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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano


Ciclo de Formación Orientada: Humanidades y Ciencias Sociales

Taller de Integración Curricular con eje en


Sociología

Profesores:
GARCÍA, Diego
FERREYRA, Francisco (s. Delfina Reschia)

Integrantes del Grupo:


BONILLA, Pablo
BUONFIGLIO, Yair Daniel
VOYAME, Antón

Córdoba, Agosto de 2007


El Pensamiento de Durkheim
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Introducción

A lo largo del siglo XIX, occidente asistió a los que serían tal vez los cambios
más profundos que su cultura hubiese vivido históricamente. No sólo por las
modificaciones estructurales en el sistema de producción, sino por todas las
transformaciones culturales que ellas requerían. La industrialización, trajo consigo una
reorganización social que tuvo efectos no sólo en el ámbito económico, sino también en el
político y hasta en el religioso; en suma, y como ya se mencionó, la cultura en su totalidad
se vio alterada luego del advenimiento de este nuevo modo de producción.
De esta manera puede establecerse –al menos como una hipótesis de sentido- que
los cambios en la economía guardan una estrecha relación con las transformaciones en las
demás esferas de la sociedad; algunos teóricos –como Marx y Weber- analizarán, desde
diferentes perspectivas, esta relación. Y justamente los autores aludidos producen sus
investigaciones en el marco de esta nueva sociedad que se configura a la par de la
industrialización de la economía, la cual debe adaptarse casi en su totalidad a las nuevas
condiciones que se presentan. Esta idea de cambio es internalizada por los sujetos, y a
partir de ella se genera también una modificación en la experiencia del tiempo: este es
tomado como algo efímero, transitorio; el futuro no será igual al presente, y está definida la
posibilidad de cambio; en definitiva, las acciones se orientan a la construcción de una
nueva realidad, de una utopía como aspiración tanto personal como colectiva.

El surgimiento de la sociología no puede explicarse si no se comprende que en la


sociedad moderna la idea de cambio está tan arraigada que se hace necesario conocer
cuales son las condiciones que lo producen. Para abordar el estudio de la génesis de la
sociología es necesario considerar dos ejes: la nueva realidad social que hace posible el
surgimiento de esta ciencia, y el marco epistemológico existente en el momento de su
aparición, sin el cual no se puede explicar la metodología que se define para las
investigaciones sociológicas.

Respecto de las condiciones que presenta la reorganizada sociedad decimonónica,


además de las ya mencionadas, podemos agregar, en términos de Portantiero que “en el
interior de la flamante sociedad aparecen nuevos conflictos, radicalmente distintos a los del

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pasado, producto del industrialismo”1. Estos conflictos se originan a partir del


establecimiento de dos nuevas clases sociales bien diferenciadas y antagónicas: la
burguesía (que para mediados del siglo XIX había consolidado su posición de clase
dominante) y el proletariado, que revistió siempre la categoría de dominado. Los
argumentos utilizados por la burguesía para acceder al poder se le volverán en su contra
durante este período, ya que la movilidad social que defendían para combatir a la sociedad
estamental propia del feudalismo, será tomada por el proletariado como un argumento para
su lucha por el poder. De este modo, la nueva sociedad no será estable, sino que como ya
se mencionó, evidenciará profundas disputas que se multiplicarán con el transcurso de los
años, pero cuya base se puede establecer en una lucha de clase.

La sociología surgirá, entonces, para intentar predecir los conflictos, las


insurrecciones, las luchas, las crisis; en suma, todas aquellas situaciones que puedan
representar una amenaza al orden establecido. Es así como se comprenden las palabras de
Portantiero, cuando afirma que la sociología “nace íntimamente ligada con los objetivos de
estabilidad social de las clases dominantes”2.

Respecto de lo que llamamos “marco epistemológico”, podemos referirnos a la


nueva forma de producción del conocimiento que surge junto con la burguesía y el
capitalismo: la ciencia moderna. Esta posee un método propio, que aunque con variaciones
para cada especialidad, presenta características generales; además la validación de la
producción científica en su método le otorga a sus investigaciones carácter de verdad.

En este contexto, la sociología se inscribe dentro de las ciencias positivas y toma


como modelo el método de las ciencias naturales, que por aquel entonces eran las más
desarrolladas. Se define a la sociedad como un objeto que se comporta en función de
determinadas variables, las cuales deben ser estudiadas por esta nueva ciencia social.
Algunas corrientes tomarán a la sociedad como un cuerpo y aplicarán para su examinacion
el método biológico; esto permitirá, en algunos casos, el diagnóstico de patologías sociales
que, al igual que las enfermedades comunes, son nocivas para el corpus social y deben, por
tanto, ser eliminadas. En este sentido, y tal como lo señala Portantiero, la sociología

1
PORTANTIERO, Juan Carlos: La sociología clásica. Durkheim y Weber, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1977 (p. 11)
2
Ibídem (p. 12)

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“desnuda su carácter conservador”3, ya que las anormalidades no serán sino las


manifestaciones que puedan atentar contra el orden.

Habitualmente se reconoce como los fundadores de la sociología a un grupo de


teóricos que, si bien en algunos casos no inscribían a sus producciones dentro de esta
ciencia, en la actualidad es posible afirmar que sentaron las bases a partir de las cuales se
construiría el conocimiento sociológico. Estas bases pueden clasificarse en tres corrientes
teórico-ideológicas que surgen también en orden cronológico: el positivismo, cuyo
máximo exponente es el francés Émile Durkheim, el historicismo, planteado por Tönnies y
retomado más tarde por Max Weber (ambos alemanes), y el materialismo, con Karl Marx
como ideólogo.

A lo largo de este trabajo, intentaremos analizar los planteos teóricos de Émile


Durkheim, tomando en cuenta el método de investigación que utiliza para sus trabajos, sus
objetos de estudio y las conclusiones a las que arriba, en relación con el contexto en el que
fueron producidos.

3
Ibídem (p. 14)

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El método positivista y su aplicación a las Ciencias


Sociales

Como ya fue mencionado, durante el siglo XVIII la burguesía inicia el proceso de


consolidación como clase dominante, el cual concluirá en la segunda mitad del siglo XIX.
Para acceder a las instancias oficiales de dominación, esta clase se valió de toda una serie
de instituciones que, articuladas y unificadas bajo una misma estructura, conformaron el
Estado Moderno. Era necesario, entonces, producir teorías que legitimaran el nuevo orden
establecido, y que justificaran la ruptura con el orden feudal. En este contexto, se
originaron diversas corrientes intelectuales que proponían, como antitesis a la justificación
mística de los fenómenos (en términos hegelianos) propia de la Edad Media, una nueva
concepción de sujeto y una nueva forma de conocer el mundo: el hombre, en cuanto centro
(humanismo), crea objetos de estudio que le permiten no solo comprender los hechos, sino
también modificarlos o controlarlos mediante la identificación de las variables que los
determinan.

De este modo, el racionalismo surge para justificar el transito del feudalismo al


capitalismo y para demostrar, con argumentos supuestamente validos, objetivos y
universalmente aplicables, que el nuevo orden y las relaciones y practicas sociales se
adecuaban al nuevo contexto socio-histórico.

Como respuesta a esta necesidad de legitimación teórica que tuviera la burguesía,


surgirán tres corrientes intelectuales en orden cronológico: el empirismo en Inglaterra, la
fenomenología en Alemania y el positivismo en Francia. Es necesario remarcar que junto
con el surgimiento de los Estados Modernos, se hizo imprescindible introducir el
sentimiento de nacionalidad en los habitantes, que borrase la marcas de las luchas
históricas por el poder y estableciera un orden originario del que todos formaban parte; los
argumentos utilizados son, por un lado biológicos (la unidad se debe a la pertenencia a una
misma raza) y por otro lado históricos, pero relacionados a una nueva historia creada e
introducida desde el Estado como la oficial, la cual debe justificar la unidad originaria (y
por lo tanto incuestionable) de la sociedad.

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Este sentimiento de nacionalidad apunta, en una dimensión externa, a justificar las


guerras y a introducir en los habitantes la idea de que deben morir por la “nación”, en
defensa del Estado, si este lo considerase necesario. En el ámbito intelectual, se origina una
suerte de nacionalismo teórico que se basa en la necesidad de generar corrientes de
pensamiento propias para cada país que permitan consolidar una independencia total. De
este modo, surgirá en Europa un enfrentamiento entre los pensadores ingleses, alemanes y
franceses, en el cual cada grupo defiende su teoría (empirismo, fenomenológica y
positivismo respectivamente) pero que presentan más semejanzas que diferencias entre si.

El positivismo reconoce como fundador a Augusto Comte, teórico francés del


siglo XIX, quien plantea, básicamente, una doctrina acerca de la ciencia y de las normas
necesarias para controlar el funcionamiento de una sociedad. En este sentido podemos
afirmar, siguiendo a Ferrater Mora, que esta corriente teórica destaca la importancia de lo
positivo, es decir, de lo “concreto”, lo “verdadero”, lo “dado”; en suma, de los objetos
perceptibles por medio de los sentidos y que son susceptibles de ser estudiados
aisladamente, para reconocer en ellos leyes que determinan su comportamiento general o
sus características.

El término “positivismo” es utilizado por Comte para designar a uno de los tres
estadios de la evolución de la sociedad y, por ende, del conocimiento. Estas etapas son,
para el autor francés: la teológica, en la cual todos los acontecimientos se justifican a través
de la voluntad divina (y por ende son externos al sujeto); la metafísica, que explica los
fenómenos y la esencia de las cosas mediante categorías filosóficas abstractas (ontología);
la última categoría, la positiva, es la que sintetiza las anteriores, y representa el grado
máximo de la evolución intelectual del hombre. En este último estadio, el conocimiento
alcanzará su grado máximo de desarrollo, que permitirá llegar a la verdad por medio del
método científico, el cual deberá basarse en la experiencia y la inducción.

De este modo, se universalizan las características de los objetos, en cuanto son


analizados mas allá del contexto que los condiciona. Así, este método se aplicará, en las
ciencias naturales, mediante el estudio de fenómenos o cuerpos aislados, y la consecuente
generalización de particularidades encontradas en los casos estudiados, y en las ciencias
sociales, siguiendo el mismo método de identificación de variables, se establecerán reglas
que determinan el funcionamiento de la sociedad, independientemente del contexto
histórico.

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Pero si bien el positivismo implica básicamente un método que, en una primera


aproximación, puede asociarse principalmente a las ciencias naturales (que por el siglo
XIX se creían desarrolladas en su punto máximo), esta sistematización del estudio de los
objetos fue pensada por Comte para las ciencias sociales. En este sentido, el objetivo de las
ciencias positivas no es buscar las causas ocultas de los fenómenos sociales, sino sólo
describirlos sistemáticamente de modo tal que sea posible predecirlos y, por ende,
controlarlos.

Este método de investigación, que como ya fuera mencionado se origina en


Francia, será tomado para las Ciencias Sociales por diversos teóricos, sobre todo franceses,
entre los cuales se encuentra el sociólogo Émile Durkheim. En el siguiente capítulo se
analizará la forma en la que el autor aplica este método a sus estudios, y cómo la propuesta
metodológica condiciona el resultado de las investigaciones.

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Durkheim: el método y su aplicación al suicidio

Como ya se estableció en el capítulo anterior, el pensamiento de Durkheim se


inscribe dentro de la corriente de pensamiento denominada “positivismo”, iniciada en
Francia por Augusto Comte. Si el principal objetivo de los trabajos del segundo autor era
otorgar a las ciencias sociales un carácter de “objetividad” que le sirviese para reconocer
un carácter de “verdad” a los postulados científicos, la meta de Durkheim será construir un
método de análisis para la sociología. En este sentido, su propósito era hacer que esta
ciencia sea equiparable a las que, por aquel entonces, se hallaban en un estado de avanzado
desarrollo, como la física, la química o la biología, en cuanto sostenía que la existencia de
un método sistemático de construcción del conocimiento, posibilitaría a la sociología
alcanzar un estado en el cual podría ser equiparada, respecto de la veracidad y credibilidad
de sus conclusiones- a las ciencias naturales.

Sin embargo, el mismo sociólogo francés sostenía que “el método sólo puede ser
provisional, pues los métodos cambian a medida que la ciencia adelanta”; de lo anterior se
desprende que, si bien Durkheim sostenía la importancia de la existencia de un método, no
proponía la existencia de uno universal y atemporal, antes bien, sus aportes en relación a la
metodología aspiraban sólo a constituirse como base, y a ser utilizados en el contexto en el
cual fueron creados.

El referido método, fue aplicado por Durkheim en su obra El Suicidio, en la cual


analiza, justamente, de qué modo el deseo de un sujeto por quitarse la vida no pertenece
enteramente a sus condiciones personales, sino que existen factores sociales que
determinan esta decisión. Sostiene el teórico francés que, estadísticamente, se puede
comprobar que en determinadas comunidades, existe un número de suicidios que se
mantiene más o menos estable a lo largo del tiempo, y que se diferencia de la cantidad de
personas que se quitan la vida en otros lugares. De lo anterior se desprende, para el
sociólogo, que si al variar la sociedad estudiada, se modifica el índice de probabilidad de
suicidios (cantidad de suicidios dividida en cantidad de habitantes), la decisión de quitarse
la vida está determinada por el contexto social. El autor reconoce tres tipos de suicidio, los
cuales están determinados por la relación entre el individuo y la sociedad: altruista, egoísta
y anómico; el primero se produce, para Durkheim, cuando el individuo construye lazos
demasiado fuertes con la sociedad, y por ende le afectan en lo personal los fenómenos

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externos (por ejemplo los suicidios de honor entre militares); el segundo se manifiesta en
aquellos sujetos que viven demasiado aislados de la sociedad, y deciden matarse debido a
la soledad (por ejemplo, solteros o viudos); el tercero, se produce cuando el individuo
trasciende, con sus deseos y aspiraciones, los límites impuestos por la sociedad, y ante la
imposibilidad de alcanzarlos, se sume en la desesperación y su vida pierde sentido.

De este modo, si ni el acto más personal, más individual que una persona puede
llegar a cometer, puesto que no está involucrada más que ella, es producto, puramente, de
las condiciones particulares y subjetivas, significa que, en realidad, ningún acto, ningún
fenómeno o acción que pueda realizar un individuo, puede ser estudiado como un hecho
aislado en el cual interviene sólo la voluntad del sujeto.

De lo anterior se infiere el modo en el que Durkheim aplica sus teorías: el autor


sostenía que, si bien la sociedad está formada por un conjunto de individuos, el primer
concepto se diferencia completamente del segundo; el todo es diferente a la suma de las
partes, y la sociedad se define como un ente con características y modos de funcionar
particulares que trascienden a las que puedan presentar la mayoría de los individuos
aisladamente.

Para explicar la particular relación que el sociólogo francés reconoce entre el


individuo y la sociedad, es necesario comprender el vínculo que el autor intenta establecer
entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. Particularmente, lo que se intentaba era
que el método entre ambas áreas del conocimiento fuese similar, para lo cual las ciencias
sociales debían extrapolar en la mayor medida posible la metodología propia de las
ciencias naturales, principalmente en lo referente a la creación de objetos de estudio (en las
ciencias naturales el objeto está dado, mientras que en ciencias sociales el objeto es la
representación), y a la descripción y análisis de la sociedad –particularmente en el caso de
la sociología- siguiendo el método propio de las ciencias naturales.

En este sentido, se aplicaron al estudio de la sociedad conceptos propios de la


biología: se tomó a la sociedad como un cuerpo, constituido por órganos (instituciones) y
células (individuos), cada uno de los cuales debía cumplir funciones específicas para
mantener “vivo” al cuerpo social (funcionalismo). Hasta se incluyeron en esta
medicalización teórica de la sociedad conceptos propios de la patología, como el de
enfermedad, anormalidad o cura; de este modo, se justificaba la “limpieza” del cuerpo
social –que debía ser protegido cual si fuera un cuerpo humano- mediante la eliminación

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de los elementos que lo “enfermaban”, es decir, resultaban peligrosos para el orden: el


loco, el enfermo, el criminal.

De este modo, pese a que la sociedad está conformada por un conjunto de


individuos, Durkheim le distingue el poder de imponerse sobre el individuo, es decir, que
el individuo limita su campo de posibilidades a las que la sociedad le ofrece. Además, para
el autor francés, debe existir un orden moral que limite los deseos y las aspiraciones de los
individuos, que establezca un marco de normalidad dentro del cual los sujetos puedan
actuar para ser considerados como elementos “sanos” dentro del cuerpo social. Según
Durkheim, el sometimiento a este orden moral indiscutido debe producirse
espontáneamente. Sin embargo, el autor señala también que este orden presenta un carácter
coercitivo, y que en el proceso de formación del individuo se le imponen gradualmente
determinadas formas de pensar, actuar y sentir que se enmarcan dentro del horizonte de
posibilidades que define la sociedad. Se puede afirmar entonces, aunque sea a modo de
hipótesis, que esta sujeción voluntaria por parte del individuo al orden moral, es pensada
sólo en un sentido teórico –al modo de los contractualistas- pero que, en la práctica, este
orden se impone casi en forma inconsciente, puesto que está presente hasta en el lenguaje.

Se estableció, entonces, la relación que Durkheim distingue entre sociedad e


individuo; vínculo por medio del cual el todo, en cuanto ente independiente de la suma de
sus partes, se impone a cada elemento, regula sus actos, determina su comportamiento; se
ejemplificó mediante el caso del suicidio, decisión aparentemente subjetiva pero que, para
el sociólogo francés está también determinada por la sociedad, y opera conforme a ciertas
reglas. Pero si la relación individuo–sociedad es de imposición, las relaciones
intersubjetivas son de solidaridad.

En este sentido existen, para Durkheim, dos formas de solidaridad. Por un lado, la
solidaridad mecánica, que se da sólo en comunidades pequeñas y “naturales” (como la
familia o la tribu), en las cuales la relación de solidaridad se establece en forma espontánea
por medio del vínculo afectivo que une a los individuos. Por otro lado, la solidaridad
orgánica representa una evolución respecto de la anterior, y es producto de esta
concepción de la sociedad como un cuerpo, un todo que integra a sujetos unidos por lazos
artificiales, construidos a partir de procesos no del todo claros; esta solidaridad se produce
casi por imposición, a partir de los supuesto de igualdad y pertenencia, y de la idea de que
todos los individuos deben colaborar para alcanzar un fin común: mantener el orden social.

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La Sociología y su objeto: El hecho social

Tal como se estableció en el capítulo anterior, uno de los principales aportes de


Émile Durkheim a la sociología fue la creación de un método de investigación propio,
sistemático y equiparable –en la validez de sus conclusiones- al de las ciencias que, por
aquel entonces, se hallaban en un estado de avanzado desarrollo. Sin embargo, el
mencionado autor propuso, además, un objeto de estudio, que constituyó la base de sus
investigaciones: el hecho social.

Como ya se estableció, Durkheim sostenía que la sociedad era un ente autónomo,


que si bien estaba compuesto por la suma de individuos y objetos materiales presentes en
ella, presentaba particularidades independientes, que no guardaban necesariamente relación
con la suma de individualidades. En este sentido, si la sociedad tiene reglas de
funcionamiento propias que son exteriores a las voluntades subjetivas, y si la sociología
tiene como objeto descubrir cuáles son esas leyes para poder predecir y controlar los
fenómenos sociales, entonces el objeto de estudio de esta ciencia será –al modo de las
ciencias naturales- el fenómeno en sí, o en términos de Durkheim, el “hecho social”.

Con este concepto, el sociólogo francés denomina a “toda forma de obrar, de


pensar y de sentir que ejerce sobre el individuo una presión exterior”4, lo cual implica
además, según Portantiero, que el hecho social es externo y anterior al individuo,
inherente, por lo tanto, a la misma sociedad, y por consiguiente –dada la relación
individuo-sociedad que Durkheim establece- se impone al sujeto. De este modo se explica
el carácter coercitivo que el autor europeo atribuye al hecho social: en cuanto la sociedad
determina al individuo, este no puede sustraerse de actuar en consonancia con las
obligaciones que el todo le impone.

Sin embargo, pese a este carácter coercitivo presente en el hecho social, Durkheim
reconoce que, en la mayoría de los casos, los efectos que ejerce sobre el individuo se
manifiestan de manera inconsciente. Esto se debe a que el individuo crece rodeado de
determinadas normas, prácticas, valores; se le imponen creencias, se constituye
subjetivamente en un lenguaje determinado; así, el individuo naturaliza ciertas conductas,
piensa y siente dentro de un sistema, dentro de un código que define su horizonte de
posibilidades, las cuales no pueden trascender un determinado orden.
4
Ibídem, p. 25

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Lo anterior no quiere decir que el hecho social excluya la posibilidad de que el


individuo presente conductas que vayan en contra del orden moral y que no sean
aceptadas. Sin embargo, estas transgresiones se inscriben también dentro de las
posibilidades que la sociedad ofrece: el robo, el asesinato, la inmoralidad de las conductas,
existen como potencialidades y, por lo tanto, pueden ser previstas (como hechos generales)
y la sociedad puede prepararse adecuadamente para combatirlas, en los casos planteados,
mediante castigos explícitos. Existen, además, otras transgresiones que, local y
aisladamente, no son nocivas para la integridad del cuerpo social, en estos casos, el
carácter coercitivo se materializa en la simple exclusión o rechazo para con el individuo
que se aleja de las prácticas establecidas. De todos modos, también se pueden presentar
casos de sujetos que no estén atravesados por los códigos existentes en la sociedad, con lo
cual es imposible predecir su conducta, debido a que su horizonte de acción no está
determinado por las representaciones habituales; en estos casos –los más peligrosos, en
cuanto no naturalizan el orden-, puesto que no se puede prever el efecto del castigo, y que
la exclusión pierde sentido, se hace necesario separar a estos individuos de la sociedad,
aislarlos para que su conducta no pueda desembocar en reacciones contra el orden
impuesto.

En este sentido, si es el hecho social la causa y el origen de las conductas y los


modos de pensar y sentir del individuo, la sociología deberá tomarlo como objeto de su
estudio, para poder así cumplir con el fin de anticipar los fenómenos sociales. En
consonancia con la corriente positivista, a la cual adscribía, Durkheim propuso estudiar a
los hechos sociales como objetos, es decir, como cosas con existencia objetiva,
independiente de su contexto; así fue posible aplicar el método de las ciencias naturales, el
cual permitía identificar las variables que lo determinan. De este modo, sería posible no
sólo prever, sino controlar –mediante la modificación de esas variables- los fenómenos
sociales, y así la sociología alcanzaría su meta.

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Durkheim, un padre fundador

Como ya fue establecido en la introducción a este trabajo, no es posible explicar


la obra de Durkheim sin comprender el contexto en el que fue producida. El iluminismo
permitió, inicialmente, construir el orden social que era necesario para preservar el nuevo
sistema productivo originado tras la Revolución Industrial. Sin embargo, una vez afianzado
ese nuevo modelo de sociedad, los postulados de la ilustración se volverían peligrosos
contra los grupos dominantes, puesto que la exaltación del individuo y la igualdad natural
entre los hombres que se postulaba, podía originar reacciones contra el orden impuesto.

Se hizo necesario, entonces, afirmar que el hombre estaba determinado por ciertas
condiciones a las cuales le era imposible sustraerse, reducir el culto al yo, al sujeto libre
que podía cuestionar a la estructura social; y para todo esto, era imprescindible contar con
un marco teórico que sustentara los nuevos postulados científicos, sin los cuales no hubiera
podido sostenerse el nuevo orden. Surgen así las corrientes intelectuales deterministas, que
sostendrán que es posible prever y controlar no sólo los fenómenos naturales, sino –
principalmente- el universo de lo social; se otorga, además, un valor fundamental a la
estadística, que además de validar casi matemáticamente (ciencia por aquel entonces
incuestionable) los resultados de las investigaciones científicas, suprime las singularidades,
anula las subjetividades transformando al individuo en un número, como representación de
un objeto.

Con el iluminismo, el hombre comprendió que podía conocerlo todo; comenzó


estudiando a los objetos que le rodeaban con el perfeccionamiento de las ciencias
naturales, pero pronto fue consciente de que debía conocerse a sí mismo, comprender este
nuevo concepto, “sociedad”, que toma fuerza en el siglo XIX, y que define a una particular
forma de organización y de relación entre los individuos; en suma, esta burguesía que se
valió de la ciencia para alcanzar la categoría de clase dominante, ahora la necesitaba para
consolidar su poder, y para perfeccionar las estrategias de sometimiento y ejercicio del
poder. En este marco, se hizo necesario crear una ciencia que se ocupara específicamente
del estudio de la sociedad en sí –que hasta entonces había sido soslayada por los
intelectuales-, y no del individuo o de las relaciones intersubjetivas.

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La sociología, cumplirá esa función, pero el estudio de “lo social” representaba


para la época algo tan abstracto, que se hizo necesario desarrollar un método particular
que, si bien permitiera analizar las particularidades que distinguen a lo social de lo natural,
no se alejara de las formas de estudio de las ciencias naturales, que ostentaban una
credibilidad basada en la incuestionabilidad del objeto y, por tanto, de su análisis.

En este sentido, puede considerarse a Émile Durkheim como uno de los padres
fundadores de la sociología, ya que elaboró un método sistemático de investigación –que
tal como el mismo autor reconoce, debe modificarse con el avance de la ciencia, y no tiene
una aplicación atemporal-, estableció categorías de análisis y definió un objeto de estudio
(el hecho social), lo cual sentó las bases de lo que serían las futuras formas de construcción
del conocimiento sobre lo social.

Es posible afirmar también, siguiendo a Portantiero, que la sociología se origina


como una ciencia conservadora, y que Durkheim se inscribe como un pensador dentro de
esta categoría, ya que el objetivo de la sociología era, inicialmente, comprender las leyes
de funcionamiento de las sociedades para poder predecir los fenómenos y, así, prevenirlos
o controlarlos. El escritor francés asume, justamente, la misión de colaborar en la
consolidación del nuevo orden burgués, para lo cual realiza valiosos aportes a la ciencia
que iba en consonancia con sus aspiraciones. Su obra, por constituirse como la base del
pensamiento sociológico, continúa siendo útil para el estudio de lo social, y pese a que sus
estudios puntuales aludían a fenómenos propios del siglo XIX, el método que Durkheim
desarrolló permanece vigente; precisamente por eso, es que puede considerársele como un
clásico de la sociología.

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Bibliografía

DURKHEIM, Émile: El Suicidio (selección). En PORTANTIERO, Juan Carlos: La


Sociología clásica. Durkheim y Weber, Centro Editor de Cultura, Buenos Aires, 1977

------------------------: Las Reglas del Método Sociológico (selección). En PORTANTIERO,


Juan Carlos: La Sociología clásica. Durkheim y Weber, Centro Editor de Cultura, Buenos
Aires, 1977

FERRATER MORA, José et al: Diccionario de Filosofía, Ariel Filosofía, Barcelona, 1999
(tomos 1 y 3)

FOUCAULT, Michel: Microfísica del Poder, Las Ediciones de La Piqueta, Madrid, 1992

-------------------------: Defender la Sociedad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,


2006

PORTANTIERO, Juan Carlos: La Sociología clásica. Durkheim y Weber, Centro Editor de


Cultura, Buenos Aires, 1977

SELL, Carlos: Sociología Clásica: Durkheim, Weber, Marx, Material inédito de


circulación interna, ESCMB – Universidad Nacional de Córdoba, 2002

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Índice

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................1
EL MÉTODO POSITIVISTA Y SU APLICACIÓN A LAS CIENCIAS SOCIALES ....4
DURKHEIM: EL MÉTODO Y SU APLICACIÓN AL SUICIDIO................................7
LA SOCIOLOGÍA Y SU OBJETO: EL HECHO SOCIAL .......................................10
DURKHEIM, UN PADRE FUNDADOR .................................................................12
BIBLIOGRAFÍA .....................................................................................................14

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