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INDICE

1. La zorra y el león (Sudán) (Fábula)

2. La república de los animales (Kenia) (Fábula)

3. Zagul el reino de los ogros (nómadas del desierto del Sáhara) (Fábula)

4. Por qué el cielo está tan lejos (Somalia) (Leyenda)

5. El hombre araña y la serpiente (Ghana) (Leyenda)

6. Por qué el gato persigue al ratón (Camerún) (Leyenda)

7. El pequeño Niguinigui (Mauritania) (Cuento)

8. KONYEK y su padre (Masai) (Cuento)

9. Tselane y el gigante (Suráfrica) (Cuento)


LA ZORRA Y EL LEÓN
SUDAN
(Recogid
ohttp://www.solidaridad.net/articulo885_enesp.htm)

Un día los habitantes del valle se reunieron en consejo para una decisión muy
importante. Había que solucionar un urgente problema.

- Habréis advertido- empezó el buitre- que hay frecuentes peleas entre los
habitantes de nuestro valle y nuestros vecinos. ¿No sería mejor que
encargásemos a algunos de nosotros para apoyar nuestras razones y defender
nuestros derechos?

- ¡Óptima idea es la tuya!- comentó el conejo-. Así podremos dedicarnos a la


labores domésticas con paz y tranquilidad, sin tener que mirar quién hay a
nuestras espaldas.

Y empezaron las discusiones. Uno quería elegir al gato, porque tiene el paso tan
silencioso que puede acercarse a cualquiera sin que lo vean. Otro prefería al
ratón, porque puede meterse por todas las rendijas y prevenir las jugadas del
enemigo. Había que optar por el elefante, porque con sus bramidos se impondría
ciertamente a los demás.

- Os equivocáis -dijo la mona-, yo opino que debemos elegir al que sea más astuto
y más fuerte. Todos estuvieron de acuerdo, pero cuando se trató de decidir quién
era el más astuto y más fuerte, empezaron las contiendas.

- Yo- concluyó finalmente la gallina- conozco un animal como no existe otro en la


jungla.

Y con esto se disolvió la asamblea. Durante la noche la zorra fue a ver al león

- Mira, amigo,- le dijo- es sabido que yo soy la más astuta de todos los animales y
que ninguno te iguala en fuerza. ¿Qué te parece si trabajamos juntos? Lo que no
se ha encontrado nunca en un animal solo, se encuentra centuplicado en nosotros
dos.
Todavía no se habían apagado los gritos de alegría por la elección de la zorra y
del león como delegados del pueblo, y ya estaba la gallina en las fauces de la
zorra.

- Pero- decía la infeliz- te hemos elegido para defendernos. ¿Así nos pagas?
- Bien ves que mis ocupaciones no me permiten ir a cazar. Además, necesito un
alimento abundante y sustancioso. Tú, sé valiente y sacrifícate por el pueblo como
me sacrifico yo.

- ¡Déjame, por favor!, que yo soy también pueblo- gimoteaba la gallina-; no me


obligues a llamar al león.
Pero, aunque lo hubiera llamado, éste no hubiera acudido porque estaba ocupado
en deshacerse del gato.

- Me parece que nuestros representantes se divierten a nuestra costa- se atrevió a


decir una noche el conejo.

- Es verdad- susurró la gacela-, pero callémonos, por favor, si no queremos acabar


como la gallina y el gato.

Al día siguiente la gacela y el conejo perecieron, no se sabe cómo, víctimas de un


accidente, y acabaron en el plato de sus representantes.

Pronto se extendió el terror por toda la selva; hasta la crítica más pequeña al
régimen era oída por la zorra y castigada por el león. De modo que, uno tras otro,
los animales se vieron obligados a irse del valle y pedir asilo político a sus amigo
de los alrededores. Y mientras los pobres exiliados se alejaban silenciosamente, el
buitre desde lo alto de una roca silbaba una canción que comenzaba así:

Si entre desdichas mil


no deseas vivir,
a violentos y astutos
cuida de no unir.

LA REPÚBLICA DE LOS ANIMALES


(Fábula kikuyu, KENIA)
(Recogido http://www.solidaridad.net/articulo885_enesp.htm)
- ¡Qué vida tan tonta nos toca vivir!- dijo un día el conejo estirando las patas de
atrás.

- Tienes razón- dijo el pequeño zorro-; hace infinidad de años que no ocurre en la
selva nada de extraordinario, distinto de lo corriente.

- Y, por añadidura, mi padre, antes de dormirse- siguió diciendo el leoncito-, me


aburre con las acostumbradas historias de sus tiempos...

“¡Cuando las selva sufría unos períodos larguísimos de sequía, entonces sí que
había que sudar de lo lindo para procurarse comida! Ahora en cambio los períodos
de lluvia y de buen tiempo se suceden con regularidad matemática y todo crece
debajo de tus pies sin esfuerzo alguno. Vosotros los jóvenes no sabéis lo que
significa estar cansados.”

- No te creas que tu padre es el único que te hace esos sermones- repuso el


conejo-. El mío, por ejemplo, nos sigue diciendo: “Haced economías, hijitos;
guardad algo ahora que hay abundancia., porque las cosas pueden cambiar. Yo he
tenido que andar un día entero para encontrar un puñado de hierba seca.” Es
realmente un tormento tener que vivir con estos viejos que sólo saben refunfuñar.
Un cuervo, que desde lo alto de un árbol lo había oído todo, graznó:
- Amigos, ¿qué os parece si dejamos a nuestros viejos con sus lamentaciones y
nos vamos a un país en el que sólo haya jóvenes?

- ¡Eso sí que es hablar bien!- sentenció el pequeño zorro-.¡No es justo que


desperdiciemos nuestra juventud!

Y, diciendo esto, se marcharon alegremente. Cuando el sol se ocultó tras las


montes,
los cuatro amigos pensaron detenerse en una gruta para comer.

- ¿Hay alguien que haya traído algo de comer?- preguntó el zorro.

- ¡Qué mala sombra! Nos hemos olvidado. Pero no temáis, yo me ocupo de eso-
dijo

- el cuervo-. Saltando de rama en rama llegó a lo más alto de un árbol y luego se


fue.

- Esperemos que nos traiga algo bueno- comentaron los demás.

- Tenemos mala suerte, amigos- dijo el cuervo regresando poco después con el
pico seco-. Pero me he enterado que más allá de esos montes del fondo hay un
valle muy fértil.

Y los cuatro amigos reanudaron su marcha con un hambre feroz que les roía el
estómago.

- Nuestros viejos refunfuñaban, -dijo el leoncito-, pero nos daban de comer.


Los otros se callaron, porque pensaban lo mismo. Anduvieron muchísimo. El sol
se alzó en el cielo mientras los cuatro avanzaban lentamente con la lengua
colgando y la cabeza dándoles vueltas por el cansancio.

- ¡Vamos a pararnos aquí!- ordenó el león.

Todos se recostaron en unas matas y se durmieron. Pero el zorro se despertó en


medio de la noche.

- ¡Madre mía, qué hambre! – se lamentó tocándose el estómago. Luego, viendo al


cuervo que dormía a su lado, le dijo: ¡Tú nos has metido en esta estúpida
aventura!
Y con un profundo sentimiento de desprecio se le echó encima comiéndoselo con
plumas y todo.

- ¿Dónde está el cuervo?- preguntaron los demás a la mañana siguiente.


- Ese vil traidor habrá huido durante la noche- contestó el zorro procurando no
sonrojarse por la vergüenza.

Al anochecer el tercer día, el conejo no quiso seguir adelante.


- Te aseguro que el valle de los jóvenes está muy cerca- rugió el león.

- Pues yo digo que no ando más- dijo el conejo.

- Entonces vamos a pararnos, puesto que tú quieres tener siempre razón-


concluyó el zorro, que ya se relamía pensando en las tiernas carnes del joven
roedor.

A la mañana siguiente, en efecto, se encontraron solamente el león y el zorro.


- ¿Dónde habrá ido el conejo?- preguntó el león.

- Está claro. Anoche quiso detenerse y habrá acabado como el cuervo.

Los amigos, que ya eran sólo dos, reanudaron el camino jurándose mutua
fidelidad. Hubo un momento en que dijo el león:
- Me asombra lo ligero que andas, sin dar signos de cansancio.

- ¿Qué quieres , compadre león? Nosotros los zorros somos resistentes.

- Pues temo que te has comido al cuervo y al conejo.

- ¡Qué cosas se te ocurren!

- Llevamos ya cuatro días andando, yo, que soy un león, me estoy muriendo de
hambre y tú, miserable zorro, estás vigoroso como uno que va de paseo. Así es
que déjate de historias. O yo me muero de hambre o...

El zorro se encogió todo lo que pudo, pero el león consiguió ponerle una pata en la
cabeza y se lo comió en dos bocados.

Sin embargo, poco después, al superar el montecillo, el rey de la selva se


encontró en el fértil valle entrevisto a lo lejos por el cuervo.
- ¡Qué malo he sido deshaciéndome del único compañero que me quedaba! Ahora
podríamos vivir los dos felices y contentos –gimió -. No había acabado de secarse
las lágrimas, cuando oyó a unos cazadores que decían:

- ¡Mira qué ejemplar tan magnífico! Procuremos no estropearle la piel.


El infeliz animal miró en torno aterrorizado, pero era ya demasiado tarde: una
lanza le hirió en la garganta, matándolo.

Precisamente en eso momento, a lo lejos, los ancianos padres del conejo, el


cuervo, el zorro y el león inventaban el proverbio que dice:

El que quiera a toda costa


su vida entera cambiar
perderá siempre la barca
y terminará en el mar.

ZAGUL EN EL REINO DE LOS OGROS


Esta fábula pertenece a los nómadas del desierto sahariano en Africa
septentrional. Ellos están convencidos que los tesoros fabulosos están escondidos
en cavernas subterráneas , custodiados por ogros monstruosos, listos para
devorar a los que se aventuren en su reino.
Los ogros personifican las fuerzas ocultas que hacen dura la vida en el desierto y
el agua sería el don precioso escondido debajo de la tierra.
El tema de esta narración, la búsqueda del tesoro, se encuentra en fábulas y
leyendas de todo el mundo.

(Recogido http://prosoema321.blogspot.com/2006_10_29_archive.html)

Vivían una vez, en el gran desierto, dos hermanos, uno rico y sin hijos, el otro
pobre y cargado de niños.

Cada día en la casa del rico había fiesta. Sobre su mesa venían presentadas
carnes exquisitas, legumbres frescas, frutas gustosas hechas llegar de los oasis
cercanos y lejanos. No faltaba nunca el blanco pan de la flor de harina bien
cernida para eliminar el salvado y el afrecho. El remanente era mandado a la casa
del pobre para que la esposa le hiciese un calducho muy escaso y flojo. El pueblo,
una extensión de arena quemada por el sol, ofrecía alguna zarza o matorral
reseco y espinoso.

Un día Zagul, el hermano pobre, tomó la escardilla y fue a buscar algún arbusto
para hacer un poco de fuego en casa durante la rígida noche sahariana.
arrancando una zarza espinosa, la desarraigó desde sus raíces y abrió un hoyo
que le despertó curiosidad. Lo ensanchó de manera tal que podía ver hacia
dentro, después entró y se encontró inesperadamente en el subterráneo de los
"ghual", los ogros malvados que comen carne humana. estupefacto, atónito, se
dejó llevar por la curiosidad, volvió los ojos al rededor, dio un vistazo y de pronto
vio una increíble cantidad de tesoros amontonados por todas partes: oro, piedras
preciosas, joyas...
De improviso se encontró de frente a la madre de los ogros, figura gigante de
manos velludas y gordas, los labios abultados salientes de manera de mostrar los
dientes amenazadores. Ella se adelantó pesadamente hacia él, más Zagul con
sagacidad se volvió alrededor y se aferró rápidamente a una de las manos que
ella había echado sobre sus espaldas. Así obtuvo Zagul, benevolencia, según la
regla de honor, en el reino de los ogros. Entonces la ogra le permitió tomar los
tesoros que quisiera, hasta que el ogro y los hijos estuvieran ausentes. El
afortunado mortal llenó el turbante, la capucha y cuantos recipientes pudo
improvisar y marchó. Cerró con prudencia la entrada del subterráneo y sus
alrededores.

Desde aquel día su familia no vivió más en la escasez. Zagul compró vestidos,
instrumentos de trabajo, cobijas, provisiones y víveres. Y cuando las provisiones
se terminaron, regreso al reino de los "gual" donde la madre de los ogros lo colmó
de nuevos regalos.

El hermano rico se maravilló cuando se dio cuenta que Zagul no aceptaba la


acostumbrada ración de salvado o afrecho. Fue entonces a visitarlo y constató con
gran sorpresa la gran transformación de su casa. Entonces lo llenó de muchas
preguntas hasta que le reveló el secreto. No contento, el hermano prepotente
exigió sin razón, acompañar a Zagul en la siguiente visita al reino de los ogros. Así
un día fueron juntos, y la madre de los ogros fue generosa como de costumbre. Al
despedirlos empero susurró en la oreja de Zagul: "No vengas mañana porque
estarán presentes los otros ogros" .

Zagul hizo saber al hermano la advertencia, aun así este pensó que era una
maniobra para obtener él sólo todos los tesoros, y al día siguiente regresó solo al
reino misterioso. Mas apenas puso un pie en el antro subterráneo, una voz
retumbó "Siento olor de hombre", entonces todos los ogros se dispusieron a cazar
al intruso hasta que encontraron al pobre todo tembloroso, arrinconado en la
grieta de una roca.

-¡Oh estás aquí! -exclamó el gran jefe ogro- ¿por qué has venido? ¿Quién te
mostró el camino?

- Ten piedad de mi! -exclamó el desventurado- Me ha mandado mi hermano Zagul.


El ha robado vuestros tesoros.

- Está bien. Ajustaremos las cuentas con él también. Ahora empezaremos por ti -
Así diciendo lo agarró y lo mató. Después se transformó en figura humana y se
dirigió a la aldea en busca de Zagul. Era ya la hora de la oración y muchos
musulmanes, en el patio de la mezquita, estaban haciendo las abluciones o
purificaciones rituales antes de entrar en el templo. El ogro disfrazado de mercante
se acercó al primero que vio y le preguntó:

- ¿Conoces a Zagul?
-¡Soy yo!

- Vamos a la casa, tengo mercancías seleccionadas para ti.

Zagul acogió al comerciante con mucha cordialidad como hace cada buen
creyente hacia "el huésped de Dios" más sus hijos miraron con sospecha al
recién llegado.

Al llegar a la casa el falso comerciante se delató por lo que era y con voz terrible
pidió al pobre Zagul, devolver los tesoros que había llevado del reino de los ogros.
El hijo más joven de Zagul se quedó afuera y entendió que su padre estaba en
peligro en manos del ogro y corrió por las calles de la aldea pidiendo ayuda. En un
abrir y cerrar de ojos todos los hombres (¿y quién no era amigo de Zagul?)
acudieron en socorro con horcas, escardillas y cuchillos y redujeron al ogro a
pedazos.

Así Zagul pudo vivir tranquilo con sus hijos, y también los habitantes de la aldea
fueron felices al verse libres de aquel ogro peligroso. En cuanto al hermano rico y
avaro, nadie lo compadeció porque no había dejado tras de sí ni hijos ni amigos.

POR QUÉ EL CIELO ESTÁ TAN LEJOS


LEYENDA DE SOMALIA (De algo tan sencillo como moler grano puede
provocar que el cielo se sienta maltratado)

En el principio de los tiempos el cielo estaba tan cerca de la tierra que bastaba con
levantar las manos para alcanzarlo. En aquel entonces el cielo protegía, con su
cercanía, a los hombres y a los animales.

Ni los molestaban los vientos, ni el calor o el frío podían incomodarlos. Por ello, los
seres vivos tenían una existencia tranquila y placentera.

Un día dos mujeres se pusieron a moler grano para la comida. Como la cosecha
había sido abundante y tenían mucho grano que moler utilizaron unos morteros
enormes, con grandes palas de madera. Mientras las mujeres cantaban, las palas
subían y bajaban al rimo de su canción.
Tan atareadas estaban en su trabajo que las dos mujeres no se daban cuenta de
lo que sucedía: cada vez que alzaban las palas, golpeaban al cielo protector
causándole gran daño. Y tantas veces lo golpearon que, sin querer, acabaron
agujereándolo.

El cielo se cansó de ser maltratado y les llamó la atención:

- ¡Dejen de golpearme! ¿Es que no ven que me duelen los golpes y me


están llenando de agujeros? ¿No saben que los protejo del frío, del
viento y del calor? Si me siguen molestando, no les podré ayudar…

Cuando el cielo no pudo resistir más el dolor, no tuvo más remedio que alejarse
de la tierra hasta quedarse donde está. Por culpa de aquellas dos mujeres, los
hombres y los animales quedaron desprotegidos de las inclemencias y han de
sufrir desde entonces el viento, el frío y el calor.
Las estrellas que hoy vemos son los agujeros que las mujeres hicieron al cielo
mientras molían grano en sus morteros con sus largas palas de madera.

De noche, cuando el sol se oculta tras la oscuridad, parte de su brillo se filtra


por esos agujeros que son las estrellas.

Y también la lluvia se filtra por allí. Cuenta la gente de Somalia que las nubes
son hermosas doncellas que llevan a sus casas cántaros llenos de agua que
sacan de un pozo. En ocasiones si los cántaros están demasiado llenos y se
bambolean al paso de las doncellas, el agua puede derramarse. Cae entonces,
en forma de lluvia, por los agujeros que se hicieron en el cielo. Y así es como la
tierra recibe el agua del cielo.

EL HOMBRE ARAÑA Y LA SERPIENTE


Leyenda de Ghana (Una serpiente pitón atemoriza a los Ashanti y en el poblado
deciden pedir ayuda a Kwaku Ananse que quiere decir Hombre Araña)
Una serpiente pitón gigantesca apareció en la orilla del río Níger. Atemorizaba a
los Ashanti, los habitantes de la zona, porque devoraba cuanto anduviera por sus
riberas. En el poblado, decidieron pedir ayuda a Kwaku Ananse, que quiere decir
Hombre Araña.

- ¿De qué tamaño es la serpiente? Preguntó Kwanku Ananse al oír los


temores que le expusieron. ¿Es mayor que mi choza?

- Mucho mayor.

- ¿Mayor que seis chozas juntas?

- Ése es su tamaño, pero muy gruesa y muy fuerte.

- Escuchen bien: mañana, con los primeros rayos del sol, deben llevar a
la orilla del río un recipiente muy grande con puré de palma, algunos
huevos y una calabaza llena de vino.

Al día siguiente, antes de que el sol saliera, el Hombre Araña tomó su hacha y se
adentró en la jungla. Cortó un árbol y algunas lianas, y pidió a sus hijos que
llevaran el tronco a orillas del río. El puré, la calabaza con vino y los huevos
estaban ya debajo de una palmera.

Kwaku Ananse se sentó sobre el tronco que había cortado, justo al lado de la boca
de la madriguera de la serpiente e inició una conversación consigo mismo. A veces
hablaba fuerte y luego muy bajito, alternando las voces.
La serpiente despertó y se quedó en la madriguera intentando entender las
palabras que le llegaban del exterior:

- ¡Que sí, que sí, que te lo digo yo! Decía la voz fuerte. Es enorme, muy
gruesa y muy hermosa. No acabo de entender por qué no les gusta a
los hombres. Que te lo digo yo, es una estupenda compañera…

- ¡Mentira, mentira, mentira! Es pequeña y delgada y muy fea – respondía


la voz débil-. Además, no me extraña que la gente le tenga miedo: les
quita los animales.

- ¡No. No, no y mil veces no! Volvió a decir la voz fuerte. La serpiente es
una buena compañera. No tiene la culpa de tener hambre. Si le
ofrecieran puré de palma, huevos y vino, no tendría por qué llevarse a
los animales.

- ¿Quién dice que los Ashanti somos mezquinos? – gruñó la voz profunda
con rabia- ¡Haré que te tragues tus palabras!

Y la serpiente escuchó golpes y pisadas. Llena de curiosidad, asomó la cabeza, se


deslizó por la orilla del río y salió del agua con sus largos anillos aún más brillantes
por el sol.

Por un momento Kwaku se quedó petrificado pero saludó a la pitón como si fuera
su amiga.

- Eres como yo decía que eras. ¿No me oíste discutir con ese necio?
Ahora ven, acércate y como lo que te he traído.

La pitón tenía tanta hambre que se tragó el puré y los huevos y se bebió el vino. Al
cabo de un rato, el Hombre Araña le dijo:

- Quiero pedirte un favor: he estado discutiendo con ese hombre necio


sobre tu tamaño. Decía que ni siquiera conseguirías dar la vuelta a su
choza; yo, que eras tan, pero tan larga como seis chozas juntas.
¿Podrías medirte con ese tronco que está tirado?

El vino había hecho su efecto y la pitón se estiró a lo largo del tronco.

- Y bien, ¿cuánto mido?

- No te apresures, tengo que medirte a la manera que medimos los


Ashanti, así que con estas lianas voy a atarte al tronco.

Y Kwaku Ananse agarró las lianas y dio vueltas y más vueltas alrededor de la pitón
y del tronco.

- ¡Desátame ya!- dijo la pitón preocupada- Estas lianas me aprietan y el


sol está muy fuerte…

El Hombre Araña rió y con voz fuerte llamó a los habitantes del poblado. Cuando
éstos llegaron, no lo podían creer: allí estaba la enorme pitón atada.

Desde entonces, la gente ha ido tejiendo historias anansesem, que cuentan ésta y
otras hazañas sobre la astucia del Hombre Araña.
POR QUÉ PERSIGUE EL GATO AL RATÓN
Leyenda de Camerún (Los ancianos cameruneses enseñan a los niños todas las
cosas que aprendieron. Los niños/as participan en las reuniones del poblado y
cuando necesitan comprender el significado de algo buscan a los ancianos para
que se lo expliquen. Los escuchan con atención porque se fían de ellos y les
tienen mucho respeto.

Un día, en el poblado bantú, llovía y llovía. La pequeña Tumai estaba dentro de la


cabaña junto a los demás. Todos esperaban a que terminara la lluvia para volver a
los campos. Tumai se aburría, y llegó un momento en que le preguntó al abuelo,
que siempre tenía respuestas para todo:

- Abuelo, ¿por qué el gato persigue al ratón?

El abuelo empezó a contarle esta historia:

“Hace mucho tiempo, el gato y el ratón eran amigos. Vivían juntos en una casucha
a la orilla del río y pasaban los días jugando y comiendo.

- ¡Tenemos un problema, amigo! – dijo un día el gato- Esta tarde no


tendremos nada para comer: nuestras provisiones se han terminado.

- No te preocupes, una plantación de maíz al otro lado del río. ¡No veas
qué atracón nos vamos a dar! – dijo el ratón frotándose la tripa.

- Sí, tú siempre lo ves todo, muy fácil, pero ¿cómo cruzaremos el río?
- ¡Mira! –dijo el ratón mientras rebuscaba entre los árboles- Con este gran
jam (raíza grande que se utiliza como alimento) construiremos una
canoa para cruzar el río.

Después de varias horas, acabaron el trabajo. La canoa estaba lista.

- Ánimo, amigo –dijo el ratón- , coge la cuerda y ayúdame a arrastrar la


canoa hasta el río.

- ¡Un, dos! ¡Un, dos! –el gato delante tiraba de la cuerda sin saber que, en
el otro lado, el ratón tumbado sobre la canoa, no le ayudaba.

- ¡Qué cansancio! –exclamó el gato, secándose el sudor de la frente. El


pobre gato no se había dado cuenta de que un nubarrón negro estaba
mojando tanto su tripa que le caían muchos goterones.

- ¡Oh, no! –dijo el ratón. Estamos perdidos. Nuestra cena va a tener que
esperar.

Y así, se refugiaron bajo las ramas de un gran árbol y esperaron allí durante
horas. El ratón iba de aquí para allá impaciente, porque tenía mucha hambre.
Terminada la lluvia, comenzaron a atravesar el río. El viaje era demasiado largo. El
ratón tenía más y más hambre y, mientras el gato miraba el paisaje, se comió un
pedacito de la canoa hecha de jam.

Un mordisquito por aquí, otro por allá, y la canoa comenzó a hundirse.

El gato remaba con todas sus fuerzas y miraba enfadado al ratón diciendo:

- Cuando lleguemos a tierra, te voy a agarrar y te voy a comer. Además


del maíz, ¡tú vas a llenar mi tripa! –el ratón temblaba de miedo y, al
llegar a tierra, se escapó a la selva.

El gato lo persiguió gritando:

- ¡Maldito ratón! Cada vez que te vea, voy a correr detrás de ti.

Desde aquel día, el gato y el ratón son enemigos y continúan aún hoy corriendo el
uno tras el otro.

Cuando el abuelo terminó el relato, fuera ya no llovía. Tumai salió con los demás
después de dar las gracias al abuelo por haberle contado la historia.
EL PEQUEÑO NIGUINIGUI (Cuento de MAURITANIA)

Hace mucho tiempo, en una selva africana, el camello, la oveja, la cabra y el chivo
decidieron vivir en un campamento y contrataron al rey de la selva, el león, para
que cuidara el lugar y les sirva la comida. Una tarde, el camello, la oveja, la cabra
y el chivo fueron a pasear. Y llegó al campamento el pequeño Niguinigui, (que era
muy pequeño, a mí no me llegaba a las rodillas) llegó montado en su gacela y le
dijo al León:

- ¡Dame de beber! Y el león le dio de beber.

- ¡Quiero más! - dijo Niguinigui. Y el león le dio más agua.

-¡Dame manteca para comer! - pidió Niguinigui. Y el león le dio manteca. -¡Quiero
más manteca, dame toda la manteca para mí y para mi gacela!.

El león le dijo que no podía darle toda la manteca porque tenía que alimentar al
camello, la oveja, la cabra y el chivo. Niguinigui se enojó y le tiró una trompada al
león. El león se enojó y le tiró un zarpazo a Niguinigui, y piña va, zarpazo viene,
terminaron los dos en el suelo.Pero ganó Niguinigui y se tomó toda el agua y se
comió junto a su gacela toda la manteca.

Y después se fue.

Cuando llegaron el camello, la oveja, la cabra y el chivo preguntaron al león que


había pasado y el león les contó que Niguinigui le dio una paliza y después se
tomó toda el agua y se comió toda la manteca, y después se fue montado en su
gacela ...

El león no quiso trabajar más en el campamento y se fue.

Entonces el camello, la oveja, la cabra y el chivo contrataron al tigre.

Pero al otro día al tigre le pasó lo mismo que al león,vino Niguinigui le dio una
paliza, se tomó toda el agua y se comió toda la manteca.

Contrataron a la pantera, al chettah, pero todos recibieron una paliza a manos de


Niguinigui.

Por último, el camello, la oveja, la cabra y el chivo contrataron al daman para que
cuide el campamento ¿Saben lo que es un daman?

Es un animalito africano parecido a una rata gigante, que pesa unos cinco quilos
y !es muy feo! (yo vi uno que tenía los dientes torcidos)
Bueno...este daman tenía un palo grande y cuando el camello, la oveja, la cabra y
el chivo salieron a pasear y llegó Niguinigui a pedir agua y manteca, el daman lo
molió a palos y lo dejó tirado en el piso como muerto.

Cuando volvieron el camello, la oveja, la cabra y el chivo, el daman les contó que
había molido a palos a Niguinigui. pero Niguinigui no estaba muerto, oyó la
conversación y se arrastró hasta el tacho donde estaba la manteca y se tiró
adentró.

Cuando el camello, la oveja, la cabra y el chivo le pidieron al daman que les sirva
la manteca, éste fue a buscarla y encontró en el tacho a Niguinigui que le dio una
trompada en la nariz y le bajó los dientes. El daman salió corriendo y el camello, la
oveja, la cabra y el chivo también. Mientras huían en todas direcciónes iban
gritando "no hay ser más fuerte en la selva que el pequeño Niguinigui"

Niguinigui muy tranquilo, se sentó junto a su gacela y se tomaron toda el agua y se


comieron toda la manteca.

Recogido por Pedro Parcet (cuentacuentos africano


http://cuentosafricanos.blogspot.com)
KONYEK Y SU PADRE
Masai

(Recogido de http://prosoema321.blogspot.com/2006_10_29_archive.html)

UNA VEZ HUBO un gran baile en el cual muchos guerreros y muchachas


estuvieron presentes.
Al anochecer, los participantes se dispersaron y cada guerrero escogió una
o más muchachas para que lo acompañasen a casa.
Uno de aquellos hombres, muy guapo y bien constituido, se llevó a tres
hermanas. Antes de partir les preguntó por el lugar al que les gustaría ir y
ellas le respondieron que querían acompañarlo hasta su casa.
Él les dijo que quedaba en un lugar bastante lejano, pero ellas insistieron en
que eso no les importaba.
Emprendieron el viaje y, luego de caminar bastante, se acercaron a la casa
del guerrero.
Las tres hermanas notaron algunas cosas blancas esparcidas por el terreno
y le preguntaron de qué objetos se trataban. Él les dijo que eran sus ovejas y
sus cabras pero, cuando las muchachas se aproximaron, vieron que en
realidad eran huesos humanos.
Algo asustadas, entraron a la casa del guerrero y se sorprendieron al ver que
él vivía completamente solo.
Más tarde llegaron a saber que este guerrero era un demonio que comía
gente y no se le reconocía fácilmente porque ocultaba su cola debajo de su
vestimenta. Se había comido hasta su propia madre y había arrojado los
huesos dentro de un montón de paja, con la que luego construyó su cama.
Poco después de haber arribado a su cabaña, el guerrero salió y dejó a las
tres muchachas solas.
Se asustaron cuando una voz que provenía de la cama les preguntó que
quién las había llevado hasta allí. Ellas respondieron que había sido el
guerrero.
Luego la voz les pidió que abrieran el colchón. Las muchachas deshicieron
la capa superior de paja del colchón y salieron a relucir los huesos.
La voz que provenía de los huesos les dijo que ella había sido la madre del
guerrero y que él se había transformado en un demonio y se la había
comido.
Las muchachas le preguntaron a los huesos qué podían hacer y la voz les
respondió:
–Dentro de poco, mi hijo vendrá de vuelta y les traerá una oveja. Acéptenla.
Él saldrá nuevamente y, ni bien cierre la puerta, siéntense allí. Hagan un
hueco en la pared y salgan. Si les pregunta qué es lo están golpeando, dirán
que están matando a la oveja.
Todo ocurrió tal como la voz lo había previsto y las muchachas hicieron un
hueco en la pared de la cabaña por el cual huyeron.
Cuando encontraron el camino, una de ellas se acordó súbitamente que
había dejado atrás su abalorio.
Sus hermanas le dijeron para ir y recogerlo, mientras la esperaban. Ella
regresó a la cabaña, pero encontró al guerrero, quien le preguntó si quería
que se la comiera o quería ser su esposa. Ella le agradeció por darle esa
posibilidad de elegir y le dijo que prefería lo último.
Vivieron juntos un buen tiempo y después la mujer le dio un hijo al demonio,
a quien le pusieron como nombre Konyek.
Desde el día de su nacimiento, Konyek acompañó a su padre en las cacerías
en el bosque para encontrar gente y devorarla.
Y aunque el hombre y el niño comían seres humanos, volvían a casa con
cabras y ovejas, para que la mujer comiera, y también le llevaban vacas
lecheras.
Un día, una de las hermanas de la mujer –que estaba embarazada–, fue a
visitarla. Llegó en momentos en que Konyek y su padre estaban ausentes.
Las dos mujeres se sentaron y conversaron hasta la hora en que la visitante
ya tuvo que marcharse.
Pero parecía venir mal tiempo cuando ella se levantó para salir, por lo que la
madre de Konyek le dijo que, en caso de que lloviera, nunca se protegiera
bajo el árbol que se encontraba en medio de la llanura.
Bajo ese árbol era que solían descansar su marido y su hijo, en el camino de
regreso a casa.
Pero la hermana salió con tanta prisa que no prestó atención a la advertencia
que le hiciera la madre de Konyek y, apenas comenzó a llover, ella corrió a
guarecerse bajo el árbol que estaba en medio de la llanura, que era un
baobab, y se subió a él.
Poco después llegaron Konyek y su padre. Pararon allí para protegerse de la
lluvia.
La presencia de los dos caníbales le hizo recordar a la mujer las palabras de
la hermana y temió por su vida.
En cierto momento, Konyek miró entre las ramas del árbol y vio como que
había algo escondido en él, pero su padre le dijo que lo que pasaba era que
estaba lloviendo muchísimo.
Konyek siguió escudriñando el árbol hasta que divisó a la mujer y entonces
gritó:
–Allí está mi carne.
La mujer fue forzada a descender del árbol y, del miedo, dio a luz dos
gemelos.
Konyek mató a la mujer y le sacó los riñones. Luego, agarró a los niños y
dijo:
–Tomaré estos riñones para que mi madre me los fría.
Cuando paró de llover, padre e hijo regresaron a casa y Konyek le entregó
los dos riñones y el par de niños a su madre, para que se los friese.
Pero la mujer, sabiendo que habían matado a su hermana, escondió los dos
niños dentro de un hueco bajo tierra y frió dos ratas en su lugar.
Cuando intuyó que estaban listos, Konyek se acercó al fuego, agarró las dos
ratas, creyendo que eran los niños, y se los comió, quejándose porque eran
muy pequeños.
Su madre simuló estar muy enojada por esas quejas y fue donde su marido
para quejarse de lo que su hijo estaba diciendo. El guerrero le dijo que no
creyera nada de lo que decía el niño porque era un mentiroso.
La mujer alimentó y crió en secreto a los dos niños que eran varones y poco
a poco fueron creciendo.
Un día le pidió a su esposo que sacrificara un buey entero para comerlo.
Konyek, que desde hacía tiempo sospechaba algo, dijo:
–Me divierte escuchar que una mujer quiera comer un buey entero ella sola.
No sé por qué pero pienso que los dos niños que eran míos tengan algo que
ver con esta historia.
Sin embargo, los dos hombres buscaron un buey, lo mataron y le llevaron la
carne a la mujer. Luego salieron para dar un paseo por el bosque.
Tan pronto se marcharon, la mujer sacó a los niños del hueco y les dio de
comer la carne de buey. Comieron hasta la puesta del sol y volvieron a su
hueco para ocultarse nuevamente.
Konyek y su padre regresaron poco después y el primero, que era muy listo,
se dio cuenta de las huellas de pequeños pies que había en la tierra.
–Estas pequeñas y numerosas pisadas no son mías –dijo.
Su madre insistió con firmeza que las pisadas eran de ella o de Konyek y su
padre y en eso fue apoyada por su marido.
Entonces, enojado con Konyek por haber tratado mal a su madre, el guerrero
lo mató y se lo comió.
Pero Konyek volvió de inmediato a la vida y gritó:
–Aquí estoy de vuelta.
El tiempo pasó, los niños crecieron y su tía un día les dijo que la gente que
su esposo y su hijo eran, en realidad, demonios y caníbales. También les dijo
que esa noche pensaba pedirle unas armas a su marido y les preguntó, en
caso de que lograra obtenerlas, que si ellos estaban dispuestos a matar a
Konyek y a su padre.
Los muchachos respondieron que sí. Uno de ellos, sin embargo, objetó:
–Pero, tía, qué le vas a decir a tu marido cuando te pregunte para qué
quieres las armas.
–Le diré que son para defenderme de posibles enemigos que puedan
aparecer.
Cuando Konyek y su padre regresaron a casa, la mujer le pidió al marido que
le diera dos lanzas, dos escudos y dos espadas:
–Yo siempre estoy sola en casa y, si viniera algún enemigo, quisiera estar
preparada para defenderme.
Konyek comentó que nunca antes había visto que una mujer quisiera armas
de hombres y dijo que pensaba que aquellos niños que él le había llevado a
su madre para que los friese, tenían algo que ver con esa historia.
No obstante la protesta de Konyek, el viejo guerrero consiguió las armas que
le había solicitado su mujer.
Cuando se las dio, ella dijo que había creído ver a alguien en los alrededores
de la casa. Tanto Konyek como su padre ya iban a salir, pero la mujer buscó
una piel de buey y les dijo que, en vez de buscar por fuera a quien
merodeaba, lo esperaran adentro, ocultos por la piel.
Aunque a Konyek no le gustó la idea de su madre, tanto él como su padre se
tendieron en el suelo y fueron cubiertos por la piel bien estirada.
Konyek encontró un hueco y comenzó a arrastrarse para salir, pero su madre
le dijo que se metiera de nuevo debajo de la piel.
Sin dejar de decirles que tan pronto el enemigo entrara a la casa, ella gritaría
pidiendo ayuda, la mujer fue en busca de sus sobrinos y les entregó las
armas.
En su agonía, Konyek le dijo varias veces a su padre:
–Te lo advertí, padre, y tú me llamaste “mentiroso”.
Los niños, después de matar a los dos demonios, llevaron a su tía a la casa
de su padre.
TSELANE Y EL GIGANTE
(Cuento Surafricano)

Había una vez una pequeña niña llamada Tselane. Vivía con sus padres en un
pueblo cerca del bosque. La gente de pueblo que vivían en chozas hechas de
paja y barro.

Con ella en la cabaña vivía un mono. Dedicaban mucho tiempo a jugar juntos y
disfrutaban durante todo el día como los mejores amigos.

Tselane había querido hacer compañía a su madre cuando ella cocinaba, y de ella
había aprendido a preparar algunos platos típicos de África.

Tselane era una niña, pero un poco caprichosa ya veces no escucha a los
consejos de los padres.

Un día los padres de Teslane decidieron ir a trabajar a la granja de unos amigos


que vivían en la aldea vecina a pocos kilómetros de distancia. Tselane se negó a
acompañarlos y quería permanecer en su cabaña, para poder seguir jugando con
el mono.

La madre estaba muy preocupada por la idea de dejar sola a su hija dijo:
“prométeme que no abrirás a nadie, cerca hay muchos animales salvajes que
pueden hacerte daño. Sobre todo ten mucho cuidado con el gigante que come
niños. Cada día volveré para traerte comida. Me reconocerás porque te cantaré
esta canción: "Tselane, Tselane reconoce mi voz. Tselane, Tselane es la madre
que le llama ahora "

Tselane escuchó todo lo que había dicho a su madre y luego respondió:- no te


preocupes mamá, voy a hacer todo lo que me dijiste. Ningún animal, ningún
gigante podrán asustarme.
De hecho, en el bosque cerca de la aldea vivían muchos animales salvajes, pero
lo que más miedo le daba a la gente era la presencia de un gigante. Nadie había
visto este gigante, tal vez ni siquiera existe! Sin embargo, las historias de los
abuelos relataban los engaños y la malicia de los gigantes que le gustaba comer
a los niños.

Tselane estaba feliz de estar solo con su mono en la cabaña y comenzó a cantar
una canción sobre su África.

Se pasaron dos días después de la salida de los padres. La madre de Tselane


,como dijo, cada mañana traía comida a su hija. Antes de llamar a la puerta
cantaba la canción y ésta abria.

Sin embargo, el gigante, oculto detrás de los árboles del bosque, escuchó la
canción y la aprendió. Así que una noche llegó a la choza Tselane y comenzó a
cantar con una gran voz. Tselane despertó y empezó a chillar: -¡Vete, monstruo
feo. Usted no es mi madre porque tiene una gran voz y desentona.

El gigante huyó por temor de ser visto por los habitantes de la aldea que despertó
con los gritos de Tselane. Luego regresó al bosque y se quedó allí para completar
su entrada. Intentado muchas veces y tratar de cantar exactamente igual que la
madre de Tselane. La siguiente noche en que llamaron a la puerta.

-“Soy yo mamá” dijo el gigante, y comenzó a cantar. Tselane engañada por la


voz abre la puerta y en un instante el gigante la coge y se la lleva al bosque.
-¡Socorro, socorro! Tselane gritó. Pero, por desgracia, nadie la puede ayudar
porque estaban muy lejos y nadie la escucha. El mono, que dormía
profundamente, no se da cuenta hasta la mañana siguiente. La madre de Tselane
cuando regresó, cantó la misma canción, pero esta vez la niña no abrió. La madre
entró en la cabaña y encontró sólo al mono. Tselane había desaparecido.

– “Tselane, Tselane, ¿dónde estás? No se hacen estas bromas!”. Luego por los
gestos y las formas de Tselane del mono vio que estaba en peligro.

Entonces corrió a avisar a su marido.

El padre de Tselane fue a visitar al líder de la aldea, un gran hombre que siempre
dio buenos consejos. El líder reunió a todos los hombres del pueblo y juntos
fueron al bosque para intentar salvar a Tselane. Después de muchas horas
encontraron al enorme gigante dormitando bajo un árbol. La niña estaba atada a
un tronco y lloraba. El padre, sigilosamente, para no despertar al gigante, la liberó.

Protegidos por los hombres dejaron al gigante durmiendo su siesta.

Al Llegar a casa se organizó una gran fiesta. Cantaron y bailaron a lo largo de esa
noche. Y el padre abrazándola le dijo:

- Recuerda, hija mía: a un niño que no escucha a sus padres no le


escuchará nadie por mucho que grite.

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