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IRENE SÁNCHEZ CARRÓN

RAZONES

Bien está en otros


sostenerse. Porque nadie soporta la vida solo.
F. Hölderlin

Y porque estamos solos empezamos un verso.

Porque sentimos frío acercamos las manos


al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.

Porque tenemos miedo miramos otras muertes


y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.

Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo


por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.

Porque tenemos prisa inventamos finales.


Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.

Porque somos tan pobres no nos pesa apostar


lo poco que nos queda a este número incierto.

Porque somos humanos miramos a los dioses.


Porque no somos dioses jugamos a crear.
MENSAJE DE ROBINSON
A TODOS LOS NÁUFRAGOS

No hay certezas detrás de tanta espera.

Náufragos que pobláis cualquiera de las islas


de este mar de silencio, transcurridos los años,
admitid de una vez que habéis sido olvidados.

Quizá pasaron barcos o pudieron ser sueños.


Escuchasteis canciones hechas de blanca espuma
que venían de lejos a embriagar los sentidos.

No miréis más el agua. El mar no es salvación,


sino vuestra locura. Las olas nada ofrecen.
Perdida ya la fe, no miréis más al mar.

Dirigid vuestros pasos sin dudar tierra adentro,


sin añorar más suerte. Dominad vuestras islas,
preparad la cosecha y recibid los frutos.

Levantad vuestra casa sobre firmes cimientos,


como si en ella hubierais de estar hasta la muerte,
esperada visita que arribará a la costa.

Cercioraos de estar completamente solos


y ordenad la soledad sin rabia o desaliento,
como si nadie hubiera de encontraros jamás.
AL FINAL

Los ojos ven, el corazón presiente.


Octavio Paz

Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,


que se puede no amar de repente y no duele.

Duele el amor si pasa


hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.

El desamor no duele. Es visita esperada.


No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.

Somos así, mortales


irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.

De Porque no somos dioses (1998)


REFLEXIONES PREVIAS A LA SIGUIENTE ESCENA

El verdadero mérito de muchas acciones consiste en saber esperar.

Saber esperar es, en muchos casos, uno de los grandes méritos


de ser hombre.

Es preciso especializarse en esperar

un turno,
un día,
una escena,
el momento.

Entretanto, esperar.

La gente pasa.

Es preciso seguir esperando.

El pensamiento persigue a la voz que atravesó la tarde


o al sonido de unos pasos que se acercan,
se paran,
vacilan
y, por fin, se pierden.

En la espera se sueña,
se alargan amores,
se manosean recuerdos.

Una historia progresa a fuerza de desechar posibilidades


que juntas
serían otra historia.

Es posible vivir todas las posibilidades


mientras se espera
lo único posible.

El tiempo pasa.

El verdadero mérito de muchas acciones consiste en saber esperar.


CIUDAD

Son de nuevo las ocho.


Mientras voy al trabajo
en metro, como siempre,
me entretengo mirando mi reflejo
en la ventanilla del vagón.
En la oscura suciedad del cristal
mi rostro tiene un aire de ser intemporal y misterioso.
Prefiero las polvorientas ventanillas del metro
o los escaparates de las tiendas
a los espejos.
Hace años que no miro directamente mis ojos en un espejo.
Son de nuevo las ocho y un minuto.
La próxima estación será la mía.
Cuesta apearse siempre en la misma estación,
acudir al trabajo,
mantener la cordura,
no extraviarse.
Las ocho y dos minutos de qué año, no importa.
El tiempo va pasando
y el dolor nos visita día a día
y hay que ver cuánto cuesta
mantenernos en pie,
zarandeados por este traqueteo insoportable,
sin perder el equilibrio,
la cordura,
nuestro rostro emergiendo transfigurado
en las oscuridades de cada túnel
para acabar sintiéndonos los mismos,
día tras día,
y acudir al trabajo,
y no bajarse en cualquier estación
sino siempre en la misma,
y regresar a casa,
siempre regresar.

Este siglo comienza a hacerse interminable.


EL SUR, EL SUEÑO

Esa vana costumbre que me inclina


Al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina
J. L. Borges

Todo se ha ido borrando tiempo adentro


y he vuelto al sur inmóvil de la siesta.

Tú tal vez dormirás en la penumbra


de altos techos de cal. Te estoy buscando
entre el calor sin horas de la tarde
mientras muere de sed la vieja fuente
y vomitan geranios los balcones.

Vine porque las noches se llenaban


de un sol loco vertido por las calles.

Vine porque volví a escuchar los cascos


de caballos sin rumbo por el pecho.

Todo se ha ido borrando tiempo adentro.

Vine para morir.

Llamo a tu puerta.
HABITACIÓN DE HOTEL, 1931

Una mujer ha entrado en el viejo hotel


y va hacia el mostrador.

Una mujer se quita el abrigo gris,


el sombrero, el vestido y los recuerdos.

Una mujer retira la áspera colcha


de la cama de hotel.

Una mujer sin rostro, casi desnuda,


está sentada al borde de su vida.

Una mujer se esconde dentro del miedo


y, tras leer la carta,
mide su soledad interminable.
GEOGRAFÍA

“Eres libre"—dijiste.
Yo te miré en silencio
con la expresión absurda
de esas viejas muñecas
que se pierden un día
tras haberse arrastrado
por todos los caminos
sin rumbo de la infancia.

“Puedes ir donde quieras"


—dijiste. Y de repente
encogieron los mapas,
no hubo puertas abiertas,
una goma invisible
borró todas las calles
y entonces fue el dolor
un camino sin tierra y sin orillas.
LOS OBSTINADOS

El aire es inmortal. La piedra inerte...


F. G. Lorca

Al fondo de rincones escondidos


crecen flores ocultas entre hierba.

Hay raíces clavadas a la piedra


que aguardan impertérritas la lluvia.

Al sur del los veranos agostados


se oye la seca espera de los pozos.

Tanta belleza vive, tanto amor...

Bajo la nieve sueñan los caminos


con los días azules del deshielo.
EL ESCONDITE

Tengo miedo.

Jugábamos al escondite.
Yo me ocultaba
y tú me perseguías.
Pasaron largas horas
y tú no me encontrabas.
Pasó la primavera,
se esfumaron los largos días de verano
y vino el otoño con su crujir de madera seca
y vino el invierno con su dolor de corazón sepultado en la nieve.

Te espero en mi rincón
y tengo miedo.
ORÁCULO

No cruzaste aquel puente


y su remota voz de musgo
se enredará por siempre entre tus pasos.

Te dio miedo bajar las escaleras


y un negro precipicio de peldaños
se abrirá a tus pies cada mañana.

Desde hoy
todos los lechos
donde busques descanso
se llenarán de pozos
y caerán confundidos
tu rostro y sus caretas.
TIENDA EN CASA

Reciba, sin gastos de envío,


su sonrisa restaurada y blanqueada,
fácil de montar,
sin baterías,
biodegradable,
autoadhesiva,
inodora,
a prueba de bombas,
retransmisiones bélicas en directo,
genocidios,
intervenciones aliadas y ataques a objetivos no civiles
que al final resultan ser un puente, una fábrica,
quién sabe si algún parque,
eso sí, no civil.

Pruebe sin compromisos


nuestra sonrisa
sometida a los mejores controles de calidad
y vuelva a brillar con luz propia
en todo tipo de acontecimientos.

Si no queda conforme,
le devolvemos su tristeza.
AMANECER

Mientras duermes te miro.

Me recuerdas
el frío de las fuentes en los labios,
el prado debajo de la espalda,
la indescifrable danza de las nubes,
el dulce sabor de diminutos dedos en la masa,
la tierra en las uñas,
los pies mojados en los charcos,
los bolsillos repletos.

Contigo junto a mí
los días recobran la suave textura de la cera
y repiten mil veces el amanecer.

Contigo junto a mí
veo pasar de largo la tristeza.

De Escenas principales de un actor secundario (2000)


EL POETA AGUARDA, IMPACIENTE,
LA LLEGADA DE ALGUNA MUSA
(Estudio de escritor. Mesa de gran tamaño. Estanterías llenas de libros. Puerta al fondo
entreabierta. El personaje camina de un lado a otro del escenario.)

Que alguien recomponga los jarrones


rebosantes de rosas.
Necesito más luz
sobre el brazo desnudo que ahora escribe.
Los libros, que se vean desde todos los ángulos.
Unas hojas tiradas por el suelo pueden
crear ambiente.
Si es posible,
que caiga por completo la noche.
Una luna entre nubes
podría sugerir un halo de misterio.
En la calle
que parezca que la lluvia ha caído.

Ella entrará por la puerta del fondo.


Traerá el cabello húmedo —podría haber un fuego
donde secarlo lenta, muy lentamente.
No hablará.
No hablaré.
El silencio es lo más apropiado.
No elevaré los ojos para verla
hasta pasado un rato.

Ella irá hacia las rosas con aire ensimismado


y mirará la luna caminar por mi cielo.

Necesito más luz sobre mi mano.


Necesito más luz sobre las rosas
y un fuego y una luna y un cielo
antes de que ella llegue.

Y que haya llovido.


MANOS PINTANDO EN UNA CUEVA

Pasas las horas mirándote las manos.


En esta oscuridad tus manos son el fuego y las antorchas.

Hay un presentimiento que roza las paredes de tu alma.

Tus manos se parecen a árboles desnudos,


a rutas que se pierden en los sueños.

Cuando abres las manos es como si mostrases un tesoro.

Muy temprano recogiste la sangre


y su olor a impaciencia se vierte por la cueva.

Es extraña la sangre.
Son extrañas las manos.

Frenéticamente mojas tus manos en la sangre una y mil veces.


Frenéticamente imprimes tus manos una y mil veces
en el duro silencio de la piedra.
SILUETA DETRÁS DE UNA VENTANA

Que no sepa la rosa que la miras


ni sepa nunca el agua de tu sed.

Que las nubes


no se sientan flotar
en el azul profundo de tus sueños.

Que nunca sepa el mar


que palpita tu ser al ritmo de las olas.

La montaña,
que no te oiga suspirar sobre su pecho.

El bosque,
que ignore que podría extraviarte.

Que no sepa la tierra cómo mirar


sus frutas más sabrosas
y festejen tus ojos su belleza
sin que ella lo sepa.
MOTEL, MONEY, MURDER, MADNESS

Todas las calles de aquella noche iban al cielo.


Ella surgió del fondo de su vaso.
Quiso beber con él sin prisa.
Quiso saber su historia
mientras le deshojaba el corazón.

Más tarde
le pidió con los labios que se fuera con ella.

Confundir puede el cuerpo el placer con la muerte.

Pasaron como una exhalación por su memoria


la luz mortal de las farolas,
la sombra del sombrero,
el verde botella de los ojos de la chica

mientras se ahogaba en un charco rojo de pétalos.


ONCE INSTRUCCIONES PARA EMPEZAR EL DÍA

Que se levante y abra la ventana.

Que el sol entre a raudales por sus brazos.

Que mire al cielo y que lo encuentre limpio.

Que brillen en sus ojos los tejados.

Que la brisa más leve acaricie su cara.

Que una mano invisible le toque el corazón.

Que mire un poco hacia el suroeste.

Que se cierren sus ojos un instante.

Que el pensamiento vague perezoso.

Que sueñe otra ventana que se ha abierto.

Que mire, sienta, sepa y siga vivo.


PERSONAJE A PUNTO DE CRUZAR LA CALLE

Qué nostalgia infinita nos acecha


ahora que las ventanas sólo son
rectángulos vacíos de cristal y madera
contra la densa niebla de la tarde
y el otoño ha llegado
tras esa larga enfermedad que es el verano.
Qué pobre este ahorrar para luego
sin saber para cuándo,
y que las cosas ya no sean,
sólo sirvan,
y que se cierren puertas para siempre,
y marcharme
con lo que quise haber dicho entre los labios
y cruzar la avenida
cuando cambien a verde los semáforos.
EQUIPAJE

Mantén, camino, tú, la esperanza.

Van cayendo los días


en las secas cunetas de mis años,
pasan las estaciones,
otros son los viajeros que hoy marchan a mi lado,
ha caído algún árbol que estuvo antes erguido
y las aves que perdieron el rumbo
vuelan ya de regreso.

Manténte tú, camino,


con cansancio y con sed, con hambre y con deseo,
y dame tus placeres,
tu empinada hermosura hacia el ocaso.

De Atracciones de feria (2002)


NO HABLEMOS DE POESÍA

No hablemos de poesía.
La tarde está perfecta,
llueve y la gente corre a sus refugios.
Pensemos adónde irá la mujer de hermosas piernas salpicadas de barro
o el hombre sin paraguas que cruza sin permiso la avenida.
Pronto se quedará desierta nuestra calle
y tendremos que hablar de cualquier cosa,
de poesía quizá,
de cualquier cosa.
INFANCIA

Soñaba el corazón…
¡Oh sueños de la escuela!

Concha Méndez

Calles estrechas,
balón,
cristales rotos,
la rodilla escociendo sobre el suelo,
última fila en clase,
solitarias vocales buscando consonantes,
los números en serie bajo las uñas sucias
y un nombre escrito en todos los cuadernos,
en todas las paredes,
sobre tu propio aliento en el espejo,
tu mano en el alféizar alimenta a los pájaros
mientras repites
que España limita al norte con el mar Cantábrico
y alguien te clava espigas
en el jersey de lana.
CARPE DIEM

PARA UN AMANTE INDECISO


Tómame ahora que aún es temprano
Juana de Ibarbourou

No entiendo tus palabras


ni los goces que ofreces
siempre para más tarde,
siempre un poco más lejos,
como una cena fría
tras el castigo impuesto.

Sólo sé dar razón de aquí,


de este momento,
de tus labios frutales
saliendo del invierno,
de mis manos hambrientas
rebuscando en el fuego,
del sabor de tu espalda
cuando empieza el deshielo.

Gocemos todo aquí,


si puede ser ahora,
lo presente y concreto,
lo seguro y lo cierto,
los placeres del alma
con el cuerpo.

No entiendo tu lenguaje
de promesas al viento.

Sólo quiero saber:


¿te quedarás más tiempo?
AMOR DE BIBLIOTECA

¿De qué me sirve, pregunto,


la tinta, el papel y el verso?

F.G. Lorca

Tú,
libro abierto en las manos,
de pie,
en el pasillo de la biblioteca,
tan lejos de relojes y de inviernos,
reinas
en patrias de papel y tinta negra.

Yo,
a prudente distancia,
te persigo.
Voy cogiendo los libros que tú dejas
y rastreo tus huellas
por ciudades perdidas en la faz de los mapas
y te encuentro
en medio de contiendas,
con los vencidos,
entre los vencedores,
a campo abierto
y en torres de marfil
donde a veces te encierras y devoras
versos de amor. Amor,
así pasas las horas
robadas a mis sueños.

A veces, frente a ti,


separados por una estantería,
siento cómo respiras
y, a través de volúmenes sombríos,
juego a rozar tu mano
cuando busca voraz
entre todos los libros
el libro deseado.
Siento cómo tus dedos
húmedos de tus labios
desnudan hoja a hoja
otro cuerpo que arde entre tus brazos.

Mientras así te alejas,


yo,
negro borrón de celos,
verso de amor tachado,
triste botín de guerra,
ávida de tus ojos y tus manos,
en el silencio de la biblioteca,
te escribo otro poema.
NINGÚN MENSAJE NUEVO
Porque te robaré hasta el alma, te enseñaré a bailar…
Bebe

Los días que no vienes


compruebo los mensajes,
ningún mensaje nuevo,
revuelvo los cajones,
me voy de un lado a otro,
esta casa parece
un teatro vacío,
libros en los estantes,
poemas archivados,
oscuridad, silencio,
manos en los bolsillos,
compruebo los mensajes,
ningún mensaje nuevo,
me asomo a la ventana,
esta ciudad es como
tantas otras ciudades,
las mismas avenidas,
lugares que se copian
en blanco y negro el tedio,
compruebo los mensajes,
ningún mensaje nuevo,
escucho las canciones
que me hiciste aprender,
de pronto estoy bailando,
río y subo el volumen,
sobre las caderas se mueve mi falda…
abro el cuaderno,
escribo,
me asomo a la ventana
y grito mi mensaje:
nunca sabré de qué sales huyendo
los días que no vienes.
VINISTE
Y SALIMOS AL BALCÓN
A VER LA LUNA

Los dos vemos la luna.

La tuya está muy lejos,


a miles de kilómetros del suelo.
La mía se pasea
por todas las orillas de la Tierra.

La tuya está compuesta


de no sé qué metales, me comentas.
La mía es miel helada,
fría plata, dolor, desasosiego.

Tu luna es un satélite
que gira solitario en su sistema.
La mía es una diosa
que agita el corazón y las mareas.

Tu luna está en el cielo,


con cráteres, océanos, desiertos.
La mía está en tu cuerpo
con fuego, sal y sed, hambre, deseo.
DE SENECTUTE

Cuando yo era muy niña


las viejas se peinaban como diosas.
Me gustaba acercarme y contemplar
el sencillo ritual de cada día:
las viejas, sentadas a la puerta,
esperaban tranquilas a sus hijas
que llegaban alegres, bulliciosas,
a deshacer el moño del día anterior.

Con la mirada absorta de la infancia,


observaba caer los escasos cabellos
sobre los hombros secos y la espalda abatida.
Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro
con los ojos cerrados
y no podía yo quitar mis ojos
de la piel transparente de sus sienes,
de la azulada red de duras venas,
de los largos mechones apagados.

Así avanzaba otro día,


se tejían las trenzas con esmero,
se trataban asuntos de mujeres,
a veces susurrados,
a veces relatados con viveza,
mientras peinas y horquillas
flotaban en la blanca palangana.

Cuando yo era muy niña


las viejas iban siempre de negro
y vivían
cara al sol en silencio y con los ojos cerrados,
y se peinaban
como si fueran diosas.
Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba
acababa cubierto por un pañuelo negro,
un día más, oculto.
un día más, perfecto.
MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO

Sentada en la piedra de siempre


te esperaba.
A la orilla del tiempo
escribía mis versos en el suelo
mientras atardecía el valle
y la línea de sombra
ascendía despacio
por la otra ladera.

Inmóvil deshojaba la solitaria flor del desaliento.


Vendrá. No vendrá.
Cuando lleguen las sombras a la casa,
cuando el último rayo acaricie la cumbre…

Y tú volvías siempre
con los bolsillos llenos de calor
cuando empezaba el frío.

De Ningún mensaje nuevo (2008)


Irene Sánchez Carrón nació en 1967 en Navaconcejo, pueblo situado en el Valle del
Jerte (Cáceres). Es Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Extremadura y
en Filología Hispánica por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Es
Máster de Español para Extranjeros por la Universidad Antonio de Nebrija. Ha
impartido clases de español en Londres. Es profesora de Lengua Inglesa en el I.E.S.
“Castelar” de Badajoz y actualmente trabaja como asesora en la Unidad de Programas
Educativos de Badajoz.
Fue ganadora del Premio “Valbón” 1996 de Valencia de Alcántara (Cáceres) y del
Premio “Hermanos Argensola” 1997 de Barbastro (Huesca), con el poemario Porque no
somos dioses, publicado en 1998. Con el libro Escenas principales de un actor
secundario obtuvo el Premio “Adonais” 1999 que se publicó en 2000 en la editorial
Rialp.
En 2001 colaboró en el libro conjunto Siete poetas, siete poemas y una canción
publicado por la editorial De la Luna Libros. En esta misma editorial publicó en 2002
un pequeño libro de canciones titulado Sevillanas. Su obra Atracciones de feria apareció
en 2002 en la colección Abezetario, publicada por la Diputación de Cáceres. En
septiembre de 2008 obtuvo el premio de poesía “Antonio Machado” de Baeza con
Ningún mensaje nuevo que apareció ese mismo año en la editorial Hiperión.

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