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Poesia completa
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Poesia completa

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About this ebook

Poseedor de una de las plumas más notables e incisivas de nuestra lengua y pieza clave en la consolidación de las instituciones educativas de México, Jaime Torres Bodet nos lega en su libro "Poesía" una selección de poemas que, al incluir los de distintas épocas de su vida, permiten un acercamiento global al autor.
LanguageEspañol
Release dateMay 26, 2017
ISBN9786071649553
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    Poesia completa - Jaime Torres Bodet

    general

    POEMAS JUVENILES

    [1916-1917]

    PRIMAVERA

    Primavera. La savia palpita en el boscaje.

    Hay candor de azucenas bajo el sol de la aurora.

    Oculto por la sombra mística del frondaje,

    riela el cristal sereno de la fuente que llora.

    Un perfume de rosas difunde en el paisaje

    olor de vida joven… El sol, ardiente, dora

    la enramada del bosque primitivo y salvaje

    donde el ruiseñor dice una canción sonora.

    El cristal del arroyo, como una gasa leve,

    acaricia la espalda, de castidad de nieve,

    a vírgenes impúberes como sagradas ninfas,

    y una risa argentina turba la paz de la hora,

    como el rubor del fuego de una rápida aurora,

    y se pierde en el claro sollozar de las linfas…

    NOCHE DE LUNA

    Pasa el ritmo indistinto de una canción sonora,

    en el silencio místico de la noche de luna;

    mientras la luz se borra, se pierde como en una

    magia imprecisa y vaga de poniente o de aurora.

    Llora el acento de una romántica sonata,

    en la sombra intangible del jardín sin rumores,

    y en un sutil letargo de cantos y flores,

    deja caer la luna su claridad de plata.

    En estas horas graves, que pasan como un lento

    cortejo de vestales, profundamente siento

    la misteriosa vida de cosas ignoradas

    que apenas el espíritu en un sueño adivina

    y en las que nunca hemos puesto nuestras miradas.

    ¡Oh la vida sin límites, llena de sol, divina!

    ALMA, QUE EN EL SILENCIO…

    Alma, que en el silencio de la vida

    has pasado sin risas y sin llanto,

    sin placer ni dolor, alma caída

    de un más allá sin formas, como un canto

    de ruiseñor nocturno, en la florida

    imprecisión de líneas y el encanto

    crepuscular del sol, alma perdida

    por el camino lleno del espanto

    de una noche sombría; alma sincera

    que, como la hora del nacer del día,

    eres llena de sol y primavera;

    alma que fuiste sola por el mundo

    y sola sabes del dolor profundo

    de ser que oculta siempre la alegría.

    II

    Alma, escucha mi voz, alma que un día

    de amor y juventud, fuiste audazmente

    a conquistar la vida, alma que siente

    toda oculta impresión, ánima mía,

    acostumbrada a levantar la frente

    a través de la sombra, fantasía

    de un canto de altivez, que triunfalmente

    pasaste bajo el sol de la Armonía;

    soñaste con un mundo en que la vida

    fuese imprecisa, informe, indefinida,

    como la luz sin brillo del poniente;

    y bajo el peso del dolor viviste

    tu vida de forzado, siempre triste,

    corazón muerto y labio sonriente.

    III

    Alma, escucha mi voz, vengo extenuado

    del cansancio infinito del destino;

    viador eterno, extraño peregrino

    de cuerpo fuerte y corazón cansado,

    fui por la vida llena del divino

    misterio de la aurora; el esperado

    ocaso de la fe me ha encontrado

    descansando a la vera del camino;

    siento que en estas horas milagrosas

    penetra en el sol toda la calma

    de paz crepuscular dentro del alma,

    y escucho en el silencio del paisaje

    un canto de ilusión, mientras las rosas

    se deshojan de amor entre el boscaje.

    A TRAVÉS DE LA HONDA…

    A través de la honda inquietud de mi alma

    que la aurora conturba, me exalta un gran deseo

    del bienestar profundo de la inmovilidad;

    un miedo

    de todo movimiento;

    una voluntad dulce de sentirme sereno,

    de llenar mis miradas de crepúsculos

    apenas presentidos, y confundir mi aliento

    con la brisa romántica de las noches de luna…

    La aurora me fatiga, y me siento extenuado

    antes de haber vivido, con un temor eterno

    de que la vida rompa la magia de mi fuerza,

    de que la luz del sol borre en el cielo

    la trémula caricia de plata del lucero,

    con el temor continuo de tener que vivir

    una vida en que muere todo ensueño…

    Y me invade un profundo desaliento,

    un asco para todo,

    un deseo infinito de huir el movimiento

    y de ir velando todos los cantos de la vida

    con el divino canto del silencio.

    FERVOR

    [1918]

    HACIA HORIZONTES NUEVOS

    Hacia horizontes nuevos, caminante,

    vieja ilusión te guía

    sobre el impulso móvil del instante

    y bajo frondas de melancolía…

    Sobre el agua que bebes en el hueco

    de la mano, te miente

    la nostalgia espejismos, y da el eco

    de tu canto el dolor de un alma ausente.

    En el naufragio de la noche grave

    tu corazón espera;

    vibran las frondas y suspende un ave

    a tu paso su afán de ala viajera.

    Siempre en la soledad va tu camino

    y te da cada instante

    su luz más tenue y su mejor destino,

    quieto refugio y manantial sedante.

    Mas cuando llegue la hora del regreso,

    al rehacer el viaje.

    en vano buscará tu labio el beso

    de una rosa olvidada en el ramaje.

    Como troncos sin alma, desprendidos

    por la injuria del viento,

    verás las horas muertas y en sus nidos

    reanimará una voz tu pensamiento.

    Al umbral de la puerta abandonada,

    sobre cada sendero,

    hallará la inquietud de tu mirada

    el cadáver de un mudo compañero.

    Comprenderás entonces que no ha sido

    cierta la soledad en que partiste,

    y al tornar de un crepúsculo de olvido

    vibrará en tu emoción un ala triste.

    ¡Si lo hubieras sabido! ¡Si no hubiera

    fingido tu ideal ir siempre a solas!

    ¡Decir que era un amor de primavera

    quien dirigió tu esquife, entre las olas!

    Empañará tus ojos, como nunca,

    llanto reminiscente,

    y en el destierro de la senda trunca

    te sentirás tú mismo como ausente…

    LAS ALAS ABIERTAS

    HAY UN DON QUE ENNOBLECE

    Hay un don que ennoblece mi esperanza

    y con dócil afán lleva mi mano

    por el mármol del símbolo en que avanza

    el cincel de un impulso cotidiano.

    En la tarde que aviva el desaliento

    y despoja las alas, se aproxima,

    y adquiere un brillo claro y opulento

    el oro dúctil y tenaz que lima.

    En el mutismo de la noche inquieta

    asombra mundos con centellas de oro

    y su afán melancólico interpreta

    la oculta voz y el lírico tesoro…

    Por él me atrae el infinito ruego

    de las divinas noches estelares

    y el sol que clava su raíz de fuego

    en el azul fecundo de los mares…

    Lejos de mi dolor brilla su idea

    como antorcha encendida, siempre en alto,

    y me llena su voz de sobresalto

    como crece el afán de la marea…

    Los que regresan del festín risueño

    con racimos de paz entre las manos

    pueden pasar sin comprender mi sueño,

    que yo tengo el amor de mis hermanos!

    Como yo, inocularon en la vida

    de la piedra sin alma sus congojas,

    y el otoñal latido de las hojas

    dejará su labor interrumpida.

    Tristes si un viento de huracán destruye

    la estatua infiel que prolongó su anhelo

    y con la sangre de sus venas fluye

    la sed de luz y la ambición de cielo,

    pero felices si descubre un día

    la futura avidez de la mirada

    un abrazo de amor en la sombría

    frialdad de la Venus mutilada.

    ESTA TARDE NO HA SIDO…

    Esta tarde no ha sido más que un beso en la sombra

    y un amor de otros años que reanima el boscaje,

    pero pasos divinos han tocado la alfombra

    y una mano invisible me tendió su homenaje.

    Esta noche no ha sido más que un himno de fiesta

    —insinuante lascivia de timbales de oro—

    pero un eco distante perfumó la floresta

    y esparció en el tumulto su milagro sonoro.

    Yo no sé de qué parte me llegó este divino

    sortilegio, esta noble caridad, este grave

    y seguro presagio de no errar el camino,

    este timón de ensueños que ha de regir mi nave,

    pero siento que hay algo, fugitivo y eterno,

    el afán de una nota que sólo yo he sentido:

    una voz en los labios que no mata el olvido

    y una rosa en el alma, que no toca el invierno.

    CUANDO HAY ALGUIEN…

    Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo,

    yo le ofrezco mi amor;

    ¿qué pudiera decirle, yo que vivo perplejo

    y de mí propio, espectador?

    Ha de llegar un día en que mi boca sea

    venero de piedad,

    exigid para entonces que yo os brinde mi idea:

    ¡Hoy tan sólo sé amar!

    MI ALEGRÍA ES LA NOBLE…

    Mi alegría es la noble certidumbre

    de que nadie ha sabido

    como yo, recoger una cosecha

    de amor y caridad en el olvido;

    es la certeza de que nadie pudo

    gozar de todo cuanto yo he gozado:

    de la cándida flor de una esperanza

    y de la rosa roja de un pecado;

    es la certeza de que nadie nunca

    sentirá como yo, de haber tenido

    un jardín interior, un lago oculto

    y un amor prohibido,

    y es la seguridad de que yo he sido

    único, impar, impenetrable y fuerte,

    a pesar del ocaso de la vida,

    de la noche futura y de la muerte.

    DÍA A DÍA LA AURORA

    Día a día la aurora

    ilumina mi huerto de esperanza,

    mientras el disco de la luz avanza

    sobre el viejo cuadrante de la hora.

    Un invisible rayo me despierta

    para morir un poco en cada día

    y rompe un ala de melancolía

    la oscura paz de la mansión desierta.

    Tejiendo con sus manos inconscientes

    la red sutil de un milagroso encanto,

    el antiguo ideal pone en mi canto

    un murmullo de efímeros ponientes.

    Pero a veces la voz de una lejana

    felicidad me atrae… Y salgo… Y busco

    en la pendiente del abismo brusco

    las huellas de la alegre caravana.

    Entre las risas de los peregrinos

    de un rápido momento, me acompaña

    la grave soledad de la montaña

    y el otoñal consejo de los pinos…

    Mas al llegar la sombra del ocaso

    sobre la tierra solitaria y muda,

    frente al árbol desierto de la duda

    interrumpo la senda de mi paso.

    Y los dejo partir por el sendero…

    Buscarán vanamente

    la aurora eterna y la durable fuente,

    el ala inmóvil y el amor sincero…

    Y percibo suspensa en el paisaje

    —lago de plenilunio y de fragancia—

    la leyenda pueril de la distancia

    que fuera puerto de remoto viaje;

    mientras inútilmente la mirada

    torna al confín que idealizó el olvido

    y brota el llanto del adiós sin ruido

    en la vieja ilusión abandonada!

    JUVENTUD, ESTA TARDE…

    Juventud, esta tarde no seguiré tu paso

    hacia la viña estéril que me negó su fruto;

    mi corazón presiente un imposible ocaso

    y por almas que viven me he cubierto de luto.

    Sobre un hueco sepulcro se arrodilla mi pena

    esperando el regreso del viajero lejano,

    y la plata de un lirio se deshoja en mi mano

    por el beso infecundo de la brisa serena.

    Hoy espera mi campo la más nueva semilla;

    adiós, himno sin eco que lamenta el reproche,

    alas del sueño errante que aprisionó la arcilla

    y pupilas abiertas para siempre en la noche!

    Una luz de presagio me acompaña en la vía

    y una voz de tristeza me saluda de lejos

    bajo el lloro sin ruido de los sauces viejos

    que protegen el paso de la Melancolía…

    Risa que desgarraste la piedad de mis labios,

    hora de indiferencia que escuchaste un gemido,

    no lloro tu partida pues mi alma es el nido

    de alas más impetuosas y murmullos más sabios.

    FRENTE A LA CARIDAD…

    Frente a la caridad de la mañana

    desnudo mi emoción

    de la queja pueril, la nota vana

    y la frivolidad de la canción.

    La mentira de ayer no da a mi boca

    su bálsamo de hiel,

    falso licor en que bebí esta loca

    esperanza venal de un dios infiel.

    La mirada desliza en la pendiente

    que miente la amplitud

    de la mañana tibia y sonriente

    en un mágico vértigo de luz.

    Una sagrada juventud se eleva

    de mi cuerpo feliz…

    (Un diáfano placer de sangre nueva

    brota la oculta y maternal raíz.)

    El viento matinal de la campiña

    llena mi corazón

    con un ingenuo balbucir de niña

    que prefiere al sentido la canción…

    El alma olvida… En el arroyo pasa

    un rumor de inquietud…

    Y el aire pone su temblor de gasa

    sobre la fiebre de mi juventud.

    CUANDO MARCHITE OCTUBRE…

    Cuando marchite octubre la púrpura del bosque

    simbólico en que vibra la esperanza de los que

    como yo deshojaron su más puro laurel

    sobre el mármol exangüe de una memoria infiel,

    no seguiré la ruta que la Melancolía

    me insinúa en la sombra. La cosecha tardía

    no dejará en el hueco de mis manos ansiosas

    la letárgica esencia que destilan las rosas

    cogidas en el parque cuando sangra el poniente

    y un efímero hechizo se deshoja en la fuente…

    Solo, frente al abismo de la ternura fatua

    no animaré la estéril desnudez de una estatua

    para mi amor; ni triste de fatigar la Vida

    bajo el látigo indócil de una verdad temida,

    llegaré entre la noble gravedad del paisaje

    a desatar las velas para un último viaje…

    Oh ¡No! Puesto que un viento de ilusión ha logrado

    acercarse a mi alma, y romper el pecado

    que sellaba mi vida, fatídico y eterno,

    ya que un canto de amores interrumpe el invierno

    y cada hora alberga un latido interior,

    quiero hacer de mi boca un venero de amor

    para cantar la savia con que la Vida inunda

    el fervor de la Tierra melódica y fecunda

    en la hora en que al árbol pensativo y sonoro

    las estrellas se enlazan como vínculos de oro!

    IDILIO INCOMPLETO

    LOS DOMINGOS DE AQUELLOS…

    Los domingos de aquellos meses de vacaciones

    pasados en la aldea monótona en que había

    un invisible abrazo entre los corazones

    que amaban el refugio de su melancolía…

    Al recordar las tardes íntimas del colegio

    glacial y solitario, cuando la lluvia fina

    tendía en las vidrieras una leve cortina

    sobre rostros inmóviles, como en un sortilegio,

    en el fondo vacío de los marcos sin vida

    que encerraron la imagen de algún ser que partió,

    surgía la silueta de su sombra perdida

    y turbaba el silencio la inquietud de su voz…

    La noche, que llegaba, unía a nuestras manos

    las manos de personas que no vimos jamás

    y que envolvió el incienso de una hora de paz

    en el vago crepúsculo de los sitios lejanos.

    Con un ritmo apagado, por la calle sonora,

    bajo el cielo impasible se aproximaba un paso

    conocido y temblaba el alma de la hora

    en el filo del péndulo que doraba el ocaso…

    El otoño… La noche… Y apenas un momento

    las frentes se inclinaban por la ventana, a ver

    pasar una silueta que, en el atardecer,

    confundía su sombra con nuestro pensamiento…

    CUANDO ABRISTE LA PUERTA…

    Cuando abriste la puerta, cayó sobre la alfombra,

    en una franja roja la luz crepuscular

    y se enlazó a la mía el alma de tu sombra

    tendida oscuramente sobre la claridad.

    ¿Qué me dijiste entonces, al apoyar tu mano

    en la mía? Una frase que hace tiempo murió

    y que escuché en la tarde del otoño lejano

    en que subió a tus labios un mágico perdón…

    Háblame lentamente, como si destrenzaras

    al hablar tus cabellos, más lentamente, mientras

    en medio de la sombra callada en que te encuentras

    las líneas de las cosas fingen rasgos de caras

    llorosas, entrevistas en un grave minuto

    detrás de las ventanas

    en que cubre el invierno de las cabezas canas

    la penumbra impalpable de una toca de luto.

    Es el fin de un ocaso de indecisión… Te busco

    a través de una sombra insegura, sin verte,

    y apenas si el espejo que repite la muerte

    del sol, me da tu imagen en un ademán brusco.

    Oigo latir el alma del reloj, y te siento

    en mí, como si oyera hablar tu pensamiento,

    y cuando llega el claro de la luna, que imprime

    a las cortinas tenues un temblor repentino,

    mientras entre las hojas un viento helado gime,

    en el silencio húmedo de la noche, adivino

    tu silueta callada, esperando un destino…

    EN LA VIEJA MANSIÓN…

    En la vieja mansión abandonada

    habitamos los dos,

    lejos uno del otro, y sin embargo

    tan cerca tu esperanza y mi dolor.

    Nuestras ventanas miran diferentes

    paisajes en un lánguido sopor,

    y hay para tus pupilas una aurora

    en el reflejo agónico del sol.

    Oigo una voz lejana que me nombra

    con el frágil acento de un adiós,

    y mi ideal la finge entre las brumas

    de una playa sin puerto de ilusión…

    Y sueño abrir al sol velas sonoras

    y llevar el timón

    de mi esquife de amor entre las olas,

    hacia un faro invisible de fervor;

    y no sé que mi mano, al extenderse,

    tocaría la tuya, y mi dolor

    repite inútilmente tu llamado

    y pone un eco triste entre mi voz.

    Si el viajero que pasa, solitario,

    junto a nuestra mansión,

    y detiene su marcha, en un minuto

    de secreto rencor,

    pudiera comprender esa distancia

    que separa tu fe de mi dolor,

    y ese inútil lamento que él confunde

    con un beso de eterna floración!…

    Mas seguirá su ruta, siempre a solas,

    evocando, en nostálgico rumor,

    el júbilo indefenso de los nidos

    que en nuestro parque efímero escuchó;

    y en la vieja mansión abandonada

    seguiremos los dos,

    lejos uno del otro, y sin embargo

    tan cerca tu esperanza y mi dolor…

    LLEGAS CON EL CREPÚSCULO…

    Llegas con el crepúsculo a la fuente

    pasajera en un frívolo rumor,

    y sin posar tu labio en la corriente,

    te alejas con el sol.

    Nunca he visto tus ojos. Es que miras

    lo que no vi jamás,

    y es tu voz el silencio de las liras

    y tus manos son ánforas de paz.

    Yo no sé por qué vienes, ni siquiera

    en la fuente de un íntimo raudal

    has hundido la urna, prisionera

    de una frágil arcilla de ideal;

    otras han de beber en áurea copa

    el licor de mi vid…

    ¡Rosas que no pisó lírica tropa

    de anhelos torpes en afán febril!

    Otras tal vez, con mano irreverente

    apagarán el fuego del altar

    que a la Deidad benéfica y clemente

    erigiera el amor de la vestal;

    pero tú, que has llegado muda y triste

    para luego partir,

    más que todas, acaso, me exigiste

    y el más íntegro don fue para ti…

    HOY LLEGARÉ A LA PLAYA…

    Hoy llegaré a la playa que ha fingido mi sueño.

    A lo lejos, el sol

    va dorando los mástiles del esquife risueño

    que, más raudo que el mío, finalmente arribó.

    Pero ¿qué afán es éste, de proseguir el viaje

    y de nuevo partir,

    cuando el viento que gime, desgarrando el cordaje,

    me conduce al escollo del más trágico fin?

    ¿Puede entonces el alma, desoyendo el presagio

    olvidar el camino que ordenaba el timón,

    o tal vez la esperanza de un futuro naufragio

    fue el impulso más noble de esta barca de amor?…

    TODOS, CON EL CREPÚSCULO…

    Todos, con el crepúsculo cercano

    piden fuego a mi lámpara y se van,

    y el viento de la puerta que entreabren

    esparce las cenizas del hogar;

    tú, que nada pediste y que no veo,

    y que nunca te vas,

    algo esperas de mí, tal vez la dicha

    de sentirme llorar!

    ASÍ PUES, HOY TE ALEJAS…

    Así pues, hoy te alejas para un nuevo destino,

    sin libar, al partir,

    en la copa profunda la miel áurea del vino

    que prodiga tu vid.

    Esta tarde, he llamado vanamente a tu puerta…

    Sólo el atardecer

    deslizaba mi sombra por la mansión desierta

    de un póstumo desdén.

    ¿No te he ofrecido acaso la más dócil caricia

    que tu fiebre soñó,

    yo, que supe insinuarte la palabra propicia

    para un canto mejor?

    Cuando el beso más dulce florecía en mi boca

    tú implorabas quizá

    otra voz más ardiente, y otra fiebre más loca

    y otro amor ideal!…

    Que otros sigan el paso de versátil fortuna,

    sin volverse a mirar,

    como valle durmiendo bajo frondas de luna,

    el poblado natal,

    pero tú, que sabías cómo sólo la queja

    puede hallar eco fiel,

    y que el arroyo miente al perfil que hoy refleja

    la figura de ayer;

    vuelve al parque fecundo de la peña de antaño,

    que es inútil partir

    cuando todas las rutas llevan al desengaño

    de vivir y morir!

    EL HILO DE ARIADNA

    HE DE CANTARTE, OH SOL…

    L’Aube exaltée ainsi qu’un peuple des colombes

    RIMBAUD

    He de cantarte ¡oh Sol! Desde la cumbre

    que eleva sobre el mar

    la sed de la más alta mansedumbre

    y el más firme ideal.

    Todo lo miraré, desde la altura,

    perdido en la quietud

    de la noche recóndita y oscura

    que no rasgas aún.

    El antiguo fervor y el canto mudo

    llegarán hasta mí

    a renovar el ímpetu que pudo

    tantas veces morir.

    Sentiré cómo suben, en la noche,

    las rutas que pisé

    para llegar a ti, que eres derroche

    de una divina fe.

    Y lleno del orgullo que la Vida

    me ha sabido ordenar,

    arrojaré la voz del alma herida

    al corazón magnífico del mar.

    ES ASÍ COMO EL ALMA TE SOÑÓ…

    Es así como el alma te soñó, en la ternura

    de un rapto de ímpetu feliz,

    como el árbol más noble y la savia más pura

    que enriqueciera mi jardín.

    A través de esta franca claridad matutina

    mi corazón te hubo de hallar

    caminando en la ruta que tu afán ilumina,

    frente a la ronca inmensidad.

    Sobre el fondo de un cielo como el de esta alborada,

    en mis delirios, esbocé

    la línea de tus amplias caderas, modelada

    por una súbita avidez,

    y de tu pecho núbil la comba presentida

    espera en un íntimo afán

    el sublime contacto que derrama en la vida

    una armoniosa majestad!…

    SI TOCASTE A MI HUERTO…

    Si tocaste a mi huerto, fue con mano

    de intimidad discreta y condolida,

    sin el éxtasis vano,

    sin la queja mentida…

    Sobre el umbral, bajo la fronda triste

    del haya que creció junto a la senda,

    en silencio, pusiste

    el vaso de tu ofrenda:

    ánfora de ilusión que contenía

    íntegro aroma de cosecha ansiada,

    y sangre de alegría

    y canción de alborada!

    Tu voz fraterna descansó mi oído

    de la frivolidad de la corriente

    que pasa en un ruido

    de amor indiferente;

    y la rosa más alta, el mejor fruto

    perfumaron mi amor cuando el paisaje

    fue presagiando el luto

    de tu próximo viaje.

    Pueden todos pasar, porque desdeño

    la ofrenda de sus manos, y no alcanza

    a distraer mi sueño

    la voz de su esperanza.

    Mientras tu amor proteja mi sonrisa,

    y mi lira sea el eco de tu voz,

    y en la ruta que pisa

    mi sandalia, haya sol

    ¿qué me importa la brisa que pudiera

    esparcir el mar

    el vuelo de esta frágil primavera

    y el bajel que principia a naufragar?

    Y TE SENTÍ LLEGAR…

    Y te sentí llegar… Una remota

    perspectiva de playas en quietud

    bajo el cielo de un blanco de gaviota,

    agrandaba mi pena… Entre la luz

    el contorno irreal de tu silueta

    era un mágico centro de fervor,

    con los brazos erguidos, en inquieta

    actitud de llamado… Tenue sol

    dibujaba la línea de la costa,

    y subiste de pronto a mi bajel

    mientras la luz, como vereda angosta

    iba muriendo en el atardecer!

    BAJO EL CIELO FELIZ…

    Bajo el cielo feliz, cerré los ojos;

    la tarde en el vergel,

    clareaba en las frondas frutos rojos

    y húmedos de miel.

    Una voz, en el ímpetu de un ala,

    conturbó la quietud

    de mi lago de amor en que resbala

    el vuelo de la luz.

    A través del silencio, el paso mudo

    detuve, y aspiré

    brote de savia mi dolor desnudo:

    renovación de fe.

    Como una clarinada intempestiva

    incendió mi cantar

    la actitud de la sombra pensativa

    que agrandaba el pinar,

    y en la paciencia inmóvil del minuto,

    finalmente sentí

    la madurez recóndita del fruto,

    adueñarse de mí.

    PUESTO QUE LA CARICIA…

    —Le Ciel est mort.— Vers toi, j’accours! donne, ô matière,

    l’oubli de l’Idéal cruel et du Péché

    a ce martyr qui vient partager la litière

    où le bétail heureux des hommes est couché.

    MALLARMÉ

    Puesto que la caricia de la mañana toca

    la avidez de mis labios y reaviva en mi boca

    una vieja canción,

    y el corazón se entrega al soplo que respira

    y ha pasado la hora que colgara en la lira

    un fúnebre crespón,

    quiero hacer que mi sangre divinamente vibre

    al ritmo de las olas sobre la playa libre.

    y salte en el fugaz

    ímpetu de la fuente, y suba en el fecundo

    movimiento que rige los destinos del mundo,

    hacia el Sol Inmortal.

    No eres tú, la hora vana de tormentos herida

    que envenenas la fuente de piedad de la vida,

    ni tampoco eres tú,

    hora del plenilunio juvenil, que en discreta

    melodía acompañas la canción del poeta

    con un ala de luz.

    Otro impulso más noble turba mi pensamiento

    cuando escucho en tus cantos el silbido del viento

    perfumado de miel,

    y persigo tus pasos a través de una alfombra

    de luminoso césped y tapices de sombra

    bajo el mudo vergel.

    Hora de los crepúsculos, que abres la perspectiva

    de los nuevos paisajes hacia la fugitiva

    majestad del confín,

    abrázate a mi cuerpo y desgarra mi boca

    con el beso lascivo que tu esperanza loca

    aprendió en el festín.

    Hacia el huerto fecundo de la carne dormida

    tenderé en el silencio la oración de mi vida,

    sin por esto olvidar

    del crepúsculo próximo la jornada de angustia,

    y de los senos fláccidos y de la boca mustia

    el consejo mortal.

    Solo, en la encrucijada de la Vida Futura,

    miro cómo se alejan el instante de holgura

    y la ingenua canción,

    porque un verso más dúctil y un más íntegro anhelo

    acercan la impetuosa libertad de su vuelo

    hasta mi corazón!…

    POR EL BESO EN DELIRIO…

    Por el beso en delirio que ha deseado mi boca,

    por la nueva inquietud

    que enardece el cansancio de mis pies y que toca

    las cuerdas del laúd;

    por el ímpetu nuevo que a la fuerza del ala

    une su aspiración,

    y por el ansia nunca satisfecha que exhala

    esta sed de emoción,

    ¡Oh Vida! He de entregarte la voz de mi alegría,

    soplo fecundo y noble fe,

    que morirá tan sólo cuando decline el día

    en que apagues mis ímpetus y corones mi sien!

    LA VOZ SECRETA

    ¿QUIÉN ERES TÚ, QUE LLAMAS?

    —¿Quién eres tú, que llamas a mi puerta?

    —El más íntimo amor.

    —No te he visto jamás. Un amor único

    y no el tuyo, fatiga mi ilusión.

    —¿Quién te envía a mi lado, Mensajero?

    —Tu más hondo ideal.

    —¡Oh no mientas!… ¿No ves que sólo es mío

    lo que nunca vendrá?

    A TRAVÉS DE LA NOCHE…

    A través de la noche, en un extraño

    viaje sin horizontes, bajo el peso

    de un dolor inmortal, sigo la senda

    que tapiza el silencio.

    Mi dolor es mi bien. Es el tesoro

    que mis manos acrecen en secreto

    con el rubí de un ansia de lujuria

    y la perla de un lírico embeleso.

    Mi dolor es mi bien. No lo he entregado

    al fugitivo amor de los viajeros,

    y lo oculto en el fondo de mi vida

    en las horas de un lúgubre misterio.

    Mas cuando llegue el día de una grave

    y última confesión, he de ponerlo

    como un sello fatal sobre tu vida

    corazón enigmático y fraterno!

    Y en las noches sin luz, cuando interrumpa

    esta sed de sufrir el sortilegio

    de la quietud que ahonda tus pupilas,

    resbalará mi llanto entre tus dedos.

    No sabrás qué dolor une tu vida

    al dolor de mi muerte, qué consejo

    de un instinto augural llora en tu sangre

    y envenena tu amor con mi recuerdo.

    A mi pasión eternamente unido,

    entre mis manos tus impulsos presos,

    seguirás como yo, sin un reproche,

    el inútil destino del sendero.

    Como tú sufrirás, yo habré sufrido

    al sentir la quejumbre de un espectro

    en la fatiga enferma de mi carne

    y en la antorcha feliz que apaga el viento.

    Es inútil llorar. Yo sé que nada

    nos podrá desunir, que es vano el ruego,

    y que, a pesar de todo, esta tristeza

    que yo oculta guardé, te la reservo.

    Y me alejo más triste a cada instante

    al sentir más cercano ese momento

    de un fatídico don inexorable…

    ¡Alma divina! ¡Corazón fraterno!

    OH, VEN, HACE YA TIEMPO…

    ¡Oh! Ven; hace ya tiempo que mis ojos

    ambicionan la paz

    y el secreto interior, sin tintes rojos,

    de este ocaso de un gris inmaterial,

    hora de melancólica fragancia

    y tímido rumor

    de frondas de ideal en la distancia

    y de fuentes en íntimo fervor!

    Una mano falaz rompió las urnas

    que guardaban la miel

    aromada de rosas taciturnas

    y del gajo glorioso del laurel,

    y desató del tronco al que se unía

    el abrazo lascivo de la vid,

    por regar el licor de su alegría

    en los vasos sonoros del festín.

    Nada de lo

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