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La amistad, lo mejor de la poesa de Francisco Paco Urondo, Tengo los mejores amigos de la tierra y los quiero de corazn, con

toda mi mala memoria: ellos sufren las angustias y las revelaciones de esta poca torva que nos toca vivir. Qu dara por verlos fundamentalmente alegres y despreocupados, pero nadie tiene el dinero suficiente. A veces, cuando nos sentamos a charlar y a tomar un poco de vino, se terminan por un rato las catstrofes, se diluyen con el calor del humo. Nuestra base de operaciones suele ser un viejo despacho de bebidas, anexo a un almacn. All los parroquianos se conocen de vista, a veces han conversado alguna cosa; un borracho debe ponerse demasiado cargoso para que terminen por echarlo. Las mujeres (tengo algunas amigas) son respetadas, pero nadie deja de mirarlas (y no me excluyo) con alguna maliciosa codicia, con ese candor de las criaturas del alcohol, con esa implacable bondad. Algunos se han divorciado, otros se han vuelto a casar, algunos viven solos y yo no s si unos u otros han dado en el clavo. Edgar, por ejemplo, que sonre o se enoja o se distrae. O Csar que viaja tanto por Espaa, flotando sobre una marejada de imperceptible impaciencia; no s si han dado en el clavo. Julio con su manada de mujeres, o los dos Carlitos; Rodolfo, grande como un chico. Sergio y su violn y sus desmayos en las tribunas de ftbol, no s si han dado en el clavo. No s qu ser de nosotros, ni de los amigos perdidos o lejanos como Ral Gustavo o el otro Rodolfo o Ramiro. Nadie sabe si hemos dado en el clavo, si tuvimos ganas de hacerlo, si este fue nuestro fin de semana, nuestro rquiem, nuestro reidero. Es gente de lo mejor que hay por all y todo el mundo debera ofrecer aos de vida por conocer a Juan o a No o a cualquiera de ellos: volcados ciertamente sobre la vida, respirando este aire que enriquecen, me sonren y se levantan a tocar los augurios buenos o malos, a golpear diariamente los tobillos de la realidad. A dar gracias por nuestra suerte. P. U.

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