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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

URUGUAY Y URUGUAYOS 
EN LA ANTARTIDA
Un nuevo horizonte, un desafío
Tte. Cnel Orosmán Pereyra Prieto / Isac Gliksberg
Edición original ARCA
1994

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El Diario de Campaña del Tte. Cnel. Orosmán Pereyra relata las experiencias
y vivencias de una actividad novedosa para el Uruguay, como lo es participar
en la actividad antártica.

La selección de un grupo, el entrenamiento previo y su posterior vida en la


Base Científica Antártica Artigas (BCAA), darán al lector, una panorámica
ajustada de esta experiencia. Se complementa con artículos del periodista Isac
Gliksberq quien, inteligentemente, introduce al lector en la delicada decisión de
por qué estamos los uruguayos en la Antártida.

Completan la obra datos históricos, geográficos, recursos, fauna , conocimiento


del marco jurídico que administra el continente Helado, que será una fuente
permanente de consulta.

En el prólogo del Presidente de la República O. del Uruguay Dr. Luis A. Lacalle


se expresa: "Es una aventura a la medida de los orientales. Debemos
continuarla".

En los umbrales del siglo XXI la Antártida se convierte para Uruguay en “un
desafío, un nuevo horizonte”.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

DEDICATORIA
Dedicamos este libro a todos los uruguayos, militares y civiles, civiles y militares, a
los que integran la dotación actualmente y a los que integrarán las dotaciones
futuras, que con enormes sacrificios imponiendo una férrea voluntad a las
inclemencias del clima, al aislamiento y a las particularmente difíciles condiciones
de vida humana en la región más meridional del planeta, han hecho de la base
Científica Antártica Artigas, una luminosa avanzada de la patria a más de 3.000
kilómetros de distancia del territorio continental de la República Oriental el
uruguay, en el continente más frío y despoblado de La Tierra.
¿Será éste el último lugar donde flamee el pabellón Patrio?
De todos los uruguayos es la respuesta.
Tte. Cnel. Orosmán Pereyra Isac Gliksberg

Digitalizado del Original por Tte. Cnel. Waldemar Fontes


Email: wfontes@montevideo.com.uy junio 2008
Año Polar Internacional 2007 - 2008
Copyleft: Se autoriza su reproducción mencionando la fuente
Destinado a las futuras generaciones de Antárticos,
para que se inspiren en los pioneros.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

PROLOGO
Por el Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera
Desde la más lejana niñez sentí como un agravio, como un ataque a la esencia de la
nacionalidad, oír decir que vivíamos en un país pobre, pequeño. No sólo razonando acerca de la
relatividad de esos conceptos de pobre y de pequeño, que son en sí representativos, y que serían
difíciles de probar, sino porque creí que de esa manera se agredía lo más- preciado que tiene que
tener una nación, que es su propio respeto y autoestima-. Nunca es pequeña la nación propia,
porque respecto de la misma -en primer lugar- no se puede ser nunca objetivo. Quien pueda
objetar respecto de su nación no la quiere como debería o quizás -sin saberlo- no pertenece a la
misma.
He gozado del espíritu de aventura, que en épocas pretelevisivas -por suerte- supe alimentar con
las lecturas que en la formación del adolescente cumplen la labor de exaltar valores positivos,
tales como espíritu de sacrificio y disciplina.
La compañía que los libros de Verne, de James Olivier Curwood, o las biografías de hombres
como Scott, Amundsen, como Shackleton fueron encendiendo en mí la imaginación, a la vez
que me brindaron asistencia. Y, sin saberlo, fueron destilando en el fondo de mi ser ese sentido
del honor, de la entrega, de la lucha, de fijarse metas difíciles -que debe ser, quizás- la máxima
lección que el sistema educativo intelectual deba otorgar a la gente joven.
En ese marco siempre presentí que nuestro país tenía -algún día- que llegar a esos confines y
cuando me tocó ser Representante Nacional en la Legislatura que comenzó en 1972, presenté un
proyecto, estableciendo por ley el Instituto Antártico. Luego, en el Senado, pedí una sesión
especial para tratar de poner en el ánimo de los señores Senadores la importancia que tenía la
Antártida, cuando ya anteriormente se había producido -gracias al empuje de las Fuerzas
Armadas y dentro de ellas de unos visionarios y románticos- el contacto de nuestra nación con
el Continente Antártico.
Mucho se avanzó en esta década en materia científica y logística y ya comenzamos a sentir los
resultados de un Uruguay que se agranda en las adversidades y en las pruebas que nos hacen
emerger el sacrificio, la lucha, la entrega y la imaginación, «en un teatro operativo de ciencia,
paz, solidaridad y fraternidad humanas», como dice el Tte. Cnel. Orosmán Pereyra. Eso es la
Base Antártica «Artigas». Quienes hemos tenido el privilegio de participar en viajes a ella y
soñamos con la posibilidad de que nuestro país estuviera, no en la conquista, sino en la
presencia junto a naciones poderosas para el estudio y el progreso de la humanidad, nos
sentimos felices por haber ganado la apuesta que nuestra Patria podía. Estoy seguro que mucho
más se va a escribir, sobre lo ya hecho en torno a la actividad antártica uruguaya, pero quiero
destacar -además del esfuerzo del Tte. Cnel. Orosmán Pereyra, al trasmitir la experiencia de su
campaña durante 1987- la labor del señor Isac Gliksberg en recopilar su interesante serie de
artículos periodísticos publicados en el Semanario «Crónicas Económicas», que ilustrará a los
lectores - sin lugar a dudas- sobre la importancia y la razón por las cuales Uruguay está y debe
seguir estando presente en la Antártida.
Como Presidente de todos los orientales no puedo finalizar sin agradecer profundamente a todos
quienes institucionalmente en las Fuerzas Armadas, o como anónimos colaboradores y actores
directos, permiten que nuestro país se amplíe -no solo en lo territorial- sino en experiencias
científicas y tecnológicas.
Es una aventura ala medida de los orientales. Debemos continuarla.
Luis Alberto Lacalle Herrera

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Jefes de la B.C.A.A.

Fundación y cierre de Base Científica Antártica Artigas


Diciembre 1984 - Febrero 1985 Cnel. Ornar Porciúncula

Reapertura de Base Científica Antártica Artigas


Diciembre 1985 Cnel. Ornar Porciúncula
Enero-Febrero 1986 Cnel. Eduardo Techera

Funcionamiento permanente por un año de Base Científica Antártica Artigas


Febrero 1986 - Enero 1987 Cnel. Heber Cappi
Enero 1987 - Diciembre 1987 Tte. Cnel. Orosmán Pereyra
Enero 1988 - Diciembre 1988 Tte. Cnel. Emilio Álvarez
Enero 1989 - Diciembre 1989 Mayor Mario Zerpa
Enero 1990 - Diciembre 1990 Mayor Gualberto Rosadilla
Enero 1991 - Diciembre 1991 Mayor Mario Menjou
Enero 1992 - Diciembre 1992 Tte. Cnel. Alejandro Várela
Enero 1993 - Diciembre 1993 Tte. Cnel. Carlos Pagola
Enero 1994 - Tte. Cnel. Osear Grané

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Índice
Diario de la Campaña antártica, Segunda invernada 1987 .pág. 13 (del original)
Tte. Coronel Orosmán Pereyra
La Antártida ¿le sirve a Uruguay? pág. 111 (del original)
Isac Gliksberg
La Antártida Información sucinta pág. 150 (del original)

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DIARIO DE CAMPAÑA ANTARTICA


SEGUNDA INVERNADA, 1987
Teniente Coronel Orosmán Pereyra

«¿Has entrado en los depósitos de nieve?.


Libro de Job, 38,22
Cuando ingresé como cadete, a la Escuela Militar del Ejército Nacional, lejos estaba yo
de imaginar que algún día, sería protagonista, de una serie de experiencias y aventuras,
algunas de ellas tan fantásticas como las propias aventuras plasmadas en novelas y films
de ficción, y que el Ejército Nacional me dio la oportunidad de vivir en un teatro de
operaciones de ciencia, paz, solidaridad y fraternidad humanas.
Nada de lo que el lector leerá desde aquí hasta la última página es fruto de la
imaginación, más bien por el contrario, son las experiencias y vivencias que, como jefe
del Ejército uruguayo, me tocaron vivir y que deseo compartir con el lector. Ha sido
una oportunidad, casi exclusivo privilegio, de muy pocos individuos. Y es mi deseo que
el lector pueda sentir que, también él, es partícipe, de cuanto viví a tantos kilómetros de
distancia de la Patria. Resumo pues, de aquí a la última página de este diario de
campaña, las aventuras y vivencias de mi actividad antártica, que cubre las etapas de su
preparación, concreción y desarrollo. Del mismo modo, deseo transmitir la mayor
cantidad posible de experiencias, hechos, anécdotas y emociones - alegres y tristes,
felices algunas y amargas otras- para que el lector conozca cómo vivimos en la Base
Científica Antártica «Artigas» del Uruguay, distante 3.044 kilómetros al Sur de la
Patria. Aprovecho para manifestar mi más profundo agradecimiento al personal de la
Dotación de Trabajo Científico y, muy especialmente, al Personal de invernada.
Este último, dio todo lo mejor de sí, para llevar a cabo y sostener todas las tareas y
objetivos que se fijaron, por parte del Instituto Antártico Uruguayo, desde Montevideo

Tte. Coronel Orosmán Pereyra

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INTRODUCCIÓN
Primeras impresiones de la Antártida.
Regresé a la Isla Rey Jorge en enero del año 1987, donde se encuentra asentada la Base
Científica Antártica «Artigas», y que en adelante denominaré BCAA, siendo ésta, la
segunda vez que pisaba aquéllas gélidas y níveas tierras australes. Mi primer contacto
había sido durante la campaña del año 85-86, en que se reabría la Base y se iniciaba su
actividad en forma permanente y no transitoria.
Permítame el lector situarlo geográficamente. La Isla Rey Jorge pertenece al
Archipiélago de las Shetland del Sur, y se encuentra ubicado este último a unos 1.500
kilómetros del Continente Americano y a unos 120 kilómetros del Continente Antártico
(Lat. 62° 11' - Long. 58° 51'). Sobre una extensión de 70 kilómetros de largo por 30
kilómetros de ancho, constituido por grises rocas volcánicas, blancos y helados
glaciares y maravillosos acantilados que le dan un majestuoso aspecto pictórico al
paisaje circundante, se asientan las Bases Científicas de distintos países, como ser:
República Popular China, República de Chile, Rusia, Corea, Perú, Argentina, Brasil,
Polonia y la uruguaya BCAA.
La Base Científica Antártica «Artigas» está situada sobre una caleta de la Bahía Collins,
a unos 5 kilómetros aproximadamente de las Bases Científicas Chilena y Rusa, que
constituyen los vecinos más inmediatos de nuestro asentamiento. Las misiones se
cumplen con el apoyo de la Fuerza Aérea Uruguaya, que transporta personal y carga,
misión que se lleva a cabo mediante la utilización de aviones Fairchild F H 227,
Aviocar y Bandeirante. Llegamos a la isla aterrizando sobre la única pista existente,
ubicada en la Base Chilena y perteneciente a la Fuerza Aérea Chilena, la Base
«Teniente Rodolfo Marsh». La pista en cuestión, de 1.600 metros de extensión,
constituida de piedra y tierra, recibió en el año 1988 mejoras en balizamiento y
marcación, que le otorgaron mayor operatividad. Ahora, el lector se encuentra ubicado
geográficamente en estas alejadas, aisladas, frías y blancas tierras.
Tierras de la ciencia y de la paz, declarado continente desnuclearizado en el año 1959 y
que continúa siendo el más remoto y desconocido paraje de la Tierra, al punto tal, que
es más probable obtener mapas detallados de la Luna que de la superficie de algunos
lugares antárticos. Este maravilloso mundo de impresionantes témpanos de hielo, tan
grandes como muchas islas del planeta, y que navega a la deriva por las gélidas aguas
del continente, da impresionantemente grandes colonias de krill, de pingüinos y de
enormes ballenas, que hacen notar su presencia mediante los danzarines chorros de agua
que de tanto en tanto aparecen sobre la superficie de las aguas heladas, es el mundo
donde se desarrolló nuestra misión de soldados uruguayos al servicio de la paz, la
ciencia y el futuro de la humanidad y el bienestar del nombre sobre el planeta.
Ahora, nos es posible ampliar nuestra visión del clima, que podemos dividir
temporalmente en dos períodos bien definidos climáticamente y dos etapas fugaces que
las enlazan entre si. Se trata del verano y del invierno antárticos, si bien a este último lo
podemos denominar «de invernada», ya que está íntimamente ligado a la relativa
actividad humana y de vida animal que durante el transcurso del mismo se puede
desarrollar.
El ciclo de estaciones climáticas en la Antártida es el siguiente: El verano se inicia
temporalmente en los días finales de noviembre a principios de diciembre, hasta que,
muy generosamente, finaliza a fines de marzo o principios del mes de abril.

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Luego comienza una etapa muy fugaz (etapa intermedia), que se hace muy difícil
diferenciarla del invierno, a no ser por las horas de luz solar y el rigor de los intensos
fríos. Hasta principios da octubre, reina el invierno, seguido de otra etapa intermedia-
En este período comienza lentamente el descongelamiento en todas las partes en las que
aparecerá tierra durante el verano, haciéndolo a un ritmo mucho más vertiginoso a
medida que se incursiona en la estación propiamente dicha.
Lo mismo ocurre en el mar, que hasta ahora, había permanecido como una vasta llanura
blanca interrumpida apenas de tanto en tanto con algún témpano atrapado en ella. Algo
que es invariable en todo lugar donde hay seres vivos. Comienza la vida animal que se
hace verdaderamente notoria.
Los orgullosos pingüinos con sus «fracs» de color negro regresan a sus lugares de
nacimiento, para buscar su pareja mientras que el mar, semicongelado, se llena con
cientos de focas con el mismo fin, y el cielo se puebla con miles y miles de alas. La
actividad humana en el continente helado comienza a tomar un nuevo ritmo. Con el
verano, se intensifica toda la actividad en el continente ya que es preciso que se prepare
lo mejor posible, para cumplir cabalmente la misión encomendada, y realizar una
campaña exitosa de verano y una segura de invierno.

Planificación y Preparación de la Misión Antártica


La tarea de preparación de la Campaña se inicia en el mes de junio de 1986. Esta tarea
fue para mí, entonces jefe del ejército uruguayo, una de las misiones más trascendentes,
hasta entonces, en mi carrera militar. Se me encomendó preparar y llevar a cabo una
campaña antártica en todos sus aspectos. Considerando que la mía sería la segunda
campaña antártica del Uruguay, la cual habría de transcurrir durante el invierno, y
considerando también, la escasa experiencia que se tenía hasta ese momento en el
Instituto Antártico Uruguayo, los primeros aspectos a cubrir tenían que ver con la
determinación de las pautas necesarias para la selección del personal adecuado.
Este personal debía poseer las condiciones necesarias para cumplir una campaña de
largo aliento, en condiciones climáticas difíciles y de riguroso aislamiento. Para ello,
tuve en cuenta la tarea que estaba realizando por esa época, en la propia BCAA mi
compañero y amigo, el T/C H.A.Cappi. Pude hacerlo, con el anteriormente mencionado,
por medio del uso de las ondas de radio que conectaban Montevideo con la Base y
también por medio del material bibliográfico existente en la capital de la República que
tuviera que ver con el tema antártico proveniente de países con vasta experiencia en
actividades antárticas. Este material y estas experiencias extranjeras, y propias, fueron
marcando un perfil psicológico y de comportamiento adecuados, para tomar en
consideración a los futuros aspirantes, hecho que transmití oportunamente al equipo de
sicólogos del Servicio de Sanidad de las Fuerzas Armadas Uruguayas, para que fueran
utilizados en el futuro por el propio Servicio.
Paralelamente, se procuró encontrar personal idóneo para cumplir diferentes tareas
imprescindibles: sanidad, vestuario, alimentación, mantenimiento de motores y
generadores de energía dado que éstas eran consideradas las tareas básicas para el buen
funcionamiento de la Base Artigas. Se atendieron los pedidos logísticos solicitados
desde la BCAA y se intercambiaron ideas con el T/C H.A. Cappi, sobre futuros trabajos
a desarrollar en el verano próximo y que debían ser planificados con la anticipación
suficiente como para no dejar librado al azar detalle alguno. Desarrollamos entonces
nuestra actividad en tres direcciones bien definidas: Primero, selección de personal;

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segundo, planificación del trabajo a ejecutar en verano y materiales necesarios; y


tercero, planificación previa para el abastecimiento de alimentos y vestuario, transporte
aéreo y marítimo, que contemplara todos los inconvenientes y dificultades que pudieran
surgir durante la realización de la futura campaña.
Además, debimos coordinar el apoyo a las tareas científicas de la Base «Artigas». Con
personal de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y de la Dirección Nacional de
Meteorología, procedimos a hacer la selección primaria. El grupo finalmente
seleccionado fue chequeado desde el punto de vista sico-somático. De este modo,
llegamos a la selección de doce hombres (una dotación completa), al que se agregó
algún reemplazo, todos ellos considerados aptos para la misión a cumplir, comenzando
de inmediato sus tareas como futura dotación.
Participaron de un curso mediante el cual fueron informados de las características del
terreno antártico, sus necesidades personales, sus derechos y prohibiciones, sus
posibilidades y limitaciones y, lo más importante, conocerse entre sí y formar, sin
sentirlo ni forzarlo, un equipo humano que piense al unísono, cómo lograr cumplir de la
mejor forma posible, la misión encomendada.
Cada uno de los miembros de la futura dotación antártica fue tomando conocimiento de
las responsabilidades que tendría que asumir, acordes con las exigencias que en ese
momento imponía la vida y funcionamiento de la BCAA. A cada cual se le iba a exigir
de acuerdo a su especialidad y se le preparaba para el inminente embarque. Se
realizaron contactos radiales entre personas que cumplen y cumplirían similares
funciones dentro de la Base, o bien, por misiones recibidas por el Comando de Base
futuro.
Esto último se llevó a cabo sobretodo con aquel personal que debería cumplir funciones
tan importantes y sensibles como sanidad, generación de energía eléctrica, motores,
abastecimientos. Finalmente, de este modo, logramos que el personal se fuera
interiorizando de los problemas que se le iban a presentar en los diferentes sistemas y
cuál era su posible solución. Así, fueron llevados realmente a que poco a poco se
sintieran ligados y comprometidos con la Base Científica Artigas, desde el mismísimo
primer momento, sin que siquiera hubieran estado aún allí. Nos enfrentábamos a un
gran desafío, sin dudas.
Había que prepararse para la propia supervivencia en las condiciones adversas que
implica la vida en el continente antártico, y para ello, estábamos planificándolo todo y
preparándonos de la mejor manera posible.

La preparación humana en la Isla de Flores


No encontramos mejor forma de prepararnos para la misión, en lo que al personal se
refiere, que planificarlo todo, de modo que, al llegar al continente austral, poco resultara
sorpresivo para la dotación.
Una parte de esta planificación fue la que se desarrolló en la Isla de Flores. Debo
destacar que el Uruguay no posee, por sus características geográficas, lugar alguno de
difícil acceso para realizar nuestra preparación antártica. Luego de analizar distintos
sitios del territorio uruguayo, finalmente escogimos la Isla de Flores, en el Río de la
Plata, que pensamos debería servir, a un costo relativamente bajo, para nuestro curso de
aislamiento y yo agregaría, de supervivencia y de convivencia.

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Esta preparación se llevó a cabo durante catorce días del mes de setiembre, en los cuales
el único contacto que tuvimos con la civilización fueron las luces de Montevideo, el
personal de la Armada Uruguaya que operaba el faro allí existente y la estación de radio
perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya, a través de la cual recibíamos y enviábamos
novedades al Instituto Antártico y se hacía intercambio de información con la Base
Científica Antártica «Artigas».
No llevamos a la Isla de Flores ningún otro medio de comunicación que nos permitiera
contactarnos con el mundo que nos rodeaba. Logramos, entonces, que la comunicación
entre los hombres se volviera muy distendida. Las largas y concentradas horas de
instrucción se matizaban con actividades en pareja o por equipos y las horas de
descanso se cubrían con el mate.
Los momentos previos y posteriores a la cena se cubrían con juegos de salón, que hacían
que se Fueran estableciendo entre los futuros compañeros de misión un espíritu de
cuerpo que, con el transcurso de la posterior campaña antártica, y aún una vez finalizada
ésta, se pudiera continuar manteniendo.
Cada uno de los hombres sabía, ahora, como estaba compuesta la familia de los demás
compañeros, sabía las fechas de cumpleaños, conocía sus gustos y debilidades, hasta
dónde se le podía exigir, por decirlo así, y hasta dónde era posible o cuándo era
necesario dejarlo en soledad con sus propios pensamientos.
Realmente, se estaba logrando un equipo que rendiría, seguramente, un examen brillante
en la inmensa soledad blanca, solos consigo mismos y con la inmensidad del continente
más frío, más blanco, más pacífico, más desarmado, más tormentoso, más despoblado y
más estudiado y codiciado de la Tierra.

La Antártida
Este continente de condiciones tan excepcionales, como intuye el lector, es la Antártida.
La ausencia de asentamientos humanos numerosos está determinada por la posición de
estas tierras, aisladas en medio del océano -tres océanos la circundan- y accesible
solamente con medios notablemente perfeccionados.
La cegadora blancura del panorama antártico se ve interrumpida en algunas zonas por
grandes manchas oscuras. Se trata de los nunataks o cimas rocosas que afloran a través
de la corteza de hielo. La Antártida es, en efecto, un continente con una rica orografía y
una rica hidrografía, con un clima mucho más riguroso que el del Ártico, por ejemplo,
con fuertes ráfagas de vientos, «Blizzard», que alcanzan hasta velocidades de 60
kilómetros por hora en la costa y de hasta 200 (doscientos) kilómetros por hora y más
aún, en el centro del continente, levantando la nieve en cegadores torbellinos y dando
origen a densos encrespamientos del manto nivoso.
La fauna es muy específica y rica y la flora es escasa. El atraque en las costas del
continente o por la vía aérea resulta siempre peligroso, casi siempre a causa de las
tempestades, de la existencia de altos acantilados y del cinturón de rocas y de algas.
Nuestro objetivo primario era, pues, llegar hasta nuestro lugar de desembarco, en las
condiciones ya conocidas, en el suelo del continente antártico.

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VERANO DE 1986-1987
El viaje hacia la Antártida
«¿Cuando dejaré de maravillarme para empezar a conocer?»
Galilea Galilei

Culminadas las etapas de preparación, llegamos al momento en que debíamos realizar


los embarques marítimos de los materiales necesarios en la Base. Lo hicimos en los
barcos de origen soviético, que llevaban a su vez, carga, asa Base Científica
«Bellinghausen», Base vecina a la nuestra, acercándonos los materiales previstos para la
Base Científica Antártica «Artigas»,
Los embarques aéreos que tienen ciertas características dignas de ser destacados -
fueron llevados a cabo por la Fuerza Aérea Uruguaya. En el día prefijado, durante las
primeras horas del amanecer, comienzan a arribar a la Brigada Aérea No. 1, los
familiares y componentes de la expedición.
La Sala de Recepción comienza a llenarse de niños que corretean por los corredores y
pasillos y que llegan a esta sala a ver, de tanto en tanto, que está sucediendo, sin
entenderlo, llantos de familiares, manos que desean retener por más tiempo, en los
minutos postreros, al ser querido que se va tan lejos, y por doquier, consejos y
recomendaciones de las más diversas.
Nos llega la orden de embarcar. Nos dirigimos hacia la máquina que, ya en la pista de
despegue, está pronta para carretear y comenzar su viaje, nuestro viaje, en el cielo, hacia
nuestro destino austral. Subimos, uno a uno, al aeroplano. Las puertas del avión
Fairchild se cierran tras la subida del último de los hombres expedicionarios. Se ponen
en marcha sus motores. Y, mientras carretea por la pista y comienza a buscar el cielo,
nosotros, desde nuestras ventanillas, vemos a los familiares que con sus brazos
extendidos prolongan un adiós que queda adherido en nuestras retinas mientras, ya en el
cielo, nos dirigimos definitivamente hacia nuestro destino.
Comenzamos, desde ahora, nuestro largo viaje hacia la Antártida.

En el avión uruguayo rumbo al Sur


Ya en vuelo, en el avión Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya, las primeras horas
transcurren con las formalidades de rigor, para estos casos, como ser, presentaciones
para aquéllos que recién se conocen y a medida que el viaje continúa, ya sobre territorio
argentino, el café, el mate y las confidencias se entremezclan y hacen que las horas
transcurran más desapercibidas.
En el interior de la aeronave, en vuelo, las comodidades existentes son mínimas. Como
resulta prioritario el espacio para el transporte de la carga y los tanques de combustibles
suplementarios, nosotros hicimos el viaje sentados en el suelo, o sea, sobre el piso del
avión, sobre colchonetas.
La primera etapa del trayecto a recorrer dura unas ocho horas, aproximadamente, y tiene
como destino la ciudad-puerto de Punta Arenas en Chile. Punta Arenas es una hermosa
ciudad del extremo Sur de la República de Chile. Es la capital de la provincia y del
departamento de Magallanes, posee algo más de 150 mil habitantes y está situada

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exactamente sobre la costa Este de la península de Brunswick, en el centro del Estrecho


de Magallanes.
Punta Arenas es también un puerto y Zona Franca de gran importancia comercial y,
seguramente, la Zona Franca más importante del Océano Atlántico.
Cuando llegamos a éste, nuestro primer destino, tomamos contacto con una primera
realidad: aquí, quien manda en primera instancia y lo hará sobre nuestras vidas mismas,
es y será el tiempo climático y las condiciones meteorológicas.
En este lugar, en el aeropuerto «Pdte. Ibáñez», en su centro de predicciones
meteorológicas se indica si el viaje puede continuar, o si, por el contrario, hay que
aguardar a que las condiciones climáticas sean favorables para efectuar el cruce del
Estrecho de Magallanes y el de Drake, como también para el posterior aterrizaje en la
Isla Rey Jorge. Con frecuencia, las condiciones para descender a tierra no se dan en
forma simultánea. Se autoriza el cruce, por ejemplo, pero no el aterrizaje, y/o viceversa.
Punta Arenas es una ciudad con población muy hospitalaria. Su clima es de
características propias de la región, fuertes viento y bajas temperaturas, aún en los
meses estivales de diciembre a febrero. Es también, un importante puerto de apoyo
logístico y mantenimiento, dado que muchas naves hacen su última escala, antes de
proseguir viaje a la Antártida.
Punta Arenas posee, como ya señalamos, una importante Zona Franca con elegantes
supermercados y shopping-centers, que le dan a la ciudad un aire más destacado al ya
ágil movimiento que los magallánicos -como se llama a los habitantes de esta región
chilena- han dado a su ciudad. Los pobladores de Punta Arenas están constituidos por
una mezcla extraña de nativos, yugoslavos e hindúes, que le dan a la población, una
característica muy especial. Por lo general, estos nativos son de baja estatura, de
cabellos negros muy oscuros que contrastan con los pobladores de estatura alta y rubios
de origen mayoritariamente eslavo.
Los días de permanencia en esta ciudad-puerto son todos de características rutinarias.
Para nuestra dotación, la rutina consistía en levantarse todos los días muy temprano y
esperar las novedades que pueden llegar desde el aeropuerto, indicando la realización
del cruce o su postergación.
En esta región ya se vislumbran los cambios horarios que se nos aparecen come un
índice más de la próxima estadía antártica nuestra. Sorpresivamente, se producen las
condiciones climáticas que nos permiten realizar el cruce, esta vez ya, rumbo a la
Antártida. Algo más tarde, nos encontramos nuevamente en vuelo, habiendo dejado
atrás, ahora sí por un largo período de tiempo, la civilización, mientras comienzan a
desfilar, ante nuestros ojos, como escenas de una película filmada, las últimas
estribaciones de la Cordillera de los Andes, canales, acantilados y glaciares que mueren,
inexorablemente, en el mar.

El cruce del Pasaje de Drake y el aterrizaje en la Antártida


Unas tres o cuatro horas nos separan de nuestro destino. Estamos volando sobre un mar
tremendamente violento, ya que es el punto de confluencia del Océano Atlántico, del
Océano Pacífico y del Océano Glacial Antártico. Este vuelo es totalmente diferente al
anterior, pues predominan la adopción de medidas de seguridad sobre las de confort. Se
nos prohíbe fumar, debido a que llevamos los tanques suplementarios llenos de

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carburante que nos permitirían efectuar el regreso en caso de que se hubiera cerrado la
pista de nuestro aterrizaje «Tte. R. Marsh».
Nos instruyen sobre aperturas de salidas de emergencia, lanzamientos de balsa y
elementos diversos de supervivencia con los que contamos en caso de necesitar
efectuarse un inesperado amerizaje.
A pesar de la delicada situación que vivimos, después de las preguntas, consejos,
recomendaciones de rigor, unos se entregan al sueño y otros a distintas distracciones,
hasta que se comienza con la preparación para el aterrizaje.
En este momento, todos nosotros tratamos de poder ver a través de la ventanilla leí
avión y entre las nubes, el lugar eme será nuestro destino, pero lo único que
conseguimos percibir es agua coronada por fuerte y abundante espuma que nos indica
su fuerza y aquí y allá, algún témpano de formas caprichosas que tienen a su alrededor
trozos de hielo - producto de la erosión- y un anillo azulado de agua dulce, que deja ver
parcialmente, la masa sumergida del mismo témpano.
Para quienes como yo, efectuamos más de una vez con anterioridad este viaje sabemos
bien que una serie de grandes peñascos, los van marcando la proximidad de la isla Rey
Jorge, que se nos aparece como una gran planicie, casi totalmente horizontal. Cuando
percibimos que está bajando el tren de aterrizaje y varía el ruido de los motores de
nuestra aeronave, sentimos que nos están indicando que estamos llegando al momento
de la culminación de nuestro viaje.
Mientras nosotros nos encontramos ya preparados para recibir el frío con nuestra
vestimenta especial, con las caras permanentemente vueltas hacia las respectivas
ventanillas del avión, sobrevolamos el acantilado casi a nivel del suelo.
Allí comienza la pista de aterrizaje y nuestra visión del mar verde azulado, se
transforma repentinamente en tierra de color pardo, con grandes piedras y algunas zonas
de nieve de gran tamaño.
La aeronave aterriza. Mientras avanza sobre la pista rugosa va dando tumbos a uno y
otro lado.
Con un espontáneo y entusiasmado aplauso premiamos la pericia de los pilotos
uruguayos, en una tradición antártica, que se repite cada vez que un avión se detiene
sobre el suelo nevoso del continente más meridional.
Casi simultáneamente con el aplauso, todos exhalamos un suspiro de tranquilidad.
Ahora, frente a nosotros, comenzamos a ver las instalaciones de la Base Chilena «Tte.
R. Marsh», los contenedores de la torre de operaciones, el hangar, la hostería y un
pequeño grupo de hombres, que a la distancia no se distinguen bien, pero que son los
integrantes, según supimos un rato más tarde, de un improvisado Comité de Recepción
Internacional.
La llegada de nuestra aeronave a la isla antártica es todo un acontecimiento de júbilo y
ansiedades que modifica la rutina diaria, pues por lo general, estos aparatos suelen traer
correspondencia personal o alguna carga para las Bases vecinas, cosa normal en esta
región y que se repetirá de idéntica manera a lo largo de toda nuestra Campaña que
añora comienza.
Estamos ya, en la Base chilena «Tte. R. Marsh».

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

De la Base «Tte. Marsh a la Base Científica Antártica «Artigas»


Con el avión totalmente detenido y sus motores apagados, se abre el portalón de carga
inundando de un chorro de luz y una fuerte bocanada de aire gélido el cálido hábitat de
la aeronave. En segundos se congela todo el ambiente y los que allí estamos tratando de
soportar el frío. Ni bien pudimos recuperarnos de esta primera impresión tan
sorprendente para nosotros, la orden de comenzar la descarga de la aeronave, revive
nuestros inanimados cuerpos. Varios acontecimientos distintos ocurren entonces al
mismo tiempo. Brazos que se extienden para un abrazo fraterno y acogedor, reclamo de
noticias de la Patria, solicitud de correspondencia de vecinos de otras bases, a quienes se
les había avisado previamente sobre nuestro vuelo y el transporte de la misma.
Este hermoso «ordenado desorden» es originado por el arribo de esta aeronave de relevo
de dotación que, además cumple con otros cometidos también. La carga pasa al
remolque del tractor de la Base, que está aguardando para emprender la marcha a través
de los cinco kilómetros de hielo que separan la Base chilena de la Base uruguaya.
La primera visión que tenemos a nuestra llegada es la del enorme hangar chileno en
donde a su frente ondean los pabellones patrios de Chile y Uruguay. también vemos un
mástil tótem con medio centenar de nombres de ciudades apuntando en forma de flechas
en sus respectivas direcciones.
A uno de los lados se encuentra la hostería de la Base «R. Marsh», una construcción
rectangular sobre palafitos para evitar la posible acumulación de nieve, de unos 60
metros de largo tiene una capacidad de aproximadamente 30 habitaciones con un
servicio de cafetería y restaurante. El camino, serpenteante, se hunde en el mar. En ese
camino, en dirección a nuestro avance, encontramos a la derecha la Base «R. Marsh» y
a la izquierda, la Base rusa Bellinghausen.
El avión uruguayo que nos trajo, cumplida la descarga, toma nueva carga para
transportar y parte hacia el continente americano en un vuelo rasante de despedida y
saludo, que nos hace asomar las primeras lágrimas en más de un par de ojos mirando
hacia el cielo.
Dejando detrás de nosotros y a nuestra izquierda la pista de aterrizaje, encontramos a
nuestra derecha, en unas alturas próximas, unas ruinosas construcciones de madera
pintadas de verde. Eran los restos del primer asentamiento ruso en la Antártida en el año
1954.
Finalmente, nuestro camino pasa entre Marsh y Bellinghausen. Construcciones pintadas
de naranja y techos negros identifican las construcciones chilenas, mientras que los
colores verdes y amarillos identifican a las construcciones rusas. Separadas y unidas a la
vez, estas dos Bases, por una corriente de agua que nace en un lago artificial cercano.
Este lago artificial aprovechó las condiciones del terreno que reunía naturalmente las
aguas que provenían de zonas más altas adyacentes en un área determinada.
El lugar se represó, creando un lago artificial que suministra agua potable a ambas
Bases. Las aguas excedentes de este lago se vuelcan al mar formando previamente un
arroyo, que separa y une a la vez, como ya señalé, las bases chilena y rusa.
A este arroyo, los chilenos le dieron el nombre de Mapocho, los rusos le pusieron el
nombre Volga. Quedan detrás de nosotros estos dos asentamientos y ya nos
encontramos con un camino desdibujado por un lodazal que se extiende a lo largo de
unos mil metros.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El lodo es producto de la mezcla de la nieve derretida y la arena volcánica. Nuestra


progresión, en estas condiciones, se hace dificilísima.
Esta parte del camino termina en una pronunciada pendiente ubicada entre dos enormes
cerros. El topónimo latino con el cual fue bautizada la pendiente fue el de «Bajada de
los Rusos». Por razones de seguridad descendimos del tractor que arrastra penosamente
el remolque con la carga y la gente. Mientras continuando a pie vamos coronando la
cima, el vehículo toma impulso, patina, se inclina hacia un costado y otro, retoma el
camino y trepa, trepa y trepa hasta que, al final, la cuesta queda superada. Delante de
nosotros se abre un valle cruzado por corrientes de agua que son producto de los
deshielos.
A lo lejos, a nuestra derecha, se distinguen unas formas cilíndricas, metálicas, de gran
tamaño. Son los tanques de combustible pertenecientes a los rusos. Nuevamente, el
fango pegajoso, viscoso, que hace que debamos redoblar el esfuerzo al caminar. Vemos
una nueva corriente de agua limpia y cristalina que corre entre las rocas y a nuestro
frente se despliega otra cuesta, de suelo firme, pero tan o más dificultosa que la anterior.
Después de mucho esfuerzo logramos vencerla y continuamos nuestro camino en
procura de nuestro destino final.
El camino zigzaguea entre pequeños ojuelos de agua, mares de piedras, y cerros de
imponente presencia y deslumbrante y desnuda belleza. Muestran su dermis de arena
volcánica y piedra, sin una sola vegetación que la adorne.
Por fin, ahora sí, logramos llegar a un lugar desde donde se divisa, desde una altura, el
Lago Uruguay, que se encuentra a espaldas de la Base uruguaya. El Lago Uruguay está
formado sobre un cráter de un volcán extinguido y tiene una superficie y forma casi
cuadrada de 300 metros de lado.
En las faldas de las alturas que rodean muestra aún amontonamientos de nieve que
todavía no se han licuado. La periferia de la reflejante superficie del agua no tiene una
forma definida ya que en parte se encuentra unida a la orilla por hielo y nieve que la
desdibujan.
A lo lejos, más allá de un pequeño valle que separa el Lago de la Base Científica
Antártica «Artigas», y por el cual corre una corriente de agua, se ve, majestuoso e
imponente, tanto por su resplandeciente y nívea blancura como por su impactante
tamaño, el Glaciar Collins, que ocupa gran parte de la isla, junto a otros «hermanos»
suyos, y que guarda la nieve de los tiempos convertida en azulado hielo, casi eterno...
Ahora sí, por fin, al llegar nosotros a las últimas alturas que rodean al Lago Uruguay, se
nos aparece, nuestro objetivo final: La Base Científica Antártica «Artigas» de la
República Oriental del Uruguay. Esta Base Científica uruguaya, asentada sobre terrazas
que alguna vez estuvieron bajo el mar, estaba allí, pequeña, serena, pero majestuosa,
esperándonos, a nosotros, un contingente de uruguayos que veníamos desde muy lejos,
para que la protegiéramos y la hiciéramos crecer y crecer.
Dos alojamientos especiales acondicionados para la vida humana y un tercero, idéntico,
que hace las veces de laboratorio, más tres galpones, serían, desde ahora, nuestro hogar
por el lapso de un año.
Ahora, ya en la Base Científica Antártica «Artigas», luego de un imprescindible e
impostergable descanso tras tan largo como fatigoso viaje, nos disponemos a iniciar, ya
instalados, nuestras primeras actividades aprovechando el verano. Comienza, nuestro
gran desafío...

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Primeras Actividades Planificadas


Durante los meses del verano la actividad es tan intensa como la duración misma del
día. Se realizan trabajos de mantenimiento y ampliación, descarga de buques, recepción
de visitas formales e informales, programadas y no programadas, oficiales y
protocolares a Bases vecinas o de coordinación de actividades científicas, se
transforman en una cadena de acontecimientos que van acelerando los días cada vez
más y más.
El verano es, como ya señalé, el tiempo de luz permanente y actividad febril, en el que
hay que hacer todo lo que se deba hacer antes de que nos atrape la temporada invernal
nuevamente. A todas las Bases, y por supuesto, también a la nuestra, llegan cantidad de
hombres con actividades, trabajos y cometidos de los más diversos tipos. Así llegan
científicos con sus trabajos técnicos especializados que pueden ser en cartografía,
meteorología, ciencias biológicas, geología, etc., etc. Visitas oficiales inspectivas,
periodistas y otros, que llegan con la finalidad de hacer crecer la base en su aspecto
físico y de servicios, que obviamente, debe brindar.
Creo que, este verano que transcurre, han cumplido sus objetivos todos cuantos aquí
estuvieron. Han estado científicos con sus proyectos y expectativas, siendo ellos el
motivo principal de la. existencia misma de esta Base. Radioaficionados que nos
visitaron conociendo «in situ» cómo se vive y cómo se trabaja en la Base Científica
Antártica Artigas, logrando de este modo su objetivo de comunicación mundial desde la
misma Antártida.
Con relación a las visitas, una de las más resaltable fue la del Comandante en Jefe de
Ejército Tte.Gral. Carlos Berois. Pese a la brevedad de su visita, pudo observar y visitar
las Bases científicas de nuestros vecinos también, además de la nuestra, claro está. La
organización protocolar de su visita se debió modificar por imposición del tiempo
meteorológico.
No obstante ello, el alto jerarca del Ejército uruguayo, pudo llevarse consigo, además, la
impresión de cómo vivimos los uruguayos en la Antártida y cómo se desarrollan las
actividades en las más diversas áreas.
El almuerzo servido en honor de tan ilustre huésped fue típicamente antártico. A la
población normal de la Base se sumó, por supuesto, la visita de todos los amigos rusos y
chilenos, que colaboraron con sus transportes para el mejor desarrollo de nuestras
actividades.
El pasaje por la Base Científica Antártica Artigas del Comandante en Jefe del Ejército
uruguayo quedó para siempre registrado en una placa, y además, con su visita, nos trajo
un mensaje de apoyo y reconocimiento para nuestra labor desplegada con tanto
sacrificio en estos lejanos confines de la tierra, que en una nota manuscrita nos enviara
el Presidente de la República, Dr. Julio María Sanguinetti.
En el avión en que retornaba nuestro ilustre visitante, iban también nuestras cartas para
nuestros seres queridos. Mientras el avión se alejaba y empequeñecía en el cielo
antártico emprendiendo el rumbo a la Patria, nosotros, un puñado de uruguayos, solos
nuevamente sobre los hielos australes, retornamos a la rutina diaria de nuestras vidas.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Del Presidente de la República Oriental del Uruguay


Señor Comandante de la Base Antártica Artigas
May. Orosmán Pereyra
Pte.

Señor Comandante:
En ocasión de la visita a esa Base del Comandante en Jefe de1 Ejército, saludo
a Ud. y todos los miembros de la Base,: reiterándoles el particular aprecio con
que el Gobierno y yo personalmente vemos vuestra labor en esas inhóspitas
regiones. Ella honra al País, ensancha nuestra soberanía y exalta el espíritu
creativo del hombre uruguayo.-
Julio María Sanguinetti

La Base Científica. Antártica, Artigas se enriquece con grandes trabajos


En efecto, la ardua tarea emprendida, en las condiciones tan adversas como las que
ofrece el medio geográfico, aislados a tantos y tantos miles de kilómetros de la Patria,
resulta, por ello mismo, más y más enaltecedor. Gracias al trabajo de nuestros hombres,
la Base quedó ahora dotada de abastecimiento de agua potable, que no poseía hasta su
instalación.
También se realizó instalación de baños completos en todos los alojamientos y la
respectiva evacuación de sus aguas en cámaras especiales. Son especiales, porque
poseen una resistencia eléctrica que eleva su temperatura y permite respaldar el trabajo
natural de degradación de los materiales.
Con estos trabajos, la Base Científica Antártica Artigas quedó dotada de elementos que
respetan el medio ambiente tal cual lo establece el Tratado Antártico. Además de los
servicios sanitarios, combustible a granel y aislamiento de ciertas áreas sensibles, como
el depósito de víveres, el galpón de generadores, se instaló una torre de comunicaciones
de 26 metros para mejorar las mismas.
Cada una de estas obras tiene su propia historia y anecdotario riquísimo, y que
merecerían un relato aparte, y que, para nosotros al menos, con el transcurso del tiempo,
va adquiriendo un mayor valor.
En tal sentido, podría recordar la rapidez con que se montó la antena de los
radioaficionados y el febril trabajo de comunicación radial, que llegó a cumplir la
friolera de 7.000 (siete mil) comunicaciones con todas partes del mundo.
También puedo recordar la construcción del sistema de captación y transporte de agua
potable, que nos llevó muchos días de trabajos de planificación y de la misma
realización de tareas novedosas, que iban desde el buceo bajo hielo hasta el idear un
acueducto colgante, para salvar un abra de unos cien metros por cuyo fondo corre una
cañada.
Conservo y conservaré siempre en mi memoria el momento» en que se hizo funcionar,
por primera vez, el sistema de captación y distribución de agua, lo que ocurrió el 17 de
abril de 1987, con una temperatura de -6° y una sensación térmica de -22°. El agua
circuló a lo largo de los trescientos metros de cañería y afloró por la boca que se
encontraba en la mismísima BCAA. Un baño con el vital elemento en estado líquido,

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

fue el motivo del festejo de quienes estábamos esperando en la boca de la cañería la


aparición del agua.
La tremenda potencia con que surgía el líquido elemento, fue la retribución a nuestros
esfuerzos para realizar el sistema lo mejor posible. Otra de las difíciles y riesgosas
tareas que realizamos fue el montaje de la antena de comunicaciones, de 26 metros de
altura, que implica, ya de por sí, un gran riesgo aún bajo condiciones normales de
trabajo, cuanto más si consideramos que la temperatura ambiente durante su realización
era de varios grados bajo cero y los vientos eran de regular pero siempre riesgosa
intensidad.
Este trabajo, como todos los que se realizan en esta región, especialmente como en este
caso en que deben realizarse forzosamente a la intemperie, significan un enorme
esfuerzo humano, dado que debe uno enfrentarse al frío, al viento y a la humedad
reinante.
Para quienes estábamos allí, significó también una nueva e interesante experiencia la
realización del hormigón necesario para las bases o los pisos de las instalaciones y
construcciones, ya que aquí, el hormigón va mezclado con productos químicos
especiales y agua caliente para su fraguado perfecto.
Además, es necesario esperar a que se presente el día más adecuado desde el punto de
vista de la temperatura, para que permita que el hormigón fragüe y no se congele antes
de que esto ocurra. Este tipo de tareas necesita de toda la mano de trabajo disponible en
la Base, ya que se requiere de mucha gente, ya sea para hacer el pedregullo en los días
previos, como para hacer el mismo hormigón en el momento más adecuado.
En esas ocasiones, en que se realiza el hormigón, la Base se parece a una colmena,
haciendo, unos, fuego para calentar el agua, otros, alimentando la hormigonera, y otros
más, desparramando el material en un sitio indicado, adquiriendo la Base un ritmo de
trabajo vertiginoso en el cual todos están de una u otra manera ocupados y concentrados
en su labor.
Es que toda esta tarea debe comenzarle y culminarse en una misma jornada. Todas estas
actividades, lo mismo que el armado de galpones y alojamientos prefabricados,
contribuyó a la mayor integración del personal de la dotación, que vio, una vez
finalizadas las obras, como un logro de todo el equipo, el levantamiento y surgimiento
de una nueva infraestructura de la Base.

Nuestra primera gran aventura bajo el hielo


Quiero relatar al lector uno de los primeros episodios dramáticos que nos tocó vivir bajo
los hielos antárticos. Decidimos realizar los trabajos de apoyo en la construcción de un
muelle y la caseta para la bomba de agua. Se decidió realizar un buceo buscando el
fondo de las aguas gélidas, que fuera apropiado para la tarea a realizar.
Esta fue la primera vez que hicimos un buceo organizado previamente con un propósito
definido y como en mi caso, bajo condiciones totalmente novedosas para quienes lo
realizamos. La visibilidad bajo el agua era extraordinariamente buena. Extraordinaria
era también la temperatura del agua por lo extremadamente fría.
El lago, en el cual debíamos buscar y encontrar el fondo, tenía la forma de un
cuadrilátero de 300 metros de lado y con profundidades que oscilaban entre los 5
(cinco) y 20 (veinte) metros. Según los estudios que realizaron del lago los científicos

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

soviéticos, por u forma y constitución, el mismo ocuparía el lugar de un cráter de un


volcán. En uno de los tantos días en que se cumplió esta actividad ocurrió algo
fantástico, digno de contar al lector. En ese día, la temperatura del medio ambiente
había descendido tanto, que al salir nosotros a la superficie tras el buceo, el agua que
humedecía nuestros trajes de goma les dio un aspecto fantasmagórico.
El color negro de los equipos de vestir se había transforma lo en un color blanco
lechoso; el agua que las mojaba se había congelado. Ante esta circunstancia, por el
incorrecto funcionamiento de las reguladores de aire bajo el agua helada, debimos
suspender nuestra actividad subacuática.
Lo que estábamos realizando y los problemas que teníamos y que acabo de narrar al
lector, llegaron a oídos de los Jefes de la Base Científica «Bellinghausen» de la Unión
Soviética, lo que motivó que después de una visita protocolar a la Base uruguaya, se
concretara un buceo exploratorio en conjunto.
Fue así que, se resolvió que se integrara un equipo primario integrado por quienes
estábamos realizando la exploración, al que se agregaría la presencia de un especialista
de buceo ártico -la zona polar boreal o septentrional- miembro de la Academia de
Ciencias y del Instituto Oceanográfico de la Unión Soviética y cuyo nombre era Igor
Melnikov. Los trabajos para el abastecimiento del agua continuaron, pero ahora, bajo
condiciones totalmente diferentes a las anteriores. La caída de la temperatura fue tal,
que la superficie del lago se congeló de tal forma, que soportaba perfectamente bien, el
peso de cualquier hombre sobre él.

El dolor del frío...


Con el hielo ya formado sobre la superficie del lago, llevamos a cabo tareas
complementarias de buceo bajo la capa helada que ya tenía aproximadamente 10 cms.
En una de esas ocasiones pude comprobar cuánto nos protegía el equipo especial que
vestíamos. Estando yo sumergido bajo el agua helada, con la capa de hielo sobre
nosotros, mientras desarrollaba una de las tareas subacuáticas, por desgracia, se me
destrabó el cinturón de lastre -cinturón con hebilla de suelta rápido y pesas de plomo-
que me destrabó y movió en una muy pequeña extensión de milímetro el cierre de
cremallera que cerraba el traje.
Inmediatamente sentí como que algo muy agudo y afilado penetraba en mi vientre. No
pude hacer absolutamente nada. La mano que tenía enguantada me entorpecía los
movimientos necesarios para tan delicada operación. Por otra parte, y para colmo de
males, la situación se agravó pues no podía abandonar a mi compañero de buceo,
rompiendo con una regla de oro rigurosamente respetada por todos los buceadores. Sin
embargo, aún bajo estas pésimas condiciones, terminamos nuestras tareas y el tiempo
que nos insumieron las mismas, me pareció el más largo de la historia...

La muerte transparente
Como expresé anteriormente, los científicos soviéticos mostraron interés en las
actividades que veníamos desarrollando los uruguayos, aumentando el interés, por lo
que ellos habían tenido conocimiento sobre cuánto habíamos visto nosotros: vida animal
y vegetal en abundancia, pese a que el lago estaba, por entonces, totalmente cubierto de
hielo.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

La vida animal allí estaba representada por pequeños crustáceos anaranjados llamados
Copépodos y la vegetal por pequeñas plantas verdes, que alfombraban la superficie a
partir de determinada profundidad. De este modo, llegamos al día 9 de abril, en el que
se realizaría la tan esperada inmersión conjunta. Tal cual habíamos previsto, habríamos
de recoger muestras de varias plantas, barro y aguas que serían analiza las por el equipo
del Dr. José Pedro Dragonetti, médico veterinario, en busca de vida de cualquier tipo
que nosotros a simple vista no podíamos percibir.
Procedimos a equiparnos y, sobre el mediodía - el momento de mayor luz- comenzamos
a ejecutar la operación planeara. Primeramente perforamos un circulo en el hielo de
aproximadamente un metro de diámetro. En esa época, el hielo ya tenía un espesor de
unos 20 cms. Mientras terminamos de equiparnos-, el personal de apoyo batía el agua
para evitar que la misma volviera a congelarse.
El equipo que usaba nuestro ocasional compañero de buceo, Igor Melnikov, difería del
nuestro. Su equipo era de tela engomada y el visor o careta estaba incorporado al mismo
traje de buceo.
Debido a esta diferencia, la forma de desempañar el cristal de su visor consistía en un
limpiaparabrisas pequeño, que él mismo manipulaba desde el exterior. Tuve la
impresión de que se trataba de un equipo obsoleto de soluciones muy simples. Atado el
buzo uruguayo Wilfredo Vera a una línea de vida, sentados en el borde del círculo que
habíamos hecho sobre el hielo, tras un saludo cordial deseándonos buena suerte, nos
fuimos sumergiendo de a uno en las profundidades del agua helada.... Ya bajo el agua
gélida, la luz de que disponíamos era suficiente. La visibilidad muy buena y la
serenidad que nos envolvía por todas partes, solamente interrumpida por las burbujas
del aire expirado, contrastó con el ulular del viento y la ventisca en el exterior.
Comenzamos a descender más aún y el techo blanco que teníamos sobre nuestras
cabezas, de un blanco plateado, fue quedando atrás, cada vez más lejos de nosotros. Las
burbujas de aire se agrandaron a medida que ascendían, formando bolsones de aire
contra la línea de la superficie del hielo. El orificio que habíamos hecho sobre el hielo, y
por el cual descendimos, que además eran nuestra única salida al exterior, ya no se
distinguía desde las profundidades del agua. Ello motivó la necesidad de usar la línea de
vida, que nos permitiría encontrar el camino de regreso a la superficie. Por primera vez
había pasado por mi mente y experimentado la proximidad del peligro de muerte.
Una vez que hubimos tomado las muestras, temperaturas y fotos subacuáticas, dimos
por terminada, nuestra primera actividad de buceo conjunta.

Resultados de nuestra primera experiencia de buceo conjunto


El día culminó con una muy reconfortante comida y una amena y cálida reunión, en la
Base. Afuera, el día grisáceo dejaba oír los sonidos del viento y de la misma nieve. En
una singular mezcla de idiomas y gestos -compartíamos la reunión uruguayos y rusos-
se fueron intercambiando anécdotas y relatos que terminaron con el reconocimiento del
especialista soviético en buceo ártico de que los uruguayos fuimos los primeros que en
esta región en que estábamos, habíamos buceado en aguas internas bajo el hielo.
El cabo uruguayo Wilfredo Vera, perteneciente al Grupo de Buceo de la Armada
Uruguaya registró lo siguiente en su libro de buceo:
«Integrantes: Buzos Igor Melnikov (URSS), Mayor Orosmán Pereyra, Cabo
Wilfredo Vera.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Temperatura en Superficie: -3°


Viento: 25 nudos
Sensación térmica: -17°
Profundidad de trabajo: de 7 a 10 metros
Ingreso al agua: por abertura practicada en el hielo de 60 cms.
aproximadamente.
Temperatura del agua: 1°
Tiempo de inmersión: 25 minutos
Se recogieron muestras de fondo, vegetación, agua y se tomaron fotos.
Se utilizó línea de vida.

Por otra parte, el equipo del médico veterinario Dr. Dragonetti detectó, que pese a las
bajas temperaturas en las muestras aportadas, había vida bacteriana.

Saludo en la boca de la entrada al lago Uruguay en orificio practicado en el hielo.


Deseo de "Buena suerte" previo a la inmersión de 10 mts. de profundidad bajo el
Hielo de izq. a der.: lgor Melnikov, Tte. Cnel. O. Pereyra.

Un impedimento climático que se transforma en una fiesta


En este lugar meridional del planeta, muchas veces, lo imprevisto va de mano de lo
previsto.
En el mes de mayo, para ser más precisos, el día 5, el F H 572 Fairchild, no pudo
decolar por las condiciones climáticas adversas. Por lo que el avión debió ser amarrado
en la pista de «R. Marsh», para asegurarlo y protegerlo de los fuertes vientos, mientras I
a tripulación debió pernoctar en nuestra Base Científica Antártica Artigas.
Este hecho, que rompía la rutina en forma inesperada por completo, se convirtió en una
verdadera fiesta para todos los que vivíamos en la Base, ya que, por fin, contábamos con
la presencia de nuevos rostros, podíamos oír noticias actualizadas de la Patria y
comentarios generales que podríamos efectuar. Las instalaciones de la Base uruguaya
estaban ahora totalmente colmadas.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Se habían alojado en ella científicos, personal que realizaba diversos trabajos, tareas de
comunicaciones, personal permanente de la Base y, por supuesto, el personal
correspondiente a la tripulación del avión que no pudo decolar.
Todos amontonados, puesto que el espacio con el cual contábamos, ya era estrecho para
nosotros solos y era estrecho, en general, de por si. Transcurrieron así unos cuantos
días, durante los cuales las horas se fueron sumando unas a otras, cerno lo hacíamos las
personas que allí estábamos. Este sería el último vuelo que se efectuaría durante la
campaña de verano, ya que a partir del momento en que el aparato dejara la isla en que
se asienta nuestra Base, quedaríamos ya en el umbral del período invernal o de la
invernada.

El espíritu del avión


Cuando una aeronave está por arribar o partir de la isla antártica, en la población de la
Base reina lo que se denomina «el espíritu del avión» Previamente a la aparición del
avión la gente apronta su correspondencia o sus equipajes, según las circunstancias de
cada uno.
Todos con un espíritu especialmente alegre, unos porque recibirían algo y enviarían
algo, otros por haber culminado su tarea antártica y retornar a la Patria y al encuentro
con los seres queridos.
Cuando llega el momento de la partida, se producen apretones de mano y abrazos aquí y
allá. Fraternos abrazos de hombres que se despiden, llantos y las lágrimas de ojos que se
han curtido por el frío y que, por el calor de sus corazones, derraman el sentimiento de
una amistad cultivada en solitario lejos de la patria. Éramos un puñado reducido de
hombres que realiza jamos un esfuerzo común, cada cual en su campo de acción, pero
con un sentimiento que era un común denominador en todos nosotros: ensanchar la
soberanía uruguaya material, moral, espiritual y culturalmente.
Este vuelo, ya lo señalé, era muy especial. Era el último de los regularmente
planificados para cubrir la campaña de verano. En el preciso momento en que las ruedas
del FAU 572 dejaron de pisar el suelo helado de la Isla Rey Jorge, quedaríamos solos
frente a nosotros mismos. El momento había llegado. La dura invernada comenzaba
para el grupo de uruguayos.
Ahora, llegaba el momento de comprobar si la leyenda que adorna nuestro emblema de
dotación, realmente había anidado en nuestros espíritus.
«Uno para todos y todos para uno». Hasta ahora lo habíamos logrado, pero nos
esperaban las largas jornadas invernales con menos horas de luz natural y más frío, que
podrían fisurar nuestra hermosa unión fraternal.
Ansiosos esperábamos la invernada. ¿Lograríamos vencerla?

Nuestro primer invierno en la Antártida


El momento tan esperado por nosotros por fin había llegado. Ahora, no solamente se
probaría nuestro espíritu de cuerpo, la unión entre los hombres de la dotación, sino que
entrarían en ese examen, las instalaciones de abastecimiento de agua potable y las de
evacuación de aguas servidas que, con nuestra escasa experiencia, habíamos construido
durante el verano. Como así también, otras construcciones efectuadas por nosotros

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

durante el mismo período. Los víveres iban a tener un papel fundamental en esta
revisión. ¿Los cálculos que habíamos efectuado sobre los insumos serían los
adecuados? ¿Su consumo estaba ajustado a los valores correctos o no? ¿Funcionaríamos
todos nosotros como un equipo frente al gran examinador, el invierno antártico, o
caeríamos derrumbados ante las primeras dificultades?
Al quedar solos los doce hombres del personal de invernada, las condiciones de vida
cambiaron, del mismo modo que se modificaron las loras de luz solar. Cada día que
comenzaba, el sol aparecía más y más tarde y culminaba en el horizonte más y más
temprano. Hasta que llegó el día en que tuvimos la menor cantidad de luz solar.

Mástiles de las banderas patrias en la BCAA con la bandera nacional en el


mástil central

Esta luz solar cubría solamente seis horas del día. Desde las 10 de la mañana hasta las
16 horas de a tarde. Este día tan especial no pasó de ser un día de penumbra crepuscular
permanente. A las 16 horas, ya estábamos en plena noche cerrada.
Esta situación tan particular, hizo que debiéramos modificar algunos elementos de
nuestro horario de trabajo al que se ajustaba la Base y su dotación. Se trataba de un
horario y una norma necesarias, ya que marcaba una disciplina, un ordenamiento, una
rutina para que cada uno de los hombres ocupe su tiempo en las distintas tareas que le
fueron asignadas, tareas de mantenimiento que permiten que la Base se mantenga
activa.
Por otra parte, permitía que el personal no estuviera ocioso durante este tiempo de
sombras largas y que hace que la inactividad, precisamente, sea algo natural en los seres
vivientes.

Una disculpa. Una lección


La etapa que voy a narrar es la más sensible en la vida de la Base.
Es en ella que se pone a prueba la preparación del grupo para que los hombres sean
solidarios entre sí, cubrir, casi en forma voluntaria, las tareas conjuntas con el máximo
de personal, sin que sea necesaria una orden superior directa. Hay que mantener los
sistemas más sencillos de la Base con la colaboración de todos y con la responsabilidad
y preocupación colectiva por el material involucrado en la operación. Esta

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

responsabilidad nació en este grupo humano de la invernada de 1987, antes aún de estar
en Base Artigas. Cuando cada hombre veía que era parte activa en la planificación de la
actividad futura, su participación era totalmente normal.
Nuestra dotación era una especie de cadena, en la que los eslabones estaban
íntimamente ligados entre sí y que, cuanto más fuerte era esta unión, más fuerte era la
cadena para soportar todo tipo de esfuerzo y sacrificio que se hacía necesario. Desde el
comienzo de la cadena hasta el último eslabón, todos teníamos las mismas
responsabilidades y obligaciones.
Había una única excepción, el Comando. El Comando de la Base tenía, y así lo había
asumido, la responsabilidad total de la misma. Los éxitos, naturalmente, eran de todo el
grupo. Los fracasos, como debía ser, eran solamente del Jefe, ya que se había
equivocado al impartir las directivas. Esto era plenamente conocido por todos y los
hombres daban siempre lo máximo de si. Verdaderamente, la cadena era fuerte y
funcionaba como tal.
La siguiente anécdota ilustrará lo que acabo de narrar. Habíamos construido un soporte
de metal que facilitaba el ingreso y la salida del agua de la lancha neumática zodíaco.
De regreso a la Base, en la mencionada embarcación, las condiciones del mar habían
cambiado y, como consecuencia de ello, la rompiente golpeaba con fuerza la orilla.
El Cabo W. Vera, que era a la vez lanchero y buzo, me advirtió de esta situación,
aconsejándome dirigir la lancha directamente hacia la playa. Haciendo caso omiso a tal
recomendación, ordené dirigirla al transporte metálico que se encontraba en el agua.
Todo venía siendo normal hasta que, repentinamente, una enorme y poderosa ola ladeó
la embarcación y la incrustó en uno de los parantes metálicos, lo que produjo un tajo en
uno de los pontones que tienen como función oficiar de flotadores.
Habiendo llegado la hora de la cena, hora en que toda la dotación estaba reunida en
torno de la mesa, solicité su atención.
Relaté lo ocurrido y expliqué por qué se había producido la rotura, ya que yo no había
escuchado le aconsejado por el cabo lanchero. Procedí entonces, y en presencia de toda
la dotación, a solicitar las disculpas del caso al Cabo W. Vera, dado que una mala
decisión de mi parte, ocasionó la rotura de la lancha.
Esta actitud adoptada por mí, como Jefe de la Base, fue ejemplo a partir de entonces,
para que en futuras oportunidades, los problemas que se suscitaban entre los doce
hombres de la dotación, se aclararan en torno de la mesa de cenar y en presencia de
todos. Fue así que, más de una vez, en el futuro, algún incidente culminaba
pacíficamente con una mutua solicitud de disculpas y respuestas de perdón concedido
que se sellaban con un fraterno abrazo.

¿Por qué se mantiene una Base Antártica funcionando durante todo el


año?
Seguramente esta pregunta se la estará formulando el lector. Para contestarlo, debo
manifestar que con ello cumplimos con los propósitos que le impone al Uruguay el
Tratado Antártico, es decir, mantener una Base activa y funcionando durante todo el
año. Este hecho demuestra la existencia de un vivo interés por el tema antártico y da
mayor fuerza a nuestra presencia allí.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Mantenerla abierta durante todo el año nos permite también preparar con anticipación y
en forma planificada, la recepción de los científicos que llegan a ella para desarrollar
sus actividades de investigación.
En la Base se encuentra también la Estación Meteorológica No. 89.054 que se mantiene
activa e integrada con su información a la red meteorológica mundial.
La actividad meteorológica es, por el momento, la única actividad científica de todo el
año.
Espero que en un futuro muy próximo, se puedan preparar nuevos técnicos en otras
áreas que permitan, a su vez, desarrollar otros estudios e investigaciones por el término
de todo el año.

Conozca la Base Científica, Antártica Artigas


Invito al lector a introducirse en la Base misma, a conocerla. Las líneas que siguen
servirán para que la recorramos juntos.
Situémonos en las alturas próximas a la Base. Son las alturas que rodean al Lago
Uruguay y que corren paralelas a la línea de la costa. La Base misma está ubicada entre
dos cañadas. Una al Este, llamada por el Servicio Geográfico Militar, la cañada seca y la
otra al Oeste, llamada por el S.G.M., la cañada húmeda... Al Sur se halla el mar, al
Norte las alturas donde comienza el Glaciar Collins y al Noroeste, las alturas ya
mencionadas del Lago Uruguay donde estamos situados nosotros. Ocupa un área de
10.000 metros cuadrados formando un cuadrado de perímetro de 100 metros lineales
por lado, aproximadamente. Observamos la existencia de tres módulos de color blanco
siendo dos de igual tamaño y uno menor.
Los de mayor tamaño están ubicados al Este mientras el menor lo está al Noroeste. De
los dos mayores, uno aloja personal de la dotación conformado por siete hombres. El
otro, sin terminar, especialmente en sus reparticiones interiores, se usa como eventual
Laboratorio de verano. El de menor tamaño, aloja a cinco hombres de la dotación y en
él se encuentran instalados los equipos de radio y la estación meteorológica. Los
alojamientos mayores son de 14 metros de largo por 4 de ancho. El que aloja personal
cuenta con cinco dormitorios y también en el mismo funciona la cocina y comedor que
hace las veces también de lugar de «estar», ver televisión, etc., etc. El módulo donde
funciona la radio cuenta con dos áreas de trabajo y mide 7 metros de largo por 4 metros
de ancho.
Las áreas de trabajo están divididas como ya lo expresé una para las radios y la otra para
meteorología y el Comando de la Base. Cuenta además con cuatro dormitorios y ambos
alojamientos están dotados de corriente eléctrica, agua y baños. Los módulos distan
entre sí aproximadamente entre 30 y 40 metros y esto, esta distancia, es tal, por razones
de seguridad frente a un incendio.
Como ya señalé, teníamos un tercer módulo de iguales dimensiones a los anteriores, que
en el verano funcionaba como laboratorio y en invierno lo utilizamos como lugar de
recreo, para practicar ping-pong, pesas, etc., etc. Por otra parte, el área destinada al
apoyo logístico, mantenimiento y suministro de energía eléctrica, estaba distribuido en
tres galpones de chapa galvanizada semicirculares.
El primero de ellos, el más alejado de la costa, contiene los tres generadores de corriente
eléctrica, el depósito de herramientas y el taller, además del depósito principal de agua y

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

un área destinada a guardar los vehículos que poseíamos y que no eran usables durante
el invierno, como ser los «Jeeps», tractores, etc., como asimismo, los moto trineos.
Los otros dos galpones contienen un depósito de ropas y útiles varios, depósito de
víveres, depósito auxiliar de agua y un baño. Los dormitorios mencionados eran
realmente pequeños. Algunos alojaban dos personas y otros, solo una.
Mi dormitorio, en particular, tenía forma rectangular y medía dos metros por un metro y
medio. Dos camas horizontales (cuchetas) conformaban el mobiliario. La superior era
usada como repisa para apoyar en ella libros y documentos administrativos de la Base y
valijas.
La inferior, obviamente, era usada para dormir y como mesa- escritorio. Tenía una
ventana desde la cual veía los cerros cercanos y la línea de agua que venía del Lago
Uruguay.

Seguridad: Aplicación Permanente


En estas latitudes, la seguridad personal, y de sistemas, son de permanente aplicación. A
medida que la temperatura desciende, las medidas de seguridad aumentan. El cuerpo
humano es vulnerable al rigor de la temperatura. Nuestro cuerpo no puede soportar
mucho tiempo de exposición al frío antártico sin sufrir deterioros tales que puedan
llegar incluso a la muerte.
Un domingo del mes de marzo, antes de que comenzaran las nevadas, planifiqué una
excursión de reconocimiento desde a Base Artigas hasta la Base Bellinghausen. De la
misma, participaron todos los habitantes de nuestra Base.
En la mañana, bien temprano, partimos todos hacia la Base rusa munidos de manojos de
cañas. El camino que une estas dos Bases es a campo traviesa. Corre entre cerros,
despeñaderos y corrientes de agua. En la parte media del recorrido se abre un amplio
valle que se convierte en peligrosa trampa cuando se asocia con espesas nieblas o
cerradas nevadas. Estas nieblas y nevadas hacen perder al viajero las referencias de los
cerros que lo marginan y orientan.
El caminante, súbitamente, se sumerge en una burbuja blanca de nieve y niebla y entra
en la desesperación por no poder ubicarse geográficamente. El miedo, el temor y el
pánico, culminan su obra que puede terminar con un cuerpo que cae al despeñadero, al
vacío de un precipicio, o caído exhausto por el cansancio y el agotamiento que acaba
con una muerte por congelamiento.
El propósito y la idea de la excursión era posibilitar que cada hombre, con todo el
tiempo del mundo, reconociera el camino con la mayor cantidad de referencias posibles.
Cerros, piedras, montículos, etc., etc., todo aquello que, ante una situación como la que
acabo de describir, permitiera a cada individuo no entraren crisis. Las cañas, de unos
dos metros de largo, fueron jalonando el camino cada tres metros en ambos lados.
En lugares difíciles, que podían dar lugar a errores, y que desembocaban en precipicios
que daban al mar, se colocaban cañas cruzadas. De este modo, formaban una barrera de
advertencia que impedía continuar la marcha, ya que detrás de ella estaba, sin duda,
asegurada la muerte. De este modo llegamos a la Base rusa de Bellinghausen y
desandando el camino, retornamos a Base Artigas.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Posteriormente, comunicamos a las Bases vecinas el camino de cañas que sería, sin
duda, útil para todos los habitantes de la isla, como quedó comprobado posteriormente
en más de una oportunidad.
Pero estas, la demarcación del camino, no son las únicas medidas de seguridad. Los
desplazamientos fuera de la Base deben realizarse en pareja. En toda ocasión debe
informarse el recorrido a efectuar, destino probable, hora de regreso, etc., etc. Los
caminantes deben ir munidos de radio receptores portátiles, para mantener contacto
permanente con la Base. Los traslados en lancha zodíaco por mar también tenían sus
riesgos.
El mar, con temperaturas del agua cercanas a los 0° centígrado, hacían de este medio un
agente altamente riesgoso para la vida humana. Un individuo, flotando en esas aguas, a
esa temperatura, sin protección adecuada, no sobreviviría ni un minuto siquiera,
pereciendo por hidrocucción, un infarto generalizado del organismo al no lograr
mantener la temperatura interna del cuerpo que permita las funciones vitales. Esta
situación determinaba que, ante la presencia del mar medianamente agitado, se
suspendiera todo tipo de misión. Con respecto a estas situaciones y actividades, existían
todo tipo de anécdotas jocosas y otras de humor, francamente, negro...
La costa de nuestra Base está muy abierta al mar. Las playas son de cantos rodados y
piedras batidas constantemente por el oleaje.
Las salidas y atraques en la playa siempre nos dejaban, por suerte, un hecho jocoso, por
las situaciones que debíamos vivir. Siempre ocurría que alguien de nosotros saliera con
una o más prendas de su atuendo empapadas por haberse desacomodado la embarcación
por culpa de una ola. Lo que hacía que, al pobre desdichado de nosotros que le tocara
vivir tal situación, debiera regresar a la Base a cambiar sus prendas.
Ocurrió que en una oportunidad habíamos concurrido a la Base Chilena Teniente R.
Marsh. La navegación había transcurrido sin problemas especiales, en un mar calmo, de
aguas verde oscuro, que permitían imaginar la profundidad que existía allí.
Cuando nos disponíamos a comenzar el regreso hacia nuestra Base, nos alertaron en
Base Marsh que habían sido vistas nadando en la bahía una buena cantidad de orcas.
Frente a esta situación, decidí que el regreso se hiciera caminando los 5 kilómetros por
tierra, ya que pensé que sería una imprudencia regresar por mar, tentando la suerte de
encontrarnos con estos enormes mamíferos acuáticos, que aunque fuera por mera
curiosidad, podrían provocarnos un lamentable y de consecuencias insospechables,
accidente. Fue así que, nuestra cómoda navegación, terminó en una caminata...

Los flautas del viento


El viento, compañero de todos los días y todas las noches, podía ser tan amable y suave
como una dulce dama o, repentinamente, violento y encolerizado como un gigante
salvaje. Constantemente se oía su silbar y ulular entre los cerros y ventisqueros vecinos.
En la Base misma, el sistema de caños de agua potable estaba montado sobre pedestales
metálicos, de tipo telescópico, a fin de que permitieran durante su montaje adaptarse al
terreno.
De este modo, cada uno de ellos presentaba una serie de orificios, enfrentados unos a
otros y por los cuales, se podría pasar un perno para seleccionar la altura de acuerdo al
terreno.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Estos soportes, se comportaban como si fueran flautas musicales cuando el viento


penetraba y soplaba en sus orificios una melodía que a nosotros nos resultaba muy
sonora y característica. Por otra parte, el pabellón nacional que flameaba al frente de la
Base, también era acariciado y golpeado por el viento.
La humedad del ambiente, que en oportunidades mojaba la tela de la bandera nacional,
se convertía en hielo al bajar la temperatura. Esto hacía que la bandera se viera por
nosotros como almidonada o, si se quiere, acartonada. Cuando el viento, más tenue, más
suave, la acariciaba, producía un crujido originado por la rotura de los cristales de hielo
que tenía en sus entrañas.

Adiós al «Rey»
Los días se seguían sucediendo y, el astro-rey, cada vez brillaba con menor intensidad.
No solamente por el corto período de luz o de horas-luz, sino también porque en su
peregrinaje por el cielo grisáceo, no alcanzaba a poder asomar su disco ardiente por
sobre los cerros y el glaciar que circundaban la Base nuestra. El clima y el panorama
iban cambiando. La nieve que entonces caía no se fundía. Quedaba en el terreno, sobre
el suelo. Los colores pardos del suelo veraniego fueron desapareciendo, a medida que el
blanco, se iba transformando en el color común.
Las formas del terreno se fueron redondeando a la vez que se suavizaba en su relieve y,
las pocas sombras que había eran extremadamente largas. Durante mucho tiempo, el
único sol que veíamos era el que engalana nuestro pabellón.
Una anécdota de interés para el lector es la siguiente: Teníamos en la Base un
heliógrafo, aparato que sirve para registrar las horas del sol durante el día. Se compone
de una esfera de cristal que concentra los rayos de luz solar en un punto. Este punto se
desplaza sobre una banda de cartón graduada quemándola y de este modo se registra la
presencia del astro-rey.
Un conjunto de estas bandas, las del heliógrafo, no registró ninguna marca de
quemadura solar durante un lapso de tres meses, en razón de que, por ese período, no
tuvimos la presencia del Rey, el Sol.

Una puerta a la aventura y de rodillas


Cuando el viento se comportaba como un gigante embravecido, las medidas de
seguridad debían extremarse. Una de esas tardes, como tantas otras, el viento soplaba
arrachado arrastrando en su empuje nubes de nieve.
Mientras me protegía de la inclemencia del tiempo y miraba por la ventana de mi
alojamiento, vi como pasaba un caño de 6 metros de largo, de los que se usaban en el
abastecimiento de agua.
Estos caños se encontraban guardados en un resguardo del terreno junto con otros
caños. Aquel caño que volaba fue a detenerse a unos 50 metros de nosotros contra un
alojamiento.
De inmediato, pensé que el montón de caños que se encontraban en idéntica situación
correría el mismo destino. Me coloqué rápidamente la ropa especial de abrigo, abrí la
puerta del alojamiento. La propia construcción me servía de resguardo frente al viento.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Cuando lo abandoné, el viento me golpeó con tanta fuerza, que caí de rodillas. Ya no
pude volver a ponerme de pie, y de rodillas, retrocedí al resguardo de la construcción.
Recién allí pude ponerme de pie y avergonzado y herido en mi amor propio, tuve que
abandonar mi propósito y me interné nuevamente en el acogedor y tibio alojamiento,
contentándome con tan solo ver pasar nubes de nieve empujadas por el viento.
Mi alojamiento, como ya lo mencioné anteriormente, era compartido por mí con dos
meteorólogos y dos radio operadores.
Para ir a almorzar o cenar, debíamos trasladarnos unos treinta o cuarenta metros. A esa
distancia estaba el otro alojamiento, que servía de hospedaje al resto de los hombres de
la dotación.
En éste, funcionaban la cocina y el comedor. En los días en que más arreciaba el viento,
abría la puerta de ese alojamiento, que dicho sea de paso no tenía ningún tipo de
protección, era todo un trabajo de equipo. Dos hombres de la dotación tomaban y
sujetaban los pasamanos de la puerta. Se accionaba el seguro de apertura y, un tercero,
salía con cuidado y la tomaba desde el exterior.
Una vez que se lograba esto, salía el resto. O sea, se cerraba la puerta y, empujados o
frenados por el viento, se llegaba al destino deseado, donde otra operación similar nos
permitía entrar y tomar nuestros alimentos o a departir con los demás integrantes de la
dotación algún rato de esparcimiento.

«Inmensamente» pequeño
Transcurría el invierno, podría decirse, normalmente. Días de escasísimas seis horas de
duración diurna. Un sol pálido corría detrás de las alturas del Glaciar Collins, sin que
pudiéramos ver su rostro. Desparramaba apenas una mortecina luz que se filtraba por
entre el manto de nubes como si fueran vidrios esmerilados. Días y noches de fuertes
vientos y nevadas habían acompañado nuestras vidas por más de una semana. En lo que
restaba del día, el viento amainaba hasta quedar, por momentos, totalmente calmo.
En presencia de la noche prematura, que ya anticipaba su comienzo, se adivinaba un
cielo nublado, pero que presentaba algunas quebraduras por donde se asomaban muy
tímidas estrellas.
Una vez culminada la tarea cotidiana, me dirigí hacia el alojamiento que funcionaba
como dormitorio, cocina y Comedor.
Al abrir la puerta, el cálido olor a comida en su interior invadió mis sentidos. A espaldas
mías quedó la negra noche, la blanca nieve, que se posesionó de mis huellas. El
Cocinero preparaba lo que teníamos de cena para esa jornada. Alrededor de la mesa,
donde habríamos de comer, un grupo de hombres jugaba al truco y tomaba mate.
El truco es un juego de cartas españolas de gran tradición en Uruguay y Argentina y de
práctica popular, lo mismo que el mate, que es una infusión de agua caliente y yerba
mate. Esta última se introduce en una calabaza de mate y con un tubo de metal,
comúnmente llamado bombilla, se bebe la infusión. La infusión de yerba mate es
similar al mundialmente conocido té caliente que es en rigor una infusión de hojas de té,
precisamente.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Me integré a la rueda del mate, mientras observaba en la televisión un programa


transmitido por televisión nacional desde Chile, vía satélite. Las horas fueron
transcurriendo, cenamos acompañados por los diálogos de todos los días.
Intercambiamos información de los distintos sistemas de la Base y alguna información
que alguien poseía de la lejana Montevideo, fruto de alguna conversación familiar
efectuada por radio en el transcurso de ese día. Culminada la cena, se levantó la mesa, y
los encargados de lavar la cocina del día de la fecha, procedieron a efectuar su tarea.
Dado que el cocinero no podía hacer toda la tarea el solo, se designaba un equipo de
dos hombres que diariamente se encargaban de limpiar platos y utensilios de la cocina,
en las horas del almuerzo y de la cena. Esta tarea incluía también el barrido del piso y el
higienizado de la mesa donde se comía. Una vez cumplidas estas tareas, todo el personal
se dispuso a ver un «video». Disminuida la iluminación del salón donde estábamos,
quedamos con la atención fija en lo que nos ofrecía la pequeña pantalla.
El tiempo que se insumía entonces, se ganaba derrotando las largas horas de sombras y
de quietud obligada. Una vez terminada la proyección televisiva, mientras algunos se
retiraban a sus cuartos para descansar, otros jugaban al ajedrez.
Por mi parte, comencé la gimnasia diaria, obligada, de vestirme, como todos, con la
ropa protectora aislante. Pantalones, parca, gorra, botas y guantes componían el equipo.
Ya estaba pronto y en condiciones para recorrer los cuarenta metros que me separaban
del alojamiento en que estaba ubicado mi dormitorio. Di las buenas noches a los
hombres que permanecían en el lugar y, abrí la puerta. Esperaba encontrarme con el frío
viento que normalmente movía la nieve en pequeños remolinos. Pero para mi
sorpresa, la calma era total, un gran silencio me rodeaba. Solamente oía, mis propios
pasos. El peso de mi cuerpo rompía la capa helada de la nieve que cubría el suelo, con
un crujido característico. Instintivamente levanté mis ojos hacia el cielo y mi andar se
detuvo. El éxtasis invadió mi alma.
Mudo y silencioso, como el mismo silencio que me rodeaba, contemplé un espectáculo
maravilloso, uno de esos privilegios que me brindó mi pasantía por la Antártida, uno de
esos espectáculos que, pocas veces en la vida y, a muy pocas personas, le es dable
observar y que yo, deseo compartir con mis lectores.
Ante mí, sobre mi cabeza, pude contemplar un cielo inmensamente estrellado como
nunca antes pude observar en lugar alguno. Millones de tintineantes cirios brillaban en
ese instante ante mis ojos. Permanecí allí por unos cuantos minutos que me son difíciles
de precisar. Sentía como que me hundía lentamente en el suelo. Cuando retomé la
conciencia, estaba tal cual me hallaba cuando me había detenido a observar ese
espectáculo maravilloso.
La sensación que había tenido de estar hundiéndome en el suelo no había sido más que
una ilusión. La cantidad de estrella s era tan grande, y tal su densidad, que a medida que
pasaban los minutos me sentía cada vez más inmensamente pequeño.
La intensa y espesa negrura de la noche, de ese cielo que se convertía en un espectáculo
vacío poblado por miles y miles, o mejor, millones y millones de plateados puntos me
ubicaban en mi justa dimensión. Un diminuto planeta, ubicado en el espacio infinito,
rodeado totalmente de millones de otros cuerpos celestes.
Cada cual con sus propias movimientos, con un bien determinado orden en ese aparente
caos y, con miles de seres que, tal vez, caminando en sus respectivas noches y, mirando
también ellos hacia el cielo, estuvieran sintiendo las mismas sensaciones y sentimientos

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

que sentía yo en ese momento. Me pareció entonces que, Dios, había rozado mi espíritu
y mostraba su presencia. Me sentí inmensamente pequeño, en esa inmensidad tan
grande...

«Mid Wínter», 21 de junio


Es tradicional en estas latitudes, que al comienzo del invierno, el 21 de junio de cada
año, cada Base realice un festejo colectivo, dentro de su recinto, para conmemorar el
inicio de la temporada. Estas reuniones se desarrollan en un clima de alegría, gran
confraternidad y calor humano.
Como si se tratara de una pequeña Babel, hombres de distintos países, tal cual es común
en la Antártida, se unen para festejar el día más corto del año, ya que a partir del mismo,
aunque aún queda mucho camino por recorrer, éstos, poco a poco, se irán haciendo cada
vez más largos, aunque no lo parezcan. En la oportunidad a la que voy a hacer
referencia, teníamos dos invitaciones. Una, de Base Marsh (chilena), para el 21 de junio
y la otra, de Base Bellinghausen (URSS), el día siguiente, el 22 de junio.
Lamentablemente, los uruguayos no podíamos realizar este tipo de celebraciones, ya
que los medios materiales y espacio físico de que disponíamos, no nos permitían
llevarlas a cabo.
Ante estas dos invitaciones, se dividió la dotación en dos grupos, a efectos de que
participe de ellas la mayor cantidad de personal que fuera posible, sin que por ello, se
afectara la seguridad de nuestra Base. A la primera de ellas, concurrí yo en persona,
acompañado de tres integrantes de la dotación. Al día siguiente, concurriría el 2o. Jefe,
con otros tres integrantes de la dotación.
Contábamos entonces con un solo medio de transporte para nieve. Se trataba de un moto
trineo que permitía el desplazamiento de una sola persona, pero, por razones de
seguridad, los desplazamientos igualmente se hacían en parejas. Por lo tanto, los viajes
de cuatro hombres, se hacían por saltos, es decir, dos hombres avanzaban rápidamente
en la moto, mientras que los otros dos lo hacían a pie. Luego de recorrido un espacio
determinado, se apeaba uno de los pasajeros del trineo, se desandaba todo el camino
realizado con la moto, hasta alcanzar la pareja de caminantes.
Entonces, se tomaba a uno de ellos, se lo transportaba hacia adelante y, luego, se
regresaba a buscar al otro caminante. De esta forma, cumplimos los cinco kilómetros
que distaban hasta la Base chilena. La fiesta en la Base chilena, en particular, comenzó
por la mañana, con un campeonato de ski. Luego, pasamos a entretenernos con un
fútbol antártico, llamémoslo así, y finalmente, un almuerzo. ¿Qué es el fútbol antártico?
Pues, una mezcla de handball, fútbol de salón y rugby.
Practicamos al aire libre, en una pista de nieve acondicionada y que, a los pocos
minutos de práctica parecía un campo arado. De este encuentro tengo algunas «cositas»
para destacar. En primer término, fue la aparición de seis o siete pingüinos Adelia que
deambulaban buscando algún lugar por donde ingresar al mar. Normalmente, estos
animales abandonan la zona, como muy tarde, a fines de abril. Inexplicablemente,
estábamos ya a 21 de junio, y los pingüinos allí se encontraban.
El mar, que ellas buscaban, estaba congelado en una extensión de cientos y cientos de
kilómetros. Donde podrían encontrar su puerta al agua, no lo sé. Se instalaron en un
promontorio de nieve, al costado de la misma, como quien se instala en una tribuna para

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

presenciar un partido. Deslizándose cuesta abajo, ingresaron a la cancha. Su irrupción


en la cancha, hizo suspender el encuentro.
Tras algunas vueltas, curiosear e investigar a participantes y pelota, posar para algunas
fotos, se perdieron entre dunas de nieve, rumbo al noroeste en busca de las aguas del
Estrecho de Drake.
Otro momento a destacar fue la aparición de una delegación rusa. Unas diez o doce
personas avanzaban hacia el sector donde se desarrollaba el partido.
Sus características ropas, de paño o de cuero, de color pardo o negro, resaltaban aún
más con el blanco-nieve del ambiente. En medio de ellos, con un gran tapado marrón
hasta más abajo de las rodillas y con un hermoso y tradicional gorro ruso, llamado
«chasca» de piel de zorro gris, iba el Jefe de la Base Bellinghausen, mi estimado amigo
Viacheslav Leonidovich Martianov.
Al ver a este grupo de personas, en mis oídos sonó música de balalaika. Parecía,
realmente, una escena tomada de la literatura rusa. Al culminar los partidos, toda la
actividad terminó con fotografías de los equipos y participantes del evento. En una de
las poses para las fotografías participaban rusos, chilenos y alemanes. Terminó en
revolcones de algunos participantes por el suelo densamente nevado. Mientras tanto,
bolas de nieve volaban por aquí y por allá. Una de ellas se estrelló contra el pomposo
gorro de piel de zorro de Martianov, que pasó de pomposo a nevado...

Un cálido rincón
Pasado un poco el mediodía, se llevó a cabo el almuerzo internacional. Fue amenizado
con números musicales, creados o improvisados por todos los participantes. Lo que
realmente es digno de destacarse, fue el espíritu que reinó en la celebración.
No importan las lenguas que se hablen: español, portugués, ruso, inglés, alemán, polaco
o chino. Todos tratamos de entendernos, ya sea de una forma o de otra. El calor
humano funde el hielo del exterior. No existen diferencias políticas, religiosas o de
costumbres. El hombre se identifica consigo mismo, ante la fuerza de los elementos.
Los abrazos surgen espontáneamente, sin premeditación. La unión es real, sin
mistificaciones, en lo que he denominado «Paraíso Blanco». Es, éste, el último reducto
en el cual el hombre se ha encontrado a si mismo, frente a la grandiosidad de la
naturaleza. Mientras afuera, el viento y el frío arrecian, empujando la nieve a ras del
suelo, que corre, se arremolina y gira, adentro, un puñado de seres humanos unidos por
cantos de amistad y amor, crean un cálido rincón, justamente, en la Antártida.

Un terrible y riesgoso regreso


Esa noche después de la celebración, pernoctamos en la Base chilena, para evitar el
regreso a nuestra estación durante las sombras de la noche. Al día siguiente, teníamos
previsto el regreso temprano, a efectos de que el otro grupo, pudiera concurrir a la fiesta
de la Base rusa, de inicio del invierno.
El día se presentaba nublado, amenazante de nevadas y, con posibilidades de vientos
importantes en intensidad. Consulté al centro meteorológico chileno por razones de
seguridad, respecto de las condiciones del tiempo. Nos daba una posibilidad de dos
horas previas a que las condiciones del tiempo empeoraran e hicieran imposible
cualquier desplazamiento Con estas previsiones, salimos los cuatro hombres rumbo a

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

nuestra Base, previa comunicación por radio de nuestro regreso. A los quince minutos
de marcha habíamos dejado atrás la Base rusa.
Las condiciones del tiempo habían cambiado y empeorado notablemente. La pequeña
nevada con la que habíamos partido se transformó en ventisca. La ventisca es un
fenómeno meteorológico en el cual la fuerza del viento arrastra nieve depositada y nieve
que precipita, creando un manto blanco similar a la niebla, por asemejarlo a algo que el
lector pueda reconocer.
La diferencia entre la ventisca y la niebla es que en el primer fenómeno se produce
viento y la fuerza de éste es lo que da la diferencia.
El viento actuaba de a rachas y éstas nos detenían en la marcha o nos empujaban. La
visibilidad se redujo a no más de dos metros o tres, a lo sumo. En estas condiciones, era
imposible operar la moto trineo, sin que hubiera un accidente grave. Decidí dejar el
vehículo en el camino, junto a una de las cañas que lo marcaban. En el caso de que la
nieve lo cubriera, habría sido fácil localizarlo.
Había momentos en que quedábamos apresados dentro de un tal blanco de nieve, que
hacía que desaparecieran el suelo y nuestros propios pies, de nuestra vista. Teníamos un
conocimiento solamente intuitivo de hacia donde debíamos movernos. Nos colocamos
en una línea, uno al lado del otro; a unos cincuenta centímetros de distancia unos de
otros. Así, y en esta línea, avanzábamos lentamente.
El que encontraba una caña con la banderilla negra, que habíamos colocado
previamente hacía algún tiempo y que nos señalaban el camino, gritaba el hecho a viva
voz, que era la única forma que teníamos de escucharlo en razón del rugir del viento.
Entonces nos reuníamos todos alrededor de esa caña. Desde esa posición, mirábamos
hacia dónde se suponía que estaría la caña siguiente.
Si era posible verla entre los claros de ventisca que se producía marchábamos en esa
dirección. De no ser así, usábamos el procedimiento anteriormente descrito. Teníamos
cuidado de no perder de vista la caña anterior, ya que si recorríamos la distancia a la que
supuestamente estaba la otra caña, de no encontrarla, regresábamos al punto de partida.
Una marcha a pie que normalmente nos insumía una hora, nos llevó aproximadamente
tres horas. El esfuerzo de tener que caminar y el flujo de adrenalina que teníamos en
nuestros torrentes sanguíneos nos hacían transpirar a pesar del frío reinante. Al llegar a
la laguna congelada de donde tomábamos el agua, sabíamos que estábamos salvados. El
terreno se nos hacía conocido.
Al coronar la cima de las alturas que rodean la laguna, ahí pudimos ver la Base, borrosa
por la espesa ventisca, pero ahí estaba. Se dibujaban las siluetas de las construcciones.
Las opacadas luces exteriores de mercurio que estaban encendidas, para ayudarnos en la
orientación, aparecían y desaparecían en nubes de nieve.
En nuestra Base reinaba un ambiente tenso. La preocupación por nuestro viaje de
retorno ocupaba la mente de los que quedaron en la Base. El desplazamiento que
habíamos realizado había sido bajo una temperatura real de menos 10° con vientos de
100 kilómetros por hora y rachas de 120 kilómetros por hora, lo que daba una sensación
térmica de menos 40° a menos 50°.
La preocupación de todos era justificada ya que en caso de que hubiéramos perdido el
rumbo o tenido un accidente, este libro no hubiera sido escrito. Lamentablemente,
aquellos de nosotros que concurrirían a la fiesta en la Base rusa, no tuvieron
oportunidad de poderlo hacer.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Una luz en las Tinieblas


En la noche, durante la cena, la tensión continuaba. Esto hizo que, durante la misma,
hablara al personal de la Base, explicándole que el movimiento, la marcha de regreso, se
había iniciado en la seguridad de que el tiempo meteorológico que nos había indicado el
Centro especializado Presidente Frei, nos concedía el plazo de dos horas de relativa
calma.
Pensando en que el otro grupo designado pudiera concurrir a su fiesta y pensando
también en la seguridad que nos daba la Estación Frei, realizamos el movimiento de
regreso.
Este tipo de charlas, digamos pacificadoras, por darles algún nombre, las había iniciado
yo mismo, tiempo atrás. La charla, mientras transcurría la cena, había tenido una gran
efectividad. Todo había quedado aclarado y perfectamente resuelto.
Este tipo de actividades prácticas nos daban la posibilidad de que no hubiera grupos
dentro del grupo mayor. Todo era compartido. Todo, menos una cosa, la
responsabilidad de lo que ocurriera, que era exclusivamente y totalmente mía. La luz,
que de este modo surgía, siempre quebraba las tinieblas y unificaba aún más nuestras
relaciones.

El viejo de los pájaros


El tiempo transcurría y la compañía de pájaros del verano en una pareja de skúas
(gaviota parda, rapaz y de hábitos carroñeros) fue cambiada en el invierno por las
chionis o paloma antártica. Se trata de un ave blanca, que siempre está presente en esta
estación en que emigra la skúa Por su apariencia similar a las palomas se les llama,
como ya señalé, paloma antártica.
Durante las horas de oscuridad desaparecía de los lugares habituales de la Base, para
ocupar ciertos sitios en los roquedales cercanos. Con la luz del nuevo día deambulaba
por los techos de los alojamientos picoteándolos o corriendo por ellos.
El sonido que originaban, era uno más que nos acompañaba y quebraba la monotonía
monocorde del invierno. Indudablemente, la presencia del hombre había alterado, en
parte, los hábitos de este níveo animal. El hecho de que pudieran obtener comida
fácilmente de restos de lo que nosotros consumíamos en la Base, hacía que tuviéramos
siempre una población estable de aves, entre las que se agregaban algunas gaviotas
dominicanas, que normalmente o, si se prefiere, naturalmente, no estarían entre
nosotros.
Nuestro cocinero, el Soldado J.J. Fernández, conocido en la Base como J.J. y en las
Bases vecinas como «gran Cuqui», era responsable de mantener la relación animal-
hombre. Era él, precisamente, quien proporcionaba a las aves los restos de comida que
ellos consumían. Las aves ya lo distinguían entre todos los integrantes de la dotación.
En cierta oportunidad, en que este compañero se desplazaba por la Base, pasando del
alojamiento donde se cocinaba a algún galpón-depósito, con la finalidad de reponer
algún tipo de elemento para la despensa diaria, lo hacía rodeado de sus emplumados
amigos. De qué modo, o cómo hacían las aves para reconocerlo entre todos nosotros, es
algo que queda para el estudio de algún ornitólogo. Simpáticamente, pasó a ser llamado
por nosotros, «El viejo de los pájaros».

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

A cada cual su cada cual


Como una manera más rápida y eficaz de comunicarnos, particularmente por radio, cada
uno de nosotros fue tomando una figura que, en forma por demás cariñosa lo
identificara. Así fue que el meteorólogo Juan Torraca, que solía salir a caminar con su
bolso deportivo, llevando su máquina de fotos consigo, recibió el seudónimo de «El
loco del Bolso». El radiooperador Aldo Goffi, gran conversador y de potente voz,
recibió el mote de «Alaraco».
Pero éstos eran seudónimos informales, por así decir, ya que los que sí cumplían la
función de facilitar las comunicaciones eran tales como Cap. Tártaro-“Lobo”; Sargento
López-“Papúa”; Sub- Oficial Bautista-“Ballena”; Cabo Olivera- “Orca”; Dr.
Azambuya- “Tordo”; Soldado Fernández- “Foca”, Soldado Radio Operador Sabatelli-
“Skúa”; Soldado Radio Operador Goffi- “Gaviota”; Cabo Buzo y Lanchero Vera-
“Zodíaco”; Tte. Meteorólogo Sarkis- “Stratus”; Sr. Torraca-“ “Tormenta” y el mío,
Pereyra- “Petrel”.

Un sello con su historia


Mencioné, anteriormente, al Cabo Aldo Goffi, radio operador de la dotación, poseedor
de una gran habilidad manual. Era el constructor «oficial» de obsequios para los
cumpleaños que se solían celebrar en la Base. También fue el artífice, del sello- símbolo
de nuestra dotación- lo que ejecutó con goma, un bisturí y madera. Lo que acabo de
relatar merece una explicación adicional.
En cada Base, cada dotación que cambia año tras año,
porta su propio sello identificatorio de la expedición. La
nuestra venía a ser la segunda expedición que invernaría
en Base Artigas. No teníamos nuestro sello de referencia,
tampoco lo había tenido la primera expedición. Y
realmente era necesario.
Quienes visitaban la Base nuestra lo solicitaban como un
elemento de colección al estamparlo en distintos sobres y
hojas que indicaban que, las tales personas habían pasado
por BCAA. Así fue como el hábil radio operador,
munido de los elementos mencionados, construyó,
manualmente el primer sello antártico de expedición
uruguaya en el continente helado. El mismo fue realizado, totalmente, en la Base.

Un cumpleaños en el corazón
Los actos sociales más trascendentes eran los cumpleaños de cada uno de los integrantes
de la dotación. Para realizar el festejo, se preparaba una comida informal para la noche,
que consistía en: torta de cumpleaños y, complementándola, regales de los integrantes
de la Base.
Para esas ocasiones, todos los integrantes de la dotación pasábamos a convertirnos en la
familia del hombre homenajeado. El festejo de tal índole más emotivo, y que guardo y
guardaré siempre en mi memoria, se desarrolló en el mes de agosto.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Por respeto a su intimidad, mantendré el nombre del homenajeado en el anonimato.


Teníamos por costumbre que, en el momento en que apagaban las velitas de la torta,
quien cumplía años debía pronunciar algunas palabras alusivas.
El hombre homenajeado en esta ocasión, curtido en el trabajo de campaña como pe6n
rural y en sus años de servicio en el cuartel como soldado, con voz cortada por la
emoción, agradeció la fiesta y, subrayó que, en ese momento, con su familia lejos, en la
Patria, nosotros éramos su familia. Por otra parte, dijo, que en sus treinta años de vida,
era ésta la primera vez que tenía una torta de cumpleaños y, que alguien le cantaba «que
los cumplas feliz»...
Afuera, se sentía la voz de nuestro compañero de siempre, el viento que, con su helado
canto, rodaba por las interminables blancas planicies... Dentro, en el alojamiento, once
hombres uruguayos quedábamos en silencio, ante la emotividad de las palabras
expresadas por el camarada. Silencio, que rodaba en cristalinas lágrimas masculinas
que, encogían el corazón de cada uno de nosotros, enrojecía los ojos y, entrecortaba la
respiración...

¡Cuidado! Incendio
Ya hice mención, en páginas anteriores, a las medidas de seguridad física de las
personas y de las instalaciones, que debían ser tomadas. Durante el transcurso del
invierno ocurrió un accidente en la Base chilena de Rodolfo Marsh. Este accidente costó
la vida de un integrante de la dotación de la Base chilena y lesiones en varios más de los
integrantes. El accidente ocurrió en horas de la madrugada.
En esas oscuras horas se desencadenó algo que es lo más temido por todos en estas
latitudes, un incendio. Se desarrolló en un alojamiento amplio de unos treinta metros de
largo por unos ocho de ancho. Alojaba unas veinte personas.
Una caldera de calefacción tomó fuego y el olor a quemado más el humo que se
producía fue despertando a los que allí vivían. El fuerte viento hacía propagar y
consumir rápidamente los materiales sintéticos de la construcción. Llegó ayuda de la
propia Base chilena y de la vecina Base soviética.
Pero también se habían hecho presentes los temibles enemigos, el viento fuerte y el frío.
Se organizó la lucha contra el fuego; se tendieron las mangueras y se colocaron bombas
adicionales para tomar agua del lago que servía para abastecer a ambas Bases.
La lucha era muy despareja. Minuto a minuto, los hombres que manipulaban los picos
de las mangueras reclamaban a los gritos más y más agua. Estaba allí pero se estaba
congelando. Las mangueras se iban solidificando, reduciendo sus diámetros, hasta que
lo único que surgía de ellas era un pequeño chorro de agua. Hasta que al fin, lo que el
desesperado hombre tenía en su pico era un pequeño goteo. A la caída de cada gota, la
desesperación fue tomando forma en los rostros de los hombres que eran iluminados por
las llamas.
El Jefe de la Base chilena, ante la imposibilidad de poder hacer más nada, ordenó reunir
a su gente y dispuso que se contara e identificara a cada uno de los moradores del
habitáculo incendiado. La cuenta arrojó como saldo, la falta de un hombre.
Con las primeras horas del día se registraron los humeantes restos y allí fue localizado
el cuerpo carbonizado del desdichado hombre que había quedado atrapado por las

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

llamas. Por lo que se pudo deducir, habría llegado aparentemente hasta una ventana que
no pudo romper, para poder escapar a la horrible muerte.
Estos hechos resultan de gran impacto entre los pobladores de las distintas Bases. El
factor riesgo siempre está presente, por más previsiones que se hagan. La noticia de lo
ocurrido llegó recién a nuestra Base a los dos días de haber acontecido.
El mal tiempo nos tenía confinados y la difusión por radio había sido prohibida por el
Comando de la Base chilena. El ser humano, en condiciones de aislamiento, se
sensibiliza en grado sumo. El acontecimiento relatado había hecho que los hombres se
introvertieran. La vida rutinaria de la Base se había visto sacudida por la desgracia de
nuestros vecinos y amigos.
Además, el fallecido, Don Villaroel, era meteorólogo, y cumplía tareas de su
especialidad en la estación Pte. Frei. Por ello y, por su forma de ser, su presencia en
nuestra Base era reiterada. Este hecho sensibilizó más aún a nuestros hombres. Y, otra
vez más, la charla a la hora de la cena sirvió de puente.
Puse en claro que lo ocurrido estaba dentro de las posibilidades de los distintos
accidentes graves que pueden suceder. Una vez ocurridos, debían ser superados y
olvidados. Se debía tomar en cuenta solamente todo aquello que sirviera para
recordarnos las medidas precautorias que cada uno debiera tomar, para evitar así
situaciones similares.
La psicosis del incendio fue pasando lentamente y la Base, fue tomando poco a poco su
ritmo normal. Quedaban solamente como recuerdo de lo acontecido los ennegrecidos
cimientos de la construcción siniestrada en la Base chilena, emergiendo de entre la
blanca nieve. Mudo testigo," mensajero del destino con un doloroso mensaje para todos
los habitantes de la isla: ¡Cuidado!, incendio.

Alas de Saber, Cofres de Luz


Con uno de los buques soviéticos que transportaban carga para la Base vecina
Bellinghausen, desde Montevideo, recibimos una carga general para la Base nuestra. En
ella se encontraban, incluidos, una serie de cajones que, cual preciados cofres, contenían
libros que correspondían a una importante donación que nos hacía el Ministerio de
Educación y Cultura de nuestra Nación.
La sobrecarga del trabajo veraniego y, la falta de espacio físico para armar las
estanterías metálicas, que contendrían ordenadamente esos libros, procesar el trabajo y
ordenarlos hizo que, el invalorable material permaneciere guardado hasta que en la
quietud del invierno, con tiempo y espacio físico suficiente, se pudiera atender tan
importante tarea.
Llegado ese momento, se procedió al armado de las estanterías metálicas que habíamos
recibido para organizar la biblioteca. La ubicación que le dimos a los estantes fue en el
módulo número tres, que en verano funcionaba como laboratorio. Ahora, lo haría
como sala de lectura y recreación, ya que habíamos construido también una mesa de
ping-pong.
Una vez que hubimos armado las estanterías, comenzamos a sacar los libros de los
cajones y procedimos a inventariarlos y ordenarlos de acuerdo a su temática. De este
modo, libros de poesía, ciencia, historia, geografía y cuentos diversos enriquecieron el

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

preciado tesoro que nos acompañaría el resto del año y que permanecería en la Base
para el deleite futuro de los que aprecien la buena lectura.
Encaramados en cada frase que poblaban las hojas de los libros viajábamos por otras
partes del mundo, conociendo y disfrutando, otros paisajes, desde la gélida y nívea
Antártida... Así fue como recorríamos épocas pasadas, hechos y momentos históricos
que cada cual recreaba en su mente. Gozamos la lírica y la musa de la poesía, como así
también la recreación de los cuentos.
Compañeros silenciosos, bastaba solamente abrir sus tapas para que las luces, sonidos y
melodías encerradas en su interior vibraran dentro de quienes recorríamos sus escritos.
Eran realmente cofres de luz que solamente bastaba abrirlos para que con su claridad
iluminaran las tinieblas que nos acompañarían en el silencioso, oscuro y frío invierno
polar...

El Viento
Ya me referí al viento, tremendo y siempre presente. Durante una de las tantas
tormentas, recuerdo que, mirando desde una de las ventanas del alojamiento, veía los
tres mástiles. Se trataba de caños de hierro galvanizado de dos pulgadas de diámetro que
se encontraban empotrados en bases piramidales de hormigón, que a su vez, se
introducen en el pedregoso terreno por más de un metro y medio. La parte libre, al aire,
que sirve para portar el pabellón, sería de unos tres metros aproximadamente. Dos de
ellos se encontraban libres y el del centro, el tercero, portaba el Pabellón Nacional.
El viento era tan intenso en ese momento, que mientras los dos mástiles de los extremos
se movían como varas de mimbre, el del centro, por el hecho de tener dos puntos de
apoyo -la base de hormigón y la bandera- vibraba por su centro como una cuerda de
guitarra. Otro día, siendo ya de noche -aproximadamente las 22 horas- el viento había
estado soplando todo el día con mediana intensidad e incrementándose sobre el final del
día.
Después de la cena y, de los últimos chequeos y controles de las distintas instalaciones
de la Base, nos disponíamos a disfrutar de una sesión de cine con una película filmada
en videocasette. Estábamos disfrutando del film cuando, el rugido del viento se hacía
cada vez más sonoro y la construcción donde estábamos trepidaba. El viento soplaba
desde el mar, directamente desde el Sur del Continente Antártico.
La pared que daba hacia ese sector, en cada racha se movía hacia adentro, modificando
su verticalidad. El movimiento era tan notable que, el médico de la dotación lo
registró midiendo con marcas de lápiz en cada momento. La atención de todos nosotros
hacia el film fue decreciendo. Obviamente, habíamos quedado en estado de alerta hasta
que el viento fue disminuyendo en intensidad. Esa noche hubo gente que durmió vestida
en( previsión de cualquier fatalidad, tal era la preocupación por la intensidad del viento.
Otra experiencia singular e interesante con este elemento natural, el viento, la constituía
la entrada y salida de los alojamientos. Al presentar la puerta un plano de resistencia al
viento, se hacía particularmente difícil tanto los ingresos como los egresos de los
habitáculos. Me es difícil recordar en el momento en que estoy escribiendo quién fue
que, en forma distraída, abrió la puerta del alojamiento que contenía la cocina-comedor.
En lugar de salir normalmente, salió «disparado» arrastrado por la puerta que,
impulsada por el viento, dejó al pobre hombre con su humanidad contra un montón de
nieve.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

No obstante, no siempre era el viento violento y desagradable. También tenía momentos


bellos. Soplando en forma baja, a ras del suelo, arrastraba la nieve suelta en pequeñas
nubes. De manera muy similar a cómo lo hace la arena. Al Sureste de la Base se
encontraba el Glaciar Collins como ya lo mencioné. Caía abruptamente al mar en un
desnivel de unos 20 a 30 metros. Cuando se presentaba este tipo de viento rastrero, se
formaba una caída continua de nieve suelta. Se asemejaba a una catarata blanca y
difusa. La nieve corría por la superficie del glaciar para caer al vacío y realmente, era
hermoso verlo.
En otras ocasiones, grandes vientos de altura daban formas características a las nubes.
De forma redondeada, parecían lentes superpuestos que hacían volar la imaginación
hacia objetos voladores no identificados de gigantescas formas. El mar, a medida que
avanzaba el invierno, también iba cambiando,
Al comienzo, el viento arrastraba trozos de hielo de regular tamaño, que iban, quedando
en la orilla. Más tarde, estos trozos de hielo, al aumentar de tamaño y de número, iban
haciendo una especie de sobre costa. Esta separaba la tierra firme del agua, hasta que
finalmente, delante de nosotros, teníamos una planicie blanca que se perdía en el
horizonte.

Caminando sobre la superficie del mar


El color tiza del cielo se confundía can el blanco suelo y éste se unía al mar,
transformado, como ya mencioné, en un vasto va .le que se perdía en el horizonte. Con
pasos sigilosos comenzamos a internarnos en ese nuevo medio. Las primeras caminatas
que realizamos por esta superficie. Lo hacíamos atados unos al otro en previsión de
alguna grieta existente que nos jugara una mala pasada. Realmente, pudimos ver y
comprobar cómo se congelaba el agua del mar.
En una de esas primeras caminatas, llegamos hasta donde considerábamos que era más
seguro. Fue así que nos internamos mar adentro por más de 500 metros.
Más allá, el mismo se presentaba quieto, como paralizado, sin movimiento. Con un
color verde lechoso, se asemejaba a un gigantesco cristal esmerilado.
Los trozos de hielo que arrojábamos rebotaban varias veces en él, hasta que terminaban
con un movimiento deslizante hasta quedar detenidos. El hielo de esta superficie era de
sabor salado. Con el transcurrir de los días, las nevadas que habían caído reforzaban la
primitiva superficie y le iban cambiando el sabor de salado pasando al dulce, como la
gran mayoría del hielo.
Recuerdo que frente a la Base quedó un témpano atrapado de respetables dimensiones.
En la cara opuesta la base presentaba unos huecos profundos que mostraba el hielo de
un hermoso color azulado, sintomático de su vejez, color al cual no hay nada que se le
compare, realmente. Al camino normal por tierra hacia las Bases vecinas, se sumaba
ahora el que se podía hacer por mar, pero sin lancha...
Parecía imposible, pero debajo de nuestros pies, por debajo de la capa de hielo, había
profundidades de muchos metros y a veces, de cientos de ellos...

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Llegan las focas


Los meses pasaban. Las horas de luz se prolongaban ahora por más tiempo. En los
primeros días del mes de setiembre comenzó a poblarse el mar congelado de cientos de
focas. Particularmente, focas cangrejeras, cientos de ellas.
El campo de hielo frente a la Base parecía más bien una pradera poblada por ganado.
Nunca antes, en el transcurso de mi vida, vi tan grande concentración de animales
salvajes. Sus colores pasaban del marrón al amarillo y gris y, al desplazarnos entre ellos
gritaban mostrando sus pequeños dientes. Entraban y salían del agua a través de
agujeros que ellas mismas practicaban en el hielo formado sobre la superficie del mar.
Por aquí y por allá aparecían manchas rosadas, que en un principio nos hizo pensar que
se trataba de sangre, pero luego, pudimos comprobar que no lo eran, sino que se trataba
de excrementos, excrementos de estos mamíferos cuya alimentación básica consta de
krill. Se trata -el krill- de un crustáceo de pequeño tamaño y de color
preponderantemente rojo, que originaba ese color característico en la blanca nieve.

Una pequeña historia de amor


Sobre la costa Sureste de la Base, debajo de los acantilados de hielo del Glaciar Collins
encontramos, una mañana, ana pareja de focas cangrejeras. Las acompañaban, las
clásicas manchas rojas, pero esta vez no eran de excrementos, sino... de sangre.
Una de ellas presentaba un profundo y enorme tajo sobre sus costillas provocado,
posiblemente, por el ataque feroz de una orca o, tal vez, de otra foca denominada,
leopardo.
La herida que presentaba era de tal magnitud que le imposibilitaba -a la foca- moverse
en tierra y, por tanto, tampoco podía nadar. Su pareja, permanecía permanentemente a
su lado y solamente se alejaba de ella para alimentarse en el mar tras lo cual, volvía a
ella.
Intentamos con nuestros medios sanitarios ayudar al desvalido animal, pero esta tarea
era imposible.
Transcurrieron los días y, con ellos, la silueta regordeta del animal que se dibujaba
durante los primeros momentos, se fue transformando en un cuerpo huesudo y de pelo
opaco.
No obstante, el macho permanecía durante todo el día junto a su compañera herida. Le
daba calor con su cuerpo y se alejaba en forma muy esporádica, tal cual ya lo indiqué,
para alimentarse. A veces nevaba y los dos animales quedaban cubiertos de blanca nieve
pero, allí, junto a su hembra, permanecía el macho dándole el calor de su cuerpo
grotesco.
Cierto día, durante la mañana, observamos que la hembra se desplazaba con dificultad
hacia el agua. El macho le acompañaba e incitaba a no ceder en su empeño.
Ambos llegaron finalmente al agua y lentamente, la hembra comenzó a nadar, primero
despacio pero firmemente, en tanto el macho la acompañaba. Sabíamos, íntimamente,
que la foca se había salvado ya que, de ahora en más, se podría alimentar por sí misma.
La fidelidad de la bestia nos había dado una lección. Durante casi treinta días, el macho
había permanecido junto a su compañera herida, le dio el calor de su propio cuerpo,
alentó sus esfuerzos por sobrevivir y la rescató de la muerte segura...

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Comienza el descongelamiento
La blanca planicie del mar se fue quebrando. La masa de hielo debilitada ondulaba al
influjo del movimiento del agua líquida que estaba debajo. Ya no se podía caminar
sobre el mar congelado sin pasar por una situación de verdadero peligro.
Desde la orilla del mar se sentía cómo las masas de hielo crujían y se quebraban. A
medida que el viento soplaba de norte a sur, el hielo en grandes bloques se iba retirando.
La monotonía del blanco hasta el horizonte y, la quietud se cambió por el verde del mar
y el movimiento continuo de sus olas y rompientes.
Alrededor de mediados del mes de octubre, en una buena extensión del mar, algo se
movía. Se iba desplazando y, a simple vista, no podíamos distinguir de qué se trataba.
Una ballena no era, porque el movimiento era originado por múltiples individuos.
Observando con prismáticos pudimos divisar una de las primeras bandadas de pingüinos
que saltando sobre la superficie del agua avanzaban hacia su destino. Se dirigían a la
pequeña Isla Ardley donde formarían colonias, construirían sus nidos de pequeñas
piedras y tendrían sus crías.
Al quedar en libertad el mar, de su prisión de hielo, se produjo una explosión de vida.
Una innumerable cantidad de focas, pingüinos y aves poblaron las tierras y el cielo. El
silencio invernal, acompañado solamente por el monótono ulular del viento, fue
sustituido por el estruendo de las olas al chocar y deshacerse contra los cantos rodados
de la playa y, los gritos de las aves que volaban de un lugar a otro.
Desapareció nuestra compañera de invierno, la chioni, un ave parecida a una paloma
totalmente blanca, de patas y pico amarillos, a la que también se le da el nombre de
paloma antártica. Sus hábitos alimentarios la hacen comportarse como un ave carroñera.
La mayoría de las aves de la zona obtienen su alimento donde lo encuentran. La chioni,
fue sustituida por la skúa, gaviota de color pardo con un potente pico que la asemeja a
un águila, con la diferencia de que sus patas son palmadas. Esta ave vive en pareja
nidificando sobre el terreno en pequeñas alturas poniendo como máximo dos huevos.
La presencia del hombre ha modificado sus hábitos, en cierta medida, ya que busca
encontrar alimentos en las bases establecidas. Es lo que hizo que un par de ellas, a las
horas del almuerzo y de la cena, se mantuvieran cerca de nuestra Base o sobre el techo
de la cocina, esperando que el cocinero les obsequiara con algún resto de carne.
Junto con la skúa nos acompañaba también, el gaviotín antártico. De color totalmente
blanco, ágil y chillón, vive en grandes grupos, defendiendo sus agrupamientos de nidos
con vuelos picados sobre nuestras cabezas. Allí donde se dirigía la vista nuestra, allí
estaba la vida.
Nuevamente teníamos a nuestra disposición la ruta marítima. Gracias a ella, podíamos
cumplir con algunas visitas previstas con mayor comodidad.

Una visita a la Base argentina Jubany


A fines de octubre, en un hermoso día, radiante de sol y calmo, con un impresionante
cielo color azul, zarpamos con rumbo a la Base Jubany de la República Argentina. Todo
el viaje lo realizamos sobre la costa, a fin de reconocerlo, tomar fotos y hacer las
anotaciones de las características más salientes de las mismas. El primer alto lo
realizamos en la Caleta Marión. En ella, posiblemente se instale la futura Base coreana.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Se trata de un muy buen puerto natural, con profundidades notables, muy cerca de la
costa, lo que hace que la orilla misma del mar sea un muelle natural. La playa está
rodeada de alturas que la protegen de los vientos del Sur. Lo único que falta en el lugar
es un buen lago como el que tenemos en la Base uruguaya, para abastecimiento de agua
dulce.
Después de que hubimos almorzado, retomamos la navegación. La misma nos fue
interrumpida por un campo de hielos flotantes. Debíamos avanzar muy cuidadosamente
por entre los hielos, separándolos de la embarcación con los remos para evitar que el
filo de algunos de los trozos cortara la goma de nuestra lancha Zodíaco. Finalmente,
pudimos salir del campo de hielo y retomamos un ritmo sostenido v rápido en nuestra
marcha marítima...
La costa se mantenía cubierta de nieve mostrando como caía abruptamente al mar. No
existían playas de arena vesánica, la isla se introducía directamente en el mar. Formas
curiosas de grupos de rocas hacían volar la imaginación de los que viajábamos,
encontrándose distintas formas para cada uno de los grupos. Una colonia de pingüinos
trataba de instalarse, los recién llegados ocupaban una enorme ladera de piedras que
como toda la costa caía sobre el mar.
Los pobres animalitos parecían bolos parados en distintas estanterías o gradas de la
ladera. Vaya a saber por qué motivo, con el correr de los años, adoptaron este inhóspito
lugar para su procreación.
Llegamos al lugar que tiene como nombre cartográfico Punta Barton, lugar muy
característico, visible en el horizonte desde nuestra Base, cuando existe excelente
visibilidad. Esta punta tiene una gran roca en el agua que se asemeja a la aleta de un
tiburón. Desde este punto, debíamos virar hacia el Este, a fin de retomar la paralela a la
costa, y aunque no la veíamos todavía a Base Jubany, sabíamos que estaba allí cerca.
Finalmente, después de casi tres horas de navegación llegamos a la Caleta Potter, lugar
de a sentamiento de los argentinos. Nos encontramos con una hermosa y amplia bahía.
Con forma de herradura, presentaba aguas calmas. En ellas se reflejaban los hielos
azules de los glaciares que caían al mar y ocupaban casi totalmente sus orillas.
Directamente a nuestro frente se encontraba la masa del glaciar. El hielo se presentaba
con enormes ondulaciones que marcaban su perceptible desplazamiento hacia el mar.
Desgranaba trozos de hielo de distinto tamaño que flotaban contra las ostas. Había
grietas que cruzaban de un lado a otro la imponente masa, mostrando sus entrañas
azules que, valga la expresión, «hablaban» del abolengo de esos hielos.
Nieves jóvenes en otros tiempos ahora, con el paso de los siglos, transformadas en
material más duro que el acero y con un color azul tan hermoso e intenso que, tal vez,
sea el color del tiempo... Profundo y apacible como el alma, de los que allí estábamos
reunidos, en esa pequeña embarcación que se mecía al influjo de las ondas.
Sobrecogidos, en silencio, observábamos el majestuoso e imponente paisaje.
Una vez salidos del impacto, de la emoción por lo que veíamos ante nuestros ojos,
continuamos nuestra marcha hacia el sureste. Bordeamos un hermoso e imponente
témpano de hielo anclado en mitad de la bahía y enfilamos -la proa de nuestra
embarcación hacia la única lengua de tierra que aparecía y, donde estaba asentada Base
Jubany.
Orientada hacia el sureste, en su parte oriental, se encuentra la Base argentina.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Sobre un espacio despejado, como ya señalé, con playas de fina arena volcánica, éstas
permiten contar con un lugar de buen atraque para las lanchas Zodiaco. En la
proximidad, se destaca un cerro cuya denominación es Dos Hermanas.
Las construcciones están asentadas sobre pilares de concreto como toda construcción
antártica y realizadas totalmente en madera. Al arribo a la playa, los primeros en
recibirnos fueron un grupo de elefantes marinos que se asoleaban en las marrones
armas de la costa playera. Mientras acondicionábamos nuestra embarcación
comenzaron a llegar nuestros anfitriones y los saludos y abrazos no se hicieron esperar
y, de inmediato, un mate comenzó a circular, reafirmando, una vez más, nuestras
comunes costumbres con nuestros vecinos del Plata. De inmediato, nos trasladaron al
edificio principal.
El mismo constaba de comedor-estar, cocina, baños y dormitorios que se nos
presentaban a la vista de los visitantes cómodos; acogedores y cálidos, debido a los
materiales utilizados.
La madera y su natural color, nos daban unas sensaciones diferentes a las de nuestra
Base. El asado, el mate, los cuentos y anécdotas ocuparon nuestro tiempo. Conocimos
las instalaciones, sistemas de alimentación eléctrica y abastecimiento de agua, como
asimismo, algunos elementos de abastecimiento de víveres diferentes a los nuestros
pero, que podían sernos útiles debido a la proximidad de la fuente de abastecimiento.
Las horas transcurrieron más rápidamente de lo deseado por nosotros y, cuando menos
lo esperábamos, los abrazos y despedidas sorprendían y marcaban nuestro regreso.
Retornamos a nuestra embarcación acompañados de nuestros anfitriones, los que nos
habían obsequiado con algunas vituallas, vinos, enlatados y otros elementos.
De este modo emprendimos el regreso, cargados de regalos y con la sensación de haber
dejado en la playa algo más que un grupo de hombres a los que conocimos por unas
pocas horas. Los brazos alzados hacia el cielo, en señal inequívoca de despedida, se
extendieron hasta que prácticamente dejamos de vernos.

El regreso a la Base, nuestro hogar


La idea era aprovechar al máximo la luz solar para poder regresar seguros. Durante el
viaje de retorno, las condiciones del mar comenzaron a modificarse. Un viento frío y
helado comenzó a encresparlo y la navegación se hizo más lenta y cuidadosa, tratando
de evitar al máximo mojarnos en demasía.
Lentamente, la luz de la tarde se transformó en penumbra y ésta, rápidamente, en noche.
El motor rugía firmemente en las manos del Cabo Vera, las olas golpeaban los pontones
de la Zodíaco y levantaban cortinas de agua que variaban de forma y ;amaño según
tomáramos la ola y el viento. Cada tanto, alguno que otro cormorán azul -ave de la
familia de los pingüinos, pero con la diferencia de que vuelan de muy buena manera-
acompañaban el desplazamiento de nuestra embarcación. Volando a nuestra misma
velocidad y casi rozando las olas.
Como sospechaba que podríamos encontrar algún campo de hielo cerca de la costa,
resolví y ordené que navegáramos lo más alejados posible de la misma. Esto nos
aseguraba más velocidad y regularidad en la marcha, pero nos provocaba la
incertidumbre de la soledad del mar, con la costa distante.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Durante la navegación nos reubicamos en la lancha, pasando a ocupar todos los


tripulantes la parte central de la misma, junto con la pequeña carga que
transportábamos. Esta última operación bajaba el centro de gravedad de la embarcación,
la hacía más estable y, además, al dejar los pontones despejados evitábamos que alguien
cayera al agua.
Procuramos ubicar Punta Barton, esa enorme roca de forma de aleta de tiburón. Ella nos
indicaría que debíamos variar nuestra marcha hacia el norte, hacia el corazón de Bahía
Collins, directamente hacia nuestra Base. A lo lejos veíamos la silueta lejana y de color
pardo de la orilla. No se distinguía nada más que las partes altas, el resto, se confundía
con la negrura de las heladas aguas.
Transcurridas dos horas largas de navegación, la costa se veía cerca y habíamos que en
algún lugar de ella se encontraba nuestra Base. La marcha se hizo más lenta para poder
observar alguna referencia de la costa. Con linternas señalizábamos nuestra posición,
que ya habíamos advertido por radio. La única respuesta que obtuvimos a nuestros
destellos lumínicos era la negrura de la costa. De pronto, desde sus mismas entrañas,
surgieron destellos luminosos en respuesta a los nuestros, los que nos marcaban la
dirección adecuada.
Allí estaba la Base y el resto de la dotación que sólo sentía el ruido del motor de nuestra
lancha. Disminuimos aún más la velocidad procurando no tocar el fondo con el motor.
La costa se aproximaba cada vez más y más y ya se sentía el ruido de la rompiente,
mientras que aprovechando el impulso de una ola quedamos depositados en la costa de
cantos rodados de nuestra Base.
De nuevo, estábamos en nuestro hogar. Estábamos sanos y seguros en nuestros cálidos
alojamientos, en compañía de los hombres que momentáneamente habíamos
abandonado...

CX2 CXA / CX2 CXC


Nuestra comunicación con Montevideo -la querida capital de la República- la
efectuamos por medio de nuestros equipos de radio.
Debo recordar al lector que teníamos diferentes tipos de comunicaciones. Información
meteorológica oficiales de rutina y especiales, de protección de Vuelos y, finalmente,
familiares.
Con la llegada del invierno fuimos teniendo algunos problemas con los enlaces. El
primero de ellos fue debido a la falta de propagación de las ondas que hacían que los
enlaces se cumplieran en un reducido lapso, de no más de tres o cuatro horas. Fuera de
ese lapso, la transmisión y recepción era sumamente difícil.
El otro gran problema era la acumulación de hielo en las antenas, que terminaban
afectando el buen funcionamiento de los equipos. Las antenas, que eran esenciales para
la transmisión y recepción, acumulaban hielo, pero ya lo trataremos en el capítulo
siguiente.
La acumulación de nieve era otro de los problemas. En aquellos lugares en los que el
viento la barría no se acumulaba, pero en aquellos otros en que el viento ayudaba a
depositarla, además de la que caía, en poco tiempo, cubría lo que fuera.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Y era tan así que la puerta de los galpones que estaban uno frente al otro -se usaban
como depósito de ropas uno y de víveres el otro- tuvimos que construir una entrada
cuyas paredes laterales eran de nieve y una puerta trampa tipo sótano.
Para poder ingresar a retirar víveres, atender el suministro de agua o concurrir al baño,
se abría la puerta y se descendía por los escalones formados en una escalera de hielo que
se construyó para salvar el desnivel. En este lugar se deberían haber acumulado no
menos de dos metros y medio de nieve.
Antes de haberse construido este tipo de puerta especial, cada vez que por algún motivo
se debía ingresar a ese galpón, el resto de los hombres permanecía atento por si no podía
salir el que entró, lo que ocurría por la acumulación de nieve que no permitía abrir la
puerta.
Una anécdota, risueña, de algo que ocurrió con nuestro cocinero que, como sucedía de
costumbre, debía retirar ciertos víveres. El día en cuestión se presentaba tormentoso y el
viento y la nieve eran impresionantes debido a la ventisca. Se le sugirió que aguardara
ya que no había tanta necesidad de los elementos que pensaba retirar. Pasado - cierto
tiempo el cocinero no pudo más esperar. La ansiedad lo traicionaba.
Con la idea manifiesta de que «la nieve no va a poder más que yo», se enfunde en su
equipo anti-frío y marchó hacia el referido galpón. Todos mirábamos atentamente desde
las ventanas del alojamiento distante unos quince o veinte metros del galpón. Envuelto
en una nube de nieve que a veces desdibujaba la figura de nuestro cocinero, vimos
como, con una pala, comenzó su labor.
Por cada palada de nieve que retiraba, volvían a depositarse cinco. Pasados no más de
quince minutos, nuevamente, teníamos al cocinero entre nosotros. Empapado por la
transpiración, con las barbas repletas de nieve, tío pudo más que reconocer su derrota.
Agobiado por la misma, amén de expresiones que no puedo reproducir, exclamó: «es
imposible», refiriéndose a su vano intento. Y efectivamente era así. Aunque todos los
que allí estábamos fuéramos a apalear nieve, el resultado hubiera sido el mismo, inútil.
Al sacar la segunda palada ya había caído nuevamente la primera... más cinco paladas
más. He ahí el motivo de la construcción especial mencionada por mí anteriormente.

Un día cualquiera
Después de todas las anécdotas que he ido relatando a lo largo de este libro, el lector
seguramente se hará la siguiente pregunta: «Y,... ¿Cómo será o cómo transcurrirá un día
normal en la Base Científica Antártica Artigas?»
Trataré de relatárselo. Para ello, habré de tomar un día cualquiera de invierno, que
servirá seguramente como ejemplo.
El lector se preguntará ahora, ¿por qué elijo un día de invierno? Pues, porque es en esta
estación climática que la soledad acompaña la vida de la Base y es precisamente,
cuando el lector podrá apreciar realmente cómo, para qué y qué, se puede sentir en una
Base antártica.
El día, normalmente comienza temprano, no precisamente porque el sol nos despierte
con sus rayos, sino que se marca una hora para que ello ocurra, es decir, despertarse del
sueño y levantarse de la cama. Es de este modo que a las siete a.m. los integrantes de la
Base comenzamos a levantarnos. Después de la higiene correspondiente a cada mañana,
dirigimos nuestros pasos hacia el local que funciona como cocina y comedor a la vez.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Tomamos nuestro desayuno habitual, se hornea el pan que consumiremos en el


desayuno y en las posteriores comidas.
El desayuno común consiste en, para unos, café con leche, para otros, mate amargo. El
mate amargo para quien no lo conoce, consiste en la infusión de agua caliente, la que se
vierte en una pequeña medida dentro de una calabaza con yerba mate, especie de té de
hoja verde. La mezcla de agua caliente y yerba mate se bebe por medio de un tubo de
metal llamado bombilla. Acompañan estas infusiones pan recién horneado, mermelada y
queso.
Durante esta reunión se planifica las tareas del resto del día, ya sean de carácter
rutinario o las que podrían surgir por algún inconveniente en los sistemas.
¿Cuáles son las tareas rutinarias y cuáles las otras? Las primeras son las que consisten
en el reabastecimiento de combustible para los generadores, cambios de filtros de
aceites en los mismos, mantenimiento de los vehículos que se están utilizando y de
aquéllos que han quedado fuera de uso por las malas condiciones del terreno (nieve,
hielo).
Reabastecimiento de agua potable en los distintos alojamientos, limpieza de nieve en
aquellos lugares en que se acumula impidiendo el ingreso a las construcciones
bloqueadas.
La actividad común rutinaria que ocupa a todos los integrantes de la dotación con
excepción del radio operador, el meteorólogo de turno y el cocinero consiste en las
tareas de abastecimiento y distribución de agua potable.
Esta última operación, debido a la ampliación de almacenamiento del líquido que se
había realizado durante el verano transcurrido, nos permitía seleccionar el momento de
ejecutarlo. O sea, el momento ideal es cuando hace menos viento y menos frío
Hay que controlar el normal suministro del agua desde Lago Uruguay hasta los tanques,
controlar los posibles congelamientos que pudieran interrumpir la operación y una vez
culminada la tarea desconectar cuidadosamente las partes desconectables del sistema.
Estas partes, que son metálicas, el frío las hace frágiles y sensibles a los golpes.
El agua que se pierde por estas uniones, al contacto con el aire, se transforma poco a
poco, en cuestión de minutos, en hielo, soldando los metales entre sí. Para separarlo, les
volcamos agua encima, bien caliente, para romper el hielo y desunir los enganches.
La instalación del sistema de alimentación de agua nos había costado mucho trabajo y
todos habíamos participado en el mismo, por lo tanto, no podíamos, por negligencia
nuestra, dejar que el mismo quedara inoperativo.
Otra tarea que tenía especial importancia para nosotros es el mantenimiento de lo que
sin duda consideramos el corazón de la Base, los tres generadores de corriente eléctrica.
Con ellos, alimentamos todos los sistemas de calefacción, cocina, bombas de agua, luz y
comunicaciones. Se hacía rotar el trabajo de los tres generadores, para que cada uno de
ellos trabajara la misma cantidad de horas. Nuestra atención sobre los filtros,
inyectores y demás sistemas Son permanentes y de rutina diana para el hombre que
tiene a su cargo esta tarea.
Los trabajos no rutinarios son aquellos que surgen de desperfectos que se originan y no
eran previstos. Ocurren en las líneas de abastecimiento de agua potable o en la de
evacuación de aguas negras o sanitarias.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El lector se preguntará: «Qué estará sucediendo? Por qué se interrumpe el servicio?». La


respuesta es bien sencilla. Se interrumpen por congelamientos. Congelamientos que
convierten en barras de hielo todo el líquido que puede contener el tubo o caño del que
se tratara. Al ocurrir este percance, se tiene que desmontar parte del sistema, llevar el
tramo o los tramos de caño congelados a la sala de generadores, la zona más cálida de
toda la Base.
Una vez que ocurría el descongelamiento, se podía montar nuevamente el sistema para
dejarlo operativo otra vez. Entre las tareas de no descuidar no previstas estaba la de
descongelamiento de las antenas de radio. Obviamente, las mismas no trasladaban agua.
No obstante, se producía el congelamiento de las mismas al congelarse, valga la
redundancia, la humedad que las rodeaba.
Estas antenas consistían en cables coaxiles de aproximadamente un centímetro de
diámetro, y la humedad del medio ambiente se condensaba en ellas.
Al descender la temperatura en forma brusca la humedad se convertía en hielo. Formaba
un forro sobre toda la extensión de la misma de aproximadamente cinco centímetros de
diámetro. ¿Qué ocurría entonces? Pues, al funcionar la radio, como la antena no podía
irradiar en forma normal su emisión, se corría el gravísimo riesgo de quemar los
equipos.
Si esto último ocurría, quedábamos sordos y mudos ante el resto del mundo. La
solución consistía en bajar totalmente las antenas de sus 25 metros de altura y con una
maceta de madera quebrar cuidadosamente el hielo que la cubría para dejarlas
totalmente desprovistas de hielo y en condiciones de operatividad.
Esta tarea se realizaba totalmente al aire libre y a temperaturas de menos 13 a menos 15
grados reales de termómetro. De este modo pasamos el día hasta que el reloj nos marca
la hora de retirarnos, tomar un respiro, cenar, distraernos algo con la televisión chilena o
ver un video.
Cumplidas estas rutinas diarias, cada uno de nosotros se apronta para enfrentar y pasar,
lo mejor posible, la larga noche.
Una noche cualquiera Nuestros alojamientos consisten en habitáculos separados entre sí
por débiles mamparas de fibro-madera, que nos separan apenas unos de otros. Un
espacio reducido de superficie rectangular, de 2,5 metros de largo por 1,5 metros de
ancho era todo nuestro mundo personal e individual.
Volvíamos a él cada noche y, allí, en el silencio de las sombras nos acompañaba el
sonido permanente de nuestro compañero de todos los días y de todas las horas, el
viento. El sombrío vidrio de la ventana se poblaba de mariposas de blanca nieve. Se
iban acumulando en la parte inferior de la misma, hasta formar un semicírculo.
A medida que iban transcurriendo las horas unos volaban encaramados en las páginas
de un libro, mientras otros volaban también escuchando individualmente música y
dirigiéndose adonde sus mentes en esos momentos los transportaban. Por lo general, la
mente lo transportaba a uno hasta el lejano hogar y la familia que, lamentablemente,
saludaba en forma simbólica desde una fotografía que colgaba en la pared del
minúsculo cuarto.
Lentamente, las horas iban pasando y e¡ sueño, cual un duende pícaro y juguetón, nos
iba ganando... Afuera, la nieve se mantenía en movimiento mientras el viento hacía oír
su voz y dentro de cada uno de los alojamientos, doce hombres uruguayos", se

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

sumergían en las sombras del sueño que los hacía viajar hacia donde cada uno de
nosotros lo deseábamos....

«Contadores» de alimentos
Los alimentos era uno de los aspectos sobre el cual se había puesto mayor cuidado. Se
habían efectuado cálculos y todo tipo de previsiones para que los mismos no faltaran y
su variedad cubriera todos los menúes que se habían planificado.
La tarea de planificación previa estuvo a cargo del cocinero que nos acompañaría
durante todo el año y el médico de la Base.
¿Cuál era entonces el motivo de preocupación? Como ya lo señalé, era ésta, la que estoy
relatando, la segunda campaña antártica uruguaya de todo un año de duración. La
primera de ellas, por razones que no vienen al caso y ajenas a la dotación, no tenía
registros de consumos ni planificación sobre la que basarse. Por lo tanto, éramos
nosotros los que debíamos probar un sistema nuevo, un método.
Fue así, que nuestro cocinero y nuestro médico hicieron las veces de contadores
públicos, cuya misión era llevar un registro y control estricto de los consumos y los
saldos que se iban generando semana a semana y que nos permitía constatar si
efectivamente, lo planificado, era correcto o no.

Primera operación aérea propia de invierno


Transcurría el mes de setiembre y, hasta entonces, se habían registrado algunas
operaciones aéreas de países con Bases vecinas a la nuestra, Chile y Brasil. Se cumplían
con aparatos aéreos Hércules, C H 130. Se trata de un avión cuatrimotor, a turbo hélice,
de procedencia norteamericana, de gran tamaño, con capacidad para transportar 18.000
kilos de carga.
Posee condiciones de frenado por medio de los motores, lo que lo hace especialmente
apto para operaciones en campos nevados.
Nuestro país no posee estas máquinas. Los únicos transportes que posee son cargueros
medianos y livianos. La operación aérea a la que voy a hacer referencia sería efectuada
por un avión bimotor, turbo hélice, de procedencia española, de muy limitada capacidad
de carga, pero capaces de frenar con sus motores.
A pesar de las limitaciones anotadas, se planificó por parte del Instituto Antártico
Uruguayo y la Fuerza Aérea Uruguaya un vuelo a realizarse a fines del mes de
setiembre. Para los uruguayos, que por razones de material aéreo existente solo
volábamos de diciembre a abril, hacer este intento de volar en tal fecha significaba
realizarlo prácticamente en el invierno.
Durante esta época en la Antártida, la nieve alcanzaba muy altos niveles y la
temperatura era extremadamente baja. Pudimos saber que la aeronave transportaría
víveres frescos que nosotros habíamos solicitado, algún repuesto y, por sobretodo,
correspondencia, todo lo cual conformaría una pequeña carga de unos 400 kilogramos.
Aunque esta carga pueda parecer de escasa relevancia, tras pasar largos meses de
aislamiento, recibir víveres frescos y cartas de los seres queridos significaba muchísimo
para todos nosotros. Hubo que esperar algunos días para que el avión uruguayo pudiera
cruzar el estrecho que separa el continente americano del continente antártico. La

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

pequeñez de la máquina determinaba que las condiciones meteorológicas para el cruce


del Estrecho de Drake, espacio de mar de unos 1.500 kilómetros de longitud entre la isla
antártica y América, a la vez que las condiciones existentes en la propia isla debían ser
tales que permitieran un cruce seguro.
Nuestra estación de radio en la Base, cumplía en el marco de sus diferentes misiones,
una tarea que se denomina precisamente, seguridad del vuelo. De modo tal que, por
medio de la estación de radio nuestra, obteníamos las novedades sobre el vuelo y
cuándo se efectuaría el decolaje de la ciudad de Punta Arenas.
Cierta mañana nos comunicaron que, por fin, se produciría el decolaje y que el mismo
ocurriría en las primeras horas d al día. El cruce insumiría 5 horas de vuelo y eso haría
que el aparato llegara a la isla, obviamente, en horas del mediodía. Esa mañana se
presentó con vientos calmos, cielo muy nublado. Condiciones que eran ideales para una
operación aérea. Los niveles de nieve habían alcanzado las alturas máximas. Dos a
cuatro metros en algunos lugares y hasta diez metros en otros.
En nuestra Base, preparábamos los últimos detalles para el arribo del avión: oraciones,
palabras alusivas y fiases que llenaban las páginas de cartas escritas a último momento
dirigidas a los seres queridos, amigos, parientes o colegas.
El mecánico alistó el moto trineo, lo dejó en condiciones de funcionalidad en cuanto a
combustible, aceite y le enganchó el trineo que servía de remolque para el transporte de
pequeñas cargas. El médico de la Base que hacía las veces de oficial postal, acondicionó
la bolsa de correo y la colocó dentro del trineo. El cabo Olivera acondicionó a su vez la
carga tapándola con una lona y la aseguró con cuerdas para que no embarcara nieve
durante el viaje. Una vez concluidos todos estos preparativos, marché hacia la Base
chilena Rodolfo Marsh.
Ante mí se abría el camino jalonado por cañas que lo señalizaban. Coronando las
primeras alturas que rodeaban la Base estaba el Lago Uruguay, totalmente congelado y
cubierto de nieve, cual un enorme cráter blanco. Una parte del camino lo transité por
encima del mismo para hacer más corto el trayecto.
La compacta y sólida masa de hielo de agua congelada soportaba perfectamente el peso
de la máquina y el de los dos ocupantes que viajábamos en ella. Llegábamos al primer
gran valle que se continuaba en una bajada pronunciada, dejando a nuestra derecha el
área especialmente protegida. Se trataba de un reservorio de fósiles que acusaban la
presencia en un pasado muy lejano de exuberante vegetación.
A nuestra izquierda, quedaba el mar congelado y los tanques de combustible de la Base
rusa, mudos testigos de la presencia de hombres que intentaban encontrar y tener un
lugar en la Antártida. Coronamos unas alturas más y aparecieron ante nuestra vista Base
Bellinghausen y Base Marsh. Con sumo cuidado nos deslizamos por la ladera nevada
del cerro.
Debía regular la marcha del moto trineo para mantener en posición el trineo de carga y
que no nos provocara una caída. Pasamos por un espacio entre la Base rusa y la Base
chilena y tornamos el camino zigzagueante hacia la pista. Al llegar al aeródromo, la
actividad en espera de nuestro avión era febril.
Desde la torre de control nos indicaron que estaba próximo el momento del aterrizaje.
La pista estaba totalmente cubierta de nieve, al igual que todo lo que la circundaba. Nos
afanábamos en mirar hacia el Norte, a fin de poder ver a nuestro esperado avión. Pero,
nuestros esfuerzos eran inútiles.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El avión no aparecía. A pesar de ello, la Torre nos aseguraba que el aparato se


encontraba a la vista en esa dirección. Hasta que de pronto, un punto oscuro surgió del
blanco cielo. Una forma cada vez más definida se hacía visible. Podíamos oír el ruido
de los motores. Cada vez lo veíamos más bajo, cada vez más cerca del blanco suelo de
la pista.
Tocan las ruedas la capa de nieve y el avión corre envuelto en una nube de blanca nieve
que levantan las palas de las hélices. Los colores característicos matizados con manchas
verdes amarronadas de un avión militar se hacían visibles.
Una vez más, la escarapela de la bandera de guerra de nuestro país, con sus colores
blanco, azul y rojo pintados en la cola de la aeronave y en sus alas, se aparece de
improviso ante nuestra vista y agita nuestro corazón. Ver esa pequeña aeronave que
representa el esfuerzo de un país y de sus hombres, profesionales que con medios
escasos, permitieron nuestra comunicación con el exterior, fue todo un acontecimiento.
El avión se detiene al igual que cesa el girar de los motores y nosotros, nos aprontamos
pera recibir a los pilotos, ingenieros de vuelo y la preciada y tan ansiosamente esperada
carga. Un abrazo fraterno me confunde con uno de los pilotos del avión, gran amigo
personal y casi un hermano para mí, el Cap. (Av.) Daniel Olmedo, quien me transmite
personalmente detalles sobre la situación de mi familia.
Rápidamente se cumple la descarga ya que no se puede desaprovechar ni un minuto las
ventajas que nos está otorgando su majestad antártica, el tiempo. El avión tiene
asignadas pocas horas para emprender el regreso y así es que, nuevamente, perdiéndose
en la blancura del cielo, lo vemos desaparecer tan súbitamente como se nos apareció.
Llevando en sus bodegas, que son sus entrañas, nuestras noticias, saludos y buenos
deseos para los seres queridos que están allá lejos, en la Patria, la aeronave, aunque
ninguno de nosotros lo exprese, se llevaba algo de cada uno de los doce miembros de la
dotación...

Buceando en el mar y un encuentro inesperado


Como el mar se encontraba liberado de su prisión de hielo, tal situación nos permitiría
practicar un buceo exploratorio de la zona de costa frente mismo a nuestra Base. Fue así
que planificamos todo aprontando los equipos, termómetros y algún instrumento de
defensa, que nos permitiera practicar el buceo y defendernos, en caso de que apareciera
sorpresivamente algún animal.
Lo más común que podríamos encontrar sería una foca leopardo que, cabe destacar, es
un animal de gran tamaño, de unos cuatro metros de largo y un peso de casi 800
kilogramos, mamífero.
Los hábitos alimenticios de la foca leopardo, a diferencia de las focas cangrejeras, son
carnívoros. Se alimenta de pingüinos y ataca otras focas. De potente dentadura y dientes
de gran tamaño, lo diferencian también de las focas cangrejeras que tienen pequeños
dientes. Normalmente se la ve sola, nadando o tomando el sol sobre el hielo flotante en
el mar o en la costa.
Ya prontos para la inmersión, escogimos una zona próxima al gran peñón que se hallaba
frente mismo a la Base. Nos sumergimos en las frías aguas del mar. La visión que se
nos aparecía era totalmente diferente a la que teníamos cuando buceamos en el Lago

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Uruguay. La claridad del agua era impresionante y por lo menos se veía hasta treinta o
cincuenta metros horizontales.
Grandes masas de piedras y rocas eran perfectamente visibles y sus formas se
mostraban claras y definidas. El suelo rocoso, con algunos ojos de arena, nos mostraba
estrellas de mar y erizos que deambulaban por los fondos. Nadando simpáticamente,
algunas decenas de krilles flotaban aquí y allá libres de la fuerza de gravedad.
Avanzamos inmersos en ese nuevo mundo subacuático en el que sólo sentíamos nuestra
propia respiración. Nos habíamos desplazado por canaletones de piedra que cruzaban el
fondo mientras que nuestros indicadores de profundidad marcaban unos diez metros.
Detuvimos nuestro avance y arrodillados en el fondo marino, como si estuviéramos
rezando, procedimos a tomar la primera lectura del termómetro; marcaba 1° C.
Estábamos en esta tarea cuando presentí que había algo en el mar que nos estaba
observando. Levanté la vista y vi cuanto había a mi alrededor sin que pudieran observar
nada anormal.
Elevé mi cabeza en dirección a las burbujas de aire que ascendían rápidamente.
Entonces sí, pude apreciar una enorme y hermosa foca leopardo que, atraída por nuestro
aire que agitaba la superficie del agua, nadaba en círculos. Estaba observando dos
figuras negras -que éramos nosotros-que allá abajo a la distancia algo estaban haciendo,
hasta que, repentinamente, comenzó a descender...
Ante esta circunstancia tomé el brazo del Cabo Vera y con señas e indicaciones diversas
lo puse en conocimiento de la visita que teníamos. La primera reacción de ambos, el
Cabo Vera y yo, fue buscar cubrir nuestras espaldas y darle uno o dos frentes que el
animal tuviera que atender.
Fue así que llegamos a una pared de piedra que naturalmente nos daba la posibilidad de
darle un solo frente al animal, lo que nos permitiría llegar a la superficie. Lentamente
comenzamos a ascender pues no podíamos hacerlo en forma rápida ya que si así lo
hacíamos nuestros pulmones habrían de sufrir diversos daños.
Nosotros ascendíamos y la bestia descendía en círculos observándonos
permanentemente con sus enormes ojos. En algunos momentos se acercó a no más de
un metro y con los hierros que portábamos, cual diestros espadachines, lanzábamos
estocadas que la mantenían a una distancia relativamente prudente. De esta forma
llegamos a la superficie. La pared de piedra terminaba en una terraza.
Como pudimos, debido al peso de nuestros equipos, nos pusimos de pie. Recién
entonces, cuando la foca nos vio en esa posición, sacando su enorme cabeza del agua,
abandonó la zona nadando hacia otro sitio de la bahía.
Algunos integrantes de la dotación que habían observado todo lo ocurrido, colaboraron
con nosotros ayudándonos a desprendernos de nuestros equipos y a trasladarlos a la
Base. Lamentablemente, nuestra tarea había culminado en forma anticipada, pero sin
que tuviéramos nada más que lamentar.
Quedó, eso sí, para siempre grabado, en nuestro recuerdo, la del Cabo Vera y el mío, la
expresión fría de esos enormes ojos que observaban atentamente nuestros movimientos.
Ninguno de los dos sentimos temor alguno por lo que nos hubiera podido ocurrir a cada
uno de nosotros de habernos vencido la bestia, pero en ese momento, la preocupación de
cada uno de nosotros dos era tan solo proteger al otro camarada y no descuidar la
posibilidad de salvaguardarle...

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Un retorno anticipado
La actividad antártica obliga a los hombres que la llevan a cabo, a separarse de sus
familias por extensos períodos de tiempo. Esto hace que los pequeños problemas
familiares se acumulen o, en otros casos ocurran realmente graves situaciones.
En gran medida, por sobre cualquier otro caso, es en la persona de las esposas en quien
se deposita la carga más pesada, ya que son ellas las que, en la Patria, sin sus esposos,
que están en la Antártida, deben afrontárselas las tareas, deberes y obligaciones que
normalmente atiende también un padre.
Dos miembros de nuestra dotación, habían padecido desde hacía varios meses diferentes
tensiones de origen familiar. Los mismos fueron manejando la situación hasta que se
vieron superados por las mismas dificultades.
Frente a ello, solicitaron la posibilidad de ser relevados a fin de regresar a Montevideo.
Como correspondía en estos casos, se planteó la situación a la Presidencia del Instituto
Antártico Uruguayo, lo que motivó la posibilidad de efectuar una evacuación aérea. La
imposibilidad de contar con los medios de transporte aéreo adecuados fue
posponiéndola.
Al no concretarse la salida de los dos hombres de la isla, fue creciendo la tensión en
ambos que veían día a día cómo se iba alejando la posibilidad de su regreso que, a la
postre, daría solución a sus respectivos problemas, de índole familiar.
Ante esta situación y, con el informe del Jefe de Base Marsh respecto a un próximo
vuelo de la Fuerza Aérea Chilena, decidí usar ese medio para sacarlos de la isla y
llevarlos hasta la ciudad chilena de Punta Arenas, para que, posteriormente, atravesando
territorio argentino, pudieran llegar hasta Montevideo. Producido el hecho planeado,
informé del mismo al Presidente del Instituto Antártico Uruguayo, por lo que quedaba
finalmente solucionado el problema.
El retorno anticipado de estos dos hombres era para nosotros una pérdida muy
importante, no solamente por lo que respecta a su labor profesional, sin o también por lo
que significaban desde el punto de vista humano. Más o menos a la semana de su
partida de la Base, recibimos una llamada por radio en la cual los dos hombres daban
cuenta de su arribo a Montevideo. Habíamos logrado darles la solución que requerían
para sus respectivos problemas.
En la Base, en la lejana Antártida, quedamos con la inmensa satisfacción de su llegada
al seno de sus núcleos familiares que los reclamaban desdeñada varios meses, pero
nosotros quedamos también con un gran vacío que nos dejó marcados casi hasta nuestro
mismo regreso. Las pérdidas de los hombres son siempre previsibles, o por lo menos,
están en las planificaciones pero, una cosa es prever y planificar y, otra, muy diferente,
es que realmente ocurran.

Preparando el regreso
Transcurrió el tiempo de la misión casi sin que lo hubiéramos percibido.
Las tareas estivales de acondicionamiento de la Base para el período invernal, los
apoyos a las actividades desarrolladas por los científicos y la propia actividad que
desarrollamos durante el invierno habían consumido, valga la expresión, nuestro tiempo
destina ¡o a la actividad en la BCAA.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Repentinamente, nos encontramos ante una actividad de preparación de todos los


elementos que deberíamos transferir a quienes nos relevaran. Lentamente, la
tranquilidad del invierno se nos fue transformando, con el devenir le las semanas y los
días, en una actividad cada vez más y más intensa.
La pista en condiciones operativas de los vehículos que se usarían en el verano,
preparaciones de las existencias para contabilizar e inventariar, recepción de cargas y
solicitudes desde Montevideo ocupaban nuestras horas y días.
El arribo de algunos «adelantados» de la dotación de relevo incrementó más aún nuestra
actividad. Los hombres recién arribados eran integrados a nuestras tareas que realizaban
paralelamente con quienes serían relevados, a fin de asegurar, de tal modo, la
continuidad de las funciones. La forma en que había sido preparada mi dotación, y el
cariño con que habían tomado cada uno de mis hombres el trabajo de mantenimiento de
la Base hacía que algunos de ellos sintieran que estaban siendo despojados por quienes
los relevarían.
En varias oportunidades tuve que hablar con algunos de ellos para hacerles comprender
que nuestra actividad había llegado a su fin y que, era natural que el hombre que recién
llegaba, tuviera una actitud diferente a la nuestra con respecto a lo que se le entregaba.
Realmente, nos costaba muchísimo desprendernos de lo que con tanto amor, esfuerzo y
cariño casi sin límites habíamos hecho crecer y mantener en funcionamiento Base
Científica Antártica Artigas.
Además de toda esta febril actividad, normal en todo cambio de dotación, se realizaban
también visitas protocolares a las Bases vecinas para realizar los correspondientes
encuentros de despedida, como asimismo, las presentaciones de los nuevos integrantes
de la Base. A las múltiples actividades que realizábamos se sumaba el arreglo de los
equipajes de cada uno de los que regresaríamos. Souvenirs que engrosaban el equipaje
mientras que prendas que ya habían cumplido su ciclo de vida útil lo abandonaban al
igual que las que, generosamente, pasaban a los hombres que quedarían en la Base
relevándonos.
La inactividad en que iban quedando los hombres a medida que se liberaban de sus
responsabilidades hacía que los viéramos deambular por la Base y sus alrededores con
rostros pensativos. Íntimamente, como Jefe de la misión, sabía cuáles o cuál era el
pensamiento que se anidaba en ellos. Por un lado, alegría de volver al seno de los seres
queridos. Por otro, tristeza por abandonar algo que habían aprendido a querer e incluso,
les había brindado seguridad y tranquilidad espiritual.
Se dejaba atrás la quietud, la paz, la rutina diaria, el acostumbramiento al resto de los
camaradas, para volver al ruido de la ciudad, la inseguridad que nos da a veces la
civilización, el cambio frecuente de situaciones que no permiten entrar en una rutina. Lo
más importante sería adaptarnos al cambio continuo en el conocimiento de personas que
forman parte de toda sociedad normal.
No sabía aún, no solo yo, sino toda la dotación, con claridad, como reaccionaríamos
ante esta nueva situación.
La vida durante un año por parte de doce hombres, que compartían absolutamente todo
durante las veinticuatro horas del día y la noche, daba seguridad personal. Daba
seguridad en el grupo, confianza en quienes nos rodeaban. Había que brindarse los unos
a los otros sin medida porque así debía ser. De esa tan peculiar vida, casi paradisíaca, si
cabe la expresión, debíamos ingresar a una vida en sociedad urbana ya conocida, pero

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

que de todos modos, parecería un nuestra Base a recogernos par i recorrer los seis
kilómetros - que nos separan del aeródromo.
Cuando el susodicho vehículo se hizo presente en la Base, cargamos todas nuestras
pertenencias y la carga de tipo general que llevaríamos con nosotros hacia Montevideo.
Todo era un movimiento perpetuo. Unos iban para un lado, otros para otro. Las
despedidas de los más diversos modos y con la mayor gama posible de expresiones
verbales y corporales, los abrazos y las entregas de cartas para llevar con nosotros que
nos fueran encargadas a último momento, ocurrían por doquier. Al fin, después de
tantos sucesos emotivos de último, momento, estamos en condiciones de partir hacia el
continente.
Llegó entonces, ahora sí, e momento que significa el comienzo del final. Uno a uno,
fuimos subiendo al vehículo ruso que nos daba apoyo y cuando estábamos y; todos
sobre él, emprendimos la marcha hacia el aeropuerto. Nuestra última marcha en suelo
antártico, al menos, para esta misión que estaba culminando.
El vehículo que nos llevaba hasta la pista aérea, y en el cual íbamos nosotros ahora
callados y meditabundos, cada cual imbuido de sus propios pensamientos, pertenecía al
ejército soviético.
Con un peso de siete mil kilogramos -siete toneladas- se desplaza sobre bandas de
rodamiento y es alimentado energéticamente por gas oil. Transporta unos catorce
pasajeros más carga. El viaje, esta marcha lenta y que deseábamos todos que fuera
interminable, nos deparó una última sorpresa que deseo compartir con el lector.
Yo me había sentado en el banco que corresponde al acompañante del conductor. En
determinado momento, al encarar un desnivel del camino, e conductor seleccionó un
cambio adecuado para la marche.
Cuando el mismo lo hizo, que dicho sea de paso se trataba del jefe de mecánicos de la
ya citada Base rusa Bellinghausen, se quedó con la palanca selectora de marchas en su
mano. Me quedé observándolo y pensando para mí que, los kilómetros que restarían
deberíamos hacerlos a pie- .
Pero el veterano y curtido Alexander -que así se llamaba el conductor ruso del vehículo-
me miró y en nuestro «idioma antártico» me dijo: «no problem»
Buscó en una caja de herramientas, Sacó una llave de regular tamaño, la introdujo en el
lugar de donde se había salido la palanca, seleccionó una marcha la colocó en la caja
selectora y, de este modo, llegamos al aeródromo, manteniendo siempre la misma
marcha durante todo el trayecto, sin que importaran las irregularidades del camino.
Ya en el aeródromo, la actividad era normal para cualquier otro momento de arribo de
una aeronave. Nos estaban esperando, sobre la pista, los Jefes de la Base chilena, china
y rusa para despedirse de nosotros tras haber pasado un año de nuestras respectivas
vidas, juntos. La actividad protocolar, digamos así, se cumplió en la cafetería de la
hostería de la Base Marsh de Chile.
Allí pasamos nuestros últimos momentos en tierra antártica hasta que, por fin, llega el
avión y aterriza. Cumple sus tareas de descarga de los bultos de nuestra carga los que
va a llevar consigo y se alista para el vuelo de regreso.
Algunos minutos antes de que tocara suelo antártico, en el momento en que nos
avisaron desde la torre de control que ya se encontraba próximo a aterrizaje el FAU 572,

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

salimos hacia la pista para apreciar la maniobra del aparato. Allá lejos, sobre el cielo, se
distinguía como algo más grande que un simple punto, la figura de la aeronave.
Como en el aeropuerto se contaba con una sola pista para aterrizar y decolar, se ven
siempre a las aeronaves aproximarse de frente. Con los reflectores de las alas
encendidas se acercaba rauda y majestuosamente.
En primera instancia, cuando ya estaba cerca nuestro, pasó sobrevolando la pista por
encima nuestro rugiendo con sus motores, como diciendo, «aquí estoy, compatriotas» a
la vez que la emoción, siempre renovada al ver los colores patrios otra vez, se nos
anidaba en el pecho, se nos hacía un nudo en la garganta y una lágrima, en más de uno,
corría por su mejilla...
El avión hizo un viraje en el aire para nuevamente alinearse con la pista, bajó su tren de
aterrizaje y comienzo a descender hasta que, finalmente tocó con sus ruedas la tierra.
Carreteó por la misma levantando cortinas de nieve, agua y barro, hasta que se detuvo.
Giró sobre sí mismo y marchó hacia donde se encontraban los equipos de apoyo de
tierra hasta que, ahora sí, se detuvo finalmente deteniendo sus motores.
A partir de este momento, ocurrió todo lo que ya. se conoce. Descarga, carga, abrazos,
sal idos, recomendaciones, intercambio de opiniones, etc. etc. Lentamente, uno tras otro,
nos fuimos dirigiendo ha da el avión cuando nos informaron que ya estaban concluidas
todas las operaciones preliminares y que la aeronave estaba pronta para decolar.
Uno a uno, también, fuimos subiendo al aparato y a medida que ingresábamos a la
cabina para pasaje y carga, nos fuimos instalando como mejor podíamos, sobre el
mismo piso del avión.
Los motores del aparato se fueron encendiendo. Primero uno, después, el otro. Se
cerraron las puertas de ingreso al avión. Hubo unos segundos de silencio y tranquilidad
total y de ansiosa espera colectiva...Y, de pronto, ahora sí, ya estamos en condiciones de
despegar... Lentamente, con los motores en marcha pero sin alcanzar su máxima
potencia, nos íbamos dirigiendo hacia uno de los extremos di la pista. Allí, en el
extremo mismo, nos detuvimos. De pronto, los motores fueron aumentando la
intensidad de su trabajo hasta que llegaron a su máxima potencia. La máquina comenzó
a temblar como si por su interior circulara energía. Hasta que, al fin, se soltó de sus
frenos, dio un raro y brusco salto, comenzó una veloz carrera que iba aumentando de
velocidad a medida que avanzaba. Era necesario aprovechar al máximo cada metro de la
corta pista. Sentimos que nos elevábamos. Las ruedas del aparato quedaron colgando
hasta que comenzaron a introducirse en el vientre mismo de la máquina.
La parda tierra y la blanca nieve dieron paso al agua verde, espuma y algún trozo de
hielo de regular tamaño. Todos, apoyábamos nuestras cabezas sobre los vidrios de las
ventanillas del avión y observábamos, por entre ellos, cómo iba quedando atrás lo que,
durante un año, fue nuestra isla...
Al tomar más altura el avión, pude divisar y observar las azules entrañas del hielo del
Glaciar Collins. Desde mi ubicación, no la podía ver pero, sabía que allí estaba Base
Artigas... Apacible y generosa, cual una madre pródiga, solitaria entre la inmensidad de
la nieve, cobijaría, a partir de ahora, a otros hombres que, también ellos, aportarían lo
suyo.
Volando ya hacia Montevideo, tomado ya definitivamente el rumbo hacia la querida
«tacita de plata» que tanto echamos de menos durante los meses transcurridos, iba
meditando, íntimamente, que doce hombres uruguayos, se estaban despidiendo, cada

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

uno a su manera, con los ojos empañados por las lágrimas, de lo que, por un año entero,
fue nuestro hogar. Fuera del avión, en el aire, el rugir de los motores estaba marcando el
inicio del regreso, del retorno al seno de la familia y a la Patria.
Atrás nuestro, allá abajo, en tierra, iban quedando otros hombres uruguayos, con nuevas
esperanzas, con nuevos objetivos, con nuevos proyectos, con nuevas inquietudes y, con
nuevas y renovadas ideas que, como nosotros, se afanarían por cumplir...
Allá abajo, atrás nuestro, frente a la Base Científica Antártica Artigas, en un mástil
central, majestuosa, estaría flameando, como símbolo de continuidad, una bandera de
franjas azules y blancas y un sol radiante en uno de sus ángulos, cual retazo de los
cielos...

Distribución de agua de depósitos de almacenamiento a alojamientos. –


Cabo O. Olivera / Cap. L. Tártaro. Foto O Pereyra.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

LA ANTÁRTIDA

¿LE SIRVE AL URUGUAY?

Isac Gliksberg

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

33 AÑOS DEL TRATADO ANTARTICO


Se cumple en el presente año de 1994, 33 años desde que el 23 de junio de 1961 los
gobiernos de Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos de América, Francia,
Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Reino Unido, Sud África, y la URSS ratificaron el
Tratado Antártico, firmado el lo. de diciembre de 1959, durante el Año Geofísico
Internacional que, desde entonces, entró en vigencia. El Tratado, que consta de catorce
artículos, que fuera presentado en los idiomas inglés, francés, ruso y español, se halla
depositado en los archivos del gobierno de los Estados Unidos de América.
En los Considerandos previos del Tratado se mencionan los motivos y objetivos que
llevaron a los gobiernos de esas doce Naciones a ratificarlo plenamente.
«Reconociendo que es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe
utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos -se dice- y que no llegue a ser
escenario u objeto de discordia internacional; Reconociendo la importancia de las
contribuciones aportadas al conocimiento científico como resultado de la cooperación
internacional en la investigación científica en la Antártida;
«Convencidos de que el establecimiento de una base sólida para la continuación y el
desarrollo de dicha cooperación, fundada en la libertad de investigación científica en la
Antártida, como fuera aplicada durante el Año Geofísico Internacional, concuerda con
los intereses de la ciencia y el progreso de toda la humanidad;
«Convencidos, también, de que un Tratado que asegure el uso de la Antártida
exclusivamente para fines pacíficos y la continuación de la armonía internacional en la
Antártida promoverá los propósitos y principios enunciados en la Carta de las Naciones
Unidas, «Se acuerda lo siguiente:» En 1879, en Hamburgo, se reunió la Comisión Polar
Internacional que acordó organizar el Primer Año Polar Internacional para 1882 y
1883.
A estos primeros intentos de estudios sistemáticos y en forma científica de las regiones
polares, que obviamente incluían la Antártida, siguieron una serie de expediciones que
sirvieron para demostrar la voluntad del hombre por conseguir arrancarle a la naturaleza
los misterios escondidos.
Hasta que, en 1957-1958, durante el Año Geofísico Internacional, se logró revelar la
importancia que tiene la Antártida para la humanidad, y es entonces que se decide
regular el aspecto jurídico y político mediante el Tratado que ahora, está cumpliendo 33
años.

Bandera de la ONU en la Antártida


Por primera vez, un alto funcionario de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), Mustafá K. Tolba, de origen egipcio, y que ostenta el rango de Secretario
General Adjunto, desplegó la bandera de las Naciones Unidas en la superficie de la
Antártida. El hecho ocurrió entre el 8 y 12 de febrero de 1991 y sirvió para que el alto
ejecutivo de Naciones Unidas tomara contacto con la realidad de uno de los más
importantes ecosistemas del planeta.
En efecto, su superficie terrestre de 14 millones de quilómetros cuadrados, es
equivalente a la de América del Sur desde los Andes hacia el este o al doble de la

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

superficie de Australia, se duplica en invierno con la formación de un mar de hielo y es


un gigantesco motor que impulsa los sistemas atmosférico y oceánico del globo.
Por otro lado, el impacto de las actividades humanas por todos los lugares del planeta
deja sentir sus efectos en la Antártida. La Antártida alberga el 98 por ciento de las
reservas de hielo y el 70 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta.
Si el calentamiento atmosférico incrementara el deshielo en el continente austral, donde
se encuentra esta gran cantidad de agua dulce y potable del planeta -sólo la bañera de
Ross es del tamaño de Zambia o Turquía- la elevación adicional del nivel del mar
afectaría a toda la Tierra.

Conservar pureza del continente antártico


Desde el 15 de junio de 1991 y hasta el 27 del mismo mes y año se realizó en Madrid
una Reunión Especial Preparatoria de la Reunión -valga la redundancia-Deliberativa del
Tratado Antártico.
Desde el 14 de abril del mismo año al 19 del mismo mes se llevó a cabo una similar
reunión en la ciudad de Bonn y del 20 al 30 de abril el encuentro fue en Madrid donde
se analizó todos los aspectos relacionados con el ecosistema antártico.
Previamente a todas estas reuniones internacionales, a fines de diciembre de 1990, tuvo
lugar en la ciudad chilena de Viña del Mar la XI Reunión Consultiva Especial del
Tratado Antártico que congregó en ese balneario a cerca de doscientos delegados de los
39 países miembros del Sistema, entre los que, en carácter de miembro consultivo, se
encuentra Uruguay.
El principal resultado de este encuentro en tierras chilenas fue la denominada
«Declaración de Viña del Mar» que estableció la voluntad y decisión de los
participantes de preparar «lo más rápidamente posible un nuevo instrumento
internacional de protección del medio ambiente antártico» y sus ecosistemas asociados.
La Antártida seguirá siendo un gran manto blanco incontaminado y fuera del alcance
depredador de la economía moderna, al menos, durante algunas décadas más.
La declaración de Viña del Mar señaló además que «la Antártida, siendo una reserva
ecológica dedicada a la paz y la ciencia, merece el compromiso de todos los Estados
preocupados por establecer un régimen legal vinculante para protegerla».
La Antártida es, pues, el único continente, por ahora, incontaminado del planeta. Los
delegados a dicha reunión coincidieron en la necesidad de adoptar el principio de
evaluación ambiental, como requisito previo a cualquier actividad humana en el
continente y apoyaron la creación de instituciones específicas para la protección del
ambiente.

De zona devastada a zona protegida


Durante el Siglo XVIII la Antártida, fue el paraíso de los cazadores de ballenas, focas
peleteras y elefantes marinos que provenientes de distintas regiones del planeta,
llegaban al continente meridional con la única intención de explotar económicamente
los recursos naturales, minerales y animales de la región, lo que ocasionó una crítica
situación debido a la devastación de que era objeto.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Seguramente el lector recordará que estos aventureros -que no de otra manera se les
podía llamar a los cazadores de entonces- fueron personajes centrales de innumerables
novelas fantásticas ambientadas en las aguas y los hielos del continente antártico.
El continente también fue objeto de codicias políticas y estratégicas. Según la teoría de
los sectores, tres países - Argentina, Chile y Gran Bretaña-exigían territorios que se
disputaban simultáneamente. Otros cuatro, con historias de exploraciones antárticas
reclamaban soberanía sobre determinadas áreas del continente. Algunas especies
animales, como la ballena azul, había sido objeto de tal depredación que se encontraba
próxima a la extinción.
La firma del Tratado paso a ser la «primera y más positiva etapa de cooperación
internacional que se conozca en la historia» según lo manifestó recientemente la
Asociación Ecologista Internacional «Greenpeace». En la Reunión de Viña del Mar
participaron por primera vez como observadores, más de doscientos organismos no
gubernamentales preocupados por el tema ecológico en el continente antártico.

Nueva amenaza para la Antártida


El lector recordará seguramente el debate que se produjo internacionalmente sobre el
llamado «efecto invernadero» que no es otra cosa que el lento recalentamiento de la
troposfera, la capa inferior de la atmósfera, originado por la concentración de
determinadas sustancias gaseosas. Este hecho guarda relación con el descubrimiento en
1985 de un agujero de ozono o mejor de un agujero en la capa de ozono en la Antártida.
Con ello se ha demostrado según los investigadores, la vulnerabilidad de la Antártida a
los sucesos de otros lugares del planeta. Esto permitió además, comprobar que el
continente es un monitor de la salud del medio ambiente mundial.

Jurisdicción del Tratado Antártico


Es importante señalar y subrayar que, el Tratado Antártico, cuyos treinta y tres años
estamos conmemorando, norma el uso pacífico no sólo de las tierras continentales, sino
que alcanza también su vigencia al espacio comprendido entre el paralelo 60 del
hemisferio Sur y el polo respectivo.
De este modo, la superficie limitada con vigencia del Tratado alcanza a 34 millones de
quilómetros cuadrados, equivalentes a una séptima parte de toda la superficie del
hemisferio sur, de modo que no sólo toda la Península Antártica, sino que también el
extremo sur del Paso Drake queda incluido en el territorio de jurisdicción de las normas
del Tratado.

Presencia uruguaya en la Antártida


En 1975 Uruguay oficializó la creación del Instituto Uruguayo, Antártico el 11 de enero
de 1980 firmó su adhesión al Tratado Antártico y el 7 de octubre de 1985 adquirió el
carácter de miembro consultivo al comenzar -con la instalación de la Base Científica
Antártica Artigas- las actividades de carácter científico en el continente helado.
Tras la firma del Tratado Antártico ocurrida en 1959, comenzaron a gestarse en
Uruguay diversos movimientos relacionados con la Antártida y con el servicio que

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

podría ofrecer, desde el Rió de la Plata a las expediciones que, pasando por nuestro país,
se dirigían al continente meridional, lo que hizo que se creara la Comisión Uruguaya de
Cooperación Antártica, a cuyo frente se hallaba el Profesor Julio César Musso.
En el año 1968 se creó, siempre bajo la Presidencia del Prof. Musso, el Instituto
Antártico Uruguayo, antecesor del actual Instituto, que por entonces era una
organización de carácter privado y cuya finalidad, como ahora, era dar empuje a la
actividad científica uruguaya en dicho continente.
Ese mismo año, el Diputado Salgado presentó un Proyecto de Ley en el Parlamento
uruguayo para regular la actividad nacional en dicho continente. En 1973, el entonces
Diputado Dr. Luis Alberto Lacalle y ahora Presidente de la República, presentó en el
Parlamento un proyecto del cual era autor y que tenía relación con la actividad antártica
uruguaya.
Más tarde, se encomienda al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas
Uruguayas, un estudio de factibilidad para el desarrollo de actividades antárticas del
país.
A esos efectos se creó el Comando Antártico Conjunto y como consecuencia de su
labor, se oficializó el Instituto Antártico Uruguayo, que dejó de ser una institución
privada para pertenecer a la órbita del Ministerio de Defensa Nacional a partir del 28 de
agosto de 1975.
El objetivo primordial de este Instituto es, el de «formular, evaluar y efectuar
investigaciones y exploraciones científicas y tecnológicas y de servicios en la Antártida
paralelo sesenta grados Sur»
En 1980, Uruguay recibió una invitación de la Fundación Nacional de Ciencias de los
Estados Unidos de Norteamérica para enviar una delegación al continente blanco.
De este modo, el Cnel. (Av.) Roque Aíta y el entonces Mayor (Nav.) Bernabé Gadea se
trasladaron a la Base de Mac Murdo y desde allí al Polo Sur Geográfico, a la Base
Amundsen-Scott, en enero de 1982, dándoles la oportunidad de que enarbolaran en el
mismo Polo Sur Geográfico la bandera uruguaya que habían transportado desde el
Uruguay.
Luego, una misión oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya,-encabezada por el mismo Cnel
(Av.) Roque Aíta como Jefe de misión y, con la integración de militares y científicos
uruguayos, arribó a la Base Teniente Marsh de la Fuerza Aérea Chilena en la Isla Rey
Jorge, el día 28 de enero de 1984.
No solo es importante el mero hecho de la presencia de Uruguay en las actividades
científicas del continente, sino que, la actividad de la Base Científica Artigas no sólo
adquiere una gran importancia desde el punto de vista estrictamente científico, y,
además, es un importante objetivo para la explotación de recursos económicos para el
país. Sobre este tema, la Antártida y la economía uruguaya que tiene mucho que ver con
la calidad de vida de los uruguayos en los años venideros, habré de referirme en
próximos capítulos.

¿Debe y puede el Uruguay estar presente en la Antártida?


Son dos preguntas que están íntimamente ligadas y que yo me las he formulado y que
transfiero al lector. Primero, cabe preguntarse si debe, el Uruguay, país
económicamente acuciado por innumerables problemas y que debe afrontar y encontrar

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

solución a cantidad de situaciones económico-sociales urgentes y graves muchas de


ellas, dentro de su territorio continental.
Segundo, cabe preguntarse si puede, dadas las circunstancias que acabo de plantear y
también si cuenta con recursos materiales y humanos como para afrontar las exigencias
de una participación de alto nivel y digna de la República en el continente antártico.
Desde mi punto de vista ambas preguntas tienen una respuesta afirmativa. En primer
término, al margen de las connotaciones de índole geopolítica y de estrategia militar que
la presencia de cualquier nación en la Antártida pueda tener, temas sobre los cuales
también se ha escrito mucho en los últimos tiempos, y al margen también de las
obligaciones de índole político-jurídico que obliguen a la República a participaren la
actividad antártica, creo firmemente que el país debe incuestionablemente participar,
como lo está haciendo, en las actividades de la Antártida y que esa actividad le traerá
enormes provechos desde los más variados puntos de vista, pero también, desde el
punto de vista estrictamente científico, tecnológico y económico.
Yo sé muy bien que no es un sencillo problema para el país participar en las actividades
del continente «blanco». Para un país geográficamente pequeño como el nuestro ello
implica enormes dificultades de diversos tipos pero el desafío también en esta materia
está ahí, y desde que el país pertenece a la comunidad de daciones tiene la obligación
moral de ser partícipe de esas actividades.
Pero además, ello da oportunidad para que nuestros hombres de ciencia y tecnólogos
tengan la posibilidad de desarrollar sus conocimientos y aptitudes, no sólo en provecho
de nuestro país, sino de la humanidad, dadas las características de coparticipación de
todos los habitantes del continente antártico y además, por lo que ello aporta al
desarrollo de las ciencias puras y aplicadas en el Uruguay, que serán investigaciones de
carácter relativamente modestas y dentro de las posibilidades que el país posee, pero
que no dejan de tener como ya lo tienen sin duda en algunos casos, un gran valor para el
resto del mundo.
Y, por último, pero no menos importante, es también una fuente de trabajo más para
nuestros hombres de ciencia y tecnólogos, una fuente de trabajo inagotable, diría yo, por
sus propias características.
En cuanto a si puede, también aquí no me cabe duda al respecto. Ya lo viene
demostrando a lo largo de los últimos años de actividad en la Base Científica Artigas.
Tanto la primera misión de la Fuerza Aérea Uruguaya en 1984, como todas las
actividades posteriores, incluyendo el armado de la Base, son una demostración de las
posibilidades que tiene el país, desde el punto de vista de los recursos humanos, claro
está, de tener una participación destacada, como la tiene en buena medida.
Yo tuve ocasión de conversar personalmente con el Tte. Cnel. Bernabé Gadea, quien
con el grado de Mayor participó como navegante en la primera misión de 1984 de
nuestra F. Aérea a la Antártida, y me comentaba, desde el punto de vista estrictamente
técnico, las dificultades que había que resolver para colocar la aeronave uruguaya en la
posición geográfica preestablecida, cosa que se logró.
También pude conversar ocasionalmente con quien tuvo la misión de ser el primero en
trabajar en la instalación física de la B ase Artigas en el continente meridional, y
también él me relató las dificultades climáticas que hubo que sortear para poder trabajar
en las condiciones que el continente ofrecía, casi en forma solitaria. Y, se pudo hacer y
se hizo.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

Pero además, el país cuenta con hombres de ciencia valiosísimos, muchos de los cuales
están en el exterior y que la posibilidad de trabajar en biotecnología, por ejemplo, en la
Base Científica Artigas, les significaría una oportunidad inmejorable no sólo para
volver al país, sino para servirle.
Y cabe ahora preguntarse, a la luz de lo expuesto, qué es lo que está haciendo el
Uruguay en la Antártida y qué puede hacer en el futuro de provechoso para el país, y
muy especialmente, desde el punto de vista estrictamente científico, tecnológico y
económico.

Se retira el «Pedro Campbell» y se incorpora el «Vanguardia»


El 8 de enero de 1992 regresó por última vez de la Antártida, al Puerto de Montevideo,
el navío de la Armada Nacional «Pedro Campbell», tras cumplir su última misión a la
Base Científica Antártica Artigas, del Uruguay.
El buque, en esta misión como en otras, especialmente preparado por la Armada
uruguaya para navegar en las aguas del continente blanco, transportó combustible,
víveres, medicamentos, aparatos científicos y personal diverso militar y civil,
incluyendo hombres de ciencia uruguayos para continuar las labores de investigación
científica en la Base que tanto honran, por su calidad y por el esfuerzo que significa
trabajar en las condiciones físicas y meteorológicas de la región, tanto a los hombres
que la llevan a cabo como a la República.
Desde entonces, un nuevo navío, adquirido por la Armada Nacional en Alemania, el
«Vanguardia», cumple las misiones específicas de transporte y eventualmente de
investigación en el continente Antártico.

Uruguay, el Tratado Antártico y el Sistema Antártico


Desde que se oficializó el Instituto Antártico Uruguayo en 1975, el Uruguay comienza a
programar su actividad posible en el continente blanco, adhiriéndose al Tratado
Antártico en 1980.
El 11 de enero de 1980, en efecto, Uruguay se integra como miembro consultivo a los
21 estados consultivos (12 firmantes originales y otros nueve entre los cuales estaría
Uruguay), adquiriendo tal rango de miembro consultivo a partir del 7 de octubre de
1985, fecha en que comienza a participar activamente en programas de investigación
científica en la zona.
Vale la pena que hagamos conocer al lector algunos términos habitualmente utilizados
cuando nos referimos a la presencia de Uruguay en la Antártida.
El lo. de diciembre de 1959, año también del primer vuelo del hombre al espacio, (abril
1959), se firmó en Washington, el Tratado Antártico por parte de doce países que
asistieron, a partir del 15 de octubre de 1959 a una conferencia internacional que reunía
a quienes el año anterior habían participado en las actividades del Año Geofísico
Internacional.
En ese Tratado, documento jurídico que recula la actividad de las naciones y de los
hombres en el continente meridional, se establecieron varios principios
fundamentales que hoy por hoy, son respetados por todos los países ntervinientes en

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

actividades en la zona y que le dan a este continente características excepcionales.


Cuatro de ellas son las siguientes:
- La Antártida se usará exclusivamente con fines pacíficos, vale decir, que no se podrán
desarrollar en ella actividades de índole bélica.
- La Antártida estará dedicada solamente a la investigación científica.
- Será una zona desnuclearizada, es decir, no podrá ser utilizada para explosiones
nucleares ni se permitirá en ella el depósito de desechos radiactivos.
- Conservación de sus recursos vivos y del medio ambiente.
Este Tratado quedó abierto a la adhesión de cualquier país miembro del sistema de las
Naciones Unidas y fue así que se concretó la adhesión de Uruguay.
Para poner en práctica los principios del Tratado Antártico se previo en el artículo 9 la
realización de reuniones periódicas, con la participación de todos los miembros
firmantes del Tratado, lo que se conoce como «Reuniones Consultivas».
En las reuniones celebradas se han adoptado diversas recomendaciones sobre
investigación científica, turismo, explotación de las riquezas naturales, meteorología,
telecomunicaciones, navegación y otras.
Desde 1958, Año Geofísico Internacional, existe el «Comité Científico para las
Investigaciones Antárticas» que se encarga de coordinar las actividades de investigación
científica en el continente.
El Sistema Antártico está conformado por el Tratado Antártico y las Convenciones
afines (para la conservación de las focas antárticas y sobre conservación de los recursos
vivos marinos antárticos) y contempla las principales disposiciones del Tratado
Antártico.

Recursos de la Antártida con valor económico


La Antártida posee vastos recursos naturales renovables y no renovables. Entre los
recursos renovables podemos enumerar la amplia fauna y flora que abarca especies
zoológicas que van desde la ballena azul di 28 a 32 mts. de largo hasta microorganismos
biológicos y una amplísima flora que incluye especies acuáticas y terrestres. Entre los
recursos naturales no renovables y que, como los anteriores, tienen potencialidad
económica, se encuentran los recursos energéticos y minerales.
Entre los primeros puede encontrarse petróleo, cuyas reservas en una estimación
aproximada se ubica en la cantidad de 45 billones de barriles y gas natural con reservas
estimadas del orden de 115 millones de pies cúbicos.
Pero hay también otros recursos energéticos con valor comercial que pueden agruparse
según la siguiente clasificación: a) Grupo de carbones, b) grupo de recursos
geotérmicos, c) grupo de uranio y radiactivos.
Existen también algunos yacimientos minerales metálicos y no metálicos, perfectamente
susceptibles de ser explotados comercialmente: hierro, cobre, metales polimetálicos,
cromo, molibdeno, plomo, zinc, oro, estaño, plata, y otros no metálicos como ser micas,
cuarzo, fosfatos, calizas, materiales de construcción, arena y ripio.
Pero es importante subrayar que, es posible realizar, y se realizan en la base uruguaya,
por ejemplo, investigaciones científicas no directamente relacionadas con la extracción

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

de recursos naturales del territorio antártico, que también tienen enorme valor
económico como ya veremos en el siguiente capítulo, y que abarca actividades de las
más diversas índoles.

¿Qué hace Uruguay en la Antártida?


Creo que con muy buen criterio, Uruguay, dada las incuestionables limitaciones de
potencialidad financiera, y de cantidad -no de calidad- de investigadores científicos y de
recursos materiales, ha centrado su actividad en el continente meridional en el campo de
las ciencias y especialmente, en aquéllas que tienen que ver con la vida y con el medio
ambiente, sin excluir por ello otro tipo de investigaciones científicas.
Se realizan entonces en la Base Científica Artigas de Uruguay, ubicada en la Isla Rey
Jorge, investigaciones diversas sobre ciencias de la atmósfera, ciencias de la tierra,
ciencias biológicas y otológicas, médicas, sicológicas, geológicas, etc.
Pero a estos y otros temas, como ser, el turismo en la Antártida dedicamos exclusiva
atención en otro capítulo.

Ciencia y Tecnología Uruguaya en la Antártida


Es ésta la actividad más importante que desarrolla el Uruguay en el territorio antártico.
Si bien los resultados económicos son difíciles de determinar cuantitativamente, la
mayor importancia de tal actividad radica en el hecho de que, siendo Uruguay un país
adherido al sistema antártico, particularmente, al Tratado Antártico, esta actividad le
permite al país, precisamente, cumplir fielmente con los principios establecidos en la
constitución uruguaya de la búsqueda de la solución de los diferendos internacionales
por métodos pacíficos, la búsqueda de la armonía y concordancia en las relaciones entre
las naciones, ya que, precisamente, el continente antártico es, declarado
internacionalmente, continente de la paz, continente de la ciencia, continente de la
colaboración internacional y de la solidaridad de unos con otros, sin que, para todo ello,
se tome en consideración otros valores más que los que contribuyan a tales propósitos,
que, sin duda alguna, son afines a la política internacional de la República Oriental del
Uruguay.
Para el presente capítulo me he basado en material impreso que me proveyó gentilmente
el Instituto Antártico Uruguayo y el Cnel. (Ret.) Arquímedes Maciel, a quien le realicé
un extenso reportaje oportunamente, para el semanario «Crónicas Económicas». Es
preciso destacar que, científicamente, es decir, en su actividad científica en la Antártida,
el Uruguay compite con naciones que, sin duda, tienen un potencial económico mucho
mayor, y que, no obstante, la capacidad, la dedicación y el espíritu de sacrificio de los
hombres de ciencia y de tecnología, permite llevar a cabo la tarea científica
favorablemente a los intereses de la Nación y al prestigio que la misma logra con ello.
Por otra parte, la Antártida es en sí mismo un gran laboratorio científico internacional y
en ese marco, pueden los hombres de ciencia uruguaya colaborar y a la vez, adquirir la
experiencia que los países más adelantados ofrecen. No menos importante es el hecho
de que, gracias a esta actividad científica uruguaya en la Antártida, el Uruguay puede
hacer valer sus razones en muchas oportunidades y actividades que van más allá de la
política antártica y que pueden llegar, muchas veces, a la política económica, comercial
e incluso, internacional.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

La Antártida, por otra parte, es un laboratorio verdaderamente privilegiado, ya que en


él, por ejemplo, se dan condiciones de menor humedad posible, las observaciones
cosmológicas son las más favorables ya que las observaciones sufren la menor
perturbación posible por parte de la atmósfera, la pureza de su clima, allí se puede llegar
a conclusiones muy importantes sobre el mismo origen de nuestro planeta y la
evolución del clima, el calentamiento de la tierra, el «efecto invernadero» y su origen y
posible evolución. En ninguna otra parte del planeta se dan condiciones de pureza del
suelo y del espacio, como las que ofrece la Antártida. La pureza de sus aguas, de su
flora, de su cielo y de su fauna, en contraposición con lo que ofrecen al hombre otras
regiones del planeta contaminadas y agredidas por la misma acción suya, afectando la
misma calidad de su vida. Por otra parte, la Antártida es un fabricante de climas y la
actividad uruguaya en la Antártida es de enorme importancia para la economía del país,
por el hecho de que el clima antártico tiene una incidencia muy particular en nuestro
clima, por ende, en nuestra economía que es esencialmente de carácter agropecuario.

Organización de la Actividad Científica y Tecnológica


Son varios los órganos con los cuales el Uruguay lleva a cabo su política antártica, que
involucra, obviamente, la actividad científica.
En primer lugar, el Instituto Antártico, que tiene como misión aplicar la política
antártica.
Este organismo es el que representa al país en los foros internacionales en los cuales se
discuten temas de enorme significación, como ser, la prospección de minerales, el
turismo, la protección del medio ambiente y muchos, muchos otros que se mantienen en
la atención permanente del sistema antártico internacional.
El otro organismo de enorme importancia es, por sí mismo, la Base Científica Antártica
Artigas. Se trata de un órgano que mantiene vigente la presencia uruguaya en el
territorio meridional, tal cual lo exige el Tratado Antártico, con hombres técnicos,
científicos y tecnólogos especialmente adiestrados, entrenados y especializados para
sobrellevar las dificultades que la vida en la Antártida ocasiona.
Son todos hombres con formación técnica que representan dignamente a la República en
la región.
El Consejo Científico de Investigación Antártica, el S.C.A.R., es quien orienta toda la
actividad científica en la zona y, como consecuencia de ello, la actividad científica toda
se realiza en un clima de gran camaradería internacional y de mutua colaboración,
constante cooperación e integración, permanente ayuda entre las Bases vecinas, y aún
entre las que no lo son, resultando de todo ello, un trabajo solidario, de conjunto, hasta
de equipo, podría decirse. Por ejemplo, en este sentido, merced a un convenio suscrito
entre las organizaciones pertinentes, el combustible de la Base Artigas lo suministra la
Base rusa.
Por su parte, Uruguay hace algún tipo de prestación a las otras Bases en un consciente
criterio de reciprocidad. Lo hace, llevando, por ejemplo, arroz cuando hace falta en
algún lugar, o carne en algún otro, etc., etc.
Para llevar a cabo su política científica y tecnológica, el Instituto Antártico Uruguayo ha
suscrito varios convenios con la Universidad de la República y algunas de sus
Facultades, con empresarios privados, con la Dirección Nacional de Energía Nuclear,

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

con la Dirección Nacional de Meteorología, con el Instituto Geológico del Uruguay, con
el Instituto Geográfico Uruguayo, y con muchos otros.
Por último, hay en la actividad científica uruguaya lo que podríamos denominar
proyectos de todo el año y proyectos exclusivos de verano, del verano antártico. En el
verano antártico se realiza la mayor parte de la actividad científica y tecnológica, por
razones climáticas obvias. Atendiéndose a las recomendaciones del S.C.A.R. (Consejo
Científico de Investigaciones Antárticas) los distintos proyectos pueden agruparse en:
Ciencias de la Atmósfera, Ciencias de la Tierra, Ciencias del Mar y Ciencias de la Vida.

Ciencias de la Atmósfera
Se está desarrollando mediante un convenio suscrito con la Dirección Nacional de
Meteorología, por el cual se estableció en la Antártida una Estación Meteorológica,
asociada al Sistema Meteorológico Mundial, un proyecto con la finalidad de
establecer los parámetros de temperatura, de humedad, de viento, de nubosidad, es
decir, se obtiene información y se registra y, posteriormente, se evalúan los valores
obtenidos.
Este proyecto que lleva varios años, los resultad ds obtenidos se comparan de modo que
permitan obtener valores estadísticos. Es un proyecto de todo el año. Por un convenio
suscrito con m empresario privado del Uruguay, se estableció una estación automática
de registro de datos.
Se trata de experimentar con estas estaciones automática.- para después trasladarlas al
territorio continental con el propósito de ser aplicadas en distintas actividades
nacionales como ser del Plan Granjero, por ejemplo, u otras de tipo agrícola - ganadero.
Son estaciones que permiten conocer las heladas, los vientos, etc., etc. Otro proyecto
tiene que ver con el estudio de la alta atmósfera, la ionosfera de la capa superior de la
atmósfera, de modo que te pueda estudiar su constitución químico-física, a efectos de
ver su comportamiento especialmente importante con respecto a las
comunicaciones.
Esta última investigación se lleva a cabo conjuntamente con el CIDAE, el Centro de
Investigaciones Aéreo Espaciales de la Fuerza Aérea Uruguaya. Hay también un
proyecto sobre radiactividad, llevado a cabo por la Dirección Nacional de Tecnología
Nuclear, el que trata de evaluar los niveles de radiactividad en los peces, en el agua y en
la atmósfera de modo de poder evaluar de qué manera el medio ambiente aquél, va
siendo alterado por los elementos externos y como incide en el ambiente.
Lo llevan a cabo un técnico de alta capacitación y dos mujeres científicas que en 1991
inauguraron las actividades femeninas en la Antártida y que conforman el equipo de
investigadores.
Trabajan en peces, algas, agua de mar, atmósfera, midiendo la radiactividad y viendo su
evolución a los efectos de tener un registro del mismo y poder evaluar cómo aquel
ambiente va cambiando por obra de elementos exógenos.
Existe también un proyecto sobre corrosión que es hecho por medio de un convenio
con la Facultad de Ingeniería, la Dirección Nacional de Meteorología y el Instituto
Antártico Uruguayo.
Se trata de observar el comportamiento de cuatro metales importantes en la oxidación.
Con qué niveles de aceleración los corroe el clima, ese clima tan particular. Junto con

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

este proyecto existe otro, de carácter tecnológico, es decir, derivado, en el cual un


empresario particular está investigando el grosor que debe darle a la chapa de zinc
galvanizada, necesario, para poder ofrecerlo, particularmente, a los grandes depósitos de
arroz de nuestra zona arrocera o de otra naturaleza.
Este es uno de los proyectos más importantes y lo está llevando a cabo una empresaria.
Dos últimos proyectos en Ciencias de la Atmósfera, para terminar. Uno de ellos es en
Meteorología Marina, y se está llevando a cabo en el Servicio de Oceanografía,
Hidrografía y Meteorología de la Armada Nacional.
Este Servicio lo llevó a cabo por medio del Buque «Pedro Campbell» en el Paso de
Drake, a los efectos de facilitar la navegación marítima en esa zona. Finalmente, cabe
señalar un proyecto en estudio que tiene que ver con el recurso eólico y que tiene como
finalidad última sustituir el petróleo por energía eólica, que con tanto éxito lo está
haciendo Francia en algunos lugares de la Antártida. Francia está sustituyendo el gas-oil
por energía eólica.
También está en marcha un proyecto sobre ozonometría, un proyecto que pretende
medir la capa de ozono.

Actividades en el área de Ciencias de la Tierra


En esta área hay un proyecto que se destaca que es el glaciológico, que lleva 3 años de
actividades, y que se realiza por un convenio con el Instituto Antártico de la República
Popular de China. A través de este estudio glaciológico se podrá determinar la
evolución del clima, el famoso efecto invernadero, es decir, el re calentamiento de la
Tierra, la evolución de cantidad de elementos que son aún una incógnita en cuanto a la
evolución del planeta. Hace tres años, fue inspeccionado por las más altas autoridades y
jerarquías del Instituto Antártico Chino y fue calificado como el proyecto más
importante que haya hecho China hasta él presente en la Antártida.
Justamente, y lo lace Uruguay. Hay tres uruguayos y cinco chinos trabajando en la Base
Artigas. Hay otros dos proyectos en marcha. Uno de ellos mediante un convenio con la
Dirección Nacional de Mineralogía y Geología, que estudia la estratigrafía de la capa de
la zona. Se trata de un estudio estratigrífíco para conocer la constitución de la tierra,
rocas, minerales, sin que se pr3tenda encontrar petróleo en el lugar hay también un
proyecto de medición gravimétrica que lo está haciendo el Servicio Geográfico Militar,
por convenio, y que consiste en la densificación y ampliado de la red gravimétrica de la
zona. Esta red está vinculada … a Punta Arenas y se está haciendo este trabajo con
instrumentos muy caros que salen del Servicio Geográfico Militar.

Actividades en el área de Ciencias del Mar


Con el Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada hay un
convenio para estudiar la calidad de las aguas del Lago Uruguay, un lago interno que
provee de agua a la Base y se estudia la calidad de las aguas de la Bahía Fildes que
circunda a la Base. En el área de la mareografía mediante un convenio con el SOHMA
se está tratando de registrar valores de pleamar y de bajamar para poder determinar los
valores medios del mar, de modo que permitan ser la base de partida de la cartografía
terrestre y de la cartografía marítima. Es este un programa sumamente importante que
lleva más de 4 años de constantes observaciones con valiosos aparatos sofisticados.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

También con el SOHMA se hace un proyecto de batitermografía que evalúa


profundidades y temperaturas.
Los peces están a determinadas temperaturas y fuera de ellas no existen y así pueden
identificarse cardúmenes, lugares de tal o cual pesca que servirá al pescador comercial.
Se están haciendo trabajos de batimetría (profundidades) en la zona circundante a la
Base y las cartas hechas fueron utilizadas ya por un buque inglés muy importante.
Esta es una forma más de marcar la presencia uruguaya internacionalmente porque los
barcos ya no van a eludir esta zona que fue relevada por uruguayos. Esto dará mayor
crédito a las cartas que podrán ser mejoradas.
Hay también un proyecto de balizamiento muy importante. La baliza Uruguay está en la
punta de una ensenada y en la zona tenemos una baliza de aproximación y otra de
señalamiento.
Por último, en esta área, hay un proyecto importantísimo de factibilidad de construcción
de un muelle en la Base Científica Antártica Artigas. Lo está llevando a cabo un grupo
de científicos de la Facultad de Ingeniería, que usufructuó una beca de estudio y están
haciendo una investigación bibliográfica y luego lo harán «in situ» para ver el
comportamiento.
Es un estudio de prefactibilidad y otro de factibilidad. Se está trabajando con gran
entusiasmo por parte del Instituto de Estructuras de la Facultad y el de Resistencia de
Materiales y el proyecto ya cuenta con financiación. Este proyecto está demostrando la
posibilidad de aunar diferentes esfuerzos en pro de un mismo objetivo.

Actividades en el área de Ciencias de la Vida


En estos proyectos biológicos tenemos uno muy conocido. El estudio de la ausencia de
ateroesclerosis en los pingüinos que está siendo dirigido por el Dr. Grillo y está en un
estado de desarrollo muy avanzado. Este es un proyecto pionero que está en sus últimas
etapas. Otro proyecto pionero es el del Dr. Balbino Álvarez sobre la conducta de los
pingüinos, su comportamiento eto-ecológico y se los ha tomado para esta investigación
por tratarse de animales dóciles y se procura evaluar y comprender su comportamiento
para preservar el equilibrio ecológico de la zona.
Francia consideró los datos del Dr. Balbino Álvarez para desechar la construcción de
un aeropuerto, fíjese el lector, la importancia de esta investigación.
También se está estudiando la capacidad anticongelante de los peces, de dónde sale, a
qué causa se debe. Con esta investigación quizás se pueda producir salmones en Alaska
o tomates, por ejemplo.
Hay un proyecto iniciado en 1991 conjuntamente con el Instituto Ártico y antártico
Sueco para el estudio de la ostcmalasia (raquitismo y osteoporosis).
Hay muchas esperanzas en esta investigación del científico sueco que trabaja con un
científico uruguayo. Finalmente dos aspectos que se realizan durante todo el año: a) de
epidemiología (enfermedades somáticas), b) comportamiento psicológico (psíquico)
que completan un estudio sicosomático hecho por dos equipos especializados
separadamente.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El Turismo Antártico
El tema es de permanente actualidad. Por supuesto, también es de enorme importancia
para el Uruguay. Un lector del Semanario Crónicas Económicas de Montevideo, me
consultó sobre si existe la posibilidad de explotar el turismo a la Antártida, dada la
relativa proximidad del continente meridional y lo fascinante del escenario natural que
allí se puede encontrar como el interés que puede despertar en el turista observar la
forma en que conviven científicos de todo el mundo entre sí y en contacto con el mundo
natural antártico. También me comentó y consultó si me era posible contestarle sobre
qué significan «Agujeros de ozono» y «efecto invernadero» de los cuales se oye con
frecuencia comentar con relación a las actividades científicas antárticas y de las cuales
poco se sabe. Como los tres temas son de un gran interés general, me pareció
conveniente contestarle al lector por este medio, una vez hechas, por parte mía, las
consultas pertinentes en diversas fuentes, y de este modo, dar respuesta también a las
interrogantes de otros lectores.
Dedicaré pues este capítulo al tema del turismo antártico, dejando para la próxima
sección, un comentario sobre los otros dos importantísimos temas.
Hay numerosos motivos por los cuales se puede señalar que la Antártida es un
importante centro o polo de atracción turística. Hay en el continente helado bellezas
naturales indescriptibles, un mundo animal y vegetal fantástico cuyas formas de vida
son un atractivo interesantísimo para cualquier persona, monumentos geográficos
históricos de fascinantes experiencias humanas y es en definitiva, la Antártida, un lugar
al cual, el gran público no puede acceder con facilidad, lo que lo hace más atractivo aún
para aquellos que pueden costearse una excursión o un crucero turístico al continente
meridional.
Desde que fuera firmado el Tratado Antártico el lo. de diciembre de 1959, en
Washington, el turismo como industria comercial existe en la Antártida, o sea, hace más
de 30 años, y particularmente en los últimos años, el mismo se ha incrementado
notablemente, siendo cada vez mayor la cantidad de gente que visita con fines de
recreación exclusivamente, el continente meridional.
Este incremento del turismo internacional a la Antártida ha ocasionado una cantidad
grande de problemas que aún no han sido reglamentados por la comunidad
internacional. Como ya explicamos en uno de nuestros capítulos anteriores sobre la
Antártida, el Tratado prevé la realización periódica de Reuniones Consultivas con el fin
de considerar en con junto problemas tales como el del turismo, por ejemplo.
Pero por una razón o por otra, lo cierto es que tanto en la reunión última de Madrid,
realizada del 22 al 30 de abril de 1991 como en la de Viña del Mar llevada a cabo del 19
de noviembre al 6 de diciembre de 1990, como asimismo en las restantes Reuniones
Consultivas llevadas a cabo como la de octubre de 1991, en Madrid también, se eludió
por parte de los países miembros la inclusión del turismo e a el Protocolo de Madrid,
documento que liberó por un plazo de 50 años a la Antártida de ser explotada
industrialmente en sus riquezas naturales, o sea que se prohibió expresamente todas las
actividades mineras y petroleras en la Antártida por el período señalado.
El tema del turismo ha sido debatido en numerosas Reuniones sin que haya sido
resuelto aún y tanto los ecologistas como los científicos en general discuten si el
turismo debe ser prohibido totalmente en la zona o si bien dictan regulaciones para que
pueda llevarse a cabo sin que se originen daños al medio ambiente.

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

El debate continúa, no obstante lo cual, el turismo antártico sigue creciendo y algunos


países signatarios del Tratado han redactado instrucciones para los turistas con el
propósito de evitar que los mismos provoquen daños al sistema ecológico de la región y
por supuesto, también a sí mismos.
Con este propósito se ha recomendado el estudio de factibilidad de la creación de zonas
especiales dentro del continente para el acceso del turismo internacional pero dadas las
dificultades que un acuerdo sobre este proyecto implica, el tema no ha quedado resuelto
aún.

Un poco de historia sobre el Turismo Antártico


En 1956, antes de la firma del Tratado Antártico, se realizaron, desde Chile, los
primeros viajes de carácter turístico a la Antártida. Más tarde hubo numerosos viajes
turísticos, cruceros y excursiones desde distintos países, cuyo objetivo era visitar en
forma recreativa el continente blanco.
En el año 1977 se realizaron viajes turísticos aéreos organizados por compañías
comerciales de turismo neocelandesas y australianas hasta que en noviembre de 1979,
un avión DC-10 se precipitó a tierra en la zona del monte Erebus tras haberse estrellado
en este pico, pereciendo 257 personas.
A raíz de los efectos que causan sobre el ecosistema antártico, sumamente sensible, y
cuyos patrones no pueden ser perturbados, es que hay científicos que se oponen a la
explotación del continente como zona de turismo comercial.
Dicen que la llegada masiva de turistas a estos lugares representa un peligro notorio a
las formas de vida y de procreación de los pingüinos, por ejemplo, poniendo un peligro
su propia sobre vivencia, cuya población total, según afirman científicos chilenos, ha
disminuido en los últimos años en un 23 por ciento.

Controversia sobre el Turismo Antártico


Mientras hay científicos que afirman rotundamente que el turismo debe ser prohibido en
la zona, otros dicen que debe ser permitido pero en forma controlada o regulada
rigurosamente.
También están quienes sostienen que la Antártida no puede ser, reino exclusivo de los
científicos y que el gran público tiene derecho a conocer la región. La jefa científica de
la Base Española Juan Carlos I señaló en declaraciones recientes p la prensa que «no
sería lícito prohibir totalmente el turismo en la Antártida, pues todo el mundo tiene
derecho -dijo- de disfrutar de algo tan sin igual que posee el planeta tierra».
En opinión de esta científica que trabaja en los hielos del continente meridional, debe
hacerse un control sobre el número de turistas, los recorridos, la logística y el
comportamiento de las personas en los lugares que se visitan. En su opinión y en la de
otros, prohibir el turismo antártico sería una medida no sólo de carácter extremista, sino
que sería muy difícil de fiscalizar, por lo cual, es preciso regular cuanto antes con
medidas prácticas el turismo y crear un turismo controlado, regulado mediante un
Anexo al Protocolo de Madrid de octubre de 1991.
Para el Uruguay, dada su situación geográfica en la línea de pasaje desde el Antártico
Norte al Sur y su proximidad a la zona antártica, el turismo antártico podría ser una

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

fuente más de ingresos de divisas para el país y de un turismo derivado del pasaje a la
Antártida. Mientras crece en el mundo el consenso en la necesidad de preservar la
Antártida como un gran laboratorio internacional privilegiado y una zona virgen y
reserva natural de la humanidad, el turismo en la región sigue aumentando sin que
exista todavía ninguna Convención de acuerdo sobre el tema.
En el próximo capítulo, dedicaré atención a los temas «efecto invernadero» y «agujero
de ozono», dos fenómenos de suma importancia y sobre los cuales se investiga
intensamente en la Antártida y que además, tienen importante incidencia también para
el Uruguay, muy especialmente, debido a nuestra ubicación geográfica.
Prometí prestar especial atención a pedido de un lector interesado en los temas «efecto
invernadero» y «agujero de ozono». Lo hago con mucho gusto, tras haberme informado
mediante la lectura de variado material impreso, y gracias a la amabilidad del Predictor
meteorológico Juan Torraca de la Oficina de Relaciones Públicas de la Dirección
General de Meteorología del Uruguay, con quien no solamente conversé extensamente
sino que además me obsequió un material valiosísimo.
Deseo hacer algunas precisiones previas imprescindibles. Abordé ambos temas, en
razón del objetivo de la serie que estamos publicando, con especial referencia al medio
geográfico y atmosférico antártico.
Por otra parte, pondré especial énfasis en su importancia para el Uruguay y los
habitantes del país.
Y por último, pero no menos importante, dadas las características de una nota
periodística, trataré de transmitir al lector una visión fácilmente comprensible de ambos
temas, precisar sus definiciones en la forma más simple y comprensible, sin perder el
rigor científico, de modo tal que permita al lector, de ahora en más, tener una idea y
conocimiento cabal en cuanto a saber de qué se trata, cuando nos referimos o alguien se
refiere a estos dos fenómenos atmosféricos tan importantes para la humanidad y
obviamente para la región meridional.

El efecto invernadero
Procuraré definir del modo más simple posible este fenómeno atmosférico, de modo tal,
que reúna en sí, los distintos conceptos que he encontrado en diferentes definiciones del
mismo. Bajo «efecto invernadero» -pues-se conoce el lento recalentamiento de la
troposfera, la capa inferior de la atmósfera, originado por la concentración de
determinadas sustancias gaseosas. Entre ellas muy especialmente, el anhídrido o
dióxido de carbono, como resultado del uso masivo de los combustibles fósiles, como el
petróleo, carbón o gas, el uso del metano, los óxidos nítricos y los hidrocarburos flúor-
clorados. ¿Qué quiere decir todo esto? Pues, lo siguiente. El lector debe saber que los
rayos solares que caen directamente sobre el planeta calientan la tierra como parte de un
ciclo natural. Resumiendo los hechos y sin internarnos en mayores detalles, más o
menos complejos, digamos que a lo largo de la historia geológica, este comportamiento
de retención del calor por parte de la atmósfera es similar al que ocurre en un
«invernadero» o «invernáculo» de vidrio o de plástico que no permite escapar por sus
paredes ni por su techo el calor recibido desde el sol. Por esta razón y algunas otras, la
humedad contenida en la atmósfera es el principal gestor de este «efecto de
invernadero».

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

En conclusión, el significado del «efecto invernadero en la atmósfera, se traduce en que


la temperatura observada en la superficie terrestre es, en promedio, alrededor de 15
grados Celsius, mientras que la temperatura promedio del planeta sería de solamente 25
grados Celsius bajo cero, si no existiera la atmósfera.
Como comprenderá el lector, las especiales condiciones climatológicas de la Antártida y
la proximidad del Uruguay al continente blanco, como asimismo el efecto que tiene este
fenómeno sobre los glaciares y los océanos, y sobre las variaciones de temperatura en la
tierra, hacen que siendo el nuestro un país con costas oceánicas y cuya principal
actividad productiva es agrícola-ganadera, se vería a especialmente afectado por el
fenómeno.
Las investigaciones que sobre el tema se hacen en la Antártida, incluso por parte de
científicos y técnicos uruguayos, son un valioso aporte, e incluso imprescindible, para
predecir consecuencias que pueden afectar directamente a la economía uruguaya.

El agujero de Ozono
Ante todo, ¿qué es el ozono? Constituye una forma inestable del oxígeno (tres átomos
en cada molécula), en lugar de la forma estable habitual del oxígeno presente en la
atmósfera baja, donde cada molécula contiene 2 átomos. Una vez que se ha formado una
cantidad suficiente de oxígeno gaseoso, la interacción de este último con la radiación
solar ultravioleta dio lugar a la aparición del ozono.
El ozono filtra unas pocas longitudes de onda de la radiación solar ultravioleta,
entonces, a medida que llega a un estado estable, la cantidad de ozono gaseoso
incorporado a la atmósfera, siguieron evolucionando en la biosfera organismos no
compatibles con las longitudes de onda filtradas. De este modo, la biosfera se
autorregula.
El ozono forma pues una capa o aureola que circunda a la Tierra y que la protege de los
rayos solares ultravioletas. A partir de diversos estudios y análisis de mediciones de la
cantidad total de ozono, se observó que aparecía una disminución local en la cantidad de
ozono en una zona extensa sobre el continente antártico durante la primavera polar.
Lo que llama la atención de este fenómeno, conocido popularmente y científicamente
como el «agujero de ozono en la Antártida», es que se produce únicamente durante la
primavera antártica después de la noche polar. Se inicia a fines de agosto y setiembre, se
mantiene constante durante el mes de octubre, y luego se recupera o se normaliza hacia
fines del mes de noviembre.
Algunas observaciones científicas efectuadas en la Antártida indican que esta
disminución del ozono se produce en la parte inferior de la atmósfera, entre los 15 y 20
quilómetros de altura, zona donde se observa la máxima concentración de este gas. Tal
cual demuestran las investigaciones efectuadas, el congelamiento del ácido nítrico que
precede a la descomposición del ozono mediante el cloro contenido en los
hidrocarbonos fluorclorados, se produce a una temperatura de 80 grados centígrados
bajo cero.
En la Antártida, próximo al polo sur, en invierno, se producen temperaturas que
efectivamente oscilan en los 80 grados centígrados bajo cero, o más.
Esto explicaría entonces, por qué el agujero en la capa de ozono sólo ha aparecido hasta
el presente exclusivamente en la Antártida. La capa de ozono es de vital importancia

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

para la vida en la Tierra y es por ello que, los gobiernos de diversas naciones están
tomando medidas terminantes para preservar dicha capa, evitando por todos los medios
dañarla por causa de la actividad productiva sobre el planeta.
La Antártida es, pues, el gran laboratorio, donde numerosos países investigan el
fenómeno en procura de conocer o mejor y aún a fondo, en beneficio de la humanidad.

Las investigaciones meteorológicas en la Antártida


La Antártida, como se comprenderá fácilmente con sólo observar el globo terráqueo o
un planisferio, es una región del planeta que tiene una enorme influencia en las
condiciones climáticas no sólo di todo el hemisferio sur, sino muy especialmente del
continente sudamericano y, obviamente, en el clima de Uruguay. Demás está se señalar
la importancia que ello tiene para nuestra actividad y producción agrícola-ganadera. S a
influencia es obvia.
En 1961 fue realizada la Reunión Consultiva en Canberra, la primera Reunión
Consultiva que se lleva a cabo. En la misma, entre otras resoluciones y
recomendaciones, se aconsejó que los gobiernos cooperaran en estos problemas a través
de la Organización Meteorológica Mundial.
El Uruguay, como ya vimos en artículos anteriores, también en este terreno de la
actividad científica aporta su esfuerzo e inteligencia. Por su parte, la Dirección
Nacional de Meteorología se ha propuesto estudiar los escenarios climáticos que se
generarían como consecuencia del supuesto cambio del clima por los fenómenos
expuestos.
Esta Dirección acepta la cuantificación elaborada por los países desarrollados en este
tema y elaborará diferentes escenarios climáticos cada uno de ellos asociados al
correspondiente impacto socio económico sobre el Uruguay, como ser: a) alteraciones
en los campos térmicos b) variabilidad en los campos de precitaciones (alteraciones en
las escalas espaciales y temporales), y luego, la idea es, recomendar o alertar nuevos
planteamientos de planificación territorial que necesariamente debe tener el Uruguay del
mañana, aumento del nivel del mar y pérdidas de playas.

Primeros Marinos uruguayos en los Mares del Sur


Concluyo con estos capítulos, la serie de artículos periodísticos sobre la importancia del
continente antártico para el Uruguay. He puesto «ex profeso» el énfasis en los aspectos
que tienen que ver con los aportes científicos, tecnológicos y económicos.
Pero, por encima de todo, mi mayor interés estuvo en lograr despertar en el lector, y a
través de él, en el pueblo uruguayo, una preocupación, por el gran valor que, para el
Uruguay del siglo XXI, tiene esa región sureña del planeta, geográficamente tan ligada
a nuestro territorio sudamericano y que por tantas razones, algún día, tendremos que
reivindicar, junto a nuestros hermanos meridionales, como patrimonio legítimo y parte
inseparable de nuestra soberanía territorial.
Quiero, pues, en esta última nota, traer para mis lectores, en primer término, el recuerdo
de una gran hazaña protagonizada por un reducido número de marinos uruguayos, hace
ya 76 años, todos ellos voluntarios, en una valerosa «Expedición Nacional al Sur», y
que debiéramos rescatar como modelo para nuestras vidas; en segundo término, algunas

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Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg

reflexiones sobre posibles explotaciones económicas por parte de Uruguay en el


continente blanco y finalmente, unas reflexiones finales sobre lo que denomino «el
espíritu antártico».

1916: «Instituto Pesquero No. 1»


«Imponer a la dura impenetrabilidad de los témpanos la tenacidad perseverante de
nuestra sangre». La frase que antecede pertenece al marino uruguayo Teniente de navío
Ruperto Leopoldo Elichiribehety Arhancet, quien fue el comandante de una expedición
de salvataje marino en el año 1916 en los mares helados del Sur y cuyos detalles
parecen más bien fruto de un guión cinematográfico que de una particularmente
valerosa hazaña y ejemplar muestra de valentía y solidaridad humana, protagonizada
por marinos uruguayos a bordo del «Instituto Pesquero No. 1». En su momento, la
prensa nacional y mundial se hizo eco de la gesta protagonizada por los valerosos
marinos uruguayos, que en forma totalmente voluntaria, y cuando otros se negaban a
prestar ayuda, zarparon del Puerto de Montevideo en un pequeño velero de pesca, de
apenas algo menos de 46 metros de eslora y no más de 153 toneladas de tonelaje neto y
que aunque era capaz de desarrollar unos 12 nudos de velocidad, no estaba en
condiciones de dar más de 10 nudos en medio de los mares bravíos del sur.
El experimentado explorador inglés de los mares antárticos Sir Ernest Shackleton venía
preparando desde 1914 una expedición al continente antártico para lograr atravesarlo,
dándole a su Patria, Inglaterra, el honor de que un súbdito suyo fuera el primero en
atravesar el continente, de costa a costa, ya que no había tenido la gloria de ser la
conquistadora de ninguno de los dos polos geográficos.
Tras febriles preparativos llegó finalmente, a mediados de 1916, a los mares antárticos
en dos naves, la «Aurora» y el «Endurance», siendo esta última apresada entre los
impresionantes témpanos a la deriva, en la zona de las islas Shetland del Sur, quedando
un grupo de 22 náufragos en la Isla Elefante y el resto, con el Comandante Shackleton a
la cabeza, establecidos sobre un témpano de hielo que tras seguir diversas corrientes
marinas, dada la experiencia y sagacidad del marino inglés, logró llegar a las Islas
Malvinas.
Desde allí, pidieron socorro a todo el mundo y cuando éste, por razones diversas, negó
la voluntad de enviarles socorro, el Tte. de navío Ruperto Elichiribehety, de la Armada
Nacional, organizó a un grupo de marinos voluntarios, que zarpó el 8 de junio de 1916,
aclamado y acompañado hasta la salida por todos los navíos surtos en el Puerto de
Montevideo, con rumbo a la Antártida, donde protagonizaron una prodigiosa hazaña,
cuyo final no revelaré pues remito a los lectores a la lectura del libro del C/C (R) Juan
José Mazzeo «1916: Marinos Uruguayos en la Antártida» editado por la Liga Marítima
Uruguaya.
La expedición marina uruguaya fue de tal grado de valentía, arrojo, desinterés material,
solidaridad humana, de Honradez para nuestra Marina y para el país entero que hasta
mereció el siguiente comentario por parte del propio explorador inglés Shackleton: «es
el primer barco a vapor y de casco de acero, que se atreve a andar por estas regiones tan
peligrosas».
A su regreso a Montevideo, fueron recibidos como héroes nacionales, y los tripulantes
del «Instituto de Pesca No. 1», que así se llamaba el velero de dos palos uruguayo en

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que se realizó la Expedición Nacional al Sur, fueron objeto de numerosos agasajos y


elogios por parte de diversas autoridades extranjeras y nacionales.
Entre ellas se destaca la del entonces Ministro de Industria Dr. Juan José de Amézaga, a
cuyo Ministerio pertenecía el pesquero expedicionario, y quien fuera más tarde
Presidente de la República y la del Capitán Fco. P. Miranda quien en nota dirigida al
Comandante Elichiribehety señaló: «Han hecho Uds. honor a la Marina y a la Escuela
Naval de la que fueron alumnos distinguidos». El honor fue también, agregó, para el
Uruguay.

Importancia económica de la Antártida para el Uruguay


A los elementos aportados en los capítulos anteriores, queremos agregar dos o tres
reflexiones propias finales como aportes para promover el interés por la problemática
antártica dada la enorme importancia que tiene para nuestro futuro -y ¿por qué no
inmediato?- desarrollo económico.
El Prof. Víctor H. Bertullo, catedrático de nuestra Facultad de Veterinaria, fundador y
primer Director del Instituto de Investigaciones Pesqueras de dicha Facultad, subrayó de
la siguiente manera, allá por 1962, la importancia de la Antártida para un país de
recursos ictiológicos como lo es, sin dudas, el Uruguay. «Nuestra riqueza ictícola está
profundamente relacionada con la corriente fría de las Malvinas, que tienen su origen en
esa región.
Los problemas de biología marina y pesquera arrancan con esa corriente, al transportar
los alimentos que los peces de importancia económica para nuestro país, utilizan para su
subsistencia y desarrollo.
La importancia de la industria ballenera -aspecto que hemos dejado de lado por
indiferencia de fuentes alimenticias de gran valor, caso del abadejo (bacalao del Sur),
calamares, etc., enfrenta también problemas tecnológicos pesqueros de suma
importancia».

Hidrovía, Montevideo, Antártida,


Sin duda, la hidrovía es uno de los instrumentos más importantes para impulsar el
desarrollo regional y muy especialmente, el de Uruguay.
La ubicación del Puerto de Montevideo, dentro de la hidrovía y en especial referencia al
continente antártico, le otorgan ventajas excepcionales para desarrollar en Montevideo,
con expansión al resto del país, una interminable lista de actividades destinadas a
proveer bienes y servicios tanto para las naves que van y vienen a la Antártida, como
para las dotaciones allí establecidas.
En efecto, tal cual ocurrió en las décadas de los cincuenta y sesenta en que flotillas de
buques balleneros soviéticos y de otras naciones solían hacer escalas técnicas y de
aprovisionamiento en el Puerto montevideano, podríamos organizar en Montevideo toda
una serie de industrias y servicios diversos para abastecer a la Antártida y a los buques
que allí hacen escala. Pero esto ya lo veremos más adelante.
Entretanto, y con referencia a la hidrovía, cabe señalar que muchos productos,
codiciados por los consumidores antárticos, también nacionales, como gran variedad de
frutos tropicales y de maderas, como también frutos subtropicales, podrían llegar

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fácilmente al puerto montevideano, en comercio de tránsito por la hidrovía. De ese


modo podría abastecerse la demanda antártica con la producción del Norte argentino,
del oriente boliviano, del suroeste brasileño y del Paraguay, todos los cuales saldrían
por el puerto de Montevideo.
Ello daría lugar a la creación o ampliación de cámaras y plantas frigoríficas, de
astilleros navales y la Antártida podría convertirse de este modo, en un gran mercado
para nuestros comestibles, confituras, bebidas, tabacos, textiles a través de la venta de
creas y toallas, frazadas de lana, ropa de abrigo y medias de lana, acolchados de lana y
lona para la intemperie, artículos de goma, de cuero, metalurgia, electricidad, radio,
construcción, comestibles, cirugía y farmacia, reparaciones de buques, de servicios
diversos en Montevideo, bancarios, almacenes navales, papelería, menaje, productos
químicos, etc., etc.

El «Espíritu Antártico»
«Esforzarse, buscar, encontrar y no ceder». Esta frase se puede leer en la cruz que en la
Antártida recuerda al explorador Roberto Falcon Scott, fallecido en la Antártida, muy
joven aún, cuando regresaba en condiciones climáticas adversas, desde el Polo Sur, que
acababa de alcanzar, un mes apenas más tarde de lo que lo hiciera el primer hombre,
Roald Amundsen.
El Presidente de la República, Dr. Luis Alberto Lacalle, como ya señalé en un capítulo
anterior, siendo Diputado en el Parlamento uruguayo, presentó un proyecto de Ley en
relación con el tema antártico. Pero además, durante su gestión administrativa, la Base
Científica Antártica «Artigas» adquirió una mayor jerarquía infraestructural, se adquirió
por parte de la Armada Nacional un navío especialmente dotado de inmejorables
condiciones para efectuar los servicios marítimos a la Base Antártica Uruguaya, el
«Vanguardia», y la Fuerza Aérea recibió, durante la administración del Presidente
Lacalle también tres aeronaves del tipo «Hércules C - 130» especialmente aptas para los
vuelos a la Antártida.
Por otra parte, al realizar en febrero de 1993 un viaje a la Base Científica Antártica
Artigas, viaje que pensaba realizar con anterioridad, en 1991, y que suspendió debido al
estallido de la Guerra del Golfo, evidenció, con su presencia en la Antártida, siendo la
máxima autoridad de la República, la importancia que el Presidente Lacalle le otorga a
esa avanzada de la Nación que constituye, sin duda alguna, la Base Científica Antártica
Artigas y a la Antártida misma.
Justa importancia, por cierto, como lo hemos venido demostrando a lo largo de esta
serie de artículos. Pero además, su presencia en el continente helado, evidencia la
voluntad de la República por reivindicar el derecho del Estado uruguayo, como el de los
demás estados del hemisferio sur, a ejercer su soberanía en la Antártida, sin desmedro
del uso que otras naciones de otras regiones puedan hacer del continente antártico, y a
explotar, en beneficio de su población, la del Uruguay, claro está, la inmensa riqueza
natural existente bajo los hielos y mares antárticos, y que constituye una de las más
grandes reservas naturales de la humanidad.
Como alguna vez lo manifestara públicamente el Presidente de la República, Dr. Luis
Alberto Lacalle, «la Antártida, es un símbolo universal». Lejos de mi ánimo está todo
sentimiento chauvinista. Por el contrario, la Antártida es una impresionante sociedad de
hombres y mujeres dando un ejemplo al mundo, y entre ellos se encuentran los de la

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Base «Artigas», de que, pese a las divergencias ideológicas, o nacionales o cualquier


otra índole de controversia, el hombre es capaz de poner su voluntad y su energía al
servicio de causas tan nobles como las que engalanan las actividades de militares,
científicos, técnicos, empresarios, turistas, políticos, escritores y periodistas, marinos y
aviadores, cineastas y exploradores, en la Antártida.
Es una demostración de cuánto puede lograr el espíritu de trabajo, de concordancia, de
confraternidad, colaboración, respeto mutuo y solidaridad con que los hombres y
mujeres de la Base «Artigas», en vigoroso esfuerzo espiritual y físico, con el cual logran
vencer el muro de la comodidad, el egoísmo y del desprecio por los valores superiores
del ser humano, si los ideales que los animan están alimentados por una irrenunciable
vocación humanitaria y pacifista.
Y estos valores, también deben engalanar a quienes desde el territorio sudamericano
trabajamos a diario en las fábricas, en los campos de la Patria, en las oficinas, en el
cuartel o en los hospitales para lograr un porvenir más venturoso para el país.
Ese espíritu, que yo denomino «espíritu de la Antártida» o «espíritu antártico» nos
deberá dar las fuerzas y energías necesarias para afrontar las dificultades diarias con
virilidad, tenacidad e inteligencia, y superar las batallas del día a día, por la paz, la
investigación, la ciencia, el arte, la asistencia social y la salud, la educación y el deporte,
la creación y la producción en el trabajo, el respeto al ser humano y a la naturaleza.
Que ese «espíritu antártico» sea, pues, la luz puntual que ilumine nuestro trabajo
cotidiano.

--o--

Tte. Cnel. (entonces Mayor) Orosmán Pereyra en la


Base Científica Antártica Artigas

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