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Marco histórico, sociocultural y filosófico de Immanuel Kant

Immnauel Kant vivió en el siglo XVIII, coincidiendo con la independencia de


Estados Unidos, la Revolución francesa en 1789 con la ocupación de la Bastilla, y los
inicios de la Revolución Industrial. Estos cambios estuvieron vinculados a la
consolidación del capitalismo y al ascenso social y político de la burguesía, quien
impuso un nuevo modelo cultural: la Ilustración. Kant la describe como aquella actitud
mental por la que el hombre se decide a salir de su «minoría de edad [...] utilizando su
razón sin ayuda de otro». En este siglo denominado El siglo de las luces y de los
filósofos en Francia se pretende desenterrar al hombre del oscurantismo en que viven los
hombres por ignorancia o por superstición, como transmitía la enseñanza religiosa.
Igualmente propugna la expresión latina: sapere aude! (atrévete a saber) donde se invita
al hombre a iniciar la búsqueda y la expansión del conocimiento semejante a una luz
que ilumina la oscuridad. Se abre así una época histórica: La Ilustración. Previamente se
había utilizado en el campo de la filosofía la “metáfora de la luz” que ilumina al ser
humano, pero anteriormente esta luz emergía de Dios o de la divinidad. En la Ilustración
esa luz proviene del ser humano, a través del trabajo y el esfuerzo de la razón
caracterizado por una mirada crítica, la luz se haría patente a su alrededor,

En el terreno político, predomina el despotismo ilustrado, sistema en el que los


monarcas aplicaban las reformas sociales propugnadas por los ilustrados, pero sin
contar con la participación popular. En Prusia, el prototipo de monarca ilustrado fue
Federico II el Grande – muy admirado por Kant -, protector de la libertad de
pensamiento. La práctica de las ideas ilustradas se aprecia a finales de siglo en el paso
del antiguo al nuevo régimen mediante la abolición de los estamentos privilegiados, de
monarquía absoluta a una monarquía parlamentaria o a la república y, ante todo, que los
hombres dejen de ser súbditos para convertirse en ciudadanos. La Ilustración lleva al
hombre a responsabilizarse de su saber y de su obrar, ejerciendo la fuerza del pensar por
sí mismo y decida sus acciones personalmente. Por eso, la revolución francesa afecta
tan fuertemente al sentir y al pensamiento de Kant.

La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y oficios de Diderot y


D`alembert (1751-1771), que defendía los principios de la tolerancia, cosmopolitismo y
respeto a la dignidad del ser humano, es la mejor expresión de los ideales ilustrados:
saber es clarificación, la luz que ayudará a satisfacer todas las necesidades y solucionar
todos los problemas de los hombres. Con la Ilustración culmina el movimiento de
secularización característico de la Edad Moderna: la razón se libera de cualquier tutela
política o religiosa. Así mismo la preocupación en los modos de saber ilustrado, contra
la tradición, es descubrir lo natural y lo racional en la naturaleza, en la sociedad y la
historia.

Todos los ilustrados compartieron el ideal de progreso: pensaban que los avances
educativos, científicos y tecnológicos harían posible una humanidad más justa e
igualitaria. Así, Kant proponía fundar una Sociedad de Naciones que acabara con la
rivalidad entre los Estados.

Las ideas ilustradas sobre la sociedad se imponen preferentemente por la denuncia de


las desigualdades entre los hombres, analizadas y fuertemente combatidas en la obra de
Rousseau, donde se afirma y analiza el saber en la naturaleza mediante la inducción y el
análisis, antes que por la afirmación de las ideas y el procedimiento deductivo, así como
la afirmación de los hombres iguales y libres por sí mismos y no meramente por una
tradición ancestral, religiosa o civil.

En el terreno científico, la física de Newton culminaba la obra de Copérnico, Kepler y


Galileo, con una concepción de la ciencia basada en la combinación de la
experimentación y el cálculo matemático. En este siglo, la ciencia avanzó de forma
considerable. Con el incipiente desarrollo de la ciencia y la técnica, la cultura deja a un
lado las referencias trascendentales con las que se planteó en épocas anteriores. Este
proceso recibe el nombre de secularización de la cultura.

En el contexto filosófico, desde el racionalismo dogmático alemán, Wolff mantenía la


posibilidad de la metafísica, es decir, un saber a priori, independiente de la experiencia,
acerca del alma, del mundo y de Dios. Desde el empirismo, Hume, al fundar el
conocimiento humano a priori, en la experiencia, consideraba la metafísica una ciencia
imposible. Se considera que la razón humana es autónoma, no depende de la cultura, la
religión o la política. Precisamente estas últimas tienen que fundarse en la razón ya que
a diferencia del conocimiento engañoso que nos proporcionan los sentidos, el
conocimiento que nos proporciona la razón puede ser cierto y seguro. Cuando este
conocimiento se ejerce, la razón humana adquiere un carácter “crítico”(ordena nuestra
capacidad de juzgar) y “analítico” (ordena el saber en unidades elementales. Esto
provoca que la intención ilustrada sea ordenar la vida moral según la propia razón, y no
según gustos o costumbres. De este pensamiento se extrae que la conciencia del deber o
la virtud no nacen desde fuera de la razón humana, sino desde dentro del propio sujeto.
De igual forma, estas afirmaciones se extrapolan al terreno político, y se comienza a
buscar un régimen político adecuado para la razón humana (como razón pública) y se
desarrolla un derecho estrictamente “racional” o “natural”. A partir de este derecho se
ordenan los Estados como “Estados de derecho” y se llegan a explicar como resultados
de la voluntad humana que realiza un contrato (Locke. De esta manera, nace el
contractualismo político con el que se expresa la voluntad general (Rousseau), y con
esta fórmula del contrato se consigue equilibrar las ideas de tolerancia, respeto y
libertad.

En el ámbito religioso destacan tres corrientes: el deísmo de Voltaire, que mantenía una
religión natural, válida para todos los seres humanos y sin dogmas; el pietismo, secta
protestante fundida por Spener, que basaba la religión en la reflexión personal y en la
práctica de la virtud; y el ocultismo místico de teósofos como el sueco Swedenborg, que
significó el contrapunto a la filosofía de las luces.
Influencias y repercusión del pensamiento de Kant

Del racionalismo, a través de Wolff, Kant tomó la idea de que el conocimiento


científico tiene que tener un carácter universal y necesariamente verdadero, por lo que
ha de existir algún factor a priori en el conocimiento, proveniente de la razón del sujeto.
Sin embargo, la influencia del empirismo de Hume le hizo consciente de la importancia
de la experiencia y de los límites del uso de la razón. También le hará rechazar la
posibilidad de establecer la metafísica como ciencia: Dios, el alma y el mundo pueden
pensarse pero jamás llegar a conocerse.

A través de Rousseau, Kant comprende que el conocimiento científico, por su finitud,


no asegura la felicidad humana, y por eso requiere un complemento ético. Tampoco
conviene olvidar otras influencias más lejanas como la del pietismo luterano en su
juventud, posteriormente continuó con su formación humanística del colegio
Fridericiano, cuyo director era el profesor Franz Albert Schulz y los estudios superiores
los cursó en la misma Universidad de Königsberg, orientado preferentemente por
Martín Knutzen, que lo inició en el conocimiento de Newton y de Wolff. También
estudió Matemáticas y Física y asistió a lecciones de Teología del pietista Schulz. En su
pensamiento también se halla influencia de los antiguos estoicos (con su ética rigorista
de la virtud) o la referencia a las ideas de Platón (que Kant reformula situándolas en la
razón del sujeto) y a su ética intelectualista.

En cuanto a la repercusión de la obra de Kant, además de influir en artistas como


Beethoven o Schiller, por ejemplo, cambió el curso de la historia de la filosofía. Del
pensamiento kantiano derivó, en primer término, el idealismo alemán del siglo XIX,
cuyos principales representantes, Fichte, Schelling y Hegel, construyeron grandes
sistemas filosóficos con los cuales pretendían explicar toda realidad, rebasando así la
propuesta crítica de Kant. Esta línea culminó en mar y su concepción dialéctica de la
historia.

También se deriva de Kant el pensamiento de Schopenhauer, que recogerá el concepto


kantiano de la «cosa en sí» identificándolo con la voluntad como principio irracional de
la realidad, y el de Nietzsche, que criticará la ética formal del deber kantiano, por
considerarla opresiva para la vida.

Durante el siglo XX, la influencia de Kant se detecta en los neokantismos, que trataron
de sintetizar el pensamiento de Kant con la ciencia contemporánea. La influencia del
neokantismo se dejará sentir, por su parte, en el raciovitalismo de Ortega y Gasset,
quien critica la razón pura de Kant, por su abstracción, tratando de ligarla a la vida, y en
el realismo crítico de Nicolai Hartmann.

Otros autores influidos por Kant son: Max Scheler, que critica la ética formal kantiana,
oponiéndole una ética material de los valores, Heidegger y Sartre, que propondrá una
ética formal de la libertad, inspirada en Kant, pero radicalmente atea.

Finalmente, habría que mencionar a Wittgenstein, que sustituyó el problema kantiano de


los límites de la razón por un análisis de los límites del lenguaje, a través del cual se
expresa nuestro conocimiento. En nuestra época, Jurgen Habermas, mediante su teoría
de la acción comunicativa, ofrece una versión consensualista y dialógica de la ética
kantiana.

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