Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
2
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
3
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
4
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
URUGUAY Y URUGUAYOS
EN LA ANTARTIDA
Un nuevo horizonte, un desafío
Tte. Cnel Orosmán Pereyra Prieto / Isac Gliksberg
Edición original ARCA
1994
5
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
El Diario de Campaña del Tte. Cnel. Orosmán Pereyra relata las experiencias
y vivencias de una actividad novedosa para el Uruguay, como lo es participar
en la actividad antártica.
En los umbrales del siglo XXI la Antártida se convierte para Uruguay en “un
desafío, un nuevo horizonte”.
6
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
DEDICATORIA
Dedicamos este libro a todos los uruguayos, militares y civiles, civiles y militares, a
los que integran la dotación actualmente y a los que integrarán las dotaciones
futuras, que con enormes sacrificios imponiendo una férrea voluntad a las
inclemencias del clima, al aislamiento y a las particularmente difíciles condiciones
de vida humana en la región más meridional del planeta, han hecho de la base
Científica Antártica Artigas, una luminosa avanzada de la patria a más de 3.000
kilómetros de distancia del territorio continental de la República Oriental el
uruguay, en el continente más frío y despoblado de La Tierra.
¿Será éste el último lugar donde flamee el pabellón Patrio?
De todos los uruguayos es la respuesta.
Tte. Cnel. Orosmán Pereyra Isac Gliksberg
7
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
PROLOGO
Por el Dr. Luis Alberto Lacalle Herrera
Desde la más lejana niñez sentí como un agravio, como un ataque a la esencia de la
nacionalidad, oír decir que vivíamos en un país pobre, pequeño. No sólo razonando acerca de la
relatividad de esos conceptos de pobre y de pequeño, que son en sí representativos, y que serían
difíciles de probar, sino porque creí que de esa manera se agredía lo más- preciado que tiene que
tener una nación, que es su propio respeto y autoestima-. Nunca es pequeña la nación propia,
porque respecto de la misma -en primer lugar- no se puede ser nunca objetivo. Quien pueda
objetar respecto de su nación no la quiere como debería o quizás -sin saberlo- no pertenece a la
misma.
He gozado del espíritu de aventura, que en épocas pretelevisivas -por suerte- supe alimentar con
las lecturas que en la formación del adolescente cumplen la labor de exaltar valores positivos,
tales como espíritu de sacrificio y disciplina.
La compañía que los libros de Verne, de James Olivier Curwood, o las biografías de hombres
como Scott, Amundsen, como Shackleton fueron encendiendo en mí la imaginación, a la vez
que me brindaron asistencia. Y, sin saberlo, fueron destilando en el fondo de mi ser ese sentido
del honor, de la entrega, de la lucha, de fijarse metas difíciles -que debe ser, quizás- la máxima
lección que el sistema educativo intelectual deba otorgar a la gente joven.
En ese marco siempre presentí que nuestro país tenía -algún día- que llegar a esos confines y
cuando me tocó ser Representante Nacional en la Legislatura que comenzó en 1972, presenté un
proyecto, estableciendo por ley el Instituto Antártico. Luego, en el Senado, pedí una sesión
especial para tratar de poner en el ánimo de los señores Senadores la importancia que tenía la
Antártida, cuando ya anteriormente se había producido -gracias al empuje de las Fuerzas
Armadas y dentro de ellas de unos visionarios y románticos- el contacto de nuestra nación con
el Continente Antártico.
Mucho se avanzó en esta década en materia científica y logística y ya comenzamos a sentir los
resultados de un Uruguay que se agranda en las adversidades y en las pruebas que nos hacen
emerger el sacrificio, la lucha, la entrega y la imaginación, «en un teatro operativo de ciencia,
paz, solidaridad y fraternidad humanas», como dice el Tte. Cnel. Orosmán Pereyra. Eso es la
Base Antártica «Artigas». Quienes hemos tenido el privilegio de participar en viajes a ella y
soñamos con la posibilidad de que nuestro país estuviera, no en la conquista, sino en la
presencia junto a naciones poderosas para el estudio y el progreso de la humanidad, nos
sentimos felices por haber ganado la apuesta que nuestra Patria podía. Estoy seguro que mucho
más se va a escribir, sobre lo ya hecho en torno a la actividad antártica uruguaya, pero quiero
destacar -además del esfuerzo del Tte. Cnel. Orosmán Pereyra, al trasmitir la experiencia de su
campaña durante 1987- la labor del señor Isac Gliksberg en recopilar su interesante serie de
artículos periodísticos publicados en el Semanario «Crónicas Económicas», que ilustrará a los
lectores - sin lugar a dudas- sobre la importancia y la razón por las cuales Uruguay está y debe
seguir estando presente en la Antártida.
Como Presidente de todos los orientales no puedo finalizar sin agradecer profundamente a todos
quienes institucionalmente en las Fuerzas Armadas, o como anónimos colaboradores y actores
directos, permiten que nuestro país se amplíe -no solo en lo territorial- sino en experiencias
científicas y tecnológicas.
Es una aventura ala medida de los orientales. Debemos continuarla.
Luis Alberto Lacalle Herrera
8
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Jefes de la B.C.A.A.
9
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Índice
Diario de la Campaña antártica, Segunda invernada 1987 .pág. 13 (del original)
Tte. Coronel Orosmán Pereyra
La Antártida ¿le sirve a Uruguay? pág. 111 (del original)
Isac Gliksberg
La Antártida Información sucinta pág. 150 (del original)
10
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
11
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
INTRODUCCIÓN
Primeras impresiones de la Antártida.
Regresé a la Isla Rey Jorge en enero del año 1987, donde se encuentra asentada la Base
Científica Antártica «Artigas», y que en adelante denominaré BCAA, siendo ésta, la
segunda vez que pisaba aquéllas gélidas y níveas tierras australes. Mi primer contacto
había sido durante la campaña del año 85-86, en que se reabría la Base y se iniciaba su
actividad en forma permanente y no transitoria.
Permítame el lector situarlo geográficamente. La Isla Rey Jorge pertenece al
Archipiélago de las Shetland del Sur, y se encuentra ubicado este último a unos 1.500
kilómetros del Continente Americano y a unos 120 kilómetros del Continente Antártico
(Lat. 62° 11' - Long. 58° 51'). Sobre una extensión de 70 kilómetros de largo por 30
kilómetros de ancho, constituido por grises rocas volcánicas, blancos y helados
glaciares y maravillosos acantilados que le dan un majestuoso aspecto pictórico al
paisaje circundante, se asientan las Bases Científicas de distintos países, como ser:
República Popular China, República de Chile, Rusia, Corea, Perú, Argentina, Brasil,
Polonia y la uruguaya BCAA.
La Base Científica Antártica «Artigas» está situada sobre una caleta de la Bahía Collins,
a unos 5 kilómetros aproximadamente de las Bases Científicas Chilena y Rusa, que
constituyen los vecinos más inmediatos de nuestro asentamiento. Las misiones se
cumplen con el apoyo de la Fuerza Aérea Uruguaya, que transporta personal y carga,
misión que se lleva a cabo mediante la utilización de aviones Fairchild F H 227,
Aviocar y Bandeirante. Llegamos a la isla aterrizando sobre la única pista existente,
ubicada en la Base Chilena y perteneciente a la Fuerza Aérea Chilena, la Base
«Teniente Rodolfo Marsh». La pista en cuestión, de 1.600 metros de extensión,
constituida de piedra y tierra, recibió en el año 1988 mejoras en balizamiento y
marcación, que le otorgaron mayor operatividad. Ahora, el lector se encuentra ubicado
geográficamente en estas alejadas, aisladas, frías y blancas tierras.
Tierras de la ciencia y de la paz, declarado continente desnuclearizado en el año 1959 y
que continúa siendo el más remoto y desconocido paraje de la Tierra, al punto tal, que
es más probable obtener mapas detallados de la Luna que de la superficie de algunos
lugares antárticos. Este maravilloso mundo de impresionantes témpanos de hielo, tan
grandes como muchas islas del planeta, y que navega a la deriva por las gélidas aguas
del continente, da impresionantemente grandes colonias de krill, de pingüinos y de
enormes ballenas, que hacen notar su presencia mediante los danzarines chorros de agua
que de tanto en tanto aparecen sobre la superficie de las aguas heladas, es el mundo
donde se desarrolló nuestra misión de soldados uruguayos al servicio de la paz, la
ciencia y el futuro de la humanidad y el bienestar del nombre sobre el planeta.
Ahora, nos es posible ampliar nuestra visión del clima, que podemos dividir
temporalmente en dos períodos bien definidos climáticamente y dos etapas fugaces que
las enlazan entre si. Se trata del verano y del invierno antárticos, si bien a este último lo
podemos denominar «de invernada», ya que está íntimamente ligado a la relativa
actividad humana y de vida animal que durante el transcurso del mismo se puede
desarrollar.
El ciclo de estaciones climáticas en la Antártida es el siguiente: El verano se inicia
temporalmente en los días finales de noviembre a principios de diciembre, hasta que,
muy generosamente, finaliza a fines de marzo o principios del mes de abril.
12
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Luego comienza una etapa muy fugaz (etapa intermedia), que se hace muy difícil
diferenciarla del invierno, a no ser por las horas de luz solar y el rigor de los intensos
fríos. Hasta principios da octubre, reina el invierno, seguido de otra etapa intermedia-
En este período comienza lentamente el descongelamiento en todas las partes en las que
aparecerá tierra durante el verano, haciéndolo a un ritmo mucho más vertiginoso a
medida que se incursiona en la estación propiamente dicha.
Lo mismo ocurre en el mar, que hasta ahora, había permanecido como una vasta llanura
blanca interrumpida apenas de tanto en tanto con algún témpano atrapado en ella. Algo
que es invariable en todo lugar donde hay seres vivos. Comienza la vida animal que se
hace verdaderamente notoria.
Los orgullosos pingüinos con sus «fracs» de color negro regresan a sus lugares de
nacimiento, para buscar su pareja mientras que el mar, semicongelado, se llena con
cientos de focas con el mismo fin, y el cielo se puebla con miles y miles de alas. La
actividad humana en el continente helado comienza a tomar un nuevo ritmo. Con el
verano, se intensifica toda la actividad en el continente ya que es preciso que se prepare
lo mejor posible, para cumplir cabalmente la misión encomendada, y realizar una
campaña exitosa de verano y una segura de invierno.
13
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
14
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Esta preparación se llevó a cabo durante catorce días del mes de setiembre, en los cuales
el único contacto que tuvimos con la civilización fueron las luces de Montevideo, el
personal de la Armada Uruguaya que operaba el faro allí existente y la estación de radio
perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya, a través de la cual recibíamos y enviábamos
novedades al Instituto Antártico y se hacía intercambio de información con la Base
Científica Antártica «Artigas».
No llevamos a la Isla de Flores ningún otro medio de comunicación que nos permitiera
contactarnos con el mundo que nos rodeaba. Logramos, entonces, que la comunicación
entre los hombres se volviera muy distendida. Las largas y concentradas horas de
instrucción se matizaban con actividades en pareja o por equipos y las horas de
descanso se cubrían con el mate.
Los momentos previos y posteriores a la cena se cubrían con juegos de salón, que hacían
que se Fueran estableciendo entre los futuros compañeros de misión un espíritu de
cuerpo que, con el transcurso de la posterior campaña antártica, y aún una vez finalizada
ésta, se pudiera continuar manteniendo.
Cada uno de los hombres sabía, ahora, como estaba compuesta la familia de los demás
compañeros, sabía las fechas de cumpleaños, conocía sus gustos y debilidades, hasta
dónde se le podía exigir, por decirlo así, y hasta dónde era posible o cuándo era
necesario dejarlo en soledad con sus propios pensamientos.
Realmente, se estaba logrando un equipo que rendiría, seguramente, un examen brillante
en la inmensa soledad blanca, solos consigo mismos y con la inmensidad del continente
más frío, más blanco, más pacífico, más desarmado, más tormentoso, más despoblado y
más estudiado y codiciado de la Tierra.
La Antártida
Este continente de condiciones tan excepcionales, como intuye el lector, es la Antártida.
La ausencia de asentamientos humanos numerosos está determinada por la posición de
estas tierras, aisladas en medio del océano -tres océanos la circundan- y accesible
solamente con medios notablemente perfeccionados.
La cegadora blancura del panorama antártico se ve interrumpida en algunas zonas por
grandes manchas oscuras. Se trata de los nunataks o cimas rocosas que afloran a través
de la corteza de hielo. La Antártida es, en efecto, un continente con una rica orografía y
una rica hidrografía, con un clima mucho más riguroso que el del Ártico, por ejemplo,
con fuertes ráfagas de vientos, «Blizzard», que alcanzan hasta velocidades de 60
kilómetros por hora en la costa y de hasta 200 (doscientos) kilómetros por hora y más
aún, en el centro del continente, levantando la nieve en cegadores torbellinos y dando
origen a densos encrespamientos del manto nivoso.
La fauna es muy específica y rica y la flora es escasa. El atraque en las costas del
continente o por la vía aérea resulta siempre peligroso, casi siempre a causa de las
tempestades, de la existencia de altos acantilados y del cinturón de rocas y de algas.
Nuestro objetivo primario era, pues, llegar hasta nuestro lugar de desembarco, en las
condiciones ya conocidas, en el suelo del continente antártico.
15
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
VERANO DE 1986-1987
El viaje hacia la Antártida
«¿Cuando dejaré de maravillarme para empezar a conocer?»
Galilea Galilei
16
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
17
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
carburante que nos permitirían efectuar el regreso en caso de que se hubiera cerrado la
pista de nuestro aterrizaje «Tte. R. Marsh».
Nos instruyen sobre aperturas de salidas de emergencia, lanzamientos de balsa y
elementos diversos de supervivencia con los que contamos en caso de necesitar
efectuarse un inesperado amerizaje.
A pesar de la delicada situación que vivimos, después de las preguntas, consejos,
recomendaciones de rigor, unos se entregan al sueño y otros a distintas distracciones,
hasta que se comienza con la preparación para el aterrizaje.
En este momento, todos nosotros tratamos de poder ver a través de la ventanilla leí
avión y entre las nubes, el lugar eme será nuestro destino, pero lo único que
conseguimos percibir es agua coronada por fuerte y abundante espuma que nos indica
su fuerza y aquí y allá, algún témpano de formas caprichosas que tienen a su alrededor
trozos de hielo - producto de la erosión- y un anillo azulado de agua dulce, que deja ver
parcialmente, la masa sumergida del mismo témpano.
Para quienes como yo, efectuamos más de una vez con anterioridad este viaje sabemos
bien que una serie de grandes peñascos, los van marcando la proximidad de la isla Rey
Jorge, que se nos aparece como una gran planicie, casi totalmente horizontal. Cuando
percibimos que está bajando el tren de aterrizaje y varía el ruido de los motores de
nuestra aeronave, sentimos que nos están indicando que estamos llegando al momento
de la culminación de nuestro viaje.
Mientras nosotros nos encontramos ya preparados para recibir el frío con nuestra
vestimenta especial, con las caras permanentemente vueltas hacia las respectivas
ventanillas del avión, sobrevolamos el acantilado casi a nivel del suelo.
Allí comienza la pista de aterrizaje y nuestra visión del mar verde azulado, se
transforma repentinamente en tierra de color pardo, con grandes piedras y algunas zonas
de nieve de gran tamaño.
La aeronave aterriza. Mientras avanza sobre la pista rugosa va dando tumbos a uno y
otro lado.
Con un espontáneo y entusiasmado aplauso premiamos la pericia de los pilotos
uruguayos, en una tradición antártica, que se repite cada vez que un avión se detiene
sobre el suelo nevoso del continente más meridional.
Casi simultáneamente con el aplauso, todos exhalamos un suspiro de tranquilidad.
Ahora, frente a nosotros, comenzamos a ver las instalaciones de la Base Chilena «Tte.
R. Marsh», los contenedores de la torre de operaciones, el hangar, la hostería y un
pequeño grupo de hombres, que a la distancia no se distinguen bien, pero que son los
integrantes, según supimos un rato más tarde, de un improvisado Comité de Recepción
Internacional.
La llegada de nuestra aeronave a la isla antártica es todo un acontecimiento de júbilo y
ansiedades que modifica la rutina diaria, pues por lo general, estos aparatos suelen traer
correspondencia personal o alguna carga para las Bases vecinas, cosa normal en esta
región y que se repetirá de idéntica manera a lo largo de toda nuestra Campaña que
añora comienza.
Estamos ya, en la Base chilena «Tte. R. Marsh».
18
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
19
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
20
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
21
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Señor Comandante:
En ocasión de la visita a esa Base del Comandante en Jefe de1 Ejército, saludo
a Ud. y todos los miembros de la Base,: reiterándoles el particular aprecio con
que el Gobierno y yo personalmente vemos vuestra labor en esas inhóspitas
regiones. Ella honra al País, ensancha nuestra soberanía y exalta el espíritu
creativo del hombre uruguayo.-
Julio María Sanguinetti
22
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
23
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
La muerte transparente
Como expresé anteriormente, los científicos soviéticos mostraron interés en las
actividades que veníamos desarrollando los uruguayos, aumentando el interés, por lo
que ellos habían tenido conocimiento sobre cuánto habíamos visto nosotros: vida animal
y vegetal en abundancia, pese a que el lago estaba, por entonces, totalmente cubierto de
hielo.
24
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
La vida animal allí estaba representada por pequeños crustáceos anaranjados llamados
Copépodos y la vegetal por pequeñas plantas verdes, que alfombraban la superficie a
partir de determinada profundidad. De este modo, llegamos al día 9 de abril, en el que
se realizaría la tan esperada inmersión conjunta. Tal cual habíamos previsto, habríamos
de recoger muestras de varias plantas, barro y aguas que serían analiza las por el equipo
del Dr. José Pedro Dragonetti, médico veterinario, en busca de vida de cualquier tipo
que nosotros a simple vista no podíamos percibir.
Procedimos a equiparnos y, sobre el mediodía - el momento de mayor luz- comenzamos
a ejecutar la operación planeara. Primeramente perforamos un circulo en el hielo de
aproximadamente un metro de diámetro. En esa época, el hielo ya tenía un espesor de
unos 20 cms. Mientras terminamos de equiparnos-, el personal de apoyo batía el agua
para evitar que la misma volviera a congelarse.
El equipo que usaba nuestro ocasional compañero de buceo, Igor Melnikov, difería del
nuestro. Su equipo era de tela engomada y el visor o careta estaba incorporado al mismo
traje de buceo.
Debido a esta diferencia, la forma de desempañar el cristal de su visor consistía en un
limpiaparabrisas pequeño, que él mismo manipulaba desde el exterior. Tuve la
impresión de que se trataba de un equipo obsoleto de soluciones muy simples. Atado el
buzo uruguayo Wilfredo Vera a una línea de vida, sentados en el borde del círculo que
habíamos hecho sobre el hielo, tras un saludo cordial deseándonos buena suerte, nos
fuimos sumergiendo de a uno en las profundidades del agua helada.... Ya bajo el agua
gélida, la luz de que disponíamos era suficiente. La visibilidad muy buena y la
serenidad que nos envolvía por todas partes, solamente interrumpida por las burbujas
del aire expirado, contrastó con el ulular del viento y la ventisca en el exterior.
Comenzamos a descender más aún y el techo blanco que teníamos sobre nuestras
cabezas, de un blanco plateado, fue quedando atrás, cada vez más lejos de nosotros. Las
burbujas de aire se agrandaron a medida que ascendían, formando bolsones de aire
contra la línea de la superficie del hielo. El orificio que habíamos hecho sobre el hielo, y
por el cual descendimos, que además eran nuestra única salida al exterior, ya no se
distinguía desde las profundidades del agua. Ello motivó la necesidad de usar la línea de
vida, que nos permitiría encontrar el camino de regreso a la superficie. Por primera vez
había pasado por mi mente y experimentado la proximidad del peligro de muerte.
Una vez que hubimos tomado las muestras, temperaturas y fotos subacuáticas, dimos
por terminada, nuestra primera actividad de buceo conjunta.
25
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Por otra parte, el equipo del médico veterinario Dr. Dragonetti detectó, que pese a las
bajas temperaturas en las muestras aportadas, había vida bacteriana.
26
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Se habían alojado en ella científicos, personal que realizaba diversos trabajos, tareas de
comunicaciones, personal permanente de la Base y, por supuesto, el personal
correspondiente a la tripulación del avión que no pudo decolar.
Todos amontonados, puesto que el espacio con el cual contábamos, ya era estrecho para
nosotros solos y era estrecho, en general, de por si. Transcurrieron así unos cuantos
días, durante los cuales las horas se fueron sumando unas a otras, cerno lo hacíamos las
personas que allí estábamos. Este sería el último vuelo que se efectuaría durante la
campaña de verano, ya que a partir del momento en que el aparato dejara la isla en que
se asienta nuestra Base, quedaríamos ya en el umbral del período invernal o de la
invernada.
27
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
durante el mismo período. Los víveres iban a tener un papel fundamental en esta
revisión. ¿Los cálculos que habíamos efectuado sobre los insumos serían los
adecuados? ¿Su consumo estaba ajustado a los valores correctos o no? ¿Funcionaríamos
todos nosotros como un equipo frente al gran examinador, el invierno antártico, o
caeríamos derrumbados ante las primeras dificultades?
Al quedar solos los doce hombres del personal de invernada, las condiciones de vida
cambiaron, del mismo modo que se modificaron las loras de luz solar. Cada día que
comenzaba, el sol aparecía más y más tarde y culminaba en el horizonte más y más
temprano. Hasta que llegó el día en que tuvimos la menor cantidad de luz solar.
Esta luz solar cubría solamente seis horas del día. Desde las 10 de la mañana hasta las
16 horas de a tarde. Este día tan especial no pasó de ser un día de penumbra crepuscular
permanente. A las 16 horas, ya estábamos en plena noche cerrada.
Esta situación tan particular, hizo que debiéramos modificar algunos elementos de
nuestro horario de trabajo al que se ajustaba la Base y su dotación. Se trataba de un
horario y una norma necesarias, ya que marcaba una disciplina, un ordenamiento, una
rutina para que cada uno de los hombres ocupe su tiempo en las distintas tareas que le
fueron asignadas, tareas de mantenimiento que permiten que la Base se mantenga
activa.
Por otra parte, permitía que el personal no estuviera ocioso durante este tiempo de
sombras largas y que hace que la inactividad, precisamente, sea algo natural en los seres
vivientes.
28
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
responsabilidad nació en este grupo humano de la invernada de 1987, antes aún de estar
en Base Artigas. Cuando cada hombre veía que era parte activa en la planificación de la
actividad futura, su participación era totalmente normal.
Nuestra dotación era una especie de cadena, en la que los eslabones estaban
íntimamente ligados entre sí y que, cuanto más fuerte era esta unión, más fuerte era la
cadena para soportar todo tipo de esfuerzo y sacrificio que se hacía necesario. Desde el
comienzo de la cadena hasta el último eslabón, todos teníamos las mismas
responsabilidades y obligaciones.
Había una única excepción, el Comando. El Comando de la Base tenía, y así lo había
asumido, la responsabilidad total de la misma. Los éxitos, naturalmente, eran de todo el
grupo. Los fracasos, como debía ser, eran solamente del Jefe, ya que se había
equivocado al impartir las directivas. Esto era plenamente conocido por todos y los
hombres daban siempre lo máximo de si. Verdaderamente, la cadena era fuerte y
funcionaba como tal.
La siguiente anécdota ilustrará lo que acabo de narrar. Habíamos construido un soporte
de metal que facilitaba el ingreso y la salida del agua de la lancha neumática zodíaco.
De regreso a la Base, en la mencionada embarcación, las condiciones del mar habían
cambiado y, como consecuencia de ello, la rompiente golpeaba con fuerza la orilla.
El Cabo W. Vera, que era a la vez lanchero y buzo, me advirtió de esta situación,
aconsejándome dirigir la lancha directamente hacia la playa. Haciendo caso omiso a tal
recomendación, ordené dirigirla al transporte metálico que se encontraba en el agua.
Todo venía siendo normal hasta que, repentinamente, una enorme y poderosa ola ladeó
la embarcación y la incrustó en uno de los parantes metálicos, lo que produjo un tajo en
uno de los pontones que tienen como función oficiar de flotadores.
Habiendo llegado la hora de la cena, hora en que toda la dotación estaba reunida en
torno de la mesa, solicité su atención.
Relaté lo ocurrido y expliqué por qué se había producido la rotura, ya que yo no había
escuchado le aconsejado por el cabo lanchero. Procedí entonces, y en presencia de toda
la dotación, a solicitar las disculpas del caso al Cabo W. Vera, dado que una mala
decisión de mi parte, ocasionó la rotura de la lancha.
Esta actitud adoptada por mí, como Jefe de la Base, fue ejemplo a partir de entonces,
para que en futuras oportunidades, los problemas que se suscitaban entre los doce
hombres de la dotación, se aclararan en torno de la mesa de cenar y en presencia de
todos. Fue así que, más de una vez, en el futuro, algún incidente culminaba
pacíficamente con una mutua solicitud de disculpas y respuestas de perdón concedido
que se sellaban con un fraterno abrazo.
29
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Mantenerla abierta durante todo el año nos permite también preparar con anticipación y
en forma planificada, la recepción de los científicos que llegan a ella para desarrollar
sus actividades de investigación.
En la Base se encuentra también la Estación Meteorológica No. 89.054 que se mantiene
activa e integrada con su información a la red meteorológica mundial.
La actividad meteorológica es, por el momento, la única actividad científica de todo el
año.
Espero que en un futuro muy próximo, se puedan preparar nuevos técnicos en otras
áreas que permitan, a su vez, desarrollar otros estudios e investigaciones por el término
de todo el año.
30
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
un área destinada a guardar los vehículos que poseíamos y que no eran usables durante
el invierno, como ser los «Jeeps», tractores, etc., como asimismo, los moto trineos.
Los otros dos galpones contienen un depósito de ropas y útiles varios, depósito de
víveres, depósito auxiliar de agua y un baño. Los dormitorios mencionados eran
realmente pequeños. Algunos alojaban dos personas y otros, solo una.
Mi dormitorio, en particular, tenía forma rectangular y medía dos metros por un metro y
medio. Dos camas horizontales (cuchetas) conformaban el mobiliario. La superior era
usada como repisa para apoyar en ella libros y documentos administrativos de la Base y
valijas.
La inferior, obviamente, era usada para dormir y como mesa- escritorio. Tenía una
ventana desde la cual veía los cerros cercanos y la línea de agua que venía del Lago
Uruguay.
31
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Posteriormente, comunicamos a las Bases vecinas el camino de cañas que sería, sin
duda, útil para todos los habitantes de la isla, como quedó comprobado posteriormente
en más de una oportunidad.
Pero estas, la demarcación del camino, no son las únicas medidas de seguridad. Los
desplazamientos fuera de la Base deben realizarse en pareja. En toda ocasión debe
informarse el recorrido a efectuar, destino probable, hora de regreso, etc., etc. Los
caminantes deben ir munidos de radio receptores portátiles, para mantener contacto
permanente con la Base. Los traslados en lancha zodíaco por mar también tenían sus
riesgos.
El mar, con temperaturas del agua cercanas a los 0° centígrado, hacían de este medio un
agente altamente riesgoso para la vida humana. Un individuo, flotando en esas aguas, a
esa temperatura, sin protección adecuada, no sobreviviría ni un minuto siquiera,
pereciendo por hidrocucción, un infarto generalizado del organismo al no lograr
mantener la temperatura interna del cuerpo que permita las funciones vitales. Esta
situación determinaba que, ante la presencia del mar medianamente agitado, se
suspendiera todo tipo de misión. Con respecto a estas situaciones y actividades, existían
todo tipo de anécdotas jocosas y otras de humor, francamente, negro...
La costa de nuestra Base está muy abierta al mar. Las playas son de cantos rodados y
piedras batidas constantemente por el oleaje.
Las salidas y atraques en la playa siempre nos dejaban, por suerte, un hecho jocoso, por
las situaciones que debíamos vivir. Siempre ocurría que alguien de nosotros saliera con
una o más prendas de su atuendo empapadas por haberse desacomodado la embarcación
por culpa de una ola. Lo que hacía que, al pobre desdichado de nosotros que le tocara
vivir tal situación, debiera regresar a la Base a cambiar sus prendas.
Ocurrió que en una oportunidad habíamos concurrido a la Base Chilena Teniente R.
Marsh. La navegación había transcurrido sin problemas especiales, en un mar calmo, de
aguas verde oscuro, que permitían imaginar la profundidad que existía allí.
Cuando nos disponíamos a comenzar el regreso hacia nuestra Base, nos alertaron en
Base Marsh que habían sido vistas nadando en la bahía una buena cantidad de orcas.
Frente a esta situación, decidí que el regreso se hiciera caminando los 5 kilómetros por
tierra, ya que pensé que sería una imprudencia regresar por mar, tentando la suerte de
encontrarnos con estos enormes mamíferos acuáticos, que aunque fuera por mera
curiosidad, podrían provocarnos un lamentable y de consecuencias insospechables,
accidente. Fue así que, nuestra cómoda navegación, terminó en una caminata...
32
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Adiós al «Rey»
Los días se seguían sucediendo y, el astro-rey, cada vez brillaba con menor intensidad.
No solamente por el corto período de luz o de horas-luz, sino también porque en su
peregrinaje por el cielo grisáceo, no alcanzaba a poder asomar su disco ardiente por
sobre los cerros y el glaciar que circundaban la Base nuestra. El clima y el panorama
iban cambiando. La nieve que entonces caía no se fundía. Quedaba en el terreno, sobre
el suelo. Los colores pardos del suelo veraniego fueron desapareciendo, a medida que el
blanco, se iba transformando en el color común.
Las formas del terreno se fueron redondeando a la vez que se suavizaba en su relieve y,
las pocas sombras que había eran extremadamente largas. Durante mucho tiempo, el
único sol que veíamos era el que engalana nuestro pabellón.
Una anécdota de interés para el lector es la siguiente: Teníamos en la Base un
heliógrafo, aparato que sirve para registrar las horas del sol durante el día. Se compone
de una esfera de cristal que concentra los rayos de luz solar en un punto. Este punto se
desplaza sobre una banda de cartón graduada quemándola y de este modo se registra la
presencia del astro-rey.
Un conjunto de estas bandas, las del heliógrafo, no registró ninguna marca de
quemadura solar durante un lapso de tres meses, en razón de que, por ese período, no
tuvimos la presencia del Rey, el Sol.
33
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Cuando lo abandoné, el viento me golpeó con tanta fuerza, que caí de rodillas. Ya no
pude volver a ponerme de pie, y de rodillas, retrocedí al resguardo de la construcción.
Recién allí pude ponerme de pie y avergonzado y herido en mi amor propio, tuve que
abandonar mi propósito y me interné nuevamente en el acogedor y tibio alojamiento,
contentándome con tan solo ver pasar nubes de nieve empujadas por el viento.
Mi alojamiento, como ya lo mencioné anteriormente, era compartido por mí con dos
meteorólogos y dos radio operadores.
Para ir a almorzar o cenar, debíamos trasladarnos unos treinta o cuarenta metros. A esa
distancia estaba el otro alojamiento, que servía de hospedaje al resto de los hombres de
la dotación.
En éste, funcionaban la cocina y el comedor. En los días en que más arreciaba el viento,
abría la puerta de ese alojamiento, que dicho sea de paso no tenía ningún tipo de
protección, era todo un trabajo de equipo. Dos hombres de la dotación tomaban y
sujetaban los pasamanos de la puerta. Se accionaba el seguro de apertura y, un tercero,
salía con cuidado y la tomaba desde el exterior.
Una vez que se lograba esto, salía el resto. O sea, se cerraba la puerta y, empujados o
frenados por el viento, se llegaba al destino deseado, donde otra operación similar nos
permitía entrar y tomar nuestros alimentos o a departir con los demás integrantes de la
dotación algún rato de esparcimiento.
«Inmensamente» pequeño
Transcurría el invierno, podría decirse, normalmente. Días de escasísimas seis horas de
duración diurna. Un sol pálido corría detrás de las alturas del Glaciar Collins, sin que
pudiéramos ver su rostro. Desparramaba apenas una mortecina luz que se filtraba por
entre el manto de nubes como si fueran vidrios esmerilados. Días y noches de fuertes
vientos y nevadas habían acompañado nuestras vidas por más de una semana. En lo que
restaba del día, el viento amainaba hasta quedar, por momentos, totalmente calmo.
En presencia de la noche prematura, que ya anticipaba su comienzo, se adivinaba un
cielo nublado, pero que presentaba algunas quebraduras por donde se asomaban muy
tímidas estrellas.
Una vez culminada la tarea cotidiana, me dirigí hacia el alojamiento que funcionaba
como dormitorio, cocina y Comedor.
Al abrir la puerta, el cálido olor a comida en su interior invadió mis sentidos. A espaldas
mías quedó la negra noche, la blanca nieve, que se posesionó de mis huellas. El
Cocinero preparaba lo que teníamos de cena para esa jornada. Alrededor de la mesa,
donde habríamos de comer, un grupo de hombres jugaba al truco y tomaba mate.
El truco es un juego de cartas españolas de gran tradición en Uruguay y Argentina y de
práctica popular, lo mismo que el mate, que es una infusión de agua caliente y yerba
mate. Esta última se introduce en una calabaza de mate y con un tubo de metal,
comúnmente llamado bombilla, se bebe la infusión. La infusión de yerba mate es
similar al mundialmente conocido té caliente que es en rigor una infusión de hojas de té,
precisamente.
34
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
35
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
que sentía yo en ese momento. Me pareció entonces que, Dios, había rozado mi espíritu
y mostraba su presencia. Me sentí inmensamente pequeño, en esa inmensidad tan
grande...
36
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Un cálido rincón
Pasado un poco el mediodía, se llevó a cabo el almuerzo internacional. Fue amenizado
con números musicales, creados o improvisados por todos los participantes. Lo que
realmente es digno de destacarse, fue el espíritu que reinó en la celebración.
No importan las lenguas que se hablen: español, portugués, ruso, inglés, alemán, polaco
o chino. Todos tratamos de entendernos, ya sea de una forma o de otra. El calor
humano funde el hielo del exterior. No existen diferencias políticas, religiosas o de
costumbres. El hombre se identifica consigo mismo, ante la fuerza de los elementos.
Los abrazos surgen espontáneamente, sin premeditación. La unión es real, sin
mistificaciones, en lo que he denominado «Paraíso Blanco». Es, éste, el último reducto
en el cual el hombre se ha encontrado a si mismo, frente a la grandiosidad de la
naturaleza. Mientras afuera, el viento y el frío arrecian, empujando la nieve a ras del
suelo, que corre, se arremolina y gira, adentro, un puñado de seres humanos unidos por
cantos de amistad y amor, crean un cálido rincón, justamente, en la Antártida.
37
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
nuestra Base, previa comunicación por radio de nuestro regreso. A los quince minutos
de marcha habíamos dejado atrás la Base rusa.
Las condiciones del tiempo habían cambiado y empeorado notablemente. La pequeña
nevada con la que habíamos partido se transformó en ventisca. La ventisca es un
fenómeno meteorológico en el cual la fuerza del viento arrastra nieve depositada y nieve
que precipita, creando un manto blanco similar a la niebla, por asemejarlo a algo que el
lector pueda reconocer.
La diferencia entre la ventisca y la niebla es que en el primer fenómeno se produce
viento y la fuerza de éste es lo que da la diferencia.
El viento actuaba de a rachas y éstas nos detenían en la marcha o nos empujaban. La
visibilidad se redujo a no más de dos metros o tres, a lo sumo. En estas condiciones, era
imposible operar la moto trineo, sin que hubiera un accidente grave. Decidí dejar el
vehículo en el camino, junto a una de las cañas que lo marcaban. En el caso de que la
nieve lo cubriera, habría sido fácil localizarlo.
Había momentos en que quedábamos apresados dentro de un tal blanco de nieve, que
hacía que desaparecieran el suelo y nuestros propios pies, de nuestra vista. Teníamos un
conocimiento solamente intuitivo de hacia donde debíamos movernos. Nos colocamos
en una línea, uno al lado del otro; a unos cincuenta centímetros de distancia unos de
otros. Así, y en esta línea, avanzábamos lentamente.
El que encontraba una caña con la banderilla negra, que habíamos colocado
previamente hacía algún tiempo y que nos señalaban el camino, gritaba el hecho a viva
voz, que era la única forma que teníamos de escucharlo en razón del rugir del viento.
Entonces nos reuníamos todos alrededor de esa caña. Desde esa posición, mirábamos
hacia dónde se suponía que estaría la caña siguiente.
Si era posible verla entre los claros de ventisca que se producía marchábamos en esa
dirección. De no ser así, usábamos el procedimiento anteriormente descrito. Teníamos
cuidado de no perder de vista la caña anterior, ya que si recorríamos la distancia a la que
supuestamente estaba la otra caña, de no encontrarla, regresábamos al punto de partida.
Una marcha a pie que normalmente nos insumía una hora, nos llevó aproximadamente
tres horas. El esfuerzo de tener que caminar y el flujo de adrenalina que teníamos en
nuestros torrentes sanguíneos nos hacían transpirar a pesar del frío reinante. Al llegar a
la laguna congelada de donde tomábamos el agua, sabíamos que estábamos salvados. El
terreno se nos hacía conocido.
Al coronar la cima de las alturas que rodean la laguna, ahí pudimos ver la Base, borrosa
por la espesa ventisca, pero ahí estaba. Se dibujaban las siluetas de las construcciones.
Las opacadas luces exteriores de mercurio que estaban encendidas, para ayudarnos en la
orientación, aparecían y desaparecían en nubes de nieve.
En nuestra Base reinaba un ambiente tenso. La preocupación por nuestro viaje de
retorno ocupaba la mente de los que quedaron en la Base. El desplazamiento que
habíamos realizado había sido bajo una temperatura real de menos 10° con vientos de
100 kilómetros por hora y rachas de 120 kilómetros por hora, lo que daba una sensación
térmica de menos 40° a menos 50°.
La preocupación de todos era justificada ya que en caso de que hubiéramos perdido el
rumbo o tenido un accidente, este libro no hubiera sido escrito. Lamentablemente,
aquellos de nosotros que concurrirían a la fiesta en la Base rusa, no tuvieron
oportunidad de poderlo hacer.
38
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
39
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Un cumpleaños en el corazón
Los actos sociales más trascendentes eran los cumpleaños de cada uno de los integrantes
de la dotación. Para realizar el festejo, se preparaba una comida informal para la noche,
que consistía en: torta de cumpleaños y, complementándola, regales de los integrantes
de la Base.
Para esas ocasiones, todos los integrantes de la dotación pasábamos a convertirnos en la
familia del hombre homenajeado. El festejo de tal índole más emotivo, y que guardo y
guardaré siempre en mi memoria, se desarrolló en el mes de agosto.
40
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
¡Cuidado! Incendio
Ya hice mención, en páginas anteriores, a las medidas de seguridad física de las
personas y de las instalaciones, que debían ser tomadas. Durante el transcurso del
invierno ocurrió un accidente en la Base chilena de Rodolfo Marsh. Este accidente costó
la vida de un integrante de la dotación de la Base chilena y lesiones en varios más de los
integrantes. El accidente ocurrió en horas de la madrugada.
En esas oscuras horas se desencadenó algo que es lo más temido por todos en estas
latitudes, un incendio. Se desarrolló en un alojamiento amplio de unos treinta metros de
largo por unos ocho de ancho. Alojaba unas veinte personas.
Una caldera de calefacción tomó fuego y el olor a quemado más el humo que se
producía fue despertando a los que allí vivían. El fuerte viento hacía propagar y
consumir rápidamente los materiales sintéticos de la construcción. Llegó ayuda de la
propia Base chilena y de la vecina Base soviética.
Pero también se habían hecho presentes los temibles enemigos, el viento fuerte y el frío.
Se organizó la lucha contra el fuego; se tendieron las mangueras y se colocaron bombas
adicionales para tomar agua del lago que servía para abastecer a ambas Bases.
La lucha era muy despareja. Minuto a minuto, los hombres que manipulaban los picos
de las mangueras reclamaban a los gritos más y más agua. Estaba allí pero se estaba
congelando. Las mangueras se iban solidificando, reduciendo sus diámetros, hasta que
lo único que surgía de ellas era un pequeño chorro de agua. Hasta que al fin, lo que el
desesperado hombre tenía en su pico era un pequeño goteo. A la caída de cada gota, la
desesperación fue tomando forma en los rostros de los hombres que eran iluminados por
las llamas.
El Jefe de la Base chilena, ante la imposibilidad de poder hacer más nada, ordenó reunir
a su gente y dispuso que se contara e identificara a cada uno de los moradores del
habitáculo incendiado. La cuenta arrojó como saldo, la falta de un hombre.
Con las primeras horas del día se registraron los humeantes restos y allí fue localizado
el cuerpo carbonizado del desdichado hombre que había quedado atrapado por las
41
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
llamas. Por lo que se pudo deducir, habría llegado aparentemente hasta una ventana que
no pudo romper, para poder escapar a la horrible muerte.
Estos hechos resultan de gran impacto entre los pobladores de las distintas Bases. El
factor riesgo siempre está presente, por más previsiones que se hagan. La noticia de lo
ocurrido llegó recién a nuestra Base a los dos días de haber acontecido.
El mal tiempo nos tenía confinados y la difusión por radio había sido prohibida por el
Comando de la Base chilena. El ser humano, en condiciones de aislamiento, se
sensibiliza en grado sumo. El acontecimiento relatado había hecho que los hombres se
introvertieran. La vida rutinaria de la Base se había visto sacudida por la desgracia de
nuestros vecinos y amigos.
Además, el fallecido, Don Villaroel, era meteorólogo, y cumplía tareas de su
especialidad en la estación Pte. Frei. Por ello y, por su forma de ser, su presencia en
nuestra Base era reiterada. Este hecho sensibilizó más aún a nuestros hombres. Y, otra
vez más, la charla a la hora de la cena sirvió de puente.
Puse en claro que lo ocurrido estaba dentro de las posibilidades de los distintos
accidentes graves que pueden suceder. Una vez ocurridos, debían ser superados y
olvidados. Se debía tomar en cuenta solamente todo aquello que sirviera para
recordarnos las medidas precautorias que cada uno debiera tomar, para evitar así
situaciones similares.
La psicosis del incendio fue pasando lentamente y la Base, fue tomando poco a poco su
ritmo normal. Quedaban solamente como recuerdo de lo acontecido los ennegrecidos
cimientos de la construcción siniestrada en la Base chilena, emergiendo de entre la
blanca nieve. Mudo testigo," mensajero del destino con un doloroso mensaje para todos
los habitantes de la isla: ¡Cuidado!, incendio.
42
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
preciado tesoro que nos acompañaría el resto del año y que permanecería en la Base
para el deleite futuro de los que aprecien la buena lectura.
Encaramados en cada frase que poblaban las hojas de los libros viajábamos por otras
partes del mundo, conociendo y disfrutando, otros paisajes, desde la gélida y nívea
Antártida... Así fue como recorríamos épocas pasadas, hechos y momentos históricos
que cada cual recreaba en su mente. Gozamos la lírica y la musa de la poesía, como así
también la recreación de los cuentos.
Compañeros silenciosos, bastaba solamente abrir sus tapas para que las luces, sonidos y
melodías encerradas en su interior vibraran dentro de quienes recorríamos sus escritos.
Eran realmente cofres de luz que solamente bastaba abrirlos para que con su claridad
iluminaran las tinieblas que nos acompañarían en el silencioso, oscuro y frío invierno
polar...
El Viento
Ya me referí al viento, tremendo y siempre presente. Durante una de las tantas
tormentas, recuerdo que, mirando desde una de las ventanas del alojamiento, veía los
tres mástiles. Se trataba de caños de hierro galvanizado de dos pulgadas de diámetro que
se encontraban empotrados en bases piramidales de hormigón, que a su vez, se
introducen en el pedregoso terreno por más de un metro y medio. La parte libre, al aire,
que sirve para portar el pabellón, sería de unos tres metros aproximadamente. Dos de
ellos se encontraban libres y el del centro, el tercero, portaba el Pabellón Nacional.
El viento era tan intenso en ese momento, que mientras los dos mástiles de los extremos
se movían como varas de mimbre, el del centro, por el hecho de tener dos puntos de
apoyo -la base de hormigón y la bandera- vibraba por su centro como una cuerda de
guitarra. Otro día, siendo ya de noche -aproximadamente las 22 horas- el viento había
estado soplando todo el día con mediana intensidad e incrementándose sobre el final del
día.
Después de la cena y, de los últimos chequeos y controles de las distintas instalaciones
de la Base, nos disponíamos a disfrutar de una sesión de cine con una película filmada
en videocasette. Estábamos disfrutando del film cuando, el rugido del viento se hacía
cada vez más sonoro y la construcción donde estábamos trepidaba. El viento soplaba
desde el mar, directamente desde el Sur del Continente Antártico.
La pared que daba hacia ese sector, en cada racha se movía hacia adentro, modificando
su verticalidad. El movimiento era tan notable que, el médico de la dotación lo
registró midiendo con marcas de lápiz en cada momento. La atención de todos nosotros
hacia el film fue decreciendo. Obviamente, habíamos quedado en estado de alerta hasta
que el viento fue disminuyendo en intensidad. Esa noche hubo gente que durmió vestida
en( previsión de cualquier fatalidad, tal era la preocupación por la intensidad del viento.
Otra experiencia singular e interesante con este elemento natural, el viento, la constituía
la entrada y salida de los alojamientos. Al presentar la puerta un plano de resistencia al
viento, se hacía particularmente difícil tanto los ingresos como los egresos de los
habitáculos. Me es difícil recordar en el momento en que estoy escribiendo quién fue
que, en forma distraída, abrió la puerta del alojamiento que contenía la cocina-comedor.
En lugar de salir normalmente, salió «disparado» arrastrado por la puerta que,
impulsada por el viento, dejó al pobre hombre con su humanidad contra un montón de
nieve.
43
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
44
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
45
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Comienza el descongelamiento
La blanca planicie del mar se fue quebrando. La masa de hielo debilitada ondulaba al
influjo del movimiento del agua líquida que estaba debajo. Ya no se podía caminar
sobre el mar congelado sin pasar por una situación de verdadero peligro.
Desde la orilla del mar se sentía cómo las masas de hielo crujían y se quebraban. A
medida que el viento soplaba de norte a sur, el hielo en grandes bloques se iba retirando.
La monotonía del blanco hasta el horizonte y, la quietud se cambió por el verde del mar
y el movimiento continuo de sus olas y rompientes.
Alrededor de mediados del mes de octubre, en una buena extensión del mar, algo se
movía. Se iba desplazando y, a simple vista, no podíamos distinguir de qué se trataba.
Una ballena no era, porque el movimiento era originado por múltiples individuos.
Observando con prismáticos pudimos divisar una de las primeras bandadas de pingüinos
que saltando sobre la superficie del agua avanzaban hacia su destino. Se dirigían a la
pequeña Isla Ardley donde formarían colonias, construirían sus nidos de pequeñas
piedras y tendrían sus crías.
Al quedar en libertad el mar, de su prisión de hielo, se produjo una explosión de vida.
Una innumerable cantidad de focas, pingüinos y aves poblaron las tierras y el cielo. El
silencio invernal, acompañado solamente por el monótono ulular del viento, fue
sustituido por el estruendo de las olas al chocar y deshacerse contra los cantos rodados
de la playa y, los gritos de las aves que volaban de un lugar a otro.
Desapareció nuestra compañera de invierno, la chioni, un ave parecida a una paloma
totalmente blanca, de patas y pico amarillos, a la que también se le da el nombre de
paloma antártica. Sus hábitos alimentarios la hacen comportarse como un ave carroñera.
La mayoría de las aves de la zona obtienen su alimento donde lo encuentran. La chioni,
fue sustituida por la skúa, gaviota de color pardo con un potente pico que la asemeja a
un águila, con la diferencia de que sus patas son palmadas. Esta ave vive en pareja
nidificando sobre el terreno en pequeñas alturas poniendo como máximo dos huevos.
La presencia del hombre ha modificado sus hábitos, en cierta medida, ya que busca
encontrar alimentos en las bases establecidas. Es lo que hizo que un par de ellas, a las
horas del almuerzo y de la cena, se mantuvieran cerca de nuestra Base o sobre el techo
de la cocina, esperando que el cocinero les obsequiara con algún resto de carne.
Junto con la skúa nos acompañaba también, el gaviotín antártico. De color totalmente
blanco, ágil y chillón, vive en grandes grupos, defendiendo sus agrupamientos de nidos
con vuelos picados sobre nuestras cabezas. Allí donde se dirigía la vista nuestra, allí
estaba la vida.
Nuevamente teníamos a nuestra disposición la ruta marítima. Gracias a ella, podíamos
cumplir con algunas visitas previstas con mayor comodidad.
46
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Se trata de un muy buen puerto natural, con profundidades notables, muy cerca de la
costa, lo que hace que la orilla misma del mar sea un muelle natural. La playa está
rodeada de alturas que la protegen de los vientos del Sur. Lo único que falta en el lugar
es un buen lago como el que tenemos en la Base uruguaya, para abastecimiento de agua
dulce.
Después de que hubimos almorzado, retomamos la navegación. La misma nos fue
interrumpida por un campo de hielos flotantes. Debíamos avanzar muy cuidadosamente
por entre los hielos, separándolos de la embarcación con los remos para evitar que el
filo de algunos de los trozos cortara la goma de nuestra lancha Zodíaco. Finalmente,
pudimos salir del campo de hielo y retomamos un ritmo sostenido v rápido en nuestra
marcha marítima...
La costa se mantenía cubierta de nieve mostrando como caía abruptamente al mar. No
existían playas de arena vesánica, la isla se introducía directamente en el mar. Formas
curiosas de grupos de rocas hacían volar la imaginación de los que viajábamos,
encontrándose distintas formas para cada uno de los grupos. Una colonia de pingüinos
trataba de instalarse, los recién llegados ocupaban una enorme ladera de piedras que
como toda la costa caía sobre el mar.
Los pobres animalitos parecían bolos parados en distintas estanterías o gradas de la
ladera. Vaya a saber por qué motivo, con el correr de los años, adoptaron este inhóspito
lugar para su procreación.
Llegamos al lugar que tiene como nombre cartográfico Punta Barton, lugar muy
característico, visible en el horizonte desde nuestra Base, cuando existe excelente
visibilidad. Esta punta tiene una gran roca en el agua que se asemeja a la aleta de un
tiburón. Desde este punto, debíamos virar hacia el Este, a fin de retomar la paralela a la
costa, y aunque no la veíamos todavía a Base Jubany, sabíamos que estaba allí cerca.
Finalmente, después de casi tres horas de navegación llegamos a la Caleta Potter, lugar
de a sentamiento de los argentinos. Nos encontramos con una hermosa y amplia bahía.
Con forma de herradura, presentaba aguas calmas. En ellas se reflejaban los hielos
azules de los glaciares que caían al mar y ocupaban casi totalmente sus orillas.
Directamente a nuestro frente se encontraba la masa del glaciar. El hielo se presentaba
con enormes ondulaciones que marcaban su perceptible desplazamiento hacia el mar.
Desgranaba trozos de hielo de distinto tamaño que flotaban contra las ostas. Había
grietas que cruzaban de un lado a otro la imponente masa, mostrando sus entrañas
azules que, valga la expresión, «hablaban» del abolengo de esos hielos.
Nieves jóvenes en otros tiempos ahora, con el paso de los siglos, transformadas en
material más duro que el acero y con un color azul tan hermoso e intenso que, tal vez,
sea el color del tiempo... Profundo y apacible como el alma, de los que allí estábamos
reunidos, en esa pequeña embarcación que se mecía al influjo de las ondas.
Sobrecogidos, en silencio, observábamos el majestuoso e imponente paisaje.
Una vez salidos del impacto, de la emoción por lo que veíamos ante nuestros ojos,
continuamos nuestra marcha hacia el sureste. Bordeamos un hermoso e imponente
témpano de hielo anclado en mitad de la bahía y enfilamos -la proa de nuestra
embarcación hacia la única lengua de tierra que aparecía y, donde estaba asentada Base
Jubany.
Orientada hacia el sureste, en su parte oriental, se encuentra la Base argentina.
47
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Sobre un espacio despejado, como ya señalé, con playas de fina arena volcánica, éstas
permiten contar con un lugar de buen atraque para las lanchas Zodiaco. En la
proximidad, se destaca un cerro cuya denominación es Dos Hermanas.
Las construcciones están asentadas sobre pilares de concreto como toda construcción
antártica y realizadas totalmente en madera. Al arribo a la playa, los primeros en
recibirnos fueron un grupo de elefantes marinos que se asoleaban en las marrones
armas de la costa playera. Mientras acondicionábamos nuestra embarcación
comenzaron a llegar nuestros anfitriones y los saludos y abrazos no se hicieron esperar
y, de inmediato, un mate comenzó a circular, reafirmando, una vez más, nuestras
comunes costumbres con nuestros vecinos del Plata. De inmediato, nos trasladaron al
edificio principal.
El mismo constaba de comedor-estar, cocina, baños y dormitorios que se nos
presentaban a la vista de los visitantes cómodos; acogedores y cálidos, debido a los
materiales utilizados.
La madera y su natural color, nos daban unas sensaciones diferentes a las de nuestra
Base. El asado, el mate, los cuentos y anécdotas ocuparon nuestro tiempo. Conocimos
las instalaciones, sistemas de alimentación eléctrica y abastecimiento de agua, como
asimismo, algunos elementos de abastecimiento de víveres diferentes a los nuestros
pero, que podían sernos útiles debido a la proximidad de la fuente de abastecimiento.
Las horas transcurrieron más rápidamente de lo deseado por nosotros y, cuando menos
lo esperábamos, los abrazos y despedidas sorprendían y marcaban nuestro regreso.
Retornamos a nuestra embarcación acompañados de nuestros anfitriones, los que nos
habían obsequiado con algunas vituallas, vinos, enlatados y otros elementos.
De este modo emprendimos el regreso, cargados de regalos y con la sensación de haber
dejado en la playa algo más que un grupo de hombres a los que conocimos por unas
pocas horas. Los brazos alzados hacia el cielo, en señal inequívoca de despedida, se
extendieron hasta que prácticamente dejamos de vernos.
48
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
49
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Y era tan así que la puerta de los galpones que estaban uno frente al otro -se usaban
como depósito de ropas uno y de víveres el otro- tuvimos que construir una entrada
cuyas paredes laterales eran de nieve y una puerta trampa tipo sótano.
Para poder ingresar a retirar víveres, atender el suministro de agua o concurrir al baño,
se abría la puerta y se descendía por los escalones formados en una escalera de hielo que
se construyó para salvar el desnivel. En este lugar se deberían haber acumulado no
menos de dos metros y medio de nieve.
Antes de haberse construido este tipo de puerta especial, cada vez que por algún motivo
se debía ingresar a ese galpón, el resto de los hombres permanecía atento por si no podía
salir el que entró, lo que ocurría por la acumulación de nieve que no permitía abrir la
puerta.
Una anécdota, risueña, de algo que ocurrió con nuestro cocinero que, como sucedía de
costumbre, debía retirar ciertos víveres. El día en cuestión se presentaba tormentoso y el
viento y la nieve eran impresionantes debido a la ventisca. Se le sugirió que aguardara
ya que no había tanta necesidad de los elementos que pensaba retirar. Pasado - cierto
tiempo el cocinero no pudo más esperar. La ansiedad lo traicionaba.
Con la idea manifiesta de que «la nieve no va a poder más que yo», se enfunde en su
equipo anti-frío y marchó hacia el referido galpón. Todos mirábamos atentamente desde
las ventanas del alojamiento distante unos quince o veinte metros del galpón. Envuelto
en una nube de nieve que a veces desdibujaba la figura de nuestro cocinero, vimos
como, con una pala, comenzó su labor.
Por cada palada de nieve que retiraba, volvían a depositarse cinco. Pasados no más de
quince minutos, nuevamente, teníamos al cocinero entre nosotros. Empapado por la
transpiración, con las barbas repletas de nieve, tío pudo más que reconocer su derrota.
Agobiado por la misma, amén de expresiones que no puedo reproducir, exclamó: «es
imposible», refiriéndose a su vano intento. Y efectivamente era así. Aunque todos los
que allí estábamos fuéramos a apalear nieve, el resultado hubiera sido el mismo, inútil.
Al sacar la segunda palada ya había caído nuevamente la primera... más cinco paladas
más. He ahí el motivo de la construcción especial mencionada por mí anteriormente.
Un día cualquiera
Después de todas las anécdotas que he ido relatando a lo largo de este libro, el lector
seguramente se hará la siguiente pregunta: «Y,... ¿Cómo será o cómo transcurrirá un día
normal en la Base Científica Antártica Artigas?»
Trataré de relatárselo. Para ello, habré de tomar un día cualquiera de invierno, que
servirá seguramente como ejemplo.
El lector se preguntará ahora, ¿por qué elijo un día de invierno? Pues, porque es en esta
estación climática que la soledad acompaña la vida de la Base y es precisamente,
cuando el lector podrá apreciar realmente cómo, para qué y qué, se puede sentir en una
Base antártica.
El día, normalmente comienza temprano, no precisamente porque el sol nos despierte
con sus rayos, sino que se marca una hora para que ello ocurra, es decir, despertarse del
sueño y levantarse de la cama. Es de este modo que a las siete a.m. los integrantes de la
Base comenzamos a levantarnos. Después de la higiene correspondiente a cada mañana,
dirigimos nuestros pasos hacia el local que funciona como cocina y comedor a la vez.
50
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
51
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
52
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
sumergían en las sombras del sueño que los hacía viajar hacia donde cada uno de
nosotros lo deseábamos....
«Contadores» de alimentos
Los alimentos era uno de los aspectos sobre el cual se había puesto mayor cuidado. Se
habían efectuado cálculos y todo tipo de previsiones para que los mismos no faltaran y
su variedad cubriera todos los menúes que se habían planificado.
La tarea de planificación previa estuvo a cargo del cocinero que nos acompañaría
durante todo el año y el médico de la Base.
¿Cuál era entonces el motivo de preocupación? Como ya lo señalé, era ésta, la que estoy
relatando, la segunda campaña antártica uruguaya de todo un año de duración. La
primera de ellas, por razones que no vienen al caso y ajenas a la dotación, no tenía
registros de consumos ni planificación sobre la que basarse. Por lo tanto, éramos
nosotros los que debíamos probar un sistema nuevo, un método.
Fue así, que nuestro cocinero y nuestro médico hicieron las veces de contadores
públicos, cuya misión era llevar un registro y control estricto de los consumos y los
saldos que se iban generando semana a semana y que nos permitía constatar si
efectivamente, lo planificado, era correcto o no.
53
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
54
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
55
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Uruguay. La claridad del agua era impresionante y por lo menos se veía hasta treinta o
cincuenta metros horizontales.
Grandes masas de piedras y rocas eran perfectamente visibles y sus formas se
mostraban claras y definidas. El suelo rocoso, con algunos ojos de arena, nos mostraba
estrellas de mar y erizos que deambulaban por los fondos. Nadando simpáticamente,
algunas decenas de krilles flotaban aquí y allá libres de la fuerza de gravedad.
Avanzamos inmersos en ese nuevo mundo subacuático en el que sólo sentíamos nuestra
propia respiración. Nos habíamos desplazado por canaletones de piedra que cruzaban el
fondo mientras que nuestros indicadores de profundidad marcaban unos diez metros.
Detuvimos nuestro avance y arrodillados en el fondo marino, como si estuviéramos
rezando, procedimos a tomar la primera lectura del termómetro; marcaba 1° C.
Estábamos en esta tarea cuando presentí que había algo en el mar que nos estaba
observando. Levanté la vista y vi cuanto había a mi alrededor sin que pudieran observar
nada anormal.
Elevé mi cabeza en dirección a las burbujas de aire que ascendían rápidamente.
Entonces sí, pude apreciar una enorme y hermosa foca leopardo que, atraída por nuestro
aire que agitaba la superficie del agua, nadaba en círculos. Estaba observando dos
figuras negras -que éramos nosotros-que allá abajo a la distancia algo estaban haciendo,
hasta que, repentinamente, comenzó a descender...
Ante esta circunstancia tomé el brazo del Cabo Vera y con señas e indicaciones diversas
lo puse en conocimiento de la visita que teníamos. La primera reacción de ambos, el
Cabo Vera y yo, fue buscar cubrir nuestras espaldas y darle uno o dos frentes que el
animal tuviera que atender.
Fue así que llegamos a una pared de piedra que naturalmente nos daba la posibilidad de
darle un solo frente al animal, lo que nos permitiría llegar a la superficie. Lentamente
comenzamos a ascender pues no podíamos hacerlo en forma rápida ya que si así lo
hacíamos nuestros pulmones habrían de sufrir diversos daños.
Nosotros ascendíamos y la bestia descendía en círculos observándonos
permanentemente con sus enormes ojos. En algunos momentos se acercó a no más de
un metro y con los hierros que portábamos, cual diestros espadachines, lanzábamos
estocadas que la mantenían a una distancia relativamente prudente. De esta forma
llegamos a la superficie. La pared de piedra terminaba en una terraza.
Como pudimos, debido al peso de nuestros equipos, nos pusimos de pie. Recién
entonces, cuando la foca nos vio en esa posición, sacando su enorme cabeza del agua,
abandonó la zona nadando hacia otro sitio de la bahía.
Algunos integrantes de la dotación que habían observado todo lo ocurrido, colaboraron
con nosotros ayudándonos a desprendernos de nuestros equipos y a trasladarlos a la
Base. Lamentablemente, nuestra tarea había culminado en forma anticipada, pero sin
que tuviéramos nada más que lamentar.
Quedó, eso sí, para siempre grabado, en nuestro recuerdo, la del Cabo Vera y el mío, la
expresión fría de esos enormes ojos que observaban atentamente nuestros movimientos.
Ninguno de los dos sentimos temor alguno por lo que nos hubiera podido ocurrir a cada
uno de nosotros de habernos vencido la bestia, pero en ese momento, la preocupación de
cada uno de nosotros dos era tan solo proteger al otro camarada y no descuidar la
posibilidad de salvaguardarle...
56
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Un retorno anticipado
La actividad antártica obliga a los hombres que la llevan a cabo, a separarse de sus
familias por extensos períodos de tiempo. Esto hace que los pequeños problemas
familiares se acumulen o, en otros casos ocurran realmente graves situaciones.
En gran medida, por sobre cualquier otro caso, es en la persona de las esposas en quien
se deposita la carga más pesada, ya que son ellas las que, en la Patria, sin sus esposos,
que están en la Antártida, deben afrontárselas las tareas, deberes y obligaciones que
normalmente atiende también un padre.
Dos miembros de nuestra dotación, habían padecido desde hacía varios meses diferentes
tensiones de origen familiar. Los mismos fueron manejando la situación hasta que se
vieron superados por las mismas dificultades.
Frente a ello, solicitaron la posibilidad de ser relevados a fin de regresar a Montevideo.
Como correspondía en estos casos, se planteó la situación a la Presidencia del Instituto
Antártico Uruguayo, lo que motivó la posibilidad de efectuar una evacuación aérea. La
imposibilidad de contar con los medios de transporte aéreo adecuados fue
posponiéndola.
Al no concretarse la salida de los dos hombres de la isla, fue creciendo la tensión en
ambos que veían día a día cómo se iba alejando la posibilidad de su regreso que, a la
postre, daría solución a sus respectivos problemas, de índole familiar.
Ante esta situación y, con el informe del Jefe de Base Marsh respecto a un próximo
vuelo de la Fuerza Aérea Chilena, decidí usar ese medio para sacarlos de la isla y
llevarlos hasta la ciudad chilena de Punta Arenas, para que, posteriormente, atravesando
territorio argentino, pudieran llegar hasta Montevideo. Producido el hecho planeado,
informé del mismo al Presidente del Instituto Antártico Uruguayo, por lo que quedaba
finalmente solucionado el problema.
El retorno anticipado de estos dos hombres era para nosotros una pérdida muy
importante, no solamente por lo que respecta a su labor profesional, sin o también por lo
que significaban desde el punto de vista humano. Más o menos a la semana de su
partida de la Base, recibimos una llamada por radio en la cual los dos hombres daban
cuenta de su arribo a Montevideo. Habíamos logrado darles la solución que requerían
para sus respectivos problemas.
En la Base, en la lejana Antártida, quedamos con la inmensa satisfacción de su llegada
al seno de sus núcleos familiares que los reclamaban desdeñada varios meses, pero
nosotros quedamos también con un gran vacío que nos dejó marcados casi hasta nuestro
mismo regreso. Las pérdidas de los hombres son siempre previsibles, o por lo menos,
están en las planificaciones pero, una cosa es prever y planificar y, otra, muy diferente,
es que realmente ocurran.
Preparando el regreso
Transcurrió el tiempo de la misión casi sin que lo hubiéramos percibido.
Las tareas estivales de acondicionamiento de la Base para el período invernal, los
apoyos a las actividades desarrolladas por los científicos y la propia actividad que
desarrollamos durante el invierno habían consumido, valga la expresión, nuestro tiempo
destina ¡o a la actividad en la BCAA.
57
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
58
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
que de todos modos, parecería un nuestra Base a recogernos par i recorrer los seis
kilómetros - que nos separan del aeródromo.
Cuando el susodicho vehículo se hizo presente en la Base, cargamos todas nuestras
pertenencias y la carga de tipo general que llevaríamos con nosotros hacia Montevideo.
Todo era un movimiento perpetuo. Unos iban para un lado, otros para otro. Las
despedidas de los más diversos modos y con la mayor gama posible de expresiones
verbales y corporales, los abrazos y las entregas de cartas para llevar con nosotros que
nos fueran encargadas a último momento, ocurrían por doquier. Al fin, después de
tantos sucesos emotivos de último, momento, estamos en condiciones de partir hacia el
continente.
Llegó entonces, ahora sí, e momento que significa el comienzo del final. Uno a uno,
fuimos subiendo al vehículo ruso que nos daba apoyo y cuando estábamos y; todos
sobre él, emprendimos la marcha hacia el aeropuerto. Nuestra última marcha en suelo
antártico, al menos, para esta misión que estaba culminando.
El vehículo que nos llevaba hasta la pista aérea, y en el cual íbamos nosotros ahora
callados y meditabundos, cada cual imbuido de sus propios pensamientos, pertenecía al
ejército soviético.
Con un peso de siete mil kilogramos -siete toneladas- se desplaza sobre bandas de
rodamiento y es alimentado energéticamente por gas oil. Transporta unos catorce
pasajeros más carga. El viaje, esta marcha lenta y que deseábamos todos que fuera
interminable, nos deparó una última sorpresa que deseo compartir con el lector.
Yo me había sentado en el banco que corresponde al acompañante del conductor. En
determinado momento, al encarar un desnivel del camino, e conductor seleccionó un
cambio adecuado para la marche.
Cuando el mismo lo hizo, que dicho sea de paso se trataba del jefe de mecánicos de la
ya citada Base rusa Bellinghausen, se quedó con la palanca selectora de marchas en su
mano. Me quedé observándolo y pensando para mí que, los kilómetros que restarían
deberíamos hacerlos a pie- .
Pero el veterano y curtido Alexander -que así se llamaba el conductor ruso del vehículo-
me miró y en nuestro «idioma antártico» me dijo: «no problem»
Buscó en una caja de herramientas, Sacó una llave de regular tamaño, la introdujo en el
lugar de donde se había salido la palanca, seleccionó una marcha la colocó en la caja
selectora y, de este modo, llegamos al aeródromo, manteniendo siempre la misma
marcha durante todo el trayecto, sin que importaran las irregularidades del camino.
Ya en el aeródromo, la actividad era normal para cualquier otro momento de arribo de
una aeronave. Nos estaban esperando, sobre la pista, los Jefes de la Base chilena, china
y rusa para despedirse de nosotros tras haber pasado un año de nuestras respectivas
vidas, juntos. La actividad protocolar, digamos así, se cumplió en la cafetería de la
hostería de la Base Marsh de Chile.
Allí pasamos nuestros últimos momentos en tierra antártica hasta que, por fin, llega el
avión y aterriza. Cumple sus tareas de descarga de los bultos de nuestra carga los que
va a llevar consigo y se alista para el vuelo de regreso.
Algunos minutos antes de que tocara suelo antártico, en el momento en que nos
avisaron desde la torre de control que ya se encontraba próximo a aterrizaje el FAU 572,
59
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
salimos hacia la pista para apreciar la maniobra del aparato. Allá lejos, sobre el cielo, se
distinguía como algo más grande que un simple punto, la figura de la aeronave.
Como en el aeropuerto se contaba con una sola pista para aterrizar y decolar, se ven
siempre a las aeronaves aproximarse de frente. Con los reflectores de las alas
encendidas se acercaba rauda y majestuosamente.
En primera instancia, cuando ya estaba cerca nuestro, pasó sobrevolando la pista por
encima nuestro rugiendo con sus motores, como diciendo, «aquí estoy, compatriotas» a
la vez que la emoción, siempre renovada al ver los colores patrios otra vez, se nos
anidaba en el pecho, se nos hacía un nudo en la garganta y una lágrima, en más de uno,
corría por su mejilla...
El avión hizo un viraje en el aire para nuevamente alinearse con la pista, bajó su tren de
aterrizaje y comienzo a descender hasta que, finalmente tocó con sus ruedas la tierra.
Carreteó por la misma levantando cortinas de nieve, agua y barro, hasta que se detuvo.
Giró sobre sí mismo y marchó hacia donde se encontraban los equipos de apoyo de
tierra hasta que, ahora sí, se detuvo finalmente deteniendo sus motores.
A partir de este momento, ocurrió todo lo que ya. se conoce. Descarga, carga, abrazos,
sal idos, recomendaciones, intercambio de opiniones, etc. etc. Lentamente, uno tras otro,
nos fuimos dirigiendo ha da el avión cuando nos informaron que ya estaban concluidas
todas las operaciones preliminares y que la aeronave estaba pronta para decolar.
Uno a uno, también, fuimos subiendo al aparato y a medida que ingresábamos a la
cabina para pasaje y carga, nos fuimos instalando como mejor podíamos, sobre el
mismo piso del avión.
Los motores del aparato se fueron encendiendo. Primero uno, después, el otro. Se
cerraron las puertas de ingreso al avión. Hubo unos segundos de silencio y tranquilidad
total y de ansiosa espera colectiva...Y, de pronto, ahora sí, ya estamos en condiciones de
despegar... Lentamente, con los motores en marcha pero sin alcanzar su máxima
potencia, nos íbamos dirigiendo hacia uno de los extremos di la pista. Allí, en el
extremo mismo, nos detuvimos. De pronto, los motores fueron aumentando la
intensidad de su trabajo hasta que llegaron a su máxima potencia. La máquina comenzó
a temblar como si por su interior circulara energía. Hasta que, al fin, se soltó de sus
frenos, dio un raro y brusco salto, comenzó una veloz carrera que iba aumentando de
velocidad a medida que avanzaba. Era necesario aprovechar al máximo cada metro de la
corta pista. Sentimos que nos elevábamos. Las ruedas del aparato quedaron colgando
hasta que comenzaron a introducirse en el vientre mismo de la máquina.
La parda tierra y la blanca nieve dieron paso al agua verde, espuma y algún trozo de
hielo de regular tamaño. Todos, apoyábamos nuestras cabezas sobre los vidrios de las
ventanillas del avión y observábamos, por entre ellos, cómo iba quedando atrás lo que,
durante un año, fue nuestra isla...
Al tomar más altura el avión, pude divisar y observar las azules entrañas del hielo del
Glaciar Collins. Desde mi ubicación, no la podía ver pero, sabía que allí estaba Base
Artigas... Apacible y generosa, cual una madre pródiga, solitaria entre la inmensidad de
la nieve, cobijaría, a partir de ahora, a otros hombres que, también ellos, aportarían lo
suyo.
Volando ya hacia Montevideo, tomado ya definitivamente el rumbo hacia la querida
«tacita de plata» que tanto echamos de menos durante los meses transcurridos, iba
meditando, íntimamente, que doce hombres uruguayos, se estaban despidiendo, cada
60
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
uno a su manera, con los ojos empañados por las lágrimas, de lo que, por un año entero,
fue nuestro hogar. Fuera del avión, en el aire, el rugir de los motores estaba marcando el
inicio del regreso, del retorno al seno de la familia y a la Patria.
Atrás nuestro, allá abajo, en tierra, iban quedando otros hombres uruguayos, con nuevas
esperanzas, con nuevos objetivos, con nuevos proyectos, con nuevas inquietudes y, con
nuevas y renovadas ideas que, como nosotros, se afanarían por cumplir...
Allá abajo, atrás nuestro, frente a la Base Científica Antártica Artigas, en un mástil
central, majestuosa, estaría flameando, como símbolo de continuidad, una bandera de
franjas azules y blancas y un sol radiante en uno de sus ángulos, cual retazo de los
cielos...
61
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
LA ANTÁRTIDA
Isac Gliksberg
62
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
63
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
64
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Seguramente el lector recordará que estos aventureros -que no de otra manera se les
podía llamar a los cazadores de entonces- fueron personajes centrales de innumerables
novelas fantásticas ambientadas en las aguas y los hielos del continente antártico.
El continente también fue objeto de codicias políticas y estratégicas. Según la teoría de
los sectores, tres países - Argentina, Chile y Gran Bretaña-exigían territorios que se
disputaban simultáneamente. Otros cuatro, con historias de exploraciones antárticas
reclamaban soberanía sobre determinadas áreas del continente. Algunas especies
animales, como la ballena azul, había sido objeto de tal depredación que se encontraba
próxima a la extinción.
La firma del Tratado paso a ser la «primera y más positiva etapa de cooperación
internacional que se conozca en la historia» según lo manifestó recientemente la
Asociación Ecologista Internacional «Greenpeace». En la Reunión de Viña del Mar
participaron por primera vez como observadores, más de doscientos organismos no
gubernamentales preocupados por el tema ecológico en el continente antártico.
65
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
podría ofrecer, desde el Rió de la Plata a las expediciones que, pasando por nuestro país,
se dirigían al continente meridional, lo que hizo que se creara la Comisión Uruguaya de
Cooperación Antártica, a cuyo frente se hallaba el Profesor Julio César Musso.
En el año 1968 se creó, siempre bajo la Presidencia del Prof. Musso, el Instituto
Antártico Uruguayo, antecesor del actual Instituto, que por entonces era una
organización de carácter privado y cuya finalidad, como ahora, era dar empuje a la
actividad científica uruguaya en dicho continente.
Ese mismo año, el Diputado Salgado presentó un Proyecto de Ley en el Parlamento
uruguayo para regular la actividad nacional en dicho continente. En 1973, el entonces
Diputado Dr. Luis Alberto Lacalle y ahora Presidente de la República, presentó en el
Parlamento un proyecto del cual era autor y que tenía relación con la actividad antártica
uruguaya.
Más tarde, se encomienda al Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas
Uruguayas, un estudio de factibilidad para el desarrollo de actividades antárticas del
país.
A esos efectos se creó el Comando Antártico Conjunto y como consecuencia de su
labor, se oficializó el Instituto Antártico Uruguayo, que dejó de ser una institución
privada para pertenecer a la órbita del Ministerio de Defensa Nacional a partir del 28 de
agosto de 1975.
El objetivo primordial de este Instituto es, el de «formular, evaluar y efectuar
investigaciones y exploraciones científicas y tecnológicas y de servicios en la Antártida
paralelo sesenta grados Sur»
En 1980, Uruguay recibió una invitación de la Fundación Nacional de Ciencias de los
Estados Unidos de Norteamérica para enviar una delegación al continente blanco.
De este modo, el Cnel. (Av.) Roque Aíta y el entonces Mayor (Nav.) Bernabé Gadea se
trasladaron a la Base de Mac Murdo y desde allí al Polo Sur Geográfico, a la Base
Amundsen-Scott, en enero de 1982, dándoles la oportunidad de que enarbolaran en el
mismo Polo Sur Geográfico la bandera uruguaya que habían transportado desde el
Uruguay.
Luego, una misión oficial de la Fuerza Aérea Uruguaya,-encabezada por el mismo Cnel
(Av.) Roque Aíta como Jefe de misión y, con la integración de militares y científicos
uruguayos, arribó a la Base Teniente Marsh de la Fuerza Aérea Chilena en la Isla Rey
Jorge, el día 28 de enero de 1984.
No solo es importante el mero hecho de la presencia de Uruguay en las actividades
científicas del continente, sino que, la actividad de la Base Científica Artigas no sólo
adquiere una gran importancia desde el punto de vista estrictamente científico, y,
además, es un importante objetivo para la explotación de recursos económicos para el
país. Sobre este tema, la Antártida y la economía uruguaya que tiene mucho que ver con
la calidad de vida de los uruguayos en los años venideros, habré de referirme en
próximos capítulos.
66
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
67
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
Pero además, el país cuenta con hombres de ciencia valiosísimos, muchos de los cuales
están en el exterior y que la posibilidad de trabajar en biotecnología, por ejemplo, en la
Base Científica Artigas, les significaría una oportunidad inmejorable no sólo para
volver al país, sino para servirle.
Y cabe ahora preguntarse, a la luz de lo expuesto, qué es lo que está haciendo el
Uruguay en la Antártida y qué puede hacer en el futuro de provechoso para el país, y
muy especialmente, desde el punto de vista estrictamente científico, tecnológico y
económico.
68
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
69
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
de recursos naturales del territorio antártico, que también tienen enorme valor
económico como ya veremos en el siguiente capítulo, y que abarca actividades de las
más diversas índoles.
70
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
71
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
con la Dirección Nacional de Meteorología, con el Instituto Geológico del Uruguay, con
el Instituto Geográfico Uruguayo, y con muchos otros.
Por último, hay en la actividad científica uruguaya lo que podríamos denominar
proyectos de todo el año y proyectos exclusivos de verano, del verano antártico. En el
verano antártico se realiza la mayor parte de la actividad científica y tecnológica, por
razones climáticas obvias. Atendiéndose a las recomendaciones del S.C.A.R. (Consejo
Científico de Investigaciones Antárticas) los distintos proyectos pueden agruparse en:
Ciencias de la Atmósfera, Ciencias de la Tierra, Ciencias del Mar y Ciencias de la Vida.
Ciencias de la Atmósfera
Se está desarrollando mediante un convenio suscrito con la Dirección Nacional de
Meteorología, por el cual se estableció en la Antártida una Estación Meteorológica,
asociada al Sistema Meteorológico Mundial, un proyecto con la finalidad de
establecer los parámetros de temperatura, de humedad, de viento, de nubosidad, es
decir, se obtiene información y se registra y, posteriormente, se evalúan los valores
obtenidos.
Este proyecto que lleva varios años, los resultad ds obtenidos se comparan de modo que
permitan obtener valores estadísticos. Es un proyecto de todo el año. Por un convenio
suscrito con m empresario privado del Uruguay, se estableció una estación automática
de registro de datos.
Se trata de experimentar con estas estaciones automática.- para después trasladarlas al
territorio continental con el propósito de ser aplicadas en distintas actividades
nacionales como ser del Plan Granjero, por ejemplo, u otras de tipo agrícola - ganadero.
Son estaciones que permiten conocer las heladas, los vientos, etc., etc. Otro proyecto
tiene que ver con el estudio de la alta atmósfera, la ionosfera de la capa superior de la
atmósfera, de modo que te pueda estudiar su constitución químico-física, a efectos de
ver su comportamiento especialmente importante con respecto a las
comunicaciones.
Esta última investigación se lleva a cabo conjuntamente con el CIDAE, el Centro de
Investigaciones Aéreo Espaciales de la Fuerza Aérea Uruguaya. Hay también un
proyecto sobre radiactividad, llevado a cabo por la Dirección Nacional de Tecnología
Nuclear, el que trata de evaluar los niveles de radiactividad en los peces, en el agua y en
la atmósfera de modo de poder evaluar de qué manera el medio ambiente aquél, va
siendo alterado por los elementos externos y como incide en el ambiente.
Lo llevan a cabo un técnico de alta capacitación y dos mujeres científicas que en 1991
inauguraron las actividades femeninas en la Antártida y que conforman el equipo de
investigadores.
Trabajan en peces, algas, agua de mar, atmósfera, midiendo la radiactividad y viendo su
evolución a los efectos de tener un registro del mismo y poder evaluar cómo aquel
ambiente va cambiando por obra de elementos exógenos.
Existe también un proyecto sobre corrosión que es hecho por medio de un convenio
con la Facultad de Ingeniería, la Dirección Nacional de Meteorología y el Instituto
Antártico Uruguayo.
Se trata de observar el comportamiento de cuatro metales importantes en la oxidación.
Con qué niveles de aceleración los corroe el clima, ese clima tan particular. Junto con
72
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
73
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
74
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
El Turismo Antártico
El tema es de permanente actualidad. Por supuesto, también es de enorme importancia
para el Uruguay. Un lector del Semanario Crónicas Económicas de Montevideo, me
consultó sobre si existe la posibilidad de explotar el turismo a la Antártida, dada la
relativa proximidad del continente meridional y lo fascinante del escenario natural que
allí se puede encontrar como el interés que puede despertar en el turista observar la
forma en que conviven científicos de todo el mundo entre sí y en contacto con el mundo
natural antártico. También me comentó y consultó si me era posible contestarle sobre
qué significan «Agujeros de ozono» y «efecto invernadero» de los cuales se oye con
frecuencia comentar con relación a las actividades científicas antárticas y de las cuales
poco se sabe. Como los tres temas son de un gran interés general, me pareció
conveniente contestarle al lector por este medio, una vez hechas, por parte mía, las
consultas pertinentes en diversas fuentes, y de este modo, dar respuesta también a las
interrogantes de otros lectores.
Dedicaré pues este capítulo al tema del turismo antártico, dejando para la próxima
sección, un comentario sobre los otros dos importantísimos temas.
Hay numerosos motivos por los cuales se puede señalar que la Antártida es un
importante centro o polo de atracción turística. Hay en el continente helado bellezas
naturales indescriptibles, un mundo animal y vegetal fantástico cuyas formas de vida
son un atractivo interesantísimo para cualquier persona, monumentos geográficos
históricos de fascinantes experiencias humanas y es en definitiva, la Antártida, un lugar
al cual, el gran público no puede acceder con facilidad, lo que lo hace más atractivo aún
para aquellos que pueden costearse una excursión o un crucero turístico al continente
meridional.
Desde que fuera firmado el Tratado Antártico el lo. de diciembre de 1959, en
Washington, el turismo como industria comercial existe en la Antártida, o sea, hace más
de 30 años, y particularmente en los últimos años, el mismo se ha incrementado
notablemente, siendo cada vez mayor la cantidad de gente que visita con fines de
recreación exclusivamente, el continente meridional.
Este incremento del turismo internacional a la Antártida ha ocasionado una cantidad
grande de problemas que aún no han sido reglamentados por la comunidad
internacional. Como ya explicamos en uno de nuestros capítulos anteriores sobre la
Antártida, el Tratado prevé la realización periódica de Reuniones Consultivas con el fin
de considerar en con junto problemas tales como el del turismo, por ejemplo.
Pero por una razón o por otra, lo cierto es que tanto en la reunión última de Madrid,
realizada del 22 al 30 de abril de 1991 como en la de Viña del Mar llevada a cabo del 19
de noviembre al 6 de diciembre de 1990, como asimismo en las restantes Reuniones
Consultivas llevadas a cabo como la de octubre de 1991, en Madrid también, se eludió
por parte de los países miembros la inclusión del turismo e a el Protocolo de Madrid,
documento que liberó por un plazo de 50 años a la Antártida de ser explotada
industrialmente en sus riquezas naturales, o sea que se prohibió expresamente todas las
actividades mineras y petroleras en la Antártida por el período señalado.
El tema del turismo ha sido debatido en numerosas Reuniones sin que haya sido
resuelto aún y tanto los ecologistas como los científicos en general discuten si el
turismo debe ser prohibido totalmente en la zona o si bien dictan regulaciones para que
pueda llevarse a cabo sin que se originen daños al medio ambiente.
75
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
76
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
fuente más de ingresos de divisas para el país y de un turismo derivado del pasaje a la
Antártida. Mientras crece en el mundo el consenso en la necesidad de preservar la
Antártida como un gran laboratorio internacional privilegiado y una zona virgen y
reserva natural de la humanidad, el turismo en la región sigue aumentando sin que
exista todavía ninguna Convención de acuerdo sobre el tema.
En el próximo capítulo, dedicaré atención a los temas «efecto invernadero» y «agujero
de ozono», dos fenómenos de suma importancia y sobre los cuales se investiga
intensamente en la Antártida y que además, tienen importante incidencia también para
el Uruguay, muy especialmente, debido a nuestra ubicación geográfica.
Prometí prestar especial atención a pedido de un lector interesado en los temas «efecto
invernadero» y «agujero de ozono». Lo hago con mucho gusto, tras haberme informado
mediante la lectura de variado material impreso, y gracias a la amabilidad del Predictor
meteorológico Juan Torraca de la Oficina de Relaciones Públicas de la Dirección
General de Meteorología del Uruguay, con quien no solamente conversé extensamente
sino que además me obsequió un material valiosísimo.
Deseo hacer algunas precisiones previas imprescindibles. Abordé ambos temas, en
razón del objetivo de la serie que estamos publicando, con especial referencia al medio
geográfico y atmosférico antártico.
Por otra parte, pondré especial énfasis en su importancia para el Uruguay y los
habitantes del país.
Y por último, pero no menos importante, dadas las características de una nota
periodística, trataré de transmitir al lector una visión fácilmente comprensible de ambos
temas, precisar sus definiciones en la forma más simple y comprensible, sin perder el
rigor científico, de modo tal que permita al lector, de ahora en más, tener una idea y
conocimiento cabal en cuanto a saber de qué se trata, cuando nos referimos o alguien se
refiere a estos dos fenómenos atmosféricos tan importantes para la humanidad y
obviamente para la región meridional.
El efecto invernadero
Procuraré definir del modo más simple posible este fenómeno atmosférico, de modo tal,
que reúna en sí, los distintos conceptos que he encontrado en diferentes definiciones del
mismo. Bajo «efecto invernadero» -pues-se conoce el lento recalentamiento de la
troposfera, la capa inferior de la atmósfera, originado por la concentración de
determinadas sustancias gaseosas. Entre ellas muy especialmente, el anhídrido o
dióxido de carbono, como resultado del uso masivo de los combustibles fósiles, como el
petróleo, carbón o gas, el uso del metano, los óxidos nítricos y los hidrocarburos flúor-
clorados. ¿Qué quiere decir todo esto? Pues, lo siguiente. El lector debe saber que los
rayos solares que caen directamente sobre el planeta calientan la tierra como parte de un
ciclo natural. Resumiendo los hechos y sin internarnos en mayores detalles, más o
menos complejos, digamos que a lo largo de la historia geológica, este comportamiento
de retención del calor por parte de la atmósfera es similar al que ocurre en un
«invernadero» o «invernáculo» de vidrio o de plástico que no permite escapar por sus
paredes ni por su techo el calor recibido desde el sol. Por esta razón y algunas otras, la
humedad contenida en la atmósfera es el principal gestor de este «efecto de
invernadero».
77
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
El agujero de Ozono
Ante todo, ¿qué es el ozono? Constituye una forma inestable del oxígeno (tres átomos
en cada molécula), en lugar de la forma estable habitual del oxígeno presente en la
atmósfera baja, donde cada molécula contiene 2 átomos. Una vez que se ha formado una
cantidad suficiente de oxígeno gaseoso, la interacción de este último con la radiación
solar ultravioleta dio lugar a la aparición del ozono.
El ozono filtra unas pocas longitudes de onda de la radiación solar ultravioleta,
entonces, a medida que llega a un estado estable, la cantidad de ozono gaseoso
incorporado a la atmósfera, siguieron evolucionando en la biosfera organismos no
compatibles con las longitudes de onda filtradas. De este modo, la biosfera se
autorregula.
El ozono forma pues una capa o aureola que circunda a la Tierra y que la protege de los
rayos solares ultravioletas. A partir de diversos estudios y análisis de mediciones de la
cantidad total de ozono, se observó que aparecía una disminución local en la cantidad de
ozono en una zona extensa sobre el continente antártico durante la primavera polar.
Lo que llama la atención de este fenómeno, conocido popularmente y científicamente
como el «agujero de ozono en la Antártida», es que se produce únicamente durante la
primavera antártica después de la noche polar. Se inicia a fines de agosto y setiembre, se
mantiene constante durante el mes de octubre, y luego se recupera o se normaliza hacia
fines del mes de noviembre.
Algunas observaciones científicas efectuadas en la Antártida indican que esta
disminución del ozono se produce en la parte inferior de la atmósfera, entre los 15 y 20
quilómetros de altura, zona donde se observa la máxima concentración de este gas. Tal
cual demuestran las investigaciones efectuadas, el congelamiento del ácido nítrico que
precede a la descomposición del ozono mediante el cloro contenido en los
hidrocarbonos fluorclorados, se produce a una temperatura de 80 grados centígrados
bajo cero.
En la Antártida, próximo al polo sur, en invierno, se producen temperaturas que
efectivamente oscilan en los 80 grados centígrados bajo cero, o más.
Esto explicaría entonces, por qué el agujero en la capa de ozono sólo ha aparecido hasta
el presente exclusivamente en la Antártida. La capa de ozono es de vital importancia
78
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
para la vida en la Tierra y es por ello que, los gobiernos de diversas naciones están
tomando medidas terminantes para preservar dicha capa, evitando por todos los medios
dañarla por causa de la actividad productiva sobre el planeta.
La Antártida es, pues, el gran laboratorio, donde numerosos países investigan el
fenómeno en procura de conocer o mejor y aún a fondo, en beneficio de la humanidad.
79
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
80
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
81
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
El «Espíritu Antártico»
«Esforzarse, buscar, encontrar y no ceder». Esta frase se puede leer en la cruz que en la
Antártida recuerda al explorador Roberto Falcon Scott, fallecido en la Antártida, muy
joven aún, cuando regresaba en condiciones climáticas adversas, desde el Polo Sur, que
acababa de alcanzar, un mes apenas más tarde de lo que lo hiciera el primer hombre,
Roald Amundsen.
El Presidente de la República, Dr. Luis Alberto Lacalle, como ya señalé en un capítulo
anterior, siendo Diputado en el Parlamento uruguayo, presentó un proyecto de Ley en
relación con el tema antártico. Pero además, durante su gestión administrativa, la Base
Científica Antártica «Artigas» adquirió una mayor jerarquía infraestructural, se adquirió
por parte de la Armada Nacional un navío especialmente dotado de inmejorables
condiciones para efectuar los servicios marítimos a la Base Antártica Uruguaya, el
«Vanguardia», y la Fuerza Aérea recibió, durante la administración del Presidente
Lacalle también tres aeronaves del tipo «Hércules C - 130» especialmente aptas para los
vuelos a la Antártida.
Por otra parte, al realizar en febrero de 1993 un viaje a la Base Científica Antártica
Artigas, viaje que pensaba realizar con anterioridad, en 1991, y que suspendió debido al
estallido de la Guerra del Golfo, evidenció, con su presencia en la Antártida, siendo la
máxima autoridad de la República, la importancia que el Presidente Lacalle le otorga a
esa avanzada de la Nación que constituye, sin duda alguna, la Base Científica Antártica
Artigas y a la Antártida misma.
Justa importancia, por cierto, como lo hemos venido demostrando a lo largo de esta
serie de artículos. Pero además, su presencia en el continente helado, evidencia la
voluntad de la República por reivindicar el derecho del Estado uruguayo, como el de los
demás estados del hemisferio sur, a ejercer su soberanía en la Antártida, sin desmedro
del uso que otras naciones de otras regiones puedan hacer del continente antártico, y a
explotar, en beneficio de su población, la del Uruguay, claro está, la inmensa riqueza
natural existente bajo los hielos y mares antárticos, y que constituye una de las más
grandes reservas naturales de la humanidad.
Como alguna vez lo manifestara públicamente el Presidente de la República, Dr. Luis
Alberto Lacalle, «la Antártida, es un símbolo universal». Lejos de mi ánimo está todo
sentimiento chauvinista. Por el contrario, la Antártida es una impresionante sociedad de
hombres y mujeres dando un ejemplo al mundo, y entre ellos se encuentran los de la
82
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
--o--
83
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
84
Uruguay y uruguayos en la Antártida Orosmán Pereyra / Isac Gliksberg
85