Titulo: El sol arda en Argelia Autor: Anastasio Opardapulos Otorgacin del Nobel: A completar Resto de premios: A completar Ventas:

A completar Edicin: 1ra El sol arda en Argelia. Los condenados permanecan con su cabeza sobre el rido suelo, esperando la inminente ejecucin. Las campanas sonaban dando muestra de aparente justicia. Los pueblerinos hacan notar su presencia, ante un escenario poco disimulado. Pastor musulmn: La verdad divina nos encuentra hoy para dar destino a estas almas errantes. Nuestra decisin es la manifestacin justa y doctrinaria de una realidad inequvoca e incuestionable. Quien insine lo contrario, puede empezar por ponerse el collar de los condenados. Condenado2: Pero si el nico mal que puedo hacer es vender frutas en el mercado, las que solo pueden estar algo machacadas. Por favor su santidad. Tanto este pobre hombre como yo somos inocentes. Condenado1: Ni siquiera se nos dice por que nos acusan. Por amor a Al. Pastor musulmn: Estos hombres hablan a trabes del mismsimo diablo. Y para dar jactancia a este juicio, sern sometidos a pruebas tan evidentes como certeras, que borraran rastros de cualquiera duda. Levanten a esos hombres, e invtenlos a que reciten, si pueden, cualquier prrafo del Coran. Texto que no podr salir de sus sucias bocas. Condenado 1: En cambio a los temerosos de Al se les deparara el xito: jardines y viedos, vrgenes de senos trgidos, y de una misma edad, de copa desbordante. Es una retribucin de tu Seor Al, regalo bien pensado Pastor musulmn: Ahora el otro. Condenado2: En cambio a los temerosos de Ala, como as a los inocentes enjuiciados les llegara el xito. Jardines con viedos, y vrgenes con senos tupidos Los pecadores morirn, y los pastores musulmanes que no sean benevolentes, corrern la misma desgracia. Amen. Pastor musulmn: Esas son puras blasfemias. Llamen a los verdugos para que corten ambas cabezas. Orador del pueblo: Su santidad, el primero de los acusados pudo recitarlo la palabra divina de manera eficiente y fluida. Por que insistir en su muerte? Pastor musulmn: El mismsimo diablo susurro aquellas frases sobre su odo. Ambos debern ser ejecutados. Orador del pueblo: Requerimos ms pruebas. Pastor musulmn: Entonces las tendrn. Traigan esas dos rocas, y arrojenlas sobre el fuego. Cuando cambien de color, sintonia de su elevada temperatura, cada acusado debera poder sostenerla con sus manos, si Al lo permite, sin expresin de dolor. De lo contrario, no habra otro destino que la muerte. Condenado2: