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El chulo del novio de mi hermana

¿Nunca te has preguntado por qué alguien de tu entorno, una amiga, una conocida... o una hermana
tienen un chulazo como novio y tú no? ¿No te has preguntado nunca porque ellas se tragan el
pedazo de rabo que se intuye bajo sus pantalones y tú no? Hasta hace unos meses yo también me
hacía esa pregunta: por qué ellas y yo no.

Me llamo David, tengo 17 años y estudio segundo de bachillerato en un instituto de Barcelona.


Tengo el pelo castaño claro, casi rubio y los ojos gris-azulados. Mido 1,77 m y estoy más bien
delgado, aunque tengo el cuerpo bastante definido porque mi madre me obliga a ir al gimnasio, por
mi salud, dice ella. Soy hijo de un creativo publicitario y una prestigiosa psiquiatra de Barcelona.
Pertenezco a una familia bien, no me puedo quejar, aunque a veces lo haga. Tengo una hermana,
Marta, de 22 años, cuya ocupación en la vida es dar problemas a mis padres. Los 4 vivimos en un
piso en uno de los barrios más acomodados y tranquilos de la ciudad, pero dentro de mi casa se
respira de todo menos paz. Marta es la oveja negra de la familia y el motivo de que cuente hoy esta
historia es, precisamente, una de las últimas locuras de mi hermana: Rubén.

Mi hermana no es precisamente una santa, más bien lo contrario, es una zorra sin demasiados
escrúpulos. Puede sonar fatal que hable así de ella, pero es la definición que ella misma se aplica
ante mí, sus amigos o quien sea, excepto mis padres. Eso sí, hasta ahora era una zorra de puertas
para afuera, nunca traía una presa a casa. Mis padres suponen que no tiene una vida
sexual/sentimental demasiado estable, pero les preocupa más el futuro laboral de mi hermana que el
número de pollas que se hayan metido dentro de ella.

Claro, nunca había traído una presa a casa, pero si la presa viene a casa... Eso debió pensar Marta
antes del verano, cuando vino a casa un técnico de la TV por cable a reparar una avería. Cuando
entré en el comedor y vi frente a la TV un culazo superduro enfundado en un pantalón vaquero
apoyado en un par de piernas muy fibradas me quedé flipado. El culo en cuestión correspondía a
Rubén, un técnico de Cornellá que nos había mandado la compañía. Cuando se incorporó pude ver
su espalda ancha apretada bajo una camiseta negra realmente corta. Tenía unos brazos que podrían
haber doblado la TV de plasma por la mitad si lo hubiera querido.

-Hola chaval... –me saludó al girarse y verme parado en la puerta del comedor.

-Hola... –murmuré mientras disfrutaba de la visión de la parte frontal de ese pedazo de chulazo.
Bíceps de infarto, pectoral fibrado apretadísimo en esa camiseta y un vientre absolutamente plano
que quedaba parcialmente a la vista gracias a esa camiseta tan corta. Los pelos de la polla ascendían
desafiantes hasta su ombligo y se dejaban ver cada vez que Rubén movía los brazos. No estaba
hipermusculado, aunque sí un poco hinchado y muy fibrado. Vamos, un chulazo de los que sólo
salen en las pelis, porno, claro. Sus buenos ciclos de anabolizantes y sus horas de gimnasio le habrá
costado.

Antes de que pudiera añadir algo más, Marta entró como una flecha en el comedor y le dijo a
nuestro "invitado" que ya estaba listo el baño. Me fijé en las axilas de Rubén, estaba transpirado,
aunque más que un baño, yo mismo le hubiera lamido entero para secarle el sudor.

-Se llama Rubén, es el técnico del cable. Le he dicho que se dé una ducha porque lleva todo el día
currando y está muy sudado... –me dijo mi hermana con una media sonrisa.

-Ya lo veo... –respondí con una mirada de desconfianza-. ¿Le vas a duchar tú? –Murmuré.
-Ni una palabra a tus padres o te mato –concluyó ella.

Y me callé, claro. Desde que Marta me pilló comiéndosela a un compañero de clase mientras
hacíamos un trabajo de Historia, yo había hecho la vista gorda con ella. Marta es la única de mi
entorno que sabe que soy gay. Y yo, a diferencia de ella, no soy ningún putón, mis rollos y/o novios
se cuentan con los dedos de las manos. No me causa ningún problema ser gay, aunque prefiero que
no lo sepa demasiada gente para no tener que dar explicaciones. Odio tener que darlas.

La historia de Marta y Rubén, empezó aquella tarde y se ha prolongado hasta ahora. Mis padres no
le soportan, antes de las vacaciones que pasamos juntos le habían visto unas 4 veces y pensaban que
era un mal partido para Marta. Había escuchado mil veces a mi madre decir que Rubén era vulgar,
que no tenía estudios, que era un burro... vamos, la típica retahíla clasista de una pija con carrera de
un barrio cool de Barcelona. Pero dispuestos a acercar posturas o, quién sabe, quizás a acabar con
su relación, decidieron invitar a Marta y a Rubén a pasar una semana en agosto en la casa que mis
padres tienen en Altafulla, cerca de Tarragona.

De camino a Altafulla mis padres iban en el coche de delante y me enviaron a mí con Marta y
Rubén, supongo que para cortarles un rato el rollo. Desde el asiento de atrás del León Cupra de
Rubén podía ver como mi hermana no quitaba la mano de la pierna de su macho y rozaba cada vez
con menos disimulo el abultado paquete de mi cuñado. Rubén, con el pelo muy corto y despeinado
y su piercing en la ceja iba mirando de vez en cuando a mi hermana y la lanzaba una sonrisa de
satisfacción. El muy cabrón tenía cara de niño malo... de niño vicioso. Volví a mirar hacía su
paquete... Diosss, exclamé para mis adentros, aquel bulto prometía muchísimo. Si mi hermana
hubiera intentado cubrirlo con la palma de su mano, no hubiera podido.

Una vez en la casa, situada muy cerca de la playa, mis padres decidieron que, a pesar de que mi
hermana ya es mayorcita y Rubén con 26 toda vía más, no dormirían juntos. Mi hermana dormiría
sola y Rubén y yo juntos en otra habitación. Marta casi se muere al escuchar aquello, pilló el cabreo
del mes. A mí en cambio, el corazón me saltó dentro del pecho. Por lo menos iba a tener
oportunidad de ver el paquetón del chulazo de mi hermana bajo los boxers e incluso podría verle en
bolas camino de la ducha. Así podría seguir preguntándome por qué ella sí y yo no.

No me hizo falta esperar mucho, la primera noche empezó el espectáculo. Mis padres se habían
acostado ya y yo estaba jugando a la Xbox en el comedor. Marta y Rubén habían salido a dar una
vuelta por la playa... o lo que es lo mismo, a comerle la polla en cualquier rincón alejado de la vista
de los guiris. Volvieron antes de lo esperado, por lo que era de suponer que el plan de Marta no
había funcionado y se había quedado sin su postre.

-¿Qué haces chaval? ¿Echando unos vicios? –Me soltó Rubén mientras se sentaba a mi lado y me
apretaba fuerte la pierna con su mano en un gesto de lo más heterosexual. Llevaba un bañador de
bermuda rojo y una camiseta de tirantes negra. No le había dado aún el sol, pero su piel morena ya
destacaba con los colores de su ropa. Me imaginé que cuando tomase el sol iba a parecer brasileño,
rabo incluido.

-Sí, aquí jugando un rato... –dije nervioso. Mi hermana salió de la cocina con un par de cervezas.

-Va, nen, ponlo en multijugador y echamos una partida.

Dicho y hecho. Rubén y yo empezamos a pilotar en una carrera frenética en el Need for Speed
Carbono. Él me estaba ganando, pero en un punto de la partida empezó a perder ventaja hasta que le
adelanté. Cuando me giré para mirarle, me topé con la lengua de mi hermana luchando por meterse
en su boca mientras él hacía lo posible por mirar a la pantalla.

-Hermanito, tranqui que le vas a ganar...

Mi hermana, que desde que supo que era gay me contaba detalle a detalle sus experiencias sexuales,
incluidos el tamaño, la textura, el sabor... de la polla de sus rollos, no tuvo ningún reparo en meterle
mano a Rubén y agarrarle el paquete por encima del bañador, la verga de mi cuñado empezó a
cobrar vida y se dibujó por debajo de la tela. Aquello eran unos 18 cm de polla morcillona apuntado
a la derecha con un par de huevos que completaban un conjunto perfecto. Me tuve que controlar
mucho para no lanzarme a comérmelos en aquel mismo instante.

Pero la noche no terminó ahí. Eran casi las 3 cuando Rubén y yo dormíamos en la habitación. Mi
hermana entró sigilosamente le susurró algo al oído hasta despertarle, los dos miraron hacia mi
cama y cerré los ojos de golpe. La luz de la calle iluminaba tenuemente la habitación, pero había
suficiente claridad para distinguir los cuerpos y las formas. Suponiendo que yo estaba dormido, mi
hermana tiró de la sábana que tapaba a Rubén, le bajó los boxers con ansia y liberó su polla.
Aquella fue la primera vez que la vi, aunque en la penumbra. Era más grande de lo que imaginaba,
con facilidad, mi hermana podría habérsela enrollado en la muñeca. La muy zorra se la estuvo
comiendo hasta que Rubén murmuró...

-Joderrrrr, me corrrrroooo...

En contra de lo que hubiera esperado, mi hermana se apartó, cogió los boxers de su novio y se los
colocó en la punta de ese precioso rabo mientras lo pajeaba para hacer que se corriera. Me dije a mí
mismo, que si yo hubiera estado en su lugar, me hubiera tragado cada gota de leche que hubiera
lanzado aquella polla. A la mañana siguiente, estaba que me moría de sueño. Mi familia intentó
despertarme pero fue en vano. Seguí durmiendo hasta mucho después de que escuchara cerrarse la
puerta de la calle. Cuando me levanté de la cama no escuché a nadie, supuse que se habían ido a la
playa. Desayuné un poco y volví a la habitación para darme un baño. Tenía la polla muy dura, la
imagen del rabo de Rubén me taladraba la retina. Me metí en la bañera y abrí el agua fría. Me estiré
dispuesto a hacerme la paja del siglo y entonces los vi. El cerdo del novio de mi hermana había
dejado los boxers de la noche anterior tirados en un rincón del lavabo. Los recogí y los miré
detenidamente, estaban hechos una bola. Los desenrollé y mis dedos rozaron la tela aún húmeda, la
mancha de esperma era muy bestia. Me los llevé a la nariz y aspire ese contundente aroma a corrida
y a polla y huevos sudados. Casi me corrí de gusto. Disfrutando del momento saqué la lengua
despacio y empecé a lamer, primero con calma, y luego salvajemente la corrida de mi cuñado en sus
boxers.

Cuando estaba a punto de correrme, escuché la puerta de la habitación, lancé a toda prisa los boxers
a un rincón del baño y sin tiempo a nada más, se abrió la puerta del baño, me quedé inmóvil
tumbado en la bañera.

-Ey tío, no sabía que estabas aquí –dijo Rubén entrando en el baño y cerrando la puerta tras de él.
Llevaba puesto sólo el bañador rojo de la noche anterior. Además de comprobar que su pectoral
estaba realmente definido, puede ver por primera vez su abdomen marcado y esas dos curvas que
empezaban en las caderas y apuntaban hacia su precioso paquete-. Me estoy meando tío...

Sin tiempo para contestar, Rubén abrió la tapa del váter, que estaba justo en paralelo a la bañera y se
sacó el rabo. Mis ojos se clavaron en su polla de piel muy oscura y glande rosado, parecía la polla
de un mulato. No estaba dura, ni siquiera morcillona, pero ya era un buen pollón. Mi cuñado
empezó a mear lanzando un potente chorro contra la taza del váter. La escena me pareció tan
morbosa como asquerosa. El muy cerdo no tenía ningún reparo en ponerse a mear a pocos
centímetros de mi cara.

-Joder, que gusto, me estaba meando en la playa. –Mientras decía eso, Rubén empezó a sacudirse la
polla y a cubrir y descubrir el capullo. Lo que en principio era una sacudida post-meada, se
convirtió casi en una tímida paja. Su polla cobró vida y empezó a crecer. Rubén giró su cabeza
hacia mí y me pilló con la vista clavada en su polla.- ¿Qué miras, nen?

-Nada... ya te vale, podrías haber usado otro baño –contesté de golpe y clavé la mirada en la bañera.
Aunque el agua seguía saliendo por el grifo, aún no me cubría por completo y la punta de mi polla
sobresalía del agua. Jamás había tenido la polla tan dura, estaba muy cachondo y los nervios que me
provocaba que Rubén me hubiera pillado mirándole no hacían más que ponérmela todavía más
dura.

-Tranqui, hombre... estamos entre tíos... Me estabas mirando la polla, no pasa nada. -Sin mirarle
fijamente podía ver que aún no se la había guardado.

-¡Qué dices tío! –Exclamé intentando disimular.

De repente Rubén me cogió la cara con una mano y me obligó a mirarle a la cara. Con la otra mano
sostenía su polla que estaba completamente dura. Aquello era una pollón brutal. Tan sólo había visto
una polla tan ancha y larga en un video porno que me había descargado hacía unas semanas en el
que aparecía un brasileño vestido de albañil reparándole la boca a un adolescente. A pesar de los
nervios, seguía con mi polla a mil.

-Qué no pasa nada, nen, es normal que los tíos miremos para comparar –zarandeó su pollón a
escasos centímetros de mi cara. Miró hacia mi polla que ya estaba casi cubierta por el agua.- Quizás
algún día la tendrás tan grande como yo...

-¡Joder, no te estaba mirando la polla por eso!

- ¿Ah no? Pero la mirabas...

-Rubén, eres un capullo... sólo estaba entendiendo porque mi hermana te aguanta...

-¿A que es una buena razón? Tu hermana se vuelve loca cuando se la meto...

-Cabrón... –le dije poniéndome serio por su comentario sobre mi hermana. Rubén me miró con una
sonrisa, me soltó la cara y se guardó el pollón como pudo en el bañador.

-Chaval, te dejo que termines la paja que te estabas haciendo. Los dos somos tíos, sabemos lo que
se hace en el baño cuando nuestros viejos se han ido...

Ni falta hace decir que me hice un gran pajote con la imagen del cuerpo y la polla de Rubén. Estaba
tan caliente, que mi corrida acabó salpicando toda la pared de la bañera.

Me pasé todo el día pensando en lo que había sucedido en el baño. Me pregunté si el descaro de
Rubén de ponerse a mear a mi lado y su provocación al ponerme su rabo erecto tan cerca de la cara
quería decir que a mi cuñado le molaba el sexo con tíos, o simplemente era un hetero cabrón muy
provocador que sabía que yo era gay y quería ponérmela dura para divertirse un rato. Aunque mi
polla pedía a gritos que el juego continuase, mi cabeza suplicaba que Rubén dejara de exhibirse o
mi boca iba a acabar en su polla.
Pero en esas vacaciones estaba claro que la vida iba a seguir poniendo a prueba mi resistencia de
homosexual reprimido. Por la noche, yo estaba en la habitación repasando los apuntes de la única
asignatura que me había dejado para septiembre cuando entró Rubén en la habitación. Iba vestido
con unos vaqueros ajustados y una camiseta sin mangas naranja.

-¿Ya habéis vuelto?

-Sí, tu hermana se ha rallado en la discoteca y ha querido volver –respondió Rubén cabreado. Sin
decir nada más empezó a desvestirse.

Mi vista se movía rápidamente de mis apuntes a su cuerpo siguiendo toda la operación de


desvestido. Rubén se quedó solamente en unos boxers blancos de algodón algo desgastados que,
aunque el quedaban bastante anchos, no podían disimular una polla en semierección. Pero lo que
más me llamó la atención fue la importante macha de humedad que se dibujaban en la zona que
ocupaba la punta de su rabo. Me puse a cien y, aún no se cómo, me armé de valor y le pregunté:

-¿Te has meado encima o qué?

-¿Cómo? –Rubén se miró los boxers e intentó coger con una mano su paquete-. Qué dices chaval...
ya sabes cómo meo, si me hubiera meado encima te hubiera salpicado en esa cara de capullo que
tienes. La mancha es de precum, joder...

-Vaya... vas... muy salido... –la voz casi me tembló por hablar de eso con Rubén.

-Es la zorra de tu hermana, empieza a hacerme una paja en el coche aquí abajo y como no tiene
kleenex me deja a medias. Joder ¿para qué coño tiene la boca?

Solté los apuntes y me incorporé en la cama. Rubén estaba de pie a pocos metros de mi cama.

-Imbécil, no hables así de mi hermana o...

-¿O qué capullo?

-O te parto la cara...

-Jajajaja... ¿la cara? –Rubén se burló de mi comentario. De pronto dejó de reírse y sin darme tiempo
a reaccionar se abalanzó sobre mí, se arrodilló encima de mi cama, puso una pierna a cada lado de
mi pecho y me sujetó las manos con fuerza contra el cabezal de la cama. Con la otra mano me
agarró con fuerza la cara y me la apretó.- A ver si el que te va a partir la cara voy a ser yo... capullo.
Los dos sabemos que tu hermana es una puta, lo que yo no sabía es que dejaba las cosas a medias...

Me puse absolutamente serio. Rubén interpretó que tenía miedo y aflojó su presión en mis manos y
en mi cara. Pero si yo estaba tan serio era porque estaba disfrutando del peso de su polla y sus
huevos en mi abdomen, incluso notaba la humedad de su precum sobre mi piel. Con su brazo
estirado por encima de mi cabeza, podía ver su axila, con el bello oscuro bastante recortado. Y por
supuesto podía sentir su olor a macho transpirado.

-Ey... veo que te has asustado, chaval. No pasa nada... –Rubén, muy a mi pesar, me soltó y se quitó
de encima mío. Se sentó a un lado de la cama, apoyándose en la pared-. No te voy a hacer daño,
nen... que somos casi familia...

Al decir eso, Rubén pasó su mano por mi frente y mi pelo, con un gesto casi cariñoso. Miré
disimuladamente hacia su paquete y vi que su polla habría crecido notablemente ¿estaba poniéndose
cachondo al rozarse conmigo?

-Tranqui David... estás incluso sudado...

-Tú también... –le respondí.

-Ya, por el calentón...

-Date una ducha si quieres... –dije para desviar el tema y, quién sabe, verle desnudo otra vez antes
de entrar en el baño.

-No, que va... me mola estar un poco sudado. Me gusta oler a macho... –al decir eso, Rubén se pasó
la mano por su definido abdomen, por su pectoral y llegó hasta su axila, sus dedos la rozaron. Acto
seguido, se los llevó a la nariz y aspiró profundamente-. No me digas que no huele genial, a las tías
les encanta... incluso yo sé reconocer a otro macho cuando pasa cerca de mí y huele así... ¿no crees?

-No sé... nunca lo había pensando –mentí. Mi polla estaba a mil.

-¿No? –Rubén se metió la mano por dentro de los boxers y se acarició la polla y los huevos-. ¿Y qué
me dices del olor de tu polla y tus huevos? –Rubén volvió a llevarse la mano a la nariz y aspiró
deleitándose con ese aroma. El muy cabrón era un narcisista absolutamente exhibicionista-. ¿No lo
has olido nunca?

-No... –mentí.

-Pues hazlo ahora, ya verás...

-Es que no estoy sudado ahí...

-Bueno, no pasa nada, puedes oler el mío –Rubén volvió a meterse la mano en los boxers y se
acarició durante varios segundos el rabo y los huevos.

-¿Qué dices tío? No seas cerdo... –repliqué sin mucha energía, en el fondo me moría de ganas.

-No pasa nada, chaval... los machos hacen estas cosas entre ellos... –Rubén me miró con una sonrisa
mientras alargaba su mano.
La verdad es que pensé que me estaba tomando el pelo, que sabía que yo era gay y me estaba
vacilando. Pero me dio igual el porqué lo hiciera, decidí no dejar pasar aquella oportunidad tan
morbosa. Acerqué mi cara hasta que mi nariz rozó la palma de su mano. Aspiré el aroma... olía a
polla, a precum y un poco a sudor. Casi me corrí del caletón que me provocó aquello. Rubén, estiró
más su mano haciendo que mis labios rozan su palma. Le oí suspirar, le miré y vi que había cerrado
los ojos. La cabeza de su polla asomaba por el elástico de sus boxers.

De repente, se levantó de un salto y se puso de pie sobre mí. Su paquete estaba a unos escasos 10
centímetros de mi cara. Se bajó un poco los boxers y pude ver su pollón casi al completo, estaba
totalmente duro. Se lo recolocó y volvió a subírselos.

-¿Qué tal?

-Bien... –murmuré.
-¿A que huele a macho?

-Sí...

Hubiera esperado que me soltase algo así como: "pues mi polla huele mucho mejor". Pero no lo
hizo. Rubén saltó de mi cama, se acostó en la suya de espaldas a mí y se durmió. Que pedazo de
cabrón.

Después de dejarme muy caliente la noche en que me "hizo olerle", llegaron unos días de cierta
tranquilidad entre Rubén y yo. Él se pasaba el día con mi hermana y sólo coincidíamos por la noche
en la habitación para dormir. Pensé que se habría rajado, que habría pensado que el juego había
llegado demasiado lejos, pero al parecer sólo estaba cogiendo impulso para seguir provocándome.
Unos días después, durante el cumpleaños de mi madre, mi chulo cuñado me siguió demostrando
que se divertía poniéndome cachondo.
Le habíamos comprado una mousse de limón a mi madre para celebrar su cumple. Era un poco
cutre pero era lo único que había en el súper de cerca de casa. Al terminar de comer, me levanté y
me fui a la cocina a buscarla, sorprendentemente el novio de mi hermana vino tras de mí.
-Te ayudo... –dijo al entrar el la cocina.
-No hace falta, sólo la voy a llevar al comedor.
-A ver si está buena... –el muy capullo metió el dedo en un adorno de nata de la tarta y se llevó a la
boca-. Está muy buena... sí señor.
-¡Joder! Qué capullo eres, tío... te acabas de cargar la tarta –respondí cabreado. Mi cuñado era un
capullo.
-No pasa nada, nen... le ponemos ahí las velas.
-No hay velas, ¡joder! No había velas en el súper...
-Bueno, yo tengo un buen cirio... si te sirve... –dijo el muy cabrón cogiéndose el paquete por encima
del bañador.
-Estás enfermo tío...
-Va, seguro que a tu vieja le encanta la tarta si se la llevamos con mi polla clavada en ella. Así me
puede soplar el cirio... –mientras decía eso, Rubén se aflojó el cordón del bañador, se sacó la polla
semierecta y empezó a pajearse muy despacio junto a la tarta...
-¡Estás loco chaval! Como te vea mi padre o mi madre te sacan de esta casa de una patada en el
culo...
-Si tu madre me viese ahora seguro que se corría de gusto, y quién sabe si tu padre también...
-¡Serás cabrón!
A pesar de que estaba muy bueno y de que verle delante de mí con la polla tan dura me ponía a mil,
su comentario sobre mi padre me cabreó mucho. Me abalancé sobre él con la intención de darle un
puñetazo en el estómago, pero Rubén fue más rápido que yo y me cogió el brazo. A pesar de haber
evitado el golpe, mi empujón provocó que Rubén se recostara sobre la mesa donde estaba la tarta.
Al levantarse pudimos comprobar que su polla, que estaba totalmente dura en ese momento, se
había clavado en un lateral de la tarta. Rubén la sacó con una sonrisa...
-¡Joder! Te has cargado la puta tarta... –un calor muy intenso me recorrió el cuerpo, estaba de los
nervios.
-Te la has cargado tú empujándome, chaval... –Rubén sonría divertido, pasó sus dedos por la punta
de su polla manchada de mousse y se los llevó a la boca-. Así está mucho más buena...
-Joder, qué vamos a hacer... –musité al borde un ataque de nervios.
-Tranqui, nen. Decimos que la he rotó un poco al sacarla del papel que la envolvía, entonces vas tú,
me cortas ese trozo a mí y me lo como yo. No me importa...
-Joder... –no lo acababa de ver claro.
-Va, tranqui, que todo saldrá bien...
Salimos al comedor con la tarta y cuando la vio mi familia, preguntaron qué le había pasado. Antes
de que pudiera responder, Rubén lo hizo por mí.
-Nada, que David ha metido los dedos sin querer al sacarla del envoltorio...
-Vaya, David... qué torpe eres, se quejó mi padre... has estropeado la sorpresa de tu madre. -Agaché
la mirada avergonzado, tenía ganas de matar a mi cuñado.
-No te preocupes cariño –me dijo mi madre-, cómete tú el trozo que se ha roto y listos.
-Claro, David... cómetelo –repitió Rubén con una sonrisa de oreja a oreja.
El muy cabrón se salió con la suya. Supongo que él pensaba que me iba a joder, pero la verdad es
que su jueguecito me había puesto a mil y la idea de comerme el trozo de tarta en el que se había
clavado su polla me la puso muy dura. Cuando cogí la primera cucharada y me la llevé a la boca, mi
cuñado me miró con una mirada de puro vicio, nunca le había visto poner esa cara. Cucharada a
cucharada fui saboreando la tarta hasta terminármela.
Me pasé la tarde pensando en lo que había pasado durante la comida, pero no me quedé ni un rato a
solas para hacerme una buena paja. Por la noche, por primera vez en todas las vacaciones, Rubén
me invitó a salir de farra con ellos. Mi hermana no parecía estar de acuerdo, pero Rubén insistió con
la excusa de que yo era un soso y no salía nunca de casa. La verdad es que me estuvo jodiendo con
sus comentarios, pero por el simple hecho de saber hasta dónde quería llegar, me animé a ir con
ellos. Para que mis padres no supieran que su hijo menor iba a salir de fiesta por ahí, les dijimos que
nos íbamos a cenar y luego al cine en sesión golfa.
Salimos de farra por Salou y aunque sólo tengo 17 años, aparento más, así que no tuve problemas
para entrar con ellos en la discoteca a la que fuimos. Rubén estuvo bebiendo toda la noche e iba
bastante pasado. Mi hermana no iba bebida, pero iba más salida que una perra en celo. Se rozaron,
morrearon y metieron mano delante de mí con total descaro. Incluso mi hermana me lanzó esa
mirada de: "este macho es mío" que tanto odio. Aunque esa vez, me pareció incluso graciosa. Si mi
hermana supiera el rollito homo que se gastaba su novio...

Hacia el final de la noche Rubén me dejó claro porque me había invitado a venir. Cuando mi
hermana se fue al baño, él se acercó mucho más a mí hasta el punto de rozarme mientras
bailábamos el último single de Paulina Rubio en un rincón de la discoteca. Yo lo estaba flipando,
pero me aproveché de que Rubén estaba muy borracho para rozarle sin problemas. En eso
estábamos cuando mi cuñado me dijo al oído...
-Me la has puesto muy dura cuando te has comido la tarta... eres un putito muy cerdo...
-Eres un gilipollas Rubén, ha sido por tu culpa. Y yo no soy ningún puto...
-Sí lo eres, tu hermana ya me ha contado que eres gay... –Rubén se colgó de mi cuello y siguió
hablando en medio de un ataque de sinceridad alcohólica-. Al principió me dio asco, incluso me
cabreé y dije que no quería verte más... pero desde que estamos en Altafulla me estoy divirtiendo
mucho contigo ¿sabes?
-Pasa de mí, tío... estás borracho...
-¿Quieres olerme ahora? –Me dijo con una mirada de vicioso a punto de correrse que asustaba. No
respondí.
Rubén se metió la mano por la cintura de los tejanos y los boxers y se agarró la polla y los huevos.
Por su bulto podría decirse que la tenía bastante dura. Acercó su mano a mi cara y con la otra me
empujó la cabeza hacia ella. La verdad es que no opuse demasiada resistencia, el muy cabron sabía
que era gay y su juego me ponía muy cachondo. Por primera vez un chulazo me hacía caso... Hundí
mi cara en su mano y aspiré ese olor a polla y a huevos sudados, limpios, pero sudados.
-Yo también quiero olerte...
Sin decir nada más, cogió mi mano y la condujo hacia el interior de mis pantalones. Con su mano
estiró de la cintura elástica de los boxers y metió mi mano en mi paquete. Me agarré la polla
húmeda y los huevos durante unos segundos. Después Rubén me sacó la mano y se la llevó a la
nariz. Aspiró profundamente con los ojos cerrados y sin decir nada sacó la lengua y me lamió la
palma de la mano. Ver a un tío como él lamiéndome la mano con la que me acababa de agarrar la
polla hizo que me corriera en medio de un orgasmo que me hizo temblar. No sé si él lo notó, pero el
muy cabrón metió esta vez su mano en mi paquete y me agarró la polla cubierta de esperma.
-Te has corrido cabroncete... –me apretó fuerte el rabo y sacó la mano. Con total descaro metió su
mano por debajo de mi camiseta y se limpió en mi abdomen.
Cuando mi hermana volvió del baño, Rubén se abalanzó sobre ella sobándola con ansia. Mi
hermana intentó zafarse de los movimientos tan violentos que hacía su novio. Mi cuñado le dijo
algo al oído y ella puso mala cara. Rubén insistió y mi hermana pareció cabrearse y se soltó de él
con mala hostia. Desde aquel momento, Rubén pasó olímpicamente de mi hermana y ella de él.
Durante todo el tiempo que estuvimos en la discoteca, él bailó solo mientras mi hermana bailaba
conmigo. De vuelta a casa en el coche, condujo ella y ambos estuvieron totalmente callados. Yo
seguía flipando por lo que acababa de suceder. Simplemente no me lo creía.
Mi hermana llegó cabreadísima a casa y me dijo que me ocupara yo de acostar a Rubén porque ella
pasaba de él por capullo. Así que yo le acompañé hasta nuestra habitación y le estiré en la cama.
Tras correrme había vuelto a tocar de pies en el suelo, pensaba que aunque Rubén se había
comportado como un cerdo vicioso hacía un rato, podía ser cosa de la borrachera y, cuando
despertase a la mañana siguiente, quizás no se acordaba de nada. Con mucho cuidado le quité los
zapatos y le dejé estirado en la cama. Luego fui al baño a darme una ducha rápida para quitarme el
esperma y la ropa sucia.
Al salir del baño no le vi en la cama, miré hacia la terraza de la habitación y le vi fuera, apoyado en
la barandilla.
-Rubén, vamos a sobar...
-Jejeje... ¿tan pronto?
-Son las 6, tío...
-¿Sabes por qué se ha cabreado tu hermana?
-No.
-Porque le he dicho que al llegar a casa quería darle por el culo... pero como es una estrecha no
quiere... ¿se puede ir de zorra y ser en el fondo una beata de pueblo?
-Basta Rubén... te estás pasando... vamos a la cama...
-No, no... es muy pronto aún. ¿Todos los miembros de esta familia sois así? ¿Sólo aparentáis?
-No... –dije rotundamente.
-Vaya carro que tiene tu padre ¿no? –Rubén señaló con su mirada el Audi Q7 de mi padre que
estaba aparcado bajo nuestra terraza-. Ya lo dicen, coche grande, polla...
-Rubén, vamos a la cama... ¡joder! –Aunque sus comentarios me estaban cabreando, en su estado y
dada su corpulencia, no tenía muchas ganas de pelearme con él.
-Pero lo lleva muy sucio. Creo que se lo voy a lavar... tengo ganas...
-Qué dices, tío, vamos a dormir.
No entendí las intenciones de Rubén hasta que no vi como aflojaba los botones del pantalón y tiraba
de ellos arrastrando consigo los boxers. Con una mano se agarró la polla morcillona que tantas pajas
me había arrancado y apuntó al coche de mi padre.
-¡Joder! Ni sete ocurra –grité-. Eres un cerdo chaval...
-¿Y qué vas a hacer para impedírmelo?
-No lo hagas por favor... –Me imaginé el olor que desprendería al día siguiente el coche de mi padre
cuando lo cogiera para ir a hacer la compra. Con todo el alcohol que se había bebido Rubén...
Pero el cerdo del novio de mi hermana no me hizo caso y empezó a mear. Su potente chorro cruzó
la barandilla metálica y fue a estrellarse contra el techo del Audi de mi padre aparcado debajo.
En medio de un ataque de pánico corrí hacia él y le cogí instintivamente la polla. El muy cabrón no
dejó de mear y me salpicó todo. La situación me daba realmente asco, pero no sé muy bien porqué,
mi polla se puso dura al momento. Jamás me había imaginado que un tío me mease. Sin pensarlo
dos veces cogí uno de esos maceteros ornamentales que había en la terraza y lo coloqué en la
trayectoria de la meada de Rubén. Había salvado el Q7 de mi padre, pero me había manchado yo y
encima le estaba aguantado la polla a mi cuñado mientras meaba en un macetero. Aquello era
surrealista.
-Muy bien chaval, eres un tío con recursos...
-Y tú un cerdo, joder... –dije cabreado.
-Y a ti te encanta... –Rubén me lanzó una mirada que me dejó hipnotizado. Ya había dejado de mear
pero yo seguía agarrando su polla dura. La sacudí instintivamente para limpiarla y cuando iba a
soltarla, Rubén me agarró la mano con la suya y me obligó a dejarla agarrada al tronco de su
potente rabo.- Me debes una...
Sin quitar su mano de la mía, empezó a marcar el movimiento de una paja sobre su polla. Fui
incapaz de quitar mi mano, porque me estaba encantado y porque sus ojos clavados en los míos me
habían dejado sin voluntad propia. Pocos minutos después Rubén liberó mi mano y yo seguí
masturbando aquel largo pollón. Con la otra mano cogí sus gordos huevos y los acaricié. Mi mano
recorrió varias veces toda la extensión de su verga y continué masturbándolo frenéticamente hasta
que él me detuvo. Llevó mi mano a su boca y volvió a lamerme la palma, sin darme tiempo a
reaccionar me escupió en la mano y volvió a ponerla en su polla. Aquella cerdada hizo que me
doliera la polla de lo dura que estaba. Seguí masturbándolo hasta que en medio de un profundo
suspiro, su polla empezó a lanzar chorros de leche que alcanzaron su pecho y su cara. Mis manos
estaban llenas de su corrida. Me gustó sentir su semen caliente en mis manos, incluso pensé en
volver a probarlo, pero no sabía cual sería la reacción de Rubén tras su corrida.
Nos limpiamos en silencio sin mirarnos a la cara y nos metimos en la cama. Estaba flipando con
todo lo que había pasado aquella noche. Me sentí un poco culpable por haber pajeado al novio de
mi hermana, pero por primera vez no era yo el que se preguntaba "porqué yo no". El muy cabrón se
la había sacado con la excusa de mearse encima del coche de mi padre porque sabía que así le
agarraría la polla. Esta vez el chulazo quería guerra conmigo y joder, el que pueda resistirse a eso,
que lance la primera piedra. Cuando escuché los ronquidos de Rubén, me saqué la polla y me pajeé
salvajemente hasta correrme.

Alguien dijo una vez que hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede hacerse realidad.
Antes de estas "intensas" vacaciones de verano jamás pensé que desear el chulo ajeno me iba a dar
tantos quebraderos de cabeza. Siempre me había imaginado haciéndole una fugaz mamada al novio
cachas de Sandra, mi mejor amiga, o pajeándome junto a uno de los múltiples rollos de mi hermana
sin que ella lo supiera. Pero jamás imaginé que el último fichaje de mi hermana iba a darme tanta
caña.
Si me costaba creerme que la noche anterior le hubiera hecho un pajote al semental de mi cuñado,
mucho más me costó encajar los jueguecitos que Rubén me tenía preparados en los días sucesivos.
A la mañana siguiente me desperté muy tarde. Escuché ruido a lo lejos, mi familia parecía estar
preparando la comida. Me vestí y salí al jardín. En efecto, mi madre y mi hermana estaban poniendo
la mesa y acabando de preparar una ensalada.
-Hijo, hoy comemos fuera, debajo del toldo se está muy bien.
-¿Papá y Rubén no han vuelto? -Preguntó mi hermana.
-No, estarán al llegar.
-¿Papá y Rubén han ido juntos a algún sitio? –Pregunté perplejo.
-Sí, sorprendentemente se han puesto a hablar de deporte, papá ha dicho que pensaba que se estaba
poniendo fondón y Rubén le ha animado a salir a correr. Así que se han ido a correr hasta
Torredembarra. Supongo que también lo ha hecho para que le perdone por el pique de ayer...
-Flipo.. –respondí atónito. En teoría mi padre no podía ni verle.
-Y yo... ya ves, mi novio se está ganando a mi familia -sonrió Marta-. Ahora sólo faltáis mamá y
tú... ¿no me digas que no te cae mejor después de estos días juntos?
-Bueno... –recordé mis manos haciéndole una paja la noche anterior-. Sí, supongo...
A mi padre se lo estaba ganando corriendo con él. A mí me estaba conquistando corriéndose
conmigo... me pregunté qué haría para caerle bien a mi madre. No me hizo falta esperar mucho para
obtener una respuesta. Las mujeres son previsibles...
Mi padre y Rubén llegaron sudando, sobre todo mi padre, que a sus casi 50 estupendos años ya no
estaba para caminatas como la que se acababa de pegar. Tal y como entró en casa, se fue a duchar y
a descansar sin ni siquiera comer. En cambio, el chulazo de mi hermana venía sudando pero sin el
más mínimo síntoma de agotamiento.
-¿Vamos a comer ya, cari? –le preguntó mi cuñado a mi hermana mientras le daba un beso en la
mejilla y le apretaba furtivamente el culo.
-Sí, dentro de poco... voy un momento dentro a por la carne.
-Vale, entonces ya me ducharé luego... ¿os importa que me dé un baño en la piscina antes de comer?
Estoy muerto de calor... –Rubén nos miró a mi madre y a mí.
-Adelante... –murmuró mi madre.
Rubén lo sabía, sabía el efecto que iba a provocar. Junto al borde de la piscina, a pocos metros de la
mesa en la que mi madre y yo acabamos de aliñar la ensalada, el chulo del novio de mi hermana se
quitó la camiseta blanca de tirantes que llevaba y la dejó en el suelo. Mi madre lanzó una furtiva
mirada al pecho y al abdomen de mi cuñado que estaban completamente bañados en sudor. Él lo
notó. Todavía más despacio empezó a bajarse los pantalones cortos negros que llevaba dejando
lentamente a la vista uno de esos bañadores de competición speedo de color azul eléctrico. Con su
polla y sus huevos llenándolo todo, aquella imagen me recordó a los créditos de los "Vigilantes de
la Playa" que me había tragado tantas veces de pequeño, suspirando por el abultado paquete de
David Chokachi enfundado en un bañador como ese. Mi cuñado incluso mejoraba aquella imagen.
Terminado su ritual, Rubén se dio la vuelta y se lanzó de cabeza a la piscina. Miré a mi madre, tenía
la vista clavada en Rubén...
-¿Qué? –La increpé. No sé si me cabreaba más que estuviera mirando a otro hombre con esos ojos
estando casada, o que estuviera mirando al tío por el que yo me moría.
-Nada... –Disimuló ella.
-¿Nada?
-No, nada.. sólo estaba pensando que no parece tan mal chico como pensábamos...
En aquel momento entendí que con un cuerpo musculado y fibrado en su justa medida y un rabo de
caballo, puedes llegarle a caer bien incluso a una suegra que, cuando estás vestido, no te soporta.
Después de comer, y con la visión de la entrada y la salida de Rubén de la piscina, me pegué una de
las siestas más placenteras de mi vida. Cuando me desperté, le vi durmiendo en la cama de al lado,
de espaldas y tapado con una sábana. Tranqui, me dije a mí mismo. Me puse la camiseta y me fui a
merendar algo. Cuando entré en la cocina mi topé con mi padre que se iba a tomar el sol a la
piscina. Me dijo que mi hermana y mi madre habían salido de compras.
Cuando me senté en la mesa del comedor para devorar un bol de cereales con leche, apareció él. El
muy cabrón se acababa de despertar y entró en el comedor totalmente desnudo. Su rabo flácido se
apoyaba en su pierna derecha y se zarandeaba ligeramente al caminar. Sin decir nada se paró frente
a mí, al otro lado de la mesa, y se estiró desperezándose. Al levantar los brazos por encima de su
cabeza puede volver a ver esas axilas con el vello perfectamente recortado y muy oscuro. Rubén no
tenía mucho pelo en el cuerpo, sólo en las piernas, los brazos, las axilas y el vello púbico que le
llegaba hasta el ombligo marcando el mejor camino para perderse que haya visto nunca.
-Joder, Rubén... ¿qué haces en bolas? Mi padre está fuera tomando el sol...
-¿Y qué? Seguro que también se muere por verme en pelotas... y comparar.
-Como te pille, te echa de casa... –empecé a ponerme nervioso por la situación y Rubén lo notó.
-¿Nos apostamos algo?
-¡Joder Rubén! Vístete...
-Vale... tranqui, chaval... –mientras me vacilaba, mi cuñado se acarició la polla de arriba abajo y tiró
de la piel que cubría el glande. A esas alturas su polla estaba morcillona-. Pero antes, déjame probar
eso que estás comiendo... tengo hambre.
-Son sólo cereales... –mis rodillas se tensaron.
-A ver... –Rubén me quitó la cuchara de la mano, la metió en el bol, la llenó y se la llevó a la boca-.
Mmmmmm... están muy buenos –Lamió la cuchara lascivamente por los dos lados y la volvió a
meter en el bol.
-Vístete, joder... –la idea de que mi padre entrase en el comedor y viera a mi cuñado desnudo, con la
polla en semierección a pocos centímetros de mi cara, me estaba poniendo de los nervios. Por bueno
que estuviera Rubén, sus juegos iban a matarme. El problema era que mis 16 centímetros estaban ya
a tope y mojando mi bañador.
-No, antes me quiero dar una ducha... he corrido mucho esta mañana. Además, ayer un putito me
hizo una paja y se olvidó de limpiarme bien la polla –con total tranquilidad, mi cuñado volvió a
acariciarse la polla y la descapulló lentamente-. Aunque quizás debería limpiármela él...
-Y una mierda... vístete, joder.
-No –dijo rotundamente-, antes termina lo que empezaste...
-Yo no empecé nada, fuiste tú...
-Te mueres de ganas, chaval –sin darme tiempo a reaccionar mi cuñado estiró el brazo y me cogió la
polla por encima del bañador-. Lo sabía... Bueno, quizás te apetece más si te la comes con tu
merienda...
Ante mi mirada perpleja Rubén se acercó al bol y metió su polla dentro. Con una calma que me
estaba matando de excitación y de nervios removió la leche con cereales hasta que su polla estuvo
completamente dura. Cuando la sacó le empezó a chorrear la leche por el tronco hasta llegar a sus
huevos.
-Límpiala... –me dijo en un tono absolutamente autoritario. Me debatía entre mandarle a la mierda
por darme ordenes o lanzarme a comerme aquel rabo como un puto desesperado. Pero ganó mi
orgullo.
-¡Y una mierda! –Repliqué con rabia.
-Chaval, lo estás complicando todo, joder. Me la vas a comer porque te mueres de ganas...
Rubén me cogió de la nuca y me amorró a su polla tiesa. Mis labios rozaron su capullo mojado de
leche y cereales. Intenté zafarme y empujarle pero me agarró los dos brazos y volvió acercarme la
polla a la boca con su mano libre. Yo seguía sin abrir mi boca, ya no sabía si por dignidad o por
nervios, porque en el fondo me moría de ganas de hacerlo. Viendo la resistencia que estaba
oponiendo, Rubén empezó a pasarme ese rabo casi de caballo por toda la cara. Estaba tan dura y era
tan grande que mientras sus huevos me rozaban la barbilla, la punta de su capullo pasaba de largo
de mi flequillo. Me calentó tanto notar su pija en los ojos, en los labios, en la nariz... que mi
resistencia flaqueó y abrí la boca. A partir de ese momento mi cuñado no perdió el tiempo. Me
agarró la cabeza con las dos manos y empezó a follarme la boca como un animal. El diámetro de su
rabo hacía que mi boca estuviera completamente abierta y notar su capullo en el fondo de mi
garganta me provocaba unas arcadas tan bestias que aún no sé cómo pude controlarlas. Me folló la
boca como quiso durante unos minutos que me parecieron horas hasta que...
-Joder, qué boca tienes cabrón... me voy a correr...
Mi cuñado sacó su polla de mi boca y empezó a masturbarse frente a mi cara. Yo tenía lágrimas en
los ojos del esfuerzo. Cuando su rabo se tensó anunciando su venida, Rubén apuntó al bol y empezó
a descargar su leche... fueron 6 o 7 trallazos de esperma, una cantidad increíble teniendo en cuenta
que se había corrido la noche anterior.
-Abre la boca... –me dijo muy serio. Aunque me imaginaba lo que quería hacer, no opuse
resistencia, primero porque estaba muy caliente y segundo porque tenía ganas de que saliera del
comedor y se vistiera de una puta vez antes de que nos pillara mi padre-. Muy bien, buen chico...
Cogió la cuchara sopera con la que estaba comiendo yo y la metió en el bol recogiendo la mayor
cantidad de su corrida posible. Ni siquiera se molestó en mezclarla con la leche que ya había en el
bol. La llevó a la punta de su polla, aún bastante dura, y con la otra mano escurrió el semen que
quedaba en su glande y lo dejó caer en la cuchara. El trayecto de su polla a mi boca se me hizo
eterno. Aquello era una guarrada, pero mantuve la boca abierta hasta que la cuchara entró en ella.
Noté el gusto un poco amargo de su semen y me lo tragué sin más.
-Te debía una cucharada...
Sin decir nada más, Rubén se dio la vuelta y salió del comedor. La imagen de su potente espalda y
su culo apretado y duro me tensaron la polla otra vez. Acababa de comerle la polla y ya me moría
de ganas por pasar mi lengua por aquel culo tan rematadamente heterosexual.
Como si estuviera poseído, me terminé con desesperación el plato de cereales con leche mezclados
con la corrida de mi cuñado. Sin lugar a dudas, la mejor merienda de toda mi vida. Me levanté
corriendo y me fui al baño a pajearme pensando en la cerdada que acababa de hacer. Estaba tan
salido aquella tarde que me pajeé con tanta fuerza que incluso sentí dolor.
Tras la corrida estaba hecho un flan. Fui consciente de que mi padre nos podía haber pillado. Estaba
de los nervios. Así que me mojé la cara, intenté relajarme y me fui a la piscina a ver cuál era su
reacción. Recé para que no se hubiera dado cuenta de nada. Salí al jardín y le saludé, me respondió
con normalidad. Estaba enfrascado en la lectura de uno de los últimos best sellers editoriales.
Respiré profundamente y me senté en el borde de la piscina.
-¿Qué tal la tarde hijo?
-Bien, bien... acabo de merendar leche con cereales... ¿y tú?
-Aquí leyendo. Tu cuñado me ha dejado hecho polvo de tanto correr...
-Ya, ya... se nota que él puede... –contesté pensando en lo que acaba de pasar dentro de mi casa.
-¿Sabes? En el fondo no es tan mal tío como pensaba. Me ha dicho si quiero ir a entrenar con él al
gimnasio para recuperar un poco la forma...
-¿Y tú qué le has dicho?
-No sé, me lo estoy pensando...
Definitivamente, Rubén se estaba metiendo en nuestra casa y en nuestras vidas.

Me desperté y abrí los ojos, a través de la puerta entreabierta podía escuchar cómo Rubén se
duchaba. Me pregunté cómo lo hacía. En sólo unos días, el que era el insoportable y chulo novio de
Marta se había convertido en uno más de la familia. Uno más fibrado, musculado, chulo, sobrado y
problemático, pero uno más. La noche anterior, cuando mi padre me había dicho que nos íbamos los
cinco a pasar el día a un parque acuático, no me lo podía creer. Pero aquella mañana, mientras oía
caer el agua de la ducha y me imaginaba a mi cuñado enjabonándose, aún me lo creía menos.
A diferencia de otras ocasiones, esta vez nos fuimos todos juntos en el coche de mi padre. Se podía
decir que incluso se respiraba buen rollo. Mi padre había hecho buenas migas con Rubén y
hablaban a menudo de deporte, y Marta parecía menos arisca y agresiva. Sólo mi madre mantenía
ciertas dudas respecto a su yerno. En el coche, Marta y Rubén, sentados a mi lado en el asiento de
atrás, se hacían mimos con cierto recato. Me sorprendió que Rubén se cortara con lo cabrón que era.
Pero aunque fueran mimos discretos, me ponía cada vez más enfermo ver que mi hermana y él se
tocaban delante de mí. Lo peor de todo era que Rubén lo sabía, me miraba y sabía que me jodía, por
eso todavía lo hacía más.
Cuando llegamos al parque acuático Caribe Aquatic Park en Salou, mi hermana y mi madre se
metieron juntas en su vestuario y los tres "machos" nos fuimos al nuestro. Para ser sincero, yo
estaba bastante nervioso por tener que desnudarme delante de mi padre y Rubén, así que me puse el
bañador en casa. Eso sí, entré con ellos para quitarme la camiseta y dejar las cosas en la taquilla.
Cuando entramos en el vestuario de la zona cubierta del parque me sorprendí de que no hubiera
nadie. Para ser agosto el parque estaba anormalmente vacío y el hecho de que fueran casi las 2 de la
tarde contribuía a que aquel vestuario estuviera desierto. Mi padre empezó a desvestirse lentamente
y Rubén hizo lo mismo. Me daba mucho corte mirarles, así que sólo lanzaba miradas furtivas de vez
en cuando mientras me descalzaba sentado en un banco de madera. Rubén se había desnudado
completamente y mi padre estaba vestido únicamente con un slip cuando le dijo:
-Rubén, joder, que envidia me das. Los años no perdonan –dijo mi padre pasándose una mano por la
barriga-. Cuando era joven estaba casi, casi como tú...
Mi padre había practicado el ciclismo y la natación cuando era más joven, y a sus casi 50 años se
conservaba bastante bien. Debía medir 1,90 y era corpulento y fuerte. Tenía el pecho definido y
cubierto por una consistente capa de vello, aunque más abajo, lo que un día fue un vientre plano se
había convertido en una incipiente barriga, eso sí, una barriga dura y tersa. No había ni una parte del
cuerpo de mi padre que pudiera describirse como fofa o flácida. Las piernas y los brazos se
mantenían fuertes, especialmente las piernas, anchas y definidas como las de un ciclista en activo.
Nunca había mirado a mi padre de una forma sexual, pero en aquel momento me pareció un hombre
atractivo. Su cara, de rasgos duros y masculinos y su pelo algo cano acentuaban su aspecto de tío
duro y trabajado.
-Pero cualquiera diría que estás gordo y fofo, joder... –le respondió mi cuñado sin ni siquiera
ponerse el bañador.
-Bueno... no, gordo no... pero ya no estoy firme ni definido.... –mi padre tensó el brazo marcando
un prominente tríceps.
-No te me pongas a llorar como una vieja, joder... aún puedes tonificarte y recuperar definición
muscular. Lo que te pasa es que eres un perro... –Rubén le hablaba con una confianza y un colegueo
que me dejaron K.O.
-No sé, pienso que no me servirá de nada a estas alturas...
-¿Cómo que no? Mira –Rubén se acercó a mi padre sin vestirse y le puso las manos en el brazo-,
tensa el brazo... ¿ves? Tienes unos buenos tríceps y bíceps. Sólo necesitas definir un poco. –Sus
manos se pasaron al pecho-, lo mismo con el pectoral, esto te lo machacas en el press de banca,
unas aperturas con mancuerna, una series en un par de máquinas de pectoral... y parecerás Stallone
en dos semanas...
-Joder, yo no lo veo tan claro... -contestó mi padre repitiendo las posturitas. Otro al que le gustaba
exhibirse...
-Va nen, que hasta tienes unas piernas más musculadas que las mías... –Rubén se agachó y le puso
las manos en los gemelos a mi padre-. Tensa la pierna... –Mi padre lo hizo y mi cuñado fue
subiendo con sus manos hacia el muslo hasta rozar con sus dedos los huevos de mi padre
enfundados en un slip blanco-. Enric, estás en muy buena forma... –cuando retiró su mano, sus
dedos rozaron intencionadamente el paquete de su suegro.
Mis ojos se abrieron como platos cuando Rubén se levantó. Su polla había crecido bastante y le
colgaba con aún más aparatosidad sobre ese par de grandes huevos tan apetecibles y con el vello
recortado.
-Bueno, aunque hay cosas que por que más que las ejercite no se pondrán tan en forma por lo que
veo... jajajaja. –rió mi padre con absoluta tranquilidad. Mis mejillas se encendieron de vergüenza.
Pero la vergüenza no era un atributo en el carácter de Rubén. Sin cortarse ni un pelo, se cogió la
polla y se pasó la mano de la base hasta la punta haciendo aún más evidente su estado de
semierección y su destacado tamaño. Con toda tranquilidad, corrió y descorrió varias veces la piel
que cubría parcialmente el capullo de su polla.
-Y eso porque no la habéis visto al máximo de su capacidad –Rubén me miró con una mirada
pícara. Me dejó alucinado que mi padre bromeara sobre la polla del novio de su hija y encima
delante de su hijo. "Los hetero son la hostia", me dije...
Sin dejar de reírse de su propio comentario, mi padre terminó de desvestirse y se quitó el slip para
ponerse el bañador. Fue la primera vez que le vi desnudo. Su culo estaba tan duro y tan cubierto de
vello como sus piernas, y destacaba porque estaba especialmente blanco respecto al moreno que
lucía mi padre en el resto del cuerpo. No quise mirar, intenté apartar la vista, pero vi y miré... mi
padre se giró y pude verla. Era una buena polla, especialmente ancha y gorda, aunque no muy larga.
Estaba circuncidada, con su gordo capullo rosado semicubierto por la piel del prepucio. Para no
estar en erección, aquello estaba más que bien. Me llamaron la atención sus huevos, eran casi el
doble de grande que los míos, un par de huevazos del tamaño de dos huevos de gallina. Como el
culo y el resto de su cuerpo, su polla y sus huevos estaban rodeados de vello oscuro. Aparté la vista
y la clavé en el suelo ¿qué coño hacía mirándole la polla a mi padre? Aquellas vacaciones me iban a
volver loco.
-Bueno suegro, eso tampoco está nada mal... –dijo Rubén mientras se ponía un pantalón coro y
miraba con descaro la entrepierna de mi padre.
-Ya bueno, la mía es un Audi Q7 y la tuya un Hummer, hay que joderse...
-Ya, bueno, y la mía un Toyota Rav4. Me estáis rallando, vamos a la piscina de una vez –En el
fondo me estaban poniendo malo y quería acabar con aquella situación de una vez o no respondía
de mis actos.
-Tranquilo chaval, esto son cosas de hombres –dijo el cabrón de Rubén con una sonrisa mientras se
plantaba a un palmo de mi cara y me acariciaba la cabeza con un falso colegueo que me puso de los
nervios.
-Hijo, no te agobies, ya crecerá y se pondrá como la de tu cuñado, eres muy joven aún... –me soltó
mi padre con un tono paternalista-sexual de lo más incómodo.
Si padre hubiera sabido en aquel momento que yo no quería tener la polla como la de Rubén, sino lo
que quería era tener la polla de Rubén, a ser posible en mi boca, hubiera flipado. El cabrón de mi
cuñado era un Dios salido de un vídeo de Corbin Fisher o Sean Cody. Y por si no era suficiente
soportar todo el puto día su torso marcado, el muy sobrado se había puesto un pantalón de futbolista
blanco sin nada debajo y que, evidentemente, no llevaba forro. Si estando seco ya se le notaba la
polla semierecta pujando bajo la tela, cuando se mojara aquello iba a ser todo un espectáculo.
"Rubén, eres un cabrón", pensaba mientras miraba como el "machito" sobaba a mi hermana que se
reía divertida estirada en la hamaca de al lado. Mis padres habían ido probar el Río Loco, así que mi
hermana y su chulazo podían rozarse sin cortarse un pelo. "Con lo puta que es ya podría ligar con
un guiri y dejar a Rubén en paz" decía para mis adentros sin dejar de mirarles. Mi hermana estaba
de espaldas a mí y no me veía, pero Rubén sí se estaba dando cuenta de mi cara de mala hostia. De
repente mi hermana se zafó de él y se levantó de la hamaca...
-Cari, ahora vuelvo... tengo que cambiarme el Tampax... –Joder, ¿por qué era tan jodidamente
ordinaria la zorra de mi hermana?
-Vale, cochito... –le soltó él dándole una palmada en el culo-. Tu niño te espera aquí...
-¿Me pasas una Coca? Creo que mi padre las ha dejado a tu lado –le dije a mi cuñado con una
mirada matadora que equivalía a un "deja de sobarla de una puta vez o no te la vuelvo a comer".
No me contestó, el muy cabrón cogió una Coca-Cola de las que había junto a su hamaca, y me la
tendió. Cuando la fui a coger, la retiró de mi alcance. Abrió la lata con calma, bebió directamente de
ella posando sobre el metal esos morritos de chulo que tiene, y me la volvió a pasar...
-Ahora sí... -Cuando di el primer trago pensando que sus labios habían estado en contacto con aquel
trozo de aluminio, mi polla se puso dura de golpe. Yo quería ser lata.
Pero sus provocaciones fueron más allá aquel día, cuanto más enfadado me veía por sobar a mi
hermana, más cabrón era conmigo. Cuando mis padres llegaron, nos fuimos Rubén, mi padre, mi
hermana y yo la piscina de olas. Para animar la cosa, a Marta no se le ocurrió otra cosa que
jugáramos a luchas. Ella se encaramó a los hombros de mi padre y soltó...
-Estamos listos... –y me miró como diciéndome "anda, súbete encima de mi novio", y claro, si tu
hermana te dice que montes a su chulazo, no puedes decirle que no. Miré a Rubén...
-Vamos, nen... ven con Rubén... –dijo él entre risas. Lo peor de todo es que iba en serio.
Mi hermana y yo empezamos a pelearnos de broma, aunque en más de una ocasión pensé en
empujara de verdad para tirarla de una puta vez al agua. "Es tu hermana" me repetía mi conciencia,
"No puedes matarla, al menos no aquí, delante de tanta gente". Pero las manos de mi cuñado
apretándome los muslos para sujetarme, hicieron que dejara de pensar en acabar con la vida de mi
hermana y me dedicará a disfrutar del roce. Tanto fue así, que me empalmé y dejé de pelear con
ganas hasta que mi hermana me tiró de los hombros de mi cuñado.
-¡Chaval eres un blando! –Me soltó ella-. Papá, somos los mejores...
Cuando saqué la cabeza del agua, Rubén me ayudó a ponerme derecho. Sus brazos rozaron mi
cintura. Su gesto me pareció incluso cariñoso. Me apoyé en su pectoral durísimo para estabilizarme.
Tuve que contenerme para no empezar a lamérselo en aquel mismo momento. Se acercó a mi oído y
me susurró:
-Tu Rav4 se ha puesto muy duro, nen... Y me gusta.
Ufff... ni en mis sueños más húmedos me imaginé al chulazo del novio de mi hermana decirme al
oído delante de ella que le gustaba notar mi polla dura en su nuca. Seguimos jugando entre
apretones y caídas. Me dejé ganar sistemáticamente para poder rozarme aún más con la espalda y
los hombros de mi cuñado. En repetidas ocasiones, Rubén me sobó el culo para sacarme del agua y
yo, cada vez con menos disimulo, le rozaba las piernas y el torso al levantarme. En una de mis
últimas sumergidas, incluso me atreví a tocarle el paquete por encima de la ropa fingiendo estar
desorientado por la caída. Jamás me había divertido tanto en un parque acuático.
Pero después de 20 minutos de roces, ya no podía más, me dolía la polla de lo dura que la tenía. Así
que desmonté a mi cuñado y me di un tiempo muerto a mí mismo para irme al lavabo. Volví a los
vestuarios y entré en los servicios. Como estaban vacíos me puse a mear en un urinario de pared.
Con la polla fuera, intentaba pensar en algo negativo para que se me bajara la erección, pero el
recuerdo del contacto con el cuerpo de mi cuñado no ayudaba mucho. En eso estaba cuando entró
alguien. Suspiré y le miré de reojo. Sin decir nada se puso a mi lado y se la sacó. La tenía
morcillona el muy cabrón. Miró de reojo hacia mi polla y me soltó...
-Te la he puesto dura...
-Sobrado... –le respondí desafiante. Algo me decía que me seguiría hasta los baños. Sin decirme
nada, me cogió la mano libre y me la colocó en su polla. Noté como se fue poniendo dura hasta
alcanzar su máximo esplendor-. Y yo a ti...
-Pues vas a tener que hacer algo, putito...
Odiaba que me llamase putito, y él lo sabía, por eso lo decía aún más, porque sabía que doblegaba
mi voluntad. Liberó mi mano, aunque yo no solté su rabo, y me empujó con las dos manos para que
me agachase delante de él. No opuse apenas resistencia, me moría de ganas. Con su rabo tieso
zarandeándose a pocos centímetros de mi boca, poco importaba que pudiera entrar alguien. Olía
ligeramente a agua clorada, pero aún así, podía percibir el olor característico de su polla. Saqué la
lengua y la pasé por su glande. Ladeé la cabeza y continué por ese grueso tronco hasta rozar sus
huevos. La apreté fuerte con una mano, y volví a lamerla esta vez por arriba, resiguiendo la vena
que cruzaba aquel pollón y lo mantenía así de tieso. Volví a la punta y me la metí en la boca...
-Come, cabrón... –susurró él mientras me empujaba por la nuca para metérmela más en la boca.
Poco más de la mitad de su rabo entraba y salía de mi boca al ritmo que marcaba él, mientras yo le
succionaba el glande y pasaba mi lengua por la punta de aquel capullo hinchado. Me encantaba que
mi cuñado me llenase la boca con su polla, estaba en la gloria a pesar de lo que se tenía que abrir mi
mandíbula para dejar paso a aquel rabo. Estaba en el séptimo cielo, pero quería probar algo más.
Mis manos se clavaron en su culo...
-Espera... –dije sacándome su polla mojada de la boca. Le empujé para que se diera la vuelta y se
apoyase en el urinario de pared. Rubén se dejó hacer en silencio. Le bajé los pantalones hasta los
tobillos y mis manos volvieron a clavarse en aquel culo heterísimo. Estaba duro, firme, y tenía esas
dos hendiduras a los lados que hacían que sus nalgas estuvieran aún más prietas y que sólo puede
tener el culo de un buen macho de gimnasio.
-¿Qué coño vas a hacer? –Parecía una queja, pero no era una queja. El chulazo de mi hermana más
que quejarse, susurró aquellas palabras como si fuera un gato cachondo. Besé y mordí suavemente
sus nalgas sin dejar de apretárselas. Estaba en medio de un sueño. Las abrí lentamente dejando a la
vista aquel preciado agujero rodeado de una fina capa de vello casi rubio, saqué la lengua y se la
pasé desde los huevos hasta el principio de su espalda. Cuando mi lengua rozó su agujero, a Rubén
le flaquearon hasta las piernas. El muy cabrón se inclinó un poco más y abrió más las piernas. Volví
a lamerle todo el culo y me detuve en su agujero, mi lengua empezó a jugar intentando penetrarle.
Me hubiera querido soldar a aquel culo.
-Joooddder... –susurró él-, eres un puto cerdo... cómeme el culo, joder...
Mi cuñado me apretó fuertemente la cabeza contra su culo y yo seguí lamiendo aquel puto agujero
como si me fuera la vida en ello. Intentaba penetrarle con la lengua hasta que me quedaba sin aire y
bajaba hasta sus huevos lamiéndole el perineo. Cogí su polla con una mano y la empujé hacia atrás
para comerme su capullo húmedo de precum y pajearle. Mi cuñado se retorcía como un animal.
Solté su polla para que él pudiera pajearse a saco y me centré en lo que más me apetecía, lamer de
arriba a bajo el centro de aquel culo de macho corrompido por mi lengua.
-Agggg... nunca me lo habían hecho joooddder, me vas a matar, cabrón...
Aprovechando que relajó su esfínter, mi lengua entró un poco dentro de él. La moví con
desesperación, como si intentara penetrarle con mi polla. Por primera vez le veía rendido ante mí y
no al revés.
-Jooddder, me corro... ven, joder... –me arrancó de su culo, me puso de pie y mientras seguía
pajeándose, me sacó la polla del bañador y me pajeó con la otra mano-. Mi puto me come el culo
como un perro...
-¿Quieres saber a qué sabe tu culo?
Rubén no contestó. Soltó mi polla y me arrastró de la nunca hasta su boca. Nuestros labios chocaron
desesperadamente y su lengua no tardó ni un segundo en meterse en mi boca y recorrer cada rincón
de ella. Nos corrimos en medio de un brutal orgasmo que nos salpicó los torsos y pringó todo el
urinario. No dejamos de comernos la boca hasta mucho después de que el cañonazo de mi cuñado
dejara de lanzar trallazos de leche caliente.
Sin tiempo para recuperar el aliento escuchamos que alguien entraba en los lavabos. Nos subimos
los bañadores como pudimos, y nos colocamos en los urinarios para hacer lo que habíamos venido a
hacer... bueno, lo otro que habíamos venido a hacer, mear. Rubén se acarició el abdomen
esparciendo los restos de mi corrida y yo hice lo mismo con la suya. El intruso era un niño inglés de
unos 12 años, se paró en el tercer urinario, junto a Rubén, y se puso a mear. Nuestra respiración aún
era muy agitada y el chaval nos miró extrañado. Lanzó una mirada al urinario donde estaba Rubén y
vio restos de la corrida. Rubén se guardó la polla, le miró, me miró, volvió agarrarme de la nunca y
me plantó otro pedazo de muerdo de los que hacen historia. Volvió a mirar al inglés, al que se le
había cortado la meada, y soltó:
-¿Qué coño te pasa, chaval?
Fue sencillamente brutal. Que volviera a besarme después de correrse y delante de aquel chaval me
dio un subidón muy bestia. Sentí que éramos algo... que había algo que nos unía más allá del sexo.
O al menos era lo que yo quería creer en aquel momento. Rubén no dejaba de sorprenderme, estaba
claro que le encantaba provocar, transgredir, y ni siquiera le importaba lo que pensaran los demás.
Había descubierto al puto Rey del Sexo.

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