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«EL CONSTRUCTIVISMO KANTIANO EN LA POSTERIDAD»

ENRIQUE GARCÍA (UNLP)

Llamado a funcionar como una forma vicariante de representarnos el tiempo, el


Esquematismo se erige en una pieza clave dentro de la estructura de la Filosofía Crítica
kantiana.
Como ha dicho el Kant de los Prolegómenos, la suerte de la Metafísica, «siempre
desfavorable», quiso que Hume no fuera entendido por casi nadie. Baste con decir que los
integrantes de la filosofía de la Escuela Escocesa fueron los que produjeron la primera reacción
sistemática contra la filosofía de Hume. Sin embargo, la reacción más notable fue iniciada con el
despertar de la Crítica kantiana. Es, precisamente con Kant, con quien llegaron a exponerse
claramente las dificultades observadas en torno al tiempo en perspectiva filosófica. Para
entonces, Locke (1632-1704) ya había advertido sobre esas dificultades. Pero, un siglo después de
Kant, el tiempo siguió constituyendo un problema filosófico crucial.
Fueron los escritos de Hume los que interrumpieron el adormecimiento dogmático de
Kant. Además, fueron esos mismos escritos los que le imprimieron una nueva dirección a sus
investigaciones de filosofía especulativa, que por entonces dominaba la filosofía alemana y
concitaba su complacencia. Empeñado en superar el criterio de Hume para la captación del
mundo mediante una continua sucesión de objetos, Kant entrevió su objetivo: tematizar sobre la
permanente y sintética unidad de la conciencia; algo que Hume rechazaba rotundamente.
Consideró que el tiempo debía preceder a la intuición empírica, y también a cada parte de
tiempo; separó las facultades de la sensación de las facultades del entendimiento; y advirtió la
gravitante importancia de los factores epistemológicos, psicológicos y ontológicos implicados en
toda experiencia.
Debe recordarse que, antes de aproximarse a los problemas del espacio y del tiempo
como filósofo crítico, Kant había pasado por innumerables soluciones contrapuestas, con las
cuales la física buscó resolver también esos mismos problemas. Así, a Kant, (a), lo encontramos
en la Monadología physica de 1576, intentando reconciliar los principios de la filosofía de
Leibniz con la física de Newton. Dos años más tarde, (b), lo encontramos en la Nueva doctrina
conceptual del movimiento y del reposo de 1578, adoptando la opinión de los relativistas,
estableciendo el principio de la relatividad de todo movimiento, oponiéndose al pensamiento
ortodoxo predominante, sin que fuera capaz de apartarse de la influencia de la física matemática
de su tiempo. Luego, (c), lo encontramos coincidiendo con Euler (1707-1783) en la defensa de los
conceptos newtonianos del tiempo absoluto y el espacio absoluto, en el Ensayo para introducir
en la filosofía el concepto de cantidad negativa de 1763. Seis años más tarde, en 1769, (d), lo
encontramos acompañando, una vez más, a Euler en una pretendida prueba del espacio
absoluto, agregando a los argumentos basados en principios mecánicos, otros argumentos
provenientes de la geometría pura. Posteriormente, (e), lo encontramos pronunciando la
Disertación inaugural de 1770, que marcó un hito decisivo en su carrera y sentó las bases de la
Crítica de la razón pura. Allí, en la Disertación inaugural, produce el desprendimiento total de
la discusión del espacio y el tiempo como conceptos físicos. Los encuadra bajo el dominio de la
Filosofía Trascendental. El tiempo ya no constituye algo objetivo y real, sino que es intuición
pura y condición subjetiva, por la naturaleza del psiquismo humano, necesaria para que el
psiquismo coordine con una ley, cualesquiera datos sensibles. Finalmente, (f), lo encontramos en
los Principios metafísicos de la ciencia natural de 1786, participando de una discusión adicional
sobre el espacio absoluto y el tiempo, y sustrayendo el problema del campo de la física. El
tiempo es una forma de la intuición, una intuición pura de la sensibilidad, una forma o
concepción universal que tiene universalidad lógica y es, así, diferente de una objetividad física.
El espacio absoluto y el tiempo absoluto, tomados como entidades existentes fuera de
las realidades y acontecimientos empíricos, son rechazados por Kant porque los considera
ficticios. Un criterio mejor consistiría en considerar espacio y tiempo como un esquema de
conexión por el cual lo que se percibe a través de los datos de los sentidos se explica en relaciones
de coexistencia yuxtapuesta (espacio) y de secuencia sucesiva (tiempo). Esto quiere decir que el
espacio y el tiempo son «trascendentalmente ideales», y «empíricamente reales» a la vez.
Esa suerte de fraseología, se alzó con frecuencia como un escollo para los lectores. En
efecto, es así porque para Kant realidad empírica significa validez de toda experiencia, y no
existencia de la experiencia como concepto objetivo. El tratamiento que Kant hace aquí, detrae
«objetividad física» al espacio y al tiempo [1] El tiempo, para Kant, no tiene una existencia
separada como un objeto real que pueda ser percibido. El tiempo es (a) la regla del
entendimiento; (b) el único medio por el cual la existencia de fenómenos puede adquirir unidad
sintética que señala, a priori y con validez universal, su lugar en el tiempo a cada uno de los
fenómenos [2] Por lo común, la epistemología del físico parte de la experiencia para dirigirse
hacia la idea. Kant, en cambio, va a marchar desde la idea para dirigirse, en sentido inverso, hacia
la experiencia. El filósofo está más interesado en la naturaleza del tiempo como una forma
universal de la experiencia, y el físico, en cambio, se refiere, en primer lugar y primordialmente,
al problema que le plantea la medición del tiempo.
Al respecto, Cassirer se ha preguntado ¿hasta qué punto la doctrina de Kant se involucra
con el destino de la física newtoniana, en la cual tenía bastante confianza y cuyo sistematizador
filosófico parecía ser? Se sabe que Kant estuvo mucho más involucrado con las dificultades
propias, inherentes a ese destino, que comprometido con el destino (como fin último) de la física
newtoniana. En conexidad con este tema, está, (a), la discusión del tiempo como percepción y
como concepto, y, (b), una lucha entre los puntos de vista subjetivo y objetivo en relación con el
tiempo, además de, (c), un creciente hincapié en la objetividad como un rasgo propio en él. Estas
discusiones llevaron el conflicto hacia el seno de la metafísica contemporánea, con, (a), Bergson
(1859-1941), por un lado, quien niega la existencia del tiempo objetivo e identifica el tiempo con
1
[] Con posterioridad, Einstein (1879-1955) manifestará que él mismo había hecho lo propio, pero de otra manera.
2
[] Kant, Immanuel; Crítica de la razón pura, Ibíd., A215, B262, p. 239.
nuestra conciencia de él, y con, (b), los físicos y los realistas que nos aseguran su existencia
objetiva, lo que conduce al problema de su medición, por otro lado.
El rol del tiempo es capital. El tiempo le confiere contenido al pensamiento. Realiza el
entendimiento. El puesto central del tiempo, en la teoría kantiana del conocimiento, proviene
del dualismo establecido entre la sensibilidad y el entendimiento. El hombre carece de un
entendimiento intuitivo capaz de producir los objetos de sus representaciones. La sensación es la
puesta en contacto con una exterioridad incognoscible denominada cosa en sí. Si el tiempo no
fuera una intuición pura a priori de la sensibilidad producida por la imaginación trascendental
de conformidad con las categorías, que es decir de conformidad con las formas lógicas del
pensamiento que dan unidad a la diversidad, no habría conocimiento posible: seríamos
incapaces de unificar representaciones en una experiencia.
Eso que hace la unidad de la experiencia, no es el tiempo, sino la apercepción
trascendental. Pero el tiempo permite pasar de esa unidad pura a la multiplicidad empírica,
porque él es, él mismo, la unidad de una multiplicidad. Hay, a la vez, producción de lo múltiple
como múltiple y reunión de ese múltiple en la forma única de la conciencia con intervención
intermediaria de las categorías. Las categorías determinan, unifican la diversidad de la intuición
sensible. Kant denomina a esta «determinación», una síntesis figurada que es la síntesis
trascendental de la imaginación. La imaginación es la facultad de representar en la intuición un
objeto. La imaginación pertenece a la sensibilidad, pero como espontaneidad que actúa por sí
misma. La imaginación produce el tiempo para construir su representación conforme a las
categorías. Esta producción del tiempo se denomina autoafección del psiquismo (Krv: B 69), y
es un efecto del entendimiento sobre la sensibilidad, y una primera aplicación del
entendimiento.
Ahora, ya sabemos que las categorías, aunque no funden conocimiento alguno y estén
fuera del tiempo y por ende merecerían algún significado, adquieren significado por el tiempo.
El esquema no debe considerarse como el mero esquema de un objeto empírico real, sino como
el arquetipo y el modelo de los posibles objetos de la experiencia. Así, al retrotraer la intuición
pura y el concepto puro a su raíz lógica común, el esquematismo aúna, en realidad, la intuición
pura y el concepto puro [3] La Teoría del Esquematismo responde, entonces, a una doble
tendencia: «[(a)] la limitación de las categorías a lo sensible representa, frente a la metafísica
racionalista, un postulado completamente nuevo y paradójico; y este postulado es ... el que se
trataba de realizar, sin menoscabar por ello, en el sentido sensualista, [(b)] la razón de ser
lógica del concepto puro» [4]
Con el concepto de esquema de la Crítica de la razón pura, Kant intentó dar respuesta
al problema de la relación epistemológica entre símbolo y objeto. En su propuesta, Kant combinó
tanto elementos del empirismo como del racionalismo de su tiempo. Lo hizo de tal suerte que su
teoría del conocimiento quedó cuestionada por su dualidad entre actividad intelectual y actividad
3
[] Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia moderna , Ibíd., pp. 666 y 667.
4
[] Cassirer, Ernst; El problema del conocimiento en la filosofía y en la ciencia moderna, Ibíd., p. 669.
sensorial. Tratando de superar esa dualidad, Cassirer (1874-1945), por una camino, y Piaget
(1896-1980), por otro camino (por citar sólo dos casos paradigmáticos), desarrollaron una teoría
genética a partir de la reformulación del concepto kantiano de esquema. La sola mención de la
fuente kantiana gravitando en ambos pensadores, nos permite vislumbrar hasta qué punto los
límites y las posibilidades del constructivismo kantiano han estado presentes en la posteridad.

[IV] - BIBLIOGRAFÍA
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Educativa, École des sciences de l'éducation, Université Laurentienne, Sudbury, Ontario,
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