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Cuentos ladinos

El cuento solidario 3

Selección y versiones en castellano: José Antonio Lago

Versiones en ladino: Iacob M. Hassan

Ilustraciones: Rafael Gordillo

Edita: Fundación Hogar del Empleado


Ladinostalgia
Tomamos prestado el título del nombre de un grupo de música sefardí, para recordar la
historia de este sufrido pueblo pues, como es sabido, quien no aprende de sus errores
pasados está condenado a repetirlos.
Y uno de esos errores fue, precisamente, el edicto que promulgaron los Reyes
Católicos el 31 de marzo de 1492, decretando, bajo pena de muerte, que todos los judíos
debían abandonar sus reinos para nunca regresar. Empezó así la diáspora de los sefardíes,
que se desperdigaron por todo el mundo, desde Tetuán hasta Bucarest, Sarajevo, Esmirna,
Salónica o Constantinopla.
Si es cierto que la patria es la lengua, ninguna historia mejor que la de los
sefarditas para demostrarlo, pues aun desterrados y despojados (no se les permitió
llevarse con ellos oro, plata ni monedas), conservaron vivo en sus corazones el amargo
recuerdo de la ingrata Sefarad y preservaron también su lengua: el ladino o judeoespañol;
una lengua que ellos han hecho el milagro de mantener viva hasta nuestros días. De modo
que, todavía hoy, nos podernos encontrar, en cualquier parte del mundo, con los ecos de
sus hermosas coplas y canciones:
Secretos quero descubrir;
secretos de mi vida.
El cielo quero por papel,
la mar quero por tinta...

Se celebra este año el 500 aniversario de los primeros textos publicados en ladino, y a
dicha celebración queremos sumarnos dedicando nuestro "Cuento Solidario" a esta
lengua, hermana de la nuestra. Dicen los que dicen cosas que de las alrededor de ocho mil
lenguas que se hablan en el mundo hoy en día, más de la mitad habrán desaparecido en
pocos años. Y hace aun muy poco tiempo, hemos conocido la heroica lucha por la
supervivencia de una hermosa lengua (todas lo son): el zapará. de los indígenas de
Ecuador, que actualmente sólo hablan cinco ancianos, bajo cuya tutela se han puesto
veinte entusiastas escolares, dispuestos a mantener vivos sus últimos rescoldos.
Dicen también, los que saben más que nosotros, que el sefardí es una lengua en
vías de extinción, pero nosotros preferimos creer que aun es posible evitar tan desdichado
final. Del mismo modo que preferimos creer -especialmente en estos días en que nos
imponen largas guerras de nuevo cuño- que la paz y la convivencia entre los pueblos aun
son posibles si todos aprendemos a respetar la diferencia. Pero para lograrlo debemos
comenzar por reconocer los errores propios, aunque los hayamos cometido hace siglos.
Sólo así será posible la convivencia entre culturas, tanto aquí como en Palestina,
en Israel, en Afganistán, en los Estados Unidos o en cualquier otro rincón del mundo
donde convivan hombres y mujeres distintos.
Ellos tengan bien y nosotros también.

Roberto Rey
Director de Promoción Educativa
Los cántaros de miel
Más aconteció maasé en tiempo de Saúl hamélej a”h en un hombre viejo
que tenía una mujer muy hermosa y muy rica. A días niftar el marido, y por
lo que era tan hermosa, se namoró de ella el grande de la civdad y la quijo
tomar por fuerza.
En tuviendo aviso la dita mujer, se alevantó y tomó toda su moneda que
tenía y la puso en cántaros y en la bocadura de los cántaros echó miel. Fue
y puso los cántaros amanet en poder de un amigo del marido con edim. Se
alevantó y fuyó de la civdad hasta que murió el grande de aquella civdad.
En sintiendo la dita mujer que ya murió el grande de la civdad, en aquel
día se voltó y se vino a su casa. Y de-vista se fue onde el amigo de el
marido a demandarle los cántaros de la miel. cuando entró por su casa le dijo
que fuera y trujera los edim que se toparon en la hora que entregó los
cántaros de la miel. Fue la dita mujer a traer los edim.
Ma a este hombre le combinó que en lo que la dita mujer estaba en otra
civdad, tuvo fiesta que desposó al hijo, y fue a quitar miel de estos cántaros
y vido que en lugar de miel había moneda. ¿Qué hizo? Vació toda la moneda
y los hinchó los cántaros de miel.
En viniendo la dita mujer con los edim, quitó los cántaros y le dio. En
índose a su casa miró los cántaros, los vido que estaban llenos de una buena
miel. La dita mujer de tal ver, se puso a llorar y se fue esclamando onde el
dayán de la civdad. El dayán le dijo:
-¿Tienes edim?
Le respondió:
-Non.
Le dijo el dayán:
-Vate onde el rey Saúl y que te juzgue.
Se alevantó y se fue onde el rey Saúl y él le respondió lo mismo:
-Con todo –le dijo-, vate ande los sanhedrín, puede ser que ellos sepan
quitarte esta moneda a luz.
Viniendo ande los sanhedrín, le dijeron:
-¿Tienes edim cómo le entregastes moneda?
Dijo a ellos:
-Non tengo edim, que esto que yo puse este bien en estos cántaros y
enriba miel fue con ormá que non tuviera aviso el grande de la civdad que lo
que me fui era por él.
Le dijeron a ella:
-Non puedemos juzgar un din de este modo.
De-vista salió la mujer de ellos con ansia de alma. En lo que se iba a su
casa escontró con David hamélej, alav hasalom, que era pastor y estaba
jugando con los muchachicos en medio de la calle. Le dijo la mujer:
-Hijo mío: Ya fui ande el rey y él me mandó ande los sanhedrín y non
supieron quitarme la moneda a luz.
Le dijo David hamélej:
-Andavos otra vez onde el rey esclamando más mucho de antes, y si vos
dirá para qué vinistes segunda vez, le dirés: “Sabrá, señor, que ya topí un
mancebo que me dijo que él sabe quitar mi din a luz.”
Oyendo esto la mujer, se alevantó y se fue segunda vez ande el rey. Le
dijo el rey:
-¿Para qué vinistes? ¿Non te dije que non tienes provecho siendo non
tienes edim?
Respondió la mujer y dijo:
-Señor, ya topí un mancebo que me dio palabra de quitarme la moneda a
luz y espera que su merced le dé la licencia.
Le dijo el rey:
-Va tráyelo aquí, lo veré quén es.
De-vista fue y se lo trujo delantre de él. Le dijo el rey:
-¿Tú eres bastante de quitarle la moneda de esta judía?
Respondió David hamélej a”h y dijo:
-Si su merced me da licencia, con fuerza de el Sy”t que yo le quito su din
leorá.
Le dijo el rey:
-Vate con esta judía y te veré.
De-vista se fue David hamélej y mandó por aquel jidió de los cántaros
que viniera. En viniendo el jidió, le dijo que trujera delantre de él los
cántaros de la miel. Fueron y los trujeron. Le dijo a la mujer:
-¿Conocés los cántaros si son estos?
dijo:
-Sí.
Le demandó también la jidió, dijo lo mismo. en aquella hora mandó
David hamélej por otros cántaros; tomó y vació allí la miel. En atemando
de vaciarla, rompió los cántaros delantre de toda la gente que estaban ahí y
escarbó en los pedazos de los cántaros y topó en uno de los pedazos dos
ducados.
Entonces le dijo David hamélej al que guardó los cántaros:
-Va dale la moneda a esta mujer.
El que tenía los cántaros de tal ver, su cara se le hizo preta y a mal de su
pesar le voltó la moneda a la mujer.
Saúl hamélej y todo Yisrael se maravillaron mucho de sentir tala hojmá y
entonces supieron que tenía rúah hacodes.

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