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ASOCIACION, FUNDACIONES Y COOPERATIVAS

LA PERSONA JURIDICA NO LUCRATIVA TIPO ASOCIACION. CONCEPTOS GENERALES

I. Persona jurídica no lucrativa.

1. Concepto básico.

La persona es el centro del Derecho civil; en realidad, es el centro de todo el Derecho. La


persona, como ser capaz de derechos y obligaciones, es el ser humano, pero éste es persona,
no sólo en su individualidad, sino también en su colectividad, como organización de seres
humanos: la primera, es la persona física; la segunda, la persona jurídica.
La persona jurídica, pues, tiene personalidad, es decir -aún con diferencia de matices-
capacidad jurídica, cualidad de sujeto de derecho. Esta corresponde no sólo a la persona
física, sino también a ciertas organizaciones de personas físicas. Esta idea de organización
preside las definiciones de persona jurídica en casi toda la doctrina moderna. Es la
organización humana encaminada a la consecución de un fin, a la que el Derecho acepta
como miembro de la Comunidad, otorgándole capacidad jurídica.
La Declaración Universal de Derechos del Hombre, de 16 diciembre de 1948, proclamada
por las Naciones Unidas, dispone en su art. 20 que toda persona tiene derecho a la libertad
de reunión y de asociación pacíficas. En el mismo sentido, en la Constitución española -art.
22- se reconoce el derecho de asociación y las asociaciones deberán inscribirse en un
registro a los solos efectos de publicidad, no permitiéndose las que tengan fines o medios
delictivos ni las secretas y paramilitares, sólo pudiendo ser disueltas o suspendidas por
resolución judicial motivada. Asimismo -art. 34- se reconoce el derecho de fundación para
fines de interés general, con arreglo a la ley.
Las organizaciones de personas físicas para la consecución de un fin lícito, no siempre son
aceptadas por el Derecho como personas jurídicas, ya que existen organizaciones que
aunque el propio Ordenamiento reconoce su licitud e importancia, no son tenidas como
tales, de carácter personal, como el grupo familiar, de carácter económico-familiar, como la
comunidad (mal llamada sociedad) de gananciales, y de carácter patrimonial, como la
propiedad horizontal. Por tanto, es importante destacar que la aceptación de la personalidad
jurídica de ciertas organizaciones de seres humanos, es una creación jurídica: es el
Ordenamiento el que prevé el reconocimiento como persona jurídica de organizaciones
humanas, no de forma arbitraria, sino partiendo de las aludidas normas constitucionales, se
acepta la personalidad de ciertas clases de organizaciones, siempre que se cumplan los
requisitos previamente establecidos.

2. El art. 35 del Código civil.


Este artículo hace la distinción de las personas jurídicas en asociaciones y fundaciones.
La asociación es una organización formada por un grupo de personas; éstas deciden su
funcionamiento y su actuación; son soberanos de la misma; su esencia es, pues, la
pluralidad de personas, universitas personarum.
La fundación es una organización creada (fundada) por una persona (el fundador) para
cumplir un fin de interés general impuesto por ésta, para lo cual le ha dotado de medios
económicos adecuados; es la voluntad del fundador la decisiva para la organización,
funcionamiento y actuación; las personas que rigen la fundación no son soberanos de la
misma; sino que deben cumplir el fin ordenado, con la organización que ha creado el
fundador y con los medios de que fueron dotados por éste: son servidores de la fundación.
Su esencia radica en los medios adecuados para el fin, universitas bonorum. Siempre serán
de interés público o general (art. 34 de la Constitución y 35.1 del Código civil).
Las corporaciones no son un tercer tipo de personas jurídicas, sino que son asociaciones
con la particularidad de haber sido creadas o reconocidas expresamente por la ley, que les
otorga su concreta capacidad: sin embargo el resto de asociaciones se crean por negocio
jurídico; así lo expresa el art. 37: "la capacidad civil de las corporaciones se regulará por las
leyes que las hayan creado o reconocido"; son normalmente públicas y, de ser privadas, de
interés general.
A su vez, dentro de las asociaciones se distinguen las asociaciones stricto sensu (Ley de 24
diciembre de 1964) que pueden perseguir cualquier fin (de interés público o de interés
privado) que puede ser de lucro o no (cultural, recreativo, etc) y las sociedades civiles (art.
1665 del Código civil) o mercantiles (Código de comercio y Leyes de Sociedades
Anónimas y de Sociedades de responsabilidad limitada), que persiguen fin de lucro; las
sociedades, pues, son una especie dentro del género de las asociaciones.
También en este artículo se prevé el nacimiento de la persona jurídica, en el sentido de la
adquisición de la personalidad, de la misma forma que el art. 29 lo prevé para la persona
física. De los dos sistemas de adquisición de la personalidad, el de concesión (por un
órgano del Estado) y el de atribución (por el Derecho) o libre constitución, éste es el
seguido en el Derecho español que proclama la propia Constitución, arts. 22 y 34, como
derecho del ciudadano, aclarando (en el apartado 3 del art. 22) que la exigencia de
inscripción, cuando sea precisa, no es un tipo de concesión, sino un requisito más (como el
de la escritura pública en las sociedades mercantiles) que exige el Derecho y "a los solos
efectos de publicidad", aunque -qué duda cabe- la inscripción llevará consigo un control de
que se reúnen los requisitos que exige el Derecho (así, la inscripción en el Registro de
asociaciones o en el registro mercantil).
El art. 35, número 1, del Código civil proclama el mismo principio respecto a las personas
jurídicas de interés público: "su personalidad empieza desde el instante mismo en que, con
arreglo a derecho hubieren quedado válidamente constituidas"; y en el número 2, respecto a
las interés privado lo reitera: "a las que la ley conceda personalidad propia". Es, pues, el
Derecho y la Ley, quien atribuye la capacidad, no un órgano del Estado. El mismo principio
se mantiene en las asociaciones por Ley de 24 de diciembre de 1964 (art. 3, num. 6é) y en
las sociedades civiles (art. 1669, a sensu contrario) y mercantiles (Código de comercio, Ley
de Sociedades Anónimas y Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada). Igualmente,
las fundaciones no requieren especial concesión de capacidad. El art. 3 de la Ley 30/1994,
de 24 noviembre, de Fundaciones y de Incentivos fiscales a la participación privada en
interés general, dispone que las fundaciones tienen personalidad jurídica desde la
inscripción de la escritura pública de su constitución en el Registro de fundaciones y añade
que la inscripción sólo puede ser denegada si la escritura no cumple las disposiciones
legales (lo cual es obvio y coincide con toda inscripción en registro oficial).

3. Clasificaciones básicas.

En el apartado anterior, se ha hecho la clasificación de personas jurídicas tipo asociación y


tipo fundación, y las primeras en asociaciones stricto sensu y sociedades civiles o
mercantiles.
Las personas jurídicas pueden ser públicas y privadas. Las primeras son las encuadradas en
la organización estatal formando parte de la misma: son el Estado, Comunidades
Autónomas, provincias, municipios y entidades u organismos pertenecientes al estado o
autónomos, pertenecientes al derecho público. Las segundas son las ajenas a la
organización estatal, que a su vez, se distinguen en las de interés público, que son
corporaciones, asociaciones y fundaciones (número 1 del art. 35) y de interés privado
(número 2) que son sólo asociaciones, ya que no caben corporaciones ni fundaciones de
interés particular.
Respecto a las asociaciones de interés privado, el art. 36 del Código civil hace una remisión
en bloque a la normativa del contrato de sociedad.
Lo cual hay que matizarlo, ya que en el tiempo del Código civil, no había otra cosa que
precisamente la normativa del contrato de sociedad en el mismo y la del Código de
comercio. Hoy debe entenderse la remisión en el sentido de que las asociaciones sensu
stricto se regulan por su específica normativa, las asociaciones de tipo sociedad civil por los
arts. 1665 y ss. del Código civil y las sociedades mercantiles por las normas del Código de
comercio o de leyes especiales.

4. La persona jurídica no lucrativa, tipo asociación.

De las clasificaciones expuestas en el apartado anterior se llega a la persona jurídica no


lucrativa, tipo asociación.
Para empezar, se distinguen las personas jurídicas tipo asociación y tipo fundación, hoy
objeto de la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de fundaciones y de incentivos fiscales a la
participación privada en actividades de interés general; de esta última hay que hacer
abstracción. A su vez, las asociaciones en sentido amplio, comprenden las asociaciones
stricto sensu y las sociedades que persiguen fin de lucro.
Las asociaciones stricto sensu que no persiguen fin de lucro, son las personas jurídicas no
lucrativas, tipo asociación. Organización formada por un grupo de personas físicas,
encaminada a la consecución de un fin no lucrativo, que es aceptado por el Derecho como
miembro de la Comunidad, otorgándole capacidad jurídica. La legislación sobre las mismas
se halla en la Ley 191/1964, de 24 de diciembre, de Asociaciones y en el Decreto
1440/1965, de 20 de mayo, de normas complementarias de la ley de Asociaciones. Ambas,
se dictaron con arreglo a "la libertad de asociación reconocida en el párrafo primero del art.
16 del Fuero de los españoles" (art. 1 de la Ley). Muchas de sus normas son claramente
anticonstitucionales (preaviso de las sesiones al Gobernador civil, acceso de "representantes
especialmente designados" por la autoridad gubernativa al local, a las reuniones y a los
libros y documentos). No se ha formulado cuestión de inconstitucionalidad ante el Tribunal
Constitucional, pues en la práctica simplemente no se cumplen muchas de las normas y no
se plantean problemas.

II. Estructura de la persona jurídica no lucrativa. tipo asociacion.

1. Esencia.

La esencia de toda asociación es la unión de personas a la que se reconoce capacidad


jurídica. Si la organización es el elemento esencial de toda persona jurídica, el grupo de
personas es el esencial de la asociación, y el fin no lucrativo, la esencia de esta persona
jurídica no lucrativa.

Esta tiene la siguiente estructura: primero, elementos materiales:

1. agrupación de personas,
2. un patrimonio,
3. la finalidad no lucrativa;

segundo, elementos formales:

1. reglas de funcionamiento,
2. publicidad.

2. Elementos materiales.

1. Agrupación de personas. Es elemento esencial e inmanente al concepto mismo de


asociación, que es una organización que recae sobre un grupo de personas. La Ley de
Asociaciones no exige un número mínimo, sino (art. 3.1) varias personas naturales, es
decir, que haya dos o más.
Se planteó de antiguo el problema de si subsistía una persona jurídica en la que los socios
se redujeran (muerte, salida de la asociación, etc.) hasta quedar uno solo. Aunque la
situación es anómala y puede llegarse a la deformación del concepto de persona jurídica, la
reducción a un solo miembro no implica automáticamente la extinción de la misma, tanto
más cuanto puede de nuevo ampliarse el número de personas físicas.

2. Patrimonio. Para que una asociación no sea una mera entelequia, es preciso que tenga un
patrimonio personal, de mayor o menor entidad, formado por aportación inicial, cuotas,
donaciones, etc. Así lo exige la Ley de Asociaciones (art. 3.2.8º).

3. Finalidad no lucrativa. La organización del grupo de personas tiene razón de ser en


cuanto están unidas por una finalidad común, en el caso contemplado, no lucrativa. Ley de
Asociaciones (art. 1.1) exige que sean lícitas y determinadas.
3. Elementos formales.

1. Reglas de funcionamiento. Toda organización (la persona jurídica es una organización)


precisa de unas reglas de funcionamiento que como mínimo, indicarán el nombre, la
finalidad u objeto social, los órganos, el patrimonio y derechos y deberes de sus miembros.
Estas reglas constarán en los estatutos que exige la Ley de Asociaciones y detalla su
contenido (en el art. 3).

2. Publicidad. Es precisa una publicidad a fin de que se conozca la existencia, finalidad,


estructura, órganos, etc., de la persona jurídica. La Ley de Asociaciones establece para las
mismas un Registro provincial, para las de este ámbito, y un Registro nacional para las de
ámbito territorial superior.

III. Constitución y adquisición de la personalidad juridica.

1. Adquisición de la capacidad.

Al ser humano se le atribuye por el Derecho la capacidad jurídica por el mero hecho de
venir a la vida: el nacimiento determina la personalidad, como dice el art. 29. Por similitud
de ideas, se habla también de nacimiento de la persona jurídica cuando ésta adquiere su
capacidad jurídica, es decir, viene a la vida jurídica.
Hay dos sistemas: el de concesión (por la autoridad) por el que un determinado órgano del
Estado concede la capacidad a la organización y ésta deviene, por ello, persona jurídica;
adquiere la capacidad jurídica por la concesión.
Y el contrapuesto es el de atribución (por el Derecho) o libre constitución, por el que a la
organización que reúne los elementos esenciales que exige el Derecho, establecidos como
norma general (también al ser humano se le exigen ciertos requisitos, art. 30) se le atribuye
la capacidad jurídica.
Este último es el sistema seguido en el Derecho español que proclama la propia
Constitución, arts. 22 y 34, como derecho del ciudadano, aclarando (en el apartado 3 del
art. 22) que la exigencia de inscripción, cuando sea precisa, no es un tipo de concesión, sino
un requisito más (como el de la escritura pública en las sociedades mercantiles) que exige
el Derecho y a los solos efectos de publicidad, aunque la inscripción llevará consigo un
control de que se reúnen los requisitos que exige el Derecho (así, la inscripción en el
Registro de asociaciones).
El art. 35.1 del Código civil proclama el mismo principio respecto a las personas jurídicas
de interés público; su personalidad empieza desde el instante mismo en que, con arreglo a
derecho hubieren quedado válidamente constituidas; y en el num. 2, respecto a las de
interés privado, lo reitera: a las que la ley conceda personalidad propia. Es, pues, el
Derecho, la Ley, quien atribuye la capacidad, no un órgano del Estado. El mismo principio
se mantiene en las asociaciones por Ley de 24 de diciembre de 1964 (art. 3, num. 6).
Cuando concurren los elementos que forman la estructura de la persona jurídica no
lucrativa, tipo asociación, no nace ipso iure, sino que es preciso el acto constitutivo. Este es
un negocio jurídico multilateral que requiere declaraciones de voluntad de todas los que la
crean; son, pues, sujetos los que emiten la declaración de voluntad constitutiva, los (más de
uno, en todo caso) asociados que crean la asociación; el objeto, la persona jurídica no
lucrativa, tipo asociación, que se constituye, con todos los elementos materiales y formales;
y la causa, función económico-social del negocio jurídico, que justifica su existencia y que
debe reunir los requisitos de la causa de todo negocio jurídico; en consecuencia, la persona
jurídico no lucrativa, tipo asociación, que se constituye, debe ser lícita, entendiendo por tal
la que no sea contraria a las leyes, a la moral, y al orden público (art. 1255 C.c.); el art. 22.2
de la Constitución considera ilegales (contrarias a las leyes) las que persigan fines o utilicen
medios delictivos, y prohibe (por tanto, también son contrarias a la ley, la propia
Constitución) las secretas y las paramilitares.
En la constitución de la persona jurídica no lucrativa, tipo asociación, puede acogerse ésta a
la declaración de utilidad pública, que prevé el art. 4 de la Ley de Asociaciones de 24
diciembre 1964 que ha sido redactado de nuevo por la Ley de 24 noviembre 1994, de
Fundaciones (disposición adicional decimotercera). Debe reunir una serie de requisitos,
entre los cuales se halla el carecer de ánimo de lucro (art. 4.1.c). La declaración de utilidad
pública se hace por Orden del Ministro de Justicia e Interior, da derecho a usar la mención
"declarada de utilidad pública" y disfrutar de exenciones y beneficios fiscales (art. 4.2).
Deben rendir cuentas ante el Ministerio de Justicia e Interior u otro organismo público.

2. Capacidad jurídica.

La persona jurídica, como tal persona, es sujeto de derecho, tiene personalidad, capacidad
jurídica, lo que es inherente a su propio concepto y así lo proclama el art. 35.
Sin embargo, se siguen dos sistemas distintos en orden, no propiamente a la cualidad de
tener capacidad jurídica, sino a la extensión de la misma.
El sistema de especialidad, propio del Derecho anglosajón, significa que su capacidad
jurídica viene delimitado por su objeto; es decir, tiene la necesaria para alcanzar su fin, pero
no más allá.
El sistema ultra vires o de capacidad general implica que la persona jurídica tiene capaciad
general para todas las relaciones jurídicas.
Este segundo sistema, admitido hoy generalmente por los Ordenamientos jurídicos
modernos, es el seguido por el Derecho español, con la salvedad de que no alcanza a
aquellas relaciones jurídicas que implican un substrato humano, personal o familiar.
El Código civil recoge claramente este sistema en su art. 38 y otros, que se enumeran a
continuación. También la Jurisprudencia.
Así, la persona jurídica tiene nacionalidad y domicilio; no le será aplicable la normativa de
la ausencia e incapacitación.
En materia de Derecho de obligaciones, dice expresamente el art. 38 que pueden contraer
obligaciones, tanto como sujetos activos como pasivos, y concretamente del art. 625 se
desprende que pueden aceptar donaciones.
En materia de derechos reales, el mismo art. 38 dice que las personas jurídicas pueden
adquirir y poseer bienes de todas clases, cuya inscripción en el Registro de la Propiedad
permite expresamente el art. 2, num. 6º de la Ley Hipotecaria. Existe una especialidad en el
derecho de usufructo, naturalmente vitalicio, que si el usufructuario es persona jurídica, se
extingue por la extinción de la misma, o como máximo, a los treinta años, según dispone el
art. 515.
No caben relaciones familiares en la persona jurídica, a pesar de lo cual se prevé que una
entidad pública sea el tutor (art. 239) e incluso pueden ser tutores personas jurídicas sin
finalidad lucrativa y entre cuyos fines figure la protección de menores e incapacitados (art.
242).
Tampoco en el Derecho de sucesiones la persona jurídica puede ser causante de una
sucesión, ya que no es equiparable ni produce los mismos efectos la muerte de la persona
física que la extinción de la jurídica, pero sí puede ser causahabiente: puede suceder (art.
745.2 a sensu contrario) y (aunque esto se refiere a capacidad de obrar) aceptar la herencia
(ex art. 992, primer párrafo, y expresamente art. 993), aunque para repudiarla necesita
aprobación judicial con audiencia del Ministerio fiscal (art. 993, segundo inciso).
Por último, puede la persona jurídica hacer valer sus derechos frente a los órganos
jurisdiccionales, como expresa el art. 38: ejercitar acciones civiles o criminales, lo que se
extiende a toda reclamación o actuación administrativa.
Todo lo anterior tiene especial importancia respecto a la persona jurídica no lucrativa. Esta
tiene amplia capacidad jurídica, sin estar limitada a su función o estricto objeto social. La
sentencia del Tribunal Supremo de 7 mayo 1987 (Actualidad Civil 680/1987) admitió la
validez de una operación de garantía suscrita por persona jurídica no lucrativa, aunque no
era de tipo asociación, sino una fundación. La Dirección General de Registros y del
Notariado, en Resolución de 2 febrero 1966, contempla el caso opuesto: reconoce a una
persona jurídica con ánimo de lucro, la capacidad para hacer una donación; en Resolución
de 8 octubre 1964 declara con carácter general que al tercero no debe obligársele a que
valore y se asegure de la adecuación entre el negocio jurídico y el objeto social.

3. Capacidad de obrar.

La persona jurídica, dentro del ámbito de su personalidad, tiene capacidad de obrar, siendo
titular de derechos y obligaciones (capacidad jurídica) puede ejercitarlos por sí misma
(capacidad de obrar).
Sin embargo, este ejercicio de los derechos lo hará a través de una persona física, que es un
órgano de la jurídica (incluso terminológicamente, es evidente el símil con la persona física
que actúa por medio de sus órganos: boca, manos...).
Es un órgano de la persona jurídica aquel ser humano cuya voluntad se estima como
voluntad de aquella; forma parte integrante de la persona jurídica; está integrado en su
estructura misma; recibe su carácter de la misma organización o estructura; su posición es
monista; no actúa en nombre de la persona jurídica, sino que es ésta misma actuando
(presidente de una asociación, por ejemplo).
Distinto es el caso del representante; éste tiene poder de representación otorgado por la
persona jurídica; ésta a su vez, le ha otorgado dicho poder a través de un órgano (el
presidente de la Asociación, ante Notario, otorga poder al representante, por ejemplo a un
Procurador de los Tribunales); el representante está fuera de la persona jurídica; actúa en
nombre y por cuenta de la misma; su posición es dualista; actúa en nombre y por cuenta de
la persona jurídica y su acto es eficaz para ésta en virtud del poder de representación.
La persona jurídica no lucrativa, tipo Asociación, según la Ley de Asociaciones de 24
diciembre 1964, debe regular en sus estatutos, los órganos directivos y forma de
administración (art. 3.2.5) y el régimen de la misma (art. 6.1). La ley prevé que el órgano
supremo es la Asamblea general de los socios, que adoptan los acuerdos por mayoría y que
debe ser convocada, como asamblea ordinaria, una vez al año y puede serlo, como
asamblea extraordinaria. El órgano ejecutivo es la junta directiva (art. 6.2 y 3).
El órgano de la Asociación, que ostenta su represetación, es el Presidente (art. 10.2 del
Decreto de 20 mayo 1965).

4. Extinción de la asociación.

El art. 6.7 de la Ley de Asociaciones, dispone que éstas se extinguen por la voluntad de los
socios, por las causas determinadas en el art. 39 C.c. y por sentencia judicial.
En cuanto a lo reseñado por el art. 39 C.c. las causas de extinción comunes a toda persona
jurídica las enumera el primer inciso de dicho art. 39, concretándolas al plazo, finalidad e
imposibilidad:

1. por haber expirado el plazo durante el cual funcionaba legalmente, o

2. por haber realizado el fin para el cual se constituyeron, o

3. por ser ya imposible aplicar a éste la actividad y los medios de que disponían.

IV. Libertad negativa de asociacion.

1. Punto de partida.

La Declaración Universal de los derechos humanos, de 16 diciembre 1948, dispone en su


art. 20.2 (en el apartado 1 proclama la libertad de asociación) que nadie podrá ser obligado
a pertenecer a una asociación.
El art. 22.1 de la Constitución española dispone que se reconoce el derecho de asociación;
no prevé expresamente la libertad negativa de asociación, como derecho a no estar
forzosamente en una asociación (o sindicato: libertad sindical, art. 28.1 in fine: "nadie
podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato").
Pero si explícitamente la libertad negativa de asociación no se contempla en la
Constitución, implícitamente sí se halla en la misma.

2. La libertad negativa de asociación.

En efecto, no hay duda de que la libertad negativa de asociación se halla implícitamente


contenida en el citado precepto constitucional. Así lo expresa claramente recogiendo
doctrina anterior, el Tribunal Constitucional, en sentencia 139/1989, de 20 de julio
(Actualidad civil, ref. 97/90): "el contenido esencial del derecho de asociación establecido
por el art. 22.1 de la Constitución comprende tanto la libertad de asociarse como la de no
asociarse" (fundamento segundo, primer párrafo) y lo ratifica más adelante: "... el contenido
esencial del derecho de asociación establecido en el art. 22.1 de la Constitución, y por la
misma razón el derecho a sindicarse libremente que reconoce el art. 28.1 comprende tanto
la libertad de asociarse como la de no asociarse. Aspectos positivo y negativo de un mismo
derecho, no sólo reconocidos por la jurisprudencia de este Tribunal... sino también porque
así lo impone la interpretación que ha de hacerse de las normas relativas a los derechos
fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce, de conformidad con la
Declaración Universal de derechos humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre
las mismas materias ratificados por España (art. 10.2 C.E.). En el art. 20.1 de la citada
Declaración Universal está recogida la vertiente negativa del derecho de asociación
mientras que la positiva lo está en el art. 20 del Pacto de Derechos civiles y políticos y en el
art. 11 del Convenio de Roma".
Consecuencia de ello, es que no se admite, constitucionalmente, la adscripción obligatoria a
las Cámaras Agrarias (sentencia del T.C., citada, 139/1989, de 20 julio y del T.S. de 13
diciembre 1989); por el contrario, es constitucional la colegiación obligatoria a los Colegios
profesionales (sentencia del T.C. 131/1989, de 19 julio y del T.S. de 10 octubre 1991).

3. Los colegios profesionales.

Planteado el tema de la colegiación en el Colegio profesional de Médicos, la sentencia


131/1989, de 19 julio (Actualidad civil, ref. 79/90) no declara inconstitucional la
obligatoriedad de la colegiación para el ejercicio de ciertas profesiones como la médica.
Es claro, lo que expresa el fundamento 4; segundo párrafo: "... es preciso recordar la
doctrina que viene manteniendo este Tribunal sobre la admisibilidad constitucional de la
colegiación obligatoria y que, recientemente, ha quedado plasmada en la STC 89/1989,
dictada con ocasión de la cuestión de inconstitucionalidad núm. 350/85, sobre supuesta
inconstitucionalidad del párrafo segundo del art. 3 de la Ley de Colegios Profesionales de
13 de febrero de 1974. En dicha Sentencia, tras afirmarse que si los Colegios profesionales,
por su tradición, por su naturaleza jurídica y fines y por su constitucionalmente permitida
regulación por Ley, no son subsumibles en la totalidad del sistema general de las
asociaciones a las que se refiere el art. 22 C.E. porque, aún siendo en cierto modo
asociaciones, constituyen una peculiar o especial clase de ellas, con reglas legales propias
(art. 36), distintas de las asociaciones de naturaleza jurídico privada, es claro que no puede
serles aplicable el régimen de éstas y que al cumplirse por los Colegios profesionales otros
fines específicos determinados por la profesión titulada, de indudable interés público
(disciplina profesional, normas deontológicas, sanciones penales o administrativas, recursos
procesales, etc), ello justifica innegablemente la opción deferida al legislador para regular
aquellos Colegios y para configurarlos como lo hace la Ley 2/1974 y las normas
complementarias citadas, que en nada vulneran el contenido de la norma constitucional (art.
36) habilitante, ni tampoco el art. 22, por las razones expuestas, el Tribunal concluye que la
colegiación obligatoria, como requisito exigido por la Ley para el ejercicio de la profesión,
no constituye, pues, una vulneración del principio y derecho de libertad asociativa, activa o
pasiva".
Y la anterior doctrina, la considera (a continuación, en el mismo fundamento) aplicable al
caso de los Colegios profesionales: "no siendo incompatible con el derecho de asociación la
adscripción o colegiación obligatoria que la Ley de Colegios Profesionales y, en esta
ocasión, el art. 1, apartado 4, inciso segundo y el art. 35 de los Estatutos Generales de la
Organización Médica Colegial (Real Decreto 1018/1980, de 19 de mayo) imponen para el
ejercicio de la profesión médica en cualquiera de sus modalidades y, bien en forma
independiente o bien al servicio de la Administración Central del Estado, de las
Comunidades Autónomas, Local o Institucional o de cualesquiera otras entidades públicas
o privadas, resulta evidente que la vulneración denunciada por el actor debe ser rechazada.
La circunstancia de que el ejercicio de la actividad como Médico especialista en
Neurología, en el presente caso, no se realice privadamente, actuando como profesional
liberal, sino en una institución dependiente del INSALUD, es, a estos efectos, irrelevante,
pues, aunque esa actividad profesional se preste en un régimen funcionarial o de
dependencia de una organización pública, no por ello deja de ejercerse la profesión de
médico a la que el legislador, en su libertad de configuración y las correspondientes normas
estatutarias han anudado legítimamente la obligación de la colegiación".
Por otra parte, el Tribunal Supremo, en sentencia de 10 octubre 1991 (Actualidad civil, ref.
160/92) sobre nulidad de la constitución de un Sindicato de Abogados, ajeno al Colegio de
Abogados, que fue estimada en ambas instancias y no prosperó el recurso de casación,
expresa, en lo que se refiere a la constitucionalidad, el fundamento 9: "lo que no quiere la
Constitución es que la pluralidad de esos instrumentos asociativos puedan ser arbitraria e
indiscriminadamente utilizados por todos los trabajadores de cualquier signo o
circunstancia para evitar el desbarajuste que ello proporcionaría, pues la promiscuidad
asociativa engendraría conflictos de competencias subjetivas con sus consecuencias de
confusión y arbitrismo. Pero quedan igualmente protegidos esos intereses profesionales
conforme a la Ley de Colegios de esa naturaleza y su modificación legislativa ya reseñadas,
en las que curiosamente persiste sin alteración ese objetivo corporativo que se especifica en
su art. 5, salvo el del apartado a), que aquí no nos concierne y que subraya el art. 4é del
estatuto de la Abogacía Española de 24 de julio de 1982, máxime cuando la promoción de
asociaciones, conforme a la legislación específica, queda abierta y disponible a tenor de la
Ley Orgánica 11/1985, ya tantas veces mencionada y de ahí se sigue que la interpretación
sistemática que una hermenéutica correcta impone de la propia Constitución, no ha sido
desconocida ni vulnerada por el juzgador de instancia que ha tenido en cuenta la
desigualdad de circunstancias subjetivas, para aplicar igualitariamente a los que las reúnen
idénticas, las misma normas, pero no a los demás, pues que en ello radica la correcta -y con
sentido teleológico-, interpretación de la Constitución y demás leyes de su desarrollo
conforme al esencial art. 14 de aquélla, lo que impide que el presente motivo prospere".
Sobre esta sentencia es más que interesante transcribir literalmente un comentario de
MARIN LOPEZ (del amplio comentario que le dedica en CUADERNOS CIVITAS DE
JURISPRUDENCIA CIVIL, num. 27, marginal 721, pág. 988): "...convencimiento
extendido y difuso de que para el profesional nada hay ni puede haber fuera del Colegio,
por lo que ninguna utilidad reporta, -ni a él, ni al Colegio, ni a la profesión- procurarse
cauces alternativos a cuyo través intentar alcanzar los mismo objetivos que los asignados
legalmente a los Colegios. El art. 36 de la CE -se recuerda in extremis a los contestatarios-
garantiza ese statu quo. La sentencia de 10 de octubre de 1991 se coloca en esta tesitura.
Los abogados no pueden sindicarse porque la Constitución "está prescribiendo unas
delimitaciones a la defensa de sus intereses como tal trabajador", ya que el disfrute y
ejercicio de sus derechos profesionales "están previstos, sancionados y protegidos por el
art. 36 de la Constitución que por medio de otro instrumento asociativo (Colegios
Profesionales y Asociaciones) cubre la protección de esos intereses sin merma de los
mismos". La Constitución, continúa la Sentencia, no quiere que la pluralidad de esos
instrumentos asociativos pueda ser "arbitraria e indiscriminadamente utilizada por los
trabajadores de cualquier signo o circunstancia, para evitar el desbarajuste que ello
proporcionaría, pues la promiscuidad asociativa engendraría conflictos de competencias
subjetivas con sus consecuencias de confusión y arbitrismo". En suma: para qué un
sindicato de abogados si "quedan igualmente protegidos esos intereses profesionales
conforme a la Ley de Colegios de esta naturaleza"; son ganas de complicar las cosas. La
Sentencia rezuma gremialismo en su más pura esencia. Y además de modo innecesario,
porque para resolver el litigio desestimando el recurso de casación eran paladinamente
innecesarias estas desvariadas consideraciones sobre el "desbarajuste" y la "promiscuidad
asociativa" (frase memorable) que se desviaría de la concurrencia de varias entidades con
idéntica finalidad de defensa de los intereses de una profesión".

4. Las Cámaras Agrarias.

La Cámara Agraria de Benicasim reclamó a determinados propietarios de fincas rústicas el


pago de cuotas atrasadas. Fue dictada sentencia estimatoria por el Juzgado de 1ª Instancia n
3 de Castellón de la Plana, confirmada por la Audiencia Territorial de Valencia y el
Tribunal Supremo, en sentencia de 2 de marzo de 1987 (A.C. 409/87) declaró no haber
lugar al recurso de casación. Frente a ésta, se formuló recurso de amparo. El Tribunal
Constitucional dictó sentencia 139/1989, de 20 julio (A.C. 97/90) otorgando el amparo y,
por tanto, anuló aquella del Tribunal Supremo. Este tuvo que dictar una nueva, que fue la
de 13 diciembre 1989, (A.C. 330/90).
La sentencia citada del T.C., después de exponer los conceptos generales sobre la libertad
de asociación y la libertad negativa de ésta, hace un análisis histórico-normativo de las
Cámaras Agrarias, para concluir que la afiliación obligatoria a las mismas es
inconstitucional porque va contra la libertad negativa de asociación. Lo que implica la
inconstitucionalidad de los Decretos 1336/1977, de 2 de junio y 320/1978, de 17 febrero
dictados ambos en virtud de la autorización otorgada al Gobierno por el Real Decreto-Ley
de 2 de junio de 1977, sobre Cámaras Agrarias. Así lo expresa el último párrafo del
fundamento 5: "la conclusión de cuanto llevamos expuesto no puede ser otra que la de
declarar que los citados Decretos 1336/1977 y 320/1978, por no respetar los derechos y
libertades fundamentales que se reconocieron en los arts. 22 y 28 de la Constitución, han
quedado derogados por el número 3 de su disposición derogatoria".
La consecuencia de esta sentencia del Tribunal Constitucional es que el Tribunal Supremo
tiene que dictar otra, de acuerdo con su doctrina. Lo cual lo expresó claramente la del T.C.
en los siguientes términos (fundamento 6): "Ahora bien, la derogación por la Constitución
de los Decretos en que basa su reclamación la Cámara Agraría Local de Benicasim, no
resuelve todos los problemas que se plantearon en el procedimiento judicial. En primer
lugar, la citada derogación se produjo el 29 de diciembre de 1978, según la Disposición
final de la Constitución. Por tanto, la reclamación de cantidad de las cuotas devengadas con
anterioridad a esa fecha, habrá de resolverla la Sala Primera del Tribunal Supremo en la
forma que considere procedente con arreglo a la legalidad ordinaria que estime aplicable. Y
lo mismo ha de decirse respecto de cualquier otro problema que, ajeno al tema
constitucional, hayan planteado las partes durante el transcurso del procedimiento judicial,
como sería el de si las cuotas reclamadas no sólo respondían a la obligatoriedad de las
mismas, sino a una contraprestación debida por servicios efectivamente prestados por la
Cámara Agraria Local demandante. Esta sentencia se limita, pues, de conformidad con lo
dispuesto por el art. 53.2 de la Constitución, a la protección de los derechos fundamentales
invocados en el recurso de amparo. En lo demás, por imperativo de los arts. 117.3 y 123. 1
de la Constitución, es la Sala Primera del Tribunal Supremo la única competente para su
resolución". Y asimismo lo recoge la del T.S. (primer fundamento): "la Sentencia de esta
Sala de 2 de marzo de 1987, recaída en el presente recurso de casación, declaró no haber
lugar al recurso por estimar que los recurrentes debían las cuotas de socios de la Cámara
Local Agraria de Benicasim (Castellón) correspondientes a los años 1977, 1978 y 1979, tal
como lo había entendido ya el Tribunal de apelación. Tal sentencia, como ya se dice, ha
sido declarada nula por la del Tribunal Constitucional de 20 de julio de 1989, reconociendo,
además el derecho de libertad de asociación de los recurrentes . Esta Sala ha de atender, por
tanto, a lo declarado por el Tribunal Constitucional y dictar una nueva sentencia, teniendo
muy en cuenta lo resuelto por aquél en lo que concierne a la esfera a que alcanza la
vigencia de la Ley Fundamental y Constitucional, resolviendo las demás cuestiones en la
forma que esta Sala considere procedente, con arreglo a la legalidad ordinaria que se estime
aplicable".
Por ello, se condena al pago de la cuotas a la Cámara Agraria devengadas hasta el 27 de
diciembre de 1978, antes de la Constitución, y no la de los cuatro últimos días de 1978 y
sucesivas, promulgada la misma.
Puede pensarse que hay contradicción de la doctrina del propio Tribunal Constitucional
entre la constitucionalidad de la colegiación en los Colegios profesionales y la
inconstitucionalidad de la adscripción obligatoria en las Cámaras Agrarias. En este sentido,
destaca MARIN LOPEZ (en su comentario a la sentencia del T.S. de 13 diciembre 1989,
CUADERNOS CIVITAS DE JURISPRUDENCIA CIVIL, número 22, marginal 576, pág.
133) que las Cámaras Agrarias están caracterizadas por su normativa reguladora como
Corporaciones de Derecho Público, y no son, en puridad, asociaciones; o como, dice el
Tribunal Constitucional, "sólo en términos latos puede hablarse de que exista una
asociación" (STC 132/1989). Su existencia no es una manifestación de la autonomía
privada garantizada por el art. 22.1 CE, sino que obedece a un acto del poder público, a
pesar de que haya una base "asociativa" privada; su régimen jurídico está bien alejado del
que es propio de las asociaciones privadas. Lo que no quiere decir que puedan ser creadas
por el poder público a su libre arbitrio y sin ningún género de límites. Las Corporaciones de
Derecho Público de adscripción obligatoria no tienen su base constitucional en el art. 22.1
CE -probablemente tampoco la tengan en ningún otro- porque no son una manifestación del
derecho fundamental de asociación, pero su régimen jurídico no escapa totalmente al
sistema de garantías que el citado precepto establece en favor de los ciudadanos en materia
asociativa. Al menos en un extremo, en el art. 22.1 CE encuentra el poder público un límite
constitucional material a la posibilidad de crear Corporaciones de Derecho Público a las
que un determinado sector de ciudadanos deba obligatoriamente pertenecer: el límite
representado por esa faceta negativa del derecho fundamental de asociación que el Tribunal
Constitucional considera protegida por el art. 22.1 CE.

5. Conclusión.
La doctrina del Tribunal Constitucional, seguida por el Tribunal Supremo, se centra
esencialmente en que la libertad negativa de asociación forma parte del derecho
fundamental de asociación proclamado en el art. 22.1 de la Constitución. Y consiste , tanto
en el aspecto de que nadie puede ser compelido a pertenecer obligatoriamente a una
asociación, como en el aspecto de que no puede impedirse al asociado la posibilidad de
abandonar la asociación a la que pertenece

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