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01 QUÉ FILOSOFIA
QUÉ EDUCACION
QUÉ FILOSOFIA
01 QUÉ EDUCACION
QUÉ FILOSOFIA
MATERIAL DE TALLER DE REFLEXION 2
PROF. DR. NORO JORGE EDUARDO / 2012
Conocer los sistemas, los autores, los problemas, el pensamiento oficial y canónico es
importante, pero no representa necesariamente el eje del desarrollo o el punto de partida,
02 sino el de llegada, y tal vez sea tarea específica de otras instancias de aprendizaje o
respuestas a inquietudes personales al respecto. Si además de con-movernos con los
temas, profundizamos los conocimientos filosóficos, mejor.
En términos epistémicos, la experiencia inicial es clave para que la filosofía dialogue con la
vida, el pensamiento y el interés de los que aprenden. Los temas de la filosofía no deberían
03 aburguesarse en formatos y temas previsibles y repetidos, sino que siempre deben generar
conflictos cognitivos que sobresalten y despierten el interés.
Todos los temas y cuestiones de la filosofía tienen conexiones con algún aspecto de la
realidad o de la vida de los que se acercan a ella: lo que hay que hacer es preparar los
“puentes naturales” o tener la mente ágil para encontrar y definir rápidamente las
conexiones entre el patrimonio histórico del pensamiento y nuestra realidad. Por supuesto
04 que es más fácil dejar a los filósofos y a sus obras viviendo en el pasado y en los libros:
representa menos esfuerzo, pero también implica, menos filosofía. Y es importante
también abandonar cierta neutralidad académica para proponer definiciones (sometidas a
debate) en cada uno de los temas.
En estas clases y en las aulas los profesores que enseñan y exponen, no son los únicos que
piensan y tienen derecho a la palabra. Mucho más aun en las clases de filosofía: el
05 pensamiento y la palabra debe estar generosamente distribuido entre todos los que
participan de cada uno de los encuentros.
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PROF. DR. NORO JORGE EDUARDO / 2012
Sin embargo no se trata de un curso de auto-ayuda: hay muchos y buenos para quienes
circulan por la vida buscando las respuestas a sus problemas en los consejos ajenos. Aquí el
eje no es el pensamiento débil, sino el ejercicio del pensamiento, que se atreve a analizar
la realidad, la existencia humana, la vida, el mundo en que vivimos, el tiempo que
09 habitamos.
No propone recetas, sino que aporta ideas para construir el propio mapa, para diseñar el
camino. No nos entrega una ruta definida, sino que pone en debate las condiciones para
poder pensar y ordenar el propio compromiso con uno mismo y con los demás.
QUÉ EDUCACIÓN
MATERIAL DE TALLER DE REFLEXION 4
PROF. DR. NORO JORGE EDUARDO / 2012
Una educación que no multiplique los discursos teóricos ni traiga a escena citas, autores y
obras que poco o nada tienen que ver con la realidad, y que sólo sirven para poblar de
fotocopias las aulas y justificar las exposiciones y las preguntas en los exámenes (y que la
mayoría de los docentes olvidan en su ejercicio profesional)
01
Un SOLIDO MARCO TEORICO que sepa dar cuenta de la praxis y de la realidad educativa y
docente, que facilite los instrumentos de navegación, que opere como un GPS que orienta
el trabajo, registra el camino recorrido y sirve para revisar críticamente lo que hacemos.
Una educación que hunde sus pies en el barro de las escuelas y las aulas de todas las
geografías: públicas y privadas, ricas y pobres, céntricas y marginales, con niños bien y
02 chicos malos, con buenos docentes y de los otros, con directivos inquietos y
transformadores y directivos vencidos y angustiados, con muchos y pocos alumnos, con
buenas construcciones y en estado lamentable. De esa educación debemos dar cuenta.
Una educación que reconoce el valor de la escuela y del sistema educativo, pero que
también descubre y denuncia sus limitaciones, y propone una educación mas allá de los
03 muros de las instituciones, principalmente en aquellos lugares en los que están aguardando
los que no ingresan a la escuela, los que pueden permanecen en ellas, los que se escapan o
se sienten excluidos de ella… y que están menesterosos de una verdadera educación.
Cuando uno ejerce como docente sabe que una condición básica es tener "autoridad" frente a sus
alumnos. No es lo mismo que “tener poder” sobre ellos. Hay dos caminos para conquistar la
autoridad: (1) demostrar que se dispone de un SABER muy superior al que tienen y manejan los
alumnos.(2) poner el acento en el enseñar y desencadenar, acompañar los aprendizajes de todos los
estudiantes. Son dos caminos diferentes, porque ambos tienen sus riesgos: en el primer caso, que el
docente no sepa lo que supone saber, que no sepa todo lo que hay que saber, que piense que sabe y
en realidad no sepa, o que exhiba ese saber cómo una forma de poder, una manera de oprimir y
menoscabar a los alumnos: en el segundo caso que en el afán por lograr aprendizajes de todos
termine negociando los conocimientos y los saberes, trivializándolos demasiado.
Es un delicado equilibrio el que hay que lograr - paso a paso, como en los buenos campeonatos -
entre un saber (que no se exhibe, ni se proclama para establecer distancia) y la capacidad de
acompañar los aprendizajes de todos o de la mayoría. Y allí, la autoridad brota sola...El poder, en
cambio, muestra títulos y pergaminos, amenaza, se impone, degrada, menosprecia, tiene necesidad
de mostrarse superior, inalcanzable, todopoderoso. Y los docenes – cuando pueden y los dejan –
suelen ser una muestra de esta manera de actuar.
Cuando un docente enseña y enseña en serio (se des-vive por enseñar) y logra que sus alumnos
aprendan (no sólo que estudien o que cumplan o que aprueben), allí pone en acto todo su saber,
porque para ENSEÑAR debe saber mucho. No se trata de un SABER que se exhibe para rebajar al otro
o para menospreciarlo (porque que no sabe), sino de un SABER que se disfruta más cuanto más se
comparte, cuando los demás (los alumnos) se apropian de él. Porque el que enseña no sólo
multiplica sus recursos metodológicos, sino su capacidad de empatía y comunicación, activa la
inteligencia emocional, presenta el saber de muchas maneras distintas, insiste oportuna e
inoportunamente, hasta lograr que la mayoría entiendan y, finalmente, que todos aprendan.
Uno no SABE más al querer demostrar que sabe, sino cuando intenta y logra que todos aprendan.
No es tarea fácil. Es una conquista progresiva. Pero es allí en donde la autoridad del docente
encuentra su verdadero sostén.
Esto es VALIDO para el NIVEL SUPERIOR, porque aquí también ACOMPAÑAMOS APRENDIZAJES,
que son DIVERSOS RITMOS DE APRENDIZAJES (porque hay edades, historias, formaciones diferentes),
pero también acompañamos EXPECTATIVAS de quienes eligen el INSTITUTO FORMADOR, y nuestra
función es – formador de formadores – ayudar a discernir y ayudar a preparar esa identidad
profesional como docente. La autoridad de quienes entramos a un clase del nivel superior se basa,
primero, (1) EN LO QUE SABEMOS, pero sobre todo, (2) EN LO QUE ESTAMOS DISPUESTO A
TRANSMITIR, a entregar, a regalar en cada lección. No somos ni los dueños, ni los administradores, ni
los creadores del saber, somos los disponemos de un TESORO cuyo valor consiste en “repartirlo”
para que genere mas riqueza. (3)Pero, además, sin renunciar a las exigencias académicas, al nivel
propio de la educación superior, optamos por una modalidad que logra CONQUISTAR a nuestros
alumnos: por la preparación, por el cumplimiento, por la coherencia, por la forma con que hablamos,
nos relacionamos, dialogamos, somos. (4) Y finalmente nuestra autoridad se sostiene por esa
capacidad de acompañar los aprendizajes, las expectativas, el ritmo y las trayectorias académicas de
todos y cada uno de los estudiantes del profesorado. Con nosotros aprenderán a ejercer la autoridad
y nosotros debemos darles – de manera coherente, hechos y palabras – la mejor versión.
reconocen a la autoridad, al docente, al maestro, porque saber que pueden aprender de él. Si no hay
HABILITACION – y frecuentemente no la hay – la autoridad no existe. Y la HABILITACION surge de la
presencia, del saber, del saber enseñar, de la capacidad de relación, de la pasión, de la entrega, de la
predisposición, del buen humor, de muchos factores que en el pasado no eran relevantes…
• No hay que hacer mucho esfuerzo para descubrir que vivimos rodeados no sólo por una nueva
generación, sino por una serie de “nuevas generaciones”. Aun los docentes mas jóvenes que recién
se inician en el trabajo educativo, se saben generacionalmente distintos (y separados) de los colegas
con generosa experiencia, pero se sienten mucho más distantes de las generaciones posteriores. Hay
un mundo que los separa de los que recién se inician en el nivel superior, o están estudiando en el
secundario o transitan por la escuela general básica.
• En el pasado también había “cambios generacionales”: a la generación adulta (la que ocupaba los
sitios claves de la sociedad y asumía la totalidad de las responsabilidades) le sucedía otra generación.
Pero todos – tanto los adultos como los jóvenes – consideraban que la separación era transitoria, una
cuestión de tiempo y de edad, y que progresivamente los nuevos, los recién llegados a la sociedad se
incorporarían sin conflicto al mundo adulto.
• Las brechas generacionales funcionaban como pasos necesarios que contribuían a dinamizar la
cultura, las costumbres, el tipo de vida. Los recambios generacionales aseguraban la continuidad de
la historia de una comunidad. Los jóvenes miraban a los adultos como el futuro esperado, éstos –
más allá de los conflictos que pudieran existir – sabían que el destino de todos ellos eran
incorporarse al universo de la madurez: compartir criterios, ideas, valores, costumbres y gustos de la
generación que gobernaba la sociedad. Por ejemplo: los gustos musicales de los jóvenes o la forma
de vestirse podía tener una libertad y un atrevimiento que se desvanecía con el tiempo. Podían
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importunar a los mayores, pero sabían que finalmente la osadía desaparecía y se volverían
“normales”.
• Había algunas frases que expresaban estas ideas: “Ya se te va a pasar”, “Ya se van a dar cuenta y
van a comprender”. La sociedad imponía límites que la inmensa mayoría respetaba, porque era la
única manera se mantenerse en la comunidad. Había un código tácito, un mandato implícito que
había que respetar. El matrimonio, la formación de la familia, los estudios superiores, el mundo
laboral “curaba” esa enfermedad generacional transitoria y los convertía en hombres y mujeres
adultos. Todos recordaban como datos del pasado las travesuras, locuras o pecados de juventud,
situaciones que se consideraban impropias de la madurez.
• Todo esto – para bien o para mal – es lo que ha cambiado. Las nuevas generaciones no son etapas
o momentos, sino definiciones de una forma de vida que llega para quedarse. Los adultos mismos
quieren conservar algunas costumbres, gustos o criterios de su juventud. Los crecimientos, el paso
de los años no significa abandonar el pasado, sino llevárselo con uno y con los compañeros de
generación. No hay brecha transitoria, sino copia definitiva. Y los adultos no se sienten tan seguros,
tan sólidos, tan felices en el mundo adulto y suelen asomarse con envidia a ese otro mundo joven, en
muchos casos con el deliberado propósito de incorporarse a él.
• Sólo se trata de registrar lo que se ve en las calles, en la noche, en las fiestas, en las familias, en las
escuelas. La ropa, el cabello, los arreglos personales, las preferencias musicales, las relaciones
grupales, las formas del amor, las lecturas, los horarios, los vínculos con padres y la familia, la
relación con la escuela, las obligaciones y el trabajo, etc. Hay formas que nos desconciertan, nos
sorprenden, nos desubican o nos fastidian. No son cuestiones que hay que salir a buscar, sino que –
por el contrario – nos salen cotidianamente al encuentro.
• Los sujetos que se educan en nuestros días (en todos niveles, aunque con intensidad y caracteres
diversos) tienen otra forma de ser: en el manejo del tiempo, en la apropiación de los espacios, en el
uso del lenguaje, en la construcción de códigos, en los principios morales que los orientan, en la
definición de sus ideales, en la escala de valores, en la apropiación del conocimiento, en el contacto
con las nuevas tecnologías, en la concepción de la autoridad y del respeto, en las relaciones inter-
subjetivas y afectivas, en los vínculos familiares, en la mirada sobre el mundo y su futuro global, en el
manejo de la inteligencia y la voluntad, en la elección de sus modelos, en sus concepciones religiosas,
en la entrega al placer y a disfrute de la vida.
• Las cuestiones implícitas o supuestas no siempre son reales, efectivas: si nunca se hacen explícitas
y seguras, si no se las nombra y se las convierte en propuesta, construcción o demanda, no existen. Y
de eso se trata de armar el ejercicio del derecho a la educación con respuestas no coyunturales o
estratégicas, sino estructurales y de fondo.
• Los jóvenes son el futuro de toda comunidad. Que haya cientos de miles de jóvenes que no
estudian ni trabajan supone una pérdida insalvable para la sociedad. Y, sobre todo, un fracaso para
todos ellos: una vida en vano, una existencia trunca. Cuando esto se produce aflora una triple
exclusión: de la enseñanza, de la capacitación laboral, de la esperanza en la propia vida; y quedar
afuera de las instituciones socializadoras: la escuela, el trabajo, a veces de la familia. La cultura y las
habilidades sociales necesarias para incorporarse como miembro adulto de la sociedad se adquieren
en esas instituciones que transforman al niño en ciudadano apto para desenvolverse en la sociedad.
Las instituciones de enseñanza, los lugares de trabajo y la familia brindan al niño y al adolescente los
recursos para moverse competentemente en el medio social. (MARIO MARGULIS. UBA.)
• Hasta ahora, nosotros los docentes hemos respetado el concepto tradicional de la educación:
brindar el servicio para el ejercicio de un derecho que podía tener o no interesados. Los docentes
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estuvimos allí esperando a los usuarios, a los interesados, a quienes debían venir a la escuela, la
agencia social y pública de la educación. A veces logramos convertirnos en educadores de todos;
otras, nos vimos sorprendidos y desbordados por la heterogeneidad de la población que nos invadía;
y frecuentemente reconocimos nuestra imposibilidad para afrontar los nuevos tiempos.
• Desde hace 25 años, la universalidad de la educación comenzó a poblar las aulas con una masa
heterogénea: rompieron los muros y se sentaron en los bancos no sólo los elegidos, los aceptados,
los previamente seleccionados por la sociedad, sino, todos: los excluidos, los inesperados, los
indeseables, los invisibles, los ignorados. La puerta estaba abierta y entraron: muchos nunca
supieron para qué entraron ni comprendieron lo que se hacía en ese extraño lugar. A pesar de ellos
se quedaron, sin saber qué hacer allí. Otros duraron poco y un número creciente – a pesar del
derecho, de la obligación y de las puertas abiertas – nunca ingresaron.
• Los docentes interpretábamos la partitura que nos enseñaron: era nuestra tarea y aguardábamos
que los alumnos respondieran con su propio compromiso: nosotros estábamos para enseñar y ellos
estaba para aprender. Esta obviedad se ha quebrado: los alumnos – de cualquier clase social –
concurren a las escuelas, ingresan al aula, se sientan en los bancos pero no necesariamente tienen
intenciones de aprender. Por eso nuestra tarea cambia. La tarea que nos aguarda es otra: no es
repetir lo que hicimos, sino pegar el salto hacia una nueva realidad laboral, hacia una nueva realidad
institucional, principalmente en aquellas escuelas u organizaciones que están particularmente
preparadas para ello.
• Los docentes, especialmente los más jóvenes, son los que deben trabajar por ESTOS DERECHOS:
descubrirlos, reconocerlos, promoverlos como derecho. No somos funcionarios que trabajamos en
horarios convenidos, sino adultos que afrontamos plenamente la responsabilidad que asumimos. No
sabemos cuán importantes somos en la vida de los estudiantes: a nosotros nos toca asumir nuestro
compromiso, porque será la vida la que se encargará de hacer los balances necesarios. No todos los
árboles plantados crecerán en el futuro, pero de algunos que veamos grandes y robustos nos
sentiremos sus orgullosos promotores.
Lo primero que hay que afirmar es que “ser docentes” implica “volverse adultos”: parece obvio,
pero no lo es. En los tiempos que corren “ser adultos” es todo un compromiso y un problema.
También se necesita ser adultos para ejercer como padres. Pero padres y docentes que no lo son. No
se trata de edad sino de una función profesional. Los educadores para ser tales debemos sacar
pasaporte de adultez, es decir de responsabilidad, de autonomía, de cumplimiento, de rigor.
Como adultos somos capaces de afrontar nuestra propia vida, de ponerle nombre a nuestro
proyecto de vida, porque solamente desde allí podemos orientar otras vidas, ayudar a caminar a
quienes recién se inician en el recorrido. Se expresa no en el título o en las habilitaciones, sino en las
actitudes y en el compromiso ético.
Quien no se ha hecho responsable de su propia existencia, quien vive como un ajeno, lo extraño
en su propia vida no puede asumir otras, y no puede hacerlo porque en realidad no sabe cómo. Si no
puede consigo, menos podrá con todos los demás. Por lo tanto el primer imperativo que se debe
imponer – con la edad que tengan, sean próximos o lejanos generacionalmente con sus alumnos – es
pegar el salto y asumir la función de educadores como adultos.
El docente es alguien que para ejercer su rol debe estar bien consigo mismo, seguro en su ser y en
su hacer. Es mucho más que un tema laboral, es existencial. Es alguien que construye su madurez
personal, que tiene criterios, que se maneja con autonomía. Solamente así, los nuevos sujetos
(alumnos) pueden descubrir un educador. Y habilitarlo para que ejerza como tal.
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Los recién llegados, los novatos, son los más preparados para dialogar con las nuevas
generaciones de niños y adolescentes, los que se van incorporando al sistema educativo, pero deben
hacerlo no desde la proximidad, sino desde su condición de educadores adultos. Al mismo tiempo
que se construyen como docentes, por edad y por cercanía son quienes con mayor facilidad puede
de-codificar los mensajes, las demandas, las contracciones, las necesidades de los recién llegados a
la sociedad y a la cultura. Tienen que luchar con un compromiso complejo: ya no pertenecen a la
generación de los alumnos y todavía no son totalmente adultos.
Para todo ello, es necesario que se reinventen como docentes: que sean distintos, seguros,
creativos, dinámicos, cumplidores, responsables, nuevos. Ustedes son los que deben tornar
innecesarios a los docentes de las generaciones precedentes, con esa muerte simbólica producen un
necesario relevo generacional. Si no lo hacen – nos lo dice Arendt – si se repiten porque nos copian y
nos repiten, no se produce la dinámica del cambio, y envueltos en cierta parálisis, podemos asistir a
la destrucción del mundo que tenemos.
¿Por qué tienen que ser NUEVOS? Porque los nuevos sujetos son sensibles a la empatía que se
produce entre el docente y el alumno (o el grupo de alumnos) La empatía describe la capacidad
emocional e intelectiva de una persona de vivenciar la manera en que siente otra persona;
posteriormente, eso puede llevar a una mejor comprensión de su comportamiento, de la apropiación
del conocimiento o de su forma de tomar decisiones.
Todos conocemos ejemplos en las diversas instituciones en las que trabajamos. Directores,
profesores, maestros, preceptores que tienen un don notable de empatía relacional y generan un
clima envidiable en las aulas: buen humor, buena onda, cumplimiento, exigencia, un clase
serenamente ordenada pero sin gritos y posturas rígidas. Lo saben los directivos, lo valoran los
alumnos y lo registran los mismos padres… Y en el otro extremo sabemos que existen docentes que
generan conflictos, alteran a los alumnos, no logran resolver serenamente las situaciones, vuelcan
sus frustraciones en sus palabras y en sus clases. Y esto también es reconocido por la comunidad.
Frecuentemente, en el campo de la medicina y de los centro de salud, se habla de los “virus intra-
hospitalarios”. Podríamos revisar la educación y las escuelas para comprobar que allí aparecen
también otro tipo de virus institucionales, de los que se contagian los actores que circulan por la
institución. Tal vez por esa razón, los educadores solemos padecer entre las enfermedades
profesionales, una curiosa enfermedad, una especie de virus pedagógico e intra-escolar. ¿En qué
consiste esa extraña patología, a menudo a-sintomática? Pareciera que como docentes, maestros,
profesores, debemos poseer todas las respuestas, dar cuenta de todos los interrogantes, correr
presurosos a acallar todas las dudas: en la escuela no hay lugar para la ignorancia; si es el templo del
saber no puede haber ateos en su interior, no se tolera el desconocimiento de los dogmas y no
pueden mostrar ninguna vacilación sus sacerdotes.
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En la sociedad del conocimiento, lo que abunda y sobra es, precisamente, conocimiento: los
docentes no deberíamos privilegiar – fieles a la tradición – la posesión del saber, sino la capacidad
permanente de transmitirlo, de repartirlo, de pasar los saberes y de aprender. El docente es alguien
que sabe, pero es también alguien con una envidiable capacidad de aprendizaje, a quien ningún
saber le es ajeno, y de todos tiene algo que aprender. Hay un nuevo proceso de ALFABETIZACION por
el que el circuito de aprendizaje es bidireccional: los alumnos aprenden de sus docentes (lo que
parece ser connatural a la escuela misma) y los docentes deben desaprender y volver a aprender de
sus alumnos, especialmente en aquellos temas y problemas en los que los representantes de las
jóvenes generaciones pueden explicarse a sí mismos. Algo análogo sucede con el conocimiento y el
uso progresivo de las nuevas tecnologías.
Nadie discute que el docente es un trabajador porque realiza su tarea al servicio del sistema
(funcionario) y recibe una retribución por ello que no depende de sí (no cobra lo que le parece, sino
lo que determina el organismo que lo contrata. La labor docente tiene el peso, desgaste, el deterioro,
el esfuerzo de todo trabajo intelectual y de relaciones con otras personas. La tarea de enseñar,
exige preparación previa y tiene caracteres específicos: múltiples dimensiones, simultánea,
imprevisible, singular, inmediata.
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Aunque no tenga el peso del pasado, sigue teniendo valor la VOCACION DOCENTE porque es la
encargada de dotar al educador de rasgos personales y actitudes que van más allá de lo
reglamentado, pautado, establecido. Aunque es un término que remite a diferentes contenidos
semánticos, la VOCACION remite a ENTREGA, PASION, FUEGO INTERIOR, ALMA DOCENTE,
PREOCUPACION, CONCIENCIA, ESTILO DE VIDA, etc.
Cuando se inicia el proceso el profesional exige confianza y quien acude a la consulta se la brinda:
hay expresiones, frases, palabras que refuerzan estas ideas (“Lo que Ud. me indique Doctor”. “Lo que
usted diga, Doctor”) Pero inmediatamente el profesional da muestra de que no se ha tenido FE, ni se
ha CONFIADO en vano: sabe, demuestra que sabe, responde con seguridad a las inquietudes,
reconoce el caso, le encuentra salida a todo tipo de preguntas, situaciones y problemas. El sabe que
está allí para eso. No duda: ha estudiado, se ha preparado y puede resolverlo todo (o casi todo).
Con el paso del tiempo, el profesional DEMUESTRA que era oportuno tener FE y CONFIANZA,
porque entrega pruebas, resultados, conclusiones. De alguna manera sus demostraciones hacen
innecesaria la FE, pero al mismo tiempo, sin la redoblan y la refuerzan.
Aun cuando haya puntos dudosos (una enfermedad, un juicio, una operación, un negocio), el
profesional obliga a confiar, a reforzar la fe, a crecer en la certeza, a tener seguridad acerca de los
objetivos que se van a lograr. Y la habilidad de un profesional se demuestra cuando ante la
imposibilidad y el fracaso, crea el nosotros el convencimiento de que no es una cuestión personal:
ningún profesional lo hubiera podido resolver.
¿Los educadores, los docentes, los que ejercen la tarea de enseñar en cada uno de los niveles
somos realmente profesionales? ¿Despertamos la FE y la CONFIANZA en nuestros usuarios y en
quienes nos eligen?
PROFESIONALIDAD DOCENTE
DISPOSICIONES Y COMPROMISOS
ALGUNOS INDICADORES
Hay un tiempo para cada cosas, hay una CARRERA DOCENTE (PROYECTO DE VIDA, REALIZACION
PERSONAL) para ir logrado – paso a paso – el ideal, en las diversas etapas: FORMACION INICIAL o de
GRADO, FORMACION PERMANENTE, CAPACITACION, PERFECCIONAMIENTO (LICENCIATURAS,
POSTITULOS, MAESTRIAS). NOVATOS, COMPETENTES, EXPERTOS.
Nadie puede discutir los cambios que se han producido y se producen en torno nuestro: el mundo
es diferente cada día y el tiempo parece acelerarse.
Aunque los valores, los principios morales y religiosos, las convicciones puedan mantener su
vigencia, en los hechos las prácticas demuestran un sinnúmero de dudas, incertidumbres, falta de
certezas, inseguridades.
La sólida modernidad en la que muchos crecimos ha sido desplazada por la liquidez de los
tiempos que corren: todo lo sólido se desvanece en aire y no sabemos cómo apresarlo.
A pesar de los esfuerzos, la educación formal y escolar vive situaciones de crisis que no parece
resolverse con el nostálgico regreso a los buenos tiempos vividos en el pasado. Y no se puede
regresar porque ese pasado ya no está, porque regresar significa también a los rasgos negativos del
pasado y, también, porque los adultos de aquel pasado han muerto definitivamente: hoy no sólo es
problemático hablar a o hablar con un grupo de niños o adolescentes, sino también con un grupo de
adultos (padres, docentes, directivos, ciudadanos, etc)
En los bancos de nuestras aulas, en las galerías de nuestras escuelas se sientan alumnos,
estudiantes sujetos que pertenecen a las nuevas generaciones. Y los cambios generaciones se
producen de forma acelerada.
Las familias de los alumnos no tienen la estructura del pasado y los padres que participan de las
reuniones no siempre tienen el perfil de adultos que esperamos y desempeñan el rol que les
corresponde.
La sociedad sigue proclamando el valor de la educación (como si hubiera una cinta que
eternamente se repite a sí misma) pero en los hechos, la desprotege y frecuentemente la ignora.
Los docentes, los educadores, los adultos, compartimos las debilidades de este tiempo,
negociamos nuestras fragilidades y frecuentemente escapamos a los compromisos. Es verdad que
muchas veces más de lo que podemos, pero también es cierto que todo lo que sucede nos desborda
y mientras navegamos en un mar tempestuoso, miramos con temor la barca en la que aun estamos
desplazándonos.
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No se trata de ofrecer recetas, menú a la carta, frases de autoayuda docente, una especie de
DELIBERY EDUCATIVO Y EXISTENCIAL, porque eso representa un menos-precio del educador: el buen
docente piensa, amplía sus conocimientos, tiene información estratégica y desde allí decide,
evaluando situaciones y contextos. Es preferible tener DOCENTES CON CRITERIO Y CON CAPACIDAD
DE APRENDER de todos y de todo, y no DOCENTES CON RECETAS o alimentados con comida chatarra
pedagógica-didáctica (hay demasiado en los MC DONALD de las editoriales, los libros, los ministerios,
las capacitaciones y las carreras de formación docente. Son ustedes los que deben trazar los mapas,
cargar los GPS para proseguir el camino, con alguna información suplementaria.
No cerremos los oídos o la comprensión pensando que a nosotros no nos pasa. “Cuando te pasó a
ti: ya era tarde”. Es preferible anticipar los síntomas a despertar – un día o una noche, como Gregorio
Salsa en la Metamorfosis de Kafka – con la transformación de nuestra realidad.
La escuela, la educación, la familia, la sociedad dejan de ser SOLIDOS (asibles, manipulables) para
convertirse en LIQUIDAS: imposible de retener, de darle forma, de mantener en el mismo estado. Los
cambios son permanentes, los principios negociables, las verdades discutibles, las valoraciones fruto
de consensos, el obrar humano problemático, y la existencia humana subjetiva. En este contexto
debemos educar.
La escuela ha dejado de ser relevante porque se mantiene fiel a sus viejos rituales y a la tradición
pero no logra responder a las demandas de los tiempos que corren. A este tipo de escuelas se
pueden adaptar algunos que están naturalmente incluidos, pero difícilmente se pueden adaptar los
otros, los distintos, los diferentes, los extraños, los excluidos. Se asoman, curiosean, dan vuelta y se
van. Esta desarticulación evidente provoca los desajustes que padecemos todos: docentes, alumnos,
familias y sociedad.
Todos sabemos lo que significa ESTIRAR algo: dilatar, ensanchar, aumentar, desplegar, tratar de
que alcance para más. Uno puede “estirar” la comida para que comensales se alimenten; “estirar” la
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bebida” para que mas sedientos se calmen; “estirar” la pintura o el materia de construcción, etc.
También tiene su significado en la jerga propia de la producción, venta y consumo de las drogas
Pero hay cosas que no se pueden “estirar” porque si uno lo intenta lo que hace es destapar a unos
para tapar a otros: una sábana pequeña para una cama grande, un mantel reducido para una mesa
enorme, la ropa del más pequeño para cubrir al más grande. Sabemos que el ESTIRAR es posible a
veces y es imposible en otras. Si lo intentamos rápidamente nos daremos cuenta del fracaso de
nuestro propósito. A menos que no podamos verlo, porque sólo observamos el lugar en el que la
ropa, el mantel o la sábana están cubriendo perfectamente.
Algo así sucede con la ESCUELA de siempre, en nuestros días: es una organización que puso en
acto la educación formal y que respondió con probada eficiencia a determinadas necesidades.
Cuando pretendemos hacerle cumplir otros roles o satisfacer otras necesidades la estamos
“estirando” con los riesgos que conlleva, forzándola a que llegue a lugares que nunca ha imaginado.
Si pretendemos que aquella escuela triunfal y eficiente se encargue hoy de todos (absolutamente
de todos), respondiendo a los legítimos derechos de quienes pretenden ingresar en ella y lograr el
reconocimiento personal y social que se aguarda de la educación, es posible que nos encontremos
con sus propios límites: nosotros podemos VER o NEGAR la situación, porque eso sólo depende del
punto de vista y de la perspectiva que asumamos: vemos todo o vemos sólo una parte, destacamos
los méritos o señalamos las carencias, aplaudimos los indicadores cuantitativos o nos atrevemos a
revisar los indicadores de calidad, observamos a todos los que están o fijamos la atención en todos
los que no están y tomamos conciencia del estado en el que están los que están.
Y allí se pone en marcha la estrategia de ESTIRAR LA ESCUELA, para que sin renegar a su
estructura, a su formato organizativo pueda responder a todas estas nuevas demandas. Y aquí
ESTIRAR refiere dos sentidos: el primero es tratar de llegar a mas usuarios, a un número mayor y mas
variados de habitantes escolares; pero también que siga haciendo lo que hacía pero con una
profundidad y un alcance sensiblemente menor. ¿Y cómo la “estiramos”?
abandono de toda norma, bajo eufemismos que desarman los mínimos acuerdos para
convivencia.
EL COMPROMISO FAMILIAR que articula la co-relación necesaria de los responsables
familiares con la escuela se abandona aceptando las situaciones de desprotección y
7
abandono en el que viven muchos de los sujetos que concurren a la escuela, sin intentar
construir referentes adultos que acompañen y respalden su educación.
DOCENTES Y DIRECTIVOS preparados para trabajar en un contexto homogéneo, asumiendo
8 un diseño curricular único y común, se multiplican en variadas acciones y estrategias para
poder atender a la creciente diversidad y heterogeneidad con la que se enfrentan.
LA INSTITUCIÓN REQUIERE UNA AUTORIDAD que la dirija y el reconocimiento por parte de
quienes actúan en ella cumpliendo diversos roles, pero la escuela “estira” la consideración
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de alumnos o padres que desconocen o niegan la autoridad y la responsabilidad,
generando un clima de anarquía que perjudica a todos.
La escuela “se estiran” sin llegar a cubrir nada porque se enseña, se aprende, se cumple, se
concurre, se respeta, se establecen relaciones, se aprueba, se promueve de una manera muy diluida,
sin relevancia, escasamente significativa, como si una cultura del simulacro invadiera a todos los
actores.
Pensamos en los docentes, en los buenos docentes (dejando de lado aquellos que no hacen honor
a la tarea), pensamos en su dignidad como profesionales o en la simple dignidad de su trabajo: el
docente es el ejecutor de esta tareas de “estiramiento”, lo es porque:
debe conformarse con las migajas del conocimientos que certifica como aprendizajes
1
(después de numerosos intentos para recuperar a los más remisos),
debe ponerle buena cara, sentido del humor y comprensión a situaciones inadmisibles en el
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trato
tiene que justificar, explicar o comprender que el alumno llegue cuando quiera o concurra a
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clase cuando le parezca, sin dar explicaciones o sin disculparse
tiene que hacerse cargo de numerosas enseñanzas y explicaciones adicionales a quienes no
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han hecho ningún esfuerzo por atenderlo ni aprovechar el tiempo de la clase
se multiplica en mil tareas, renueva sus esfuerzos, le pone toda la carga vocacional y tiene
5 pocos reconocimientos: de los estudiantes, de las familias ausentes, del sistema, de la
sociedad.
Obvio que se impone una NUEVA ESCUELA que tome conciencia de los tiempos que corren, de los
sujetos que la habitan, de los cambios que nos envuelven y que encuentre el FORMATO NECESARIO
para construir la mejor educación para todos.
Esta nueva escuela la que deben ayudar a idear, imaginar y construir los ESTUDIANTES DE LAS
CARRERAS DOCENTES, los FUTUROS EDUCADORES. No están sólo para reproducir lo establecido, sino
para crear lo que aun no ha comenzado a funcionar.
MATERIAL DE TALLER DE REFLEXION 19
PROF. DR. NORO JORGE EDUARDO / 2012
Unos estudiantes del profesorado visitaban diversas escuelas para poder entregar sus antecedentes y
ofrecerse para trabajar en ellas. Antes de entrar consideraron oportuno interrogar al portero que
custodiaba la entrada y la salida de los alumnos y del personal:
- ¿Cómo son los maestros, los alumnos, los directivos de esta Escuela?
- ¿Cómo son las escuelas que ustedes conocen? - le preguntó el humilde portero.
- ¡Ah! -exclamó el encargado. - Encontrarán en esta escuela lo mismo que conocieron. Les aconsejo
que no entren y que no intenten hablar con sus directivos. Todo será un fracaso.
Otro grupo de estudiantes se acercó a la misma escuela y antes de ingresar se encontró con el mismo
cuidador de la puerta de entrada del edificio.
El hombre atentamente respondió con la misma interrogación anterior: ¿cómo es la escuela que
ustedes imaginan para trabajar?
- Difícil porque todos son extraños, indiferentes. No podemos quejarnos de nada en particular,
pero tanto los estudiantes como los educadores siempre se muestran ajenos y no encontramos en
ella ningún cuidado, ningún afecto, ninguna contención.
- Entonces – respondió - no esperen milagros porque nada cambiará: los directivos y los
educadores de esta escuela también son indiferentes y extraños, y seguramente no podrán entablar
relación con ellos. Hasta es posible que - si los hago entrar - ni siquiera sean atendidos,
argumentando que están demasiado ocupados y que ya tienen muchos y buenos docentes
trabajando.
Apenas habían partido, cuando aparecieron otros estudiantes a punto de recibirse. Se notaba que
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PROF. DR. NORO JORGE EDUARDO / 2012
habían recorrido mucho porque se los veía cansados. Preguntaron lo que todos preguntaban y de
nuevo el portero pidió detalles sobre la escuela que ellos conocían y que imaginaban para su trabajo
docente.
Y el sabio portero, los miró a los ojos, hizo una pausa y les respondió:
- Lo mismo hallarán en esta escuela. Inmediatamente los pondré en contacto con sus directivos para
que les hagan un lugar y puedan formar parte de nuestra comunidad. Son ustedes los que ponen en
las escuelas lo que quieren encontrar y encuentran en las aulas, en las galerías, en los docentes, en
los alumnos, en los directivos lo están dispuestos a valorar y descubrir. Ese es el secreto, ese es el
milagro. Lo veo, lo percibo, lo siento cada vez que escucho las conversaciones de todos los que pasan
por este lugar.
En la vida, las cosas no siempre son como son, sino como nosotros las vemos y las vivimos. La propia
existencia, los otros, las instituciones son un reflejo de lo que nosotros mismos somos. Lo importante
es darse cuenta a tiempo.
Cada uno de nosotros encuentra en las escuelas, en los maestros y en las familias lo que – en
definitiva – está dispuesto a descubrir y a encontrar. Y si no lo encuentra está dispuesto a crearlo, a
construirlo, a ponerlo en marcha.
Yo he sido – en esta jornada – nada más que ese humilde portero, sin saber ni poder alguno, pero
con la simple capacidad para potenciar la propia mirada, poner en funcionamiento el propio
pensamiento.
Ojala todos hayamos podido aprender mutuamente los unos de los otros, es una de las mejores
manera de construir buenas escuelas, excelentes educadores, buenos alumnos, un mundo mas
humano, mejor calidad vida, existencias mas comprometidas.
Y si – alguna vez - andan perdidos buscando nuevas escuelas, otros alumnos (niños o adolescentes),
mejores docentes, que siempre dispongan de algún informante, de algún portero, que oriente los
pasos hacia lo que ustedes mismos son.
LIBROS
NORO JORGE EDUARDO, “FILOSOFIA. HISTORIA. PROBLEMAS. VIDA”. Didascalia. Rosario. 4ª ed. 2012
NORO JORGE EDUARDO, “ESCUELA POSIBLE, EDUCACION NECESARIA”. Didascalia. 2º ed. 2002
NORO JORGE EDUARDO, “PENSAR PARA EDUCAR. FILOSOFIA Y EDUCACION”. Didascalia. 2005