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11 IMMANUEL KANT:

RAZÓN TEÓRICA Y RAZÓN PRÁCTICA.


1. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO.

1.1. Política, economía y sociedad

La vida de Kant (1724 – 1808) transcurre durante la mayor parte del siglo XVIII.

Durante este siglo se extiende el movimiento histórico conocido como Ilustración en el que los

pensadores y reformadores sociales pretenden la difusión del conocimiento como medio de

ampliar las libertades públicas.

Este movimiento estuvo amparado por la estabilidad política que sucedió en Europa tras

el tratado de Utretch (1713.Tras la guerra de sucesión española los imperios francés e inglés

se convierten en los nuevos árbitros de la política europea. La tensión entre ambas naciones

será continua durante todo el siglo, sin embargo no se llega a una guerra abierta debido a que

en estos momentos ambas naciones están más interesadas en consolidar sus intereses

coloniales y el dominio de las rutas comerciales antes que en la expansión por el continente.

A la estabilidad internacional se une cierta prosperidad económica producida por la

implantación del liberalismo económico y el aumento de la producción propiciado por la primera

etapa de la revolución industrial. El liberalismo genera un impulso importante a la economía

europea al promover la libertad de comercio que a su vez será la causa de la búsqueda de

nuevas rutas comerciales y la colonización de aquellos lugares en los pudiera existir algún

interés económico. Por otra parte, la extensión de los conocimientos y técnicas científicas

aumentarían considerablemente la capacidad de producción. La introducción de los procesos de

producción industriales se hará cada vez mayor hasta generar la revolución industrial del XIX.

La estabilidad, la colonización y la prosperidad económica serán la causa de aumento

ininterrumpido de la población europea. Anteriormente predomina un régimen demográfico

antiguo en el que la alta natalidad y mortalidad impiden el crecimiento de la población europea

de manera constante. En el siglo XVIII el crecimiento de la población no se basará en el

aumento de la natalidad sino en la baja mortalidad gracias a la mejora general de las

condiciones de vida de la mayoría de la población (especialmente la población urbana).


Filosofía 2 Tema 11: Kant: razón teórica y razón práctica

Precisamente la mejora constante de las condiciones de vida de la población pone de

manifiesto la necesidad de amplias reformas en la sociedad de la época. En este siglo todavía

impera el que los Ilustrados llamarán “antiguo régimen”, es decir, el viejo sistema de

estamentos sociales en el que una pequeña parte de la población, la nobleza y el clero,

mantienen una serie de privilegios heredados sobre el “tercer estado” (burguesía, artesanos,

campesinos). El crecimiento de la población y, consecuentemente, de las necesidades sociales

se veía frenado por el mantenimiento de una serie de monopolios, concesiones y prerrogativas

de una aristocracia en su mayoría ociosa e insensible a las necesidades del pueblo.

Los reyes, en parte por las necesidades e impulsos del pueblo y en parte por la

necesidad de afianzar su poder mediante el debilitamiento de la aristocracia y sus privilegios,

fomentarán la realización de reformas políticas, y sociales que consideraban que eran

necesarias en ese momento. Para ello se alían con la élite intelectual y económica de la época

generando lo que se conoce como despotismo ilustrado. El principal objetivo era el

fortalecimiento del Estado por lo que ponen en marcha una serie de medidas como la

centralización del gobierno frente a los poderes locales y regionales, potenciación de la

industria nacional mediante la creación de fábricas nacionales, impulso al comercio con la

mejora de los medios de transporte y las infraestructuras. Y todo ello, en conexión con las

ideas ilustradas promoción de la instrucción pública y del avance científico mediante la

creación de escuelas y universidades públicas y la financiación de las sociedades e

investigaciones científicas.

Sin embargo, las reformas promovidas por los monarcas ilustrados fracasaban porque

pretendían mantener el poder absoluto de los reyes y sin tocar los privilegios aristocráticos

para evitar enfrentamientos que debilitaran la posición de los monarcas. Por eso cada vez

aumentaban las voces que pedían no unas simples reformas políticas sino u cambio radical de la

sociedad: una revolución.

Este espíritu revolucionario es el que inspiraría los dos hechos que determinarían el

final del siglo y el comienzo de lo que se conoce como época contemporánea de la historia

universal: la independencia de los Estados unidos (1776) y la Revolución Francesa (1791). Ambos

hitos históricos aunque causados por distintos motivos comparten la misma base ideológica: la

eliminación de privilegios, el acceso de las clases bajas al poder y la extensión de las libertades

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públicas. En otras palabras, el gobierno del pueblo basado en la razón y no en el privilegio

heredado.

1.2. LA CULTURA.

Aunque Immanuel Kant nunca salió de su ciudad natal,

su puesto como profesor de lógica y metafísica de la

universidad de Könisberg le puso en contacto con las

corrientes de pensamiento de su época. Fue un defensor

entusiasta de las reformas políticas y sociales y saludó con

optimismo las revoluciones norteamericana y francesa

(aunque la posterior deriva hacia el terror le llevaría a

replantear sus adhesiones.

Como todos los grandes pensadores europeos, se

considera un ilustrado. De hecho en su obra “¿Qué es la Ilustración?” hace una ferviente

defensa de este movimiento cultural al que distingue con el lema “Sapere Aude”, atrévete a

saber. En esta frase se resumirían las dos características principales de la Ilustración: la

confianza en la capacidad de progreso del ser humano y la seguridad de que ese progreso solo

era posible mediante la ampliación y extensión del conocimiento.

Con respecto a la primera pretende que el ser humano salga de las tinieblas de la

ignorancia y alcance la luz del conocimiento. Esta metáfora de la luz que da nombre a este

movimiento no es nueva ya que se empleaba para definir la gracia divina que iluminaba a las

personas en el verdadero camino de la fe. También Platón la había empleado para describir el

conocimiento de la autentica realidad tras salir de la mentira de la caverna.

Sin embargo, los Ilustrados utilizan el concepto de la luz con otro significado. La luz es,

efectivamente conocimiento, pero no la que procedía de arriba, de la divinidad o de las Ideas

Superiores sino del propio esfuerzo y trabajo del ser humano. Era el propio hombre el que

proyectaba la luz a su alrededor con su esfuerzo por mejorar, por iluminar la realidad y

erradicar las tinieblas, superstición e ignorancia que le rodeaba. Aunque persiste la creencia en

Dios, se creía también que la humanidad había alcanzado ya la madurez suficiente como para

creer en sí misma, es sus propias posibilidades.

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Esta madurez implicaba que los seres humanos solo podrían desarrollar todas sus

potencialidades mediante la extensión de la libertad. Pero una libertad plena era imposible en

esos momentos por el sometimiento de los seres humanos a formas de gobierno y, sobre todo,

costumbres sociales que nos impiden ser felices. Por eso una de las principales características

del pensamiento y el arte Ilustrado es el desarrollo de la crítica social y política. Así por

ejemplo, pensadores como Montesquieu o John Locke propugnan la separación de poderes.

Voltaire con gran sagacidad e ironía sacude con sus popularísimas obras la censura, las

tradiciones absurdas y a intolerancia. David Hume indagaba en los orígenes de las tradiciones y

los comportamientos humanas en sus tratados. Rousseau, por su parte defendía una vuelta a la

naturaleza como forma de recuperar la libertad que se había perdido al integrarnos en una

sociedad repleta de obligaciones absurdas.

Todas estas críticas pretendían liberar a los seres humanos de la superstición y la

ignorancia porque todos coincidían en que solo mediante el conocimiento los seres humanos

pueden llegar a alcanzar el suficiente progreso que le permita una vida libre y feliz. El

conocimiento, por su parte, solo sería posible si se extendía la educación y el conocimiento

científico.

Con respecto al primero, los ilustrados impulsaron la creación de centros de enseñanza

públicos alejados del conocimiento tradicional en manos de los sacerdotes. Fomentaron

asimismo la difusión de la cultura mediante la creación de publicaciones de todo tipo (incluidos,

por primera vez los diarios y revistas) especialmente las de divulgación científica como el

proyecto de la primera enciclopedia iniciado por D`Alambert y Diderot y en el que se pretendía

recopilar todo el saber del siglo.

El siglo XVIII también es el del triunfo de la ciencia moderna. Los nuevos

descubrimientos realizados por científicos como Laplace, Bernouilli, Euler, Linneo, Watt,

Franklin, Jenner, Lavoisier, pero especialmente los de Newton serian apreciados divulgados y,

lo que es más importante tenidos en cuenta para iniciar la revolución tecnológica que daría lugar

a la revolución industrial. El interés por la ciencia fomenta la creación de sociedades científicas

que apoyarían la realización de investigaciones y creando una comunidad de sabios que se

extendía más allá de las limitadas fronteras nacionales.

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El propio Kant, antes de centrarse en sus investigaciones filosóficas realizó

aportaciones originales como científico. Por ejemplo, ideo una teoría sobre la formación del

sistema solar muy similar a la que acabaría imponiéndose; también sería el primero que imaginó

que las nebulosas serían acumulaciones de millones de estrellas situadas a una distancia

inconcebible (él las denominó “universos islas”, actualmente se conocen como galaxias).

1.3. LA FILOSOFÍA

Todos los pensadores e intelectuales de la época eran conocidos como “filósofos” puesto

que aún no se había impuesto la distinción entre ciencia y filosofía. Sin embargo, mientras los

científicos eran conocidos como “filósofos naturales” las cuestiones puramente filosóficas

eran objeto de una continua discusión.

Cuestiones sobre la mejor forma de gobierno, el origen de las normas morales, la

existencia y cualidades de Dios, la naturaleza del alma humana se planteaban continuamente.

Sin embargo, todas estaban condicionadas a un problema que resulta imprescindible solucionar

antes de abordar cualquier otro asunto. Qué es y cómo se puede utilizar la razón humana.

Este problema resulta básico porque en la Era de las Luces se pretendía fundamentar el

conocimiento humano, las relaciones sociales y la vida entera de las personas bajo la claridad de

la Razón. Ahora bien ¿qué se entiende por razón? Evidentemente, resulta ilógico plantear la

aplicación de la racionalidad a todos los aspectos de la vida huma si previamente no hemos

resulto qué se puede entender por razón y racionalidad. De ahí que, independientemente de

otros asuntos, los problemas acerca del origen y racionalidad del conocimiento (la

epistemología) fueran centrales para la filosofía de la época. De hecho la diferencia en las

concepciones sobre el origen y capacidad de la razón humana dividiría la filosofía en dos

categorías de filósofos: los racionalistas y los empiristas.

Los racionalistas, seguidores de Descartes pensaban que el pensamiento racional debía

ser, ante todo, preciso y exacto y que la única forma de conseguirlo es mediante

procedimientos estrictamente deductivos, es decir, mediante las matemáticas. La razón por sí

sola, sin necesidad de la experiencia salvo para confirmar los resultados es capaz de solucionar

los problemas que se nos puedan presentar. Es la opción que escogerían de manera

predominante los filósofos continentales como Malebranche, Leibniz, Spinoza o Wolff.

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Pero, por otra parte los empiristas pensaban que la razón no es el proceso que sigue

nuestro pensamiento cuando trata de aclara a información de los sentidos. La racionalidad de

nuestras ideas y comportamientos, tal como opinaban Locke o Hume es una cuestión de práctica

puesto que no puede haber razonamiento sin la información que proporciona la experiencia (de

ahí el nombre de “empiristas” del griego “empeireia”, experiencia).

2. LA RACIONALIDAD DEL CONOCIMIENTO: CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA.

2.1. La revolución copernicana

Para Kant resolver las cuestiones filosóficas que los seres humanos nos planteamos

sobre nuestra naturaleza (¿qué es el ser humano?): qué futuro nos espera (“¿qué me cabe

esperar?”), como debemos comportarnos (“¿qué debo hacer?”) o si el progreso del conocimiento

humano es indefinido o nos encontraremos con misterios que no podamos resolver (“¿Qué puedo

conocer?”), pasan por aclarar en consiste la razón y si esta capacidad tiene la capacidad para

llevar a la especie humana hacia un futuro libre y feliz.

Kant es inicialmente un racionalista convencido. Piensa que la razón por sí sola, la razón

pura, puede resolver cualquier problema que se proponga, la única dificultad consiste en que

aplicamos correctamente los métodos adecuados de manera precisa y exacta. Sin embargo, tal

como él mismo declara, la lectura de Hume le sacó de este “sueño dogmático”, haciéndole ver

que un razonamiento que se haga sin contar con la experiencia podrá ser todo lo exacto que se

quiera pero sin la guía de la experiencia el resultado no será más que una especulación sin

sentido.

Por tanto si queremos que nuestro conocimiento y nuestra conducta se base en la razón

tenemos que investigar en qué consiste la razón y cuáles son sus posibilidades y límites. En

términos kantianos tendremos que realizar una crítica de la razón pura.

Según Kant la razón es una facultad del pensamiento humano que aparece al final de un

proceso de abstracción. Empezaría en la sensación por la que convertiríamos en datos la

información confusa e incoherente que llega a nuestros sentidos. Esos datos extraídos por los

sentidos son luego procesados por el pensamiento que los ordena y los regula mediante el

entendimiento. El entendimiento elabora juicios que relacionan los daros con los conceptos

correspondientes (“la mesa es azul”, el perro ladra”, “esto es un piripito”). Sin embargo aquí no

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acaba la tarea del pensamiento puesto que los juicios que elabora mi pensamiento pueden

mostrar contradicciones y discordancias que tienen que resolverse. Para eso la razón utiliza las

ideas generales que ponen orden y coherencia entre datos que recoge la sensación y los juicios

que elabora el entendimiento (por ejemplo, veo un perro verde, pero mi entendimiento no

concibe un perro con colores como el azul, el fucsia o el verde; finalmente mi razón elabora la

hipótesis de que, probablemente, el perro ha sido pintado)

En todas las teorías del conocimiento se había establecido que este proceso se realiza

de manera automática: de la sensación al entendimiento y del entendimiento a la razón. Así

concebido, los seres humanos seriamos solo receptores pasivos de lo que la realidad nos quiere

informar. Si se cometen errores es solo porque los intereses personales se imponen por encima

de la obligación de aceptar la verdad (como pensaba Platón de los prisioneros que se quedaban

en la caverna que renunciaban a la verdad por la comodidad).

Kant afirma que esta idea está equivocada y que si queremos entender correctamente

la manera en que se produce el conocimiento tendremos que invertir la relación ser humano

realidad. Lo mismo que Copérnico resolvió los problemas de la astronomía invirtiendo la

relación Tierra – Sol y poniendo a este último en el centro para comprender como se produce el

conocimiento humano habría que realizar una revolución copernicana.

Según Kant el ser humano no es un receptor pasivo de la información que nos

proporciona la realidad. Al contrario, la mente humana es activa, es decir, indaga, pregunta,

obliga a la realidad a que ofrezca información. De esta manera en el proceso de conocimiento

no es el ser humano el que se ha de adaptara las condiciones y exigencias que impone la realidad

sino que es la realidad la que se adapta a las condiciones a priori del conocimiento humano. No

es le pensamiento el que se adapta a la realidad es la realidad la que se adapta a las condiciones

que el pensamiento impone.

Esto ocurre porque la mente humana tiene unas estructuras de pensamiento, unas

formas de organizar la información de la realidad, sin las cuales todo sería caótico y sin sentido

(por ejemplo, podría estar mojado antes que lloviese o un objeto estar en dos lugares a la vez).

Estas estructuras son a priori, es decir, previas a toda experiencia y serian las “condiciones de

posibilidad”, las condiciones que hacen posible que la realidad sea real y no un sueño (como se

preguntaba Descartes).

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Las estructuras a priori del pensamiento varían según el proceso de conocimiento. Así la

sensación sería imposible sin las coordenadas de espacio y tiempo. Espacio y tiempo no son

realidades en el sentido de que existen fuera de mi mente (esto es algo que no se puede

comprobar) sino que son solo las herramientas que utilizan mis sentidos para que la información

se presente de forma organizada.

En segundo lugar, los datos de los sentidos se relacionan con los correspondientes

conceptos. Esta acción sería imposible sin que nuestra capacidad de entender, el entendimiento

organice los datos de acuerdo a las categorías. Las categorías relacionan los datos entre sí y

con los conceptos de tal manera que la información se presenta de manera ordenada y regular.

Así, por ejemplo, mediante la aplicación de la categoría de causa entendemos que tiene que

haber una causa para que el suelo esté mojado o que haya aprobado filosofía y sabemos,

positivamente que la causa se produce antes que el efecto. Causa y efecto no están en la

realidad puesto que la información de los sentido solo me muestra dos hechos sucesivos (lluvia –

mojado, estudio- aprobado) es mi mente la que exige que para todo efecto exista una causa.

Finalmente la razón pone orden y coherencia entre los distintos juicios que ha

elaborado el entendimiento. Para ello nuestra mente utiliza tres tipos de Ideas generales (o

trascendentales como las llama Kant) que son el “yo”, el “mundo” y “Dios”. El yo interpreta

determinados fenómenos como procedentes de mi interior (el sentimiento, el cansancio, el

sueño); aplicando la idea de mundo los fenómenos proceden del exterior de mi mente (“lluvia”,

“futbol”, “piripito”). La idea de Dios es el organizador definitivo que me permite esperar que los

fenómenos de mi mente y los del mundo estén relacionados entre sí.

2.2. Consecuencias de la crítica de la razón pura

Esta concepción revolucionaria del pensamiento humano tienen, según, Kant una serie de

extraordinarias consecuencias

A. Fenómeno / noúmeno

En primer lugar lo que entendemos por realidad no es lo que existe de manera

independiente (la “sustancia”). La realidad es una construcción mental generada a partir de los

datos de los sentidos en combinación con las estructuras a priori de la sensibilidad, el

entendimiento y la razón. No conocemos las cosas en sí mismas sino sólo lo que podemos captar

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de ellas con nuestros medios Dicho en términos Kantianos: no conocemos la realidad sino sólo

los fenómenos de la realidad.

La realidad en sí misma, la que existe independientemente de de los seres humanos es

inaccesible. Podemos suponer que detrás de los fenómenos existe una realidad independiente.

Podemos suponer, por ejemplo, las naciones realmente existen independientemente de los

sujetos que las componen o que las cosas ocurren por una relación causa-efecto o incluso que el

tiempo es realmente irreversible, pero son suposiciones no podemos tener la seguridad de que

realmente ocurre así. Estas suposiciones o noúmenos (literalmente “lo que se intelige”, porque

no se puede experimentar sólo suponer o razonar) son los límites de nuestro conocimiento.

B. Ciencia como el conjunto de juicios sintéticos a priori.

Entonces ¿qué podemos conocer? No podemos conseguir un conocimiento absoluto, de la

realidad en sí misma. Pero sí podemos obtener un conocimiento objetivo, es decir una

aproximación mayor y más exacta a la auténtica realidad. Esto es lo que proporciona la ciencia.

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La ciencia genera leyes y teorías. Estas leyes y teorías son a priori es decir describen y

explican los hechos independientemente de que estos ocurran o no (por ejemplo, Newton

explica cómo se producen los fenómenos de acción y reacción siempre aunque en estos

momentos no se esté produciendo ninguno). La ciencia por tanto realiza juicios a priori sobre

los hechos. Es decir la ciencia es objetiva porque realiza juicios sintéticos (se refieren a la

experiencia o los fenómenos) a priori (previos a la experiencia)

C. Imposibilidad de la metafísica como ciencia

Con el concepto de juicios sintéticos a priori se puede explicar porqué la ciencia

proporciona un conocimiento objetivo. No se puede hacer ciencia de lo que no se puede

experimentar. Ahora bien, hay cuestiones que el ser humanos se plantea a cerca de las cuales

no puede tener experiencia. Son las preguntas metafísicas como la de si existe Dios, si el

mundo tiene algún final o si alma humana es inmortal, las preguntas de la metafísica. Ahora

bien, el alma, el mundo y Dios no son realidades de las que se puede tener experiencia sino

ideas de nuestra mente. Son los instrumentos con los que podemos pensar la realidad. Si en vez

de pensar sobre la realidad pensamos sobre las ideas el resultado será una pura especulación y

no ciencia. La prueba es que cada vez que la filosofía ha intentado solucionar alguno de los

problemas anteriormente mencionado se cae en antinomias (proposiciones que son a la vez

verdaderas y falsas, es decir, paradójicas) y paralogismos (argumentaciones falaciosas)

Lo que sí puede hacer la metafísica es orientar a nuestra razón en la búsqueda de

nuevos conocimientos: nos ayuda a plantearnos dudas y abrir problemas. Cabe decir, por tanto

que la metafísica es una pretensión de la filosofía sin posibilidades de solución aunque es la

más noble de las pretensiones. La investigación metafísica nos revela el profundo anhelo del

ser humano de seguir investigando, por seguir aumentando los conocimientos para descubrir la

auténtica realidad.

3. LA RAZÓN PRÁCTICA

3.1. Crítica de la razón práctica

La lustración pretendía extender la razón en todos los ámbitos de nuestra vida. Por

supuesto nuestros conocimientos tenían que ser racionales y de explicarlo se encarga la “Crítica

de la Razón Pura”. Ahora bien, la razón no sólo debe reservarse para encontrar explicaciones a

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los problemas teóricos sino que es preciso incorporarla a nuestra vida cotidiana, a nuestro

comportamiento. Pero ¿es esto posible? ¿Podemos resolver los problemas prácticos como los

conflictos amorosos o la decisión sobre qué estudios son más adecuados aplicando la

racionalidad? ¿Podemos tener una razón práctica?

En principio, estas decisiones como la mayoría que tomamos en nuestra vida parecen

proceder más de las emociones y los sentimientos que de la razón. Generalmente tomamos

decisiones en función de lo que está bien y lo que está mal pero ¿cómo sabemos que algo es

bueno o es malo? ¿Cómo sabemos lo que está bien y lo que está mal?

De nuevo el pensamiento de Hume resulta decisivo para la investigación Kantiana. Según

Hume nuestras decisiones y acciones se llevan a cabo a partir de un error que no se suele

advertir. Este error es lo que denomina falacia naturalista. La falacia naturalista consiste en

pasar sin justificación ninguna de la constatación de los hechos a la calificación de los

mismos. Es decir, pensamos que los hechos que ocurren son buenos o malos, que las decisiones

son correctas o incorrectas, cuando, en realidad, estos conceptos son puramente subjetivos.

Un asesinato, un honrado ciudadano que devuelve el dinero, un robo o un bombero que salva la

vida a una persona son hechos, datos de la experiencia y por mucho que indaguemos no

encontraremos nada en ellos que nos diga que estamos tratando con hechos buenos o malos (de

hecho el asesinato puede ser en legítima defensa, la devolución del dinero sería a cambio de

una recompensa, el robo socorre a los necesitados y al bombero le pagan para que arriesgue su

vida).

El que los hechos sean buenos o malos depende de los sentimientos que en nosotros

causen esas acciones. Es decir, son los sentimientos de agrado o desagrado, de aprobación o

reprobación lo que nos permiten calificar como bueno o malo las acciones o las decisiones que

llevamos a cabo nosotros o los demás. Y esos sentimientos se generan en nosotros por la

costumbre, es decir porque hemos sido educados para sentir agrado o desagrado por

determinadas acciones. Por ejemplo, un sacrificio humano en nuestra sociedad es malo, sin

embargo para la cultura azteca no es solamente bueno sino que incluso los sacrificados estaban

contentos de morir para salvar a los demás ante los dioses.

De ser cierta la crítica de Hume (y parece bastante razonable) pretender que la razón

pueda gobernar la vida y las sociedades humanas parece una ideal imposible. Sin embargo esto

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nos condenaría a convertirnos en esclavos de nuestras emociones. Emociones que, no se olvide,

han sido implantadas en nosotros por las costumbres sociales y el capricho de los gobernantes.

Es preciso, por tanto, si queremos garantizar que los seres humanos seamos libres el que

nuestras decisiones y juicios morales se tomen de acuerdo a la razón y no la pasión del

momento. Es preciso, por tanto someter a análisis, a crítica, la posibilidad de la aplicación

práctica de la razón.

3.2. La justificación del comportamiento: la ética

Cuando hablamos de que podemos aplicar la razón a nuestra vida estamos diciendo que

nuestras acciones y decisiones se pueden justificar, es decir, se pueden argumentar, discutir,

debatir, en definitiva que las podamos razonar. ¿Hay algo en la razón que nos permita explicar

los comportamientos?

A. Éticas Materiales

La justificación de las conductas, las acciones y decisiones humanas es lo que se

conoce como ética. Tradicionalmente, todas las éticas se habían escrito como un catálogo de

conductas que nos permiten conseguir a una vida feliz. Son, dice Kant, éticas materiales, ya

que nos dicen cual es el objetivo que hay que conseguir y cuáles son las acciones más adecuadas

para conseguirlos. Nos aportan el material, los ingredientes los contenidos de la felicidad pero,

a cambio, nos genera más problemas de los que nos soluciona.

El problema de las éticas materiales es que se basan en que todas prometen la obtención

de un objetivo que resulta deseable, es decir, son hipotéticas. Parten de la hipótesis de que

realizando determinadas acciones y tomando determinadas decisiones se pueden conseguir los

fines propuestos (si quieres conseguir esto – la felicidad, la calma, el paraíso…- tienes que

hacer esto otro). Ahora bien ¿cómo sabemos que haciendo algo conseguiremos el fin propuesto?

(por ejemplo, ¿cómo sabemos que rezando iremos al cielo?) No lo sabemos con seguridad solo

podemos suponer que al comportarnos de acuerdo a estas normas podremos conseguir lo que

nos proponemos. Y si no hay seguridad de que alcancemos el objetivo ¿qué ganamos cuando

cumplimos con las normas morales?

Precisamente aquí aparece el problema que según Kant, se encuentra en el fondo de

todas las éticas materiales: todas las éticas materiales son heterónomas, es decir, nos imponen

desde fuera (heteronomía) cual ha de ser nuestra conducta. Si aceptamos sin garantías cual ha

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de ser nuestro objetivo en la vida y cómo vamos a conseguirlo es sólo porque aceptamos que

quienes han creado las normas morales decidan por nosotros. Por ejemplo, la ética cristiana

establece con total seguridad que todos queremos ir al cielo y nos establece unas normas

(mandamientos) unas costumbres (virtudes) y unas prohibiciones (pecados) que garantizan la

vida eterna. Pero ¿qué ocurriría si alguien no quiere ir al cielo de los cristianos?

(probablemente se le obligaría a ir por la senda correcta ya sea de grado o por la fuerza).

B. Ética Formal

Para Kant, nuestros actos y decisiones no pueden estar justificados por la experiencia ni

por los resultados. Sino solo sin han sido realizadas de manera libre y consciente, es decir, de

forma racional. Por tanto la justificación de la conducta, la ética, no puede ser material

sino formal.

La crítica de la razón pura había establecido que la razón es la capacidad argumentar, de

dar coherencia a nuestros juicios. En la vida práctica los problemas se producen cuando

tratamos ser coherentes en nuestras acciones con las decisiones que hemos tomado, es decir,

cuando tratamos de llevar a la práctica las decisiones de nuestra voluntad.

Podemos decir, entonces, que la ética formal no se ocupa de si hemos tenido éxito en los

fines que nos hemos propuesto sino si nuestras acciones se ajustan a los ideales de nuestra

conducta. Los ideales son los objetivos de nuestra voluntad, por ejemplo, estudiar más, ser

mejor persona, dejar de fumar. Pueden ser tan distintos como las personas y las circunstancias

de las personas esto es algo que a la ética no debe preocupar. De lo que sí se ocupa la ética es

que la voluntad que se ponga en ellos sea una buena voluntad.

Por buena voluntad ha de entenderse que las conductas han de ser buenas en sí mismas

y no por los beneficios que nos puedan conseguir. Esta voluntad buena por sí misma implicaría

lo siguiente:

• La voluntad es buena porque es autónoma, es decir lo suficientemente libre como para

imponerse a sí misma sus normas de conducta sin imposiciones externas. Esta libertad

no significa que no reconozcamos más autoridad que la nuestra porque eso además de

imposible, sería irresponsable. Vivimos en una sociedad y tenemos que asumir las normas que

la sociedad ha impuesto. Podemos, no obstante tener una cierta libertad, una cierta

autonomía en nuestra conducta si empleamos la razón para someter a crítica los mandatos,

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las normas o las obligaciones que nos tratan de imponer. Gracias a la razón el único juez de

nuestras acciones es nuestra conciencia.

• Pero además de ser libre, la buena voluntad ha de ser una voluntad categórica. Por

categórica entiende Kant lo contrario a hipotético, es decir, una voluntad segura, firme,

que no se deje llevar por las presiones externas. Esto significa que nuestros actos

voluntarios han de ser plenamente conscientes. En este caso conciencia no es sólo saber

sino que es el saber lo que realmente quiero. En otras palabras, la voluntad categórica es

aquella que surge de nuestra más intima y auténtica personalidad, no es un querer por

querer o un querer porque quieren los demás sino es lo que real y absolutamente quiero.

3.3. El deber

¿Cómo se puede llegar a tener tal seguridad? ¿Cómo puedo saber si lo que estoy

haciendo es algo que parte de mi voluntad y no me estoy engañando a mí mismo y a los demás?

Hay un criterio claro: la voluntad es auténtica cuando las acciones se realizan por deber.

Pero no cualquier clase de deber sino que es un deber moral. Para saber qué es un deber moral

tenemos que distinguir entre actuar conforme al deber y actuar por deber.

Las acciones conformes al deber pueden ser, por un lado, aquellas que responden a

inclinaciones naturales de las personas, como, por ejemplo, conservar la vida: conservar

nuestra vida es una obligación que la naturaleza a impuesto en nosotros y que inevitablemente

cumplimos seamos o no conscientes de ello. Pero, por otro lado, también actuamos de manera

conforme a un deber pero no porque tengamos una inclinación a cumplirlo sino porque tenemos

un interés: por ejemplo hay quien cumple con la obligación de venir al instituto porque cree que

así podrá aprobar o hay empresarios que son honrados porque consiguen más beneficios no

engañando o robando a sus clientes y no tanto por cumplir con su deber.

Con este concepto de acción conforme al deber Kant está criticando el conformismo y la

hipocresía que se dan en la sociedad. Conformismo porque no se implen con las obligaciones por

que sean valiosas o necesarias sino porque ir en contra de lo establecido nos puede provocar

una gran cantidad de problemas. O, lo que es peor, disfrazamos bajo el honorable cumplimiento

del deber lo que en realidad es un movimiento calculado para obtener respetabilidad ante los

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ojos de los demás. Esto no es deber moral sino solo “salvar las apariencias”, es decir,

obligaciones sociales

En cambio cumplimos con nuestro deber moral cuando las acciones se realizan por

respeto al deber. En este caso el cumplimiento del deber se realiza porque hay una necesidad

de cumplir una obligación. Es decir que en el caso de no cumplir con nuestro deber moral

estaríamos traicionándonos a nosotros mismos porque nos negaríamos a cumplir el ideal que

nosotros mismos, de manera consciente y libre nos hemos impuesto.

3.4. El imperativo categórico

Todos los deberes se expresan en forma de imperativos o mandatos, con la forma: "haz

esto, no hagas aquello". Cuando actuamos conforme al deber el imperativo que estamos

aplicando es hipotético: “estudia” (si quieres tener un futuro el día de mañana), “no engañes a

tus clientes” (si no quieres que se vayan a la competencia), “cumple la ley de Dios” (si no quieres

quemarte en el infierno). En cambio cuando actuamos por deber los imperativos se convierten

en categóricos, son incondicionados. El deber ha de cumplirse de manera incondicionada, sin

esperar nada a cambio sino solo porque se corresponde con nuestra buena voluntad

Solo si cumplimos nuestro deber sin ninguno tipo de condiciones y sin esperar ninguno

tipo ventajas o beneficios posteriores podemos decir que nuestra conducta es realmente libre.

Cuando actuamos por deber estamos cumpliendo con los ideales que ha establecido nuestra

voluntad. Ahora bien, un deber puede ser absolutamente libre y no ser moral. Por ejemplo, yo

puedo tener el ideal de llegar a ser el mejor asesino del mundo o el ideal de ser profesor de

filosofía pero no basta con que yo quiera de manera consciente y libre para que pueda

considerarse bueno.

Para que los deberes además de libres sean morales tienen que ser racionales. Para que

se a racional ha de ser coherente con los diferentes aspectos que conforman nuestra vida:

nuestros gustos, objetivos, las personas que nos rodean etc. En otras palabras nuestra

conducta es racional cuando ponemos de acuerdo todos los elementos de nuestra vida. Sólo

entonces nuestra conducta se realizará sin obedecer a obligaciones ni calcular las

consecuencias sino que actuamos de acuerdo a las convicciones más profundas de nuestra

personalidad, es decir, porque actuamos de acuerdo a un imperativo categórico

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La ética Kantiana pretende ser formal y no material. No trata de definir que conductas

son morales o no porque eso depende de los ideales y razonamientos que cada persona haga. Lo

que si se atreve a establecer Kant cual puede ser la forma en que se expresen nuestros

imperativos. Es decir, no qué es lo que debemos hacer aunque sí como debemos hacerlo. De ahí

que se aventure platear una formulación del imperativo categórico

Kant, consciente de que una ética formal es una ética abstracta y, por tanto,

insuficiente para la vida práctica, intenta determinar el contenido del imperativo moral, pero

consecuentemente y sin abandonar nunca su procedimiento puramente racional, a priori, por

principios. Una voluntad racional solo puede querer cosas que sean igualmente racionales, es

decir, posibles, no contradictorias. Por esta vía, Kant consigue dotar de contenido concreto al

imperativo categórico. Así, no puede ser lícito mentir, porque, si lo fuera y todos mintiésemos

cuando nos conviniera (es decir, si la mentira se convirtiera en ley de la naturaleza), ya nadie

creería nunca a nadie; y ese mundo hipotético es irracional, contradictorio: un mundo en el que

todos mienten pero la mentira no existe (porque nadie cree ya en las palabras de nadie).

Ahora bien, el imperativo categórico es el principio universal y necesario de la razón

práctica y se expresa según la fórmula: Obra sólo según una máxima tal que puedas querer

al mismo tiempo que se torne ley universal. En otras palabras, tenemos que comportarnos de

la misma forma como quisiéramos que los demás se comportaran cundo estén en nuestra misma

situación. Por ejemplo, si se nos presenta la oportunidad de robar algo tendríamos que

preguntarnos si queremos que a nosotros nos robaran.

Otra fórmula del imperativo categórico dice "Obra de tal modo que uses la

humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin

al mismo tiempo y nunca solamente como un medio" Que viene a completar la fórmula

anterior ya que si no debo portarme con los demás como no quiero que se porten conmigo lo que

pretendo es que me traten como a un ser humano y no como un objeto o un herramienta que se

utiliza cuando hace falta y se desecha cuando ya no sirve. En otras palabras quiero que se me

valore por mí mismo y no por lo que puedan conseguir de mí.

Kant, ofrece otras formulaciones de este imperativo categórico o principio fundamental

de la ética, pero vienen a ser variaciones sobre estos dos enunciados expuestos

3.5. Los postulados de la razón práctica

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Filosofía 2 Tema 11: Kant: razón teórica y razón práctica

Kant exige de la ética que sea racional; esto es: que sea el individuo, con su razón, quien

se dé a sí mismo sus leyes. Para Kant carecen de cualquier valor las acciones de una persona que

respetase las normas éticas pero sin haberlas reconocido como tales, sino aceptándolas sin

crítica. La voluntad racional debe regirse por sí misma, con autonomía; aceptar cualquier

principio ajeno a sí misma y dejarse guiar por él (heteronomía) imposibilita la buena voluntad, y

la convierte en inauténtica.

Ahora bien ¿podemos asegurar que nuestra libertad es realmente libre para tomar sus

decisiones? Sólo podemos asegurarlo si establecemos una serie de garantías de que las

decisiones que se tomen pueden ser efectivamente racionales. Estas garantías es lo que Kant

denomina postulados de la razón práctica.

Kant denomina postulados de la razón práctica la libertad, la inmortalidad del alma y la

existencia de Dios. Considera que la moralidad, la obligación de obrar por deber, supone la

libertad (cuya existencia es inconcebible para nuestro entendimiento teórico, que aplica a todo

suceso la noción de causa mientras que libertad, significa obrar sin estar determinado por una

causa externa). La inmortalidad del alma se establece como postulado porque la aspiración a la

perfección en el cumplimiento del deber (es decir, la virtud) no puede alcanzarse

completamente en el tiempo de la vida humana, sino que exige un tiempo infinito. Y la

existencia de Dios es un requisito para garantizar que es posible salvar la distancia que

observamos en el mundo entre el ser y el deber ser; la garantía de que, finalmente, la virtud

será premiada con la felicidad, lo cual es raro que ocurra en este mundo.

En la Crítica de la razón pura, Kant había concluido que la metafísica no podía ser una

ciencia. Sin embargo, la posibilidad de la inmortalidad del alma o la existencia de Dios son

cuestiones fundamentales para el ser humano, aunque no puedan ser asequibles al conocimiento

objetivo. Y Kant cree que existe de hecho una vía (práctica, no teórica) que nos posibilita el

acceso a estas sustancias.

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Filosofía 2 Tema 11: Kant: razón teórica y razón práctica

ANEXO 1

IMMANUEL KANT: UN FILÓSOFO ILUSTRADO.

Como hemos señalado anteriormente, su vida transcurrió íntegramente en su ciudad

natal Könisberg, la actual Kaliningrad, en aquellos momentos capital de la Prusia Oriental.

Nacido en 1724, era el cuarto de los once hijos de una familia modesta que le educó en la

religión pietista (estricta y rigurosa rama del protestantismo). En 1740, año del inicio del

reinado de Federico II el Grande, el rey ilustrado, Kant ingresó en la Universidad de

Königsberg. Estudió, entre otras muchas disciplinas, la filosofía académica y racionalista de

Wolff y la física de Newton.

Una vez finalizados los estudios universitarios (1746), ejerció como preceptor de

jóvenes de la nobleza prusiana. Poco después se convirtió en profesor de la Universidad de su

ciudad, actividad que no abandonó hasta su jubilación, en 1797. Kant demostró una formación

integral y enciclopédica, ya que dio cursos regulares de las materias más diversas: lógica,

matemática, antropología, ética, pedagogía, ciencias naturales, metafísica, teología, geografía...

Desde el año que comenzó su vida docente hasta 1769, se fue alejando del sistema

filosófico de Wolff. Este proceso se aceleró cuando leyó las obras de Hume y de Rousseau. En

Sueños de un visionario de 1766 testimonió este proceso evolutivo: reconocía la facilidad con

que pueden construirse hipótesis metafísicas, pero mostró también la gran dificultad que había

a la hora de fundamentarlas. Estos años de docencia culminaron en 1770, cuando fue nombrado

profesor titular de filosofía en Königsberg, gracias a la Disertación, obra en la que anticipaba

algunos de los temas que trataría más tarde en la Crítica de la razón pura.

Con la publicación de la primera edición de la Crítica de la razón pura (1781), comenzaron

los años más productivos y brillantes de Kant. En 1783 publicó Prolegómenos a toda metafísica

futura que quiera presentarse como ciencia, donde se exponían los mismos contenidos, pero de

manera más accesible y ágil. De estos años también es Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la

Ilustración? uno de los manifiestos programáticos más famosos de este movimiento cultural.

Durante esta época, se dedicó asimismo al tema que se encuentra en el trasfondo de toda su

producción filosófica: la ética. Lo trató en la Fundamentación de la metafísica de las

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Filosofía 2 Tema 11: Kant: razón teórica y razón práctica

costumbres de 1785 y en la Crítica de la razón pura de 1788. En 1790 publicó la última de sus

críticas, la Crítica del juicio, con la que aspiraba a establecer una síntesis o superación de las

críticas anteriores.

Mientras se concentraba en sus clases y en la redacción de sus obras se produjo la

Revolución Francesa. Kant fue un verdadero entusiasta de este acontecimiento. Por fin asistía a

la materialización de los ideales de racionalidad y emancipación que veneraba. Ni siquiera los

trágicos hechos que comportó la época del terror consiguieron confundirle; vio en la Revolución

no tan sólo las reivindicaciones de la burguesía, sino también el inicio irreversible de una nueva

época de libertad y justicia.

Desgraciadamente estos cambios coincidían, en Prusia, con la muerte del monarca

ilustrado, Federico II el Grande, al cual sucedió Federico Guillermo II, quien, recelando de las

consecuencias de la Revolución, se opuso abiertamente a los ideales de la Aufklarung. La obra

de Kant chocó contra esta reacción conservadora; incluso un libro suyo sobre religión fue

censurado. A pesar de sus convicciones, trató de continuar su obra sin tener que enfrentarse

con la autoridad.

Kant murió en Königsberg en 1804. Aunque llevó una vida monótona regular, su

enterramiento se convirtió en una sorprendente y espectacular manifestación popular: «El hijo

del bastero del pueblo fue enterrado como un rey". Y es que Kant encarnaba en su propia

persona' ideal de la Ilustración: la posibilidad de emancipación presente en cada hombre.

Además, el trabajo al que dedicó toda su vida respondía a una noble preocupación por la

existencia y la naturaleza humanas.

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ANEXO 2

VOCABULARIO

A priori: anterior a la experiencia, que no procede de ella.

A posteriori: a partir de la experiencia, que procede de ella.

Puro: sin contenido empírico, es decir, que está al margen de la experiencia, que trabaja a

priori.

Trascendental: condición de posibilidad del conocimiento, es decir, condición que debe

cumplirse para que sea posible el conocimiento de algo.

Giro copernicano: cambio de 180º en el punto de vista con el que Kant aborda los problemas

del conocimiento. Hasta entonces, se ponía el acento sobre las condiciones del objeto del

conocimiento; justamente, Kant establece que, para saber qué podemos conocer con certeza y

qué no, debemos estudiar las condiciones que impone el sujeto que conoce, debemos

estudiar el modo de conocer del sujeto y las condiciones trascendentales que hacen

posible que algo sea conocido por él.

Sensibilidad: la capacidad de recibir impresiones en presencia de los objetos. Es pasiva, es

decir, se limita a recibir datos.

“La capacidad (receptividad) de recibir representaciones al ser afectados por los

objetos, se llama sensibilidad. Los objetos nos vienen, pues, dados mediante la

sensibilidad, y ella es la única que nos suministra intuiciones” (Crítica de la razón

pura, A 19, B 33).

Entendimiento: la capacidad de pensar, es decir, de referir los datos de la

sensibilidad a conceptos. Al contrario de lo que sucede con la sensibilidad, el entendimiento

es activo porque produce espontáneamente una serie de conceptos puros (es decir, que no

extrae de la experiencia), denominados categorías, con los que enlaza y así, comprende (es

decir, piensa) los datos de la experiencia. Puesto que la referencia de los datos a conceptos

se realiza mediante juicios, Kant llama también a esta facultad de los conceptos, la facultad

de juzgar.

“La capacidad de pensar el objeto de la intuición es el entendimiento... Sin sensibilidad

ningún objeto nos sería dado, y sin entendimiento, ninguno sería pensado. Los

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Filosofía 2 Tema 11: Kant: razón teórica y razón práctica

pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas. Por

ello es tan necesario hacer sensibles los conceptos (es decir, añadirles el objeto en

la intuición) como hacer inteligibles las intuiciones (es decir, someterlas a

conceptos). Las dos facultades o capacidades no pueden intercambiar sus funciones.

Ni el entendimiento puede intuir nada, ni los sentidos pueden pensar nada. El

conocimiento únicamente puede surgir de la unión de ambos.” (Crítica de la razón pura,

A 51, B 75-76).

Categorías: conceptos puros del entendimiento. Éste los posee en sí mismo, es decir, que no

los ha desarrollado a partir de la experiencia. Precisamente en esta capacidad de generar

espontáneamente las categorías radica la actividad del entendimiento. Las categorías son las

formas más generales de relacionar entre sí los datos que la sensibilidad suministra y

constituyen las estructuras o leyes a priori del pensamiento. Gracias a ellas podemos pensar,

es decir, construir juicios acerca de la experiencia. Categorías son, por ejemplo, los

conceptos de causalidad, totalidad, posibilidad, existencia... Kant establece doce categorías y

las deduce de las doce clases de juicios que podemos realizar. Como no proceden de la

experiencia, sólo son fuente de conocimiento aplicadas a la experiencia; no son aplicables con

validez a realidades que estén más allá de la experiencia, a la realidad en sí, pues entonces no

producen conocimiento objetivo ninguno sino antinomias, paralogismos y el ideal de la razón.

Intuición: relación inmediata, es decir, directa, con el objeto del conocimiento. Sólo hay

intuición empírica, es decir, sensible, a través de los sentidos; pero no hay intuición

intelectual. Esto significa que sólo la sensibilidad puede suministrar intuiciones y no el

entendimiento, que debe trabajar con intermediarios: los conceptos junto con los datos dados

por la sensibilidad.

Razón: la capacidad de unir unos juicios con otros y extraer conclusiones. Tiene una

tendencia natural a buscar lo incondicionado, es decir, la explicación última de los fenómenos.

La razón tiene dos usos: uno, para conocer el mundo; es el llamado uso teórico que Kant

estudia en su Crítica de la razón pura (1.781). Y el segundo uso, para dirigir la acción (práxis)

del hombre, es decir, un uso ético que Kant estudia en su Crítica de la razón práctica (1.788)

y en otras obras.

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Antinomia: paradoja. Razonamiento que concluye dos verdades contradictorias entre sí,

entre las cuales no hay modo de elegir. Es producida por la razón cuando ésta busca

certezas fuera de los límites de sus posibilidades de conocimiento. Kant expone las

antinomias en las que cae la razón en relación con el carácter finito o infinito del mundo, el

carácter simple o compuesto de la sustancia, la libertad y la necesidad en la naturaleza y la

existencia o inexistencia de un ser necesario.

Paralogismo: falacia. Razonamiento formalmente falso que se produce al utilizar la razón sin

intuición sensible. La razón incurre en paralogismos cuando refiere los actos de conciencia

(fenómenos) a una entidad sustancial, simple y personal, a la que se denomina alma, que es el

sujeto de dichos actos (noúmeno).

Ideal de la Razón pura: algo cuya existencia se halla en el pensamiento. Se trata del

concepto de Dios, que no es objeto de conocimiento, pues se halla desligado de la experiencia,

pero puede ser pensado sin contradicción.

Ideas trascendentales: son las ideas de Dios, Alma y Mundo (los temas propios de la

Metafísica) y constituyen una ilusión trascendental pues son producidas por la razón pura, es

decir, la razón que trabaja al margen de la experiencia. Estas ideas son resultado del propio

dinamismo de la razón humana en su tendencia a buscar lo incondicionado. Tales ideas no

pueden tener un uso constitutivo, es decir, no debe considerarse que representan un

objeto real, aunque sí pueden tener un uso regulativo en la medida en que supongan, no

afirmen, un horizonte hacia el que pueda caminar la razón en su permanente búsqueda de lo

incondicionado.

Fenómeno: parte de la realidad que conocemos, que se nos muestra, porque se somete a las

condiciones que impone nuestro modo de conocer.

Noúmeno: la realidad en sí misma, incognoscible porque no se da ni en el espacio ni en el

tiempo y, por ello, le son inaplicables las categorías del entendimiento. Como el hombre

carece de intuición intelectual le es incognoscible lo que la realidad sea en sí misma.

Metafísica: discurso que pretende conocer objetivamente la realidad en sí (Dios, Alma y

Mundo) aplicando las categorías del entendimiento a lo que no se da ni en el espacio ni en el

tiempo. Tal como muestra el propio Kant, este discurso sobre lo que está más allá de la

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experiencia no puede ser ciencia pues no produce conocimiento sino razonamientos

engañosos: antinomias, paralogismos y el ideal de la razón pura. La única Metafísica posible

es una metafísica crítica que asuma que no es posible un discurso verdadero ni único acerca

de estas cuestiones porque asume la Crítica de la razón pura.

Postulado: conjetura, suposición. La libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios

son postulados de la razón práctica, algo que no puede conocerse, aunque sí pensarse sin

contradicción, y que es supuesto como condición de la moral misma.

Razón pura: la Razón, cuando intenta conocer al margen de la experiencia. Emite juicios.

Razón práctica: la Razón, cuando intenta dirigir la vida práctica, es decir, determinar el

comportamiento moral adecuado. Emite imperativos.

Idealismo trascendental: nombre con el que se conoce la filosofía de Kant, aunque también

se la denomina idealismo crítico. El término trascendental hace referencia a la búsqueda de

las condiciones de posibilidad del conocimiento, mientras que el término idealismo señala que

el lugar desde donde se imponen tales condiciones a la realidad es el sujeto cognoscente.

Imperativo categórico: mandato moral que obliga a hacer algo por sí mismo, sin subordinarlo

a la obtención de otro fin. En su ética, Kant establece un solo imperativo categórico de

carácter formal, del que llega a dar hasta cinco formulaciones distintas. Las dos más

conocidas son las siguientes:

1. “Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley

universal”.

2. “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de

cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como medio”.

Ética material: ética con contenido, es decir, que establece a partir de la experiencia en qué

consiste el bien y cuáles son los medios para alcanzarlo. Kant considera que todas las éticas

anteriores a él han sido de este tipo.

Ética formal: ética sin contenido empírico, que no determina ningún bien en concreto,

sólo la forma de actuar moralmente. Sólo una ética formal puede ofrecer un imperativo

universal.

Voluntad: la facultad de determinarse a obrar, la facultad del querer.

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Buena voluntad: la que actúa por respeto al deber.

Heteronomía moral: situación que se produce cuando el sujeto moral no es el que establece

la norma moral, sino que ésta le viene dada desde fuera.

Autonomía moral: es la situación deseada por Kant, en la que es la propia razón del sujeto la

que establece el deber o ley moral desde sí, sin dejarse llevar por las pasiones o el

acatamiento de autoridades externas. Supone la mayoría de edad del hombre que se atreve a

saber, a usar la propia razón. Constituye también el horizonte ideal de la Ilustración, según

Kant.

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