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Si, como es inevitable, debemos morir, actuemos de manera que no muramos sin haber existido.

Las fuerzas temibles que debemos combatir se disponen a aplastarnos, y sin duda pueden impedir que existamos plenamente, es decir, que imprimamos al mundo la marca de nuestra voluntad. Pero hay un dominio en el que son impotentes. No pueden impedir que trabajemos para concebir claramente el objeto de nuestros esfuerzos, a fin de que, si no podemos realizar lo que queremos, al menos lo hayamos querido y no deseado cie amente! y, por otra parte, nuestra debilidad puede en verdad impedirnos vencer, pero no comprender la fuerza que nos aplasta. Nada en el mundo puede impedirnos ser l"cidos. No hay nin una contradicci#n entre esta tarea de esclarecimiento te#rico y las tareas que plantean la lucha eficaz! por el contrario, hay correlaci#n, puesto que no se puede actuar sin saber lo que se quiere y qu$ obst%culos hay que vencer. No obstante, siendo de todas maneras limitado el tiempo del que disponemos, se est% obli ado a repartirlo entre la reflexi#n y la acci#n, o para hablar con mayor modestia, la preparaci#n para la acci#n. &ste reparto no puede ser determinado por nin una re la, sino solamente por el temperamento, el car%cter, las dotes naturales de cada uno, las conjeturas que cada uno se forma respecto al futuro, el azar de las circunstancias. &n cualquier caso, la mayor desdicha para nosotros ser'a morir incapaces a la vez de triunfar y de comprender(, Simone )eil.

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