, a dicho nivel invisible, puede apa- ción se usa la línea-punto-línea que sirve para definir sondeos, áreas y t 'si igo
recer entre líneas discontinuas. Para indicar la calidad de los materiales de en la excavación. Los límites no originales de las unidades, debidos <1 d 'si rll~'
construcción se pueden utilizar simbologías de trazos que, por el nivel de abs- ciones posteriores o al hecho de estar cubiertas por unidades más mocl ' rnll N
tracción, deben explicarse en una leyenda. También se pueden caracterizar conservadas, se indican con una línea discontinua. Es preferible indi car Iils 1'('
con colores o trazos diversos tipos de unidades estratigráficas: pavimentos de laciones de apoyo entre dos muros con ambos límites de dichas estru ' lu l'll S,
calles, preparaciones de cal y cerámica, argamasa y cal, preparaciones y suelos Las depresiones y fosas se indican con hachures (figura 117). E lemcntos 'sp '
de tierra, estratos de desechos, muros de arcilla, derrumbes de muros de cra- ciales de los muros de la fase (ventanas, vanos, etc.) , que no aparcc n ' n IlIs
ticium, de arcilla y de piedra, derrumbes de techos y estucos y derrumbes de caracterizaciones de los muros por hallarse por debajo de la cota de 'ccci< n,
tejados. Los pavimentos en opus spicalum pueden representarse con una cier- se indican con líneas de puntos en la caracterización. Los muros que prosi I II 'n
ta caracterización para indicar la orientación del motivo. Los revestimientos en las plantas limítrofes se indican brevemente con contornos de línea-punlo-
murales se pueden indicar con una ligera línea continua paralela al muro y con punto-línea, sin caracterización interna.
128 III S' I'()I{IAS I N I ,A 'l'lIlRRA I)()('I 1M UNTA '1 N l 1)

Unidades estratigráficas reutilizadas. Dichas unidades aparecen en planta Los detalles. Se d 'b ' 11 folo 'rafiar aq uellos estratos cuya compos i 'i n ()
con sus límites pero sin caracterización naturalista interna ni cotas ni números color tiene un ínter e 'pecial o características de difícil reproducción m '
de unidad. Se puede dar el caso de unidades de poca entidad que para sinteti- diante un dibujo, por motivos técnicos o de tiempo: derrumbes de piedras
zar aparezcan en planta sólo como reutilizadas. En dicho caso deben identifi-
conjuntos de tejas o de estucos, niveles de ocupación, muros de arcilla, ti u '
carse con su número de unidad estratigráfica entre paréntesis. Los límites no
originales se indican con líneas discontinuas. Para destacar los diversos tipos jeros para postes, unidades incomprensibles, estructuras por excava r, esq u '
de unidades reutilizadas se pueden usar colores u otros símbolos, como en el letos, etc. 1I Resulta útil fotografiar los alzados de los muros (especial m 'ni \
caso de pavimentos, batidos y suelos, preparaciones de pavimentos, revesti- cuando no hay tiempo para dibujarlos o detallarlos), partes significativas le
mientos murales (estucos, mármoles, conducciones) y pulvinos, umbrales, es- secciones y materiales significativos in situ, especialmente aquellos qu ' 'o
calones, bases, conducciones, muros y estratos (figuras 118-119). rren el riesgo de estropearse al ser levantados. En las fotografías de se 'io
nes los cartelitos con los números de las unidades estratigráficas no m les tan ,
pero hay que evitar enfatizar con el paletín las superficies de los estrato para
hacerlas más visibles. Hay que quitar todas las gomas elásticas.
Fotografías Para estas fotos generalmente hacen falta: 1) pequeñas pizarras en las
que indicar el lugar, el sondeo/área (si es necesario) y el número de unid ad
Damos unas pocas y sumarias indicaciones ya que el tema merece un tra- en la que se ha puesto la pizarra, que no debería ser la protagonista de la fo-
tamiento especial. tografía; 2) decímetros de color blanco y rojo, a colocar bajo la pizarra; 3) pe-
Las fotografías de excavación frecuentemente se hacen mal (como se ve queñas flechas de color blanco y rojo para indicar el norte, a colocar sobre la
ojeando las Notizie degli Scavi). Ya que una máquina fotográfica normal es un pizarra. La disposición de estos tres elementos debe ser ordenada y estar
instrumento que fácilmente puede estar a disposición de cualquier excavación, bien orientada en relación al punto de vista. A veces toda esta para[e rn Hli H
es importante saber usarla en función de las necesidades de la estratigrafía. complica y desluce inútilmente las imágenes, especialmente cuando so n (">arll
La documentación fotográfica puede ser mucho más exacta y detallada publicar. En dicho caso, es aconsejable hacer también fotografías sin los el '
que un dibujo. En muchos casos, especialmente en las excavaciones de ur- mentos citados.
gencia, puede llegar a sustituir a algunos gráficos. Pero la fotografía dismi- El encuadramiento debe estudiarse bien, privilegiando las orientaciol1 's
nuye inexorablemente la capacidad de observación mientras que el dibujo la paral~las o perpendiculares a las superficies que se quiere documentar y, ' o
agudiza. Lo ideal es complementar ambos tipos de documentación. especIal, a los muros. La luz difusa es generalmente la ideal. U n trozo d \
Las máquinas fotográficas «formato Leica» (24 X 36) sirven para este fin, plástico utilizado como pantalla puede hacer las funciones de una nube.
aunque el resultado del formato 6 X 6 es mejor. Habría que tener, al menos, <?tras veces puede ser más adecuada la luz rasante, en especial para eviden-
dos máquinas para blanco y negro y para las diapositivas en color. En este úl- ciar pequeños detalles. Las superficies que quedan dentro del encuadra-
timo caso hay que disparar tres veces, una para el archivo y las otras dos para miento deben haber sido perfectamente limpiadas poco antes, de mane ra que
las conferencias y la prensa. Es mejor no utilizar películas muy sensibles, a no los estratos no se sequen y adquieran una tonalidad grisácea uniforme. La
ser que se trate de casos especiales. Cuanto más cerrado está el diafragma, utilización de un gran angular basculante puede ser útil para encuadrar efi -
mayor es la profundidad del campo enfocado. El objetivo normal es el más cazmente alzados y mosaicos u otras superficies pavimentales de un a cierl a
fiel, pero el gran angular encuadra más estructuras, por lo que frecuente- extensión. Mejor pocas fotos bien escogidas, cuidadas y clasificadas que mu -
mente es el más adecuado para dar una idea de conjunto de un contexto es- chas mal hechas y desordenadas.
tructural. Los carretes de una excavación deben numerarse y cada fotografía
debe identificarse mediante el número de carrete y de fotograma. El uso del Los conjuntos. Muy útiles resultan las fotos que encuadran toda el ( r '11
fotómetro permite al director y a los responsables de la excavación tomar fo- de excavación y el paisaje en el que ésta se encuentra. Para obtener tal r ,_
tografías de ésta con unas ciertas garantías de éxito. El fotómetro debe en- sultado hay que subir al lugar más alto que se pueda: un edificio o una coli
focarse a unos 15 cm del objeto que se va a fotografiar. Si las luminosidades na. Una o más fotografías montadas juntas de un barrio de una ciudad o d \
son diversas en diferentes puntos de la excavación hay que escoger una o es- una zona de campo se pueden después tranquilamente transformar en un di
tablecer una media. bujo con la reconstrucción de los edificios antiguos en el contexto de la '()_
Antes de fotografiar hay que limpiar la excavación siguiendo un orden. morfología.de la zona, como se hizo en la villa de Settefinestre (Carandini ,
Hay que empezar por las superficies verticales (muros) para bajar a las hori- 1985a, 1*, fIguras 38, 114), en un barrio de Bolonia y en Comacchio (Gelichi-
zontales (estratos) hasta llegar a las superficies de las unidades negativas (fo- Merlo, 1987; Merlo, 1990), en Rocca San Silvestro (Francovich, 1988, gráfico
sas).1O de P. Donati) y en Luni (Donati, 1990, pp. 96-97). También son de gran utili-
I O III S'I'()IO AS (IN I. A T lI l RRA I .A I )( )('l! M I!NT A I N 131

LA INFORMÁTI CA

ELuso del ordenador

Utilizar un ordenador en la excavación para la documentación es ' I'itll


(fichas) sirve para comprobar y controlar los contenidos de la informa 'i 11
mientras se sigue excavando. Si se hace así se puede disponer y acc d r ' 011
facilidad a una gran cantidad de datos relativos, por ejemplo, a campa as
anteriores o a trabajos de otros grupos de investigación. Esta visión pu 'd '
. :/0:,::.
. ", .
=-j o ". parecer limitativa si tenemos en cuenta las múltiples posibilidades de in
vestigaciones matemático-estadísticas y de elaboración que los medios in-
formáticos ponen a nuestra disposición. Pero todo esto corresponde ya a
Pi GURA 120. La fotografía de conjunto de un área de excavación no tiene que ser
una fase posterior de la investigación, más allá de la propia excavación. La
una imagen de las excavaciones, sino una reproducción de superfici~s de ~nidades :s-
lraligráficas de un período determinado, limpias y libres de cualqUIer objeto (obser- posibilidad de crear listados, de establecer comprobaciones entrecruzadas
vese el uso del metro, de la pizarra y de la flecha para indicar el norte). entre los materiales presentes en los estratos y la secuencia estratigráfica,
de calcular porcentajes de cualquier componente de los estratos y muchas
otras más, son objetivos fácilmente alcanzables si se decide estandarizar el
contenido de las fichas de papel y archivarlas mediante un ordenador. Des-
dad las fotografías tomadas desde un globo (en Italia las primeras son de G. de este punto de vista el tiempo que se ahorra es mucho, incluso si s tomfl
Boni: Carandini et al., 1986, figura 127), desde una cometa, desde un ala del- en consideración el esfuerzo que representa la inserción de los datos: pi n
ta, desde un helicóptero o desde un avión, pero aquí se entra ya en el campo sese solamente en las repercusiones que para las fichas tienen las su' 'si VII :;
de la topografía arqueológica. 12 comprobaciones manuales cuando la documentación de la excava i n as
A falta de sistemas sofisticados para tomar fotografías desde arriba hay ciende a miles de unidades estratigráficas. En algunos casos se plant 'u ,1
que conformarse con escaleras ligeras de dos hojas con prolongación o con problema de no poder recuperar los datos omitidos o equivocados si la.
andamios diversos. También para las fotografías de conjunto hay que tener fichas no se comparan, pasado un cierto tiempo, con otros tipos de do ' u
en cuenta todos los detalles. En este caso también son más aconsejables los mentación gráfica y fotográfica. Sometiéndose a un procedimiento de r ,-
encuadramientos paralelos o perpendiculares a los ejes principales de las es- cogida, archivo y comprobación de los datos de forma simultánea a la ex-
tructuras a documentar y el uso del gran angular basculante, porque la ven- cavación, todos estos riesgos se reducen considerablemente. El uso de un
taja de poder encuadrar un gran sector de excavación es superior a las des- ordenador, que por naturaleza está rigurosamente estructurado, obliga de
ve ntajas de las deformaciones ópticas. Tanto la limpieza de la excavación hecho al usuario a una corrección formal y, por lo tanto, lógica, que difícil -
omo la luz difusa son también aquí requisitos fundamentales. La aurora, el mente se puede alcanzar con el procedimiento tradicional de rellenar las fi -
crepúsculo y el cielo nublado son circunstancias favorables para fotografiar. chas de papeL
conjuntos. Los estratos deben estar bien expuestos, los muros descarnados, En Italia hay pocas experiencias en este campo,13 contrariamente a lo
las fosas vaciadas, los cortes verticales, los bordes de la excavación limpios, que ocurre en otros países, como Gran Bretaña (un buen ejemplo son las tl '.
sin gomas elásticas ni trastos (figura 120): no tiene que haber personas, ni ins- tas de numerosos congresos sobre Computer Applications in ArchaeoloR ).
trumentos de trabajo, ni cajas de materiales, etc. Una de las buenas razones en los que los grupos de investigación se han agrupado hace ya años para de
para excavar grandes áreas por fases es la de poder representar en una foto- sarrollar su actividad de campo con la ayuda del ordenador. La única ini 'in
grafía una realidad más o menos sincrónica, aunque una fotografía nunca po- tiva concreta en este sentido a nivel nacional es la del Instituto central pUI'll
drá sustituir a una planta compuesta de período o de fase. el catálogo, que desde hace años ha iniciado un estudio de viabilidad para lu
También puede resultar útil hacer una mosaico de fotografías verticales informatización de las fichas de inventario, en colaboración con el ' IIU "
de forma que se cubra todo el área de la excavación. Dichas imágenes am- (Centro Nazionale Universitario di Calcolo Elettronico) de Pisa (Parise Ha
pliadas a la misma escala de la planta general pueden servir para compro- doni-Ruggeri, 1988). Recientemente, dicho Instituto ha presentado un a pro-
barla y completarla en sus detalles (Barker, 1977 y 1986). En toda fotografía puesta para la estructuración de los datos que incluye también todas las fi·
tiene que aparecer la pizarra, el metro y la flecha indicando el norte, pero chas arqueológicas y facilita de forma gratuita un programa de data enlry
también es bueno planificar alguna fotografía sin estos instrumentos. llamado Saxa. Sistema di acquisizione controLLata deLLe schede deLL 'arte, que s
III S'I'O IW \ S tlN 1./\ T II : RR A I l()( '1J M I : N'I'/\ (' t( N
132

fruto de la colaboración entre el Instituto del catálogo e IBM y ha sido rea- adecuadas y aprobadas I ras las co rrecciones pasaban a formar part ' ti ' finili
lizado por A. Cipollini. va mente del banco de datos.
Gran parte de la experimentación ha sido concedida por este Instituto a Se trata de un procedimiento muy articulado creado para g ·ti ona r un
los proyectos financiados por el artículo 15 de la ley 41 de 1986, entre los cua- sistema de información bastante complejo. Pero no siempre es posible o 11 ' -
les el proyecto «Eubea» (para la catalogación de los bienes arqueológicos de cesario plantearse las cosas bajo una óptica tan global. E n una excava ' i n,
Nápoles y de los Campos Flegreos) ha sido el único que se ha beneficiado puede ser útil poner en marcha tan sólo un segmento de todo el proc dimi ' 1\
de todo el conjunto de fichas arqueológicas y ha colaborado activamente para to, como por ejemplo la introducción de los datos para registrar los dillos
introducirlas en el programa Saxa. En este proyecto el trabajo de campo se de las fichas de papel, estableciendo previamente una cantidad de e mprohll
ha desarrollado contemporáneamente a la informatización de los datos rela- ciones en diccionarios, relaciones estratigráficas y todo lo que se eonsid 'rl'
tivos al análisis y a la documentación de los monumentos (asimilable en mu- oportuno.
chos aspectos a la investigación estratigráfica de la excavación), a la topo- Mucho más amplio y difícilmente limitable a la excavación es el tema ti •
grafía urbana y rural y al fichado de los materiales, mientras que en lo los gráficos y de las imágenes elaboradas con ordenador. Las posibilidades
relativo a la excavación el sistema se ha utilizado para la reelaboración y la que se ofrecen al usuario en este campo son muy numerosas: desde siste mas
documentación de excavaciones realizadas en los últimos años en el centro sencillos y de relativo bajo coste a sistemas sofisticados y costosos, creados
histórico de Nápoles (Campi Flegrei, 1990). para dar respuesta a exigencias concretas en el campo de la imagen . Desde
La organización del trabajo se ha estructurado de esta forma. Cada gru- el punto de vista gráfico, la excavación tiene su lugar adecuado en el mar-
po disponía en el laboratorio de uno o más ordenadores personales de la co de los programas de cartografía numérica, en los que se ofrece la po ibili-
Bull, con disco duro de 30 Mb, con una capacidad media, en relación a las di- dad de establecer un nexo concreto entre territorio y evidencias aisladas por
versas directrices del Instituto del catálogo, de unas 3.000 fichas cada uno. medio de sistemas de referencia en coordenadas geográficas. Problemas m{s
Todos los ordenadores utilizan el sistema de entrada de datos del programa concretos de representación gráfica de la excavación se pueden resolv l' ' 011
Saxa y el grupo de trabajo se encargaba de introducir las fichas según las nor- programas Cad (Computer Assisted Design).
mas establecidas por el proyecto. Como complemento del data entry se dis- Por lo que respecta a las imágenes, preferentemente fotográfi cas p ' ,\)
puso de un sistema de programas para hacer algunas comprobaciones. De he- también gráficas, las posibilidades principales son dos: el archivo de im l ' '
cho, Saxa no permite hacer todas las comprobaciones que serían necesarias nes fijas no elaborables y el archivo de imágenes digitalizadas elaborabl 's,
para la creación de un banco de datos, ya que se trata de un programa de pa- Hay también sistemas interactivos que permiten la posibilidad de comprobu-
rámetros limitados. En cambio, se ha aprovechado a fondo la posibilidad de ciones entrecruzadas con datos de tipo diverso, texto e imagen. 14
Saxa de gestionar diccionarios controlados, estableciendo a priori una selec-
ción de vocablos considerados idóneos para la variedad de evidencias que
había que catalogar. Los principales controles externos al proyecto Saxa se
han ocupado de la congruencia de las relaciones estratigráficas, de la com-
probación de la elaboración en los campos correspondientes a las diversas
voces de la ficha considerados obligatorios, de las relaciones estructurales en-
tre las diversas fichas y del desarrollo de las abreviaciones bibliográficas. To-
dos estos controles se realizaban en un momento inmediatamente sucesivo a
la introducción de los datos, según un procedimiento establecido por normas
internas y bajo la responsabilidad directa de cada grupo de trabajo. A conti-
nuación los datos pasaban de las sedes periféricas a la central, mediante dis-
quettes o líneas telefónicas, siendo almacenados en un ordenador (Main fra-
me DPS 7000, modelo 50, memoria hard 40 Mb) capaz de contener todo el
banco de datos del proyecto, que asciende a unas 50.000 fichas. En dicha sede
se repetían los controles efectuados en las sedes periféricas y se comprobaba
la congruencia de las relaciones estructurales entre todas las fichas que for-
man la base de datos y la síntesis y el contenido formal de los campos obje-
to de investigación. La corrección de los errores la efectuaba después cada
uno de los grupos de trabajo en las sedes periféricas. La fichas consideradas
NA H I(A( 'I()N Y 1: 1 I('IÓ N 1..

1.1
Bl¡squeda del
sitio por exca· Paleoalllbiente, Reconstrucciones,
análisis no des- Preguntas
var encuadramiento históricas
topográfico tructivos, sondeos

1.2
Planteamiento Sistema de refe-
de la excava- Forma Procedimiento rencias para las
4. NARRACIÓN Y EDICIÓN ción de la excavación de la excavación planimetrías
de la excavación

De las cosas al hombre


1.3 Fichas de UE,
Las unidades de muestras, Secciones y alza-
Las operaciones que, de la prospección y de la excavación, llevan a la na- est ratigráficas de materiales, dos de UE
Plantas de UE y Fotografías
de sus conjuntos de detalle
rración histórica se pueden representar sintéticamente en un diagrama arti- y tablas y de sus conjuntos
de materiales
culado en seis niveles, tres analíticos y tres sintéticos (véase la p. 135). Es en
los niveles sintéticos donde tenemos que detenernos ahora, ya que son és- 1
tos los relativos a la interpretación y a la edición de una excavación.
Se ha dicho que las unidades estratigráficas son realidades físicas positi- Planta de son- Tipologías Textos de pf '.
deos, áreas Diagrama de constructivas, sent aci6n
vas o negativas que deben ser interpretadas como resultados de acciones (pp. Ficha SAE y de lasUE arquitectónicas del sondeol f CiI
56 ss.). Pero para poder comprender dichos resultados individuales de accio- las secciones y de los suelos de cxcllvnci<l11
nes hay que llegar a definir el conjunto al que pertenece cada acción, el seg-
mento de acci~:mes que tienen un mismo fin y que se hallan en una misma
secuencia temporal. Algo parecido a que sólo se puede comprender el signi- 2.1 Diagramas de Texto dcscrt
ficado concreto de una palabra si ésta se halla inmersa en el contexto al que Actividades, Secciones actividad, grupos vo de perfo os,
Plantas Fotografías de de actividades
grupo de generales de período conjunto grupos dc
pertenece, es decir, a una frase. Justamente porque nos falta el hombre, con actividades, interpretadas y de período actividlltles
su mentalidad y sus gestos, las consecuencias de sus acciones materiales no períodos (fechados) y activiclades
pueden explicarse si no se toman en consideración por grupos y en series. Un
estrato se muestra ininteligible en sí mismo si no se considera, por ejemplo,
parte de la preparación de una carretera, formada por tantos otros estratos 2.2
Secciones Dibujos re- Restauración
Texto narra li·
Reconstrucción Plantas Axonometrías de los mate-
con análogas funciones (figura 50). y narración y alzados
reconstructivas reconstructivas
constructivos
riales inmue- va de concl n-
Tales grupos de acciones aparecen a nuestros ojos como una acción in- reconstructivos en alzado sión
bies
sistente, o un grupo secuencial de acciones que tienen el mismo fin, es decir,
como una actividad. Mientras que la unidad de acción es una realidad estra-
tigráfica con una propia carga de objetividad, lo que no quiere decir privada 2.3
de subjetividad (tan sólo la estratificación es completamente objetiva pero la Comunicación Publicación de Publicación de
Archivo
estratigrafía no), la unidad de actividad es una realidad con un carácter más las estructuras los materiales
subjetivo, aunque se base en unos fundamentos bastante objetivos. Mucho
más subjetivos son los grupos de actividad (véase más adelante).
Las unidades de acción se ha dicho que constituyen las verdaderas y pro-
pias unidades estratigráficas, ya que son las realidades físicas más elemen-
Maquetas Proyectos
tales que se ha considerado adecuado individualizar al excavar. Cuando Folletos e imágenes Exposición
y publicaciones tridimensionales o museo de va lorización
decimos que en un área de excavación se han encontrado 6.000 unidades divulgativas del monumento
informatizadas
estratigráficas, queremos decir que éstas son las únicas que se han hallado,
porque si se hubiera hallado otra habríamos identificado 6.001 unidades. El
136 III S'I'OI(I AS UN L A TI E RRA NA I{I(A( 'I ON y tlI I '1 N 1. 7

aspecto subj etivo reside solamente en el hecho de que distinguiendo las uni- que se manifiesta una pasi )11 . P ' ro es tos golpes de intuición iniciales tambi n
dades el excavador puede no haber sido «suficientemente» analítico en lo son peligrosos, pudiendo c nducir a errores tan inútiles cuanto clam rosos,
que respecta a la identificación de todas las acciones «significativas» de una por lo cual es mucho más inteligente fijarse con la mente en blanco a la nor-
estratificación. Sería muy interesante que dos arqueólogos cuya pericia fue- ma del árbol estratigráfico, para que los frutos nazcan de éste tras la madu -
ra indiscutible pudieran excavar a su manera la misma porción de espacio es- ración y no se cuelguen al mismo desde fuera, como se hace con los Árbol 's
tratificado para comparar al final el número de unidades halladas por ambos de Navidad. Todo esto significa que, a cada paso hacia la interpretaci n libr '
al excavar. Sólo de esta forma se podría medir el grado de subjetividad en y personal, debemos asegurarnos de haber exprimido la linfa estrati ráficlI
una excavación arqueológica. Pero este experimento no puede realizarse en cada una de sus gotas de relativa objetiva necesidad. Sólo entonces nll 's
dado que dos lugares estratigráficamente idénticos no existen, visto que re- tra audacia reconstructiva provendrá de la esencia de las cosas y, cuando se
sulta difícil determinar que dos arqueólogos tienen la misma pericia y acep- vea obligada a separarse momentáneamente de ellas, representará en lIal-
tado que cada excavador se mueve por intereses diversos. quier caso su espíritu en la forma más consecuente. En esta fantasía al hu -
Las unidades de actividad, a su vez constituidas por segmentos de se- milde servicio de la verdad, dentro de los límites en los que ésta pueda ma-
cuencia de unidades de acción, conllevan un ulterior deslizamiento hacia la nifestarse, reside la parte éticamente mejor y estéticamente más bella d '1
subjetividad interpretativa. El solo hecho de decidir el modo de articular la trabajo del excavador.
secuencia estratigráfica se convierte en algo que no puede considerarse neu- Hay que tener buena capacidad de síntesis para dominar una avalancha
tral. Es como alterar la puntuación de un texto que puede conllevar cambios de hechos aislados que puede aplastarnos antes de que hayamos sido capa-
en su significado. Por otro lado, el trabajar con ramas de secuencias en cier- ces de extraer la porción de discurso en aquéllos implícita. Pero si no experi-
to modo conectadas entre sí es menos arriesgado, en el sentido de pérdida mentamos el drama de la pérdida de objetividad no estaremos nunca seguros
del grado de objetividad, que conectar ramas secuenciales separadas entre sí de haber utilizado cada uno de los indicios mínimos como un ladrillo para
por medio de las frágiles lianas de las correlaciones, porque éstas se basan en erigir nuestra construcción histórica. Por otro lado, ¿qué edificio eri iríamos
paralelismos entre objetos separados, en cronologías afines y en posiciones si no sintiéramos el deseo de liberarnos razonablemente de aquellos ladrillo,
análogas en el diagrama, pero no en obligadas relaciones estratigráficas. Al para imaginarnos la futura arquitectura y para proyectar el mod lo ' 011 (' 1
pasar de las acciones a los grupos de acciones el grado de objetividad dismi- que capturar lo que queda de la verdad después de haberla desmontado parll
nuye ulteriormente y crece, en compensación, el de la narrativa, es decir, el sacarla a la luz? Sin la obsesión divisora del detalle y el delirio unificador de
del significado histórico que nosotros damos a las cosas. la teoría (vicios mentales extremos templados por su continua alternan '¡ti)
Si no empezamos a reunificar lo que antes hemos distinguido en la apa- no existe una investigación profunda, pero es difícil mantener en equi lib rio
rente indistinción del suelo, con la cautela de quien sabe que pierde seguri- estas dos tendencias opuestas.
dad y el coraje de quien busca el significado de los objetos, toda la labor de En el momento en que se pasa del reino de la secuencia estratigráfica el '
análisis previa pierde su finalidad. Imaginémonos a una araña que teje una las unidades de acción al de la secuencia de las unidades de actividad, el x-
tela espesa, minúscula y bien anclada a objetos cercanos. Probablemente se cavador cruza el límite que separa la materialidad de la documentación d la
morirá de hambre porque la posibilidad de que un insecto pueda caer en su narración de las vicisitudes humanas. Las unidades de actividad ya no son
trampa es mínima. Pero si, en cambio, ensancha su tela en polígonos cada vez de hecho realidades estratigráficas, sino grumos de problemas y, por lo tan -
más amplios, aguantados por tirantes fijados a apoyos lejanos, no dejará de to, de narraciones: núcleos de existencia traducidos en artefactos. Habiendo
cazar cada día a su presa, si bien habrá aumentado el riesgo de ver destruida partido de los «átomos» de la materia documental, entrevemos ya a e te ni -
su grandiosa construcción. Quien quiera desplegar su red de conocimiento vel una historia que va tomando forma. Nada hay más fascinante qu est'
relacionando las cosas entre sí con el arma de la abstracción e insertándolas proceso de destilación que traduce el desorden indefinible de los mundos pa-
en clases cada vez más amplias corre riesgos análogos. El constante dividir y sados en estados de cosas organizadas y configuradas. Aquí reside la capaci-
reagrupar del estratígrafo no es más que el proceso del conocimiento en el dad de revivificación de la arqueología.
modo en que éste se refleja en el mundo terrenal de las cosas. Como en todo buen proceso de destilación, se dan diferentes momentos
No nos podemos impedir el avanzar hipótesis ni el pretender una capa- en los que tienen que acaecer cosas diversas. Anticipar el después o retrasar
cidad asociativa desde el principio, cuando estamos todavía en la fase de di- el antes no lleva a buenos resultados, al igual que la entrada a destiempo d '
vidir para suscitar las cosas como elementos distintos de las tinieblas unifi- un instrumento musical. Una intervención con un grado excesivo de subjeti-
cantes de lo subterráneo. Muchas de las más brillantes ideas que leemos en vidad desentona en una fase inicial de la reconstrucción, mientras que pued '
el relato de una excavación nacen ya en los primeros días del proceso cog- insertarse armoniosamente en una fase final. La discusión a un cierto nivel
noscitivo, del primer encuentro con los objetos, con la misma rapidez con la tiene que tomar en cuenta sólo los datos ya presentados en los niveles pre-
I 8 III S'I ()I(I¡\S I ~N I ,A 'l'lIlHRA N ItI( I 'ION Y IJI I '1 N

cedentes, sin anticipar otras consideraciones que deberán exponerse en aque- cimas de los grand es a 'o nt ' 'inlÍ ' nl os, pero, sin la expa nsión y acumula 'i n
llos sucesivos. De todos es bien conocida la fragilidad de las hipótesis. Son gradual de las colinas, ¿qll se r an aq uellas montañas?
como pequeños tiranos que reinan, tras haber matado a su antecesor, a la es-
pera de morir ellos mismos asesinados. Si una estratificación se ha traducido
en relato siguiendo estas reglas, hipótesis concretas o piezas de reconstruc- Actividades, grupos de actividades y acontecimientos/períodos
ción pueden sucumbir ante los ataques de la crítica, pero la herida produci-
da por esta falsificación rápidamente se rinde ante otros datos más difícil- La secuencia estratigráfica es, ante todo, una serie de resultados Illfll '
mente cuestionables. De esta forma, la raíz del organismo científico no se ve riales de acciones ordenada en el tiempo relativo: «primero esto , despu 'S
afectada y el daño puede repararse fácilmente, como una vía de agua en una aquello». En el campo de las acciones mínimas lo que cuenta es «el ant 's y el
nave construida con compartimentos estancos. después», es decir, la concatenación continua de los acontecimientos. Int ' n-
Cuanto más radicalmente profundo es el nivel de la investigación y más tar fechar de forma absoluta cada mínima acción individual es una operaci 11
se acerca a las partículas que nos interesa considerar «últimas» de la materia irrelevante y técnicamente bastante difícil. Ha habido una etapa caracte riza-
histórica, más desconcertante nos parece la naturaleza humana; igual que al da por el culto a la unidad estratigráfica en sí misma, reacción comprensible a
observar cualquier objeto al microscopio, cuando las formas más banales y la costumbre precedente de desenterrar (Lamboglia, 1950; Carandini-Panella,
razonables parecen de improviso tan extravagantes que convierten en razo- 1968-1977). Pero ahora ya hemos entrado en una nueva etapa de la arqueo-
nables las más abstractas inspiraciones de los pintores. La invención arbitraria logía, diferente y más avanzada, que sabe indagar en la formación de cada es-
y la incursión furtiva pueden revitalizar una aburrida realidad ya sabida, pero trato sin perderse en él, sabiendo que el significado histórico más estimad
quien no se canse de excavar y de pensar no tendrá necesidad de drogas esti- reside en la arquitectura de conjunto de la estratificación, en un hábitat o en
mulantes para experimentar el placer de lo desconocido. Lo habían ya com- una necrópolis.
prendido los grandes novelistas del siglo pasado, desde Balzac que en Béatrix A medida que se pasa de los segmentos secuenciales de acciones a las H •
mira a Guéronde como una «Herculanum de la Féodalité, moins le linceul de tividades, a los grupos de actividades y a los acontecimientos/períodos, s' ' 1\
lave». Esta «archéologie morale» suya es la que le permite prescindir de la tra en el reino de la transformación, del tiempo absoluto, del «cuando». Si 111
remoción de los estratos de tierra para descubrir el aspecto antiguo incluso unidad interpretativa de base no es la unidad de acción o estratigráfi él , sillo
del más reciente pasado, que merece ser estudiado en sus mínimos residuos la unidad de actividad, es esta última a la que hay que atribuir una crOl1olo
como si se tratara de una nueva civilización enterrada. En esto difiere el no- gía absoluta y la que se convierte en núcleo primario de la descripción y d '
velista de los historiadores normales, «plus occupés des faits et des dates que la interpretación. La datación absoluta de una actividad es bastante más se-
des moeurs». ¿No son las costumbres enterradas de los hombres la cultura de gura que la datación absoluta de una sola acción. Esta última, de hecho, ra-
la materia por ellos transformada en vida? Toda la Comédie no es más que ramente dispone de recursos suficientes para poder fecharse por sí sola,
una «archéologie du mobilier social»,l una antropología -los campesinos mientras que en el caso de la actividad son varios los estratos cuyos materia-
franceses son vistos como pieles rojas: «il n'y a pas besoin d'aller en Ameri- les concurren en la datación, por lo que ésta se basa en una documentación
que pour observer des sauvages»_2 que sabe transformar la estratificación más amplia. El paso de las acciones a las actividades simplifica notori am n-
(<<le mobilier»), a través de la estratigrafía (<<l'archéologie»), en un relato hu- te la estratificación, permitiendo tomarla en un nivel considerable de sfnte-
mano (<<social») que sea verosímil: «le vais vous faire rever avec du vrai».3 sisoEn el caso de Settefinestre se pasó de 4.064 unidades estratigráficas a 4 ()
El arqueólogo estratígrafo de hoy y este género de novelista ya extingui- actividades en sentido amplio, por lo que en término medio se necesitaron ' n
do dejan frecuentemente los grandes acontecimientos en un segundo plano aquella reconstrucción nueve acciones para constituir una actividad ( a ra n-
para aventurarse en la oscuridad de las pequeñas acciones, emociones y ob- dini 1985a, 1**, índices).
sesiones, que por su cantidad y encadenarse determinan una gran parte de Una vez determinadas las actividades hay que subir otro escalón en In
nuestra vida, quizás mayor que la fijada por los grandes acontecimientos que síntesis, aglutinando las propias actividades en grupos de actividades y e n
siempre han hecho historia. Ambas partes saben que la explicación del desa- acontecimientos/períodos. Los grupos de actividades designan grupos de ha -
rrollo histórico es infinitamente más compleja de cuanto creen los que de la bitaciones que forman un barrio o grupos de tumbas correspondientes a un a
historia se consideran profesionales. Prefieren tomar desde una cierta dis- unidad familiar-social. Los acontecimientos/períodos se refieren a soluciones
tancia la «comedia humana» y afrontan con paciencia, podríamos decir que de continuidad relativas a un edificio, una manzana, una necrópolis, y articu-
a cámara lenta, la descripción de los detalles, evitando especialmente preci- lan de forma significativa un segmento de historia distinto. En casos espe-
pitarse sobre la solución del relato. Para ellos la esencia que buscan reside en cialmente sencillos (como el de Settefinestre) puede resultar útil fechar lo
el trazado del itinerario y entre mil dificultades llegan a entrever, al fin, las períodos en vez de cada una de las actividades, pero en las excavaciones ur-
140 III S'I'()IU AS ¡IN L A 'l'lIlHRA NA H ItA( 'ION Y E OI ' IÓ N 14 1

banas el problema se puede plantear eJe forma diversa. Con la fase y el pe- grupos de actividades, secue n 'iales o correlativos, constituyen el diagrama
ríodo estamos ante el mismo nivel de síntesis que con las plantas compues- estratigráfico de una unidad topográfica o de un edificio. A un nivel todavía
tas, de hecho, la determinación de las fases y de los períodos es la condición superior pueden imaginarse conjuntos de grupos de actividades pertenecien-
previa de las plantas relativas a éstos. Hay que recordar que, mientras exis- tes incluso a edificios distintos, que determinan acontecimientos importantes
ten plantas de unidades de acción o estratigráficas y de fases o períodos, no relativos a un conjunto de unidades topográficas o de edificios. Si todos los
se prevén las plantas de actividad o de grupos de actividades, al menos en grupos de diferentes diagramas relativos a un conjunto arqueológico pueden
cuanto se refiere a la documentación básica de la excavación. Es a nivel de ponerse en correlación entre sí, se obtienen fases y períodos, es decir, unida-
las fases y de los períodos donde las unidades de la excavación conectan con des de tiempo que se hallan en relación con la globalidad del objeto en estu-
los grandes acontecimientos históricos, por lo que «una» destrucción de Car- dio. Por lo tanto, pueden imaginarse dos tipos distintos de diagramas: 1) es-
tago se convierte en «la» destrucción de Cartago del 146 a.e. y «un» incen- tratigráfico, o de unidades estratigráficas, y 2) interpretativo , o de actividades
dio de Roma se convierte en «el» incendio del 64 d.C. y de grupos de actividades. En este último caso, el número de cada actividad
En torno a este proceso, que ve la materia prima del relato desplegarse va precedido por el número de grupo de actividades. Las relaciones a un ni-
gradualmente a través de diversos y progresivos niveles de síntesis hasta lle- vel superior entre grupo y grupo o entre actividades de grupos diferentes
gar a la narración histórica, se ha reflexionado mucho en Inglaterra y, parti- pueden superar las dimensiones del diagrama y pueden presentarse como re-
cularmente, en el Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Lon- alidades correlativas entre diferentes árboles estratigráficos. Dichas correla-
dres, que ha redactado un manual (en 1986, con sucesivas actualizaciones) ciones no constituyen, no obstante, ulteriores unidades de síntesis que deban
para la redacción de los informes de las excavaciones a archivar. A partir de ser numeradas.
estas recientes reflexiones y adaptándolas a nuestras circunstancias expone- Llegados a este punto, puede resultar útil individualizar la jerarquía de
mos cómo desde el punto de vista práctico se puede pasar de las unidades es- las estructuras que se pueden identificar en una excavación. Los estratos (mu-
tratigráficas al diagrama interpretado y periodizado. ros, pavimentos, etc.) son como las hojas del árbol estratigráfico. Conjuntos
Para empezar hay que aclarar algunos conceptos. El diagrama estratigrá- de estratos que forman divisiones funcionales de estancias (alcobas, implu-
fico es como un árbol. Los recorridos a través de las ramas, formados por la vios, hogares, etc.) son como las pequeñas ramas. Las estancias son las ramas.
sucesión temporal de las acciones interrelacionadas estratigráficamente, de- Diversas estancias que forman un sector (del atrio, del peristilo, de los baños,
terminan las secuencias. Allí donde convergen todas las secuencias hay un etc.) son los troncos. Uno o más sectores constituyen una unidad topográfi-
punto nodal. Donde lo hacen solamente algunas secuencias hay un punto se- ca, es decir, un edificio, como una casa, y corresponden a un árbol estrati-
minodal, cuya eficacia en la determinación de la secuencia es menor a la del gráfico. Un conjunto de edificios constituyen una parte de un complejo, un
punto nodal, porque en aquél no confluyen todas las secuencias estratigrá- grupo de árboles, y todos los edificios, como los distintos edificios de una mis-
ficas vecinas al mismo. La longitud de recorrido de una secuencia viene de- ma villa o las casas de una misma insula, forman el conjunto arqueológico de
terminada por la distancia entre los puntos nodales y los seminodales. Un un yacimiento determinado, es decir, el bosque. Los diagramas estratigráficos
tramo del recorrido de una misma secuencia, compuesto por dos o más uni- elaborados en la propia excavación o ya en el laboratorio pueden correspon-
dades estratigráficas, se llama segmento. Cuando unidades de diferentes se- der a más de un edificio, pero resulta oportuno hacer coincidir los diferentes
cuencias se reagrupan en una sola unidad de interpretación se dice que se in- sectores de una excavación con los diversos edificios de un conjunto, de for-
corporan a ésta. Cuando unidades de interpretación se colocan al mismo ma que a los distintos edificios puedan corresponder, al editar el estudio,
nivel del diagrama significa que sus cronologías son correlativas entre sí. Una cada uno de los diagramas interpretativos (como se hizo en la villa de Sette-
actividad puede incorporar diversos segmentos de una misma secuencia o de [inestre).
diversas ramas secuenciales conectadas a un mismo punto nodal. Los seg- Al interpretar un diagrama estratigráfico es aconsejable seguir los si-
mentos de secuencia y las actividades son, tras la definición interpretativa de guientes criterios, actualmente en uso en el Departamento de Arqueología
cada una de las unidades estratigráficas (estrato de construcción, de ocupa- Urbana del Museo de Londres. 1) Es necesario, ante todo, articular el árbol
ción, de destrucción, etc.), los primeros núcleos sintéticos de interpretación, del diagrama en troncos y ramas, es decir, en diferentes bloques estratigráfi-
aún bien ligados a los criterios estratigráficos: son, por lo tanto, unidades pri- cos delimitados por los puntos nodales y seminodales, y acompañar el núme-
marias de interpretación. Los grupos de actividades, en los que pueden in- ro de las unidades estratigráficas con su interpretación o definición. 2) En el
corporarse actividades diversas relativas a las mismas o a diferentes ramas de marco del primer bloque estratigráfico tomado en cuenta hay que individua-
secuencias ligadas a varios puntos nodales, son, en cambio, unidades secun- lizar la secuencia primaria, la compuesta por el mayor número de unidades
darias de interpretación, ya que prescinden mayoritariamente de las relacio- estratigráficas, para poder organizarla en segmentos interpretativos, en la que
nes estratigráficas y siguen, más bien, criterios interpretativos. Uno o más uno o más de estos segmentos puedan formar actividades o núcleos de acti-
142 11 1S'l'() 1<1 Mi I ! N 1./\ 'I' II ! I{I ~/\
NI\ I( I 1\( 'I()N Y liI) l ('IÓN 14.1
vidades. 3) Es necesario, por lo tanto, iclentifica r en el propio bloque estra- ,. ,..- - - --
tigráfico las secuencias secundarias, terciarias, etc., compuestas por un núme-
ro decreciente de unidades estratigráficas, para organizarlas en segmentos 1.1 (1) 6.l tr. " i6.
interpretativos, en los que formar actividades independientes o partes de ac- /)// I
1. 1 (2) 6estr.,ci6.
ACTIVIOAO I
"" ,
tividades a incorporar en los núcleos de actividades ya identificados en la se- vRIIPO PE /
'\
\
cuencia primaria. 4) Hay que hacer lo mismo con los otros bloques estrati- I
\
ACTIVIPAPH 1 I
gráficos y si se quiere incorporar actividades pertenecientes a los mismos \ \
bloques estratigráficos o a bloques distintos hay que formar grupos de acti- \
,, 1. 2 (4) !,,!mció.
I
1.2 (8) !"!.,,,ió. ACTIVIOAPl
I
I
vidades (figura 121; Carandini, 1990). I
/

Las reconstrucciones gráficas /'


-2.3- ------=-::._------- - -- -
(;5) 6'ltr."ió. .... ....
/
/' I
rl----L-----,I ACTIVIOAO ~
"-
"- ,,
Toda la documentación gráfica de una excavación no se publica, ya que : ! 2.3 (6) 6'ltr."il. 2.5 m6estr."i6. \
es objeto de un proceso de condensación sintética similar al que se ha visto I \
\
en relación al diagrama. Las plantas de las unidades estratigráficas se dividen I
I
en dos grupos. El primer grupo sirve para elaborar las plantas compuestas y ~\ I
I
\
el segundo acaba, tras haber sido utilizado, en el archivo donde, en el futuro, VRIIPO PE \ I
\ I
servirá para el control general de los datos. Las secciones de cada una de las
unidades estratigráficas también se dividen en dos grupos, el primero de los
ACTIVIPAPES 2 \
, I
I

2.4 (10) !"i", ..t.


cuales, formado por las unidades estratigráficas más significativas, será el úni- I
2.4 (11) ! ..i", .. t.
ACTlVIOAO + ./
co que llegará a la imprenta. También en dos grupos se dividen las grandes
secciones y los alzados, editándose sólo el primero, formado por los gráficos -==.::.-----
-- --
más elocuentes. La documentación más importante a elaborar en forma de ...... , ACTIVI;"~ ...........
,,-
dibujo la constituyen, como ya se ha dicho, las plantas compuestas y de pe- " ... ,
,
/
/

ríodo que, por norma, tienen que publicarse todas. Las secciones interpreta- I
I
3.6 (1~) mta.",il. 3. ~ (1') ".!"id. \
I \
das con unidades estratigráficas caracterizadas por períodos y las plantas es- I
I
:>.' (1~) mto.r"ió. 3.1 (11) ".!"i6. \

quemáticas caracterizadas por fases de las estructuras constructivas pueden I I I I


3.6 (1~) mto.roei6.
I 3.1 (18) ".!.ci6. I

facilitar ulteriormente la lectura de la excavación, permitiendo su compren- \


, ACTIVIOAO 6
I
I

sión a los historiadores y a todos aquellos que estén interesados en ella. \


, ACTlVIOAO 7 /
/
Pero si queremos tomar en consideración los edificios como realidades VRIIPO PE ' 3.8 (1!J) !ari", .. t. /
globales, la documentación gráfica hasta aquí descrita resulta insuficiente. I /
ACTIVIPAPEU'" ...... .... .... 3.8 (2 0) !,,!mci6. ".

Faltan las reconstrucciones en las que el arqueólogo restaura la integridad de


los restos a partir de pruebas, indicios y comparaciones. Éstas pueden pre- ACTlVIOAO 8

sentarse en forma de plantas (basadas en la planta compuesta), de sección- ----------


alzado (basada en la sección interpretada), de axonometría (basada en las ~IGURA 121. El primer número. se refiere al grupo. de actividades, el segundo a 1(\ ti '
anteriores) y de dibujos en perspectiva, que pueden hacerse también a partir tlVldad y el tercero. (entre paréntesis) a la acción o. unidad estratigráfica. Las H 'Iivi
de fotografías (Carandini, 1985a, 1**, figuras 55 y 88; Merlo, 1990, figuras 7, dades 6 y 7 so.n po.sterio.res a la 8 y anterio.res a la 5, pero no. existe un a rela i n (I v
23 Y 27). El punto culminante de la reconstrucción arqueológica es la crea- pr~cedencia entre ellas. La secuencia primaria es la de la izquierda po.rque 1i 'n ' dos
ción de objetos tridimensionales como las maquetas, cuya publicación, en UnIdades ~stratigráfica~ m~~ , mientras que la secundaria es la de la derecha, qll ' li .
forma de fotografía , puede ser de gran utilidad. ne do.s UnIdades estratIgraflcas meno.s. En este blo.que estratigráfico. so.n frecll ' nl CN
Una vez relegado el aparato filológico a los correspondientes gráficos lo.s punto.S no.dale~ (1 -~ , 10-12, 1?-20~. Co.mo. puede o.bservarse, las actividades plI '.
den tener secuencias diversas (pnmana y secundaria) po.rque se refiere n a lo.s mi smos
(como las plantas compuestas), uno tiene ya la libertad de recrear la realidad
puntos n?~ales. En dicho. caso., lo.s grupo.s de actividad se refieren a un mismo. bl oqll '
perdida en las reconstrucciones de conjunto y de detalle. Si las reconstruc- estratIgrafIco., pero. en o.tro.s caso.s ésto.s pueden unificar actividades de secue ncias
ciones deben simular la vida perdida, intentando recuperar lo que podríamos co.nvergentes en punto.S no.dales diverso.s.
11\4 IIIS'I'() IU AS ¡IN I,A ' l ' II ~ lt l {A NARRA(' I N V I ~I 1('1 N 145

ll ama r los proyectos arquitectóni cos ori gin arios, ti enen que ser no ya esque- posi hl 'S ' ITOres que podamo ' cometer, co nsiderá ndolos no como desviacio-
máticas sino naturalistas y, mucho mejor, si están enriquecidas con el color n 's <.le la v rdad, 'in o como elementos productores de movimiento hacia una
( a randini , 1985a, 1* y 1** , passim). Por dicho motivo, las reconstrucciones v ' rda d, e n cualquier caso, inalcanza ble.
pueden ser de parte de una habitación, de una estancia, de un grupo de éstas Puede resultar aquí de utilidad una experiencia personal. Al preparar
o sector, del conjunto de un edificio o de una parte o la totalidad de un con- co n . Settis la exposición relativa a la excavación de la villa de Settefinestre
junto. E n las plantas reconstructivas hay que indicar los recorridos (de los ( 'a ra ndini-Settis, 1979) tuve la ocasión de reflexionar por primera vez sobre
propietarios , del servicio, etc.), es decir, la circulación entre las diferentes sa- las reconstrucciones para ayudar al público a entender la naturaleza del mo-
las, aunque sólo sea para mostrar en la reconstrucción del período sucesivo nume nto. A l levantar gráficamente muros, pilares y columnas y al prever co-
cómo el tapiado de algunas puertas y la apertura de otras es suficiente para h ' rluras surgían problemas arquitectónicos que acabaron por constituir el
alte rar el significado de toda la planimetría. En los correspondientes pies de patrimonio de preguntas a partir del cual se planteó la sucesiva campaña de
fig ura se explican las funciones de cada una de las estancias, que pueden va- 'xcavación. De ello se deduce que excavar en la forma más rigurosa y re-
ri ar en los períodos sucesivos (Carandini, 1985a, 1**, figuras 97, 134 y 138). construir gráficamente en la forma más completa, en vez de contradecirse,
Pero las reconstrucciones en su conjunto no presuponen solamente la totali- 'onstituyen fases opuestas y complementarias de una misma investigación.
dad de l aparato filológico aplicado a lo relativo a la excavación, sino también Las hipótesis reconstructivas constituyen un medio fundamental para com-
un amp li o conocimiento de la historia, del arte y de la antigüedad, que es el prender, mediante lo que ha desaparecido parcial o totalmente, lo que, en
que permite establecer los paralelismos necesarios. La altura de las diversas ca mbio, todavía existe. Así se explican finalmente las realidades estratigráfi-
e tancias de la villa de Settefinestre se ha reconstruido, por ejemplo, a partir cas en un contexto más amplio y problemático y se busca de tal manera cada
de la media de las medidas que se pueden obtener en las estancias análogas uno de los indicios que permitan reconstruir una estructura lo menos arbi-
mejor conservadas en la zona del Vesuvio (Carandini, 1985a, 1**, figuras 164 trariamente posible. 5
ss.) y una casa aristocrática de la Roma arcaica se ha reconstruido, decorado Por otro lado, sin reconstrucciones gráficas no se puede pensar en ma-
y amueblado inspirándose en las tumbas etruscas coetáneas de Cerveteri y quetas ni en imágenes tridimensionales en el ordenador para exposiciones y
Tarquinia (Carandini, 1990a, la maqueta se conserva en el Museo della Ci- museos,6 ni en valorizaciones al aire libre en los parques arqueológicos. No
vilta Romana de Roma). es siempre conveniente restaurar de forma radical un edificio porque algunos
E n el siglo pasado y a principios del presente se documenta una verda- derrumbes especialmente significativos, hermosos y famosos constituyen en
dera pasión por las reconstrucciones gráficas, las maquetas y las casas de ta- sí mismos un documento de la historia del monumento, un monumento del
maño natural hechas siguiendo modelos antiguos, como la del arqueólogo S. monumento, y son parte integrante de un paisaje de ruinas clásico del que no
Reinach en Beaulieu-sur-Mer, y por todo lo que pueda servir para facilitar la sabríamos prescindir, aunque la pasión romántica por la ruina sea para no-
omprensión de los monumentos del pasado.4 Después de la última guerra sotros algo ya superado. Es aconsejable no manipular demasiado las ruinas,
mundial este interés ha sido eliminado, sustituido por propósitos de equí- haciendo, en cambio, gráficos reconstructivos o maquetas junto a ellas o, aún
voco cientificismo (Carandini, 1987b). Nada hay más mezquino y perjudicial mejor, en el museo local.
que este culto fetichista por lo que queda, sea un fragmento o una ruina, Un cierto retraso en las reconstrucciones arqueológicas explica por qué
y que prohíbe la hipótesis reconstructiva incluso sobre el papel. Para recons- en Italia faltan libros de divulgación arqueológica seria, con ilustraciones re-
truir es necesario basarse en una infinidad de datos detallados y en una vas- constructivas del tipo de las realizadas por Connolly (1979), Hoepfner (re-
ta cultura. Tan sólo quien no dispone de aquélla puede simular que los anti- construcción de las casas de Priene del Antikenmuseum de Berlín) y Case-
guos vivían entre muros de dos palmos de altura y al aire libre. Carece de JIU
sentido opinar que una hipótesis no merece una reconstrucción porque otras
hipótesis también sean posibles o porque haya sido formulada en un mo-
mento demasiado reciente. No es justo que tan sólo deban publicarse o dar- La edición de las estructuras
se a conocer las soluciones ya consolidadas o unívocas. Los lectores y los
observadores tienen el derecho de conocer las diversas tendencias interpre- No es económicamente posible ni, en prinCipIO, aconsejable publicar
tativas y lo que está ocurriendo en el campo de la investigación. Existe un te- todo el continuum que de los pequeños detalles conduce a las grandes evi-
mor paralizante y autodestructivo a equivocarse, por lo que se evitan las re- dencias. Una parte de la documentación debe reservarse para el archivo de
construcciones injustamente consideradas demasiado audaces o se las acepta la excavación, si puede ser bien organizado y consultable, dejando sólo lo
tan sólo como vagos trazos volumétricos o divagaciones divulgativas alejadas mejor para la edición (Grinsell-Rahtz-Williams, 1974). La parte que debe de-
de la seriedad de la investigación científica. Se deben soportar, en cambio, los jarse para el archivo es, sin duda, la relativa a cada una de las unidades es-
146 III S'¡'OI( IAS IlN I,A 'I'II !RRA N li I 1\( 'ION HI)I( 'IÓN

tratigráficas (fichas y documentación correspo ndiente). Por otro lado, resul- prO I io diagrama por p '1' otlos y 11 rti 'u lado en grup s de actividades y tl tivi·
ta útil que todas las unidades estratigráficas identificadas se mencionen, al lade '. Para compensa r la falta del diagrama estrati gráfico por accio n 'S, qu '
menos una vez, en la publicación para poder, si se diera el caso, acceder al ar- ' n muchos casos no se puede publicar a causa de sus dimensiones, se pu ' ti '
chivo mediante cada ladrillo (unidad de información) de la construcción recurrir a la solución de publicar los segmentos de dicho diagra ma que ha ' 11
científica y permitir el control de la publicación en cada uno de sus puntos. re ferencia a las diversas actividades. Pero esta solución también es cos tosn ,
Las microfichas, en un sobre al final del volumen, pueden ser un puente en- Un resultado parecido se puede obtener, con un coste mínimo, utili4!u ndo al
tre archivo y edición, que permite aligerar notablemente la publicación (en gunas habilidades y signos diacríticos en la escritura. El texto que i1ustrH 111111
Italia muchos editores rechazan esta solución). actividad debe, en dicho caso, mencionar las acciones que la componen ~ 'Aú l1
No se puede publicar un conjunto arqueológico sin subdividirlo en uni- el orden establecido en el diagrama. Para poder obtener el diagrama es tra(i
dades topográficas o monumentos. Los diferentes edificios o cuerpos de fá- gráfico del texto basta seguir las reglas siguientes: 1) cada vez que se ub' d '
brica o sus diversos pisos se convierten en los apartados naturales de la pu- nivel en el diagrama por acciones, se debe poner detrás del punto un gui 11 ;
blicación. A veces incluso un único edificio puede parecer demasiado grande 2) cuando hay que volver hacia atrás en el diagrama con el fin de comenzar
para poder entrar en una sola planta compuesta, por lo que conviene subdi- a explicar la secuencia, a partir de otra rama del diagrama, hay que poner un
vidirlo en partes o sectores (parte urbana/atrio, parte urbana/peristilo, parte punto y aparte. Cuando diversas actividades se encuentran en el mismo nivel
rústica, basis, etc.). Estas divisiones después pueden aparecer recompuestas en el diagrama interpretativo, deben describirse siguiendo el orden (de iz-
en el diagrama interpretativo, en el texto y en las plantas reconstructivas. quierda a derecha) del diagrama de actividades, que debería coincidir con el
El texto relativo a los diversos cuerpos de fábrica debería comenzar con de una visita didáctica ideal al monumento. Dicho orden puede cambiar, na-
una introducción con noticias sobre la estrategia y la táctica de la excavación, turalmente, según los períodos.
sobre los excavadores y sobre otros aspectos generales de la investigación. Una unidad estratigráfica se puede identificar así: NAS, 3.24 (4.114)
Las diferentes actividades de cada cuerpo se deberían exponer articulándo- Edificio de los nuevos alojamientos para el servicio, grupo de actividad ' ~ .•
las en períodos, fases y grupos de actividades, los mismos que figuran en el actividad 24 (sondeo/área 4, unidad estratigráfica 114). En la excavación d '
diagrama interpretativo del edificio. Períodos/fases y eventualmente grupos un conjunto resulta conveniente utilizar una única serie numérica para no (('
de actividades deberían tener sus propias introducciones. A veces resulta útil ner que especificar, como ahora, el número de sondeo/área, lo que c I11pli 'o
fechar cada una de las actividades citando los materiales más significativos, notablemente el texto. Cuando aparece una misma unidad estratigráfi él ' 11
desde el punto de vista cronológico. Otras veces se pueden fechar mejor los diversas áreas, sondeos o sectores se identifica con diversos número " pOI' lo
grupos de actividades y no faltan ocasiones en las que basta fechar fases y pe- que resulta necesario establecer equivalencias. En el texto deben aparecer, al
ríodos. Cada actividad debería estar definida por un número de actividad menos una vez, todas las equivalencias, mientras que en los otros punto ' 11
precedido por el de grupo de actividades, a continuación de los cuales debe los dibujos puede aparecer sólo el número más bajo de las diversas identifi -
haber un título que ilustre su interpretación, acompañado por el número de caciones. Al describir las acciones hay que ser claros y concisos. Cuando s
la habitación o de las habitaciones implicadas: 3.27 Reestructuración de los repiten unidades estratigráficas o materiales estructurales resulta útil hacer
baños pequeños (A. 48, 57 Y33) == Grupo de actividades 3, Actividad 27, Re- referencia a diversas tipologías que deben ilustrarse al inicio de la publica-
estructuración de los baños pequeños (Habitaciones 48, 57 Y 33). En el dia- ción : técnica de construcción de los muros (cuyos números de tipo pueden es-
grama del edificio y en el texto deberían aparecer también los grupos de ac- tar precedidos por 1: 1.1, 1.2, etc.), umbrales (2.1 , 2.2, etc.), revestimient s
tividades y las actividades «fantasma», que son conjuntos de acciones no pavimentales (3.1, 3.2, etc.) y parietales (4.1,4.2, etc.), revestimientos de t '-
excavados o sólo razonablemente previstos (como el revestimiento desapa- rracota (5.1 , 5.2, etc.), y seguir de este modo (incluso para los revestimientos
recido de una habitación que ha sido totalmente sustituido en una fase suce- de los techos, para los estratos de tierra, etc.). Los bienes muebles de inter S
siva, o como las habitaciones de un primer piso razonadamente hipotetizado, estructural (vidrios de ventana, clavos, ladrillos, etc.) se pueden tratar ind -
etc.). Dejar de lado estos grupos de actividades «fantasma» significa no ser pendientemente en el texto relativo a los bienes muebles, pero deberían
lógicos y crear lagunas inexplicables en la secuencia de la narración, que para mencionarse en las descripciones de las actividades. Al principio de los gru-
ser continua y no desconcertar debería evitar cualquier tipo de bloqueo y de pos de actividades relativos a los revestimientos o a las preparaciones hay
salto. Si bien crear unidades estratigráficas «fantasma» sería un error imper- que ilustrar los elementos extraídos de la excavación (materiales muebles in-
donable, los grupos de actividades y las actividades «fantasma» están permi- cluidos) y del estudio comparativo de carácter literario y monumental, qu e
tidas en cuanto que unidades interpretativas encaminadas a convertirse en se han utilizado para las reconstrucciones gráficas de detalle y de conjunto,
puentes para superar los vacíos de la documentación. de tal forma que la explicación de la excavación tienda a aquel tipo de re-
Cada edificio o cada uno de sus pisos tiene que tener en la publicación su composiciones de hechos e imágenes que constituyen el objetivo primordial
148 III S'J'O IW\ S JI,N 1.1\ ' l ' II ~ l t R A

de toda investigación arqueológica, E n la descripción de las actividades se p lH 'S11l s ' t asa en la publicaci n ese ncia l de los mate ri ales mue bl 's, pI' 's ' 11
puede unificar la descripción con la interpretación e incluso llevar esta últi- IlI dos ¡ti fin al de los textos relativos a los grupos de activid ad o a las a Iivi-
ma al final del texto, después de un punto y aparte. Lo ideal sería una escri- dlHks, con el objetivo de datarlos de forma absoluta y comprender sus 1'1111 -
tura fluida y comprensible incluso para el lector no especializado. 111 111 's. Res ulta controvertido saber si se deben incluir también los mal ' rinl 's

Las restauraciones de las decoraciones arquitectónicas deberían publi- 11'. lI ifj 'Hti vos sólo desde un punto de vista tipológico. Se prevén ilustra 'ion 's
carse aparte, después del texto relativo al último cuerpo de fábrica, haciendo I · I ~· 'Uvas de piezas importantes desde una óptica tipológico-cronol ógi ' 11
referencia a las diferentes actividades. También pueden preverse aparte otras 11I1lt'io nal, con pies de figura de una cierta consistencia. Muchos es tratos 111'
elaboraciones críticas de carácter especial (ilustraciones de maquinaria, arti- qll l'O lóg icos tienen un interés meramente instrumental y só lo algun os ti '
lugios técnicos, etc.). Al final de la investigación debería publicarse un pro- 1' lI os in cl uyen depósitos de gran interés ceramológico o de otro tipo. I n Ji
yecto de valorización del conjunto arqueológico. d i O 'aso, se puede recurrir a apéndices, o incluso a publicaciones epal'a<.llls

Las diferentes reconstrucciones y las diversas narraciones de aconteci- l' ¡1It1'pe ndientes de núcleos de materiales importantes por sí mismos, al mar-
mientos por cuerpos constructivos deberían confluir en el modelo interpre- 1" ' 11 de la relación con las estructuras con las que se hallaban asociados en la
tativo final, que constituye la elaboración concluyente de la publicación de la l' 11'11 1ifi cación. También resulta controvertida la conveniencia o no de inte r-

excavación. La descripción de las actividades corresponde realizarla a los res- I. ll ar, período por período, las síntesis histórico-topográficas, reservadas a
ponsables y vicerresponsables de cada sector de la excavación, mientras que qui 'n ha dirigido la investigación, entendidas como introducciones a las ilus-
la elaboración final se reserva al director de la excavación, al igual que el Il lIcio nes de los grupos de actividades y de las actividades, reservadas en
control de toda la edición. tll mbio a los responsables y a los vicerresponsables de la excavación. La pu-
El índice de la publicación de una excavación podría articularse en los si- hllca ión de documentos ajenos a la excavación pero directamente re lacio-
guientes apartados: 1) Introducción. 2) Cuestiones históricas y conocimien- II U(lOS con el yacimiento o interesantes como paralelos, según este modelo,

tos adquiridos. 3) Estrategia de la excavación. 4) Método utilizado en la do- !lvh 'da incluirse en los textos de síntesis.
cumentación (escrita y gráfica). 5) Paleoambiente y contexto topográfico del Una vez que se ha decidido que la publicación de los materiale es t ' 11
conjunto. 6) Tipología de las técnicas constructivas, de los revestimientos ar- lun ción del objetivo que se considera principal de la publicación , es decir, d '
quitectónicos y de los suelos. 7) Descripción de la secuencia interpretada y de 11I'l 'structuras topográfico-arquitectónicas,8 es mejor eliminar de la publi ' I
las reconstrucciones de los diversos edificios del conjunto por períodos, fases, \'io n los materiales aislados que tienen un mero valor tipológico, con el fin dl'
grupos de actividades y actividades. 8) Restauraciones. 9) Otros estudios crí- 11 0 incrementar la exposición de los acontecimientos histórico-estructural 's

ticos. 10) Proyecto de valorización. 11) Interpretación final. 12) Índices (Ha- , ' 0 11 aportaciones de carácter eminentemente erudito. Esta suma de divc rstls
bitaciones, Grupos de actividades/actividades, Unidades estratigráficas). 13) l'o ll tribuciones específicas puede colocarse mejor en sedes más especi ali za -
Bibliografía (Carandini, 1985a, 1*, 1**, sumario de los dos tomos). Este lIus. Dife rente puede ser el destino de contextos consistentes y orgánicos d '
modo de entender la publicación de la excavación puede servir para publicar IIl ateriales muebles más directamente relacionables con la historia del yaci-
en el mejor modo incluso excavaciones realizadas con métodos estratigráfi- Illi 'nto. Pero nada impide que se publiquen en otro lugar. Quizás resulta más
cos superados y también viejas excavaciones (Carandini-Panella, 1977, pp. IIdccuado mantener separados los diversos niveles de síntesis, empeza ndo
415 ss.; Carandini el al., 1989). por el relativo a los grupos de actividades y a las actividades y siguiend c n
También es posible pensar en publicaciones de excavaciones más ágiles el de la síntesis histórico-topográfica, de forma que la lectura de los d s ni -
que se limiten a ilustrar sintéticamente los grupos de actividades estratigráfi- v ' les se pueda desarrollar consecutivamente, nivel a nivel, sin tener qu sa l-
cas relativas a una sola excavación o a diversas excavaciones y para uno o Inr fragmentos de texto para poder reemprender el discurso que s hah 11
más períodos históricos. Esto se puede realizar especialmente cuando en un ' Iegido seguir. Parecería lógico ilustrar las actividades con las imáge n s ti '
departamento de arqueología urbana la metodología utilizada está, desde las estructuras, dejando para las láminas finales las figuras de los mate rilll('s
hace tiempo, unificada, es de alto nivel y se halla perfectamente archivada, importantes desde el punto de vista tipológico-cronológico y funcion al. I u-
como ocurre en el departamento del Museo de Londres (Aspects of Saxo- I'a nte muchos años la arqueología se ha interesado primordialmente po r los
Norman London, 1988). Depósitos y archivos inadecuados constituyen los materiales bellos considerándolos aisladamente de sus contextos top 1'< fj
presupuestos de publicaciones mastodónticas, porque lo que no se incluye en cosoLa ceramología actual corre el riesgo de repetir el mismo error: deja r ' 11
la publicación corre el riesgo de perderse irremediablemente. un segundo lugar el aspecto arquitectónico y decorativo, que debe ría ser,
Una propuesta interesante, relativa a la publicación de excavaciones, ha en cambio, el objetivo principal. La cerámica puede convertirse por sí mis-
sido avanzada por D . Manacorda (Manacorda et al., 1990), gracias a la cual ma en el objeto principal de una publicación, por ejemplo en una iove ti a-
se puede pensar una publicación más ágil que la de Settefinestre. La pro- ción acerca de la reconstrucción de la producción y circulación de los pro-
150 III /'I' I'()I l AS HN I ,A ' I'II \RIV\
NA RI{A '1 N Y UI I(' IÓN 151

du lOS, pero en dicho caso ' 1 ' nroq ue prescinde completamente de las es- dI 11 inlelectual de la publicación corresponda en esencia a lo que se ha ha-
lrucluras entre cuyos restos se han hall ado dichos materiales. De hecho, no Il udo y sea run cional a su inleligencia, La traducción de la tierra en un libro
cambiaría nada si hubieran sido hallados en otro lugar cercano: la relación 1111 'de resultar una digna reparación al análisis destructivo que toda excava-
entre mater,iales y estructuras es en la mayoría de los casos completamente d n con ll eva. Para que la reconstrucción sea ágil debe ser exacta pero tam-
casual. La decisión que debe tomarse antes de publicar una excavación es la hi n apasionada. Quien no se haya sentido emperador o esclavo y no haya
de distinguir el punto de vista que da prioridad a los objetos inmuebles de vivido enlre las ruinas de las casas y de las prisiones reedificadas por medio
la topografía, de la arquitectura y de la decoración de aquel que da prioridad d ' la razón y de la fantasía no habrá puesto verdaderamente a prueba la va- ,
a los objetos muebles relativos a los productos, cuyo nexo con los objetos in- lidez de sus reconstrucciones. En dicho caso, su reposición de tejas y de bó-
muebles no sea de carácter cronológico o funcional. Estos dos diferentes re- vedas sobre las cabezas de los antiguos se convertirá en algo inerte que nun-
gistros de lectura de los hallazgos de un lugar sólo pueden, de hecho, combi- 'a llega rá a rozar la ligereza, la frescura y el encanto que posee la vida
narse en una publicación desde una óptica de anticuario, pero no desde una r 'co nquistada (Carandini, 1986b).
óplica propiamente histórica.
Sean cuales sean las opciones, más analíticas o sintéticas, que se tomen en
relación a la publicación de una excavación, ésta no puede acabar siendo una W catálogo y la publicación
narración brillante de un atraco ni una aburrida descripción de una secuen-
cia estratigráfica. En el primer caso nos hallamos ante un historiador o un an- Hace años la documentación arqueológica era poca y entre ella y la pu-
licuario que improvisadamente se transforma en arqueólogo de campo. En el hlicación de una excavación había una gran diferencia. La catalogación pre-
segundo el arqueólogo de campo se resiste a convertirse en historiador. Re- veía, de hecho, pocos apartados y el dibujo de los monumentos no conlleva-
sulta, por lo tanto, oportuno que nazca y se desarrolle una nueva figura pro- ba ni grandes investigaciones iIi preocupaciones. Hoy en día, en cambio, las
fesional, la de alguien que sepa ser artesano, científico de la estratigrafía e fichas son extremadamente analíticas y el dibujo presupone la comprensión
historiador, aunque de forma particular, al ser él mismo también un buen co- eSlratigráfica del monumento. Se puede decir, por lo tanto, que si la docu-
nocedor analítico de las estratificaciones. Cualquier conocimiento de tipo mentación de un monumento se realiza correctamente, su reconstrucción y,
histórico-anticuario es incompleto si no se basa en el conocimiento detallado en consecuencia, el alma de su publicación está ya prácticamente realizada.
de los edificios antiguos y viceversa. Estas dos competencias del arqueólo- Por desgracia los métodos arqueológicos se desarrollan con mayor rapi-
go de campo no pueden y no deben considerarse excluyentes, subordinadas dez que la experiencia práctica y que la mentalidad burocrática. Aún en
o incompatibles. En realidad son modos diversos de investigar conformes a nuestros días, algunas soprintendenze conceden la ejecución de catálogos y
evidencias de distinto género, traducibles entre sí, aunque se pague en ello documentación gráfica a profesionales externos a los que, sin embargo, se les
cada vez un cierto precio: la historia también tiene sus aduanas, La estrati- niega cualquier tipo de derecho de publicación. Ello no es de extrañar si se
grafía, por ejemplo, puede ser plenamente traducida en historia a condición piensa que los monumentos excavados desde el siglo pasado por las soprin-
de perder mucho de su oscura e ilimitada complejidad original. Esto signifi- tendenze se hallan vetados sin limite de tiempo a la investigación.
ca que una publicación arqueológica con fines históricos representa sólo una Esto conlleva una expropiación de trabajo científico, una grave limita-
parte de la estratificación y es así, no sólo porque en una publicación se está ción de la libertad de investigación, la difusión de una mentalidad polariza-
obligado a simplificar la realidad indagada, sino también porque una parte de da y propietária en relación a los monumentos convertidos en feudos perso-
lo que se ha excavado, encerrada en la masa de los estratos y en el vacío nales y, por lo tanto, una multiplicación de lo inédito. Resulta fácil hacer
de las superficies, puede no llegar a percibirse o resistirse, incluso, a nuestro inaccesible un bien público, pero mucho más difícil resulta analizarlo y pu-
deseo de comprender, Entre los hechos y la relación entre los hechos poten- blicarlo (porque las grandes cantidades de datos acaban por dificultar su asi-
cialmente contenidos en la tierra y en los muros antes de la excavación y la milación). Todos los hallazgos pasados deberían liberalizarse y los derechos
publicación de la excavación, por muy perfecta que pueda ser, existe siempre sobre las excavaciones de los funcionarios y de cualquier otro tipo de exca-
una distancia, que al mismo tiempo debemos aceptar e intentar reducir al re- vador deberían limitarse a un plazo máximo de cinco-diez años. La publica-
latar y reconstruir el mundo de las cosas. ción de los monumentos debería ser el objetivo real de todo catálogo y de
De la excavación se saca sustancialmente un modelo, una iconografía, es toda documentación, que, al margen de las re composiciones contextua les y
decir, un empobrecimiento de la realidad multiforme, pero este es el precio de las reconstrucciones, no tienen ningún significado, si no es el de llenar inú-
que hay que pagar para entender un fragmento de mundo muerto, el cual, de tilmente los almacenes de las soprintendenze con montones de papeles.
no ser así, conservaría intactos sus archivos pero no existiría para nosotros Como cualquier texto literario, todo monumento puede ser estudiado y co-
sino en su oscura e inerte potencialidad. Lo importante es que la construc- mentado cuantas veces se desee, por lo que la obsesión de acaparar porcio-
15 III S'I '( )H I A S I ! N LA 'l'I I\R IV \ NA I{I(A( 'I )N IlI) l (' 1 N

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I F IGURAS VII-VIII. Castillo de Hen Domen, Montgomery, Gran Bretaña. Fase X
/ (1150 d.C.). Reconstrucción de P. Barker (P. Barker - R. Higham, Hen Domen, Mont-
gomery, A Timber Castle on (he English-Welsh Border, Royal Archaeological Institu-
te, 1988), planimetría y reconstrucción.

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o 10m
I 4 III S'I'() IU AS HN L A T II ~ RR A NARRACIÓN Y EDICIÓN 155

nes de territorio sobre el que prete nder derechos exclusivos y de salvaguar- aca bados de ventanas y de muebles, Enseres de la parte rústica y elementos
dar escrupulosamente lo inédito, sin límite de tiempo, resulta un indicador de la decoración de la parte urbana, Instrumentos de trabajo agrícola, caza,
inequívoco de pobreza crítica y de incapacidad historiográfica. En dicho pesca y medidas, Instrumentos de trabajo doméstico, Contenedores de alma-
caso, la «protección» de los bienes arqueológicos se traduce en su perversión. cé n y de transporte, Objetos de cocina y de despensa, Vajilla de mesa, 1 -
mentos para iluminación, Recipientes para el lavado e incensarios, Instru-
me ntos para la preparación de sustancias, Objetos para escribir, de culto, de
La publicación de los materiales aseo, de ornamento, de farmacia y de juego, Objetos de diverso uso y Restos
orgánicos. Para el fichado de materiales en serie, véanse las pp. 99 ss. E n las
La excavación arqueológica es como un Jano bifronte, del que una cara es conclusiones de dicho estudio hay una síntesis sobre los sistemas de alim n-
la actividad de campo y la otra la actividad de laboratorio para el estudio de tación patronal y de los esclavos. En los apéndices están los inventarios de las
los materiales, al que aquí sólo se hace una mención dado que el tema merece pastas, de las pastas vítreas, de los revestimientos, de las decoraciones y d '
ser objeto de un manual específico. El estudio sistemático de los bienes mue- los sellos; allí se estudia también el lugar en el que se producían los ladrill
bles, los llamados materiales arqueológicos, se está difundiendo cada vez más las cazuelas y las ánforas utilizados en la villa, y finalmente se analiza n I s
y con ello se va afinando el método de clasificación tipológica necesario para huesos trabajados. Concluye la bibliografía. Diagramas estadísticos, mapas
el estudio de las producciones, especialmente de aquellas en serie. La ilustra- de distribución y tablas facilitan la percepción sintética, cuantitativa y cuali-
ción caótica de la cultura material, con los dibujos inútiles de tipos cerámicos ta tiva, de los fenómenos documentados. Pero este no es más que uno de los
incluso demasiado conocidos, deja paso ya a la publicación simplificada de la ta ntos modos según los cuales los materiales pueden ser tratados en la publi-
esencia de la documentación. La publicación de los materiales puede consti- cación de un conjunto monumentaI.9
tuir un segundo momento de la edición de una excavación, contribuyendo a la
historia de la producción artesanal y manufacturera y de la circulación de mer-
caderías en un determinado lugar (Giardina-Schiavone, 1981; Giardina, 1986). Los materiales y la cronología absoluta
El progreso de los estudios ha cerrado ya la fase en que la publicación de
cualquier conjunto de materiales procedentes de cualquier estrato constituía Una moneda o cualquier otra pieza datable hallada en un estrato no oCre-
un acontecimiento importante y hay que llegar a tomar, incluso para la edi- ce más que un terminus post quem para la unidad estratigráfica en cuestión,
ción de los materiales, decisiones de carácter sintético. No deben publicarse siempre que sea la más tardía de las coetáneas a la formación del estrato y
todos los contextos, aunque todos deben conservarse en el depósito de los que, por lo tanto, no sea residual o una intrusión. Si la moneda es del 73 d.C.,
objetos procedentes de la excavación. Hay estratos en los que sus materiales el estrato se habrá formado en el 73 d.C. o en cualquier otro momento pos-
proporcionan poca información, por lo que pueden excluirse de la publi- terior incluso muy alejado de aquel año. En la excavación de la base de los
cación; otros contienen, en cambio, objetos interesantes por sí mismos por- pilares de la catedral de Worcester, cuya fundación se data sin duda alguna
que comprenden objetos desconocidos, realidades productivas especiales y en el 1084 d.C. , tan sólo se encontró cerámica romana, pero no por ello se
circunstancias paleo ambientales interesantes (como el instrumentum y los pensó en retroceder la fecha de aquel edificio a la edad antigua (Barker,
desechos alimentarios de un barrio servil, o las semillas que atestiguan una 1986, p. 141). La ley del terminus post quem tiene que respetarse siempre.
vegetación de marismas en un determinado lugar, permitiendo así pensar en Otra leyes la del terminus ante quem, por la que, si la cronología de una uni-
el abandono de los canales de la centuriación, etc.) o dan información sobre dad estratigráfica nos es conocida, todas las otras que la preceden en la se-
la circulación de mercaderías especiales (como un vertedero de ánforas). En cuencia son más antiguas. La cerámica del siglo I1 d.C. hallada en un estrato
dicho caso comparar con otros contextos más o menos coetáneos resulta de más reciente que otro que contiene cerámica del siglo III d.C. pierde todo va-
gran importancia. Incluso en muchos casos esto resulta más importante que lor cronológico: incluso si se halla documentada en cantidad, debe ser consi-
el propio contexto estructural en que los objetos han sido hallados. derada como un simple residuo. Si cuatro estratos presentan, desde abajo, ce-
Una aclaración metodológica sobre clases, formas, tipos, tipos de pasta, rámica del siglo IV a.c., del JIl, del II y delI, ello no significa que sean de época
tratamiento de las superficies y de los revestimientos, tipos de decoración, romana. Podría tratarse de estratos medievales e incluso modernos (Barker,
criterios de cuantificación, elaboración de los datos, presentación gráfica, 1977, pp. 192 ss., y 1986, figura 76).
etc., se encuentra en la introducción al segundo volumen de la publicación de No es posible en estas páginas afrontar los diversos métodos científicos
la excavación de Settefinestre (Ricci, 1985). E n dicho trabajo hay también un de datación, de los que puede disponer el arqueólogo (dendrocronología,
glosario y el estudio de los materiales organizados según los siguientes gru- C14, etc.). Afectan a problemas especializados completamente específicos y
pos: Materiales de construcción, Herramientas y conducciones, Elementos y merecen ser trll tllnnc;: ~ n ~r t p ( Pl o~ ; ~ - " v., r\
I xc ' VAl 'H IN ('OMO I'({ (" 1'1 ('/\ 157

de expresión y de 'xp ' rim ' ntu 'i )11 debe articul a rse en una gestión unitaria,
que corresponde al director establecer y garantizar en favor del interés ge-
ne ral de la investigación. Se trata de saber armonizar diversas personalida-
des, diversos conocimientos, tiempos diversos y diversos sondeos, áreas y sec-
tores. E n una excavación surgen continuamente intereses particulares, que
sólo pueden satisfacerse si responden al proyecto común en el que participa
la comunidad científica que forma la excavación. Por dicha razón, el director
debe saber resolver los problemas puntuales, previendo lo que pueda acae-
5. LA EXCAVACIÓN COMO PRÁCTICA cer sucesivamente a partir de los primeros indicios y del conocimiento que él
posee de la totalidad del proceso científico que se está llevando a cabo.
La creación de un equipo, una comunidad científica, conlleva problemas
El, UXCAVADOR psicológicos no menospreciables, especialmente en países en los que no hay
una tendencia al espíritu comunitario y a la identificación con las institucio-
mdirector de la excavación nes. El director debe saber limitarlos, sin mezclar los propios problemas con
los de los demás, colocándose por encima de las partes e impidiendo con vi-
No puede haber más de una persona dirigiendo la excavación y en ella gor que la agresividad supere un cierto nivel. En las excavaciones de Sette-
deben recaer las mayores responsabilidades. Las direcciones colegiadas ge- finestre y del Palatino, en las que han participado entre 40 y 120 investiga-
neralmente no conducen a buenos resultados. Dado que existen tantos mo- dores, evidentemente ha habido problemas, pero siempre ha sido posible
dos de ver las cosas como personas participan en una investigación, resulta neutralizarlos en favor del éxito de la investigación. Una gran comunidad
di fícil avanzar en los estudios sin dar una prioridad en las decisiones a aquel científica con un justo nivel de competitividad, pero esencialmente pacífica,
que tiene mayor experiencia, lo cual implica, inevitablemente, una jerarqui- es un objetivo alcanzable, si bien algunas veces ello entraña ciertas dificulta-
zación del poder. des.
E l director de una excavación puede recibir indicaciones del director de El director de la excavación debe poseer también dotes de organizador y
un proyecto o de un comité científico, pero su autonomía operativa debe ha- de empresario. De hecho, puede tener que coordinar una comunidad cientí-
llarse plenamente garantizada. El director, en definitiva, no debe convertirse fica, un grupo considerable de hombres y de mujeres competentes en diver-
jamás en el brazo técnico de una mente histórica considerada superior. so modo y medida, que cooperan para alcanzar una misma finalidad científi-
A l director de la excavación corresponden no sólo los aspectos científi- ca. El problema no reside en el hecho de coordinar un grupo «artesanal» de
cos sino también aquellos prácticos de la investigación. Por dicho motivo, pocos arqueólogos, sino en el de dirigir decenas de investigadores en una es-
debe estar en la excavación lo más posible. En razón del conjunto de res- pecie de empresa científica. El que dirige no debe estar capacitado para todo,
po nsab ilidades que sobre él recaen, su autoridad no debe ponerse en tela de pero debe saber ser el intermediario entre las diferentes habilidades, todas
jui cio excepto en casos extremos. Representa algo más que el primus inter ellas necesarias para obtener el objetivo final , como hace el director de or-
pares. U na excavación gestionada de forma asamblearia es como una opera- questa o cinematográfico.
ción quirúrgica en la que las decisiones se tomen por votación. Debemos te- Una excavación debe ser eficiente y productiva, dado su elevado coste
ner el mismo respeto hacia la tierra que hacia el cuerpo humano. Una exca- económico. Los ritmos no deben ser demasiado lentos: un exceso de minu-
vación en la que reina el desorden es una excavación que no funciona. Por ciosidad resulta claramente perjudicial. La lentitud no es sinónimo de exca-
otro lado, allí donde la autoridad no se respeta espontáneamente y, especial- vación bien hecha y acaba por privilegiar fatalmente las fases más tardías de
mente, allí donde uno no se recrea trabajando la excavación tampoco fun- la estratificación en detrimento de las más antiguas, a las que también hay
ciona. E l director no es un dictador ni un comandante (aunque debamos re- que llegar. Hay que distinguir las diferentes unidades estratigráficas, pero re-
conocer que la arqueología de campo debe mucho a militares como Pitt sulta inútil indagarlas con perplejidad y «acariciándolas» con los instrumen-
Rivers y Wheeler). Su autoridad debe basarse, por lo tanto, en el diálogo con tos. En las excavaciones británicas se oyen bromas del tipo: «if in doubt, have
los colaboradores que él ha escogido y en el consenso. Debe saber dirigir, es it out», «if still in doubt, put it back», «if you still don't understand it, get rid
decir, dar la oportuna prioridad a unas decisiones en detrimento de otras. of it fast, befare tedious discussion is generated» y también: «a layer is a load
Debe ser él quien marque el ritmo de la investigación. Pero una excavación of dirt of no importance whatever, until proved otherwise». La duda puede
en la que todo esté rígidamente previsto y en la que no haya espacio para ex- disminuir el volumen de información al igual que el exceso de velocidad. La
presar la propia crea tividad se empobrece y llega a bloquearse. La libertad excavación debe terminar en un plazo determinado y razonable de tiempo.
158 III S'¡'O IU A S JI,N I.A 'J'IIIRRA I ,A II X( 'AV ( 'I()N ('OMO PltÁ T I('A I 1)

El director de una excavación debe, por lo tanto, decidir con rapidez E l director de la ex ava '¡ )11 Ii ' ne que preocuparse de obtener fondos y
cómo excavar y evitar atrincherarse en un laberinto de testigos. El excesivo hallar el mejor modo para gastarlos. E l modo en que se transmite n los res ul -
temor a la subjetividad en la interpretación y fantasear sobre una inexisten- tados de la investigación a los medios de comunicación no resulta inclif '1' ' lI -
te objetividad absoluta de la estratigrafía resulta inoperante. Es más temible te desde este punto de vista. Las administraciones locales pueden facilitar im-
la falta de habilidad. La capacidad de excavar está ligada a la inteligencia y portantes ayudas de tipo logístico e instrumental (uso de escuelas y casas ti '
a la experiencia, pero no a la edad y mucho menos al nivel académico o fun- colonias para alojar a los investigadores, preparación de comedores y lal o-
cionarial. Hay que tener una gran elasticidad para plantear y retirar hipóte- ratorios, trabajos de carpintería, uso de excavadoras y camiones). A ca mbio
sis, sugeridas primero y desmentidas más tarde por la evidencia. se pueden presentar los resultados científicos de las excavaciones en un a 'x
Pero la eficiencia no debe transformar tampoco la empresa científica en posición y asesorar acerca de los problemas de los bienes culturales arqll '()-
una industria taylorística. Las cadenas de montaje en las que los anillos están lógicos de la zona en la que se realiza la investigación. Se debe informar él • '¡'-
demasiado separados entre sí son perjudiciales. Debe existir una relación en- ca de la investigación a la comunidad local. Con dicha finalidad, resulta útil
tre productividad profesional y razonamiento científico. Los excavadores de preparar visitas a los laboratorios y a las excavaciones, conferencias y pane-
un área deben poder conocer también las otras áreas de la excavación. Los les didácticos al aire libre.
que clasifican los materiales deben poder conocer la excavación, y los exca- Corresponde al director la elección de sus colaboradores. Ante todo se
vadores, los materiales. Se trata, al fin y al cabo, de evitar que la alienación plantea el problema de reclutar a jovenes excavadores. Para ello puede utili -
se apropie de la excavación, sin que por ello se tenga que renunciar a una efi- zarse una ficha que se envía, por ejemplo, a las universidades, ficha en la que
caz cooperación. Este difícil equilibrio resulta más fácil de mantener en las se incluyen los siguientes apartados: nombre, apellidos, lugar de nacimie nto,
excavaciones experimentales en yacimientos abandonados o en áreas ar- dirección y teléfono particulares y del lugar de trabajo, disponibilidad de ve-
queológicas protegidas que en las excavaciones urbanas o de salvamento, en hículo (tipo y matrícula), vacuna antitetánica (vacunado/sin vacunar), currí-
las que el tiempo apremia y la eficiencia debe ser mayor. culum (estudiante/licenciado, universidad, curso académico, título y director
El director de la excavación y sus colaboradores pueden tener un «diario de la tesis, universidad y fecha en la que ha leído la tesis, experiencia pI' 'Ct~
de excavación», en el que anotar observaciones, problemas de método, es- dente en excavación, clasificación y restauración de materiales, otra a livi
trategias, tácticas e hipótesis. Puede ser una especie de historia de la excava- dades).
ción, la excavación de la excavación. Este mismo manual nació de un diario Especialmente delicada resulta la elección de los responsables de la 'x
científico de este tipo. cavación, de los materiales y de la documentación gráfica. Éstos constitll y ' 11
Al director de la excavación corresponde más que distinguir las unidades la espina dorsal de la investigación. El director no debe dirigirse dire la -
estratigráficas el recomponerlas en un dibujo de conjunto. El director es el mente a los excavadores, sino que siempre tiene que comunicar con Jos re::;-
único que puede siempre moverse libremente por la excavación, sin otra ma- ponsables, evitando así directrices contradictorias.
yor competencia que la de suturar, reunificar, reagrupar y sintetizar. Debe El director de la excavación puede prever otros responsables: para la pa-
comportarse no como deus ex machina, que tras una breve ojeada resuelve leoecología, la topografía, las tipologías, la restauración, las relaciones públi-
cada uno de los problemas, sino como aquel al cual, inmerso con los otros in- cas y las exposiciones, la administración, la logística, el instrumental y las
vestigadores en el proceso de análisis, corresponde la tarea de propiciar y compras, la informática y los archivos de documentación (gráficos, fichas, fo -
realizar la recomposición de las unidades estratigráficas en la dirección de la tografías y registros). Debe hallarse en contacto también con los especiali -
narración histórica y de la reconstrucción monumental. tas en los diversos tipos de materiales arqueológicos y con los geólogos, los
Corresponde primordialmente al director ocuparse de las relaciones pú- pedólogos, los botánicos, los zoólogos, los antropólogos, los geógrafos, los cli -
blicas y del contacto con las instituciones y los medios de comunicación. Los matólogos, los historiadores de la agricultura, etc.
que son titulares de un permiso de excavación se hallan ante el problema de El director debe continuar su labor con sus más estrechos colaboradores,
las solicitudes de permiso para excavar, de las ocupaciones temporales, del durante los meses en los que la excavación se interrumpe, organizando semi -
estado del yacimiento, de las primas por hallazgos, de los informes finales de narios relativos a la investigación. Es en el marco de esta escuela en el qu
cada campaña (informe, fichas, gráficos, fotografías e inventario de los ma- debe surgir la edición de la excavación, de la que debe responsabilizarse el
teriales). La diligencia debe ser máxima porque los procesos burocráticos son director.
lentos y existe el riesgo de no cumplir los plazos previstos para el inicio de la Generalmente, en las grandes excavaciones urbanas, los responsables,
excavación. Las relaciones con los propietarios no son sencillas. General- los ayudantes y los excavadores reciben un salario, mientras que los jóvene
mente, éstos son menos comprensivos cuanto más acomodados e instruidos. inexpertos colaboran de forma voluntaria. Afortunadamente, se va generali-
Finalmente, existe el delicado problema de la política de publicaciones. zando el uso según el cual los estudiantes de arqueología, además de los ins-
160 IIIS'I'() IW\ S JlN I ,A 'I'II II{I{A
I ,A 1\ ( 'AVA( 'J( N ' O M PRÁCTI A 161
critos a lo cursos de esp cializaci n,'" deban haber participado en activi- LCOM ITe ClENT/FIlO I
dades de campo. Pero hasta que los departamentos de arqueología y, en es-
pecial, las escuelas de especialización no dispongan de «policlínicos», labo- l PI(ECTO(PE lA EXCAVAClÓNI
ratorios e investigaciones de campo garantizados mediante acuerdos con el I
Ministero dei Beni Culturali, la enseñanza de la profesión de arqueólogo se- REIAC~
PVBIICAS
I
I~W:t;:::~~~~'fE~os, I
1
SEMINARIOS·
guirá siendo abstracta e ineficaz. Hay que ver con buenos ojos la creación de TRABAJOSPE
lABORATORIO
un colegio profesional de arqueólogos, siempre que el examen de acceso al ECONOMIA Y ~NSABIEPEHEUA. I PECARA A lA
PVBIICACIÓN PE
APMINISR ITASYCOMPRAS
lA EXCAVACIÓN
mismo sea severo e incluya las nuevas metodologías topográficas, estratigrá- ¡---'
ficas, tipológicas y paleo botánicas del trabajo de campo. 'Et.SONAL l!~bO;:::;~f!r,,1J!::~;' I J
Corresponde al director de la excavación idear exposiciones y proyectos ~o~~%,~1~S' EX· 1
r::=-- IUSPONSABLE PEPIBVJO I '(DYECTO P
VALOt.IZA,,'jN
de valorización relativos al área de excavación. AIOJAMIENT
Todo director de excavación desea poder disponer de una organización y
d estructuras como las que se han descrito anteriormente (figuras 122 y 123).
AIIMENTAClÓ~
L(ESPONSABIE PE fOTIJ1RAflA I I(ESPONSAlIES
PE LAS 1"0-
IO~{AS
I
Tt.ANS'Ol1E
eneralmente este deseo está destinado a verse sólo en parte satisfecho.
I w:m:,~!~", I L'NFOl.MÁTICA y 1
AUN/VD
I
Los responsables de la excavación I !!S.':~~~1~~~, ,,. I

El director de la excavación tiene que poder contar con la pericia de los


I W:::O~W:IA I
responsables de sondeo o mejor de sector. Éstos participan directamente FIGURA 122. Dirección y sectores de actividad y de responsabilidad previsibles en
en la excavación coordinando y controlando de forma amistosa pero firme la una excavación.
labor de los otros excavadores menos expertos (ayudantes, excavadores,
aprendices y eventuales peones). Las operaciones que el responsable de la
excavación debe controlar son, por orden, las siguientes: 1) Controlar la for-
ma de la excavación, acordar con el director posibles modificaciones, con-
trolar la verticalidad de los cortes de la excavación. 2) Controlar la limpieza
de las superficies de los estratos, su identificación y las relaciones estratigrá-
ricas existentes, individualizando sucesivamente los estratos que hay que ex- ÁUA
VE
cavar. 3) Hacer las fotografías necesarias. 4) Asignar un número de unidad EXCAVACIÓN

estratigráfica al estrato que se va a excavar o describir, indicándolo en el re-


gistro de las unidades estratigráficas. 5) Controlar la planta del estrato y las
cotas. 6) Escoger las secciones y los alzados que se van a documentar, de
acuerdo con el responsable del dibujo, ocupándose de su realización, de la
numeración y de su inserción en el registro de documentación gráfica. .s
7) Controlar la primera redacción de las fichas de USo 8) Controlar que las
cajas y las bolsas para los materiales tengan la etiqueta de referencia. 9) De- F~GURA 123. ~squema de la excavación ideal. (A) Área para fragmentos arquitectó-
cidir los instrumentos que se van a utilizar, en qué dirección y de qué modo nICos. (B) Cocma y comedor. (C) Alojamientos y baños. (D) Dirección, administración
se van a recoger los materiales; controlar la ejecución de la excavación y la y archivo. (E) Responsables de los sectores de la excavación y archivo correspondien-
recogida de los materiales; ocuparse de la eficiencia y la seguridad de los exca- te. (F) ~esponsables de los materiales, muestras y clasificaciones, con archivo. (G) La-
vadores; controlar que la tierra restante se lleve al punto acordado y que los boratonoyara n:at~riales , tipologías y clasificaciones, con archivo. (H) Responsable y
materiales acaben en el almacén. 10) Mantener el contacto con el responsa- labora tono de dibUJO, maquetas y exposiciones, con archivo. (1) Responsable y labora-
ble de los materiales y, si hay, con el de la paleoecología para las restaura- torio de fotografía, con archivo. (L) Responsable y laboratorio de restauración con ar-
ciones urgentes, la toma de muestras y el tratamiento de materiales particu- chivo. (M) ~esponsable y laboratorio de paleoecología, con archivo. (N) Resp~nsable
y la?~ratono de topografía, con archivo. (O) Biblioteca y seminario para proyectar ex-
pOSICIOnes y preparar la publicación de la excavación. (P) Depósito de herramientas.
* Equivalentes a lo ' cursos de doctorado españoles. (N. del t.)
(Q) Depósito de materiales y muestras. (R) Sala de exposiciones. (S) Aparcamiento.
162 III S' I'() I ~ I AS I ' N I ,A 'I'lI lRRA LA I ( ( 'AVA( 'IÓN COMO I'R Á T ICA lúJ
lares. 11). E ncarga rse de compl etar las fi chas de US fin alizada la excavación. sido, desde este punto de vista, una auténti ca novedad. Q ue fu e ra pos ibl \ lle-
12) Elaborar el diagrama estratigráfico (controlando las referencias a las fi- va r a ca bo en Italia un a excavación sólo con el trabajo manu al d eSludian-
chas y a las plantas) y delinear, numerándolas y registrándolas, las primeras tes y licenciados se demostró por primera vez, a gran esca la, e n la inveSli!)u-
actividades. 13) Atribuir números a las habitaciones, indicándolas en el re- ció n italobritánica de Settefinestre (1976-1981) y, pos teriormente, 'n Ins
gistro correspondiente. 14) Controlar que dibujos y fichas se hallen perfecta- ucesivas experiencias en el campo de la arqueología urbana, en el qu cll"1I
mente archivados. 15) Colocar, si es necesario, los cartelitos con los números bajo profesional y el de los voluntarios han sabido integrarse con el ti ' los
de las US en los cortes de la excavación. 16) Seguir la didáctica del propio obreros, especialmente necesario allí donde el volumen de cada es tralo 's
grupo de trabajo. 17) Controlar que, al final de cada jornada, se deje la ex- apreciable (a partir de algunas excavaciones urbanas en Roma se ha ca l ulll
cavación ordenada y preparar los instrumentos necesarios para el día sucesi- do que sería necesario un obrero por cada seis arqueólogos). En estos casos
vo. 18) Entregar al final de la campaña de excavación toda la documentación no se ha observado jamás ningún tipo de oposición del arqueólogo al traba-
al director de la misma. jo manual, oposición que se ha dado en el caso de algunos restaurador 's
acostumbrados a trabajar sólo con objetos ya extraídos del terreno y en la os-
curidad del laboratorio. Una restauración de urgencia en la excavación re-
Los excavadores sulta todavía rara en Italia, aunque materiales estructurales como estucos
pintados o materiales muebles cuya recuperación resulte particularmente de-
Hasta hace poco tiempo la excavación estaba considerada como una obra licada constituyen una realidad cotidiana en las excavaciones (Carandini,
llena de peones, en la que sólo de vez en cuando aparecía el arqueólogo o un 1986a; Melucco Vaccaro, 1989).
ayudante suyo para controlar la investigación. De hecho, la excavación se ad- Problemas como la capacidad física de soportar esfuerzos, el seguro (ga-
judicaba a empresas privadas inexpertas en excavaciones arqueológicas es- rantizado por la universidad para los estudiantes), la vacuna antitetánica, In
tratigráficas, que no funcionaban por unidades estratigráficas sino por metros seguridad (uso de escaleras, vestuario correcto, cascos, formas de moverse, ti '
cúbicos de tierra excavada o por niveles de profundidad abstractos. Esta levantar pesos y de usar los instrumentos), las dotaciones y los conocimi 'n
práctica reprobable, que por desgracia no ha desaparecido completamente, tos de curas de urgencia, el uso de instrumentos mecánicos, las obras de pro-
reflejaba la concepción según la cual la excavación era una operación exclu- tección, etc., son de una importancia fundamental y están adecuada m ' nt '
sivamente de carácter práctico y, por lo tanto, esencialmente un movimiento tratados en el manual del Departamento de Arqueología Urbana del Mus 'o
de tierras. de Londres (diciembre de 1988). Una cierta experiencia en trabajo de cam-
Pero ahora la excavación se presenta cada vez más como la actividad de po es fundamental para el arqueólogo profesional, especialmente desde que
investigación de una comunidad científica en una porción de estratificación no excavan sólo los obreros. También resultan útiles los «reglamentos» de las
o en un monumento transformados en laboratorio al aire libre, en el que se excavaciones, en los que la obviedad de algunas normas sólo puede irritar
desarrollan actividades científicas complejas. Una comunidad de este tipo a quienes están habituados a trabajar sobre todo con mano de obra asala-
puede también servirse de obreros, pero estudiantes y licenciados en ar- riada y no con un gran número de estudiantes y licenciados (Manacorda,
queología son los que, en cualquier caso, deberían jugar un papel principal. 1982a).
A l menos una tercera parte del presupuesto global de una excavación debe- No existen muchas oportunidades en la civilización industrial para fundir
ría estar destinado al trabajo de los arqueólogos (como se desprende de la manualidad y cultura, esfuerzo e ingenio. Desde este punto de vista la exca-
experiencia de las excavaciones urbanas en Roma). En cirugía es el médico, vación arqueológica es un lugar ideal de formación en el sentido de una re-
y no el enfermero, quien opera. Por dicha razón es fundamental poder retri- composición entre mente y cuerpo y de una reunificación del conocimiento
buir a los jóvenes por el trabajo de excavación (lo cual por ahora todavía no histórico (los más reacios entre los antiquistas a lo que representa la excava-
es posible), por la documentación realizada (esto es, en cambio, posible) y ción son los jóvenes filólogos clásicos y es con ellos con quienes los arqueó-
por publicar lo que se ha encontrado (sólo ocurre en casos excepcionales). logos tienen mayores problemas para colaborar).
Lamboglia excluía una participación directa del arqueólogo en la exca-
vación. Podía entrar en el sondeo para dirigir desde más cerca al obrero, para
recoger materiales y para documentar las estructuras. No han faltado en los La excavación y las instituciones
años pasados casos especiales en que arqueólogos han trabajado incluso de
forma manual en sus excavaciones. Pero la participación normal del arqueó- Desgraciadamente las soprintendenze arqueológicas están demasiado
logo en todas las operaciones manuales de la excavación es una conquista re- cargadas de funciones burocráticas y son demasiado poco autónomas de los
ciente. La experiencia británica de las grandes excavaciones sin obreros ha organismos centrales del ministerio del cual dependen. Los sueldos son
164 Ill STO RIA S L N I. A ' l'l f1RRA I A 1' )\( 'A A( 'InN COMO PRÁ T ICA I (J.

inadecuados, la competencia científica de sus miembros no se reconoce de po, para publicar y valorizar los monumentos, hay que rep lantea r ti · nu 'vo
forma suficiente y no se les da permisos por motivos de estudio. Por dichas la relación entre las soprintendenze y la universidad. Éstas debe n p ti ' 1' ha -
razones estas instituciones se encierran frecuentemente en sí mismas y no llarse en la condición de formar historiadores y arqueólogos profe 'ionHI ' S,
desarrollan suficientemente colaboraciones con las universidades y los mu- pero ello no es posible si no se abren campos institucionales y normal ivos,
seos locales, haciendo difícil, además de la catalogación y la publicación de que no consistan solamente en la simpatía y la buena disposición individual ,
los monumentos, la investigación arqueológica de campo en un sentido ac- para una colaboración sustancial en el conocimiento y la salvaguardtl ti ' ION
tual y a gran escala, que difícilmente puede llevarse a cabo por los diver- bienes culturales arqueológicos. Para ello los ministerios competentes d ,\)(.'
sos inspectores, aunque estén capacitados, que trabajan fundamentalmente rían dotar a los departamentos de arqueología o, al menos, a las seu ' las ti '
solos. especialización con laboratorios y con medios para investigar en muscos ' 11
En un contexto institucional y normativo diferente, el inspector podría el campo, es decir, «policlínicos» arqueológicos (Francovich, 1981, pp. 57 ss,;
ser el alma en torno a la cual formar y hacer girar una amplia comunidad Francovich-Parenti, 1988, pp. 13 ss.).
científica. Patriotismos burocráticos o académicos, con las correspondientes Un paraíso científico e institucional se creó en 1984 en la comunidad au -
rivalidades, son desde este punto de vista perjudiciales para los bienes cultu- tónoma de Andalucía, donde la arqueología de protección es ágil, todavía no
rales, que no piden ser salvados por esta o aquella estructura administrativa se ha burocratizado y participa de la investigación, y la arqueología unive r i-
o científica y reclaman la más amplia colaboración entre las diferentes insti- taria se halla implicada en la protección del patrimonio. Las dos arqueolo-
tuciones del Estado y, entre éstas, las empresas con capital público o privado gías se encuentran anualmente en congresos en los cuales los proyectos fi -
(construcción, informática, etc.) ocasionalmente implicadas. El grado d~ ?u- nanciados por la comunidad autónoma se ilustran para justificar la inve rsi n
rocracia de cualquier decisión se mide según el grado de defensa del pnvIle- realizada con dinero público. Se excava en años alternos para pode r publi al'
gio corporativo y de la «propiedad» sobre los monumen~os respecto .de. las e incluso el trabajo de publicación se paga gracias a la financiación púhli '11
posibilidades reales de combinar fuerzas diversas con el fm del conoci~men~ que, en general, es sustanciosa.
to y de la protección (las opciones de la Soprintendenza Archeologica di
Roma en este sentido han adquirido el valor de ejemplares).
La utilización de cooperativas debe considerarse positivo, aunque resul- El responsable de los materiales
te completamente desafortunado que las soprintendenze concedan la realiza-
ción de trabajos de excavación a una sola o a unas pocas cooperativas, ex- Una figura importante en la excavación es el responsable de los mat 'ria
cluyendo así la colaboración de las universidades y los museos locales, los les recuperados al excavar y cribar la tierra. Debe ser una persona ex p rta ' n
sujetos más cualificados y con mayores derechos. Una tal situación de sus- tipologías de materiales arqueológicos y capaz de organizar turnos de exca-
tancial monopolio ofrecido a pequeños grupos privados, por llamarlo de al- vadores para el lavado, el siglado, la clasificación y el embalaje o la col ea-
guna manera cooptados en la arqueología de Estado, conlleva altos costes, ció n de los materiales en el almacén. Debe saber aplicar a los materiales un
empleo de jóvenes no suficientemente preparados para hacer frente a traba- primer tratamiento conservativo, vigilar que éstos estén separados estrato
jos demasiado numerosos e insuficiente control científico. Dicho monopolio por estrato y dividirlos en clases y, después, en formas y tipos. Debería visi-
da una imagen aparente de apertura y de cooperación modernas en la ar- tar, al menos una vez por semana, la excavación. A falta de un expert e n
queología de campo, pero en realidad consolida viejas prácticas burocráticas malacología debería ocuparse también de los materiales osteológieos, d ' las
y cerrazones corporativas. Desprovistos de una autonomía real, los jóvenes muestras y de la flotación, a realizar de acuerdo con los responsables d ' la
de dichas cooperativas acaban por ser explotados por la institución que les excavación. Una especial atención hay que dedicar a los materiales parti u-
otorga los trabajos en exclusiva de forma cliente lar y. subalterna, favor~cien­ lares, que deben tratarse aparte por motivo de su fragilidad, rareza y IIri-
do perfiles profesionales anómalos y técnicamente umlaterales. El trabaJ.o, en dad. Debería haber una lista de los mismos en el correspondiente regist ro.
cierta forma garantizado, se paga con la expropiación de los derechos Cientí- Resulta útil elaborar para cada estrato una ficha en la que se resuman los di -
ficos y, por lo tanto, con una especie de proletarización del excavador. Sepa- versos géneros de materiales recuperados. El responsable de los material 's
rar las tareas de excavación y de documentación de la publicación de los re- contribuye junto con los responsables de la excavación a definir los estratos
sultados en ellas obtenidos debe ser considerado, en principio, como algo o las actividades cuyos materiales valga la pena publicar, a controlar las co-
perverso. ., . rrespondencias y a fechar las actividades. Pero para tratar a fondo este t ma
Para permitir investigar a los funcionarios y que los mvestigadores diS- sería necesario un manual de tipología arqueológica, manual que todavía no
pongan de los materiales arqueológicos a estudiar, para lleg.a~ a catalogar el ha sido escrito.
patrimonio arqueológico y desarrollar correctamente las actiVidades de cam-
166 IIIST RIAS LN I, A T I ' RRA I,A H. ( 'AVI\( 'I()N 'OMO PRÁ VI'I ('A

L os resp onsabLes deLdibujo, de La p aLeoeco Logía y de La restauración co n C. F. G iuli ani - calcdrc ti co cn Roma de Dibujo y análisis técni 'o d ' 1110 -
numentos antiguos (Giuliani 1976, 1990)-, realiza ndo un trabajo sob r ' un
Cuanto más grande y complicada es una excavación, mayor es el nú- edificio de Ostia, excavado con el método estratigráfico (Carandini-Pan ' 1\11,
mero de responsables y de especialistas que deben hallarse implicados en 1968-1977). E sta combinación de experiencias se ha conectado más ta rd ', ' 1\
ella. En primer lugar es necesario disponer de un responsable del dibujo ar- Settefinestre, con la habilidad reconstructiva de S. Gibson, formada ba jo las
quitectónico-estratigráfico y de un responsable de la paleoecología. Ambos directrices de J. Ward Perkins (Gibson, 1991). Esto ha permitid o a M . M'¡I d
campos deberían tratarse en manuales concretos (Medri, 1981; Jones, 1981). Y a otros licenciados en Letras realizar con un planteamiento unitari lu do·
Por desgracia nos hallamos ante especializaciones que se encuentran todavía cumentación gráfica para la edición de la excavación de Settefinestrc, 'XCl ' p
en sus inicios, siendo rarísimos los dibujantes que saben conjugar sus conoci- to una serie limitada de gráficos complejos realizados por la propia '. ( ¡jh
mientos específicos con las necesidades de la estratificación arqueológica, e son. En la excavación del Palatino la autonomía de los arqueólog " d 'S d l'
igualmente raros son los arqueólogos paleoecólogos, para los que no está este punto de vista, es ya total, hasta el punto de que M. Medri ha !le ado n
prevista todavía una carrera ádecuada en el seno de las instituciones. Se tra- coordinar el dibujo y el análisis de los principales monumentos de los am-
ta de las dos mayores lagunas de nuestra arqueología. Sería necesario crear pos Flegreos, encargados por el Ministero dei Beni Culturali al proyecto
un Instituto central para la topografía, la estratigrafía, el dibujo y la paleo- «Eubea» (1987-1990), cuyos resultados fueron expuestos en una exposición
ecología arqueológicos que debería coordinar esta materia a nivel nacional celebrada en Nápoles en 1990 (véase Eubea, 1990, y Campi Flegrei, 1990),
(Carandini, 1986a). Hay también una demanda de restauradores arqueológi- mientras M. Serlorenzi la sustituía en sus responsabilidades en el Palatin o.
cos de campo que deberían tener conocimientos diversos de los que poseen Tomemos ahora el caso del restaurador que llega a una excavación. 's
los restauradores de obras de arte antiguas, pero todavía no se es suficiente- necesario que sepa afrontar una pluralidad de materiales y de manufacturas
mente consciente de ello. 1 Existen también otras especializaciones útiles para y no se atrinchere en especializaciones como pintura, mosaico, bronc , I .
la excavación arqueológica como la geología, la sedimentología, la pedolo- Tiene que interesarse además no sólo en el objeto en sí, sino tambi n n su
gía, la botánica, la zoología, la antropología, la geografía, la climatología, la contexto; no sólo en su materialidad específica, sino también en el 111 lodo
historia de la agricultura y de la urbanística, la archivística y la informática. 2 más adecuado para extraerlo de su matriz terrestre. No se trata de qu ' 's p '
No es posible aquí ilustrar la citada serie de especializaciones, pero re- re a que los estucos lleguen al laboratorio, sino de participar activamenl ' en
sulta esencial delinear el modo en que éstas deberían entenderse. Suponga- su recuperación. El restaurador no debería usar solamente el bisturf y 11'0
mos la existencia de un grupo de excavadores. Es indispensable que sepan bajar en la oscuridad de una habitación. Debería conocer también luso d '
dibujar plantas, secciones, alzados y objetos, fotografiar, realizar operaciones instrumentos más pesados y aprender a soportar el calor del sol a la intempe-
elementales de consolidación y restauración, recoger datos ambientales y rie. De hecho, no hay una solución de continuidad entre excavación y r 's-
comprender la formación de un estrato de tierra. El arqueólogo debe ser has- tauración. Incluso en el caso en que fuera necesario trazar un límite entre x-
ta un cierto grado autosuficiente. Más allá de dicho límite se hace necesaria cavación y restauración, habría que ampliar las competencias de ésta. Cuando
la presencia del especialista que, idealmente, debería ser un arqueólogo me- hay que proceder cuidadosamente a la excavación de materiales contenidos
jor que un investigador con una formación diversa. En vez de multiplicar las en un estrato, esto significa que se pretende reconstruir alguna manufactura .
«ciencias auxiliares» de la arqueología, sería mejor ampliar el propio con- Aquí se plantea el problema de la conservación, como en el caso de la ex (1 -
cepto de arqueología hasta incluir progresivamente en él todos los campos de vación micro estratigráfica de estucos pintados caídos (Fentress-FiJippi-Pao-
la investigación que necesita. La creciente conciencia ecológica probable- letti, 1981; Fentress, 1982). Cuando en la excavación de Settefinestre nos e n-
mente facilitará esta evolución y se llegará a una idea más integrada de mé- contramos ante el problema de los estucos pintados caídos, descubr imo qu '
todo histórico y de método científico. La arqueología puede aportar una con- el problema que planteaba su recuperación no había sido nunca se riam nI '
tribución determinante para la superación de la distancia existente entre las planteado, ni por los arqueólogos ni por los restauradores. En este ca o fu •
dos culturas. Pero mientras sean necesarios especialistas externos a una ar- ron los arqueólogos los que resolvieron la cuestión, aunque en realidad ra
queología entendida de forma demasiado limitada, la colaboración deberá de incumbencia de los restauradores. Los conjuntos de estucos de hech s'
desarrollarse en el sentido de adiestrar al arqueólogo de manera que cada encuentran generalmente conservados en un único estrato arqueológico y
vez se sienta más autosuficiente y se reduzca progresivamente la necesidad pertenecen a una única manufactura de artesanía artística (la pintura de un a
de una intervención directa del especialista. habitación) que se ha destrozado. Para descubrir el sistema con el que r cu-
Resulta de utilidad citar dos ejemplos relativos al dibujo y a la restaura- perar los fragmentos caídos, los arqueólogos utilizaron su capacidad de sa ber
ción de monumentos. Responsable del dibujo en Settefinestre y en la exca- desmontar la estratificación, pero el restaurador también se ocupa de estra-
vación en la ladera septentrional del Palatino fue M. Medri, que se licenció tos y dibuja sus secciones (como ocurre con las pinturas) y hubiera podido
16H 11I ~' I'() I (lA ~ l /N I ,A ' 1'1I! lm/\ 1./\ 1/ ( '/\V/\(' I()N ' MO PI< "1'1 '/\ 169
O'·
t.: nco ntrar una vfa medi ante la mi croestratil'i cación de los estucos pintados "',,'"
r
afdos si solamente hubi ese decidido qu e se trataba de un problema suyo y
que debía afrontarlo. Otro ejemplo de colaboración entre arqueólogos y res-
tauradores puede ser el que se presenta cuando hay que limpiar con un bis- :/:', '.~ "
, , ...
tu rí estructuras para clasificarlas gracias a pequeñas variaciones de color, o • • I • , '... ~,

para identificar trazas imperceptibles de otras estructuras ya perdidas (he ", . "f ".
visto un caso de este tipo en la excavación de la catedral de Ginebra).3 De
este modo se abren nuevas fronteras para aquella restauración arqueológica
de ca mpo de la que hay una gran necesidad en los centenares de excavacio- -: ,,'
nes que se abren cada año en Italia.
FIGU RA 124. Los límites de la excavación se indican con gomas elásticas fijadas en
clavos dispuestos de tal manera que no coincidan con los ángulos de la misma.
Los responsabLes de La logística y de Los instrumentos

uanto más una excavación se configura como una comunidad científica la excavación. Cada sondeo, área o sector de excavación debe tener su pro-
que realiza labores manuales e intelectuales, tanto más resulta útil que se pia dotación de herramientas. No resulta operativo ahorrar en las herra-
proceda con atención a resolver las necesidades logísticas. No se puede ex- mientas de excavación, cuyo presupuesto debe calcularse con tiempo. Para el
cavar con tranquilidad si no se dispone de comida, alojamiento, transporte e material de dibujo y para la documentación hay que disponer de contenedo-
instrumental adecuado, especialmente cuando no se trata de una excavación res adecuados. También hay que buscar un depósito para los instrumentos y
urbana. Es necesario, pues, que una o más personas se dediquen a estas cues- las herramientas, especialmente para los meses en que no se excava.
tiones.
Las situaciones cambian de una excavación a otra, por lo que no se pue-
den dar indicaciones unívocas. En verano es posible alojarse en una escuela. E XCAVAR
E n dicho caso, hay que pensar en las colchonetas, los colchones, en los tur-
nos de limpieza, en regular los horarios (despertador, comidas, trabajo, se- Sondeos, áreas y sectores
minarios, tiempo libre, silencio), en organizar los laboratorios, en las medi-
da higiénicas (como lavar la fruta y la verdura) y en las relaciones con la Decidir la forma de una excavación es siempre una operación difícil, al
ge nte del lugar. Lo ideal para las comidas es un comedor, organizado si es po- igual que lo es delimitar el tema de estudio, especialmente allí donde diver-
sible en la escuela. El desayuno pueden prepararlo los excavadores, pero los sas construcciones se han superpuesto en un mismo lugar. No se trata jamás
h cadillos y la fruta para la merienda (cuando se hace horario continuado), de una apuesta, sino del éxito de un razonamiento. La unidad de excavación
la comida fría al regresar del trabajo y la cena deben ser preparados y coci- debe establecerse tras investigaciones previas no destructivas, indagaciones
nados por personal especializado. También hay que establecer un menú se- documentales y de archivo y amplias eliminaciones de humus. Tan sólo allle-
manal y comprar al por mayor. Ante tal experiencia de vida comunitaria re- gar al primer estrato de destrucción se está en condición de escoger los pro-
sulta útil disponer de un reglamento (Carandini-Settis, 1979, pp. 27-29). bables límites definitivos de la excavación. Éstos pueden señalarse mediante
E n caso de que la excavación esté lejos del alojamiento y en un lugar en sondeos o pequeñas áreas con gomas elásticas fijadas en clavos colocados en
el que no existan medios de transporte público hay que organizar el traslado el terreno de forma que no coincidan con los ángulos de la excavación (figu-
diario de forma que se pierda el menor tiempo posible. De gran utilidad son ra 124). A medida que la excavación avanza hay que cortar verticalmente las
los medios de transporte de los que disponen los departamentos universita- paredes de tierra a lo largo de los límites de la excavación para poder repre-
rios, pero hay que utilizar también los medios propios de los excavadores, re- sentarlas gráficamente en sección.
embolsando la gasolina y las posibles reparaciones. No se trata tanto de conocer una superposición de estratos y de segmen-
Conviene unificar las operaciones relativas a los instrumentos y herra- tos de muro, cuanto una porción de estructura de hábitat o de necrópolis
mi entas, desde la adquisición a las reparaciones. Resulta beneficioso conser- suficientemente amplia que nos permita entenderla lo más posible en su con-
var el inventario de todos los instrumentos de trabajo, responsabilizando al junto. Al delimitar la excavación no sólo hay que tener en cuenta las estruc-
máximo a los excavadores (los paletines o trowels y el material de dibujo turas originalmente cubiertas, sino también los espacios descubiertos, quizás
ti end en a perderse). Puede ser útil marcar las herramientas con una sigla de recintados: calles, patios, huertos, jardines, vergeles y recintos para animales.
l70 III S'I'OIOAS I!N LA TI 12 RRA I .A ¡lXI ' VAl 'I( N COMO PR Á(" I'I ('A 17 1

FIGURA 126. Fosas y construcciones subterráneas destruyen las estratificacion 'S pr' '.
cedentes. Sólo pequeñas parcelas de las mismas se mantienen intactas.

AÑO 1>00 AÑO 1700

FIGURA 125. Entre el límite de una excavación y un muro paralelo al mismo se ex-
cava con dificultad por falta de espacio. Puede darse el caso que aparezca en la sec-
ción un segmento de muro poco visible y no documentado en la excavación. Esto ocu-
rrió en Settefinestre (Carandini, 1985a, 1**, figura 257, DE 30.70).

Por otro lado, tampoco es bueno partir de una excavación limitada para am- FIGURA 127. En contextos urbanos muy estratificados, rebajes y nuevas constrllCt'Ío
pliarla sucesivamente, porque ello supone la pérdida de relaciones estrati- nes pueden cancelar segmentos enteros de estratificaciones (en este ejcmplc llllll i"
tervención del siglo XVIII ha eliminado estructuras fechadas entre los siglos XII y v) .
gráficas y de tiempo. Una indicación precisa más: no es aconsejable situar los
límites de la excavación cerca de un muro y paralelamente al mismo porque
en el espacio que queda entre el muro y el límite pueden perderse impor-
tantes unidades estratigráficas (figura 125). tructuras murales se han cortado unas a otras de forma que de un muro qu '.
En las excavaciones urbanas el área de excavación debería determinarse da sólo un pequeño tramo en un punto y otro tramo en otro, por lo que no
también en función de la topografía del conjunto y las posibles divisiones en resulta fácil comprender que, en realidad, se trata de la misma unidad estra-
sectores de responsabilidad deberían coincidir con los diferentes edificios, tigráfica. Al reconstruir la secuencia hay que tener en cuenta estas destruc-
quizás de un mismo conjunto. Es preferible no subdividir la intervención en ciones, estos vacíos y estos mínimos restos de estructuras, que quizás fu eron
demasiados sondeos o áreas de excavación que conllevan el inconveniente de de grandes dimensiones. La importancia de una estructura no puede juzga r-
tener diversas series numéricas, necesarias para identificar las unidades es- se por el grado de conservación con el que ha llegado hasta nosotros: d lA
tratigráficas. La lógica de la excavación requiere un conocimiento global de muralla de Teodosio II en Cartago sólo se conservan algunas pocas piedras
toda el área a estudiar pero, a veces, hay que adecuarse a contingencias de ti- (Carandini et al., 1983).
po práctico que obligan a respetar ciertas zonas (árboles, muros no excava- Un problema especialmente complejo es el de los cortes de la cxcavlI·
dos, conducciones, obras de protección) y a limitaciones en el avance de la ción, en concreto cuando superan un metro y medio de profundidad. I 'gll
excavación (figuras 38, 39). dos a este punto hay que reforzarlos, al igual que se deben apuntalar I s OlU
Hay que intentar escoger, especialmente en zonas urbanas, espacios que ros inestables (figura 128). Para que un corte sea seguro debe tcn cr lIllll
no estén demasiado alterados por unidades estratigráficas sucesivas, como inclinación de 45 grados o debe estar escalonado, lo que resulta más acons '.
rebajes, vertederos o subterráneos (figura 126). En las zonas rurales prevale- jable especialmente para el dibujo de las secciones en los cortes (figura 129) .
ce la acumulación, y la estratificación aparece sustancialmente inalterada en En uno de los lados de la excavación resulta útil, si ello es posible, di poner
sus diversas fases , mientras que en las zonas urbanas la acumulación y la des- de una rampa para la extracción de la tierra y para permitir el acceso d \
trucción se mezclan y, frecuentemente, esta última prevalece. La consecuen- medios mecánicos. Si la estratificación, en la parte superior, se presenta p o
cia de ello es una estratigrafía llena de lagunas. De fases históricas completas coherente es mejor hacer taludes, escalonados u otro tipo de protecciones,
pueden quedar mínimos residuos o incluso nada (figura 127). A veces las es- reservando los cortes verticales para aquellos puntos en los que la estratiri-
172 III S'I'O I l AS ¡IN LA 'l'II! RR A I ,A 11 \1 ' VAI 'ION ('OM) i'R Áe n 'A 173

F IGU RA 131. Dirección en la que debe avanzar la excavación.

F IGU RA 128. (a) Refuerzo de una pared. (b-c) Apuntalado de muros inestables.
Comportamientos
Ejemplo de Settefinestre (Carandini, 1985a, 1**, figura 212).
Hay que calcular con atención el número y la formación de los excava-
dores en relación a las dimensiones y a la naturaleza de la excavación. n
ciudades abandonadas o en yacimientos rurales pueden organizarse excava-
ciones experimentales y didácticas incluso numerosas (un centenar de exca-
vadores). Pero en excavaciones de urgencia o urbanas, en las que no se co-
noce la naturaleza de la estratificación y en las que hay que proceder con un a
cierta velocidad, es mejor limitar el número de arqueólogos a tres o cua t 1'0
decenas de profesionales, con algún obrero y algún voluntario.
Resulta oportuno que los excavadores avancen excavando en un úni t'o
FIGURA 129. (a) Corte apuntalado. (b) Corte en talud (45 grados) ante una estratifi- frente por razones de «dirección» estratigráfica, de conservación de la liJ11
cación frágil. (c) Corte escalonado. pieza de las superficies ya expuestas y de seguridad. También debe hab ' 1' unll
justa distribución de los excavadores más expertos entre aquellos que ti ' 1\ ' 11
menos experiencia. No hay que asignar porciones geométricas de excava 'i )11
(a no ser que estén delimitadas por estructuras o formen una habitaci n).
procediendo de manera que ésta se uniforme a la naturaleza de las unidad '1;
estratigráficas que aparecerán. No hay que pisar los estratos que ya se han
limpiado para no tener que repetir diversas veces la misma labor y para p -
der comparar en cualquier momento las diferentes superficies que salen a la
luz. Por dicho motivo, es mejor que el excavador retroceda, como un cangre-
F IGURA130. (a) Corte junto a una calle (estratificación compacta). (b l ) Corte junto jo (figura 131). Sobre algunos estratos frágiles o fangosos es mejor colocarse
al muro de un subterráneo. (b 2) Corte junto a un estrato frágil, que debe evitarse. o pasar sobre tablas o tablones. En ciertas circunstancias delicadas es mejor
descalzarse antes de entrar en la excavación. Se aconseja excavar tanta ti e rra
cuanta uno sea capaz de eliminar progresivamente (no menos de un capazo
cación sea más compacta. En las ciudades, las calles y los muros perimetrales y no más de una carretilla), de forma que la excavación esté siempre limpia
de los edificios vecinos resultan de gran utilidad para establecer los límites de y todas sus partes sean visibles.
la excavación (figura 130). También es importante determinar cuál es ellu- Es un error limpiar y volver a limpiar las superficies de una excavaci J1
gar más adecuado para acumular la tierra procedente de la excavación y es- para comprender globalmente la estratificación. Hay que actuar resolvi endo
tablecer el recorrido de las carretillas para acceder al mismo. Los temas re- gradualmente y en el orden adecuado cada uno de los problemas. Sólo en <.:1
lativos a estas cuestiones prácticas, a los que aquí se hace una breve mención, laboratorio, agrupando las unidades estratigráficas en actividades, grupos de
se hallan suficientemente ilustrados, en lo que concierne a los arqueólogos, actividades y acontecimientos o períodos se puede llegar a una visión de con-
en el manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Lon- junto. Querer comprenderlo todo antes de tiempo hace perder tiempo, mien -
dres (diciembre de 1988). tras que seguir las reglas del juego, con una comprensión gradual, hace ganar
tiempo.
L74 IIi S'I'O I l AS UN I ,A T li1RRA 1,/\ 11. ( 'AV ( 'ION 'OMO PI{Á ' I'I{'A 17

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:·:i··· · ·J ~. '::

FIGURA 132. No hay que colocarse ni sentarse junto a los perfiles de la excavación. FIGURA 133. Posición de la espalda: (a) incorrecta; (b) correcta.

Los principiantes tienden a sentarse en la excavación para descansar e in-


cluso para excavar. Es mejor estar fuera de la excavación y no resulta fácil
excavar sentado. Hay que evitar sentarse en los perfiles o sobre los muros,
por motivos de seguridad y de conservación (figura 132). La mejor posición
para excavar es de pie o arrodillado, utilizando rodilleras o alfombrillas (fi-
gura 145). Pueden usarse guantes, pero es cierto que tras pocos días de tra-
bajo sin guantes se forman unos callos que los hacen innecesarios.

El uso de las herramientas* FIGURA 134. Uso «ligero» del pico (en lugar de la alcotana).

Pensar que técnicas especialmente desarrolladas puedan hacer innecesa-


ria la habilidad del hombre en la excavación equivale a equiparar la investi-
gación estratigráfica a un proceso industrial. La excavación será siempre una
forma de artesanía especializada. Incluso en las grandes excavaciones britá-
nicas no se ve un despliegue de instrumentos sofisticados. Existen actividades
de campo tecnológicamente muy bien dotadas pero cuyos resultados cientí-
ficos son bastante modestos.
Para excavar, ante todo, hay que saber mover el propio cuerpo en rela-
ción con los instrumentos que uno debe usar. Para aquellos que se han for-
mado en la universidad este conocimiento no puede darse por descontado.
La primera cosa que hay que aprender es a no cansar excesivamente la espi-
na dorsal. Para ello, por ejemplo, hay que doblarse hacia adelante partiendo
de la zona de la pelvis sin curvar los hombros ni la espalda, de manera que FIGURA 135. Uso «pesado» del pico. (a) Cómo levantar la herramienta. (b) ómo
bajar la herramienta.
toda la zona dorsal se mantenga básicamente plana (figura 133).
Para algunos trabajos hay que saber usar el pico. Resulta útil para traba-
jos pesados, para preparar perfiles de tierra e, incluso, en trabajos ligeros en
los que el pico resulta más adecuado que la alcotana. En este último caso hay Para trabajos de mayor dureza hay que levantar el pico hacia arriba, in-
que coger el mango del pico con una mano en posición avanzada (figura 134). cluso por encima de los hombros si es necesario (Joukowski, 1980, lo prohí-
be). Al bajarlo hay que aprovechar la fuerza de gravedad. Para ello resulta
* El lector observará algunas di fe rencias entre las herramientas utilizadas en Italia y las oportuno desplazar, durante la caída, la mano izquierda hacja la otra mano
que normalmente se utilizan en las excavaciones realizadas en nuestro país: palas, paletas, pale- (figura 135). La tierra debe trabajarse en orden y a la misma profundidad
tines, capazos ... (N. del t.) para facilitar la intervención sucesiva con la pala. Para romper muros y bó-
176 !lI ST lO AS N L A T I RRA
1./\ JlX( ' A( 'J(')N 'OM) J'RÁ(1 '1 ' 1\ 177

FIGURA 136. Uso erróneo de la pala.

vedas el uso del pico no es aconsejable, siendo más adecuado un mallo o, in-
cluso, un martillo neumático. Excavar con el pico entraña la recolección no
exhaustiva de los materiales existentes en el estrato.
Pueden utilizarse dos tipos de palas. La pala de forma triangular (medi-
terránea) y la de forma rectangular (nórdica). Se trata de herramientas bas-
tante distintas entre sí. Los inexpertos cogen la pala de forma triangular de-
masiado por abajo y con la mano derecha excesivamente avanzada (figura
136). La pala debe cogerse más arriba y con la mano izquierda en posición filGU RA 137. Uso correcto de la pala, articulado en cuatro momentos (a-d).
avanzada. Para meter la pala en el montón de tierra removida por el pico hay
que aprovechar todo el peso del propio cuerpo, apoyando la mano izquierda
en la rodilla izquierda. No se debe empujar la pala con el pie, como si fuera
una laya. Si hay necesidad de hacerlo ello indica que no se ha sabido apro-
vechar el peso del cuerpo o que la tierra no ha sido suficientemente frag-
mentada con el pico. Una vez introducida la pala en el terreno hay que bajar
un poco, pero de golpe, el mango con la mano derecha para levantarlo in-
mediatamente después de modo que quede la tierra bien ubicada en la base
de la pala. Aprovechando el propio peso de la pala llena hay que balancear
la herramienta hacia atrás tanto cuanto sea necesario para palear la tierra ha-
cia el lugar escogido. Al palear hacia adelante, cuanto más se baja la mano FIGU RA 138. Cómo utilizar la pala para recoger la tierra.
derecha más hacia arriba va la tierra, lo que resulta especialmente útil cuan-
do la carretilla se encuentra en un punto elevado. Cuanto más seco es el mo-
vimiento de lanzar la tierra, ésta se mantiene de forma más compacta en el
aire durante su trayecto (figura 137). Hay que evitar caminar con la pala lle-
na yendo hacía la carretilla. Usándola lateralmente la pala puede servir para
recoger tierra (figura 138), pero este movimiento es incómodo y para ello re-
sulta más adecuado utilizar la azada.
El uso de la pala de forma rectangular (figura 139) es especialmente efi- FIGU RA 139. La pala rectangular.
caz. Para hincarla en la tierra también en este caso hay que utilizar el peso
del propio cuerpo, haciendo fuerza con la mano izquierda sobre la rodilla iz-
quierda. Para ello hay que doblarse significativamente, lo que para algunos rar la tierra paleada (figura 140). La pala rectangular desplaza más tierra, la
resulta muy fatigoso. Aprovechando el peso de la herramienta llena hay que lanza más arriba y es especialmente útil no sólo para recoger la tierra en un
balancear la pala hacia atrás para lanzarla después hacia adelante y palear. montón, sino también para limpiar las superficies de los estratos, evid nl '.
Cuanto más se baja la mano derecha en este movimiento, más alto va a pa- mente de forma menos precisa de cuanto pueda hacerse con una trowel
178 III S'I'OR I AS HN LA '1'1ERRA I,A I! ('AVAn N 'OMO I>RÁ "1'1 'A 179

\.

FI >URA 142. La paleta británica, o trowel, y la paleta mediterránea.

F IGURA 140. Uso de la pala rectangular, articulado en tres momentos (a-e).

f IGURA 143. Posibilidades de uso de la trowel (a-d).

FIGURA 141. Cómo utilizar la pala rectangular para recoger la tierra y limpiar por
encima la superficie d~ los estratos antes de utilizar la trowel.

(véase más adelante). En estos casos hay que girar la pala tirándola hacia uno
mismo con la derecha y apretando hacia abajo con la izquierda (figura 141).
Por motivos de seguridad es de importancia fundamental controlar el buen
estado de los mangos de las herramientas citadas. F IGURA 144. El recogedor.
La herramienta reina de la excavación es la paleta inglesa, de forma
tri angular, puntiagllda, forjada en un único trozo de acero y con mango. Exis-
ten de diversas medidas pero la más aconsejable tiene 10 cm de longitud. En aquellos estratos duros cuando hay que identificar las superficies de los es-
inglés se liama pointing trowel. Esta herramienta tiene muy poco que ver con tratos subyacentes. Resulta adecuada también para limpiar los muros, ya que
la paleta normal que se usa en el Mediterráneo, grande, flexible y sin punta, penetra fácilmente en los intersticios de las piedras. Puede utilizarse con de-
completamente inútil en una excavación (figura 142). La trowel también pue- licadeza o con fuerza según la presión que se ejerza sobre la misma. Cogién-
de fabricarse en Italia y en las excavaciones se ha generalizado ya el uso del dola por la hoja o utilizándola al revés se incide y se rasca con gran eficacia.
verbo «traulare».* . Cuando un estrato es muy compacto es conveniente romperlo usando esta
La trowel sirve para muchos usos pero sobre todo para rebajar el volu- herramienta a modo de puñal (figura 143). Excavar con la trowel permite la
men de lo's estratos no muy consistentes y para completar la excavación de recolección casi total de los materiales contenidos en el estrato.
Es aconsejable utilizar la trowel asociada al recogedor (figura 144), de
* En España el uso de esta herramienta no se ha generalizado, aunque se utiliza en algu- forma que el movimiento para extraer la tierra y exponer la superficie del
nas excavaciones. (N. del l.) nuevo estrato coincida con el transporte de la tierra con el recogedor (figura
IRO III S I'()IU/\S ¡IN I ,A 'l'1I !RI{A LA I! ( 'AVA( 'I(m COM ) I' I{ÁC!'ICA 181

FIGURA 145. Uso de la alfombrilla para proteger las rodillas y movimiento de la


mano con la trowel para llevar la tierra al recogedor, que se vacía después en el cubo.
FIOURA 147. Criba en suspensión.

I<ecoger, cribar, flotar

A cada tipo de herramienta corresponde un modo más o menos cuida-


F IGURA 146. Instrumento en forma de gancho (de jardinería) útil para limpiar los
doso de recoger los materiales. Ante estratos particularmente importantes
muros.
(rellenos de trincheras de fundación, estratos de ocupación, estratos quema-
dos, rellenos de fosos, pozos, cloacas, hogares, hornos, letrinas, estercoleros,
cte.) conviene examinar la tierra desplazándola con la trowel de un lado al
145). La tierra contenida en el recogedor debe echarse en un cubo y éste, a otro de la criba usada como contenedor o incluso tamizarla con una criba de
su vez, debe vaciarse en la carretilla. mano. Si la tierra a controlar es mucha o se quiere tamizar más detallada-
Para extraer la tierra de los agujeros de postes de pequeñas dimensiones mente con agua puede ser útil el uso de una criba en suspensión (figura 147).
es mejor utilizar cucharas, modificando según las necesidades la inclinación A veces puede ser necesario tirar materiales como tejas o ladrillos, pero en
del mango de las mismas. Algunas herramientas de jardinería pueden ser úti- dicho caso hay que contabilizarlos y conservar muestras de los diversos tipos
les para el arqueólogo, al igual que las de cirugía y de odontología lo son para descartados.
el restaurador. Existe, por ejemplo, una herramienta de jardinería con forma Para recoger de forma sistemática restos de moluscos, insectos, pequeños
de gancho que es muy útil para limpiar muros piedra a piedra (figura 146). mamíferos, pájaros, peces y semillas es oportuno someter a flotación mues-
Dicha labor puede completarse limpiando los paramentos con cepillos, cuyo tras de los estratos del volumen de un cubo (10-15 litros) que no hayan sido
uso en cambio se desaconseja para los estratos de tierra. previamente cribadas.
La estratigrafía se inventó en los países húmedos, en los que por esta cir-
cunstancia la tierra revela mejor su composición y color. En los países cáli- El instrumental necesario para la flotación consiste en un bidón metálico
dos resulta útil rociar con agua al final de cada jornada las superficies de tie- (de 1,20 x 0,80 m), agua y cribas. La llegada del agua al bidón se hace a tra-
rra, con un pulverizador. También se pueden tapar los estratos con plásticos vés de un agujero practicado a unos 90 cm del suelo y conectado con una pie-
para conservar la humedad natural del terreno. Lo ideal sería excluir los me- za metálica a un tubo de goma. Un grifo a nivel del fondo del bidón permite
ses demasiado calurosos, pero ello no es posible por el miedo mediterráneo el vaciado y la limpieza del contenedor. En el interior, a unos 110 cm del sue-
a la lluvia. lo, dos piezas metálicas soldadas a las paredes sostienen una criba del mismo
Para evitar accidentes hay que trabajar en paralelo, evitando el uso cruza- diámetro que el bidón y de mallas anchas (4-5 mm). Su función es la de rete-
ner eventuales materiales inorgánicos (cerámica, vidrio, etc.). El recipiente se
do de las herramientas, especialmente del pico y de la pala. Cuando el que usa
llena de agua y el acceso de ésta se regula de manera que el líquido .a{iuy'a len-
el pico se halla en acción, el paleador debe alejarse y viceversa. Una carretilla tamente y a una velocidad constante. La tierra a flotar se vierte 'en una cnb'a
colocada en el borde de la excavación es peligrosa porque podría caer sobre colocada en el agua por encima de la anteriormente descrita. Esta segunda cri-
los excavadores (el reborde de la carretilla es cortante). Mejor colocarla a una ba está formada por un recipiente de plástico al que se ha sl!stituido el fondo
cierta distancia del corte, especialmente si la excavación es profunda. por una red metálica o de nylon de malla muy tupida (200 micras,). La tierra
IR2 III S'I'() I{ I AS I!N I,A 'l'1i2RRA I,A HX( 'AVACl c') N 'OM I RA en A 183

para la flo tación. 10) Sierras, ma rtillos, tenazas, pinzas, minio, pequeño grupo
electrógeno a motor de explosión y utensilios con él relacionados. 11) Bandejas,
cajas, bolsas y bolsitas para los materiales, cajas de cerillas para las monedas,
etiquetas de plástico y etiquetas para la procedencia de los materiales. 12) Ca-
rruchas, tablones, carretillas, bomba de aire para la rueda de las carretillas,
máquinas para el transporte de la tierra, bomba aspirante. 13) Tablas, puntales
y cuñas (para labores de protección), cascos y botas. 14) Sacos de arcilla ex-
pandida (Leka) y red de plástico tipo mosquitera para proteger pavimentos
y frescos, pequeños bloques de cemento para proteger los límites de la ex-
cavación, argamasa y otros materiales para proteger la parte superior de los
muros. 15) Libros para clasificar los materiales, código Munsell, mesas y ta-
b
a buretes, barreños grandes, cepillos, tinta china (blanca y negra), plumas con
plumilla, bolsas, bolsitas y cajas, etiquetas adhesivas, rotuladores indelebles,
' 1 URA 148. La flotación. (a) Sección del bidón. (b) Funcionamiento. tijeras para papel, cinta adhesiva para paquetes, cordeles, fichas, guantes de
goma, grapadora, balanza, plantilla para círculos, pie de rey, lente de 10 au-
mentos. 16) Máquinas fotográficas con un objetivo normal y un gran angular,
fotómetro, trípode, películas, escalera de varios tramos, pizarra, tiza, goma
se vierte en pequeñas cantidades. La segunda criba se sostiene con una mano
elástica, decímetros, medios metros, flechas para el norte (pintadas en blan-
mientras que con la otra se remueve la tierra para facilitar su filtrado, al final
co-rojo). 17) Fichas SAS, fichas de los diversos tipos de VE, de las tablas
se vierte todo en el agua. Con esta simple operación los materiales orgánicos,
materiales, de RA, fichas de muestras paleoecológicas, registros varios y con-
cuyo peso específico es menor que el del agua, flotan y ayudados por el conti-
tenedores. 18) Mesas, taburetes, maderas para dibujar, cuadrículas, jalones,
nuo fluir del agua caen en una tercera criba, igual a la segunda, colocada fuera
plomadas, niveles de albañil, niveles de cuerda, niveles ópticos, miras, brúju-
del bidón, bajo la boca de salida del mismo. Los materiales orgánicos recogi-
las, cuerdas de albañil , goma elástica de sección circular, cinta adhesiva trans-
dos se dejan secar en esta última criba. Entonces se extrae del agua la primera
parente vegetal, cinta adhesiva de colores vivos, chinchetas, etiquetas para
criba de malla ancha y se recuperan los posibles materiales inorgánicos. Pa-
paquetes, clavos de diversas medidas y con gancho para pared, martillos, pin-
ra concluir la operación se vacía el recipiente para extraer la tierra deposita-
tura roja y pincel, cuchillas, pinzas para la ropa, cintas métricas de 20 m,
da en el fondo abriendo el grifo correspondiente (figura 148). Una vez secos,
cintas metálicas de 50 m, metros plegables de 2 m, escalímetros, reglas de
los restos orgánicos se envuelven con materiales que impidan la formación
60 cm, escuadras, goniómetros, compases con alargo, papel de lija, lápices, afi-
de moho, como tela, papel absorbente o «scottex», y se encierran en bolsas de
lalápices, portaminas, minas, gomas, afilaminas, lápices de colores, rotulado-
plástico con la correspondiente etiqueta en la que se indican los datos relati-
res indelebles de punta fina y de punta gruesa, plomadas, contenedores, blo-
vos a la localidad, el año, el área y el estrato (Camaiora, 1981 , pp. 299 ss.).
ques de papel milimetrado, papel milimetrado en rollo, hojas de papel vegetal
o poliéster de diversos tamaños, papel vegetal en rollo de 95 gr, plástico inde-
formable (poliéster) de grosor mediano, plástico en rollo para dibujos direc-
Lista de herramientas tos, tubo de plástico para el papel y los dibujos de gran formato, carpeta para
los dibujos de formato pequeño (Medri, 1981, pp, 335-336).
Los instrumentos y herramientas necesarios para la excavación, exclui-
dos los necesarios para la prospección, la restauración y la paleoecología, de A veces resulta esencial el uso de palas mecánicas para eliminar humus,
los que aquí no se habla, son los siguientes (esta lista puede servir como guía estratos naturales relativamente estériles, estratos muy recientes horizontales
en la preparación de una excavación): o que rellenan subterráneos y rellenos de excavaciones arqueológicas prece-
dentes. Nada impide que todo un yacimiento, por ejemplo de las dimensio-
1) Prefabricados y su contenido, techos, cubiertas móviles semicirculares nes de un oppidum, pueda ser liberado del humus, revelando así toda su pla-
de plástico (tipo invernadero) para excavar bajo la lluvia, aseos de campo, ba-
nimetría y permitiendo plantear de la forma más eficaz la estrategia de la
surero, vallas, cartel y paneles didácticos. 2) Piquetas, maceta, punteros me~á­
licos, cordel, clavos de albañil. 3) Hoces, rastrillos, tijeras de podar. 4) Medios excavación. La labor de la pala excavadora deben seguirla pocos arqueólo-
mecánicos para excavar. 5) Mazas, picos, azadas, palas triangulares y/o rectan- gos que conozcan el funcionamiento de estas máquinas y los peligros que su
gulares. 6) Rodilleras o alfombrillas, alcotanas, trowels, ganchos para limpiar uso conlleva. Mientras la pala descarga la tierra en el camión los arqueólo-
muros, cucharas, recogedores, cubos, pinceles, cepillos y escobillas. 7) Pulveri- gos tienen que limpiar rápidamente las superficies para indicar en qué punto
zadores y tubos de plástico para humedecer el terreno. 8) Clavos, etiquetas, ro- las palas deben poner fin a su trabajo (generalmente a nivel de las crestas de
tuladores indelebles. 9) Cribas de mano y/o en suspensión, bidones y cribas los primeros muros). La pala debe comenzar desde el lado opuesto a aquel
184 III S'I'O RI AS I~N I,A T IE RRA I,A ¡I ( 'AVi\( 'I()N 'OMO PRÁ "I'I( 'A I H,

2~:
• • • • • • • • o"

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L. .. * .. VÓNVE AlA fA
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FIGURA
el b

149. (a) Infraexcavar el estrato 1, con posibilidad de intrusiones (el triángu-


lo) en el estrato 2. (b) Superexcavar el estrato 2 afectando al estrato 3, con posibili-
dad de incluir un residuo (el cuadrado) en el estrato 2.
.i2:7

FIGURA 151. (a) Excavar «a contrapelo» conlleva riesgos. Para buscar el estrat 5, yo
2 diferenciado del estrato 3, el excavador se «come» el estrato 4. (b) Esto no puede ocu-
rrir si se excava siguiendo el orden de las superposiciones físicas de los estratos y si,
en vez de buscar un estrato determinado, se busca una nueva unidad estratigrá fica
cualquiera, como el estrato 2 por debajo del 1.
FIGURA 150. Excavación de un pequeño sondeo para comprobar la relación de su-
perposición entre los estratos 1 y 2, de lo que se deduce, leyéndolo en la sección, que
1 es posterior a 2. mejor destruir poco sobre una superficie amplia que mucho en una redu ida,
Si nos imaginamos un área perfectamente limpia, ésta se nos present a Olll O
un conjunto de superficies de diversa composición y color. Observando 'sl n
en el que se halla la terrera. Tras la acción de la pala excavadora (o «descor- especie de planta compuesta al natural no se pueden obtener direclam ' 111 '
tezamiento») comienza el verdadero trabajo arqueológico. Este tema es ob- relaciones entre las diferentes superficies, por lo que resulta necesari ind ll
jeto de adecuada atención en el manual del Departamento de Arqueología gar ulteriormente allí donde dichas relaciones son visibles, es decir, insp , ,
Urbana del Museo de Londres (diciembre de 1988). cionar con delicadeza las juntas de las superficies para ver cómo se rela ' io
nan entre sí (figura 44).
Hay que ir en busca, no de un estrato concreto, sino de cualquier ti po d '
COSAS QUE EXCAVAR cambio, incluso pocos milímetros por debajo de la última superficie identifi -
cada. Contrariamente, si se busca algo ya conocido, existe el riesgo de perder
Estratos horizontales estratos mientras se va en su busca. Por esta razón, es necesario que los ex-
cavadores avancen en dirección de la pendiente y siguiendo la dirección d
Hay que limpiar con atención la parte superior de los volúmenes de los las superposiciones estratigráficas. De hecho, cuando se excava a contrapel ,
estratos horizontales para descubrir perfectamente sus superficies. Resulta por llamarlo de algún modo, se corre el riesgo de actuar en dos o más estra-
más peligroso no excavar completamente un estrato que excavarlo excesiva- tos a la vez, al estar obsesionados en buscar un estrato preestablecido (figu-
mente afectando al sucesivo. En el primer caso se incurre en el gran riesgo ra 151). Una unidad estratigráfica no se presenta inmediatamente como unH
de la intrusión, mientras que en el segundo se crea la posibilidad de aumen- acción interpretada. Se trata, simplemente, de una acción, quizás incom pre n-
tar artificialmente la proporción de los residuos, lo que no crea problemas sible, pero identificable e interpretable en un segundo momento.
desde el punto de vista de la cronología (figura 149). Cuando la superficie de Se tienen que observar con atención los estratos de destrucción y d .
un estrato no se ve clara en sus relaciones estratigráficas es mejor no dejarse abandono considerados generalmente de poca importancia y que, en r a li-
llevar por la obsesión de las secciones, que lleva a cortar verticalmente los es- dad, son fundamentales para reconstruir el alzado de un edificio en ruin as.
tratos para obtener una visión de las relaciones de los mismos en sección Dichos estratos pueden revelar que los muros perimetrales de una construc-
(figura 150). Es mejor afrontar el problema desde arriba evitando las des- ción eran de piedra y los internos de arcilla o en opus craticium, que una pa r-
trucciones cognoscitivas. Si los estratos no se distinguen significa que las par- te de la construcción tenía un segundo piso (como puede observarse a partir
tes superiores de sus volúmenes no se han limpiado correctamente. En dicho de las diferencias en el grosor del estrato de arcilla de muros disgregados),
caso, hay que rebajar unos pocos milímetros para llegar a identificarlos. Es cuáles eran las paredes cubiertas y las que estaban expuestas a la intemperie,
I HII III ST RI AS ~ N A T I ' RRA
I ,A l' ( 'AVi\('I( N CO M O PRÁ '1 A 187

111 1\II'rn as de vida precaria, no siempre fáciles de apreciar, que pueden ha-
111 I " dado en un edificio a lo largo de su proceso de expolio y de abandono
(' '1I llIIldin i, 1985a, 1**, pp. 82-99, figuras 157-160). Distribuciones concretas
.1, 11 1111 ' riales aflorantes pueden indicar la presencia de edificios de made-
111 d,' los que aquellos materiales constituían la preparación o el pavimento,
111 111 11 'n el poblado posclásico surgido sobre los niveles de destrucción de la
11,1 Ill cH romana de Wroxeter (Barker, 1977, p. 110; 1986, pp. 106 ss.). Otras
111 • 'n cambio, son las dimensiones especiales de los estratos o sus colora-
,ltI !I ~'s 'oncretas las que indican formas pobres de hábitat (Barker, 1977, fi-
1111 11 IH; 1986).
Il lIy que poner mucha atención en el estudio de las diferentes fases de un
1111 !l it) edificio. Puede haber sido objeto de variaciones incluso durante su
11 " " In lcción. Puede haberse degradado en modos y tiempos diferentes en
F IGURA 152. Ante el derrumbe de estructuras en alzado sus diversos componentes
1 lid 1 una de sus partes. Puede haber atravesado por períodos económicos, so-
deben colocarse en planta con el fin de que sea posible su reconstrucción gráfica o la
1111 1's y culturales muy distintos, que se habrían reflejado en diversas mane- restauración de la estructura y de su decoración arquitectónica.
" 1 de utilizarlo, modificarlo y ampliarlo. Lejos de conformarse con continui-
Ih ul 's inexistentes -«el yacimiento ha sido habitado desde el siglo II hasta el
I d. .»- , el excavador busca las soluciones de continuidad, incluso los mí-
1I IIl 0 S cambios que afectan a la vida de una estructura (casa de campo, villa
I II loniana, varroniana, columeliana, pliniana, pequeño pueblo de campesi-

II 0 S, refugio de pastores y bandidos, etc.). Una arqueología que se limite a to-


IlIur nota de la persistencia de los yacimientos durante largos períodos, que
11 0 sepa captar las interrupciones y alcanzar la esfera de los acontecimientos
(sobre este problema, véase Musti, 1989, p. 80), es una arqueología incipien-
le, inmadura y, en definitiva, poco útil para la narración histórica.
Hay que intentar comprender la formación de cada estrato. Por dicho
motivo, cada arqueólogo debería tener nociones elementales de sedimento-
logía y de pedología. La primera estudia los procesos de acumulación y de o

erosión: aluvión, deposición de detritus, coladura, desplome y hundimiento.


La segunda estudia la transformación de las superficies expuestas: formación
de horizonte orgánico, actividad biológica, procesos de fisuración, químicos, de
movimiento de arcillas, arado, pisado, infiltraciones de tierra, asentamien- F IGURA 153. La caída o el abandono de materiales concentrados en un lugar deter-
tos (Limbrey, 1975; Arnoldus Huyzenveld-Maetzke, 1988). Los secretos de la minado puede indicar el uso de dicho espacio en una habitación determinada e in-
formación de los estratos, siempre interesantes, son tan necesarios de desve- cluso su función.
lar cuanto mayor es la influencia de los agentes naturales, cuanto más sim-
ples y efímeras son las huellas de la vida humana y cuanto más el abanico de
las fuentes se reduce solamente a la información estratigráfica (como en la caídas hay que identificar los diversos elementos y los perfiles de ruptura y
prehistoria, en la protohistoria y en la época altomedieval). colocarlos en planta con una flecha que indique la dirección del derrumbe y
Un simple estrato puede revelar, a veces, su propia dinámica de forma- el grado de inclinación. Hay que dibujar una sección de cada uno de Jos el -
ción de forma muy evidente, lo que ocurre en las acumulaciones poco ho- mentos, en la que se destaquen sus características más relevantes. A cada
mogéneas, como los estratos de estucos, de bóvedas y de elementos arqui- pieza se le puede dar un número de conjunto, como se hace con los estucos,
tectónicos y escultóricos caídos (pp. 60 ss.). En dicho caso, el estudio de la al que pueden referirse las piezas más fragmentarias y esporádicas (pp. 95 ss.).
formación de los estratos es el presupuesto de cualquier tipo de restauración Gracias a la superposición de los conjuntos se puede comprender la dinámi-
rigurosa y de recomposición de los conjuntos iconográficos, como en el fa- ca del derrumbe de una cubierta, llegando de esta forma a la reconstrucción
moso caso de los frontones de Olimpia (figura 152). En el caso de bóvedas del edificio (Carandini, 1985a, 1**, figuras 235-236).
188 11I 1l'1\l 1( 1 , l /N I .A 'I'II ! IOV\ I,AH ( 'AVA( 'I( N ' M PRÁ ~T I A 189
' LANTA

o
a b
F IGURA154. (a) Las piedras y los ladrillos se dejan sobresalir en los cortes, si no se
hacen agujeros. (b) Para leer la estructura de los suelos, especialmente de la arcilla, F IGURA 155. La parte alta de una fosa o de un montón pueden aparecer en planta
no hay que alisarlos en sección, sino trabajarlos con la trowel, primero hincada y des- bajo el mismo aspecto.
pué usada lateralmente.

Rellenos de fosas y montones


Hay que excavar cuidadosamente los estratos de ocupación, que pueden
revelar mediante la distribución de los materiales, incluso aquellos más pe- El relleno unitario de una fosa puede mostrarse como un estrato de for-
queños, las actividades que se han desarrollado en un cierto sector de una ha- ma mayoritariamente vertical. Pero en las fosas, los estratos se superponen
bitación. Por esto es necesario poner en planta los materiales característicos por norma general unos a otros horizontalmente (figura 173), por lo que el
y especiales que tienen distribuciones preferentes, con el fin de identificar es- efecto de verticalidad acaba por desaparecer.
tructuras o actividades latentes (figura 153). Sobre esta cuestión, resulta sig- Un carácter, en parte, vertical tiene un montón de tierra, cuya cima pue-
nificativo el caso de los cráneos sin esqueleto, despellejados y untados de de presentarse, en principio, igual que la boca de una fosa, ya que los bordes
aceite, hallados en Wroxeter (Barker, 1986, pp. 107-108). internos de ésta tienden frecuentemente a ser entrantes. Pero mientras la tie-
No siempre resulta fácil identificar los pavimentos de tierra batida, pero rra que rellena una fosa debe ser excavada en primer lugar, la que constitu-
la diferencia de consistencia respecto de los estratos precedentes o la fácil y ye un montón debe excavarse al final (figura 155).
neta separación con los estratos posteriores y los objetos y los materiales caí-
dos sobre su superficie pueden indicar su función de planos de vida. Igual-
mente pueden indicarla la regularidad de la superficie, la abrasión de las Márgenes y terraplenes
inclusiones, la presencia de hogares, de agujeros para postes, los desgastes
c ncretos a lo largo de ciertos recorridos y las relaciones especiales con las Entre los estratos verticales pueden contabilizarse márgenes y terraple-
estructuras. A veces, los estratos de ocupación de los yacimientos prehistóri- nes para la contención de aguas o defensivos, estos últimos generalmente
cos, protohistóricos y alto medievales resultan difíciles de distinguir, como asociados a fosos. Se conocen terraplenes con o sin armadura de madera (fi-
ocurre con los estratos naturales. Finalmente, es importante buscar trazas de gura 156), que pueden ser de diversos tipos (Buchsenschutz-Ralston, 1981, p.
pavimentos de madera, tales como clavos, cuya distribución regular puede 27, con una tipología de las fortificaciones transalpinas). Los terraplenes pue-
mostrarse claramente en una planta (manual del Departamento de Arqueo- den estratificarse uno encima de otro, como en el célebre caso de Maiden-
logía Urbana del Museo de Londres, 1988). Castle (Alexander, 1970, figura 56). La tierra para el terraplén se obtiene ge-
Para evitar intrusiones, la regularización de los cortes de la excavación neralmente al excavar el foso. Cuando se abandona la fortificación la tierra
debe realizarse inmediatamente después de la remoción de un estrato, cuan- del terraplén tiende a rellenar de nuevo el foso (figura 176).
do la tierra está todavía húmeda. En función de las dimensiones y consisten-
cia del estrato esta tarea se realizará con el pico o con la trowel. Si piedras,
tejas u otros materiales sobresalen en el corte, hay que dejarlos en su lugar M uros, columnas y «suspensurae»
cortando el terreno a su alrededor para evitar agujeros. Los cortes de mate-
rial arcilloso no se deben alisar, sino trabajarse con la trowel, para poder ha- Mientras que de las construcciones de madera no quedan más que man-
cer la lectura de su estructura (figura 154; Carandini, 1985a, 1**, figura 136). chas en estratos, formas de estratos, encajes para bigas y agujeros para pos-
L90 III S' I'()IU AS !IN I A ' I'I r! RR A I .A JI, ( 'A A( ' l (lN ('()MO JlR Á ' 1'1 'A 191

FIOURA 156. Terraplenes (con y sin estructura de madera) asociados a fosos (Webs-
ter, 1964, figura 7).

tes, los muros tienden, en general, a conservarse. De los muros de arcilla sólo
se conserva, a veces, la parte inferior (Carandini, 1985a, 1**, figuras 123-125,
139-142 Y 151-152), incluso de los muros con banqueta de piedra y alzado de c:::=======1D
MACHACAS
arcilla se conserva sólo su parte inferior y, raramente, se puede documentar
su alzado de arcilla. Sin embargo, se conservan los estratos formados por la 0::::=:=::======::::))
arcilla disgregada depositados a los lados de la banqueta de piedra (ibid., fi-
guras 27, 136, 151 Y 152). Los muros con alzado de arcilla, bien documenta- r lGU RA 157a. Construcción de un muro de arcilla (de un dibujo de P. Donati, com-

dos en época arcaica, también son muy frecuentes en época helenística y ro- binado con Francovich-Gelichi-Parenti , 1980, figuras 27 y 33).
mana, incluso en edificios de lujo y con frescos: desde las casas de Delos a la
villa de Settefinestre. El sistema con el que se construían estos muros lo co-
nocemos gracias a Vitruvio (Carandini-Settis, 1979, pp. 49 ss.; Carandini,
1985a, 1*, pp. 61 ss.), a tratados del siglo XVIII (Costruzioni di case in terra,
1793) y a testimonios actuales facilitados por las tribus bereberes, especial-
mente de Marruecos (figura 157a; Donati, 1990). La variedad existente de
muros con armazón de madera, cañizos y arcilla (figura 157b)4 o con arma-
zón de madera y paneles de obra (Carandini, 1985a, 1*, figura 62; 1**, figu-
ras 128 y 146-147; Merlo, 1990) es muy grande. Los propios muros de piedra
o en opus caementicium se pueden construir de muchas maneras, suficiente-
mente estudiadas por los especialistas en técnicas edilicias como para ilus-
trarlas de nuevo aquí. 5
Hay que conocer los principales tipos de cimentaciones de un muro para
poder comprender a fondo la relación entre los estratos y las estructuras
(Giuliani, 1990). Los tipos de cimentaciones son: 1) vista de frente, es decir,
de trinchera ancha, con los obreros trabajando dentro de la trinchera, o vista
por encima, es decir, trinchera estrecha, con los obreros trabajando sobre el
muro o en los bordes de la propia trinchera; las trincheras después se relle-
nan con tierra (Parenti, 1988b, figura 2); 2) a saco, con la trinchera (compac- F IGURA 157b. Armazones de madera con paneles de madera, corteza y arcilla y con
tada o sin compactar) completamente llena de mortero; 3) a saco, con la trin- adobes (Donati, 1990, figura de la p. 54).
l. ¡I X ~ ' VAl ' 1( N ('O M Plt;\ ~rI C A 1<J.
192 III ST RIA S Ll N L A TI ERRA

20

FIGURA 157c. Diversos modos de serrar un árbol (Donati, 1990, figura de la p. 39).
F IGURA 159. Superposición de muros de naturaleza y períodos diversos (F r dc rik ,
1967, figura 68).

chera (compactada o sin compactar) sólo parcialmente llena de mortero, por


lo que entre el borde de aquélla y el muro, normalmente más estrecho que la
8
5" J
cimentación, se forman pequeñas trincheras de cimentación llenas de tierra;
6 4) a saco en trinchera (compactada o sin compactar) en la parte inferior y vis-
p
ta, con trincheras llenas de tierra, en la parte superior; 5) a saco en trinchera
a b e (compactada o sin compactar) o con trinchera estrecha en un lado y vista en
el otro (figura 158). Cuando un muro utiliza una cimentación anterior debe
darse un número a esta última y otro distinto a aquél. En ocasiones mur s
con tipos de cimentaciones análogos o diversos pueden encontrarse up r-
puestos unos a otros (figura 159).
?
.. Resulta siempre delicado el definir la relación existente entre los pavi-
mentos y los muros, pero en algunos casos la conexión entre estrat s h ri-
8 zontales y verticales es especialmente complicada, por ejemplo, en el rev 's-
timiento arquitectónico de una habitación, en la que a los estratos vertica l S
del muro y de un estrato de mortero se apoyan los estratos horizon ta les d -1
d e sustrato del pavimento, de la preparación y de la base del mosaico, n los
que, finalmente, se apoyan los estratos verticales de cal y de calcita de los es-
FIGURA 158. Principales tipos de cimentación: (a) vista; (b) a saco; (c) a saco con pe-
queñas trincheras de cimentación; (d) a saco y vista superpuestas; (e) a saco o a fosa tucos (Carandini, 1985a, 1*, figura 87). Otras relaciones complejas entre es-
vista en un lado y vista en el otro.
tratos verticales y horizontales se dan en otros puntos de la decoración ar-
194 III STO RIA S E N LA TI E RRA l A I ' X( 'A A< 'InN ('OM PR Á K 'A Il).
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FIGURA 161. Una estructura termal con suspensurae presenta problemas a nivel 1I '
secuencia estratigráfica.

pedazos (Carandini, 1985a, 1**, figuras 21, 26-29, III, 136, 150, 154, 190, L94,
b 289 y 305).
En los monumentos antiguos difícilmente se conserva una estratigrafía él
doble nivel, excepto en el caso frecuente de las suspensurae de los complejos
FIGURA 160. (a) Muro asociado a un terraplén añadido o rehecho en ~na segunda
termales, en donde los pilares de ladrillo aguantan el pavimento de la sn ln
fase; (b) muro asociado a un terraplén contemporáneo (Webster, 1964, ftgura 7).
que se halla suspendido por encima del pavimento real de la con tru 'i 11 ,
Este es un típico ejemplo en que la sucesión física de los estratos no corres
ponde con la secuencia estratigráfica (figura 161; ibid., figura 130). tros '1\
quitectónica (ibid., figuras 90, 91 Y 120; 1**, figuras 220, 221, 225 Y 226); en sos similares son los tubos de terracota de los muros de las termas (ihit/., n
las maquinarias agrícolas (ibid., pp. 32 ss., figuras 241 ss.), en las letnnas gura 221), las cloacas de época moderna construidas en galería (manual d '1
(ibid., figuras 18 y 119-121), en los pozos y en las ci~ternas \ibid., figuras 14 y Departamento de Arqueología Urbana del Museo de Londres, 1988) y IlIs
44), en las cocinas (ibid. , figuras 36 ss.) y en las pavImentaciOn~s. ~e calles en galerías subterráneas hechas por los expoliadores para recuperar materi al 's
su relación con las cloacas y los muros perimetrales de los edIfIciOS que las de construcción, bien documentadas en Roma, especialmente en el Palatino.
delimitan (manual del Departamento de Arqueología Urbana del Museo de
Londres, 1988).
Se conocen muros de fortificación generalmente asociados a fosos, como Desgastes, rebajes y destrucciones
los de Esmirna (Nicholls, 1958-1959), como los supuestos en la base de la ver-
tiente septentrional del Palatino, datables entre los siglos VIII-VI a.e. (Caran- Se trata de superficies en sí de tipo horizontal. Los desgastes, cuanto meS
dini 1989a, 1990a y 1990b) o como los hallados en el Lacio (Guaitoli, 1984), difundidos se hallan y horizontales son, menos fácilmente se pueden rcc no-
lleg~ndo hasta el muro de Teodosio II en Cartago (Carandini et al., 1983; cer (figuras 5 ss.). A veces son mínimos y sólo plantas con curvas de niv ' 1
Hurst-Roskams, 1984; Hurst, 1986b). Se conocen también muros asociados muy detalladas pueden ponerlos en evidencia (figura 162). Los desgaste p 'roo
a terraplenes, en los que el muro puede haber sido añadido o rehecho en miten identificar actividades, recorridos y el aspecto final de habitacioncs, in-
un segundo momento o puede formar parte del proye~to inicial (figura ~60). cluso la presencia de muebles o elementos decorativos especiales (figura 16.;
Un famoso ejemplo del primer caso es la muralla serVIana de Roma (GJ er~­ Barker, 1986, figuras 80 ss.). Algunos desgastes deben ponerse en rclaci n
tad, 1960, figuras II ss.). Ejemplos del segundo caso son muchas de las f~rtI­ con maquinaria de tipo agrícola, como los debidos al recorrido del asno nl-
ficaciones de Italia central, como la muralla de Pompeya (Maiuri, 1929, fIgu- rededor de un molino de aceite (Carandini, 1985a, 1**, figuras 96 y 34().
ra 12). Otros desgastes han llevado a reconocer restauraciones antiguas, por ejcm-
Las columnas no son todas de piedra ni de mármol. Hay columnas de plo de mosaicos (ibid., figura 346).
madera y también columnas construidas, para cuya elaboración se han podi- También los rebajes, si han sido realizados de forma horizontal y en gran-
do utilizar ladrillos con uno de sus lados redondeado. En este caso, al caer des tramos, son difíciles de identificar, a no ser que se encuentre el corte v r-
una columna puede hacerlo de forma unitaria o rompiéndose en numerosos tical en la estratificación que les precedía. Su presencia puede sospecharse en
196 I I IS'I'O 10 AS UN LA '1'1 RR A l A i1)« 'i\Vi\( '1( N 'OM) P I~Á n ('A 11)7

a b

FIGU RA 164. Rebaje de tumbas y de vertederos con ocasión de trabajos de ur bll ll i


zación. Ejemplo de Cartago (Carandini el al., 1983, figura 4).

FIGURA 162. Vida y desgaste (1) de la calle 2. ~ffi]D[Í][]11


a b C d e F

F IGU RA 165. La coronación de un muro a través de una secuencia de plantas com-


puestas. (a) 1: estrato de destrucción. (b) 2: interfacies de destrucción del muro 5.
(c) 3 y 4: estratos pavimentales. (d) 5: muro y su correspondiente cimentació n. (e) 6:
trinchera de cimentación. (f) 7 Y 8: primeros estratos cortados por la trinchera 6.

FIGURA 163. Vida y desgaste (2) de un pavimento de tierra batida 1. En un ángulo


de la habitación y de forma regular el pavimento no ha sufrido desgaste. En dicho
punto se puede suponer la presencia de un mueble de madera (por debajo del cual no
a b
se pasaba la escoba ni se caminaba).
FIGURA 166. Hay que identificar correctamente y limpiar a fondo las superficies d
destrucción (las crestas) de los muros, eliminando toda traza de otros estra tos de el s-
zonas saneadas y en los movimientos de terrenos que generalmente preceden trucción más tardíos formados por piedras.
a los trabajos de urbanización (figura 164; Carandini et al., 1983, figura 4).
Cuando en una excavación afloran las crestas de los muros, en realidad
lo que aflora no son los muros, sino sus superficies de destrucción (figura Agujeros y trazas de estructuras de madera
165). En el caso en que un edificio haya sido abandonado globalmente en un
mismo momento, no es necesario, como debería hacerse por rigor metodoló- La madera, cuando está embebida de agua, se conserva. Casos famosos
gico, numerar cada una de las interfacies de destrucción de cada uno de sus de estructuras de madera conservadas son los waterlogged deposits de las ri-
muros. Uno puede limitarse a numerar solamente la actividad correspon- beras del Támesis en Londres (Miller-Schofield-Rhodes, 1986) y las ca ba as
diente (Carandini, 1985a, 1**, pp. 86 ss. y figuras 158-160). Hay que limpiar de la York vikinga,6 por no hablar de Spina y de las terramaras del valle d ' 1
con mucha atención las superficies de destrucción (las crestas) de los muros, Po (Saeflund, 1939). En el Mediterráneo, esto OCurre muy raramente.
ya que puede ocurrir que una parte de un estrato de destrucción, formado Las paredes de madera también pueden delimitar depósitos estratigráfi-
básicamente de piedras, se confunda con una parte de muro in situ (figura cos diferentes. A veces, las diferencias entre la estratigrafía interna y la ex-
166). terna son los únicos elementos que permiten reconocer su existencia.
198 111 $'1' ) It l /\S I ! N 1./\ T I : RR /\ ( 'ION COMO PRÁ 1'1 ' A 11,/9

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b
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... ••

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FIGURA 167. (a) Tablas de madera de un umbral fijadas con tacos y estacas clavados
verticalmente en el suelo. Estructura conservada en situación anaeróbica en York FIGURA 168. (a) Agujero con poste. (b) Agujero de poste, con poste descompuesto.
(Barker, 1977, figura 81). (b) Elementos que se hubieran encontrado en planta si la (el) Agujero de poste arrancado (sección); (c2) agujero de poste arrancado (planta),
madera se hubiese descompuesto. El agujero (c) es un agujero de expolio (Barker, 1977, figura 31).

Las construcciones de madera pueden estar simplemente apoyadas en el del poste descompuesto se llenan de tierra, o 4b) puede que se desee r 's lllu
suelo, teniendo solamente algunos postes hincados en la tierra (figura 167). rar la estructura, que se eliminen los restos del poste y que se excave unu nUl'
Las formas o las coloraciones de los estratos y las concentraciones especiales va fosa para el nuevo poste con una forma y unas dimensiones distintas ti • 111
de materiales (piedras, cerámica, etc.) pueden indicar su presencia. Casos anterior. 5) Esta última operación puede repetirse muchas veces (h aslH quin
ejemplares de este tipo son Ren Dolmen y Wroxeter, y las construcciones sa- ce veces en las puertas de algunos hillforts británicos),
jonas y normandas de Londres. 7 Para evidenciar la presencia de estas cons-
trucciones resulta necesario hacer plantas detalladas y caracterizadas en sus En dichos casos, se crean situaciones estratigráficas muy complicadas (¡U '
más mínimos detalles, de manera que se evidencien los diferentes tipos de requieren una gran pericia de sus excavadores, que deben usar el siste ma ti .
materiales y los diversos componentes de los estratos arqueológicos asocia- las secciones acumulativas o por cuadrantes (figura 169), Otras veces, pal s
dos a dichas estructuras, que difícilmente pueden observarse a simple vista. y vigas pueden haber sido insertos en el suelo dentro de trincheras, como e n
Fases históricas enteras han dejado en la estratificación poco más que la som- una empalizada localizada en la vertiente septentrional del Palatino , para-
bra de sí mismas. lela a los muros considerados de fortificación (Carandini, 1989a, 1990a y
En otros casos los postes de las construcciones de madera se han hinca- 1990b), Pero las situaciones estratigráficas de este tipo son difícilmente codi-
do en el suelo, en agujeros y fosas. El agujero representa el alojamiento del ficables, debido a la variedad de tipos de muros de madera y de tipos de ci-
poste y debe distinguirse de la fosa en la que se halla, creada para anclarlo mentaciones existentes (figura 170).
en el suelo. Estas trazas se pueden reconocer si se limpian adecuadamente
los estratos que han sido cortados por estos agujeros y fosas. Un poste pue-
de descomponerse in situ pero también puede haber sido extraído cuando se Fosas
abandonó el edificio (figura 168).
Al igual que las fosas para los postes, también los otros tipos de (osa' o
La historia de una estructura de madera se puede articular en diversas fa- trincheras pueden evidenciarse limpiando con atención los estratos a los (¡U '
ses. 1) Imaginemos que se excave una fosa 2) para insertar en ella un poste. cortan, A veces, la tierra que rellena una fosa puede ser similar a la del pri-
3a) Si no se halla en un terreno embebido de agua el poste se puede descom- mer estrato cortado por la misma, por lo que la fosa se observa claramente
poner a nivel del suelo o 3b) puede destruirse por incendio y, en dicho caso, sólo a partir del estrato sucesivo, de características claramente diversas ((i -
todo o parte de lo que queda de este poste puede carbonizarse. 4a) Los vacíos gura 171).
200 III S'I'OR IAS Il N U\ '1'1 GR RA I' XI ' t 'ION ('OM J'H Á T IC A 201

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FIGURA170. Diversos tipos de cimentaciones de muros de madera (Asp ects of Saxo -
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FIGURA 171. Se puede pasar por alto la parte superior de una fosa. (a) Excava'¡ 11
incorrecta. (b) Excavación correcta.

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En las épocas en las que no había servicios de limpieza urbana exisUa el
problema de dónde tirar la basura. Este problema se resolvía utilizando áreas
y edificios abandonados (Carandini-Panella, 1968) o excavando abundant Il
fosas. El material orgánico arrojado en una de estas fosas, al disolver e y r •
gr ducir su volumen, podía crear el hundimiento de los estratos que cubría n II
propia fosa. El problema se solucionaba echando un nuevo estrato d niv "
FIGURA 169. (al) Excavación de un agujero (sección); (a2) excavación de un aguje- lación. Con el hundimiento y la reducción de los estratos superiores qu r ·
ro (planta). (b1) Se introduce el poste en el agujero (sección); (b2) se introduce el llenaban la fosa podía producirse una caída de materiales de los estratos SU·
poste en el agujero (planta). (c1) El poste se descompone (sección); (c2) el poste se periores del relleno y de los que habían sido cortados por la fosa, por lo {(U
descompone (planta). (dI) El poste se quema (sección); (d2) el poste se quema (plan- solamente los estratos inferiores se mantenían sin contaminaciones (fi UJ'fl
ta). (el) El poste se sustituye una primera vez excavándose otro agujero (sección); 172). En consecuencia, la excavación de este tipo de fosas puede convertirs •
(e2) el poste se sustituye una primera vez (planta). (fl) El poste se sustituye una se- en tarea verdaderamente complicada. Los materiales caídos en los intersti-
gunda vez excavando un segundo agujero (sección); (f2) el poste se sustituye una cios de la fosa pueden ser confundidos con sus paredes que, en cambio, se en-
segunda vez (planta). (gl) La estratificación tal y como la encuentra el arqueólogo
cuentran más atrás, porque la fosa, mientras tanto, se ha abombado. E l s-
(sección); (g2) la estratificación (planta). En (f) y en (g) se distinguen los agujeros de
los orificios, lo que no ocurre en (e) , porque el orificio ha sido completamente des- trato que ha colmado el hundimiento del estrato superior de la fosa pued
truido por el agujero sucesivo (Barker, 1986, figuras 5-6). ser un buen indicador de la presencia, a nivel inferior, de una fosa. Vista la
202 III S'I'()I(I/\S nN 1,/\ TII! RR A l. l' t 'AV ( 'ION COMO I'I"{Á(TICJ\ 203

Deposiciones j'ullem rias

La excavación de las deposiciones funerarias implica el conocimiento de


la amplísima tipología de estas unidades estratigráficas, la cual no entra en
los objetivos de este trabajo. Resulta evidente que tumbas y necrópolis pue-
den hallarse también en un yacimiento, debido al movimiento de crecimien-
to y de recesión al que están sujetos los centros urbanos. La Cartago romana
a
está construida en gran parte sobre las necrópolis púnicas y en época tar-
dorromana las necrópolis reocupan los espacios que habían perdido (Caran-
FIGURA 172. Avatares estratigráficos de un basurero (destacados con fines didácti- dini et al., 1983). Lo mismo ocurre en Roma, por ejemplo en el Esquilino, don-
cos). (a) El basurero acabado de colmar. (bl) El basurero tras un cierto tiempo. (b2) de una necrópolis tardorromana se extiende por el área que precedentemente
El basurero transcurrido más tiempo. había ocupado la Porticus Liviae (Panella, 1987). Por otro lado, la propia po-
sición de las necrópolis alrededor de un hábitat poco conocido puede ayudar
SEcc /6N
a definir su historia y su topografía general (Colonna, 1986, lám. 111).
Acerca del modo de documentar las tumbas en las fichas correspondien-
tes véase la p. 98 (Brothwell, 1972; Barker, 1977, figura 36). La excavación de
las necrópolis es más fácil que la de los hábitats, al tratarse, en el primer caso,
de unidades estratigráficas más bien sencillas, repetitivas y previsibles. Lo
que puede convertirse en complicado y costoso es la recuperación de los
ajuares y su posterior conservación. Este tipo de excavación ha atraído des-
de siempre a los arqueólogos porque es el único que permite recuperar ob-
jetos íntegros en un contexto cerrado. Por dicho motivo todavía existen en
Italia hábitats antiguos completamente desconocidos y esta situación no
FIGURA 173. Fosas cortadas entre sí (siguiendo el orden cronológico: 6,4 Y2). cambiará hasta que no se tenga más confianza en la productividad de las ex-
cavaciones en poblados y ciudades. Los ajuares y los restos orgánicos de la
tumbas, que informan sobre la edad y el sexo de los individuos, son testimo-
posibilidad de que haya intrusiones en los intersticios de una fosa, resulta nios fundamentales para la reconstrucción de las relaciones sociales y de la
aconsejable datar el corte de la fosa mediante el terminus ante quem facili- mentalidad de las sociedades antiguas, como, por ejemplo, las manifestacio-
tado por los materiales que se encuentren en los estratos depositados en el nes de las primeras aristocracias en las necrópolis de la Italia central del si-
fondo de la misma, generalmente no contaminados. La estratigrafía se com- glo vIII a.c. 8
plica cuando hay muchas fosas, se cortan unas a otras y perforan de formas De la misma manera que resulta inviable la comprensión de las activida-
diversas los estratos más antiguos. Esta destrucción de la estratificación se des relativas a un edificio si no se consideran por los grupos de actividades
compensa por el hecho de que tales fosas contienen grupos «cerrados» de que lo componen, las actividades de las deposiciones funerarias deben tra-
materiales, generalmente bien conservados, gracias a los cuales se pueden tarse también por los grupos de actividades que componen la necrópolis, por
establecer las tipologías cerámicas. En cambio, resulta aburrido excavarlas grupos de tumbas, si se quiere comprender la dimensión social de las prácti-
cuando corresponden a horizontes cronológicos de los que conocemos ya los cas funerarias. Hay que identificar contextos de deposiciones que puedan po-
aspectos ceramológicos. Es importante establecer la sucesión de las fosas que nerse en relación con segmentos estructurados dé la sociedad y que deben
se cortan unas a otras y que cortan, a su vez, los estratos horizontales prece- considerarse como unidades mínimas de análisis estructural y de cronología
dentes; para ello hay que distinguir las diferentes tierras de los diversos es- relativa. Las tablas de asociación, basadas en la tipología de los materiales,
tratos, con la complicación de que una parte de la pared de una fosa puede toman, en cambio, las tumbas como unidad de análisis. Por dicho motivo, si
estar formada por el estrato o los estratos de relleno de una fosa anterior, bien son adecuadas para establecer la cronología media de un período, no
cortados a su vez por una fosa sucesiva (figura 173). consiguen definir los grupos que forman sistema y, por lo tanto, la estructura
social de la necrópolis. 9
04 III H' I'( ) I( I /\ H JlN 1./\ T I ' R RA 1./\ I! C /\YA( 'I N CO M O PR Á . J'J ' /\ 205

el. a

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F IGU RA 174. Diversos tipos de fosos defensivos (Alexander, 1970, figura 54).
FIGURA 175. Historia de un foso. (a) El primer foso acabado de excavar. (b) En cur-
so de colmatación. (c) Se excava un segundo foso que corta al precedente y que rápi-
Fosos y trincheras damente comienza también a colmatarse.

Existen fosos de muchos tipos: desde los de los campos (figura 42) a
los defensivos (figura 174). Gracias a la arqueología experimental, sabemos
que los fosos cambian notablemente en un período de diez años (Coles, na es, generalmente, posterior a la construcción de la fundación y anterior o
1973, figura 13). Poco después de su creación el frente del terraplén y el contemporáneo a la construcción del muro correspondiente.
foso comienzan a rellenarse con un primer estrato de origen natural. Por
ello, sus perfiles se presentan ya atenuados. Después de un cierto tiempo
un foso ya obliterado puede ser cortado por uno sucesivo (figura 175). Una Cortes de muros
serie de fosos, cortados uno dentro de otro y datados en el siglo VII y pri-
mera mitad del VI a.c., han sido localizados en la vertiente septentrional del Al igual que todos los tipos de unidades positivas, los muros también
Palatino, estando relacionados con murallas consideradas de carácter ritual pueden ser cortados verticalmente por cualquier tipo de unidad negativa. Un
(Carandini, 1989a, 1990a y 1990b). Los fosos pueden identificarse inclu- muro puede haber sido cortado para modificar una estancia, abrir una puer-
so en una sola trinchera, pero el experimento debe repetirse para aumen- ta o una ventana, excavar una fosa, una tumba, un foso o una canalización,
tar o corregir la información obtenida. Solamente una excavación en exten- incluso todo el frente de un edificio puede haber sido desplazado, recons-
sión puede proporcionar la secuencia completa de las diversas intervencio- truido o destruido por la inserción de un nuevo edificio (como el palacio de
nes a lo largo de una misma línea defensiva (Barker, 1977, p. 42, Y 1986, los reyes musulmanes por el de Carlos V en la Alhambra de Granada). Es-
fi gura 9). tos cortes verticales deben distinguirse de los horizontales, que producen un
Las trincheras de fundación de los muros son muy importantes. Pueden rebaje del nivel del muro, determinando las llamadas crestas.
ser sencillas o compactadas, anchas o estrechas, completamente o sólo par-
cialmente rellenadas por la cimentación (figura 159). El estrato que las relle-
206 I II S'J'() I{ I AS Il N I ,A T II IR R A I ,A J( ' ( 'AV ( 'I( N ( 'O M O Plt Á "1'1 'A 207
Trincheras de expolio _ -1 I4
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La arqueología tradicional solamente estaba interesada en las grandes ....6' . ....
realidades monumentales. Actualmente estamos capacitados para utilizar el
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12 , \ ::~ ,' 1)
más mínimo detalle para nuestros fines reconstructivos e incluso para deli-
mitar la planta de estructuras ausentes, es decir, de edificios cuyos muros han 14 :': 'f :
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sido «saqueados». Su forma nos la sugiere la forma de las trincheras de ex- ----1 :,<, I : ',t - - - - -
polio. Por suerte, los ladrones de piedras no hacían excavaciones estratigrá-
ficas y se limitaban a seguir las estructuras que querían expoliar, sin excavar
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a
'-11
a los lados. Las trincheras de expolio ofrecen pues noticias sobre el propio
expolio y sobre la alineación de la estructura «saqueada», de la que frecuen-
temente quedan restos en el fondo de la trinchera. En algunos casos, estas 1
trincheras afectan a las de cimentación. En dicho caso, existe el riesgo de 4 5
que, excavando la de expolio, la tierra de la de cimentación pueda caer y 2
mezclarse con la de aquélla. Ante una tal situación, resulta aconsejable ex- 12 T/l. INCHE/l.A 15
cavar primero la trinchera de cimentación para garantizarse su integridad, PE
EXPOLIO
aunque debería excavarse primero la de expolio (figura 176).10
14 1]
Uno de los primeros en excavar trincheras de expolio fue Wheeler en
Verulamium en los años treinta. La metodología y la práctica se han desa-
rrollado mucho desde entonces, especialmente en la excavación del Old b
Minster de Winchester (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969). El fondo de la trin-
chera es el que indica la dimensión original del muro expoliado. Debemos T/l.INCHE/l.AS PE CIMENTACiÓN
presuponer que las cimentaciones de una misma época son aproximada-
mente análogas; en consecuencia, las trincheras de expolio deberían ser si- FIGURA 176. Trinchera de expolio (b), con reconstrucción de la estratificaci n ti 'Sil
milares en cuanto a su anchura y profundidad. Debemos presuponer que parecida (a) (Barker, 1977, figura 13).
las cimentaciones de épocas diversas son diferentes y, por lo tanto, sus trin-
cheras de expolio deberían poder distinguirse claramente. Existen excep-
ciones a esta regla, como cuando se observan diversos tipos de cimentacio-
nes para diferentes tipos de estructuras en alzado en un mismo edificio y en
una misma fase edilicia. Dos cimentaciones que no estén ligadas entre sí
implican la conservación de una fina porción de suelo no excavada por las
trincheras de expolio de las dos cimentaciones, ya que éstas tienen una for-
ma curva en la parte inferior (figuras 180 y 181). Cimentaciones diferentes
y muros que se apoyan los unos en los otros pueden pertenecer a fases dis- FIGURA 177. Muro y su correspondiente trinchera de expolio; la anchura del fondo
tintas pero también a una misma fase edilicia. Tampoco es obligatorio que de ésta indica la del muro expoliado (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).
el expolio se realice en un único momento, ya que puede identificarse una
secuencia de expolio. Esta secuencia puede reflejar exclusivamente los tiem-
pos internos del expolio o los tiempos diversos de abandono de cada una ferentes períodos pueden ser expoliados contemporáneamente, uno tra 01 ro
de las partes de un mismo edificio. (figura 179), o en períodos diferentes (figura 180).
Para captar esta complicada serie de relaciones hay que excavar las trin- En las trincheras de expolio del conjunto del Atrio de Calígula, bajo "
cheras de expolio en grandes áreas, cortándolas transversal y longitudinal- aula domiciana situada junto a Santa Maria Antiqua en Roma, se recupe ra -
mente, y siguiendo una serie de indicaciones: 1) a un mismo muro corres- ron diversos muros en piedra seca dispuestos transversalmente, a intervalos
ponde una misma trinchera de expolio (figura 177); 2) dos muros vecinos y regulares, construidos probablemente por los expoliadores durante su activi-
contemporáneos pueden ser expoliados contemporáneamente o uno después dad, con el fin de contener la tierra acumulada en los tramos de trinche ra cu-
del otro (figura 178); 3) dos muros situados uno alIado del otro pero de di- yas estructuras ya habían sido saqueadas. Estos muros tenían su cara vista e n
20g III S'I '() I(I ¡\H ¡I N I A 'I' II ! RI {A 1. ¡I\( ' ( ' 1( N ( 'OM ) PltÁ "I'I ('A

F IGURA 180. Dos muros vecinos y de diversa época (por la di ferencia xist ' 111 ' l ' ll
tre las trincheras y por las porciones de tierra dejadas entre ellas) pueden s 'r oh.! ' lo
de expolio en momentos diferentes; el muro de la izquierda había sido ya cxr o1itl (io
antes de la construcción del de la derecha, que también fue expoliado más tUl'tI '
(Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).

IAI>VLLO

FIGURA 178. Dos muros vecinos y contemporáneos pueden ser expoliados contem-
poráneamente o uno tras otro (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).

conE EN lA ESHATlFICACIÓN

F IGU RA 181. Canal para fístula (sección). Ejemplo de Settefinestre ( a r ll mlil1 ¡,


1985a,I**,figuras183, 191).

Las cloacas ocupan mucho espacio en una excavación, más en horizo ntal
que en profundidad. Por dicho motivo, son las estructuras constructivas más
adecuadas para ser desmontadas con el fin de poder avanzar, donde sea nc-
FIGURA 179. Dos muros vecinos y de época diversa pueden ser expoliados contem- cesario, en las zonas estratigráficas más profundas (Terrenato, 1989).
poráneamente o uno tras otro (Biddle-Kjolbye Biddle, 1969).

Trincheras agrícolas
el lado sur, lo que indicaba que las tareas de expolio de las estructuras se lle-
varon a cabo avanzando de norte a sur (Hurst, 1986a). Raramente los arqueólogos se han ocupado de estudiar las sup rri 'i 's
cultivadas de los vergeles, de los jardines, de los huertos y de los ca mpos, 1m
portantes resultados se han obtenido, entre otros, en la zona vesubi ana (,1 l1 S
Canalizaciones hemski, 1979 y 1987; Cunliffe, 1971b; Carandini, 198ge).
Cuando afloraba la roca, podía bastar rebajar su nivel en una deterl11in ll-
Las canalizaciones pueden ser de tipos diversos y presentar diferente gra- da superficie o cortar en la misma trincheras en las que colocar la ti e rrA p Uf ll
do de complejidad, desde la fistula , al bajante en terracota, o a la cloaca.~I cultivar. Las formas de dichas trincheras proporcionan informaciones a ' ' r ' 11
Las fistulae generalmente se encuentran incorporadas en los estratos hon- del tipo de cultivos practicados (figura 182; Carandini, 1988a, p. 306).
zontales (Carandini, 1985a, 1**, figuras 14, 52, 92, 93, 1~9, 187, 191, 196, 217 En el fondo de un estrato de tierra cultivada pueden encontrarse cavida
Y269), o están protegidas por canalizaciones de obra (fIgura 181). des paralelas que pueden interpretarse como trazas de la herramienta co n ltl
210 III S' I'( )1 (1 AS ¡IN l ,A 't' lI i l ~RA I.A I! ( 'i\Vi\( 'I() N 'OMO PR Á '1 A 211

.'

T~AIAS
" :"
PE CULTIVO
(¿PE LA LAYA.')

F IGUR A 183. Trazas de la actividad agrícola identificadas en el fondo de un estrato


de tierra cultivada (Carandini, 1985, 1**, figuras 181, 192, 194).

F IGU RA 182. (a) Arboricultura en Crimea (documentación de S. Strzeleckij). (b)


Cultivo promiscuo de la vid en los alrededores de Roma, cerca de la Via Laurentina
(dibujo de M. Medri; cf. Carandini, 1988a, p. 306).

que se trabajó el terreno en profundidad (figura 183). En un terreno inade-


cuado para el cultivo se pueden haber excavado surcos en los que colocar tie- a b e
rra buena para cultivar. No resulta fácil identificar estas unidades, porque son
diversas las tierras cortadas por dichos surcos y diversas las que los rellenan, F IGU RA184. Surcos de cultivo. (a) Superficie formada por diversos estratos antes de
la excavación de los surcos. (b) Surcos excavados. (c) Surcos llenos de tierras diver-
por lo que el único elemento homogéneo y unificador es el propio corte de sas, adecuadas para el cultivo (Carandini, 1985, 1**, figuras 203, 204, 207, 208 Y 210).
los surcos (figura 184). Muros de piedra seca y cambios de tierras con límites
regulares pueden indicar los parterres de un jardín (Carandini, 1985a, 1**, fi-
guras 193-197). Se puede, por lo tanto, reconstruir huertos y jardines en cual- para conservar las secciones. Las crestas de los muros, si están expuestas a la
quier parte, incluso en aquellas zonas que no han sido cubiertas por antiguas intemperie, deberían consolidarse. Los pavimentos de calidad pueden cu-
erupciones volcánicas. brirse con arcilla expandida (Leka), tela de mosquitera y tierra. Los estucos
pintados también pueden protegerse con arcilla expandida contenida por un
muro de piedra seca, tela y tierra. Las bases de columna de obra y de estuco
Lo EXCAVADO u otros elementos del género se pueden proteger del mismo modo, utilizan-
do estructuras de madera forradas con tela de mosquitera como contenedo-
Cómo dejar la excavación res de la arcilla (figura 185).
Los estratos horizontales se pueden tratar con herbicida. Las unidades
Antes de dejar una excavación, especialmente si no se ha llegado al final estratigráficas negativas deberían rellenarse con tierra. Sólo en casos espe-
de la misma, debería hacerse la planta de todas las superficies de las unida- ciales puede descartarse el recubrir la excavación y plantearse el problema
des estratigráficas, incluso de aquellas que sólo se ven en parte. Los cortes de de su valorización. No es adecuado dejar las ruinas abandonadas y sin vigi-
la excavación deberían protegerse con bloques prefabricados de cemento lancia o invertir demasiado dinero para dejar a la vista restos que no sean
l. I ' \( ' Al '¡()N COMO PltÁ '¡'ICA u
212 III STO I ~ I AS nN I. A T I ::. RR A

EXPANV/VA
MU~O VE PlEV~A SECA

MU~O

TELA PE MOSqp/TEU

FIGURA 185. Protección de arcilla expandida de un estuco pintado, de una columna


de obra estucada y de un mosaico. Ejemplo de Settefinestre (solución propuesta por
el Instituto central para la restauración). ¡ CON~LOME~AVO

TACOS VE PO·
L/ÉSTa
ESTUCO

verdaderamente importantes. En la valorización de una excavación pueden


plantearse cuatro niveles de actuación: 1) panel informativo, protegido por 186. Embalaje de un estuco pintado una vez arrancado de la pared.
F IGU RA ITI -
plo de Settefinestre (solución propuesta por el Instituto central para la restaura-
una pequeño tejado, en la excavación cubierta de tierra y con alguna parte
ción).
visible en profundidad; 2) panel informativo y muros bajos visibles, incluso
reconstruidos; 3) panel informativo y restos a la vista con las crestas de los
muros consolidadas; 4) panel informativo y estructuras restauradas y prote-
gidas con una cubierta. Véase el proyecto de valorización de Settefinestre
que, en algunos aspectos, contiene propuestas innovadoras más tarde adop-
tadas en Pompeya (Carandini, 1985a, 1**, pp. 253 ss., figuras 358-360).
El Instituto central para la restauración debería potenciar la investiga-
ción en este campo con el fin de poder proporcionar indicaciones sobre so-
luciones técnicas a adoptar en diversas circunstancias. 12

Tratamiento de los materiales arqueológicos

Todo lo que se ha recogido excavando, cribando, flotando, debe lavarse


sin utilizar ácidos para no dañar los materiales y no perjudicar futuros análi-
sis. Las terracotas arquitectónicas con restos de pintura no deben lavarse.
Debería asegurarse a los bronces un primer tratamiento de conservación
(Dowman, 1970; Leigh, 1981; Donati-Panerai, 1981). Los materiales deben
signarse directamente o de forma indirecta en sus contenedores, indicando la
excavación, el año, el área (si es necesario), el estrato, en algunos casos el
conjunto y el subconjunto -por ejemplo, los estucos pintados-, y en otros
casos el número de pieza significativa. Las piezas significativas deben tener- F IGURA 187. Caja de embalaje para contener las partes en las que se ha dividido un
mosaico arrancado. Ejemplo de Settefinestre (solución propuesta por el In titul O
se aparte para no verse perjudicadas por el predominio de la cerámica y central para la restauración).
deben indicarse con su número en un registro especial. Posteriormente, el
material se debe dividir por clases, debe contarse y ficharse en fichas provi-
sionales, por estratos, y guardarse en bolsas que deberán conservarse en ban-
2 11\, III S'I'()lUA, ¡IN 1, '1'II I RI V\

dejas o cajas. Los fragment os ti · 'stu 'O debe n co n e rvarse en cajas de ma -


de ra o de poliéster y los que han sid hallados in situ y pos teriormente arran-
cados deberían embalarse para su transporte con conglomerado, poliéster y
tablero (figura 186). Las diversas partes en las que se haya dividido un mo-
saico arrancado u otros materiales frágiles y pesados deberían embalarse en
cajas de madera (figura 187).
Una vez en el laboratorio, se pueden iniciar los trabajos de restauración
(que deben registrarse en la correspondiente ficha de restauración), la clasi-
ficación final de los materiales por formas y tipos, la cuantificación definitiva
- utilizando las Tablas de materiales (Arthur-Ricci, 1981; Ricci, 1985) y las ESTRATIGRAFÍA
fichas RA y N- Ylos análisis arqueométricos (Mannoni-Molinari, 1990, pp.
43 ss.). Y CULTURA DE LOS INDICIOS
Existen convenciones para la documentación gráfica de la cerámica (Ca-
randini-Panella, 1973) y para la elaboración de tablas y de histogramas (Ric-
ci, 1985; Saguí-Paroli, 1990).
No forma parte de los objetivos de este trabajo tratar más a fondo este
aspecto de la investigación de campo, tema que merecería tratarse en un ma-
nual de tipología de los materiales arqueológicos, tan necesario pero todavía
por esciibir. '
I

LO ORDINARIO Y LO IMPORTANTE

Entre los conocimientos menos violentos y más comprensivos debe in-


cluirse la arqueología, que indaga el mundo de forma ordenada en el tiempo
y en la disposición con textual de los objetos, curiosa de todo lo que encuen-
tra. Sería necesario entender en profundidad esta voracidad indagadora, res-
petuosa de las circunstancias, y esta necesidad de descender en profundidad,
sin forzar nada y según el estado de los objetos, para relatar modelos de rea-
lidad lo más concretos posible.
El arqueólogo cree en un mundo en el que el efímero poder de los pensa-
mientos y de las emociones se ha materializado de forma duradera en los mo-
numentos. Para él los verdaderos paraísos son los perdidos, en los que ya
no hay penas ni placeres, sino simplemente cosas. Esta fuga del hombre hacia
sus cosas - el cleptómano compensa con el hurto un acto de amor inexisten-
te- puede significar miedo de mirar en el alma -«fuga lejos de nuestra vi-
da real que no tenemos la valentía de mirar, fuga que se llama erudición»- ,l
pero ¿no es quizás saludable esta huida, si nos enseña a ver lo humano, más
allá de los recovecos del yo, en las entrañas de los soportes materiales de la
existencia?
El secreto de la arqueología no reside tanto en la disciplina cuanto en las
relaciones que mantiene con otros saberes similares o, sólo aparentemente,
distantes. Arqueología e historia del arte, por ejemplo, podría ser un punto
de partida útil. Materias diversísimas pero que, al mismo tiempo, se hallan la
una compenetrada con la otra: la historia del arte estudia cosas, al igual que
la arqueología, pero seleccionándolas drásticamente, casi al margen de la his-
toria -excepto de la historia de las imágenes-, en un modo que la arqueo-
logía rechazaría utilizar. 2
Ya se vislumbran las etapas de este itinerario entre ambas disciplinas. Pri-
mera etapa: la arqueología se ha identificado con la historia del arte de tal
manera que la parte histórico-artística ha acabado por convertirse en el todo
arqueológico, perjudicando a este último. Segunda etapa: la arqueología se
emancipa de la historia del arte y desarrolla sus propios métodos: tipológico,
estratigráfico y topográfico. Tercera etapa: la arqueología y la historia del
arte podrán conjuntarse de nuevo con ventajas recíprocas. Este itinerario
puede interesar a todos los que son conscientes de vivir engarzados a este do-
ble nuestro, pero mucho más duradero, que es nuestro hábitat, hecho de con-
18 III S'I'() IU A S I N L A 'I'II ! IWA LO O l(l) l NA Rl ü y L O I M I'O lfl'AN'I'l l 219

di ciones naturales combinada ' co n produ ctos del esfu erzo y con creaciones poesía fi gurada se ex pulsa ban pues las producciones del artesa nado artístico:
del ingenio. Antes se consideraba el entorno como algo externo al hombre «agrura ... de merca ncía co rrie nte», como las definió en una recensión a la
si bien no es más que nuestro último estrato de piel, una dermis impregnad~ prime ra exposición sobre los etruscos. 8 A pesar de los límites de aquella ini-
de todos nuestros humores. ciativa y de la cultura de los etruscólogos, en equilibrio confuso entre arte e
D e la memoria de lo que queda de nosotros, una vez que desaparecemos, historia (como se demostró también en las exposiciones de la generación su-
e encargan los arqueólogos y los historiadores del arte, los cuales ven las co- cesiva),9 aquella dura crítica inaugura los ataques indiscriminados de los his-
sas de dos modos distintos a pesar de tener en la mente un mismo fin: usar toriadores del arte a los arqueólogos que no se dedican exclusivamente al
los fósiles de la existencia para evaluar el pasado y proyectarlo en el futuro, culto del estilo, el último de los cuales se desencadenó con ocasión de la ex-
como cu.ando en un viaje llevamos la fotografía de uno de nuestros padres, cavación de los foros imperiales de Roma. lO
ya falleCIdo. Este es el sistema para utilizar el tiempo escapando a su ley, em-
boscándolo en su opuesto, es decir, el no tiempo. El culto exclusivo de la forma artística por parte de algunos historiado-
Todo hombre siente esta necesidad, pertinencia fatal de su evolución. res del arte es un aspecto de la «consideración monumental» que Nietzsche
Pe ro en el arqueólogo y en el historiador del arte esta necesidad etológica es valientemente criticaba: «si la consideración monumental del pasado domina
llevada al extremo, según una patología en cierto modo creativa. Estudiar sus sobre otras formas de consideración ... el propio pasado sale perjudicado:
comportamientos, amplificados y evidentes, ¿no significa acaso analizar y re- grandes partes enteras de aquél se olvidan, se desprecian y pasan como un
componer las inclinaciones de todos? flujo gris e ininterrumpido, mientras que emergen como islas sólo los hechos
aislados».ll Nietzsche aparece aquí como un precursor del Novecento.
Longhi fue un Croce de los objetos. ¿Cómo aceptar su «estilo, única mo- De hecho es en nuestro siglo cuando la importancia del contexto asume
ral del arte»?3 Más tarde matizó la cuestión,4 pero su compenetración con el un primer plano, llegando a marcar todo el exordio del Tractatus logico -phi-
espíritu de las diversas épocas se parece mucho a la licuefacción y es dema- losophicus de Wittgenstein (1921):
siado adverso al control de los documentos ajenos al reino de lo bello. En él,
el mostrar la «poesía figurativa» prevalece sobre el demostrar. 5 ... lo que ocurre, el hecho, es el subsistir de estados de las cosas. El estado de
Si el estilo es la única moral del arte, el contexto acaba por jugar un pa- las cosas es un nexo de objetos. Para la cosa resulta esencial poder formar par-
pel secundario. Sirve, como máximo, para establecer el «valor de conexión te constitutiva de un estado de cosas. No podemos comprender ningún objeto
ambiental», más importante cuanto menor es el valor cualitativo intrínseco fuera de la posibilidad de su nexo con otros. Si puedo concebir el objeto en el
de una obra. Un cuadro aislado, juzgado desde el punto de vista estilístico contexto del estado de cosas, no puedo concebirlo fuera de la posibilidad de
este contexto. La cosa es independiente de la medida en la que puede ocurrir
como «mediocre», puede ascender al grado de «importante» si se analiza en
en todas las situaciones posibles, pero esta forma de independencia es una for-
el contexto de sus circunstancias materiales. Ante objetos de gran calidad el ma de conexión con el estado de cosas. Cada cosa está como en un espacio de
valor de su contexto acaba por ser algo accidenta1. 6 posibles estados de cosas. Este espacio podemos pensarlo vacío, pero no pue-
Longhi polemizó con Croce manteniéndose no obstante fiel a su estética. do pensar las cosas sin espacio. La posibilidad de su ocurrir en estados de co-
Las artes pictóricas, plásticas y arquitectónicas para él formaban parte de la sas es la forma del objeto. El objeto es lo fijo , lo subsistente; la configuración
«poesía figurada» y esta última pertenecía a la «poesía sin ulteriores especi- es la variedad, lo inconstante. En el estado de cosas los objetos se atienen uno
ficaciones». Longhi parece en esto más «crociano» que el propio Croce, por- a otro, como los eslabones de una cadena. En el estado de cosas los objetos es-
que incluye en las artes mayores a la arquitectura, que Croce en cambio dis- tán en una determinada relación uno con otro. La totalidad de los estados de
tinguía prudentemente de la verdadera poesía figurada. Longhi, sin quererlo, cosas subsistentes es el mundo. El subsistir de estados de cosas es la realidad.
facilitaba la indistinción entre poesía literaria y artística, que Croce teorizaba La totalidad de estados de cosas subsistentes determina también qué estados
de cosas no subsisten. Al subsistir de estados de cosas le llamamos un hecho
hasta el límite de decretar la muerte de una historia del arte autónoma, que
positivo; al no subsistir, un hecho negativo. La imagen presenta la situación en
Longhi obviamente no podía aceptar. 7 Aboliendo cualquier distinción de gé- el espacio lógico, el subsistir y el no subsistir de estados de cosas. La imagen
nero entre las artes mayores, el crítico de arte acentuaba el idealismo del fi- es un modelo de la realidad.
lósofo, pero al mismo tiempo estaba obligado a atenuarlo, contradiciéndose,
para defender la legitimidad de su disciplina. Este credo en los objetos y en su relación como sustancia constante y va-
Longhi se contradecía además cuando reabsorbía en el concepto de poe- riable del mundo es la moral inversa de la historia del arte, por lo tanto, la
sía los aspectos prácticos ligados a la arquitectura, pero no los de las otras ar- moral de la arqueología o, aún ~ejor, de una nueva cultura que considera las
tes aplicadas, desplazando por lo tanto el límite entre poesía y no poesía, para cosas bellas y lujosas que nos rodean en la sedimentación histórica general
trazarlo de nuevo, falto de lógica, inmediatamente después. Del templo de la del mundo.
220 III S'I'()IW\ S II N l A 'l'il l RRÁ LO ORD INAR IO Y 1.0 IMI'O I( I'AN'I'I! 22 1

La mentalidad est6tica de Longhi ha sido difícil de superar. Se enraizaba E n este proce o de maduración el historiador del arte antiguo se había
e n el pensamiento de Flaubert: «la moral del arte consiste en su propia be- co nvertido en favorito respecto al historiador del arte moderno. De hecho,
lleza y estimo sobre todo y ante todo el estilo ... Considero como algo muy hasta principios del Renacimiento el ar.tista n~ había sido. más que. u~ arte-
secundario el aspecto histórico y exacto de las cosas. Yo busco sobre todo be- sano más o menos hábil, Y sólo a partIr del Siglo XVI se mdependlzo de la
lleza». J2 Uno de los primeros avances hacia una mentalidad más moderna en práctica. El materialismo del segundo Bianchi Bandine~li ~e~ide ~n su quer~r
el campo de la historia del arte lo ha realizado en Italia Bianchi Bandinelli. salir del sistema cerrado del arte, en busca de nexos hlstoncos siempre mas
En su incipiente madurez todavía estaba cerca de Longhi, hasta tal punto que numerosos y de relaciones contextuales cada vez más intensas pr?cedentes
fue inducido a separar la crítica de arte de la erudición de los anticuarios, de de mundos ajenos al del arte. Los nexos no de?ían prop~ner refleJ~s y yux-
los tipólogos y de los excavadores. Para él sólo la cultura del historiador del taposiciones sociológicas, sino captar la esenc~a ~~ las clr~u~stanClas, para
arte era rica en pensamientos, por lo tanto en vida, mientras que la habilidad fundir el aspecto intelectual y artístico con el hlstonco y prachco. ,
del arqueólogo no era más que ornamento, pasatiempo y juego. En el inten- El último Bianchi Bandinelli se había dado cuenta de que la arqueologla
to de redimir el desorden del vasto conjunto de documentos antiguos el ya no era el aspecto negativo de la histori~ del. art~, 9~e mientr~s tanto ha-
Bianchi Bandinelli de aquellos años se acerca mucho a la «crítica figurativa bía ido madurando convirtiéndose en una ciencia hlstonca, consciente de .sus
pura» de Longhi. 13 En esta línea él introdujo el historicismo idealista de Cro- metodologías, gracias también al trabajo de los ~rehistoriadores , ante;iOr-
ce en los estudios arqueológicos. mente tan despreciados. Después de haber absor.b~do toda l~ arqueologm en
Pero ya en este primer período se pueden encontrar diferencias con la historia del arte antiguo, para salvarla del teCnICiSmO, se diO cuenta de que
Longhi y Croce ricas en desarrollos futuros. Bianchi Bandinelli siempre ha- era esta última la que formaba parte de la más amplia arque~logía. Cuaren-
bía contrastado el sidéreo aislamiento del arte y su explicación en términos ta años antes el joven Bianchi Bandinelli se hallaba en las anhpodas. Per~ es
literarios. Las obras de arte para él no eran singularidades irrepetibles, por- precisamente esta vía contradictoria entre fronter~s op~estas la que ha. abier-
que con objetos aislados no se llegaba a una historia del arte, que presuponía to a la arqueología italiana puertas que para la hlstona del arte medIeval y
en cambio la relación de las obras maestras con el tejido de conexión que las moderno de este país ahora ya no pueden cerrarse.
había hecho posibles. La esencia íntima del arte representada por el estilo
debía, según él, ser convertida en historia, pero no con falacias lingüísticas Bianchi Bandinelli creía captar en el estilo el estado de ánimo del artista.
sino con argumentos claros. Sabía pues valorar los aspectos «irracionales» ?e la o~ra d~ arte. ~in e~barg?,
Esta náusea tan poco italiana hacia esteticismo y retórica se debía quizás desaprobaba el componente emotivo de la .vlda. Mito, blOgrafla, pSlcologla
al componente germánico de Bianchi Bandinelli, que ha impedido que su e inconsciente eran para él como decadenCIa putrefacta, de tal rr;anera que
amor por la forma se convirtiese en un culto exclusivo. Sin embargo, era su consideraba indiscutible la superioridad de la mente sobre el corazon: ¿No h~­
componente italiano el que prefería la creación individual a cualquier esque- bían sido el nazismo y el fascismo una explosión de impulsos y narraCiOnes ml-
ma iconográfico, distinguiéndose en esto de Warburg, a quien había criticado ticas irracionales en las masas? .
severamente: «partiendo de tales bases no se contribuye a la historia del arte ... Para no dejarse fagocitar por la vorágine de~ abis~o de. est~ barb~ne y
La decisión en este campo vendrá siempre dada por la personalidad del artis- para prepararse a las esperanzas del socialismo Bla~~hl Bandmelh quena sal-
ta, no por el concepto o el argumento que éste trate».14 Pertenecía al Bianchi var la parte mejor de la antigua cultura p~r~ trans?:Itlrla al nuevo mundo que
Bandinelli de Siena esta mentalidad antitécnica, que quería reducir la reali- estaba naciendo. La racionalidad era la UnIca bruJula que quedaba ~a~a na-
zación de la obra al momento de la intuición creativa. Pertenecía al Bianchi vegar entre guerras, sublevaciones sociales y sufrimientos ?~l senhmlen~o,
Bandinelli aristócrata la reacción «espiritual» al dominio de la ciencia y a la por lo que la historia era admisible pero no lo.s aspectos mltlcos de la eXIS-
homologación de la cultura industrial. Pero pertenecía al Bianchi Bandinelli tencia. En esto, él pertenecía claramente al UnIverso que precede a Freud y
e uropeo la aversión hacia el esteticismo y el amor por la historia integral. a los grandes físicos del Novecento. ., . '
Los hechos prácticos y materiales del arte, primero entendidos como La actitud de Mann era la opuesta y no deJO de expresar a Blanchl ,nan-
«trabajo preparatorio» y, por lo tanto, postergados, dieron gradualmente, a dinelli su incongruencia: «usted no debe irritarse cuando el elemento mn~ ­
partir de los años cincuenta, un vuelco, hasta hacerle anteponer la historia de gablemente aristocrático de su tenue e.s c~)l1sidera~~ como un contras~e e~cI ­
la cultura artística al juicio de valor formal. De Croce de los objetos, como tante e incluso divertido de sus conVICCIones pohhcas».l5 Esta obselvaclón
había ya sido Longhi, Bianchi Bandinelli se transformó gradualmente en un 16
irritó a Bianchi Bandinelli que no contestó a Mann. . .
anti-Croce. La cultura artística se había ya convertido para él en el puente de Tanto Bianchi Bandinelli como Mann temían la barbane denvada de la
conexión entre el mundo espiritual y el práctico. La esfera del arte acababa decadencia de la burguesía y del auge de las multitudes pequeño-burg.uesa.s.
pues rozando la estructura económica de la sociedad. Pero mientras que Bianchi Bandinelli creía poder descartar la mala hlstona
2 11I ~' l'(lI{IA ~ I IN l A '1'IImRA Ul ()l{ll l NAI{ IO y LO IM PORTANTE 223

(la de la pequeña burguesfa) pan\ 'seo 'er la buena (la del proletariado) y, en recido, si bien es imitada 'UI crficialmente por el nuevo sujeto social: la clase
realidad, escogía la no historia o mito del comunismo -de ahí la incon- medi a. En 1983 este aglomerado humano reciente se ha colocado por enci-
grue ncia del jacobino racional y aristócrata capturado por la irracionalidad ma de las viejas clases incluso en Italia (46,4 por 100).22
de una ideología utópica-, Mann evitaba cualquier «comparación excitan- Todavía la industrialización no había tenido tiempo de manifestarse en el
te», rechazando el bolchevismo y manteniéndose fiel a los valores de la gran modo más vistoso, acabando con el mundo campesino y asfaltando el terri-
burguesía en el ocaso: casi por una «última recapitulación del mito occiden- torio, cuando ya inmediatamente se había convertido en postindustrializa-
tal ... antes que caiga la noche ... y un profundo olvido».17 ción, en una cadencia acumulativa de tiempos nunca vista, por lo que muchos
E n su infalible e irónica dignidad de último burgués, Mann aborrecía la de los de nuestra generación han vivido en pocos decenios eras enteras del
«profundidad» alemana y su irracionalidad perversa, evitaba esperanzas mí- desarrollo de la humanidad. Las clases sociales de la burguesía y del proleta-
ticas de igualitarismo salvador, aceptaba el ocaso de su sociedad, pero no por riado ven desplazarse sus límites y erosionarse sus territorios, atraídas por el
ello se endurecía en el racionalismo humanista en el que se habían encerra- nuevo giro de la humanidad. La sabiduría de esta nueva sociedad, que ha su-
do los últimos ejemplares de la especie burguesa. Mantuvo abierta, en aque- cedido a la irracional pequeña burguesía, es la revolución de la nostalgia, el
lla época tremenda, la puerta de la razón inversa juzgando al movimiento psi- metabolismo sin convulsiones. Desde este punto de vista, la primera mayoría
oanalítico como la «única forma de antirracionalismo moderno que no bienestante que ha llegado democráticamente al poder conservando la de-
ofrecía el más mínimo agarradero a abusos reaccionarios»,18 y considerán- mocracia se ha convertido, con el cambio de siglo, en la base social del mun-
d 10 como una fuerza benéficamente humana de aquel mito «del que en los do posfreudiano y posteinsteiniano. Han desaparecido las identidades mo-
últimos decenios se había abusado ... como medio de la antirrevolución os- nolíticas burguesas y proletarias y ha aparecido una clase que no admite
curantista».19 Antes que comulgar con el mito del nuevo «cristianismo» co- sacrificios en nombre de objetivos lejanos, ávida de placeres inmediatos, mi-
munista, prefirió dedicarse, en la tetralogía del relato bíblico, a la «forma pri- mética e invasora. 23 ¿Qué tiene que ver este próteo narcisista hasta la diso-
mordial de la vida». De esta manera Mann tuvo el mérito de salvar, en un lución de la ética y de la estética en el kitsch con el puritanismo riguroso de
período de profundas heridas, la unidad antinómica de lo humano, entre ra- las viejas clases sociales que habían inventado la industria?
zón y emoción, consciente e inconsciente, historia y mito, sin que ello le asus- Placeres superficiales e indecorosos han reemplazado a los aprendizajes
tara. hacia las sublimaciones de las formas y de los esta tus. La sociedad ya no es
Para Bianchi Bandinelli no había mitos buenos cuyo uso fuera benéfico, una pirámide a escalar. Las palabras de W. Meister -«siento una imparable
aunque ello pueda extrañar en un historiador de la antigüedad clásica. El ins- inclinación hacia aquel armónico perfeccionamiento de mi naturaleza que el
tinto primitivo o subconsciente era según él siempre malo. ¿Pero no era el nacimiento me impide»- resultan incomprensibles en el tiempo del desor-
propio comunismo un mito cuyas raíces se hundían en las sociedades comu- den y de la escisión en el remolino de la movilidad social sin sentido.
nitarias de los orígenes? Bianchi Bandinelli se liberaba de la ahistoricidad del
mito en el presente mitificando la historia futura . Para entender las diferencias culturales entre las viejas clases apenas
E ncerrado en el racionalismo, Bianchi Bandinelli condenaba también la eclipsadas y la categoría actual hay que volver a Nietzsche, que contrasta la
cultura figurativa abstracta por irracional, legitimando sólo la realista,2° co- cultura burguesa y prevé proféticamente nuevas necesidades, hoy en día en
mo si el trágico destino del arte contemporáneo no mereciese aquel respe- gran parte satisfechas por los actuales detentadores del poder.
to que Mann, en cambio, supo tributarle. 21 Las formas inorgánicas de los cua-
dros informales ¿no representaban quizás las fantasías evocadas desde las Existe un desprecio simulado hacia todas las cosas a las que en realidad
profundidades del alma, de la materia y del cielo? ¿No parecían las telas de los hombres atribuyen la máxima importancia, hacia todas las cosas próximas
Klee pintadas al microscopio y las de Kandinski al telescopio, imágenes rea- .. . Viceversa, la estima de las «cosas más importantes» no es casi nunca del
listas, en tanto que abstractas, de las angustiosas verdades reveladas por todo genuina ... Una desagradable consecuencia de esta doble hipocresía es
nuestro siglo? que las cosas próximas, como por ejemplo comer, vivir en una casa, vestirse,
tener relaciones sociales, no son hechos objeto de reflexión ... y ." puesto que
estas cosas se consideran degradantes, si se les retrae la propia seriedad inte-
Barridos por la guerra los anacronismos más evidentes y transcurridos lectual y artística.24
numerosos decenios de paz, ahora podemos constatar el resultado de aque- Debe admitirse que las cosas más cercanas de todas son generalme nt mal
lla incipiente barbarie temida en la posguerra. La revolución no se ha he- vistas y muy raramente tomadas en cuenta .. . Ser ignorantes, no tener los ojus
cho, pero se ha pasado imperceptiblemente a una nueva cultura, alteración dirigidos hacia lo que es pequeño y ordinario -esto es lo que hace qu pflrn
profunda de los equilibrios tradicionales y también restauración de valores muchos la tierra no sea más que «un valle de lágrimas» ... Curas y n1<1'slros y
antiguos. La burguesía, última forma de aristocracia ampliada, ya ha desapa- la sublime ambición de domiriio de los idealistas de todo tipo ... co mi '!Iza n ya
224 III S'I'OI{IA S I \N I ,A 'I'I HR I{A
I ,() (l 1( I)I NA I{ IO y LO I MI'O In'AN'Ili 22.

inculca ndo al niño que lo que cuenta es otra cosa .. . Ya Sócrates se defendía rías y cuyo ejerci 'io 11 0 S' desa rrolle durante el ti empo libre. uánta S' lu '.
con todas sus fuerzas contra esta altiva dejadez de lo humano a favor del hom- ción «en el encend edo r de puros de sobremesa, en el sabor Pepsodenl, ' 11 1ft
bre y con un dicho de Homero solía llamar la atención acerca del verdadero habitación para los hobbies, en los desodorantes, en el «training» 'lut " Il O,
ámbito y de la esencia de todos los remedios y de los pensamientos: «es esto y en la Polaroid, en la parapsicología, en Snoopy y en la camisa inf rmal ».10 HI
sólo esto -decía-lo que de bueno y de malo me ocurre en casa».25 culto a lo sublime tenía sentido en una so~iedad de pocos, pero cuand o pI' '
Nosotros debemos volver a ser buenos vecinos de las cosas próximas y no valece la corte de la multitud festiva, las consideraciones de Nietzsch s' ' 011
dejar de mirarlas en modo tan despreciativo como hasta ahora se ha hecho, vierten en anticuadas, en cuanto que sus aspiraciones anticipad ras st, n 11
mirando a las nubes más allá de aquéllas ... Quien ha aprendido a despreciar completamente realizadas.
el presente y las cosas cercanas y la vida y a sí mismo- y nosotros .. . recibi- La ausencia del conflicto básico entre los diversos eleme ntos so ial 's 111.·
mos todavía hoy en nuestra sangre por herencia algo de este veneno del des-
va a lo unívoco, a la homologación y a la nulidad. He aq uí uno de los HSp ••
precio hacia las cosas cercanas. 26
Es característico de una cultura superior el apreciar las pequeñas verda- tos de la temida barbarie. Sin embargo, hay que reconocer un ciert aVH n-
des no espectaculares, halladas con un método severo, más que los errores jo- ce en la superación de la cultura de la estética, con su insoportable altiv 'Z y
cosos y deslumbrantes, debidos a épocas y hombres metafísicos y artísticos. La su obsesión por lo sublime. Sin bien aprecia la estética de las cosas la nu '-
primera reacción ante aquellas verdades es un gesto de desprecio, como si nos ~a sociedad no desdeña la ética de los contextos y aunque admira las cosa
hallásemos frente a cosas ilegítimas: cosas modestas, vacías, frías , que se pre- Importantes sabe apreciar el valor de aquellas cotidianas. La nueva cultura
sentan aparentemente tan poco estimulantes cuanto bellos, espléndidos, em- antropológica que se está formando sabe valorar como ninguna la diversidad
briagadores, incluso beatifi,cantes se presentan aquellos ... Los que rinden cul- de cada una de las obras y, al mismo tiempo, la unidad indistinta de la exis-
to a las formas , con su criterio de lo bello y de lo sublime, tendrán en principio tencia.
buenas razones para reír, pero apenas la valoración de las verdades discretas
y el espíritu científico empezarán a dominar. . .27
El saneamiento cultural del gran número de documentos que nos ha 1 '
Hasta ahora era ... la rareza ... la que ennoblecía. Pero nótese al respec-
to que sobre la base de esta norma se ha juzgado injustamente y calumniado gado el pasado no podía iniciarse en Italia sino partiendo de Winck ' 11ll :1Il 11 ,
en bloque a favor de las excepciones todo aquello que era habitual, inmedia- como hizo Bianchi Bandinelli. Esta opción se explica teniendo en cu ' nt ll 111
to e indispensable, todo lo que, en definitiva , servía para conservar la especie confusión existente en el mundo anticuario de la primera mitad d si lo tllll
y constituía en general la regla de la humanidad hasta nuestros días. Conver- alejado del rigor y la sistematización del siglo pasado. Pero aquella nu \V;, 111
tirse en el abogado de la regla: esta podría ser quizás la última forma y la últi- q~e?logía de entonces, que era la historia del arte antiguo, sólo consi )ui r '
ma gentileza con la que se manifiesta sobre la tierra el sentido de la nobleza. 2B dlmlr en parte el conjunto de los monumentos; amplios sectores continuarOIl
sumergidos e~ el primitivo desorden. ¿Qué hacer con las artes figurativo s,
desde la arqUitectura a aquellas cuyo carácter es aún más técnico? Una d las
Actualmente los que adoran la forma y desprecian las cosas cercanas,
caras del Jano bifronte del mundo de los objetos estaba todavía en la somb ra,
como algunos historiadores del arte, son un residuo de la cultura burguesa
La opción histórico-artística, que al inicio de la labor de saneamiento habfa
estigmatizada por Nietzsche. Es la supervivencia de la Italia de la moda, del
constituido un punto básico, acabó por convertirse en lo opuesto: demasiada
lujo y de la apariencia estética, que sucede a aquella industriosa de época ro-
documentación quedaba todavía en manos del pernicioso mundo anticua rio.
mana tardorrepublicana, tardomedieval y protomoderna. Las ideas estéticas
La propia exigencia de establecer nexos entre las cosas, sentida fuertemente
de Croce representan el vértice de este moderno rechazo de la modernidad
por el segundo Bianchi Bandinelli, acababa bloqueándose poco más all á el •
antes de la industrialización de la segunda mitad de este siglo o de los gusto~
los límites del arte. Cualquier trama de conexión faltaba cuando uno se a el'-
de la preponderante clase media en el sexto país más industrializado del
caba a las estructuras económicas de la sociedad que parecían una oscura .
mundo. ¿Quién hubiese dicho que el hombre científico, entendido como «de-
impenetrable marisma. A falta de un saneamiento total se hacía real el pe li-
sarrollo ulterior de aquel estético»,29 habría entrado en el sentir general gra-
gr? de las correspondencias mecánicas entre arte e historia, justamente t ,-
cias a los que rinden culto a las cosas cercanas, desde la gran técnica a los ins-
mIdas por Bianchi Bandinelli.
trumentos mínimos de la vida cotidiana, y que son los herederos de la
¿Cómo se podía extender el saneamiento a las ignoradas razones de la
pequeña burguesía?
vida práctica? Esta fue una preocupación del anciano Bianchi Bandinelli .·\1
Esta nueva clase pretende reforzarse para explorar el más alto de los cie-
Al final de su vida había comprendido que, además de una buena historia d 1
los y la fuente de energía más escondida en el fondo de la materia. ¡Todo lo
arte, podía haber una buena iconografía, un buen interés anticuario una bue-
contrario del desprecio hacia lo que es indispensable, habitual, ordinario, cer-
na tipología, una buena estratigrafía y una buena topografía. El des~rrollo de
cano y normal! No existe un ámbito de la vida privada que no tenga ya una
las investigaciones en estas abandonadas direcciones por parte de la genera-
sección específica en un comercio, cuyos manuales no se vendan en las libre-
226 III S'i'OIUAS EN LA 'l'1I ! RRA 1 () () IW INA IU O y 1.0 IMPO lfl 'AN'm 227
ción sucesiva permitió finalmente extender el saneamiento a todos los cam- Para el mundo anli uo 'xiste ya una histori a arq u 01 gica del art " p 'ro
pos de la evidencia material y establecer estrechas y vivas relaciones en el no es así todavía para el mundo medi eva l y el mode rno , lo cual tall1hi n 's
conjunto caótico de los documentos, más allá del arte, hasta alcanzar las raí- responsabilidad de los arqueólogos posclásicos que, hasta ahora , no , ' hUIl
ces más profundas de la existencia humana, A través de la cultura material la preocupado de los grandes monumentos y de sus decoraciones, t mi ' nelo In,
cultura figurativa encontraba un fuerte y continuo nexo con la vida y, gracias críticas de los historiadores del arte y de la arquitectura o quin'ís pOI' 1111 l'X
a ello, tomaba nueva luz. De esta manera se volvía a la arqueología omnívo- cesivo amor por las cosas marginales. Si bien es cierto qu la a rqu 'olo/'. I hll
ra del XIX, que miraba de igual manera los fósiles dejados por el hombre y los aprendido mucho de la historia del arte en lo que respecta <1 la 'r I iVII figlllll
medios de producción y de circulación, pero disponiendo de nuevos instru- tiva (como demuestra la obra de Bianchi Bandinelli) y qu ' n ' 11t' 11l'IIO dI '
mentos heurísticos entonces sólo intuidos, el primero de los cuales es la lec- las relaciones de producción e iconográficas la arqueolo fa y ItI hislOl io tlt' l
tura estratigráfica de construcciones, estratos, materiales, desarrollada desde arte se han intercambiado experiencias útiles (si bien el arqu e lo lO , , dllllllll
los años treinta -pero sobre todo desde los sesenta- de nuestro siglo. 32 aber fIeissig» , ha desarrollado procedimientos y pruebas más . ' 1'1 'ros), ' 11 '1
campo de las antigüedades (abandonado para la época po c1ás i a él los 11111 i
Las obras de arte, con sus cronologías y sus materialidades, también se cuarios del mercado) y en el de la tipología, de la estrati grafía y d ' la topo-
colocan, como las obras fruto del esfuerzo físico, en el tiempo y en el espacio grafía la arqueología tiene muchas cosas que enseñar a la historia del ¡Ht '.
tridimensional, es decir, en el conjunto ilimitado de los contextos documen-
tales. La consecuencia es que las anomalías artísticas acaban dependiendo de La construcción de las diversas tipologías -formales e iconográfi as,
las analogías de la vida práctica y viceversa, en una única secuencia de cir- productivas y de disfrute, estratigráficas y topográficas- necesita reglas d '
cunstancias. Para adecuarse a esta constatación no basta con añadir nuevas juego apropiadas a cada una de ellas (no se puede excavar siguiendo el 111 -
lentes alojo del viejo especialista en arte capaz de asociar los estilos a las per- todo histórico-artístico), que sepan combinarse entre sí (un retrato encontrn
sonalidades de los artistas. Como máximo se llegaría a una historia social del do en un estrato también debe analizarse estilísticamente) en el onJ 'nudo
arte, una historia del arte con un cierto sentimiento de culpabilidad, lo que proceder del análisis, a la síntesis, a la comunicación que representa la nar1'll
es ya un paso adelante respecto al desentendimiento original, pero así no se ción histórica. En realidad es en el relato y en las reconstrucciones dOIl I ' s '
alcanzaría todavía una historia sin otras especificaciones. La historia social mide la capacidad de aunar el arte con la vida, por medio de series d ' I ipos
del arte ha intentado integrar la historia del arte entendida como historiafor- y de tramas. La recomposición social y material de las creacione cullurllks
mal con otros dos componentes: un primer componente específicamente so- con la existencia lleva a la totalidad y a la satisfacción, porque el l11untlo tIl'
cial, relativo a las condiciones de la producción, del disfrute y de la crítica los hombres y el de las cosas acaban por presentarse en su unidad natural. 1,11
(comitentes, artistas, público, historiadores del arte), y un segundo compo- arqueología y la historia del arte se presentan pues como dos aspectos () IInfl
nente más propiamente cultural, relativo a las condiciones del patrimonio misma disciplina.
iconográfico y decorativo (las imágenes despojadas de la manera propia de Abrazar globalmente el multiforme universo de los objetos no es si 'nl -
cada estilo). pre necesario. Pero también hay que saber hacerlo, sin que ello parezca una
Pero tales conexiones, aun siendo fundamentales, no agotan todas las po- excentricidad; cuando se actúa de tal manera ante ciertos objetos deb n co-
sibles integraciones contextuales, como por ejemplo, la integración, dejada nocerse los límites de dicha tarea, para evitar que se considere como al o ah-
de lado incluso por la historia social del arte, con las obras no figuradas y con soluto confundiendo la parte (nuestros intereses subjetivos) con el todo. 111
los otros objetos de la vida. Sin esta última integración no se puede alcanzar posible objeto de nuestro trabajo es, por lo tanto, cualquier cosa (adel11< s d '
la deseable continuidad de las relaciones contextuales y reaparece inmedia- cualquier escrito) que se nos presente, no importa que sea mueble o inmu '-
tamente aquel deterioro de los tejidos históricos que acaba dividiendo el uni- ble, sencilla o complicada, escogida o descartada. Esta es la ética de la m s
verso de los objetos en dos galaxias completamente separadas entre sí. pura investigación, en origen más protestante y europea que católica y 111 ' -
Para superar este lamentable estado de cosas hay que decantarse por diterránea, pero que en el proceso de unificación cultural en curso ya no pu ,-
acompañar a la historia formal, cultural y social del arte (y a la historia de la de limitarse a una única área de creencias.
historiografía artística) con una historia arqueológica del arte, lo que signifi- Hay que estar atentos para que esta posible nueva historia de los obj los
ca añadir a los métodos tradicionales del historiador del arte otros dos tipos no sea restrictiva, vértice único de una nueva pirámide, porque en tal caso s'
de investigación, el anticuario y el tipológico-estratigráfica-topográfico. Esta acabaría neutralizando la bipolaridad contradictoria entre estilo y contenido,
es la respuesta debida al interrogante con el que acaba un famoso ensayo so- símbolo y economía, arte y vida, que constituye el campo magnético revitali-
bre la historia social del arte: «una historia social del arte debe plantearse de zador de la arqueología y de la historia del arte. Tipologías especiales y na-
forma prioritaria el problema de la des-jerarquización de sus objetos».33 rraciones sectoriales 'no dejan de ser por ello tan importantes cuanto tram as
III S' I'() IW\ ,' l /N I t\ '11I ! ltI{t\
U) () 1 { 1 ) I Nt\ I ~ I O y L I MPO lr l 't\NTG 229
más ampl ias, iempre que el inv 'si i )11<.101' S 'H co ns iente de la escala en la que
trabaja y de la relatividad de los dife rentes puntos de vista y de los diversos Lo mismo que la de un hermoso vestido de una mujer sin espíritu: algo pa-
niveles de investigación. recido a una máscara».35
Conservar una visión bipolar del trabajo intelectual, en el que disciplina La relación del artista con el comitente tampoco ha sido siempre la mis-
e interdisciplinariedad sean la corriente alterna de la tensión historiográfica, ma, en el sentido que el trabajo técnico y la creación formal, que son prerro-
significa preservar en la cultura el sabor de la vida, desde el momento en que gativas típicas del productor y del artista, se han encontrado en los diversos
cada día actuamos y reflexionamos, por un inevitable mecanismo del pensa- momentos históricos más o menos unidos o separados de la problemática
miento, procediendo por series de tipos en una misma clase de objetos -«es- cultural y de la formulación de los contenidos, prerrogativa tradicional del
tas rosas son más vistosas que las otras»- y por tramas de series de tipos en comitente.
clases diferentes de objetos -«y adornan mejor esta habitación vacía». Se- Diferente ha sido, por otro lado, el valor atribuido a la personalidad en-
ries de tipos y series de contextos son pues las abscisas y las ordenadas sobre tendida como individualidad y, por lo tanto, el grado de relevancia estética
las que regulamos siempre nuestra existencia. El punto no puede hacerse que se le ha concedido; de hecho, unas veces prevalecen las diferentes per-
sólo con aquellas o viceversa sólo con éstas, como tampoco se navega a dis- sonalidades de los grandes maestros y otras la labor artesanal de las maes-
ta ncia o se excava a fondo sin combinarlas, en la historia como en la vida. Las tranzas. Por esto la monografía, como género de la historia del arte, no tiene
Ira mas no son el fin y los objetos no son los medios o viceversa, ambos re- un valor unívoco en función de diferentes circunstancias: en la de las grandes
presentan necesidades de distinción y correlación igualmente importantes y, personalidades la atribución individual de las obras asume un valor crítico de
p r lo tanto, que no pueden subordinarse recíprocamente. Cuanto más desa- primer plano, en la de las escuelas la atribución individual asume un valor
rrollemos dichos parámetros, más verosímil aparecerá nuestra investigación, atenuado y en la de los talleres no tiene ningún valor. 36 Hay una historia de
pareciéndose a la lámpara de un quirófano, que no crea sombras. El cultivar los artistas y de su categoría y hay una historia de los productos artesanales.
de forma satisfecha una sola de estas opciones, sin que salga a la luz la nos- Sería, por lo tanto, insensato convertir la historia del arte en la biografía de
talgia por la otra, es un signo de pobreza mental. Desde este punto de vista, las diversas personalidades, quizás ante el temor de ver cómo se desdibujan
el enigmista, el catalogador, el erudito y el anticuario pueden legítimamente la originalidad artística del individuo o de una única obra en las condiciones
parecernos, como le ocurría a Bianchi Bandinelli, privados de armonía espi- de colaboración de la producción, donde resulta problemático distinguir las
ritual, estériles, obstinadamente protervos. El interés nace cuando la sólida manos y donde las más diversas obras tienen un significado propio en tanto
unilateralidad se funde con la curiosidad incierta. que combinadas entre sí en una serie o en un contexto. El universo creativo
de un individuo constituye tejido histórico al igual que el orden contextual de
Si tomamos en consideración aquel síntoma de la creatividad individual cosas creadas por diversas individualidades o por diversos individuos que co-
que es el estilo, nos damos cuenta de que es refractario a relaciones directas operan con un único fin. La historia de cada uno de los artistas o de cada una
con la realidad social, y que cuando lo queremos doblegar a ésta, se estable- de sus escuelas puede acompañarse con las historias de los contextos, orga-
ce n vínculos genéricos porque la forma es de por sí un factor personal, de cor- nizadas por habitaciones, apartamentos, plantas, edificios, manzanas, ciuda-
ta duración e indómita a todo lo que le es ajeno. Para poder conectarla con des y territorios. Existe la calidad de las diversas obras pero también la de un
los hechos y con la memoria de una comunidad hay que evitar cualquier tipo conjunto de objetos, es decir, de la combinación de muchas obras de género,
de presión, superar el obstáculo de la subjetividad y retroceder (o avanzar) nivel, producción y función diversos en un mismo escenario histórico. El va-
alcanzando gradualmente el contenido y el contexto. Un buen punto de par- lor contextual es independiente del valor estilístico; aún mejor, existe tam-
tida en esta dirección lo constituye la iconografía que, al contrario que el es- bién un estilo del contexto que nos lleva a decir: «este salón es muy feo aun-
tilo, aúna diversas manos y maneras, dura en el tiempo y se integra fácil- que esté lleno de bellos objetos», o: «este salón es muy bonito aunque su
mente en los aconteceres colectivos de una sociedad. Este es el modo más decoración sea muy modesta». En definitiva, ante un montaje o un conjunto
elegante para llegar desde las superficies elaboradas de la creatividad del in- arquitectónico es posible recrearse al igual que ante una forma aislada.
dividuo a aquellos contenidos de pensamiento, valor y significado que han Esta bipolaridad de los paradigmas de la investigación, isomorfa respec-
sido útiles para realizarlas. 34 Por otro lado, la importancia reservada al estilo to a nuestra propia mente y a sus poderes de división y unificación, conlleva
no es la misma en todas las épocas: «en un edificio griego o cristiano todo sig- la superación no sólo de la ética de Croce y de sus sucesivas reencarnaciones,
nificaba algo en relación a un orden de cosas más elevado; esta atmósfera sino también de la propia historia social del arte, entendida como la últim a
plena de infinito significado rodea el edificio como un velo encantado. La be- extensión posible de la disciplina histórico-artística tradicional. Llegad os a
lleza tenía sólo un papel secundario, sin prejuzgar sustancialmente el signifi- este punto, el tema es el de las relaciones entre arqueología e historia d I
cado básico ... ¿En qué consiste hoy para nosotros la belleza de un edificio? arte, del todo con la parte, de la no poesía con la poesía, donde el valor de
las cosas distintas valoriza el de los estados de cosas y viceversa. ¿Qué enti -
1.\1 (I IWI NAR IO y LO IMI'OI{,I'ANTI ( 231
2. O III S'I ()I\Ii\ S I N l A TII \I{I{A
ra». De ello se deduce que «la úni ca figura fundam ental es la figura de la con-
do tienen pues dos disciplinas sepa radas, e n las que se desarrollan unilate- tigüidad: en un primer grado ésta se realiza en metonimia o sinécdoque y en
ralmente sensibilidades opuesta qu e deberían en cambio recomponerse, si el segundo se multiplica y se espesa en metáfora». Esta contigüidad concep-
queremos comprender las metamorfosis de los objetos y de sus reinos? tual no es más que «la proyección abstracta de una contigüidad que puede
existir de forma preliminar en el espacio y en el tiempo de la realidad física
La existencia de estímulos internos que aspiran a la distinción de las co- o psíquica o entre un elemento del mundo material y un elemento del mun-
sas sublimes y a su fusión con las cosas comunes implica que el investigador do interior».38
debería controlar ambos códigos: uno más interior y el otro más externo al Traducido al mundo de las cosas, es como decir que en el origen está la
arte. Por otro lado, los propios historiadores del arte más ligados al código contigüidad metonímica del contexto y sólo a continuación, mediante una
heurístico del estilo han utilizado en su investigación concreta el código liga- condensación intuitiva, fantástica e innovadora, aflora la similitud metafóri-
do a la con textualidad con el fin de reconstruir las personalidades individua- ca del estilo. El estilo existe porque tiene un sentido tan lábil del contexto
les de los artistas. que le permite fundir dos o más conjuntos, forzando de tal manera a su pro-
La necesidad de disponer de un código bipolar no es sólo una cuestión pia geografía pero, al mismo tiempo, exaltándoles en su nueva fusión. Por
arq ueológjca o histórico-artística, sino que se fundamenta en los más comu- ello el tipólogo, el estratígrafo y el topógrafo serán mejores cuanto en mayor
nes procedimientos utilizados por cualquiera de nuestras actividades espiri- manera consigan conectar, de forma inductiva o deductiva y aprovechando
tuales, como han demostrado los lingüistas.37 Éstos han descubierto que las los más tenues indicios, actividades aparentemente alejadas que pertenezcan,
principales funciones del lenguaje son dos. La primera consiste en la selec- en cambio, a una misma secuencia productiva, a una misma cuenca estrati-
ción entre términos alternativos del que parece más adecuado, y la segunda gráfica o a un mismo paisaje. De tal manera aquéllos desvelan metonimias vi-
en la combinación de diversas unidades lingüísticas en unidades más amplias vientes, nuevas configuraciones y circunstancias del mundo. Mientras que el
como las frases. En el caso de la primera función, se trata de escoger, en el de- historiador del arte y el anticuario, metáforas vivientes, serán mejores cuan-
pósito de todas las partes del lenguaje, el morfema que mejor se presta a ser to en mayor manera consigan imaginar abductivamente conexiones entre
insertado en la combinación contextual del período, para expresar con ma- paisajes, cuencas y secuencias diversas, y todavía con mayor habilidad cuan-
yor vivacidad un concepto o una emoción. En el interior de aquel depósito do paisajes, cuencas y secuencias se hallen dispersas y sea necesario combi-
de partes lingüísticas existen grupos de términos relativamente intercambia- nar las cosas con verosimilitud y fantasía.
bles entre los cuales cada una de las partes se halla emparentada por grados
diferentes de similitud. En el caso de la segunda función, se trata de actuar La bipolaridad del comportamiento verbal ha sido revelada gracias al es-
fuera del depósito lingüístico para combinar los diversos morfemas en un tudio de aquella disfunción del lenguaje que se llama afasia. Se han docu-
contexto o frase a través de relaciones gramaticales y sintácticas de contigüi- mentado dos tipos de afasia. El primero consiste en una disfunción en la se-
dad. Resulta evidente que un signo sólo puede ser interpretado en relación a lección o similitud y esta incapacidad para establecer analogías o metáforas
las alternancias posibles en el interior del depósito lingüístico o a los tipos de se suple con la capacidad opuesta para construir frases, es decir, relaciones de
conexiones o secuencias posibles en el contexto. contigüidad y de dependencia de carácter espacio-temporal o metonimias. El
Esta naturaleza bipolar del comportamiento verbal se encuentra en las fi- segundo tipo de afasia consiste en la disfunción opuesta, relativa a los nexos
guras retóricas de la metáfora y de la metonimia: «mientras que la metoni- de contigüidad, por la cual no se sabe formar proposiciones gramatical y sin-
mia aprovecha relaciones que realmente existen en el mundo exterior y en tácticamente estructuradas; dicha incapacidad para establecer aquellas uni-
nuestro mundo conceptual ... la metáfora, en cambio, se basa en relaciones dades contextuales complejas que son las frases se suple con la capacidad
que nacen de la propia intuición que da vida a la metáfora en cuestión». La opuesta para escoger las simples unidades que son las palabras que, en dichas
metáfora fija equivalencias imaginativas que fuerzan lo real y abren caminos circunstancias, acaban agrupadas en montones caóticos de morfemas y no en
completamente nuevos, como ocurre por excelencia en la poesía. De hecho, períodos bien estructurados.
la metonimia «se desarrolla dentro de un único campo sémico», aprovechan- La afasia de la similitud implica una alteración de las facultades metalin-
do «una relación lógica entre dos términos de un mismo campo, expresando güísticas, una imposibilidad de decir lo que es una cosa indicando a qué se
uno en sustitución del otro, y cuanto mayor es la distancia que separa los tér- parece, mientras que la afasia de la contigüidad implica una alteración de la
minos de un mismo campo, mayor es la expresividad de la metonimia». La capacidad para crear jerarquías entre las diferentes partes del lenguaje. Ha
metáfora, en cambio, «exige una consideración metonímica dentro de dos sido observado que resulta más fácil estudiar (de hecho han sido más estu-
campos sémicos diferentes y una síntesis integradora, y cuanto mayor es la diados) los aspectos de la similitud metafórica que los de la contigüidad me-
distancia que separa los campos asociativos que contienen los términos im- tonímica, de tal manera que la propia bipolaridad de las funciones lingüísti-
plicados, los respectivos campos sémicos, mayor es la eficacia de la metáfo-
III S'I '( )IW\S I ' N I .A 'l' 11 ! I {I~A
1,0 O lm l NA RI O y L IMPO IHANTL: 233
ca~ I~ a si ~ o olvidada a favor de lIll O so l de los dos polos. Esta orientación
u~ldlr~cc1O ~ al de la invesligación se exp lica por la homogeneidad de los me- memorias hislóricas y en emociones personales, de experiencias prácticas li-
di os dls~onlbles p~ra tratar las metáforas, respecto a la heterogeneidad de gadas a la agricultura y de meditaciones sobre cuestiones artísticas, en las que
los medIOs necesanos para tratar las metonimias. Llevando la cuestión a tér- el buen conocedor todavía no ha tomado a su presa para llevarla al cielo de
m~nos li~erarios equivaldría a decir que se ha estudiado más la poesía, sede lo sublime escogiendo las cosas importantes de las ordinarias. Finalmente
pnmordlal de la metáfora, que la prosa, sede primordial de la metonimia.39 disponemos pues de la narración de una casa italiana, de sus arquitecturas y
E stas preponde.rancias se observan también en las investigaciones ligadas de sus mobiliarios, que se han sucedido a causa de los cambios aportados por
al mund~ de los o?Jetos, en las que los investigadores han sufrido con mayor el paso de los años.
frecuencia la afaSia de la contigüidad, reduciendo la bipolaridad funcional Este es un hecho bastante raro, porque la mayoría de los historiadores del
que regula aquel mundo a la sola función de similitud, Se ha estudiado más arte, especialmente en Italia, ha delegado el importantísimo tema de la deco-
la poesía de las obras de arte que la prosa de las cosas de la vida. Desde este ración y el mobiliario en los anticuarios, es decir, en comerciantes. En realidad
punto de vista.se podría decir que el historiador del arte ha sufrido general- son estos mercaderes, a falta de anticuarios de la cultura, los únicos detenta-
mente de afaSia de la contigüidad y el arqueólogo de la de la similitud in- dores y transmisores de los conocimientos extendidos a las cosas más o menos
cl uso que ~a prop~a existencia de dichas disciplinas es fruto de la afasia y: por bellas, sencillas y prácticas que decoraban residencias, palacios e iglesias. No
lo lanto, SI se qUiere, de una enfermedad. La existencia de una historia del es una casualidad que en nuestro país abunden los museos formados por co-
arle arqueológica en los estudios clásicos, mucho más rara en los estudios lecciones, que falten absolutamente los que ilustren construcciones y sus rela-
p~s.clásic~s~ se explica por el hecho de que las lagunas en el campo de la si- tivos mobiliarios y que el mejor libro sobre la casa en la edad moderna haya
mlhtud, tlplcas en lo que nos queda del mundo antiguo, nos han inducido a sido escrito por un investigador del Victoria and Albert Museum,44 tipo de
dar mayor valor a los datos de la contigüidad. museo aquí inexistente. Triste es el monopolio italiano de los anticuarios, por-
.El lenguaje y las obras del hombre deberían estudiarse pues en toda la que sus conocimientos analíticos de los objetos se dirigen, con el fin de vender,
van edad de sus funciones contrapuestas y antes de tomar una de ellas en a desmembrar más que a reconstruir los sucesivos contextos que los conte-
consideración se debería entender en qué modo se relaciona con las otras. Si nían en el tiempo agrupados. Los historiadores del arte, abandonando casi
no, nuestro comportamiento investigador hacia los objetos parece descom- completamente a los comerciantes el conocimiento de las artes aplicadas, efí-
pens ad~ y falto de ~eequilibrio . De forma diversa se han comportado los gran- meras, menores y de las otras técnicas productivas, han recibido a cambio el
des escntores del siglo XIX, a partir de las novelas históricas de la primera mi- privilegio, que no es indigno pero tampoco es noble, del expertise. Así, la men-
tad de aquel siglo,40 que han sabido combinar el componente «fantástico» de talidad patrimonial, que ve los objetos principalmente como acumulación y
la metáfora. con el. «realista» de la metonimia, esforzándose en poner en es- colección de cosas más que como su asociación que el tiempo constantemen-
c~ na las acc~ones hbre~ de suspe~sonajes en atmósferas concretas en el espa- te transforma, se ha difundido pervirtiendo el sentido del entorno material.
~ I O y en el tlempo. BaJo esta optlca, la novela «realista» presenta un modelo Por ello se ha convertido en más prestigioso el estudiar la biografía y la pro-
Idea! en el qu~ los.historiadores de las cosas, prescindiendo de que sean ar- ducción de un pintor, quizás muy poco significativo, al que poder atribuir un
~ u~~logo~ o hlst~~ladores del arte, deb~rían inspirarse para superar su inspi- elegante nombre convencional, que seguir el ejemplo de Wackernagel, que en
IaClOn uml~teral. ~l m~ndo de los objetos, de hecho, ya no lo imaginamos el primer libro de historia social y de arqueología del arte reconstruía45 con-
como una lista patnmomal de obras maestras, sino como tantas cosas diver- juntos arquitectónicos, mobiliarios y funciones, por ejemplo los del Palazzo
sas en transformación combinadas en diferentes series de estados de cosas Vecchio de Florencia, partiendo no de un artista o de una obra, sino de grupos
sucesivos en el tiempo. de artistas y de artesanos que se habían comprometido a realizar para una se-
rie de comitentes una sucesión de escenas históricas tridimensionales en las
Ej em~lo de la cultura unilateral de los investigadores era, para Bianchi que representar sus dramas públicos y privados.
Bandll1ellI, el mal ~usto que imperaba en sus casas, y él se identificaba gus- Bianchi Bandinelli, en la visita de Geggiano, parte del contexto monu-
tos~m~nte con el ~Icho «telleJogis telle maitre».42 El paseo que el propie- mental: uno de los poquísimos que, a nivel de residencias privadas, se ha con-
tano hiZO dar un dla a un sobnno para enseñarle su villa de Geggiano cerca servado casi intacto. En primer lugar se presentan los propietarios, sus ante-
de Siena,43 ,es una mu~~tra de la originalidad de su cultura y ofrece un' ejem- pasados y comitentes. Siguen las principales fases constructivas y decorativas:
plo espontaneo de umon entre arqueología e historia del arte. En el paseo las torres, la residencia del siglo XVI , la fase de 1768 y la de 1911. Clave de la
por las diversas habitaciones de la casa, se le ve gustosamente en su labor en historia es el bisabuelo de Ranuccio que, habiendo sido desheredado a ca u-
una condición dictada por condiciones de vida orgánicas, no condicionadas sa de la primogenitura (a la que pertenecía Geggiano), afortunadamente se
por actitudes disciplinarias y en un contexto material todavía íntegro, rico en halló falto de medios para transformar el conjunto del siglo XVIII mediante
una restauración neoclásica a la moda.
2. 4 III S'I'( )IW\ S 11N 1./\ 'l'lI lR RA LO OIWINARIO y 1. IMPORTANTE 235

La narración de la casa se desarrolla en dos líneas: la de la interpretación grabado de Goethe le habfa uge rido el transformar a Alfieri (el usuario más
espontánea «aquí en casa» y la del hombre culto, conocedor de historias lo- famoso de la villa) en el autor de ¡figenia, para aumentar el interés histórico
cales y que se basa en lo que se había salvado del archivo doméstico. En cada del edificio a los ojos de los soldados alemanes que querían dinamitarlo; los
habitación el propietario explica la disposición, el nombre, los personajes que revolucionarios franceses eran para él los bolcheviques del siglo XVUl y así se-
la frecuentaban y las diversas funciones a lo largo de los años: de sala de bi- guía trazando nexos, entre pasado y presente, parecidos a los de la novela his-
llar a comedor en la última fase (en el siglo XVlII se comía en los salones o en tórica.
la cocina). Después la mirada se fija en los componentes fijos, como los pa- Tan sólo una vez recurre Bianchi Bandinelli al tema estilístico, al descar-
peles pintados franceses, que le recuerdan aquellos fabricados en Verriere en tar la atribución a Moder de las pinturas murales sobre tela del «salón ver-
Rojo y negro (en Europa la moda relacionada con la decoración circulaba de». La actividad de este pintor en la villa se deduce no de un análisis formal
de forma inmediata). La decoración orgánica de una habitación era, en el si- sino de una noticia publicada en una guía de 1840. Es cierto que la casa de
glo XVIIl, una ambición que presuponía un proyecto unitario elaborado por el Geggiano no contiene obras maestras, aunque sea en conjunto una obra maes-
arquitecto, el tapicero y los otros artesanos o artistas, En Geggiano esto se ve tra, pero este uso limitado del tema estilístico quizás indique que, en la vida
claramente en la ornamentación pictórica de los muebles, acorde con el pa- cotidiana y frente a objetos que siempre se ha tenido delante, el estilo con sus
l el pintado, curiosamente fijado sobre bastidores de madera, como se hacía inefabilidades y misterios juega (y probablemente jugaba en la vida de aque-
' 11 aq uella época. Con el paso del tiempo los muebles se habían mezclado, llos señores) un papel bastante menos decisivo del que pretende otorgarle el
pero Bianchi Bandinelli los había vuelto a poner en su lugar gracias a los in- encarnizamiento científico, mercantil y poco elegante de los atribucionistas,
ventarios de la casa, indicando los añadidos que, como los cuadros del salón, mientras que en aquellas circunstancias más bien adquieren relevancia las
provenían de la Villa del Pavone, edificio neoclásico que él vendió rápida- iconografías y los símbolos, a causa de las fantasías y recuerdos que saben
mente. 46 suscitar en los usuarios de la casa, que gracias al arte y a los objetos más di-
Las relaciones establecidas entre los diversos objetos son estrechas y di- versos llegan a alcanzar mentalmente pasajes de vida lejanos y ya transcurri-
versas: como la existente en la habitación de Alfieri entre el grabado del aus- dos.
tro-ruso Suvorov y un opúsculo sobre el escritorio que ataca a los austro-ru- Relaciones entre objetos que transportan a relaciones humanas: esta es
sos por haber expulsado a los franceses; como la que hay entre una cama la verdadera arqueología y la más amplia historia del arte. En 1848 el histo-
monumental, en la que había dormido Pío VI, y un embajador de Inglaterra, riador inglés Macaulay escribía: «los lectores .. . lamentarán que historiado-
Alfieri y una equívoca señora Mari, una especie de Milady de la época; como res con grandes miras no hayan ahorrado alguna página de acontecimientos
la que une a un retrato de un antepasado suyo con Stendhal, de quien pare- militares o de intrigas políticas para hacernos conocer, en cambio, cual era el
ce fue un rival en asuntos amorosos, aspecto de los salones o de los dormitorios de nuestros antepasados».49 Una
Las iconografías de las pinturas murales se habían sacado de grabados, observación análoga podía o podría hacerse para las aulas y los servicios de
pero habían sido adaptadas a las dimensiones de las paredes y actualizadas los edificios públicos y de las iglesias. Incluso los monumentos más insignes
en función de la moda. También irrumpen en la pintura acontecimientos rea- son de hecho completamente desconocidos y se hallan sustancialmente iné-
les, como algunos actores, quizás los que representaron en el teatro hecho ditos. Bianchi Bandinelli, al presentarse como «humilde topógrafo» de su
con setos delante de la casa alguna de las tragedias de Alfieri que allí había casa, pone en evidencia la grandeza de un «historiador con pocas pretensio-
vivido, y entre ellos Porellino, mencionado por el escritor y representado, nes» (Macaulay).
premeditadamente, en el breve trozo de pared que queda cubierto por la ¿Sólo un anfitrión que también sea crítico de las obras de arte puede con-
puerta de la casa cuando ésta se abre. También aparece a caballo la mal fa- seguir una óptima narración? Quizás no, siempre y cuando el historiador del
mada señora Mari relacionada al lema antiliberal de «Viva María», a un po- arte y el arqueólogo sean capaces de abandonar su profesionalidad y de sen-
gromo sienés con correspondiente cena de celebración, a un poema del ar- tirse, con un poco de imaginación, dueños o usuarios de las arquitecturas y
quitecto liberal Fantastici (el mismo que había proyectado el edificio y el de los objetos que pretenden estudiar. Si no se dispone de una cultura que in-
mobiliario de la Villa del Pavone) y a la reforma religiosa de Leopoldo de cluso sepa dejar de lado la especialización, no es posible volver a activar la
Toscana. 47 circulación sanguínea de un monumento. Pueden crearse utilísimas morfolo-
La misa en italiano defendida por Leopoldo anticipaba la reforma aná- gías, tipologías, series y secuencias, pero no se consigue la tensión necesaria
loga de la época de Bianchi Bandinelli; la adaptación de los grabados para las para recobrar una vida ya transcurrida.
pinturas de las habitaciones le recordaba análogos procedimientos en la pin- Al construir a través de la propia conciencia y de la propia alma la na-
tura pompeyana;48 las restauraciones destructivas neoclásicas le evocaban rración histórica, verdadera y al mismo tiempo fantástica, el narrador se ha-
análogos destrozos perpetrados por las soprintendenze a los monumentos; un lla ante la paradoja que todos experimentamos cotidianamente entre afirma-
I ,n () I(I) INA IO ) y LO IMI 'O!fi'AN' i'H .\7
236 III ST O RI AS ¡1,N I. A 'l'lI i RR A

dadera, el pensa mi ' nI o si ' lI ' si 'ndo pri sione r del modo lin lIfs ti 'O '() Il '1
ción y negación de la autonomía de la form a y negación y afirmación de la que procura co mpre nde r el pe rfil de los objetos».53 Po r lo tanto, n ~) hnbr' ti
unidad de la vida. Por este motivo la visita guiada de Geggiano no es una cu- modos más o menos rcalistas de hacer histori a, sino solamcnt ' op ' 1 ) 11 's dc
riosidad oral fijada por casualidad en un texto, al margen de los escritos im- tipo estético y moral. D e ahí derivaría el carácter fictici d cualquj ' 1' !'l'
portantes del historiador del arte, y tampoco es un ensayo de erudición local construcción.
de un aristócrata provinciano, es el testimonio espontáneo y concreto de cómo En una línea análoga está también Duby. Para él no hay un a hislol' jn 11" '
un hombre que es también un investigador ha sabido evitar, por su naci- pueda ser estudiada de forma completa, sino nu.~ erosos di C UI:SO~ qll ' 1>U ' dl ' lI
miento y por su esfuerzo personal, las mediaciones, las mutilaciones y las ho- hacerse sobre el pasado y con un valor cognoscitIvo bastanl ' 1II1lIIudo, 1,/1 h ,
mologaciones que afligen al académico normal, consiguiendo de este modo toria no sería más que una literatura de evasión, y los di v rsos III ' lodo, eh'
preservar la particularidad, frescura y unidad de su contexto humano, prácti- la investigación, sólo géneros literarios incapaces de ga rantizar.ulllI ,' '1IIl'I01l
co y espiritual: «sólo cuando haya renunciado definitivamente a los ideales con la realidad objetiva. De vez en cuando Duby admite qu c la hlslOlI H 's lIlI I
intelectuales que todavía me mueven me pondré en marcha, frecuentaré co- fantasía con sólidas bases (<<grumos de sueño formados en conta 'lO ' 011 los
legas, reuniones, conferencias y ceremonias» .5o documentos») y que atracción y rigor pueden convivir, pero 1uego vuclv ' ti d l.

En esta época de mediocridad social, ¿quién podría pronunciar una fra- fender que una historia puede ser más o menos rica, pero n? más o mcn?s v.'~­
se de este tipo sin provocar una sonrisa? No existe un recorrido de prestigio dadera. Fuentes densas o escasas, en serie o puntuales, no Importa: el CI ntl[l-
que no sea ansiosa y sistemáticamente perseguido. La personalidad de Bian- cismo no es más que una ilusión. Tan sólo cuenta el «fuego vital» quc dcbe
chi Bandinelli conocía también límites conspicuos, pero no fronteras prees- inflamar al historiador cuando se proyecta a sí mismo en el mundo y crca sus
tablecidas, y tampoco había orientado su vida utilitariamente hacia faculta- imágenes. 54
des individuales para convertirse en un hábil prestidigitador de una sola Ante esta unilateralidad subjetivista puede contestarse que la «" pat.olo.
especialidad. Su curiosidad tendía a una educación armónica del carácter, gía de la representación" no agota la posibilidad de esta última. Si no hllhi '
por lo que vienen a la mente las palabras de Goethe: «en el caso en que la se sido capaz de corregir las propias ideaciones o ideolo~ías basá nd s' ' 11 , 111
sana naturaleza del hombre actúa como un todo, cuando éste se siente en el indicaciones procedentes del mundo exterior, la ~specle del H ? l1 w ,\'(1)// ' /1,\'
mundo como una grandiosa totalidad ... bien podría en dicho caso el univer- hace mucho que hubiese desaparecido. Entre los mst~umentos 1I1l 1." 1u/,II l',
so considerar su meta alcanzada». Arqueología e historia del arte: se trata que le han permitido adaptarse al entorno que .la CIrcunda d.ebc ' ~ ' IUII St'
también de una cuestión de equilibrio personal. también, después de todo, a la historiografía».55 Clertament~ eXJ.st n ~ H ' I< ~ I' "
emocionales, estéticos y morales que condicionan la investlgaclón hlst 1, 1 'H.
A la generación que, entre los años treinta y setenta de nuestro siglo, sos- pero no se entiende por qué tienen que ser incompatibles co~ la cxa '1, ~ ud
tuvo el cientificismo de la historia, desarrollando análisis estructurales de cir- científica y la verosimilitud. Una concepción más tolera~te y. blp~l a r no 1m·
cunstancias históricas colectivas, ha sucedido otra que prima la descripción plica que presuponga un sentido global y final de la. hlstona, 11l un d ' 1'> ' 1'
narrativa, coloca de nuevo al hombre en el centro de la investigación y vuel- emancipador de la ciencia, sino simplemente la capaCidad humana ?c ..re.co-
ve a escribir en el «bello stile». ¿De la ciencia histórica se ha regresado a la ger la esencia (el modelo) de un fenóm.eno , incluso má~ a~l ~ de sus 1I1~lnlt.~s
literatura histórica? representaciones posibles, para perfeCCIOnarla hasta el mfmlto con 0 11 as 1 c-
Esta restauración del relato se debería a la idea de que cuanto mayor es presentaciones y aproximarla aún más a la inalcanzable verdad. co m~ 1 'tao
el cientificismo de los procedimientos tanto menor es la relevancia de los Desde este punto de vista, añadir a la narración literaria la~ tres dllTIcnSlon 's
resultados. 51 Resultaría más tranquilo aceptar que en este campo no hay espaciales, gracias al conocimiento del mundo de los ~b~~tos, aum cnta '1
vencedores ni vencidos, que a una época de polaridad metodológica ha su- efecto de integridad y verdad, porque aumentan las pOSibilIdades dc ohs '1'
cedido otra dispuesta a aceptar la compatibilidad entre los diversos paradig- vación y de verificación. Cuando en la excavación de la villa romana ~ c " t
mas, por lo que la analítica y la narrativa, el estudio de las circunstancias y tefinestre apareció una pocilga56 idéntica con todo detalle a una d~sc r~ta pO I'
del hombre, acaban por potenciarse mutuamente: «una mayor conciencia de Columella, entendí que Columella no había contado una fantasla, Sino ,un
la dimensión narrativa no conlleva atenuar las posibilidades de conocimien- tipo de edificio rústico que entonces existía de verdad y era de uso ~o mlln .
to de la historiografía, sino al contrario intensificarlas».52 Al mismo tiempo el texto de Columella demostraba q~e la construccl n qu '
Desde los años setenta se ha desarrollado una tendencia «irónica» fren- habíamos interpretado intuitivamente como una pocIlga lo era de vc rdad.
te a la verdad histórica. White había mantenido, por ejemplo, que detrás de Mientras que la pocilga de Columella no podía verse, porque resulta a ró (~
cada historia hay un substrato preconceptual, un paradigma metahistórico, obtener una imagen de un texto, la pocilga de Settefinestre podía obscrvklr-
por el que la investigación histórica no sería más que un arte: «en cualquier se en todas sus partes (incluso aquellas a las que no prestó atención el aul r
campo de estudio no reducido (o elevado) todavía al estado de ciencia ver-
2. H III S'I( )fW\ S HN I .A 'l'lIlRRA

antiguo). Era una reprcs ' nla 'i n total, tanto en sentido cualitativo (natura-
leza y (orma de los materiales, ctc.) como cuantitativo (número de establos y
entid ad de los almacenes, del patio, etc.), por no hablar de la relación de esta
construcción con los otros cuerpos de la villa, por ejemplo con el muy pare-
cido y vecino alojamiento de los esclavos (noticias que el texto literario no
proporciona). Aquella pocilga acababa por mostrarse, gracias a la binocula-
ridad textual-arqueológica, como un relato ilustrado, una fotografía con pie
explicativo, una película con banda sonora, una realidad ...
No creo que una reconstrucción retrospectiva en el tiempo pueda coinci- PROCEDER HACIA ATRÁS
dir perfectamente con los acontecimientos tal y como acaecieron, que lo que
escriben los historiadores sea lo que realmente ocurrió, que historia de la his-
toriografía e historia puedan identificarse. Demasiada riqueza original de fe- En un afortunado ensayo, CarIo Ginzburg ha demostrado que alrede-
nómenos y de atmósferas se ha desvanecido con el paso del tiempo. Dema- dor de los años setenta del siglo pasado se había ido consolidando en Eu-
siada es la nueva conciencia y capacidad de sueño con la que nos lanzamos ropa un nuevo modo de investigar, el paradigma .indicia~io, que se encuen-
obre los monumentos. Al resucitar el pasado les prestamos parte de nuestra tra en el historiador del arte Morelh, en el pSIcoanahsta Freud y en el
sangre, haciéndoles vivir con ello otras existencias, como en la metempsico- escritor de novelas policiacas Conan Doyle. El método procedería de la sin-
sis. Ningún acontecimiento se halla jamas sólo y acabado en el pasado, pero tomatología médica. Morelli, Freud y Conan Doyle en realidad habían es-
siempre está de alguna manera activo en su futuro, por la continua actuali- tudiado medicina. I
zación a la que le somete el hombre continuamente. Pero algo de la sustan- Ginzburg contraponía entonces el paradigma indiciario, ca~az ~e un
cia original permanece siempre a través de las transformaciones de los pun- cientificismo elástico, al de Galileo, cuyo cientificismo es, en cambIO, nguro-
tos de vista. El núcleo de una verdad no se pierde a través de sus varias vidas, so. En el paradigma indiciario, interpretado en sentido v~natorio y adivin~­
sino que se expande, tanto en lo que respecta a la cada vez más profunda torio, él encuadraba también las investigaciones del histonador, que no segUi-
comprensión como en lo relativo a la traición. La propia verdad es en el fon- ría reglas formalizables y declarables sino, eminentemente, su olfato. .
do bífida: ella misma y al mismo tiempo también otra, y sólo en esta parado- Intervine inmediatamente en el debate que sobre aquel ensayo surgIÓ
ja podemos decir que no la captamos e incluso que la captamosY sosteniendo que los dos paradigmas (el indiciario y el de Galileo) más que
coincidir con las «dos culturas» se encontraban y enfrentaban en todos los
campos del saber. 2 Esta opinión derivaba de mi experiencia d~ arqu.eól~~o
habituado a trabajar en el campo. ¿Cómo no reconocer en la InvestlgacIOn
estratigráfica el modo de trabajar riguroso del cirujano más allá de aquel m.ás
vago del médico y del adivino? El arqueólogo fundament~lmente es u,n hIS-
toriador que utiliza filologías especiales aplicadas a los objetos, que solo de
forma muy imperfecta pueden reducirse, a la habilidad d.el c~zado~ en espe-
cial del cazador de tesoros. ¿O el arqueologo no es un hIstonador.
A estas críticas Ginzburg respondió proponiendo de nuevo la contrapo-
sición de los dos paradigmas y su coincidencia con las «dos c.ulturas»: ~<~n~re
los paradigmas sigo considerando útil distingu~r d?s ~s~rategIas, una dIr~gIda
a reconstruir la norma más allá de las anomahas IndIVIduales (el paradIgma
indiciario)>>.3 Así, Ginzburg excluía de nuevo de ~a i~ves~i?ación hi~tóric~,
que es investigación de individualismo, la estrategIa CIentífIca de la Investl-
gación.
Mantuve mis ideas y continué considerando más interesante no tanto la
separación teórica de los dos paradigmas (legítima en sí misma, si no se ab-
solutiza) cuanto su imbrIcación (pragmática, no c~mp~omete~ora) en cada
rama del saber. Aceptaba con Ginzburg que el hlstonador SIempre se en-
frenta a indicios, pero éstos pueden presentarse de diverso modo: más o me-
40 Jl I«)( 'I ! I ) I ! R 11 /\(' 1/\ /\'m As 241

nos ai lados, o conectados ntre sí e n series y contextos. Los primeros me pa- que S. H. no sa be nada de lite ratura, de filosofía, de astronomía y de política.
recía que podían capta rse mejor con el olfato del cazador, mientras que los Pe ro conoce drogas, venenos, suelos; es un experto en anatomía y en quími-
segundos mejor con el rigor formal del científico. 4 ca; es un óptimo espadachín y un buen violinista. Las fronteras de estos co-
E l triunfo de lo adivinatorio en la investigación histórica llevaba fatal- nocimientos y sus relaciones eran lo que sorprendía, todos ellos orientados a
mente a una concepción demasiado tradicional y limitada de la investigación una finalidad práctica, donde los comportamientos humanos valían tanto
histórica, al borde del autolesionismo. Luego llegó un nuevo ensayo de Ginz- como los reactivos (para descubrir, por ejemplo, restos de sangre en un ves-
burg, más equilibrado y aceptable, aunque tuvo menos éxito que el prece- tido). En la cámara anatómica S. H. hace cosas horribles, como pegar a los ca-
dente. s Un lustro de debate no había pasado en balde. dáveres «para comprobar hasta qué punto pueden provocarse contusiones
después de la muerte» (igual que en la arqueología experimental, cuando se
U nos años más tarde llegó a mis manos Estudio en escarlata de Cona n construye y se prende fuego a una cabaña, para comprender el efecto inver-
Doyle, en una reimpresión de la tercera edición (Londres, 1898). Pensé en- so). Nos hallamos en el límite entre ciencias naturales y ciencias humanas, lo
tonces en controlar de cerca el método de Sherlock Holmes, que en esta story que ocurre en tantas disciplinas históricas «heterodoxas».
hace su primera aparición.6 Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta que
los procedimientos y las aspiraciones del investigador tenían aún menos que Para que la literatura policiaca pueda estimular la observación -escribe
ver con el método indiciario de Ginzburg de cuanto había pensado en mis el Dr. J. Bell- aquélla debe ocuparse de los procedimientos además de los
primeras reflexiones. resultados. Las historias tienen que ser breves y bien escritas, de modo que
E l libro comienza con una nota sobre el detective firmada por un tal Dr. el lector pueda fácilmente retener las circunstancias, sin olvidar los aconteci-
J . Bel!. El editor revela que se trata del médico que había sido el maestro del mientos importantes. La mente del investigador debe estar, por lo tanto,
médico-escritor Conan Doyle, inspirador directo del famoso personaje: «el abierta al objetivo, despejada de detalles inútiles, libre de cualquier adiposi-
Sherlock Holmes original». No sorprende, pues, que Sherlock Holmes (de dad cultural: «la mente de un hombre es, en origen, como un desván vacío que
aquí en adelante citado por sus iniciales) sea en esencia un químico y un es- debe llenarse de mobiliario útil. Un loco la inunda de inútiles chucherías,
pecialista en anatomía y que Watson sea también un médico cirujano. El mé- pero un hombre astuto sólo depositará en ella los instrumentos que puedan
todo de trabajo de estos médicos que no hacen de médicos se ilustra, aparte servirle en su actividad y tendrá una gran variedad de ellos. Es un error pen-
de la nota citada, en los primeros y últimos capítulos de la novela, uno de los sar que las paredes de aquel desván sean elásticas. Llega un momento en el
cuales se titula significativamente «La ciencia de la deducción». Podemos que cada añadido representa olvidar algo que se sabía precedentemente. Por
ahora analizar dicho método recordando que S. H. no buscaba leyes genera- ello resulta muy importante no tener hechos inútiles que expulsen a codazos
les sino individuos únicos (los autores de los delitos), como ocurre en las in- a los que son útiles». La mente del detective debe estar despejada, especial-
vestigaciones del historiador. Medí entonces el grado de cientificismo de sus mente al comenzar la investigación: «para empezar me acerqué a la casa con
procedimientos y me pareció mucho más alto de lo previsto. la mente libre de cualquier impresión». Es el vacío previo con el que uno se
prepara a acoger los hechos sin prejuicios, casi como desinfectar la parte an-
S. H . no es un detective público o privado, con responsabilidades ante ter- tes de cortar con el bisturí o disponerse a escuchar. S. H. es un maestro en la
ceros, sino un simple asesor, que ofrece opiniones trabajando en el anonima- ciencia de la deducción y del análisis. La observación aguda y sistemática es
to (como Morelli, velado bajo el seudónimo Lermolieff). Sus conocimientos para él como una segunda naturaleza. El arte de la investigación ha alcanza-
so n extraños y variopintos: «excéntrico en sus ideas, un entusiasta en algunas do con él su grado más alto de cientificismo.
ramas de la ciencia». Los estudios de S. H. son variados, multilaterales y ex-
céntricos respecto de las profesiones reconocidas de la época: «ha acumula- AS. H. no le interesa una selección de hechos destacados, sino el conjun-
do mucho saber heterodoxo». Era un apasionado del saber definido y exac- to entero de fenómenos. Escribe en un diario londinense un artículo titulado
to, lo que no dejaba de sorprender en aquella época positivista, por el hecho «El libro de la vida», en el que el investigador explica su método que Watson
de que el objeto de la investigación no era un microbio sino el hombre. Wat- desaprueba en parte. En sus páginas puede leerse que al investigador le in-
son, representante del sentir general de entonces, no deja de expresar su dis- teresa todo lo que ocurre. La aspiración de conocer la totalidad de las activi-
gusto: «Holmes es demasiado científico y, para mi gusto, tiene demasiada dades humanas y naturales es la premisa en la que se basan sus procedi-
sangre fría». Se ocupa de individuos, pero con la lejanía del que disecciona, mientos: «las ideas, si deben interpretar la naturaleza, tienen que ser tan
sin pasión excepto por la propia investigación: «los mínimos indicios de las amplias como la natmaleza».
circunstancias le interesan muchísimo y satisfacen una curiosidad insaciable, El conocimiento de la humanidad tiene como modelo el modo en que s
casi inhumana por lo impersonal». E n el primer encuentro Watson descubre conoce a los individuos: «el verdadero objeto de estudio de la humanidad es
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m II /\ C I/\
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el hombre». Al hombre sano se le conoce a partir del enfermo, porque los cian mutu amente, co ntrari ame nte a lo que ocurre en condiciones de «genia-
sfntomas extraños de este último son el mejor vehículo para entender el fun- lidad y falta de reglas». A quien le observa con pereza S. H . parece un nigro-
cionamiento del normal: «es un error confundir lo extraño con el misterio». mante y un verdadero científico al observador agudo. Cuando cierra el caso
De hecho, son los elementos nuevos e insólitos los que nutren más fácilmen- y desvela sus procedimientos los mediocres detectives gubernamentales se
te las ilaciones del pensamiento, mientras que la obviedad las embota: «lo quedan boquiabiertos. Estos son los verdaderos perros de caza, ajenos a la
que está fuera de lo normal es más una guía que un obstáculo». Lo común y disciplina mental.
lo cotidiano son, por lo tanto, lo más difícil de conocer: «el crimen más común
resulta ser muchas veces el más misterioso». Los fenómenos extraños deben S. H . parte del presupuesto de que «no hay nada nuevo bajo el sol y todo
conocerse con exactitud, al igual que uno conoce las características, los an- hecho tiene su precedente». Lo que cuenta es saber controlar la casuística:
dares y las costumbres del mejor amigo o como ocurre en la diagnosis del ci- «hay una gran familiaridad entre los diversos crímenes y, si se conocen con
rujano. El experto en el método analítico-deductivo sabe intuir los pensa- precisión los detalles de un millar de casos, sería extraño no llegar a resolver
mientos más recónditos de un hombre, a partir de una expresión o de una el que hace mil uno». De esta manera se vuelve a la imagen del amigo ínti-
mirada, y es aquél quien aprende del sujeto en cuestión y no al contrario. De mo: «se le reconoce rápidamente, incluso entre una muchedumbre de hom-
e ta manera accede a las profundidades del mundo interior, el más difícil de bres vestidos todos igual, que sólo se distinguen por las pequeñeces, por lo
alcanzar, a partir de las manifestaciones más elementales del mundo exterior: que conociéndolas se puede proceder a la identificación». Para alcanzar sin-
«a unque este ejercicio pueda parecer infantil agudiza las capacidades de ob- gularidad en una muchedumbre hay que buscar extrañezas en lo pequeño,
servación». El método analítico-deductivo se aplica a partir de las uñas, de allí donde todo parece uniforme y normal. Las pequeñeces se convierten en-
los callos, de los zapatos y de los vestidos, para llegar a las más complejas tonces en enormidades. Pero para seleccionar estas pequeñas grandezas, es-
cuestiones morales. tos detalles significativos, es necesario el tamiz del método tipológico, que
sabe articular cosas y acontecimientos en grupos, formas y tipos, siguiendo
El que indaga debe saber apreciar el valor del mínimo detalle: «incalcu- reglas previamente establecidas (como en la clasificación botánica). La pre-
lable es la importancia de lo infinitamente pequeño». Para una gran mente cisión tipológica lleva al investigador a escribir grandes monografías sobre
nada es demasiado pequeño. Ha sido la medicina la que, por primera vez, ha temas aparentemente fútiles, como la de S. H . «sobre las ciento catorce varie-
hecho tangible la importancia de lo ínfimo, al descubrir el mundo de los mi- dades de ceniza de tabaco». Tipos de zapatos, improntas, manchas y suelos
crobios: «saber identificar y valorar con precisión incluso las menores dife- atraen la atención del detective: «tras largas caminatas me ha mostrado
rencias es la virtud esencial de cualquier diagnóstico médico», ha escrito el -dice Watson- salpicaduras de barro en sus pantalones y por su consisten-
Dr. J. Bell. Su doble le responde: «para mi ojo experimentado cada signo so- cia y color sabía decirme en qué parte de Londres se habían producido»
bre aquella superficie tenía un significado», Freud añade a este interés «mo- (como el arqueólogo cuando clasifica los estratos). Si el test de S. H. sobre las
re lliano» por el detalle el interés por los «desechos» (El Moisés de Miguel manchas de sangre se hubiese descubierto antes, centenares de criminales no
Angel), en el sentido de que lo que se rechaza puede ser más significativo que estarían libres, confundidos con la gente. El problema reside en identificar en
lo que se ha elegido. Pequeño, roto, feo y descartado, estos son los rasgos tí- el ovillo incoloro de la vida la trama de lo que se quiere identificar: «nuestro
picos del detalle. A pesar de que su apariencia no sea exactamente estética, deber es devanar, aislar y exponer en su totalidad ...» (como hace el ar-
el buen investigador lo tiene muy en consideración. queólogo con los estratos, antes de excavarlos), Para determinar una crono-
S. H . llega a brillantes resultados gracias a intuiciones que le surgen en logía resulta válido el razonamiento según el cual lo que «cubre» es más tar-
casa o en el curso de sus pesquisas: «no hay nada mejor que la documenta- dío que lo que está «cubierto»: «botas de cuero habían pisado aquel suelo y
ción de primera mano». Esta intuición del detective recuerda a «un perro de sobre aquellas huellas habían caminado zapatos de punta cuadrada», calza-
caza, de pura sangre y bien adiestrado». Pero la intuición de S. H. es sólo apa- dos evidentemente por alguien que había llegado allí en un segundo mo-
rentemente venatoria: «llegué a la conclusión sin darme cuenta de los pasos mento (un razonamiento estratigráfico típico del excavador).
intermedios que, sin embargo, existían». En su intuición pesa, más que un in-
controlable olfato adivinador (típico de los investigadores mediocres), la Los indicios pueden recogerse en diversas condiciones: en contextos po-
conciencia de los pasos mentales rigurosamente individualizados y relacio- bres o ricos. Los contextos ricos contienen un mayor número de elemento y
nados, siempre exhibidos con una elegante demostración al final del relato. de relaciones, que facilitan e intensifican el proceso analítico-deductivo del
La chispa de genialidad es para él una condensación fulgurante de reglas for- pensamiento: «este delito hubiese sido mucho más difícil de descubrir si el
malmente aplicadas: «toda la secuencia de pensamientos no ocupó más de un cuerpo de la víctima se hubiera encontrado por la calle, sin el repertorio de
segundo». En esta intuición la regla y la falta de éstas son amigas y se poten- detalles sensacionales que lo han hecho sorprendente» hallados en la habita-
244 III S I'()IW\ ,' JlN 1 t\ ' ''I ~ I U~t\ I'IWC'I!DER II A lA ATRÁS 245
ción en la que se ha co melido '1 ... inl ' 11 . Si el dalo se recoge, en cambio, «por ¿Cómo puede ser inlerpretado el método analítico-deductivo de S. H.?
la ca lle», fuera de su conlexlo origina l pierde gra n parte de su capacidad ex- En un libro editado por Eco y Sebeok7 hay dos respuestas. La primera pa-
plicaliva (como una pieza privada de su contexto de hábitat o funerario). rece estar en contradicción con lo que acabamos de exponer. S. H . no usaría
Cuanto más saturado de relaciones espacio-temporales bien conservadas se el método deductivo, sino el abductivo, cuyo espíritu estaría condensado en
halle un contexto, más rico es en aquellos «extraños detalles» que permiten esta sentencia de Peirce: «debemos conquistar la verdad adivinando». Pero
descifrar un cuadro humano y a sus protagonistas. S. H . afirma: «no intento nunca adivinar». Se trata claramente de una inter-
pretación muy forzada.
S. H. otorga la misma importancia a las cosas que a las relaciones entre La segunda tesis resulta más convincente. 8 S. H. usaría la inducción (ob-
éstas. Cuando faltan algunas relaciones y la cadena de los acontecimientos se servación), la abducción (o hipótesis) y la deducción (o consecuencia nece-
rompe, allí comienza su reconstrucción. Para navegar por una interrupción saria), con un regreso final a la inducción que permitiría poner a prueba las
hay que saber orientarse y, por lo tanto, construir una teoría. En cambio, hipótesis y las consecuencias deducidas de las hipótesis. Estos son los tres ti-
cua ndo los lazos se conservan, hay que seguirlos con paciencia, incluso en su pos de inferencia usados universalmente, por el ama de casa y por el cientí-
lrivial obviedad, para no perder el hilo. Hay una cierta elegancia en este jue- fico. S. H. habla de método analítico-deductivo, en el que «analítico» parece
go de acontecimientos, a veces banales, que llevan a resultados sorprenden- que comprendería a la inducción y a la abducción, a lo que se añade la «de-
tes. Pero hay que manejar al menos uno de los extremos de la madeja para ducción». ¿Cómo explicar entonces que S. H. sea más científico en sus proce-
poder empezar a pensar: «toda la vida es una cadena, cuya naturaleza pode- dimientos que sus despreciados colegas y que el hombre corriente?
mos conocer sólo con disponer de uno de sus eslabones». El caso se cierra Las abducciones de nuestro investigador están llenas, además de un coti-
cuando se identifica el último eslabón y se conecta al resto de la evidencia: diano sentido común, de conocimientos ligados a las ciencias experimentales
«¡el último eslabón! -gritó exultante-o E l caso está resuelto». De vez en y a los diversos saberes de carácter tipológico. S. H. observa más de una vez
cuando S. H. se desalienta, pero inmediatamente recupera su optimismo: «de- que sus hipótesis adolecen de originalidad, riesgo y creatividad. Son simples
bería tener más fe y saber que cuando un hecho parece que se opone a una y lineales: «no tienen nada de prodigioso». Se puede llegar a la conclusión de
larga secuencia de deducciones siempre acaba demostrándose que puede ser que «Holmes y Peirce exaltan caracteres opuestos de la abducción: Peirce los
interpretado de otra forma». No hay lugar para una explicación que contra- creativos, originales e innovadores; Holmes, al contrario, los que son confor-
diga la serie o el contexto en el que se encuentra inserta. El sistema de las cir- mes a los códigos y a las leyes reconocidas».9 El tipo de abducción de Peirce
cunstancias acaba por jugar el papel principal. (se deduce el caso del resultado adivinado) es completamente diferente del
de Holmes (se deduce el caso del resultado de forma automática o semiauto-
La secuencia de los acontecimientos y de las cosas se reconstruye invir- mática, o seleccionando entre una serie de posibilidades más corrientes). Se
tiendo la dirección normal del procedimiento, es decir, yendo hacia atrás, trata pues de una abducción más codificada que creativa y, por lo tanto, com-
para llegar desde los resultados a sus presupuestos: «es muy importante sa- pletamente desprovista de riesgo. LO Fracasa de esta forma el último intento
ber razonar al revés» (también en la excavación se procede desde el después de reducir a S. H. a un perro de caza.
al antes). Este procedimiento elemental es difícil de seguir para quien no esté
habituado a ello, porque en la vida normal resulta más útil «razonar hacia El método analítico-deductivo de S. H. se parece mucho al de la investi-
adelante». Por esto, «de cincuenta que saben razonar de forma sintética, uno gación arqueológica. El arqueólogo también persigue el «libro de la vida» e
sabe hacerlo de forma analítica». Por lo tanto, el método de S. H. no es sola- intenta alcanzar un grado cada vez mayor de cientificismo. Que después lo
mente deductivo, sino que procede hacia atrás a través de observaciones ana- consiga no es tan importante como su profunda convicción en ello. No se tra-
líticas y reconstrucciones hipotéticas. No hay duda de que en la vida cotidia- ta de una disciplina con el mismo grado de precisión que las ciencias natura-
na procedemos espontáneamente hacia adelante (sintéticamente), sin darnos les, pero sí con el mayor grado de precisión posible en el campo de las cien-
cuenta de los pasos infinitos que damos y que rápidamente olvidamos. Pero cias humanas y de la historia. Más que en paradigmas distintos deberíamos
en la investigación de lo desconocido hay que evidenciar todos estos pasos, pensar en un continuum entre lo más exacto y lo menos exacto, dond e los
reconstruyéndolos en el sentido contrario a aquel en que se han producido tres tipos de inferencia que todos utilizamos indistintamente (inducción, ab-
pues de lo contrario se pierde el hilo de la concatenación y se pone en en- ducción y deducción) se entrelazan y predominan, arrastrando consigo a
tredicho la propia investigación. Allí donde los nexos son seguros hay que otros subtipos propios como la abducción «codificada» y la «crea tiva» .
disponerlos ordenadamente en la secuencia. Allí donde son inseguros hay Ginzburg no ha descrito los procedimientos de S. H., sino el modo en qu '
que hacer conjeturas actuando por exclusión, desde lo menos probable a lo se escribe la historia, cubierto bajo la máscara que tenía más bien el nombre
más verosímil. que no la fisonomía de Conan Doyle. Pero el verdadero Conan Doyle pen-
46 III S' J'( )IUA S I I N I ,A ' 1'I1 ! I O~A

saba de modo diferente del in zburg histori ador. E l historiador tradicional


utiliza de hecho los métodos de la tradición humanista más que los derivados
de la sintomatología médica, básicamente ajenos a su cultura. El arqueólogo
de campo está, en cambio, obligado a utilizar todos estos métodos, por lo que
es uno de los primeros en tener derecho a sentarse a la misma mesa de di-
sección anatómica que Morelli, Freud y Conan Doyle.

ANÁLISIS DE LO SUMERGIDO

La historia de la historiografía puede ser considerada desde el punto d .


vista de la creciente voluntad de indagar niveles cada vez más profund d '
la existencia del hombre, desde las culturas materiales a las emociones de IH
mente, antes más bien dominio del literato: la Comédie humaine de Balzac S
una «archéologie du mobilier social».1 Pero cuanto más profunda es la in-
vestigación del historiador, más se ve obligado a acompañar sus conocimien-
tos tradicionales con otros completamente modernos, como por ejemplo ' 1
«estratigráfico». La estratigrafía es un método tan joven como esencial para
quien quiera adentrarse ordenadamente en el mundo de lo sumergido. Los
arqueólogos lo han heredado de los geólogos, y los psicoanalistas, a su v z,
de los arqueólogos, por lo que podríamos atribuir al conocimiento de la ti '-
rra la paternidad del conocimiento de la mente. Mientras que las relacion 's
entre arqueología y geología son relativamente evidentes, las que existen e n-
tre arqueología y psicoanálisis son más oscuras, por lo que vale la pena con-
tinuar reflexionando sobre este extraño tema?
En Construcción del análisis (1937) Freud establece una comparación en-
tre psicoanálisis y arqueología. De la misma manera que el psicoanalista le-
vanta la barrera de la remoción y resucita en la conciencia lo que estaba rele-
gado a la inconsciencia, el arqueólogo remueve la tierra y devuelve a la luz
todo lo que estaba enterrado en el subsuelo. El primero resucita recuerdos y
el segundo restaura monumentos. Para Freud, Pompeya es el perfecto equi-
valente del inconsciente removido. La elección de Pompeya no es una casua-
lidad. La ciudad vesuviana no ha sufrido una transformación estratigráfica, no
ha sido completamente digerida por el tiempo, en dirección al desorden, como
ocurre en cambio con la mayor parte de los asentamientos antiguos, solamen-
te ha sido erradicada del paisaje vesuviano a consecuencia de la erupción que
la cubrió con una espesa capa de materiales volcánicos.
En el caso de la Pompeya del 79 d.C. , la excavación arqueológica sólo
pretende «liberar» las estructuras del material volcánico y restaurarlas sin
grandes dificultades, por su excepcional estado de conservación. Parece que
no se ha perdido nada de la ciudad original: las relaciones espaciales están
casi intactas y nosotros podemos pasear por sus calles como si nos hallásemos
fuera del tiempo, al igual que cuando fantaseamos sobre la vida pasada que
renace. Ante tan especial circunstancia la excavación simpleme nte consiste
48 III S'I'( l l( I AS I ' N I .A 'I 'II (RRA AN I.I SIS \)12 LO SU M E RG IDO 249

e n ge ne rar una cncrgía contrar ia a aqu '1I a quc produjo la sepultura de los más bien un a gradu ',ción de condiciones entre estos dos extremos, por lo que
restos, ya que todo lo que se halla dcbajo es parecido a lo que está encima y debe entenderse a qué nivel un fenómeno se registra en el campo existente
el orde n formal de lo enterrado se ha mantenido sustancialmente inalterado entre la forma y la no forma, entre el orden y el caos. Imaginemos que una
respecto al orden que antecedía a su cobertura temporal: como a aquel que biblioteca incendiada se transforme en un estrato de cenizas. Se trata de una
es sepultado en vida por un terremoto y al que se debe y se puede exhumar evidencia estratigráfica completamente diferente de la que ofrece Pompeya.
y salvar. Esto recuerda las condiciones del inconsciente removido. Pero mien- A partir de las lesiones y de las contracciones de la ciudad vesuviana pode-
tras hagamos referencia a esta arqueología de recomposición no podremos mos acercarnos fácilmente a la integridad de la ciudad en época flavia, pero
tener en cuenta la diversidad de lo sumergido, es decir, de la verdadera es- desde el estrato de cenizas no podremos reconstruir con fidelidad la biblio-
tratificación. El descenso a los infiernos, con las infinitas posibilidades que teca incendiada. Podremos, como máximo, comprender que las cenizas son
ofrece el caos, aún no ha comenzado. lo que queda de la biblioteca e intentar obtener de aquel estrato negruzco el
Llegados a este punto nos ayuda Ignacio Matte Blanco,3 que nos condu- máximo de información sobre una estructura que ha dejado de existir.
ce a un Freud más inquietante y mucho menos conocido, al primer descubri- Al transformarse en ceniza, una gran cantidad de espacio segmentado y
dor de aquella función irreducible del ser que es el inconsciente no removi- de tiempo narrado se ha perdido para siempre al esfumarse irreversiblemen-
do. Las fulgurantes intuiciones de Freud sobre este tema se convierten con te las letras, los libros y el propio orden de los mismos. Con la catástrofe su-
Matte Blanco en teoría científica desarrollada. Se trata de descubrir la lógi- frida por este cerebro social, la identidad discontinua de la palabra se ha
a de lo enterrado para poder traducir, con método, aquella realidad más os- transformado en un silencio casi ininterrumpido. La confusión producida es
cura a nuestro modo más claro de razonar. Convertir en consciente al in- enorme pero no total porque ha quedado un estrato de cenizas que tiene, al
consciente no parece ya, en estos términos, una pura cuestión de energía o menos, una fecha y un límite. Queda pues una especie de «bolsa» que con-
de técnica analítica. Más bien significa descubrir el comportamiento anóma- tiene algo que no parece ser muy interesante. Con el incendio hemos des-
lo de las estructuras que hay más allá de la conciencia, antes consideradas cendido con temor al espectro de la morfogénesis, nos hemos acercado allí-
como «irracionales», para poder transformarlas, dentro de lo posible, en con- mite más allá del cual la homogeneidad deja de ser relativa y tiende a ser
ciencia, sin llegar jamás a disolverlas por el hecho de ser una función perma- absoluta. Si no hubiese quedado ni el estrato de cenizas, pero pudiésemos co-
nente del ser. nocer la realidad de la biblioteca quemada a través de fuentes no estratigrá-
Matte Blanco ve el inconsciente no removido como un conjunto de bol- ficas, en dicho caso se hubiera superado el límite y nos habríamos hallado en
sas de indiferenciación envueltas por películas de diferenciación. Esta ima- el punto en el que se pierde cualquier tipo de distinción y que nosotros con-
gen recuerda la de la estratificación arqueológica, en la que los estratos, que sideramos la nada.
son como bolsas de homogeneidad, se combinan con superficies, que son pe- Pero volvamos a nuestro estrato de cenizas. El excavador se esforzará
lículas de una mayor heterogeneidad. 4 La comparación es sugestiva pero po- para descubrir la mínima diferencia, la más modesta traza de espacio-tiempo,
dría inducir a error si no se aclarase que en las bolsas del inconsciente reina y se aventurará en él como en un infinito intensivo con la esperanza de re-
una homogeneidad absoluta, que adolece de espacio-tiempo como nosotros cuperar en profundidad todo lo que se ha disuelto en la superficie. Intentará
lo entendemos, por lo que las diferentes partes son en su interior idénticas de todas maneras traducir, al contrario que el incendio, las cenizas en estan-
e ntre sí y al conjunto que las contiene, mientras que en las bolsas de la es- terías, libros y caracteres y, si tiene suerte, llegará quizás a recuperar briznas
tratificación reina sólo una homogeneidad relativa, llena todavía de espacio- de textos e indicios de su colocación original, pero no podrá jamás pasearse
ti empo, por lo que los materiales de un estrato son en ciertos aspectos equi- entre los libros como, en cambio, ahora puede todavía pasearse por las calles
valentes pero nunca idénticos entre sí: el capitel y los tambores de columna de una Pompeya recientemente excavada y restaurada. En el caso de la bi-
que forman un estrato de destrucción son de hecho equivalentes solamente blioteca se ha producido el desorden y la contracción de una riquísima mul-
respecto a la «función proposicional» de la estratigrafía y no lo son respecto tiplicidad de funciones proposicionales en una sola función, la de su ruina y
a todas las funciones proposicionales posibles, como por ejemplo la de la res- tendencial reductio ad unum. Por el estrato-bolsa de cenizas se interesarán,
tauración, etc. El capitel no es igual a la columna desde el punto de vista de no ya los bibliotecarios que escaparon al incendio y para los que «todo se ha
la reconstrucción arquitectónica (mientras podría serlo en un estrato del in- perdido», sino el arqueólogo que llega mucho tiempo después de la catástro-
consciente). Pero entonces, ¿hasta qué punto puede considerarse válida la fe y al que esta materia informe, pero todavía con algunas briznas .de espa-
analogía entre arqueología y psicoanálisis? cio-tiempo, le parece aún reveladora y matriz de una historia que si no ha-
El problema está en que para definir nuestro mundo material sumergido
no es suficiente la distinción drástica entre espacio-tiempo y su ausencia, en
bría desaparecido completamente. ¿Ubicar y dimensionar la biblioteca de
Alejandría no sería ya una labor útil para quien quisiera reconstruir el mal
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,
el sentido de espacio tridimensional y de tiempo lineal. Hay que imaginar conocido urbanismo de la antigua ciudad? Los pobres estratos a los que se
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redu ce la ilimitada va ri edad ti ' In vid a so n 'o l1siderados por el arqueólogo no punto de que, in cluso ante un pretexto insuficiente, podemos permitirnos de-
como tra bas al conocimiento, qu e hay qu e remover, sino como vehículos de dicarle un poco de nuestra atención. Desde el momento en que hemos supe-
comuni cación entre lo que ha sido y lo que todavía es. La estratificación, hija rado el error de suponer que el olvido al que estamos habituados signifique
de la negación de la historia, se presenta pues, al menos potencialmente, destruir la traza de la memoria, es decir, una anulación, avancemos en la hi-
como generadora de historia bajo la forma de la memoria. pótesis opuesta, es decir, que en la vida psíquica nada puede morir una vez
Hay un isomorfismo entre los dos modos que, según Matte Blanco, cons- formado , que todo se conserva en algún modo y que, en circunstancias opor-
tituye n la psique (el indivisible y el divisor) y los modos constitutivos del en- tunas, por ejemplo a través de una regresión que empuje bastante lejos, todas
las cosas pueden ser sacadas a la luz. Intentemos aclarar el contenido de tal
torno material antropizado (el sumergido y el emergente). Hasta ahora los
hipótesis recurriendo a un parangón procedente de otro campo. Tomemos
hi storiadores se han ocupado preferentemente del emergente y del sumergi- como ejemplo la evolución de la Ciudad Eterna. Los historiadores enseñan
do rem ovido (como en el caso raro de Pompeya) más que del sumergido es- que la Roma más antigua era el Septimontium, una federación de los asenta-
/mc/ural (como el caso normal de la biblioteca de Alejandría). De forma aná- mientos en las diversas colinas, más tarde la ciudad delimitada por las Mura-
lo a muchos psicoanalistas se han ocupado más de la conciencia o del llas Servianas y, todavía después, tras las transformaciones del período repu-
in onsciente removido que del inconsciente no removido, que es el más re- blicano y del alto Imperio, la ciudad que el emperador Aureliano rodeó con
vo lu ionario de los descubrimientos de Freud. En los dos casos la esencia una nueva muralla. No queremos tomar en consideración las transformacio-
profunda y especial de lo sumergido no se ha alcanzado. nes ulteriores de la urbe. Preguntémonos más bien qué puede todavía encon-
Ta mbién la teoría de los «niveles» de Matte Blanco, según la cual en los trar en la Roma actual de tales precedentes un visitante que, supongamos, esté
más elevados prevalecería el modo divisor y en los inferiores el modo indivi- dotado de vastos conocimientos históricos y topográficos. Exceptuando algu-
sible, parece similar a la secuencia vertical del mundo material, en la que en nas interrupciones, verá casi inalteradas las Murallas Aurelianas. En algunos
puntos podrá encontrar lienzos de las Murallas Servianas exhumados en el
alto prevalece el mundo disperso en las varias distinciones de la vida, y en la
curso de excavaciones. Si tiene datos suficientes -más que la arqueología con-
pa rte baja, el mundo en el que reina una menor distinción o una indistinción temporánea- quizás podrá trazar en la planta de la ciudad el recorrido com-
completa como en el mundo de la muerte. Es quizás de esta imagen del uni- pleto de estas murallas y el perímetro de la Roma quadrata. De los edificios
verso material de la que el inconsciente obtiene su tradicional localización en que entonces estaban incluidos en este marco no encontrará nada o algunos
lo «profundo». La pluriespacialidad y la atemporalidad de algunas funciones pocos restos: de hecho aquéllos ya no existen. Lo máximo que un óptimo co-
de la psique se ha reducido así a la imagen tridimensional de la tierra antro- nocimiento de la Roma republicana podría permitirle sería el poder indicar los
pizada: arriba la historia que se construye y abajo la historia que se va des- lugares en los que se alzaban los templos y los edificios públicos de aquel pe-
hacie ndo o que ya se ha desestructurado. ríodo. Lo que ahora ocupa aquellos lugares son ruinas. No se trata de las rui-
El hombre deja que las fuerzas naturales confundan y homogeneícen las nas de aquellos edificios, sino de sus reformas posteriores, tras incendios y des-
realidades ultradistinguidas en los límites consentidos dentro del mundo físi- trucciones. No es necesario recordar que todos estos restos de la antigua
'0 . De este modo construye un mundo propio material invertido, removido y
Roma se hallan diseminados en la complejidad de una gran ciudad surgida en
do tado de una estructura peculiar, ciertamente diferente de aquel en el que los últimos siglos, a partir del Renacimiento. Sin duda algo de antiguo está to-
davía enterrado en el subsuelo de la ciudad o bajo sus construcciones moder-
vive, sometido en cambio a un proceso incesantemente ordenador, segmen- nas. Este es el modo en que la conservación del pasado se nos presenta en lu-
1acia l' y generador de formas . Excavar estratigráficamente significa en primer
gares históricos como Roma. Planteemos ahora la hipótesis fantasiosa de que
lu yar salvar del caos, mediante la división, todo lo que ha sido condenado a Roma no sea un hábitat humano sino una entidad psíquica, con un pasado tan
precipitar en los procesos unificadores de la descomposición y, en segundo largo y rico, una entidad en la que nada de lo que antes existió haya desapa-
lu gar, recomponer nuevamente en unidades ordenadas todo lo que ha alcan- recido, en la que junto a la más reciente fase de desarrollo subsistan todas las
7,ado a dividir en base a las pobres relaciones espacio-temporales todavía fases precedentes. En el caso de Roma, esto significaría que en el Palatino los
conservadas en el subsuelo. palacios de los Césares y el Septizonium de Septimio Severo se alzarían toda-
vía con su antiguo esplendor, que Castel Sant'Angelo tendría aún en su cima
Queda por descubrir qué tipo de relación pueda existir entre la memoria las bellas estatuas con las que estuvo adornado hasta el asedio de los godos,
en el interior de nuestro ser y la memoria en el mundo material exterior, por etc. Pero no es suficiente. En el lugar ocupado por el palacio Caffa relli se al-
ejemplo en una ciudad multiestratificada. El malestar en la cultura (1929) zaría de nuevo, sin que este edificio tuviera que ser derribado, el templo de J ú-
piter Capitolino y no sólo en su aspecto más reciente, como lo vieron los ro-
contiene una reflexión de Freud de máxima importancia:
manos de la época imperial, sino también en su aspecto original, cuando
todavía presentaba formas etruscas y estaba decorado con antefijas de terra-
... llegamos así al problema más general de la conservación en lo psíquico, cota. Allí donde ahora se halla el Coliseo podríamos admirar la desaparecida
problema hasta ahora poco tratado, pero estimulante e importante hasta el Domus Aurea de Nerón; en la plaza del Panteón encontraríamos no s610 e l
252 III S'I'OIO AS PN I .A ' I'I H I ~ I {A AN USIS 1)12 L SUMI2 R 111 O

Panteón actua l, como lo dejó Adriano, sin o también en el mismo espacio el en las que se destruye cas i de forma regu lar (como e n los cuerpos ele 1 s ani.
edificio de Marco Agripa; un mismo terreno estaría ocupado por la iglesia de males y los humanos).
Santa Maria sopra Minerva y por el antiguo templo sobre el que ésta fue cons- Algo parecido a lo que ocurre en la psique puede observarse e n a l UI);\ S
truida. La evocación de una u otra vista dependería sólo de la orientación de instituciones religiosas y sociales, en las que las nuevas fórmulas s él umulun
la mirada o del punto de vista del observador. Evidentemente carece de sen-
a las precedentes tan sólo modificándolas de forma muy lenta, como n lu
tido desarrollar esta fantasía que conduce a algo inimaginable o, mejor dicho,
absurdo. Si queremos representar la sucesión histórica en términos de espacio, «estratigrafía» de las fiestas de primavera y de las bodas en el Lacio, el 'sel ' 111
ello sólo puede obtenerse mediante una yuxtaposición en el espacio; de hecho, protohistoria a la época medio republicana romana:
un mismo espacio no puede ocuparse de dos modos diferentes. Nuestro inten-
to parece un juego de ocio y tiene una única justificación: evidenciar lo lejos .. . por esto la «estratigrafía» de las fiestas primaverales y de las bodas, pOHihl '
que estamos de poder controlar las peculiaridades de la vida psíquica median- gracias al insistente perdurar de ritos y leyendas, tiene un interés extraor<linu
te una representación intuitiva. Pero todavía debemos pronunciarnos respec- rio para la historia de la mentalidad y de las estructuras socia les. Pero él dir ,
to a una objeción. Se nos puede preguntar por qué hemos elegido el pasado rencia de las estratigrafías arqueológicas, en las que los estratos se distin LI ' 11
de una ciudad para compararlo con el pasado psíquico. La hipótesis de la con- claramente y los materiales más antiguos en ellos contenidos son una especi .
servación de todo el pasado solamente sirve para la vida psíquica a condición de reliquia inútil, la estratigrafía ideológica es así sólo en apariencia: los es-
que el órgano de la psique se haya mantenido intacto, que su tejido no se haya tratos no se definen de forma mecánica y lineal, sino que se muestran como
visto dañado por un trauma o por una inflamación. Pero influjos destructivos clusters, burdamente definibles en sentido cronológico, de elementos en parte
comparables a estas causas de enfermedad los hay en la historia de todas las antiguos y en parte recientes y pertenecientes a momentos de llegada diversos,
ciudades, también en ciudades con un pasado menos ajetreado que el de y así los fósiles no se convierten nunca en tales, sino en épocas muy lejanas el •
Roma, incluso si, como Londres, no han sido nunca destruidas por un enemi- su nacimiento y de su uso principal, siendo continuamente forjados y pro-
go. El desarrollo de una ciudad, por pacífico que sea, incluye demoliciones y puestos de nuevo en los diversos «estratos», hasta el límite de su conSllmo .~
sustituciones de edificios; una ciudad es pues, en principio, inadecuada para
una comparación con un organismo psíquico. Aceptamos esta objeción. Re- Ha llegado el momento de establecer qué semejanzas puedan exislir ' ni n '
nunciando a un vivo efecto de contraste, escojamos un objeto de comparación la psique y los estratos de un asentamiento humano. Como observa FI' ' lid , ' 11
más acorde, como el cuerpo de un animal o de un ser humano. En este caso un mismo lugar de una ciudad podemos tener diferentes reformas de un mis
también nos hallamos ante la misma situación. Las fases anteriores del desa- mo edificio, a las que se han superpuesto edificios completamente e1iv ' rfl ON.
rrollo no se han conservado de ninguna manera, se han diluido en las poste-
Esto se materializa en un complejo heteróclito de restos que se yuxtapon '11
riores, a las que han proporcionado la materia. El embrión no puede identifi-
carse en el adulto. Parece claro pues que sólo en lo psíquico es posible una superponiéndose en un mismo lugar, porque un mismo espacio no pu c.I ' S ' 1'
conservación de todos los estadios anteriores junto a la estructuración final y ocupado por dos edificios diferentes. La ciudad se devora a sí misma en su ' vo.
que no estamos en condiciones de representar este fenómeno en términos vi- lución, salvando, unas veces más y otras menos, viejas partes de sí misma , por
suales. Quizás llevamos esta hipótesis demasiado lejos. Quizás deberíamos lo que no puede evitarse la destrucción y de esta manera se forma , e ntre el -
conformarnos con afirmar que en la vida psíquica el pasado se puede conser- moliciones, reconstrucciones y restos intactos, la estratificación ciudadana. i
var y no se destruye necesariamente. Pero también puede ocurrir que -por la ciudad se asemejase a un organismo psíquico, dotado también de pl'opieelrl o
norma o excepcionalmente- incluso en el ámbito psíquico algo de lo antiguo des atemporales e hiperespaciales, deberíamos imaginarla como una rea lidad
se borre o se absorba hasta el punto de no poder ser de ninguna manera res- fantástica, en la que en un mismo lugar podrían alzarse a la vez y en e l miSI1lO
taurado o revitalizado, o que, en general, la conservación dependa de deter- espacio todas las construcciones que en realidad se sucedieron en aque llll ga r,
minadas condiciones favorables. Es posible, pero nada es lo que sabemos al
a diversas cotas y en períodos diversos. Pero se trata de una visión qll so lll
respecto. Solamente podemos confirmar que en la vida psíquica la conserva-
ción del pasado es más una regla que una sorprendente excepción. mente un sueño puede escenificar, con algún recurso, como los sugeridos pOI'
Freud, del cambio de la mirada o del punto de vista. 6 Tan sólo en la l' Hlidlld
psíquica puede darse una tan amplia conservación de los estadios ant ' riol' ..
Mientras que el pasado de las realidades naturales tiende a desaparecer «junto a» (sería mejor «junto con») la estructuración final , debido a las 1'11 'Id
-el cuerpo de un anciano no es el de un niño y de los grandes saurios hoy tades multidimensionales y atemporales que aquélla posee.
ya sólo subsiste el cocodrilo-, en la psique lo primitivo se conserva normal- Los habitantes de una ciudad también quisieran poder comportan, , tun Ii
mente junto a lo que, en cambio, se ha ido transformando. Olvidar no signi- bremente como la psique, pero no pueden hacerlo, porque están ob ligados pOI'
fica haber destruido el pasado, porque en la psique todo se conserva en po- las tres dimensiones espaciales a destruir aquí, a salvar allá, a r ulili"lIr 111 I
tencia y puede ser sacado de nuevo a la luz. Existen pues realidades en las allá y finalmente a construir ex novo. Pero todo esto lo hacen imitando la s 111 1 N
que el pasado se conserva casi de forma regular (como en la psique) y otras ricas posibilidades de la psique, es decir, comprimiendo todas es tas a tividll
2. 4 IIISTOIW\S EN LA TIIlI ~ RA AN I.I SIS I G L M HI{() II) ) 2..

des en un mismo lugar, para conservar lo más intacta posible la configuración ciudad se parece a la psique (especialmente en la visión del sue o), HUl1qll '
topográfica del sitio en el que viven y con el que se identifican: no quieren en comparación juegue el papel del pariente pobre. El encanto de Roma r 'f;i
alejarse de allí por temor a una excesiva dilatación horizontal o crecimiento de pues en la frecuencia y la astucia de los compromisos monumental s y 's por
vertical del yacimiento (por dicho motivo Los Ángeles y Nueva York son fun- esta razón que Freud la eligió como imagen terrenal de la memoria hUl1ltll1l1.
damentalmente anómalas). El embrollo condensado del yacimiento pluries- En la realidad material exterior existen diversos grados de cons ' rvo 'i n
tratificado se debe pues al intento comprometido de tridimensionalizar el o de menor alteración de las relaciones espaciales. Basta con desmontar 1111 1\
«sueño» imposible de la absoluta compatibilidad espacial, mientras que la rea- calle como Via del Corso para encontrar los pavimentos de la vía 1'(\111111111
lidad material sólo permite como máximo superponer una cosa a otra, y es por precedente. Basta con un pequeño esfuerzo de fantasía o una mod 'stll \ "
dicha razón que el suelo de la ciudad aumenta progresivamente en altura. La tauración para poder ver el Panteón como un templo pagan . asta 'on UIl I
identidad escondida de una ciudad no es pues más que un sueño, consiste en reparación para dar a las casas de Pompeya la vivacidad que la lava 1111 su
el valor emocional de la larga duración (Roma ciudad eterna) y de la ubica- perficialmente alterado. Resulta más difícil imaginar aquellas stru cturas tllIl'
ción topográfica inalterada (la Roma de las siete colinas). Se desearía una ciu- han sido destruidas de forma más amplia. No es de extrañar pues qu ' un vi
dad inmutada y al mismo tiempo renovable, con las mismas cualidades que la sitante normal prefiera el Panteón a las cimentaciones fragmentada s de un
psique, pero se acaba por tener simplemente una ciudad pluriestratificada. templo en ruinas. Se necesita en realidad mucha sabiduría reconstru ti va
En verdad nuestra psique tampoco consigue conservarlo todo, aunque para poder apreciar aquellas cimentaciones con el mismo interés que e ien-
sólo sea por las fantasías que ulteriormente deforman las primitivas im- te espontáneamente ante el Panteón. Estando habituados a los extraordina-
presiones: «alguna cosa puede no ser restaurable ni revitalizada», admite el rios recursos de nuestra psique, disfrutamos cuando conseguimos encontl'éu'
propio Freud. Por otro lado, la organización material de una ciudad también riquezas análogas frente a nosotros: el Panteón intacto, como la amada casa
tiene permanencias extraordinarias, como el trazado de las Murallas Aure- de nuestros abuelos en el recuerdo. El Panteón es pues un excelente símbo
lianas, el curso de la Via Flaminia, que continúa en el de Via del Corso, el lo de las prácticas conservadoras del inconsciente, bajo la óptica en la C)1I ' St '
Panteón, templo pagano y después iglesia cristiana, y Pompeya donde, qui- nos muestra lleno de atemporalidad y de multiespacialidad.
tada la sábana de lava, todavía se puede pasear. Podría observarse, no obs- Este intenso isomorfismo entre el mundo psíquico interior y '1 1Il1l1l(lo
tante, que las Murallas Aurelianas están cortadas en diversos puntos, que la material exterior es necesario, no tanto para el arqueólogo, cuanto I ¡trll d
cota de la Via Flaminia es más baja que la de la Via del Corso, que la deco- historiador del arte moderno, acostumbrado como está a moverse e n I( s nds
ración del Panteón no es la del antiguo templo y que Pompeya, quitados los mos espacios que son el objeto de sus investigaciones. ¡Qué peligro s ' 1' 11 \111
materiales volcánicos, necesita una restauración para mostrarse inalterada. A arqueólogo que quisiera excavar en aquellos reverendos lugares, int ' 1'1'lIl1l
pesar de ello, cuando se asfalta de nuevo una calle no se le cambia el nom- piendo la Via del Corso, para encontrar la Via Flaminia, excavando ' \1 el
bre, aunque su cota aumente: es la misma y no es la misma calle. En las per- Panteón de Adriano para encontrar el de Agripa, sondeando la Pompeya d '
duraciones del tejido urbanístico, en las reutilizaciones ininterrumpidas y en los romanos para exhumar la de los samnitas! Los vacíos y las discontinuida-
la protección extraordinaria de los materiales volcánicos se tiene la impre- des creadas por estas investigaciones violarían la escenografía en la que '1
sión de que el tiempo y el espacio, incluso en los compromisos debidos a la historiador del arte puede pasar con desenvoltura de lo antiguo a lo mod '1'-
inevitable tridimensionalidad de la realidad espacial exterior, se han conser- no y viceversa: como si el espacio y el tiempo no hubiesen evolucionaclo. bst fI
vado mejor que en otros sitios, en los que diferentes realidades sucesivas han necesidad de totalidad y de puntos topográficos firmes es tan fuert' 'n los
sido obliteradas casi por completo. En esta reutilización continuada, en esta historiadores del arte que viven los espacios actuales de viejos edificios \n '.
capacidad de un determinado estrato de transmitir al que se le superpone el dievales o del Renacimiento como si fuesen idénticos a los e 'pacios originll
mensaje: «cambia lo menos posible e imítame», estamos en condiciones de les. Quizás por esta razón no existen estudios reconstructivos de arquit '('tll
captar, a un nivel pobre, lo que con una riqueza infinitamente mayor consi- ras, decoraciones y mobiliarios de palacios y de iglesias, analizados p ' 1' odo
gue realizar la psique. Pero la psique también debe doblegarse a los compro- por período. Y la verdad es que incluso lo que parece meno transl'Ol'lIl1ldo
misos tridimensionales en el momento en que quiere traducir sus propias también ha sido objeto de transformaciones, en mayor o menor m '<.litio , t' n
multidimensionalidades en la aparición de un sueño, que para nosotros sólo las diversas fases (basta comparar algunos rincones de Roma con las vi 'jaH
puede ser tridimensional: tres hombres diferentes pueden ser considerados fotografías de los Alinari).* Existe pues una necesidad de recon truil' In ni '
como uno solo por el inconsciente, pero para poder presentarse en esta mis-
teriosa (¡no para el inconsciente!) unidad trinitaria tienen que manifestarse * Familia de fotógrafos florentinos , en activo en la segunda mitad del siglo X IX . 1 o UIl1t:1I
en una única figura, quizás con la cabeza del primero, el cuerpo del segundo taron ampliamente tanto los monumentos antiguos como los paisajes urbanos y las bras ti • 1111 •
y el vestido del tercero. A causa de estos mismos compromisos espaciales la de Italia. (N. del t.)
2. 6 III S'I'OI I S I IN 1 11 ' I'I P RI( II NA I, ISIS D i! 1,0 SU MI ! I{(; II o

moria cn cada lu gar y para ada '1 () ' H, ' 11 el sucio y en el subsuelo, en la an- vida, aislando lo qu e s ' ha sa lvado y sus nexos para reorga nizado, ' OIl)O si s .
ti üedad y cn la modernidad .7 tratase de volver a hidratar una flor seca.
Larvada o evidente, la destrucción está siempre al acecho. Da latigazos a La comparación entre mundo interior y mundo exterior ha puesto ' n 'vi·
la costumbre conservadora de la psique pero activa las facultades restaura- dencia las diferencias y las similitudes existentes entre las ciudades y la psi-
doras del pensamiento, acostumbrado a tender puentes sobre las lagunas y a que. En los niveles de la ciudad y en los de la psique se ve pues un conlinllll/ll
hacer conjeturas de lo que falta. Llegados a este punto entra en escena el ar- entre entidades formadas y entidades deformadas, entre lo que se levanta or-
queólogo. Éste ha aceptado en sí mismo la dualidad existente entre la rique- denadamente en superficie y lo que se encuentra sumergido en el interior de
za conservadora de la psique y la pobreza conservadora del mundo. Es el es- las construcciones o en el subsuelo, entre el mundo luminoso en el que vivi-
pecialista de los modos de la destrucción y de la conservación en los hábitats. mos y el mundo de las tinieblas en el que somos enterrados. El cimiento de
No se asusta ante los organismos monumentales estratificados, al igual que la historia que se construye es siempre la historia destruida. Para quien co-
no lo hace el forense ante el cadáver que va a diseccionar. Consigue estudiar noce el método de la «profecía retrospectiva» resulta posible revivir la anti-
apasionadamente estos pequeños mundos en los que generalmente ya no es güedad no sólo moviéndose por el edificio entero del Panteón, sino también
posible vivir: pequeñas porciones enterradas y que, en cierto modo, han so- observando una construcción expoliada de la que apenas queda su propia
brevivido a las demoliciones del tiempo. En vez de temer esta descomposi- sombra. Invirtiendo la dirección de nuestra experiencia cotidiana en el mun-
ción, el arqueólogo la afronta para sacarla a la luz y recomponerla, al menos do «entero» -en el que la materia es constantemente reorganizada, por lo
e n su científica fantasía: junto a los monumentos más deteriorados coloca re- que el universo de las formas se va multiplicando- llegamos a entender in-
construcciones gráficas o en relieve para transmitir el sentido de la perdida cluso el descenso a los Infiernos, salvando de la remoción, de la alteración y
totalidad. Cuanto más se ha alterado la antigua forma y más raros e incon- de la ilegibilidad lo que una vez tenía contornos y que na sido después con-
gruentes son los indicios, más se esfuerza en su investigación, afinando las re- denado a los procesos disolutivos y unificadores de la ruina. Ver como un
glas del juego estratigráfico y actuando como un médico indefenso en busca edificio se descompone a través de los años, degradándose a lo menos formal
del remedio a una enfermedad o como un detective que sigue las pistas de un y a lo casi informe, es tan interesante como observarlo mientras se constru-
crimen que debe ser castigado. El arqueólogo avanza incluso frente a la no- ye, como un mosaico que tesela a tesela adquiere su iconografía elaborada, o
forma absoluta, es decir, a la pérdida total, en la que el tiempo y el espacio va perdiéndola gradualmente. Sean las que sean las posibilidades de conser-
han sido engullidos por la homogeneidad absoluta que en el mundo de los vación del pasado por parte de la psique respecto a las propias del asenta-
objetos toma la forma de la desaparición. Apoyándose en este vacío él avan- miento humano, lo importante es este espectro sin solución de continuidad
za comprendiendo lo que queda de lo que ya ha desaparecido. Si entre un es- entre lo que es rico en distinciones y relaciones y lo que es pobre y adolece
trato y el sucesivo hay un vacío de decenios o de siglos, es acerca de éstos que de ello por la intervención, cada vez más frecuente y al final preponderante,
I se hace preguntas, para entender lo que ha ocurrido en la secuencia con- de lo indistinto. Si aceptamos avanzar en esta línea, entendemos que la com-
tinua del tiempo. En los casos con mayor fortuna, a costa de insistir sobre prensión de un determinado lugar urbano, que coincida en superficie con al-
lo que falta, él se da cuenta de que no falta todo, llegando a captar algún gún edificio todavía en uso, no puede ser justa ni completa si no se controla
mínimo indicio de lo que, en un primer momento, parecía completamente la superposición y la destrucción de todas las estructuras que allí han surgido
perdido. ¡Se dice rápido «no queda nada»! Pero no hay nada tan difícil como a través del tiempo y de las que el edificio todavía en uso no es más que el
borrar todas las huellas, como en un crimen considerado perfecto. La homo- último representante.
geneidad absoluta es absolutamente rara en el mundo material.
Pero para reconstruir estos mundos perdidos en parte es necesaria una Benjamin ha interpretado así el Angelus Novus de Klee: «donde se nos
metodología especial, que no puede limitarse al sentido común cotidiano. muestra una cadena de acontecimientos [el ángel] ve una catástrofe que acu-
Hay que saber actuar hacia atrás, reconstruyendo en el orden adecuado cada mula sin tregua las ruinas y las vierte a sus pies. Él quisiera detenerse, des-
uno de los eslabones de la cadena de los acontecimientos. Tan sólo transfor- pertar a los muertos y recomponer lo que se ha roto. Pero una tempestad
mando el laberinto en una secuencia lógica podemos llegar a aclararlo final- proveniente del Paraíso se ha apoderado de sus alas y es tan fuerte que él no
mente. Con sólo saltarse un nexo, incluso secundario, uno pierde el hilo y se puede cerrarlas. La tempestad le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al
queda en aquel extraño mundo de la condensación y la oscuridad. Esta es la que da la espalda, mientras que el montón de ruinas asciende a él en el cie-
razón de ser del método estratigráfico. Incluso el psicoanalista no consigue 10».8
penetrar en el inconsciente si no conoce las extrañas modalidades del com- Podemos imaginar, junto a éste, a otro ángel que actúe en sentido con-
portamiento, completamente antinómicas en relación a las del pensamiento. trario. Allí donde el Angelus Novus sólo ve catástrofe, éste observa una con-
n el fondo, el arqueólogo reconstruye una psicopatología material de la catenación de acontecimientos que le permite recomponer lo que ha roto.
.H III ST() I ~ I A S fiN 1,A ' 1 ' lI m l ~A

on las alas plegadas alcanza a lib reu se de la lempestad que proviene del
Paraíso. No desprecia el cúmulo de ruin as que se eleva al cielo y que todo lo
oscurecería si no fuera por su empeño incesante en aclarar. En este recorri-
do hacia atrás los muertos y sus cosas viven una segunda vida, expuestos de
nuevo a la luz y sometidos a la piadosa exégesis del ángel, en un comentario
perpetuo. El pasado se convierte así en actualidad y crece como el presente
hacia un futuro sin límites.
Estos dos ángeles presiden nuestra vida y son fuerzas contradictorias
pero necesarias de la existencia tal y como nos ha sido dada. NOTAS
Prefacio (pp. 1-5)

1. B. Croce, Contributo alla critica di me stesso, 1915. A favor de una separación radi ul en·
tre filosofía e historia estaba D. Cantimori (cf. p. 157, nota 1).
2. 1. Calvino, «Leggerezza», en Lezioni Amerieane, 1988.
3. T. Mann, Considerazioni di un impolitieo, 1918.

Introducción (pp. 11-25)

1. Con una visión en parte distinta, B. D'Agostino, Introduzione a Barker (1 977).


2. Sobre estas cuestiones, pero con otra orientación, véase Giuliani (1990) y PI'III1Ctivkh
Paren ti (1988), p. 19, con crítica de R. Francovich a R. Bonelli.

1. Historia y principios de la estratigrafía (pp. 27-42)

1. Manacorda (1982b), (1982c), (1983), (1985a), (1988); D'Errico-Panto (1985); /1 1'/'/ 11'0/(1
gia italiana (1986), en el que las actividades italianas en el Mediterráneo se comparan () n ül l'M
tado de la investigación en la península; Guidi (1988); para la historia de los descubrim ienl OM 111
queológicos véase Daniel (1976); en relación a la arqueología norteamericana, Trigger (1 98tJ) Y
Lamberg Karlowsky (1989).
2. La edición de las actas del congreso se vio paralizada, con galeradas hechas, por el ¡CITe
de la editorial De Donato. Las ponencias presentadas en aquella ocasión fueron las sigui enl 's: ' I ~
Potter, Le indagini topografiehe in Gran Bretagna; D. Whitehouse, L e indagini lopograjl '/¡ e /)1'1·
tanniehe in Italia; P. Gianfrotta, L 'esperienza della Forma Italiae ; M. G. Celuzza, L'esperi//lc/l11I
dell 'Ager Cosanus; M. Torelli, Topografia e epigrafia; M. Jones, Paleoeeologia arch eologiclI ; O ,
Gullini, Per un approecio sistematieo al territorio; G , Pucci, Seavo e cultura maler/ale Ji'" '700 (' 'HOO
(Pucci, 1988); D . Manacorda, La stratigrafia in un seeolo di rieerehe italiane (Manacord H, 1982h);
A. Carandini, Metodo di seavo e principl della stratigrafia; H. Hurst, La slraligrafla eI!'¡;/I ('//'11111/:
R. Francovich, Restauro arehitettonieo e areheologia; F. Donati-E. Fentress, Sca vo (MIli tI/'/'/l I'1I
zione pittoriea parietale; A. Melucco, Il restauro sullo seavo; T. Tatton-Brown , Lo .l'Cfl VO "'11'111/11" 11
fieo negli interventi di tutela in Inghilterra; T. Mannoni, Lo seavo slraligrafieo n e¡;li 1/lluvl'lIll 111111
tela in Liguria; A. La Regina, Per una ripresa degli seavi nei Fori a R oma: pro ble//ll di /l/I'I/J1II/ ; 11,
Badoni, La documentazione seritta dello seavo; A. M. Bietti Sestieri, La sch eda d i .l'1I/1¡; III ; C', 1'11 '11'
lIa, La seheda di unita stratigrafiea; M. de Vos, La seheda di unita stratigrafica di ,.iVl'SII/I/ /'IIII' (IJII
vimenti e deeorazione parietale) ; A. Ricci, Le sehede dei reperti di seavo; A. arandini. M, Mo'd, ,
La doeumentazione grafiea; H. Hurst, Come pubblieare uno scavo; G. Ballantini , Per //1/ ,1'/,1'11'111//
museale organieo in Toscana; P. Pelagatti, Lo seavo come museo all'aperto ; S. Settis, L a /l/ O,I'lm",.
eheologiea; G. Gullini, Scienze areheologiehe e istituzioni; 1. Angle, Per un raccorelo Ji'a rle('/'I'h,'
sperimentali e il Minislero per i beni eulturali e ambientali; G. Vallet, Come proseguir ' iI iI/l1II1I1111
in rapporto con l'areheologia francese; A. Carandini, Problemi in via di soluz ion e e dll rl,l'oIVl''''',
60 IlI s'r O I{ IAS I ' N 1 A II I'. RR A N O'l'A S ( IJI', 4- 14 ) 61

El deb ate anun ciado co n la a rqueo logfa I'ru n " Sil no se ll e vó a cabo pe ro la Unive rsidad de 3. La d OCIIII II'IIIIU' ;ÓII (pp, IN 1.1.1)
Sie na , co n sus ciclos de leccio nes, ha continu ado siendo e l más impo rtante centro de debate so-
bre estas cuestion es. E n 1987 e l te ma ha sido L'archilellllra e il reslauro dei monumenli (Franco- 1. Inicio de la excavación de Selle fin estre e n e l ve ran o de 1976; Po ne nci a a l co n¡ r 'so ti
vich-Pa renti, 1988; sobre e l tema véase tambié n Carandini , 1977b), en 1988 Le scienze applicale Centro Nazional e pe r la Rice rca, Scienza e tecnica per la ricerca archeologiclI , Ro ma , o '1111m ; dI'
all'archeologia (Mannoni-Molinari, 1990), en 1989 Lo scavo: dalla diagnosi all'edizione (Fran- 1976; Carandini (1977a); Ca randini (1977b) , pp. 419 ss.; expos ición Schiavi e pl/tlroll ; 1/1'/1 ' /';11'11
covich-Manacorda, 1990) y en 1991 L'archeologia del paesaggio (Francovich-Manacorda, e.p.). ria romana realizada e n Pisa en 1978, en Roma e n 1979 y e n Pa rís en 198 1; arll ndin i ( 11)7 1) 11) ,
3. Significativo es e l episodio relatado por Lugli (1959): «me gusta recordar la sorpresa que pp. 304 ss. ; Carandini-Settis (1979); Carandini (1981).
tuve en una excavación estratigráfica para recuperar algún fragmento del primitivo templo de 2. P. Arthur, G . Gasperetti y M. Medri, «Vocabolario per i be ni imm obili», ' 11 S ;SI('IIIII til
Júpiter [Capitolino]. A ocho metros de profundidad se entrevé una pieza de hierro esmaltado, schedatura del progetto «Eubea». Le schede archeologiche, Nápoles, 1989, PI . 200 ss .. UO ' lllll l' lI
de forma redondeada , con asa lateral fácilm ente reconocible ... Nos miramos atónitos, luego to inédito; Eubea (1990).
empezamos a reír. Ce rramos rápidamente la excavación y del templo de Júpite r de los Tarqui- 3. Dimbleby (1967); Cornwall (1974); Renfrew-Monk-Murph y ( 1976); ' va ns ( I'IXI); J OIH'
nios ya no se habló más». La estratigrafía como método para fechar monumentos no está con- (1981) ; Si/e manual (1990).
templada por Giuliani (1990) , p. 21. 4. Nichols (1958-1959), figura 7; Carandini et al. (1983) ; Carandini (1 985(\), 1..... / 111,1'
4. Hudson (1981) ; Manacorda (1981) , (1982a), (1983) , (1985b) , (1987); Carandini el al. sim.
(1985); Castagnoli et al. (1985); Visser Travagli-Ward Perkins (1985); La Rocca-Hudson (1986); 5. En la citada excavación de la Lower Brook Street de Wincheste r, de 30 X 20 X ll1

Milanese (1987); Panella (1987) y (1990); Archéologie urbaine (1982); Archeologia urbana in [1.200 m cúbicos], se localizaron más de 10.000 unidades estratigráficas; e n la excava ió n ti · 111
Lombardia (1984); con un ensayo de M. Carver sobre la arqueología urbana en Europa y la vertiente septentrional del Palatino, de unos 4.000 m cuadrados, con una pro fundid ad medi ll d '
bibliografía correspondiente; Archeologia urbana a Napoli (1984); Archeologia urbana e restau- 2,5 m [10.000 m cúbicos] pero con muchos menos estratos de tierra , dada la presencia de I'H II
ro (1985) ; Francovich-Pare nti (1988); Archeologia urbana a Roma (1989); Morselli-Tortorici cantidad de muros y de excavaciones anteriores, se identificaron unas 5.000 unidades.
(1989). 6. Por ejemplo, Carandini et al. (1983) , figura 19; Carandini (1985a), 1**, fi guras 164- 167,
5. Barker (1977) , pp. 119 ss.; Leonardi (1982); Devoto (1985); Arnoldus Huyzenweld- 197,210,239,240, 303.
Maetzke (1988); Balista al al. (1988); De Guio (1988); Brogiolo-Cremaschi-Gelichi (1988); Cre- 7. Nichols (1958-1959) , figura 7; Schofield-Dyson (1980) , portada; Carandini el l/l. ( 19H.l ),
maschi (1990). figura 19; Carandini (1985a) , 1**, figuras 164-167; Miller-Schofield-Rhodes (1 986), PII,I',I''''' ,
8. Wheeler (1954); Browne (1975); Joukowski (1980); Carandini et al. (1 983), hoju 11 Udld ll ,
Carandini (1985a), 1 *, figura 7.
2. De la estratificación a la estratigrafía (pp. 43-88) 9. Carandini (1985a), l* *, passim; una visión diferente en Giuliani-Verduchi ( I<JH7 ),
10. Para bibliografía, cf. Carandini (1981) , p. 283, Y especialmente Bracegirdlc ( lin O), ( '1111
1. Delano Smith (1979); Potter (1979); Celuzza-Regoli (1981) , pp. 301 ss.; Ammerman Ion (1973) y Dorel (1989) .
(1981); Keller-Rupp (1983); Macready-Thompson (1985); Shennan (1985); Haselgrove (1985); 11. Carandini (1985a), 1**, por ejemplo figuras 21, 26, 29, 86, 123, 136, 139, 144 l¡j ll, 1 11,
De Guio (1985); Ferdiere-Zadora Rio (1987); Maire Vigueur-Noyé (1988); Carandini-Celuzza- 151 , 192, 203,204.
Fentress (1981); Regoli-Terrenato (1989); Barker, e.p.; Fentress, e.p.; Pasquinucci (1989); sobre 12. Bradford (1957); Sehmiedt (1964); Schoder (1974); Piccarreta (1 987).
el planteamiento de un proyecto arqueológico topográfico y de excavación, cf. Carandini 13. Cf. Bollettino di informazioni, 10, 1989, n. 1, del Centro de elaboració n aul Ol1l II ' 11 di'
(l988b) y Regoli (1988); para un debate acerca de la arqueología del paisaje y la Forma Ita]jae, datos y documentos histórico-artísticos de la «Scuola normale superiore» de Pisa . V 'as ' 111111
cf. Ca randini (1989f) y Sommella (1989); véase también Celuzza-Fentress (1990); Redman bién las actas del congreso Archeologia e Informatica , Roma, 1989.
(1990); Barker-L1oyd (1991), Francovich-Manacorda, e.p. 14. Este texto es un resumen de Medri (1990), en el que se recoge la bibliogra ffa prin 'iplI l;
2. C uando a la multiplicación de las secciones en los cortes se añade la costumbre de cribar véase también Polese (1990); Mannoni-Mo]jnari (1990), pp. 425 ss.; Mosca ti (1 990); el'. ta l11hi 11
la tie rra en los límites de los sondeos, como ocurrió en la excavación de Koster Site (Illinois) que la nueva revista Archeologia e calcolatori, 1, 1990.
aparece en la portada del manual de Joukowsky (1980), entonces el riesgo de intrusión es exce-
sivo . E l manual de Barker (1977) es citado por Joukowsky como uno de <<los libros más útiles»,
pe ro no ilustra la técnica de excavación en grandes áreas y propone de nuevo el método Whee- 4. Narración y edición (pp. 134-155)
ler.
3. Véanse los Annual Reports de la Oxfordshire Archaeological Unit; Benson-Miles (1974); 1. Comédie humaine, Avant-propos (1842).
Barker (1986), figuras 26 a-d. 2. Les Paysans (1844).
4. Véase una propuesta de ficha en las pp. 95 ss.; Fentress-Filippi-Paoletti (1981); Fentress 3. ¡bid.
(1 982); Carandini (1985a), 1 **, pp. 215 ss. 4. Pompei (1980-1981); Roma antiqua (1985); Pison (1988); C etly Musel/ln ( 1988).
5. B. D ' Agostino, «Prefacio» a Barker (1977). 5. Véanse, por ejemplo, las numerosas reconstrucciones en Spinazzola ( 1953); Ni 'ho lls
6. Mannoni (1985); 1. Ferrando Carbona, en Francovich (1988) , pp. 119 ss.; Carver (1989). (1958-1959); Cunliffe (1971a) y (1985); Grinsell-Rahtz-Williams (1974); Ca randini - Ri c 'i-( , Vos
7. Véanse los «Annual Reports» del York Archaeological Trust; la Official Cuide de Jorvik. (1982), atlas, hoja II; Hurst-Roskams (1984); Rakob (1984); Renfrew (1985), fi guras 9,4 <J ..~: ( ' 11
Viking Centre; el St. Saviour's Archaeological Resource Centre, en el que se implica al público randini (1985a), 1*-1**; Gelichi-Merlo (1987); Francovich (1988) , pp. 39-4 1; Ba rk ' r-l\ighHI1I
en el estudio y conservación de los materi ales; el arqueólogo-manager es Addyman (1988); véa- (1988) (figuras VII-VIII); Carandini et al. (1989); Rakob (1990); Barke r (1 990), fi gura 14; 1)11
se también Carandini (1989c); la Universidad de York organiza desde 1990 un Master's Degree renti (1990); Merlo (1990); Gibson (1991); cf. también Brogiolo (1988) (láms. 1-5 ).
en «Archaeological Heritage Management». 6. Exposiciones sobre los etruscos en Toscana en 1985: Carandini (1985 b); te mplo ti 1'1 '0 Y
jónico de Siracusa en el Museo de Siracusa en 1987: Voz a (1987); exposició n sobre e l p roy . 'lO
«Eubea» en Nápoles en 1990: Campi Flegrei (1990) y Eubea (1990); exposició n sobre la ROIIIII
de los Tarquinios en Roma en 1990: Carandini (1990a), figuras en pp. 83, 97-99.
262 III S'I' )1{lA S I~N LA 'I'II . HH A
NOTAS (PP. 145-233) 6.
7. Carandini (1985a), 1**, cubierta , este dibujant · publica ge neralmente en Gran Bretaña;
Donattl (1990) es una excepción en el panorama italiano. 9. Ca randini ( 1985b).
8.. En relación a la reuni~icación de las artes bajo el signo de la arquitectura según Semper, 10. Ce nsor incansa ble de la arqueología en Roma es F. Zeri, Vil/ chios/ro varlo"ll//o, Mil 11
Morns y GroplUS, cf. Carandmi (1979a), pp. 54 ss. 1985. De su polémica se disocia E. Castelnuovo, en L'lndice, 3, 1986, p. 3 1. f. lamhl 11 los 111 I
9. Publication en archéologie (1986); Molina et al. (1986); resulta ejemplar Saguí-Paroli culos de A. Carandini en l' Unitd , 4 de marzo de 1981 , p. 3; Pace e guerra , 10 de 1110rl,O de I<lIU:
(199~), cuyos pnnclplOs han sIdo Ilustrados por L. Saguí, en Francovich-Manacorda (1990); cf. Il Corriere della Sera , 20 de marzo de 1983 (Corriere romano) ; Rinascita , 3 de jllnlo d . 191n: 1I
tambIén GabuccI-Tesel (1989); sobre la tecnología cerámica, véase Cuomo di Caprio (1985) y Messaggero, 26 de octubre de 1983; y Carandini (1985d).
Mannom-Mohnan (1990); sobre los métodos más modernos para hacer una tipología, cf. Con- 11. Sul'utilitd e il danno della storia per gli uomini, 1874.
treras Cortés (1984). 12. Cartas a L. Bonfant, 1877, y a G . Sand, diciembre de 1875.
13. Longhi, Mattia Preti, cit.
14. R. Bianchi Bandinelli, en La critica d 'arte, 1942, p. 11. G. Agosti , «L A fo rtllll/l di Ahy
5. La excavación como práctica (pp. 156-214) Warburg», Quademi storici, 1985, p. 40.
15. Carta del 3 de mayo de 1953.
1. Leigh (1981); Donati-Panerai (1981); Carandini (1986a); Melucco-Vaccaro (1989), pp. 16. Como se desprende de una carta a G. Einaudi del 28 de junio de 1953.
256 ss. 17. Carta del 16 de enero de 1952.
2. Para algunas de estas especializaciones, véase Mannoni-Molinari (1990), pp. 209 ss. 18. Carta del 1 de mayo de 1929 .
. 3. Un ejemplo español de coordinación entre arqueólogos y restauradores integrados en un 19. T. Mann, José y sus hermanos, 1933-1943.
nusmo eqUIpo, en Taller Escola d'Arqueologia, «Arqueología y restauración», en Conservation- 20. R. Bianchi Bandinelli, Organicitd e astrazione, Milán, 1956; id., Archeologia e clIl/llm ,
Restauration des biens culturels, París, 1989, pp. 91 ss. Roma 19792, p. 197, nota 8. Cf. también A. Carandini, Rinascita, 16 de febrero de 1985.
4. _Oe.stenb~rg (1975), lám. 132; Aspects of Saxo-Norman London (1988), figura 70, con una 21. Carta del 14 de agosto de 1948.
pequen a tIpologJa; CarandInI (1990a); Donati (1990); Merlo (1990). 22. P. Sylos Labini, Le classi sociali negli anni'80, Roma-Bari, 1986.
5. Lugli (1957); Adam (1984); Parenti (1988b), figuras 3-6; sobre el movimiento de los blo- 23. M. Enzensberger, Sulla piccola borghesia, Milán, 1983. G. Ruffolo, La qualitr) .l"ocia/¡',
ques con levas, sobre los andamios encajados y los medios para levantar, cf. Pompei (1981), pp. Roma-Bari, 1986.
98-99; GIUbam (1990); DonatI (1990); sobre las formas de cortar el tronco de un árbol cf. Do- 24. F. Nietszche, Humano, demasiado humano, 1879, 11.2.5. (trad. cast.: Edaf. Madri 1, I'IH4),
nati (1990), figura de la p. 39 Y aquí figura 157c. ' 25. Ibid., Il.2.6.
6. Hall (1980); sobre la «wet si te archaeology», cE. también Carver (1987), p. 5; sobre las fi- 26. Ibid., 11.2.16.
chas de USL, cE. pp. 96 ss. . 27. Ibid., 1878, 1.I.3.
7. Barker (1977), figuras 70-71, 76-77; (1986), figuras 35, 36, 53, 79, 88; Aspects of Saxo-Nor- 28. Id., La gaya ciencia, 1887, 1.55. (trad. cast.: Akal, Madrid, 1988).
man London (1988), figuras 61, 70; para la «trace archaeology», cf. también Carver (1987), figu- 29. Id., Humano, demasiado humano, cit.
ra 6. 30. Enzensberger, Sulla piccola borghesia, cit.
8. Cazzella (1982), pp. 173 ss., con problemática y bibliografía. Bieti Sestieri, e.p. 31. R. Bianchi Bandinelli, lntroduzione all'archeologia, Roma-Bari, 1975.
. 9. O'Shea (1984); Bietti Sestieri (1986), con bibliografía; Bartoloni (1989), pp. 30 ss., con bi- 32. Cf. pp. 30 ss.
blIografía; D'Agostino (1990); Bietti Sestieri (1990); Bietti Sestieri, e.p. 33. E. Castelnuovo, "Per una storia sociale dell'arte» , Paragone, 313, 1976, pp. ss. y I 1,
10. Barker (1977), figura 13, y (1986), figura 10; Carandini et al. (1983), figuras 24-30. 1977, pp. 3 ss. Cf. también Arte, industria e rivoluzione, Thrín, 1986.
11. Carandini (1985a), 1**, figuras 14, 44, 52, 92, 93, 121, 135, 183, 186, 187, 191, 195, 212- 34. S. Settis, «Artisti e committenti fra Quattro e Cinquecento», en Storia d 'l/alia WI/fllull,
217, 222, 223,235, 264-269, 354 y 355. 4, Thrín, 1981; id., Presentación a A. Sesnec, La sopravvivenza degli antichi dei, nlrfn , 1<)8 1, '
12. Melucco (1989), con bibliografía, en la que, no obstante, no aparece la primera edición Introducción a F. Saxl, La fede negli astri, Thrín, 1985.
de este man~aI ni la publicación de Settefinestre, cuya excavación fue, durante algunos años, 35 . Nietzsche, Humano, demasiado humano, cit.
ca mpo de practIcas para los alumnos del Instituto central para la restauración. 36. A. Carandini, "La cultura e il comportamento professionale delle maestranz' arli ginn
tardo-antiche», en La parola del passato, 1963, pp. 378 ss.
37. R. Jakobson, Saggi di linguistica generale, Milán, 1986; Ginzburg, Mos/rare l' rl/llloN/m
Lo ordinario y lo importante (pp. 217-238) re, cit.
38. A. Henry, Metonimia e metafora, Turín, 1975.
1. M. Proust, El tiempo recobrado. 39. Jakobson, Saggi, cit.
2. Este es un tema sobre el que ya he reflexionado (Carandini, 1979a), pero posteriormen- 40. VY.AA., Storie su storie. Indagine sui romanzi storici (187 4- 1840), Vi cnZfl, I I)K~,
te el razonamIento se ha desarrollado. En la segunda mitad de los años setenta pretendía refor- 41. C. Ginzburg, " Prove e possibilita», en N. Zemon Davis, Il ritom o di MI/r/II/ (; 11"" ", ' 1\111/1 ,
zar la arq~eología frente a la preponderante historia del arte. Ahora, en cambio, constato que la 1984, pp. 131 ss. (hay trad. cast.: El retomo de Martín Guerre, Antoni Bos h, Unl'C 10/1", 11* .1)
arqueologla tIene más fuerza y está preparada para renovar sus relaciones con la historia del 42. Véase M. Pratz, Filosofia del/'arredamento, Mi lán, 1981.
arte. 43. R. Bianchi Bandinelli, Geggiano, Ed. del Grifo, Montepulciano, 1985, ('1', I /11 , 1/,
3. R. Longhi, Mattia Preti, 1913. 44. P. Thornton, Il gusto del/a casa (1620-1920), Milán, 1984.
4. Id., Per una critica d 'arte, 1950. 45. M. Wackernagel, Il mondo degli artisti nel Rinascimento fio ren//I/(), '/1"'''' /11/'/11/, /" .(
5. C. Ginzburg, «Mostrare e dimostrare», Quademi storici, 1982, pp. 702 ss. thege e mercato del/'arte, Roma, 1994. El Palazzo Vecchio se toma en consitl ' ra ' j 11 1111 11 '1111111
6. R. Longhi, Relazione sul servizio del/e cose d 'arte, 1939. lativamente, como resultado final de una serie de alteraciones, sino C0l110 lino hi slOl ti II! ""ti"
7. Id., Omaggio a Croce, 1952. librios» urbanísticos, arquitectónicos, decorativos, artísticos y funcionale s, de los ti" /1 VI' i' ~
8. Id., Una mostra friabile, 1955. quedan pocas trazas, por lo que hay que reconstruirlos paso a paso. El palacio s 1111/111:.' 11 1'01110
lo haría hoy en día un arqueólogo, tomando en consideración las diversas fases ti '1 b/lll o dI
264 III S'J'() IU AS l/N I '11 H1{ltA N()'J'AS (PP. 233-257)

la plaza , la rachada , los intc ri o res, tant o sus tlisposi 'Iolles eO ln o sus decoraciones. Se sigue n los A nálisis de lo s/lInl'rliit!o (PJl. 4725H)
traslados de las estatuas y de los mín im os e nseres, fij á ndose in cluso e n las bases para los obje-
tos y e n ot ros mínimos de talles, fundamenta les, no obstante, para la reconstrucción de las visio- 1. Avant-propos, 1842: véase aq uÍ la p. 138.
nes de conjunto. Se propone incluso la búsqueda e n el mercado de las piezas perdidas. Para cada 2. Una primera ve rsió n de este texto fue leída e n un congreso en R ma sohr ' 1. MlIttl!
fase constructivo-decorativa se estudian las fuentes de financiación, los encargos y los artistas. Blanco, publicada más tarde e n Alfabeta, 36, 1982, pp. 19 ss. En esta segund a versión h' 111111 ti
Incluso para cada una de las habitaciones se dibujan las que en lenguaje arqueológico se llama- do al final parte de otro texto, relativo a la comparación freudian a e ntre psique y as 'l1t lll11l ' 11111
rían plantas y alzados «de fase», para poder dibujar los diversos contextos, a las que hay que humano y entre los diversos modos en que se conservan y se destruyen la memoria y los 1110'"'
añadir lo que falta y eliminar lo que ha sido añadido. Salen a la luz las funciones de las salas e mentos, que era la parte final de un ensayo relativo a las causas primeras de la discusi 11 l' llt 11'
incluso el ceremonial correspondiente. Iglesias, palacios, elementos necesarios para fiestas y es- arqueólogos e historiadores del arte a propósito de la excavación de los Foros imp dllll's ,h'
pectáculos se estudian a partir de la secuencia de los asselli y luego se afronta el estudio parti- Roma (Carandini, 1985e).
cularizado de esculturas, pinturas, etc. Wackernagel ha escrito: «debemos actua r con el interés 3. I. Matte Blanco, L'inconscio come insiemi infiniti, 1\1rín, 1981; id. , TilillkillR, ji'l'lillli 1111/1
universal puro y objetivo del botánico, que encuentra dignos de observación no sólo las flores y beeing. Clinical reflections on the foundamental antinomy of human beeings and worlrl, l,olldll'lI,
los frutos perfumados, sino también toda la estructura del árbol, cada un a de las briznas de hier- 1988.
ba e incluso las malas hierbas». 4. Cf. p. 71.
46. R. Bianchi Bandine lli, «U n tempo lontano», Studi Etruschi, 24, 1955-1956, pp. Xl ss. 5. M. Torelli, Lavinio e Roma, Roma , 1984, pp. 149 ss.
(texto que me indicó G. Agosti). 6. A propósito del sueño como «hiperespacio del pensamiento», cf. l. Malle Blanco, «11 sO
47. Id. , «Storietta d'Italia», e n Dal diario di un borghese, Milán, 1962, pp. 414 ss. no: struttura bi-logica e multid imensionale», en VY.AA. , 1 linguaggi del sogno, Florencia, 1984,
48 . Id. , Storicita del/'arte classica, Florencia, 1950, pp. 145 ss. pp. 267 ss.
49. Thornton , Il gusto del/a casa, ciL 7. Cf. M. Wackernagel, Il mondo degli artisti nel Rinascimento fiorentino, Rom a, J994.
50. Bianchi Bandinelli, Dal diario, cil. 8. W. Benjamin, Angelus Novus, IX. Tesi di filosofia della storia.
51. Es una idea provocadora de C. G inzburg, «Spie. Radici di un paradigma indiziario», en
VY.AA. Crisi della ragione, 1\1rín, 1979, p. 169 que contrasta con todo lo afirmado de forma más
razonada en Prove e possibilittl, cil.
52 . Ibid.
53 . H. White, Retorica e slOria, Nápoles, 1978.
54. G . Duby, Il sogno del/a storia, Milán, 1986.
55. Ginzburg, Prove e possibilittl, cit.
56. Carandini, 1985a, I**, pp. 182 ss.
57. Fundamental acerca de la relación entre un a cosa en sí misma e informe/información es
G . Bateson, Verso una ecologia della mente [1972] y Mente e natura [1979] (eL epígrafe).

Proceder hacia atrás (pp. 239-246)

1. C. Ginzburg, «Spie. Radici di un paradigma indiziario», en VY.AA. , Crisi della ragione,


1'\.Irín, 1979. Para comprender mejor las posiciones de Ginzburg, cf. G. Miccoli, Delio Cantimo-
ri. La ricerca di una nuova critica storiografica, 1\1rín, 1970, pp. 203 ss.
2. A. Carandini, «Quando I'indizio va contro il metodo», Quaderni di Storia, JI, 1980, pp. 3
SS.; id. , Paradigma indiziario e conoscenza sto rica, ivi, 12, 1980, pp. 30 ss.
3. C. Ginzburg, Quaderni di storia, 12, 1980, pp. 50 ss.
4. A propósito de indicios débiles y fuertes, cf. A Pinelli, «In margine a Indagini su Piero di
C. G inzburg», Quaderni di storia, 5, 1982, p. 693.
5. C. G inzburg, «Prove e possibilita», en N. Zemon Davis, Il ritorno di Martin guerre, Turín
1984, pp. 131 ss.
6. Una primera versión del texto siguiente se publicó en francés en los trabajos dedicados
a E. Castelnuovo, «Une médecine pour les objets», Études de Lellres. Université de Lausanne,
octubre-diciembre de 1985, pp. 7 ss. Desde entonces muchas veces inicio mis cursos en la uni-
versidad con las primeras gestas de Sherlock Holmes: un manual ideal de arqueología investi-
gadora.
7. U. Eco-T. A. Sebeok, ed., Il segno dei treo Holmes, Dupin e Pierce, Milán, 1983. (hay trad.
casL: El signo de los tres, Lumen, Barcelona, 1989).
8. Ibid. , véase el ensayo de M. A. Bonfantini y G. Proni sobre A Study in Scarlet, retoma-
do también por U. Eco.
9. Il segno dei tre, cil., p. 149.
10. Ibid. , p. 244.
HIli LlO iR A I ,'fA 267
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vey, Sheffield. El volumen Proeesi formativi della stratificazione areheologiea editado p r
Site manual (1990), C. Spence, ed., Arehaeological Site Manual , Museo de Londres, Leonardi (Padua, 1992) merece un comentario. Según el editor, de poco sirve se ,-
Londres (trad. cal. en Trócoli-Sospedra, 1992, vol. 1, pp. 125 ss.). mentar los estratos de tierra en función de simples criterios visuales y físicos y acabar
Sommella, P. (1989), Conclusiones, en Pasquinucci, 1989. por interpretarlos como simples contenedores de acontecimientos: «sólo el conoci-
Spinazzola, V. (1953), Pompei. Alla luce degli seavi nuovi di Via dell'Abbondanza miento de los procesos que originan las deposiciones arqueológicas permite la des 0 -
(1910-1923), Roma. dificación de una estratificación y permite su interpretación». Pero obligar al arqu ' )-
Steinby, E. M. (1988), «n lato orientale del Foro», Archeologia Laziale, IX, Roma, pp. logo a un análisis sistemático «genético-procesual» de cada uno de los estratos s 'da
32 ss. como obligar al crítico literario o al historiador a dar la etimología de cada una d ' las
Terrenato, N. (1989) , «Lo scavo delle mura "romulee"», en Archeologia urbana a palabras mencionadas en las fuentes que utiliza, al historiador del arte a encontrar to-
Roma, p. 85. dos los precedentes iconográficos y a cada individuo a analizar su propio in co ns i ' 11
Trigger, B. G. (1989), A History of arehaeologieal Thought, Cambridge (Mass.) (hay te tras un sueño, una emoción o una acción. El presupuesto de una tal actitud es qu '
trad. cast.: Historia del pensamiento arqueológico, Crítica, Barcelona, 1992). se puede y se debe alcanzar el «conocimiento absoluto», como si fuera posible to 111' ' (1)
Trócoli,1. G., R. Sospedra, eds. (1992), Harris Matrix. Sistemes de registre en arqueo- la mano la realidad objetiva de las cosas (o sea la verdad) y no estuv iéra mos lI aturnl -
logia. Recording Systems in Archaeology, 2 vols., Lleida. mente obligados a recoger sólo limitados conjuntos de indicios (los geoarqu' lot os
Visser Travagli, A. M., Y B. Ward Perkins (1985), «Scavi a Ferrara», Restauro e ciua, deberían leer a este respecto las obras de G. Bateson, publicadas por Adelphi) , S
2, pp. 48 ss. pretende alcanzar la «historia total» partiendo de la más absoluta parcialidad, ca rgll
Voza, G. (1987), Museo archeologieo regionale Paolo orsi a Siracusa, Siracusa. dos de un lastre de detalles en una sola dirección que impide avanzar: una verdad ' 1'1\
Ward Perkins, B. (1981), «Not different from England. A byzantine House in Italy», paradoja. Para llevar a cabo la «descodificación total» sería necesario que en cada UIlU
Popular arehaeology, agosto, pp. 17 ss. de las excavaciones «constantemente presente» hubiera un geoarqueólogo. Esto si ,-
III S'I'()I lA, I'N 1 A '1'II iR RA

nil'ica la para lizació n de las invcsligacioll 's o '1 duplicar unilate ralmente el personal
arqueológico, lo cual es imposible. ' 1dalO más evidente de este libro es la fealdad del
lenguaje utilizado y la actitud categórica y calequística, elementos que más que esti-
mular hacia la ciencia generan un rechazo hacia la exactitud y una añoranza de las
buenas letras, 10 que, sin duda alguna, no formaba parte de los objetivos de los auto-
res. Gran parte del texto no aporta nuevas ideas, sino que hace reformulaciones ter-
minológicas en jerga de cosas resabidas, lo que equivale a decir de forma complicada
cosas banales con el fin de darse más importancia de la que se merece. La arqueolo-
gía de excavación es una ciencia histórica y no puede hundirse en las arenas movedi-
zas de los infinitos intensivos sincrónicos, debe moverse en el diacronismo de la se- ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
cuencia estratigráfica. Es cierto que el resultado final, representado por los estratos,
presupone acciones precedentes, reconstruibles en parte, pero el historiador tiene
que, llegado a un cierto punto, volver a mirar al cielo (los geoarqueólogos se paran Abu Simbel, 4 Cantimori, D., 259 n. 1
generalmente en la metodología y sus resultados concretos son, frecuentemente , de- Adri ano, 255 Carandini, Andrea, VII -XV lll , 263 n. 20, 264
cepcionantes). Una cosa es excavar la cabaña del tío Tom y otra Roma. En situacio- Agosti, G. , 263 n. 14 n. 2, 265 n. 2
nes complejas los materiales se encuentran reelaborados y confundidos hasta el pun- Agripa, 255 Cartago, 17, 30, 125, 140, 171, 194,203
Agustín, san, 43 Castelnuovo, E., 263 n. 10, n. 33, 264 n. 6
to de no manifestar directamente comportamientos humanos significativos y legibles.
Alejandría, 249 Cerveteri, 144
En tales circunstancias, las leyes de la física y de la estática pueden ser de poca utili-
Alfieri, Vittorio, 234, 235 Cipollini, A., 132
dad frente a confusas rarezas y a inenarrables trabajos de una sofisticada cultura hu- Alinari, 255 Columella, 237
mana. Las cuencas de origen, las pérdidas y las reelaboraciones de materiales, las Almagro, Martín, XII , XIII Comacchio, 129
transformaciones químicas y biológicas y las alteraciones posdeposicionales existen y Ampurias, 49 Conan Doyle, Arthur, 239-246
deben conocerse, más de lo que se conocen hoy en día, pero para reconocer historias Andalucía, 165 Corinto, 11
en la tierra hacen falta otras cosas, una mayor modestia y unos intereses más amplios. Ángeles, Los, 254 Croce, Benedetto, 218, 220, 259 n. 1
Una borrascosa exactitud sin cultura es tan dañina como lo contrario, por lo que no Arene Candide, 30 Cunliffe, B., 30
deben seguirse mecanismos preestablecidos en la recogida de los datos geopedológi-
cos sin preocuparse por el destino de las observaciones captadas. La mente del exca- D'Agostino, B., 259 n. 1,26011 .5
Balzac, Honoré de, 138, 247-249
vador no debe hallarse repleta de detalles inútiles para su reconstrucción. Liberémo- De Sanctis, Gaetano, 9, 16
Banks, Phil, xv
nos pues de las utopías inútiles, busquemos mínimos comunes denominadores en el Barberis, Walter, 5 De Vos, M., 96
proceder de la investigación (cuántos arqueólogos se han quedado parados en las téc- Barker, Philip, 1, 30, 47, 54, 89, 110 D elos, 11, 190
nicas de los años treinta) y que una inteligente práctica, hecha de normas y de intui- Bateson, G., 9, 264 n. 57 Duby, G., 237, 264 n. 54
ciones, reine en las excavaciones. Beaulieu-sur-Mer, 144
Bell, J. , 240-242 Eco, Umberto, 245, 264 n. 7, 11. 8
Benjamin, Walter, 257, 265 n. 8 École des Beaux Arts, 70
Berlín, 145 Enzensberger, M., 263 n. 23
Bernabb Brea, L., 24, 30 Esmirna, 27, 194
Bianchi Bandinelli, R. , Xl, 220, 221 , 225, 227, Estrabón, 11
232, 233-236
Biddle, M., 30
Blanc, G. A., 30 Fantastici, S., 234
Bolonia, 129 Fentress, E., 60, 6 1 r.
Bonfantini, M. A., 264 n. 8 Fishbourne, 30
Boni, G. , 28, 29, 53, 54, 130 Flaubert, Gustavc, 220
Bordighera, 30 Florencia, 23, 233
Bouard, Michel de, XII Francovich, Ricca rd ,5, JO
Bullettino di Paletnologia Italiana , 29 Frattesina di Frata Polcs ilHl, Ii
Frere, S. S., 30
Freud, Sigmund, 22 1, .\11. 1l\h, •.1/ • (1
Calvino, Italo, 259 n. 2
Camden, 45
Campos Flegreos, 97-98, 132, 167 Galileo Galilei, 239
Canaletto, 70 Geggiano, 232-236
{N I I II '1 ()NOMASTI Y 'I' l' m{MI ('O 279
278 HI $'I' RIAS IN LA TI ' RRA

Proni, G ., 264 n. 8 Steno , N., 36


Gibson, S., 167 Luni,129
Proust, Marcel, 262 n. Suvorov, A., 234
Ginebra, 168 Lyell, sir Charles, 27, 36
Sylos Labini, P. , 263 n. 22
Ginzburg, Carlo, 239-246, 264 n. 51, n. 1
Giuliani, C. F., 167
Ramsés n, 4
Gloucester, 17, 116 Macaulay, T. B., 235
Reinach, S., 144 Tarquinia, 194
Goethe, Johann Wolfgang, 235, 236 Maiden Castle, 28, 85, 189
Richborough, 45 Tarquinios, 120
Gran Bretaña, 27, 111, 131 Maiuri, A., 28, 29, 54
Rocca San Silvestro, 129 Teodosio I1, 171, 194
Granada, 205; Universidad de, 100 Manacorda, Daniele, 5, 148
Roma, 11, 16,23, 54, 66, 140, 251; Circo Má- Terrenato, Nicola, 5, 124
Guéronde, 138 Mann, Thomas, 221-222, 259 n. 3
ximo, 120; Collegio Romano, 29; Columna Thornton, P., 263 n. 44, 264 n. 49
Mannoni, T., 63
Trajana, 29; Comicio, 28; Cripta de Balbo, Torelli, M., 265 n. 5
Marruecos, 190
115; Forma Urbis, 125; Foro romano, 19, Tucídides, 11
Harris, E. C., XIV , XV, 85 Matte Blanco, Ignacio, 248-250, 265 n. 2,
23; foros imperiales, 2, 23, 219; muralla ser-
Hayes, J ., 85 n. 3
viana, 194; Murallas Aurelianas, 254; Mu-
Hen Dolmen, 198 Medri, Maura, 5, 102, 125, 166
seo della Civilta Romana, 120, 144; Museo Valle d'Oro, 45
Henry, A., 263 n. 38 Meiggs, R , 29
Etnográfico, 29; Palatino, 17, 30, 53, 82, Ventimiglia, 30, 49, 81, 85
Holmes, Sherlock, 240-245 Moder,235
123, 125, 157, 261 n. 5; Panteón, 254-255; Verriere, 234
Homero, 43 Morelli, G. , 239, 246
Porticus Liviae, 203; San Michele, 29; San- Verulamium, 30, 206
Hurst, H., 17 Moscara, G., 3
ta Lucia in Selci, 116; Santa Maria Anti- Vitruvio, 190
Hutton, James, 36 gua, 207; templo de Apolo Sosia no, 53;
templo de Fortuna y Mater Matuta, 120;
Nápoles, 97, 132
templo de los Cástores, 120; templo de Sa- Wackernagel, M., 233, 263-264 n. 45, 265 11 , 7
Nietzsche, Friedrich, 219, 223-224, 263 n. 24
Inglaterra, 30, 55, 65, 107 turno, 120; Via del Corso, 254-255; Via Fla- Warburg, A. , 220
Notizie degli Sea vi, 29, 47, 80, 127
Instituto central del catálogo, 89-101, 131 minia, 254 Ward Perkins, J . B., 167
Nueva York, 254
Romanelli, P., 29 Wheeler, M., XII, XIV, 28, 30, 47-54, 89. 10/ ,
Roskamus, 17 114, 156, 206
White, H ., 235, 264 n. 53
Jacobson, R, 263 n. 37 Olimpia, 186
Winckelmann, J. J. , 225
Jerusalén, 11 Orsi, P., 29
Sanguigna, 11 Winchester, 30, 85, 206, 261 11 . 5
Joukowsky, manual de, 260 n. 2 Ostia: Termas del Nuotatore, 29
Sebeok, Thomas A., 245, 264 n. 7 Wittgenstein, Ludwig, 219
Serlorenzi, M., 116, 124 Woolley, L., 28
Settefinestre, VIII, 1, 30, 45, 60, 89, 99, 129, Worcester, 64, 155
Pallottino, M., 29
Kandinski, Vassi li, 222 139, 141, 144, 145, 154, 157, 163, 166, 190, Wroxeter, 30, 186, 198
Papi, Emanuele, 5
Keay, Simon J. , XIV 212, 237, 261 n. 1
Paren ti, R., 102
Kenyon, K. M., 28, 49 Settis, Salvatore, 5, 145, 263 n. 34
París: Louvre de, 12, 30
Klee , Paul, 222, 257 Siena, 28, 89; Universidad de, 260 n. 2; Villa York, 45, 66, 96, 197; Universidad de , 260 n. 7
Peirce, J. R , 245
Koster Site (Illinois), excavación de, 260 n. 2 del Pavone, 234
Pekín, Ciudad Prohibida de, 12
Spence, Craig, XVI
Pericot, Lluís, XIII
Spina, 197 Zeri, F., 263 n. 10
Pigorini, L., 29
Stendhal, Henri Beyle, 11, 47, 234 Zozaya, Juan, xv
La Regina, A., 2 Pinelli, A., 264 n. 4
La Rocca , E., 53 Pío VI, papa, 234
Lacio, 194 Piranesi, G . B., 70
Lamboglia, N., XI, XII, XIII, XIV, 24, 29, 30, 49, Pirgos,80
81 , 82, 89, 107, 109, 114, 162 Pisa: Cruce (Centro Nazionale Universitario
Lanciani, R, 53, 125 di Calcolo E lettronico), 131
Leopoldo de Toscana, 234 Pitt-Rivers, Julian, 53, 156
Liguria,63 Po, valle del, 197
Londres, 197, 198; Museo de, 31, 91, 96-97, 98, Poe, Edgar Allan, 20
101, 105-106, 114, 118, 119, 127, 140, 141, Pompeya, 28, 54, 116, 194,209,212,247,249,
148, 172,184; riberas del Támesis, 197; Vic- 250,254, 255
toria and Albert Museum, 233 Porches ter, 30
Longhi, R , 218-220 Porellino, 234
Lubbock, J. , 27 Pratz, M., 263 n. 42
Lugli, G., XI , 29 Priene,145
N I 1 :I..l ANAL!TI(' 28 1

90, 100,2 14; d ' l11 un ul11C nl O a rq ueo lógico má rgc nes, 189
(MA), 90; de monume nto a rqueológieo- mate ri a les: coc tán 'OS, . 6 Y 1".; deposición de
hija (MAH), 90; de muestras paleoambie n- los, 32; especiales, 82, 106, 118; intrusión,
tales (FMP), 101 ; de sondeo arqueológico 36; posició n y dist ri bució n de los, 39, 45, 56,
estratigráfico (SAE ), 82, 87, 90, 91-92; de 59-60, 72, 99, ll8, 187 f. ; publicación de los,
tablas de los materiales (TMA), 90, 99, 214; 149-155; recogid a de, 18'1-182 y f.; residua-
de yacimiento (SI), 90; de unidad estrati- les, 36 y f.; so bre la superficie del estrato,
gráfica (UE ), 90, 92-94; de unidad estrati- 74-76; tratamie nto de los, 212-214; y el flu-
gráfica de deposición funeraria (UE D), 98; jo de las aguas superficiales, 32
de unidad estratigráfica de revestimiento materiales que prod uce la excavación, 55 f.
ÍNDICE ANALÍTICO (UER), 90, 95-96; de unidad estratigráfica medidas trid imensionales, 101-107
lígnea (U E L), 96-98; de unidad estratigráfi- medidas verticales, véase cotas
ca mural (U E M), 90, 94-95; para la Numis- medios mecánicos, 45-46 f., 171, 183-184
acciones, 56, 66; numerar las, 78-82 decoración arquitectónica, 116 mática (N), 90, 214 método: abductivo, 239-246; analítico-deduc-
acontecimientos, 57, 139-142 dejar la excavación, cómo, 210-212 flotación , 181-182 y f. tivo, 239-246; de Baker, 47, 54; de Lambo-
actividades, 57, 81, 139-142, 143 f. deposición, 31-33 forma de la excavación, 47-56,169-172 glia, 49, 109; de Wheeler, 47-54; inductivo,
acumulación, 31 -32 deposiciones funerari as, 203 fosas, 170, 189 Y f. , 198, 199-202 239-246; por niveles, 56, 60
aguje ros, 197-199 desgastes, 33 f. , 195-196 fosos, 40, 45 Y f. , 47, 55 Y f. , 194; Y trincheras, microestratos, 60-61
a lfo mbrilla para las rodillas, 180 f. destrucción , 31-32 y f. , 34, 196 204 y f. -205 Y f. microfichas, 146
a ltu ra de estación, 104-105 diagrama estratigráfico, 51 , 80 Y f., 82-88, 89, fotografías, 128-130 mira, 104, 105 f.
alzados, 88, 101, 107, 114-1 16, 127 f. , 128 f. , 106, 124, 134, 140, 146, 147 fotogrametría, 101 , 116 montones, 189
129 diario de excavación, 89, 159 movimiento, 31-34
alzados de los períodos, 116, 117 f. dibujo, 102-107 muros, 40, 47, 59, 75, 80, 82, 94, 115-116, 121,
áreas de excavación, 53, 169-172 dirección correcta en una excavación, 108-109 geología, 37; Y arqueología, 27-31 122, 123 f. , 128, 129, 190-195, 196
arqueología: e historia del arte, 217-238; y geo- y f. , 173 Y f. , 185 Y f. globo aerostático, 130
logía, 27-31 , 247; Y psicología, 247-258 director de la excavación, 89, 156-160 grupos de actividad , 134-138, 139-142, 146
arqueología de monumentos, 20-21 necrópolis, véase deposiciones fune rarias
discurso histórico, 31 , 134-138
arqueometría, 30 documentación gráfica, 101-127 nivel óptico, 104, 105 Y f., 106 Y f., 110
habitaciones, 80, 88, 126, 141, 146, 162, 195 nive les de la excavación, 51-52 f., 56
hachures, 126 f., 127
Cad (Compute r Assisted Design), programas, ediciones, véase publicaciones herramientas, 174-184; carretilla, 176, 180; ce- obje tivo gran angular, 128-130
133 edilicias, técnicas, 29, 95, 190-192 f. pillo, 180; criba, 181 y f.; cubo, 180 y f.; cu- obreros, 162-163
ca nalizaciones, 208-209 embalaje, 213 f. chara, 180; gancho, 180 y f. ; lista de, 182- ordenadores, uso de los, 30, 131-133
cartel itos con los números de los estratos, 111 erosión, 31 y f. , 32-34 183; pala, 176 y f. -178 Y f.; paleta, 178, 179
y f. escala de dibujo, 114, 118-119 Y f. , 123 Y f.; pico, 174, 175 Y f., 176; trowel (paletín),
catálogo, véase publicaciones espalda, posición de la, 174, 175 f. 59 y f., 86, 178-179 Y f. , 181; uso de las, 180 pa isaje agrario, 43, 44
cimentaciones, 36 f. , 190 especializaciones útiles para la excavación, hillfort, 28 paisaje urbano, 43, 44
cloacas, 79, 195 166 historia arqueológica del arte, 226-227 paleoecología, 30, 160
colegio profesional de arqueólogos, 160 estrategia de la excavación, 45, 47-56 humus, 47, 55, 82 paradigma de Galileo, 239-245
columnas, 194 estrategia de la investigación arqueológica, paradigma indiciario, 28, 56, 239-245
comportamientos, 173-174 239-246 pared de la excavación, 172 f., 174 L, 188
conjunto arqueológico (CA), 90, 141 estrato, véase unidad estratigráfica infraexcavar/superexcavar, 184 Y f., 197 f. parrillas, 104 y f.
contextos, 56 estucos, 60-61 y f. , 95-96, 115, 129 interfacies, 32, 36, 77-78, 195-196 perímetro, 35
coord enadas, 102-104 excavación arqueológica: «a contrapelo», 185 investigación, 239-246 periodización , 81-82, 120
cortes de los muros, 205 y f.; de urge ncia, 62-66; experimenta l, 62- períodos, 139-142
cotas, 54, 93, 104-106 Y f., 118 66; por cuadros, 63, 64 f.; prehistórica, 39, piquetas, 103 y f.
crestas de los muros, 110, 196, 197 f. 42; rural, 170; siguiendo los muros, 47 y f. , lectura estratigráfica de las preparaciones de pizarra, 129
criterios gráficos, 113-114, 118-119, 125-127 193; urbana, 23, 30, 169-170 los pavimentos y muros, 116 planimetría, véase pl antas
cro nología absoluta, 36; y los materiales, 152 excavadores, 159-160, 162-163, 173 leyes geológicas, 36-37 plantas: compuestas o de perfodo, 11 9- 1 ~,
f., 155 expoliadores, 195 límites de la excavación, 169 y f. , 170 124 f. , 142; de inte rfase, 123; d ' las IIn idll
crono logía relativa, 59, 79 des estratigráfica s, 116-11 9, 120- 125, l. (l,
cuadrícula, 60, 102, 119 f. 142, 145-146; reconstructi vas, 142- 14.
cubo, 180 y f. fichas , 89-101 , 131; de conj unto arqueológico madera, estructuras de, 197-199 posición: estratigráfica, 35; re lativa e n 1 11 In
cue nca de deposición , 34, 39, 42, 76, 197 (CA) , 90; de material arqueológico (RA), maquetas, 142-145 po, 35; topográfica, 35
282 III S' I'()I(I¡\S HN 1./\ 'l'lIlRR/\

postes de madera, 198-20 I f. superposiciones de muros, 122, 123 f.


potencialidad arqueológica de una estratifica- SlIspensurae, 195
ción, 45, 54
presentación de una excavación, 65 y f.-66
terraplenes, 189
procedimiento de la excavación, 56-62
testigos, 49 y f.-53, 87, 110 Y f.
prospecciones, 43-46 f.
topografía, 43-45
prospecciones preliminares, 45
triangulación, 102, 104
protección con arcilla expandida, 211
trincheras, 47, 48, 112 f., 113 f., 204-205; agrí-
publicaciones, 91 , 134-138, 145-153, 158
público en las excavaciones, 65-66 colas, 209-210 f.; de expolio, 112 f., 206-207
f., 208 f.; paleo ecológicas, 45
punto nodal y seminodal, 140
tubos de terracota, 195
ÍNDICE
rebajes, 171 f. , 195-197 unidad de acción, 56, 134-139
reconstrucción, 32, 60, 70, 72; gráfica, 142-145, un idad de actividad, 134-139
154 f.-155 f. unidad estratigráfica, 56-57, 66, 78, 79 f., 89; ci- Prólogo a la edición española, por XAVIER DUPRÉ RAVENTÓS. VII

refuerzo y apuntalado de una pared, 171-172 clos de deposición y de posdeposición, 74; Prefacio 1
y f. color de, 58, 93; composición, 58, 93; consis-
registro: de la documentación gráfica, 106; de tencia, 58, 93; de acción, 57, 134-139; de des- ESTRATIGRAFÍA Y TÉCNICA DE LA EXCAVACIÓN
las fichas, 106; de las unidades estratigráfi- trucción, 185; de ocupación, 188; excavación
cas, 82, 162; de los materiales especiales, ordenada de, 57-58 y f., 59 f., 87-88 f.; gra-
106,118 nulometría, 93-94; homogénea, 71, 72 Y f., Introducción 11
relación estratigráfica, 57-60, 66, 67 f., 77-78, 76; humedad, condiciones de , 58; identifica- Una conquista moderna 11
83 Y f., 85-88; correlativa, 66-68 f., 140; cor- ción de, 57-60, 66-70, 71-72, 185 Y f.; inclu- Proceder hacia atrás 1
tado por, 66, 68 f.; cubierto por, 58 y f., 66, siones, 57, 93; límite de, 35, 59 Y f., 60, 71, 1\
67 f. , 69; de apoyo, 66, 67 f.; de contempo- 118; limpieza de, 58, 111, 183, 196, 197 f.; ne-
Cuestiones disciplinarias
Preguntas y respuestas. 1\
raneidad, 66, 69; de sucesión, 66; igual a, gativa horizontal, 77, 78 Y f., 80 f., 81; nega-
66,67 f.; inexistente, 66, 69; redundante, 85; tiva vertical, 77, 78 Yf., 80 f., 81; numeración Calidad y cantidad. 1I
rellenado por, 66, 68 f . de, 68 f., 69 y f., 78-82; planimetría, 54, 89, Construcción, ruina y estratificación 1.
relaciones topográficas, 69-70 92-93, 116-119; posición estratigráfica, 35; Deberes del excavador. 1.
relieve, 35 y f. posición topográfica, 35, 93; positiva hori- 16
rellenos de fosas , 189 zontal, 75 y f., 77, 78-79, 80 f., 184-188; posi- Un juego universal.
tiva vertical, 75 y f., 77,78 Yf. , 80 f., 189; pro- Objetividad y subjetividad 17
responsables: de la excavación, 160-162; de la
logística y de los instrumentos, 168-169; de ceso de formación, 31-34 y f., 39-42, 57, Destrucción y documentación 18
la paleo ecología, 166-168; de la restaura- 72-74,77, 93; superficie de, 32-33 y f., 57-58 Monumentos e indicios 19
ción, 166-168; de los materiales, 165; del di- Y f., 73-76, 77-78 Y f., 81; volumen de, 72-73, Regreso a la arquitectura 20
bujo, 166-168 77,80; zona de transición, 71 y f., 93 21
unidad topográfica, 90, 141-142 ¿Dejar de excavar?
unidades de interpretación, 140-142 Excavación y ahorro 22
Saxa, programa informático, 131-133 Méritos de una generación 23
secciones, 50 y f. , 51 Y f., 58, 83 y f., 86-87 f., valorización, 148
107-114; acumulativas, 50, 54, 109-111, 118; varillas metálicas, 103 1. Historia y principios de la estratigrafía 27
en los cortes, 54, 111; interpretadas, 109, volumen, 35 27
113; móviles, 108; ocasionales, 109, 111-112 Geología y arqueología
sectores, 169-172 Estratificación en general . •1
secuencia estratigráfica, 82-88 «white water proof labels», 111 Estratos naturales y antrópicos 36
sondeos, 47, 48 Y f., 49 Y f., 50-51, 54 f., 169-
172 yacimientos, 38, 43, 45, 54-55, 141; en altura, 2. De la estratificación a la estratigrafía 4.
subterráneos, 170 32; en llanuras, 32 141; fichas de (SI), 90 43
Estrategias y métodos de excavación
Prospecciones . 43
Forma de la excavación 47
Procedimiento de la excavación 56
Excavación experimental, de urgencia y el público 62
(N I ICti
R4 III S' I'OIW\S I ! N Li\ Tll m l{¡\

1(JI)
Las unidades de la excavación . 66 Excavar
16t)
Identificar acciones y sus relaciones 66 Sondeos, áreas y sectores
Comportamientos . 17.
E stratos: volúmenes, superficies y tipos 71
El uso de las herramientas . 174
Superficies en sí 77 181
N umerar las acciones . 79 Recoger, cribar, flotar
Lista de herramientas 18
Secuencia estratigráfica 82 184
Cosas que excavar.
Estratos horizontales 184
3. La documentación . 89 189
Las fichas . 89 Rellenos de fosas y montones
Márgenes y terraplenes 189
Fichas de las unidades estratigráficas y de sus materiales 89 189
Ficha de sondeo arqueológico (SAE) . 91 Muros, columnas y suspensurae
Desgastes, rebajes y destrucciones 195
Ficha de unidad estratigráfica (UE) 92 197
Ficha de unidad estratigráfica mural (UEM) 94 Agujeros y trazas de estructuras de madera
Fosas . . 199
Ficha de unidad estratigráfica de revestimiento (UER) . 95 203
Ficha de unidad estratigráfica lígnea (UEL) 96 Deposiciones funerarias
Fosos y trincheras . 204
Ficha de unidad estratigráfica de deposición funeraria (UED) 98 205
Tablas de materiales (TMA) 99 Cortes de muros
Trincheras de expolio 206
Ficha de material arqueológico (RA) . 100
Canalizaciones. 20R
Ficha de las muestras paleoambientales (FMP) . 101 2 (1)
Los gráficos y las fotografías 101 Trincheras agrícolas
Lo excavado 210
Medidas tridimensionales 101 lO
Secciones y alzados 107 Cómo dejar la excavación
Tratamiento de los materiales arqueológicos 212
Planimetrías 116
Fotografías. 128
La informática 131 ESTRATIGRAFÍA Y CULTURA DE LOS INDICIOS
El uso del ordenador 131 217
Lo ordinario y lo importante
Proceder hacia atrás 239
4. Narración y edición 134 247
De las cosas al hombre. 134 Análisis de lo sumergido
Actividades, grupos de actividades y acontecimientos/períodos . 139 59
Las reconstrucciones gráficas 142 Notas .
Bibliografía 2M
La edición de las estructuras 145
El catálogo y la publicación 151 Índice onomástico y toponímico n
Índice analítico HO
La publicación de los materiales 154
Los materiales y la cronología absoluta. 155

5. La excavación como práctica 156


El excavador . 156
El director de la excavación 156
Los responsables de la excavación 160
Los excavadores 162
La excavación y las instituciones 163
El responsable de los materiales 165
Los responsables del dibujo, de la paleoecologfa y de la restauración 166
Los responsables de la logística y de los instrumentos . 168

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