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E l hombre y la muerte des evolucionadas en las que el h o rro r a la m uerte se expre sa de la form a ms violenta, donde el individuo se afirma a s mismo

con la mayor fuerza. As, al igual que en el homicidio existe un ms all de la necesidad, que aparece como una afirmacin del individuo, tam bin en el riesgo m ortal existe u n m s all de la necesi dad, que igualmente aparece como una afirmacin del individuq. Este doble ms all est ntim am ente unido en el torneo y la competicin arm ada, donde el riesgo de m uerte y el deseo homicida se exaltan m utuam ente. El riesgo m ortal desborda a la guerra, desborda a la b a r barie homicida, recubriendo todos los sectores de la actividad humana. Ciertamente, existe un riesgo de m uerte que contrapesa la certeza de la inm ortalidad y que por este mismo hecho resulta muy ambiguo: tal es el m artirio de los prim eros cris tianos o la bsqueda de aquella m uerte herm osa de las gue rras m usulmanas que abre las puertas del paraso en el que las hures esperan. Riesgo m ortal sin riesgo? No podemos afirmarlo con absoluta seguridad, dado que, como hemos visto en el prim er captulo, el hom bre que se eree inm ortal nunca est com pletam ente seguro de su inm ortalidad. De todas form as aparte de arriesgarse a m orir por la in m ortalidad, la vida se pone en peligro por orgullo, por pres tigio, por una alegra, una voluptuosidad que bien valen correr el riesgo de morir; se tra ta del sentimiento de Icaro, que tanto nos recuerda la m uerte de Clem Sohn en el pol gono de Vincennes, o aquel documental cinematogrfico en el que se ve a un hom bre-pjaro lanzarse al vaco desde el prim er piso de la torre Eiffel(5); el ltim o sentimiento que transpira de la ltim a actitud de este hombre, que de pronto se da cuenta de que va a m atarse, es la horrible mezcla de una doble angustia, la de la m uerte y la del deshonor. La vida se arriesga por amor, por xtasis, por vanidad, por m asoquis mo, por locura, por la felicidad... Por am or al peligro, como los alpinistas, es decir en definitiva por am or a la vida, para gozarla ms intensamente, y embriagarse en ella, incluso a riesgo de perderla.
(5) En el film Paris 1900 de Nicole Vedrs.

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