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René Alberto Langlois

Abogado y Notario
Msc. en Procesos de Integración.

La función diplomática
ratar de establecer jurídicamente lo que son las funciones
de los diplomáticos no es cosa del todo sencilla dada la
naturaleza de las mismas, por lo cual en términos
generales nos atendremos a lo establecido en el Artículo 3
de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.

Reza el mencionado Artículo: 1. Las funciones de una misión


diplomática consisten principalmente en: a) representar al
Estado acreditante ante el Estado receptor; b) proteger en el
Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de sus
nacionales, dentro de los límites permitidos por el derecho
internacional; c) negociar con el gobierno del Estado receptor; d)
enterarse por todos los medios lícitos de las condiciones y de la
evolución de los acontecimientos en el Estado receptor e
informar sobre ello al gobierno del Estado acreditante; e)
fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones
económicas culturales y científicas entre el Estado acreditante y
el Estado receptor. 2. Ninguna disposición de la presente
Convención se interpretará de modo que impida el ejercicio de
funciones consulares por la misión diplomática.

En primer lugar hay que destacar el adverbio “principalmente” y


en segundo, que estas “actividades” diplomáticas están
circunscritas a ciertos límites que no deben traspasarse so pena
de que el Estado ambiente pueda declarar al Jefe de la misión o a
alguno de sus miembros persona no grata y pedir al Estado
acredidante lo retire del país a la mayor brevedad.
2

Inicialmente debemos entender que el adverbio “principalmente”


no indica un detalle taxativo de funciones, dado que los agentes
diplomáticos responden básicamente a las instrucciones recibidas
directamente de sus respectivos gobiernos y luego, que el agente
diplomático tiene deberes para con el Estado ante cuyo gobierno
se encuentra acreditado.

Entre los principales deberes del diplomático encontramos los


considerados en el Artículo 41 (Viena) y que se refieren
categóricamente a la obligación de respetar las leyes y
reglamentos del Estado que le ha recibido en Embajada; la
obligación de no inmiscuirse en los asuntos internos del Estado
sede ya que esto iría en contra del principio de soberanía de los
Estados y una tercera obligación referida a sus comunicaciones
oficiales con el Estado receptor las que habrán de ser tratadas a
través del Ministerio de Relaciones Exteriores o del Ministerio que
se hubiere convenido.

Un deber del diplomático en relación con su gobierno es el tomar


conciencia e instruirse sobre la misión que le ha sido
encomendada, por lo cual deberá revisar y analizar no sólo la
gestión de su antecesor, sino informarse, en archivos y
documentos, del rumbo que la política exterior de su país ha
adoptado respecto del Estado ante el cual ha sido designado y
viceversa.

Dice Ginés Vidal y Saura: “Más que iniciativas personales lo que


se pide a un agente diplomático es que sea fiel intérprete del
criterio de su gobierno y que a él se atenga en todo momento;
pues de nada serviría una celosa actuación divorciada del
elemento directivo en relaciones internacionales, que, como es
bien sabido, no puede serlo más que el gobierno, por medio del
Ministerio de Negocios Extranjeros. El talento más preclaro y las
dotes más relevantes conducirán sin remedio al fracaso, si se
pretende olvidar o desconocer el pensamiento que guía el rumbo
de la nave en las aguas internacionales. La política exterior exige
una dirección única; y el éxito del agente diplomático está en
razón directa de la fidelidad con que sepa interpretar la voluntad
3

presunta de su gobierno, en todos aquellos casos en que no se


llega a expresar de un modo explícito”.

En las líneas que siguen trataremos de desarrollar el contenido


del Artículo antes referido. Veamos:

a) Representar al Estado acreditante ante el Estado


receptor.

El carácter representativo del diplomático reviste una triple


modalidad: representación simbólica, representación legal y
representación política.

La representación implica autorización para tratar en nombre del


gobierno que envía y como bien dijera Philippe Cahier, “expresar
la voluntad, los deseos, las preocupaciones y los puntos de vista
del Estado acreditante para hacer valer sus derechos y defender
sus intereses”.

b) Proteger en el Estado receptor los intereses del Estado


acreditante y los de sus nacionales dentro de los
límites permitidos por el Derecho Internacional.

El diplomático deberá resguardar y defender los intereses de sus


connacionales, procurando que en ningún caso sufran la menor
lesión, y en caso de soportarla, apoyar a sus compatriotas y
hacer las reclamaciones necesarias por los medios legales a fin
de hacer valer sus derechos.

La protección implica un doble aspecto: uno preventivo (evitar un


perjuicio) y otro de reparación (resarcir el daño ocasionado).

Para hacer andar la “protección diplomática1” es necesario la


existencia de un connacional, de una norma jurídica del Estado

1
Accioly señala que "la protección diplomática es un derecho y un deber que tiene todo Estado y
que consiste en proteger o amparar a sus nacionales que se encuentran en un país extranjero
por los medios admitidos por el Derecho Internacional".
4

territorial que le conceda un derecho a dicha persona y un hecho


ilícito que violente la referida norma y que lesione al citado
particular.

Para que un diplomático pueda determinar la violación del


derecho es necesario que esté en conocimiento de la normativa
jurídica que determina la nacionalidad de las personas no sólo de
su país de origen sino también la del Estado ambiente en donde
se ha cometido el hecho ilícito.

Los diplomáticos deben estar conscientes de que sus


connacionales disfrutan en el extranjero de un conjunto de
derechos que no pueden ser vulnerados arbitrariamente pero que
nunca pueden ser equiparados a los de los nacionales del Estado
receptor.

La Convención sobre Derechos y Deberes de los Estados,


adoptada en el seno de la Séptima Conferencia Internacional
Americana el 26 de diciembre de 1933 en Montevideo establece
en su Artículo 9 que “los nacionales y los extranjeros se hallan
bajo la misma protección de la legislación y de las autoridades
nacionales; los extranjeros no podrán pretender derechos
diferentes ni más extensos que los de los nacionales”.

La Ley de Extranjería de la República de El Salvador establece en


su Artículo 6 lo siguiente:

“Los extranjeros desde el momento que ingresen al país, gozarán


de los siguientes derechos:

Debemos considerar que cuando una persona sale de su país de origen para ingresar a residir
en un país extranjero, entra a una particular esfera de derechos y obligaciones, pero además,
“lleva consigo” los derechos y deberes impuestos por las leyes de su territorio. Entonces, vemos
que dicha persona se sujetará a la jurisdicción territorial del Estado extranjero en el cual reside, y
en forma simultánea estará sujeto a la jurisdicción de su país de origen.

También hay que tener presente que la soberanía y jurisdicción que todo Estado ejerce sobre las
personas que se hallan en su territorio son automáticas. Empero, con la protección diplomática,
sucede que los Estados extranjeros mantienen una actitud de vigilancia sobre sus nacionales en
el exterior, con el fin de que sus derechos reciban el debido reconocimiento establecido por los
principios del derecho.
5

1º Invocar los tratados y convenciones internacionales suscritos


entre el Estado de El Salvador y sus respetivos Estados cuando
sus derechos comprendidos en los mismos sean violentados;

2º Ocurrir a la vía diplomática en los casos de denegación de


justicia y después de agotados los recursos legales que tenga
expeditos;

3º El beneficio de la reciprocidad”.

Todo nacional que ingrese a territorio extranjero está en la


obligación de respetar las leyes y a las autoridades del país que
le recibe, por lo cual se hace acreedor del derecho de ser
protegido por ellas. Pero puede suceder que un Estado en exceso
del ejercicio de su soberanía obre arbitrariamente respecto de los
derechos e intereses de los extranjeros que se encuentren en su
territorio. En este caso el Estado del que es nacional la persona o
personas que hayan sufrido la lesión o daños puede ejercer la
“protección diplomática2” conforme el derecho internacional.

En la práctica suele suceder que la persona lesionada cambie de


nacionalidad. Sobre este particular y antes de abordar algunas de
estas situaciones, veamos lo que nos dice García Amador al
respecto: “La cuestión se suscitó en la sesión de Oslo del
Instituto de Derecho Internacional. Con motivo del proyecto que
había presentado el relator (Borchard), en el cual se exigía como
condición sine qua non la de que el particular fuese nacional del
Estado demandante al tiempo de sufrir el daño, algunos de los
2
La Corte Permanente de Justicia Internacional (C.P.J.I) fundamentó la protección diplomática
de la siguiente manera: "[...] Es un principio elemental de Derecho Internacional, que todo
Estado se halla autorizado a proteger a sus súbditos perjudicados por actos contrarios al orden
interestatal cometidos por otro Estado, cuando aquéllos no han podido obtener satisfacción por
la vía ordinaria. Al hacerse cargo del caso de uno de sus súbditos, y al recurrir a la acción
diplomática o a un procedimiento judicial internacional en su nombre, el Estado se encuentra
realmente afirmando sus propios derechos, su derecho de garantizar en la persona de sus
nacionales, el respeto de las reglas de Derecho Internacional [...]. Cuando un Estado se ha
hecho cargo de un caso en nombre de uno de sus súbditos, ante un tribunal, el Estado es el
único reclamante".
6

miembros del Instituto consideraron que “la relación jurídica de


la persona y el Estado, que condiciona el ejercicio de la
protección diplomática, debe existir en el momento en que se
presenta la reclamación diplomática”, y formularon una
propuesta concebida en estos términos. En opinión de los
copatrocinadores de la propuesta, el informe del Relator se
basaba en la concepción clásica y anacrónica del Derecho
Internacional como una ordenación que regía únicamente
relaciones entre Estados, y en el hecho de que aun en un gran
número de casos se advertía que la protección diplomática podía
ejercitarse a favor de personas que habían adquirido la
nacionalidad del Estado con posterioridad a la fecha que
sufrieron el daño. Pero que, de todos modos, como el principio de
la nacionalidad de la reclamación obedecía a la idea de proteger
al individuo, el cambio de la nacionalidad no debía importar,
salvo que la reclamación resultare contra el Estado de origen o
que el cambio respondiese a un propósito fraudulento, tal como
el de buscar la protección de un gobierno poderoso. A favor de
dicha propuesta se adujo, además, que la fórmula tradicional
privaba de la protección al individuo por el solo hecho de cambiar
de nacionalidad3”.

De acuerdo a la concepción tradicional, la admisibilidad de la


reclamación diplomática está subordinada a que la persona
lesionada siga siendo nacional del Estado reclamante al momento
3
Supuesto de la doble nacionalidad: Un Gobierno no puede proteger a una persona, natural o
jurídica, que también posea la nacionalidad del Gobierno frente al que se reclama, es decir, el
Estado que acciona rehúsa a proteger a un nacional suyo, frente al otro Estado al que, al mismo
tiempo, pertenece el individuo, ya que, no se puede brindar protección a un reclamante frente a
su propio Estado. Por ejemplo, si una persona tiene doble nacionalidad (peruana y española),
España no podría brindarle protección diplomática contra el Perú, ni viceversa.
En estos casos la jurisprudencia internacional se ha inclinado por el criterio de la “nacionalidad
efectiva”. Según este criterio, los jueces deben buscar el vínculo jurídico-político de hecho o
activo del individuo, por lo que deben tener en cuenta todas las circunstancias de hecho que
permitan determinar su nacionalidad real, como por ejemplo, el idioma empleado, domicilio o
residencia habitual de trabajo, lugar de trabajo, entre otros.

Este criterio fue plasmado en una sentencia del Tribunal Internacional de Justicia (T.I.J) del 6 de
abril de 1955 en el caso Nottebohm, en la que señala: "La nacionalidad es un vínculo jurídico
que encuentra su base en el hecho social de la conexión, en una solidaridad efectiva de
existencia, de intereses, de sentimientos, acompañada de una reciprocidad de derechos y
deberes. Puede decirse que es la expresión jurídica del hecho que el individuo al que se le
confiere [...] está de hecho más vinculado a la población de ese Estado que a la de ningún otro".
7

de presentar la reclamación. Lo conveniente sería que conserve


su nacionalidad hasta el momento en que la reclamación halla
sido debidamente decidida.

También pueden presentarse aquellos casos en donde el


particular ostenta doble nacionalidad sin que ninguna de ellas
sea la del Estado demandado. En este contexto la demanda
podrá ser presentada por cualquiera de los Estados que invoque
y pruebe una de las nacionalidades. En caso de que ambos
Estados quisieran intentar el reclamo, lo recomendable es que se
pongan de acuerdo y decidan de cual de los dos es nacional.

Cuando en el particular concurre que una de las nacionalidades


es la del Estado demandado, se considera que el otro Estado no
podrá extender su protección diplomática a dicho nacional. En
este tipo de casos el criterio adoptado es el del domicilio,
dándosele preferencia a la nacionalidad del país en el cual el
particular se encuentra radicado.

Puede suceder que un Estado dispense protección diplomática a


una persona sin que ésta tenga su nacionalidad ni que medie
convenio entre los Estados involucrados. Esta es la situación de
aquellos Estados que no tienen representación diplomática ni
oficina consular en el territorio del Estado de residencia o bien la
que se engendra cuando por la ruptura de relaciones
diplomáticas un Estado pide a otro la protección de sus intereses
y de los intereses de sus nacionales previo consentimiento del
Estado territorial (Artículo 45 y 46, Viena).

La práctica revela otra categoría de casos en la cual se ha


ejercido la protección diplomática a favor de personas que no son
nacionales del Estado demandante. Esto ocurre con personas de
nacionalidad extranjera que se encuentran al servicio del Estado.
En el caso Mc Cready, la comisión norteamericano-mexicana de
1868, considero que “…los marineros al servicio de la marina de
guerra o mercante de un pabellón distinto al suyo tienen
derecho, mientras dure el servicio, a la protección del pabellón a
que sirven”. Fundándose en estos precedentes el proyecto de
Harvard sus de la “Convención sobre Responsabilidad
Internacional de los Estados por Perjuicio a los Extranjeros” de
8

1961, reconoce al Estado el derecho de proteger a un miembro


de la fuerza armada o un funcionario que no tenga su
nacionalidad…en relación con los daños que se le causaron
mientras estuvo al servicio de ese Estado. La protección se
justifica en estos casos sólo por el fuerte interés que tiene el
Estado en el bienestar de esas personas.

Así como se pierde el asilo diplomático por que el beneficiado


realice actividades que pueden alterar la tranquilidad pública, la
protección diplomática puede perderse si al favorecido se le
pudiere imputar alguna conducta reprochable o maliciosa. Entre
estos casos de conducta reprobable encontramos que la
protección se funde sobre hechos inmorales o fraudulentos o
cuando se invocaren diferentes nacionalidades para realizar
reclamaciones ilegítimas.

También se priva de la protección diplomática en los casos de


deserción, incumplimiento de deberes militares, infracción de la
ley local, comercio ilegal, etcétera.

Existen también ofensas contra el derecho internacional que


implican la pérdida de la protección diplomática. Estas ofensas
son dos clases: las que son punibles con arreglo a la ley nacional
y de carácter tan infame que por convenio y práctica pueden ser
castigadas por cualquier Estado, como la piratería y la trata de
blancas; y las que son punibles por ley nacional, pero que todos
los Estados pueden castigar en la medida en que han sido
agraviados, por ejemplo el contrabando, violación de bloqueo,
etcétera.

La denegación, retardación o entorpecimiento de la impartición


de justicia es un delito de omisión que da lugar a la protección
diplomática.

La pronta impartición de justicia es un principio internacional


reconocido y tutelado en el Artículo 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (ONU); en el Artículo XVIII de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
(OEA) y en los Artículos 8 y 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos o “Pacto de San José de Costa Rica” (OEA).
9

La jurisprudencia internacional se ha encargado de aclarar con


precisión el alcance de la noción “denegación de justicia” con
respecto al caso Fabiani entre Francia y Venezuela, resuelto por el
laudo que dictó el 30 de diciembre de 1896. El Presidente de la
Confederación Helvética dijo: Consultando los principios
generales de Derecho de Gentes sobre la denegación de justicia,
es decir, las reglas comunes a la mayor parte de las legislaciones
o enseñadas por la doctrina, se llega a la conclusión que la
denegación de justicia comprende no solamente la negativa de
una autoridad judicial a ejercer sus funciones, y especialmente a
estatuir sobre las demandas que le son sometidas, sino también
los retrasos obstinados de su parte a pronunciar las sentencias.

De todo lo anotado podemos resumir que denegación de justicia


es:
a) impedir a los extranjeros el acceso a los tribunales o a las
autoridades competentes ante quienes puedan hacer valer sus
derechos;
b) las dilaciones excesivas en las diversas etapas del proceso; y
c) la falta de sentencia y las sentencias manifiestamente injustas.
En relación con las sentencias hay que considerar también como
denegación de justicia la inejecución de las sentencias
definitivas.

En el texto del Artículo 16 del proyecto de Artículos sobre


Responsabilidad de los Estados presentado por la Comisión de
Derecho Internacional de las Naciones Unidas el 26 de julio de
1996 leemos lo siguiente: “Sólo hay violación de la obligación si
los particulares interesados han agotado los recursos internos
efectivos que tienen a su disposición sin obtener el trato previsto
por la obligación o, si esto no fuere posible, un trato
equivalente”.

El agotamiento de los recursos de jurisdicción interna conforme


los principios del derecho internacional es una condición para la
admisibilidad de las reclamaciones. Estos “recursos” deben tener
carácter jurisdiccional y ser adecuados y efectivos, es decir,
idóneos para proteger la situación jurídica infringida y capaces de
producir el resultado para el que fueron concebidos (Opinión
10

Consultiva OC11/90, párrafo 36 Comisión Interamericana de


Derechos Humanos).

Sin embargo, de ninguna manera la regla del previo agotamiento


debe conducir a que se detenga o se demore hasta la inutilidad la
actuación diplomática en auxilio de la víctima indefensa. De allí
que existan tres excepciones a la regla del agotamiento de los
recursos internos:
1ª) que no exista en la legislación interna del Estado de que se
trata el debido proceso legal para la protección del derecho o
derechos que se alega han sido violados;
2ª) que no se haya permitido al presunto lesionado en sus
derechos el acceso a los recursos de la jurisdicción interna; y
3ª) que haya un retardo injustificado en la decisión sobre los
mencionados recursos.

c) Negociar con el gobierno del Estado receptor.

La negociación diplomática consiste en un proceso a través del


cual se llega a un acomodamiento de intereses no coincidentes o
en conflicto y que puede materializarse en un acuerdo o en un
entendimiento.

En otras palabras negociar es gestionar diplomáticamente, de


Estado a Estado, algún asunto de interés recíproco o para un
tercero. Es hacer valer los derechos o los intereses de un país
esforzándose por conciliarlos con los del país territorial.

Negociar es buscar, por medios pacíficos, las soluciones que


requieran los problemas que surgieren como resultado de la
interrelación de los Estados. Es, según Enrique Bernstein, “el arte
de lo posible. Se trata, nos dice el mismo diplomático chileno, de
un ejercicio difícil en el que, a menudo, se precisa condiciones de
artista: experiencia del mundo exterior; instinto para divisar a
tiempo las intenciones del adversario y comprenderlas;
capacidad para sentir con oportunidad los puntos de resistencia o
la debilidad de sus argumentos; inteligencia e imaginación para
emplear los términos adecuados; fortaleza para mantener la
intransigencia en lo que es esencial y flexibilidad en lo
secundario”.
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En la negociación se debe procurar mantener el mayor respeto


hacia el gobierno ante el cual se está acreditado aunque se
mantengan opiniones contrarias y se llegue a crear una situación
difícil. El diplomático no debe olvidar que tiene una obligación
moral respecto al Estado residente, nacida de la hospitalidad y
atenciones que se le han brindado desde su llegada. Este
respecto y deferencia, unidos a su serenidad y buen juicio son los
que le permitirá salir airoso de las situaciones difíciles que tenga
que enfrentar en el desempeño de su misión.

Durante el curso de la negociación el diplomático debe ser


moderado en el lenguaje, discreto y parco en la conversación
para evitar que palabras imprecisas y acciones no premeditadas.

Para que una negociación pueda realizarse con éxito es


indispensable estudiar detenidamente el asunto que se va
discutir, previniendo cuidadosamente todos aquellos argumentos
que se pueden presentar en contra para tener preparadas las
explicaciones convenientes y convincentes de que habrá de
echar mano el negociador en el momento preciso para no verse
obligado a improvisaciones que puedan resultar perjudiciales
para el país representado. Al mismo tiempo debe preparar las
respuestas adecuadas a las contrapropuestas que pudieran
presentarle.

La negociación, no únicamente debemos entenderla como la


enmarca la Convención de Viena de 1961: gestión de país a país
sino también para con los organismo internacionales.

La función del negociador, lleva en sí no sólo el hecho de


gestionar y lograr acuerdos que beneficien al país del
diplomático, sino también trasladar a su respectiva Cancillería
todos aquellos proyectos e iniciativas que tiendan a mejorar o
intensificar las relaciones de cooperación entre su Estado y el
país u organismo ante el cual se encuentre acreditado.

Henry Kissinger sostiene en sus Memorias que el “negociador


deber tener en la punta de los dedos la parte técnica del asunto
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que se discute y haber pensado de antemano cómo obtener


éxito. Porque la simple demostración de que se está indeciso
provoca duda, intransigencias o peticiones exageradas por parte
del adversario. Lo propio sucede con las consultas frecuentes a
su gobierno, cuando se está sentado a la mesa de negociaciones,
ellas terminan minando la autoridad de quien se ve obligado a
hacerlas. En efecto, el convencimiento de que se es realmente
plenipotenciario, de que se cuenta con la plena confianza de las
autoridades nacionales, constituye un arma muy eficaz. Por el
contrario, se encuentra en posición desventajosa quien aparenta
temer a sus mandantes”.

Los diplomáticos deben de tener presente que el órgano


destinado a negociar en el país en que se encuentren acreditados
es el Ministerio de Relaciones Exteriores.

La Convención sobre Funcionarios Diplomáticos de La Habana del


20 de febrero de 1928 establece el artículo 13 lo siguiente: “los
funcionarios diplomáticos deberán dirigirse en sus
comunicaciones oficiales al Ministerio de Relaciones Exteriores o
Secretario de Estado del país ante el cual estén acreditados. Las
comunicaciones a las demás autoridades se harán también por
medio de dicho Ministroo Secretario”.

Las entrevistas oficiales son la forma de comunicación directa del


agente diplomático con el Ministro de Relaciones Exteriores. El
Ministro puede tener señalado días fijos para estas entrevistas, lo
que no prohíbe que pueda realizarse una visita extraordinaria, o
bien a la audiencia puede tener lugar a solicitud de parte
interesada. En el curso de la gestión el Jefe de la misión puede
hacerse representar por un funcionario de la misión pero en
general, estos representantes sólo tienen acceso a los Directores
o Jefes de departamentos.
La segunda parte del artículo 13 de la Convención antes referida
expresó: “las comunicaciones a las demás autoridades serán
también por medio de dicho Ministerio o Secretaría”. No debe
entenderse como prohibición absoluta de establecer contacto con
ellas. El Ministerio de Relaciones Exteriores este conducto
canalizador de la negociación pero bien se puede tener contacto
con las autoridades competentes del país para plantearles en
13

forma detallada, aclarando mediante las convenientes


explicaciones, la misión presentada en la Cancillería y que
indudablemente les será referida a su conocimiento. Mediante
esta actuación se puede influir en el criterio del organismo que va
a conocer legalmente del fondo de la negociación.

En el segundo párrafo del artículo 41 de la Convención de Viena


sobre Relaciones Diplomáticas leemos: “Todos los asuntos
oficiales de que la misión está encargada por el Estado
acreditante han de ser tratados con el Ministerio de Relaciones
Exteriores de ese Estado, o por conducto de él, o con el
Ministerio que se haya convenido”.

Constituye una práctica generalizada que los funcionarios


especializados de la misión diplomática se comuniquen
directamente con el Ministerio interesado previo consentimiento
del Ministerio de Relaciones Exteriores, por ejemplo, el agregado
comercial podrá entrar en contacto directo con el Ministerio de
Comercio.

Por lo general los diplomáticos están sujetos a las instrucciones


emanadas de sus gobiernos pero esto no significa que en algunos
casos, cuando un alto sentido político inspire prescindir de las
instrucciones recibidas o proceder sin haberlas receptado, se
proceda a negociar para asegurar una ventaja mayor o más
provechosa que la pretendida. Ginés Vidal y Saura dice al
respecto: “Es delicado, y solamente un pleno dominio y
conocimiento absoluto de la situación puede decidir punto de
tanta responsabilidad, no debiendo olvidar el agente público que
el único principio que se aplicará para juzgar su conducta, será el
éxito que la haya acompañado”.

Para concluir este punto es necesario llamar la atención sobre el


hecho de que la negociación verbal se completa con notas y
textos escritos.

d) Enterarse por todos los medios lícitos de las


condiciones y de la evolución de los acontecimientos
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en el Estado receptor e informar sobre ello al gobierno


del Estado acreditante.

Para ser informador, el diplomático debe convertirse en un


excelente observador y prestar atención a todo aquello que
pueda ser de interés a su gobierno.

La mejor forma de observación es aquella que es objetiva,


equilibrada, imparcial, reflexiva e inteligente.

Insistimos: el diplomático debe prestar cuidadosa atención a todo


aquello que ofrezca el interés para su gobierno, distendiendo los
hechos importantes de los que no ofrezcan trascendencia. Esta
observación debe ser desapasionada a fin de que sea lo más fiel
posible.

Para que la observación cumpla con las condiciones mencionadas


es necesario que el diplomático esté al corriente de lo que
sucede en el territorio del Estado sede como son las campañas
electorales, los debates parlamentarios, las polémicas de prensa
y de todas aquellas influencias económicas, políticas y culturales
que ejerzan fuerza sobre el Estado acreditado.

La observación sobre estos diversos matices de la vida nacional


se mejoran notablemente mediante la lectura de periódicos,
conversaciones con personas que laboren en los medios de
comunicación, viajando por el interior del país, etc.

El diplomático se puede entrevistar con personas de los medios


de comunicación, dirigentes religiosos, sindicales, profesionales y
realizar viajes periódicos al interior del país para conocer
directamente lo que sucede al seno de los diferentes sectores
sociales y comunidades.

La labor de observación es tan vasta, que difícilmente puede un


solo diplomático, por muy diligente que sea, abarcarla por
completo. Aparte de la observación política que es lo básico en la
misión, los gobiernos necesitan informaciones y datos sobre
múltiples aspectos de la vida del lugar en que han sido
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acreditados sus agentes diplomáticos. El múltiple campo de


acción que sirve de base para las observaciones es lo que originó
el nombramiento de funcionarios especializados que asisten al
Jefe de misión en sus respectivos campos.

Después de observar, el diplomático deber informar a su


gobierno sobre la percepción que se ha formado en campos tan
variados como son el político, el económico y el social así como
de aquellas actividades y situaciones de carácter local o
internacional del país en que se encuentra y que pueden ser de
interés al suyo.

En los asuntos que constituyen el tema de los informes que el


diplomático ha de rendir a su gobierno tenemos los de interés
directo para su país que será necesario negociar con el gobierno
territorial, ellos pueden referirse a la obtención de algún
préstamo, al apoyo de el seno de alguno de los organismos
internacionales ante los cuales se desea presentar alguna
candidatura, celebración de tratados de índole cultural,
económico, político, etc., asistencia técnica y demás temas que
según las necesidades sustitución del momento le sea
encomendado por su gobierno.

En los informes han de presentarse las circunstancias exactas del


medio que se mueve el diplomático, los motivos ocultos y han
influido en la adopción de determinadas medidas; el impulso
ideológico que determinó algunas de ellas; la causa de ciertas
reacciones; y de ser posible la personalidad de los principales
dirigentes de la comunidad en donde radica.

José León Depetre dice: “el informe es la piedra de toque del


verdadero diplomático. Debe decir todo aquello que es necesario
que sepa su gobierno, sólo lo que es necesario, y de la manera
necesaria…El agente sólo transmitirá noticias de fuente segura,
habrá de mencionar que sus fuentes puede hacerlo sin peligro de
“quemar” al informador; mencionará igualmente las
circunstancias de información, habiendo tenido especial cuidado
de controlar por todos los medios de que disponga la exactitud
de la noticia. Puede transmitir simples rumores, previniendo a su
correspondiente de este detalle; a veces un gobierno posee, por
16

la comparación de diversos rumores, una impresión de conjunto


sobre cierto ambiente. En ocasiones los rumores “se dice” son
los mejores sondeos de la opinión… Es cada vez más
indispensable en nuestra época de prisas y respiraciones, que los
despachos de los Jefes de misión sean ordenados, sobrios y
concisos sin dejar de ser completos. No debe dejarse al Ministro
de Relaciones Exteriores cual funcionario por él delegado, a leer
15 o 20 hojas de texto para encontrar las 15 o 20 líneas que le
interesa”.

Son fuente de información las noticias que emana del gobierno


acreditado, periódicos, revistas, personajes políticos y sociales,
colegas del cuerpo diplomático así como de que esas amistades
que se hacen durante la permanencia en una ciudad y que
forman parte de la vida social del diplomático.

La información a transmitir deber ser oportuna y precisa.


Oportuna, es decir, a tiempo, en ocasión propicia. Precisa,
entendida como exacta, completa y concreta.

Con todas estas informaciones lo que se pretende es obtener una


visión lo más cercana a la realidad.

Las autoridades del Estado receptor no deben obstaculizar por


ningún motivo las funciones de informador del diplomático.
Deben evitar cualquier tipo de impedimento o entorpecimiento.
La misma Convención de Viena de 1961 pone una sola condición
a la libertad de información y es que sea obtenida por medios
lícitos o permitidos por la ley, medios que estén exentos de
fraude y corrupción, desechando categóricamente el espionaje,
delito que perjudica directamente al Estado receptor.

“La labor de información –nos enseña Berstein- no es una labor


sedentaria. La buena diplomacia se practica puertas afuera y no
puertas adentro. Por eso, el éxito no se mide por el número de
oficios o de informes enviados sino por la exactitud de su
contenido. A veces una hora de conversación vale más que cien
páginas de escritos. Un Embajador que circula en los diferentes
medios puede, en cualquier momento, adivinar o prevenir un
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peligro para su país, lo que no sucederá si permanece encerrado


en su oficina”.

“Esta obligación de informar –agrega- obliga al diplomático a


llevar una vida social que es muchas veces mal apreciada, y
hasta objeto de sorna. En la opinión pública se ignora que la
asistencia a recepciones, banquetes y manifestaciones forman
parte del trabajo. No se hace siempre por gusto, sino por
necesidad, para recibir opiniones diversas, formarse la suya
propia y transmitirla a su gobierno”.

El Manual para Servicio Exterior de Colombia exige a sus


funcionarios rendir cada mes, cuatro tipos de informes: el político,
el económico, el cultural y el referido a actividades sociales y
protocolarias cumplidas en la misión.

e) Fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las


relaciones económicas, culturales y científicas entre el
Estado acreditante y el Estado receptor.

El agente diplomático deberá en todo momento mantener y


fomentar las más cordiales relaciones con las autoridades del
país en donde estuviere acreditado.

Hace algunos momentos decíamos que en el diplomático


concurren deberes para con el Estado receptor y mencionamos
los principales. A lo expuesto agregaremos que en su aspecto
personal, el agente deberá observar una conducta estrictamente
ajustada a las normas del más elevado decoro y ser muy celoso
del buen nombre y de los derechos de su país.

La conducta del diplomático deberá ser absolutamente neutral


respecto de las luchas y gestiones internas del país en que se
encuentra, y su respeto hacia las costumbres nacionales hacerse
manifiesto a través de su atención, prudencia y discreción.

Ya para finalizar hay que atender lo que establece el párrafo


segundo del Artículo comentado y que contempla la perspectiva
de que una misión diplomática desempeñe funciones consulares.
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Lo que denota esta disposición es la posibilidad de que en una


Misión diplomática funcione una oficina o sección consular que se
ocupe de las funciones y atribuciones que corresponderían a un
Consulado General.

Esta práctica trae aparejada conveniencias de orden económico


ya que en un mismo local puede funcionar tanto la
Representación diplomática como la consular.

Para proceder en la forma señalada es necesario la autorización


del Estado territorial conforme lo establecido en la Convención de
Viena sobre Relaciones Consulares.

Término de la función diplomática

Son diversas las causas por las que se pueden terminar las
funciones de una Misión diplomática, pero la Convención de
Viena, en su Artículo 43 solamente contempla dos hipótesis a las
que denomina principales. Dice el Artículo 43: Las funciones del
agente diplomático terminarán, principalmente: a) cuando el
Estado acreditante comunique al Estado receptor que las
funciones del agente diplomático han terminado; b) cuando el
Estado receptor comunique al Estado acreditante que, de
conformidad con el párrafo 2 del Artículo 9, se niega a reconocer
al agente diplomático como miembro de la misión.

La primera hipótesis se explica por sí sola. La segunda


corresponde al caso en que el Estado acreditante se niega a
retirar al agente diplomático al que se le ha considerado persona
no grata por el Estado receptor.

Doctrinariamente nos encontramos con diversas causas de


terminación de las funciones diplomáticas. Veamos algunas:

1ª) Por la muerte del diplomático;


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2ª) Cuando el agente diplomático sin ser trasladado es elevado


a una clase superior, por ejemplo, es ascendido de Ministro a
Embajador. En este caso el diplomático necesitará se le confieran
nuevas cartas credenciales;

3ª) Por el retiro del agente diplomático;

4ª) Por el traslado del agente diplomático;

5ª) Por la renuncia, jubilación, declaración de interdicción o


cese definitivo del agente diplomático;

6ª) Por haberse declarado persona no grata al agente


diplomático;

7ª) Por la suspensión o ruptura de relaciones diplomáticas;

8ª) Por guerra;

9ª) Por cambio de régimen ocurrido en el país del agente


diplomático y especialmente cuando el nuevo régimen no es
reconocido; y

10ª) Por la extinción de cualquiera de los Estados.

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