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«El pensamiento moderno ha realizado un progreso considerable al


reducir lo existente a la serie de las apariciones que lo manifiestan. Se
apuntaba con ello a suprimir cierto número de dualismos que
causaban embarazo a la filosofía, y a reemplazarlos por el monismo
del fenómeno. ¿Se ha logrado hacerlo?

Jean-Paul Sartre [1]

[I]
INTRODUCCIÓN: EL ARTE DE GOBERNAR COMO NUEVA MATRIZ DE LA
RACIONALIDAD

Seguridad, territorio, población (STP) es el producto de un curso celebrado en el


Collège de France entre enero y abril de 1978. Está dedicado a la «génesis de un saber político
que iba a situar en el centro de sus preocupaciones la noción de población y los mecanismos
capaces de asegurar su regulación» [2] No constituye un análisis del mero paso de un
Estado territorial a un Estado de población, sino que comporta un desplazamiento temático,
cuyo hilo conductor explica el nacimiento y la evolución del desplazamiento temático a través
de la noción de gobierno y del gobierno mismo de los hombres.

Foucault concibe a la filosofía como una política de la verdad. Según él, «en las
sociedades griega y romana el ejercicio del poder político no implicaba ni el derecho ni la
posibilidad de un ‘gobierno’ entendido como actividad que se propone conducir a los
individuos a lo largo de toda su vida, poniéndolos bajo la autoridad de un guía responsable
de lo que hacen y lo que les sucede» (STP, p. 411). Pero sí aparece, orientada bajo la
«metáfora del pastor que vela por sus ovejas» (STP, p. 411), la caracterización de la
«actividad del pedagogo, el médico, el maestro de gimnasia» (STP, p. 411). El auge del

[1] Sartre, Jean-Paul; El ser y la nada (traducción del francés al español de Juan Valmar), Ediciones Altaya,
Barcelona, España, 1997, p.15.
[2] Foucault, Michel; Seguridad, territorio, población (traducción del francés al español de Horacio Pons),
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina, 2006, p. 411.
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poder pastoral es oriundo de Occidente. Se lo identifica por los rasgos que revelan que «el
poder del pastor» es un «poder que individualiza» (STP, p. 412) porque valoriza tanto «a
una sola de las ovejas como al rebaño en su totalidad» (STP, p. 412). Se ejerce sobre una
multitud que marcha hacia una meta. Luego, con el advenimiento del cristianismo, ese poder
pasó a Occidente bajo la forma de «pastorado eclesiástico» de la Iglesia Cristiana para la
«salvación de todas y de cada cual» (STP, p. 412). Hacia los siglos XV y XVI, se verifica una
«crisis general del pastorado» en cuanto a la manera de «’gobernar’ a los niños, una familia,
una posesión, un principado» (STP, p. 412). De tal suerte, y ya sobre el crepúsculo del
feudalismo, la crisis se ve acompañada por «el nacimiento de nuevas formas de relaciones
económicas y sociales, así como las nuevas estructuraciones políticas» (STP, p. 412).

Una cuestión aparte es «la formación de una ‘gubernamentalidad’ política que se


evidencia en la creciente participación» de la conducción de un conjunto de individuos en el
ejercicio del poder soberano. Se pasó de un «arte de gobernar» según «las virtudes
tradicionales» a un «arte de gobernar» con raigambre en el Estado, a la sazón «la nueva
matriz de racionalidad», según la cual se ejerce la soberanía «gobernando a los hombres»
(STP, p. 412 y 413).

[II]
LO EXISTENTE COMO LA SERIE DE LAS APARICIONES QUE LO
MANIFIESTAN

En Seguridad, territorio, población, que bien pudo haber sido titulado «Una
historia de la gubernamentalidad», salta a la vista el estatuto ontológico artificial que domina
la escena: ese «sujeto-objeto» (STP, p. 103) que es la población, es decir «el conjunto de
mecanismos que incorporan a la jurisdicción del gobierno y de quienes gobiernan unos
fenómenos muy específicos que no son exactamente los fenómenos individuales» (STP, p.
87).

El estatuto ontológico de la población es lo artificial y su epistemología es la praxis.


No es posible que la población responda a las condiciones de posibilidad de la sensibilidad,
que se exponga a los sentidos externos, que se presenten a la conciencia como lo hace un
objeto real objetivamente existente. Pero sí es posible que la población se pueda concebir en el
orden de las condiciones de posibilidad del entendimiento, en el sentido interno. De tal suerte
podríamos explicar el sistema filosófico de Foucault como la épistémè que organiza el
«choque» entre dos realidades, una real y objetivamente existente y la otra no. Una del orden
del ser natural y la otra del orden del pensamiento formal, confluyen en un medio espacial
que se puede entender como un campo de intervención entre un objeto intervenido, «la
población», y un sujeto interviniente, «el Estado»: «un conjunto de datos naturales, ríos,
pantanos, colinas, y un conjunto de datos artificiales, aglomeración de individuos,
aglomeración de casas» (STP, p. 41). Observar esto requiere adoptar una perspectiva
objetivista, o bien una perspectiva subjetivista. Por lo que ha dicho Foucault en el sentido de
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que «nada es más material, más físico, más corporal que el ejercicio del poder» [3], parece
descartar el subjetivismo. Pero, creemos que introduce una tensión dualista, subjetivo-
objetivista, que permanece en la interfase de los términos. En la relación nada media, según
parece nada hay, no hay épistémè como la hay en Kant donde el enlace para conocer lo da el
esquematismo que conecta las condiciones puras del entendimiento, las categorías, con las
condiciones puras de la sensibilidad, el espacio y el tiempo. Este dualismo, se repite y se
conserva en el decurso de los registros históricos que Foucault cita y propone y, de tal suerte,
desemboca, casi necesariamente, en una forma de pragmatismo que resuelve la tensión y
anula el riesgo de caer en un nihilismo de los intermediarios instrumentales. En Foucault, nos
parece, sucede según la cita del epígrafe, según la cita de Sartre: «el pensamiento moderno ha
realizado un progreso considerable al reducir lo existente a la serie de las apariciones que lo
manifiestan. Se apuntaba con ello a suprimir cierto número de dualismos que causaban
embarazo a la filosofía, y a reemplazarlos por el monismo del fenómeno. ¿Se ha logrado
hacerlo?»

¿El sistema filosófico de Foucault es tan meramente objetivista como él pretende?


¿En algún momento Foucault cambia su enfoque? ¿Su épistémè está vacía o cae en el
nihilismo? ¿Podemos visualizar un pragmatismo según el cual se reduce lo existente a la serie
de apariciones que lo manifiestan? ¿Responde a esta particularidad «la circulación» que
identifica en la historia y describe Foucault? A intentar despejar estas, y otras preguntas
semejantes, dedicaremos estas páginas inspiradas en el dilema epistémico ontológico de la
filosofía de Foucault, de Seguridad, territorio, población, y de la circulación misma, que es
un dispositivo y un eje temático central, transversal y recurrente.

[III]
LA ANTINOMIA DE FOUCAULT: ENTRE LA FENOMENOLOGÍA
SUBJETIVISTA Y EL ESTRUCTURALISMO OBJETIVISTA

Cuando el 2 de septiembre de 1975, el corresponsal de la Revista Quel Corps, le


preguntó a Foucault si «¿existe un fantasma corporal de las diferentes instituciones?»,
Foucault le respondió «que el gran fantasma, es la idea de un cuerpo social que estaría
constituido por la universalidad de las voluntades ..., [y que] no es el consensus el que hace
aparecer el cuerpo social, es la materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los
individuos» [4] Cuando el mismo periodista le preguntó:«¿Cuál es la evolución de la
relación corporal entre las masas y el aparato del Estado?», Foucault le respondió que
«nada es más material, más físico, más corporal que el ejercicio del poder» [5] ¿Estaba,

[3] Foucault, Michel; Microfísica del Poder (traducción del francés al español de Julia Varela y Fernando
Alvarez-Uría), Las Ediciones de La Piqueta, Madrid, España, 1992, p. 113.
[4] Foucault, Michel; Ibid., pp. 111, 112 y 113.
[5] Foucault, Michel; Ibid., p. 113.
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aquí, Foucault, más cerca de la fenomenología [6] subjetivista que del estructuralismo [7]
objetivista?

[IV]
ACERCA DE LA CIRCULACIÓN

Lo que en Kant es para saber, para conocer, en Foucault es para el poder, para
gobernar. El gobierno, es decir el ejercicio de la gubernamentalidad, sea por medio de la
biopolítica, del biopoder, o por otro medio, se construye, se determina, se edifica. El estatuto
ontológico de «la población» es lo artificial: el ser (objetivo) no es una y la misma cosa que el
pensar (formal) Sin embargo, pese a que lo niegue, ésta última formalidad racional se
conserva en Foucault, y Foucault nos muestra una épistémè cuyos signos [8] operan como
una recurrencia, como un morfismo apto para entender cualquier contenido, como un todo
único y compacto cuyas manifestaciones se presentan en sus partes y es múltiple.

En particular, la circulación, al igual que la población, comporta un concepto no-


natural, un dispositivo artificial en el sentido de ontología formal. Todas las cuestiones
planteadas por la calle, el grano y el contagio o la ciudad, la escasez y la epidemia, tienen algo
en común: giran alrededor del problema de la circulación. De la circulación como
desplazamiento, como intercambio, como contacto, como forma, como dispersión, como
aceleración, como lentificación, y también como distribución (STP, p. 85). La circulación,
entendida como el dinamismo en un espacio, en sus distintas manifestaciones, es un
dispositivo que resulta de una acción que se sigue del dinamismo de la política en la historia
(acción que por ser histórica es no-hobbesiana, no artificial [9]), que concibió la libertad, pero
regulada, como forma de la gubernamentalidad de la población, por la población, y para la
población, parafraseando, con un alto grado de discrecionalidad, a Montesquieu, en El
espíritu de las leyes, cuando define qué es democracia.

[6] En sentido general y etimológico, la fenomenología consiste en la descripción de lo que aparece a la


conciencia: el fenómeno. El uso filosófico del término lo suministra Lambert, en 1764, como «doctrina de la
apariencia», o del verdadero conocimiento sensible, que se opone a «la doctrina de la verdad». Hegel profundiza
el sentido del término y lo aplica al camino vivencial que recorre la conciencia hasta llegar al saber absoluto: la
«ciencia de la experiencia de la conciencia» En sentido propio se entiende por fenomenología la teoría filosófica
de Edmund Husserl, tal como la presenta en 1913. En su orientación clásica, tal como la entiende Husserl, es el
método que permite describir el sentido de las cosas viviéndolas como fenómenos de conciencia. Lo concibe como
una tarea de clarificación para poder llegar «a las cosas mismas» partiendo de la propia subjetividad, en cuanto
las cosas se experimentan primariamente como hechos de conciencia, cuya característica fundamental es la
intencionalidad.
[7] El núcleo teórico de esta corriente de pensamiento está definido por la noción de estructura, y surge como un
rechazo de las orientaciones de carácter historicista y subjetivista, a la vez que se enmarca en el contexto del
estudio del estatus epistemológico de las ciencias sociales. El concepto mismo de estructura no está exento de una
cierta ambigüedad, puesto que no surge de un único ámbito de estudio, y es utilizado en campos diversos.
[8] El signo es una marca cuyo carácter semiótico comprendo. No es la contemplación de la idea. No es del campo
de lo conceptual, sino de lo retórico, del sentido. Tiene valor subrogativo.
[9] Según Sheldon S. Wolin (Política y perspectiva-Continuidad y cambio en el pensamiento político
occidental, Amorrortu editores S. A., Buenos Aires, Argentina, p. 284), Hobbes (1588-1679) concibió el proyecto
de un sistema de filosofía dividido en tres partes: la primera habría de ocuparse de los cuerpos y de comprender lo
que actualmente se denominaría geometría y mecánica, es decir física; la segunda habría de ocuparse de la
psicología y la fisiología humana; y la tercera concluía con el más complejo de todos los cuerpos, el cuerpo
artificial denominado sociedad o estado. En este último sentido, Hobbes, en la «Introducción» a su Leviatán,
afirma que la Naturaleza, como Arte con el cual Dios ha hecho y gobierna el mundo, es imitada por el arte del
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Pero, ¿qué es lo que se regula, sino la conducta de los hombres entre sí y con las
cosas? ¿qué es lo que se conduce, sino lo que es conducible? Y ¿qué es lo que se controla (se
vigila), sino la conducta de lo que es conducible? Sin embargo, el poder político actúa sobre
aquello que considera significativo en cuanto tiene entidad política. No todo es político, sino
que todo lo que es significativo, todo lo que tiene entidad política, lo es. Entonces, ¿cuál es el
signo que identifica a esa significatividad, sino la medida del impacto económico y el
posibilismo de conducir, como criterio de demarcación, una población. Al poder se lo puede
estudiar a través del gobierno, en el sentido de conducir conductas, en una relación de uno a
todos, allí donde rige la libertad, y no la dominación y siempre y cuando no se trate de una
forma ética de gobierno de sí mismo. El poder político, mejor dicho la gubernamentalidad
tiene teleología, persigue una finalidad. Entonces la gubernamentalidad constituye un know-
how, una tecnología de gestión, una «fisiología» del poder. Y se ejerce sobre algo que tiene un
estatuto ontológico bien diferente: lo conducible: la población. Se ejerce diversamente: en
Hobbes evitando, mediante un artificio, el riesgo de morir; y en Foucault, mejor dicho en el
curso de la perspectiva evolutiva histórica que describe Foucault, mediante dispositivos de
índole diversa y de diversa entidad, entre ellos: la circulación. También hay circulación
generativa en y desde el poder pastoral hacia el poder económico, y en y desde éste hacia el
poder político, y también en las formas internas de circulación que ellos (tales poderes)
presentan. Pero no hay poder político sin alguna clase de resistencia, de contrapoder. Bueno,
allí también rige el dispositivo de circulación.

Ahora bien, ¿para qué sirve la circulación como dispositivo históricamente verificado,
sino para el ejercicio de «un arte oculto en lo profundo del alma humana» [10], azuzado por
una regla extraída de la experiencia a posteriori, que prescribe que las experiencias de algún
tipo, la de los objetos presentados a la sensibilidad, pueden explicarse mediante preceptos de
otra clase que son patrimonio de la síntesis en el entendimiento (técnicamente «experiencia»),
como un símil sintético a priori del dualismo kantiano. En este sentido, «la lectura de las más
importantes producciones filosóficas de la modernidad (de Kant a nuestros días) provoca dos
sensaciones a la vez contradictorias y complementarias ..., la oscilación entre los términos de
un dualismo fundamental: la oscilación entre el objetivismo y el subjetivismo» [11] Si bien,
describiendo los términos de esas dos «actitudes filosóficas puras de la modernidad, hemos
utilizado los términos ‘pensamiento’, ‘experiencia’. ‘ideas’. ‘cosas’, etc.; evidentemente, ninguno
de ellos posee la misma significación en el subjetivismo y en el objetivismo» [12], uno se siente
tentado de leerlo a Foucault bajo el imperio de sendas perspectivas, desde que «la oscilación
entre el subjetivismo y el objetivismo estructura toda la reflexión de Foucault» [13]
«retomando la antinomia ... entre el objetivismo estructuralista y el subjetivismo

hombre en la producción de un animal artificial, y que ese arte va más lejos aún, porque permite crear un Estado
(gran Leviatán) que no es sino un hombre artificial de fuerza superior, pensado para proteger al hombre natural.
[10] Kant, Immanuel; Crítica de la razón pura (traducción del alemán al español de Pedro Ribas), Ediciones
Alfaguara S. A., Barcelona, España, 1995, A141, B181, p. 185.
[11] Castro, Edgardo; Pensar a Foucault. Interrogantes filosóficos de La arqueología del saber, Ibid., p. 9.
[12] Castro, Edgardo; Ibid., p. 10.
[13] Castro, Edgardo; Ibid., p. 13.
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hermenéutico» [14]

Conjeturamos que la circulación como dispositivo puede ser analizada de tal suerte: la
circulación es un dispositivo de la razón política para la gubernamentalidad empírica de la
población, y, ha sido por lo tanto un principio histórico rector compatible con «una pragmática
[15] en la cual la verdad, desprovista de todo contenido ontológico-objetivo, no es otra cosa
que un efecto, un producto ... de las estrategias sociales de las relaciones de poder» [16]

Nuestro propósito ha de ir en el sentido de captar primero la cosa ontológica, la


población, como Gegenstand, como la realidad de lo sensible bajo la forma de Objekt, de objeto
de conocimiento formal, no como actividad humana sensorial, no como objeto de modo
objetivista, sino como práctica, como Anschauung, de contemplación también formal, como
idea, de modo subjetivista: la contemplación subjetivista del objeto como distinta del objeto
mismo o, si se quiere, «mostrar la persistencia del dualismo entre subjetivismo y objetivismo»
del denominado «tercer Foucault», que redescubre el rol de la subjetividad, después de haber
superado la instancia existencialista-fenomenológica primero, y la instancia antisubjetivista
después [17] Según Foucault, «se trata, por el contrario de hacer interactuar elementos de la
realidad» (STP, p. 86) para instrumentalizar la anulación de los fenómenos sin prohibición y
con los fenómenos mismos: ponerle«un límite» Pero, ¿cómo? «Se trata de poner de relieve
cierto nivel en que la acción de quienes gobiernan es necesaria y suficiente» (STP, p. 87). El
mismo Foucault sugiere su épistémè: «ahora vemos aparecer, [no] la idea de un poder que
adopte la forma de una vigilancia exhaustiva de los individuos para que cada uno de ellos esté
en todo momento y en todos sus actos bajo los ojos del soberano, sino el conjunto de
mecanismos que incorporan a la jurisdicción del gobierno y de quienes gobiernan unos
fenómenos muy específicos que no son exactamente los fenómenos individuales, aunque los
individuos ... figuren en ellos de cierta manera y los procesos de individualización sean uno de
sus rasgos específicos. Es toda otra manera de poner en juego la relación colectivo/individuo,
totalidad del cuerpo social/fragmentación elemental, otra manera que va a actuar en lo que
llamamos población. Y el gobierno de las poblaciones es ..., algo completamente diferente del
ejercicio de una soberanía hasta en el grano más fino de los comportamientos individuales»

[14] Castro, Edgardo; Ibid., p. 14.


[15] Escuela filosófica surgida en los EE.UU. a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sus propulsores más
destacados fueron Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey. Peirce fue el inspirador del principio que
consagra que el interés y la importancia de un concepto reside, únicamente, en los efectos directos que
consideramos que el mismo pueda tener en la conducta humana. A este método de otorgar significado a los
conceptos, con vistas a eliminar lo metafísico, Peirce lo llamó «pragmatismo/pragmaticismo», inspirándose en
la praxis de la filosofía griega y en la «práctica» de Kant. W. James popularizó estas ideas con su obra,
Pragmatismo, de 1907. Según James, más que en un acuerdo o concordancia con la realidad, la verdad consiste
en lo que es ventajoso para el pensamiento, o en la consecución de una relación satisfactoria con la realidad; la
ventaja y la satisfacción se refieren a lo útil, o a lo práctico: «verdadero» es una clase de «bueno». Ese aspecto
relativista fue observado por J. Dewey, quien analiza el concepto de lo «verdadero en la práctica», en términos
que se acercan a los requisitos de una investigación científica. Dewey llamó instrumentalismo a su manera de
enfocar el pragmatismo: el conocimiento es un proceso de investigación, en el cual las ideas son los instrumentos;
de ellas no decimos propiamente que sean verdaderas o falsas en sí mismas, sino que los medios de que nos
valemos para investigar cuáles de nuestras creencias sirven para resolver nuestros problemas son de índole
variada; el término de la investigación no es la verdad o la certeza absoluta, sino una «afirmabilidad
garantizada», esto es, un prudente juicio práctico que se apoya en el conjunto de afirmaciones que desarrolla
metódicamente la empresa (comunidad) científica.
[16] Castro, Edgardo; Ibid., p. 17.
[17] Castro, Edgardo; Ibid., pp. 16 y 17.
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(STP, p. 87)

[V]

LA CIRCULACIÓN ES UN DISPOSITIVO GUBERNAMENTAL MULTIFUNCIÓN

Aparece un problema muy distinto que consiste ya no en «fijar y marcar el territorio,


sino [en] dejar fluir las circulaciones, controlarlas, seleccionar las buenas y las malas,
permitir que la cosa se mueva siempre, se desplace sin cesar, vaya perpetuamente de un
punto a otro, pero de manera tal que los peligros inherentes a esa circulación queden
anulados» (STP, p. 86).

El de circulación, mejor dicho el «proceso de movimiento, de desplazamiento o de


circulación de la gente y las cosas» (STP, p. 71) es un concepto al que Foucault recurre
asiduamente: es, por lo tanto, en su obra, una tópica. Así, en Seguridad, territorio y población,
Foucault describe varias formas, desde diferentes enfoques, de circulación: (a) circulación
urbana; (b) circulación comercial: (b.1) circulación de los granos, y (b.2) circulación de la
materialidad fina del intercambio; (c) circulación económica: (c.1) circulación monetaria estatal,
y (c.2) circulación monetaria interestatal; (d) circulación política; (e) circulación de las verdades;
(f) circulación de los méritos y los deméritos; y (g) circulación o pasaje del pastorado a la
gubernamentalidad.

(a)
Circulación Urbana

Procede «tomar... el caso de las ciudades» (STP, p. 28) que hacia el siglo XVII
aparecían (a.1) con «una especificidad jurídica y administrativa que la[s] aislaba[n]»; (a.2)
«se destacaba[n] por el encierro, dentro de un espacio amurallado y estrecho»; y (a.3) «se
caracterizaba[n] por una heterogeneidad económica y social muy pronunciada» (STP, p.
28).

El «encierro», el «enclave» de la ciudad, hacia los siglos XVII y XVIII, representaba


un grave problema que, hacia el siglo XVIII, exigía un «desenclave espacial, jurídico,
administrativo y económico» (STP, p. 29) que imponía «resituar la ciudad en un espacio de
circulación» (STP, p. 29) Pero, ¿por qué «el problema de la ciudad era esencial y
fundamentalmente un problema de circulación»?(STP, p. 29). Al respecto, Foucault remite
al lector al texto escrito de «un tal Alexandre Le Maître, con el título de La métropolitée»
(STP, p. 29) (La metropolidad, o mejor dicho la capitalidad). Le Maître asimila el Estado a un
edificio que está compuesto por «tres elementos, tres órdenes ..., tres estamentos » (STP, p.
29) característicos: los (a) «campesinos»; los (b) «artesanos»; y el (c) «soberano y los
funcionarios» (STP, p. 30). Obviamente, la comparación de la que se vale Le Maître, no es,
para nada, antojadiza. La toma para explicar que los (a) «campesinos» ofician como
«basamento» de un edificio, como «los cimientos que están en la tierra, debajo de ella, que
no se ven pero aseguran la solidez del conjunto»; los (b) «artesanos» ofician como «partes
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comunes, las partes de servicio del edificio»; y los (c) «funcionarios del soberano y éste
mismo» ofician como «partes nobles, los sectores de habitación y recepción» (STP, p. 30)
Con esta «metáfora arquitectónica», Foucault nos comunica que, para Le Maître, «el
territorio también debe abarcar sus cimientos [el campo], sus partes comunes [las pequeñas
ciudades] y sus partes nobles [la capital]» (STP, p. 30) donde, respectivamente, deben «vivir
todos los campesinos [y sólo ellos] ..., todos los artesanos [y sólo ellos] ..., y el soberano, sus
funcionarios y los artesanos y comerciantes [y sólo ellos] indispensables para el
funcionamiento mismo de la corte y el entorno del monarca» (STP, p. 30). Pero, a renglón
seguido, Le Maître formula una metáfora de orden geométrico para determinar la naturaleza
de «la relación entre esta capital y el resto del territorio: ... un buen país tiene, en suma, la
forma del círculo y la capital debe situarse en el centro de este» porque, de lo contrario, no se
«podría[n] ejercer todas las funciones que le son propias» Sería preciso, entonces, «que la
capital mantenga con el territorio una relación estética y simbólica ... [y] también política,
en el sentido de que las leyes y ordenanzas deben tener en el territorio una especie de
implantación [tal] que ningún rincón del reino escape a esa red general constituida por las
leyes y ordenanzas del soberano» (STP, p. 30).

El trabajo de Le Maître es utópico, pero contiene un aspecto interesante: contiene


«una definición de la ciudad, una reflexión sobre la ciudad planteada esencialmente en
términos de soberanía ..., [cuya] relación ... con el territorio es lo primordial y sirve de
esquema ..., [para] una serie de funciones ..., urbanas ..., económicas ..., morales y
administrativas» (STP, p. 31). Le Maître nos presenta una versión de soberanía que, por sus
proyecciones, también nos resulta atractiva, puesto que se propone «conectar la eficacia
política de la soberanía a una distribución espacial» (STP, pp. 31 y 32). Lo que dice Le
Maître (que es lo que rescata Foucault), es que un «soberano, se trate de un colectivo o de un
individuo, es alguien que está bien situado dentro de un territorio, y [que] un territorio bien
controlado en el plano de su obediencia al soberano es un territorio con una buena
disposición espacial» (STP, p. 32). Esto quiere decir que la «idea de la eficacia política» está
ligada «a la idea de una intensidad de las circulaciones» (STP, p. 32). Y dice «a la intensidad
de ... las ideas ..., las voluntades y órdenes y también ... comercial» (STP, p. 32). Lo que
Foucault refiere es una idea anfibológica: idea «antigua» porque así se edificó la soberanía en
el curso de la historia, del tiempo; e idea, a la vez «moderna» porque introduce la idea de
«circulación» en el espacio, es decir «por la superposición [intersección] del Estado
soberano, y el Estado territorial y el Estado comercial» (STP, p. 32) que trátase de
entrelazarlos y fortalecerlos recíprocamente [18] El problema de Le Maître estriba en
«consolidar un Estado bien capitalizado», es decir bien organizado en torno de una capital,
sede de la soberanía y que es, a la vez, comercial (STP, pp. 32 y 33). Le Maître había pensado
el ordenamiento de la ciudad en la «categoría más general, más global del territorio» (STP,
p. 34), por referencia a algo más grande que ella, el territorio.

[18] El contexto histórico en el que se estaban desarrollando estas concepciones fue el del pleno mercantilismo,
mejor dicho el del pleno cameralismo.
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Pero esto no es todo. Hubo otra manera de obrar, otro modo de proceder, de
planificar, por ejemplo, y de construir, ahora en los hechos, una ciudad allí donde nada había.
Los cánones, hacia fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, respondían, por lo general, a
la «famosa forma del campamento romano, que en esos tiempos acababa de volver a
utilizarse dentro de la institución militar como instrumento fundamental de la disciplina»
(STP, p. 34). El «campamento» supone «arquitecturar un espacio [considerando que, en
sentido lato,] la disciplina es del orden de la construcción» (STP, p. 34), o como dice el
mismo Foucault en Vigilar y Castigar: «el campamento es el diagrama de un poder que
actúa por efecto de una visibilidad general» [19], y el ordenamiento de las ciudades no está,
aquí, ahora, pensado «a partir de algo más grande que ellas, el territorio, sino a partir de
algo más pequeño, una figura geométrica que es una suerte de módulo arquitectónico, a
saber, el cuadrado o el rectángulo dividido a su vez, por medio de cruces, en otros
cuadrados o rectángulos» (STP, p. 35). En ese diseño que describe Foucault, puntualmente
en Richelieu, la ciudad que está describiendo, se sigue un esquema adecuado para «el
tratamiento disciplinario de las multiplicidades en el espacio, es decir [la] constitución de un
espacio vacío y cerrado en cuyo interior se construirán multiplicidades artificiales que se
organizan según el triple principio de la jerarquización, la comunicación exacta de las
relaciones de poder y los efectos funcionales específicos de esa distribución» (STP, pp. 35 y
36). Lo que importa ahora, es «arquitecturar el espacio», y no «capitalizarlo» según el
esquema de Le Maître.

Pero, esto, todavía tampoco es todo. En un tercer ejemplo, Foucault proporciona una
«serie de casos» que atañen a los «ordenamientos reales de las ciudades que existían
efectivamente en el siglo XVIII» (STP, p. 36). En el ejemplo de «Nantes» se procuraba
«eliminar los amontonamientos, dar cabida a las nuevas funciones económicas y
administrativas, regular las relaciones con el campo circundante y ... prever el crecimiento»
(STP, p. 36). De la «ciudad como agente perfecto de circulación», el arquitecto Rousseau
derivó una metáfora consistente en que la refección «tuviera ... forma de corazón», de tal
suerte que fuera apta, así como la sangre lo es para el corazón, «la buena forma debe ser el
soporte del ejercicio exacto de la [su] función» (STP, pp. 36 y 37). Pero ese diseño simbólico,
no sería, precisamente, el que prosperaría, sino aquel que revistiera «una serie» de aspectos
«precisos y concretos» como el presentado por «Vigné de Vigny» (STP, p. 37), a saber: (a)
«higiene»; (b) facilitación del comercio; (c) articulación de calles con rutas externas; y (d)
«permitir la vigilancia» Así, «se trataba de organizar la circulación, suprimir sus aspectos
peligrosos, distinguir entre la buena y la mala circulación, maximizar la primera y reducir
la segunda» (STP, p. 38). En el caso de Vigny no se trataba «de construir dentro de un
espacio vacío o vaciado ... que va a construirse por entero» (STP, pp. 38 y 39) porque de tal
suerte trabaja la disciplina, sino que, ahora, la seguridad considerará «una serie de datos
materiales», de modo que no se reconstruya ese dato de manera que sea «dable esperar un
punto de perfección como en una ciudad disciplinaria» (STP, p. 39). «Se trabaja ... sobre

[19] Foucault, Michel; Vigilar y Castigar-Nacimiento de la prisión (traducción del francés al español de Aurelio
Garzón del Camino), Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, Argentina, 2004, p. 176.
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datos naturales ... [y] también sobre cantidades ... relativamente reducibles ..., [pero] nunca
por completo ... [y puesto que] jamás se las puede anular ... [entonces] trabaja sobre
probabilidades [20]» (STP, p. 39) que constituyen una forma de gestión fundada en el
estudio de experimentos aleatorios, azarosos, libres de determinación, aunque no de fijeza. De
tal suerte, «en esos ordenamientos de las ciudades se intentará organizar elementos que se
justifican por su polifuncionalidad» (STP, p. 39). Se circula bien por las buenas calles donde
también circulan «miasmas», «enfermedades», mercaderías, y hasta «amotinados» y
«ladrones» Ora de carácter positivo, ora negativo, lo que circula sería objeto de ordenamiento
actual con una proyección de futuro que consiste en «poner en juego todas esas diferentes
funciones de la ciudad» (STP, p. 39). Un buen ordenamiento, en términos de seguridad,
supone la administración matemática y estadística de esas «series indefinidas», de esas
«series abiertas», formales, mediante las cuales sus correlatos ontológicos pueden
interpretarse (diagnóstico), preverse (prognosis), dirigirse (gestión) y controlarse (vigilancia),
aproximativamente [21], mediante cálculo probabilístico [22] En síntesis mientras «la
soberanía capitaliza un territorio y plantea el gran problema de la sede de gobierno ..., la
seguridad tratará de acondicionar un medio en función de acontecimientos o de series de
acontecimientos ..., la seguridad remite a una serie de acontecimientos posibles, remite a lo
temporal y lo aleatorio ... que habrá que inscribir en un espacio dado» (STP, p. 40). El
espacio es, así, un medio, EL MEDIO «necesario para explicar la acción a distancia de un
cuerpo sobre otro ..., soporte y ... elemento de circulación de una acción» (STP, pp. 40 y 41).
Es un espacio de tipo newtoniano, y por lo tanto físico, antes que kantiano como condición
(pura) de posibilidad de la sensibilidad, sobre el que Foucault sugiere la «medición», es decir
las operaciones directas de medición, y las medidas obtenidas indirectamente por medio de
cálculo. Así, «el medio aparece ... como un campo de intervención donde, en vez de
afectarlos como ... cuerpos susceptibles de prestaciones ... se trata de afectar ... a una
población» (STP, p. 41).

[20] Lo probable es un dispositivo estadístico-matemático de la modernidad. El valor que toma la función de


probabilidad, según Popper, mide la intensidad o la fuerza de la propensión que tiene un acontecimiento de
producirse. La probabilidad, en cierto modo, cuantifica una potencialidad ligada a tal o a cual sistema físico. Poco
importa que éste sea simple o complejo, libre o en interacción con otros sistemas. La probabilidad para que tal
acontecimiento se produzca, es una propiedad objetiva ligada al acontecimiento mismo, inherente a la naturaleza
de las cosas. Cf. Ciencia al Día © Septiembre 1998, Vol. 1, No. 2, p. 6, en:
http://www.ciencia.cl/CienciaAlDia/volumen1/numero2/articulos/articulo1.html
[21] Las estadísticas son un buen ejemplo de una ciencia social del tipo descrito por Michel Foucault. Pero en sus
concepciones más teóricas, Quetelet imaginó una mecánica social semejante a la mecánica celestial, una masa de
material homogéneo siguiendo un curso a través e la historia. Esta homogeneidad la expresó en su doctrina de
l´homme moyen. El modo de investigar la sociedad era el estudio de las propiedades de ese hombre tipo. Quetelet
fue tan lejos como para aplicar la teoría de los errores matemáticos a la variación humana, lo que implicaba que
toda desviación respecto al hombre medio no era más que un error.
[22] El carácter puramente probabilístico de las regularidades que las leyes científicas expresan, se debe a que
todo proceso o fenómeno es una mezcla de aspectos comunes con otros procesos o fenómenos, con aspectos
diferentes y específicos propios a cada uno ellos; una mezcla de relativa independencia en relación a otros procesos
o fenómenos y de dependencia y modificaciones mutuas derivadas de las interacciones con ellos; una combinación
de una relativa estabilidad en ciertos aspectos de la estructura de cada proceso o fenómeno, con una inestabilidad
en otros aspectos; así como de persistencia, por un cierto tiempo, en la identidad consigo mismos de los aspectos
«esenciales» de dichos procesos o fenómenos, con la posterior transformación cualitativa de los mismos, debido al
desarrollo de las contradicciones internas o externas que los afectan. En suma, la validez sólo probabilística de las
leyes científicas se debe al carácter básicamente dialéctico y contradictorio que encierran todos los procesos o
fenómenos. Cf. Ciencia al Día , Ibid., p. 6.
» 13

Con la ciudad se hace patente algo fundamental: «la irrupción de la ‘naturalidad’ de


la especie humana dentro de un medio artificial» de poder. Moheau, el teórico de la
biopolítica, del biopoder, vio «aparecer con toda claridad la noción de un medio histórico
natural como blanco de una intervención de poder ..., muy diferente de la noción jurídica de
la soberanía y el territorio y también del espacio disciplinario» (STP, p. 42). Ahora, el
problema del soberano «es algo que tiene que ver ... con la interferencia ... de un medio
geográfico, climático y físico con la especie humana, en cuanto ésta, tiene un cuerpo y un
alma, una existencia física [y] moral; y el soberano sería quien tenga que ejercer su poder ...
donde la naturaleza en el sentido de los elementos físicos, interfiere con la naturaleza en el
sentido de naturaleza de la especie humana; en ese punto ... donde el medio se convierte en
determinante de la naturaleza» (STP, p. 44). Esto señala uno de los elementos de la
introducción de los «mecanismos de seguridad»: la aparición de un «proyecto» que es una
«técnica» política dirigida al medio.

Si tuviésemos que sintetizar el sentido de todo cuanto hasta aquí se ha dicho,


podríamos decir que, «la función estructuradora del espacio» reposa en el soberano del
territorio, quien, después de «fijar límites y fronteras», después de delimitarlo, «se había
convertido en arquitecto del espacio, disciplinado», y también en el regulador del medio que
garantiza la circulación en sus distintas manifestaciones.

(b)
Circulación Comercial

(b.1)
Circulación de los Granos

«La circulación de granos» fue una concepción «teórica» propia de la fisiocracia. Es


más, se considera que ellos, los fisiócratas, la «impusieron al gobierno francés» (STP, p. 51) a
través del «efecto multiplicador» [23] Así, «el principio de la libre circulación de granos
puede leerse como la consecuencia de un campo teórico, y al mismo tiempo como un
episodio en la mutación de las tecnologías de poder y en el establecimiento de la técnica de
los dispositivos de seguridad que ... es característica o es una de las características de las
sociedades modernas» (STP, p. 51).

Para Foucault «la libertad no es otra cosa que el correlato de la introducción de los
dispositivos de seguridad. Un dispositivo de seguridad ... sólo puede funcionar bien con la
condición de que se dé algo que es justamente la libertad, en el sentido moderno que [esta
palabra] adopta en el siglo XVIII: ... la posibilidad de movimiento, desplazamiento, proceso
de circulación de la gente y las cosas» Esta es la «facultad» que es «menester entender y
comprender como una de las facetas ..., de la introducción de los dispositivos de seguridad ...

[23] En economía, se dice del índice que mide la propensión marginal a consumir , y por ende, indirectamente, a
producir, a lo largo de una escala de ingresos. Cf. Ackley, Gardner; Teoría Macroeconómica, Editorial UTEHA ,
México, 1961, pp. 231 y 232.
» 14

cuando se habla de libertad»: «la administración de los hombres que tiene en cuenta la
libertad de los hechos en primer lugar. Eso es una tecnología de poder» (STP, p. 71).

Todas las cuestiones planteadas por la calle, el grano y el contagio o la ciudad, la


escasez y la epidemia, tienen algo en común: «giran en definitiva, y en mayor o menor
medida, alrededor del problema de la circulación» Circulación como «desplazamiento»,
como «intercambio», como «contacto», como «forma», como «dispersión», y también
como «distribución» Si la soberanía consiste en «conquistar nuevos territorios, o ...
conservar el territorio conquistado» (STP, p. 85), la seguridad del territorio, o bien la
seguridad del soberano que reina sobre el territorio, consiste en «¿cómo marcar el territorio,
cómo fijarlo, cómo protegerlo o ampliarlo?» (STP, p. 85) que es el problema de Maquiavelo
[24] porque «ese era el problema del príncipe en la realidad de su poder territorial, el
problema político de la soberanía» (STP, p. 86) que marca «el final de una era», «un
momento culminante» Pero resulta que aparece un problema muy distinto que consiste ya no
en «fijar y marcar el territorio, sino [en] dejar fluir las circulaciones, controlarlas,
seleccionar las buenas y las malas, permitir que la cosa se mueva siempre, se desplace sin
cesar, vaya perpetuamente de un punto a otro, pero de manera tal que los peligros
inherente a esa circulación queden anulados» (STP, p. 86). Esto implica no ya la seguridad
del príncipe y su territorio, sino la de la población y de quienes la gobiernan (STP, p. 86).
Estos mecanismos no implican, en absoluto, «una relación de obediencia entre una voluntad
superior, la del soberano, y las voluntades sometidas a ella. Se trata, por el contrario de
hacer interactuar elementos de la realidad» (STP, p. 86) para instrumentalizar la anulación
de los fenómenos sin prohibición y con los fenómenos mismos»: ponerle «un límite» «Los
mecanismos de seguridad no eligen para actuar el eje soberano-súbdito, y tampoco
adoptan para ello la forma de la prohibición» (STP, p. 86). Esos mecanismos «no tienden,
como los de la ley o los de la disciplina, la manera más exhaustiva posible, la voluntad de
uno a los otros. Se trata de poner de relieve cierto nivel en que la acción de quienes
gobiernan es necesaria y suficiente» (STP, p. 87).

(b.2)
Circulación de la Materialidad Fina del Intercambio

La ciudad mercado, que ya no es una ciudad esencialmente territorial, sino funcional,


no nace en el siglo XVII. Pero, en ese momento, se convierte en el «modelo de intervención
estatal en la vida de los hombres» (STP, p. 387). Este acontecimiento, comporta «una
pertinencia efectiva para la intervención del gobierno» (STP, p. 387). Si la
gubernamentalidad del Estado se interesó en la materialidad fina de la existencia y la
coexistencia humana, en la materialidad fina del intercambio y la circulación y, por primera
vez, tomó en cuenta ese ser y ese mayor bienestar y lo hizo a través de la ciudad y sus
problemas como la salud, las calles, los mercados, los granos, fue porque en ese momento el

[24] Maquiavelo, Nicolás; El príncipe (traducción del italiano al español de Angeles Cardona), Sarpe, Madrid,
España, 1983, pp. 29 y 30.
» 15

comercio se concibió como el principal instrumento del poder del Estado, y como el objeto
privilegiado de una policía que perseguía el crecimiento de las fuerzas estatales (STP, p. 387).

«Yo creo – dice Foucault- que, mucho más que ese ingreso de la existencia humana
en el mundo abstracto de la mercancía, en el siglo XVII se manifiesta otra cosa: ... un haz de
relaciones inteligibles, analizables,[finas,] que permiten ligar ... una serie de elementos
fundamentales»: (a) «la formación de un arte de gobernar», ordenado según el principio de
la razón de Estado; (b) «la búsqueda de una técnica de crecimiento de las fuerzas estatales
por una policía» que organizaría las relaciones entre la población y la producción de
mercaderías; y (c) «el surgimiento de la ciudad mercado, con todos los problemas de
cohabitación y circulación como cuestiones situadas en la órbita de la vigilancia de un buen
gobierno» (STP, pp. 386 y 387), es decir todo un movimiento de circulación como
desplazamiento, como intercambio, como contacto, como forma, como dispersión, como
aceleración, como lentificación, y también como distribución.

(c)
Circulación Económica

Cuando el gobierno entra en relación ya no con el medio, sino con el acontecimiento


acaecido en el medio, la circulación adquiere la forma de circulación comercial, económica o
política, que es un «dispositivo de seguridad», del mismo modo que lo es la «circulación
urbana»

Foucault considera otro ejemplo, el fenómeno de la «escasez, que no es exactamente


hambre ... [, sino] ‘la insuficiencia actual de la cantidad de granos necesaria para permitir
la subsistencia de una nación’» (STP, p. 46). Sintéticamente, «la escasez» es «un estado
[actual, presente] de penuria» cuya evolución deviene prolongada y acentuada y, por lo
general, generatriz de «inflación», de alza persistente y prolongada de los precios de los
bienes y servicios, y de especulación, de «acaparamiento». De ordinario, los gobiernos
consideran a este tipo de «acontecimiento» como «el tipo de acontecimiento que debe
evitarse» (STP, p. 46) Durante «el gobierno francés de los siglos XVII y XVIII» también se
trataba de un «tipo de acontecimiento que debe evitarse», al igual que «la revuelta urbana»,
ámbito donde el problema de «la escasez» se muestra, por variadas razones, un poco más
intenso que en el ámbito rural. En suma, «la escasez» es «flagelo» y «crisis» al mismo
tiempo. «Flagelo» para la población y «crisis» para el gobierno. La escasez puede
desencadenarse por (a) la «buena» o la «mala fortuna ... para un pueblo y un soberano»
(STP, p. 47); o por (b) la «mala índole [su condición después de la caída] del hombre» si
aparece como un castigo, o si aparece como manifestación del «egoísmo» del hombre
expresado a través de la especulación, del «acaparamiento», de la «retención» de
mercaderías, cuyo efecto «intensifica el ‘flagelo’ y la ‘crisis’» Es bajo estos «dos marcos
generales», dentro de los cuales se «piensa la escasez» ya como «concepto cosmológico
político» o como «concepto jurídico político» respectivamente.
» 16

Siendo así, «¿qué hacer con la escasez?» ¿Qué hizo «el gobierno francés de los siglos
XVII y XVIII?» Pues, «impedirla» jurídico disciplinariamente por vía de legalidad y de
reglamentos. Impedirla cuando se instala e impedirla antes de que ello ocurra: «prevenirla»
de tal suerte «que no pueda ocurrir en absoluto» (STP, p. 48). ¿Cómo hacerlo?: conforme lo
estipulan las «formas clásicas»: (a) «limitación de precios» contra la inflación sin caer en el
abaratamiento ni en la deflación que hace caer la actividad económica; (b) «limitación del
derecho de acopio» contra la retención, sin caer en la sobreabundancia que hacer caer los
precios; y (c) «limitación de la exportación» contra la «fuga» de bienes del circuito del
mercado interno sin caer en el aislamiento, en la sobreoferta y en la deflación. Es decir: «toda
una serie de restricciones [regulativas] a los precios, el acopio, la exportación y el cultivo»
También un sistema de coacciones destinadas a la siembra de cantidades mínimas y la
prohibición de ciertos cultivos. Todo esto supone montar un «sistema de vigilancia», por
supuesto. Toda esta clase de regulaciones contra la escasez es, sin lugar a dudas, «el gran
principio político elaborado y organizado de manera sistemática durante todo el período
que podemos llamar mercantilista, si entendemos por mercantilista las técnicas de gobierno
y gestión de la economía que prácticamente dominaron Europa desde comienzos del siglo
XVII hasta comienzos del siglo XVIII» (STP, p. 49).

Foucault se pregunta: «¿cómo van a ser las cosas en el siglo XVIII, cuando se
intenta desmontar este sistema?» Y responde: «dentro de una nueva concepción de la
economía, ... que es la doctrina fisiocrática, ... la libertad de comercio y circulación de
granos ... el producto agrícola» (STP, pp. 50 y 51).

(c.1)
Circulación Monetaria Estatal

Las postrimerías del Imperio Romano, en 1648, marcan el momento en el que se


reconoce que el Imperio no es ya la forma a través de la cual los Estados se fundirían alguna
vez. Hacia ese año, también se verifican dos hechos: (a) «la fractura» de la Iglesia a raíz de la
Reforma; y (b) no se requiere que los Estados deban agruparse según su pertenencia religiosa.
Dice Foucault que «esas dos grandes formas de universalidad, la Iglesia y el Imperio,
perdieron su vocación y su sentido» (STP, p. 335). Se está en presencia de un tiempo
políticamente abierto y de un espacio estatalmente múltiple. Ahora se trata de unidades
absolutas. Sin subordinación ni dependencia alguna entre sí. Y esas unidades se afirman en
un espacio que ha pasado a ser «competencia y dominación comerciales, un espacio de
circulación monetaria, un espacio de conquista colonial, un espacio de control de los mares,
todo lo cual da a la afirmación de cada Estado por sí mismo no sólo la forma de la
autofinalidad ..., sino la nueva forma de la competencia» (STP, p. 335).

«Policía y comercio, policía y desarrollo urbano, policía y desarrollo de todas las


actividades del mercado en sentido lato: todo esto constituirá una unidad esencial en el siglo
XVII y hasta comienzos del siglo XVIII ... La policía no puede desvincularse de una política
» 17

de competencia comercial, dentro de Europa» (STP, p. 386). Se pregunta Foucault «¿cuál es


el instrumento común al equilibrio europeo y la organización de la policía?» Y encuentra
que es «la estadística» Mantener el equilibrio en Europa precisa que cada Estado pueda (a)
«conocer sus propias fuerzas; y (b) «conocer, apreciar las fuerzas de los otros» para lo cual
se Establece una comparación y «se requiere ... un principio de desciframiento de las fuerzas
constitutivas de un estado» sobre: (a) cuál es la población; (b) cuál es el ejército; (c) cuáles son
los recursos naturales; (d) cuál es la producción; (e) cuál es el comercio; y (f) cuál es la
circulación monetaria que lo expresa; todos elementos proporcionados por la estadística que
puede establecerse a través de la policía como depositaria del «arte de desarrollar las
fuerzas» y que comporta «el conocimiento [sobre sí, y sobre los otros] del Estado sobre el
Estado » (STP, p. 362).

(c.2)
Circulación Monetaria Interestatal

«La razón de Estado», es decir «el conocimiento de los medios idóneos para fundar,
conservar y ampliar la firme dominación sobre los pueblos» (STP, p. 413) se delinea a
través de dos grandes conjunciones de saber y tecnología: (a) una tecnología política
diplomático-militar, empeñada en consolidar y desarrollar la fuerza del Estado con un
sistema de alianzas y con la organización de un aparato armado; y (b) otra tecnología política,
«la policía» entendida como la totalidad de «los medios necesarios para acrecentar, desde
adentro, las fuerzas del Estado» (STP, p. 413). Dice Foucault que «en el punto de unión de
esas dos grandes tecnologías, y como instrumento común, es preciso situar el comercio y la
circulación monetaria interestatal; del enriquecimiento gracias al comercio se espera la
posibilidad de aumentar la población, la mano de obra, la producción y la exportación, y de
dotarse de ejércitos fuertes y numerosos» (STP, pp. 413 y 277). Fue durante la época del
mercantilismo y en la época cameralista, que el binomio población-riqueza fue el objeto
privilegiado de la nueva razón gubernamental que constituye una de las condiciones de
formación de la economía política, y por ende de la circulación en la corriente real de bienes y
de la circulación monetaria externa correspondiente que amplifica e intensifica aquella
«dominación sobre los pueblos» y de «enriquecimiento gracias al comercio» Aquí, la
circulación asume una función mejor explicada por el concepto de «intercambio económico
externo»

(d)
Circulación Política

El problema político por excelencia, el problema de la modernidad, el problema de la


segunda modernidad –dice Foucault- «creo que está absolutamente ligado a la población»
(STP, p. 103). Mientras que durante el siglo XVIII el problema pasaba por la economía
política en aquellos temas de las finanzas «de cuantificar las riquezas, medir su circulación,
» 18

determinar el papel moneda, saber si era mejor devaluar o, al contrario, revaluar una
moneda, mientras la cuestión pasó por establecer o sostener los flujos el comercio exterior,
creo que el ‘análisis económico’ permaneció exactamente en el nivel de lo que podríamos
denominar análisis de las riquezas» (STP, p. 103). Pero, «a partir del momento en que fue
posible incorporar al campo no sólo de la teoría, sino de la práctica económica, ese nuevo
sujeto, nuevo sujeto-objeto que es la población, y esto en sus diferentes aspectos, el
demográfico entre ellos, pero también como papel específico de los productores y
consumidores, de los propietarios y de quienes no son propietarios, de quienes crean
ganancia y quienes la extraen, creo que a partir del momento en que, dentro del análisis de
las riquezas, se pudo incluir el sujeto-objeto que es la población, entonces los efectos
perturbadores que esto pudo tener en el campo de la reflexión y la práctica económica, se
dejó de hacer el análisis de las riquezas y se abrió un nuevo dominio del saber que es la
ciencia política» (STP, pp. 103 y 104).

Ya en el campo del ejercicio del poder de policía, es «objeto de la policía, la


circulación como instrumentos materiales que deben darse: la circulación de las mercancías
y los productos originados en la actividad de los hombres ... [porque] el espacio de la
circulación, es ... un objeto privilegiado de la policía» (STP, p. 374). Así, «la policía se
ocupará de las rutas, de su estado, de su desarrollo, de la navegabilidad de los ríos, o los
canales,» (STP, p. 374) «el uso de los mares, los ríos y otros cursos de agua, los puentes, las
calles, las plazas públicas, los caminos y otros lugares públicos» [25] También circula la
circulación misma, el cúmulo de «reglamentos», de «restricciones», de «límites», de
gestiones, o de concesiones, internas o allende las fronteras, de las personas y las cosas: «todo
ese [ancho] campo de la circulación se convertirá en objeto de la policía» (STP, p. 375). La
policía rige, por decirlo así, todas las formas de coexistencia de los hombres entre sí y en su
relación con las cosas reales. Rige todas las formas significativas en el tramo de interés
económico de lo concerniente a la vida humana misma y sus manifestaciones en el espacio de
intervención, ya se trate de la policía de seguridad, de la policía sanitaria, de la policía
aeronáutica, de la policía inmigratoria, de la policía aduanera, de la policía bromatológica, o
de la vigilancia epidemiológica, para alcanzar con «la fuerza del Estado ... la felicidad de los
individuos» (STP, pp. 375 y ss.) inclusive.

(e)
Circulación de las Verdades

Durante la parte final de la Clase del 1º de marzo de 1978, Foucault se dispuso a


examinar las contraconductas pastorales. Establece cinco formas, a saber: (a) el ascetismo; (b)
las comunidades; (c) la mística; (d) la Escritura; y (e) la creencia escatológica. La mística, una
de las formas de contraconducta que la Edad Media desarrolló en cinco formas principales
que tienden a redistribuir, invertir, anular y descalificar parcial o totalmente el poder pastoral

[25] Domat, Jean; Le droit public, suit des loix civiles dan leur ordre natural, en Foucault Michel; Seguridad,
territorio, población, Ibid., p. 374.
» 19

en la economía de la salvación, la economía de la obediencia, la economía de la verdad, que


son del ámbito del poder pastoral (STP, p. 243), es el privilegio de una experiencia que escapa
por definición al poder pastoral. «Ese poder pastoral ... había desarrollado una economía de
la verdad que ... iba de la enseñanza ... de la verdad, al examen del individuo» (STP, p. 256).
Tenemos entonces: (a) «una verdad transmitida como dogma a todos los fieles» (STP, p.
256); y (b) «una verdad extraída de cada uno de ellos como secreto descubierto en lo
recóndito de su alma» (STP, p. 256). Con la mística hay otro juego de visibilidad. «El alma
no se deja ver por el otro en un examen, a través de un sistema de confesiones: en la mística,
el alma se ve a sí misma ... en Dios y ve a Dios en sí misma» (STP, pp. 256 y 257). Escapa al
examen. Además, «en cuanto revelación inmediata de Dios al alma, la mística también
escapa a la estructura de la enseñanza y a esa resonancia de la verdad desde quien la sabe y
la transmite hasta el receptor de la enseñanza» (STP, p. 257). «La experiencia mística elude
toda esa jerarquía y esa lenta circulación de las verdades de enseñanza» (STP, p. 257).
Finalmente, «el camino de la mística» no va desde la ignorancia al conocimiento: «pasa por
un juego de alternancias» (STP, p. 257) (la sombra/la luz, la noche/el día). «Y en la mística
la ignorancia es un saber y el saber tiene la forma misma de la ignorancia» (STP, p. 257).
Esto es bien distinto de lo que caracterizaba la pastoral: la comunicación del alma con Dios
pasa por el pastor o es controlado por él, es el canal. En la mística, la comunicación, aún por el
silencio, es inmediata.

(f)
Circulación de los Méritos y los Deméritos

Foucault entiende que la especificidad del cristianismo se circunscribe al entramado


de las nuevas relaciones de méritos y deméritos, de obediencia absoluta, y de producción de
verdades ocultas, pero no pivotea sobre la salvación, la ley o la verdad (STP, p. 218).

«La relación con la verdad en el pastorado cristiano no es ... del mismo tipo que en
la Antigüedad grecorromana» (STP, p. 217). Tampoco es «muy diferente de lo que ... en la
temática hebrea» (STP, p. 217). Lo que más caracteriza al pastorado cristiano es una «forma
de poder» que en el respecto de la salvación desgrana «toda una técnica de circulación,
transferencia, inversión de los méritos» De esa forma «instaurará un tipo de relación de
obediencia individual, exhaustiva, total y permanente» (STP, p. 218) como «algo muy
distinto a la relación con la ley» No es, pues «la relación con la salvación, la ley y la verdad»
lo que caracteriza al pastorado cristiano.

Con respecto a la verdad, aunque «el pastor cristiano, la enseña, y obliga a los
hombres ... a aceptar una verdad determinada; el pastorado produce una innovación ...,
introducir una ... técnica, a la vez de poder, investigación y examen de sí y de los otros
mediante la cual una verdad ... oculta del alma, será el elemento a través del cual se ejercerá
el poder del pastor y la obediencia se asegurará la relación de obediencia integral y pasará
... la economía de los méritos y los deméritos» (STP, p 218).
» 20

La individualización que propone el cristianismo es una individualización por


sujeción: una forma de poder absolutamente nueva que trasunta modos específicos de
individualización cuya carta de presentación: (a) define un juego permanente que, a cada
instante, delimita «el equilibrio, el juego y la circulación de los méritos y los deméritos»; (b)
soslaya la marcación de un «lugar jerárquico del individuo»; y (c) promueve una red de
servidumbres que implica la servidumbre de todo el mundo con todo el mundo, al mismo
tiempo que propicia la exclusión del egoísmo como forma central (STP, p 218). La
individualización se alcanzará por «la producción de una verdad interior, secreta y oculta»
(STP, p. 219) y no «con una verdad reconocida» (STP, p. 219). Los procedimientos de
individualización puestos en práctica por el pastorado cristiano y sus instituciones son:
identificación analítica, sujeción, subjetivación (STP, p. 219). Para Foucault «la historia del
pastorado implica ... toda la historia de los procedimientos de individualización humana en
Occidente ... que es la historia del sujeto» (STP, p. 219).

(g)
Circulación o Pasaje del Pastorado a la Gubernamentalidad

El pastorado es una instancia precursora. Constituye el «preludio» de lo que


Foucault ha llamado «gubernamentalidad» como se prefiguró en el siglo XVI. El «esbozo»
del pastorado es un «preludio» a la «gubernamentalidad» que se da de dos maneras: (a) el
pastorado no pone en juego, ni el principio de la salvación, ni el principio de la ley, ni el
principio de la verdad y, sin embargo, instaura otros tipos de relaciones bajo cada uno de
ellos; y (b) el pastorado constituye un sujeto cuyos méritos se identifican por vía analítica, un
sujeto atado a redes de continua obediencia, un sujeto subjetivado por la extracción de
verdad: «una verdad extraída de cada uno de ellos como secreto descubierto en lo recóndito
de su alma» (STP, p. 256). Todo ello: «hace que el pastorado sea ... uno de los momentos
decisivos de la historia del poder en la sociedades occidentales» (STP, p. 219).

[VI]
CONCLUSIÓN: EL MONISMO DEL FENÓMENO

El tema del objeto y del sujeto atraviesa toda la historia de la filosofía, desde sus
comienzos. Sin embargo, ese sujeto y ese objeto, fueron concebidos desde distintas
perspectivas: metafísicas, teológicas, ontológicas, gnoseológicas, políticas, y –entre otras-
pragmáticas, ya desde el subjetivismo, ya desde el objetivismo. La relación entre sujeto y
objeto, a menudo, estuvo siempre mediada. En Kant, por ejemplo, donde el ser y el pensar no
son una y la misma cosa (dualismo), lo que media entre el sujeto y el objeto es el esquema,
con el que Kant intentó dar respuesta al problema de la relación epistemológica entre símbolo
y objeto. En su propuesta, Kant combinó tanto elementos del empirismo como del
racionalismo de su tiempo. Lo hizo de tal suerte que su teoría del conocimiento quedó
cuestionada por su dualidad entre actividad intelectual y actividad sensorial. Tratando de
» 21

superar esa dualidad, Cassirer, por una camino, y Piaget, por otro camino (por citar sólo dos
casos paradigmáticos), desarrollaron una teoría genética a partir de la reformulación del
concepto kantiano de esquema. La sola mención de la fuente kantiana gravitando en ambos
pensadores, nos permite vislumbrar hasta qué punto los límites y las posibilidades del
constructivismo kantiano han estado presentes en la posteridad.

Algo de ese dualismo está presente en la obra de Foucault, especialmente en su


tercera etapa. En el caso de Seguridad, territorio y población, puntualmente respecto de la
múltiple concepción pragmática de la circulación, ese dualismo kantiano se mantiene, y está
reconocido: «por un lado, el estilo de Foucault es positivista: busca la evolución de los
conceptos y del pensamiento en los documentos que son los diferentes estados de los
diferentes saberes ... Pero, por otro lado, Foucault, lector de Nietzche, no cree de ninguna
manera en el dato positivista ... La conjunción en la misma cabeza de este positivismo y de
este nihilismo produce una mezcla sorprendente: por un lado, toda afirmación de Foucault
se rodea de un formidable aparato crítico (documentos, citas, referencias minuciosas);
pero, por otro lado, con los mismos datos se podrían construir otros relatos, y Foucault es el
primero en jugar con estas posibilidades» [26]

Así como Descartes pudo haber dogmatizado respecto de la sustancia pensante,


¿podríamos decir que Foucault no lo ha hecho también? Y si no lo ha hecho porque considera
que «nada es más material, más físico, más corporal que el ejercicio del poder» [27] ¿cómo
puede sostener que «no es el consensus el que hace aparecer el cuerpo social [sino] que es la
materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los individuos» [28] Pues puede
hacerlo simplemente porque para Foucault el binomio objeto-sujeto comporta una tensión
cuyo dispositivo, cuya épistémè, cuya «región intermedia entre el objeto y el sujeto» está
siempre diferida ... y nunca ofrecida, y sin embargo significa y simboliza. Habiendo
renunciado a pretender, en su filosofar, una dimensión ontológica, la única posibilidad que le
queda a Foucault es la del nihilismo, es decir que en la medida en que «la idea de la razón y la
racionalidad no poseen otro fundamento que sus realizaciones históricas» como expresión
de la verdad y de la voluntad de poder [29], solamente queda lugar para el pragmatismo que
es instrumentalismo [30], donde el conocimiento es un proceso de investigación, en el cual
las ideas son los instrumentos; de ellas no decimos propiamente que sean verdaderas o falsas
en sí mismas, sino que los medios de que nos valemos para investigar cuáles de nuestras
creencias sirven para resolver nuestros problemas son de índole variada; el término de la
investigación no es la verdad o la certeza absoluta, sino una «afirmabilidad garantizada»,
esto es, un prudente juicio práctico que se apoya en el conjunto de afirmaciones que
desarrolla metódicamente la comunidad científica. Así, por ello, nos parece haber mostrado

[26] Descombes, Vincent; Le même et l’autre, en Castro, Edgardo, Pensar a Foucault, Ibid., p. 23.
[27] Foucault, Michel; Microfísica del poder , Ibid., p. 113.
[28] Foucault, Michel; Ibid., p. 112.
[29] Castro, Edgardo; Ibid., p. 237.
[30] Véase La experiencia y la naturaleza, de John Dewey, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
Argentina, 1943, pp. 44 y 64; y, del mismo autor: La reconstrucción de la Filosofía (traducción de Amando Lázaro
Ros), Aguilar, Buenos Aires, Argentina, 1955, pp. 92, 93, 97, 146, 147, 157.
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que «la circulación» tal y como la enseña Foucault en Seguridad, territorio, población,
funciona como un monismo del fenómeno, tal como lo habíamos enunciado a modo de
hipótesis de trabajo, fundamentalmente porque «las apariciones que manifiestan lo existente
no son ni interiores ni exteriores: son equivalentes entre sí, y remiten todas a otras
apariciones, sin que ninguna de ellas sea privilegiada» [31]

[VII]
BIBLIOGRAFÍA

Castro, Edgardo; Pensar a Foucault. Interrogantes filosóficos de La arqueología del saber,


Editorial Biblos, Buenos Aires, Argentina, 1995.
Cortés Morató, Jordi y Martínez Riu, Antoni; Diccionario de filosofía en CD-ROM,
Editorial Herder S.A., Barcelona. España, 1996.
Dewey, John; La experiencia y la naturaleza, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
Argentina, 1943.
Dewey, John; La reconstrucción de la filosofía (traducción del inglés al español de Amando
Lázaro Ros), Aguilar, Buenos Aires, Argentina, 1955.
Espósito, Roberto; Biopolítica y filosofía (traducción del italiano al español de Edgardo
Castro), Ediciones Grama, Buenos Aires, Argentina, 2006.
Foucault, Michel; Seguridad, territorio y población (traducción del francés al español de
Horacio Pons), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina, 2006.
Foucault, Michel; Microfísica del poder (traducción del francés al español de Julia Varela y
Fernando Alvarez-Uría), Las Ediciones de La Piqueta, Madrid, España, 1992.
Foucault, Michel; Vigilar y castigar-Nacimiento de la prisión (traducción del francés al
español de Aurelio Garzón del Camino), Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires,
Argentina, 2004.
Kant, Immanuel; Crítica de la razón pura (traducción del alemán al español de Pedro Ribas),
Ediciones Alfaguara S. A., Barcelona, España, 1995.

[31] Sartre, Jean-Paul; Ibid., p.15.


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