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También la Psicología estudia el modo de obrar humano, pero mientras ésta estudia
cómo obra de hecho el hombre, la É. estudia cómo debe obrar. Aun cuando se da una
estrecha relación entre la salud mental o psíquica y la perfección moral, son cosas
diferentes. Lo que motiva a un hombre a obrar bien o mal es distinto de la bondad o
malicia del acto mismo. La É. precisa de los conocimientos que la Psicología le brinda
sobre lo que constituye o impide la voluntariedad de los actos, pues donde no hay
voluntariedad no puede haber moralidad, pero no se detiene ahí, sino que pasa a analizar
la moralidad de esos actos voluntarios (v. VOLUNTARIO, ACTO).
Esta conexión real entre moral y religión, y, por tanto, entre É. y Teología moral, ha
sido con frecuencia defectuosamente conceptualizada, como es fácil que ocurra en todas
las ciencias que se ocupan de cuestiones vitales o existenciales del hombre (se necesita
para desarrollar e investigar esta clase de ciencias una especial rectitud o cualidad moral
por parte del investigador; v. luego, It; v. t. INVESTIGACIÓN VI, 1). La É. estudia la
bondad o malicia moral de los actos humanos desde una consideración de la naturaleza
del hombre y de las cosas, lo que lleva consigo reconocer la dependencia respecto a
Dios (o los dioses), las obligaciones para con Él y demás derivadas de esa dependencia.
Los principios y normas morales que la É. señala tienen su fuente en la naturaleza
racional y libre del hombre, conocida a la luz de la razón, como dependiente de o creada
por Dios; por tanto, toda É. propiamente tal incluye y exige lo religioso, la relación
esencial con Dios. Y la moral o é. religiosa, derivada de una Revelación o religión
positiva, no puede destruir ese orden moral natural, sino que lo supone (v. t. RELIGIóN
III).
Como ciencia normativa presenta una afinidad con la Lógica (v.) y la Estética (v.),
que estudian también algo que es dirigible por la razón, a saber los actos mismos de la
razón y las normas de su recto uso (en el caso de la Lógica) y los actos judicativos de lo
bello y las normas por las que se rigen (en el caso de la Estética). Pero se distingue a su
vez de ellas no sólo por la índole práctica de su objeto, sino también por el carácter
absoluto de su normatividad. Mientras que la Lógica y la Estética orientan sus normas a
una finalidad restringida y, por tanto, hipotética, las normas de la É. se orientan a una
finalidad absoluta y categórica y no a un objetivo o bien relativos. Y así se distingue
también de las ciencias encaminadas a suministrar un saber operacional o unas técnicas
determinadas para la realización de un objetivo externo.
Las principales concepciones éticas. A lo largo de la historia de -1a É., que es tan
antigua como la humanidad, se han producido diversos intentos de interpretación
coherente y sistemática de la realidad moral (uno de los primeros conocidos es el de
Sócrates, v.). Las diversas concepciones éticas surgidas de tales intentos han recibido un
calificativo de acuerdo con la noción o apecto de la realidad moral que han destacado
como principal y en torno a la cual han hecho girar las demás nociones. Así se habla de
sistemas éticos teleológicos o deontológicos, según giren en torno a la noción de «fin»
(v.) o a la noción de «deber» (v.); la é. aristotélica y la é. kantiana vienen recibiendo
estos calificativos respectivamente; como recibe el calificativo de axiológica la
concepción ética en la que prima la noción de «valor» (v. AXIOLOGíA) en oposición a
la noción de «bien» (v.).
Pero hay una connotación presente en el modo de designar estas teorías, a saber, la
de considerar que estas nociones adquieren en la respectiva teoría una exclusividad que
oscurece o en los casos más radicales niega decididamente las demás nociones morales,
con las que entra en conflicto. Tal es el caso concreto de la llamada é. sociológica que
positivamente toma como noción principal la dimensión social de la actividad humana,
y negativamente declara a la É. como ciencia fáctica en oposición al carácter normativo
con que se la define. En esta concepción la «norma» es sacrificada en aras del hecho
moral que se intenta describir.
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